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Roger Chartier: "América latina puede tener un rol central" - ... http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?

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La entrevista

Roger Chartier: "América latina puede tener


un rol central"
El prestigoso historiador e investigador de la cultura confía en que América latina tendrá un
lugar privilegiado en el equilibrio internacional como polo equidistante entre los Estados
Unidos y Europa, y afirma que, en nuestra región, los principios de la Ilustración no han
desaparecido
Domingo 17 de octubre de 2004 | Publicado en edición impresa

MADRID.- De la extraordinaria tradición


historiográfica de la escuela de los Annales
francesa procede Roger Chartier, que nació en
Lyon en 1945. Sus colaboraciones en los años
setenta en Faire l´Histoire o La Nouvelle Histoire,
los dos proyectos colectivos renovadores de
Jacques Le Goff, así lo testimonian. Pero la
realidad es que la trayectoria de Roger Chartier
ya desde los ochenta -es director de estudios de
la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales
desde 1984- se proyecta hacia una auténtica
/ Archivo/Fabián Marelli nueva Historia que él mismo definió como
"Historia cultural de lo social", y que ha supuesto
una revolución tanto en el ámbito de la propia terminología y el discurso teórico como en la propia
amplitud de los objetos de interés para el historiador, de la historia de la lectura en todas sus
variables posibles a la historia cultural de la Revolución Francesa.

La revolución historiográfica de Chartier ha tenido tres cualidades. La primera, que es una


revolución explicada magistralmente por él mismo. Los combates por la nueva historia de las
representaciones culturales, con toda su red de sutilezas y matices, han tenido en el propio Chartier
su mejor analista, a través de un impresionante esfuerzo didáctico. La segunda es su increíble
capacidad de anticipación al futuro. Ningún historiador ha tenido la rapidez de reflejos, en un mundo
de cambios enloquecidos, para ser el albacea testamentario de cada uno de esos cambios,
especialmente en el mundo mediático. Chartier ha hecho suya la revolución mediática y la ha
conjugado con su propia revolución historiográfica. En una época de fracaso de historiadores
profetas, él es el único historiador con capacidad de unir diagnósticos y pronósticos. La tercera
cualidad es que Chartier es un francés "trotamundos" (así lo llama José Burucúa), una especie de
Ulises sin nostalgia de Itaca, que sólo busca permanentemente la interrelación de medios y
mensajes, de realidades y de representaciones, de identidades objetivas y de conceptos, el nexo
entre realismo y nominalismo.

De Princeton a Cornell, de Sydney a Guadalajara (México), de Buenos Aires a Tokio o de París a


Barcelona, siempre con una especial capacidad de observación y lucidez interpretativa respecto al

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mundo que vive.

Ahora que, en vísperas de su IV centenario, el Quijote se ha convertido en santo y seña del debate
Europa-América, europeísmo-atlantismo, que apela al icono Quijote por el parentesco cultural de
aquel tiempo del Quijote con el nuestro, Chartier recuerda que los tiempos del Quijote fueron
tiempos de crisis. (...) Hoy los problemas que nos inquietan son el de la presunta crisis de la
civilización occidental y del eurocentrismo, el pasado, presente y futuro de la multiculturalidad y el
mestizaje. Para aportar soluciones a estos problemas, nada mejor que entender su gestación a lo
largo del tiempo.

-¿Cree que tiene puntos de contacto el tiempo del Quijote con el nuestro? ¿El fin de la
inocencia del hidalgo podría compararse con este desencanto, de final de los sueños
ilustrados y liberales que estamos viviendo?

-Pierre Vilar, que falleció este último verano, definía el tiempo del Quijote como un tiempo de crisis,
tanto económica como social, como un tiempo en el que el hidalgo de la Mancha intentaba
conservar en su sueño la realidad de un mundo ya desaparecido. Un mundo que no era sólo el
mundo de los caballeros sino también el que Cervantes y sus coetáneos veían alejarse. En este
sentido, nosotros también compartimos la melancolía quijotesca por un pasado cuya desaparición
nos afecta. Pero semejante desencanto no debe conducir a la idea de que el presente es
necesariamente el momento del final de la historia o del fin de las esperanzas. A Alonso Quijano le
faltó tiempo para poder volver con sus sueños, pero sin su locura, a su propio mundo. Por suerte,
nosotros tenemos más tiempo. Un tiempo que nos permite trabajar para que se mantenga algo de
los proyectos que en el siglo XVIII fundamentaron la esperanza en una sociedad tolerante y pacífica
y en un espacio público donde cada uno pudiera hacer un uso crítico de su razón. El siglo pasado y
el que empezamos a vivir destruyeron muchas de las certidumbres que, con diversas formas,
Europa y América heredaron de las Luces. Pero no se ha borrado la necesidad de contribuir a la
construcción de un mundo más justo. "I have a dream", dijo Martin Luther King.

-Pero aquel sueño liberal de King o Kennedy quedó ya destrozado en los años sesenta.
Vivimos tiempos recios en los que el idealismo erasmista del Quijote o el ilustrado han sido
devorados por el pragmatismo más feroz y el minimalismo del sálvese quien pueda. ¿No le
parece?

-No debemos caer en el pesimismo porque en el contexto durísimo de los años sesenta fracasaran
algunos sueños; pero no todos: la lucha por los derechos civiles y políticos de la comunidad negra
en los Estados Unidos cambió profundamente la situación en el sur del país, por ejemplo. De hecho,
pese a todos sus defectos, desigualdades y crueldades, el mundo en el que vivimos es mejor que el
de los años sesenta y setenta. Los países de Europa central y oriental no sufren un régimen político
sin libertad. Toda Europa comparte la convivencia democrática. Las sangrientas dictaduras militares
de América latina (en Chile, Uruguay, Argentina...) cayeron. La conciencia de que es urgente tomar
en consideración la defensa ecológica del planeta y la reducción de las desigualdades en el
desarrollo económico se impone cada día con más fuerza. No quiero decir que estemos en un
mundo ideal, sino que existen las condiciones que permiten esperarlo. We still have a dream...

-Usted, que tan bien conoce los orígenes culturales de la Revolución francesa, ¿cree que
asistimos al hundimiento de valores de la Ilustración ?

-No lo creo. No es fácil definir lo que fue la Ilustración. Quizá lo era un poco más cuando Kant

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planteó la misma pregunta en un periódico de Berlín en 1784. ¿Debemos definirla como un conjunto
de ideas filosóficas opuestas al despotismo, a la superstición, a la intolerancia? ¿O debemos pensar
la Ilustración como un proyecto reformador que, desde el interior del Estado, trató de transformar las
instituciones tradicionales? En nuestro tiempo coexisten y sobreviven, me parece, estas dos
definiciones e inspiran los esfuerzos de todos los que quieren reducir las desigualdades, construir
un espacio democrático, pacificar las relaciones internacionales. Conocemos bien las dificultades de
este sueño, y las perversiones que lo dañaron en el pasado. Sin embargo, los valores que lo
fundamentan no están acabados. Hacen pensar y actuar a muchos hombres y mujeres en nuestros
días.

-¿Tiene la actual Europa la suficiente elasticidad para ser una federación de culturas? ¿No
estamos asistiendo al definitivo rapto de Europa?

-Me parece, y lo siento, que existe un desfase entre, por un lado, una construcción administrativa y
económica de Europa que, pese a las divergencias recientes, avanza, y, por otro lado, la realidad,
todavía débil, de una conciencia cultural europea. Sin embargo, los progresos en el intercambio de
estudiantes entre diversos países de Europa, tal como ocurrió en la Edad Media; la circulación más
abierta de las creaciones culturales; la defensa (algunas veces insuficiente) de la excepción cultural
en el mercado mundial de bienes y servicios; y, querría añadir, una preocupación compartida por la
protección legislativa e institucional de los más vulnerables, definen una identidad europea
claramente diferenciada de las otras. Esta identidad debe permanecer abierta al otro y resistir al
rapto de un nuevo Zeus.

-¿Piensa que hay una joven Europa, todavía sensible al presunto sueño americano?

-Es evidente que por razones históricas los países que entran ahora en la Unión Europea (y que son
más jóvenes que los nuestros) tienen una relación privilegiada con unos EE. UU. que,
supuestamente, los habrían defendido durante la época de la división de nuestro continente entre el
bloque comunista y las democracias occidentales. Pienso que son estas razones estratégicas y
afectivas (aunque la historia que se plasmó en Yalta no las confirme), más que el "sueño"
americano, las que fundamentan la inclinación hacia Estados Unidos, si no de los pueblos, por lo
menos de los gobiernos de la Europa central y oriental.

-¿Son compatibles atlantismo y europeísmo, sin Guerra Fría?

-No pienso que los historiadores sean buenos profetas... o agudos expertos en cuestiones
diplomáticas. La experiencia proporcionada por los meses que paso cada año en Estados Unidos,
como profesor invitado en la Universidad de Filadelfia, me hace pensar que lo importante es el
reconocimiento y el respeto mutuo que debe existir entre un lado y otro del Atlántico. Aunque esta
postura sea más difícil para un gobierno y un pueblo (o por lo menos una parte de éste) que se
crean un poder tan dominante que no necesite entablar un verdadero diálogo con los que no
comparten su visión de un mundo unificado detrás de su potencia, su ideología o sus intereses.

-¿Por qué América latina se ha convertido en la gran plataforma de difusión de la


historiografía europea más avanzada?

-Dicto cursos y seminarios cada año en Argentina y Brasil y conozco bastante bien al mundo
académico e intelectual americano. En cada situación, con particularidades evidentes, se
encuentran un fuerte deseo de conocimiento, un compromiso intenso con las ideas, una esperanza

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generosa. La apropiación original de las propuestas de los historiadores europeos (pero también de
los filósofos, sociólogos y antropólogos) es un elemento clave para la construcción de una mejor
inteligibilidad de sociedades heridas por enormes desigualdades sociales y culturales y por un
pasado reciente trágico, marcado por el apoyo dado a regímenes bárbaros por países que,
afortunadamente, hoy día se presentan como los defensores de las libertades civiles y políticas.
Podría decir que las experiencias en marcha en diversos países de América latina muestran que
actualmente los principios de la Ilustración no han desaparecido.

-¿Qué papel puede tener América latina en la dialéctica Europa-Estados Unidos?

-Un papel central en la medida en que, si pensamos en la necesidad de un mundo organizado a


partir de una pluralidad de polos, el diálogo (sea amistoso o bien amargo) entre los Estados Unidos
y Europa debe transformarse en un espacio público extendido a la escala de la "sociedad
cosmopolita de los hombres", como escribía Kant.

Por Rogelio García Cárcel

© LA NACION Y ABC

El perfil

Intelectual

Roger Chartier es director de estudios en l´Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París
y autor de numerosos libros, entre ellos: El mundo como representación, Libros, lecturas y lectores
en la Edad Moderna y El orden de los libros.

El libro y la lectura

Considerado como uno de los principales representantes de la última generación de la escuela de


los Annales, su trabajo se ha centrado en la historia cultural e intelectual y, en particular, en el
estudio de la articulación de lo escrito, el libro como objetivo impreso y las prácticas de lectura.

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