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ABUSO PROCESAL
por Roberto G. Loutayf Ranea
Precisiones terminológicas y Tesis
Normalmente se habla de "abuso del proceso", o "abuso procesal", o "abuso del
derecho en el proceso", o "abuso con el proceso", o "abuso en el proceso", u otras
expresiones equivalentes, pero siempre haciendo referencia al proceso. Pero el proceso no
cobra existencia, no aparece al mundo de la realidad, sino como consecuencia de un acto
jurídico previo como es el ejercicio del derecho de acción de la parte demandante a través de
una concreta pretensión procesal. Tal pretensión determina que entre en actividad la
Jurisdicción, es decir, los órganos respectivos encargados de ejercer la función jurisdiccional
del Estado, que es ante quien se formula el planteo. Para poder dar la respuesta a tal
pretensión, debe la Jurisdicción sustanciar previamente un proceso, para permitir la
participación de la otra u otras partes interesadas, y en cuyo transcurso deben intervenir
también los demás sujetos auxiliares del órgano jurisdiccional y de las partes. Todos estos
sujetos involucrados en el litigio tienen, según el caso, derechos para ejercer, o cargas que
cumplir, como también deberes y obligaciones; todo ello como consecuencia y con relación al
proceso pendiente. Es propiamente en el ejercicio de estos derechos y en el cumplimiento de
tales imperativos donde se puede producir el abuso. Por ello, no obstante que todo abuso
procesal se concreta en un proceso (que es el instrumento para encauzar las pretensiones de
las partes hasta la sentencia definitiva que las resuelva), o mediante actos procesales (que no
son más que la forma de exteriorizar y concretar tales derechos e imperativos), creo que es
importante remarcar que el abuso en realidad se produce propiamente en la función, derecho,
carga, obligación o deber cuyo ejercicio o desarrollo se traduce en actos procesales; y
corresponde hablar, así, de abuso de la Jurisdicción (por el juez), o abuso del derecho de
acción (por las partes), o abuso en el cumplimiento de sus específicos deberes (por
auxiliares o los terceros que deben intervenir en el proceso). Es decir, lo abusivo en la
utilización de las formas procesales no es más que la consecuencia de haber incurrido en
abuso en el desarrollo de algunas de las actividades señaladas, más allá de la naturaleza
jurídica o de los caracteres que se les atribuya.
Algunas veces pensaba que esta distinción carecía mayormente de utilidad práctica.
Sin embargo, me he animado en esta oportunidad a exponer mis reflexiones, procurando
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hacerlo con cierta sistematización, en el entendimiento que todo lo que pueda ayudar a
precisar los conceptos y las situaciones jurídicas, constituye de por sí un aporte y un avance
en la ciencia jurídica. Aun cuando se exprese algo equivocado; porque si ello da lugar a que
surja la opinión contraria correctora, esa equivocación habrá ayudado de tal modo para
alcanzar la verdad.
Metodología
La metodología a seguir en el tratamiento de los temas, será la siguiente. En primer
lugar, haremos un breve análisis de los aspectos generales vinculados al "abuso", y los
particulares del "abuso procesal". Luego del "derecho de acción", los abusos que pueden
darse en su ejercicio, y también las posibles consecuencias. Y finalmente, de la
"Jurisdicción" y los abusos que pueden darse en el desarrollo de esta actividad estatal.
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variantes propias.
El abuso, vuelvo a reiterarlo, no sólo se puede producir en el ejercicio de un
"derecho", sino también en el desarrollo de cualquier otra actividad jurídica. La proscripción
del abuso en las conductas humanas es un postulado que se puede inferir lógicamente del
ordenamiento jurídico, por más que no exista una norma expresa que haga referencia al
mismo. Coincido con quienes consideran que puede catalogarse como un "principio general
del Derecho", sin dejar de reconocer las dificultades que el tema presenta. Si un
ordenamiento reconoce derechos y establece imperativos, es para que se haga un adecuado
ejercicio o cumplimiento de los mismos; y no para hacerlo "mal"; nunca se establecen normas
ni se prescriben conductas para que se cumplan o ejecuten mal. Es contradictorio con la
esencia misma del Derecho y de la Justicia la posibilidad de desviación en el ejercicio de las
facultades que consagra el ordenamiento jurídico o en el cumplimiento de los imperativos que
establece, porque tal desviación no es lo que el Derecho manda, y por lo tanto tampoco es lo
que realiza la Justicia, que sólo se alcanza con el cumplimiento adecuado de la ley. Por ello
ese desvío debe entenderse implícitamente reprobado, dado que se aparta del postulado de
"afianzar la Justicia" que el Preámbulo de la Constitución Nacional ha establecido como uno
de los objetivos de la organización de la República. La Justicia, vale reiterarlo, sólo se
alcanza con el cumplimiento adecuado de las normas legales, y no con el mal uso de las
mismas; ... el abuso, lejos de contribuir a la Justicia, es un elemento irritante en cualquier
relación jurídica, y en especial en el ámbito del proceso. Tal es, a mi criterio, el fundamento
principal que permite elevar la proscripción del abuso a un "principio general del Derecho",
que luego ha encontrado expresión en diversas normas sustanciales y procesales; como el art.
16 del Código Civil (que alude al "espíritu de la ley" como directiva de primer orden en la
comprensión de las normas jurídicas), el 1071 del mismo ordenamiento (que proscribe el
abuso del derecho), y el art. 622 (que permite sancionar la conducta procesal maliciosa con el
pago de intereses, si las leyes de procedimiento no previeren otra sanción); el art. 565 del
Código de Comercio (que contiene una norma similar a la del art. 622 del Código Civil); y las
disposiciones procesales que consagran los principios de moralidad y economía, el deber de
comportarse con lealtad, probidad y buena fe dentro del proceso. Es verdad que los
"principios generales" no están condicionados a su recepción positiva, pero este postulado no
implica una prohibición de que ello ocurra; antes bien, es una forma de ratificar su presencia.
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los auxiliares.
Las particularidades del derecho de acción y la teoría del abuso del derecho
El ejercicio del derecho de acción presenta peculiaridades que lo distinguen de otros
derechos, y que requieren particular cuidado en la aplicación de la teoría del abuso. Así, si
bien todo queda comprendido dentro del "derecho de acción", su ejercicio presenta como
particularidad, a más del interés general comprometido en la solución del conflicto, la
conformación para las partes de una situación compleja, compuesta de derechos y cargas
procesales, de deberes y obligaciones, todos con la finalidad de permitir reunir los elementos
que hagan al derecho alegado por cada una; y es la diligencia y eficacia en tal cometido lo que
va a permitir, a su vez, que la solución del litigio sea lo más justa posible.
Todas estas peculiaridades que presenta el derecho de acción determinan la necesidad
de que sea también particular la aplicación al caso de la teoría del abuso del derecho, de
manera que, si bien, pueda permitir la prevención y sanción de las conductas abusivas, no se
torne en algo que pueda obstaculizar o afectar la defensa en juicio. Es decir, se debe ubicar la
cuestión en un punto de prudencia y equilibrio, a fin de no caer en el extremo de hacer
sancionar todo lo que aparezca como abuso, pero tampoco en el otro extremo de dejar sin
corrección los actos claramente abusivos.
La particularidad de la situación, entonces ha llevado a señalar los siguientes
postulados: a) En primer lugar, se debe adoptar un criterio restrictivo en la interpretación de
la existencia de abuso. b) En segundo lugar, debe hacerse en forma excepcional la
declaración oficiosa del abuso (así como debe actuarse con prudencia en la aplicación del
principio que proscribe el abuso del derecho cuando es a pedido de parte, de igual manera, y
con mayor razón debe utilizarse la prudencia para la declaración de oficio). c) Finalmente se
ha señalado que el abuso debe sancionarse sólo si el mismo ha producido perjuicio (para la
otra parte, o para la Administración de Justicia por el desgase jurisdiccional que el abuso
pueda haber ocasionado).
ABUSO DE LA JURISDICCIÓN
Jurisdicción
Veamos ahora qué ocurre con la Jurisdicción o función jurisdiccional del Estado.
Si como consecuencia de la prohibición de la justicia por mano propia, se ha delegado
en el Estado la función jurisdiccional, y se ha reconocido a los individuos el derecho de
acción como instrumento para requerirla, surge claro que la Jurisdicción es una tarea o
"función" atribuida al Estado como un deber, cuyo "objeto" es, precisamente, solucionar los
conflictos que se susciten entre los individuos; y es un deber porque si en algún supuesto el
Estado pudiera negarse a administrar Justicia, ello significaría dejar inerme al individuo que
tampoco puede hacerse Justicia por sí mismo. Para que el Estado brinde la protección
jurisdiccional es presupuesto o condición necesaria que la misma haya sido solicitada a través
del ejercicio del derecho de acción: en este sentido es que se dice que la Jurisdicción es
siempre rogada o provocada. Y la respuesta jurisdiccional definitiva sólo puede emitirse
luego que se haya sustanciado el debido proceso legal.
La solución que brinde la Jurisdicción a los conflictos debe ser justa; y es justa la
solución cuando se adecua a la legislación vigente. Por ello es que para establecer la solución
justa, la Jurisdicción tiene como "actividad" específica la sustanciación del proceso y la
aplicación de la voluntad abstracta de la ley a cada caso concreto, tarea en la que tiene
sustancial importancia la interpretación judicial del Derecho. El "producto" final de la
función jurisdiccional son las sentencias o resoluciones, que deben contener la
fundamentación y la orden o mandato que se establece como solución justa para el caso. Para
que los litigios alcancen en algún momento su desenlace definitivo, se les ha atribuido a las
decisiones jurisdiccionales la autoridad de cosa juzgada; y también la posibilidad de su
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partes) y sociales (desprestigio de la magistratura) que acarrean. Pero debe tomarse en cuenta
también que la mayor o menor severidad en ello debe estar de acuerdo a las circunstancias de
cada caso; porque no es lo mismo la atención de un tribunal que tiene un número adecuado y
controlable de causas como también la infraestructura necesaria, que la de aquél que se
encuentra colapsado por el abrumador número de asuntos, como desgraciadamente ocurre en
muchos lugares. Soy magistrado, y pueden comprenderme las generales de la ley. No
pretendo defender al juez que incurre en inconductas, que debe ser castigado; pero sí quiero
que se brinde a los jueces los elementos necesarios para que puedan cumplir correctamente
con su excelsa misión; y no que sólo se ponga en resalto la importancia de la función y los
deberes inherentes a la misma cuando se trate de aplicar sanciones.