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Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Humanas

V Encuentro Nacional y II Latinoamericano La Universidad como objeto de investigación

LA CIUDADANÍA PÉRDIDA: UN ANÁLISIS DEL ESTATUTO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL


DE SAN LUIS

Adriana Arce
E-mail: pekyadriana@hotmail.com

Clotilde De Pauw
E-mail: cmdepauw@unsl.edu.ar

Gabriel Rosales
E-mail: garosale@unsl.edu.ar

Facultad de Ciencias Humanas-Universidad Nacional de San Luis-Argentina

¿Por qué analizar el Estatuto de nuestra Universidad?


Pablo Gentili (1997:115/116) sostenía que la reestructuración del escenario jurídico, político y económico en el capitalismo
de fin de siglo se garantiza (o tiene mayores posibilidades de ser garantizado) al mismo tiempo en que se produce una reconversión
cualitativa de las formas culturales e ideológicas que permiten “nombrar” lo social, la democracia y el derecho (...) el
Neoliberalismo para triunfar debe, en suma, crear un nuevo marco simbólico- cultural que excluya o redefina tales principios,
reduciéndolos a su mera definición discursiva vacía de cualquier contenido de justicia e igualdad. Diez años después y en el
inicio de este nuevo siglo, podemos afirmar que este proceso de transformación material y simbólica
entrevisto por Gentili, se ha consolidado y se ha materializado entre otras cosas, en normas que regulan la
vida cotidiana, las prácticas, los discursos, modos de actuar y de ser de los participantes de las Instituciones de
Educación Pública.
En este contexto socio-político, el Proyecto de Investigación del que formamos parte, se propone el análisis
de las relaciones existentes entre Formación Docente, Lectura y Ciudadanía; tres problemáticas que de
manera independiente han sido intensamente estudiadas, pero que han dejado virgen los espacios de
interconexión entre ellas.

Nuestra preocupación se centra en saber qué está pasando en el proceso de formación ciudadana de los
estudiantes de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis. En este camino el
primer paso, que consideramos necesario, fue analizar el Estatuto Universitario, norma máxima que regula la
vida de los sujetos institucionalizados, ya que nos permite inferir algunas representaciones, supuestos, reglas
de juegos, intereses en pugna y valoraciones que prefiguraran las perspectivas de los procesos de formación.
Como colectivo de trabajo, nos parece importante poner a discusión algunas conclusiones provisorias de
nuestra investigación como una manera de detectar posibles puntos débiles, espacios de problematización,
aspectos a profundizar.

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¿Cuál fue el contexto de emergencia del Estatuto de la Universidad Nacional de San Luis?
En el año 1995, en el gobierno de Carlos Saúl Menem, se completa la reestructuración del modo de
acumulación capitalista iniciada con la sangrienta Dictadura de 1976. Göran Therborn (1999) señala que la
contradicción mayor de este nuevo modo de acumulación es de orden sociológico más que de orden
económico, sus efectos se visibilizan en la organización social de la existencia, en la reproducción incesante de la
pobreza, en el desempleo, en la pérdida de proyectos de vida, en el desencanto y en la desesperanza, en la
destrucción de las redes de solidaridad, en los estilos competitivos que impone el mercado, en la
fragmentación y disgregación social, en una mayor diferenciación entre clases.
Se escindió el campo de lo político del campo de la sociedad civil, desarticulando toda posibilidad de
participación popular en las decisiones políticas. Tal como sostiene Norma Paviglianiti (1991:13) esta nueva
cultura autoritaria tiene estructuraciones que actúan como fuertes impedimentos para la proyección de alternativas más
equitativas, solidarias y democratizadoras; porque redujeron los umbrales comunicativos de la sociedad, lograron enfriarla
ideológicamente y redujeron los límites del imaginario social, excluyendo temporalmente de su horizonte, o casi, las alternativas de
cambio y las simbologías asociadas a ella.
Dentro de estas simbologías se encuentra la noción de ciudadanía, que de un sentido clásico donde se la
vinculaba con el reconocimiento de los derechos civiles, sociales y políticos por parte del Estado y la
construcción del sentido de pertenecía plena a una comunidad, (Marshall, T. H.; 1992) se pasó a una
concepción de “ciudadanía responsable”, promovida por la Nueva Derecha, donde el individuo pasa a ser
garante de sus derechos en función de su desempeño en el mercado económico y político. Desde nuestra
perspectiva, el efecto que ello produjo fue un aumento de las desigualdades de clase y procesos de
desciudanización en el sentido de la pérdida de los derechos fundamentales estitupalados por la ciudadanía
clásica y conquistados por luchas sociales que los hombres y mujeres sostuvieron a lo largo de la historia.
Con este modelo se jerarquizó y segmentó la vida social y se restringió desde entonces, el acceso tanto a los
bienes materiales, culturales, sociales, simbólicos como a los derechos de ciudadanía: el derecho al trabajo, a la
salud, a la educación, a los servicios sociales, a la participación política; bajo el supuesto de que, cuando se
conceden derechos a los trabajadores se les está reconociendo posiciones de poder desde las que pueden
negociar las condiciones de trabajo y los salarios, lo que atentaría contra “el natural y normal” desarrollo del
mercado.
Este proceso de pauperización se instituye, entre otras cosas, en el ámbito educativo con la sanción de la Ley
Federal de Educación y la Ley de Educación Superior. Con anterioridad y simultáneamente a este conjunto de
legislaciones, las Universidades Públicas vivieron un proceso de constantes reducciones presupuestarias,
fomento de la competencia interinstitucional, creación de numerosas Universidades Privadas. En síntesis, se
produjo un cambio de perspectiva en la lógica institucional que significó una supeditación a las demandas del
mercado: ahora las universidades estaban obligadas a centrarse en la eficiencia y en la optimización de los
recursos del sistema, en detrimento de generar estrategias que tendiesen a la igualdad y la democratización.

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Todas estas políticas generaron una serie de regulaciones (explícitas e implícitas) que rompieron con el
imaginario social construido en torno a las Universidades Públicas desde la Reforma del 18; se resignificó el
sentido de la autonomía que dejó de ser garantía de participación democrática, para convertirse en un
concepto legitimador de la intromisión del mercado en el ámbito institucional. La Función Social se desvirtuó
hacia la venta de servicios, el Cogobierno dejó de ser una práctica de verdadera participación para constituirse
en un espacio de legitimación y obediencia de las prescripciones neoliberales.
En el caso de nuestra Universidad Nacional de San Luis, el actual Estatuto Universitario se reforma en el
2001 para adecuarse a la Ley de Educación Superior. Este proceso de reforma se llevó a cabo sin la difusión
suficiente que contribuyera a generar conciencia de participación y sin otorgar los tiempos necesarios, todo
ello atentó contra la posibilidad de generar un verdadero espacio deliberativo, de esta manera los sectores
hegemónicos capitalizaron la desarticulación y fragmentación de los actores colectivos en beneficio de sus
intereses.

¿Desde qué lógica se estructura el Estatuto de la Universidad Nacional de San Luis?


Entendemos al Estatuto como una forma específica de regulación social que condiciona los discursos y
prácticas de los diferentes actores institucionales legitimando determinadas concepciones de la realidad social,
del conocimiento, de los sujetos y de las posiciones que estos pueden/deben ocupar en el espacio
institucional social. El concepto de regulación social nos permite siguiendo a Popkewitz (1995) interrelacionar
-en el complejo entramado social- dos planos: los modelos institucionales con el encuadre cognitivo de
sensibilidades, disposiciones y conciencias que gobiernan lo que es permisible en las prácticas.
En este sentido, nos proponemos analizar cómo el proceso de legitimación de nuevas regulaciones se fue
plasmando en la normativización de la vida universitaria a través del análisis de algunos artículos del Estatuto
actualmente vigente.
Una primera cuestión que llama la atención, a la hora de analizar los enunciados de este instrumento legal es
la primacía de palabras, conceptos y sentidos afines al discurso Neoliberal y la ausencia y omisión de otras que
constituyeron las ideas fuerzas de los Estatutos anteriores y que dotaron a la Institución Universitaria de una
identidad con un fuerte compromiso social.
Esta impronta adquiere especial relevancia en el análisis de los Artículos correspondientes a los Fines y
Funciones, ya que estos determinan no sólo la orientación general del Estatuto, sino también el camino que
se desea transite la Institución. Así en el Título I, Art. 1 se señala que la Universidad tiene como funciones
“formar Recursos Humanos capacitados para la aplicación del conocimiento”. Así, recuperando la Teoría
del Capital Humano, la Universidad se ofrece como espacio de cualificación de una fuerza de trabajo
capacitada en aquellas habilidades y competencias que puedan ser negociadas y competir en el mercado.
Coherente con este planteamiento y desde una concepción positivista el conocimiento es entendido como
aplicación, como dado, como formalizado, objetivo y transmisible mecánicamente. Palabras, modos de
enunciación que responden a la Lógica Tecnocrática.

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En el mismo artículo inciso c), se propone difundir el conocimiento y todo tipo de cultura y participar activamente
en la comunidad propendiendo a la formación de una opinión pública esclarecida y comprometida con el
sistema de vida republicano y democrático. Así desde un posicionamiento claramente elitista, la Universidad se
designa a sí misma como el lugar privilegiado desde donde se reproduce el conocimiento de alto estatus,
monopolizando la distribución de ese capital cultural y simbólico a fin de propender a la formación de una opinión
pública esclarecida. Desde esta perspectiva podríamos preguntarnos: ¿de que naturaleza es este esclarecimiento que
se propone? ¿qué concepción de lo público subyace a estos planteamientos, y por ende, qué concepción de
ciudadanía? Pareciera ser que el esclarecimiento propiciado desde el Estatuto se vincula fundamentalmente con
la difusión de técnicas, es decir conocimientos más o menos acabados, objetivos, neutros, etc., para
“gestionar” prácticas sociales, culturales y fundamentalmente políticas, ya que la discusión primordial tiene
que ver con cómo se regulan los modos de vida en la polis.
En palabras de Ricardo Gómez (1995) en su crítica a la racionalidad instrumental, se propone la presencia
ahistórica de un único conjunto de pautas atribuidas al ámbito del conocimiento científico mediante las cuales
se ha de esclarecer la opinión pública, sin hacer mención a los fines u objetivos, desde donde estas técnicas de
gestión son propuestas. De este modo se elimina toda connotación contextual, histórica y política, ocultando
el hecho básico de que todo compromiso con un sistema de vida auténticamente republicano y democrático
no puede comenzar por atribuir un carácter universal a la expresión de lo que un determinado sector de una
comunidad histórica cree deseable.
En este sentido, creemos, se rompe con principios expuestos en el Estatuto anterior i que asignaban a la
Universidad un lugar protagónico en la producción de conocimiento crítico, construcción de espacios de
resistencia y lucha, de discursos y prácticas contra hegemónicas.
Vale mencionar que esta resignificación de sentidos se produce en un contexto de profundización de las
desigualdades sociales, y para una institución cuya función principal es formar trabajadores de la cultura y del
campo de lo social, este hecho no puede pasar desapercibido.
La lógica imperante en el nuevo Estatuto no se restringe solamente a los Artículos mencionados sino que
transversaliza y estructura la totalidad de esta norma. En este sentido podemos poner como otros ejemplos
los siguientes enunciados:
- Artículo 2, Inciso C Actuar sobre el sistema educativo proponiendo modelos de enseñanza para los
niveles primario y medio.
- Articulo 2, Inciso f Ayudar al desarrollo Económico (sic) de la región, brindando asistencia técnica en todos
los terrenos de la actividad productiva.
- Artículo 30 La extensión universitaria tiene por objeto promover el desarrollo cultural, la transferencia
científica y tecnológica, la divulgación científica, la prestación de servicios y toda otra actividad
tendiente a consolidar la relación entre la Universidad y el resto de la Sociedad.
Articulados con esta concepción tecnocrática, y congruentes con el planteamiento neoliberal que predomina
en el Estatuto aparecen los enunciados que dan cuenta del avance de una lógica mercantilista y privatizadora.

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En un contexto de desfinanciamiento por parte del Estado, se comienza a buscar formas alternativas de
financiamiento y de reducción de los costos de funcionamiento. Esto los podemos ver en: la recurrencia del
concepto de servicio, que se materializa en la venta de cursos, consultorías, investigaciones, etc. (Artículos
30, 48, 53, 137); la fijación ambigua del arancelamiento como forma posible de afectar cualquier actividad que
se lleve a cabo en la institución o fuera de ella para la obtención de recursos queda explicitada en el Artículo
85 donde se señala que es atribución del Consejo Superior la fijación de derechos arancelarios que competan.
Para acentuar más la evidencia de la intromisión del discurso mercantilista y privatizador basta con enunciar a
modo ilustrativo el Artículo 144, según el cual esta Institución Educativa se convierte en una entidad
financiera modificando su contrato fundacional con la sociedad: La Universidad podrá invertir transitoriamente en
entidades financieras oficiales, ya sea en títulos públicos o en cuentas remuneradas de cualquier naturaleza, los recursos
provenientes de su fondo universitario, contribuciones, subsidios, herencias, legados y donaciones con fines determinados. Igual
criterio podrá adoptarse cuando se trate de operaciones de compras, aún cuando se afecten los fondos del Tesoro Nacional.

¿Qué se enuncia y qué se silencia acerca de los derechos sociales y políticos en el Estatuto de la
Universidad Nacional de San Luis?

Lo desarrollado hasta aquí nos ha permitido ver cómo el Estatuto Universitario está recorrido por una
impronta neoliberal, estructurado desde una lógica tecnocrática, mercantilista y elitista que va configurando
determinados tipos de sujetos y las posiciones que estos pueden ocupar en este espacio social.

Ahora bien, ¿cómo las regulaciones hasta aquí analizadas condicionan de manera más inmediata el devenir
de los actores institucionales? ¿qué modos de estar siendo en la institución universitaria les prescriben?.
Dado que uno de nuestros ejes de análisis es el problema de la ciudadanía, un primer aspecto que resulta
evidente al analizar el Estatuto es la pérdida de algunos derechos sociales y políticos por parte de los sujetos
regulados.

En el caso de los derechos laborales se puede observar que no se discriminan claramente las funciones
pertinentes a las diferentes categorías del escalafón docente (Artículos 45 al 55) sino que se establece una
jerarquización en función de los méritos académicos lo que, desde nuestra perspectiva, estaría rompiendo
con el principio de “a igual trabajo igual remuneración”. En el Artículo 45 se regulan las diferentes
categorías de Profesores ordinarios: Titular, Asociado y Adjunto, y en el Artículo 46 se señala que las
diferentes categorías de Profesores Ordinarios reflejarán esencialmente la diferenciación de méritos académicos, lo que
implica una intensificación y una precarización del trabajo de las categorías más bajas ya que estas, tal y
como lo plantea la norma, pueden cumplir funciones de una categoría más alta sin que necesariamente se
les remunere de manera igualitaria por ello. En este caso podemos ver como se regula desnormativizando,
es decir se omite mencionar las funciones que le competen a cada categoría y de esta manera se legitima la
flexibilización laboral, la descualificación y el incremento del trabajo real de las categorías inferiores. Otro
tanto podemos encontrar en el análisis de las categorías de Docentes Auxiliares donde ni siquiera se

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mencionan los méritos académicos como criterio de diferenciación (Artículos 53 y 54). En este punto
creemos necesario preguntarnos ¿cómo se vinculan estas omisiones de la norma con el valor social del
trabajo docente? ¿cuál es la relación entre la prescripción y el valor que los propios sujetos le adjudican a las
tareas que realizan?. En otras palabras, podemos decir que el orden simbólico presente en el Estatuto
refuerza ciertos procesos de naturalización, estableciendo los límites de las reivindicaciones posibles en
relación a los propios derechos laborales.

En el caso de los derechos políticos, en los Artículos 113, 114 y 115 se plantea que solo podrán elegir y ser
elegidos para funciones de consejeros aquellos docentes que sean efectivos en la categoría por la cuál se los
elige, con lo que se priva del ejercicio de la ciudadanía plena a aquellos docentes interinos y temporarios. En
nuestra Universidad a todos los cargos docentes se accede por concurso de oposición y antecedentes, y en
el caso específico de los interinos y temporarios permanecen en esta situación por largos años, por lo que
de hecho son parte sustantiva de una institución que no los reconoce como sujetos de derecho.
Contradictoriamente a los no docentes se les otorga el derecho a voto con la sola condición de tener 2 de
años de antigüedad como mínimo (Artículo 129), lo que deviene en una discriminación manifiesta.

Por otro lado también es importante señalar lo que sucede con la enseñanza media, primaria e inicial de la
Escuela “Juan Pascual Pringles” dependiente de la UNSL a la cual el Estatuto en sus Artículos 21, 22, 23,
reconoce en el mismo grado de importancia que la formación de grado y postgrado, y para cuyos docentes
rige como condición de ingreso la vía del concurso público. No obstante ello se omite cualquier referencia
acerca de sus derechos políticos.

En estos casos podemos ver cómo se borra la presencia política de sujetos sociales, como se invisibiliza su
condición de sujetos de derechos desde una norma que, sin embargo prescribe sus obligaciones laborales.
Siguiendo a Edwin Ardener (1975) podemos decir que un grupo abocado al silencio o neutralizado puede
considerarse un grupo intencionalmente silenciado. El silenciamiento, cristalizado en el Estatuto, es fruto
de las relaciones de poder que se establecen entre grupos sociales dominantes y dominados. En este caso,
silenciados, significa que el modelo de la realidad, la visión del mundo de este colectivo docente no pudo,
no puede, ni podrá (en el caso de que estas condiciones persistan) materializarse en los mismos términos
que el modelo propuesto por los sujetos legitimados por esta Ley. La estructura hegemónica, al negar la
existencia política de un grupo importante de actores institucionales, inhibe la posibilidad de construcción
de la universidad como espacio público y democrático, imposibilitando de esta manera que los diversos
sujetos que la constituyen puedan expresar sus demandas e intereses en igualdad de condiciones.

En síntesis, creemos que la desnormativización de las funciones laborales competentes a cada una de las
categorías docentes, combinada con la pérdida u omisión de los derechos políticos, sitúan a los actores
institucionales involucrados en un lugar de suma precariedad e indefensión, ya que por un lado se legitiman
condiciones laborales de neta flexibilización, y por el otro se obturan o borran canales institucionales de

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organización y lucha política mediante los cuales estos trabajadores podrían hacer visibles sus condiciones
de trabajo y generar espacios de resistencia que les posibiliten transformarlas.

¿Qué hemos perdido con el proceso de desciudadanización presente en el Estatuto de la


Universidad Nacional de San Luis?

A lo largo de este trabajo hemos intentado reseñar brevemente las tensiones que en las últimas décadas del
siglo pasado y en los primeros años de éste se han producido entre el ámbito de lo público y la esfera
mercantil, y hemos podido observar cómo estas tensiones se han cristalizado en la normativización
estatutaria de nuestra Universidad, regulando las prácticas, los discursos, las sensibilidades, lo posible y lo
silenciado en términos de los derechos sociales y políticos de los sujetos institucionales.

La naturaleza de estas tensiones ha determinado que la esfera de lo mercantil ocupe el espacio de lo


público, resignificando y vaciando de contenido, desde su lógica tecnocrática, términos como república,
democracia, participación pluralista, opinión pública, etc. En este movimiento se ha producido un proceso de
desciudadanización que ha redundado en el desconocimiento y la pérdida de derechos sociales y políticos
básicos considerados desde una perspectiva clásica de la ciudadanía. En palabras de Tom Bottomore (1998:
10) para la nueva derecha autoritaria (…) la idea de ciudadanía es uno de los tantos dislates progresistas que solo sirven para
calentar los cascos de la gente respecto del espacio social que ocupan y para que los súbditos acaben por creer que no son sólo eso,
súbditos obligados a dejarse gobernar, sino también personas dotadas de derechos.

Allá por 1950, en un contexto de auge del estado de bienestar, T. H. Marshall definía la ciudadanía en
términos del reconocimiento y garantía por parte del Estado, y el ejercicio por parte de los ciudadanos, de
un conjunto de derechos sociales, políticos y civiles que determinaban la igualdad formal ante la ley, al
mismo tiempo que constituían la condición para la construcción de un sentido de pertenencia a una
comunidad y para gozar del derecho a participar de un patrimonio simbólico, cultural y material
compartido.

A casi 60 años de aquellos días muchas cosas han cambiado y no precisamente para mejorar. En el plano de
lo social podemos ver que los derecho al trabajo, la salud y la educación han sido vulnerados y cómo esto
ha redundado en la restricción y el empobrecimiento de la participación en la esfera política, único ámbito,
en las sociedades democráticas, desde donde se puede reclamar al Estado el efectivo cumplimiento de sus
obligaciones en cuanto principal garante de las condiciones básicas de una vida digna de la totalidad de los
ciudadanos que lo constituyen.

La universidad ha acompañado este mismo proceso en al menos dos aspectos: por un lado abandonando
en un sentido tecnocrático y pretendidamente neutro, su función social de formadora de ciudadanos
críticos involucrados en la democratización de las estructuras sociales; y por el otro vulnerando derechos
sociales y políticos que se materializan en una concepción estratificada de la ciudadanía en función de una

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lógica meritocrática. En otras palabras, la delicada frontera entre la esfera pública (donde prima la lógica del
derecho) y la mercantil (estructurada en función del mérito y la competencia) se ha desplazado
significativamente, ampliando el ámbito de lo privado a través de sutiles resignificaciones cristalizadas no
solo en el ámbito de las legislaciones, sino fundamentalmente en nuestra imaginación política. Mellando así
la capacidad de pensar ámbitos de lucha y horizontes de reivindicación posibles.

Este proceso adquiere, desde nuestro punto de vista, aún más gravedad en el caso de una Universidad
Pública que cuenta con numerosas carreras de formación docente, ya que estos son los principales
encargados de producir/reproducir, crear/recrear la memoria histórica de nuestros derechos y contribuir
así a recuperar aquello que de ciudadanos críticos y transformadores hemos perdido.

Bibliografía

• Gentili, P. (1997). Adiós a la Escuela Pública: el desorden neoliberal, la violencia del mercado y el
destino de la educación de las mayorías. En Apple, M.; Gentili, P.; Da Silva, T. (1997). Cultura,
Política y Currículo. Bs. As. Losada.

• Sader, E. y Gentili, P. (1999) La trama del Neoliberalismo. Argentina. Eudeba/ CLACSO.

• Marshall, T. H.y Bottomore,T. (1992). Ciudadanía y clase social. Madrid. Alianza Editorial.

• Paviglianiti, N. (1991). Recomposición Neoconservadora. Lugar afectado: la universidad. Buenos Aires.


Miño y Dávila Editores.
• Popkewitz citado por Birgin, A. (1995). El trabajo de Enseñar. Buenos aires. Editorial Troquel.
• Gómez, R. (1995). Neoliberalismo y Seudociencia. Buenos Aires. Ed. Lugar.

iEn el Estatuto aprobado en 1985, en el Artículo 1 del Capítulo 1 se determina que la U.N.S.L. tiene como Fin formar y capacitar
profesionales y técnicos con una conciencia Argentina apoyada en su tradición cultural (...) estimular el estudio de la realidad
Nacional y del protagonismo que le corresponde a la Argentina dentro del orden mundial. El Artículo 2 del mismo Capítulo
determina que ésta Universidad debe realizar aportes necesarios y útiles al progreso de la “Liberación Nacional”, contribuyendo a la
solución de los grandes problemas humanos, en forma preferente los de la vida nacional y de modo especial los de la provincia de
San Luis, proyectándose en el contexto Latinoamericano.

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