You are on page 1of 4

Del Sancto Clerus, de su vocación y destino ante el regreso del Mesías…

Predicar a un grupo de ministros induce la sensación en el predicador de un león


encerrado en la cueva de los Danieles; hombres llenos de fe y de conocimiento divino
que juzgaran con sabiduría y severidad la exposición de las Sagradas Escrituras.

Por ello, al comenzar dicha exposición; nos es imperativo el recurrir a la humildad y


muy poco a la erudición; uno debe acudir a la piedad divina superlativa y muy poco a
las lenguas bíblicas. Uno debe acercarse al corazón de Dios y al corazón del clero; de
aquel sacerdote humilde y príncipe a la vez.

Por ello en esta mañana acudimos a escuchar la voz de los profetas del Antiguo
Testamento; oiremos la palabra de Dios de boca de San Malaquías y el Santo profeta
Zacarías y su exhortación a los hombres que sirven en el altar de Dios bajo el nuevo
pacto, en Su sangre (amen).

Malaquías es un profeta que grita en el abismo del silencio centenario antes de la


llegada del Mesías. Es el último profeta antes de San Juan Bautista. Los tiempos son
magros en lo político, social y espiritual en Israel. Muy similar a nuestros días, sin duda;
y tanto mas al clero anglicano del Ecuador al hallarse en medio de una centenaria
grieta eclesiástica que no creó, pero que le toca vivir con pundonor y sabiduría eterna.

El sacerdocio aarónico de la época tiene una serie de interrogantes con respecto a “su
futuro” e inconformidades con respecto a “su presente”. En el corto pero intenso
dialogo de Yahve con sus ministros sobre la base de una serie de inquietudes hemos de
resaltar ésta mañana lo que Dios les ha dado y lo que el pueblo espera de ellos.

Observamos que pese a lo duro y difícil, exigente y sacrificado que puede ser el
ministerio Su promesa ha sido de vida y paz. Solaz que el ministro del nuevo pacto
halla en Jesucristo; habiendo El prometido vida en abundancia y paz que sobrepasa
todo entendimiento. El no ha faltado hasta el día de hoy a ninguna de sus promesas;
los que hemos claudicado en el camino muchas veces hemos sido nosotros.

Sabiduría de su boca buscara el pueblo…

¿Pero quien es suficiente para dicha tarea? Mas vale el temor reverente a Dios que la
eucaristía hecha a prisa o por compromiso. Dios nos libre de temer más al ´que dirán´
de la gente al que dirá El SEÑOR…. Por ello, el sacerdocio que se hace en la ICAE no
solo honra el Altar de la eucaristía; sino que fiel a las Sagradas Escrituras y la tradición
anglicana también honra el lecho matrimonial.

….

Tan larga selección y preparación para poder presidir el Altar el día que celebramos la
eucaristía. Que dedicación y pulcritud para acercarnos; las palabras adecuadas y la
indumentaria correcta. ¿El lecho matrimonial que es altar de nuestro hogar donde se
consuma y ratifica dicha relación y que engendra vida así como se vivifica el creyente al
recibir la comunión, es menos santo que el del servir del altar?

La exhortación profética es a la fidelidad con la mujer del pacto matrimonial. Los votos
al sacerdocio son tan eternos y validos ante Dios como los votos matrimoniales hechos
un día. Si llegamos a la ICAE porque queríamos servir en el Altar y también queríamos
gozar del sacramento del matrimonio; hoy sabemos que el uno es tan sagrado como el
otro y que la santidad que emana del Altar termina y empieza en el lecho matrimonial.
El ministro de la ICAE sabe que muy bien que la mujer no es un accesorio ministerial
más; sino es un ministerio en si mismo. De ahí que disciplina eclesiástica para el
sacerdote casado es tan exigente, y tal vez aun más, que para el santo monje asceta o
archimandrita consagrado.

Como la mujer no es un accesorio ministerial, sino un don de Dios; el celibato es una


gracia divina compartida, recibida y vivida junto a Jesucristo de Nazaret. Santo varón
que en la solitud de su ministerio cumplió los más caros propósitos del Reino. De esto
desprendemos que no es el “matrimonio” el elemento sustentador del servicio
sacerdotal a Dios; sino la santidad… sin la cual nadie vera al SEÑOR. De ahí que
sacerdote de la ICAE vive su vocación más allá de la coyuntura conyugal; vive para
agradar a Aquel quien lo tomo por soldado.

Y si hablamos de milicia divina; tanto “los Generales de Dios” como su más humilde
diacono-conscripto como yo, somos llamados a luchar contra nuestros tres mas
grandes archienemigos: “La Carne, El mundo y el Diablo”. Como siervos de Dios
estamos siempre expuestos a ello todo el tiempo; pero tanto más los Generales de
Dios… nuestros Obispos.

….

Vemos en la visión de Zacarías como el Sumo Sacerdote Aarónico es cambiado de


vestiduras y quitado su pecado. Es cambiado en ornamentos reales y santos; claro
ésta, es una figura mesiánica que anuncia la obra expiatoria de Cristo Jesús acabando
con la maldad y el pecado en un solo día… muchas veces esperamos ésto y mucho
más de nuestros Obispos.

La obra episcopal es muy similar en lo espiritual a la obra del Sumo Sacerdote en el


sacerdocio aarónico. El episkopos debe velar por la iglesia tal tabernáculo divino, tiene
que transmitir el sacerdocio y ratificar la vocación pero sobre todo, interceder por los
pecados de todo el pueblo. Si el Sumo Sacerdote falla en ésto, ha fallado en toda la
razón de ser de su llamado. Más que una labor intrínsecamente ejecutiva, es una
misión profundamente espiritual. De él no solo se desprende la legitimidad de la
ordenación sino la espiritualidad que cada diócesis emana. De todo esto podemos
entender mejor la alocución latina que reza: sine episcopos nulla ecclesia est; sin Sumo
Sacerdote que interceda y presida no hay iglesia.
Entendemos que estamos en un mejor pacto y un sacerdocio superior en donde
Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote que ha entrado en el lugar Santísimo con su
propia sangre para expiar todas nuestras culpas (Hebreos 5). De ahí que la mediación
episcopal esta llena de oración y visión espiritual. Es justo que sus vestiduras sean
cambiadas y sean reales, cual general investido charreteras. Porque es cierto que no
hay ejército sin capitanes ni guerreros sin generales; así también, tampoco hay malos
soldados, solo malos comandantes.

El Dios que nos llamo a Su gloria eterna…

Pues la obra es grande y los recursos pocos y la fe débil a veces…

Quiero pues concluir con un grabado que describe con precisión el perfil del sacerdote
de ayer, de hoy y del mañana…

Muchas personas apreciarán el texto medioeval, encontrado en Salzburgo, que Mosén


Jordi Sans Vila vio escrito en la pared de un monasterio de Alemania. El texto dice:

-“Un Sacerdote Debe Ser Muy Grande Y A La Vez Muy Pequeño; De Espíritu Noble,
Como Si Llevara Sangre Real Y Sencillo Como Un Labriego. -Héroe, Por Haber
Triunfado De Sí Mismo Y Hombre Que Sabe Sufrir. -Fuente Inagotable De Santidad Y
Pecador, A Quien Dios Perdonó. -Señor De Sus Propios Deseos Y Servidor De Los
Débiles Y Vacilantes. -Uno Que Jamás Se Doblegó Ante Los Poderosos Y Se Inclina,
No Obstante, Ante Los Más Pequeños. -Dócil Discípulo Del Maestro Y Siempre
Dispuesto A Servir. -Pordiosero De Manos Suplicantes Para Los Pobres Y Mensajero
Que Distribuye Los Dones Más Grandes A Manos Llenas. -Siempre Animoso Luchador
En El Campo De Batalla Y Madre Tierna A La Cabecera Del Enfermo O De Quien
Sufre Y Llora. -Anciano Por La Prudencia De Sus Consejos; Niño Por Su Confianza En
Los Demás. -Amante De Lo Humilde Y Aspirante A Lo Más Sublime. -El Sacerdote
Debe Ser Hecho Para La Alegría; Ajeno A La Envidia; Transparente En Sus
Pensamientos. -Amigo De La Paz, Sincero En Su Decir.

-Que Con Su Vida Nos Muestre A Jesucristo.

Parque Los Quindes, Ambato 30 de Enero 2.011 AD


Eucaristía Dominical –clausura-
Convivencia Nacional del Clero Anglicano.

You might also like