MOVIMIENTO AÑO 4 . NÚMERO 32 .
JULIO DE 2008
Ciudadano ilustre
A continuación se trascribe un fragmento del discurso de Antonio Cafiero en la
sesión del Senado provincial del día 25 de junio. Allí se aprobó el proyecto de ley
declarándolo Ciudadano Ilustre de la provincia de Buenos Aires.
Decía un inglés, llamado Lord Acton, que
la nostalgia es el sentimiento más noble
del hombre. Y yo no sólo sufro de nostalgia
ante este hecho conmovedor, sino que tam-
bién sufro de reminiscencias de momentos,
de esas ráfagas de la historia en las que a
uno le ha tocado desenvolverse en algún
momento de su vida.
Me siento sumamente honrado, compañe-
ro Alberto Balestrini, por esta distinción, y
me siento ampliamente representado por
las palabras de cada uno de los oradores
que han intervenido en el debate de este
proyecto de ley.
No es fácil ser político en la vida argentina.
Algunos nos miran con desconfianza, otros
no nos creen, y otros creen que la política
es el modo de enriquecerse o de ganar
prestigio social. Pero si analizamos la histo-
ria de la Argentina y la de sus políticos, con
orgullo podemos decir que todos los que
estamos acá y los que de alguna manera
impulsan esta causa, lo hacemos por vo-
cación. Fue un Papa de la Iglesia Católica
el que dijo que no hay vocación más noble
después de la religiosa que la vocación
política. Pero no todos están llamados a la
vocación política. Ustedes, como yo en mi
momento, están acá porque han sentido en
algún momento que el bien nuestro no es
completo si no ayuda al bien común.
Hemos elegido esta vocación porque que-
remos servir al bien común. Y por esta
vocación hemos dejado muchas cosas en
la vida. Hemos dejado jirones de nuestras
posibilidades personales. Hemos padeci-
do cárceles, y algo peor que las cárceles:
el descrédito de algunos sectores de nues-
tra ciudadanía. Y lo hemos podido superar,
porque somos fieles a nuestra vocación.
He sentido muchos orgullos en mi vida, pero
hay uno que conservo en lo más profundo
de mis sentimientos. Si me analizo puedo
decir que he cometido tantos errores... pero
hay una cosa que me salva, y es que siem-
pre todo lo que hice fue en beneficio de 
aquellos que me rodean, del pueblo que yo
he querido y al que he venido a servir.
La política es eso: es un llamado que dura
toda la vida. Decía Barthou, un político y
escritor francés: el político termina cuando
muere. Hay muchos que creen que la po-
lítica es un pasaje en la vida de uno. Pero
para el verdadero político, para el político
con vocación, lo es todo.
Hay algunos que después olvidan la po-
lítica, porque no se sienten llamados en
la militancia y en el fondo se consideran
tremendamente infelices, defraudados,
porque vale más un político derrotado que
uno que rehuye sus responsabilidades ante
la historia y ante sus compatriotas.
Me siento realmente emocionado. He es-
cuchado palabras muy elogiosas, algunas
 en demasía, resaltando mi personalidad.
Me halaga que todos los bloques hayan
coincidido en este proyecto de ley. Es difí-
cil conseguir eso. Si no, echen un vistazo al
panorama nacional y después me cuentan
qué fácil es construir consenso.
Tengo algunas condecoraciones en mi vida.
Tengo cicatrices, obviamente. ¿Quién no las
tiene? Pero tengo también glorias. Ortega
y Gasset decía: “entre mis glorias y mis re-
mordimientos, no sé con qué me quedo”.
Conocí al doctor Alfonsín, quien también
va a ser declarar ciudadano ilustre de
esta provincia, cuando él fundaba la línea
Renovación y Cambio en la Unión Cívica
Radical. Y yo les decía a mis compañeros:
“¿No podemos hacer lo mismo nosotros en
el peronismo? ¡Alfonsín ha renovado la cara
del radicalismo! ¿A ustedes les parece que
nosotros podemos seguir con un peronismo
desactualizado, que sigue de alguna ma-
nera involucrado con un criterio autoritario
de la política? ¿Por qué no nos revelamos
frente a esa circunstancia?”. Alfonsín nos
marcaba el camino en otro partido. Y surgió
la pregunta: “¿Se animan ustedes a encarar
la tarea de la renovación en el peronismo?”.
Pero, de cualquier manera, entre Alfonsín y
yo no sólo se entabló una relación política,
sino también un vínculo amistoso, cordial.
Voy comentar una infidencia. Ustedes saben
que yo libré las internas con otro competidor
a la presidencia de la República. Y uno de
los cargos que me hacían era el de ser tribu-
tario de Alfonsín. ¿Por qué? Porque cuando
Alfonsín tuvo necesidad de que el Congreso
Nacional -donde el peronismo tenía una
fuerte presencia- le votara algunas leyes,
sobre todo impositivas, yo no dudé en ha-
cerlo. Recuerdo que vino a verme a mi casa
 Sourrouille, el ministro de Economía de
aquel entonces, y me dijo: “Usted sabe, tene-
mos una inflación galopante, tenemos déficit.
Lo que le pido es algo muy sencillo: quiero
que los renovadores, en el Congreso, voten
las leyes impositivas que yo voy a mandar”.
Yo no consulté a nadie. Le dije: “descuente
EDITORIAL
que eso va a ser así”. Eso me costó mucho
en la interna, porque fue el argumento que
esgrimieron: “Es un adlátere de Alfonsín, no
le podemos confiar la conducción del parti-
do. Menos, hacerlo nuestro candidato en la
provincia de Buenos Aires, y menos aún, a
la Presidencia de la República”.
Ustedes también saben que la tradición
peronista era que al candidato presidencial
lo eligiera el Congreso Nacional del par-
tido. Yo tenía el ochenta por ciento de los
congresales a mi favor. ¿Y qué hice? Les
dije: “Compañeros, yo hice una promesa a
los peronistas: hay que elegir en internas a
los candidatos. Yo sé que si me hago elegir
por el Congreso Nacional del partido tengo
amplia mayoría, pero no amplia legitimidad.
Quiero ir a la interna con mi competidor. Si le
gano, bien.Y, si no, el que gana gobierna y el
que pierde acompaña”. Eso lo aprendimos
de Ricardo Balbín. Y fuimos a la interna.
También, en homenaje a mis recuerdos,
diré que cuando Balbín ya estaba por aban-
donarnos, lo fui a visitar a su casa de La
Plata. En su lecho casi de muerte él empe-
zó a hablar conmigo. Cuando salí le dije a
los compañeros: “¿Y yo me peleé con este
tipo durante veinte años? ¿Cómo pude ha-
ber desconocido la calidad humana de este
señor?”. Sin embargo, a veces la política
tiene esas exigencias que van contra un
sentido más humano de la vida.
No me considero un ilustre, me conside-
ro un militante. ¿Qué es un militante? Es
alguien que en un momento de su vida en-
cuentra una verdad que lo supera, y desde
entonces no puede vivir tranquilo.
Otro de mis orgullos es haber tenido una
mujer ejemplar, a quien le dije: “Vos sos
otra”, porque en un determinado momento
se le despertó la vocación, cuando ya había
tenido cuarenta nietos. Otro de mis orgullos
es tener en este lugar a dos de mis nietos y
a una de mis hijas.
Me han dispensado uno de los momen-
tos de mi vida pública que voy a recordar
con más devoción. Mucho más que aque-
lla ovación que se realizó cuando gané la
elección del 87, mucho más que todas las
acechanzas, los triunfos y las derrotas de
mi condición de gobernador y después de
senador nacional. Les trasmito mi agrade-
cimiento más profundo. Quiero también
extender mi agradecimiento a Balestrini,
porque sé que él es autor de esta iniciativa
aunque no me lo quiera admitir.
Compañeros, compañeras, correligionarios,
correligionarias y todos los que estamos
en el camino: trabajemos juntos. El país
no está viviendo horas fáciles; nos está pi-
diendo aunar fuerzas, y va a necesitar del
talento de los políticos. Las soluciones que
necesitamos en la actualidad tan conflictiva
que estamos viviendo no las dan las corpo-
raciones, las dan los políticos.
Muchos me preguntan: “Vos, que lo cono-
ciste a Perón, ¿qué hubiera hecho en esta
circunstancia?”. Estoy seguro que habría
llamado a los líderes de la protesta el primer
día del conflicto a la Casa de Gobierno, les
habría servido café, había creado un clima
 de diálogo y les habría dicho lo siguiente:
“Yo soy un hombre de campo y conozco
los problemas del campo mejor que uste-
des”. ¿Y qué consejo les hubiera dado? Les
voy a responder con unos versos del Viejo
Vizcacha: “El que gana su comida, bueno
es que en silencio coma, ansina vos ni por
broma querrás llamar la atención, nunca
escapa el cimarrón si dispara por la loma”.
Este viejo líder argentino hubiera aportado
un sentido de prudencia para evitarle a la
Argentina no las horas que estamos vivien-
do, sino las que desgraciadamente pueden
vernos obligados a vivir.
Sólo un gran esfuerzo y la gran unión de
los sectores políticos, sin distinciones de
banderas ni de trayectorias, pero munidos
de esa vocación por el bien común que nos
une, podría ayudar al país. Nuestros con-
Acerca de Ernesto Sábato
En vista de los homenajes que reciente-
mente se han tributado a Ernesto Sábato,
creo oportuno recordar algunas cuestiones
sobre su trayectoria, poblada largamen-
te de premios y distinciones nacionales e
internacionales. Es respetado porque ha
tenido a lo largo de su vida actitudes dig-
nas, y por ellas pagó costos enormes. Fue
en su juventud dirigente de la Federación
Juvenil Comunista, pero desilusionado con
el estalinismo se alejó. Más tarde, en 1946,
fue exonerado de su cátedra por firmar una
declaración repudiando el asesinato de un
estudiante. Según el propio Sábato, “dirigí
una nota pública al entonces ministro Bení-
tez, diciéndole que no me asombraban los
procedimientos nazis del gobierno -dados
sus antecedentes-, sino los errores de sin-
taxis, ya que el decreto emanaba del Minis-
terio de Instrucción Pública. Fui condenado
a dos meses de prisión por desacato”.
En 1955, el gobierno militar lo designó di-
rector de la revista Mundo Argentino, pero
denunció torturas y renunció a ese cargo
en 1956: “cuando la llamada Revolución
Libertadora llegó hasta lo peor, las torturas
a militantes peronistas, yo lo denuncié una
noche, por Radio Nacional, dando nombres
y apellidos. Se armó un gran escándalo. A
los dos días salió una larga declaración de
escritores y artistas condenándome, lo que
significa que de alguna manera justificaban
las torturas”. Ese mismo año se publicó El
sejos, nuestra actuación y nuestras ideas
deben confluir para que la Argentina no
profundice sus conflictos actuales y siga
pensando en el futuro que nos espera.
Sobre esto les trasmito mi gran optimismo.
Creo que se están dando condiciones para
que la Argentina pegue un salto cuantitati-
vo y cualitativo en el mundo, como no tuvo
oportunidad de hacerlo tal vez en toda su
historia. Por eso les pido a todos que pon-
gamos en ejercicio esa condición de los
políticos que consiste en aunar consen-
sos y buscar los diálogos, despojándonos
de nuestras particularidades para volver a
pensar en el bien común y en nuestra co-
mún aspiración de construir cada día una
Argentina mejor. Muchas gracias.
Antonio Cafiero
caso Sábato. Torturas y Libertad de Prensa.
Carta Abierta al Gral. Aramburu. El folleto
contiene documentación sobre las denun-
cias que avaló el propio Sábato.
Presidió en 1984 la CONADEP (la comi-
sión creada para investigar la desaparición
de personas durante el Proceso) y redactó
el prólogo del Nunca Más, conocido como
“Informe Sábato”, que comienza diciendo:
“Durante la década del 70 la Argentina fue
convulsionada por un terror que provenía
tanto de la extrema derecha como de la
extrema izquierda”. Se trata de una visión
-frecuentemente llamada “teoría de los dos
demonios”- que hoy es rechazada por la
Secretaría de Derechos Humanos de la Na-

ción. En 2006 la Secretaría agregó un nue-
vo prólogo a la edición del Nunca Más, don-
de se afirma que: “es inaceptable pretender
justificar el terrorismo de Estado como
una suerte de juego de violencias contra-
puestas como si fuera posible buscar una
simetría justificatoria en la acción de parti-
OPINIÓN
culares, frente al apartamiento de los fines
propios de la Nación y del Estado, que son
irrenunciables”. Más enfática fue Hebe de
Bonafini: “Nuestros hijos no eran demonios.
Eran revolucionarios, guerrilleros, maravi-
llosos y únicos que defendieron a la Patria”.
Bien leído, de ninguna manera el prólogo
de Sábato pretende que sean comparables
unas y otras violencias, ni mucho menos
justifica el terrorismo de Estado. Más bien
 dice exactamente lo contrario: “a los delitos general al menos curiosa: el resentimiento
de los terroristas, las Fuerzas Armadas res- “ha provocado el ascenso de la mayor parte
pondieron con un terrorismo infinitamente de los demagogos”. A partir de allí se inicia
peor que el combatido, porque desde el 24 una larga genealogía del resentimiento en
de marzo de 1976 contaron con el poderío y la historia argentina, que habría provocado
la impunidad del Estado absoluto, secues- incluso “un precoz y amargo descreimien-
trando, torturando y asesinando a miles de to por las grandes palabras y un doloroso
seres humanos”. No veo intención “justifi- desengaño con respecto a la mayor parte
catoria” al designar como “delitos” algunos de los hombres que manejaban la cosa pú-
actos de aquellos guerrilleros maravillosos, blica”. Todo esto habría sido aprovechado
máxime los que fueron realizados durante hábilmente por Perón: “tanto su aprendiza-
la vigencia de un gobierno constitucional je en Italia, su natural tendencia al fascis-
democráticamente elegido por la amplia mo, su infalible olfato para la demagogia,
mayoría del pueblo argentino. su idoneidad para intuir y despertar las
Más recientemente, Sábato ha hecho pú- peores pasiones de la multitud, su propia
blica su adhesión a la causa de la indepen- experiencia de resentido social -hijo natural
dencia de Puerto Rico y a otras declaracio- como era- y por lo tanto su comprensión y
nes que demuestran su férrea defensa de valoración del resentimiento como resorte
los principios de la democracia y la sobera- primordial de un gran movimiento de ma-
nía popular. sas, y finalmente su absoluta falta de escrú-
Pero hay otros textos de Ernesto Sábato pulos; todo lo capacitaba para convertirse
que conviene citar, aunque le sean me- no solamente en el jefe de las multitudes
nos favorables. Por ejemplo, hay un librito argentinas sino también en su explotador”.
publicado en julio de 1956, titulado El otro Sigue su sesudo análisis: “las masas, que
rostro del peronismo. En él, Sábato intentó son femeninas, se enamoran de un líder, y
distinguir la condena a Juan Perón (llega a en ese amor no hay ni cálculo ni sensatez”.
llamarlo “tirano aborigen”) de las legítimas Nótense las referencias a Italia y a la condi-
aspiraciones de la “masa peronista” a un ción femenina.
mayor bienestar y a un reconocimiento so- Juan Perón no sólo embaucaba multitudes.
cial que las clases altas le negaban. “En el Parece que también “fue agente pago de
movimiento peronista no sólo hubo bajas la embajada alemana”, y su propósito ini-
pasiones y apetitos puramente materiales: cial fue “el de regir una satrapía del impe-
hubo un genuino fervor espiritual, una fe rio alemán, si Hitler triunfaba en Europa”.
pararreligiosa en un conductor que les ha- Como tantos otros, Sábato acusa a Perón
blaba como a seres humanos y no como a de haber tenido pésimas intenciones, aún
parias”. Incluso cuestionó a la izquierda por peores que lo que la realidad le permitió
haber menospreciado “la cantidad y la cali- llevar a cabo. Afortunadamente, no pudo
dad de las masas que apoyaban al coronel concretarlas, por lo que simplemente se li-
Perón”. Ilustró esto con una frase notable: mitó a manipular y mezclar todo. Su “falta
“con ciertos líderes de izquierda ha pasado de escrúpulos éticos y filosóficos” le permi-
 algo tan grotesco como con ciertos médicos, tió simultánea o alternativamente apoyarse
que se enojan cuando sus enfermos no se en nacionalistas y judíos, anarquistas y ca-
curan con los remedios que recetaron”. tólicos, oligarcas y socialistas: “recibía con
Hay un párrafo de este folleto que con fre- la misma sonrisa empalagosa y monista a
cuencia es citado por autores que buscan judíos y siriolibaneses, a alemanes e ingle-
explicar el clima de 1955: “aquella noche de ses, a rabinos y antisemitas, a banqueros
septiembre de 1955, mientras los doctores, de Texas y a ladrilleros, a damas de la so-
hacendados y escritores festejábamos rui- ciedad y a mujerzuelas respetuosas”. Ex-
dosamente en la sala la caída del tirano, en traordinario. Ahora entendemos de dónde
OPINIÓN

un rincón de la antecocina vi cómo las dos proviene esa pasión de Torcuato Di Tella
indias que allí trabajaban tenían los ojos por esclarecer a esta triste amalgama que
empapados de lágrimas”. Amplía esa idea hacemos los peronistas con las ideas de iz-
unas líneas más abajo: “si en el peronismo quierda y de derecha. Pero me juego a que
había mucho motivo de menosprecio o de el bueno de Torcuato no sería tan estricto
burla, había también mucho de histórico y en materia de sonrisas.
de justiciero”. Ignoro si Sábato rectificó públicamente es-
Sin embargo, hay otros párrafos de ese libri- tos delirios, pero al menos el librito nunca
to que resultan menos juiciosos. Para expli- fue reeditado.
car el peronismo, expuso una observación Hay otras exposiciones de Ernesto Sábato
que ponen en duda que su fe en los princi-
pios democráticos haya sido constante a lo
largo de toda su vida. En 1966, luego del
golpe de Onganía, declaró: “Creo que es el
fin de una era. Llegó el momento de barrer
con prejuicios y valores apócrifos que no
responden más a la realidad. Debemos te-
ner el coraje para comprender (y decir) que
han acabado, que habían acabado institu-
ciones en las que nadie creía seriamente.
¿Vos creés en la Cámara de Diputados?
¿Conocés mucha gente que crea en esa
clase de farsas? Ojalá la serenidad, la dis-
creción, la fuerza sin alarde, la firmeza sin
prepotencia que ha manifestado Onganía
en sus primeros actos sea lo que prevalez-
ca, y que podamos, al fin, levantar una gran
nación”.
Dos meses después del golpe de 1976, en
la tapa de La Nación del 20 de mayo, se
describe el almuerzo que mantuvo Ernesto
Sábato con Jorge Rafael Videla, junto con
Jorge Luis Borges, Horacio Esteban Ratti
y Leonardo Castellani. Según el diario, Vi-
dela dijo que “el desarrollo de la cultura es
fundamental para el desarrollo de una Na-
ción”, y “los demás asentían”. Es entendi-
ble. ¿O usted no hubiera asentido? Pero los
testimonios coinciden en señalar que ese
día Sábato no apoyó el pedido que allí se
le hizo a Videla por la vida de Haroldo Conti
y otros escritores. Según los actuales cul-
tores de su imagen, él fue a esa reunión a
protestar por los excesos criminales del ré-
gimen. Merece el beneficio de la duda. No
obstante, al finalizar la reunión, declaró a
La Nación el propio Sábato: “Es imposible
sintetizar una conversación de dos horas
en pocas palabras, pero puedo decir que
con el presidente de la Nación hablamos
de la cultura en general, de temas espiri-
tuales, históricos y vinculados con los me-
dios masivos de comunicación”. Está bien,
no va a andar a los gritos diciendo que de-
nunció excesos... Unas líneas más abajo si-
guen sus declaraciones: “Hubo un altísimo
grado de comprensión y de respeto mutuo.
En ningún momento la conversación des-
cendió a la polémica literaria e ideológica.
Tampoco incurrimos en el pecado de caer
en la banalidad. Cada uno de nosotros ver-
tió, sin vacilaciones, su concepción perso-
nal de los temas abordados. (...) Fue una
larga travesía por la problemática cultural
del país. Se habló de la transformación de
la Argentina, partiendo de una necesaria
renovación de su cultura”. Según el testi-
monio del resto de los asistentes, ese fue
su principal tema de conversación duran-
te la reunión. Pero a La Nación de paso le
expuso la impresión que le causó el propio
Videla: “Excelente. Se trata de un hombre
culto, modesto e inteligente. Me impresionó
la amplitud de criterio y la cultura del presi-
dente”. Todo está textualmente tomado de
la primera página del diario de ese día.
Dos años más tarde, todavía Sábato man-
tenía una posición favorable al gobierno
de Videla. En la revista alemana Geo de-
claró: “La inmensa mayoría de los argenti-
nos rogaba casi por favor que las Fuerzas
Armadas tomaran el poder. Todos deseá-
bamos que se terminara ese vergonzoso
gobierno de mafiosos. Desgraciadamente
ocurrió que el desorden general, el crimen
y el desastre económico eran tan grandes
que los nuevos mandatarios no alcanza-
ban ya a superarlos con los medios de un
estado de derecho”. Las cursivas son mías,
porque se trata de una afirmación que es
manifiestamente contradictoria con un pá-
rrafo del “Informe Sábato”, publicado seis
años más tarde. Más abajo, en la misma
revista, sigue su mirada parcial: “Los extre-
mistas de izquierda habían llevado a cabo
los más infames secuestros y los crímenes
monstruosos más repugnantes. Sin duda
alguna, en los últimos meses, muchas co-
sas han mejorado en nuestro país: las ban-
das terroristas han sido puestas en gran
parte bajo control”. ¿Había un solo demo-
nio, entonces?
La verdad es que el hombre tiene derecho
a cambiar de idea. No comparto la opinión
de quienes tildan a sus cambios de oportu-
nistas. Pero tampoco es como para conver-
tirlo en un emblema de la democracia. Su
compromiso con el estado de derecho no
parece haber carecido de meneos.
Hay otras dos frases de Ernesto Sábato que 
quisiera citar. Una refleja su idea del valor
moral de la resistencia: “la mayor nobleza
de los hombres es la de levantar su obra
en medio de la devastación, sosteniéndola
infatigablemente, a medio camino entre el
desgarro y la belleza”. La otra preanuncia
sus contramarchas: “no existe ser humano
de cierta jerarquía que tarde o temprano no
OPINIÓN
tenga su Camino de Damasco”. Por suerte
vio la luz a tiempo. A diferencia suya y de
tantos otros, los peronistas no sólo cam-
biamos de idea: reconocimos públicamente
nuestros errores. Tal vez por eso logramos
permanecer, aunque nos ahorren casi to-
dos los homenajes.
Mariano Fontela
Libros editados por COPPPAL en Argentina

Antonio Cafiero
Razones para ser peronista
“Este libro expone razones actuales para ser peronista hoy, para que los que ya lo son puedan acceder a
una versión de nuestra doctrina que ha ido actualizándose con el correr del tiempo; para que los jóvenes
que aún no han despertado a la vida política puedan saber de primera mano cómo pensamos muchos
peronistas; y no pierdo la esperanza de que hasta los antiperonistas más cegados puedan algún día llegar
a entender de qué manera las ideas del Justicialismo se desarrollaron coherentemente con los momentos
históricos que le tocó vivir”.

María del Carmen Feijoó (compiladora)

Participación política de las mujeres en América Latina
Estos textos dan cuenta de 150 años de historia de las prácticas sociales de las mujeres. Resumen una
reformulación que tuvo como eje central el cuestionamiento del principio de que su lugar fundamental era
el hogar. Muchas generaciones de mujeres superaron las restricciones de un medio hostil, discriminatorio
y patriarcal, y se las arreglaron para encontrar formas alternativas que hicieron posible una agenda de
reivindicaciones que mejoró la calidad de nuestras democracias.

Oscar Alende
Vida, obra y pensamiento político
“Todo en nuestro tiempo debe servir a la emancipación y al cambio estructural. Nuevas corrientes y, lo que
es más importante, nuevas generaciones, que por ende no vivieron el surgimiento de la intransigencia ni
el brotar del justicialismo, irrumpen con su demanda de protagonismo para militar en la causa del interés
nacional, sin tutelas ni dependencias. Las dificultades de hoy requieren, de todos, coraje y esperanza,
única forma de generar conductas que den sustancia a la vida. Las páginas que siguen procuran aportar
un testimonio válido de lo acontecido en la Argentina, de todo cuanto observé y, en la medida de mis
esfuerzos, procuré hacer al servicio de lo nacional y de la causa popular”.


Silvio Juan Maresca
Perón y la filosofía
Este libro, concebido como una herramienta para quienes desean actuar en política, reseña la evolución
de algunas ideas cuyo hilo conductor es la búsqueda de referencias filosóficas del peronismo. Éste es un
modo muy particular de ver las cosas, enraizado en una tradición. Pero su validez no consiste en repetir
dogmáticamente fórmulas elaboradas en el pasado. Nada hay más ajeno a la filosofía política del peronismo
que cualquier forma de fundamentalismo. El peronismo se acerca más a un modo de lectura de la realidad, a un
método, que a una colección de afirmaciones dogmáticas.

Norberto Ivancich
Escritos peronistas
Si bien escribió varios libros, buena parte de los textos políticos de Norberto Ivancich fueron publicados
en revistas hoy inhallables. Al cumplirse dos años de su fallecimiento, hemos querido editar varios de sus
escritos, para hacer accesibles algunas de las explicaciones más lúcidas que se han emitido para encontrar
causas políticas de las crisis que hemos atravesado en estos años.
Jorge Etcharrán, Javier Fevre y Mariano Fontela
El peronismo y los medios de comunicación

El jueves 19 de junio se realizó en el Instituto un seminario en el cual disertaron

Carlos Caramello, Gustavo Marangoni, Gustavo Bulla y Carlos Campolongo. A
continuación se transcriben fragmentos de la desgrabación de sus exposiciones.

Carlos Caramello
Los medios de comunicación son hoy una Perón, no sólo por su oralidad, sino por
especie de maraña sólo comparable a la todo lo que acompaña a su construcción
distribución de la coparticipación: tienen discursiva: el dónde, el qué decir, el cómo
tantas vinculaciones entre sí que configu- decirlo. Sobre todo en esta época en la
ran una red ininteligible, cuando deberían que estamos tan acostumbrados a dirigen-
ser lo más claro y transparente. En este tes que agarran el micrófono para no decir
sentido, y para empezar a desentrañar la nada y sin embargo intentan instaurar un
maraña, propongo pensar en la historia de discurso... y entonces se llenan de lugares
la relación del peronismo con los medios comunes, repiten viejas historias, etc.
en términos de la Comunicación Política, Perón tenía qué decir, sabía cómo decirlo y
sobre todo porque, de alguna manera, son había elegido dónde decirlo, es decir, tenía
contemporáneos. una escenografía. ¿Quién puede pensar
Si bien se habían planteado estrategias a Perón sin la plaza y quién puede pensar
de comunicación política aisladas en go- a la plaza sin Perón? Sabía, además, bá-
biernos anteriores a los del general Perón sicamente a quién decírselo. Perón, como
-básicamente Hipólito Yrigoyen, que man- nadie, sabía que el Pueblo es el sujeto del
daba a escribir tangos y payadas que discurso político, cosa que muchos pare-
servían como antecedente de los jingles, cen haber olvidado.
o producía algún merchandising (relo- En sus discursos, Perón establecía además
jes, monedas, atados de cigarrillos) con una suerte de diálogo con los destinatarios,
la imagen del “peludo”-, la verdad es que porque su discurso era plebiscitario. Él ple-
los dos grandes momentos en términos de biscitaba su acción; le decía al pueblo que
estrategias de comunicación política en la hacía tal cosa porque era lo que el pueblo
Argentina se dieron a partir del 43, con la quería, y les preguntaba “¿no es verdad?”,
llegada de Perón al gobierno, y cuarenta y la multitud le contestaba, le decía “sí
años más tarde, con la recuperación de la Perón”.
democracia, en la campaña del Dr. Alfonsín. Además de ese auditorio, él había defini-
Y en ambos, el peronismo tuvo una respon- do con claridad cuál era el destinatario de
sabilidad muy grande.

sus palabras. Perón no se equivocaba en
Perón ha sido uno de los mayores, acaso el el destinatario de su discurso, entonces
mayor, comunicador de América Latina del ese discurso construye un espacio y un
siglo XX. Y digo esto porque Perón, según ámbito de comunicación en donde las pa-
quienes han estudiado y estudian su dis- labras empiezan a tener peso propio y en
SEMINARIO

curso, fue lo que se conoce técnicamente donde algunas cuestiones culturales que
como un “anunciador absoluto”. hasta ese momento significaban desva-
Es decir, Perón logró darle carnadura, re- lorizar a la persona, como “descamisado”,
presentación física, a colectivos abstractos: “obrero” y otras, empiezan a tener un valor
Patria, pueblo, trabajadores. Y esas pala- superlativo.
bras empiezan a representar para el pueblo Perón entiende con absoluta claridad esta
cosas tangibles. Esto le permitió a Perón, cuestión. De alguna manera es el gran
una vez que instaló la tangibilidad de la pa- visionario porque imagina los grandes mo-
labra Patria, designar a sus enemigos como vimientos comunicacionales de mediados
“vendepatrias”, que era la mejor manera de del siglo pasado. El tema de la radiofonía,
sacarlos absolutamente del juego político. por ejemplo: en el 40 casi no había ra-
Para comprender el alcance de esto, es dios; en 1947 uno de cada dos hogares en
necesario que entendamos el discurso de la Argentina tenía una radio. Hay alguna
 historia que cuenta que Perón empieza a mos un graffiti del Mayo del 68 francés que
adecuar el tiempo y la potencia de sus dis- decía “somos la rabia”, firmado JP. A ese
cursos en términos de la audición radial, pueblo, que salía del momento más oscuro
es decir, empieza a acortar su discurso y de su historia, de los 30.000 desaparecidos,
a sintetizarlo a favor de la audición radial. de la muerte, del espanto, lo queríamos
Y por supuesto que en el 51 la llegada de convencer para que nos votara diciéndo-
la televisión -un hito fundamental- determi- les que éramos “la rabia”... Esa estrategia,
na algunas cuestiones que también tienen enfrentada a la de “con la democracia se
que ver con lo que estamos pagando hoy come, se cura y se educa”, dio los resulta-
en términos de la relación del peronismo dos que vimos.
con la prensa. Un “señor” que vino unos años después en-
Dentro del movimiento hay un gran compo- tendió eso y empezó a trabajar campañas
nente sindical, que es la columna vertebral. con señalética y, sobre todo, trabajó en lle-
El peronismo tiene una lógica de nacimiento var la campaña a la puerta de la casa del
profundamente implicada con los gremios votante. Por eso, las famosas caravanas,
o sindicatos anarquistas o socialistas, que el “menemóvil” y demás. Sin embargo, ese
estaban relacionados con los medios gráfi- “señor” cometió el mayor de los pecados
cos. Es decir, el sindicalismo no termina de que puede cometer un político: le entregó
involucrarse o relacionarse definitivamen- el discurso a los medios. Su relación con la
te -aún hoy- con los medios audiovisuales. estrella periodística de esos días, el recien-
Sobre este tema hay una anécdota famosa: temente fallecido Bernardo Neustadt, fue el
mientras nacía Canal 7 -que en realidad era paradigma de ese verdadero “suicidio polí-
Radio Belgrano en ese entonces-, Perón tico” que fue poner el discurso en manos de
les pregunta a los sindicalistas qué querían, unos pocos y sacar al pueblo del esquema
y ellos pidieron el Diario La Prensa. En vez de la comunicación.
de pedir el nuevo medio de comunicación, Nuestra relación con los medios siempre
que representaba una alternativa o por lo va a ser una relación tensa, porque más
menos un desafío en términos de comuni- allá de la ausencia o no de debate y de
cación, pidieron el Diario La Prensa. Y si lo conexión dentro del peronismo, lo que te-
traemos a estos días veremos que uno de nemos es un debate grande de poder con
los pocos sectores que todavía sigue pu- los medios de comunicación por ser, el pe-
blicando solicitadas en los diarios son los ronismo, un partido de poder.
gremios. En ese debate, nosotros nos arrogamos la
En noviembre de 1972 Perón dice una frase representación de la gran mayoría del pue-
maravillosa: “hoy, el último paisano a cien- blo argentino; y contra eso los medios de
tos o miles de kilómetros de la metrópolis comunicación se arrogan una representa-
tiene su transistor (sic)”. De alguna manera, ción cotidiana de los que compran diarios y
con esa frase dicha al pasar, Perón explica suman al rating de los canales.
todo lo que él mismo ha hecho en función Por eso, desde aquel primer momento de
de esa comunicación y de avanzar sobre la Perón, lo que tenemos es una pelea en
 difusión de las ideas políticas a través de términos de poder, no en términos comu-
esos medios. nicacionales. Más allá de las estrategias
El segundo momento trascendente de la y de los esfuerzos que hemos hecho a lo
comunicación política en la Argentina, sin largo de toda nuestra historia para tratar
lugar a dudas, es el de la campaña de la re- de incidir buenamente sobre los medios
cuperación de la democracia en 1983. Ahí de comunicación, aún hoy -y a mí me da
SEMINARIO

aparece con toda claridad esta suerte de hasta una suerte de vergüenza ajena-, pe-
incomodidad que hay entre el peronismo riodistas que son compañeros, que han
y los medios de comunicación, que sigue compartido los momentos de la pelea del
siendo manifiesta hasta el día de hoy. 70 y la militancia, atrás de un micrófono de
En esa campaña cada uno hizo lo que pudo, una radio o en una editorial, son antes pe-
no hubo una señalética, los afiches se re- riodistas que peronistas, y debaten el poder
petían y se hacían básicamente en función con el peronismo de la misma manera que
de quien los diseñaba y quien los pagaba. aquellos que no son peronistas.
Nosotros peleamos contra la señalética Para concluir: en términos de la relación
del radicalismo, que encontró un discurso del peronismo con los medios de comuni-
ligado a la recuperación de la democracia, cación, lo que pondría delante de todo lo
de las instituciones, del Estado de Derecho. que estamos discutiendo es nada más y
En las paredes de Buenos Aires pintába- nada menos que el tema del poder.
Gustavo Marangoni
Me excuso en mi gusto por el cine para co-
menzar con una referencia poco peronista
-si se quiere- y poco académica. Hace unos
días vi una película de James Bond que
se llama El mañana nunca muere. En esa
película el malo es Jonathan Price -que
además hace de Perón en la horripilante pe-
lícula Evita en la que actúa Madonna-, que
es dueño de un multimedios internacional y
cuya intención es tener el monopolio global
de la noticia. Voy a leer un extracto de la pe-
lícula: “el magnate mediático Elliot Carvett
tiene una singular estrategia para asegurar
el éxito de su nueva red de noticias por ca-
ble: inspirar catástrofes internacionales en
secreto con la seguridad de que sus esta-
ciones de radio y televisión, al igual que su
periódico Mañana, serán los primeros me-
dios en dar cobertura de la noticia. De esta
manera pretende crear un monopolio mun-
dial en la industria de las noticias”.
Una nota al pie. La película se llama El ma-
ñana nunca muere, pero en realidad ese no
era su título original. El título original era El
Mañana nunca miente, porque el Mañana
era el periódico del malo de la película y su
slogan era ese. Por un error de tipeo -dicen
los responsables de la película-, quedó ese
título que no se entiende muy bien. Pero
no perdamos el espíritu de que la película
originalmente se llamaba El mañana nunca
miente.
En esa película -como suele pasar en to-
das las películas de James Bond-, cuando
el malo se enfrenta con el héroe le cuenta
sus planes, y en este caso le muestra el no-
ticiero de lo que va a suceder, que es, por
supuesto, la muerte de James Bond anun-
ciada al día siguiente. Y también le muestra
el noticiero de la resolución del conflicto de
una supuesta guerra que iba a darse entre
Inglaterra y China, con el fin de que este
magnate de la comunicación tuviera el mo-
nopolio de los medios en China.
¿Por qué elegí esta película? No porque
tenga la intención de estigmatizar a los me-
dios de una manera brutal, diciendo que
ellos son los malos y nosotros los buenos.
Me interesa intentar, al menos, trascender
una posición maniquea, planteando que lo
que muestra la película -que no pretende
reflexionar a propósito del tema ni mucho
menos- resulta muy simbólico.
A diferencia de 60 o 70 años atrás, los
medios de comunicación naturalmente
han evolucionado, y la discusión de ese
entonces -inclusive hasta vista desde la iz-
quierda-, era por la propiedad de los medios
de producción en el capitalismo industrial.
Hoy tendríamos que darnos unos minutos
para pensar que plantear la regulación de
la propiedad de los medios de producción
simbólica en una sociedad debe ser una
tarea que acredite el acto del pensamien-
to alrededor de esa temática, porque estos
medios tienen en esta etapa de capitalismo
global una significancia importante.
En ese sentido rescato lo que dice Perón y
el peronismo, que siempre han tenido una
gran capacidad de comunicación. Con la
lógica de la comunicación hemos tenido
siempre una buena empatía: Perón fue un
gran comunicador, y la radio fue en ese
momento un poderoso instrumento de
comunicación.
Esta empatía entre el peronismo y la co-
municación tiene que ver también con
caracteres propios y fundacionales de
nuestra doctrina, que es simple, sencilla y
que requiere ser comunicada en términos
simples, no simplistas. Es una doctrina que
además intenta acompañar la evolución y
los cambios del mundo con una ética de la
oportunidad -no del oportunismo-, adap-
tándose al mundo, y para ello requiere
comunicar de una manera sencilla, clara y
con lo que tiene a mano.
El peronismo ha tenido relaciones de todo
tipo con la comunicación y los medios de
comunicación. Hemos conocido prácti-
camente todas las instancias: todos los
medios en contra, todos los medios a favor.
Y como decía Perón: “cuando tenía todos
los medios en contra gané, cuando los te-
níamos todos a favor nos echaron”.
Tuvo una espectacular estrategia de comu-
nicación en la proscripción más absoluta,

con el silenciamiento total, con un decreto
que establecía la prohibición de nombrar al
peronismo; y sin embargo sobrevivió, y no
sólo eso, sino que pudo llegar nuevamente
SEMINARIO
a conquistar el poder, a pesar del silencio
más absoluto. Esto habla de un movimien-
to que por la impronta de su fundador y
por una característica que está ligada es-
trictamente a su doctrina, tiene una gran
capacidad de comunicación.
Con los medios naturalmente hay una dis-
puta de poder. Muchas veces, discutiendo
con periodistas o responsables de distintos
medios de comunicación, esto se pierde
de perspectiva. En nuestra Constitución
Nacional del 53 se hablaba de la libertad de
prensa, que se garantizaba casi automáti-
 camente, porque con una pequeña Minerva
uno podía imprimir cualquier tipo de panfle-
to o hacer un diario; pero hoy los grupos de
comunicación son mucho más que eso, son
verdaderos grupos multimedios que factu-
ran millones y que además tienen una serie
de negocios colaterales que muchas veces
son más importantes que el propio negocio
de la comunicación.
Hacia 1960 un gerente de comercialización
del diario Clarín se jactaba de decir que
con los clasificados de un fin de semana se
pagaban los sueldos de todo un mes. Hoy
Clarín no pagaría jamás los sueldos de un
mes con los clasificados de un fin de sema-
na, porque estamos hablando de un grupo
que es mucho más complejo, amplio y ex-
tendido que eso.
Discutiendo con periodistas que me decían
que los políticos éramos corporativos, yo les
decía que creía justamente todo lo contrario,
y voy a hacer un elogio del corporativismo.
A mí me gustaría que la política fuese más
corporativa en la Argentina, y me parece
que justamente esa es una característica
que no tiene. En realidad siempre vamos
a encontrar políticos prestos a hablar muy
mal de otros políticos e inmediatamente
masacrarlos con tal de conseguir algunos
segundos o minutos de televisión, centíme-
tros de los diarios o algo parecido.
Actitudes corporativas se pueden encontrar
en los medios de comunicación como em-
presas y en los sujetos que son parte de esas
empresas, que son los periodistas. Por ese
motivo y por otros tantos más seguramente
-porque estamos hablando de empresas ca-
pitalistas que obviamente tienen un lógico
afán de lucro y de ganancias-, es necesario
que el Estado pueda regular estas activida-
10 des sin ningún espíritu culposo.
Porque a algunos periodistas u opinadores
a los que les parece muy mal la concen-
tración en determinados sectores de la
economía, como el automotriz o el alimenta-
rio, no les parecen mal los monopolios o las
SEMINARIO
excesivas concentraciones de poder en las
empresas de los medios de comunicación.
¿Por qué consideran que en algunos aspec-
tos se afecta la libertad de mercado y en
ese segmento precisamente no?, cuando
estamos hablando de un sector sustantivo
no sólo por su peso económico, sino por su
peso en las libertades de los pueblos.
¿Por qué no podemos abordar esta proble-
mática sin tener que pedir o dar excusas
por anticipado de que no queremos afectar
la libertad de nadie? ¿Por qué no podemos
darnos el debate de que estos medios re-
quieren regulación? ¿Por qué no podemos
plantear que en la Argentina no sólo la ley
de radiodifusión actual, sino la anterior tam-
bién, eran de una dictadura, y que la famosa
modificación que se hizo en 1989 al inciso
‘e’, que permitió la posibilidad de que los dis-
tintos medios sean además dueños en un
mismo territorio geográfico de radios, de
canales de televisión, de diarios y ahora de
portales de Internet, es por lo menos un ries-
go, algo que merece ser debatido sin que por
la sola propuesta de ese debate a alguien lo
acusen de ir contra la libertad de prensa o
de tener una mentalidad totalitaria?
Discutamos en igualdad de condiciones,
planteemos el debate necesario, lógico
y normal de que si en nuestro país el fun-
cionamiento de las instituciones a lo largo
de los años tiene amenazas desde lugares
de la política o desde distintas corporacio-
nes económicas, también puede tenerlas
por el peculiar y particular funcionamiento
que tienen los medios. Es un debate que
me parece lógico y natural que se dé, no
para censurar a nadie, sino para estable-
cer regulaciones que países capitalistas,
democráticos y modernos establecieron
hace muchísimos años. Estados Unidos
estableció su primera ley de regulación de
la radio en 1934 y de la televisión en 1953,
Alemania en 1972 planteó la imposibilidad
de la concentración de medios, etcétera.
Que un político tenga el carisma de la comu-
nicación es importante, pero ese carisma de
comunicación tiene que estar al servicio de
un proyecto colectivo. Si es nada más que
un carisma de comunicación al servicio de
la figuración individual y se traduce en la
nada cuando llega el momento de gestionar,
o se traduce simplemente en llegar para es-
tar en los medios de comunicación pero no
para afectar nada de lo que hay que afectar;
cuando se supone que uno, que participa de
un partido y de un movimiento político como
el peronismo, llega al poder para cambiar
las cosas en función de una mejor distribu-
ción del ingreso, de una mayor justicia social,
etcétera. Si cuando se llega al poder no se
debaten estos temas por temor, tenemos
que decir que esa persona o partido tienen
muy limitada su capacidad de hacer política.
Como empecé de una manera no peronista,
voy a terminar de una manera no peronis-
ta, citando a Juan Bautista Alberdi. En sus
Escritos póstumos hay una frase que rescato
aquí: “después que se oye a la prensa, falta
siempre saber lo que piensa el país”. Quizás
sea esa nuestra función desde la política, con-
tribuir a saber qué es lo que piensa el país.
Gustavo Bulla
Arranco con una pregunta retórica: ¿por qué
no hay ley democrática de radiodifusión?
Estamos a punto de cumplir 25 años de de-
mocracia a fin de este año y, con sus más
y con sus menos, se ha logrado avanzar en
este período inédito de las instituciones del
país en temas que aparecían como tabúes
porque podían ofender a algunos de los po-
deres reales que dominaron el siglo XX en
la Argentina.
Cuando se hablaba de la ley de divorcio
vincular, muchos pensaron que ese cambio
significaba poner al borde del precipicio a
la democracia naciente, dado que, como
todos sabemos, la Iglesia Católica se opu-
so tenazmente e hizo todo lo que pudo para
que esa ley no prosperara. Salió la ley, la
gente se siguió casando o no casando, se
siguió divorciando o no divorciando, siguió
siendo feliz o infeliz, pero no alteró en nada
la vida institucional del país. Algo simi-
lar podemos decir respecto del otro gran
poder del siglo XX: las fuerzas armadas.
¿Quién podría haber vaticinado que iba a
disolverse el servicio militar obligatorio con
naturalidad? Ni hablar de lo ocurrido más
recientemente con la anulación de las lla-
madas “leyes del olvido y del perdón”.
Espero tener que desdecirme pronto, pero
me gustaba decirle a los alumnos que en la
Argentina el único poder real constituido y
sobre todo concentrado y fortalecido en las
últimas dos décadas -especialmente en la
del 90- es el sector de los medios de comu-
nicación. Es el único al que aparentemente
la democracia argentina no se le ha anima-
do. Es más, vaticinaba la probabilidad de
que otros temas muy controvertidos y de
cierta demanda social de la agenda legis-
lativa nacional prosperaran bastante antes
que una ley democrática de radiodifusión.
Me refería a una ley de despenalización del
aborto o del consumo de drogas. Espero
tener que desdecirme pronto, porque apa-
rentemente esta vez sí vamos en dirección
a animarnos.
La ley de radiodifusión vigente es una ré-
mora insoportable de la dictadura. La sola
visualización del decreto 22.285, firmado
por personajes nefastos para la historia
argentina -como Jorge Rafael Videla, José
Martínez de Hoz, Albano Harguindeguy-,
debería llenarnos de vergüenza como
ciudadanos, como militantes políticos. Sin
embargo, la ley y ese decreto han sobrevi-
vido hasta aquí, y bastante bien.
Aparte del contexto en el que surgió, la ley
planteaba algunas cuestiones que la hacen
incompatible con la democracia, porque se
trata de una norma autoritaria, centralista
y discriminatoria. Es autoritaria -indepen-
dientemente del contexto genocida en el
que fue ideada- porque está apadrinada
en todo su texto con la no menos nefasta
doctrina de la seguridad nacional, en nom-
bre de la cual se masacró prácticamente a
una generación de compatriotas. El diario
La Nación -y Clarín también- ha salido a de-
cir en recientes editoriales que esta no es
más una ley de la dictadura, porque ha sido
modificada a través de unas 207 reformas,
cosa que es falaz. Efectivamente, fue muy
reformada, pero no en 207 oportunidades.
A tal punto es todavía una ley de la dictadu-
ra que el artículo 7 consagra la seguridad
nacional como el objetivo primordial de
la radiodifusión, y todavía está vigente
el artículo de cómo debe conformarse el
COMFER, organismo que está interveni-
do desde la asunción de Alfonsín en 1983:
tres de los directores deberían provenir de
las fuerzas armadas. Si esto se conocie-
ra masivamente la ley no podría durar un
instante.
Esta ley es centralista: todas las decisiones
y los resortes vinculados a su aplicación
dependen pura y exclusivamente del Poder
Ejecutivo Nacional. Es decir, no hay par-
ticipación alguna del Poder Legislativo,
representación de los poderes federales, y
ni hablar de organizaciones de la sociedad
civil, trabajadores de los medios y demás.
Esto es entendible en el contexto de la dic-
tadura, en el marco de la guerra fría. Pero
hoy, 25 años después de la recuperación
democrática, es muy difícil de sostener. 11
Por último, es discriminatoria, porque ese
instrumento de la dictadura se cuidó muy
bien de pensar en un solo tipo de explota-
dor de licencias de radiodifusión, aparte
del Estado, y se refería a las sociedades
SEMINARIO
con fines de lucro. Para ese instrumento
era impensable que organizaciones socia-
les de todo tipo sin fines de lucro pudieran
acceder a una licencia de radiodifusión,
simplemente porque se consideraba a la
comunicación y al producto de la comunica-
ción -la información- como una mercancía
más. La comunicación social no está con-
cebida por la dictadura como un bien social
cultural y de enorme y creciente influencia
en los procesos democráticos. Entonces,
era perfectamente coherente para ese
planteo político ese decreto de la dictadu-
 ra, lo que es totalmente insostenible para
nuestra democracia, que ya podemos de-
nominar “joven”.
¿Qué pasó después? Lo que vino luego fue
prácticamente peor, porque dejó todos es-
tos instrumentos nefastos de la dictadura y
les quitó algunos aspectos que podríamos
denominar como “positivos”, que obviamen-
te no tenían una impronta democratizadora
-más bien todo lo contrario-, pero que les
ponía límites a las redes nacionales y a la
multiplicidad de licencias. Y el último decre-
to del presidente Carlos Menem en materia
de radiodifusión (de 1999, cuando se apres-
taba a asumir Fernando De la Rúa) elevó
la cantidad de licencias que podía tener
un mismo licenciatario a 24. Por supuesto,
también permitió una serie de cosas como
el funcionamiento las 24 horas del día de
redes nacionales, la transferencia de las li-
cencias, etcétera.
La vigencia de esta ley no resiste el menor
análisis. Uno de los responsables involun-
tarios de que la reforma de esta ley, allá
lejos y hace tiempo, no haya comenzado a
tramitarse y haya llegado a buen puerto es
Antonio Cafiero. Digo involuntario porque
su triunfo en el año 1987 desató un mar de
especulaciones en el oficialismo y la opo-
sición de entonces. Entre los años 85 y 87
había una docena de proyectos de ley en
ambas cámaras, algunos de ellos denomi-
nados “proyectos Clarín”... El poder radical
de entonces comenzó a evaluar con miras
a las elecciones del 89 que la sanción de
una ley de radiodifusión casi los llevaría
a que algunos de los medios que todavía
quedaban en control del Estado se opu-
sieran, justo cuando iban a necesitarlos
para la pelea casi imposible de evitar que
12 el siguiente presidente fuera peronista. Y
el peronismo estaba saliendo de la primer
derrota electoral reagrupándose, y casi
todos los legisladores de ese entonces op-
taron por llegar con las manos libres al 89,
ya que estaban seguros de que iban a ga-
SEMINARIO
nar, y luego recién discutirían una política
sobre este tema.
Esa oportunidad se perdió. De hecho había
un proyecto muy importante del Consejo
para la Consolidación de la Democracia,
que era uno de los instrumentos que había
pensado el gobierno de Alfonsín para con-
sensuar algunas políticas de Estado, y uno
de los que más había avanzado era un pro-
yecto de ley de radiodifusión inspirado en los
mejores elementos del servicio público de
radiodifusión europeo, que casualmente en
esa época comenzaba a ser penetrado por
el capital privado. Entre la Segunda Guerra
Mundial y la década del 80, los europeos,
en base a su poderoso Estado de Bienestar,
construyeron un servicio ejemplar de radio-
difusión pública. Allí supieron construir un
modelo público que la Argentina lamenta-
blemente nunca pudo hacer.
En el 89, después de asumir el nuevo
presidente, se aprueba una ley ómnibus
de emergencia económica y reforma del
Estado, llamada “Ley Dromí”, que era un
paquete legal que permitía prácticamente
disponer de todos los bienes del Estado,
las empresas de servicios públicos y de-
más. Un escueto artículo 65 de dicha ley
abre las puertas a los multimedios, dejando
la restricción para los medios periodísticos
extranjeros y permitiendo así que Clarín
accediera a Canal 13 y Editorial Atlántida al
viejo Canal 11.
También cambiaron otras cosas funda-
mentales para esta nueva configuración de
las corporaciones mediáticas: la ley de la
dictadura establecía que las sociedades li-
cenciatarias debían estar compuestas por
personas físicas y no podían ser más de
veinte. Ese inciso fue eliminado, con lo cual
aparecieron las sociedades de sociedades.
Periodistas, trabajadores de los medios,
artistas y otros se han quejado a lo largo
de la década del 90 de no saber para quién
trabajaban.
Históricamente, los medios de comuni-
cación en Argentina tenían un perfil muy
paternalista, en el sentido de una figura
presente al estilo Romay, e incluso algunos
de los medios eran empresas familiares.
Con la concentración inusitada de los me-
dios, la invasión cultural que denunciaban
los llamados “estudios dependentistas” de
fines de los 60 y principios de los 70 fue
angelical comparado con lo que nos tocó
vivir en los 90. Todavía hay gente que sigue
hablando con esa mirada ingenua sobre
el papel de los medios de comunicación
como cuarto poder, como una especie de
fiscal de los otros tres poderes.
Hoy, con esta configuración de concentra-
ción oligopólica, los medios son poderes
económicos en sí mismos. Cuando un do-
mingo “el gran diario argentino” pone un
titular agresivo respecto del gobierno de
turno, no está fiscalizando si hace o no
bien las cosas, lo está extorsionando para
abrir nuevos negocios. Lo que hay es una
relación netamente extorsiva. Hoy el diario
Clarín -según ellos mismos dicen- vende
aproximadamente 800.000 ejemplares los
domingos, que es más o menos la misma
 cifra de la década del 70, con lo cual no cre- sobre democracia. Es necesario limitar el
ció en ventas. Tengo la intuición de que el monopolio y abrir la participación masiva
diario no es negocio para el grupo, sino la de sectores hasta hoy excluidos del acceso
nave insignia que le abre oportunidades de a la comunicación. Esta ley tiene que deter-
negocios. Hoy el negocio pasa por otros la- minar claramente el carácter de bien social
dos, por el sistema de televisión por cable, de la comunicación y quitarlo del mercado
por ejemplo. de las transacciones, como lamentable-
En esta relación siempre polémica y ten- mente lo ha concretado la política que se
sionante de este medio con los gobiernos llevó adelante durante la década de 1990.
de turno, podría decirse que ellos tienen
una capacidad de influencia y daño inusi-
tada en la sociedad, y de difícil salida a no
Carlos Campolongo
ser que algo lo pueda destrabar. En la me- El tema de la comunicación social es de al-
dida en que los representantes del pueblo tísima complejidad. Tomar el problema de
tengan que dirimir ciertas cuestiones con la comunicación social en esta época es,
semejante poder económico, que por otra en definitiva, hablar y reflexionar acerca de
parte es el que les brinda la oportunidad cómo se instituye una sociedad, cómo se
de ser visibles a través de la nueva plaza generan los vínculos y qué valores y mode-
pública que son los medios audiovisuales los se ponen en juego, y ahí es donde veo
(porque no hay que morder la mano quien una ausencia conceptual o, también, una
te da de comer), estamos en un círculo vi- excesiva simplificación que se reitera en la
cioso que nos llevó estos 25 años. política en general y, a veces, en nuestro
¿Qué cambió en esta coyuntura? Movimiento en particular.
Seguramente sea materia de discusión. Proseguir de manera sistemática y rigurosa
Hay quienes sostienen que no es bueno las cuestiones que quedaron inconclusas
que esta nueva posibilidad que se abre de en el mensaje del 1º de mayo de 1974 es
plantear una ley democrática de radiodifu- absolutamente necesario para que el barco
sión sea desde el enojo o el enfrentamiento. tenga rumbo: la imprescindible necesidad
Me parece que habría que dejar para de esbozar un proyecto nacional con la
futuros historiadores el determinar exacta- proposición de un modelo argentino en lo
mente si fue el huevo o la gallina. político, económico, cultural, social e ideo-
Hoy lo vital es que esta ley de radiodifu- lógico, en el que cada sector tiene algo que
sión no resiste un minuto más. Si alguno aportar. Hace décadas que nuestra Nación
tenía dudas sobre lo que describía como no tiene un proyecto convocante, sostenido,
“capacidad de daño” o “poder de fuego”, y que fortalezca nuestra posición en el con-
basta repasar la cobertura de los medios cierto de naciones.
respecto del que algunos se encargaron Durante la democracia 27 proyectos de ley
de denominar como “la disputa entre el estaban en condiciones de ser tratados
campo y el gobierno”. En este conflicto la en el recinto y ninguno prosperó. Pero lo
actuación de los medios de comunicación importante no es el cómo, sino para qué:
ha superado los peores pronósticos, y la ¿Para qué queremos una nueva ley de 13
contribución que han hecho algunos me- radiodifusión?
dios concentrados a la desinformación es El esquema que sucedió al peronismo -más
insuperable. allá de las tensiones y contradicciones que
¿Qué debería tener una nueva ley de radio- como Movimiento popular tuvimos- se con-
difusión? Debería ser una ley que tienda a solidó, fortificó y expandió con gobiernos
SEMINARIO

democratizar el acceso a la información y dictatoriales y democráticos. Se hizo en el

la comunicación. Para eso hacen falta dos 55, cuando se profundizó el proceso que
elementos fundamentales: poner límites a habíamos iniciado nosotros, pero con otra
esta locura de oligopolios que se ha con- finalidad; en las instancias seudodemocrá-
formado durante los noventa y, por otro ticas fue más o menos lo mismo; y en el año
lado, que se sumen voces al sistema de 83, después de la dictadura del Proceso,
medios. Esto segundo parece más fácil que se produjo una suerte de insularización.
lo primero; de hecho, si sabemos usarla, la ¿Qué hicieron los militares? Por ejemplo,
tecnología va a favor de este propósito. los canales de televisión y las radios las
Esta ley puede llegar a ser un tercio de la repartieron por arma: la aeronáutica tenía
batalla democrática. Lo que se está dis- una, la marina tenía otra y el ejército tenía
cutiendo excede a la radiodifusión en los dos. Ese proceso se transfirió automática-
medios. Estamos discutiendo sobre poder, mente con el gobierno de Alfonsín, en una
 etapa democrática pero con hegemonía
de los sectores internos de la Unión Cívica
Radical. Es, por cierto, una instancia por
completo diferente a la anterior, pero la au-
sencia de un proyecto general de medios
de comunicación siguió sin debatirse en la
Argentina.
Como concepto general: siempre hubo
tensión entre las expresiones de ideas; so-
bre todo de proyectos políticos y de ideas
nuevas, más aún si son reformadoras de lo
social y el poder establecido. Me da la im-
presión que este campo de tensiones no se
va a resolver porque es parte del mundo co-
tidiano. El tema es preguntarnos si tenemos
una sociedad instituida que sabe procesar
esos conflictos de manera democrática, o
termina habiendo procesos hegemoniza-
dores o dominantes de ciertos grupos de
poder, sobre todo en este tiempo de poder
económico financiero.
Qué respuesta orgánica, organizada -eso
en lo que Perón insistía tanto-, se le puede
dar desde la política a esta supremacía que
tiene el mercado actualmente. No tengo una
posición antimercado, pero tampoco estoy
en la posición del neoliberalismo y su profe-
cía incumplida de que el mercado lo ordena
todo. Si lo ordena, lo hace sin justicia social.
El mercado -que es necesario- no es sufi-
ciente para construir una comunidad.
Mi otra incógnita -y digo esto en mi con-
dición de abogado- es que no le otorgo a
las leyes un poder mágico ordenador, feti-
chista. Esto internándonos en el proyecto
de la llamada “ley de radiodifusión”, que se
anuncia como de próximo tratamiento en el
Parlamento. El fetichismo de las leyes es
un absurdo, primero se tienen que instituir
y consolidar o modificar las relaciones so-
14 ciales, entre ellas las relaciones de poder,
para que se culmine con una ley. La ley no
ordena, la realidad se termina imponiendo
sobre la ley. Y también tengo interrogan-
tes sobre esta nueva ley mal llamada de
“radiodifusión”.
SEMINARIO
La otra cuestión es que hasta algunos
políticos viven lo que Tocqueville definió
hace muchísimos años como “tiranía de
la opinión pública”: hay un renunciamiento
del político a la responsabilidad de la de-
cisión. Así tenemos los que están mucho
más prestos a leer las encuestas y a hacer
“seguidismo” de las mismas que a tomar
decisiones instituyentes en una sociedad.
Esa es la responsabilidad de un verdadero
dirigente político, y a veces es hasta revolu-
cionario decir que no.
El peronismo tuvo un fundamento filosófi-
co -y lo tiene, lo debe tener, y espero que lo
tenga- muy diferente al liberalismo moder-
no. Su doctrina buscó el equilibrio, el justo
medio entre la persona y su dimensión so-
cial, no el egoísmo individualista propio
del consumismo, que no es lo mismo que
el consumo (el poder público no debe re-
nunciar a orientar el consumo y caer en la
mercantilización de todos los factores de la
vida social, incluso de las noticias).
En este encuentro hemos visto funda-
mentalmente la cuestión vinculada a los
problemas de la prensa, de la información y
de las noticias en relación con los políticos.
No nos engañemos, mucho más importan-
te que un noticiero son los patrones que
nos están dando la publicidad, los conteni-
dos de los programas, etcétera. Eso genera
un fenómeno, en el mediano plazo, mucho
más importante que la noticia transmitida
por un locutor o un periodista.
Entonces, creo que el problema no es so-
lamente con las noticias: es con los medios
de comunicación social que nos traen nue-
vas expresiones problemáticas, pero no
problemas nuevos. Acuérdense que siem-
pre hubo tensión entre las expresiones de
las ideas -sobre todo si son reformadoras
de lo social- y los medios de expresión, o el
poder que en ese momento simbolizaba la
expresión y se ha ido adaptando según las
circunstancias.
Para los peronistas no hay discusión sobre
esto: la propiedad siempre está en fun-
ción social. Por eso, en este punto no hay
que entrar en demasiadas dudas sobre la
reforma a todo este nuevo sistema que, in-
sisto, hoy es central en la constitución de
las sociedades.
Los liberales -en el estilo más perverso
de la palabra liberal, expresada por algu-
nos dueños de medios de comunicación
o sus abogados que actúan como voce-
ros- siempre repiten que la mejor ley de
radiodifusión es la no ley, situación que no
existe en ningún país organizado del mun-
do. Los digestos españoles de normativas
vinculados a esta temática son enormes
y nadie se espanta; lo mismo sucede en
Francia, que tiene una tradición más “esta-
tista” y que aún firmando el convenio de la
Unión Europea reservó sus derechos a la
generación de su propia imagen. O sea, el
equivalente de lo que fue el peronismo en
su primer y segundo gobiernos, que era la
cuota de producción nacional, el derecho a
generar sus propias imágenes.
Durante la revolución militar de 1943, la
prensa y las noticias en particular -sobre
 todo el diario La Prensa y los otros diarios
impresos de aquel entonces- fueron muy
opositores a la revolución militar. Y durante
su primer y segundo gobiernos es cuan-
do Perón, captando el fenómeno primero
de la radiofonía, genera una estructura de
poder que tiene que ver -insisto- con una
concepción de un emergente que en aquel
entonces eran las sociedades de masas, a
las cuales Perón nos enseñó que política-
mente había que darles un salto cualitativo
de organización, tarea aún pendiente.
Pienso que en los últimos años hemos
sido regresivos, en vez de estar más cerca
de una comunidad organizada, que es un
valor superlativo. En eso, por supuesto, la
centralidad que no existía en la época de
Perón hoy la ocupan los medios de comu-
nicación social.
En el primer y segundo gobiernos peronis-
tas se generó un aparato de difusión de la
revolución justicialista, en muchos casos
con la intervención directa del Estado, y en
otros con empresarios amigos del gobierno.
Habría que examinar esto con mayor de-
talle: dónde estuvo la exageración, dónde
no. Esto luego dio lugar a la exacerbación
de los polos opositores, la cristalización de
posiciones, la aparición del gorilismo (en
realidad esa expresión aparece desde un
programa de radio peronista), etcétera.
Ese esquema absolutista, que fue com-
parado muchas veces con el fascismo, se
relacionaba con circunstancias históricas
muy particulares. La verdad es que el fas-
cismo lo tuvo y también el nazismo, pero
también lo tuvieron y lo tienen las llama-
das democracias occidentales. Muchas de
las estrategias y técnicas, manufacturas
de consensos, que ha utilizado Estados
Unidos en materia de comunicación pro-
vienen de los aprendizajes que hicieron de
Goebbels: la desinformación, las llamadas
“operaciones de acción psicológica” y una
serie de cuestiones vinculadas a las estra-
tegias militares que se emplearon en Irán,
Irak, la invasión de Panamá, Granada, et-
cétera. Muchas cosas nuevas bajo el sol no
hay, es cuestión de que hagamos un análi-
sis político de ello.
Cómo se gobierna en una sociedad de
masas es un tema sobre el que hay que
reflexionar en clave de la organización y el
proyecto nacional, que no lo podemos per-
der de vista desde nuestra visión peronista.
El periodismo moderno nació atado al es-
pionaje. Esto ocurre en la República de
Bismarck, donde un general del Estado na-
ciente, a través de la cobertura de agencias
de noticias, genera agentes encubiertos.
La información se transforma en un mate-
rial estratégico.
Quisiera desechar otro fetichismo: el tec-
nocrático, porque no es -como a veces se
cree- que los nuevos medios y las nuevas
tecnologías generan en sí mismos una
democratización. Eso es total y absoluta-
mente falso. Aún hoy se pueden generar y
discriminar calidades de información que
circulan por sistemas o dispositivos dis-
tintos, y no todo el mundo accede a esa
información sensible de la misma manera.
Este es un tema a debatir, aunque está cla-
ro que no es tan sencillo que la tecnología
genere democratización; si el hombre no
conduce ese proceso, más bien diría que
ocurre todo lo contrario.
El periodismo, entonces, nace como deba-
te de ideas pero también como espionaje,
y luego se extiende y continúa de un lado
y del otro del mundo. Hace pocos años leí
un excelente libro en el que se mostraba
de manera muy documentada la plata que
los Estados Unidos, a través de sus orga-
nizaciones encubiertas o de las agencias
de inteligencia, gastó como “presupuesto
en cultura”, sosteniendo durante la Guerra
Fría a grandes directores musicales, nove-
listas famosos, etcétera.
Volviendo a la historia del peronismo, otro
punto es lo que significó el sistema de co-
municación clandestino. Es decir, sin tener
los medios, qué circuitos de comunicación
generó durante la Resistencia.
Quiero dar cuenta también de algunas
cuestiones que ocurrieron en el período
que va del 55 al 73. Yo empecé la actividad
periodística en el 70, y cuando se intervino
el Canal 13, que había estado en manos
de los cubanos, abrí algunos cajones para 15
ver lo que habían dejado allí. Ellos eran una
empresa organizada: primero, tenían una
larga experiencia en televisión; y segundo,
eran la única empresa que ni López Rega
ni los militares fueron capaces de voltear.
SEMINARIO
En uno de los cajones había una carpeta
de la época de la presidencia de Lanusse,
que contenía una serie de instrucciones
acerca de cómo se debía desacreditar a
Perón. Lamentablemente, unos días des-
pués del 24 de marzo del 76 me tuve que
desprender de esos papeles por obvias
razones.
Perón había vuelto del exilio trayendo un
proyecto de medios al estilo europeo: in-
tervención del Estado, industrias culturales
no sólo relacionadas con la televisión y la
radio, sino también con el cine, produc-
 ción nacional, ballet, sinfónica, etcétera.
Lamentablemente, él llega a insinuar ese
proyecto en dos conversaciones que tiene
con hombres vinculados a la actividad pe-
riodística, actores, locutores y demás, pero
no llega a plasmarlo porque muere ese mis-
mo año. Justamente este era un capítulo de
una batalla cultural en la que los peronis-
tas tenemos todavía algunas asignaturas
SEMINARIO
hace Chile, lo hace Francia. En los países
en los que funciona, este organismo no está
atado a la coyuntura o al gobierno de turno,
y está compuesto por personas jerarquiza-
das y respetadas frente a la sociedad, que
no pueden tener vínculos con productoras
ni años antes ni años después de integrar-
lo. En el caso de Francia, este consejo está
más atado al Estado, en el de Chile no. Y si

pendientes. bien ellos no hacen poder de policía sobre

Voy a citar una famosa frase que Perón le
dice a Juan Carlos Mareco, a Luis Brandoni
y a otros en la casa de gobierno: “En 1955
teníamos todos los medios a favor y fuimos
derrocados; en 1973 tuvimos todos los me-
dios en contra y sin embargo ganamos”.
Coincido con la necesidad de una reforma a
la denominada “ley de radiodifusión” y con-
sidero que hay que instaurar un Consejo
de la Audiovisual que opine sobre los
contenidos. No tengo miedo a destacar la
necesidad de opinar sobre los contenidos,
eso sucede en varios lugares del mundo, lo
los contenidos, sí orientan a la sociedad,
y como es un órgano prestigioso todos se
cuidan de no aparecer mal calificados en lo
que producen. Ese es un modo de control
social que no es para nada autoritario.
Ley de comunicación social: acuerdo en
que hay que cambiar rápidamente el nom-
bre de la ley de radiodifusión. Es anacrónico
el concepto de la radiodifusión, y también
hay que trabajar sobre las responsabilida-
des profesionales -de todos los ámbitos y
complejidades- que tienen los medios de
comunicación y los periodistas hoy.

“Un Estado débil es particularmente peligroso. El Estado latinoamericano

no ofrece a los ciudadanos ningún mar­co de orden para su comportamiento
en el ámbito público, sino que es más bien una fuente de desorden. No crea
las condiciones para que haya una certeza en cuanto al comportamiento y la
orien­tación, sino que más bien contribuye a desorientar y confundir a los
ciudadanos.
Esto se debe en parte a que pretende regular ámbitos sociales y modos de
comportamiento que ocupa ficticiamente y que no está en condiciones de
dominar y controlar efectivamente. La debili­dad de los órganos estatales para
imponer sus reivindicaciones invita a los grupos sociales que rivalizan con ellos
16 a ocupar dichos espacios y ámbitos, de manera que el ciudadano no sabe las
reglas de quién debe cumplir: las universalistas del Estado o las parti­cularistas
de los respectivos grupos sociales.
Por otra parte, el propio personal estatal, los funcionarios de la
Administración, los jueces y los policías son la causa de continuas irritaciones,
temores y sensaciones de inseguridad de los ciudada­nos, ya que no cumplen
con las leyes estatales. Lejos de constituir un oasis de fiabilidad y seguridad,
son focos de arbitrariedad y de desviación de las normas. El problema esencial
es que los privi­legios y las atribuciones especiales que se les concede a los
fun­cionarios en razón de su función suprapartidista son utilizados con fines
privados y se transforman en armas peligrosas dirigidas contra los ciudadanos,
que procuran defenderse del abuso de la autoridad (recordemos el ‘desacato’).
Un Estado que no está en condiciones de satisfacer las necesida­des básicas de
los ciudadanos respecto del mantenimiento del orden y de la seguridad, desde
el punto de vista de los afectados carece de legitimación elemental”.

Peter Waldmann: El Estado anómico. Madrid, Iberoamericana, 2006.

Ernesto Laclau
Debates y combates
Por un nuevo horizonte de la política
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, 140 páginas
Comentar la totalidad de este libro excede
largamente mis posibilidades. Se trata de una
edición de cuatro artículos en los que Laclau
analiza críticamente la obra de Zizek, Badiou,
Agamben, Hardt y Negri. Nueve de cada diez
lectores de este boletín agradecerán segura-
mente que les ahorre los argumentos de uno
y otros. Al restante le recomiendo que lo lea,
total es un librito corto. Sin embargo, quiero
destacar en él un aspecto: aquel en el cual
aclara algunos postulados de la obra anterior
del autor, La razón populista. Voy a traducir al-
gunos conceptos que usa Laclau a otras voces
de uso más frecuente entre nosotros, aun sa-
biendo que esto fácilmente supone deformar
algunos argumentos. Y para explicar éstos voy
a poner ejemplos conocidos por los argentinos,
aunque ignoro si Laclau los hubiera aplicado
de la misma manera.
Para Laclau, “la construcción del pueblo como
actor social colectivo requiere extender la no-
ción de populismo a muchos movimientos y
fenómenos que no han sido identificados con
esa denominación”. Es decir, el ‘populismo’
no es para él una corriente con una ideología
determinada, sino una forma de construir en
política común a diversas ideologías. Incluso a
algunas que renegarían del término, como es
el caso del estalinismo.
Según este autor, emigrante argentino, “la dis-
persión de antagonismos y demandas sociales,
que son rasgos definitorios de una era de ca-
pitalismo globalizado, requiere la construcción
política de toda identidad”, algo que sólo es
posible si se logra que demandas diferentes
procedentes de grupos con intereses hetero-
géneos terminen pareciéndose por resumirse
en palabras y símbolos abarcadores. Las pa-
labras en política tienen un enorme potencial
para construir consensos activos que englo-
ben grupos sociales con intereses diferentes.
“Este es el motivo por el que toda identidad
política es necesariamente popular”, conclu-
ye Laclau. En su concepción, la identidad en
política siempre se construye sobre la base de
símbolos que unifican reclamos diversos.
Veamos la manera en que se explica en esta
nueva obra el ‘populismo’: un grupo de de-
mandas diferentes entre sí, no respondidas
satisfactoriamente por el gobierno, provo-
ca una equivalencia entre ellas que puede
“expresarse a través de alguna unidad simbó-
lica”. Esto puede ocurrir de dos maneras. La
primera es cuando un régimen político niega
directamente algo que puede ser resumido en
un concepto positivamente determinado: pue-
de ser por ejemplo la demanda de tierras para
los campesinos (el ejemplo en este caso es la
consigna con la que empezó la revolución rusa:
“paz, pan y tierra”). La otra opción es cuando las
demandas son muy heterogéneas, pero com-
parten un rasgo negativo, y habilitan así una
común oposición al gobierno. En este segundo
caso, las demandas expresan su unidad a par-
tir de una representación simbólica, como fue
por ejemplo el caso de las asambleas barria-
les que se formaron en la caída del gobierno
de la Alianza.
El ‘populismo’ es un hecho por el cual en cual-
quier sistema político –democrático liberal,
autoritario, totalitario, etcétera– demandas
diferentes se unifican simbólicamente, permi-
tiendo que se constituya un pueblo.
Pero apartándome de la versión de Laclau en
este libro, haría una salvedad: no toda iden-
tidad política se forma a partir de demandas
contra el gobierno. Puede ocurrir que un go-
bierno canalice demandas y hasta genere
nuevos reclamos en torno a ciertos concep-
tos unificadores. Por ejemplo, el peronismo
fundacional construyó identidades políticas a
través de ciertos derechos asociados al traba-
jo, muchos de los cuales no formaban parte del
imaginario de extensos grupos sociales.
Hasta ni siquiera parece relevante que estas
demandas requieran necesariamente de una
transformación social para poder ser satisfe-
chas: por más que se use la expresión ‘pueblo’,
los reclamos pueden ser -por ejemplo- por una
mayor represión gubernamental (como en el
caso Blumberg).
En nuestra reciente experiencia nacional, el
“campo” vendría a ser un excelente ejemplo
de construcción de un pueblo: no tienen el
mismo interés los chacareros que trabajan 17
tierras propias de escasa fertilidad y los profe-
sionales liberales que simplemente se sienten
humillados por el discurso K. Tal vez lo único
que tienen en común es su aversión contra el
pago de impuestos y su resistencia a que los
recursos fiscales sean utilizados para financiar
“planes sociales”. Pero en tanto el “campo” es
el símbolo ambiguo que permite unificar cierta
oposición a la política gubernamental, las de-
RESEÑA
mandas contra el gobierno nacional, por más
diferentes que sean, se ven en buena medi-
da canalizadas por aquél. Insólitamente, el
“campo” ha sabido hacer “pueblo”. Uso estas
últimas comillas para que se entienda que uso
el término en el sentido de Laclau, no en el que
tradicionalmente usa el peronismo.
Generalmente, cada unidad simbólica, cada
identidad, se ven completadas por una simi-
lar unidad negativa en el polo opuesto: pese a
 que el gobierno invoca la idea de “distribución
del ingreso” como símbolo opuesto al “campo”,
aquél sufre del defecto insalvable de que sólo
parece reflejar las demandas de los sectores
más pobres entre los pobres, los beneficiarios
de programas de Desarrollo Social. No impor-
ta si esto es o no cierto, de hecho no lo es. Pero
se trata de símbolos. No ha podido el gobierno
encontrar el emblema que logre una equivalen-
cia entre las demandas de los sectores pobres
(que no sólo demandan “planes sociales”, sino
muchas otras cosas, como el mismo gobierno
sostiene) y las de sectores medios. Por más
que el gobierno nacional llegue a demostrar
que las retenciones benefician a todos, su
principal debilidad en este caso consiste en no
haber construido un símbolo que permita ha-
cer pueblo a partir de sus consignas. Por eso,
lo opuesto a el “campo”, simbólicamente, son
los sindicalistas y los piqueteros.
Volvamos a Laclau. Para él, lo determinante no
es que el montaje ‘populista’ refleje una identi-
dad ‘popular’ preexistente, sino más bien lo que
suele ocurrir es que se construye una nueva
identidad, aunque tenga algunos elementos
ya usados. Por ejemplo, Juan Perón elaboró
una versión exitosa del ‘pueblo’ argentino re-
montándose sobre nuevas demandas, pero
también sobre valores y reclamos largamente
expresados por los obreros argentinos.
Por eso resulta categórica la aclaración de La-
clau: en política, la identidad a ser representa-
da no está completamente formada antes de
que aparezca el representante. Es éste el que
con su propio accionar le va dando forma y
contenido. Así, la elaboración de un nuevo sím-
bolo que facilite la unificación de demandas he-
terogéneas permite el surgimiento de nuevos
agentes, de nuevos ‘pueblos’. Esto es, según
él, “la definición misma de lo que es la política”.
Me causa por tanto una profunda cons-
ternación que hayan surgido artículos en
publicaciones peronistas celebrando la obra
18 de Laclau. No entendieron nada. Algunos pen-
saron que refrendaba desde cierta izquierda
teórica la visión unívoca del pueblo. Es decir,
que él acompañaba la idea de que el pueblo es
algo único y que por lo tanto su representación
tiene que ser única. Supuestamente se trataría
de un palo para el liberalismo. Qué absurdo. Lo
único que se puede decir a favor de estos en-
tusiastas es que la obra de Laclau es compleja
y que a veces su prosa resulta ambigua. Pero
no queda claro que esto sea un atenuante.
RESEÑA
A otros, simplemente, cansados de ser agredi-
dos con la palabrita, les causó buena impresión
que alguien legitimara al ‘populismo’, por más
que en realidad se refiriera a otra cosa. No es-
tamos para sutilezas.
Para Laclau, lo propio de la política no es la
precisión conceptual del técnico o el científi-
co, sino la construcción de nuevos ‘pueblos’
(‘populismo’, como acción o efecto) a partir
de símbolos que generan una unificación de
demandas diferentes. Es cierto que esto for-
ma parte de la mejor tradición peronista, pero
lamentablemente, señores, también integra
otras tradiciones políticas que los peronistas
no dudaríamos en calificar de antipopulares.
La concepción de Laclau se opone ciertamente
a algunas corrientes liberales y conservado-
ras, en tanto busca desmentir la idea de que
la ambigüedad es necesariamente una expre-
sión de irracionalidad en política. Por ejemplo,
para cierto liberalismo, el ciudadano no tiene
por qué explicar racionalmente sus intereses
privados (al fin y al cabo, “cada uno hace de
su culo un pito”), pero el debate público debe
organizarse de manera tal que construya una
racionalidad superior a partir de la compensa-
ción de las demandas particulares. Es decir,
el régimen político ideal es aquel que permite
una articulación -prodigiosamente- racional
de los reclamos de los ciudadanos. No impor-
ta que éstos sean irracionales, basta con que
sus demandas se expresen políticamente en
forma racional. El “populismo” en este esque-
ma teórico vendría a ser la manipulación de
los sentimientos irracionales del pueblo. Malo,
muy malo. Aunque haya una larga tradición de
pensadores liberales clásicos que alaben, por
ejemplo, el uso de la religión como elemento
dosificador de las bajas pasiones. Lo que La-
clau intenta demostrar es que todos, aun los
liberales o los conservadores, utilizan métodos
‘populistas’ para definir su identidad política.
Por el otro extremo ideológico, hay pensado-
res como Zizek que razonan como si el sujeto
de la revolución naciera a la vida ya pleno de
conciencia emancipatoria, sin ningún tipo
de proceso de construcción histórica de su
identidad. Por eso Laclau le recrimina que en
realidad está “esperando a los marcianos”,
pues ignora que los actores políticos sólo
pueden constituirse a partir de demandas con-
cretas en momentos históricos determinados.
Según Laclau, en sus escritos más recientes,
Zizek se corrige levemente y “desarrolla una
nueva estrategia de determinación de los
agentes revolucionarios consistente en elegir
algunos agentes sociales reales, pero a los
que atribuye, en cambio, tantos rasgos ima-
ginarios, que pasan a ser marcianos en todo
excepto en el nombre”. No es una operación
que nos resulte extraña.
Precisamente, valoro particularmente de esta
obra de Ernesto Laclau su forma de demostrar
que la construcción de una identidad política
no puede dejar de ser una operación política.
Dicho en otros términos: lo que construye un
pueblo no es la ilusión de que ya está unido y
esperando a ser representado, sino la acción
política capaz de imaginar aquello que puede
volver a generar cohesiones en cada momen-
to de la historia.
Alberto Roig
19
 SUMARIO

Ciudadano ilustre
Antonio Cafiero
Acerca de Ernesto Sábato
Mariano Fontela
El peronismo y los medios de comunicación
Carlos Caramello
Gustavo Marangoni
Gustavo Bulla
Carlos Campolongo
Debates y combates
Alberto Roig

20 Fernando Duarte, Mariano Fontela y Silvio Maresca

Coordinación

Este Boletín es una publicación del Instituto de Altos Estudios Juan Perón, creado por
disposición del Congreso Nacional del Partido Justicialista, en marzo de 2004, como una
asociación civil sin fines de lucro que actúa como su órgano de capacitación y formación.
El Instituto es un ámbito dedicado a la investigación científica y doctrinaria y a la produc-
ción, sistematización y difusión de estudios, investigaciones y documentos destinados
a profundizar y perfeccionar el sistema democrático, abordar los problemas nacionales,
afianzar la justicia y la equidad social y proyectar a la Argentina en el mundo.
Para asociarse a él no es necesario ser afiliado al Justicialismo. Sólo se requiere poseer
título universitario o terciario, estudios avanzados en carreras de grado o poseer una
reconocida trayectoria en el desarrollo de tareas de índole político, social o cultural.
Antonio Cafiero
Presidente
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