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INTRODUCCIÓN
La sexualidad humana, al igual que la religión, es algo más que un aspecto puramente
físico: se ha convertido en una elaboración de la psique para poder representar ciertos
aspectos culturales, sociales y rituales que cada vez se vuelven más complejos
conforme transcurre el tiempo y las diversas civilizaciones que pueblan este planeta
se van relacionando entre sí.
Es posible darnos cuenta de que tanto sexualidad como religión son dos temas
polémicos que a través de la historia han estado estrechamente relacionados uno con
otro. Y no puede ser de otra forma, ya que hay un aspecto que los vincula: el poder
que ambos conllevan.
El presente ensayo trata de dar un panorama de los vínculos entre sexualidad, religión
y poder que nos ayuden a explicar el contexto actual.
HISTORIA ANTIGUA
Era necesario que los antiguos sacerdotes tuvieran un conocimiento más elevado y
un control de la sexualidad a fin de poder ejercer el sacerdocio:
“El poder de los iniciados. Al igual que sucedió en épocas posteriores como la
Europa medieval, los sacerdotes egipcios hicieron gala de un vasto poder
político y económico. Sin embargo, el conocimiento que poseían del mundo que
les rodeaba les hizo ser mucho más poderosos” (www. angulo13.com)
“Los Secretos de los Sacerdotes. El proverbial poder de la casta sacerdotal
egipcia no emanaba únicamente de sus posesiones materiales o de su
ascendencia sobre el faraón. Su fuerza provenía sobre todo del dominio de la
sabiduría de su tiempo” (www.drhuron.galeon.com).
Aquí cabe una comparación con la Edad Media, época en la que también los
sacerdotes católicos tenían gran poder derivado de que poseían el conocimiento pero,
a diferencia de los antiguos sacerdotes egipcios, éstos lo usaban para someter a los
demás a sus absurdas leyes.
Para los antiguos griegos, las artes adivinatorias exigían que fueran mujeres, pero no
cualquier mujer, las que estuvieran a cargo del oráculo:
“Pitia o Pitonisa. Se sabe que la elección de este personaje se hacía sin
ninguna distinción de clases. A la candidata sólo se le pedía que su vida y sus
costumbres fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y se
comprometía a vivir para siempre en el santuario…” “…Se ha dicho que los
cristianos se burlaban de esta sacerdotisa y del culto, describiendo a la Pitia
como una loca rabiosa, babeante, embriagada de vapores de azufre, poseída
psíquicamente por el Maligno que se introducía en ella por su vagina. Tales
injurias se encuentran, por ejemplo, en Orígenes1 o en Juan Crisóstomo. Esta
visión no coincide en absoluto con la que los griegos nos han transmitido de la
sacerdotisa…” (www.es.wikipedia.org/Oráculo_de_Delfos, Oráculo_griego).
Los antiguos romanos tenían una definición de virtud (virtus) un tanto diferente que la
que tenemos actualmente2. Para ellos quiere decir potencia sexual y la virilidad era el
deber del hombre libre. Los romanos y los griegos distinguían en actividad y
pasividad. Oponían el falo o fascinus a todos los orificios. Paedicar e irrumar3 eran
virtuosas. La felación y la pasividad anal son infames:
“Tanto el ciudadano romano como la matrona, mantenían una moral hacia la
virilidad. El acto sexual depende íntegramente del estatus del objeto que lo
satisface; matrona, cortesana, ciudadano, liberto, esclavo…” “…De esta forma,
tanto el hombre como la mujer tenían el acceso al placer, siempre y cuando
fueran libres…” “…La matrona por ser dueña de sus esclavos, podía tener
como amantes a sus esclavos/as y ser una mujer virtuosa.” (Presentación
Power Point, Profr. Enrique Cortés).
CRISTIANISMO
Los primeros cristianos tomaron para sí los 10 mandamientos hebreos, creyendo que
al seguirlos podían alcanzar la salvación. “Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti
mismo”, fue el mandamiento que dejó Jesucristo, creían que mediante el amor a Dios
se podían relacionar con los demás. La base de la religión cristiana es la fe: creer en
el Padre, el Hijo y el espíritu Santo; a través del dolor (sacrificio) se podía llegar a la
purificación.
Los griegos, egipcios y romanos fomentaban la educación para llegar al falo, al poder.
Los cristianos despreciaban a la educación y al falo, por considerar que éste era malo.
Pero inconscientemente la falta de acceso al falo les provocaba frustración y angustia,
lo cual relacionaban con el demonio o diablo. Podían evitar esta angustia al evitar el
placer, ya que creían que la felicidad sólo se podía conseguir al morir yendo al cielo.
LA IGLESIA CATÓLICA
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Virtud es aquella fuerza interior que permite al hombre tomar y llevar a término las decisiones correctas en las situaciones más adversas para
tornarlas a su favor.
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Paedicar = sodomizar, irrumar = sodomizar la boca
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El cristianismo se extendió rápidamente. Durante los primeros 280 años de la historia
cristiana, la cristiandad fue prohibida por el imperio romano, y los cristianos fueron
terriblemente perseguidos. Esto cambió después de la conversión del emperador
romano Constantino, quien legalizó el cristianismo en el Edicto de Milán en el año 313.
La Iglesia cristiana que Constantino promovió era una mezcla del verdadero
cristianismo con el paganismo romano. Constantino descubrió que debido a la gran
extensión del Imperio Romano, tan diverso y expansivo, no todos accederían a
renunciar a sus creencias religiosas y abrazar el cristianismo en su lugar. Así que
Constantino permitió, y aún promovió, la cristianización de las creencias paganas, que
le dieron una nueva identidad al cristianismo
Desde luego, la Iglesia Católica Romana niega el origen pagano de sus creencias y
prácticas; disfrazándolas bajo capas de complicada teología. La Iglesia Católica
excusa y niega su origen pagano tras la máscara de la tradición eclesiástica.
(http://www.obrerofiel.com/index.cfm)
EDAD MEDIA
San Jerónimo considera que cada contacto sexual aleja un poco más del Espíritu
Santo y, por otro lado, el papa Gregorio el Grande en el siglo VI indica que el pecado
original es hereditario: "El apetito de nuestros padres por la carne es la causa de
nuestra vida y por eso somos pecadores". Para San Agustín, libertino durante su
juventud que posteriormente renegó de su pasado, el amor es deleznable, infernal,
podredumbre y pus. La renuncia al placer y el sacrificio son obligatorios.
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Todo ello dio lugar a que se extendiera un sentimiento de culpabilidad y malestar entre
los cristianos, obligados a avergonzarse de su cuerpo y a la represión de sus instintos
naturales. Pero hacia el siglo XI, se produjo una relajación de las costumbres y la
sociedad era más tolerante y permisiva en materia sexual.
Durante la Edad Media, a pesar de las intensas creencias religiosas y del gran poder
del clero, existe cierta promiscuidad y el sexo impregna muchas actividades de la vida
cotidiana. Se trataba de una válvula de escape, un desahogo ante una vida corta y sin
comodidades, sometida a continuas guerras, hambre y epidemias.
Sin embargo, por ser un largo período, encontramos en la Edad Media muy diversas
costumbres y prácticas amorosas. Así, por ejemplo, es característico de los siglos XII
y XIII el amor cortés, un amor platónico por el que el hombre rendía culto a la mujer de
la que se había enamorado; el caballero se empeñaba en ser merecedor de la dama,
elevada a una imagen mítica que la hacía inaccesible. Pero este amor sólo podía
vivirse fuera del matrimonio, pues no sobreviviría a la rutina diaria, y pronto encontró
la oposición de la Iglesia.
A partir del siglo XVI y a raíz del concilio de Trento, se estableció la obligación de que
el matrimonio fuese público y ante un sacerdote. La mujer podía casarse a los doce
años y el hombre a los catorce. Aunque el divorcio estaba prohibido, se admitía como
causa de anulación el que alguno de los cónyuges fuera incapaz de la consumación
del acto sexual. Además, la Iglesia reguló la frecuencia sexual dentro del matrimonio,
de forma que las parejas debían abstenerse cuarenta días antes de Navidad, los ocho
posteriores a Pentecostés, los miércoles, viernes y domingos, las fiestas religiosas, los
días de ayuno, cinco días antes de la Comunión y uno después: en total, unos ocho
meses al año. Ello favoreció el concubinato y la asistencia a prostíbulos.
Con la conversión de todos los pueblos germánicos, la Iglesia vio colmadas sus
aspiraciones espirituales; pero desde el siglo V se advertían también los signos de sus
pretensiones territoriales. En el siglo VIII, el papado poseía de hecho la religión
italiana de Ravena que, de derecho, pertenecía al Imperio Bizantino. Cuando, por esa
misma época, los lombardos querían apoderarse de territorios, el papado recurrió al
auxilio de los reyes francos, quienes obligaron a los lombardos a contener sus
impulsos; fue entonces cuando Pipino el Breve otorgó al papado en propiedad la
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región que ya poseía de hecho, basado en su derecho de conquista y en una
donación que Constantino habría hecho a la Iglesia al legalizar su existencia en el
siglo IV. Desde entonces el papado fue un estado entre los varios que actuaron en
Italia y, por ello, debió afrontar todas las situaciones que la soberanía traía consigo.
Alianzas y hostilidades pusieron al papado en un mismo plano con los poderes laicos.
La Iglesia alcanzó prestigio en la alta Edad Media, cuando el poder civil estaba en
manos de una aristocracia guerrera que ignoraba o aprovechaba la miseria de los
desheredados, porque era la única que, por sus recursos y su autoridad moral, podía
atenuar los males de las clases menesterosas. La Iglesia sostuvo hospitales, asilos y
se preocupó por el socorro de los necesitados mediante la distribución de limosnas o
de ayuda adecuada cuando la miseria o las enfermedades acrecentaban las ya
desgraciadas condiciones de vida de los desposeídos; así esas gentes seguían sus
consejos y se sumaban a sus opiniones proporcionándole una influencia social
incontrastable.
También obtuvo la Iglesia su prestigio por la superioridad intelectual del clero: en los
monasterios estaban las únicas personas que se preocupaban por el estudio, y el
poder civil debía recurrir a ellas cada vez que necesitaba fundar una actitud en
antecedentes jurídicos o doctrinarios o resolver un grave problema que exigiera
maduros conocimientos. Así, pese a sus desviaciones transitorias, la Iglesia constituía
el reducto de las formas más altas de la vida espiritual y así debía reconocerlo el
poder civil que no siempre podía competir con ella en cuanto a prestigio moral.
(www.alipso.com)
LA SANTA INQUISICIÓN
Al llegar a una población se proclamaban dos edictos, el "edicto de fe", que obligaba a
los fieles, bajo pena de excomunión, a denunciar a los herejes y cómplices, y el
"edicto de gracia", en que el hereje, en un plazo de quince a treinta días, podía
confesar su culpa sin que se le aplicase la confiscación de sus bienes, la prisión
perpetua ni la pena de muerte. Esto provocaba autoinculpaciones, pero también
numerosas delaciones, protegidas por el anonimato. Los denunciados no conocían en
ningún momento de qué se les acusaba.
El secreto sumarial con que el Santo Oficio llevaba sus procesos, con el fin de evitar
represalias, provocaba un gran temor en la población y convertía a cualquier
ciudadano en un posible delator o colaborador del tribunal. Por otra parte, los
acusados tenían derecho a proporcionar previamente el nombre de los que tendrían
un motivo para perjudicarles, lo que era un modo de recusar su denuncia. En caso de
falso testimonio, la sanción equivalía al castigo previsto para el acusado. El primer
interrogatorio tenía lugar en presencia de un jurado local constituido por clérigos y
laicos cuya opinión se escuchaba antes de promulgar la sentencia.
Si bien el nombre de los acusadores era secreto, el inquisidor tenía que comunicarlo a
los asesores del juicio que debían controlar e investigar la veracidad de las
acusaciones. Si el acusado mantenía sus negativas, sufría un interrogatorio completo
cuyo fin era el de recibir su confesión. El detenido era encarcelado en una cárcel
especial. Se secuestraban sus bienes para su mantenimiento y los gastos de su
proceso. Incomunicado, el reo ignoraba a menudo por completo los cargos que se le
imputaban. El proceso consistía en una serie de audiencias en que se escuchaba a
los denunciantes y al acusado. Este último contaba con un abogado defensor, que no
lo defendía sino meramente le amonestaba a que confesase sus culpas o le
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asesoraba en cuestiones de procedimiento. Para obtener la confesión se podía utilizar
la coacción; ya sea mediante la prolongación de la prisión (carcer durus), ya sea por la
privación de alimentos, o bien, en último lugar, por la tortura.
Durante mucho tiempo la iglesia fue contraria a la tortura. En 886, el papa Nicolás I
declaraba que este método "no era admitido ni por las leyes humanas ni por las leyes
divinas, pues la confesión debe ser espontánea". En el siglo XII, el decreto de
Graciano, una recopilación de derecho canónico, repite esta condena. Pero en el siglo
XIII, el desarrollo del derecho romano provoca el restablecimiento de la tortura en la
justicia civil. En 1252, Inocencio IV autoriza su uso por los tribunales eclesiásticos, con
condiciones muy concretas no existentes en los tribunales civiles: la víctima no debe
correr riesgo ni de mutilación ni de muerte; el obispo del lugar debe dar su
consentimiento y la confesión obtenida debe ser reiterada libremente para ser válida.
Los procesos podían hacerse también en ausencia del reo, de forma que si se
sentenciaba al mismo a la máxima pena, se les podía quemar en efigie, en forma de
un muñeco con sus rasgos. Si el reo había muerto ya, se desenterraban sus huesos y
se quemaban. Las ejecuciones se realizaban en los autos de fe, actos públicos en los
que se buscaba la ejemplaridad del castigo y que terminaron convirtiéndose en
aparatosos festejos.
Inquisición romana
La Inquisición romana, también llamada Congregación del Santo Oficio, fue creada en
1542, ante la amenaza del protestantismo, por el Papa Pablo III. Bastante diferente de
la Inquisición medieval, era una congregación permanente de cardenales y otros
prelados que no dependía del control episcopal. Su ámbito de acción se extendía a
toda la Iglesia Católica. Su principal tarea fue desmantelar y atacar todo aquello que
afectara a la integridad de la fe así como examinar y prescribir los aciertos y
verdaderas doctrinas. Este tribunal fue el que en 1600 juzgó, condenó y ejecutó al
filósofo Giordano Bruno y en 1633 procesó y condenó a Galileo Galilei.
(www.es.wikipedia.org/Inquisición)
La Iglesia tenía poder, pero al no saberlo controlar, éste la corrompió. “El poder
corrompe, el poder completo corrompe completamente”. Lord Acton.
OPINIÓN PERSONAL
Tener poder quiere decir que se tiene influencia sobre los demás, lo cual se consigue
mediante el conocimiento, la religión, la sexualidad y/o la riqueza. Por eso es que
todos buscamos ansiosamente estas cualidades. Pero desde la antigüedad los sabios
han advertido que hay que usarlas bien para poder mantenerlas y el tiempo les ha
dado la razón.
Para empezar, creo que cada uno necesita tener un conocimiento de sí mismo, de su
carácter, temperamento y de las reacciones, de su cuerpo. Debemos ejercer la
sexualidad de una manera natural, sin restricciones ni excesos, para poder gozar de
una satisfacción y plenitud, como forma de tomar el poder.
En cuanto a la religión, creo que es algo innecesario. Más bien se necesita una
filosofía de vida, una ética y una moral en la cual buscar mejores formas de pensar y
de vivir. Por eso es que considero a la Psicología como algo tan importante, porque
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creo que en base a ella puedo encontrar las verdades que estoy buscando para
formar esa filosofía de vida.
Considero que es indispensable creer en algo, llámese Dios, Cristo, Buda o Krishna,
pero lo que han hecho los dirigentes religiosos, cada uno diciendo por su lado que su
religión es la única que va a traer la salvación, me parece una ridícula caricatura de
toda la grandeza y sublimidad que pueda guardar un Creador.
Ha sido toda una experiencia reveladora el ver de qué forma los dirigentes de la
Iglesia, con su forma engañosa de ver el placer y la sexualidad, nos han reprimido a
todos los seres humanos (especialmente a las mujeres) durante siglos y por esa razón
es que cada vez la humanidad está más neurótica y más trastornada, pues lo que en
un principio se hacía de manera natural, después fue distorsionado hasta la locura. Y
es que en esa lucha entre el querer y el reprimir, se pierde mucha energía que nos
deja exhaustos sin hacer nada.
Creo que lo mejor es que cada quien use su poder personal para su propio beneficio,
cuidando que sea de forma ética y honesta. Que ninguno se abstenga porque no
quiera que le digan “mandón” o “mandona”. Después de todo, eso es lo que nos va a
traer paz y felicidad.
BIBLIOGRAFÍA:
1. www.alipso.com/monografias/iglesia/
2. www. angulo13.com/angulo13_nachoares4.htm
3. www.drhuron.galeon.com/aficiones1098973.html
4. www.es.wikipedia.org/Oráculo_de_Delfos
5. www.es.wikipedia.org/Oráculo_griego
6. www.es.wikipedia.org/Inquisición
7. www.obrerofiel.com/index.cfm?go=QADisplay&qid=2525
8. www.sos-sexo.com.ar/historiasexo/religion.htm
9. Presentación Power Point, Profr. Enrique Cortés Anguiano