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El cuento de terror materialista.


El caso de H. P. Lovecraft: un autor de culto

a emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo


“ y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”1, señala el escritor
L norteamericano Howard Phillips Lovecraft en su obra El horror sobrenatural en la
literatura, la contribución ensayística más importante sobre este género, escrito por uno de
sus principales exponentes. Pero ¿qué es el miedo?, ¿cuáles son sus íntimos resortes?, ¿qué
lo provoca y por qué?, ¿realmente es la emoción más antigua del hombre?....
El crítico inglés Charles Lamb afirma en su breve nota autobiográfica “Brujas y otros
terrores nocturnos” que:

Gorgonas, Hidras y Quimeras, las terroríficas leyendas de Celeno y


las Arpías pueden reproducirse en el cerebro de las mentes
supersticiosas... pero ya estaban allí desde mucho antes. Son meros
trasuntos, tipos; los arquetipos2 están dentro de nosotros y son
eternos. De lo contrario, ¿cómo podría llegar a afectarnos el relato
de lo que sabemos a ciencia cierta que es falso? [...]. ¿Es que
sentimos acaso naturalmente terror hacia tales entes en cuanto
pueden hacernos algún daño verdadero? ¡No, en lo más mínimo!
Esos terrores vienen de mucho antes. Se remontan mucho antes de
que existiese el cuerpo humano; no precisan de él, pues, de
cualquier manera, habrían existido [...]. El hecho de que el miedo
de que tratamos aquí sea puramente espiritual, tan intenso como
absurdo en la tierra, y que predomine durante nuestra inocente
infancia, plantea problemas cuya solución quizás nos daría un
conocimiento de nuestra condición anterior a la creación del
mundo, o cuando menos un atisbo al tenebroso reino de la
preexistencia.3

En las palabras de Lamb se halla la clave del llamado cuento de terror y, por tanto, de
la emoción del miedo, que le da carta de naturaleza: lo desconocido. Pero, volviendo a la
pregunta ¿qué es el miedo?, aclaremos los términos.
La emoción del miedo
1
Lovecraft, H. P. El horror sobrenatural en la literatura. México, Fontamara, 1995, p.7.
2
El arquetipo es una forma primordial alojada en el inconsciente colectivo que representa un contenido
profundo y se manifiesta en forma de imágenes y procesos o factores psíquicos en movimiento. En suma, es
una vivencia que se repite una y otra vez hasta instalarse en alguna región del ser. El término fue concebido
por el psicoanalista Carl Gustav Jung, discípulo de Sigmund Freud.
3
Lamb, Charles. “Brujas y otros terrores nocturnos” en VV. AA. Ensayistas ingleses. México, CNCA, 1992,
pp. 185-191.
2

Todos, en algún momento, hemos experimentado el miedo y tenemos alguna noción de lo


que es. El diccionario común lo define como “la sensación que se experimenta ante algún
peligro, posible daño o ante algo desconocido y que se manifiesta generalmente con pérdida
de la seguridad, actitudes poco racionales, temblor, escalofríos, palidez...”4, así, se tienen el
miedo al dolor, el miedo a la muerte, el miedo al castigo, el miedo a las víboras, etc.
Olberth Hansberg, doctora en filosofía, considera que “cuando hablamos de temor,
miedo, espanto, pánico y terror, estamos hablando de distintos grados de intensidad de la
misma emoción”5, la cual está ligada a conmociones y perturbaciones fisiológicas que
alteran la respuesta del individuo ante su estímulo, de ahí que se le erice el cabello, se le
enchine la piel, balbucee, se paralice o grite.
Sin embargo, no es lo mismo sufrir un susto que aterrarse ante algún supuesto
espectro. Tampoco es lo mismo hablar de horror que de terror, el primero se refiere a la
emoción experimentada ante eventos naturales que nos provocan un fuerte sobresalto, por
ejemplo, las guerras, el hambre, la enfermedad. El segundo se aplica a la sensación vivida
frente a acontecimientos extremos y que, algunas veces, tienen que ver con lo inexplicable,
lo sobrenatural, lo del otro mundo.
El miedo es una emoción, tan primitiva como el ser humano, que brota ante las
adversidades: la muerte, el dolor, el fracaso, la impotencia...nuestros temores; pero no
necesariamente son de carácter físico, pueden ser --he ahí el miedo en sus entrañas-- de
naturaleza puramente psíquica y, por lo mismo, terribles. Recordemos, por ejemplo, que los
antiguos egipcios --hace 3500 años aproximadamente-- creían en la aniquilación no sólo del
cuerpo, sino también del alma.6 La estremecedora impresión que provoca el miedo puede
fijarse indeleblemente en nuestra vida.

La racionalización del miedo

Lara, Luis Fernando (Dir.). Diccionario básico del español de México. México, Colegio de México, 1986.
5
Hansber, Olberth. La diversidad de las emociones. México, FCE, 1996, p. 31.
6
Lo que bien se señala en el Ritual funerario o Libro de los muertos: el cuerpo astral (el ka y el ba) buscaba
sobrevivir por medio del eterno renacer, para lo que enfrentaba difíciles pruebas, especialmente: un juicio ante
42 jueces en que debía dar cuenta de sus hechos, y la ponderación de sus actos en vida pesando el en corazón
del difunto en un plato de la balanza empleando como contrapeso una pluma: ambos debían pesar lo mismo,
de lo contrario el ba era fulminado al instante.
3

El hombre se estima inmortal a pesar de las pruebas de lo contrario; procura, de modo


involuntario, no pensar en su muerte, pero sabe que va a morir, aunque esté “programado”
para evitarlo a toda costa.7 Sin embargo, la muerte de los otros nos recuerda que algún día
nos ocurrirá lo mismo. De hecho, los primeros hombres experimentaron un gran terror ante
la muerte, los cadáveres ya no eran el ser vivo que antes habían sido, pertenecían al más
allá, se convertían en demonios de los que había que protegerse. Por esa razón huían de sus
aldeas ante los cuerpos inertes o los enterraban profundamente y bajo pesadas losas... para
que no fueran a escaparse.
Con el tiempo, conforme transcurrieron los cambios humanos, el racionalismo
moderno condenó a los muertos al reino de la ficción. En los relatos de terror el lector
satisfizo su necesidad de vivir las experiencias de lo sobrenatural y de liberar su angustia
ante la muerte. El miedo ha sido materia para la creación de productos culturales, pues
siempre está ahí, ya expreso, ya latente, para recordarnos constantemente las contingencias
y la precariedad de la vida. Algunos mitos y leyendas de las civilizaciones primigenias
nacieron del miedo (ya señala James Georges Frazer en La rama dorada --ese vademecum
de la magia y la religión en los pueblos antiguos-- que hay, por ejemplo, palabras para
referirse al mal que se evitan por el miedo a invocar su presencia con sólo pronunciarlas:
constituyen un tabú o prohibición) y, con el transcurrir del tiempo, devinieron en una
expresión cada vez más racional y estilizada.
El especialista en cuentos de terror Rafael Llopis, explica el surgimiento del cuento
de terror sobrenatural a partir de la existencia del instinto de muerte8, latente en el fondo
del ser humano, que consiste en una especie de búsqueda inconsciente de aquello que está
más allá de la vida para sentirse completo. De ahí que los cuentos de miedo resulten
estremecedores y fascinantes al mismo tiempo.

El mismo Rafael Llopis distingue entre el cuento de terror natural y el de terror


sobrenatural, uno se refiere a los hechos macabros en los que intervienen seres dementes o
7
Al respecto es interesante advertir que las antiguas especulaciones de lo biólogos sobre un “microbio de la
vejez” no andaban tan erradas, pues actualmente se han ubicado ciertas funciones tanáticas genéticas que
indican que las células están programadas para, en determinado momento, activar un proceso de
autodestrucción, es decir que estamos “programados” para morir.
8
Llopis, Rafael. “El cuento de terror y el instinto de la muerte” en Borges, J. L. et. al. Literatura fantástica.
Madrid, Siruela, 1985, pp. 92-103.
4

monstruosos pero que finalmente forman parte de este mundo. El otro tipo se apega al
miedo a lo que viene después de la muerte, al más allá.
Llopis retoma las ideas de Sigmund Freud sobre lo siniestro (unheimlich) y lo
familiar (heimlich). Freud considera que lo siniestro es algo que en nuestra infancia (ya
olvidada) siempre se consideró algo familiar y que al reprimirse se ha tornado “extraño”; es
decir, que lo siniestro, debiendo quedar oculto (sepultado como el cadáver o muerto), se ha
manifestado. Lo que permanecía en la obscuridad ha salido de ella para irrumpir en la vida
consciente. Lo que alguna vez fue conocido se ocultó, y lo oculto se volvió “peligroso”
porque podía permitir la escapatoria de lo arcaico en nosotros. Ese instinto de la muerte,
manifiesto como pulsiones destructivas, se catalizó mediante la imaginación como sustento
del cuento de terror sobrenatural.
Por otra parte, el sentimiento de lo numinoso9 (complejo de emociones ante lo
desconocido y propio del mundo sobrenatural, sobre el cual se fundamentan las creencias
mitológicas, mágicas y religiosas, y que indica una sensación de pertenencia oceánica y un
deseo de fusión con la Divinidad) fue otra de las fuentes que dio origen al cuento de terror.
Llopis toma también la idea del arquetipo, concebida por un discípulo de Freud, Carl
Gustav Jung, para explicar la proporción: cuanto mayor es el terror mayor es el placer, que
forma parte de las sensaciones frente al cuento de terror (cuyos territorios abarcan desde los
espíritus hasta los muertos, desde los monstruos hasta los seres preternaturales). Para Jung
los arquetipos son los correlatos interiores de los instintos, así se explica el instinto de
muerte: la muerte es una boda, el alma alcanza la mitad que le falta, la plenitud del ser, se
une al misterio de lo numinoso.
De este modo, lo que inicialmente fue una concepción de lo que el hombre advertía a
través del contacto con el mundo se transfiguró en una expresión concreta. Así, de la
empiría (tipo) nació la experiencia (arquetipo), que se transmitió, con todo su contenido,
desde los primeros habitantes del planeta hasta los humanos que hoy pisamos la Tierra.
Esto sucedió a través de dos vías: la psíquica (de la mente) y la biológica (de los genes), es
decir, permanece en nuestra mente y en nuestro cuerpo.
El cuento de terror es la expresión racionalizada y re-creada estéticamente del instinto
de la muerte, lo cual nos permite vivir tal experiencia en un terreno seguro: el de la ficción

9
Término creado por Otto Rank, quien lo utiliza para indicar la necesidad que tiene el hombre de lo sagrado.
5

literaria. A todos nos agrada asustarnos estando seguros. Sin embargo, uno de los rasgos
principales del cuento de miedo es la capacidad de transposición que hace de los
acontecimientos narrados hacia la realidad, es decir, involucrar verosímilmente al lector en
los hechos: lo que lee puede estar ocurriendo ahora mismo, en este mundo.
El terror no siempre se encuentra en el plano del contenido, pues no es suficiente
narrar historias de muertos, fantasmas o monstruos para producir espanto: el terror no se
logra con una larga lista de personajes sobrenaturales ni con situaciones típicas de miedo.
Lo fundamental en un relato de terror es, precisamente, provocar miedo en quien lee o
escucha, hacerlo dudar de su seguridad, de su confianza en un mundo ordenado, aunque tal
impresión ocurra únicamente durante la lectura misma y se conserve sólo un poco después.
Provocar miedo es, pues, lo fundamental del discurso literario de terror. Al respecto,
Howard Phillips Lovecraft señala en El horror sobrenatural en la literatura que “podemos
juzgar un cuento macabro, no a través de las intenciones del autor o la pura mecánica de la
trama, sino más bien a través del nivel emocional que es capaz de alcanzar”10 y, más
adelante señala que cuanto mejor se evoque una atmósfera que suscite en el lector “un
hondo sentimiento de espanto al contacto de unos elementos y fuerzas desconocidos”11
mejor y más auténtico cuento de terror será.
Se teme a la muerte porque se supone una pérdida de identidad ante lo Otro, el mundo
numinoso, pero esa zona crepuscular de lo sagrado la llevamos dentro de nosotros mismos.
De hecho, el hombre no está completo sin la experiencia de la muerte. En el fondo,
tememos a esa experiencia primitiva señalada anteriormente, a la revelación arquetípica que
descubre ante nuestro entendimiento la posibilidad de que sea el caos y no el orden el
principio rector del universo. Bajo el cuento de terror late un obscuro e irresistible deseo de
revelarnos la plenitud que nos obsequia la muerte. En otras palabras, vivir la muerte para no
matar la vida.

El cuento materialista de terror

10
Lovecraft, H. P. Op. cit., p. 11.
11
Ibidem, p. 12.
6

Lo fantástico, lo maravilloso y lo extraño suelen enlazarse con el reino del terror, pero no
son lo mismo. Lo fantástico es la oscilación entre lo maravilloso (un mundo con leyes
distintas a las del nuestro, el de hadas, duendes y elfos) y lo extraño (lo insólito, lo que
aparenta no responder a las leyes que rigen nuestro mundo, pero que finalmente tiene una
explicación racional). En lo fantástico perdura una sensación de perplejidad y duda aún
después de haber leído: ¿fue cierto, fue un sueño, qué fue? se preguntan el personaje y el
lector.
Aunque comparten ciertos recursos (como el narrador en primera persona, las
ambigüedades...), lo fantástico y lo terrorífico no forman un conjunto ni éste pertenece a
aquél: tienen nexos, como los tiene el cuento de miedo con la novela policíaca, el thriller
(obra de suspenso), la literatura de misterio e incluso la ciencia ficción. Es decir, que el
terror participa de todo ello, pero implica ciertos contenidos y formas distintas en su
esencia. Sus rasgos fundamentales se encuentran no tanto en la anécdota que se narra como
en la atmósfera que impresiona vivamente los sentidos.
Hablar de la evolución del cuento de terror a lo largo de la historia significaría partir
de textos tan antiguos como el Libro de Enoch o el Claviculae y sumergirnos en el mundo
del folklore y del ocultismo, lo cual sería asunto de otra conferencia. Por lo pronto, nos
centraremos en el cuento materialista de terror. A fines del siglo XIX y principios del XX
los cambios culturales produjeron una profunda crisis del racionalismo, las convulsiones
políticas, los adelantos científicos y la subversión de los valores absolutos trajeron a cuento
lo antiguo, el hombre miró con ojos distintos su pasado primordial y encontró que los
terrores más antiguos de la humanidad podían revivir el interés por el presente.
La angustia apocalíptica ya no era la misma para los hombres que habían
experimentado otros horrores más cercanos: los de la guerra. Ese hombre moderno ya no
creería en fantasmas ni en muertos resucitados, esta situación condujo a los escritores de
cuentos de terror a buscar elementos de mayor credibilidad en las hipótesis científicas que
explicaran los miedos más profundos y más próximos, aquellos que habitan en la penumbra
de la conciencia, grieta por la cual se desciende a verdaderos infiernos.
A esta mutación del cuento de miedo se le conoce como cuento materialista de
terror, llamado así por Jacques Bergier. A partir de ese momento, la característica
fundamental del nuevo cuento de terror será la racionalización de la forma y la arcaización
7

de su contenido, es decir, la perspectiva metódica y racional del narrador, quien cuenta


hechos que tienen que ver con lo antiguo y primigenio. Esta evolución del género, si así
prefiere llamársele, ya se preveía en La madriguera del gusano blanco de Bram Stoker,
más recordado como el autor de Drácula.

Antecesores literarios de Lovecraft

El principal exponente del cuento materialista de terror es, sin duda, Howard Phillips
Lovecraft. Sin embargo, antes de él se encuentra una pléyade de escritores no menos
interesantes, en cuyas obras se nutrió nuestro autor; se trata de nombres fundamentales en
la narrativa de terror: Edgar Allan Poe, Arthur Machen, Algernon Blackwood, Lord
Dunsany, Ambroise Bierce y Robert W. Chambers.
De Poe aprendió la maestría en cuanto a la composición sistemática de una obra, los
tonos lúgubres y las atmósferas malsanamente pútridas, la exasperación y la estructura
dramática in crescendo. De Machen --autor de una alucinante novela llamada El dios Pan--
heredó el interés por las aberraciones de lo numinoso, el deseo de realismo, la construcción
de ciudades en ruinas y los ritos de fertilidad de pueblos antiguos.
Blakwood sembró en Lovecraft la sospecha de que existe una realidad monstruosa y
terrorífica alterna a ésta y que puede salir a flote peligrosamente en cualquier instante. Las
atmósferas oníricas y la creación de una mitología es influjo de Lord Dunsany, cuyos
ensueños fueron transmutados por Lovecratf en pesadillas reales. Los dioses arcaicos, los
seres bárbaramente putrefactos, la desolación del alma y los misterios estelares al acecho de
los hombres, presentes en la obra de nuestro autor, se deben a la figura de Ambroise Bierce,
autor del Diccionario del Diablo. Chambers lo introdujo en la invención de libros
prohibidos, como cuando Lovecraft concibió El Necronomicón.

Howard Phillips Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 en Providence (Rhode Island),


8

ciudad portuaria del estado de Massachussets, ubicado en el este de los E.U., frente al mar
Atlántico. Probablemente creció en un ambiente social conservador. Su padre agotó la vida
en juergas y mujeres, por lo que su madre inculcó un sentimiento de aversión hacia los
hombres en el pequeño Howard, quien fue un niño asustadizo y acomplejado cuyo único
refugio fue la literatura.
Sus lecturas iniciales fueron sobre religiones antiguas y ritos paganos, lo cual redundó
en los terrores nocturnos que no le permitían conciliar el sueño tranquilo. Para conjurar sus
miedos, Howard comenzó a escribir cuentos de miedo a los ocho años. Paradójicamente, el
Lovecraft adolescente era un enamorado del racionalismo del siglo XVIII, lo cual no
significa que creyera en el hombre, pues era un ser escéptico ante todo.
Al morir su madre, se vio obligado a trabajar escribiendo (publicó su primer cuento,
“El alquimista”, en la reconocida revista Weir tales), solamente así se relacionó con otras
personas y cambió un poco sus puntos de vista: perdió su desconfianza al entorno que antes
veía hostil, se mostró entusiasta y comenzó una intensa correspondencia epistolar con
numerosos escritores. Sin embargo, una desafortunada experiencia amorosa lo hundió de
nuevo en la amargura y en la misantropía.
Pero ¿quién era el hombre de carne y hueso? Se ha mencionado que Lovecraft era un
hombre racista, que sentía repulsión hacia lo sexual, que el prójimo le inspiraba
repugnancia, pero sus aspiraciones pacifistas y humanitarias le permitieron transformar su
visión del hombre. En sus textos se advierte que perseguía reconocer al extraño que él
mismo era, que intentaba comprender los beneficios de la inteligencia al servicio de la
creación y no de la destrucción. Lovecraft creó una mitología arquetípica llena de
aterradoras presencias, amó la muerte (el pasado oculto, lo familiar de que hablaba Freud),
porque ésta era parte fundamental de la vida; se reconoció en lo siniestro, porque las zonas
incomprendidas de uno mismo no dejan de ser uno mismo.

La obra de Lovecraft

Los primeros cuentos de Lovecraft son de carácter tradicional y siguen a los modelos más
9

acabados de Poe. Esta etapa del escritor es llamada gótica, pues en sus relatos se
manifiestan ambientes similares a los del autor de “El corazón delator” y “El cuervo”. El
autor emplea un realismo racionalista así como construcciones canónicas y sencillas.
La segunda etapa, la onírica, muestra el fuerte influjo de Lord Dunsany, se expande
ligeramente por los territorios del sueño, del irrealismo y del misterio. Abandona lo
macabro y se encamina hacia lo lírico y arquetípico. Se vuelve barroco, arcaizante y
ampuloso. Lo antiguo irrumpe como una presencia siniestra. Su bestiario está lleno de
monstruos más próximos a la Quimera que a los indescriptibles seres que formarán parte de
los posteriores Mitos de Cthulhu. “Los gatos de Ulthar” y “La ciudad sin nombre” forman
parte de esta época del escritor.
Su época realista se caracterizó por una apertura que hizo surgir una forma de terror
más racionalista apoyada en la ciencia --aunque al mismo tiempo en el caos--, inserta en la
corriente del cuento materialista de terror, y que incluso colinda con la ciencia ficción.
Dentro de esta etapa hay dos ciclos literarios: las Narraciones de Nueva Inglaterra y los
Mitos de Cthulhu. En el primero predomina lo macabro (como en “Las ratas en las paredes”
y “En la cripta”), mientras que los Mitos constituyen una racionalización de contenidos
numinosos, lo cual los dota de una verosimilitud única.

La idea fundamental de los Mitos de Cthulhu es que, millones de


años antes de que se iniciase el ciclo biológico al que
pertenecemos, la Tierra estaba habitada por unos seres que, sin ser
estrictamente espirituales, tampoco eran materiales en el sentido
[estricto]. [...], estos seres incógnitos --llamados Primordiales o
Primigenios-- fueron expulsados de nuestro universo tridimensional
y exiliados a planos extraños del espacio o a repliegues
incomprensibles del tiempo. Pero ahí siguen, acechándonos y
soñando con volver a conquistar la Tierra.12

Nuestras religiones no son sino reminiscencias de esos mundos antiquísimos,


preexistentes a la vida humana, corpórea, biológica. Demonios y ángeles son visiones
erróneas de esos seres que nuestra comprensión no logra aprehender con la lógica.13
12
Llopis, Rafael. Esbozo de una Historia natural de los cuentos de miedo. Madrid, Júcar, 1974, p. 243.
13
Las antiguas mitologías fueron una fuente importante para que Lovecraft creara sus propios dioses. De los
asirio-caldeos toma las figuras de Marduk y Nergal para ejemplificar la lucha entre el bien y el mal.
10

Ya señala el narrador de “La llamada de Cthulhu” (el principal de esos Primigenios,


que yace enterrado en las profundidades de la mística ciudad marina de R’lyeh, y cuyos
sueños influyen de modo espantoso en la realidad humana) que:

La mejor y más piadosa cualidad de la mente humana es su


incapacidad para comprender todo su contenido. Vivimos en una
plácida isla de ignorancia, en medio de negros e infinitos mares, y
no debemos aventurarnos demasiado lejos. Las ciencias, cada una
creciendo y luchando en su propia dirección, no nos han afectado
negativamente hasta ahora, pero algún día la suma de todos los
conocimientos dejará al descubierto unas visiones tan aterradoras
de la realidad que, o nos volveremos locos con tal revelación o
huiremos de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva
era de obscuridad.14

Se trata, en el fondo, del problema del conocimiento: el que sabe se preocupa, el que
se preocupa ya no quiere saber. Paradójicamente, lo desconocido fue a lo primero que el
hombre temió. Lo inconmensurable y la aniquilación absoluta son dos grandes temores del
ser humano, aunque no pocas veces lo que lo estremece resulta ser lo más natural y
cotidiano de la vida.

La figura de culto

H. P. Lovecraft es un autor de culto porque sus obras lo son, no es sino una sinécdoque
decir que el autor es sus obras. No se lee a la persona como ser físico, sino como ser de
palabras. Este escritor de cuentos de terror ha sido objeto de veneración para los lectores,
que han reconocido el valor literario del mismo después de su muerte, ocurrida en 1937.

El culto implica tres elementos: un objeto de veneración (el universo literario), una
forma de veneración (la lectura) y el grupo que realiza la veneración (los lectores). De su
interacción surge el culto. La obra debe posibilitar la fragmentación de sí misma en
pequeñas unidades memorables15, es decir, en imágenes que fácilmente puedan recordarse

14
Lovecraft, H. P. “La llamada de Cthulhu” de En la cripta. Madrid, Alianza, 1992, p. 78.
15
La escena en que Pepe “el toro” (Pedro Infante) toma en sus brazos el cuerpecito calcinado de su hijo y
11

por su fijación en la mente del espectador.


Las obras de culto no lo son al nacer, sino que suponen un proceso especial de
identificación con las personas por estar fuera de lo convencional y poseer ciertas
características inusuales como el exotismo, la ruptura de valores y de verdades establecidas,
lo grotesco16, la hilaridad, el caos expresado por los laberintos, las situaciones límite, la
exageración, la subversión de lo tradicional. En suma, no poseen una filosofía cohesionada
y producen una especie de catarsis que las lleva a formar parte de una mitología. La obra de
culto se comunica con su espectador (lector) a través de ciertos símbolos, escenas
especiales con significados determinados para cada uno. Las obras de culto dependen de lo
que podríamos llamar espacio negativo, es decir, la otra historia (subterránea) que ocurre
simultáneamente a la superficial y que afecta la mente del espectador al revelarse.

En la noche de los tiempos

Lovecraft es autor de libros tan sorprendentes en su género como El horror de Dunwicht,


En las montañas de la locura, Los mitos de Cthulhu, Viajes al otro mundo, La habitación
cerrada, El caso de Charles Dexter Ward, Los que vigilan desde el tiempo, Dagon, El
abismo en el tiempo. Su obra se articula en torno al pavoroso Necronomicón, libro
prohibido que, según el propio Lovecraft, escribió el árabe loco Abdul Alhazred como
testimonio de seres innombrables que acechan esperando se abran las puertas que les
permitan el acceso a nuestras dimensiones.
Lovecraft escribió sus historias entre 1920 y 1930, adquirió después de su muerte una
fama que lo llevó a ser una figura de culto: sus lectores creen que el Necronomicón
realmente existe (aunque uno les afirme que es una creación ficticia ellos juran lo
contrario). Algunos lo consideran el mejor escritor de terror del siglo XX (aunque Poe
sigue siendo el maestro de maestros). Incluso existe un juego de rol sobre su mitología, la
grita desgarradoramente de la película Ustedes los ricos es más que ilustrativa de la unidad memorable en que
se fragmenta. Lo mismo ocurre con cintas como Terminator, El exorcista,etc.
16
Aquí bien podríamos hablar de las películas de El Santo, cuyo efecto grotesco (pues los murciélagos de
plástico con alambritos no asustan a nadie sino que dan risa) las hace valiosas por su bizarrez.
12

última del siglo pasado.


Su relato “El abismo en el tiempo”, para ejemplificar que la suya es una obra de
culto, cumple con los requisitos de ésta: en él, Lovecraft traspasa las barreras del tiempo y
del espacio, rompe con las leyes de la física y de la biología. La anécdota del relato trata
acerca de un profesor de economía, cuyo cuerpo es “poseído” por otra mente, la de un ser
extraño y de aspecto temible que tiene la facultad de proyectar su mente hasta los confines
más remotos del tiempo y del espacio, este ser pertenece a un mundo prehumano, a la Gran
Raza, conformada por seres cónicos de tres metros, llenos de tentáculos y dueños de
inteligencias superiores, cuyo origen data de hace 150 millones de años.
En el relato se proyectan ciertas ideas como: la monstruosidad de verse en el otro, el
miedo a la perdida de la identidad personal, un terror extraordinario hacia lo antiquísimo, el
reconocimiento de realidades atroces que laten enterradas en el tiempo y que se revelan
como un saber arqueológico o religioso, la herencia genética de la angustia y la
desesperación ante la muerte. Se proponen conceptos del cosmos que colocan al hombre en
un lugar distinto al que creía ocupar (hecho sobre el cual debería reflexionarse
nuevamente), también se concibe cierta utopía fundada en la coexistencia de razas distintas.
Cartas personales, libros antiguos, datos históricos, mitológicos y científicos dotan al
cuento de gran verosimilitud y solidez estructural. El texto evidencia conocimientos sobre
geología, cartografía y cosmografía. Las descripciones son barrocas y detalladas, las
acciones son creadas con una fuerza dinámica extraordinaria a través de imágenes visuales,
táctiles, sonoras y psicológicas que aproximan el relato a las secuencias del cine y que
provocan un mayor efecto sensorial en el lector.
Las atmósferas obscuras y laberínticas le dan una singular expresividad que pone en
marcha la sudoración y la angustia por que el personaje encuentre lo que busca y salga
rápido de donde se ha metido, conducido por un extraño recuerdo en el que lo antes
familiar se ha vuelto algo aterrador.
El círculo lovecraftiano: una herencia literaria

Alrededor del sumo sacerdote H. P. L. se reunieron varios escritores con los que éste
mantuvo correspondencia, entre ellos destacan: August Derleth (Las máscaras de Dios),
Frank Belknap Long (Los perros de Tíndalos), Clark Ashton Smith (El regreso del brujo),
13

Robert Bloch (El vampiro estelar, Psicosis, Suyo, afectísimo Jack “El destripador”),
Robert E. Howard (Conan el bárbaro) y Ray Bradbury (Crónicas marcianas).
Su herencia fue una pléyade de escritores que expandió un universo en mundos
distintos, desde el terror psicológico hasta la fantasía y la ciencia ficción. Lovecraft llevó el
cuento de terror sobrenatural a dimensiones extraliterarias que le han valido lectores fieles,
algo que todo escritor desea secretamente.

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