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Este grupo de autores se caracterizan por una honda preocupación hacia los problemas del
país, por el tema de España. Se sienten enraizados en las tierras y la historia de España y
comprometidos con la renovación social, el afán de derribar los falsos valores tradicionales y de
encontrar otros que sirvan para modernizar el país.
1.-CONCEPTO DE GENERACIÓN:
Si nos atenemos a las características que pueden definir una generación, debe darse una
serie de condiciones para que un conjunto de personas pueda ser considerado generación:
1) No debe haber más de 15 años de diferencia entre el mayor y el más joven.
2) Formación intelectual semejante.
3) Debe haber un jefe o guía, que sea el líder de la generación.
4) Debe existir entre ellos relaciones o contactos personales (convivencias, tertulias,
actos comunes...).
5) Algún acontecimiento generacional que los aúne.
6) Debe existir rasgos comunes de estilo, que suelen ser opuestos a los de la
generación anterior.
* Veamos estas circunstancias en los hombres del 98:
2.- NÓMINA:
Dentro del grupo del 98 debemos distinguir, en primer lugar al denominado Grupo de los
tres ( Azorín, Maeztu y Baroja), que, en 1901 publica un manifiesto conjunto, reaccionando
contra la realidad del país.
Unamuno, que gozaba ya de un gran prestigio como agitador de conciencias, recibió con
agrado aquel manifiesto y les prometió apoyo. De ahí que fuera considerado el “maestro de la
Generación”. Antonio Machado, algo más joven que estos escritores, se incorpora
posteriormente al grupo, a partir de sus Campos de Castilla.
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Ángel Ganivet no pudo entrar en contacto con ellos por su temprana muerte. Se suicidó
precisamente en 1898. Pero su Idearium español, en 1897, refleja exactamente las inquietudes
del 98; por ello, es considerado como el precursor de la generación.
Todos ellos adoptaban una actitud crítica ante la sociedad, defendían la necesidad
de cambios y adoptaban un compromiso social y político mediante distintas posturas estéticas e
ideológicas y distinta evolución personal, aunque en principio compartieron actitudes radicales
de inspiración socialista o anarquista. En todo caso, mantuvieron entre ellos una actitud
amistosa y cordial. Con el tiempo, derivaron en su mayoría hacia posiciones conservadoras,
excepto Antonio Machado y Valle-Inclán.
1)- El tema de España: Es uno de los temas más tratados por la Generación,
especialmente por Unamuno. Había una gran conciencia del problema de España, cuya
decadencia , miseria y pobreza espiritual les indignaba. Reaccionan ante él con un patriotismo
crítico. Reivindican cambios sociales y políticos, aunque de una forma pasiva: critican el
sistema de la Restauración, etc. Su preocupación por España los llevó a continuos viajes por sus
tierras y a una constante meditación sobre su historia y su presente. En estos viajes se mezcla el
dolor con el amor, la visión de la pobreza y el atraso del país, y, por otra parte, la exaltación
lírica de las costumbres y el paisaje. Defienden un nuevo mito: el de la antimercantil, austera y
espiritual Castilla, en la que ven la esencia de España y donde buscan antiguos valores que están
desapareciendo con el desarrollo de la sociedad burguesa y urbana. Ellos se sentían atraídos por
la austeridad castellana y por su capacidad para sugerir algo más de lo que captan los sentidos.
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La angustia existencial lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de lo aparente.
Esta búsqueda se manifiesta en un espiritualismo torturado, como Unamuno, o la identificación
de Dios con la Naturaleza o panteísmo, como muchos poemas de Juan Ramón Jiménez.
La crisis social, económica y científica que se produjo a finales del siglo XIX ha dado
lugar a estas filosofías nuevas que reniegan de la razón. Esta angustia vital que les caracteriza
los lleva a plantearse problemas religiosos. Baroja se declarará siempre ateo. Azorín y Maeztu,
desde un escepticismo y agnosticismo juvenil, pasarán a profesar en su madurez la fe católica.
En Unamuno asistimos a una lucha agónica, a una tragedia íntima: la lucha entre la razón y la
necesidad de la fe, entre la Nada y Dios.
En el grupo del 98 se pueden advertir dos posturas bien diferenciadas que se desarrollan
a lo largo de toda su existencia: Una primera etapa de juventud, luchadora y revolucionaria y
una segunda etapa, de madurez idealista. En su juventud, Unamuno fue afiliado del PSOE;
Maeztu y Azorín, anarquistas; Baroja tenía posturas ideológicas similares, pese a no militar
activamente. Valle-Inclán, carlista.
Unamuno será el primero en declarar su abandono de las preocupaciones económicas y
sociales para propugnar la necesidad de “modificar la mentalidad de nuestro pueblo”. Baroja,
Azorín y Maeztu irán llegando poco a poco a posturas conservadoras.
Con el paso de los años, la inutilidad práctica de sus esfuerzos y su integración social
atenúan ese radicalismo de juventud. Antonio Machado y Valle-Inclán seguirán evoluciones
inversas a los anteriores.
Este anhelo es compatible y casi consecuencia del amor a España. Es el deseo de asimilar
las nuevas formas de civilización y de progreso, que servirán para cambiar las costumbres y la
existencia de los españoles. Para ello, Joaquín Costa afirma que hay que cerrar con siete llaves
el sepulcro del Cid, mientras Azorín elogia los ferrocarriles y las formas de convivencia de los
europeos.
Pero estos afanes europeístas muy pronto se moderan y se combinan con una exaltación
de la tradición española. Unamuno resume esta postura eclécticamente en la frase: tenemos que
europeizarnos y chapuzarnos de pueblo. Y poco a poco se instaura en ellos una visión
espiritualista que valora más el mundo de las creencias que el progreso material, porque éste
deshumaniza a la España de siempre. Caricatura de esta vuelta al punto de vista conservador es
otra conocida expresión de Unamuno: Que inventen ellos… nosotros a lo nuestro.
Nacido en Vitoria en 1874, hijo de padre vasco y madre inglesa, fue un hombre clave en
la formación y consolidación de la Generación del 98. Maeztu, Azorín y Baroja forman el
inicial “grupo de los tres”, al que pronto se uniría Unamuno.
Hombre de sólida cultura, su principal actividad literaria fue el periodismo. Un
periodismo de opinión, influyente y práctico, que inicia hacia 1897. Entre 1905 y 1919 fue
corresponsal en Londres, donde vivió varios años. Su estancia en Inglaterra le permitirá acceder
a unos ámbitos culturales que estuvieron vedados para otros miembros de su generación.
También estuvo como embajador en Argentina; antes, se había ido a Alemania, con 37
años de edad, a estudiar filosofía. El conocimiento de Kant y de Nietzsche influyó
decisivamente en su formación y en su pensamiento.
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Maeztu es autor de varios libros ensayísticos en los que mezcla consideraciones políticas,
sociológicas y literarias, como Hacia otra España (1899), obra de juventud, época en la que
defendía posiciones políticas próximas al socialismo y a la Generación del 98 y Don Quijote,
Don Juan y La Celestina (1926). Aquí Maeztu bucea en los personajes de nuestra literatura
para explicar la idiosincrasia española. Su estilo es sobrio, porque él otorgaba más importancia a
las ideas que a la forma de exponerlas, convencido de que una “literatura reducida a estilística
sería insoportable”.
Maeztu fue evolucionando hacia una ideología más conservadora que lo llevó a defender
la dictadura de Primo de Rivera, a exaltar la España imperial en Defensa de la Hispanidad
(1934) y a combatir la política de la Segunda República desde revistas y publicaciones
tradicionalistas. Fue fusilado por los republicanos en Madrid en 1936, al comienzo de la Guerra
Civil.
Sus escritos, si bien nos son útiles para situar una época, hoy han quedado anticuados y
han perdido interés, sobre todo por su estilo y por la perspectiva patriótica desde la que están
concebidos.
4.2.1.- IDEOLOGÍA
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ser humano: el sentido de su vida, el significado de su muerte... Para él, la duda es más fecunda
que la desesperación absoluta, ya que deja abierto un camino para la voluntad de creer. Es esa
DUDA lo que da tanta profundidad, fuerza y vigor a la obra de Unamuno.
-El sentimiento de la vida y el más allá: él mismo se definió como “hombre de
contradicción y pelea”, con luchas en su interior y luchas por sacudir las conciencias.
Su principal batalla se establece entre la fe-incredulidad y el problema de la personalidad. El
hombre desea SERLO TODO. A esas ansias de plenitud se opone la amenaza de la NADA, una
nada que se esconde tras la muerte.
¿Realmente hay algo tras la muerte? Esta pregunta queda siempre sin respuesta. Se desea
que haya algo, y aparece Dios: un Dios deseado, pero incierto, anhelado pero indemostrable. La
razón nos niega la esperanza, pero el corazón nos la impone desesperadamente. Unamuno
quiere creer, necesita creer: “Nadie ha logrado convencerme nunca de la existencia de Dios,
pero tampoco de su no existencia”.
OBRA
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“calma”, “sosiego”, “reposo”, “resignación”, “sabroso”, etc. Entre estos artículos destacan: Por
tierras de Portugal y España (1911) y Andanzas y visiones españolas (1922).
El interés de Unamuno por la novela es constante a lo largo de toda su vida. La novela fue
para él un medio para expresar su filosofía. No hay descripciones, escenografía, ni datos
circunstanciales de ningún tipo. Sólo interesa el NUDO del relato, se nos muestran las pasiones
humanas en toda su crudeza. El tiempo y el espacio externo suelen ser imprecisos, porque lo
que interesa es el tiempo vivido en la conciencia de los personajes. No obstante, sus relatos se
localizan en un tiempo y espacio externo concreto: la España provinciana de principios de siglo.
Como lo importante es la interioridad de los personajes, adquieren en la narración gran
relevancia el monólogo y el diálogo, para plasmar las inquietudes de los protagonistas. Ello da
un cierto aire dramático a las novelas de Unamuno.
Las novelas de Unamuno suponen una expresa ruptura con la novela realista. Unamuno
juega con las técnicas narrativas, con la estructura de los relatos y con la concepción de los
personajes, que pasan de ser entes de ficción a rebelarse contra su creador. Además, fue
costumbre de Unamuno exigir la participación del lector con prólogos, epílogos, etc., en los que
se proponen interpretaciones contradictorias o se polemiza sobre ciertos aspectos de las novelas,
con múltiples interrogantes que hace que sea para el lector un juego intelectual.
Sus novelas se parecen muy poco a las que se escribían en su época. Por eso, ciertos
críticos pusieron objeciones a su inclusión dentro del género novelesco. Unamuno las llamó
“nivolas”, nombre irónico con el que proclamaba su desprecio por la crítica miope y su
resistencia a cualquier tipo de encasillamiento.
Su lenguaje es vivo y apasionado, enfático, lleno de exclamaciones, interrogaciones
retóricas. El léxico es culto y sencillo, con utilización de la paradoja, de palabras en desuso pero
de gran valor expresivo. En su estilo hay también gran lirismo.
Paz en la guerra ( 1897): Su técnica todavía está próxima a la técnica realista. Está
centrada en la Guerra Carlista que tuvo lugar en la ciudad de Bilbao en 1874, que fue defendida
por los liberales. Esto lo vivió Unamuno siendo niño. Aquí Unamuno hace ver que detrás de la
historia se desliza siempre la “intrahistoria”, que no aparece nunca en los libros; es la historia
cotidiana que, aun teniendo como fondo la guerra, se desenvolvía en una paz que no era alterada
por el conflicto.
Amor y pedagogía (1902): Esta novela rompe con las formas de narración tradicionales y
se aproxima al ensayo. Trata de un matemático (Avito Carrascal) convencido de que con una
inteligente planificación biológica se puede mejorar la especie humana. Se propone así tener un
hijo que sea un genio. Pero las cosas no le salen como él había pensado y el hijo sale mediocre,
tímido y retraído. En esta novela su crítica va dirigida a satirizar al positivismo que trataba de
aplicar al hombre las leyes generales de la naturaleza y defiende que el ser humano escapa a
toda planificación.
-- Este año de 1902 supone una fecha significativa, porque en él se produce la
renovación de la novela española. Aparecen también en este año La voluntad de Azorín
y Camino de perfección de Baroja. Igualmente aparece la Sonata de otoño de Valle-
Inclán.
Niebla (1913): En ella el propio autor se convierte en personaje de ficción con quien se
encara el protagonista de la novela exigiéndole ser dueño de su futuro. El personaje escapa a su
destino de ente ficticio y se coloca al nivel de su autor real, desdibujándose de esta manera la
frontera entre realidad y ficción.
El protagonista, Augusto Pérez, se enamora de Eugenia, que posee una casa heredada de
sus padres sobre la que pesa una hipoteca. Eugenia rechaza a Augusto porque está enamorada
de otro, Mauricio, un hombre falso y desaprensivo.
Augusto, a pesar de todo, paga la hipoteca de la casa de Eugenia y le pide que se case con él.
Eugenia se lo promete, pero rompe su promesa y se escapa con Mauricio.
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Augusto, desesperado, piensa en el suicidio; pero antes decide ir a Salamanca a consultar con
don Miguel de Unamuno. Cuando habla con él se entera de que no es un ser real, sino un ente
de ficción que sólo tiene vida en la mente de su autor, y su autor decidirá que dejará de vivir esa
misma noche.
- La obra plantea cuestiones como el conflicto entre realidad y ficción; la posibilidad de
que los hombres seamos sueños de Dios; la fuerza de la pasión, que anula la razón y la
incomunicación entre las personas.
San Manuel Bueno, mártir (1930): Cuenta la historia de un cura de pueblo que ha
perdido la fe, pero que, aparentando tenerla, desarrolla una actividad vivísima para que sus
feligreses mantengan intactas sus creencias religiosas. Ante la disyuntiva entre una verdad
trágica y una mentira ilusoria, don Manuel, opta por el consuelo del buen obrar y de la ilusión
colectiva, en un clima de resignación.
Es una obra de madurez donde se expone el “sentimiento trágico de la vida cotidiana”.
Utiliza la técnica del “manuscrito encontrado”, con lo cual, da sensación de objetividad. Se
plantea de nuevo Unamuno el tema de la fe y de la inmortalidad del alma, así como la
meditación sobre el ser y el sentido de la vida.
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4.2.4.- EL TEATRO DE UNAMUNO
Unamuno escribió también una decena de dramas, en los que son visibles sus habituales
preocupaciones: Dios, la vida y la muerte, la identidad personal, la religión, las reflexiones
filosóficas, etc. Su teatro es intelectual, próximo al ensayo, que no alcanza el éxito comercial ni
tampoco lo busca. Al principio está influido por la estética simbolista, pero después se aproxima
a la tragedia griega. Tiende a la simplificación dramática, reduciendo al mínimo la intriga, los
personajes y la ornamentación escénica. Lleva al espectador o lector la vida interior de los
personajes. Sus obras teatrales exigen al lector que participe en los problemas que se le
plantean. Este teatro intelectual y filosófico se aparta mucho del teatro poético modernista de la
época.
Algunos dramas de Unamuno son los siguientes: Fedra (1910), Raquel encadenada
(1922), El otro (1926) y El hermano Juan o el mundo es teatro (1929)
ESTILO
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la vida cotidiana. Azorín nos presenta en sus ensayos un riquísimo mundo de
sugerencias, que Ortega designó como “primores de lo vulgar”.
CARACTERÍSTICAS GENERALES
1ª: Desinterés por la acción: Ya se ha señalado que sus escritos son fundamentalmente
descriptivos. En sus descripciones hace uso de una gran riqueza de vocabulario, con una gran
profusión de detalles.
2ª: Sobresalen tres temas fundamentales:
* La meditación sobre el paso del tiempo.
* La evocación del pasado.
* La recreación subjetiva del paisaje.
3ª: Importancia por la contemplación y descripción del paisaje: El paisaje, utilizado
tradicionalmente como elemento secundario, se convierte con Azorín (también con Antonio
Machado) en el protagonista de la obra, en un personaje vivo que guarda dentro de sí el
recuerdo de todos los que lo han transitado , que da cuenta de su historia a través de la
sensibilidad del escritor. Azorín no describe el paisaje tal como es en realidad, sino con una
mirada totalmente subjetiva. Podríamos decir que lo reinventa desde una actitud lírica. En ese
sentido podemos decir que utiliza una técnica impresionista, es decir, que atiende a la
impresión que produce en él esa realidad.
Destacan las novelas: La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de
un pequeño filósofo (1904). Las tres son de carácter autobiográfico. Forman una trilogía
protagonizada por Antonio Azorín, el personaje del que tomó el autor su seudónimo. Refleja en
ellas la actitud de apatía espiritual de la época.
La voluntad se desarrolla entre Yecla y Madrid, con muchos datos autobiográficos del Azorín
periodista en Madrid, libro ante todo de ambientes y de ideas (sobre todo de Nietzsche y
Schopenhauer). El protagonista es un joven taciturno y meditativo, al que la idea de inutilidad y
vanidad de todo esfuerzo humano paraliza cualquier impulso de su voluntad.
Estas tres novelas son próximas al ensayo. En ellas se encuentran las más diversas
reflexiones junto a evocaciones del paisaje; todo ello unido por un tenue hilo argumental.
Ideológicamente, se caracterizan por el individualismo escéptico, un acusado
intelectualismo y una visión literaturizada de la vida, en un ambiente de resignación
melancólica, angustia ante el paso del tiempo y profundo hastío vital.
- Otras dos novelas suyas son Don Juan y Doña Inés. En ambas se tratan los personajes
de Don Juan Tenorio, pero los protagonistas de la novela de Azorín son enteramente opuestos a
los de Zorrilla. En Don Juan, el protagonista es un hombre corriente, de escasa personalidad y
menor capacidad de seducción, que termina haciéndose sacerdote. En Doña Inés, la historia de
amor imposible de la protagonista, enamorada de un poeta, se convierte en el símbolo de una
experiencia que se repite eternamente, de generación en generación. En las dos novelas apenas
hay acción, y es la descripción la generadora del relato.
Nació en San Sebastián en 1872. Estudió Medicina en Madrid. Ejerció poco tiempo
como médico en Cestona. Vuelve a Madrid para regentar la panadería de una tía suya, pero sus
contactos con escritores lo llevan a entregarse de lleno a su vocación literaria. Colabora en
revistas y diarios y publica sus primeros libros en 1900. Son años de intensa labor. Hasta 1911,
fecha de publicación de El árbol de la ciencia, publica diecisiete novelas.
Lleva una vida sedentaria. En 1935 ingresa en la Real Academia. La Guerra Civil le sorprenderá
en el País Vasco, desde donde pasa a Francia. En 1940 se instala de nuevo en Madrid y recupera
su vida sosegada. Murió en 1956.
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Fue un hombre de talante solitario y amargado, y un profundo pesimista. Su timidez y
espíritu independiente le hacen rechazar el matrimonio. Siente ternura por los seres marginados
y desvalidos. Siente una gran añoranza de acción. A la vida aburguesada y gris opuso la
improvisación y la energía. En muchos de sus personajes Baroja proyectaría un ideal de hombre
de acción que a él le hubiera gustado ser y que tanto contrasta con lo que fue su vida. Todo esto,
junto a su absoluta sinceridad, son los rasgos principales de su temperamento, de ahí la fama de
“intratable” que tuvo.
Baroja, como escritor de su tiempo, toma enseguida postura ante la estética modernista.
Él define el arte moderno como impresionista . Por este camino el arte se distancia de las
pretensiones científicas del Realismo y habla sólo la subconsciencia. Sin embargo, en su
búsqueda de la claridad y sencillez para la novela, reprueba como una moda más el brillante
estilo modernista y defiende la espontaneidad del escritor, que el escritor escriba libremente y
sin prejuicios gramaticales ni de ninguna clase. Ese deseo de naturalidad en el estilo explica el
tono conversacional de las novelas de Baroja, así como la idea de que la novela carezca de un
plan previo, pues ha de ser semejante a la vida. Frente a la novela cerrada del Realismo, Baroja
propone una novela abierta y cambiante; un género donde no haya límites definidos, una novela
donde todo puede caber.
Otras características de la novela de Baroja que se relaciona con el deseo de entretener al
lector es su amenidad, la acción ininterrumpida, los rápidos cambios de escenario, la profusión
de personajes, la concentración de escenas dialogadas.
Las novelas de Baroja no son fruto de un plan riguroso y, muchas veces, el personaje
central es el único constructor del relato. Habitualmente son novelas contadas en presente y con
escasas vueltas atrás en el tiempo. El narrador no es imparcial e impersonal, como en la novela
realista, sino que comenta los sucesos dando opiniones sobre ellos, adjetiva machaconamente a
sus personajes, que quedan definidos por él antes que el lector pueda formar una opinión propia
sobre ellos.
Estilísticamente, la prosa de Baroja es decididamente antirretórica, con párrafos cortos,
frases breves, léxico común, reducido uso de nexos sintácticos, prosa rápida, con un tono agrio
que se corresponde con su temperamento amargado. Se puede decir que es coherente con su
espontaneidad narrativa. Esto ha hecho que se diga que Baroja “escribe mal”. Son ciertas sus
incorrecciones gramaticales, pero el resultado de este estilo tan personal origina una prosa
nerviosa, muy viva. Entre sus cualidades sobresalen sus breves y precisas descripciones, el
dinamismo de la acción, la vivacidad y autenticidad conversacional de sus diálogos, la
amenidad en el relato,donde los personajes son muy bien caracterizados con la utilización de
gran variedad de registros. Hay un especial relieve en sus descripciones con pinturas rápidas,
hechas de pinceladas escuetas que producen una intensa impresión de realidad (técnica
impresionista).
Baroja escribió más de sesenta novelas. La mayor parte las agrupó en trilogías. Cada
trilogía lleva un nombre referido al tema que trata. Las principales trilogías son:
La casa de Aizgorri (1900)
El mayorazgo de Labraz (1903)
Tierra vasca Zalacaín el aventurero (1909)
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901)
Camino de perfección (1902)
La vida fantástica Paradox, rey (1906)
La busca (1904)
Mala hierba (1904)
La lucha por la vida Aurora roja (1905)
La feria de los discretos (1905)
Los últimos románticos (1906)
El pasado Las tragedias grotescas (1907)
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La dama errante (1908)
La ciudad de la niebla (1909)
La raza El árbol de la ciencia (1911)
Baroja fue el novelista por antonomasia de su época. Hizo también incursiones en otros
géneros literarios: un libro de versos, libros de ensayo, cuentos, artículos, libros de memorias,
algunas obras teatrales poco significativas... pero la faceta literaria en la que el autor vasco
brilló con luz propia es la de la narrativa.
Su primera etapa es la más importante literariamente. Aparecen en ella obras muy
significativas: Camino de perfección, El mayorazgo de Labraz, La trilogía La lucha por la vida,
con las tres novelas que la componen, César o nada, El árbol de la ciencia. Sus protagonistas se
caracterizan por su inadaptación y su enfrentamiento con el mundo.
En esta época escribe también algunas novelas de acción y aventuras: Zalacaín el
aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.
Entre éstas comentaremos algunas de las más significativas (El árbol de la ciencia va en un
estudio aparte):
Camino de perfección: Trata de la vida espiritual de Fernando Ossorio, personaje
indeciso y solitario, maltratado por la vida, pero su apatía le impide rebelarse. En su infancia no
se siente querido por sus padres; en su adolescencia se inclina al misticismo, pero no encuentra
apoyo familiar; tampoco le satisfacen sus estudios de medicina. Finalmente, casándose con
Dolores, cree encontrar la felicidad en la rutina de la vida conyugal.
Zalacaín el aventurero: Es una novela alegre y esperanzada. Nos da una visión de la
Guerra Carlista a través de un joven humilde, aventurero, valiente y animoso, que no teme ante
el peligro. La novela está llena de romanticismo y ternura, y es un canto a la libertad. No falta
en ella el amor del protagonista, Zalacaín, por Catalina, amor entrañable surgido desde que eran
niños.
La busca: Es una novela de aprendizaje, en la que el protagonista va descubriendo la vida
a través de distintas experiencias. Se desarrolla en el Madrid de finales del siglo XIX. El
protagonista es Manuel Alcázar, quien, todavía adolescente, llega a Madrid, donde conoce
gentes y situaciones que constituirán su escuela de vida. Su carácter es poco enérgico y va
dando tumbos tratando de dar un sentido a su vida hasta que, al final, parece encontrar el rumbo
que buscaba.
En esta novela el narrador va describiendo desde una clase media, hipócrita y vulgar
hasta el mundo de los obreros y de los pobres, mendigos, ladronzuelos y prostitutas. La ciudad
queda retratada con su analfabetismo, picaresca, miseria, degradación moral y explotación de
los humildes.
Su nombre era Ramón Valle Peña. Nació en 1866 en Villanueva de Arosa.. Comenzó
estudios de Derecho en la Universidad de Santiago. Sin terminar la carrera, emigró a México en
1892 impulsado por su afán aventurero. Cuando regresó a Madrid se hizo pronto célebre entre la
bohemia con el sonoro nombre de Ramón María del Valle-Inclán. Su fama va creciendo tanto
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por su arte como por su vida excéntrica, llena de multitud de anécdotas. En una disputa, recibirá
un bastonazo que le hará perder su brazo izquierdo.
En 1907 se casó con la actriz Josefina Blanco con cuya compañía viajó a América como
director artístico en 1910. Durante la Primera Guerra Mundial se declaró partidario del bando
aliado e incluso es corresponsal de guerra en el frente francés.
Visitó México en 1921 y allí mostró su admiración por la revolución mexicana. Se opuso
después a la dictadura de Primo de Rivera, a la que satirizó en 1927 en La hija del capitán.
Durante la Segunda República fue miembro del Consejo Nacional de Cultura y presidente del
Ateneo de Madrid. En 1933 se trasladó a Roma como director de la Academia Española de
Bellas Artes. En 1935 volvió de allí muy enfermo a Galicia, y murió en Santiago de Compostela
el 5 de enero de 1936.
Excéntrico, de apariencia estrafalaria, Valle-Inclán no pasaba inadvertido. Si Unamuno
conservaba una apariencia física de intelectual protestante, Valle-Inclán se disfrazaba
abiertamente de bohemio. Se decía de él que era “la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de
Alcalá” (Gómez de la Serna). Su figura era inconfundible: manco, con melenas, largas barbas de
chivo, capa y peculiar indumentaria, conducta provocadora.
Estos rasgos superficiales encubrían una manera de ser : Era un hombre que literaturizaba
su existencia .Era mordaz, generoso, exquisito y paradójico. Debajo de su excentricidad
bohemia se ocultaba su inconformismo y su entrega rigurosa al trabajo de escritor, revisando
continuamente sus escritos y siempre en busca de formas nuevas.
Su imagen pública se correspondía con su trayectoria ideológica, desde un principio
antiburguesa, desemboca a finales de la primera década del siglo en una simpatía hacia el
carlismo. Pero su experiencia directa durante la Primera Guerra Mundial y la crisis de la
sociedad española y europea del período de entreguerras lo llevan a una radicalización política
cada vez más a la izquierda. A partir de 1920 Valle-Inclán siguió escribiendo una literatura
estéticamente revolucionaria y con fuerte acento social.
SU OBRA
Valle-Inclán es autor de una extensa y variada obra. Se observa una evolución que corre
paralele a sus cambios ideológicos: de un Modernismo elegante y nostálgico a una literatura
crítica basada en distorsionar ferozmente la realidad. Aunque destaca como excelente narrador y
gran dramaturgo, escribe también poesía, numerosos artículos de periódico y algún libro
ensayístico, como La lámpara maravillosa (1916), donde expone su estética simbolista..
Aunque los límites no son evidentes, en su producción literaria pueden distinguirse cuatro
períodos: una primera etapa decadentista, una segunda etapa del primitivismo (una de las
orientaciones modernistas). Una tercera etapa de las farsas y de otras obras artificiosas, y una
cuarta etapa a partir del momento en que su estética gira hacia el esperpento.
OBRA NARRATIVA:
Hasta esta fecha, toda la producción literaria de Valle-Inclán puede considerarse dentro
del Modernismo. Comienza escribiendo numerosos cuentos y relatos breves de tipo amoroso:
Femeninas (1895), historias amorosas protagonizadas por mujeres. Epitalamio (1897) y de
terror y misterio: Jardín umbrío (1903), subtitulado Historias de santos, de almas en pena, de
duendes y ladrones. Con estas novelas alcanza Valle la cima de la prosa modernista,
equiparable a la que logró Rubén Darío en la lírica. El lenguaje es un ejemplo de preciosismo
lírico, conseguido por el ritmo y la musicalidad de su prosa, la sugerente adjetivación, la
plasticidad y la fuerza de sus imágenes. En cuanto a temas, destacan la aventura, el amor
galante, la nostalgia del pasado. Se reflejaa en ellaas los ambientes aristocráticos y exóticos,
donde la violencia y la muerte se hermanan con el erotismo y la lujuria. Se superponen la
religiosidad y el misticismo con la superstición y la transgresión moral. Los relatos se tejen en
un clima enormemente sentimental y romántico.
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Flor de Santidad (1904): En esta obra aparece la Galicia milenaria, una sociedad rural
que conserva un modo de vida arcaico y remotas tradiciones, muy alejada del mundo moderno
que Valle vive entre la bohemia madrileña. Evoca un ambiente entre el mito, la religión y la
leyenda que se le presenta como un refugio seguro.
Pero son las cuatro SONATAS, subtituladas Memorias del Marqués de Bradomín, las
más importantes de esta primera época de Valle-Inclán. Estas sonatas son:
POESÍA:
TEATRO:
Aunque durante esta primera etapa la dedicación literaria primordial de don Ramón es la
narrativa, da también sus primeros pasos como dramaturgo. La orientación de su teatro primero
es, lógicamente, la del Modernismo decadente. Pertenecen al teatro de esta época de Valle-
Inclán las siguientes obras: El yermo de las almas (1908). Dentro de la corriente del teatro de
ensueño, hay dos obras: Tragedia de ensueño (1903) y Comedia de ensueño (1905). Por
último, hay una versión teatral de las Sonatas: El Marqués de Bradomín (1906).
OBRA NARRATIVA:
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* Comedias Bárbaras es una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance
de lobos (1908) y Cara de plata (1922). Toda la trilogía se ambienta en una Galicia mítica y
primitiva, dominada por las supersticiones.
Águila de Blasón y Romance de lobos tienen como protagonista a don Juan Manuel
Montenegro, familiar al lector por las Sonatas. Señor feudal bárbaro y lujurioso que reina sobre
un medio social rural en el que abundan los seres marginales y extraños, y que hace frente
finalmente a sus seis hijos, que encarnan la brutalidad y la degeneración en mayor medida que
su padre. Son seres descarriados y siniestros (los lobos), uno de los cuales acaba con la vida del
padre en Romance de lobos.
Los antecedentes de esta historia los dramatiza años después el autor en Cara de plata,
que aunque es la última, argumentalmente sería la primera.
Hay en las dos primeras Comedias Bárbaras una cierta visión utópica y patriarcal de las
relaciones entre el viejo hidalgo y el pueblo campesino. Los hijos representan la degeneración
de un linaje. Teatralmente, estas Comedias, en las que se ha visto huella de Shakespeare,
suponen un avance considerable sobre sus primeras tentativas dramáticas. Las acotaciones
tienen aquí tanta importancia que se ha hablado de un híbrido entre novela y drama.
* La guerra carlista: Las tres novelas de esta trilogía narran episodios de la última guerra
de ese nombre acaecida en España en el siglo anterior. Los cruzados de la causa (1908), El
resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño (1909). Las tres son de temática social y nos
ofrecen una panorámica de la historia de su época, con un estilo que se va alejando
progresivamente del modernista. Algunos personajes habían aparecido ya en las Sonatas o en
las Comedias bárbaras.
La primera tiene como escenario Galicia y las otras dos se localizan en tierras vasco-
navarras. Se mezclan en ellas personajes ficticios con figuras históricas. Sin embargo, en esta
trilogía, pese a lo reciente de los hechos históricos, el lector tiene en ocasiones la impresión de
que suceden en un tiempo inmemorial, en un lejano antaño. Valle-Inclán encuentra en el
carlismo un sentimiento popular antiburgués, el romántico encanto de las causas perdidas, el
sabor de la leyenda, de las antiguas gestas heroicas.
Técnicamente, estas novelas se alejan del molde de la novela realista, por su tendencia al
fragmentarismo, su estructura episódica, sus capítulos breves, a veces dislocados, su narración
no siempre lineal, y porque en ellas se atiende por encima de todo al estilo.
TEATRO:
Son obras artificiosas. La mayor parte de sus obras son teatrales, en su mayor parte en verso. No
se trata del teatro modernista de la época, sino de experimentos dramáticos donde el autor crea
un mundo artificioso muy literario. En la mayoría de estas obras Valle-Inclán busca inspiración
en la tradición teatral clásica, aunque los protagonistas parecen muchas veces estereotipos o
clichés literarios en manos de un escritor cuya propensión a la caricatura y lo grotesco se va
acentuando progresivamente. Pertenecen a esta etapa, entre otras, las siguientes farsas: Farsa
infantil de la cabeza del dragón (1910), La Marquesa Rosalinda (1912), subtitulada Farsa
sentimental y grotesca, Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa y licencia de la
Reina castiza (1920).
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deformados. Así, el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
deformada.
POESÍA:
OBRA DRAMÁTICA:
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Además de Luces de bohemia, son esperpénticas las tres breves piezas reunidas en
Martes de carnaval: Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La
hija del capitán (1927).
Los cuernos de don Friolera (1921): Tiene como marco el diálogo entre dos intelectuales
que describen el adulterio de la mujer de don Friolera y la vergüenza de éste. Valle se burla del
sentimiento del honor calderoniano.
Las galas del difunto (1926): Gira en torno a la figura de Juanito Ventolera, soldado que
al volver de Cuba roba el traje de un muerto, dueño de la casa que lo había alojado. Este muerto
resulta ser el padre de la muchacha con la que había entrado en relación.
La hija del capitán (1927): Narra cómo, a consecuencia de la muerte que sucede en un
burdel, un grupo de militares implantan una dictadura para salvar el honor de la patria. Detrás
de uno de los personajes se encuentra la figura del general Primo de Rivera.
- Otros cuatro experimentos dramáticos que compuso Valle por estos años son los
“melodramas para marionetas”, inicialmente subtitulados como “novelas macabras”( La
rosa de papel, La cabeza del Bautista, ambas de 1924). También compuso “autos para
siluetas”: Ligazón (1926) y Sacrilegio (19279). Los cuatro, junto con El embrujado, los reunió
en 1927 en Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
Estas obritas, en la tradición del guiñol, parodian los motivos religiosos, culturales o de
prestigio y se dan los temas valle-inclanescos de la avaricia, la lujuria y la muerte.
El ruedo ibérico (1927-1932) era el título genérico de nueve novelas históricas que se
desarrollarían desde los últimos tiempos del reinado isabelino hasta la España de la
Restauración. Sólo las primeras novelas de este proyecto vieron la luz: La corte de los milagros
(1927), Viva mi dueño (1928) y la inconclusa Baza de espadas (1932).
Técnicamente, es característica de estas novelas la narración fragmentaria y dislocada de
los sucesos y la indiscriminada suma de las más diversas anécdotas, lo que produce la impresión
de un complejo rompecabezas de innumerables piezas, algo de lo que era consciente su autor.
La suma y la ordenación de las innumerables anécdotas proporcionan un grandioso y muy
crítico fresco general de esa España en la que probablemente Valle-Inclán creía que se había
forjado la de su tiempo.
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