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AQUELLOS AÑOS '90

La política exterior argentina y el atentado a la Embajada de Israel

Melisa Tatiana Slep

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA

15 DE NOVIEMBRE DE 2010
Aquellos años '90: la política exterior argentina y el atentado a la Embajada de Israel

Si alguien todavía, hasta las 14:47 del martes, podía suponer que la Argentina era un país marginal,
alejado de un mundo de conflictos ajenos y capaz de intentar la autarquía de hace cuatro décadas,
debió quedar atónito un minuto después de que Buenos Aires temblara conmovida por el terror de
una guerra sin fronteras.
Angel Anaya, La Nación, 19/03/1992

“Ante este surgimiento, por primera vez en la historia, de una sociedad mundial, el fundamentalismo
se inscribe como una respuesta patológica y recalcitrante. Se resiste a convivir con la diferencia y
enarbola los estandartes de su radical e irreductible individualidad”
Atilio Borón. Revista Raíces,n° 3, 1992.

Esta monografía tiene como objetivo echar luz sobre un hecho ocurrido en la época más
reciente de nuestra historia -difícilmente catalogada como tal todavía, puesto que los recuerdos de
lo acontecido perduran en el inconsciente colectivo actual-. Este suceso es la voladura a la
Embajada de Israel, que tuvo lugar el 17 de marzo de 1992. Un atentado terrorista que abrió una
herida totalmente imprevista en el tejido social argentino, algo tan inimaginable hasta ese momento:
“Acostumbrado a que en el fin del mundo las cosas tuvieran una lógica distinta que en otras partes,
¿cómo pensar que el conflicto árabe-israelí se podía trasladar tantos kilómetros al sur?” i. Quizás es
por eso que aún hoy no se logra poner una distancia objetiva a lo acontecido, dado que para un
sector importante de la sociedad es menester todavía saber cómo llegó a perpetrarse un acto
semejante.

En ese sentido, las páginas escritas a continuación no gozarán de un halo ascético y


desapegado. El afán por averiguar qué fue lo que ocurrió verdaderamente sin duda permeará todo el
desarrollo, tanto por los intereses particulares de la autora como por las fuentes que facilitaron una
comprensión más acabada del asunto. Desde recortes de diarios hasta informes judiciales, folletos
conmemorativos o trabajos académicos; obras de divulgación o documentación oficial: la sensación
global que permanece dicta que hay elementos que deben todavía ser esclarecidos. Demasiados
como para ocupar el espacio de un trabajo monográfico.

El tema a tratar descenderá, por lo tanto, hacia un aspecto particular de todo lo que rodeó al
atentado a la Embajada de Israel: el análisis de la política exterior argentina antes, a partir de y
después del atentado. Lo que ocurrió no puede ser considerado como un hecho aislado, sino que
estuvo inserto en el desarrollo histórico y político particular del momento. Será oportuno, entonces
centrarse en este contexto general en primera instancia, para luego pasar a una breve descripción de
los principales lineamientos de la política exterior llevada a cabo por el gobierno de Carlos Menem
en la década de 1990, tomando como protagonistas a los elementos que más se enlazarán con el
análisis posterior, es decir, con los efectos de todas estas cuestiones en la elección de un curso de
acción determinado por parte del gobierno en materia diplomática, una vez acontecido el hecho.
Esto constituirá el núcleo del trabajo, y todo lo desarrollado en conjunto permitirá sacar algunas
conclusiones respecto a la pertinencia de las decisiones tomadas y la efectividad de las mismas; se
tratará de determinar hasta qué punto hubo un desempeño exitoso de la Argentina en materia de
política exterior para ayudar a esclarecer el atentado, qué fracasó y una apreciación general de los
hechos.

Un nuevo escenario internacional: fin de la historia, globalización y terrorismo sagrado

A partir de la caída del muro de Berlín se abrió un panorama totalmente distinto para las
relaciones internacionales. La bipolaridad previamente existente entre la Unión Soviética y los
Estados Unidos dio lugar a lo que Francis Fukuyama denominó el fin de la historia, en tanto el
mundo ya no se encaminaría a conflictos por enfrentamientos ideológicos, sino que por el contrario
sobrevendría una época pacífica de tiempo indeterminado, signada por el liderazgo de los Estados
Unidos como el paradigma del desarrollo humano más acabado, es decir: la sociedad capitalista,
neoliberal y democrática. Quedaba demostrado que era ésta la única opción. A su manera, Michael
Doyle también apuntaba a esto cuando diseñó su hipótesis de la pacificidad de las democracias
liberales (al menos recíprocamente).ii

Lógicamente esta visión encontró sustento en la observación de una rápida expansión y


densificación de los procesos de interconexión a nivel económico, político y social, tanto en los
estados entre sí, como con otro tipo de actores, trasnacionales y subnacionales. Procesos de
creciente interdependencia que explican por qué es ésta una globalización que no encuentra
comparación con la de otros momentos históricos: “La pura magnitud, complejidad y velocidad es
lo que distingue a la globalización contemporánea de períodos anteriores” iii. Pero así como esto
tiene varios efectos positivos, uno de ellos es también facilitar la conexión a gran escala de actores
en distintas partes del mundo: “la reducción de costos ha permitido a más actores participar en la
política mundial a mayores distancias, llevando a áreas cada vez mayores de esta política mundial a
aproximarse al tipo ideal de interdependencia compleja”iv. Son estos factores, entre otras cosas, los
que han permitido que gane protagonismo en la escena internacional un actor en particular: el
terrorismo.

De hecho, el estudio de Jorge Luis Colombo acerca de las características del terrorismo en el
nuevo escenario internacional se corresponde con esta visión: “Las organizaciones terroristas [hoy
en día] admiten la integración de individuos de credos diversos y lo mismo ocurre con su filosofía
básica, la que trasciende las tradicionales líneas divisorias que separan las distintas doctrinas
políticas; en un sentido amplio, el terrorismo es una herramienta de trabajo de bajo costo, multiuso
y multipropósito”v .

Es a partir de estas circunstancias que puede entenderse el contexto del surgimiento de una
agrupación como la Jihad Islámicavi. Sin un espacio previo que le permitiera a la misma actuar -al
estar constreñida su acción por un conflicto de dos superpotencias como podía suceder en los años
duros de la Guerra Fría-, no sorprende que apareciera en todo su esplendor una vez que dicho
conflicto ya no le significó un obstáculo para la concreción de sus objetivos, lo cual queda
evidenciado en la misma época en la que se registra por primera vez un acto adjudicado a esta
organización.vii. Uno es testigo aquí del surgimiento del terrorismo sagrado: “las implicancias de un
nuevo terrorismo, motivado en gran medida por imperativos religiosos, ha constituido uno de los
elementos distintivos del terrorismo internacional de los últimos treinta años” viii. Y, lo que es más,
“la religión y su condición de sacramento dentro del culto, sumado a la potencia que le proporciona
la mundialización de los medios de comunicación e información, y el riguroso anonimato de sus
autores y cómplices, lo convierten en un arma de terror exponencial” ix Con este panorama en mente
es posible ahora pasar a analizar cómo se insertó la política exterior argentina en el contexto
internacional de la década de 1990.

El gobierno de Carlos Menem: la elección por Occidente y los bloques regionales

Durante la década de 1990 tuvo lugar un giro inesperado en materia de política exterior en
nuestro país. Considerando que el peronismo se encontraba en el gobierno, y que tradicionalmente
fue una fuerza política que, al menos discursivamente, apoyó una postura neutral o de “Tercera
Posición” frente a las potencias occidentales, es notoria la diferencia que se presentó, a partir de un
movimiento de acercamiento a las mismas en pos de mantener relaciones de mutua camaradería,
una alianza valiosa que desde esta perspectiva podría significar la obtención de beneficios en varios
frentes. El discurso de la época tendía a lo siguiente: el consenso de Washington había impactado
fuertemente en América Latina, y sobre todo en países como Argentina, que a través de su
dirigencia gubernamental pusieron en práctica con altos índices de apoyo un programa económico
destinado a romper para siempre con las políticas desarrollistas, o las políticas económicas
“heterodoxas” de los '80 que intentaron salvaguardar el modelo de décadas anteriores. Este
consenso supuso desde el principio una alineación con Washington tal que dio origen a la tan
famosa expresión del canciller Guido Di Tella de la política de “relaciones carnales” x. Si bien esto
se plantea en términos económicos inicialmente, las consecuencias a nivel estratégico podían llevar
a “alianzas por asociación”:

Esta alianza estratégica y económica con los Estados Unidos y los países desarrollados de Occidente
procuró responder a los datos provenientes del fin de la Guerra Fría en los contextos global y
regional: el colapso de la Unión Soviética, las transformaciones políticas y económicas en los países
socialistas de Europa del Este, China y Cuba, el fortalecimiento de la posición hegemónica de los
Estados Unidos y la expansión de la influencia de las instituciones multilaterales a ella ligados –
Naciones Unidas (ONU), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Acuerdo de
Tarifas y Comercio (GATT), Organización Mundial del Comercio (OMC)-, la aceleración de la
globalización económica y financiera y la consolidación de la tendencia hacia la democratización en
la región iniciada durante la década de 1980. xi

La Argentina se vio a sí misma en estos momentos como depositaria de todas las


características que podían lograr una afinidad con las potencias de Occidente. Y en ese sentido, se
quiso distanciar de posturas anteriores, siendo que “no queríamos ser parte del tercer mundo, que
respetábamos a los que por desgracia estaban en esa categoría y que si hacían ciertas políticas
podían mejorar pero ciertamente nosotros no queríamos estar dentro de ese género y menos
voluntariamente”xii. En ese distanciamiento también se incluyó un cambio en la política nuclear y
armamentística; por un lado se firmaron luego de años de puesta en vigencia en varios países del
resto del mundo el tratado de Tlatelolco y el más abarcativo Tratado de No-Proliferación Nuclear.
Por otro lado se suspendió el proyecto Cóndor II, un tema ríspido en la agenda bilateral con los
Estados Unidos sobre todo por quiénes eran los socios de Argentina en esta cuestión y las
implicancias que podía tener el desarrollo de un misil de mediano alcance en una región en donde
las distancias podían acortarse tanto como Medio Orientexiii. Específicamente, Egipto y Siria.

De todas las consecuencias que pueden extraerse de este curso de acción, una sobresale
cuando se trata de analizar el camino que condujo al atentado a la Embajada de Israel. La opción
por Occidente no sólo marcó un giro respecto a la idea de la Tercera Posición, sino que reacomodó
la orientación política argentina respecto del conflicto entre árabes e israelíes a partir de las
constantes guerras entre ellos desde la aparición misma del Estado de Israel en la década de los '40:

Sólo a la postre del triunfo electoral de Menem fue que el esfuerzo de su gobierno post-peronista
para alinear al país con los Estados Unidos en la arena internacional, superando de esta manera la
desconfianza que sucesivas administraciones argentinas -particularmente las primeras de Perón-
habían generado en Washington y en la opinión pública norteamericana, puede tener repercursiones
importantes para la política exterior de la Argentina en Medio Oriente también. La otrora
preocupación por mantener una equidistancia en el conflicto árabe-israelí fue reemplazada por un
giro definitivo en favor de Israel.xiv

Un signo claro de este giro en la política exterior argentina fue el envío de asistencia militar
a la ya mencionada Guerra del Golfo, en 1991, lo cual significó una toma de postura frente a un
debate instalado ya desde tiempo atrás. “Las grandes potencias tienen intereses económicos que
defender. La Argentina no en esa región [Medio Oriente]. Un alto funcionario dijo que hay un
nuevo tablero en el mundo y que Carlos Menem puso a la Argentina en el centro de ese tablero. No
es así; debemos tener los pies sobre la tierra. Seamos más serios y modestos. No estamos en el
xv
centro del tablero mundial” . Este, en principio, no fue un pensamiento compartido por la
administración que ocupó el gobierno durante esos años, ya que hubo más cuestiones que marcaron
una postura a favor de Israel: “Desde una posición ciertamente distante de la administración anterior
se pasó a una política de franco acercamiento (visita del presidente a Tel Aviv, satisfacción del
pedido de la organización mundial judía sobre los archivos nazis) y por último se contabiliza
también como eventual motivo, los reiterados ofrecimientos del presidente a mediar en el conflicto
de Medio Oriente”xvi.

Otro interesante contrapunto presentado en la política exterior del gobierno de Carlos


Menem respecto a anteriores administraciones fue la intensificación del compromiso por centrarse
en los bloques regionales, tanto por cuestiones económicas -especialmente- como estratégicas -aún
si ésto último constituyó al comienzo más una expresión de deseo a futuro que una posibilidad
concreta de realizar esfuerzos conjuntos con otros países de la región en ese ámbito (que, por
supuesto, es un tema más que sensible para cualquier Estado, y las hipótesis de conflicto de
Argentina con países limítrofes se habían desactivado hacía demasiado poco tiempo), enfrentado
esto a la histórica reticencia de nuestro país a la vinculación en el ámbito regional latinoamericano.

La vuelta al fortalecimiento de instituciones clásicas como la OEA (y sus derivados como el


CICAD), o el intento por establecer acuerdos más sólidos, como el Grupo de los 8 -posteriormente
el Grupo de Río- mostraban una voluntad argentina por reinsertarse en el panorama regional, si bien
esto nunca dejó de obedecer a la política de alinearse con los Estados Unidos. xvii Pero fue ya un
cambio de perspectiva significativo el considerar a América Latina como una región en la cual valía
la pena insertarse, siendo que con el apoyo norteamericano podía ser factible la consolidación de un
liderazgo argentino: “Finalmente todo eso [la hostilidad con los países vecinos] ha cambiado con la
alianza de profundidad como el Mercosur que está basado en el eje Argentina-Brasil más la
colaboración importante cualitativa de Uruguay y Paraguay. Finalmente tenemos una relación
armoniosa con los principales países del mundo. Esto creo que está incorporándose a la conciencia
del país”xviii

17 de marzo de 1992: la explosión que enmudeció a un país entero

Un pequeño paréntesis se vuelve necesario en este punto del desarrollo para dar cuenta del
momento particular de quiebre en el seguimiento de los acontecimientos.

A pesar de las críticas a la política exterior del gobierno de Menem por su alto perfil en lo
que concernía a su alineamiento estratégico, y a los indicios internacionales de que el conflicto
árabe-israelí estaba mutando en sus términos, el ataque a la Embajada de Israel tomó por sorpresa a
una sociedad que no se encontraba preparada mentalmente para un suceso de estas características.
Al fin y al cabo, la comprensión misma de lo que podía significar ese terrorismo lejano no dejaba de
estar permeada en el inconsciente colectivo local por “la antinomia existente entre una supuesta
represión ejercida por el terrorismo de estado (sea cual fuere el período estudiado, que hubo varios)
versus las variadas expresiones de la subversión, guerra revolucionaria, guerrilla urbana,
«terrorismo legítimo», «lucha por la libertad», «reacción-a-la-opresión-de-arriba-hacia-abajo» o
como quiera llamársela”xix. El cariz de aquello que vino a golpear de lleno y por sorpresa a lo que
hasta ese momento era una sociedad que pretendía seguir adelante y sanar sus heridas frente a los
cruentos sucesos de décadas pasadas, fue algo totalmente distinto. Porque, como ya se ha
mencionado anteriormente, la lógica de los que perpetraron el acto del atentado no obedecía a nada
que los argentinos hubieran experimentado antes:

Podría decirse que el terorrismo es el ataque deliberado y sistemático al tejido social (sea cual fuere
dicha socidad) al sólo efecto de inspirar alguna forma de terror que facilite la consecución de
objetivos políticos. Sin duda, la expresión «objetivos políticos» resulta tan ambigua como
contradictoria, pero parecería ser que no existe otra mejor, porque contiene la esencia del terrorismo,
que es el ataque a los «hors de combat» (fuera de combate o población civil inocente). La realidad de
los hechos señala que cuanto más alejado se encuentre el blanco del ataque de la supuesta finalidad
del mismo, tanto mejor, puesto que mayor será el terror y la repercusión obtenidas xx

Es ante esta situación tan traumática que el gobierno se vio obligado a actuar, y lo hizo en
consonancia con la política exterior que venía proyectando hasta el momento: recurriendo al auxilio
de sus aliados.

Reacción frente al atentado: el pedido de ayuda internacional y “nuestro lugar en el mundo”

Por un lado es menester destacar la rapidez con la que nuestro país reaccionó
diplomáticamente frente el atentado. Las noticias del momento registran que el mismo día del
ataque el presidente ya estaba contactando a los servicios de inteligencia americanos (CIA) e
israelíes (Mossad), así como solicitando la colaboración de fuerzas de seguridad de otros países
como España o Franciaxxi para establecer peritajes en el área de la explosión. Es destacable
mencionar asimismo la presteza con la que los diversos sectores convocados se apersonaron
alrededor de lo ocurrido en la Embajada para intentar esclarecer lo más rápido posible interrogantes
tales como quién podía ser el responsable del atentado, si tenía que ver con un hecho aislado o si era
parte de algo previamente organizado, así como si tenía que ver con un tema de política exterior o
correspondía a algún tipo de ataque internoxxii. Carlos Fayt menciona la colaboración, entre otros, de
Interpol Bruselas, la embajada de los Estados Unidos, el FBI, la Oficina de Coordinación para
Contraterrorismo del Departamento de Estado de los Estados Unidos, etcxxiii.

De alguna manera esto puede leerse como un signo de que la postura defendida desde el
comienzo de la gestión de Menem acerca del alineamiento con Occidente tenía algún grado de
efectiva reciprocidad: el ataque fue más que eso; se presentó como un hecho simbólico contra esta
coalición de estados que pretendían avanzar hacia el mundo presentándose como democráticos y
neoliberales. La alianza de países al estilo de Fukuyama en su máxima expresión debió enfrentarse
contra un enemigo al que había identificado como un actor territorializado y local, cuando el éxito
en lograr hacer explotar una bomba en la embajada del enemigo histórico en un país tan lejano al
desarrollo de los acontecimientos más salientes del conflicto árabe-israelí mostró al mundo la
verdadera naturaleza de ese terrorismo fundamentalista que empezaba a mostrar su poder: un
terrorismo al que no le iba a importar ni la distancia, ni la idiosincrasia de quien fuera su objetivo,
medido siempre en términos del contrario traidor que debe ser eliminado.

Otro punto interesante es el pedido de ayuda que se formuló al Grupo de Río -previamente
conocido como Grupo De Los 8- en tanto uno de los objetivos del mismo desde su formación fue
construir una tendencia hacia políticas comunes de seguridad regional. Ciertamente el atentado
planteó un desafío interesante a esta cuestión, dado que no estaba previsto como tema en agenda de
la inminente reunión que se iba a realizar hacia fines de marzo de 1992 xxiv. Sin embargo hubo una
fuerte determinación en su momento desde la Cancillería de impulsar el tratamiento del terrorismo
como prioritario, en tanto “El ruin atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, no ha
afectado solo a la Argentina sino a toda la subregión” xxv. De hecho durante la reunión, entre otros
temas tratados, se logró el compromiso regional de unificar acciones para luchar contra el
terrorismo internacional, en principio cooperando en materia de inteligenciaxxvi.

Quedó demostrado que la Argentina no se intimidó ante la perspectiva de pedir ayuda, no


quiso aislarse del mundo sino todo lo contrario, acudir a él. Todas estas medidas pueden asociarse,
de alguna manera u otra, con las líneas más generales de política exterior seguidas antes y después
de lo ocurrido, lo cual es digno de destacarse puesto que se logró mantener la estabilidad
diplomática frente a un hecho tan desequilibrante e inesperado como lo fue el atentado.

Por otra parte, la contracara de esta actuación diplomática se encuentra en las reflexiones
que se suscitaron respecto de encontrar un por qué a lo acontecido. ¿Por qué la Argentina? Y la
respuesta estuvo sustentada, en algunos casos, en la búsqueda de antecedentes de la política exterior
que pudieran servir como una especie de justificación para canalizar en la racionalidad algo que
quizás no era tan susceptible de serlo. Es decir, se intentó asociar el atentado a la Embajada de
Israel con la política de alineamiento a los Estados Unidos que se venía sosteniendo. Y en este
sentido puede contextualizarse el controversial dicho del entonces canciller Guido Di Tella cuando
entendía que “El atentado se produjo porque la Argentina tiene presencia internacional y no es que
haya ingresado al primer mundo, sino al mundo” xxvii. De alguna manera el hecho de que un atentado
hubiera ocurrido en nuestro país obedecía al costo de pertenecer. Si bien luego se retractó de lo
dicho, argumentando que “[el ataque] no está relacionado con la política exterior argentina, sino que
es el resultado de una lucha entre las comunidades árabes y judías, que usan al mundo como
escenario”xxviii, ciertamente no fue el único que encontró una relación causa-consecuencia entre las
decisiones de política exterior y el hecho de que el atentado hubiera ocurrido aquí xxix. Esto será
retomado hacia el final del trabajo.

Queda plasmar a continuación, en una breve instancia de disgresión previa, un registro


general de la evolución del atentado en términos de su esclarecimiento, simplemente para dar
cuenta de algunas cuestiones que también serán utilizadas en el análisis de cierre.

Éxitos o fracasos de los poderes estatales y los límites a la gobernabilidadxxx

El 10 de mayo de 1999 la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictaminó, por mayoría de


votos, que la Jihad Islámica, en tanto brazo armado de Hezbollah era responsable de la organización
y perpetración del atentado a la Embajada de Israel, quedando todavía como interrogante la cuestión
de la conexión local, es decir, quiénes y de qué manera habían ayudado en el terreno para que el
atentado pudiera realizarse efectivamente. Esto provocó descontentos en el sector israelí: “La corte,
sin embargo, ´no nombra a Irán en su fallo, defraudando así a los gobiernos de Argentina, Estados
Unidos e Israel que esperaban una nítida condena al régimen de Teherán'” *xxxi. Del otro lado de la
controversia la visión era distinta:

No es beneficioso para las instituciones de la República que la Corte Suprema continúe siendo
blanco de durísimas acusaciones -sin sustento alguno- que no hacen más que desprestigiarla y
generar un descrédito generalizado hacia la justicia en la sociedad. Reitero: el criminal atentado debe
ser enmarcado en el conflicto existente en Medio Oriente, y la Corte entendió […] la participación
que le cupo a la organización terrorista Hezbollah -a través de su brazo armado Jihad Islámica-
enemigo permanente del sionismoxxxii

Ahora bien, ¿por qué referirse a ese daño a las instituciones? La discusión en torno al rol que
la Corte Suprema pudo haber tenido para hallar a los culpables del atentado fue agitada durante
todos los años de investigación, achacándole responsabilidades que muchas veces no podía abarcar.
A su vez, la cuestión se complejiza aún más cuando se expande el campo de visión hacia otros
sectores gubernamentales. Concretamente, el interrogante que acompañó también el desarrollo de la
causa judicial fue el siguiente: ¿hubo algún tipo de encubrimiento de la causa? Y esto a partir de dos
líneas de investigación que nunca llegaron a profundizarse. Por un lado la conexión local que
facilitó el atentado a la Embajada de Israel involucraría a miembros de las fuerzas de seguridad
nacionales, ya fuera de la Policía Federal o de la Policía de la provincia de Buenos Aires xxxiii. Por
otra parte la llamada conexión siria se habría esfumado de la causa por tener relación directa con el
Presidente de la Nación:

Luego de la Guerra del Golfo, la presión diplomática estadounidense (sumada a una cierta
inclinación en esa dirección por parte de Guido Di Tella y su equipo) provocó que la Argentina
pusiera un alto al proyecto del misil Cóndor y se uniera al Tratado de No-Proliferación Nuclear.
Assad [Hafez al-Assad, quien contribuyera a financiar la campaña presidencial de 1989] se sintió
traicionado y simplemente eliminó a la Argentina de la lista de objetivos prohibidos para Hezbollah
xxxiv

Ambos planteos, si bien no son contrafácticos, sí carecieron de evidencia suficiente en su


momento como para dar lugar a una profundización de la investigación. Y sobre todo en el caso de
la idea de que las fuerzas de seguridad locales hubiesen tenido algo que ver, esto ciertamente
bloquea el procedimiento para llegar a descubrir alguna vez los detalles de la participación local en
el atentado, asumiendo por lo tanto que las circunstancias que rodearon esta cuestión nunca
quedarán del todo clarasxxxv.

A modo de conclusión

En la medida en que el contexto internacional a menudo afecta las dinámicas que se dan a
nivel local -algo que marca la interconectividad de los tiempos en que vivimos- también tiene un rol
importante en esta cuestión lo que sucede a la inversa: reflejado en la política argentina esto se
manifiesta en las implicancias de la política interna en el delineamiento de una política exterior
concreta acerca de un tema que atraviesa la política internacional como lo es el conflicto árabe-
israelí. Ambos procesos se entremezclan al echar un vistazo a todos los temas que se desprenden del
análisis del atentado a la Embajada de Israel. El mismo no ocurrió porque sí, no fue una casualidad
ni un hecho único e irrepetible, amén de los dichos de León Arslanian en 1992xxxvi

Siguiendo la línea de lo que argumenta Fayt en el extracto citado en el apartado anterior, una
posible justificación de la falta de un accionar más enérgico por parte del gobierno argentino para
sancionar a los culpables, un gesto tal como la ruptura de relaciones diplomáticas con Irán
ciertamente lo hubiera sido -lo cual formaba parte de las demandas constantes de la dirigencia local
de la comunidad judía y de las autoridades de la delegación diplomática israelí-, se encontraría en la
extra-territorialidad del conflicto que funcionó como catalizador del atentado. Es decir, habiendo
hecho todo lo posible por esclarecer las condiciones de origen, organización y preparación del
mismo (todo lo cual apuntó a la responsabilidad de la Jihad Islámica) se habría cumplido con la
tarea correspondiente. Tomar una decisión que fuese más allá hubiera sido, desde esta perspectiva,
un riesgo que diplomáticamente Argentina no podría haber estado dispuesta a correr. Éste sería el
comportamiento a demostrar por un actor inserto en el mundo, al fin y al cabo. Y por otro lado, la
política exterior pro-occidentalista no opacó nunca totalmente la vocación mediadora de un país
como el nuestroxxxvii que en su seno alberga grandes comunidades tanto árabes como judías, lo cual
por supuesto también implica que decisiones que inclinen la balanza muy fuertemente hacia uno u
otro lado traigan aparejados costos políticos importantes a nivel local. Dichos costos políticos
también hubieran sido difíciles de afrontar de confirmarse fehacientemente las evidencias de
encubrimiento, pero eso refleja más que nada la inefectividad de las instituciones políticas de
nuestro país para actuar independientemente unas de otras y arribar a resultados libres de todo tipo
de ataduras que oscurecen lo elemental: saber qué fue lo que pasó.

Nunca puede comprenderse un suceso de manera acabada. Siempre hay aristas, siempre hay
factores, actores y elementos varios que atraviesan el hecho en sí. El atentado a la Embajada de
Israel ocurrió y, en sí mismo, merece ser estudiado. Pero también hay que asumir que una
aproximación profunda al tema no puede circunscribirse a una sola visión en particular. Pensarlo
como un hecho aislado ciertamente es una actitud que ignora ciegamente las circunstancias que el
mundo atravesaba en aquel momento. Verlo exclusivamente a través del prisma del antisemitismo
no permite indagar acerca de qué rol le correspondió a la Argentina, en tanto sus responsabilidades
de defender un territorio extranjero dentro del país fallaron.

Al analizar las páginas anteriores uno puede sostener que la política exterior argentina fue
correcta, acorde a las circunstancias al momento de producirse el atentado. Pero quizás ejercitar el
equilibrio y la prudencia -algo que por supuesto no es sencillo- de manera constante hubiera evitado
una confrontación que no tenía por qué suceder. Asimismo lo ocurrido demostró cómo empiezan a
transformarse los mecanismos de relaciones exteriores en el mundo: si el interlocutor de una
diplomacia estatal tradicionalmente era otra diplomacia estatal, asistimos a un escenario en el cual
existen múltiples interlocutores, y al tomar una decisión o declarar una postura determinada
respecto a cuestiones que son controversiales a nivel mundial -y ciertamente elegir estar a favor de
Israel puede ser controversial- aquellos que van a responder no serán solamente otros Estados. Eso
debería ser tenido en cuenta.
i Daniel Ulanovsky Sack, “No les demos el gusto”, diario Clarín, 19 de marzo de 1992, p. 19.
ii Kenneth N. Waltz., “Globalization and American Power” en The National Interest, primavera de 2000, p. 46.
iii Robert O. Keohane y Joseph S. Nye, “Globalization: What's New? What's Not? (And So What?) en Foreign Policy,
primavera de 2000, pp. 111-112.
iv Ibíd., p. 118.
v Jorge L. Colombo, “Terrorismo”, en Boletín del Centro Naval, Volumen 114, n° 783, Buenos Aires, Julio, Agosto y
Septiembre de 1996, p. 495.
vi La Jihad Islámica es considerada como el grupo que representa el brazo armado de Hezbollah, organización
político-militar de origen libanés. Para más información consultar el artículo “La historia del Hezbollah y su brazo
armado, la Jihad”, diario Clarín, 29 de marzo de 1992, p. 4. (Disponible en el anexo). También es una buena
referencia para entender el surgimiento del “Partido de Dios” desde una perspectiva diferente el paper de Neil
Sammonds, “Within the Meaning of the Definition” en Index on Censorship, n° 31, Sage Publications, 2002, pp.
46-54.
vii De hecho, en el artículo mencionado más arriba se especifica que esto sucedió en 1983, en pleno declive de la
URSS, cuando ya se perfilaba el ascenso de los Estados Unidos y los conflictos étnicos alrededor del mundo
comenzaban a estallar. El terrorismo que interesa a los propósitos de este trabajo, por lo tanto, irrumpe en escena a
partir de la desterritorialización del conflicto árabe-israelí, por un lado, pero también como expresión de numerosos
conflictos previamente existentes a la caída del muro de Berlín y el fin del mundo bipolar.
viii Jorge L. Colombo, ob. cit.., p. 491.
ix Carlos Fayt, Criminalidad del terrorismo sagrado; el atentado a la embajada de Israel en Argentina, La Plata:
Editorial Universitaria de La Plata, 2001, p. 15.
x En tanto esto implicaba una política de seducción de las grandes potencias, y sobre todo de Estados Unidos.
xi Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas, Tomo XV: Las "relaciones
carnales": Los vínculos con las grandes potencias, 1989-2000, Capítulo 1, Primera Parte, “Introducción”.
xii Guido Di Tella, Disertación en el Centro Argentino de Ingenieros, 26 de mayo de 1995.
xiiiAndrés Cisneros y Carlos Escudé, op. cit., Capítulo 1, Primera Parte, “Las medidas adoptadas por el gobierno
argentino respecto de cuestiones estratégicas vitales para el gobierno norteamericano”, apartado c): “Las medidas
adoptadas por las autoridades de la Casa Rosada y el Palacio San Martín en materia de política nuclear, no
proliferación y tecnologías sensibles”
xiv Ignacio Klich, “Arms for the Middle East and Argentina's Efforts at a Balanced Approach to the Arab World and
Israel”, en Diplomacy and Statecraft, Volumen 7, n° 3, Londres: Frank Cass, noviembre de 1996, pp. 720-721.
xv Esto lo sostuvo Hipólito Solari Yrigoyen ya en el año 1990 en Hipólito Solari Yrigoyen, “La Argentina en el
conflicto del Golfo Pérsico”, en América Latina/Internacional, Volumen 7, n° 26, FLACSO: Octubre-Diciembre
de 1990 De las hipótesis frescas respecto de los catalizadores del atentado, dos años después, cabe mencionar lo que
argumentó en su nota Tabaré Areas, “Detrás del atentado”, diario Clarín, 19 de marzo de 1992, p. 19 “¿O se
desconoce que desde la oposición hace tiempo que se viene advirtiendo al Gobierno sobre los riesgos de terminar
importando el problema del terrorismo internacional al tomar abierta y participativa postura en el conflicto del golfo
Pérsico, enviando allí dos naves de guerra?” .
xvi Luis Torres, “El ingreso al mapa del miedo”, Diario Popular, 19 de marzo de 1992, p. 13.
xviiAndrés Cisneros y Carlos Escudé, ob. cit., Capítulo 2, Tercera Parte, “La actuación argentina en los foros
multilaterales de alcance regional y su impacto en las relaciones con Estados Unidos”.
xviiiGuido Di Tella, ob. cit.
xix Jorge L. Colombo, ob. cit, p. 490.
xx Ibíd, p. 492.
xxi Ver las notas “Menem pidió colaboración de la CIA”, diario Clarín, 18 de marzo de 1992, p. 3; y de Daniel Santoro
“Argentina pide ayuda internacional”, diario Clarín, 19 de marzo de 1992, p. 8 y “Más de 120 agentes extranjeros
están investigando el atentado”, diario Clarín, 29 de marzo de 1992, p. 5.
xxiiHipótesis primeramente arriesgada por el presidente Menem y descartada inmediatamente. Un interesante
seguimiento de las reacciones inmediatas del espectro político argentino se encuentra en la nota de Atilio Cadorín,
“La fuerza moral de la respuesta”, diario La Nación, 22 de marzo de 1992, p. 9.
xxiiiCarlos Fayt, ob. cit., p. 100.
xxiv “Firman un acuerdo contra el terrorismo”, diario Clarín, 28 de marzo de 1992, p. 11.
xxv Ovidio Bellando, “Los cancilleres del Grupo de Río en búsqueda del consenso regional”, diario La Nación, 24 de
marzo de 1992, p. 10.
xxvi Patricio Bernabé, “Acción cojunta antiterrorista”, diario La Nación, 28 de marzo de 1992, p. 1.
xxvii “Di Tella: 'Pasó porque tenemos presencia'”, diario Clarín, 21 de marzo de 1992, p. 10.
xxviii “Di Tella aclara”, diario Clarín, 26 de marzo de 1992, p. 14.
xxix Nuevamente ver la nota de Tabaré Areas, “Detrás del atentado”, diario Clarín, 19 de marzo de 1992, pp. 18-19.,
xxx La expresión “límites a la gobernabilidad” alude a un artículo citado debajo. Ver nota xxxiv.
* Cita extraída de Página/12, 11 de mayo de 1999.
xxxi Embajada de Israel en Argentina, Puntos de referencia para el análisis del atentado contra la Embajada de
Israel en Argentina, Buenos Aires: Editorial Ariel, agosto de 2000, p. 13.
xxxii Carlos Fayt, ob. cit., p. 154.
xxxiii Embajada de Israel en Argentina, “1997: ausencia policial y audiencia de los peritos” en Puntos de referencia
para el análisis del atentado contra la Embajada de Israel en Argentina, Buenos Aires: Editorial Ariel, agosto
de 2000.
xxxiv Carlos Escudé y Beatriz Gurevich, “Limits to Governability, Corruption and Transnational Terrorism: The Case
of the 1992 and 1994 Attacks in Buenos Aires” en Estudios interdisciplinarios en América Latina y el Caribe,
Volumen 14, n° 2, Tel Aviv: Universidad de Tel Aviv, Escuela de Historia, 2003.
xxxv Ibíd. Si bien habría evidencia suficiente como para ir más allá de la “duda razonable”, según los autores.
xxxvi “Arslanian no cree que vuelva a repetirse”, diario Clarín, 23 de marzo de 1992, p. 3. Ciertamente el atentado a la
AMIA contradijo este pensamiento.
xxxvii Al respecto corresponde mencionar la expresión del texto de Andrés Cisneros y Carlos Escudé, occidentalismo
no automático en ob. cit., Capítulo 1, Primera Parte, “Las medidas adoptadas por el gobierno argentino respecto
de cuestiones estratégicas vitales para el gobierno norteamericano”, apartado a): “La participación argentina en la
Guerra del Golfo”.
Referencias bibliográficas

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Tomo XV: Las "relaciones carnales": Los vínculos con las grandes potencias, 1989-2000,
Capítulo 1: La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y los Estados Unidos
durante la década de 1990: El ingreso al paradigma de “relaciones especiales”, Primera
Parte, “Introducción”, “Las medidas adoptadas por el gobierno argentino respecto de
cuestiones estratégicas vitales para el gobierno norteamericano” y “Las cuestiones no
resueltas de la agenda bilateral”; Capítulo 2: La dimensión multilateral de las relaciones
entre Argentina y Estados Unidos durante la década de 1990: el ingreso al paradigma de las
“relaciones especiales”, Tercera Parte, “La actuación argentina en los foros multilaterales
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• Escudé, Carlos y Gurevich, Beatriz, “Limits to Governability, Corruption and Transnational


Terrorism: The Case of the 1992 and 1994 Attacks in Buenos Aires” en Estudios
interdisciplinarios en América Latina y el Caribe, Volumen 14, n° 2, Tel Aviv:
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Artículos de diarios (disponibles en el anexo)

Clarín

• “Menem pidió colaboración de la CIA”, 18 de marzo de 1992, p. 3.


• Santoro, Daniel, “Argentina pide ayuda internacional”, 19 de marzo de 1992, p. 8.
• Areas, Tabaré, “Detrás del atentado”, 19 de marzo de 1992, pp. 18-19.
• Ulanovsky Sack, Daniel, “No les demos el gusto”, 19 de marzo de 1992, p. 19.
• Firpo, Hernán, “No había custodia political cuando estalló la bomba”, 21 de marzo de 1992,
p. 5.
• “Di Tella: 'Pasó porque tenemos presencia'”, 21 de marzo de 1992, p. 10.
• Van der Kooy, Eduardo, “El retorno del terrorismo”, 22 de marzo de 1992, pp. 18-19.
• “Arslanian no cree que vuelva a repetirse”, 23 de marzo de 1992, p. 3.
• “Di Tella aclara”, 26 de marzo de 1992, p. 14.
• “Firman un acuerdo contra el terrorismo”, 28 de marzo de 1992, p. 11.
• “La historia de Hezbollah y su brazo armado, la Jihad”, 29 de marzo de 1992, p. 4.
• Santoro, Daniel, “Más de 120 agentes extranjeros están investigando el atentado”, 29 de
marzo de 1992, p. 5.
• “Podrían realizar operativos conjuntos contra el terrorismo”, 31 de marzo de 1992, p. 4.

La Nación

• Anaya, Angel, “La Argentina, un lugar en el mundo”, 19 de marzo de 1992, p. 8.


• Crespo, Julio, “El terrorismo internacional deja sus escenarios habituales”, 19 de marzo de
1992, p. 16.
• Cadorín, Atilio, “La fuerza moral de la respuesta”, 22 de marzo de 1992, p. 9.
• Bellando, Ovidio, “Los cancilleres del Grupo de Río en búsqueda del consenso regional”, 24
de marzo de 1992, p. 10.
• Bernabé, Patricio, “Acción cojunta antiterrorista”, 28 de marzo de 1992, p. 1.
• Bernabé, Patricio, “Acuerdo con Colombia para combatir el terrorismo y el narcotráfico”, 28
de marzo de 1992, p. 4.

Diario Popular

• “El día después de un horror que aún golpea”, 19 de marzo de 1992, pp. 12-13.
• Torres, Luis, “El ingreso al mapa del miedo”, 19 de marzo de 1992, p. 13.
• “Manzano: 'También nos toca vivir la guerra'”, 20 de marzo de 1992, pp. 8-9.
• “La temeraria prueba de la Jihad Islámica”, 24 de marzo de 1992, p. 11.

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