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1)Elaborar una lista de características que diferencian al ser humano de los animales.
Lista de características:
Razonar - pensar - conciencia de la muerte - estudiar.
Antropología filosófica y científica.
Antropología filosófica estudiar al hombre
biológica o física
científica su esencia
cultural.
La antropología científica se plantea el problema del origen, la evolución y las cualidades de la especie
humana. Se ocupa tanto de la dimension biológica como la dimension cultural, por eso, la antropología
cientifica se puede dividir en dos grandes disciplinas: la antropología biológica o fisica, que trata de
reeconstruir el curso de la evolución humana mediante el estudio de los restos fósiles y la antropología
cultural. que se ocupa de la descripción y analisis de las culturas del pasado y del presente.
Mientras la antropología biológica se ocupa de las características físicas de los hombres, la antropología
cultural estudia las caracteristicas de las sociedades humanas: relaciones familiares, estructuras de poder,
costumbres, tradiciones, lenguaje.
La antropología filosófica, por su parte, atiende a un campo más amplio. Se sive de los datos proporcionados
por los estudios antropológicos no filosóficos para buscar "la esencia" del hombre, para determinar en que
consiste la especificidad del ser humano en un mundo que comparte con otros seres vivientes y que al ser
humano transforma y modifica.
*Preámbulo.
Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por
voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el
objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa
común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libretad, para nosotros, para nuestra
posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino; invocando la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta constitución,
para la Nación Argentina.
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Prof. Carlos Rada 2002 revisado y reeditado por Prof. Robert Rodríguez 2006)
Todos estos problemas tienen forma de pregunta; y, sin embargo, si las observamos
con mayor atención, nos damos cuenta que todas ellas preguntan por el ser de alguna cosa,
es decir, interrogan por “el ser” o la “manera de ser” de algo: “¿cuál es la cosa que
propiamente es?”, pero no se preocupan por el ser mismo. Se advierte pues que, por debajo
de todos los problemas que podemos plantearnos, hay uno que le sirve de soporte y es el
siguiente: ¿Qué es ser? Esta pregunta tiene carácter ontológico y es la primordial; mientras
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que las demás son de carácter ónticos , y son secundarias.
¿Qué es el hombre?
Y con esta pregunta subrayamos “de una manera breve y adecuadamente la esencia de la
antropología filosófica.” Este tema trata exclusivamente de dar contestación a esa pregunta,
que “planteada de una forma sistemática y metódica, es de por sí una pregunta filosófica
que apunta a la totalidad el hombre y que quiere alcanzar su fundamento esencial” (Coreth,
1965). Por eso, para la antropología filosófica afrontar la pregunta ¿Qué es el hombre?, no
expresa otra cosa que aquella búsqueda de comprender al ser humano desde de la unidad
del ser; en cuanto se encuentra testificado en el ser humano de manera privilegiada.
Pero, ¿basta este conjunto de características para estar conformes con la res-puesta?
Quizá para un biólogo, un sociólogo o un antropólogo esta respuesta sea pertinente,
¿y para nosotros los que nos consideramos comunes?
Ahora parece que surgen algunos problemas para ponernos de acuerdo; pues como
ha señalado Heidegger, en su libro El Ser y el Tiempo - aunque él no se propone articular en
su “análisis existencial” una filosofía del hombre -, la referida pregunta “está hoy caída en
el olvido”; y aún cuando en los actuales momentos se ha observado un repunte de la
metafísica, se piensa que formular una pregunta como esta es una osadía o, en el mejor de
los casos, un simple juego de palabras, librándonos con ello de hallar una respuesta.
El ser humano es, además, un individuo que en cada caso soy yo mismo. “Cuando
pregunto por el hombre, me entiendo a mí mismo como hombre y, en cuanto hombre, me
pongo a mí mismo sobre el tapete” (Coreth, 1965). Por eso, la particularidad de la pregunta
¿Qué es el ser humano?, “radica en que abarca a quién interroga, le vuelve hacia él y la
trueca en otra” (Coreth, 1965), una que suele ser formulada por lo menos una vez en la vida
bajo la siguiente forma: ¿Qué soy yo? Pues, al existente ser humano le es inseparable el ser,
que en cada caso particular es el mío, como condición de la posibilidad de la propia
pertenencia y de la no-pertenencia, “pero como un hombre entre otros hombres. No se trata
sólo de mí”, sino del ser humano en general (Coreth, 1965). Por ello la mencionada
pregunta suele encontrarse implícita cada vez que interrogamos ¿Qué es usted? Como
aquella pregunta que indaga por los atributos propios de cada existente humano. “De ahí
que no esté en juego únicamente ni propia comprensión sino la autocomprensión humana;
no se trata sólo de analizar mi propia existencia, sino la existencia humana en general”
(Coreth, 1965).
La pregunta que intentamos responder aquí ya tuvo “en vilo el meditar de Platón y
de Aristóteles, cierto que para enmudecer desde entonces como pregunta expresa de una
investigación efectiva” (Heidegger). Lo que conquistaron ambos pensado-res se recogió a
través de variadas alteraciones y arreglos hasta la aparición de la Lógica de Hegel. “Y lo
que en otro tiempo se arrancó a los fenómenos en el supremo esfuerzo del pensamiento,
aunque fragmentariamente y en primeras arremetidas” (Heidegger), ya está desde hace
mucho tiempo trivializado.
Debemos diferenciar en la reflexión que nos hagamos acerca del ser humano un
doble aspecto. Por una parte, lo que los principales pensadores de la historia han formulado
sobre el ser humano y, por la otra, el problema mismo antropológico, al cual cada uno de
nosotros debe dar una respuesta. El primer aspecto se encuentra subordinado al segundo, al
inspirar nuestra reflexión, pero sin evadir en nada nuestro compromiso en la búsqueda de
una solución al problema antropológico.
La preocupación por saber qué es el hombre y cuál es su misión, data desde los
orígenes de la historia, desde que el hombre tiene uso de conciencia. En todos los tiempos y
espacios el hombre ha intentado dar respuesta a estas interrogantes, “ya que en ello le iba
incluso la vida o al menos el sentido de su vida” (Heidegger), al preguntarse si puede el
cuerpo material llegar a realizar acciones tan elevadas como el pensar o el ser transparente
para sí mismo.
Ya desde la Grecia antigua la cuestión acerca del ser se presentó como problema a
partir de ciertas experiencias y situaciones, y de la investigación de la naturaleza. El
problema que más atrajo la atención de los primeros filósofos griegos (también llamados
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los presocráticos) se conoce como el problema de la physis o naturaleza. Por ello fueron
llamados “físicos” o, como ha señalado Ajdukiewicz (1994), son los que llamamos hoy
“naturalistas”.
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La filosofía física o de la naturaleza, surgió en la ciudad de Mileto, en Jonia ,
propone como principio fundamental de las cosas un elemento observable, por ello estas
interpretaciones se pueden considerar como físicas. Entre sus representantes destacan:
Tales de Mileto, considerado como el iniciador de la filosofía por haber sido el primero
que, al preguntarse sobre el origen y principio de las cosas, compendió, de manera objetiva,
el problema con el cual daría comienzo la actitud filosófica que busca explicaciones
racionales. Preocupándose por encontrar el elemento del cual proceden todas las cosas
cuando dejan de ser lo que son, lo que lo llevó a afirmar: el agua es el principio de
todas las cosas. El agua es la sustancia primordial, es decir, el elemento primario de todas
las cosas, porque sus observaciones lo llevaron a concluir que toda manifestación vital se
da en ambiente de humedad y que todas las cosas son húmedas por naturaleza (Chávez
Calderón, 1998).
Otro de los filósofos fue Anaxímenes (h. 588-524 a. C.) que vivió también en
Mileto y vio en el aire el principio fundamental de todas las cosas. Pero, el aire, para que
pueda fungir como componente universal, necesita tener básicamente dos características:
debe ser transformable, es decir, debe adoptar cualquier forma, y debe ser infinito, pues no
se debe agotar en las múltiples transformaciones de los seres. También compara al aire con
el aliento o soplo que sostiene nuestro cuerpo a modo de alma, al afirmar que:
Así como nuestra alma, que es aire, nos sostiene, así también el soplo y el aire
rodean el mundo entero (Anaxímenes, Fragmentos).
¿No será que el hombre, además de poseer un cuerpo material, está constituido por
otra realidad, no de carácter material, y que es en esta realidad donde se originan esas
actividades superiores que llamamos: razón, voluntad, sentimiento, instintos?
¿Qué es la mente?
¿Podemos estar seguros de que los demás individuos que nos rodean no son robots
sofisticados?
¿Podemos estar seguros que los demás seres que nos rodean poseen también una
mente?
Nigel Warburton (2000) ha señalado que la filosofía de la mente, una rama auxiliar
de la antropología filosófica, y la psicología son dos cosas diferentes, pero intrínsecamente
relacionadas. Mientras que “la psicología se ocupa del estudio científico de la conducta y
del pensamiento de los seres humanos”, apoyándose en la observación experimental; “la
filosofía de la mente, que no es experimental ni implica ninguna observación científica, se
ocupa del análisis de los conceptos.”
Cuando hablamos de nosotros y del entorno que nos rodea, debemos distinguir entre
los aspectos físicos, como los pies, los brazos, el cerebro, una taza de café, la casa que
habitamos, la institución donde laboramos o estudiamos, etcétera; y los aspectos mentales,
como el pensamiento, la capacidad de decidir, la imaginación, los sentimientos, el
conocimiento, etcétera.
¿Esta división entre un aspecto físico y uno mental es real o, por el contrario,
representa sólo un modo de expresar lo que somos nosotros mismos?
La correlación entre estos dos aspectos del ser humano esboza el llamado problema
de la mente y el cuerpo. A pesar de la importancia del tema, su planteamiento no ha servido
para conseguir unanimidad en su tratamiento. Las tradiciones religiosas, filosóficas y
científicas a lo largo de toda la historia de la humanidad han intentado descifrar la
complejidad del ser humano, su aparente dualidad corporal y espiritual, mental y biológica,
sin lograr hasta nuestros días una solución definitiva y universal.
Estos últimos fenómenos sólo los podemos conocer a través de una experiencia
interior, por lo que se requiere otra cosa que le sirva de sustento: ella es el alma, que es
capaz de sentir, pensar, alegrarse, de sufrir, etcétera.
Las respuestas iniciales que poseemos en este sentido son las que se ofrecen en la
mitología y que en muchas ocasiones retoma la religión de otro modo, en un periodo ya
avanzado de la humanidad, puesto que no se tiene información detallada del período
anterior, la prehistoria, con todo su sentido mágico. Las enunciaciones del periodo mítico-
religioso se expresan a partir de lo dicho por el dios o los dioses crea-dores del hombre a
sus delegados aquí en la tierra. Creado de diferentes maneras materiales, según la mitología
o religión a la cual se refiera, el hombre es visto siempre, salvo en algunas religiones como
la grecolatina, como un ser inferior a la divinidad. Una idea que estipula que todas las
acciones del hombre se encuentran encaminadas a buscar la armonía con la divinidad.
Pero vayamos al detalle, sostiene aquí Platón que el alma es eterna y pasa por tres
estadios, puesto que el alma preexiste al cuerpo, se incorpora a un cuerpo y existe tras su
descomposición .Para dar una guía y una argumentación plausible a esta tesis de la
eternidad del alma, se apoya en dos hipótesis filosóficas que ya estaban iniciadas en el
diálogo Menón: la reminiscencia o “anamnesia” y la “metempsicosis” o trasmigración del
alma.
En Platón, como ya se dijo, su teoría central es la de las formas o teoría de los dos
mundos. Y desde esta perspectiva necesitamos enfocar el estudio del alma, puesto que ésta,
antes de unirse a un determinado cuerpo, ha preexistido en el mundo inteligible, donde tuvo
oportunidad de contemplar directamente las ideas; por ello, al unirse a un cuerpo, para
formar un hombre, lo hará temporalmente, en plan de purificación y después regresará a su
lugar, que es el mundo de las ideas.
2. Si la unión del alma con el cuerpo es temporal, quiere decir que dicha
unión no es sustancial, sino accidental, de manera que pueda sobrevivir a la
separación del cuerpo.
La preexistencia del alma remite al mito de la vida eterna del alma en el mundo
ideal y a su “caída en un cuerpo” por razones desconocidas. Platón presenta al hombre
como compuesto por un alma y un cuerpo. El alma o el espíritu se encuentra en perpetua
relación con la divinidad y por ello es inmortal, a la que es necesario cuidar ya que es el
puente entre el hombre y la divinidad. Un alma o un espíritu que le da sentido al hombre, a
toda su vida, y lo salva de la intrascendencia, de ser un objeto más del universo. Por su
parte, la encarnación en un cuerpo es pensada por Platón mediante símiles que comparan el
cuerpo con “una cárcel” que encierra al cuerpo; “un traje” o una mortaja que cubre y
envuelve al alma, es perecedero y corruptible, o “un caballo” cuyas bridas controla el alma.
Digamos, pues, que el alma se parece a las fuerzas combinadas de una casta de
caballos y un cochero; los corceles y los cocheros de las almas divinas son
excelentes y de buena raza, pero, en los demás seres, su naturaleza esta
mezclada de bien y de mal. Por esta razón, en la especie humana, el cochero
dirige dos corceles, el uno excelente y de buena raza, y el otro muy diferente del
primero y de un origen también muy diferente; y una estirpe semejante no puede
dejar de ser penoso y difícil de guiar (Platón, Fedro)
Los argumentos que Platón esgrime en el Fedón para demostrar que el alma es
imperecedera e inmortal son fundamentalmente dos: la simplicidad del alma y el origen de
los contrarios. El argumento de la simplicidad parte de que sólo se pueden disolver -y la
muerte es disolución- aquellas cosas que por naturaleza son compres-tas, dado que sus
elementos se pueden disgregar de la misma forma que se compusieron. Lo simple no se
puede disgregar y se encuentra siempre en el mismo estado, sin estar sometido a cambios.
Y simples son las verdaderas realidades, las ideas (recordemos que para Platón,
además de este mundo en el que vivimos, el mundo sensible, existe otro mundo, el de las
ideas, que es el mundo verdadero), las esencias de las cosas que permanecen idénticas
siempre a sí mismas y no admiten cambios; por el contrario, las realidades de este mundo,
las cosas, son compuestas y están en constante mutación, en continuo cambio. Las ideas,
además de simples, son invisibles, mientras que las cosas son visibles, y son también los
modelos que las cosas tratan de imitar.
El argumento del origen de los contrarios se basa en que, según Platón, todas las
cosas tienen un contrario y en él precisamente tienen su origen; lo mayor procede de lo
menor, lo más fuerte de lo más débil, e inversamente lo menor de lo mayor y lo más débil
de lo más fuerte. Entre cada par de contrarios hay, pues, dos generaciones que van de cada
uno de ellos a su contrario. Este proceso de generación de los contrarios ha de producirse,
además, a modo de un movimiento circular, ya que si se diera como una línea recta, todas
las cosas acabarían por tener la misma forma y cesa-rían de producirse. Si, por ejemplo, al
dormirse no le correspondiera el despertar, de esta manera, todo llegaría a estar dormido.
Si esto es así, si de lo que vive se produce lo que está muerto y de lo que está
muerto lo que vive, necesariamente las almas de los muertos han de existir en algún lugar
desde el que vuelvan a la vida. El alma existe antes que el hombre concreto al que da vida
(metempsicosis), y por eso cada individuo ha conocido antes lo que luego llegará a saber.
Así, aprender no es otra cosa que recordar; pues en un tiempo anterior el alma ha conocido
esa realidad verdadera o mundo de las ideas perfectas, que se identifica con el Bien.
La idea del Bien es el objeto del conocimiento, y a partir de ella adquieren sentido
la justicia, la belleza, la verdad y todas las demás cosas. Al participar del mundo de las
ideas y, por tanto, del bien, los hombres tienden a alcanzarlo mediante un proceso de
imitación o mimesis.
¿Es relevante la vida del alma en el cuerpo para obtener la felicidad aquí y después
de la muerte? Platón insiste en su dialogo el Fedón en que las almas que se conducen
rectamente tienen una existencia feliz tras la muerte, mientras que las almas cuya vida ha
sido éticamente reprobable vagan atormentadas en cuerpos de animales. Por tanto, en la
antropología y en la ética platónica la vida del hombre justo, cuyo paradigma fue Sócrates,
no puede tener el mismo fin (premio o castigo) que la vida de un impío, opresor e injusto.
Un cuerpo del que hay que librarse para conseguir la santidad perdida. Un cuerpo
que, por esta concepción y salvo en algunas religiones, hay que sacrificar y mortificar,
porque es objeto de perdición, hay que anularlo por diferentes vías, como la meditación en
el caso de los budistas, que si bien no tienen divinidad ven al cuerpo y a la voluntad como
el origen del deseo, del sufrimiento.
Antropología filosófica
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Sus principales representantes son Max Scheler (1874-1928), Helmuth Plessner (1892-
1985) y Arnold Gehlen (1904-1976).
Contenido
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1 Introducción
2 Concepciones y orígenes a través de la historia
3 Concepto de hominización y psyque humana
4 Problema de la naturaleza del hombre (esencia)
o 4.1 Naturalista o monismo antropológico
o 4.2 Esencialista, dualista o dual
o 4.3 Hermenéutica
5 Preguntas fundamentales a las que se intenta responder
6 Bibliografía
7 Enlaces externos
[editar] Introducción
A través de la historia podemos darnos cuenta de que el concepto del hombre, varía según
las diferentes culturas de los pueblos, es evidente que la definición que manejamos de
nosotros mismos resalta en gran parte la aptitud o respuesta que tengamos ante nuestro
entorno, el cual dependerá directamente del concepto que demos a nosotros mismos como
los seres humanos que somos. La antropología filosófica pone como centro de su reflexión
al ser humano, busca comprender al hombre como un ser que vive y sabe que vive en este
mundo.
El saber humano es la dimensión propia del ser pues es el único ente biológico que necesita
comprenderse para saber quién es, quién quiere ser y qué puede hacer con su vida. Pero
¿para que estudiar antropología filosófica dentro de las carreras sociales y humanas? ¿acaso
ese asunto no les compete solamente a aquellas personas que siguen alguna licenciatura en
filosofía, psicología, sociología o antropología?, pues no, la enseñanza de la antropología
filosófica nos ayudara a conocer y fundamentar el camino del ser humano, tratar de
responder a las cuestiones existenciales ¿Qué es el hombre?, ¿De dónde venimos?, ¿Hacia
dónde vamos?, etc.
La antropología filosófica se pregunta, en primera instancia, por el origen del ser humano.
Su proceso de aparición y asentamiento en el conjunto de la realidad. Esta cuestión puede
condensarse en la pregunta: ¿Cómo surgió el hombre?
Además, se pregunta por la naturaleza del ser humano, se pregunta lo que diferencia al
ser humano de todos los demás seres, cómo se define a través de su existencia histórica, etc.
Tales interrogantes fundamentales de la Antropología Filosófica pueden ser condensadas en
una pregunta radical: ¿Qué es el hombre?
Sin embargo no todo es tan claro como parece, es necesario advertir que existe un gran
debate en torno al objeto de la antropología filosófica, hoy se ha vuelto más problemático,
debido a la multiplicación de discursos y nuevas teorías que hablan acerca del origen y
destino del ser humano. Lo que queremos decir es que poseemos discursos acerca del
hombre pero no la verdad ni una respuesta concreta al sentido de la vida. En síntesis no
basta con saber que somos simples personas pertenecientes a un sistema x, hace falta ir más
allá de lo que nuestros ojos pueden divisar, ampliar nuestra mente para poder comprender
lo que significa ser humano y poder darle una explicación a nuestra existencia en el planeta
Tierra.
- En la Edad Media reino un periodo teocéntrico, en el que todo gira en torno al concepto
de Dios. Al hombre se le interpreta por su relación con Dios, el hombre es un ser creado por
Dios a su imagen y semejanza (posesión de inteligencia y capacidad de amar). Al hombre
se le considera compuesto de cuerpo y alma, ésta es considerada algo de naturaleza
espiritual, libre e inmortal.
San Agustín se apoya en un argumento platónico y dice respecto a Platón: “Nadie como
Platón se ha acercado tanto a nosotros”. Aparece, por tanto, la idea de salvación eterna, ésta
vida es un tránsito; un camino para conseguir la vida eterna por medio de la virtud que
consiste en obedecer los mandamientos de la ley de Dios y conduce a la felicidad de la
salvación eterna, la vida sólo tiene sentido como camino de salvación. Lo contrario sería la
condenación eterna.
Los parientes vivos más cercanos a nuestra especie son los grandes simios: el gorila, el
chimpancé, el bonobo y el orangután. Demostración palmaria de este parentesco es que un
mapeo del genoma humano actual indica que Homo sapiens comparte casi el 99% de los
genes con el chimpancé y con el bonobo. Para mayor precisión, el genoma de cualquier
individuo de nuestra especie tiene una diferencia de sólo el 0,27% respecto al genoma de
los chimpancés y de 0,65% respecto al genoma de los gorilas.
No hay una diferencia esencial entre el hombre y el animal, sino diferencias de grado, de
modo que la vida superior del hombre resulta ser una forma más desarrollada,
perfeccionada o evolucionada de la serie animal. Las formas más altas de la vida humana
(pensamiento, lenguaje, arte, etc.) no son más que las resultantes genéticas de procesos
inherentes a las manifestaciones más elementales. Las dos variantes de esta teoría son:
la concepción mecánico-formal:
o el materialismo, que reduce los fenómenos vitales y psíquicos a fenómenos
físicos-químicos;
o el sensualismo, que considera que todas las formas de fenómenos psíquicos
son formas más complejas de los datos sensibles.
la concepción vitalista: que explica al hombre en su integridad por la vida: el
hombre se convierte en el último producto de la evolución vital. Esta concepción se
diversifica según qué se considere como decisivo en la variedad de los impulsos
vitales. Algunos le dieron importancia a los impulsos nutritivos, otros a los
impulsos de poder y otros a los impulsos sexuales.
[editar] Hermenéutica
El hombre no es algo que viene dado “esencialmente”, sino que se configura a través de sus
relatos, mitos, narraciones, saberes, creencias, construcciones culturales. En todo esto tiene
una importancia capital el lenguaje, que le brinda la posibilidad de expresión y de
“sentido”, pero también le muestra sus límites.
El hombre no está “atado” a algo fijo o estático, sino que se va configurando. El ser
humano se debe a un desarrollo temporal (historia) y a la vez a un “proyecto” que le
configura como alguien en desarrollo, nunca acabado. En esta historicidad, el hombre no es
un espectador imparcial de los fenómenos, sino que se ubica frente a los mismos desde
presupuestos “heredados” (tradición) que le orientan.
[editar] Preguntas fundamentales a las que se intenta
responder
En un sentido amplio, las preguntas a las que la antropología filosófica trata de resolver
pueden ser tomadas como confusas y oscuras, por ende no hay una definición teórica clara
y unánime. Sin embargo, la concepción más compartida para cada respuesta a las preguntas
existenciales que se ha planteado el hombre, apuntan hacia un postulado fundamental en
que todos los seres humanos, en forma individual, crean un significado propio para dar una
esencia y justificar nuestras vidas.
La antropología filosófica no crea ni se inventa los problemas del hombre solamente los
encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente y al contestar las preguntas de
una manera positiva podemos sentir asombro o a su vez admiración ya que nos sentiríamos
seres trascendentes, pero si no logramos responder las preguntas fundamentales podemos
caer en una frustración y desilusión por no haber logrado responder esas preguntas, las
cuales son:
¿Hacia dónde vamos? El ser humano posee libre albedrio, poder de decisión; pero desde
un punto de vista más metafísico todos tendríamos un destino. Allí planteamos más
preguntas como ¿Cuál es el fin de la raza humana? ¿Existe una misión para mí?, etc.
Como conclusion, cada persona desarrolla a lo largo de su vida una respuesta para cada
pregunta de estas, dependiente de su punto de vista personal y su concepcion propia de la
imagen del ser humana. La tarea de la antropología filosófica es reunir las conclusiones de
las ciencias especializadas y las disciplinas filosóficas, por lo que las respuestas se pueden
dar de una manera sistemática a este tipo de cuestiones.
En si se trata de identificar dónde existen las respuestas evidentes o hipótesis metafísicas;
pero algo queda en claro la antropologia filosofica solo puede dar respuestas relativas osea
sujetas a cambios pues todas las preguntas fundamentales de la existencia humana, no
tienen una conclusion absoluta.