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Elecciones y educación

La semana pasada reflexionábamos sobre cómo el neoliberalismo se ha ido


introduciendo en nuestra educación de manera silenciosa y perniciosa. Con desenfado
ahora sus mensajeros prometen la “revolución educativa” que permitirá al Perú ser
competitivo, tener una moderna y nueva ciudadanía y sobre todo una educación de
calidad.

Sin duda, ninguna de las propuestas y promesas tienen un sustento pedagógico. Sí en la


inversión y resultados, sí en lo destinado al presupuesto de acuerdo al PBI pero pobre de
solemnidad en llegar de manera equitativa a todos los niños y niñas del país.

Pobres las presentaciones vistas en radio y en TV y más pobre el mensaje. El mercado no


es la “varita mágica” que nos llevará al ansiado estado de bienestar, a “jugar en ligas
mayores” del conocimiento, de la competitividad. Nada de ética, nada de ciudadanía,
menos de cultura. Faltan dos meses para que elijamos al nuevo Presidente de la
República, y a los Congresistas para el período 2011-2016 y no tenemos nada de nada
sesudamente pensado sobre la educación que el país requiere. Todas son generalidades
y lugares comunes.

Hace menos de un año, nuestro recordado Luis Jaime Cisneros, escribía los párrafos que
a continuación transcribo, pues suenan a recomendación testamentaria, de un maestro
que vio transcurrir un siglo y entregó lo mejor de sí a la juventud que tuvo la suerte de
tenerlo como catedrático. Es que no era sólo el profesor de lengua, sino era el amigo que
se interesaba por la educación, sin pregonarlo a los cuatro vientos, todo lo contrario.

A la sazón del proceso electoral que estamos viviendo Cisneros escribió lo siguiente en
marzo de 2010 lo que consideramos viene a pelo para la ocasión y dice más que las
palabras, tinta y minutos que le han dedicado los candidatos a sus “ofertas de ocasión”.

Su columna semanal de la cual he tomado prestado el título, traía el siguiente mensaje:


“Pero no es a los libros a los que quiero dedicar mi atención mejor este domingo. Es al
interés que muestran los candidatos a los temas de educación. Tengo derecho a pensar
que me sería difícil proponer un encuentro para debatir el Proyecto Educativo Nacional.
Podré oír adjetivos relacionados con la exigencia, la calidad, las computadoras. No espero
oír nada relacionado con los valores, con la vida democrática, con la lectura como buen
entrenamiento para la reflexión y el libre juicio. Por eso me ha agradado leer las
declaraciones de una educadora norteamericana, experta en el campo de la educación
cívica, terreno entre nosotros casi olvidado.

No todos admiten que el campo ideal de la política es la educación. Lo que hace grandes
a los pueblos es lo que logran con su inteligencia. Y lo que alcanza a lograr la inteligencia
se debe a lo que se ha conseguido realizar y conocer. Pueblos grandes por dimensión
geográfica. Nos lo dice la historia, y nos lo confirma la realidad de que hoy somos
testigos. Si un pueblo no se ve asistido por el trabajo inteligente de sus ciudadanos ni
tiene cómo sentirse partícipe del concierto general de los pueblos.
El cambio irremediable al que hay que prepararse es precisamente éste en que los
estudiantes han de ser los reales y verdaderos protagonistas. La gran revolución
pedagógica es ésta a la que debemos enfrentarnos desde ahora. Sobre todo, ahora que
estamos en época de elecciones, no debemos dejar que nos formulen promesas relativas
a la educación. Los jóvenes deben comprender que el voto que deben emitir dentro de
poco tiene que expresar una clara y decidida voluntad de cambio. Uno de los objetivos de
nuestro sistema educativo debe ser afianzar nuestra democracia. Por eso la escuela tiene
que preocuparse de entrenar para la reflexión política (sobre valores, sobre justicia, sobre
libertad, sobre la verdad, contra la mentira, contra la corrupción). Los jóvenes tienen que
entrenarse para leer y escuchar, condiciones necesarias para hacerse oír y para respaldar
los votos que emiten con la verdad.

Si nos atenemos a cuanto los periódicos recogen de boca de los candidatos, sabemos
que no habrá cambio en el sistema de educación. Y si no lo hay, nada podrá ser distinto
de lo de hoy. En suma, lo que estamos anunciando es que la escuela tiene que entrenar
políticamente a los estudiantes, porque ellos no son los que tienen que aprender a
esperar el cambio: son los que tienen que realizarlo. La escuela debe entrenarlos a
manejar el arma adecuada: la inteligencia y el conocimiento. Y los objetivos reales: la
justicia, la verdad, la libertad (LA REPÚBLICA. Aula Precaria. Luis Jaime Cisneros. Dom, 21/02/2010).
Cuántas verdades en tan pocas líneas y cuántos mensajes de los cuales debemos
aprender. Citaremos algunas frases que podrían ser ejes en la reflexión y mensaje
electoral: el campo ideal de la política es la educación. Y no utilizar a la educación como
un elemento de mercancía para ofrecerla ilusamente a cambio de votos.

¿Pero qué concepción de la educación tienen los candidatos? Hasta el momento se


hacen eco de temas triviales, sin sentido de perspectiva y desarrollo de la persona, ni
creación de la ciudadanía. Por ello la audaz idea de un Presidente de Gobierno Regional
que decide por medio de una ordenanza, restituir el curso de pre-militar, aunque luego lo
cambió por la formación cívica. El concepto que tienen nuestros políticos de la educación
es utilitarista y domesticadora. En ningún momento plantean el desarrollo del pensamiento
crítico, la promoción de una ciudadanía en democracia. Es peligroso, como cuando en el
siglo XIX era arriesgado desarrollar otras ideas provenientes de la revolución francesa,
pues eran perseguidos. Sin duda muchos dirán que no es así, que nuestros políticos
aspiran que se tenga una educación para el futuro, pero en el fondo, se conforman que
sea controlista, que funcione de acuerdo a determinadas reglas mercantiles. Se olvidan u
obvian por otros intereses el referirse lo que significa la educación como proceso de
formación de la persona en valores y severidad científica para el esclarecimiento de
nuestra historia esencial para la formación de la conciencia nacional. Resumir eso en la
frase “educación en valores” es mirar con desdén lo que es esencial para la formación de
los educandos y trasladarle la responsabilidad a los docentes.

Otra de las frases que incita a la reflexión es aquella que dice: “El cambio irremediable al
que hay que prepararse es precisamente éste en que los estudiantes han de ser los
reales y verdaderos protagonistas.” ¿Por qué los candidatos se sienten en la obligación
de prometer aquello que no son capaces de cumplir? El protagonismo lo tienen hoy los
niños y jóvenes y con ellos no puede jugarse vendiendo falsas ilusiones. Los candidatos
no pueden considerarse como los dueños del cambio que debe hacerse a nuestra
educación. Ellos tienen la obligación de que se cambie y velar por que ella forme y
eduque a nuestros niños y jóvenes respetando sus derechos, su desarrollo humano y no
prepararlos sólo por que el mercado lo exige. ¿Y por qué no el proceso de desarrollo del
país? ¿Puede permitirse que así como se denuncia que existe educación de primera, de
segunda y tercera, se siga con la diferencia inequitativa de que exista educación urbana y
rural? ¿Acaso la ciudadanía y los derechos hacen este distingo?

Por eso Cisneros nos recuerda que “Uno de los objetivos de nuestro sistema educativo
debe ser afianzar nuestra democracia.” ¿Alguno de los candidatos se preocupa por ello?
¿De qué sirve contar con una red interconectada de internet y un satélite propio si los
principios de ciudadanía y democracia no son asumidos y respetados? ¿Qué hacer para
aprender a vivir en democracia? En las promesas electorales los candidatos hablan
genéricamente de “una educación para la seguridad ciudadana”, “para el respeto a los
demás”, pero ¿cómo? ¿promoviendo y reforzando una manera autoritaria de apreciar
comportamientos y estilos de vida?. Disciplina y orden exigen. Nada de persuasión,
convencimiento y convicción sino todo lo contrario.
Nos preguntamos ¿por qué subsiste esa manera de manipular y aceptar dádivas de los
políticos por un plato de lentejas? Sánchez Carrión (citado por Porras) decía: “En primer
lugar hemos heredado de nuestros antiguos señores el detestable espíritu de pretenderlo
todo y, por consiguiente, todas las formas de que es preciso vestirse para conseguir el fin,
conviene a saber la bajeza, la adulación y el modo de conseguir con las flaquezas del que
puede o debe conceder la gracia, creyéndonos aptos para todo, poco premiados con
cuanto nos dan y dignos del empleo más eminente, aunque faltan actitudes y por más que
la comunidad se perjudique con nuestra colocación. De aquí se infiere, que aún puestos
con justicia, nos damos por mal servidos, maldecimos el sistema concibiendo que el único
es aquel en que nuestro amor propio saca todo partido posible.” (RAÚL PORRAS
BARRENECHEA. José Faustino Sánchez Carrión. El Tribuno de la República Peruana.BCRP-Fondo Editorial. Lima,
diciembre de 2001).

Por eso la urgencia de pensar en la educación desde los protagonistas y no de quienes


exigen de ellos lo que no se les ha dado. Sánchez Carrión es tremendamente duro, pero
no deja de tener razón. ¿Somos conscientes de ello? Por eso caemos muy fácil ante los
mensajes del “chinito”, en las sabias recomendaciones de su hija: hacerse un análisis
toxicológico; y otros que dicen que harán una “revolución educativa”. Faltan actitudes y
convicciones que levanten y oferten aquello que tenga por centro a la persona, sus
derechos, vivir en democracia, respeto al otro.

De allí que calcen bien las palabras de Cisneros cuando expresa: “Los jóvenes deben
comprender que el voto que deben emitir dentro de poco tiene que expresar una clara y
decidida voluntad de cambio. Uno de los objetivos de nuestro sistema educativo debe ser
afianzar nuestra democracia.” ¿Estamos informados que los votantes jóvenes suman
unos seis millones? ¿Cómo los tratamos? Ahí están las ofertas, en los volantes, en las
pancartas, en los polos, en las dádivas, en las marchas obligadas por senderos que jamás
volverán a transitar los candidatos. Se cuidan muy bien de poner una consigna que los
comprometa.

Cisneros demanda “Por eso la escuela tiene que preocuparse de entrenar para la
reflexión política (sobre valores, sobre justicia, sobre libertad, sobre la verdad, contra la
mentira, contra la corrupción). Los jóvenes tienen que entrenarse para leer y escuchar,
condiciones necesarias para hacerse oír y para respaldar los votos que emiten con la
verdad.” ¿Se preocupan realmente? Ahí están los mensajes desde el ministro hasta sus
funcionarios que dicen lo contrario. El discurso de la sanción, de la llamada de atención,
de la preocupación por asuntos secundarios. Hechos que dicen lo contrario cuando se
priorizan la recuperación de colegios emblemáticos y la oferta de crear dos colegios
mayores para este año (que no se cumple a pesar de la oferta) y no se dice nada de la
construcción del Ministerio de Educación del Perú, que ve a su alrededor crecer las obras
del Teatro Nacional –con la última tecnología- y del Instituto del Niño. ¿Por qué ese
maltrato a quienes desempeñan funciones centrales e importantes para la educación
nacional? ¿Quién explica esta sinrazón? ¿Acaso los funcionarios del Ministerio de
Educación no merecen tener lugares y espacios amplios para un desempeño eficiente de
sus funciones y no estar hacinados en ambientes de otras instituciones diseñadas para
otra función (Sótano del Museo de la Nación por ejemplo)? Estos son los políticos de
antaño y hogaño, que les importa el poder y no el servicio a los demás. ¿Cómo podrán
dirigir la nación si no tienen estima para con sus conciudadanos?

¿Y qué decir del contenido del currículo? No basta expresarlo en documentos sino de
desarrollarlos en el día a día. El maestro puede ser capacitado en diversas materias pero
el arte de enseñar, lo hace trabajando el día a día del aula, interactuando con otros
maestros. Más allá de programas de capacitación que terminan en consignas, lo que
requiere el docente es una actualización permanente. ¿Qué soporte comunicacional se ha
diseñado? El soporte técnico no consiste sólo en contar con la parte operativa, sino en el
desarrollo metodológico de los contenidos especializados. De qué sirve que tengamos un
satélite de información si al final sólo servirá para hacer propaganda de lo que hace el
sector y de la información legal (Decretos, Resoluciones, Directivas y demás de la
frondosa producción burocrática). Podría seguirse con la enumeración de despropósitos
brotados desde un escritorio que buscan ofertar, pero no dicen el cómo.

¿Se podrá cumplir en este escenario lo que Cisneros sugiere? “Los jóvenes deben
comprender que el voto que deben emitir dentro de poco tiene que expresar una clara y
decidida voluntad de cambio. Uno de los objetivos de nuestro sistema educativo debe ser
afianzar nuestra democracia. Por eso la escuela tiene que preocuparse de entrenar para
la reflexión política (sobre valores, sobre justicia, sobre libertad, sobre la verdad, contra la
mentira, contra la corrupción). Los jóvenes tienen que entrenarse para leer y escuchar,
condiciones necesarias para hacerse oír y para respaldar los votos que emiten con la
verdad.” Difícil poder dar una respuesta cuando otros intereses más allá de los cívicos se
juegan. De otro lado la escuela es ajena a la reflexión política porque está satanizada por
que los maestros osan organizarse para defender sus derechos. Preocupa por el contrario
que los mensajes que se den creen que la mejora de la educación en el país se resuelve
contratando maestros (cien mil dice alegremente un candidato). ¿En qué condiciones? ¿Y
la Carrera Pública Magisterial? ¿Algún candidato se ha informado de que existe un
proyecto de Ley enviado estos días al Congreso de la República para “…Incorporar a los
cargos de Director Regional de Educación de Educación y de Unidad de Gestión
Educativa Local a la Ley de la Carrera Pública Magisterial y modifica el proceso de su
ingreso”? El silencio de los técnicos de los partidos es notable. Una prueba de lo
desinformados que están. ¿Por qué estos cambios a la hora nona? ¿Por qué no se
respeta el proceso en que se encuentra la CPM? La plaza pública merece un mejor
discurso y no la euforia sin contenidos para asegurar votos, antes que plantear ideas.

Cisneros recomienda “…la escuela tiene que entrenar políticamente a los estudiantes,
porque ellos no son los que tienen que aprender a esperar el cambio: son los que tienen
que realizarlo. La escuela debe entrenarlos a manejar el arma adecuada: la inteligencia y
el conocimiento. Y los objetivos reales: la justicia, la verdad, la libertad. ¿Alguno de los
candidatos se ha detenido a pensar lo educativo desde esta percepción? Todos están de
acuerdo que es importante la educación, pero a la hora de la hora, es lo que menos les
preocupa. Hace unos años muchos se rasgaron las vestiduras porque en los libros de
texto para escolares había un atisbo del enfoque político que debería hacerse de la vida
pública y para ello debería conocerse textos que son referentes, así como a personajes
que han desarrollado percepciones diversas sobre los hechos políticos. Con el pretexto de
que con ello se les hacía el juego a los terroristas, se empezó una caza de brujas que
llevó a cortar cabezas de funcionarios. ¿Cómo hacer que los alumnos ilustren sus
conocimientos si recortamos sus fuentes de información y estudio?

La educación no es la mezcla de palabrejas socioeconómicas para “levantar discursos”


oportunistas, ni para garantizar lo que no sabe qué se debe hacerse. La educación en el
discurso no requiere de requiebres oratorios, sino tener claro a quién va dirigida, qué tipo
de ciudadano formamos para poder vivir en democracia, en solidaridad. Para ello debe
garantizarse el aprendizaje que permita el desarrollo del conocimiento que hará a la
persona un ciudadano democrático, que tiene como valores aquellos que parten del
reconocimiento de la diversidad, del respeto al otro, de la solidaridad, de la equidad. Por
ello nos parecen certeras las recomendaciones de Cisneros.

Ante palabras y promesas vanas en educación, sería bueno que se hablase y prometiese
menos y se cumpliese con lo que ya está en blanco y negro, esfuerzo de toda la
comunidad comprometida con la educación: el Proyecto Educativo Nacional (PEN). Los
esfuerzos realizados por el CNE hasta hoy son insuficientes pues requiere voluntad
política y apoyo antes que reconocimientos. Han pasado cinco años y quienes piden
resultados, no se los exigen a quienes hoy solicitan votos para su reelección y otros para
llegar al poder y hacer todo lo contrario de lo que se ha construido hasta la fecha.
Escuchemos el mensaje de un educador como Cisneros, que nos legó iniciativas, ideas y
guías para atender los requerimientos educativos de nuestra juventud. Es hora de
demostrar que la que se denomina clase política está a la altura del país que venimos
construyendo con esfuerzo las instituciones y los ciudadanos que creemos que apostar
por la educación auténtica, vale la pena. (12.02.11)

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