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a INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS JUAN PERON MOVIMIENTO ANO 3. NUMERO 28 . FEBRERO DE 2008 LA LUCHA POR LA IDEA Se sabe que la tarea de los medios masi- vos no es contrariar los prejuicios y las con- tradieciones de la gente comiin, sino mas bien dulcificar las malas conciencias: aun en sociedades en las que hay més cinismo que hipocresia, muchas personas nece- sitan transferir responsabilidades, y para ‘eso nada mejor que un comunicador social comprometido con su piblico. Es entendi- ble, el cliente siempre tiene la razén. Pero més cuesta aceptar que la clencia social dispute este espacio a los medios, brin- dando al sutrido ciudadano medio razones para exigirle a la dirigencia politica y social que se someta a una ética superior ala que aplica para si mismo. Es curioso: la figura del intelectual al servi- cio dol poder siempre ha tenido mala pren- sa, al punto que legiones de académicos ooultan su colaboracién con reparticiones pliblicas para evitar el desprestigio entre sus pares. La que no parece sufrir igual es- carnio es la figura del intelectual obsecuen- te conel ciudadano. Buena parte de la literatura académica acerca de los dilemas de las democracias latinoamericanas traduce el término “cri- sis de representacién” como una distancia excesiva entre electores y representantes. Los dirigentes politicos serian los Unicos culpables de esta desavenencia. El elector s6lo pecaria de cierto romanticismo inge- nuo ¥, ese a las reiteradas advertencias del intelectual, su almita siempre termina arrastrada por el fango. Quienes desestimamos los enfoques psi- cologistas de la ciencia politica hemos re- cibido una importante leccién al confirmar que la suerte de un proyecto politico no depende tnicamente de la correlacién de fuerzas sociales. Su destino esta asociado en gran medida al prestigio personal que logran preservar los dirigentes involucra- dos en ese proyecto. Es decir, la idea tiene que ser buena, la gente que la lleva a cabo también. Paro lo cierto es que resumir la crisis de representacién a una cuestién de amores no correspondidos es por lo menos suficiente, si no decididamente pacato. Lo curioso es que en los tiltimos afios el sis- tema politico argentino reaccion6 ante esta visién: si bien los partidos desaparecieron de los lugares que solian frecuentar, su protagonismo fue reemplazado por perso- nalidades que armaron {uerzas politicas a su imagen y semojanza, tejiondo alianzas personales y disefiando perfiles publicita- rios enormemente dependientes del azar de los escdndalos medidticos. Estas perso- nas, al exhibir su ideologia y su trayectoria piblica, se ahorraron ol penoso esiuerzo de exponer plataformas electorales diferentes a las del resto de sus competidores. Mas bien, las plataformas existian, solo que no ha resultado facil desentrafiar la vincula- cién entre las propuestas concretas y los EDITORIAL valores politicos que se exponian al elector. Supuestamente era la etiqueta ideolégica del candidato lo que salvaba esa incégni- ta. Para bien o para mal, porque a veces el arte de la sospecha permitié descalificar proyectos por el solo hecho de haber naci- doen otra orilla Debatir ideas, evaluar proyectos, contras- tarlos con los ideales que se postulan, argu- mentar en términos de valores y principios... todo quedé arrumbado en el rinconcito de los zapatos pasados de moda, mientras lo Unico que pasé a importar fue con quién ali- nearse, de quiénes aprenderse sobrenom- bres y cumpleajios, a quiénes dejar de sa- ludar en forma untuosa, El resultado fue no- table, la consigna cambié: lo importante es que la gente sea buena, lo demds se aco- moda solo; las ideas no importan, porque la gente buena hace cosas buenas. Cansada de ser engafiada por quienes susurraban pasiones repentinas, la gente ha decidido elegir por el amor verdadero. Lo auspicioso entonces de esta nueva con- figuracién politica seria que la mentada dis- tancia se habria acortado: al reemplazarse partidos por personas, no desaparecieron los que votaban desganados 0 desinfor- mados, 0 directamente no votaban -los porcentajes son inquietantes-, pero si una porcién importante del electorado pasé a volar por el respeto que le inspiraba un determinado dirigente. Asi, de dar erédito a los analistas politicos mas reputados, la democracia argentina gan6 un partido im- portante: el hombre de partido ha sido opa- cado, han surgido nuevos liderazgos y la distancia entre elector y representante 9 ha acortado. Pero no hemos visto aparecer textos aca- démicos que celebren esta victoria, Tal vez porque es mas lo que se pierde que lo que se gana con ella, La distancia se acorté, la responsabilidad politica tomé nueva forma, la representacién se torné mucho més in- mediata, pero la soberania popular no apa- rece... Muy esquematicamente, se puede decir que un partido politico debe cumplir dos condiciones para ser tal: establecer una estructura colectiva de poder social y pro- poner un proyecto para gobernar una so- Ciedad. Es decir, organizacién e ideas, las dos cosas juntas. Una organizacién sola, sin ideas, no es mas que una empresa que distribuye dividendos entre sus socios. En ef extrema, son las ideas las que le dan su razén de ser ala organizacion. Por eso los partidos son “instituciones fun- damentales del sistema democratico’. No Porque garanticen la competencia cleo- toral -bien podria existir competencia sin partidos, como lo prueba nuestra experien- Gia reciente, sino porque permiten que la comunidad politica pueda a través de ellos gobernarse a si misma. En politica, la superioridad de las organi- Zaciones colectivas por sobre las perso: nalidades residiria precisamente en que aquellas permiten que las lealtades se funden mds en ideas que en beneficios materiales. Si bien este planteo puede pa- recer para algunos Iejano a supuestas tra diciones domésticas, lo cierto es que forma parte de una profunda préctica en el mo: vimiento peronista: “Perdn sabia que si las transformaciones que se llevan a cabo en el seno de una sociedad no estén guiadas por un conjunto de valores, pueden que: Gar simplemente transmitiendo una actitud meramente activista y coyuntural, pero no una transformacién de fondo como la que ‘en su momento el peronismo les propuso a los argontinos. Por eso decia que no es legitimo para el hombre politico una accion escindida de la teoria, y sostenfa que no se puede concebir una revolucién sin sus tento filoséfico. La ideologia —decia— es la fuente de todas las transformaciones en la vida de la humanidad, y es absolutamen te imprescindible explicitarla cuando por lo menos se quiere saber hacia dénde uno se encamina’. (Antonio Cafiero, Razones para ser peronisia) Las ideas politicas suponen valores, y éstos implican opciones y responsabili dades. Para todos, no solamente para los dirigentes. Un partido que postula el ideal Ge la justicia social no sdlo asume que sus integrantes se obligan a promover politicas coneretas acordes con ese principio, sino ademés estima que sus votantes conscien: temente eligen modificar ciertos derechos y asumir ciertas obligaciones. Eso diferen: cia a la democracia de partidos de la pu blicicad comercial: el debate publico en el que el partido participa no sélo trata sobre beneficios; también incluye los costos y las responsabilidades que debe asumir cada sector social en cada decisién comin. Ele: gir algo significa resignar alguna otra cosa és una verdad olvidada por el farrago pul citario de tanto candidato estrella. Por eso la de la reorganizacién del Pai do Justicialista es una excelente noticia, no sélo para el Instituto de Altos Estudios Juan Perén -un espacio que ha procurado reconstruir el debate por las ideas dentro del peronismo-, sino para todo el sistema democratice argentino. Ahora toman nuevamente relevancia mu- cchas de las iniciativas que ha asumido el Instituto, concebido como el administrador de una red de organizaciones de capacita- cién politica en provincias y municipios de todo el pais. No es su papel competir con las universidades en la formacién acadé- mica de los cuadros politicos. En compara- cién, la capacidad profesional de los funcio- narios es muy superior al nivel del debate politico actual. La funcién del Instituto es mas bien desarrollar ambitos de capacita- cién y debate sobre ideas politicas. Por eso dobate incluso con quienes no adhieren al peronismo, ‘También se complementa con otros institu- tos, sincicatos, centros de estudiantes, ca- tedras y centros de estudios afinos, a finde integrarlos en un debate amplio acerca de la identidad del peronismo. Por tltimo, ha iniciado la organizacién de seminarios con profesionales especializados del Estado, lo ‘que permitiré revert el aislamiento en que ha caido el saber técnico de los cuadros madios respecto ala militancia. No vaa haber reforma polttica si no cambia lo que la sociedad le pide a la politica, Pero ala vez, la sociedad nunca va a saber qué otra cosa reclamarle ala politica si ésia no se lo ofrece. Este es el desafio que debe asumir hoy el Partido Justicialista: demos- trar que las ideas se pueden debatir abier- tamente para transformarlas en decisiones politicas concretas, y que a la vez las deci- siones de gobierno pueden ser explicadas a la comunidad en términos de ideales poll- ticos. En esta lucha se encolumna el Institu- to de Altos Estudios Juan Perén Contrariar prejuicios y asignar costes con- cretos para distintos sectores sociales es mucho més trabajoso que sofialar culpa- bles -tarea asumida alogremente por mu- ‘chos comunicadores @ intelectuales-, pero es el camino que los partidos politicos co- nocen para construir una democracia don- soberano sea el pueblo. EL PROGRESISMO ARGENTINO Historia y actualidad ‘Buenos Aires, Capital intelectual, 2006, 117 paginas Se trata de un texto breve de lectura reco- mendada para quien busque una versién sencilla y sin contrastes de una corriente ideologica de envidiable predicamento en nuestro pais. Contiene entrevistas realiza- das por el autor a “destacados intelectuales que se interrogan sobre el pasado, todos ellos pertenecientes al progresismo”. Quien se cuestione como es posible semejante seguridad en un libro que inicia con la pre- gunta “Zqué es un progresista?”, queda rapidamente satisfecho al verificar la for- macién del dream team progresista: Carlos Altamirano, José Pablo Feinmann, Luis Al- berto Romero, Felipe Pigna y Atilio Borén, todos entravistados por ol propio Halperin. Desencaminado estara quien busque en este librito, por ejemplo, una respuesta terminante a la primera pregunta de Halpe- rin: 21a palabra progresista se emplea en forma vergonzanto, para no decir ‘soy de izquiorda’ porque suena anacrénico? Nose sabe, lastima grande, pero al menos des- a cubrimos con Altamirano que la nocién de progreso es "mas vieja” que la de izquierda, y sin embargo, la crisis de la idea setentis- ta de revolucién ha provocado que no sdlo existan “corrientes’ o “partidos” progresis- tas, “sino que muchos a la hora de tratar de dar un sentido a sus valores, creencias, eli- geneste término”. A lo que Halperin agrega que hay quien se llama asi “para sacar pa- tente de no seciario". De todas formas, muchas de las respues- tas de Altamirano son interesantes: asimila las proclamas de la Unién Democrética en 1946 con los planteos de los “republicanos de izquierda’ (Carri6) y de derecha (Lopez Murphy), porque el término “repdblica’ les evita tener que identificarse necesaria- mente con el liberalismo politico; también Altamirano cuestiona la tendencia a consti- tuir una izquierda moral que ocupe al lugar de la izquiarda politica, reafirmando que el valor por excelencia de la izquierda es la igualdad, aunque hoy esa idea sea mas RESENAS RESENAS compleja, “porque la desigualdad tiene que ver con la distribucion desigual de recur- 80s econémicos, pero también de recursos politicos y también culturales"; y por eso incluye en su concepcién del progresismo la *reticencia a toda pretension de un movi- miento, por fuerte que sea, que monopolice la representacién del pueblo”. Quisiera detenerme en este punto: el improperio “populista’, que tan desafortu- nadamente desean hoy reivindicar algunos entusiastas indocumentados, ha sido uli- lizado con frecuencia para descalificar la intencién de monopolizar la representacion del pueblo desde una posicién ideologica no revolucionaria. Pero distanciéndose de la tradicién jacobina (en estos términos, una tradicién genuinamente ‘populista’), una fuerte columna progresista nacida en la izquierda més afteja hoy peregrina rau- damente hacia algunos estandartes del pluralismo liberal, no para rendirse y hacer acto de contricién, sino para hacer suye la defensa contra la opresién de las mayorias contra las minorias. Hasta bien avanzado el siglo KX, el ideal de la soberania popular condujo la lucha por la emancipacién colectiva. Pero en buena parte del mundo dosarrollado las cosas han cambiado: la minoria ya no es 6l grupo opresor, y en muchos casos son las mino- rias las que mas fécilmente sacan patente de oprimidas. Por eso es perfectamente posible declamarse progresista y desen- tenderse cel problema de la desigualdad econdmica: la opresi6n que ahora importa @5 la que se ejerce sobre las minorias, por mas que en América Latina pueda pare- cer candoroso reproducir la preocupaci6n europea por las “minorias oprimidas”. Asi, Altamirano desatiende una larga epope- ya al pretender que el progresismo deba ‘ponerse a una concepcién monolitica del pueblo. \Vuelvo al libro, pero voy a evitar todo comen- taro al reporiaje a José Pablo Feinmann, litulado “La Revolucién de Mayo no fue una revolucién”. Semejante titulo me exime de tener que explicitar razones. Supongo oue tampoco le gusté la entrevista a Halperin, porque ocupa sélo cinco paginas. Luis Alberto Romero no le va en zaga, aunque el titulo de ese capitulo dé algo més para cortar: “En los golpes hubo mu- chos progres”. La ensalada empieza a convertirse en amasijo: Romero aplica su progresémetro portatila Artigas, Estanisiao Lépez, Rosas, Rivadavia, Quiroga, eteétera. ‘Supongo que aleanza para darse una idea. Por suerte, nos aclara: “no hay razon para pedirle al general Roca un elevado con- cepto de los derechos humanos cuando no formaba parte del sistema de valores de su época’. Y agrega: “tampoco razonable- mente puede esperarse que hubiera hecho otra cosa’. Para venir de un historiador, el Gesconocimiento es al menos preocupan- te... Y viniendo de un progresisia estrella, sernejante reiativismo ético resulta indiges- to. Qué pena que no le preguntaron sobre Hitler o Stalin, De todas formas, Romero aporta algunos comentarios: “los parametros que servian para entender la cosa antes de Perén yano sirven para entenderla después”. De aouer- do a su asombrosa capacidad de sintesis, en 1943 “habia, digamos, dos campos, el campo liberal-democratico-socialista-pro- gresista (sic) y el campo nacionalista-ca- t6lico-fascista’. Pero Perén rocoge gente Ge los dos lades y “su movimiento desde e| principio osté lleno de socialistas’. También reconoce Romero que la reprosin de la palabra publica quo practicé el peronismo —que oxplicaria segtin ¢! la oposicién de al- gunos sectores, aunque opino que es una hipétesis débil- ‘no es nada al lado de lo que vino después’ Otra idea de Romero: el peronismo le bio- quea a la izquierda “su espacio natural (Gic), “de modo que lo que le queda es re- signarse a ser pequefios grupos, o ingresar al peronismo. La otra alternativa es esperar que el peronismo se divida”. Siguen espe- rando, agrego, quién dice que algtin dia no logren ocupar su espacio natural. Si bien como ya vimos el libro pretende abarear un period amplio —hasta el punto que Halperin busca insistir en los “dilemas progresistas”, preguntando, por ejemplo, si el progresista era Mariano Moreno 0 Cor- nelio Saavedra. los entrevistados vuelven recurrentemente sobre el peronismo. Tal vez lo hacen porque el entrevistador subra- ya de diferentes maneras que “la nocién de progresismo dentro del peronismo nunca cuajé demasiado”. Asi, él considera, por ejemplo, menos comprensible “la indiferen- cia ante la caida de Ilia que la ingiferencia © el alborozo ante la caida de Isabel", por- que el de don Arturo “era un gobierno con Un probiema de legitimidad, Pero tenia una actitud democrética y progresista”. Lo se- undo no lo discuto, pero me cuesta enten- der cudn “progresista” es su definicién de democracia. Felipe Pigna, por su parte, rolativiza las contradicciones de la Unién Democratica, recordando que en 1946 ‘todavia perdura- ba el romance de los aliados, los ecos de Yalta y Postdam, las reuniones de Churchill, Stalin y Roosevelt". Nos habiamos amado tanto... También Pigna coincide en la vision dol editor respecto al bueno de Illia: “es im- posible encontrar un gobierno mas decente y pacifico que hayan volteado los militares”. Y sostione que en 1973 Perén sin ninguna duda frené “el proceso revolucionario”. Quiero de todas formas resaltar una critica de Pigna que podria servir para explicar al- gunas cuestionas respecto al progresismo como solicitud moral: “hay una profunda desconfianza por la democracia en una parte del llamado progresismo. Una des- confianza que inclusive le hace dificil su comprensién y su préctica de la realidad’. Por aso, segiin Pigna, no honran con tra- bajo los espacios de poder cuando llegan a ocuparlos y desconocen la importancia de instituciones fundamentals para la ac- cién politica. Esto explicaria por qué tan facilmente dilapidan las porciones de poder que obtienen, demostrando “una capacidad muy grande para la destruccién, pero una dificultad enorme para la construccion”. Hay que reconocer que el libro repunta en el Gitmo reportaje, el de Atilio Borén, que hace una sorio de reflexiones sobre la etapa del kirchnerismo, aunque al ser exce- sivamente coyunturales resultan de menor intorés, ‘A Io largo dol libro, las proguntas y co- mentarios de Jorge Halperin son tode un manifiesio doctrinario, porque se per mite una audacia que sus entrevistados retacean: pasada en limpio su version, el progrosisme soriamas una actitud personal que una idoologia politica, una disposi- cién vital que una corriente de ideas que implique opciones conerolas a la hora de dafinir politicas publicas. En ol extromo, se podria ser progresista y apolitico. En este sentido, acoto entonces, la diferencia entre “zauierda’ y “progresismo’ va més alla de una cuestién de vergiienzas, porque calza ‘exactamente en la inconsecuencia de un amplio sector social que cuestiona los efec- tos de la estructura sociceconémica pero al no sufrirlos on carne propia se nioga a impulsar un cambio real. El inefable Emilio Hardoy decia que el con- servadorismo mas que una doctrina, es “una forma de vida". Algunos progresistas argentinos podrian decir lo mismo, pero en lugar de las virtudes conservadoras “sonsatoz, prudencia y realismo” (lo dice Hardoy), impulsan alguna otra triada, que bien podria ser: “melancolia, diversidad y sospecha" (lo digo yo). En lugar de“el gusto por las formas elevadas y dignas”, ‘el culto a las personalidades superiores” 0 “el res- peto a la igualdad legal y a las jerarquias sociales” (todas frases del mismo Hardoy), este progresismo postularia otras inclina- ciones, sin que éstas dejen sin embargo de tratarse de gustos, cultos y respetos. Paradéjica refutacién a quienes quisieran que al hundimiento de los partidos tra- dicionales lo reempiace un bipartidismo civilizado entre izquierda y derecha: parece que en nuestro pais traducimos las dife- rencias politicas en términos de estilos de vida, con lo que el debate no sera entonces entre la reducci6n de la desiguaidad o la lu- cha contra la anomia y el crimen, sino entre diferentes formas de discrecién. Tal vez eso nos acerque a los paises mas desarrolla. dos det planeta... Para este prograsismo, el capitalismo es el demonio, pero su aporte a la lucha politica no consiste en la planificacion de transfor- maciones concretas, sino en una condena moral. Lo Unico que diferencia a la version académica de la de los aficionados es la puntoria: mientras masas progresistas des- confian de todo y de todos, el intelectual progresista tiene un conocimiento preciso acerca de quién es el que esta detras del escenario. En un reportaje publicado hace un par de afios, Pierre Nora advertia que la izquier- da “actual ya no tiene mas nada que decir y nada més para hacer. Le queda una sola cosat indicar lo que esta bien y lo que esta mai. Entonces se anodera de los temas histéricos y trata de convertir la historia en purgatorio de la humanidad” (este libro es un importante aporie en ese sentido) Consecuentemente, fa unica forma de ‘emancipacién posible es ia de una solicitud personal, que se asiente sobre lo que se fechaza y no sobre lo que se postula. Asi se entiende mojor la defensa de Ilia, “un hombre bueno’, sélo aceptable en quien quiera medir su propia calidad moral por el rechazo a figuras emblemdticas del pasa- do, deslindando cualquier responsabilidad sobre las miserias del presente. Parafraseando un librito reciente de Terry Eagloton, podria decirse que para los con- servadores, los monstruos son los demas; para los liberales, no existen realmente monstruos, sino personas a las que no se les enseié a apuntarle al mingitorio; para los progresistas, los monstruos somos todos nosotros. Por eso el progresismo RESENAS tampoce supone hoy una fe ciega acerca del desarrollo indefinido de las capacida- des humanas. Hoy cierta actitud progresisia es fundamentalmente escéptica. Sospe- cha incluso de cuelquier conviccién -aun religiosa~ que vislumbre un futuro mejor para todos. La racionalidad ilustrada ya no sirve para debatir y construir una comuni= dad justa, sino para demostrar que toda certeza profunda esté basada en premisas equivocadas y ademas porta el virus del to- talitarismo. Contrariamente a las visiones de la de- recha que buscan en nuestra historia el pecado original por el que se nos expulsé de un paraiso cada vez més idilico, para este progresismo la historia argentina pue- de leerse como un camino empedrado de buenas intenciones que inesperadamente demostrarian que es el cielo y noel infierno Jo que nos merecemos. El papel asumido por algunos intelectuales consiste enton- ces en demostrar que si somos buenos no hace falta que nos hagamos cargo de las consecuencias de nuestras elecciones. Curiosa ética en que la conviccién se dise- a para eximirse de toda responsabilidad Una ditima reflexién: algunos razonan como si el adversario actual del peronismo fuera, este progresismo. Nunca lo fue. Si bien en el inicio de su carrera politica Perén hizo reiteradas referencias a la amenaza comu- nista, el peronismo no nacié para enfrentar a los esclarecidos socialistas del 45, sino més bien surgié para transformar de raiz el sistema social, cultural y politice al cual és- tos le hacian el juego. En buena medida se lo siguen haciendo. El progresismo no es el adversario del peronismo, sino su competidor, por eso jus- tamente es su critico mas incisivo. Algunos de sus reproches al peronismo son criterio- ‘08, Incluso puede ser sualiado, como ya lo demostré por momentos, aunque hay que reconocer que se porta mejor como critico que comoaliado. Peroplantear que elprincipal adversario del peronismo hoy es e! progresismo parece servir solamente para disculpar a quienes desde el peronismo le hicieron mucho més que el juego a quienes siempre debieron haber sido sus adversatios. RESENAS UTURUNCOS El origen de la guerrilla peronista En este libro el autor se plantea como ob- jetivo rescatar del olvido a “Uturuncos”, la primera fuerza guertilera de la Argentina contemporanea. Muchos son los autores, nacionales y ex- tranjeros, que han abordado la tematica de la lucha armada en Argentina desde ol retorno de la democracia hasta hoy. Las perspectivas han sido muy diversas @ in- clusive ~queda claro que- han variado con el transcurso del tiempo. Este texto se enmarca en una serie de in- vestigaciones que, en los uiltimos afos, se han gestado por el interés sobre los ori- genes da las luchas que se desarrollaron en el periodo previo al surgimiento de las organizaciones armadas setentistas; sin ‘embargo, plantea una visién diferente a la de otros autores sobre el tema. Esta visién indaga las causas de las insurrecciones ur- Buenos Aires, Biblos, 2006, 134 paginas banas y de la guerrilla on las postrimerias del “goipe del 55°. En cuanto a las fuentes de informacién uti- lizadas, es justo destacar el esfuerzo del autor para acceder a ellas. Salas aclara sus diferencias con las dos fuentes bésicas que fueran utilizadas con anterioridad; laprimera: “un librito” de Emilio Morales publicado poco tiempo después de Ia aparicién del grupo; y la Segunda: una entrevista periodistica a

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