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DE PÁJAROS Y PAJARILLOS
Todo acabó tan amargamente como era de esperar. De nada han servido las
manifestaciones multitudinarias por toda la región, las exigencias y las súplicas, ya
fueran éstas vehementes o serviles. La historia se repite de nuevo en un proceso
que, por lo visto, no se acabará hasta que todos los castellanos tengamos que
emigrar a Alemania para encontrar ya no un empleo digno, sino simplemente algún
trabajo con el que poder subsistir. Tras una primavera y unos meses que se
antojaban más que calientes, no sólo en sentido meteorológico, el infortunio volvió
a cebarse sobre dos de las provincias más depauperadas de España: Palencia y
Zamora. Se hizo realidad el anuncio de Ebro-Puleva de cerrar dos de las seis plantas
azucareras que poseía en la región, en concreto, las de Monzón de Campos
(Palencia) y Zamora. Más de cuatrocientos trabajadores, entre fijos y discontinuos,
han perdido sus puestos de trabajo y, muchos de ellos, debido a su edad, no lo
suficientemente avanzada para acogerse a los planes de prejubilación y demasiado
madura para encontrar un nuevo empleo en una región donde escasea, se tendrán
que enfrentar contra un futuro más que negro gracias a las increíbles ventajas del
Estado social, libre y democrático.
Otra vez, por encima de toda lógica y, ante todo, del Bien Común, han primado los
oscuros intereses de la gran empresa, con el cómplice silencio de los políticos,
convertidos en simples títeres en manos de aquélla. Es difícil comprender que una
empresa sea capaz de cerrar dos de sus factorías más productivas y rentables -el
precio medio de producción de tonelada de azúcar era bajísimo, a pesar de que su
más que notable estado de abandono, propio de viejas fábricas situadas en alguna
república de la antigua URSS- argumentando, torpes excusas de competitividad,
mientras tienen la desfachatez de asegurar inversiones en las molturadoras que
seguirán en activo -La Bañeza, Peñafiel, Miranda de Ebro y Toro- y la creación una
planta de empaquetado en Benavente -donde, para más INRI, ya existe una- y una
destilería con planta de cogeneración en Monzón de Campos que, si algún día
llegaran a construirse, emplearían unas pocas decenas de personas.
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millones de pesetas, puesto que se verán finalmente obligados a transportar la
producción a cualquiera de las otras cuatro fábricas, dado que los cultivadores de
remolacha -una de las últimas explotaciones rentables de la provincia palentina- no
reciben compensación por portes, cargándose otro coste más sobre sus ya muy
maltratados espinazos. A estos campesinos, cuyas manos rugosas y encallecidas
serán las que sostengan con más fuerza las conquistas del nacionalsindicalismo,
como diría Onésimo Redondo -precisamente, abogado del sindicato remolachero de
Valladolid-, como siempre, se les ha relegado al último de los rincones
Más indignante ha sido, aún, la actitud de los políticos de uno y otro bando,
llevándose las manos a la cabeza por algo que, como el cierre de Fontaneda y de la
azucarera de Venta de Baños, se adivinaba desde hacía muchos años. Y además de
indignante ha tocado techo en cuanto a hipocresía y cinismo: mientras en Palencia y
Zamora todo el Partido Popular se echaba a las calles en contra del cierre de las
fábricas, León de la Riva, su compañero y alcalde de Valladolid, defendía la actitud
de la empresa so pretexto de que «Ebro-Puleva no es una ONG».
Castilla se muere. Es un hecho. Algunas provincias han perdido cerca del cuarenta
por ciento de su población en los últimos treinta y cinco años. Una región
eminentemente agrícola que afronta en solitario la crisis de un sector envejecido.
Sólo los cultivos vitivinícolas son rentables, pero únicamente son extensos en
alguna provincia y su auge proviene de una moda acaecida en los últimos años que
podría desvanecerse en cualquier momento. Cada día se cierran más industrias.
Valga como ejemplo la provincia de Palencia donde en los últimos años han
desaparecido fábricas como las galleteras, las de mantas, las armamentísticas y
metalúrgicas... La práctica totalidad de los titulados formados en las cuatro
universidades públicas de la región, se ven obligados a marcharse a Madrid o al
extranjero para encontrar un mísero trabajo inexistente aquí, mientras los políticos
profesionales nos intentan vender las cacerolas del turismo rural y de las cuatro
pequeñas empresas de nueva creación que se crean por cada gran empresa que se
cierra. A este paso, sólo reaccionarán en condiciones cuando en la región, a punto
de despoblarse, escaseen los votantes que los elijan y los contribuyentes que los
mantengan.
Se nos está escapando el centenario de José Antonio. El año 2003 era esperado con
júbilo desde hace tiempo. Se oían voces que decían que se conseguirían recuperar
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su nombre y su memoria, que se le sacaría de la marginalidad y la Falange volvería a
ser un referente político. Pero no parece que, de cara al exterior, la conmemoración
del nacimiento de nuestro Fundador vaya a abrir los ojos a los españoles pese a que
seamos conscientes de que José Antonio tiene, todavía, mucho que ofrecer.
Si hemos de ser sinceros tenemos que reconocer que, a José Antonio, los
españoles nunca le hemos tratado como se merecía, ni a nivel institucional ni desde
el propio marco de la Falange. Tras decenios de estomagante exaltación
hagiográfica utilizada por la dictadura, fue perdiendo su obra el terreno frente al de
su fascinante figura. Se tendió a la personificación de todo lo bueno en él, llegando,
incluso, a una especie de herejía generalizada que equiparaba su edad en la muerte
y sus años de vida política con los de Cristo. Esas aproximaciones se quedaban en
la fachada de José Antonio, en la anécdota, jamás eran capaces de rascar un poco
en la superficie para encontrarse cara a cara con su verdadero ser. Excepciones las
hubo, y bastante notables, pero el devenir del propio franquismo terminó recluyendo
y erradicando esas voces ya se llamaran Frente de Juventudes o SEU, o
proscribiéndolas como en el caso del FES. Relegado José Antonio a ser el atento
vigía de aulas y despachos oficiales, su doctrina política se iba sumiendo en la
neblina del paso de las décadas hasta convertirse en poco menos que una distante
sombra.
Llegó después la Transición, y con ella el teórico perdón universal para unos y
otros. Allí José Antonio ya empezó a ir dando bandazos desde las acusaciones de
pistolero de una izquierda que ya hablaba sin bozal, a las distintas interpretaciones
voluntaristas que, de su ideario, hicieron sus teóricos afines, afanados unos,
cuando no obsesionados, en querer reverdecer los laureles de un régimen extinto o,
por el contrario, en hacer una especie de penitencia vergonzante de la mano de los
más radicales opositores al citado régimen.
Siguiendo con el lógico paso de los tiempos la última década del siglo anterior y los
primeros años de éste, sumidos en el neoliberalismo, han intentado, a su vez,
conseguir no un rescate de su memoria, sino quitar de la lista uno de los proyectos
de fecha concreta en los que se embarcan las editoriales. Esto no es otra cosa que
decir, José Antonio este año es producto y, por lo tanto, interesante, el año que
viene otros aniversarios de otros personajes o hechos llenarán las estanterías de las
librerías. Hasta entonces bienvenido sea José Antonio, dicen esto mientras corren a
sus agendas de futuribles y anotan que José Antonio será de nuevo interesante en
otro centenario, en este caso el de su muerte. Estas obras carecen de alma, son
oportunas y concretas, así como alguna reedición que otra, y es que nunca ha
habido tantas novedades sobre José Antonio como ahora.
Pese a que nos guste que se escriba acerca de José Antonio, independientemente
de la filiación del autor, no podemos permanecer al margen del tipo de literatura
que, en torno a él, se ha producido. Hemos pasado del retrato biográfico, donde
interesaba más quién decía algo que lo que decía, a una especie de revitalización de
algunos de los subgéneros literarios más sorprendentes. Así la fantasía, la ciencia
ficción y hasta el terror, se han convertido en la característica que define estas
obras. Desde la óptica de César Vidal o Francisco Umbral, eludiendo a muchos
otros, José Antonio es ahora el protagonista de hechos imposibles y ahistóricos,
simplemente por la determinación de estos autores. Así, como ejemplo, tenemos el
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paso de teórico pistolero de José Antonio, que generalmente era más por extensión
a sus camaradas que a él mismo, al testimonio práctico del convaleciente y
moribundo Umbral, que cuenta a modo de anécdota las escapadas de José Antonio
al aeródromo de Cuatro Vientos para matar obreros (sic). Terror, fantasía, ciencia-
ficción, seguramente ninguno de ellos, sólo resentimiento y mucha mala baba.
Pero esta es la España en la que lidiamos. Muchos dirán que demasiado se habla de
José Antonio que, para ser un político menor de la II República, existe un agravio
comparativo respecto a Azaña, Gil Robles o Calvo Sotelo, de quienes se sabe
mucho menos. Desde ese punto de vista no les falta razón pero, lo que habría que
preguntarse, es qué aportaron realmente esos señores. José Antonio tiene vigencia
no por sus votos ni por las líneas que le termine concediendo la Historia, José
Antonio tiene vigencia por la forma en que concebía al hombre, por el estilo de su
Falange, por sus ideas y su ansia de Justicia Social, por su generosidad y sacrificio,
por su ejemplo y su sentido revolucionario. Por eso importa José Antonio y por eso
importa ahora, por eso sigue teniendo seguidores pese a las adversidades y por
eso, y pese a quien pese, trabajamos los que queremos una España
nacionalsindicalista.
Y es ahí donde debemos entonar los falangistas nuestro mea culpa, si no queremos
que se digan más calumnias de nuestro fundador, tendremos que ser capaces, por
una vez en la vida, de limar nuestras diferencias y ofrecer a nuestros compatriotas la
verdadera Falange joseantoniana. Esperemos que la próxima vez seamos nosotros
los que digamos quién era José Antonio.
Resulta paradójico que, con la gran cantidad de dinero que emplea la UE en sus
campañas, hasta el momento no haya aparecido casi ningún trabajo de síntesis (al
menos en España) sobre la Integración Europea en su vertiente histórica.
Elige Pedro Antonio Lillo el tema de la postguerra europea, que servirá para
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consolidar el proceso integrador de Europa. Comienza con un recordatorio sobre el
impacto de la guerra en Europa, para pasar a perderse en un mar de cifras sobre
bajas bélicas, de sobra conocidas y que no tienen relación con el objeto del libro. Sí
resulta importante la dedicación al impacto ideológico de la guerra, y cómo a partir
de este hecho traumático, resurge con fuerza el ideal europeísta, que ha crecido
hasta hoy. Así pues, la nueva Europa renace de las cenizas de los años cuarenta
con un propósito común: la paz perpetua, el buen gobierno, y el bienestar socio-
económico. Analiza en un segundo lugar a las tres superpotencias del momento
(entendidas en clave de guerra fría): la URSS, el antiguo Imperio Británico,
plenamente decadente, y los EEUU. Clave de las relaciones entre los dos grandes
bloques preconfigurados al final de la Segunda Guerra Mundial es lo que Lillo llama
la "desintegración de la gran alianza". Se centra después en EEUU como el amigo
americano, sin el cual, la UE no hubiera sido hoy una realidad palpable (por
desgracia para nosotros).
Antonio Moreno Juste se ocupa de las relaciones entre España y la UE. A pesar del
interés que despierta, es un capítulo que tiene bastantes imprecisiones y lagunas,
comenzando por la superficialidad al tratar el tema de la idea de Europa en España
(tema del que se puede escribir una monografía entera), hasta la política exterior
española en relación con Europa. La imprecisión conceptual llega al paroxismo al
emplear el término acientífico de nacionalidades históricas en referencia a las
regiones de Vascongadas, Galicia y Cataluña. Este término surge del momento
histórico de la Transición, por concesión a los partidos nacionalistas de sus
pretensiones "menos duras", en previsión de una paz social consensuada. Además,
es un término que proviene del mundo de la política y el derecho, vacío de
significado historiográfico, y que la propia RAH rechaza, e incluso recientemente el
mismísimo presidente del Tribunal Constitucional.
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peligros secundarios: mafias, mercado negro, corrupción, falta de preparación del
funcionariado... Analiza las pautas de conducta de estos países en los últimos años,
para pasar a dar observaciones sobre el proceso democratizador. El análisis de la
economía de los últimos años, así como la presencia de una clara voluntad
europeizadora son las herramientas de las que se sirve para inferir el resultado de la
apertura hacia el este.
Tras la lectura detenida del libro, el lector queda con al menos dos dudas orbitantes
en su cabeza. La primera es la experimentación de una sensación de haber entrado
en un cajón de sastre sin expectativas de solución, de haber leído párrafos mal
estructurados y poco conectados entre sí. La segunda es el matiz claramente
neoliberal de la mayor parte del texto, que se aleja de las corrientes historiográficas
de los años ochenta para adentrarse sin tapujos en las nuevas teorías de los
noventa, haciendo concesiones a la mundialización capitalista y pareciendo en
numerosas ocasiones políticamente correcto, y en perfecta consonancia con el
pensamiento único imperante. En definitiva, una obra necesaria para conocer el
triste momento que nos ha tocado vivir, pero que deja el resquemor de la
apologética y la propaganda oficial como eje de su concepción.
DE PÁJAROS Y PAJARILLOS
Es a finales de febrero cuando sucede algo muy habitual en los últimos años en
Valladolid, de repente, pese a que los vecinos están perfectamente organizados
aparece una nueva organización reivindicadora: Coordinadora contra el narcotráfico
de Pajarillos, curiosamente eso de coordinadora ya nos sonaba con el sonsonete de
antirrepresión, antifascista... y, más curioso todavía, los carteles eran idénticos a los
de las anteriores. El desenmascaramiento era obvio. Más aún cuando el portavoz de
semejantes aves de rapiña no era otro que el delincuente habitual, de Izquierda
Castellana, Luis Nicanor Ocampo. Puestas las cartas sobre la mesa la coordinadora
actúa paralelamente a los vecinos, convoca movilizaciones distintas y se dedica a
editar panfletos alarmantes y falaces con tal de sembrar discordia y promover la
crispación. Esa actuación se ha plasmado en varias ocasiones cuando los vecinos,
alienados por esos datos procedían a aplicar su propia ley frente a cualquier
sospechoso. En la actualidad esto sigue sucediendo.
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ambas se empiezan a entender, pasando Izquierda Castellana a un segundo plano
pero moviendo en la sombra los hilos. Estaba claro que no iban a renunciar a su
cultura de la desestabilización.
Resulta triste ver como una legítima y necesaria demanda vecinal cae en manos de
unos aprendices de terroristas, a los que no les importa nada ni nadie a excepción
de ellos mismos. El deseo de la izquierda de monopolizar los movimientos vecinales
hace que éstos se conviertan en una especie de secta que sirva de trampolín para
los futuros politiquillos.
Con todo no queremos dejar pasar la ocasión de decir bien alto que mostramos toda
nuestra solidaridad con los vecinos de Pajarillos y que con la droga no valen medias
tintas. Cuando todos gritemos bien alto ¡Drogas no! nos irá mejor.
Con esta locución Juan Pablo II respondía a las aclamaciones del fervoroso público
que le recibía en Barajas al grito de: “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo.”
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social, deja sobradamente a estos personajillos a la altura del betún. Son el claro
exponente de lo que está ocurriendo en España y en el mundo. La zafiedad, la
vanidad y lo superfluo son referentes y pilares que sostienen la cultura y la
mentalidad actuales.
Los que vimos y vivimos el sábado, en oración con Juan Pablo II, ese profundo
diálogo, sencillo y humorista, entre los jóvenes, que superaron con creces las
expectativas, y el Papa, habiendo casi un abismo generacional entre ambos, ha
hecho posible una grata y apacible comunión en Dios. Él nos invitaba a no estar
vacíos de Dios, tener una interioridad, a ser santos. Con el ejemplo de María, ser
guiados maternalmente en estos momentos de la historia. Ponía sus esperanzas en
nosotros, que somos quienes daremos el testigo a nuestros sucesores. Hacer de
España otra vez una Patria grande en lo que realmente es valioso, en los valores del
Cristianismo. En ser “espada de Roma” [decía Menéndez y Pelayo].
Esperemos que esos políticos, que en lo privado dicen ser muy católicos, lo sean de
verdad y se les abra una pequeña ranura en sus almas y conciencias y se disipen
las tinieblas en las que viven. Por último añadir que al actual Jefe de Estado,
entienda lo que le escriben y luego lee, y que no le diga falacias al Papa como que
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España es un país moderno y fiel a sus tradiciones. Como no sean las de la envidia,
el paro, la injusticia y el pelotazo, no sabemos a que tradiciones se refiere el sucesor
de Franco.