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VARELA

Guillermo Daniel Ñáñez

VARELA

Guillermo Daniel Ñáñez


JOSÉ FLORENCIO
PRETEXTO

La historia es una interpretación desde el presente de hechos del pasado.


¿Existe una única interpretación del pasado? No. Existen distintas interpretaciones y
por eso distintas corrientes historiográficas. No está mal que existan estas corrientes,
pero es importante la honestidad intelectual y la sujeción al método para construir el
relato historiográfico. No se pueden ocultar hechos. No se puede relatar
acontecimientos que luego no es posible probarlos. No se puede presentar una
historia tendenciosa como neutral y se debe decir claramente la ideología que
impregna el autor para prevenir al lector desprevenido.

El historiador para darle rigurosidad a su trabajo debe legitimar su investigación


con fuentes documentales que avalen lo que quiere demostrar. En nuestro país, la
llamada “historia oficial” fue fundada por Bartolomé Mitre (1821-1906) y responde a
una visión liberal de la historia. Otro historiador de esta corriente es Vicente Fidel
López (1815-1903) utilizando la historia oral que le trasmite su padre, Vicente López y
Planes. En esta corriente encontramos a Luis L. Domínguez (1819-1898), era poeta,
diplomático y ministro en la presidencia de Sarmiento. Fue militante del Partido
Unitario y amigo de Florencio Varela (1807-1848), esto es importante porque es Varela
quien le facilitó a Domínguez el archivo personal de
Bernardino Rivadavia (1780-1845), quien fundó el
Partido Unitario, y cuya utilización culminó con la
“Historia Argentina” de Luis L. Domínguez publicada
en 1861.

Esta historia oficial, durante muchos años


formó a nuestros maestros y estudiantes. Es decir que
esta visión de la historia vinculada fuertemente al
partido unitario es la que se impuso en las aulas
argentinas.

Como vemos el correlato histórico de las luchas


entre “unitarios” y “federales” del siglo XIX determina Luis L. Domínguez
esta “visión de los vencedores”. Triunfó el partido unitario y con ello logró la
hegemonía de su cultura imponiéndola como verdad. Como no creo en la “objetividad”
digo que mi interpretación de la historia obedece a otra corriente que se llama
“revisionismo histórico”.

La historia argentina es el lugar de los debates, es desde donde se puede leer


o interpretar la realidad actual, realidad contradictoria si se precia de serlo. Acá
siempre hubo una “política” de la historia, se utilizó la historia como legitimadora del
poder, significó que desde el sistema educativo se implementara una “historia oficial”,
unilateral, que cumpliera la función “ideológica” que la generación de ’80 le había
asignado, que todos pensemos lo mismo.

Esta visión de la historia tiene el inconveniente de confundir, por ejemplo, a la


persona con sus circunstancias, con las construcciones sociales. Como nos

 
internaremos en la vida del Dr. Florencio Varela, de él se trata, debo aclarar que poco
tiene que ver con la identidad varelense, ya que circunstancias políticas determinaron
que el pueblo de San Juan, lleve su nombre.

No es una intención iconoclasta la que me mueve hacia este personaje


histórico, ni destruir su sitio, sino ver qué papel jugó en su época, librándome de
“hablar bien” o de quedar atrapado en la internas maniqueas que nos alejan de la
verdad. Es decir, una vez reunidas las fuentes, analizados los documentos, hay que
elegir. Y entonces, ¿cuál es la verdad, cuál es el verdadero Florencio Varela? ¿El de la
escuela liberal-oficial o el de los revisionistas? Respuesta: El Varela que más
convenza, porque Florencio Varela puede interpretarse de distintas formas y pertenece
a las distintas corrientes historiográficas interpretarlo, pero no es de ellos en tanto
individuos aislados, sino el de la corriente ideológico-historiográfica que han asumido
desde la cual han mirado al Dr. Florencio Varela.

Y en la medida en que cada una de estas corrientes tenga vigencia en el


presente, estará develando, a través del estudio de Varela, uno de los rostros de este
presente, y esto es conquistar una verdad. Porque así es como ocurre: no solamente
estudiamos el pasado desde nuestro presente, sino que también lo hacemos para
aclarar el presente, para inteligirlo en
profundidad y fundamentar nuestras
convicciones.

Ahora, que pude leer las distintas


miradas sobre el Dr. Florencio Varela, y esto es
uno de los objetivos de éste trabajo: no puede
sostenerse bajo supuesta “objetividad” la
justificación política de lo actuado por el Dr.
Florencio Varela, porque justamente su
accionar, hoy, sería tipificado como traición a la
patria1. La utilización política de Varela es fiel
reflejo del Partido Unitario en el cual militó, que
luego de su muerte tomó el nombre de Partido
Liberal (Partido Nacionalista) y su nuevo líder
será Bartolomé Mitre. Destructor de caudillos
como Felipe Varela y constructor de la “Historia
Bartolomé Mitre  Argentina” a medida.

Algunos hombres se dieron cuenta de esta política de la historia que selló el


futuro de los argentinos. Recordemos aquellas palabras de Raúl Scalabrini Ortiz:"Todo
lo que nos rodea es falso e irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las
creencias económicas que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos
presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los
                                                            
1
 ARTÍCULO 119.‐ “La traición contra la Nación consistirá únicamente en tomar las armas contra ella, o 
en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro. El Congreso fijará por una ley especial la pena 
de este delito; pero ella no pasará de la persona del delincuente, ni la infamia del reo se transmitirá a 
sus  parientes  de  cualquier  grado”.  Ver  Constitución  de  la  Nación  Argentina  en:  
http://www.argentina.gov.ar/argentina/portal/documentos/constitucion_nacional.pdf 

 
textos aseguran... Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es
preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de
querer saber exactamente cómo somos".2

Desde otra visión nos dice Juan Álvarez que: "Por falta de método en los
estudios, el pasado argentino parece como un confuso amontonamiento de violencias
y desórdenes y es general la creencia de que millares de hombres lucharon y murieron
en nuestros campos por simple afección hacia determinados jefes y sin causa alguna
que obrara hondamente sobre sus intereses, sus derechos o sus medios de vida
actuales. El despectivo South América viene a ser de éste modo una creación de los
mismos sudamericanos. Buena parte del error emana de atribuir más importancia al
aspecto externo de los hechos que a la investigación de las causas. Es como si se
confundiera el detonante con la sustancia explosiva. Casi siempre actuó a modo de
detonante un jefe militar o un caudillo y quienes lo seguían exteriorizaron el propósito
de elevarlo a la primera magistratura; por ello aparece la revolución como resultado de
la voluntad del caudillo; pero con el mismo criterio podría asegurarse que la alza o la
baja de los precios depende exclusivamente do los rematadores. En efecto, los
intereses o aspiraciones de un solo hombre no explican la actitud de las
muchedumbres mejor que las aspiraciones e intereses de esas muchedumbres”3. Para
luego agregar que: “La adhesión al jefe nace de la ineptitud de ]as masas para
reformar la legislación o el estado de cosas que motiva el estallido; le obedecen, como
seguirían las órdenes del médico para curar la enfermedad que no atinan a combatir
por si mismos. Hay sitio, sin duda, para la sugestión del que manda y el afecto del que
se deja arrastrar: estos dos elementos no bastan por si solos para determinar un
estado crónico de guerra social"4.

Creo que la criticidad de un texto está en la posibilidad de enfrentarlo al mundo


de las ideas y en ese mundo poder revisar lo escrito, lo dicho, lo pensado para poder
escribir, decir y pensar. Resulta demasiado evidente que las ideas no tienen patria, lo
que no impide que haya un pensamiento nacional. Lo que ocurre es que el
pensamiento nacional no se define por su lugar de origen, sino por la función que
cumplen en la lucha antiimperialista. Si logran romper con la dependencia, son
nacionales y si favorecen su consolidación, son coloniales, no importando que unas y
otras hayan sido elaboradas aquí o en el extranjero.

En este sentido, John William Cooke afirmaba: "Las ideas no son exóticas, ni
aborígenes, ni extrañas, ni vernáculas. Prácticamente, todas las ideas son exóticas, si
nos atenemos a que no surgieron en nuestro ámbito geográfico. Si bien se mira, las
ideas son exóticas en todas partes, desde que el, desarrollo de la cultura es un
proceso acumulativo de la sociedad a través de los siglos y de los pueblos... Lo que
hace que una ideología sea "foránea", "extraña", "exótica" o "antinacional" no es su
origen, sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. El
liberalismo económico era antinacional no porque lo inventaron los ingleses, sino
                                                            
2
 SCALABRINI ORTIZ, Raúl. Política Británica en el Río de la Plata. Ed. Plus Ultra. p. 7 
3
 ÁLVAREZ, Juan, Las guerras civiles argentinas, 4ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, pp. 17‐18 
4
 ÁLVAREZ, Juan, Las guerras civiles argentinas, 4ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, p. 19 

 
porque nos ponía en manos de ellos. El sistema corporativo fascista es malo, no
porque haya sido implantado en Alemania o Italia, sino porque es retrógrado en
cualquier parte y doblemente desastroso en un país dependiente. Pero las ideas que
sirven para el avance del país y la libertad del pueblo son nacionales".5 Y define
Cooke: "Una concepción nacional es aquella capaz de plantear originalmente la
liberación sin trasladar mecánicamente conclusiones que fueron válidas en otro cuadro
histórico social, pero a nadie se le ocurre que tenga que ser una construcción hecha
con elementos conceptuales surgidos como productos nativos”.6

Con su habitual inteligencia, Arturo Jauretche, agrega: “La idea no fue


desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización
moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien
abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América
trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo
para su crecimiento según Europa y no según América"7.

Aclarado esto, nos sumergimos en una época donde se discutía el proyecto de


país. Como hasta el día de hoy discutimos. Hablaremos de violencias y dolores, la
utilización política de la figura de Varela como mártir y un sinnúmero de recordatorios
oficiales hacia Don Florencio repletos de lugares comunes.

CONTEXTO

El célebre Rivadavia

El hombre que mereció reconocimiento por medio de la calle más larga, plazas,
monumentos y una referencia geográfica obligada en cualquier pueblo de nuestro país
es don Bernardino Rivadavia. Fundador del Partido Unitario. Desde la Revolución de
Mayo de 1810, Rivadavia es el “representante de los comerciantes e importadores
apoyados por los ganaderos, cuyo interés residía en el comercio exterior, y en
particular, con Inglaterra. Respondiendo a este complejo de
intereses, había de nacer el partido unitario”8. Son las
clases vinculadas a los puertos de Buenos Aires,
Montevideo, Lima o Caracas que privilegiarán sus
relaciones comerciales, para decirlo más gráficamente,
favorecer la “desintegración territorial” de los antiguos
virreinatos a cambio de la política británica de “integración
al mercado mundial”. Dicha integración implica ser
apéndices económicos, políticos y culturales de las
potencias mundiales.
Bernardino Rivadavia

                                                            
5
 COOKE, John William,  Informe a las bases del movimiento, septiembre de 1966. 
6
 COOKE, John William, Op cit. 
7
 JAURETCHE, Arturo, Manual de zonceras argentinas, 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Peña Lillo, 1968 
8
 BORTNIK, Rubén, Historia elemental de los argentinos, 3ª edición, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 
2008, pp. 36‐37 

 
Luego de la Revolución de Mayo de 1810, que para nosotros es la continuidad
de la Revolución Española, se abrirá por medio de las distintas tendencias una guerra
civil que llegará hasta 1880. El partido morenista sufre persecución a partir de las
ideas de Mariano Moreno expresa en el “Plan Revolucionario de Operaciones”, desde
allí en adelante, la conformación de la burguesía comercial porteña con Bernardino
Rivadavia como su más genuino representante, llevarán políticas liberales
dependientes en lo económico sostenidas por la persecución, el castigo y la muerte.

Es así como podemos ver la figura de Artigas exiliado en Paraguay, San Martín
cumpliendo sus ostracismo en Europa o el Coronel Manuel Dorrego fusilado (con la
pluma asesina de los hermanos Varela). Esta política seguirá de la mano de Bartolomé
Mitre con la persecución y aniquilamiento de los caudillos del interior, rescatando la
figura de Felipe Varela, que termina sus días en extrema pobreza exiliado en Chile.

Rivadavia es el artífice de las políticas de dependencia y disgregación que nos


llegan de ese pasado, la “libertad de comercio”, “libre navegación de los ríos”, “control
de la aduana”, es decir que es el librecambio que impactó sobre las economías
provinciales y determinó el levantamiento de los representantes de esos pueblos: los
caudillos.

Nos aclara Enrique Rivera que: “El unitarismo es la formación liberal-


conservadora, intermedia entre el saavedrismo y el morenismo. El general Paz dice en
sus memorias que la gran mayoría de los saavedristas se hicieron después unitarios.
Esta formación ya nace como aspiración a combinar las fórmulas liberales con la
oligarquía porteña, especialmente en su sector comercial. Resulta característico que
en su lucha apele al Cabildo porteño y expulse de la Capital a los diputados del interior
en el perentorio plazo de 24 horas. Al mismo
tiempo que arreciaba también la hostilidad contra
el partido morenista.”9

Dice el maduro Juan Bautista Alberdi:


“¿Que es el caudillo en Sud América, según los
hechos de que Mitre es expositor, más bien que
según la palabra de su narración? ¿A quiénes
acaudilla? ¿De quiénes es caudillo? ¿Quién lo
constituye, quién lo crea, quién le da poder y
autoridad? La voluntad de la multitud popular, la
elección del pueblo. Es el jefe de las masas,
elegido directamente por ellas, sin ingerencia del
poder oficial, en virtud de la soberanía de que la
revolución ha investido al pueblo todo, culto e
inculto; es el órgano y brazo inmediato del pueblo,
Juan Bautista Alberdi
en una palabra, el favorito de la democracia”10.

                                                            
9
 RIVERA, Enrique, Rosas y el rosismo, 1ª edición, Buenos Aires, Cuadernos de Indoamérica Nº 3, 1947, p. 

10
  ALBERDI,  Juan  Bautista,  Grandes  y  pequeños  hombres  del  Plata,  1ª  edición,  Buenos  Aires,  Punto  de 
Encuentro, 2007, p. 129 

 
Juan Domingo Perón opina que: "El caudillo es el conductor de su pueblo. Casi
generalmente es un hombre de armas. La situación es de lucha y los hombres están
con las armas en la mano. Nada más lógico que sigan a uno de ellos. El que más
confianza les merezca, el que mejor se maneje con esas armas. De todos, el precursor
es Artigas, el gran caudillo de los orientales. Es también el más auténtico: lucha contra
los 'doctores' del puerto de Buenos Aires, contra los españoles de Montevideo y contra
los portugueses que invaden su tierra desde el Brasil. Para eliminarlo, los porteños del
Directorio no se detuvieron ante ningún escrúpulo. Prefirieron abandonar la Banda
Oriental a los portugueses antes que ayudar a Artigas. Estos enfrentamientos de la
ciudad de Buenos Aires con los caudillos del interior debilitaron la guerra de la
independencia, provocaron el desorden civil y militar, y finalmente son la única causa y
únicos responsables de la pérdida de gran parte del territorio que originalmente
perteneciera al Virreynato"11.

Rivadavia es reconocido en todas sus acciones por los historiadores sociales


como Luis Alberto Romero con la “feliz experiencia” o quien lo reinventó y lo incorporó
como “el más grande hombre civil de los argentinos”, se trata nuevamente del inventor
de Historia Oficial, Don Bartolomé Mitre.

El 25 de agosto de 1844 le escribe al chileno Don Pedro Palazuelos: “Si yo


viese a su afortunada patria dar oídos a los visionarios y precipitar sus reformas,
confieso a Ud. me alarmaría por su futura suerte; tenga Ud. presente la que se siguió
en Buenos Aires por el célebre Rivadavia que empleó sólo la madera para hacer
andamios para componer la fachada de lo que llaman Catedral, 60 mil duros, que se
gastaron ingentes sumas para contratar ingenieros en Francia y comprar útiles para a
construcción de un pozo artesiano al lado de un río y en medio de un cementerio
público, y todo ello se hacía cuando no había un muelle para embarcar y por el
contrario se deshizo y destruyó el que había de piedra y que había costado 600 fuertes
en tiempo de los españoles, que el ejército estaba sin
paga y en tal miseria que pedían limosna los soldados
públicamente. El fin que estableció el papel moneda
que ha sido la ruina del crédito de aquella República
Argentina. Sería de no acabar si se enumeraran la
locura de aquel visionario y la administración de un
gran número de mis compatriotas, creyendo improvisar
en Buenos Aires la civilización europea con sólo los
decretos que diariamente llenaba lo que se llama el
Archivo Oficial. Yo espero que Chile seguirá la marcha
sólida que ha emprendido y que sus reformas las hará
con pasos de tortuga”12.
José de San Martín 
¿Cuáles son las ideas que sustentaban aquellos hombres? Comprender esto
nos permite entender su accionar. Por un lado estarán los ilustrados que adhieren a la
razón iluminista, donde la razón está por sobre la historia, será la primer generación

                                                            
11
 ROM,  Eugenio,  Así hablaba Juan Perón, 1ª edición, Buenos Aires,  Arturo Peña Lillo, 1980 
12
 Carta de  De José de San Martín a Pedro Palazuelos, desde Grand Bourg. 25 de agosto de 1844 

 
que ubicamos en el lugar que se impone: Buenos Aires. La minoría ilustrada, así,
define el rostro de la ciudad portuaria: si es intelectualmente activa, también Buenos
Aires lo es; si busca la revolución, también Buenos Aires la busca; si lee el Contrato
Social, también Buenos Aires lo lee. En resumen: antes que por su tradición y cultura,
o por el estado de conciencia social y política alcanzado por su pueblo, Buenos Aires
se define a partir de los proyectos de su grupo ilustrado. Las minorías hacen la
historia. Leen a Rousseau, a Quesnay, a Condillac, a Say y a Adam Smith.

Bernardino Rivadavia será su máximo exponente y Florencio Varela será una


de sus plumas más notorias, los vicios del iluminismo serán una confianza ciega en el
poder de la razón y en su aptitud para dar una organización racional a la sociedad
humana. Para el iluminismo, la historia es hija de la razón humana. La historia es lo
que el hombre racional quiere que sea. Y esto determina dos políticas posibles: la
revolución y el despotismo ilustrado. El partido unitario empleó el despotismo ilustrado
cuya máxima expresión es la Constitución rivadaviana de 1826, norma dictada sin
tener en cuenta las reales necesidades del país, esto generó en las masas una
desconfianza hacia los “doctores” unitarios, que solamente a partir de la historia oficial
podrán ser consagrados.

Echeverría en su “Dogma Socialista” es demasiado claro: "La soberanía del


pueblo es absoluta, en cuando tiene por norma la razón: segundo Principio. La razón
colectiva es soberana, no la voluntad colectiva. La voluntad es ciega, caprichosa,
irracional: la voluntad quiere: la razón examina, pesa y se decide. De aquí resulta que
la soberanía del pueblo sólo puede residir en la razón del pueblo, y que sólo es
llamada a ejercerla la parte sensata y racional de la comunidad social. La parte
ignorante queda bajo la tutela y salvaguardia de la ley dictada por el consentimiento
uniforme del pueblo racional. La democracia, pues, no es el despotismo absoluto de
las masas ni de la, mayorías: es el régimen de la razón13.” No puede imponerse la
historia, es la razón y la razón la tiene un grupo de elegidos.

Por otro lado surgirá una generación que adhiere a las ideas del romanticismo,
son historicistas, utilizan la categoría de pueblo y su representante más destacado es
un joven que se llama Juan Bautista Alberdi, en un contexto social donde surge una
figura romántica como la de Juan Manuel de Rosas.

El joven Alberdi, en su “Fragmento liminar para el estudio del derecho”,


reflexiona: “Es pues ya tiempo de comenzar la conquista de una conciencia nacional,
por la aplicación de nuestra razón naciente, a todas las fases de nuestra vida nacional.
Que cuando, por este medio, hayamos arribado a la conciencia de lo que es nuestro, y
deba quedar, y de lo que es exótico y deba proscribirse, entonces, sí que habremos
dado un inmenso paso de emancipación y desarrollo; porque, no hay verdadera
emancipación, mientras se está bajo el dominio del ejemplo extraño, bajo la autoridad
de las formas exóticas. Y como la filosofía, es la negación de toda autoridad que no
sea la de la razón, la filosofía es madre de toda emancipación, de toda libertad, de
todo progreso social. Es preciso pues conquistar una filosofía, para llegar a una

                                                            
13
  ECHEVERRÍA,  Esteban,  Dogma  Socialista.  1ª  edición,  Buenos  Aires,  Editorial  La  Cultura  Argentina, 
Buenos Aires, 1915, p. 27 

 
nacionalidad. Pero tener una filosofía, es tener una razón fuerte y libre; ensanchar la
razón nacional, es crear la filosofía nacional, y por tanto, la emancipación nacional”14.

El iluminismo de Florencio Varela jamás podría admitir a ese gobernante


gaucho como instrumento del progreso social, por el contrario, el historicismo de
Alberdi, encuentra en él la personificación de lo propio, lo representativo, lo
absolutamente opuesto a las teorías rivadavianas.

Para Alberdi fueron los unitarios los que importaron de Europa los más
evolucionados sistemas de gobierno e intentaron imponerlos a un pueblo que
conocían mal y representaban peor15. Es por esto que Alberdi reflexiona: “Es normal, y
basta: es porque es, y porque no puede no ser. Llegará tal vez un día en que no sea
como es, y entonces sería tal vez tan natural como hoy. El señor Rosas, considerado
filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un
representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo. Y por
pueblo no entendemos aquí, la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino
también la universalidad, la mayoría, la multitud, la “plebe”16.

Rosas el restaurador

¿Quién era el enemigo de los iluministas


rioplatenses? Don Juan Manuel de Rosas. El  18 de
diciembre de 1829 Juan Manuel de asume el poder,
iniciando un ciclo que se va a extender hasta 1852, y
será el personaje más cuestionado de nuestra historia.
No es mi intención participar dogmáticamente en
ensalzar a Rosas en desmedro de Varela, ni defender
las posturas de Varela en contra de Rosas, sino
buscar las circunstancias, los proyectos y las ideas
que sustentaban.

Debo aclarar que la historiografía argentina se


dedicó a la publicación de relatos sobre Juan Manuel
de Rosas como una especie de tirano sanguinario que
perseguía a los unitarios llenos de bondad e inocencia,
Juan Manuel de Rosas 
esta es la versión de Mitre que llega hasta nuestros
días en distintas variantes de la historia liberal de izquierda o derecha, la otra corriente
es la del primer revisionismo conservador donde es una especie de patriota que
impuso el orden y la religión, luego aparecieron los investigadores revisionistas
populares que reivindican las “acciones soberanas” que determinan, entre otra cosas,
que San Martín legue su sable a Juan Manuel de Rosas.

                                                            
14
  ALBERDI,  Juan  Bautista,  Política  y  sociedad  en  Argentina,  1ª  edición,  Caracas,  Fundación  Biblioteca 
Ayacucho, 2005, p. 11 
15
 FEINMANN, José Pablo Filosofía y Nación, 3ª edición, Buenos Aires, Editorial Legasa, 1986, p. 57 
16
 ALBERDI, Juan Bautista, Política y sociedad en Argentina, 1ª edición, Caracas, Fundación Biblioteca 
Ayacucho, 2005, p. 25 

 
Lo importante es no perder de vista, en primer lugar, el proyecto de país que
persiguen los unitarios, el proyecto de país que intenta desarrollar el federalismo
bonaerense y cuál es la relación de éste con el federalismo del resto de las provincias.
Como nos advierte Ibáñez: “El planteamiento de la contradicción entre Buenos Aires,
el Litoral, y el Interior nos ayudará a iluminar este polémico pasado”17. Rosas será
gobernador de Buenos Aires salvo los años que van de 1832 a 1835. Llegaba de la
mano del "federalismo" bonaerense y como adversario del unitarismo portuario.

¿Quién era Rosas? –Se pregunta Germán Ibáñez– “Poderoso estanciero y


hombre de negocios, había empezado su carrera" administrando, en su juventud
estancias de su familia, y luego organizando negocios con el cornercito de ganado,
organizando un saladero con Luis Dorrego y Juan Terrero, y haciendo producir sus
propias estancias. Estas actividades las había encarado en forma personal, con gran
éxito y ganando rápidamente mucho prestigio en la campaña bonaerense”18.

Así, en 1820, Rosas formó su cuerpo de Colorados del Monte, también


conocida como Milicia del Sur, siendo requerido su auxilio durante el año de la
anarquía y del día de los tres gobernadores para sostener en el gobierno al Director
Supremo, Rondeau, derrotado por los caudillos federales de Santa Fe y Entre Ríos en
la batalla de Cepeda. No obstante, las cosas cambiaron por la intervención de las
Milicias del Norte, comandadas por Manuel Dorrego y sus lugartenientes Pagola y
Soler. Dorrego, nombrado gobernador interino, desplegó una contraofensiva sobre
territorio santafecino que culminó con su triunfo en San Nicolás comisionando a Rosas
y al general Martín Rodríguez para negociar con los caudillos López y Ramírez los
términos de la rendición.

La región bonaerense se caracterizaba por ser una formación económico-social


conformada por hacendados ganaderos que exportaban cueros, carne salada y sebo;
y los grandes comerciantes importadores portuarios de la burguesía comercial
porteña.

Rosas tendrá su propia milicia que serán los Colorados del Monte rosistas,
fuerza económico-militar que constituían las milicias del sur en oposición a las milicias
del norte comandadas por Manuel Dorrego que será fusilado presa de una
conspiración que tiene, como veremos, a los Varela como protagonistas.

Aprovechando que la guerra civil tiene como protagonistas a Paz y Quiroga,


por el control del interior mediterráneo, Rosas realiza una política de acuerdos y
tratados con los caudillos federales del Litoral. El general Paz, es el jefe de la causa
unitaria luego de derrotar a Quiroga, va derrotando a los caudillos federales,
conformando su Liga del Interior, convocando a un Congreso Constituyente en
Córdoba, al que invita a Rosas como a los jefes del litoral. El 4 de enero de 1831, y
como contracara a la liga unitaria, se firmará el Pacto Federal.

                                                            
17
 IBAÑEZ, Germán, Juan Manuel de Rosas y el nacionalismo de los ganaderos bonaerenses ‐Cuadernos  
para la otra historia nº 9‐, 1ª edición, Buenos Aires, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, 2001, p. 3 
18
 Ibid., p. 4 

 
Dice Ibáñez que Rosas: “logró congregar en torno de su figura un sólido frente
social que oponer a la burguesía comercial porteña: "Jefe militar de la campaña,
protector de gauchos en desgracia, diplomático sagaz con la indiada, el prestigio rural
de Rosas era inmenso cuando subió al poder y lo sobrevivió. Por otra parte, la esencia
de su política será defender los intereses globales de la provincia de Buenos Aires
frente a lo 'trece ranchos'. En tal sentido puede afirmarse que contó con el apoyo
unánime de todas las fuerzas bonaerenses: del pueblo rural, por gaucho; de los
artesanos rurales por proteccionista; de los estancieros, por ser uno de los suyos. A la
burguesía comercial la dejó enriquecer, al mantener el monopolio del puerto pero la
apartó de la política sin miramientos”19.

Nombra como ministros a Balcarce y Guido, es


decir, a quienes habían ocupado los mismos cargos
bajo Dorrego, al mismo tiempo que instala a cargo de
las finanzas a Manuel García, viejo compañero de
ruta de Rivadavia desde los tiempos del Triunvirato, el
Directorio y la presidencia frustrada. García es, no
obstante sus antecedentes, un hombre del capital
financiero británico de 1824 y de su principal
protagonista, la Baring Brothers.

Dice Fanlo que: “En las dos primeras


fracciones (los hacendados-comerciantes y los
hacendados puros), se asentará la base material del
partido federal y sus divisiones internas: los Tomás Guido 
hacendados-comerciantes serán los apostólicos y los hacendados puros los
cismáticos, división que estallará en 1839 en las fallidas conspiración de Maza y
revolución de los libres del sud, cuyo detonante se encuentra en la crisis económica
producida por el bloqueo francés (1838-1840) y la crisis política generada por la nueva
invasión de Lavalle, la guerra en la Banda Oriental y la guerra con la Confederación
peruano-boliviana. Así, los federales lomos negros (cismáticos) constituyen la fracción
de hacendados de Buenos Aires (que confluye con los hacendados del Litoral
.caudillos federales de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes beneficiados por el bloqueo
francés) que quedan excluidos del modelo agroexportador basado en los cueros y el
saladero junto con los sectores mercantiles subalternos”20.

Es así que en 1833, los lomos negros encabezados por el gobernador Balcarce
intentan deshacerse de Rosas y la fracción de los grandes hacendados exportadores.
¿Cuál fue el resultado? La “revolución de los restauradores”, es decir el origen de la
suma del poder público y de la Sociedad Popular Restauradora, con su brazo armado:
La Mazorca.

Sostiene Germán Ibáñez que: “El rosismo, aunque contaba con el respaldo de
las clases populares bonaerenses, no estableció un orden político integrador. Como
                                                            
19
 Ibid., p. 9 
20
 FANLO Luis, Caudillo entre caudillos: Juan Manuel de Rosas y las guerras civiles argentinas, en Revista 
Contratiempos, Año 1, Número 2, 2003, p. 9 

 
podía hacerlo si desoía la principal demanda que le hacían a coro provincia del Litoral
y del Interior: la organización constitucional federal del país sobre la base de la
nacionalización de los recursos aduaneros de la ciudad-puerto”21. Rosas en su
relación con Juan Facundo Quiroga, dejará explícito su pensamiento en relación a la
organización institucional en la Carta de la hacienda de Figueroa22.

Finaliza Ibáñez: “La batalla de Caseros sella el fin del ciclo rosista, el 3 de
febrero de 1852. El Ejército Grande se impone, el rosismo llega a su fin. Rosas,
derrotado y abandonado por sus pares estancieros, se refugia en el consulado inglés y
luego parte para exilio del que no volverá. Ahora el tema de la organización nacional
no podrá ser postergado, pero la profunda contradicción que dividía al país no estaba
superada ¿Podría el Litoral esta vez asegurar un orden progresivo con la inclusión de
los intereses del interior? ¿Se delinearía al fin una orientación más definidamente
nacional? El país profundo quiere asegurar su victoria; Urquiza es el hombre del
momento. Pero ya se prepara la hora de la burguesía comercial asociada al imperio
británico ahora junto a los estancieros bonaerenses en un nuevo bloque de poder. En
los años subsiguientes se definirá quién tendrá la palabra”23.

Los bloqueos extranjeros

En marzo de 1838 una flota de guerra francesa había bloqueado el puerto de


Buenos Aires y ocupado la isla argentina de Martín García. La Francia con su orgullo
herido y ante la necesidad de expandir sus mercados tenía un método: el bloqueo,
seguido de una negociación y si esto no le era favorable, el ataque militar. Así es que
en México otra flota que enarbolaba la bandera francesa bombardeaba el castillo de
San Juan de Ulúa, frente a Veracruz, reclamando el pago de deudas inventadas por
los franceses. El método de imponer la influencia del capitalismo francés por la
mediación de la flota de guerra devino en metodología, utilizada en todo el siglo XIX.

En diciembre de 1838, el gobierno del Uruguay había firmado con la provincia


de Corrientes un pacto contra Rosas, y en febrero de 1839 el presidente del flamante
país, Uruguay, Fructuoso Rivera, declaró la guerra a Juan Manuel de Rosas. En marzo
de 1839 desde la Banda Oriental se produce una invasión a territorio de la
Confederación Argentina dirigida por el general Juan Lavalle y en octubre del mismo
año Rosas enfrenta un fuerte movimiento en su contra en el sur de la provincia de
Buenos Aires. El problema fue Rosas, que al representar “el comercio exterior” de la
Confederación Argentina terminó en un acuerdo de paz, firmado el 31 de octubre de
1840.

El imperialismo francés a través de Luis Felipe de Orleáns decide que el


mariscal Andrés de Santa Cruz podía invadir el norte de argentina y chile y quedarse
                                                            
21
 IBAÑEZ, Germán, Juan Manuel de Rosas y el nacionalismo de los ganaderos bonaerenses ‐Cuadernos  
para la otra historia nº 9‐, 1ª edición, Buenos Aires, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, 2001, pp. 
26‐27 
22
 Carta  de Rosas a Quiroga en la Hacienda de Figueroa en San Antonio, 20 de Diciembre de 1834. –ver 
anexo– 
23
 Ibid., p. 30 

 
con parte del norte, es así como se produce la guerra en 1837 contra la Confederación
peruano-boliviana, y a esto se debe sumar un conflicto interno en 1840 contra la
llamada "Liga del Norte", Rosas se ve en desventaja para hacer guerras contra el
Paraguay y el Brasil.

En 1841 las provincias de Santa Fe y Corrientes firman un pacto secreto contra


don Juan Manuel; desde el Uruguay los exilados unitarios lo acosan pero en 1843 las
cosas cambian, porque el general Oribe, presidente del Uruguay derrocado por Rivera,
retorna al Uruguay con el apoyo de Rosas y establece el sitio de de Montevideo, que
se prolonga hasta los días de la batalla de Caseros.

Dice León Pómer: “A partir del sitio de Montevideo existen en el Uruguay dos
gobiernos: el de Oribe, que controla todo el país menos la ciudad capital; y el de
Montevideo, dentro del cual tienen vara alta los argentinos antirrosistas, quienes
envían a Londres a uno de sus hombres más brillantes, Florencio Varela, con el objeto
de interesar al gobierno británico en la causa antirrosista”24.

Paraguay y Corrientes en diciembre de 1844 firman un tratado de comercio y


navegación que Rosas no reconoce, y del cual dice que es hostil a su gobierno y
además sospecha que detrás del gobierno paraguayo se encuentra el Brasil. En el año
de 1845 una escuadra de guerra anglo-francesa se apodera de una fuerza naval
argentina en acción contra el gobierno de Montevideo; de inmediato la misma fuerza
bloquea los puertos orientales en poder del general Oribe y el 22 de septiembre el
bloqueo se extiende al puerto de Buenos Aires y en noviembre Paraguay y Corrientes
firman un tratado defensivo-ofensivo, que en los hechos declara la guerra a Juan
Manuel de Rosas y Buenos Aires. El 20 de noviembre de 1845 tiene lugar el combate
naval de la "Vuelta de Obligado". Los barcos de guerra de las potencias europeas
remontan el río Paraná escoltando un convoy de 90 barcos mercantes que, cargados
de mercaderías y con sus dos banderas fundamentales: la libre navegación y el libre
comercio. Los exiliados argentinos aplauden al invasor, los argentinos combaten al
invasor.

La Convención Arana-Mackau (1840) que puso fin al bloqueo francés


constituyó un triunfo para. Rosas. El artículo cuarto estipulaba que nuestro país se
comprometía a respetar la independencia del Uruguay, "sin perjuicio de sus derechos
naturales, toda vez que lo reclamen la justicia, el honor y la seguridad de la
Confederación Argentina".

El tratado fue duramente criticado en Montevideo. Florencio Varela publicó un


folleto titulado Sobre la Convención del 29 de octubre de 1840, en el que acusaba a la
Francia de haber traicionado a sus aliados –el Uruguay y los emigrados argentinos– al
dejarlos abandonados a su suerte. Pedro de Ángelis, el historiador y secretario de
Rosas, contestó a Vareta con otro folleto.

Después de retirarse los franceses, la guerra civil volvió a estallar con mayor
intensidad cuando Rosas, nuevamente en libertad de acción para continuar la lucha en
                                                            
24
 POMER, León, Conflictos en la cuenca del Plata en el siglo XIX, 1ª edición, Buenos Aires, Río Inmóvil 
Ediciones, 1984, p. 69 

 
el Uruguay, decretó en enero de 1841 el bloqueo de sus puertos. La situación se
agravó con la derrota de Fructuoso Rivera en Arroyo Grande por Manuel Oribe, el 6 de
diciembre de 1842. Meses más tarde la angustiosa situación de Montevideo, sitiada
por Oribe, determinó el envío de Varela como delegado del gobierno oriental a
Inglaterra y Francia, Llegado a Londres, en octubre de 1843, las conversaciones
mantenidas con el ministro de relaciones exteriores, Lord Aberdeen, le convencieron
de que no debía esperarse ayuda alguna de Gran Bretaña. Desalentado continuó Viaje
a París donde se entrevistó con Thiers y otros jefes de la oposición, ya que el gobierno
de Guizot se manifestaba reticente a tomar parte en la cuestión. Finalmente Varela
regresó haciendo una breve escala en Río de Janeiro, donde sus planes recibieron
una acogida más favorable.

La actitud de aparente desinterés manifestada por ambas potencias europeas


sufrió un vuelco bajo la creciente presión de in-
tereses diversos en cada uno de los países. Guizot,
primer ministro francés, presionado por la oposición
encabezada por Adolfo Thiers, comenzó a
considerar la posibilidad de intervenir en el Río de la
Plata. Simultáneamente, a principios de 1844, el
primer ministro inglés Peel se veía arrastrado a una
resolución similar debido a las peticiones de los
comerciantes con intereses en el Río de la Plata.
Estos reclamaban al gobierno británico medidas
tendientes a eliminar las restricciones puestas al
comercio en el Río de la Plata, la finalización de la
guerra en el Uruguay y el libre tránsito de los
comerciantes ingleses por los mercados del interior
y el Paraguay. La intervención anglo-francesa en el
Plata se debió fundamentalmente a los intereses
comerciales británicos en juego.
Felipe Arana

Brasil precipitó los acontecimientos. El fracaso de las negociaciones entabladas


entre este país y la Confederación para la firma de un tratado ofensivo-defensivo con
el partido colorado (riverista) del Uruguay el movimiento revolucionario de Río Grande,
provocó un cambio radical en la política del Imperio. Receloso de las intenciones de
Rosas con respecto al Uruguay, a fines de 1843 rompió sus relaciones diplomáticas
con- la Confederación Argentina. Brasil modificó entonces toda su política americana
alineándose con Paraguay y Corrientes, declarados enemigos de Rosas. Su nueva
actitud se definió con el envío de la misión del Vizconde Abrantes a Europa, en agosto
de 1844, con instrucciones para pedir la intervención conjunta de Inglaterra y Francia
en la cuestión del Río de la Plata. Esta gestión tiene importancia dado que la
diplomacia anglo-francesa buscaba la ocasión de poner en práctica un entendimiento.

Una vez de acuerdo ambos gobiernos europeos, la participación del Brasil se


convirtió en un obstáculo. Para Francia, porque el Imperio constituía una influyente
potencia americana; para Inglaterra porque debía zanjar previamente las diferencias
sobre el comercio de esclavos. A medida que avanzaron las negociaciones se
evidenció la coincidencia de miras anglo-francesa y la marginación del Brasil en los
proyectos de intervención.

 
Decidida la acción de las potencias europeas y dada la complejidad de los
intereses en juego, se produjo uno de los momentos más difíciles en la política exterior
de la Confederación Argentina. Durante el período 1844-1850 una serie de “intrigas” y
“sospechas” diplomáticas y de intensas acciones bélicas jalonaron la intervención.
Para su estudio es conveniente establecer etapas que corresponden a las distintas
misiones de paz. Varela alcanzó a analizar tres de ellas, pues su muerte, acaecida en
marzo de 1848, le impidió conocer el desenlace del problema que concluiría con las
Convenciones Arana-Southern, en noviembre de 1849, y Arana-Lepredour en agosto
de 185025.

TEXTO

Florencio Varela y su origen

El 23 de febrero de 1807 nace en una casa


“situada al costado Este del convento de San
Francisco”26 a las 9.30 de la mañana José Florencio
Varela, era el sexto hijo del matrimonio de Jacobo Adrián
Varela Suárez Ulloa (1758-1818) y María Encarnación
Sanjinés y Rodríguez de Vida (1773-1860). Su linaje
respondía por vía materna a ancestros que participaron
en las Cruzadas y por vía paterna a pobladores de la
Coruña (Galicia). Habían contraído matrimonio el 16 de
julio de 1792. Además de Florencio habían nacido de la
unión Juana Maria de los Dolores, nacida en 1793, luego
Juan de la
Encarnación Cruz
Sanjinés (1794),
de Varela  
Jacobo
(mamá) Dionisio (1796), Maria del Carmen Enriqueta (1804),
José Evaristo (1805), a partir del nacimiento de José Florencio (1807), le siguieron,
Ezequiel Nicolás del Corazón de Jesús (1809), Maria Paula de la Trinidad (1810),
Rufino Antonio del Corazón de Jesús (1812), Toribio Melitón (1814) y Maria Natalia
(1816). Su padre era parte de la burguesía monopólica española vinculada al puerto
de Buenos Aires, fletaba barcos con frutos del país que retornaban con manufacturas
de la península ibérica. Cuando nace Florencio Varela, la familia acaba de perder la
fragata “La Carmelita”27 a manos de los ingleses que sitiaban Montevideo.28 Se sabe

                                                            
25
  CADY  John  P.,  La  intervención  extranjera  en  el  Río  de  la  Plata,  1838‐1850,  1ª  edición,  Buenos  Aires 
Losada, 194, pp. 111‐177 
26
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, p. 7 
27
 Algunos autores, como Luis L. Domínguez o Mateo Magariños de Melo dicen que la fragata se llamaba 
“Minerva” 
28
  MUJICA  LÁINEZ,  Manuel  en  La  Nación  del  domingo  22  de  diciembre  de  1946  (Mujica  Láinez  era 
descendiente de Florencio Varela) 

 
que Jacobo Adrián Varela fue héroe durante la 2ª invasión inglesa29 y alcanzo el grado
de capitán de Granaderos del Tercio de Galicia30.

Florencio Varela estudiante

Florencio recibió de su padre las lecciones de lectura y escritura elementales y


a los diez años perfecciono su aprendizaje en la escuela del maestro José Bucau. Don
Jacobo Adrián Varela muere, “MI padre murió el día 20 de Junio de 1818, después de
una larga enfermedad, cuyo asiento opinaron los facultativos que estaba en el hígado”
escribe Florencio 31. Quien se hace cargo de la familia y ocupa el lugar del padre es
Juan Cruz Varela, quien es empleado y se dedica a la venta de propiedades32

A los seis días de perder al padre, su madre, Encarnación Sanjinés, solicitó al


director supremo Juan Martín de Pueyrredón una beca para el ingreso de Florencio
Varela al colegio de la Unión del Sud, transformación del colonial Colegio de San
Carlos33. La beca le fue concedida en julio y el niño pudo ingresar en octubre.
Recuerda Florencio Varela: “Entre al Colejio de Ciencias morales el día 18 de Octubre
de 1818, que fué el año de su fundación; y en el que obtuve una beca de gracia, que
concedió á mi madre el Supremo Director D. Juan Martín Pueyrredon”.34 En su sistema
de estudios toma contacto con las obras de Lafinur, Locke, Destutt de Tracy y
Condillac, obras vinculadas a los viajes de Bernardino Rivadavia, quien además
cambia el nombre del colegio por el de Colegio de Ciencias Morales. Florencio Varela
se recibe diciembre de 1823.

En 1820 tras la revolución del oriental Manuel Pagola, éste ocupó el Fuerte
(casa de gobierno) y se proclamó comandante de armas de la ciudad. Luego, para el 1
de octubre logró apoderarse del centro de la ciudad y reunió un cabildo abierto, que se
disolvió en medio de un escándalo, pero el 5 de octubre, “los techos del colegio en que
se educaba Varela se convirtieron en campo de batalla cuando las milicias de la

                                                            
29
  CASTRO  LÓPEZ  DE,  Manuel,  El  Tercio  de  Galicia  en  la  Defensa  de  Buenos  Aires,  1ª  edición,  Buenos 
Aires, 1911, pp. 124‐125 
30
 RIVAROLA, Pantaleón, La gloriosa Defensa de la ciudad de Buenos Ayres, capital del Virreynato del Río 
de la Plata. Versificada del 2 al 5 de julio de 1807, decía: 

…y del Tercio de Galicia 
Con Treinta y dos granaderos 
Con su bravo capitán 
Gloria y honor a su cuerpo 
Don Jacobo Adrián Varela 
31
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 
32
  Si  se  fijan  en  la  colección  de  la  Gazeta  de  Buenos  Ayres  del  año  1818,  pueden  verse  avisos  en 
referencia a la actividad de Juan Cruz Varela 
33
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948,  p. 22 
34
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 

 
campaña vinieron a restablecer en el gobierno al general [Martín] Rodríguez”35. Aquel
niño de 13 años conocido como Florencio Varela vio llegar al comandante del 5º tercio,
también conocido como los Colorados del Monte, era en ese momento admirado,
luego sería odiado y blanco de sus ataques, era el comandante Juan Manuel de
Rosas.36

La provincia de Buenos Aires se encontraba a Bernardino Rivadavia como


ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador Martín Rodríguez. En
enero de 1824, premian a los estudiantes del Colegio de Ciencias Morales, Varela tuvo
oportunidad dar a conocer su oda "A los Alumnos del Colegio de Ciencias Morales".

En 1824 Florencio Varela dice que “Continué el estudio de Jurisprudencia en la


Universidad de Buenos-Aires, juntamente con el de la Economía política”37. Se dice
que podía hablar italiano, francés, portugués e inglés. En su estudio de Derechos
Natural y de Gentes, fue su maestro el rector Antonio Sáenz. El 8 de agosto de 1827
lee su tesis sobre la "Disertación sobre los delitos y las penas", se inicia con la idea de
que no puede existir pena sin ley anterior, y aquí aparecen las influencias de los
pensadores César Beccaria y Jeremías Bentham. Florencio se interesa por los textos
de la Economía Política. En sus Memoria Privadas, dice “fui graduado de Doctor en la
facultad mayor de Jurisprudencia el día 15 de Agosto de 1827, a los 21 años de mi
edad; habiendo obtenido el grado de gracia que la Universidad acordaba anualmente,
por premio, al candidato que mas se distinguiese en las pruebas literarias”.38

En ese mismo año fue entonado por primera vez el himno al colegio, cuya
música pertenecía al maestro Juan Pedro Esnaola .y con los versos de Varela: Y
Minerva su luz derramando/Cual la antorcha sagrada del sol,/A los hijos del Río
Argentino/ De la Ciencia las puertas abrió. Algunas poesías de su autoría aparecieron
en el Mensajero Argentino, periódico que viera la luz entre 1825 y 1827. Su "Canto a la
Victoria de Ituzaingó" apareció en marzo de ese año.

En 1825 logró un empleo en la secretaría de Estado realizando sus primeros


ensayos en la carrera literaria y en la vida pública. Escribía poesías –era un poeta
mediocre– y tal vez allí nació su vocación por la prensa –era un buen periodista– en el
periódico de su hermano mayor, Juan Cruz, “El Pampero” y luego “El Centinela” con el
cual sostuvo las opiniones del unitarismo en las épocas de Rivadavia. Desde esas
páginas y desde el periódico “Argos” atacaron en 1829 al General San Martín cuando
intentó regresar a la patria diciendo: que el general San Martín volvía después que se
hubo enterado de la firma de la paz con el Brasil.

                                                            
35
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948,  p. 30 
36
 ROSA, José María, Historia argentina, 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, T. 3 p. 290 
37
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 
38
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 

 
Florencio Varela, el político

Llevado por el ministro Manuel J. García ocupó cargos en el Ministerio de


Gobierno y Relaciones Exteriores, que decide renunciar en 1827. Justamente es por
García, que se produce la perdida de la Banda Oriental, no obstante el triunfo de las
armas en la guerra con el Brasil, se pierde en la mesa de negociaciones. Se producen
los descontentos en el interior, ocasionaron la caída de la administración Rivadavia.

Tras una breve gestión del doctor Vicente López y Planes, la Junta de
Representantes designo el 12 de agosto de 1827 gobernador de Buenos Aires al
coronel Manuel Dorrego. ¿Quién era Manuel Dorrego? “Dorrego había sido el gran
fiscal de la política rivadaviana, el legislador que impugnaba el voto calificado y, peor
aun, el periodista que desde El Tribuno había calificado de "ladrón" a Juan Cruz Varela
y había reproducido el informe sobre el negocio de la Minning Association, del cual
resultaba Rivadavia jugando roles incompatibles: presidente de las Provincias Unidas
y presidente de la compañía minera, empresa mixta con capital británico. Y eso no lo
perdonaría el selecto grupo de hombres iluminados que ahora volvían al poder.
Lavalle, "una espada sin cabeza", influenciado por Salvador Maria del Carril y Juan
Cruz Varela, había consumado el bárbaro asesinato que abría un ancho foso de
sangre entre los argentinos”39.

Los grupos unitarios estuvieron involucrados en la conspiración; el 1° de


diciembre de 1828 el general Juan Lavalle encabezo el
golpe que derrocó a Dorrego, fusilado doce días mas tarde
por instigación, entre otros, de Juan Cruz Varela. Florencio,
amigo de Manuel B. Gallardo (delegado de Lavalle), se
encontraba en el Cabildo junto al general sublevado. En las
jornadas posteriores fue nombrado oficial mayor del
Ministerio de Relaciones Exteriores, conducido por Salvador
Maria del Carril.

Florencio Varela aclara que: “Fui nombrado oficial


mayor del Ministerio de Relaciones exteriores, a mediados
del año de 1829, después de la revolución de 1828, en la
que tome la poca parte que mi edad y circunstancias me
Manuel Dorrego 
permitían”40.

Por su parte un testigo de aquella tragedia, el General Tomás de Iriarte, dice


que la participación de Florencio Varela fue absoluta, dice: "Entramos en el salón del
Cabildo; de espaldas a una de las paredes estaba Lavalle con un talante estudiado
(como los botarates) de gravedad y majestuosa apostura: parecía que estaba clavado,
no tenia mas movimiento que una estatua. A su derecha estaba el sanjuanino ex mi-
nistro de hacienda don Salvador Carril (una buena alhaja): a su izquierda el joven

                                                            
39
 GALASSO; Norberto, Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín, 1ª edición, Cuba, 
Editorial de Ciencias Sociales, 2004, p. 491 
40
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 

 
Varela (Florencio) entonces de veintidós a veintitrés años: eran los acólitos, los
consejeros, los oráculos de la nueva deidad, estaban también inmóviles con suma
gravedad (farsaica)”41.

Todos sabían de la participación e instigación de este grupo que se reunía en


secreto, de allí partió la orden de fusilar a Manuel Dorrego, el responsable fue
Bernardino Rivadavia. El primero en darse cuenta fue José de San Martín quien había
viajado en el paquete “Condesa de Chinchester” bajo el nombre de José Matorras, en
Río de Janeiro se entera del golpe de Lavalle, pero llegando a Montevideo se anoticia
del fusilamiento de Dorrego. En esas trágicas circunstancias le escribe a O’Higgins el
13 de abril de 1829: “Por otra parte lo autores del movimiento del primero son
Rivadavia y sus satélites, y a usted le constan los inmensos males que estos hombres
han hecho, no sólo a este país, sino al resto de América con su infernal conducta. Si
mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para
vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es
necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado”42

Advertidos de la presencia de José de San Martín desde las páginas de El


Tiempo las plumas de Juan Cruz Varela, Manuel Bonifacio Gallardo y Florencio Varela
atacan y provocan de forma constante al viejo héroe argentino. Vuelve a su exilio
europeo, convencido de aquellas palabras que le expresara a su amigo Tomás
Guido:”Al efecto, se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la
victoria, la opinión del resto de las provincias y más que
todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males
que la amenazan. La opinión, o mejor decir, la
necesidad, presenta a este candidato: es el general San
Martín. Ahora bien, partiendo del principio de ser
absolutamente necesario el que desaparezca uno de los
partidos de unitarios y federales por ser incompatible la
presencia de ambos con la tranquilidad pública, ¿será
posible sea yo el escogido para ser el verdugo de mis
conciudadanos y cual otro Sila43 cubra mi patria de
proscripciones? No. Jamás, jamás, mil veces preferiría

Juan Cruz Varela (hermano) 

                                                            
41
 IRIARTE, Tomás de, Memorias, 1ª edición, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1946, p. 110 
42
 SAN MARTÍN, José de, Su correspondencia, 1823‐1850, Buenos Aires, 2ª edición, Buenos Aires, Museo 
Histórico Nacional,  1910, Carta de San Martín a O’Higgins, Montevideo, 13 de abril de 1829 
43
 Lucio Cornelio SILA Félix (Latín: Lucius Cornelius Sulla Félix) Roma, 138 a. C. ‐ Puteoli, 78 a. C.), fue uno 
de los más notables políticos y militares romanos de la era tardorrepublicana, perteneciente al bando de 
los optimates. Cónsul en los años 88 a. C. y 80 a. C. y dictador entre los años 81 a. C. y 80 a. C. El régimen 
de Sila se apoyó sobre el terror y, en concreto, en la brutal política represiva. Fue con gran sorpresa que 
Sila renunció repentinamente a la dictadura y se retiró del poder, convirtiéndose en un simple privatus. 
Plutarco, Vidas paralelas,1ª edición, Barcelona, Editorial Planeta, 1991, t. 204, pp. 395 a 447 

 
correr y envolverme en los males que la amenazan que ser yo el instrumento de
tamaños errores”44.

El 17 de abril de 1829 parte nuevamente hacia Europa. Desde el periódico El


Tiempo los hermanos Varela y Gallardo reflexionan: “En la semana anterior se
embarcó en Montevideo con dirección al Janeyro el jeneral San Martín; aquí se cree
que pase a Europa pero se nos ha asegurado que se fijará en la capital del Brasil;
desearíamos que fuese cierto lo primero, más bien que lo segundo”45.

Juan Manuel de Rosas, que había adquirido gran predicamento en la campaña


bonaerense, convino en celebrar con Lavalle una convención en la estancia Miller que
se conoció como pacto de Cañuelas. Ambos sabían que los partidos en pugna eran
irreconciliables, San Martín era de la opinión que para gobernar uno de ellos debía
desaparecer, es así como el 24 de junio de 1829 se realiza este acuerdo que entre
otras cosas implicaba el “cese de hostilidades” y “ningún individuo de cualquier clase y
condición que sea será molestado”.46

Los hermanos Varela siguen realizando periodismo unitario desde las páginas
de El Pampero y El Tempo. Pero el mismo 24, la legislatura declara que eran “líbelos
infamatorios los periódicos que habían sostenido la política del general Lavalle, como
el Pampero y El Tiempo”. Los Varela contestan y descalifican el pacto de Cañuelas
desde aquellas páginas casi diariamente. Están convencidos que Lavalle los traicionó.
Tanto Cañuelas, como Barracas, significaron grados de pacificación ante el accionar
unitario. Aunque los historiadores oficiales, lo nieguen, la pluma de Florencio Varela
escribe una proclama que no pudo ver la luz, pero que el historiador Gregorio
Rodríguez rescata: “Jamás hemos visto un conquistador que haya dictado condiciones
más humillantes a un pueblo sometido. Estamos muy lejos de unirnos al carro de
Rosas, pero si el destino nos preparase un fin tan espantoso, no vemos por qué nos
felicitaríamos de haber sacudido el yugo español. Hubiéramos destronado un amo
para tener otro peor; y, en vez de encontrarnos ante el bastón de un virrey, tendríamos
que temblar bajo el rebenque de un estanciero.”47 Agrega Hipólito Uzal que “Y en esto
demostró Varela una consecuencia admirable hasta el fin de sus días. Lo penoso es
que se unciera al carro del comodoro Purvis”48.

                                                            
44
 SAN MARTÍN, José de, Su correspondencia, 1823‐1850, Buenos Aires, 2ª edición, Buenos Aires, Museo 
Histórico Nacional,  1910, Carta de San Martín a Guido, Montevideo, 5 de abril de 1829 
45
 Periódico El Tiempo, Buenos Ayres del 23 de abril de 1929 
46
 Artículo 7. Ningún individuo de cualquier clase y condición que sea será molestado ni perseguido por 
su conducta u opiniones  políticas anteriores a esta convención; las autoridades serán inexorables con el 
de palabra o por escrito contravenga a lo estipulado en este artículo. Pacto de Cañuelas, celebrado entre 
Juan Lavalle y Juan Manuel de Rosas. 24 de junio de 1829  
47
 RODRÍGUEZ, Gregorio F., Contribución histórica y documental, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Peuser,  3 
Tomos 1921‐1922, T. II, p. 439 
48
 UZAL, Francisco Hipólito, Los asesinos de Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Moharra, 
1971, p. 35 

 
Florencio Varela en Montevideo

El 12 de Agosto de 1829, Florencio Varela, su madre y sus hermanos dejaron


la Confederación Argentina rumbo a la Banda Oriental del Uruguay. El día 24, el Pacto
de Barracas reafirmo la Convención de Cañuelas, lo que ocasiona que el partido
unitario se exilie. Varela dice que “en el mes de Octubre del mismo año; y a mi llegada
encontré una orden de destierro contra mi y mis hermanos, la que se ejecutó, sin que
se nos permitiese desembarcar”49.

Instalado en Montevideo, Florencio Varela ejerce la abogacía siendo


hospedado por Pedro Francisco Berro. El 5 de septiembre de 1831 se casa por poder
con Justa Cané, una joven de 15 años que es hermana de Miguel Cané y vive en Bue-
nos Aires. En julio de 1832 nació el primer hijo Héctor Florencio, a quien siguieron
Mariano Adrián (1834), Horacio Encarnación (1835), Maria Encarnación (1837), Rufino
Jacobo (1838), Justa (1839), Juan Cruz (1840), Justita Carolina (1841), Florencio
(1843), Vicente Luis (1845), Jacobo Adrián (1846) y Natalia Rosa (1847).

En Montevideo terminó su carrera de abogado y publicando en 1830 un


pequeño cuaderno con el título “El día de Mayo” que contenía cinco composiciones
poéticas, luego de lo cual abandonó el género. El 8 de abril de 1835 validó su título de
abogado.

La política interna de la Banda Oriental


tendrá consecuencias inmediatas para
Florencio. En 1835, es admitido en la Cámara
Superior de Justicia de Montevideo, asumió
Manuel Oribe la presidencia del Uruguay como
sucesor de Fructuoso Rivera. La guerra civil
estalló de inmediato. En 1836 el caudillo se
alzó contra Oribe, aliado de Rosas. Los
unitarios fueron acusados de complicidad.
Rivadavia, Julián Segundo de Agüero y Juan
Cruz Varela conocieron el destierro en la isla
de Santa Catalina. Pero en Montevideo había
dos sectores claramente definidos que se
disputaban el favor de los interventores Justa Cané (esposa) 
extranjeros. Por un lado los “doctores” argentinos, unitarios y algunos orientales que
compartían las “luces” de la razón, es el sector “belicista”; por el otro los que seguían
al caudillo Fructuoso Rivera conocidos como los “conciliados”, que buscaban ser los
únicos interlocutores válidos ante los “comisarios regios” –así los llamaban– de
Francia e Inglaterra.

Cuando en octubre del año siguiente Rivera invadió el territorio oriental, Oribe
gestionó ante Rosas el envío de ayuda militar, pero el Restaurador exigió a cambio
una dura política para con los emigrados. Florencio Participa de la creación en

                                                            
49
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 2, (ver anexo) 

 
Montevideo de la “Logia de los Caballeros Liberales50” imitando a su par que
funcionaba en Buenos Ayres, cuyo “venerable” era Carlos de Alvear.

En esta presencia de la masonería en Montevideo “El titular de la sociedad


secreta de emigrados sería Rivadavia; residente en Colonia, pero su activo gestor en
Montevideo fue Valentín Alsina. Los exiliados estaban distribuidos por todo el territorio
oriental. En Colonia, residían Bernardino Rivadavia; José Ignacio Álvarez Thomas,
Juan Lavalle, Daniel Torres; en Mercedes, Salvador Maria del Carril y Luis José de la
Pena; en Montevideo, Julián Segundo de Agüero, el canónigo Pedro Pablo Vidal, los
tres hermanos Varela –Juan Cruz, Rufino y Florencio51–, Francisco Pico, Miguel
Valencia, Pedro Feliciano Cavía, Valentín Alsina y Tomas de Iriarte; en Durazno, junto
a Rivera, José Luis Bustamante; en Carmelo, los generales Gervasio Espinosa y Félic
Olazábal; en Paysandú, Gregorio Aráoz de Lamadrid y Martiniano Chilavert”52. Alsina
redacto las "Instrucciones" para la formación de las logias filiales en cada punto donde
hubiese exiliados.

Montevideo se encuentra sitiada por las fuerzas de


Oribe, la población se encuentra desprotegida, la
inseguridad era absoluta, la “tierra de nadie” tenía una
gran influencia de las colectividades extranjeras y tenía su
más preciado tesoro, el puerto de la capital sitiada –
explotado por la Casa Lafone y Cia. con algunos socios
nativos– y su aduana donde se sucedían negociados
dentro y fuera de la ley. El bloqueo hacia Buenos Aires
que proponía Florencio Varela beneficiaba a este sector,
con lo cual como siempre, había una intención económica.

¿Qué era Montevideo? "Más que una ciudad,


como se ve, se trataba de una especie de factoría
Manuel Oribe  internacional, con población aventurera y adventicia,
cuyos verdaderos ciudadanos soportaban la situación con disgusto y lo demostraban
desertando en masa a las filas nacionales, que eran las de Oribe. En esta compañía
heterogénea de agentes internacionales y masónicos, agiotistas, mercachifles, piratas
y aventureros de toda laya a las órdenes de una especie de capitán de bandidos –que
tal era don Frutos Rivera– los emigrados de la Comisión Argentina pretendían llevar
contra su patria la guerra de la civilización"", nos advierte Palacio53.

En 1833 fue nombrado por el gobierno de Montevideo en la comisión censora


de teatro.
                                                            
50
 O`DONNELL, Pacho, La gran epopeya: El combate de la Vuelta de Obligado, 1ª edición, Buenos Aires, 
Grupo Editorial Norma, 2010, p. 25 
51
  LAPPAS,  Alcibíades,  La  masonería  Argentina,  a  través  de  sus  hombres,  3  ª  edición,  Buenos  Aires, 
Sucesores Alcibíades Lappas, 2000, p. 431 
52
 O`DONNELL, Pacho, La gran epopeya: El combate de la Vuelta de Obligado, 1ª edición, Buenos Aires, 
Grupo Editorial Norma, 2010, p. 25 
53
 PALACIO, Ernesto, Historia de la Argentina, 13ª edición, Buenos Aires, Abeledo‐Perrot, 1984, p. 374 

 
En marzo de 1838 la flota francesa impuso un riguroso bloqueo al puerto de
Buenos Aires. Florencio Varela en carta a Juan Maria Gutiérrez, sostiene una posición
que luego desdecirá en su periódico: "Conociéndome Ud. bien, no debió dudar de mi
opinión en la cuestión francesa: yo no tengo partido en cuestiones nacionales: el
extranjero armado contra mi país nunca tiene razón para mi. Antes de llegar a los
hechos, es permitido en mi opinión, discutir libremente, opinar también a favor de las
pretensiones del extranjero, cuando sean justas (lo que en el caso no es muy claro);
pero llegando al punto en que estamos, por el país siempre y de todos modos: ahí ya
no hay opinión: la patria ante todo. Aquí he peleado mucho por eso; mucho mas
porque doy la razón a Rosas, en la cuestión de las milicias, como principio general;
pero veo que Rosas ha hecho degenerar la cuestión atribuyendo el bloqueo a los
unitarios"54.

El 23 de abril de 1838 Florencio fue conducido a la cárcel pública, donde se


hallaba alojado Juan Cruz. Por la noche, los hermanos fueron embarcados hacia la
Isla de las Ratas. Varela encontró consuelo en la lectura de Lord Byron y en las cartas
que escribió a su esposa y amigos. Una semana mas tarde retornaron a Montevideo y
por influencias del cónsul inglés se les permitió continuar el arresto en su domicilio.

Florencio Varela en la Comisión Argentina

El recrudecimiento de la guerra no conoció fronteras, y ambas republicas del


Plata se vieron envueltas en una contienda de odios y batallas. El 15 de junio Manuel
Oribe cayó derrotado en El Palmar por las tropas de Lavalle. La familia Varela fue
apresada. Dice Florencio Varela en sus Memorias Privadas: "El 3 de octubre de 1838,
a las tres de la tarde, fueron presos todos mis hermanos y cuñados existentes en
Montevideo por orden de don Manuel Oribe; instruido yo, que me hallaba fuera de
casa, me refugié en la del señor cónsul inglés, don Tomas Samuel Hood, mi antiguo
cliente y amigo, donde estuve hasta la mañana del 5, en que, con todos mis
hermanos, y otros presos, nos trasladamos al bergantín ingles Sparrowhawk con
permiso del gobierno; y del buque pasamos a una quinta en el paso del Molino, en el
Miguelete. Allí llevamos nuestra familia toda, que fue indignamente registrada, y
ofendida por los satélites de Oribe, especialmente por su hermano don Francisco.
Concluida la guerra por el triunfo del general Rivera, y por la paz a que forzó a Oribe,
firmada en la Chacra de Juanicó, en el Miguelete, el 22 de octubre, entramos de nuevo
en Montevideo el 26"55.

A fines del año 1838 quedo fundada la Comisión Argentina. Era su objetivo
coordinar a los emigrados argentinos en la lucha contra Rosas. Fue su primer
presidente Martín Rodríguez y Florencio Varela su secretario. Si bien, no existen o se
desconocen actas de fundación de la Comisión Argentina, podemos inferir por la
correspondencia de Florencio Varela, su historia y funciones, dice en carta a Lavalle:
“Sabemos que está Ud. instruido de los pasos dados a fines de noviembre último por
                                                            
54
 PALERMO, Pablo Emilio, Florencio Varela: vida y muerte de una argentino en el exilio, Todo es Historia 
(Nº 441): 6‐19, Abril 2004, p. 9 
55
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, pp. 3 y 4, (ver anexo) 

 
el Sr. General Rivera para que la Emigración Argentina organizada bajo la base de
una perfecta unión y fraternidad cooperase con él en la empresa que estaba
irrevocablemente resuelto a acometer –destruir la tiranía de D. Juan Manuel Rosas–
sabemos igualmente que tiene Ud. conocimiento de que reunidos todos los argentinos
que aquí se hallan procedieron a nombrar una comisión directora que hubiera de
entenderse con el Sr. General Rivera y que nos hicieron el honor de elegirnos para
componerla"56.

En la misma nota figura la composición de la


“Comisión Argentina”: “presidente el general Martín
Rodríguez y secretario el Dr. D. Florencio Varela. Esta
nota lleva la firma de los que constituyeron la primera
mesa directiva de la Comisión: Martín Rodríguez, Tomas
de Iriarte, Félix Olazábal, Valentín Alsina, Manuel B.
Gallardo, Braulio Costa, Julián S. de Agüero, Pedro J.
Agrelo y Florencio Varela”57.

En esas circunstancias fallece Juan Cruz Varela,


el hermano y mentor de Florencio, dice: “El 23 de Enero
de 1839, á las 10 de la noche, murió en Montevideo mi
hermano Juan-Cruz, de una violenta irritación gástrica.
Su muerte me causó la mas cruel impresión, porque ese
Juan Lavalle 
hermano, me sirvió de padre y maestro”58.

Florencio Varela y su militancia con Lavalle

El 31 de diciembre el Uruguay y la provincia de Corrientes sellaron un tratado


de alianza ofensiva y defensiva. En carta del 23 de enero de 1839, recogida por
Leoncio Gianello en su obra, donde Varela expresaba a Lavalle: "Nuestros
compatriotas, General, esperan todo de usted la mayor parte de los que aquí se
encuentran exigen su presencia de usted para prestar sus servicios; y no hemos
vacilado en asegurarles que usted será el primero, cuando se trata de redimir al país
de la degradación en que gime"59.

El 2 de abril de 1839, el veterano de las guerras de la independencia y héroe


de la guerra con el Brasil arriba a Montevideo y se pone a las órdenes del presidente
de facto Fructuoso Rivera. Florencio Varela colabora con los preparativos de la
campaña que llaman “libertadora”. Tres meses mas tarde Lavalle se embarca rumbo a
la isla Martín García. Desde un comienzo las relaciones de Rivera eran confusas hacia

                                                            
56
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, pp. 161‐162 
57
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, p. 162 
58
 VARELA, Florencio, Auto‐biografía de D. Florencio Varela (Memorias Privadas), 1ª edición, 
Montevideo, 1848, p. 4, (ver anexo) 
59
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948. Carta de 
Florencio Varela al general Lavalle, Montevideo, 23 de enero de 1839, p. 496 

 
Lavalle, “Don Frutos” como le decían había iniciado conversaciones de paz con Rosas.
Las negociaciones fracasaron y allí Rivera se volcó a Lavalle.

En junio de 1840 la Comisión Argentina y Bouchet de Martigny, representante


del rey de Francia60, acordaron el levantamiento del bloqueo al Plata una vez
desaparecida la autoridad de Rosas. Advertían que aquella medida no iba contra los
ciudadanos argentinos, sino contra el gobernador y sus crueldades. Firmaron el
documento, entre otros, Julián Segundo de Agüero, Valentín Alsina, Irineo Portela y
Florencio Varela. Este primer bloqueo francés es seguido con atención desde Grand
Bourg por José de San Martín que le dice a Guido: “El bloqueo de los franceses es
otro asunto más vital para ese país pues no sólo le quita los solos recursos que tiene
para sostener la guerra, sino que lo ha imposibilitado de socorrer a la banda oriental,
cuya posesión por Fructuoso hará revivir al partido unitario y por consiguiente,
prolongar los males de nuestra patria”61. Y refiriéndose a Varela y los integrantes de la
“Comisión Argentina” en carta enviada a Juan Manuel de Rosas, nuestro Padre de la
Patria le aclara con indignación que “Esta alianza provoca la indignación de San
Martin. En carta a Rosas, afirma: “lo que no puedo concebir es que haya americanos
que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y
reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación
española, una tal felonía ni el sepulcro la puedo hacer desaparecer”62.

En la segunda mitad del año 1840 Lavalle abandonó la campaña que tantas
esperanzas había provocado. En agosto le comunicaba Varela el envió de 2000
hombres al mando del vicealmirante Baudin. Pero Lavalle acampó en Merlo y toma
rumbo a Santa Fe, pero no ataca Buenos Aires. La indiferencia de los pueblos que
dejaba a su paso provoca tan tremenda resolución. El desatino de esa marcha al norte
culminarla con su muerte un año mas tarde.

El 28 de noviembre de 1840 Lavalle cae derrotado por los federales en


Quebracho Herrado. El joven Rufino Varela, hermano de Florencio, muere asesinado
luego del combate. También muere su hija Justa desde el dolor escribe: "El 29 de
Octubre de 1840, a las 8 de la mañana, murió mi hijita Justa, de una inflamación en el
pecho y pulmones, consecuencia del sarampión.. Coloque su cadáver en un cajón de
lata forrado en madera y esta sepultada en el cementerio nuevo en el mismo sepulcro

                                                            
60
 Luis Felipe I de Francia (París, 6 de octubre de 1773 – Inglaterra, 26 de agosto de 1850) fue el último 
rey de Francia, reinando con el título de "Rey de los franceses" entre 1830 y 1848 (monarquía de julio). 
Hijo  del  duque  Luis  Felipe  II  de  Orleans,  "Felipe  Igualdad"  (primo  de  Luis  XVI),  durante  la  Revolución 
francesa fue conocido como el "Ciudadano Chartres" o "Igualdad hijo" (en francés: Egalité fils). Tras la 
muerte  de  su  padre  fue  duque  de  Orleans  con  el  nombre  de  Luis  Felipe  III  de  Orleans,  y  duque  de 
Chartres. 
61
 Carta de San Martín a Guido del 19 de septiembre de 1838 en GALASSO; Norberto, Op cit.,pp. 530‐531  
62
 SAN MARTÍN, José de, Su correspondencia, 1823‐1850, Buenos Aires, 2ª edición, Buenos Aires, Museo 
Histórico Nacional, 1910, Carta de San Martín a Juan Manuel de Rosas, Grand Bourg, 10 de julio de 1839, 
p. 127 

 
que mis dos hermanos. Es el primer hijo que pierdo. He soportado toda clase de
infortunios sin doblarme. Pero este... No se"63.

Florencio Varela participa del concurso de poesía que se organizó en


Montevideo para 1841 en homenaje a la Revolución de Mayo. Juan Maria Gutiérrez
resultó ser el triunfador con el canto "A Mayo". Varela redactó el Informe de la
Comisión Clasificadora, leyendo la poesía compuesta por el joven José Mármol64.

Florencio Varela viaja a Brasil

La salud de Florencio Varela hizo crisis entrado el año 1841. Una dolencia
pulmonar puso en riesgo su vida, en sus Memorias Privadas dice: “Una gravísima
enfermedad en los pulmones, me forzó a abandonar mi profesión de abogado en Mayo
de 1841. El ultimo día de ese mes, por consejo de los médicos, me embarqué para el
Janeiro, con mi mujer y mis hijos”65 Pasa una larga temporada en Río de Janeiro para
de lograr una mejoría. El 31 de mayo se embarca en el Pedro II junto a su esposa y a
sus hijos Héctor, Mariano, Horacio, Maria Encarnación y Rufino. Juan Cruz, que tenía
menos de un año, quedó a cargo de la bisabuela materna, Doña Bernabela Farías de
Andrade.

El 14 de junio el buque arribo a la bahía de Río


luego de un viaje accidentado a causa de las lluvias y
un temporal. A los tres días, Florencio escribió a
Gutiérrez: "Desde que se pone el pie en tierra, se
conoce que esta ciudad es un gran centro de
civilización y de comercio: todo tiene en ella un aire
completamente europeo: edificios, fuentes, movi-
miento, todo, menos la inmensa población negra,
borrón que afea el lustre que en lo demás se ve"66.

Florencio Varela tiene la intención de escribir


una historia Argentina. Su permanencia en el Brasil
tiene por objeto también, reunir documentos sobre la
Florencio Varela época colonial y la revolución. En la Biblioteca de Rio
de Janeiro estudió e investigó las cuestiones limítrofes entre el Uruguay y el Brasil.
Esto le valió, luego, ser designado miembro del Instituto Histórico y Geográfico del
Brasil. Dichos trabajos en Rio de Janeiro consisten en un libro sobre la Colonia del
Sacramento, otra memoria referida al café y un trabajo histórico sobre los Cabildos en
América. Frecuentó a Bernardino Rivadavia, en el preciso momento de la muerte de su
                                                            
63
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 4, (ver anexo) 
64
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, p. 217 
65
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 5, (ver anexo) 
66
 Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez del 16 de junio de 1841 en GIANELLO, Leoncio, Op 
cit., p. 569 

 
esposa Juana del Pino. El ex presidente le facilitó gran cantidad de papeles de valioso
interés.  Dice Florencio Varela de Rivadavia: "La situación de este hombre,
quebrantado, pobre, monumento casi derruido de nuestras glorias no militares, se
realmente horrible: ahora se ve casi solo en el mundo: procuro verle cuanta vez puedo,
distraerle, gusta mucho de conversar: es un archivo de nuestras cosas, le distraigo
haciéndole hablar, y aprendo mucho en lo que habla"67. También visitó el Colegio
Pedro II y la Academia de Bellas Artes, dejando de los mismos interesantes ano-
taciones.

En carta a Juan María Gutiérrez68 expresó: "Poco he cosechado aquí sobre el


Brasil: pero en cambio, mucho, mui nuevo, y mui útil, sobre la revolución de nuestra
Patria. Desde que se fué Pepe, trabajo diariamente algunas horas con Rivadavia. Este
hombre, dotado de prodigiosa memoria, de invariable respeto por la verdad en todos
los sucesos notables de la Revolución, posée muchos y mui preciosos documentos,
que no han de hallarse en otra parte, y multitud de tradiciones igualmente preciosas. El
exámen de esos documentos, las explicaciones que sobre ellos me dá Rivadavia, y la
narración de sucesos que no están publicados, constituyen nuestros trabajos. Me dá
los documentos, tomo notas de lo que hablamos, a la noche los reduzco a apuntes
metodizados. Mucho espero sacar de esto. Entre otras cosas, me ha dado Rivadavia
una auto-biografía del jeneral Belgrano, orijinal: comprende sólo un breve período de
su carrera, toda su campaña al Paraguay, y algo sobre la batalla de Tucumán. Es
escrito con lijereza; pero bastante útil. Más despacio le daré idea más completa de
este trabajo". De letra de Belgrano tengo también todos los documentos relativos a la
célebre negociación con Carlos 4º en 1819, en la que aquél tuvo parte; negociación
realmente digna de escribirse con tino". Continúo con Rivadavia: aún no sé todo lo que
de él sacaré".

El 27 de noviembre de 1841 nació en la capital brasileña la octava hija del


matrimonio Varela. Fue llamada Justita Carolina y solo vivió 15 meses.

Restablecido en su salud, Florencio decidió el retorno a Montevideo. El 30 de


noviembre de 1842 la fragata francesa Irma dejo la bahía de Río. La familia Varela fue
despedida en el muelle por un emocionado Rivadavia. Un violento temporal hizo que el
buque naufragase en aguas uruguayas los días 11 y 12 de diciembre, y que parte de
la documentación recogida por Varela se perdió en ese naufragio.

Florencio Varela y su misión a Londres

El 6 de diciembre Manuel Oribe derrotó a Rivera en Arroyo Grande. Esta


victoria del jefe aliado de Rosas produjo un sitio a la ciudad-puerto de Montevideo que
duraría unos nueve años. Instalado en el Cerrito a partir de febrero de 1843, Oribe,
quien había sido derrocado por Rivera, constituirá un gobierno propio en beligerancia
al gobierno de Fructuoso Rivera y le hará la guerra.

                                                            
67
 Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez del 22 de diciembre de 1841 en GIANELLO, Leoncio, 
Op cit., pp. 573‐574 
68
 Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez del 1º de abril de 1842 en GIANELLO, Leoncio, Op 
cit., pp. 580‐581 

 
Santiago Vázquez, al frente del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores
de Montevideo, tenía amistad con Florencio Varela por lo que le “pidió que le ayudara
en el desempeño de sus funciones; y aunque jamás fui empleado publico, a sus
ordenes, puso, de hecho, a mi cargo y bajo mi exclusiva dirección, todos los negocios
del ministerio de Relaciones Exteriores”69. El argentino fue puesto a cargo de todos los
negocios de la cartera. Para Gianello en su panegírico, Florencio Varela fue "el ver-
dadero director de la cancillería montevideana". Esta circunstancia determinó que se le
confiase una misión diplomática en Inglaterra, a efectos de gestionar la intervención de
las potencias europeas en la guerra contra Rosas. La comisión tenía carácter privado,
vista la condición de extranjero que revestía Varela.

A pedido de Vázquez, Florencio Varela


redactó las Instrucciones Generales que le fueron
entregadas el 11 de agosto de 1843. Decían las
mismas que "El principal objeto de la misión
confiada al Sr. Varela es el solicitar que la
Inglaterra adopte, de concierto con Francia o por si
sola, medidas capaces de terminar enteramente la
guerra, lo más pronto posible, y de asegurar para
en adelante la duración de la paz; ya fuere
interviniendo con armas en la lucha, bien por otros
medios cualquiera legítimos y honrosos, cuidando
atentamente de que en nada se menoscabe la
absoluta independencia de la Republica, ni se
comprometa su amistad con otras naciones"70.
Claramente está hablando de Montevideo.
Florencio Varela 
Asimismo se le recomendaba que hiciese comprender a Su Majestad Británica
la importancia económica del Río de la Plata y del puerto de Montevideo, y su
contraposición al "atraso y la ruina de Buenos Aires y de los Pueblos donde domina el
sistema de Rosas"71. Debía hacerse entender que la invasión de Oribe implicaba el
derrumbamiento del comercio extranjero y la desaparición de toda idea moral y de
civilización. Con estos conceptos iba asociada la gestión de un necesario empréstito.

Cómo si esto fuera poco en su artículo 6º dice: “Uno de los puntos que más
debe llamar la atención de la Inglaterra es la libre navegación de los ríos afluyentes al
Plata. El Señor Varela debe tener por guía, en ese particular, que las ideas del
Gobierno son por la absoluta libertad de aquella navegación para todas las banderas,
sin otras restricciones que las que las leyes de aduana y reglamentos policiales
puedan creer convenientes, como en cualquiera otra de las aguas de la República

                                                            
69
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 6, (ver anexo) 
70
 MARGARIÑOS DE MELLO, Mateo J., La misión de Florencio Varela  a Londres (1843‐1844), 1ª edición , 
Montevideo, Ed. Claudio García, 1944, p. 214 
71
 Ibid., p. 214 

 
navegadas hoy por extranjeros”72, además le ofrecen una concesión de 5 años de
navegación

Por razones de economía la misión debía cumplimentarse en el plazo de tres


meses, transcurridos los cuales quedaba el comisionado en libertad de acción para
pasar, por sus medios, a cualquier otro punto del continente.

El General José María Paz en sus Memorias


Póstumas y refiriéndose a la política seguida por el
Imperio del Brasil dice: “Como si no poseyeran terrenos
inmensos, que no pueden ni poblar ni utilizar, y de que
ellos mismos no saben qué hacer, conservan
pretensiones territoriales en todas sus fronteras. Sus
límites con la Banda Oriental y con Bolivia están
indefinidos, y por todas partes tienen cuestiones te-
rritoriales que ventilar. El gobierno, estudiosamente, las
prolonga, acechando la ocasión de decidirlas a su favor
y engrandecerse. Obrando en el mismo sentido, procura
debilitar a sus vecinos, y como el más poderoso es la
República Argentina, es consiguiente que pretenda
José María Paz  subdividirlo hasta el infinito. Rodeado además el imperio
de estados pequeños, su influencia será omnipotente, y vendrá a ser de hecho el
regulador universal de Sudamérica. Ya vimos en años anteriores que siéndole imposi-
ble conservar su conquista en la provincia Cisplatina (Banda Oriental), se contentó con
segregarla de la República Argentina, haciendo que se constituyese en estado
independiente. Esto mismo explica el interés político que el Brasil ha tomado en la
independencia del Paraguay, sin que sea necesario suponerle otras miras, que no han
dejado algunos de entrever, para hallar la clave de su política. Muchos han
considerado esta monarquía, única en el nuevo mundo, como una planta exótica, cuya
conservación será dificilísima. De aquí han deducido que este imperio concluiría por la
influencia de los principios democráticos, o que él anonadaría las repúblicas, haciendo
triunfar los monárquicos. Sea de esto lo que fuere, pienso que son cuestiones ajenas
de mi propósito, y dignas de ser tratadas con más detención e inteligencia. A mi objeto
basta probar que el gobierno imperial ha mirado con placer el derrumbamiento de la
República Argentina, y que ha obrado consecuentemente. Puedo asegurar también
que algunos de mis compatriotas han entrado en esos proyectos, sin que pueda
discernir si seriamente pensaban en ellos, o si únicamente los promovían como un
arbitrio para suscitar enemigos al dictador de Buenos Aires. Cuando el señor Varela
(don Florencio) partió de Montevideo a desempeñar una misión confidencial cerca del
gobierno inglés, el año 43, tuvo conmigo una conferencia, en que me preguntó si
aprobaba el pensamiento de separación de las provincias de Entre Ríos y Corrientes,
para que formasen un estado independiente73; mi contestación fue terminante y
negativa. El señor Varela no expresó opinión alguna, lo que me hizo sospechar que
fuese algo más que una idea pasajera, y que su misión tuviese relación con el

                                                            
72
 Ibid., p. 215 
73
 El subrayado es por decisión del autor 

 
pensamiento que acababa de insinuarme. Yo, obrando según la lealtad de mi carácter,
y no escuchando sino los consejos de mi patriotismo, y en precaución de lo que pu-
diera maniobrarse subterráneamente a este respecto, me apresuré a hacer saber al
comodoro Purvis y al capitán Hotham que mi opinión decidida era que se negociase
sobre estas dos bases: 1º La independencia perfecta de la Banda Oriental. 2º La inte-
gridad de la República Argentina, tal cual estaba. No tengo la menor duda que estos
datos fueron transmitidos al gobierno inglés, y que contribuyeron a que el proyecto no
pasase adelante por entonces. El señor Varela desempeñó su misión, a la que se le
ha dado gran valor, y por lo que después hemos visto, y de que hablaré a su tiempo,
me persuado de que hizo uso de la idea de establecer un estado independiente entre
los ríos Paraná y Uruguay, la que se creía halagaría mucho a los gobiernos europeos,
particularmente al inglés.74 Puede que después me ocupe de las razones en que me
apoyé para combatirlo, y que creo fueron más eficaces en la consideración de esos
mismos gobiernos que la artificiosa charla de los partidarios del proyecto. Estos mis-
mos habían lisonjeado desde mucho tiempo antes a los orientales con el de reunir
esas mismas provincias a la República del Uruguay, sin lograr otra cosa que eludirlo y
hacerlo cada día más impracticable.75”. Está muy claro, que el General José María
Paz, militante unitario, dirigente unitario es el que descalifica las ideas extraviadas de
Florencio Varela, también dirigente unitario. Esto implica que dentro del mismo
unitarismo, había distintas ideas para enfrentar a Rosas. También queda claro que
buscar fuerzas de ocupación extranjeras y entregar a cambio parte del territorio no era
de ninguna forma defendible.

El 15 de agosto de 1843 Varela y su hijo Héctor se embarcaron en el buque de


guerra Fantome, que se dio a la vela a las seis de la mañana del día siguiente. "Los
que han dejado la patria, la esposa, los hijos, la madre venerada, los hermanos, las
afecciones todas que ligan el hombre a la tierra que habita, comprenderán fácilmente
como el corazón se oprime y se anuda la garganta, cuando se ve desde la nave ir
desapareciendo poco a poco la tierra primero, los árboles después, confundiéndose
gradualmente con el agua, como lagos y paisajes, hasta que las torres suspendidas en
el aire, desaparecen por fin; y un horizonte uniforme y monótono reemplaza todos los
objetos"76.

El 6 de septiembre escribió en su Diario de Viaje: "Voy a ver por primera vez la


Europa, que solo conozco por los libros: estoy cierto de que perderé muchas ilusiones,
de que corregiré preocupaciones perniciosas, y veré los hombres, las cosas, y las
ideas bajo puntos de vista muy diversos de los que en los libros he visto. Quiero darme
cuenta a mi mismo de todas mis impresiones; del modo como me afecten los diversos
objetos que voy a ver; y registrar los hechos de mi propia experiencia. Creo que esto
me servirá de estudio y de solaz. Deseo también conservar pormenores de los
progresos que la verdad, la inteligencia y el trabajo han hecho en los dominios de la
ciencia, de la literatura y de la industria, porque me parece que hallare en esos
                                                            
74
 El subrayado es por decisión del autor 
75
 PAZ, José María, Memorias Póstumas II, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Emecé, 2000, pp. 564‐565 
76
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 8, (ver anexo) 

 
recuerdos una fuente de aplicaciones útiles a mi desventurada patria, si el que
dispensa la vida y pone luz en la mente del hombre, quiere conservar mis días y mi
razón para cuando nazca en el Río de la Plata el sol de la tranquilidad y de la paz"77.

Era el 8 de octubre de 1843 cuando los viajeros desembarcaron en Plymouth


(Inglaterra). Días después Varela tomó el ferrocarril rumbo a Londres.

Entre octubre y diciembre el enviado mantuvo cinco entrevistas. Una con el


vizconde Canning y cuatro con lord Aberdeen, subsecretario y secretario de Negocios
Extranjeros, respectivamente. Un fracaso. Varela realiza todo lo posible para
contrarrestar al representante de la Confederación Argentina en Londres, Manuel
Moreno. Incluso la publicación de las "Tablas de sangre" de Rivera Indarte78. Varela
llevaba un escrito para demostrar el carácter inhumano de Rosas, el autor de ese
escrito, era un miembro activo de la Sociedad Popular Restauradora la terrible
mazorca rosista –Rosas lo apresó por estafas y falsificación; y el robo de la corona de
la Virgen de la Merced– llamado Rivera Indarte del cual Vicente Fidel López comenta:
“Este Rivera Indarte es un canalla, un cobarde, ratero, bajo, husmeante, y humilde en
apariencia como un ratón cuya cueva nadie conocía, tenía mucho talento y un alma de
lo más vil que pueda imaginarse”. Rivera Indarte es el autor de las “Tablas de sangre”,
que los británicos le pagaban “la macabra nómina a un penique por cadáver”. Tales
eran los asesores de Varela.

En Montevideo la Casa Lafone & Cia. A la cual ya hicimos referencia como


dueña del puerto y aduana, le encargó en 1843 a Rivera Indarte que realizara un
listado para poder atribuir el record de las muertes a la Confederación Argentina de
Rosas. Según se publicará en el “Atlas” de Londres del 1º de marzo de 1845 y de allí
lo toma Emile Girardin en “La Presse” de Paris. la casa Lafone, concesionaria de la
aduana de Montevideo, habría pagado la macabra nómina a un penique el cadáver.
Por lo tanto los 480 cadáveres habrían reportado dos suculentas libras esterlinas para
Rivera Indarte (antes de 1971 un penique era la 1/240 parte de una libra esterlina). A
valores actuales serían U$S 17,50 por muerto. De esta manera las primeras “Tablas
de Sangre79” le dejaron U$S 8.400 a valores actuales. Pero la lista no terminaba allí ya
que las “Tablas” agregaban 22.560 caídos y posibles caídos en todas las batallas y

                                                            
77
  VARELA,  Florencio,  Auto‐biografía  de  D.  Florencio  Varela  (Memorias  Privadas),  1ª  edición, 
Montevideo, 1848, p. 6, (ver anexo) 
78
 RIVERA INDARTE, José. (1814‐1845) Había sido federal, miembro de la Sociedad Popular Restauradora 
y redactado el elogio poético de la "mazorca" ("aqueste marlo que miras / de rubia chala vestido / en las 
entrañas  se  ha  hundido  /  de  la  unitaria  facción...")  y  el  "Himno  a  Rosas"  (Oh,  Gran  Rosas,  tu  pueblo 
quisiera / mil laureles poner a tus pies...!"), pero debió escapar de Buenos Aires procesado por estafa y 
falsificación de documentos sin que Rosas hiciese nada por salvarlo a pesar de sus meritos federales, tal 
vez porque sus antecedentes registraban hurtos en la Biblioteca y el robo de la corona a la Virgen de la 
Merced.  Rivera  Indarte  no  perdono  ese  olvido  y  volcaba  cotidianamente  su  resentimiento  en  El 
Nacional.  ROSA, José María, Historia argentina, 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, T .V p. 
82 
79
 RIVERA INDARTE, José, Tablas de sangre, 1ª edición, Buenos Aires, Antonio Dos Santos Editor,1946 , 
235 páginas 

 
combates habidos en la Argentina desde 1829 en adelante. Con el agregado de estos
últimos muertos la suma percibida por Rivera Indarte se incrementó en U$S 394.800
más.

La casa Lafone y Cia. –de Samuel Lafone– que pagó las “Tablas de
Sangre” era materialmente dueña de Montevideo: en 1843 había comprado las
rentas de la aduana "hasta 1848", esto significa una gran ganancia, sobre todo si
el puerto de Buenos Aires es bloqueado. Lafone tenía ya la concesión de la
plaza Matriz para construir cuatro edificios en sus esquinas, poseía la mayor
parte de la bahía, y estaba autorizado a colonizar con 3.000 familias Canelones
apenas se levantase el sitio y Montevideo tuviese jurisdicción sobre ese
departamento. “Era propietario de Punta del Este, dueño de la isla Gorriti, tenía
la concesión de la caza de lobos marinos en la isla de Lobos por trece años, y
estaba beneficiado con una exoneración de impuestos (Maldonado estaba bajo
el control de los montevideanos).De allí su interés en la intervención anglo-
francesa. Tal vez iría esta al fracaso, pero el bloqueo, aunque fuese por poco
tiempo, le reportaría una millonaria ganancia. Más tarde se la acuso de compartir
con los interventores y almirantes el negocio del "reembarco" que consistiría –
como en el bloqueo francés de 1838– en pasar a la Argentina las mercaderías
contando con la vista gorda de los bloqueadores”80.

Rivera Indarte Agregó como apéndice a


sus “Tablas de Sangre”, un anexo con el título “Es
acción santa matar a Rosas”. Leer estas “tablas”
requiere bastante esfuerzo ya que se afirman
cosas como "Su hija (Manuelita Rosas) ha
presentado en un plato a sus convidados, como
manjar delicioso, las orejas saladas de un
prisionero ... ha acusado (Rosas) calumniosamente
a su respetable madre de adulterio ... ha ido hasta
el ]echo en que yacía moribundo su padre a
insultarlo ... es culpable de torpe y escandaloso
incesto con su hija Manuela a quien ha
corrompido..."81.

Las expectativas y el esfuerzo del doctor


Varela cayeron frente a la posición neutralista de
Gran Bretaña. Lord Aberdeen explicó que
Inglaterra no podía brindar apoyo a la Republica José Rivera Indarte 
Oriental en momentos en que se suponía a Montevideo presa del enemigo. Se
argumentó, además, que debía esperarse un acuerdo con Francia. El 2 de enero de
1844, finalmente, un oficio informó que el gobierno de Su Majestad resolvía "no
separarse de la neutralidad que hasta ahora ha observado en el Río de la Plata". La
                                                            
80
  ROSA, José María, Historia argentina, 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, T .V p. 83 
81
  Ibid., T .V p. 83 

 
misión Varela concluía en fracaso, y su protagonista quedaba libre de la tarea
asignada. Pero aún queda una carta, la “República de la Mesopotamia”

Pero sin lugar a duda la vehemencia de Varela lo llevaba a posturas mucho


más extremas ya que en su misión a Inglaterra y Francia tiene un proyecto que
proponer, al hacerse insostenible la situación de Montevideo, sus defensores no
vacilan en sacrificar la integridad nacional, antes que perder su pequeño reducto.
Entonces dan forma coherente a un proyecto que en algún momento alentó también
Fructuoso Rivera: el desmembramiento de la: Confederación Argentina. escindiendo
de ella la Mesopotamia y quizás Santa Fe, que junto, a las Misiones, más Río Grande.
do Sul, y tal vez el Paraguay, constituirían un nuevo y gran Estado, entre Brasil y
Buenos Aires. Seria sin duda la muerte de la Confederación, pues así debilitada, se
quebraría en tantos pedazos como vecinos ambiciosos de poder y espacio vital
pudiera haber en todos los confines: Chile se apropiaría de Cuyo y, por supuesto, la
Patagonia ; Bolivia, de Salta y Jujuy, mientras el resto, vaya a saberse el destino que
podría haber tomado. Buenos Aires sería, nada más que eso: Buenos Aires más
limitado, que la República Oriental del Uruguay actual. La misión termina en un fracaso
total

Para Varela 1844 comenzó con un visita a la catedral de Westminster. El 9 de


enero salió de Londres e inició una extensa gira por las principales ciudades
industriales de Gran Bretaña. En 22 días recorrió 668 millas y visitó 36 fábricas. Bristol,
Gloucester, Liverpool, Manchester, Sheffield y Birmingham acapararon el asombro del
viajero sudamericano.

En carta a su esposa Justa habla de la "multitud de fábricas de todas clases"


que había visto y de los "caminos de fierro" (ferrocarriles) por los que se desplazaba.
No obstante su confianza en el sistema desarrollado, observó con horror "el abandono,
la desnudez, la inmundicia, el frío y el hambre, que constituyen las condiciones únicas,
esenciales y permanentes de una inmensa población destinada, al mismo tiempo, a
aumentar la riqueza de las clases opulentas y de la nación a que pertenecen". Se
interiorizó, además, por las instituciones inglesas, asistió a sesiones parlamentarias,
estudio el gobierno municipal de Londres y recorrió teatros.

Florencio Varela y su misión a París

El 14 de febrero Florencio y Héctor abandonaron Inglaterra con destino a


Francia, llegando a Boulogne Sur Mer al día siguiente. El 17 arribaron a Paris, "centro
de bellas artes, de ciencias, de objetos de gusto". El argentino conoció a
Chateaubriand, Lamartine, Thiers y Guizot, asistió a la Academia de Ciencias, al
Observatorio y también tuvo tiempo para frecuentar bibliotecas y teatros. El 20 de
febrero visito al general José de San Martín en su residencia de Grand Bourg. El 7 de
marzo mantuvo una reunión con los diputados opositores al gobierno, y por consi-
guiente favorables a un enfrentamiento con Rosas. Semanas mas tarde visitó
Versailles y Fontainebleau. En abril conoció la basílica de Saint-Denis en las afueras
de la capital.

Poco antes de regresar a América visitó por segunda vez al Libertador. Varela
escribió en su diario: "Esta ultima visita al veterano de nuestra independencia, a quien
no volveré tal vez a ver, ha sido para mi de grandísimo interés. Conversar con el

 
general San Martín es como leer los anales vivos de la gran epopeya de la revolución;
es asistir al drama glorioso en que tan brillante papel represento aquel guerrero
renombrado. Sin que yo le preguntara y recordando una carta que yo le escribí en que
le comunicaba mi deseo de tener documentos y datos auténticos para escribir las
campañas de Chile y Perú, el general me habló de los motivos que le decidieron a no
obedecer las órdenes del Directorio, o como él decía de la logia de Buenos Aires: “Se
que la logia no me perdonó mi conducta, pero aun tengo la convicción de que obré en
el interés de la revolución de América, y que si hubiera ido a Buenos Aires la campaña
del Perú no hubiera tenido lugar, ni la guerra de la independencia hubiera terminado
tan pronto”. A la hora de la cena, compartida con Merceditas de San Martín y su
esposo Mariano Balcarce, se bebió "por la satisfacción de tener entre nosotros al
doctor Varela y por su prospero regreso a su familia".

El 23 de enero de 1844, José de San Martín redacta su testamento: “En el


nombre de Dios Todopoderoso, a quien conozco coma hacedor del Universo, digo, yo,
José de San Martín, Generalísimo de la República del Perú y fundador de su Libertad,
Capitán General de la de Chile y Brigadier General de la Confederación Argentina que,
visto el mal estado de mi salud, declaro, por el presente testamento”82. Poco después,
en febrero de 1844, el General recibe una visita: Florencio Varela.

Dice Norberto Galasso: “El relato expuesto por Varela, al regresar al Plata,
ofrece serias dudas en cuanto a su verosimilitud. Según él, San Martín hablo con
vehemencia contra el sistema de Rosas y al despedirse, el general, después de beber,
dijo, materialmente llorando: –iBárbaros! iNo saciarse en quince años de perseguir a
los hombres de bien! Diversas son las razones para suponer que se trata de un falso
testimonio. Una de ellas, que San Martín se cartea con Rosas de manera amigable
desde tiempo atrás y cuesta inferir que procediera dualmente. Otra, que no reproduce
imputaciones concretas del General al Jefe de la Confederación, mas que perseguir a
los hombres de bien, siendo estos los que el mismo ha vituperado por aliarse al
extranjero contra su patria. Asimismo, porque Varela sostiene que San Martin se
explayo contra Rosas solamente cuando estaban ellos dos solos: Siempre que nos
hemos visto, menos cuando ha estado presente Sarratea, ha hablado el general en el
mismo sentido". Por otra parte, porque el autoritarismo de Rosas no debía sorprender
a San Martín, quién lo venía predicando desde años atrás, como única forma de
mantener la unidad nacional. La fecha de la visita de Varela torna, también,
improbable que San Martín se pronunciase de tal manera contra Rosas, pues en ese
febrero de 1844 hace apenas treinta días que ha redactado el testamento, legándole el
sable”83.

El testimonio dudoso para Galasso, también lo es para Leoncio Gianello su


biógrafo y admirador, se da cuenta que Florencio Varela intenta utilizar a San Martín
para su política contra Rosas. Gianello sospecha la mentira cuando dice: “Y Contra lo
esperado, dadas las certezas sobre el hermetismo sanmartiniano con respecto a la
                                                            
82
  SAN  MARTÍN,  Testamento  ológrafo  del  23  de  enero  de  I844,  Buenos  Aires,  Ediciones  Peuser.  Buscar  en 
http://www.sanmartiniano.gov.ar/textos/parte1/texto025.php 

83
 GALASSO; Norberto, Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín, 1ª edición, Cuba, 
Editorial de Ciencias Sociales, 2004, pp. 545‐546 

 
política del Plata, San Martín expresó juicios adversos al gobierno de Rosas. Es muy
posible que don Florencio exagerara, a través de sus propias opiniones, alguna severa
reflexión del general”84. La verdad es que San Martín y Rosas eran amigos,
compartían las ideas políticas en general y existe una abundante correspondencia.
San Martín le deja de escribir a Rosas diciéndole que se estaba quedando ciego.

El 12 de abril el “Achille” salio de El Havre rumbo a Sudamérica. El 20 de mayo,


después de un feliz viaje, Varela y su hijo entraron en la bahía de Río de Janeiro. Un
mes mas tarde se embarcaron en el paquete ingles Cockatrice que ancló en
Montevideo el 2 de julio de 1844.

Florencio Varela periodista –El comercio del Plata–

El Comercio del Plata, cuyo


primer número aparece el 1º de octubre
de 1845 en Montevideo, era propiedad
de la "Imprenta del Comercio del Plata",
ubicada en la calle Misiones número 88.
Su director y principal redactor era
Florencio Varela. Fueron colaboradores
su cuñado Juan N. Madero y el escritor
Luis L. Domínguez.

La diagramación del diario es


moderna y, más aún, realmente de
avanzada entre nosotros. Está impreso a
cuatro columnas por página. Lo que
también, llama la atención, es helecho
que El Comercio del Plata sale a partir
del viaje de Varela a Inglaterra y Francia,
donde se puede sospechar aquella frase
popular de “Roma paga a los traidores,
Fcio. Varela y María (hija). Daguerrotipo, Montevideo, 1847
que luego detesta”.

Acá es donde Varela tiene luz propia y su diario será la vanguardia de la


información. Varela escribió con anterioridad textos, como el del uso de la anestesia o
el brillante texto sobre los inicios de la fotografía “El daguerrotipo en Montevideo”
publicado en El Correo de Montevideo el 4 de marzo de 1840 –ver anexo–.

El Comercio del Plata salía todos los días excepto los domingos siendo su tiraje
habitual de 420 ejemplares, si bien en oportunidades especiales solía alcanzar a 440
Esto importaba una recaudación total de 52 a 60 pesos diarios a los que debemos
sumar el importe de los avisos que oscilaba entre 12 y 14 reales por día. Se vendía
suelto a seis lugares y la suscripción costaba 3 pesos por mes, pagaderos al fin de
cada día, daba ventaja de publicar los avisos gratuitamente.

                                                            
84
 GIANELLO, Leoncio, Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, pp. 376‐377 

 
La trayectoria de este diario, que bajo la dirección de Varela vive a lo largo de
casi tres años (la colección se detiene en el número 725 correspondiente al 21 de
marzo de 1848, un día después del asesinato de Varela) pone de manifiesto su
concepción de la labor periodística.

El editorial inicial decía: "Nuestro titulo muestra que el Comercio es uno de los
objetos mas esenciales a que nos hemos de contraer. Indicamos ya, en la circular invi-
tando a la suscripción, que nuestro plan no se limitaba al Comercio de Montevideo,
sino de todos los países a cuyas exportaciones e importaciones sirve de canal el Río
de la Plata. Ocuparemos una parte de la tercera y cuarta páginas en la publicación de
una serie de obritas originales o traducidas, que procuraremos siempre que sean
relativas a la América; y que formaran una colección de libros bajo del titulo de “Bi-
blioteca del Comercio del Plata”85.

"La publicación de nuestra pequeña Biblioteca será independiente de la del


folletín, que destinaremos únicamente a escritos agradables. Poseemos una cantidad
de cuentitos y novelillas realmente interesantes, traducidas expresamente para llenar
con toda regularidad nuestro folletín; mientras no podemos realzar el pensamiento que
nos ocupa de llenarse con anécdotas y episodios de la historia americana, revestidos
de forma literaria, y que no pertenezcan, por eso, al genero de escritos que formará la
Biblioteca86".

La Biblioteca del Comercio del Plata llegó a totalizar cuatro tomos. La


colección, comparable a la lanzada en Buenos Aires por Pedro De Ángelis en 1836,
contó con artículos sobre las cuestiones limítrofes entre España y Portugal. Son
destacables por su interés el Ensayo Histórico sobre el Paraguay, del doctor J. R.
Rengger, traducido por Florencio y publicado en El Tiempo en 1828, y los Viajes por la
América del Sur de don Félix de Azara, traducidos por Bernardino Rivadavia. El tomo
IV de la Biblioteca comenzó a publicarse en febrero de 1847. En el venían insertos
varios tratados celebrados por la Argentina y el Uruguay, además de estatutos,
reglamentos, decretos, leyes fundamentales, constituciones nacionales, provinciales y
de países sudamericanos.

La prensa periódica es el mejor medio, a su criterio, de que dispone el pueblo


para conocer la gestión del gobierno y también los distintos problemas de actualidad.
Por eso, entiende a la misma, como el más importante instrumento de comunicación
que a nivel político le permite, en cierta medida, participar en el quehacer cívico.

Desde sus páginas se atacará a Rosas, se realizan análisis desde donde uno
puede ver la ideología de Varela y el grupo de exiliados en Montevideo, su defensa de
la libre navegación apelando al Congreso de Viena, sus negación hacia la
Confederación Argentina, su crítica a la aduana de Buenos Aires, a la realización
constitucional como país y un sinnúmero de argumentos llevados adelante con gran
inteligencia.

                                                            
85
 Comercio del Plata, Nº 1, 1 de octubre de 1845. 
86
 Comercio del Plata, Nº 1, 1 de octubre de 1845. 

 
Muchos historiadores justifican el accionar de Varela, desde su biógrafo Luis L.
Domínguez a Leoncio Gianello, de José Mármol a Félix Weinberg. Este último en un
trabajo erudito afirma: “Toda esta argumentación de Varela tiene una sustentación
puramente teórica y en el mejor de los casos debe admitirse que no fue consecuente
consigo mismo. Los trágicos episodios de noviembre de 1845 en el Paraná muestran
que la fe en sus principios le hacía subestimar hechos concretos, dudosamente
defendibles aún desde el punto de vista de esos principios. Si bien a la luz de la
política británica de la época puede concordarse con Varela en que no había planes
de sojuzgamiento directo de los países rioplatenses, de allí no se concluye
necesariamente que se deban alentar y luego justificar intrusiones armadas
extranjeras, definidamente agresivas, dentro del territorio nacional. La buena fe de
Varela debio hacerle reconsiderar su actitud pero no fue así y, con constancia y
temeridad, siguió predicando principios que en este campo eran cada vez mas
abstractos v divorciados de la realidad. Y terminó malquistándose con muchos
compatriotas exilados, no dispuestos a prestar su asentimiento al desarrollo práctico
de semejantes teorías”87.

Todo su desarrollo teórico termina en un laberinto difícil de salir, precisamente


para los acontecimientos de la “Vuelta de Obligado”, escribe: “Muchas son las
reflexiones graves que se agolpan al espíritu cuando se piensa en los sucesos del
Paraná. Es digno de alabanza y de simpatía
defender los grandes intereses políticos de un
país, el honor y la independencia nacional… pero
no cuando un mandón ambicioso, sin otro móvil
que una terquedad insensata, sin otro interés que
el de la ambición personalísima y su conservación
en el mando hace pagar tributos de sangre a su
pueblo pare sostener una causa injusta, en la que
no ven interés ni idea nacional, sino la causa de
su verdugo-propio… Rosas es responsable del
derramamiento de sangre pues pudo evitarlo
cuando se le ofreció la paz y la
rechazó…Estremecen los pormenores de
violencia (tile, hemos recogido ayer... Las
desgraciadas víctimas de Obligado en las files del
dictador eran tan dignas de nuestras simpatías
como nuestros amigos allí perdidos... Esa lección
ha de ser provechosa para los pueblos argentinos..."88. Lucio N. Mansilla 

Florencio Varela y la libre navegación de los ríos

Luis L. Domínguez sostuvo al prologar en 1859 los Escritos políticos,


económicos y literarios de Florencio Varela, que la fundación del Comercio del Plata
obedeció a tres objetivos: "combatir la tiranía de Rosas, apoyar la intervención euro-
                                                            
87
  WEINBERG,  Félix  y  AA.VV.,  Florencio  Varela  y  el  Comercio  del  Plata,  1ª  edición,  Ed.  Instituto  de 
Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1970, pp. 38‐39 
88
 Comercio del Plata, Nº 54, 3 de diciembre de 1845. 

 
pea que venía a facilitar con su auxilio los medios de destruirla, y abrir para la prensa
del Río de la Plata una nueva era de cultura en las formas, de moderación en el
debate y de utilidad y enseñamiento fecundo para el pueblo"89.

Con el titulo Juicio sobre el Gobierno de Rosas, Varela escribió el 27 de


noviembre de 1845 en el Comercio del Plata, con relación al sistema americano
defendido por el Restaurador: "Y si ese es el sistema americano, si consiste en vivir
como vivimos hace quince años; en que Estanislao López gobierne en Santa Fe hasta
que se muera, Ibarra en Santiago, Benavides en San Juan, Rosas en Buenos Aires, y
así todos los demás, hasta que llegue también el momento de morir; si consiste en que
no tengamos hogar, ni propiedad, ni libertad individual; en que la mitad de una
generación se pase con las armas en la mano; en que los campos no se cultiven, y la
educación se abandone, y ningún trabajo útil se emprenda, y los principios de la moral
y las practicas religiosas se vayan poco a poco olvidando, hasta desaparecer y dejar al
hombre la sola vida estúpida y material que le asemeja a la bestia; si en eso consiste,
mandones dementes y frenéticos, el sistema americano que proclamáis, mejor, mil
veces mejor estábamos bajo el sistema colonial, y estaríamos bajo el dominio de
cualquiera potencia civilizada y cristiana"90.

Para Florencio Varela la defensa de la libre navegación de los ríos interiores es


la forma de llegar a instalar el progreso contra el atraso. Para Varela el partido
americano es la “barbarie”, mientras que la sujeción a las potencias europeas, es la
forma de la “civilización”. Rosas es un estorbo y no importa los métodos para llegar a
destruirlo. Dice Varela el 2 de enero de 1846: "No es la Nación Argentina quien se
opone a la libre navegación del Paraná; es el solo y único gobierno de Buenos Aires;
mientras que las otras provincias argentinas, a quienes la cuestión interesa, desean,
piden a voces, necesitan vitalmente esa libertad de navegación, tan lejos de oponerse
a ella "91.

Y agrega justificando el ataque anglo-francés de Obligado: “Inglaterra y Francia


no han dicho: "entramos al Paraná porque la ley común de las naciones nos da
derecho de entrar, aunque la Nación Argentina no quiera". No; ellas reconocen
plenamente el derecho de los argentinos: sus gobiernos lo han declarado así
solemnemente; pero han entrado al Paraná por razones del todo independientes de
ese derecho. Desde luego, Francia e Inglaterra no fueron a aquel río sino después de
hallarse en guerra con Rosas ; ¿y quien no sabe que la guerra envuelve el
desconocimiento de todos los derechos… Si Rosas, pues, abusa de su dominio en los
ríos, en perjuicio de los extranjeros, claro es que da a estos el derecho de oponerse al
abuso, de emplear la fuerza contra la fuerza, de penetrar a traer la propiedad
extranjera, que el Dictador, en violación de derechos incuestionables, no consiente
                                                            
89
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, p. 25.  
90
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, p. 34. 
91
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, p. 34. 

 
buenamente que se traiga. Esas son las razones porque se fuerza la entrada al
Paraná; no por desconocer el derecho ni la soberanía de la Nación Argentina en aquel
río. Rosas, solo Rosas, es el causante de esa hostilidad; como él, y solo él, es quien
se opone a la libertad de la navegación, que Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe desean
y necesitan para prosperar.”92

A pesar de los defensores de Varela, éste dejó por escrito en el “Comercio


del Plata” del 20 de junio de 1846 la propuesta de la formación de la “República de
la Mesopotamia”, dice: "Otra vez hemos dicho muy de paso, que no creíamos
oportuno examinar la cuestión si será ventajoso o perjudicial al interés común del
Río de la Plata la erección de un Estado independiente, formado por la separación
de las provincias de Entre Ríos y Corrientes de la familia argentina: La razón
que entonces teníamos para pensar así subsiste todavía: nada vemos que nos
persuada a que esa separación tendrá lugar, ni aun a que se trata
“seriamente” de ella; ¿y para que agitar una cuestión tan grave puramente en
teoría? Entretanto, muchos datos que últimamente hemos recogido y que nos llegan
de diversas partes y personas, nos muestran que esa cuestión empieza a ocupar
algunos espíritus, con motivo de los rumores, cada vez más esparcidos, de que
Corrientes y Entre Ríos formarán una alianza contra el dictador de Buenos Aires y
que, como es inevitable y natural, hay divergencia grande de pareceres. Sentiríamos
que semejante discusión se entablase ahora, y en esa forma: no por otra cosa que
por el tiempo que se pierde". Es decir que, Florencio Varela cuestiona “el tiempo que
se pierde”93, no el fondo de la cuestión que es proponer la disgregación territorial, a
confesión de parte…

Varela decide escribirle públicamente al general Justo José de Urquiza, quien


tenía participación en el contrabando durante el conflicto de Obligado, como así
también relaciones comerciales con el grupo sitiado en Montevideo, provocando la ira
de Juan Manuel de Rosas. Varela sabiendo de este distanciamiento escribe en el
Comercio del Plata del 23 de junio de 1846: "En resumen, Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe tienen todo que ganar, y nada absolutamente que perder en la libre
navegación del Paraná: para conseguirla, para obrar esa gran revolución económica y
social, no tienen mas que quererlo, y declararlo solemnemente: Rosas se opondrá;
pero su oposición será impotente porque tendrá contra si a todos los interesados en
aprovecharse de las franquicias que se concediesen, incluso al mismo pueblo de
Buenos Aires que tiene tanto que ganar en esa nueva política, como las otras tres
provincias litorales94."

Florencio Varela y su muerte

                                                            
92
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, pp. 50‐51 
93
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, pp. 60‐61 
94
 VARELA, Florencio, Rosas y su gobierno: Escritos políticos, económicos y literarios, 1ª edición, Buenos 
Aires, M. Gleizer editor, 1927, pp. 67‐68 

 
El 19 de marzo de 1848 arriban a Montevideo la misión Gore-Gros La
formaron: por Gran Bretaña, Robert Gore, y por Francia, el barón Jean-Baptiste Louis
Gros. Ambos representantes llegaron a Montevideo el 19 de marzo de 1848. Era la
consecuencia del levantamiento del bloqueo impuesto por los ingleses al Río de la
Plata. Sus diplomáticos y los agentes franceses buscaron solucionar el conflicto
tratando directamente con el general Oribe y de esta forma intentaron disminuir el
poder de Rosas.

Varela, por el contrario, sostenía la idea de continuar la lucha hasta la caída de


Rosas y sus satélites. En Montevideo, los conflictos entre los "orientales riveristas" y
los emigrados argentinos –que según el censo de 1843 alcanzaban la cifra de 2.553–
se hicieron habituales. Los argentinos formaron el sector de los “belicistas” cuyo
dirigente era el Dr. Florencio Varela, mientras que los orientales el de los “conciliados”.
Los argentinos eran del partido unitario. Los orientales de la ciudad será riveristas, del
partido colorado. Los orientales del resto del nuevo país, con Oribe, del partido blanco.
La situación de violencia social, era habitual en aquella ciudad de Montevideo, nadie
se arriesgaba a andar por esas calles después de la puesta del sol. El "British Packett"
del 25 de marzo de 1848: "Tan bien venida corno puede ser la paz en esta ciudad,
suponemos que su llegada sea saludada con mayor gozo todavía por los desgraciados
habitantes de Montevideo, dentro de cuyas murallas se presencian diariamente
escenas de calamidad las más horribles. Para aumentar las desgracias de los
residentes naturales, bajo el pretexto de evitar un levantamiento de parte de la
guarnición mercenaria, ha sido autorizado (el gobierno) a crear recursos por todos los
medios que estén en su poder. Mientras los ciudadanos son de ese modo amena-
zados de ser despojados del resto de sus fortunas, toda la población, sin distinción de
amigos o enemigos, tiembla con el temor de las dagas de los asesinos. Entre las
víctimas que últimamente han caído, se cuenta al editor del ‘Comercio del Plata’, Don
Florencio Varela, a quien puede acusarse de algo, menos de falta de celo en defensa
de los opresores extranjeros de Montevideo, y que con mucho talento era digno de
mejor causa, creemos, que ningún indicio se ha obtenido hasta ahora para descubrir al
asesino, y como debe inferirse, seguirá la impunidad, lo mismo que sucedió en el caso
del asesinato del joven Dickson y del capitán Solari, que ominosamente señaló el
principio de los últimos negocios de paz"95.

La capital oriental se torno insegura para las


personas y propiedades. Francisco Hipólito Uzal la
describió como "un hervidero de negocios lucrativos y
rápidos, dentro y fuera de la ley, organizado por
traficantes europeos de todas las latitudes". En la ciudad
en cuyo marco tenían lugar crímenes impunes y el
constante éxodo hacia las filas del general Oribe, las
comunidades extranjeras ejercían una verdadera
dictadura.

El 7 de marzo de 1848 los soldados de Oribe


"fusilaron" una efigie de Varela, hecho que mereció al

                                                             Fructuoso Rivera 


95
 Diario British Packet del 25 de marzo de 1848. 

 
porteño un comentario jocoso. Seis días después, Florencio recibió una carta anónima
en la que "un vizcaíno" amenazaba con matarlo si no se retractaba de sus insultos a
los vascos alistados en el ejercito sitiador, dándole el perentorio plazo de ocho días.
"¡Si así no lo hicieres, la muerte cortara el hilo de tus depravaciones! ¡Si; al día
siguiente pasado el termino, una mano desconocida sabrá hundir el puñal en el pecho
de un perverso!”96

El 20 de marzo por la noche, concluida su labor en el diario, y luego de haber


visitado a su hermano Jacobo, a su madre y a un cliente, regresaba Varela a su casa
por la calle 25 de Mayo cuando al llegar a la de Misiones le salio al encuentro un tal
Andrés Cabrera, natural de las Canarias, armado de un cuchillo hecho con una hoja de
espada. Al volver la espalda para llamar a la puerta, Varela recibió una puñalada fatal.
Los auxilios del zapatero Pedro Charbonnier fueron inútiles, la víctima se desangró
rápidamente por las dos bocas de la herida hasta morir en brazos de Juan N. Madero.
"Varela –escribió Mármol–, al recibir el golpe mortal, con el último esfuerzo muscular, y
con el ultimo relámpago de vida que ilumino su inteligencia, o quiso seguir el rastro de
su asesino, o quiso ir a pedir auxilio a una casa vecina para evitar la sorpresa de su
familia. Pues solo aceptando alguna de esas dos suposiciones, se pueden explicar las
quince o diez y seis varas que se alejó de la puerta de su casa, marcando una
diagonal hacia la acera de enfrente; y yendo a caer precisamente a la puerta de la
zapatería de M. Charbonnier, cuyas luces se reflectaban por los cristales de la puerta".

"Según el acta, está probado que la puñalada fue dada por la espalda en los
momentos de llamar el doctor Florencio Varela a la puerta de la casa de su habitación,
en la calle de Misiones; que el matador fue Andrés Cabrera, natural de Canarias, edad
de 38 años, preso por esta causa en la cárcel pública; que Cabrera espió y esperó
varias veces al doctor Varela para cometer el asesinato; que Cabrera cometió el
asesinato por mandato del brigadier general don Manuel Oribe, jefe de las fuerzas que
sitiaban Montevideo”

En el informe médico hecho por el doctor Julián Fernández consta que: "La
herida ha sido hecha por la parte posterior, en el momento de ejecutar un movimiento
de elevación del brazo. El instrumento que la ha producido es como una espada o
daga hecha de una hoja, bastante larga y ancha. La muerte ha sido pronta y
ocasionada por una gran hemorragia.".

Junto a él, entre las sombras, se encontraba Esteban Arbelo. “Antes de


ejecutarlo a Varela”, reveló Cabrera, "y cuando estábamos frente a su casa, le dije a
Arbelo que por qué no lo hacía él y como me respondió varias veces que no, no tuve

                                                            
96
 Carta anónima recibida por el doctor Florencio Varela amenazándole de muerte. Está probado por las 
constancias  procesales  que  su  asesino  Cabrera  no  sabia  leer  ni  escribir.  La  letra  de  esta  carta  es  de 
rasgos  firmes.  trazados  por  persona  que  desfiguro  intencionalmente  la  letra.  El  plazo  se  cumplió  con 
precisión fatal. Escrita el 13 de marzo, Varela moría asesinado el 20. –ver anexo– en Leoncio GIANELLO, 
Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, p. 603‐604 

 
más remedio que resolverme, ' porque temía no sólo de Arbelo sino también por las
amenazas que me había hecho Oribe".

Los restos de Varela fueron velados en la Iglesia Matriz y sepultados al día


siguiente. En la ceremonia, Luis L. Domínguez pronuncio un discurso y Francisco
Acuña de Figueroa improvisó unos versos. Al mes siguiente publicó Domínguez una
Autobiografía basada en parte en las Memorias Privadas confeccionadas por Varela.

La suscripción a favor de la viuda y de los hijos arrojo la suma de $ 15.077, 4


reales y 80 reis. Un caballero italiano donó un documento valor $ 200. De Río de
Janeiro se recibió posteriormente la suma de 348.480 reis.

Varela en Proceso

En un primer momento se dijo que Oribe había sido el instigador del asesinato.
Mármol recogió varios testimonios en ese sentido. Leoncio Gianello reprodujo en su
obra un fragmento del diario El Americano de Río de Janeiro (mencionado por Adolfo
Saldías en su Historia de Rosas y su época), en el que se dice que Montevideo se
encontraba dividido "en dos partidos que se odian profundamente: el de los Argentinos
emigrados y el de los Orientales riveristas; juzgamos que Varela pudo ser víctima de
los que forman el partido que le era opuesto."

Esta aproximación al por qué del crimen debe ser completada con las
siguientes afirmaciones: 1) los riveristas y los oribistas ansiaban un entendimiento,
aunque los emigrados argentinos siguiesen en su idea de continuar la lucha. A
propósito, escribe Francisco H. Uzal: "Varela representaba a la fracción belicista y
doctoral, mientras los riveristas, deseando entenderse a cualquier precio con Oribe, se
denominaban por entonces los “conciliados”. Unos y otros aspiraban a ser más y mejor
escuchados por los representantes europeos. De ahí el odio recíproco de ese
momento, que es cuando se produce el asesinato"; 2) Varela había conferenciado con
los representantes europeos, que procurarían mediar entre defensores y bloqueado-
res, y se temía su participación en un arreglo directo con Oribe y sin Rosas.

El proceso fue orgánicamente dirigido, manejado, controlado por hombres de


una misma orientación política, ya que por encima de esa enconada división interna,
su irredento antirrosismo los envolvía en el mismo manto. Jueces, fiscales, abogados
defensores de oficio, funcionarios, periodistas, todos pertenecieron -en cuanto al
manejo propiamente dicho del proceso a la misma extracción militante. ¡Ni un sólo
partidario de la Confederación Argentina, ni un solo amigo de Rosas o de Oribe, tuvo
acceso a la conducción de estas extrañas actuaciones del proceso por, el asesinato de
Florencio Varela! A algún federal, a algún oribista, con el correr de los años, se
pretendió utilizar para dar pasaporte de normalidad y decencia a un expediente
tramposo, urdido entre bastidores.

Comenzó ese mismo 20 de marzo de 1848 y tortuosamente, fue arrastrando


sus aberraciones durante más de diecisiete años, hasta morir de inanición, sin
sentencia definitiva para nadie. ¡Y sin que nadie reclame por eso! ¿No es sugestivo?
¡Sin que nadie pueda decir con seguridad la suerte que corrió el presunto autor
material del hecho; si fue indultado después de su larga prisión, si murió en la cárcel, o
si lo mataron para que luego no cometiera indiscreciones! Que es lo más verosímil: el

 
asesinato de Cabrera. Los últimos letrados que actuaron en esta causa pertenecían
Venancio Flores, se había apoderado del gobierno uruguayo. Pero eso no es todo: no
sólo se interrumpe el proceso, sino que se extravía el expediente. Curiosa
circunstancia, que, sin embargo, no llamó la atención a quienes manejaron toda la
trama. Lo cual hace aún más curioso el asunto generación de los hijos de quienes la
iniciaron, de modo que habían perdido mucha conexión humana con los actores de la
misma.

El proceso queda de hecho interrumpido –la esposa de Varela, Justa Cané


desiste de la acusación–, pasa a archivo sin sentencia ¡mil dieciséis páginas! después
del 13 de mayo de 1865, en tiempos en que Mitre era " presidente de su país, y su
amigo el general Venancio Flores se apoderó del gobierno uruguayo y ¿qué pasó? ¡
se perdió el expediente! El derrotero del juicio terminó por no hacer justicia.

El 20 de abril de 1852, Vicente López y Planes,


gobernador de Buenos Aires impuesto por Justo José de
Urquiza luego de Caseros, firmó el decreto de honras
para Varela. Cinco días después llegaron a la rada del
puerto los restos del infortunado periodista y fueron
depositados en la Recoleta. Hablaron en el acto Valentín
Alsina y José Mármol. Hector Varela leyó conmovido una
carta de Bartolomé Mitre.

Pacificada la Banda Oriental, fue iniciado un largo


e infructuoso proceso contra Cabrera. En diciembre de
1853 un veredicto de primera instancia lo condenó a
muerte, ordenando suspender su cadáver en la Plaza
Cagancha. La sentencia, de inmediato apelada,
Justo José de Urquiza  aseguraba que "estaba probado que el matador de Varela
fue Andrés Cabrera y que no estaba que haya dado muerte por mandato de tercero".
En junio de 1854 el Jury constituido confirmo la pena y procedió a formar causa contra
Oribe, quien falleció en noviembre de 1857. En 1865 la causa Varela fue
definitivamente paralizada. De Cabrera se dijo que había muerto por causas naturales,
aunque se habló también de su muerte a manos de un soldado.

Florencio Varela, la ciudad

Florencio Varela, es parte del Área Metropolitana de Buenos Aires y su


cabecera dista 24 km al sur de la Capital Federal y 35 km de La Plata, Capital de la
provincia. Limita al Norte con Quilmes, al Este Berazategui, al Oeste Almirante Brown,
Presidente Perón (partido creado en 1993 y al cual Varela le cediera 1600 hectáreas)
San Vicente y al sur La Plata. El Partido de Florencio Varela se encuentra ubicado en
el tercer cordón del Conurbano Bonaerense. El total de su superficie está dividida en
cinco zonas y áreas, siendo la urbana el 36 % de la misma (68 km2), semiurbana 1,5%
(3 km2), industrial 5 % (9 km2), la complementaria 34 % (65 km2) y la rural 23,5 % (45
km2). La superficie total es de 190 km2 y su situación astronómica es; 30° 50' latitud
sur y 58° 06' longitud oeste.

Florencio Varela limita al norte con los Partidos de Almirante Brown y Quilmes.
Calle Monteverde; Avenida Donato Alvarez; Arroyo Las Piedras; Avenida Monteverde

 
(Ruta Provincial N° 4) y Avenida República de Francia. Al este con el Partido de
Berazategui. Ruta Provincial N° 36; Camino Touring Club; Avenida Valentín Vergara y
Ruta Provincial N° 36. Al sur limita con el Partido de La Plata. Avenida Ingeniero Allan;
El Descanso y Avenida 11 de Septiembre de 1888. Al oeste con los Partidos de San
Vicente, Presidente Perón y Almirante Brown.

El 7 de abril de 1871, Don Juan de la Cruz Contreras encabeza el petitorio de


los vecinos de los cuarteles 3° y 4° de Quilmes –hoy Florencio Varela–solicitando al
gobernador de la provincia de Buenos Aires la creación del
pueblo de “San Juan”. Dicho petitorio se encuentra en el
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires como
expediente N° 628 del año 1876. Este expediente tiene su
importancia porque allí está el origen del pueblo de San
Juan y la composición del núcleo que encabezará la acción
autonomista con respecto a Quilmes. El acta de pedido de
formación del pueblo expresa que "a ruego" 108 vecinos,
que se identifican como propietarios de los cuarteles 3ro y
4to de Quilmes, solicitando la creación de un pequeño
Juan De la Cruz Contreras 
pueblo que deberá denominarse "San Juan"97.

Don Juan, heredó una importante extensión de tierra cuyo casco era la “Casa
de Teja”. Algunos mapas antiguos del siglo XIX muestran las grandes extensiones de
tierras de la herencia de Don Félix de la Cruz, en los lugares donde el capitán Antonio
de Aspitía marcó las primeras señales para la Corona española hacia el siglo XVII. La
“Casa de Teja” constituyó una de las pocas edificaciones de toda la región, tal es así,
que en 1863 cuando el agrimensor Lynch hace la mensura de los terrenos de Brígida
de la Cruz y su esposo Ricardo Godoy, la dibuja como un punto de referencia al
costado del camino real a Chascomús –hoy avenida San Martín–98.

Don Juan de la Cruz Contreras se dispone a donar terrenos para la plaza


pública y la construcción de una escuela pública. Acompaña con un plano para el
trazado del pueblo –entelado y a color que se conserva en perfecto estado– típica
traza de las ciudades españolas con un eje coincidente con el "Camino Real a
Chascomús". Fundamentan lo solicitado en las "necesidades crecientes" de la
población como el "adelanto material", insatisfechas por la lejanía de "seis leguas" al
pueblo de Quilmes99.

Es casi obvio que la fiebre autonomista obedece también a un creciente


negocio inmobiliario. Desde 1871 Contreras vende importantes fracciones de su
propiedad; a Juan Roselli, media suerte de chacra de 125.000 m2, que éste después
hipoteca al Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires, y más tarde habrá de

                                                            
97
  ARCHIVO  HISTÓRICO  DE  LA  PROVINCIA  DE  BUENOS  AIRES  (A.H.P.B.A)  Ministerio  de  Gobierno.  Año 
1876, expediente. Nº 628. 
98
  ÑÁÑEZ,  Guillermo  Daniel,  Los  laberintos  de  San  Juan  en  Diario  InfoSur  Jueves  21  de  septiembre  de 
2006, p. 10  
99
 Ibid., p. 11 

 
comprar Alejandro Villabrille; a Francisco Gorostidi y Mateo Beraza, una chacra de
187.489 m2 en enero de 1872; a Manuel Pardinas dos fracciones de 93.744 m2 y
184.789 m2 el 4 de enero del mismo año, éste las venderá después á Francisco
Gorostidi y Mateo Beraza; en junio de 1872 Arturo Ciocca le compra dos manzanas de
135.000 m2 al Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires.; según las
mensuras realizadas por el Ingeniero José A. Palacios por encargo de la "Sociedad
Crédito Popular Territorial" en 1890.

Quilmes cuestiona que la distancia de "Casa de Teja" al pueblo es de apenas


dos leguas, que muchos de los firmantes son vecinos del pueblo de Quilmes, y
finalmente, que la economía municipal de Quilmes debía hacer frente a fuertes
erogaciones fiscales por la instalación en el nuevo pueblo de
autoridades y policía100.

Varias versiones de los orígenes de este pueblo de


San Juan, centran su poblamiento en el brote de fiebre
amarilla en la ciudad de Buenos Aires a fines de enero de
1871. Es difícil de probar este hecho, ya que José Andrés
López en su libro “Quilmes de antaño” nombra a vecinos del
pueblo aportando dinero para la construcción de un lugar
que atienda a enfermos de la epidemia que se encontraba
en la campaña incluso agrega la realización de una “carrera
de sortijas” a beneficio101.
Jorge Barton 
Como afirma la investigadora Gaciela Linari: “Es en un documento firmado por
Fonteriz y Barton donde se halla, por primera vez, la mención del ‘pueblo de San Juan
Bautista’, en una nota remitida al Ministerio de Gobierno en junio de 1878”102.

Por su parte Jorge Levoratti afirma lo siguiente: “como lo demuestran las


cédulas censales de 1869 más de 1.500 personas habitaban en distinto carácter los
cuarteles donde nacerá el germen "independista". Es importante también tener en
cuenta que la presentación de los más de cien vecinos se efectivizó el 7 de abril,
apenas a dos meses que se desate la epidemia en Bs. As. Insuficiente para que en tan
poco tiempo puedan gestarse, entramarse y articularse los vínculos y nexos
necesarios para emprender una acción pública como la implicada en esta cuestión.
Por otra parte la fiebre amarilla también afectó a la campaña bonaerense, y en varios

                                                            
100
  LEVORATTI,  Jorge.  Los  orígenes  de  Florencio  Varela  1830‐1918:  Tránsito  hacia  la  autonomía  y 
constitución  del  poder  municipal,  urbanización  e  inmigración.  1°  edición,    Quilmes.  Editorial  Estilo 
Gráfico,  1996, p. 31 
101
 Dice: “El 25 de Mayo de 1871 se realizó en Quilmes la más sonada corrida de sortija de que se guarda 
memoria,  a  beneficio,  rezaba  el  cartel,  ‘de  los  huérfanos  de  la  fiebre  amarilla"  en  José  Andrés  LÓPEZ,  
Quilmes de antaño, Quilmes, Ed. del Autor 1932, p. 159 
102
 LINARI, Graciela Entre San Juan… y San Juan en Palabras con historia, Florencio Varela,  Año 3 N° 19 
pp. 4‐5.  

 
ranchos de Quilmes se encontraron hasta el mes de junio del '71 familias enteras
muertas por la epidemia”103.

En diciembre del 1879 se forma una comisión de vecinos con el nombre "Unión
Sanjuanina". Aunque se puede encontrar en le Expediente N° 278 del Archivo
Histórico de la Provincia de Buenos Aires que la Comisión de Vecinos se reúne en
“secreto”, para cambiar el nombre del pueblo por el de Florencio Varela. El Dr. Dardo
Rocha autoriza la modificación el 19 de febrero de 1884104.
Primitivo plano del centro de San Juan 

Una carta de agosto del 1887 comenta el disgusto por el cambio de nombre en
los "pájaros de sacristía" que gustan ver perpetuarse en todo los nombres de sus
santos105.

¿Por qué se cambió el nombre de San Juan, por el de Florencio Varela? Vimos
es todo este texto la lucha entre unitarios y federales. También queda claro que a
partir de la batalla de Pavón, los que ayer eran unitarios, son ahora liberales y su líder
es Mitre. Es decir que cambiaron de nombre, pero no de ideas. Con Mitre en el poder
somos capitalistas, pero el capitalismo nace en Inglaterra, entonces nos conformamos
con ser capitalistas dependientes. La verdad es que esta transición al capitalismo que
consistía en la hegemonía política y económica de Buenos Aires con la consecuente
secuela de muertos en toda la Argentina chorreando “barro y sangre” tenía una
                                                            
103
  LEVORATTI,  Jorge.  Los  orígenes  de  Florencio  Varela  1830‐1918:  Tránsito  hacia  la  autonomía  y 
constitución  del  poder  municipal,  urbanización  e  inmigración.  1°  edición,    Quilmes.  Editorial  Estilo 
Gráfico,  1996, p. 33 
104
 ÑÁÑEZ, Guillermo Daniel, Los laberintos de San Juan en Diario InfoSur Jueves 21 de septiembre de 
2006, p. 12 
105
  LEVORATTI,  Jorge.  Los  orígenes  de  Florencio  Varela  1830‐1918:  Tránsito  hacia  la  autonomía  y 
constitución  del  poder  municipal,  urbanización  e  inmigración.  1°  edición,    Quilmes.  Editorial  Estilo 
Gráfico,  1996, p. 40 

 
garantía previa de la oligarquía terrateniente en la “renta agraria diferencial106” Con el
triunfo en marras, los liberales emprendieron reformas vinculadas a reducir el poder de
la iglesia, la creación del Registro Civil, la institución del contrato matrimonial, la
administración de los cementerios, la educación laica son algunos ejemplos. También
comenzaron a rendir un culto a sus héroes por medio de estatuas, calles y nombre de
ciudades. Es interesante los motivos que expresa la Comisión de Vecinos del pueblo
de San Juan, en las trascripción que hace Graciela Linari: "Es un deber sagrado
popularizar lo más posible la memoria de este ilustre varón –Florencio Varela–, por
más que ella jamás se borrara de los fastos de nuestra historia”107. Luego agregan:
"Esta Comisión cree llenar un deber de gratitud poniendo a este pueblo el simpático y
querido nombre ya referido. Al dar este paso nos guía sólo la idea mencionada y la de
cortar confusiones que siempre existen con el nombre actual, dada la profusión de
pueblos y provincias de este nombre. Además, Señor Presidente, estamos viendo
diariamente la formación de nuevos pueblos con nombres de militares a quienes la
Nación les es deudora de eternas memorias, pero ¿acaso los soldados de la idea no
son tan dignos como aquellos de eterna gratitud?108” Jorge Barton es el presidente de
la Comisión de Vecinos, y Alejandro Villabrille el secretario, en ese orden firman el
petitorio para el cambio de nombre.

El “simpático nombre” de Florencio Varela responde


a la lógica liberal. Presentado como “mártir” en la lucha
contra Rosas, es interesante que la Comisión del pueblo de
San Juan, lo reivindique como “soldado de la idea” ¿A qué
idea hacen referencia? Al ideario liberal del partido unitario.
Todo lo ajeno es “civilización” y todo lo propio es “barbarie”.
El nombre religioso y confesional no es lo mejor para el
desarrollo del pueblo en su camino hacia la autonomía, que
debían adherir a los nuevos grupos hegemónicos, que
habían derrotado la conspiración curialesca. Dicha
coyuntura permitió a este grupo de vecinos propietarios el
Primer escudo municipal 
cambio de nombre y su significación histórica, Varela representaba ciudad, la razón
por sobre todo, el discurso como espada, la idea europea de progreso, la luz por sobre
la oscuridad y en ese sentido los vecinos varelenses creen alejarse de un pasado
religioso, colonial y bárbaro.

El 30 de enero de 1891 el gobernador Julio A. Costa promulgó la Ley n° 2.397,


que ordenaba crear el partido de Florencio Varela, dando concreción al proyecto
presentado por Pedro Bourel el 29 de septiembre de 1890. En septiembre del 91 se
aprobaban los límites del partido, que habrían de ampliarse en 1910.

                                                            
106
  GALASSO,  Norberto,  Formación  de  la  clase  dominante  y  su  expresión  política:  El  conservadorismo, 
Cuadernos    para  la  otra  historia  nº  16,  1ª  edición,  Buenos  Aires,  Centro  Cultural  Enrique  Santos 
Discépolo, 2000, pp. 9 a 15 
107
  LINARI,  Graciela  Florencio  Varela,  pueblo  mío…  1ª  edición,  Florencio  Varela,  Edición  de  la  autora, 
1999, p. 19  
108
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Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1970. 

 
ANEXO DOCUMENTAL 
Memorias de Florencio Varela
Escritas en su prisión de la Isla de las Ratas.109
Para mi memoria particular. – Montevideo abril 23 de 1838.

A la cinco y cuarto de la tarde, hoi 23 de abril de 1838, un comisario de policía me


condujo preso a la cárcel pública por orden del Gobierno, según dicen; y me colocó en
un calabozo, separado de mi hermano D. Juan Cruz a quien, al entrar aquí, he visto en
otro".

A las 9 y 35 minutos, el Alcaide D. N. Bianquet me anunció que tenía orden de


encerrarme, y mantenerme incomunicado; y por primera vez en mi vida, veo correr
cerrojos para asegurarme. Para primera vez no es mal ensayo.
"Por supuesto ignoro el motivo de esta violencia; o mejor diré; sé con toda certidumbre
que no hay el menor motivo".

"Mi calabozo, aunque construido de bóveda, y en forma de un elegante arco, tiene


apenas cinco pasos de largo, y cuatro de ancho, que no es mucho; una puerta
solidísima, con excelentes cerrojos, que aún no se me ha ocurrido quebrantar, ni es
posible que se me ocurra y sin más luz que la de un postiguillo, practicado en la misma
puerta, de doce pulgadas de alto y nueve de ancho; cruzado de dos buenas barras de
hierro.

No está mi estancia ricamente amueblada; pues solo hai en ella una mesa que ocupa
una cuarta parte del pavimento; y una silla de madera. Este menaje se ha aumentado
con un catre, colchón, etcétera, que me han traído de mi casa.

Cuando aquí llegué, escribí a mi querida Justita, avisándole mi prisión, y pidiéndole lo


necesario; principalmente un volumen que contiene todo lo que escribió el Bardo
inglés, el autor de Childe Harold's Pilgrimage. Lord Byron debe ser buen compañero
en un calabozo. He recibido los encargos de mi pobre Justa; y le he recomendado a
mis hijitos.

Si he de decir la verdad pura, no he experimentado ni aun sorpresa, al verme


arrastrado aquí: estoy en el más completo estado de tranquilidad de ánimo; y sólo me
aflige pensar que me acostaré sin ver a mis hijitos, y sin tener conmigo la tierna
compañera de mi lecho. Al escribir esto, me asalta también la idea de que mañana no
me despertará el bullicio de mi Héctor, ni me acompañará mi Horacio en la cama; ni
vendrá a verme mi buen Marianito, y mi Mariquilla. Es malo tener familia en tiempos
como los que corren. Voi a leer; aunque me sofoca la falta de aire aquí dentro".

                                                            
109
 La Isla de Ratas es un islote de piedras de unos 100 metros por 50 en una zona muy baja del centro 
de  la  bahía  de  Montevideo  donde  apenas  se  puede  navegar.  Es  también  llamada  isla  Libertad  desde 
1843,  cuando  en  el  transcurso  de  la  Guerra  Grande,  la  escuadra  dirigida  por  el  almirante  Guillermo 
Brown,  que  apoyaba  a  Manuel  Oribe,  fue  rechazada  de  allí  por  la  escuadra  naval  del  gobierno  de 
Montevideo, dirigida por entonces por José Garibaldi. 

 
Son las 8 1/4, apenas había leído pocas páginas, cuando viene mi alcaide a mudarme a
la prisión de mi hermano: estamos juntos, y con mucha más comodidad: mi hermano
tranquilo y escribiendo al Presidente

Se acabó la comodidad: son las diez y el comisario Domínguez nos comunica que
debemos embarcarnos para el pontón. Lo siento mui de veras, porque mi pobre
hermano está enfermo y porque me mareo mucho. Vamos allá: pero vamos sin camas
porque no permiten llevarlas. Mi hermano ha enviado su carta al Presidente.

"Día 24. - Algo hemos adelantado: en vez de ir al pontón, nos condujeron a la Isla de
las Ratas, a donde llegamos a las 11 de la noche. Esta era serena, veníamos en un
falúa de ocho remos, custodiados del teniente Machado: tuve la fortuna de no
marearme en la travesía. TO he dormido en toda la noche, porque el suelo es mui
duro, hay muchas pulgas, y tenía mi cabeza muy acalorada. Tal vez á esa vigilia debo
la indisposición que he sentido en todo el día; una irritación molesta en el estómago, y
vientre. He tomado apenas dos tazas de caldo en el día. Mi tranquilidad de espíritu
continúa, aunque he llorado hoy, escribiendo a mi Justa; y al pensar en mi pobre
madre. A las 12 vinieron de tierra, trayéndonos nuestras camas y víveres; nos escriben
que aún ignoran el motivo de nuestra prisión. No es fácil que lo sepan, pues que no
hay el más pequeño. He escrito al cónsul Baradére, a Bejar y a Sierra.

"Día 25. - Por fin he dormido bien y estoy mejor que ayer: hoy no 'hay esperanzas de
que venga bote de tierra. La familia, esta familia es la que me tiene destemplado.
Vamos a buscar distracción en el Childe Harold's: pero me hace suma falta el
diccionario inglés: Byron es difícil de comprender; y yo no hablo inglés como Walker".

"Nuestra esperanza ha sufrido un engaño que quisiéramos ver repetido. No


esperábamos bote de tierra, y han venido dos. A las 10 1/2 llegó el primero,
conduciendo al coronel Acuña, su hijo y D. N. Viana, dependiente de la casa
Dussemberg con el fin de llevar alguna pólvora, de la mucha que (contra todo mi
gusto) está almacenada al lado de nuestra habitación".

"Por Viana supe que se anunciaba como motivo de mi prisión que yo hablaba
descaradamente contra el gobierno. El hecho es falso: si algo he dicho contra un
gobierno que no puedo amar, ha sido entre las únicas personas de mi familia; y en
ella, por favor del cielo, no cuento delator alguno".

"Con el mismo joven Viana escribí a mi Justita y al Cónsul francés; únicamente por
escribir. Al mismo tiempo entregue al señor Coronel Acuña la carta para el señor
Ministro Blanco, cuyo borrador se encontrará donde este apunte aparezca".

"A las 2 de la tarde llegó el otro bote; y sentí vivo placer al ver en el a mi hermano
Rufino, y a mi excelente amigo D. Candido Juanicó; acompañados del señor Machado,
ayudante del Puerto; oficial cuya urbanidad y atenciones, al conducirnos aquí, y en
esta visita, nos ha hecho estimarle, como no se estima comúnmente a los ministros de
quien nos persigue".

"Grande satisfacción y placer tuve al saber por los dos primeros, que nuestra prisión
había excitado el interés general: y especialmente el de muchos de nuestros
conocidos y amigos. Jamás tuve orgullo, no le tengo ahora; pero consuela y satisface,

 
el ver que, sin más recomendaciones que una conducta honesta y siempre sincera,
llega uno a granjearse el aprecio en todas ocasiones, y amigos para la adversidad; es
decir, para cuando comúnmente faltan todos. Los nombres del Sr. Hood, cónsul
general ingles, del Sr. Baradére, cónsull de Francia, de D. P. Pablo Sierra, D. Fco.
Serna, D. Joaquín Suárez, del mismo D. Cándido Juanicó, me serán siempre gratos.
Los dos primeros han tornado la causa de nuestra libertad como tomarían la de sus
propios deudos: el Sr. Sierra, después de llevar a mi familia cien patacones, a cuenta
de honorarios míos, la ha dado consuelos, y hecho ofrecimientos, de aquellos que
muestran una alma noble, poco común en tiempos como estos, y en circunstancias
como las mías. Serna, a quien desde antes llamé amigo, ha confirmado este nombre
respetable: sabida mi desgracia, corrió a poner 500 pesos a disposición de mi familia:
no le fueron aceptados; pero el debe creer que hemos conocido la sinceridad de su
oferta. De Juan cuando comúnmente faltan todos. Los nombres del Sr. Hood, cónsul
general ingles, del Sr. Baradére, cónsull de Francia, de D. P. Pablo Sierra, D. Fco.
Serna, D. Joaquín Suárez, del mismo D. Cándido Juanicó, me serán siempre gratos.
Los dos primeros han tornado la causa de nuestra libertad como tomarian la de sus
propios deudos: el Sr. Sierra, después de llevar a mi familia cien patacones, a cuenta
de honorarios míos, la ha dado consuelos, y hecho ofrecimientos, de aquellos que
muestran una alma noble, poco común en tiempos como estos, y en circunstancias
como las mías. Serna, a quien desde antes llame amigo, ha confirmado este nombre
respetable: sabida mi desgracia, corrió a poner 500 pesos a disposición de mi familia:
no le fueron aceptados; pero el debe creer que hemos conocido la sinceridad de su
oferta. De Juanicó nada digo: me trata como a su hermano; como a tal le quiero yo, y
veo en sus pasos los de un miembro de mi casa: el sabe cuando le quiero y cuanto
aumentará ahora mi aprecio".

"La carta que me escribe Sierra me arrancó lágrimas; pero he llorado mucho con las
de mi Justita, mi hermana Carmen, siempre distinguida en mi cariño, y mi pobre amigo
D. Raymundo Poydenot: esta última carta es de un candor, y un sentimiento que
interesan mucho. Mis pobres hijitos lloran por mi, y ven llorar a su madre; esto me
duele mui adentro; no se puede conservar entera firmeza, cuando hay que sufrir
achaques como esos. La cólera de un magnate, su odio infundado, su obstinación en
perseguirme, no han abatido un solo quilate de mi habitual resignación, y no puedo
dejar de llorar cuando se que lloran una muchacha que me quiere, y cuatro chiquillos,
que forman el lazo mas fuerte de nuestro cariño. Así somos hechos".

"He tornado algunos apuntes sobre negocios de mi estudio: he escrito a mi Justa, a


Mr. Hood, a Mr. Baradére, a Poydenot, y puestas mis cartas, en manos de Rufino,
despedimos nuestros huéspedes".

"Nos ocupamos luego en acomodar los víveres, mesa, villas, y demás, que nos
trajeron de tierra. Los víveres son como para 15 días, por que tal ha sido, me dice mi
Justa, la orden que se la dio. Ella misma, sin embargo, me dice tener esperanzas de
que no durara tanto esta prisión .

"Hasta hoy nada hable de nuestros compañeros en ella; ni de los demás que nos
rodean. Hay en la Isla seis hombres de mar, ingleses y americanos, con quienes no
tenemos mas relación que la de romperles yo los oídos, hablándoles detestablemente
en su idioma, con el fin de ejercitarme. Hai entre ellos algún ladrón, por que he

 
presenciado la queja de un robado. Tenemos, a más, un negro, de la condición más
gárrula que puede haber, y bastante dado a la ginebra: cuando recibe, las
inspiraciones de este licor, poco poético, desata aquella lengua, que nada seria parte a
atajar. Toda esta jente esta bajo las órdenes de D. Pedro Gómez, hijo de Bs. As,
comandante de la Isla; hombre; mui callado, urbanísimo, en extremo condescendiente;
y que hace, por complacer a los presos, todo lo que es compatible con sus deberes.
Parece de tan escasos alcances, como bueno de corazón; y no es poco ponderar".

"Preso, como nosotros, esta el Sr. Luis Lanobla, hace más de cinco meses: tiene este
hombre opinión de áspero, y brusco en sus modales: pero es de un carácterr
jovialísimo, bastante instruido, por que ha viajado mucho; de conversación muy
agradable; y excelente compañero de prisión. Sigue D. Victor Delgado, vecino de
Minas, preso hace tres meses; hombre medio callado, mui metódico, amigo de cuidar
palomas, de colocar tablitas en las paredes, para que le sirvan de aparador: por lo
demás de buen trato. Con estos dos presos, y el comandante, hemos hecho nuestro
rancho; y comemos mejor.

"Nos cocinaba el negro histórico (y lo es, por que fue sirviente del general Belgrano, e
hizo varias campañas) de que hice mención: pero hoy nos quisieron aliviar la cabeza,
y le llevaron a tierra: queda, pues, de cocinero otro preso que se apellida Gallegos,
joven, que lleva dos años de prisión, habiendo sido prisionero en la Carpintería. Es un
infeliz, habla como paraguay, mui pobre, y en extremo servicial. Hoi casi enloquece
por que le di 5 manzanas, un pan grande, una lengua, y una batata asadas. Hai por
ultimo otro preso, llamado Sejas, sarjento mayor, condenado por un homicidio: hombre
de edad, parece indio, algo cano, ojos en extremo penetrantes, y con algo de
escudriñador; notablemente cojo, por lo que usa bastón. Nunca se junta con los
demás, y aun vive en habitación retirada. A las pocas horas de haberme visto, me
llamó con aire de misteriosa reserva, para advertirme que, entre los presos, tenernos
un especulador. Le pedí la explicación de esta palabra, y me contestó haciéndome
entender que había quien nos delatase; pero sin querer nombrarme persona; y
encargándome que previniese a mi hermano. Una conversación que oí después al
comandante, me ha persuadido á que las sospechas del viejo cojo recaen sobre
Gallegos: pero creo que solo ha sido ligereza de este la que dio marjen á la sospecha.
Como quiera que sea, chasco se lleva el que quiera delatarnos a nosotros".

"He tenido hoi el disgusto de saber que el Comisario Domínguez debe aumentar mi
lista de hombres a quienes no puedo estimar. Después de repetidas promesas que
nos hizo de entregar a nuestras esposas las cartas que le confiamos al embarcarnos,
no lo ha hecho hasta hoy; y, lo que es más, preguntado aquella noche, por persona de
mi familia, si sabia de nosotros, le aseguro que no, cuando el mismo nos había
conducido al muelle. Esta reserva injustificable, y esta violación de su promesa. fue
causa de que nuestra familia pasase una noche cruel, en las amarguras de la
incertidumbre. Por lo demás, Domínguez, con las dotes que tiene, hará carrera".

"Hoi estoi mas tranquilo que nunca; y me hallaría en el habitual estado de mi espíritu,
si estuviera con mi familia. He leído un canto del Childe Harold's Pilgrimage, con
atención, con sumo placer, aunque manejando con frecuencia el diccionario. Es
particular: cuando no tengo diccionario, casi no le necesito: pero teniéndole le consulto

 
a cada momento. Se entiende que hablo de la lectura de los versos de Byron; por que
su prosa, como otra cualquiera, no me da el mínimo trabajo. Son las 9 1/2: voi a dormir".

"Dia 26. Con intención de dormir me acosté: pero no lo he conseguido; no se por que;
pues estoi del todo sano. Dos veces encendí luz y leí algo: cerca del día me tomó el
sueño, y me desperté casi a las nueve. A esas horas había venido en el bote de la
Capitanía, el Oficial D. Bartolo Mitre, en busca de pólvora. Con el escribí a mi Justita, a
mis amigos Baradére, Sierra, Serna, y a mi hermana Carmen: mande una canasta con
ropa y un botellón vacío. En seguida barrí nuestra habitación (como lo he hecho en los
días anteriores) , la acomodé, me afeité, vestí, etc. Mi Justa me proponía enviarme un
criado para que nos sirviera; no le he admitido, 1º por que la escuela de una prisión
pierde mucho de su importancia cuando uno se procura, en ella, todas las
comodidades; y 2º porque con nosotros hay otros presos que se sirven por sí mismos;
y no me parece propio que, cuando así lo hace el Sr. Lanobla, hombre anciano, de
mérito, y comodidades, me haga sentir por mano ajena, yo, joven, sin sus méritos; y
pobre".

"Concluido mi acomodo y nuestro almuerzo, a las 12, leí hasta las dos y media de la
tarde; a cuya hora llegó un bote, conduciéndonos leche, un anteojo, y cartas de mi
amada Justita y de mis buenos amigos Baradére y Poydenot; pero regresó sin esperar
respuesta, en lo que hizo tan mal como bien en haber venido".

"Ocúpeme entonces en redactar algunas instrucciones para Rufino y Cándido, sobre


los negocios de mi estudio, cuya tarea continué después de comer. He escrito también
a D. Fa. Leland, D. Joaquín Esteve y Llauch y D. Domingo Gors, y a mas, un apunte
de encargos para Rufino. He leído después una hora y cuarto en Byron; y me voi á
acostar; no digo a dormir, porque temo chasquearme como anoche".

"Día 27 - Mui distinto de los anteriores. Un poeta clásico diría que Morfeo está irritado
conmigo: anoche no dormí un sólo minuto: me levanté a las 8, contento con saber que
mi hermano está libre de una indisposición que sintió ayer. Poco después de concluido
el asco y acomodo de nuestra habitación, tuvimos el gusto de ver llegar a nuestro
hermano Rufino, acompañado del Sr. Ayudante del Puerto. D. Grego. Peña; joven
amable, urbanísimo, y que nos trató con distinguida y sincera atención. Recibimos
cartas: las de mi Justa me contristaron porque me hicieron ver que está preocupada
de infundados temores. Contesté, consolándola, y procurando fortificar su espíritu.
Escribí también a mi hermano Juan Madero (le llamo hermano, porque la palabra
cuñado me choca, y porque me ama y le amo, corno un verdadero hermano); y
después de almorzar con nuestros huéspedes, y de acompañarlos a embarcarse, me
vine a leer mi Byron".

"Nada tiene de pintoresco el cerro de Montevideo: sin embargo, mirado de esta Isla,
ofrece una vista agradable, principalmente desde que su falda está poblada de
saladeros. Esto me hizo nacer el deseo de pintar una vista del Cerro (aunque apenas
sé dibujar) y pedí a Rufino, al efecto, mi caja de pinturas. Entre tanto, me acordé que
había leído, antes de ayer, en el primer canto del Childe Harold's Pilgrimage, tres
bellísimas estancias sobre el Monte Parnaso; y aunque pocas cosas de un mismo
jénero, habrá más distintas que el Parnaso, y el cerro de Montevideo, la vista de este
me despertó el deseo de traducir aquellas estancias en verso castellano. Empecé por

 
escribir su traducción en prosa, para versificarla después; y cuando empezaba la
segunda estancia (que es la 61ª del canto) el Sr. Lanobla me anunció que venía el
bote, conduciendo varias personas".

"Aunque esperábamos a nuestro amigo Juanicó, continué mi traducción, hasta concluir


las tres estancias, ponerles la fecha, etc. Entonces distinguí con mi anteojo, en el bote
a nuestros dos amigos Juanicó y Juan N. Ramírez; que, desembarcando, mui luego,
nos anunciaron que el Sr. Cónsul General inglés había conseguido que pasásemos a
continuar nuestro arresto en nuestra casa, bajo su garantía, y que mañana iríamos a
tierra. Los Sres. Hood y Baradére se han conducido de modo, en esta coyuntura, que
han comprometido para siempre nuestra amistad y gratitud. El segundo fue siempre mi
estrechísimo amigo; y el primero lo será en adelante, si quiere, por su parte,
corresponder al sentimiento que su conducta me ha inspirado".

"Confieso que recibí la noticia de nuestra inmediata libertad sin la menor alteración de
ánimo. La idea primera que tuve fue la del júbilo de mi Justita, de mi buena madre,
Juanita y mi Hersilia; pero, en el momento, me contristó la soledad en que dejáremos
al Sr. Lanobla. Esto me atormenta mucho; y he pasado hoy, por este motivo, un día
peor que ayer".

"Yo no tomo mate, pero le sé cebar bien: lo hice para obsequiar a nuestros
huéspedes, que no quisieron comer con nosotros; y después que los acompañamos al
embarcadero, nos volvimos a comer".

"Habíamos apenas concluido de hacerlo, cuando vimos llegar presos a D. Fermín


Rodríguez, hijo del General, joven de 19 años y a D. José Ma. Fornes, de 16. Su
prisión no es inmerecida: ambos cometieron el desacierto de fugarse de sus padres,
para irse a incorporar a las filas que combaten al gobierno: este envió en su alcance;
tomados en San José, fueron conducidos a la Capital anoche, y hoy a la Isla".

"Para aumentar mis particulares sucesos, supe hoy que ha llegado a Montevideo mi
hermano Mariano Cané. Mañana, pues, si no nos engañan, abrazaré no solo a mi
Justa, mis hijitos, mi madre y hermanos, sino también al nuevo huésped, a quien no
veo hace seis años".

"Voi a conversar un rato con el Sr. Lanobla, antes de dormir. Es indecible el interés
que me inspira el carácter de este hombre".

“Día 28. -Ya estoy completamente contento: Lanobla en libertad hoi o mañana. Escribo
esto a las 11 1/4, hora en que acabamos de saberlo: continuaré mis apuntes luego que
vea lo que da el día".

"Las diez de la noche en Montevideo. A las dos y media de la tarde, llegó a la Isla el
bote, conduciendo a mis hermanos Rufino, Juan Madero y Mariano Cané, a nuestro
amigo Poydenot, y el comisario Domínguez: iban a conducirnos a tierra. Recibimos al
comisario con un aire manifiesto de desagrado, porque, como antes dije, nos había
engañado en el negocio de las cartas: pero mui pronto vino a darnos una satisfacción
respecto de los motivos porque se había visto forzado a quemar las cartas. El, al
menos, ha quedado satisfecho con lo que nos dijo: por lo que hace a nosotros,
aquellos eran momentos de perdonar".

 
Acomodamos todo nuestro equipaje, y, despidiéndonos de nuestros compañeros de
infortunio, y del comandante, sin lágrimas ni muecas, pero con un sentimiento
particular que inspira la comunidad de desgracias, nos embarcamos; y a las cuatro y
media tuvimos el placer de abrazar a nuestras queridas, y consoladas familias, cuyo
júbilo nos indemnizó los disgustos sufridos''.

“Terminada mi prisión, terminó también este diario: pero agrego, por apéndice; que
aquí he conocido que no era exajerada la relación que se nos hizo del interés jeneral
que había exitado nuestra prisión. El Gobierno se ha visto verdaderamente sitiado de
recomendaciones; ha habido algunas escenas sumamente serias; el Sr. D. Francisco
J. Muñoz fue principal actor en una de las más violentas: aún llegó caso en que dos
ministros hablaron de renunciar: las conferencias de los Sres. Hood y Baradére han
sido también de importancia; y por último una ocurrencia con el Encargado de
Negocios del Brasil, vino a completar esta serie de escenas particulares".

"Parece que ese ajente había pedido el castigo de funcionarios subalternos, que en la
frontera, habían violado derechos del Brasil, de lo que presentó pruebas. El Gobierno
le contestó que no podía proceder a prender tú castigar a nadie, porque se lo
prohibían la constitución y las leyes. Entonces aquel replicó que extrañaba que el
gobierno no pudiese castigar ni prender. y desterraba a cada momento hombres por
sospechas, o sin causa; que no podía admitir la excusa de que las leyes prohibían
aquello, cuando, a sus ojos mismos, acababa de enviarse a la Isla de las Ratas, dos
individuos con tal injusticia que el pueblo todo estaba ocupado con eso".

"A estos disgustos expone una lijereza de parte de los que mandan. Por lo demás, yo
no me alucino: conozco el cordialísimo interés que nuestros amigos han tomado por
nuestra libertad; pero el que ha animado a la generalidad no ha sido debido a un
sentimiento de aprecio por nosotros; sino a la conciencia que empieza a adquirir este
pueblo de que, si consiente callado semejantes abusos de autoridad, todos los
ciudadanos serán víctimas de su tolerancia e indolencia".

"Quiera Dios que la lección sirva para que no se repitan escenas que tanto degradan
al gobierno!"

"He abrazado, con todo el entusiasmo de la gratitud a mis amigos, los señores
Baradére y Hood; y he presentado a este último, como memoria de su buena acción,
un magnífico ejemplar del Gil Blas, cuya belleza había ponderado el mismo señor
Hood en mi casa, el día en que me prendieron".

"Este diario es solamente para mí; y jamás saldrá de mis manos: va escrito sin aliño,
sin pensar siquiera en lo que escribía. A él va adjunta la correspondencia de mi Justa.
Montevideo, 28 de abril de 1838"110.

                                                            
110
 Original manuscrito perteneció al escritor Manuel Mujica Láinez (1910‐1984), descendiente de Varela 
y  éste  que  le  facilitó  una  copia  a  Leoncio  Gianello  para  su  publicación.  Ver  en  Leoncio  GIANELLO, 
Florencio Varela, 1ª edición, Buenos Aires, Ed. Guillermo Kraft, 1948, pp. 506 a 519 

 
LIBRETAS DE FLORENCIO VARELA
El original de estas Memorias se encuentra en una libreta de apuntes de don
Florencio, utilizada por Domínguez y no conocida públicamente. De la familia de
Varela pasó a poder de Luis L. Domínguez y luego a manos de José Mármol cuando
éste preparaba su trabajo sobre el asesinato de Varela. Un hijo del poeta la envió al
Dr. Horacio Becccar Varela, nieto de D. Florencio, con una carta en que dice: "Tengo
el agrado de remitirle la joya del archivo I de mi padre, pensando que nadie mejor que
Ud. debe conservarla". La libreta de apuntes tiene tapas de hule de color rojizo; boja
de papel blanco, sin raya, de 95 milímetros por 155. La escritura, generalmente con
tinta y algunas veces con lápiz, no es caligráficamente pareja: Muy cuidada en las
primeras páginas de las Memorias Privadas –que abarcan 32 páginas y son las únicas
numeradas–, se hace menos regular en las últimas; y en la restantes anotaciones
sobre motivos diversos es a veces clara y otras casi ilegible. Ordenado y metódico
como lo era D. Florencio, su libreta de apuntes refleja día por día el "Derrotero del
bergantín de S. M. B., cap. Haymes, en viaje desde Montevideo a Plymouth", con las
respectivas fechas, grados de latitud y longitud y distancia en millas. Lo mismo con
respecto al viaje de regreso desde El Havre a Río de Janeiro. En otras páginas hay
diversos dibujos: del "Fantome", de uno de los cañones del bergantín, y el perfil,
probablemente de un hombre de la tripulación; los dibujo, localizados con gran
habilidad manual, con firman la afición de Varela por las artes plásticas, a que hace
referencia su biógrafo.
El Varela estudioso, formado en las largas y fecundas vigilias de su Buenos Aires natal
y de Montevideo y el Janeiro, la capitales de su ostracismo, surge a cada momento de
estas anotaciones. Con reveladora frecuencia se encuentra el apunte referente a
libros: libros a comprar o para encuadernar; extractos de sus lecturas más importante;
listas de los libros prestados y nombres y de las personas que los retienen. Así
sabemos que D. Vicente Fidel López le tenía de prestado la "Gazela de Buenos Ayres
de 1811", una carpeta de documentos manuscritos de 1810 a 1819, y la colección de
constituciones de algunos estados americanos; Bartolomé Mitre, que alternaba sus
horas heroicas del sitio con las lectura, honda, es depositario del "Dictionnaire
Politique"; la "Vida de Colón" se anota como prestada al poeta Mármol, y a D. José
Domínguez el "Código de las siete partidas". 19unas de estas anotaciones son
posteriores a su viaje a Europa; así, en página cercana hay la referencia a un volumen
de folletos prestado al Sr. Cané, y una fecha: 1846.
Por otros apuntes de ese año sabemos que hizo encuadernar “El Semanario de
Agricultura" -"los cuatro tomos para encuadernar en dos volúmenes" y la "Biblioteca
del Comercio del Plata" y “tres volúmenes para encuadernar en uno".
Las direcciones de personajes de figuración en la diplomacia: De LisIe, Ellauri –para
quienes llevaba oficios del Gobierno–, Baradere, Lelong; los ministros Lord Aberdeen y
Guizot, y las de sabios y escritores como Arago, Tocqueville, D'Orbigny, Víctor Hugo,
permiten seguir en su andanza europea al diplomático de la Defensa cuando alternaba
sus ocupaciones oficiales con la visita a bibliotecas, museos, archivos y teatros, y
frecuentaba las grandes figuras de las ciencias y de las letras.

 
Autobiografía de Florencio Varela111
Las "memorias privadas" las escribió el doctor Florencio Varela en una
libreta común, de 16 centímetros por 10, con muchas páginas, la que
conservo el poeta don José Mármol.

Su hijo don Juan Mármol en el año 1917 se la obsequio a su actual


poseedor el doctor H. Beccar Varela, con una carta en la que dice que la
libreta constituía "la joya del archivo de su padre".

El carácter privado de esa biografía, que no sospecho probablemente su


autor que alguna vez sería publicada, surge no solo de su propio texto,
sino también de lo demás que apunto el doctor Varela en la pequeña
libreta, que llevo consigo en su viaje a Europa.

En una página está la anotación de libros prestados, y en ella se lee:

"Dictionaire Politique" a Mitre.

"Revista Enciclopedica" a Cantilo.

"Colección de Constituciones y varios otros" a Vicente F. López.

"El Mensajero Argentino y Vida de Colón" a Mármol.

"Civilización y Barbarie" a J. Guerrico.

"Correspondencia del Gobierno de Buenos Aires" al doctor Martín de


Moussy, etc., etc.

En otras páginas se encuentran direcciones de diferentes personas en


Londres y París.

En esta ultima ciudad encontramos estas:

Victor Hugo. El Royale 6.

Ferdinand Denin. Rue D'Ouest 32.

Arago. Observatorio.

Tocqueville Duphot 16.

D'Orbiny Louis. Le Grand 5.

En muchas partes se leen anotaciones del viaje por mar; listas de libros
adquiridos y encargados; datos estadísticos sobre ferrocarriles en diversos
países, y una gran cantidad de otros apuntes, reveladores de las
preocupaciones intelectuales, patrióticas y morales del propietario del
pequeño libro íntimo. La última página de las memorias se cierra con una
nota puesta por Mármol, que dice:

                                                            
111
 Se respetó la forma de escritura de aquella época, es por ello que encontrarán algunas palabras que 
se fueron modificando por convenciones, usos y costumbres. 

 
"Murió asesinado el lunes 20 de marzo
de 1848. Recibió una herida de daga
por la espalda, que le traspaso el
pecho, al tiempo de llamar a la puerta
de su casa, calle Misiones Nº 90, y
espiró en la acera de enfrente, N° 91,
un minuto después de herido".

Memorias Privadas
Nací en la Capital de Buenos Aires, en la
casa de mi madre Dª Encarnación Sanjines,
situada al costado del Este del Convento de
San Francisco, el día 23 de Febrero de 1807
á las 9 y media de la mañana.

Me enseñó á leer, escribir y contar, mi padre


D. Jacobo Adrián Varela; y á la edad de 10
años, entre a la escuela de D. José Bucau,
Página de las memorias privadas de F. Varela
para perfeccionarme en escribir.

MI padre murió el día 20 de Junio de 1818, después de una larga enfermedad, cuyo
asiento opinaron los facultativos que estaba en el hígado.

Entre al Colejio de Ciencias morales el día 18 de Octubre de 1818, que fué el año de
su fundación; y en el que obtuve una beca de gracia, que concedió á mi madre el
Supremo Director D. Juan Martín Pueyrredon. En dicho Colejio solo estudié el primer
año de latinidad, no habiéndome permitido continuar este estudio mis superiores por
hacerme dedicar a las matemáticas. Cursé dos años de esta facultad; dos de filosofía,
y uno de Jurisprudencia en el mismo Colejio, del cual salí en Diciembre de 1823.

Continué el estudio de Jurisprudencia en la Universidad de Buenos-Aires, juntamente


con el de la Economía política; y fui graduado de Doctor en la facultad mayor de
Jurisprudencia el día 15 de Agosto de 1827, a los 21 años de mi edad; habiendo
obtenido el grado de gracia que la Universidad acordaba anualmente, por premio, al
candidato que mas se distinguiese en las pruebas literarias.

Desde el año de 1825 hasta el de 1827, fui empleado sucesivamente en los


ministerios de Gobierno y Relaciones Exteriores; donde ocupe empleos subalternos.
En Noviembre de dicho año 27 renuncié el empleo que ocupaba.

Fuí nombrado oficial mayor del Ministerio de Relaciones exteriores, a mediados del
año de 1829, después de la revolución de 1828, en la que tome la poca parte que mi
edad y circunstancias me permitían.

A consecuencia de aquella revolución, emigré de Buenos-Aires con mis hermanos


mayores, el 12 de Agosto de 1829; y pase a la capital de Montevideo. De ésta regresé
a Buenos-Aires en el mes de Octubre del mismo año; y a mi llegada encontré una
orden de destierro contra mi y mis hermanos, la que se ejecutó, sin que se nos
permitiese desembarcar. Regresé inmediatamente a Montevideo; donde el Sr. D.

 
Pedro Francisco Berro, padre de una larga y estimable familia, y español de orijen,
hospedó en su casa, por mas de dos años, a mis hermanos y á mi, tratándonos como
a miembros de su familia.

El 15 de Setiembre de 1831, contraje matrimonio con Da. Justa Cané, hija de D.


Vicente Cané y de Da. María Andrade. Este matrimonio se celebró en Buenos-Aires a
donde fue al efecto D. Miguel Antonio Berro con poderes míos para contraerle. El 20
del mismo mes llegó mi esposa a Montevideo, donde se ratificó, ante el teniente cura,
nuestro matrimonio.

MI primer hijo, Héctor Florencio, nació el 2 de Julio de 1832, a las 7 y media de la


noche y fue bautizado en la Iglesia Matriz de Montevideo, siendo sus padrinos mi
hermano mayor D. Juan Cruz Varela y la Sra. Da. Juana Larrañaga, esposa del Sr. D.
Pedro F. Berro.

Mi segundo hijo, Mariano Adrián, nació el día 5 de Marzo de 1834, también en


Montevideo, como el anterior112.

El día 8 de Abril de 1835, me recibí de abogado en la Cámara Superior de Justicia de


la Capital de Montevideo. Sus miembros me hicieron el honor de no examinarme,
dirigiéndome su presidente una arenga en la que me manifestó que el Tribunal estaba
satisfecho de mis aptitudes y que me recibía sin examen.

Mi tercer hijo, Horacio Encarnación, nació el día 2 de Mayo de 1835, en la capital de


Montevideo.

Mi hija, Maria Encarnación, nació el 11 de Abril de 1837, en la misma capital de


Montevideo.

El día 11 de Mayo de 1837, a las 10 y tres cuartos de la mañana, murió mi hermano D.


José Evaristo, a los 31 anos de edad, de una tisis pulmonar, que le consumió en poco
tiempo. Espiró en mis mismos brazos, después de haber sido asistido por toda la
familia, y especialmente por nuestra hermana política Da. Juana López, su estrecha
amiga, con un esmero verdaderamente fraternal. El carácter de este jóven era en
estremo amable y festivo; su intelijencia mui despejada; pero no pudo cultivarla porque
perdió la vista, casi enteramente, desde sus primeros años. Amó con estremo á su
familia: se hizo querer de cuantos le conocieron: criado siempre conmigo, su falta es
un vacío que no puedo llenar.

El 23 de Abril de 1838, a las cinco y cuarto de la tarde, un comisario de Policía me


prendió en la puerta de mi casa en la capital de Montevideo, y me llevó á la cárcel
pública, por órden verbal de D. Manuel Oribe, presidente de la República Oriental. Me
pusieron incomunicado en un calabozo, y á las 10 de la noche me llevaron á la Isla de
Ratas junto con mi hermano Juan Cruz, que fue preso momentos antes que yo. Allí
estuvimos hasta el 28 en que se nos puso en libertad. Nuestra prisión fue injusta,
inmerecida: ninguna razón se dio para ella, ni para hacerla cesar.

                                                            
112
 Suprimimos los pormenores relativos al nacimiento y bautizo de los hijos, semejantes en la forma a 
los relativos al mayor. 

 
Mi hijo, Rufino Jacobo, nació el 10 de Julio de 1838, en Montevideo.

El 3 de Octubre de 1838, a las 3 de la tarde, fueron presos todos mis hermanos y


cuñados existentes en Montevideo, por orden de D. Manuel Oribe: instruido yo, que
me hallaba fuera de casa, me refujié en la del Sr. Cónsul inglés, D. Tomas Samuel
Hood, mi antiguo cliente y amigo; donde estuve hasta la mañana del 5, en que, con
todos mis hermanos, y otros presos, nos trasladamos al bergantín ingles
"Sparrowhawk", con permiso del gobierno; y del buque pasamos á una quinta en el
paso del Molino, en el Miguelete. Allí llevamos nuestra familia toda, que fue
indignamente rejistrada, y ofendida, por los satélites de Oribe, especialmente por su
hermano D. Francisco. Concluida la guerra por el triunfo del Jeneral Rivera, y por la
paz á que forzó a Oribe, firmada en la Chacra de Juanicó en el Miguelete el 22 de
Octubre, entramos de nuevo en Montevideo el 26.

El 23 de Enero de 1839, á las 10 de la noche, murió en Montevideo mi hermano Juan-


Cruz, de una violenta irritación gástrica. Su muerte me causó la mas cruel impresión,
porque ese hermano, me sirvió de padre y maestro. He hecho cuanto me ha sido
posible por honrar su memoria: su viuda é hija, están y estarán siempre conmigo; he
recojido todos sus manuscritos, que me proponga imprimir luego que vaya a Buenos-
Ayres, con su retrato, y un fac-símile de su letra. La edición será dedicada a su hija y
para ella.

El 26 de Febrero de 1839, una comisión de arjentinos emigrados reunida en


Montevideo, y a que yo pertenecía, me nombró para ir en comisión cerca del Jeneral
D. Juan Lavalle, residente en el "Vichadero", al norte del Río Negro, con el objeto de
reducirle a que tomase parte en la empresa que se preparaba contra D. Juan Manuel
Rosas, dictador de Buenos-Aires. Salí el 28 acompañado de D. I. E. que fue conmigo,
por amistad: nos dirijimos á Mercedes y de allí á la residencia del Jeneral,
acompañados de mi amigo, D. Salvador Carril: después de fuertes debates, el Jeneral
prometió tomar parte en la empresa; y poco después se presentó efectivamente, en
Montevido, para el efecto.

Mi sexta hija, Justa, nació en Montevideo el 28 de Julio de 1839.

MI séptimo hijo, Juan-Cruz, nació en Montevideo el 28 de Julio de 1840.

El 29 de Octubre de 1840, a las 8 de la mañana, murió mi hijita Justa, de una


inflamación en el pecho y pulmones, consecuencia del sarampión. Coloque su cadáver
en un cajón de lata forrado en madera, y está sepultada en el cementerio nuevo, en el
mismo sepulcro que mis dos hermanos. Es el primer hijo que pierdo. He soportado
toda clase de infortunios sin doblarme. Pero este…… No sé.

28 de Noviembre de 1840. –Este día perdió el Ejercito Libertador, que mandaba el


Jeneral Lavalle, una decisiva batalla en el "Quebrachito" entre Santa-Fe y Córdoba. En
ella perdí a mi hermano Rufino, joven de 25 años, á quien yo había formado y que
ofrecía grandes esperanzas. Era abogado, y quiso seguir el ejercito como soldado de
infantería. Su conducta se hizo notable entre sus compañeros: desplegó valor y
serenidad no comunes. Concluida la batalla, D. Juan Lavalle le comisionó para
acompañar por seguridad al campo de Oribe, enemigo vencedor, al Jeneral Garzón y
otros oficiales Orientales que tenia Lavalle prisioneros, y que quiso devolver a Oribe

 
Rufino los condujo salvos a su destino; luego que los dejó, se volvía, y en ese acto le
asesinó alevosamente un teniente Martinez, en presencia de los mismos á quienes
acababa de salvar. Esta relación, me la hizo el Sr. Halley, comandante de la
"Expeditive", que fué al campo de Oribe y de Lavalle comisionado por el Vice-almirante
Mackau. Supe la noticia de aquel infortunio a fines de Diciembre.

Una gravísima enfermedad en los pulmones, me forzó a abandonar mi profesión de


abogado en Mayo de 1841. El ultimo día de ese mes, por consejo de los médicos, me
embarqué para el Janeiro, con mi mujer y mis hijos, á excepción de Juan Cruz, cuya
nodriza no pudo seguirnos y que dejo al cuidado de la abuela de mi mujer, quien lo
cuidó con admirable esmero y amor. Sufrimos un terrible temporal que duro tres días,
en el bergantín brasilero "Pedro II". Mi mujer se comportó con valor.

Llegue al Janeiro el 14 de Junio. Esta capital me ha interesado mucho. He visitado


todo lo que tiene notable y me parece el principal centro de civilización y de comercio
en la América del Sur. He pasado cinco meses revolviendo su biblioteca, en la que he
hallado y estractado documentos preciosos relativos a la historia política en estas
rejiones, cuando aun eran colonias.

Mi octava hija, Justita Carolina, nació en la capital del Janeiro (calle del Príncipe N° 11
en el Catette) el 27 de Noviembre de 1841.

El 25 de Noviembre de 1842, me embarqué de regreso en el Janeiro, con toda mi


familia, en una hermosa fragata francesa mercante, llamada "Irma", su capitán Mr.
Vanauld, y salimos del puerto el 30 del mismo.

El 10 de Diciembre de 1842, á las once de la noche, lloviendo mucho, estando entre la


Isla de Flores y Montevideo, la "Irma" tocó sobre unas piedras de la costa, bajo un
fuertísimo viento del S. E. En el acto perdimos el timón y hallamos seis pies de agua
en la bodega. Fondeamos bajo el tiempo, al S. de la isla. Pasamos la noche dando a la
bomba, pasajeros y tripulación: al amanecer del día 11 teníamos 12 pies de agua en el
navío, por lo que se decidió picar amarras y embicar en la costa. A las 7 de la mañana
dimos, a toda vela, en la costa, entre Pando y Carrasco, en playa de arena, cuando ya
entraba agua por las portas del buque. Desarbolamos en el acto, y pasamos luchando
entre la vida y la muerte hasta las 7 de la noche, en cuya hora, calmados un poco el
viento y el mar, se logró hacer llegar un bote pequeño a bordo, que se conducía a
tierra por una espía. En él, y en 6 viajes, se salvó toda la jente, á excepción del mozo
de cámara que se ahogó por la mañana, queriendo salvarse a nado. Pasamos luego,
en la costa desierta, hasta las 11 de la noche, helados de frío y casi desnudos. Alguna
de las personas que vinieron a auxiliarnos, me robó una cajita en que salve todas las
alhajas de mi mujer y todo el dinero que traía a bordo; y la cual había puesto delante
de mi junto al fuego. No ha aparecido después. A las 2 de la mañana llegamos a la
estancia de D. Ramon García, á quien, como a su joven mujer, debemos el hospedaje
mas tierno y mas delicado.

Llegue a Montevideo el 12 de Dieciembre y halle que el Jeneral Rivera había perdido


una batalla en Entre-rios, el 6 del mismo mes, y que su ejercito, completísimamente
deshecho, había pasado al territorio Oriental perdiendo toda su artillería e infantería.
Este desastre abrió las puertas del Estado Oriental al ejército de Rosas, que manda D.

 
Manuel Oribe, y pone en gravísimo riesgo la independencia de aquel Estado, y la
existencia de los que somos enemigos de los vencedores.

El día 15 de Marzo de 1843, murió en Montevideo mi última hija Justina de una


dolencia igual á la que me quitó la primera de su nombre. ¡Dura es la voluntad que
salvó de la mar a esta inocente criatura para apagar su vida entre dolores, tres meses
después! ...

Otra terrible desgracia. Hoi 18 de Marzo ha muerto mi hermana Paula, mujer de D.


Nopomuceno Madero, y madre de cuatro hijos, el mayor de 11 años, y el ultimo de
pocos días. Murió de una inflamación cerebral combinada con un antiguo mal en el
corazón. Era una mujer sumamente capaz; prudente, amable y hacendosa. Su casa
toda hallará un vacío, que no se llenara nunca; mi respetable madre resiste este nuevo
golpe con una enerjía, que sorprende y enternece. Mi hermano Madero está fuera de
sí.

Mi noveno hijo, Florencio, nació en Montevideo el 26 de Mayo de 1843.

Mi décimo hijo, Vicente Luis, nació en Montevideo, el 27 de Mayo de 1845.

Mi undécimo hijo, Jacobo Adrián, nació en la misma ciudad el 23 de Junio de 1846.

Mi hija, Natalia Rosa, nació en la misma ciudad el 30 de Agosto de 1847.

Extractos de un diario de viaje a Europa


Setiembre 6 de 1843. –Voi á ver por primera vez la Europa, que solo conozco por los
libros: estoi cierto de que perderé muchas ilusiones, de que correjire preocupaciones
perniciosas, y veré los hombres, las cosas, y las ideas bajo puntos de vista mui
diversos de los que en los libros las he visto. Quiero darme cuenta a mi mismo de
todas mis impresiones; del modo como me afecten los diversos objetos que voi á ver;
y rejistrar los hechos de mi propia experiencia. Creo que esto me servirá de estudio y
de solaz. Deseo también conservar pormenores de los progresos que la verdad, la
intelijencia y el trabajo han hecho en los dominios de la ciencia, de la literatura y de la
industria, por que me parece que hallaré en esos recuerdos una fuente de aplicaciones
útiles á mi desventurada patria, si el que dispensa la vida y pone luz en la mente del
hombre, quiere conservar mis días y mi razón para cuando nazca en el Río de la Plata
el sol de la tranquilidad y de la paz.

Por eso me preparo á escribir diariamente lo que vea y lo que aprenda: pero a
escribirlo solamente para mi propia enseñanza, y de modo ninguno con la pretensión
de enseñar a otros. Considero estos apuntes –y quiero que los míos los consideren
también– como un secreto de familia.

Los antecedentes de mi viaje son los siguientes:

A principios de Febrero de este año, D. Santiago Vasquez, uno de los hombres mas
notables por su capacidad, entre los orientales, ocupo el Ministerio de Gobierno y
Relaciones Exteriores en su país, invadido entonces por el ejercito del gobernador
Rosas, mandado por D. Manuel Oribe, que habia destrozado al ejercito Oriental a las

 
ordenes del Jeneral Rivera, el 6 de Diciembre anterior en el Arroyo Grande, territorio
del Entre-Rios.

El Sr. Vasquez era, de mucho tiempo antes, mi estrecho amigo personal. Desde que
subió al ministerio, me pidió que le ayudara en el desempeño de sus funciones; y
aunque jamas fui empleado publico, a sus ordenes, puso, de hecho, a mi cargo y bajo
mi exclusiva dirección, todos los negocios del ministerio de Relaciones Exteriores. En
circunstancias como las que cercaban entonces a Montevideo, las cuestiones con
extranjeros son de necesidad muy frecuentes. En efecto, muchas y algunas muy
graves, se presentaron, con los representantes de la Francia, de los Estados Unidos,
del Brasil y del Portugal, al paso que las amistosas relaciones que se mantenían con
las autoridades inglesas, exijian muchos y delicados trabajos. Todos, todos esos
negocios, sin excepción, fueron dirijidos y despachados por mi: el Sr. Vasquez, y el
Gobierno todo, me hicieron siempre el honor de aprobar todas las ideas y todas las
redacciones que les presente.

La situación en que me hallaba, me puso en contacto con el Comodoro Purvis, Jefe de


las fuerzas británicas en el Río de la Plata, hombre de muy culta sociedad, de modales
muy agradables, de noble carácter, veraz, franco, muy fácil de entusiasmarse con lo
que es noble y humano.

Sabidos son los servicios, que el Comodoro Purvis ha hecho a la causa del Gobierno
de Montevideo, y la influencia directa que sus actos han tenido en la defensa de
aquella Plaza.

Antecedentes muy conocidos, cuyos pormenores conservo en una coleccion


manuscrita de "Documentos relativos á la mediación é intervención de la Inglaterra y la
Francia en los negocios del Rio de la Plata'' –habían formado en el Gobierno de
Montevideo fundada y racional creencia de que la Inglaterra, al menos, contribuiría a
poner termino a la guerra, y a garantir la paz en el Rio de la Plata. El Comodoro
Purvis, que participaba de esta persuasión, la robustecía en el Gobierno.

Desde el mes de Marzo, propuso el Jefe Británico el envío á Londres de un ajente


especialmente encargado de ilustrar al gabinete de la Reina á cerca de la situación,
necesidades, y recursos del País, y de promover la resolución de la Inglaterra á obrar
en aquel doble sentido. El Gobierno reconocía la conveniencia, la necesidad de
semejante mision: pero carecia de medios para enviarla, por la falta total de fondos y
las gravísimas exijencias pecuniarias de la guerra.

Ya en el mes de Marzo, en que el Sr. Vasquez me indicó la posibilidad de enviar un


ajente a Londres, le manifesté que yo iría con gusto a esa comisión: pero nada
hablamos después sobre el particular.

En los primeros dias de Agosto, el Sr. Vasquez me hizo llamar al ministerio, para
anunciarme que el Comodoro Purvis estaba cada dia mas por el envío de un ajente, y
que el Gobierno, convencido de la necesidad de esta medida, había resuelto enviarme
como su comisionado, pero en carácter privado; no solo por la falta de fondos para
costear una mision diplomática, públicamente acreditada, sino también por no dar
motivo de censura, no siendo yo ciudadano Oriental, al paso que el Sr. Vasquez era

 
jeneralmente censurado por la preferencia que siempre da a mis compatriotas sobre
los suyos.

Los motivos "personales", que en el mes de Marzo me habrían hecho desear el viaje a
Europa, no existían propiamente en el mes de Agosto: y aunque el deseo de toda mi
vida había sido el visitar la Europa, para estudiar y aprender prácticamente, ]as
circunstancias en que se trataba de enviarme eran demasiado desventajosas para que
pudiese lisonjearme la idea. Desde luego el Gobierno me limitaba á tres ó cuatro
meses el tiempo de mi residencia oficial en Europa: sólo me daba cinco mil pesos
corrientes y mi pasaje de ida; es decir, 4500 pesos por causa de la mision, y
quinientos pesos por los trabajos que yo había hecho para el Gobierno. Ni el tiempo, ni
los medios de que podré disponer me permitirán aprovechar de mi visita á Europa para
el objeto de cultivar mi espíritu y completar mi educación práctica.

Por otra parte, el estado de ajitacion y peligro en que se halla Montevideo, me hacia
sumamente difícil el dejar allí á mi familia –á mi familia que encierra todo mi mundo,
concentra mis afecciones y a cuya falta confieso que no puedo acostumbrarme–.

Esas consideraciones me impulsaban a rehusar el nombramiento que el Gobierno


hacia en mi: pero el compromiso en que me hallaba con las personas que me hacían
esa confianza, con el Comodoro Purvis y con mis amigos políticos, que creen que
puedo hacer algo útil a la causa jeneral de nuestra Patria, me obligo a someterme al
sacrificio –por que realmente lo es– de hacer este viaje, tomando sobre mi una
responsabilidad que no es pequeña.

Debo también declarar –por que es verdad– que, en el estado de completa pobreza a
que me han reducido mi enfermedad, mi naufragio –en que perdí todo cuanto mi casa
tenía– y el estado político de Montevideo, no me podía ser indiferente asegurar, por un
año al menos, la subsistencia de mi familia; y esta fue otra consideración que me
indujo a aceptar el nombramiento.

El 11 de Agosto, me lo comunicó oficialmente el ministerio acompañándome mis


instrucciones y demás documentos relativos a mi misión, cuya redacción me había
confiado el Señor Vasquez, y se me ordenó estar pronto a partir en el bergantín ingles
"Fantome", capitán Haymes, que el Comodoro despachaba para Portsmouth.

Deseaba yo llevar conmigo a mi Héctor, porque le considero ya en edad de


comprender lo que vea, y creo que algo puede aprovechar viendo el mundo: pero no
quería aumentar el pesar de mi Justa amada, llevándola también un hijo; ella, sin
embargo, me propuso, y me exijió que llevase á Hector; diciéndome que la ventaja que
reportaría el hijo la hacia desprenderse de él con gusto. Decidimos, pues, su viaje.

Hice en mi casa todos los necesarios arreglos, para que nada falte á mi familia durante
mi ausencia. Dejé algunos fondos en poder de mi Justa, y otros en una letra de D.
Samuel Lafone, con intereses para que se los vaya subministrando á medida que ella
los necesite. La he dejado algunas instrucciones escritas, aun que esta jóven, de
excelente corazón, y de juicio aventajado, no necesita ajena dirección para el
desempeño de sus deberes de esposa y madre de familia.

 
Dos días después de mi nombramiento, es decir el 13 de Agosto, ocurrió un incidente
que hubo de dejar mi viaje sin efecto.

Después de larga discusión, convinieron en que no debía hacerse alteración, y el Sr.


Vasquez me comunico que me preparase a embarcarme el 15.

Ese día, en efecto –amarguísimo para mí– me despedí de toda mi familia, a las 9 de la
noche, dejando a mi querida Justa en aflicción extrema, y en lágrimas á todos los
míos, que me aman como los amo. A las diez de la noche fui al muelle con el capitán
Haymes, acompañado de mi hermano Madero y de algunos de mis amigos; los últimos
abrazos que recibí fueron los de aquel hermano, los de D. Salvador Carril, de D.
Samuel Lafone, D. José Dominguez, y D. Cándido Juanicó, personas todas a quienes
me liga veracísima amistad. A esa hora nos embarcamos y dimos la vela, con
excelente viento, a las 6 de la mañana del día 16. Los que han dejado la patria, la
esposa, los hijos, la madre venerada, los hermanos, las afecciones todas que ligan el
hombre a la tierra que habita, comprenderán fácilmente como el corazón se oprime y
se anuda la garganta, cuando se ve desde la nave, ir desapareciendo poco a poco la
tierra primero, los árboles después, confundiéndose gradualmente con el agua, como
lagos y paisajes, hasta que las torres suspendidas en el aire, desaparecen por fin; y un
horizonte uniforme y monótono reemplaza todos los objetos

Una navegación larga es monótona y fastidiosa, aun en un buque de guerra. Todos los
días el mismo mar, el mismo cielo, sin mas variaciones que las de la atmósfera; todos
los días a la misma hora la limpieza del buque –que me despierta a las 4½ de la
mañana contra mi voluntad– la limpieza de las armas, la revista, los ejercicios
alternados de canon, de fusil y de sable: conversar, leer, pasear, comer y dormir. Ahí
está todo.

El domingo, sin embargo, es una ecepcion que merece observaciones serias. A las
diez de la mañana se hace el servicio divino, dirijido por el Sr. Slight. La cubierta del
buque, se convierte en templo, donde toda la tripulación sentada en bancos, vestida
con suma limpieza, y presidida de todos los oficiales, reza el servicio y oye, con muy
notable atención, el sermón que su ministro predica. Es cosa que hace ciertamente
impresión ver, en un punto de la inmensidad del mar, una reunión de hombres
adorando a su Creador, y mostrando así que, donde quiera que hay corazones que
creen y que esperan, se levantan altares al Dios que ve a un mismo tiempo todos los
puntos del Universo.

He asistido siempre al servicio y he hecho asistir a Héctor. Aunque el rito aquí


practicado no es el nuestro, la mayor parte de las preces son idénticas, el Evanjelio no
puede dejar de ser el mismo, como también las lecturas de la Biblia.

Muchos me tienen, entre mis compatriotas, por irrelijioso é incrédulo, por que no
ejecuto, ni permito a los que de mi deben recibir educación relijiosa y moral, ciertas
practicas en que algunos ministros de la Iglesia Romana dicen que consiste la relijion.
Los que así me juzgan, se engañan: ni soy incrédulo ni irrelijioso: confieso que no hay
–que no puede haber– código mas perfecto de moral relijiosa, política, civil y
doméstica, que el Decálogo y el Evanjelio, tales coma Moises y Jesu-Cristo los
enseñaron. Lo que no creo, lo que me enoja, lo que juzgo deber mio –como esposo,
como padre y como ciudadano– evitar que los míos crean, son los abusos criminales

 
con que ciertos sacerdotes católicos, han desfigurado y falsificado aquellas verdades.
La inmoralidad de los ministros del Culto –irremediable mientras estén condenados al
celibato– su ignorancia, ó su abandono, respecto de las materias relijiosas: eso es lo
que yo combato y persigo: pero eso no es "la Relijión", ni tiene que ver con la creencia
en un principio que anima, dirije y conserva la creación…

Setiembre 20. –Hoy es un día de fiesta en mi corazón, pero fiesta mezclada de


tristeza. Hace doce años que empezó mi unión con mi amada Justa, unión que ha
continuado estrechándose cada día de un modo mas tierno y mas firme. Casados por
poder, ella en Buenos Aires y yo en Montevideo, el día 5 de este mes, en 1831, llego
el 20 a Montevideo, y desde entonces contamos, en la ignorada historia de nuestra
vida, el principio de nuestra felicidad doméstica. Tenía ella poco mas de 15 años y yo
poco más de 24: su buen juicio aventajaba mucho a su edad y suplía las faltas de la
imperfecta educación, que recibe jeneralmente el sexo en nuestros países. Ella ha
hecho la felicidad de mi vida: á ella debo los hábitos de domesticidad y contracción
que forman mi modo de vivir, y me parece que no disimula cuando me dice que es
dichosa ella también en mi compañia. Asi que este día es siempre de muy grato
recuerdo y de fiesta, que todos ignoran, para los dos. Es la primera vez que me
encuentro lejos de su lado, y eso me aflije: creo que ella pensara hoy en este
aniversario como pienso yo.

Octubre 27. –Hoy he comido en casa de D. A. L. con el y el Sr. Hood, antiguo


conocido y cliente mío en Montevideo, cuando era cónsul jeneral ingles. He extrañado
el lenguaje del Sr. Hood, enteramente pronunciado contra Rosas y su sistema. Segun
él, el Gobierno ingles será favorable a las pretensiones que me han traído a Londres,
aunque cree Mr. Hood que la Cámara de los Comunes se oponga a toda medida que
cause gastos.

Me ha dicho también, que cree positivamente que el Comodoro Purvis ha sido


totalmente aprobado, y que no puede ser de otro modo, por que las instrucciones de
aquel Jefe, sin contener nada preciso, debían inducirle a obrar como lo ha hecho. El
Sr. Hood justifica las intenciones de Mandeville; dice que este, al pasar la nota de 16
de Diciembre, estaba persuadido a que el Gobierno ingles emplearía la fuerza; que la
culpa no es de Mandeville, sino mas bien del Gobierno.

Noviembre 3. –A las 2½ fui al ministerio de Relaciones Exteriores: después de


esperar, casi media hora, fui introducido al Lord Aberdeen, que me recibió con suma
atención en su despacho. Le presente la nota del Sr. Vasquez que me sirve de
credencial, y tuve con éI una larga conferencia, cuyos pormenores constan en la nota
que he escrito para el Gobierno de Montevideo, dándole cuenta de ella. Por eso no los
repito aquí. Si he de creer lo que todos me dicen de la lealtad del Conde Aberdeen, y
de la franqueza sincera con que rehusa lo que no puede conceder, creo que debo
esperar algun resultado ventajoso; pues que lejos de negarse abiertamente a mis pre-
tensiones, aquel ministro –que de antemano las conocía– me ha asegurado que las
tomara en séria consideración y que serán objeto de nuevas comunicaciones con el
Gobierno frances.

Noviembre 22. –A las 5 fui al ministerio de Relaciones Exteriores á donde estaba


citado por Lord Aberdeen. Mi conferencia con este duró dos horas: estoy contento de

 
su tenor jeneral, que se vera por lo que sobre ella escribiré al Gobierno. Lo mas
notable para mí, ha sido que Lord Aberdeen me ha declarado que Mr. Mandeville obró
mal, fuera de sus instrucciones, y dio al Gobierno de Montevideo, justo motivo para
confiar en la protección de la Inglaterra; que el Comodoro "ha sido aprobado"; y que
aun necesita el Gobierno ingles entenderse con el frances. Cuando pregunte á Lord
Aberdeen, si estaba resuelto á hacer que la Inglaterra se sometiese á lo que la Francia
resolviera, me ha declarado "que no": pero que necesitaban entenderse. Me refiero a
mi propia correspondencia con el Gobierno, por lo tocante a pormenores.

Noviembre 24. –En mi última conferencia con este ministro (Lord Aberdeen) he visto
que el Gobierno Británico, no sabe hasta que punto Mr. Mandeville había asegurado al
de Montevideo la intervención de la Gran Bretaña, al paso que el Conde Aberdeen ha
reconocido, que el Gobierno oriental "tuvo razón" de creer en esa intervención. Esto,
me ha determinado a entregar al Conde, en la conferencia de mañana, copias de los
párrafos de la correspondencia de Mandeville que contienen aquella seguridades.

Noviembre 25. –Amanecí con uno de los violentos dolores de cabeza que suelo
padecer; sin embargo, trabajé pasta las 12, completando los papeles que había de
dejar á Lord Aberdeen. A esa hora, fui á la conferencia, que se prolongó hasta las 2
menos cuarto. Ha sido muy animada, muy cordial; el ministro ha manifestado asombro
de las seguridades de Mandeville; ha reconocido que debió retirarlo en el momento; ha
declarado que en todo lo que Mandeville dijo, "no hay una palabra de verdad". He
reclamado, por mi parte, lo que la justicia, y el honor del Gobierno Ingles, exijen que se
haga por un pais á quien se ha mecido con esperanzas oficiales tan positivas. En fin,
los pormenores de esa conferencia, en que he hecho los últimos esfuerzos a que
alcanza mi cabeza, constarán en lo que sobre ella escribo al Gobierno.

Diciembre 1 ° –Los recuerdos de este día me han tenido contristado. No que me


reproche en mi interior la pequeña parte que mi edad me permitió tomar en la
revolución de 1828. Obré entonces con el mas reflexivo convencimiento de que
llenaba un deber de patriotismo, de que luchaba contra el mismo elemento de
barbarie, que ha borrado del libro de la civilización el nombre arjentino. Pero me
oprime el pensamiento de que los esfuerzos y el pacifico triunfo de ese dia, en 1828,
se han malogrado y dado orijen a tanto infortunio. ¿Quien tiene la culpa? Es un serio
problema histórico. Me siento con fuerza, con imparcialidad y con deseo de resolverlo.
Me faltan materiales y tiempo. Entretanto, los malvados, los bárbaros, tienen hasta hoy
la sanción del triunfo; que, por desgracia, justifica todo a los ojos de la multitud.

Diciembre 5. –Fui temprano á Newgate y he permanecido hasta la una en la sala de


los jurados, donde he presenciado tres distintos juicios.

El juicio por jurados fue siempre un objeto de interes para mi, estudiándole en teoría;
ese interes ha sido mayor cuando le he visto practicado; cuando he palpado los
medios que subministra para llegar al conocimiento de la "verdad", base de la "justicia"
en toda sentencia. El examen contradictorio de los testigos, es sin disputa, una de los
mas interesantes procedimientos en estos juicios.

Quiero rejistrar una observación del “Recorder" (Juez de derecho) en uno de los juicios
que hoy presencié. Se trataba de un mozo de 20 años, acusado de haber sacado
varios jéneros de diversas tiendas, con pretextos falsos; los acusadores reconocían

 
que lo habia hecho siempre á nombre y por orden de su padre: asi constaba también
de ]as pruebas; pero anadia la acusación, que el jóven no podia ignorar que su padre
estaba robando aquellos jéneros; y aun creo yo que habia motivo bastante para creer
que lo sospechaba. El juez, al dirijirse á los jurados, para reasumir el caso, le hizo
notar, que aun cuando la acusación observaba que el jóven debia sospechar la ilegal
naturaleza de las comisiones que de su padre recibia, debia tenerse presenter –que
"el ultimo que debe sospechar de un padre es su hijo; y que no puede adoptarse como
“principio de justicia que el hijo deba sospechar de su padre". Hallo en estas palabras
verdad, moral, justicia, orden domestico y social.

El joven quedo absuelto.

Tuve que retirarme del tribunal, cerca de las dos, por que debia ir a las tres á la
conferencia con Lord Aberdeen. Su resultado, que consta en mi correspondencia con
el Gobierno, no me ha dejado satisfecho. Temo no conseguir cosa alguna. El Gobierno
ingles desearia, me parece, poner paz en aquellos paises: pero teme que Rosas haya
triunfado ántes que pueda la Inglaterra protejer al Estado Oriental.

Enero 1º de 1844. –Es la primera vez que hallo este dia distinto de los demas. La
separación de la familia y de la Patria cria, tal vez, preocupaciones aun en espíritus
poco dispuestos a recibirlas. Al lado de mi familia, este dia me habria parecido igual á
todos, solo habria visto en él la vuelta de la tierra á la posición astronómica en que se
hallaba hace doce meses. Pero hoy, ausente de los mios, y en la situacion en que se
halla el pais en que los mios viven, no puedo apartar la idea de que un nuevo ano
puede ser conductor de sucesos nuevos, que afecten bien ó mal la suerte de los mios.
Es una debilidad de mi espíritu, que reconozco con pesar.

Enero 2. –He escrito toda la mañana, y fui a las dos a ver á Lord Canning, para saber
si Lord Aberdeen habia recibido mi carta del 29. Me dijo que sí, y que hoy sería
contestada. A las 5 he recibido una nota oficial del conde Aberdeen, en que
resueltamente declara, que el Gobierno ingles ninguna parte tomara en los negocios
del Río de la Plata. Se halla entre mis papeles. Mi misión, pues, queda concluida: la
Inglaterra –tal es mi convencimiento– no conoce sus intereses, y aquellos
desgraciados paises serán por largo tiempo teatro de anarquia.

Marzo 25. –Hoi es el dia de mi madre: de mi madre, que es para mi un objeto de culto
sobre la tierra. Mucho he pensado en ella, y cierto estoy de que ella habrá hablado
mucho de mi, por que me ama con extremada ternura. Confio en que mi Justa, y mis
hijos que la veneran como yo, la habrás visitado en mi nombre, y la habrán presentado
las demostraciones de amor y de respeto que acostumbramos. Cada uno cree que no
hay madre mejor que la suya. Yo, en realidad, estoy cierto de que no es posible una
mejor que la que el Cielo me ha dado; al paso que nuestro pais ofrece pocos ejemplos,
en el sexo, de una elevacion y fuerza de espíritu, unidas a la mayor prudencia y buen
juicio, como se hallan en esta porteña respetable

Mayo 20. –Son las 3 de la tarde, y estamos entrando con calma chicha, y remolcados,
á la bahia del Janeiro, que ya conocia yo, y que no por eso me parece menos
magnifica y grandiosa. Veo acercarse, con ansiedad, que no puede describirse, el
momento en que voy á saber la suerte de la plaza de Montevideo, que encierra a mi
amada Justa, á mis tiernos hijos, á mi familia toda, mis amigos y las últimas

 
esperanzas de la causa de civilizacion de que depende el porvenir de mi pais y el mio
individual. Nada se de Montevideo desde Enero: ¿que sabré dentro de pocos
momentos?

Estoy preparado á todo.

DESCRIPCIÓN DEL DAGUERROTIPO.

Diario el Correo del Plata, Montevideo, 4 de marzo de 1840.

Por Florencio Varela

Había atravesado apenas el océano la fama de la prodigiosa invención del


señor Daguerre y empezaba a repetirse su nombre entre el entusiasmo y la duda,
cuando la presencia de su misterioso aparato vino a satisfacer la curiosidad ansiosa
de los que tienen fe en los progresos del espíritu humano, sin reconocer barreras que
la detengan, y a desvanecer las dudas de las capacidades mezquinas, que midiendo
por su marcha perezosa el vuelo del genio, no ven la naturaleza sino rodeada de
impenetrables arcanos, y miran en cada problema por resolver, un dique fatal, con el
bochornoso "nec plus ultra", lema que se han apropiado medianías oscuras.

Las imágenes de nuestra catedral, de nuestra humilde casa de representantes,


de nuestra hermosa bahía, con su bosque de mástiles, sus fábricas litorales, de donde
lleva el extranjero los productos de nuestra rica ganadería, con su cerro proyectado en
el fondo del paisaje, enseñoreando modestamente las fábricas y los mástiles, han sido
reproducidas a nuestra vista, sobre el bruñido metal, preparado por el genio de
Daguerre, con una verdad y un primor que desafían a! pincel más delicado, al más
pulido buril.

Creemos servir a los amantes del arte y las ciencias, haciendo a la vez historia
del descubrimiento, y una exacta descripción del aparato y operaciones del Sr.
Daguerre. Nos servimos para la primera de los datos que hemos podido consultar en
algunos diarios franceses, en uno que otro número del "Artiste" en el magnífico
informe del señor Arago a la Cámara de Diputados y en otras piezas contenidas en el
interesante folleto que acompaña al instrumento. Seguiremos en la segunda el
testimonio de nuestros propios sentidos, pues que tuvimos la fortuna de poder
observarlo todo con minuciosa prolijidad.

Pocos habrán que no conozcan la cámara oscura, preciosa invención del


napolitano Porta, pero ninguno tal vez de cuantos la conocen, a quien no haya
ocurrido la idea de lo interesante que sería poder fijar sus bellas pero fugaces
imágenes sobre el plano que las recibe, poder conservar aquellos purísimos
contornos, aquella inimitable verdad d formas y de colores, obra misteriosa de la
refracción de la luz. Ese deseo, sin embargo no dio por mucho tiempo ni lugar, siquiera
a la esperanza, se tuvo por un sueño de la imaginación, hasta que vino a ser en
nuestros días una realidad gloriosa.

 
Sin remontar a la antigüedad, en que el ilustre Arago, ha ido a buscar las
primeras huellas de los esfuerzos humanos "para imprimir por medio de la luz'', a lo
que se ha dado el nombre de arte fotográfico le seguiremos por las que aparecen más
inmediatas a nosotros.

Hallaremos al terminar el siglo pasado al industrioso e infatigable inglés


Wedgwood, empeñado en hallar el método de copiar por la acción de la luz, pinturas y
grabados, que colocaba sobre telas preparadas con nitrato de plata, sustancia
reconocida largo tiempo antes, como muy sensible a las impresiones de la luz. Sus
esfuerzos aunque infructuosos de base para adelantos posteriores. Natural era que
ocurriese a Wedgwood la idea de fijar las imágenes de la cámara oscura, pero a pesar
de su capacidad y de su genio, creyó imposible conseguirlo y escribía que "las
imágenes formadas por medio de la cámara oscura son demasiado débiles para poder
producir, en un tiempo moderado, una impresión visible sobre el nitrato de plata".

Sir Humphrey Davy siguió los pasos de su compatriota Wedgwood, hizo sobre
ellos reconocidos progresos, pero las tintas de las copias que obtuvo desaparecieron
desde que eran expuestas a la luz del sol, cuya acción ennegrecía totalmente la tela,
de modo que solo podía mirarse a la luz de la lámpara y aún eso, muy rápidamente.

No se encuentra, después de Sir Humphrey Davy, vestigio alguno de la marcha


de esas investigaciones hasta 1814, a cuya época remontan las del señor Niepce,
propietario francés, aficionadísimo a las ciencias físicas y compañero después del
señor Daguerre. Dirigíanse sus experiencias a fijar las imágenes de la cámara oscura,
pero más especialmente a copiar grabados, que como Wedgwood y Davy aplicaba
sobre sustancias sensibles a la luz. Hizo considerables adelantos y venció dificultades
contra las que inútilmente lucharon sus predecesores. Encontró, por ejemplo, el medio
de hacer que en sus copias correspondiesen exactamente las sombras a las sombras,
las luces a las luces, las medias tintas a sus semejantes; lo que jamás consiguió
Wedgwood, en cuyas telas la parte iluminada del grabado resultaba opaca y viceversa.
En cuanto a la cámara oscura, después de repetidos ensayos infructuosos Niepce
concluyó por renunciar, enteramente, a las esperanzas de fijar sus imágenes.

He aquí los principales inconvenientes de su método, referidos por el señor


Arago: "las preparaciones de que usaba, no se ennegrecían bastante pronto por la
acción luminosa: necesitaba 10 a 12 horas para producir un dibujo pero en ese largo
intervalo de tiempo las sombras se mudaban completamente; pasaban de derecha a
izquierda los objetos; ese movimiento donde quiera que tenca lugar, ocasionaba tintas
muertas y uniformes; en los productos de un método tan vicioso, se perdían los
efectos todos que resultan de los contrastes de luz y de sombra; ninguna seguridad
había de éxito, ni aun con esos inmensos inconvenientes y después de esas infinitas
precauciones, causas inapreciables y fortuitas daban a veces un resultado regular, a
veces una imagen incompleta o sembrada de claros y por fin expuesta a los rayos del
sol, las preparaciones en que se pintaba, o se ennegrecía o se dividían y
descascaraban". Tal era el punto a que había llegado el señor Niepce, cuando la
indiscreción de un óptico de París le reveló, en 1826, que Daguerre se ocupaba en
hallar los medios de fijar las imágenes de la cámara oscura. Entabló entonces
relaciones con éste, que produjeron tres años después un contrato entre ambos, por el
que convinieron en continuar juntos sus investigaciones en provecho común. Empezó

 
Daguerre, por hacer modificaciones en el sistema inventado por su socio que éste,
había dado el nombre de heliografía, arte de grabar por el sol, en una memoria que
pasó a aquél, en diciembre de 1829. Pero desesperanzado después, de obtener, por
ese sistema, los resultados que buscaba, abandonó Daguerre las huellas ajenas, para
lanzarse en otras nuevas que le mostraba su genio tenazmente observador. Serviase
el señor Niepce, para preparar la superficie destinada a recibir la impresión luminosa,
de una composición de asfalto y aceite de alhucema, la que Dagijérre, trocó por el
iodo, proponiendo a su socio que trabajase más bien sobre esta sustancia. Es muy de
notar, que Niepce jamás comprendió el partido que de ella podía sacarse, y tanto que
concluyó en decir a Daguerre, en una carta que circula impresa que creía imposible
obtener nada del iodo y que sentía el tiempo que con él había perdido. No logró el
infatigable Niepce ver el éxito de sus laboriosas tareas, y muerto en julio de 1833,
continuó las suyas Daguerre, por medio de una prolija serie de experiencias, en las
que, marchando casi sin el auxilio de las teorías físicas, necesitaba espiar a la
naturaleza, adivinar las afinidades, sorprenderlas por sus mas leves apariencias, hasta
llegar así á un resultado que poco antes se creía irrealizable. El plano destinado por él
para recibir la imagen, es una laminilla de cobre con un ligero baño de plata, cuya
superficie cuidadosamente bruñida, presenta la apariencia de un espejo. Su espesor
no pasa del de una tarjeta gruesa ni debe ser más que el que baste a conservar la
planimetría de la lámina. Las experiencias del señor Daguerre le convencieron de que
el cobre plateado es muy preferible a la plata sola, circunstancia que a juicio del señor
Arago prueba que la electricidad entra para algo en el misterioso resultado.

Hemos ya dicho que el iodo es la substancia empleada por el señor Daguerre


para preparar aquella lámina, su aplicación es la forma del vapor que despide a la
simple temperatura del ambiente. En sus primeras experiencias notaba el ingenioso
físico que el vapor concurría mucho más a las orillas o bordes de la lámina que al resto
de su superficie. ¿Cómo evitarlo? ¿Qué teoría podría indicar el medio? Ninguna.
Daguerre sin embargo encuentra que todo mal se remedia con solo aplicar a los
bordes de la lamina unas varillas de su propio metal, como de dos líneas de ancho que
sirven también para contra la tabla en que se coloca. "No se sabe todavía explicar
satisfactoriamente -dice el señor Arago- el modo físico de acción de esas varillas".

Y cuando Arago no puede explicarlo, menos lo podremos nosotros y


confesamos francamente que al ver aquéllas creímos que no tenían más objeto que
sujetar la lámina. El señor Dumas, químico renombrado de la Francia ha medido el
espesor de aquel baño de vapor de iodo y ha encontrado ser la millonésima parte de
un milímetro. Pero aun falta otra serie de observaciones y trabajos. Al salir de la mina
de la cámara oscura, tenía indudablemente impresa la imagen del objeto exterior. Pero
a más de ser apenas perceptible, desaparecería fácilmente, expuesta la luz,
ennegrecía toda la superficie bañada de iodo. Era pues, necesario otro reactivo, otra
fuerza que tuviese poder de sacar esa nueva creación del caos que la envolvía, y de
decirle: muéstrate a la luz que te engendró. Tampoco podían esta vez las teorías de la
ciencia alumbrar caminos tan desconocidos. No importa Daguerre, que hizo creer
realidades las ilusiones ópticas del diorama, Daguerre que forzó la luz a engendrar
imágenes sobre una hojuela de metal, será parte también a hacer que esas imágenes
aparezcan en toda su gala. Al cabo de algunas experiencias encontró en efecto el

 
reactivo que buscaba en el vapor del rnercurio desprendido a una temperatura de 60
grados Reaumur. Pero aún faltaba más.

La naturaleza reunía todos sus misterios en el gabinete del operador, para


darle la gloria de sorprenderlos todos, uno a uno. La imagen aparecía con el vapor del
mercurio, pero no presentaba su verdadero punto de vista, sino colocando la lámina en
un ángulo de 45º, sobre la horizontal. ¿Y por qué semejante fenómeno? Arcano es
ese, reservado al que hasta ahora nos oculta el secreto del magnetismo, de la
gravitación, de las atracciones. El obstáculo era leve, por una operación parecida a la
del inmortal navegante genovés, cuando se ofreció a sus ojos el fenómeno aterrador
de la variación de la brújula. Daguerre aumentó los 45º a la inclinación de la lámina en
el baño de mercurio y la vió entonces aparecer en toda su perfección. Tal es la historia
del descubrimiento que a mediados del año anterior distrajo a la Francia y a la Europa
de las atenciones políticas que la absorbían. El nombre de Daguerre hizo olvidar
muchas veces al de Abel-el Kador, y las cuestiones de óptica suplantaron las de la
política de Oriente. Soberanos europeos se apresuraron según el testimonio del
ministro Duchatel, a ofrecer a Daguerre sumas considerables en cambio de su secreto.
Pero Daguerre era francés y no podía despojar a la Francia de este bello laurel de su
corona científica. Un contrato entre el gobierno y el inventor sancionado por las
cámaras en los meses de julio y agosto, hizo propiedad de la Francia y del mundo el
valioso secreto, mediante una pensión vitalicia de 5.000 francos anuales para
Daguerre y otra de 4.000 para el hijo de Niepce, cuya mitad pasará a sus viudas,
muertos ellos. La cantidad de esa pensión fue determinada por el mismo Daguerre y
no es cierto en manera alguna que el ministerio hubiese regateado como entonces se
le reprochó El testimonio del señor Arago, agente entre el ministerio y el artista, no
deja dudas sobre el particular. La diferencia de 2.000 francos en favor de Daguerre, se
funda en que este cedió también el secreto del Diorama, que él solo poseía y se
ofreció a publicar todas las mejoras que hiciese sobre el daguerrotipo. A más que el
hijo del señor Niepce reconoció, en un contrato solemne, que el método de Daguerre
era puramente suyo y "dotado de la ventaja de producirlas imágenes, sesenta u
ochenta veces más pronto que las operaciones de su padre" Completaremos ahora
nuestro articulo con la descripción del aparato y de los pormenores todos de la
operación, según hemos examinado y seguido en las diversas veces que le hemos
visto operar, manejado por el señor abateCompte, capellán de la fragata francesa
''L'Orientale".

Debemos a este joven ilustrado, modesto, multitud de explicaciones minuciosas


e interesantes, hechas con tanta exactitud como complacencia y nos felicitamos de
poder darle este público testimonio de gratitud. Sus primeras operaciones se hicieron
en la casa de la Sra. Da. Josefa A. de Cavillon en la mañana del 26 del pasado y las
posteriores, el 29 en la casa de representantes y en la del Sr. D. Santiago Vázquez.
En ambas ocasiones, un número no corto de damas y caballeros concurrieron a
admirar los triunfos de Daguerre sobre los arcanos de la naturaleza. Conviene advertir
que el aparato que hemos visto salió de Francia en setiembre del año anterior, un mes
apenas después de la publicación del descubrimiento. De entonces acá ha recibido
mejoras considerables que solo conocemos por informes. Cinco son las operaciones
indispensables para obtener la reproducción de las imágenes, sencillas todas y muy
fáciles de ejecutar por cualquier persona medianamente prolija.

 
1) Limpiar y pulir la lámina plateada, para disponerla a recibir el vapor de iodo.

2) Aplicarle esta sustancia, para que reciba la imagen.

3) Exponer la lámina preparada a la acción de la luz en la cámara oscura.

4) Hacer aparecer la imagen producida, que al salir de la cámara es todavía invisible.

5) Lavar la lámina de los residuos de las sustancias empleadas.

Para la primera operación, se coloca la plancha en una mesa u otro plano bien
nivelado y sobre un papel blanco; por medio de una bolsita de gasa transparente, se
espolvorea la superficie plateada, con polvos de piedra pómez pasada por tamices
finísimos y que no deben contener la menor humedad. Tómase luego un algodón,
prolijamente desmotado sin cuerpo ninguno duro, capaz de rayar la lámina; se
humedece con aceite común de olivar; con él y los polvos, se frota suavemente
moviendo la mano en circulitos pequeños. Al cabo de 5 o 6 minutos, se arroja el
algodón con aceite, vuelve a espolvorearse la lámina con la piedra y continúa
frotándose con un nuevo algodón enteramente seco, hasta que no se advierta, en la
superficie, señal alguna de humedad del aceite.

Para depurarla entonces de toda sustancia grasa u oleosa, se humedece un


nuevo algodón en una solución de una pasta (en volumen) de ácido nítrico en dieciséis
de agua pura, y se frota nuevamente, cuidando siempre de hacerlo con suavidad y en
movimiento circular. Esta circunstancia por vana que parezca, es esencial para lograr
éxito, en el concepto del señor Daguerre.

Cuando la humedad del ácido ha desaparecido a la vista, se cambia el


algodón, se espolvorea la lámina con la piedra y se frota con otro enteramente seco. El
uso del aceite no vuelve a parecer, pero el ácido nítrico y el de los polvos de piedra
pómez se repite, del modo indicado: tres, cuatro u más veces según parezca más o
menos necesario. Durante toda esta operación, es indispensable mudar a cada
momento el algodón y varias veces el papel blanco que está bajo la plancha y que se
ensucia mucho, con las partículas metálicas que de aquella se desprenden. Ni basta
eso para purificar debidamente una superficie destinada a recibir tan puras y delicadas
impresiones y, si no temiéramos que nos llamasen por un apodo de moda, diríamos
que necesita todavía pasar por la prueba de fuego. Es, con efecto, necesaria la acción
de este poderosísimo elemento. Se coloca la lámina sobre un marco, o parrillita de
alambre y se pone al fuego, sin tocarle con la cara pulida hacia arriba; bien sea
valiéndose de la llama de una lámpara, bien de las brasas del carbón siendo estas
muy preferibles; y así lo hemos visto ejecutar. Se deja la lámina al fuego hasta que
aparezca sobre la superficie bruñida una ligera nubecilla blanca, que se extiende muy
visiblemente por toda ella.

Entonces se saca y se pone a enfriar, siendo conveniente para abreviar la


operación, colocarla en una mesa de mármol u otro cuerpo frío y plano. Enseguida es
indispensable repetir, al menos por tres veces las frotaciones con ácido nítrico y con
polvos secos. Toda esta operación puede hacer algunas horas antes de empezar la
del baño de iodo; pero es absoluta necesidad dar una frotación de ácido y también de
polvos inmediatamente antes de empezar aquella segunda operación. Se ha visto,

 
pues, que la primera aunque larga, nada tiene de difícil; mucho menos, cuando el
aparato viene provisto de todas las sustancias que por otra parte, se encuentran
fácilmente de venta. Se nos asegura que, en la actualidad se ha simplificado tanto ese
método de pulir la lámina aplicando otras sustancias que, la operación se practica en
ocho o diez minutos, cuando la que nosotros presenciamos requerían una hora por lo
menos. Bruñida así la plancha se la coloca en una tablita de madera, algo más grande
que aquella, a la que se sujeta por medio de las varillas metálicas y planas, de que
antes hablamos, que se clavan con brocas muy pequeñas y que queda enteramente
pronta para la segunda operación que consiste en darla al vapor de iodo.

El aparato destinado a tal efecto es una caja de madera, de figura cúbica, o


cuadrado por fuera; pero que tiene interiormente la forma de una pirámide truncada
con la base hacia arriba. Esta base que forma la boca de la caja es de las mismas
dimensiones que la tablilla en que está colocada la lámina. En el fondo hay una
cápsula o platillo de madera, donde se pone un poco de iodo, cuidando de esparcirle
por toda la capacidad de la cápsula; esta última se cubre con una gasilla muy clara
sujeta con un aro de alambre. Tienen por objeto estas precauciones hacer que el
vapor de iodo se esparza con igualdad; pues de otro modo se adheriría más a unos
puntos que a otros. Ajustase, pues la lámina a la boca de la caja, se cierra esta
suavemente y no es necesario ayudar la evaporación aumentando calor ninguno, pues
basta el del ambiente para que se efectúe. Fácilmente se concibe que siendo este
baño de iodo el que dispone la lamina a recibir la impresión luminosa es
absolutamente indispensable desde que la operación comienza, que la pieza en que
se ejecuta, quede oscura conservando; sin embargo, una vislumbre, que basta para
distinguir los objetos. Ninguna duración ha podido fijarse a este baño. Es más o menos
largo, según la temperatura del ambiente y según que la caja haya servido más o
menos: el mayor calor determina más pronto la evaporación y la caja impregnada de
vapor, por operaciones anteriores, lo despide ella misma y acelera el resultado.
Nosotros hemos visto que diez minutos bastaron, en una ocasión, y ocho en otra, para
completarle.

Un hecho, sin embargo, guía al operador. El vapor del iodo, tiñe la superficie
plateada de un color más o menos obscuro, según la intensidad de aquel. Es preciso,
pues, sacar varias veces la lámina, mirar su estado a la vislumbre y retirarla cuando
aparezca enteramente dorada. El baño demasiado largo le daría un color violado y la
inutilizaría, ennegreciendo la acción de la luz la superficie toda. Si por el contrario, es
demasiado corto, la imagen se pintaría con tintes muy débiles. Concluido el
zahumerio, es necesario precaver la lámina de la luz, al llevarla a la cámara oscura; y
para ello se coloca en un ingenioso aparato que no es fácil de describir y que a nada
se parece más, que a una especie de cartera de madera, que se abre y cierre por
medio de un resorte, dentro de la cual queda la plancha enteramente escondida. Se
trata entonces de la tercera operación, es decir, de exponer aquella a recibir la acción
de la luz de la cámara oscura. Es inútil describir este aparato, todos le conocen. Se
coloca del modo conveniente para recibir la imagen, moviendo hasta encontrar el foco
verdadero, la parte corrediza del aparato; una vez hallado se fija ésta por medio de un
tornillo; se cubre entonces la lente; se quita el vidrio y el espejo que forman la pared
opuesta de la cámara en la que se pinta la imagen; se adapta en su lugar, la cartera
que encierra la lámina; se abre después interiormente por medio de los resortes;

 
descúbrese la lente y queda expuesta la superficie preparada a la acción de la luz que
va a crear esa imagen milagrosa fijando en un plano sus reflejos fugaces e
impalpables.

Tampoco hay tiempo señalado para esta misteriosa incubación; depende de su


término de la mayor o menor intensidad de sol; lo que fácilmente se concibe, siendo la
luz el agente único que ha de grabar el objeto. Para la primera operación a que
asistimos, con un sol claro a las 11 de la mañana, bastaron apenas 6 minutos; pero se
necesitaron 15 para la segunda ejecutada a las 2 de la tarde, bajo un cielo nebuloso.
Inútil parece advertir que los objetos copiados deben ser o estar inmóviles durante la
operación; pues de otro modo, los rayos luminosos, siguiendo los movimientos del
cuerpo, no tendrían tiempo de imprimirse jamás. En una de las bellas vistas de nuestra
catedral, que vimos tomar el día 29, apareció perfectamente dibujada una carreta
parada en un ángulo de la plaza, pero sus bueyes quedaron apenas bosquejados a
causa del movimiento.

Es necesario no dejar la lámina expuesta demasiado tiempo, porque la acción


continuada de la luz la ennegrecería toda y se perdería el efecto. Cuando se considera
que ha pasado el tiempo conveniente, se cubre la lente de nuevo; se cierra por medio
del resorte, la cartera que guarda la plancha; y se saca de la cámara, para que reciba
el baño de vapor mercurial que ha de hacer aparecer la imagen, invisible todavía.

Se ejecuta esta cuarta operación, en una caja de madera parecida a la del


iodo, pero sostenida en tres pies, que la eleva más que aquella, como que es
necesario colocar debajo, una lámpara encendida. Hay en el fondo de la caja una
capsula de metal y dentro de ésta, el globo del termómetro, cuyo tubo sale,
penetrando la madera, a la parte exterior de la caja, donde está marcada la escala.

Por medio de un largo embudo de cristal, se echa mercurio en la cápsula, hasta


que cubre enteramente el globo del termómetro. Se oscurece como antes la pieza, se
saca la lámina de la cartera, se ajusta en una tablita destinada al efecto y se la coloca
en 45 grados de inclinación en la boca de la caja que se cierra muy suavemente.
Enciéndase entonces, la cápsula, una lamparilla con espíritu de vino; a su propia luz,
se observa la ascensión gradual del termómetro y cuando ha llegado a 60 Reaumur,
se apaga aquélla y se deja la lámina expuesta al vapor, hasta que el termómetro ha
vuelto a bajar a 45º. La operación entonces está concluida; se ilumina la pieza y se
saca confiadamente la lámina que ofrece ya en toda su fuerza la imagen recibida.
Nada más queda ya por hacer sino dar al recién creado un bautismo que le purifique y
borre las impurezas de las materias que concurrían a su creación.

Hay para el efecto, las fuentes cuadrangulares, algo mayores que la lámina y de una
pulgada de profundidad. Echase en la una, hasta llegar a su mitad, agua natural más
qúe tibia y en la otra una porción de hiposulfito de soda, que baste a cubrir la lámina.
Esta sustancia puede ser suplida por una disolución de sal común, en agua natural. Se
sumerge primero, rápidamente, la lámina en el agua tibia y se pasa luego el
hiposulfito, agitando la fuente para que el líquido corra por sobre aquella; en pocos
segundos desaparece de la superficie bruñida el viso amarilloso del iodo y entonces se
pone otra vez la plancha en el agua tibia agitando la fuente; se saca luego, se deja
secar al aire y a la sombra, colocándola de modo que el agua escurra siempre; pues

 
detenida, las partículas salinas mancharían el metal. Nada más queda que hacer. La
imagen aparece como grabada en negro, sobre la superficie de un espejo. Las
condiciones todas de la perspectiva lineal y aérea, la exactitud más minuciosa en los
pormenores, la más imperceptible degradación en las sombras y en las tintas, no
perjudican al efecto general ni obstan en nada, según la expresión del famoso P.
Delaroche, a la tranquilidad de las masas, Fácilmente se concibe que haciéndose la
reducción de la escala por medios naturales la copia debe reproducir los mínimos
accidentes ópticos y lineales del original. Así que se pintan a veces algunos objetos
perceptibles tan solo con el auxilio de la lente.

Es indispensable precaver el dibujo de toda fricción o rozamiento pues se


borraría con mucha facilidad. El químico Dumas ha inventado un. barniz compuesto de
una disolución, hirviendo, una parte de ''dextrina" en cinco de agua, que evita aquel
inconveniente, pero aún se ignora, si esta composición alterará a la larga, las
sustancias mercuriales de que se compone la imagen. A muchas personas hemos
oído poner en dudas las aplicaciones de este magnifico descubrimiento a las artes ya
las ciencias y creen que ninguna podrá hacerse proporcionada a la importancia que se
da a la invención. Iguales dudas ocurrieron en la Francia, desde el momento en que se
publicó el gran secreto; el señor Arago las desvaneció todas, en su sabio informe a la
cámara y nosotros no haremos más que expresar aquí los juicios de aquel hombre
eminente.

Empezando por el arte de la pintura, aquel sabio no hizo más que leer en la
Cámara de Diputados, las palabras de Pablo Delaroche en una carta que le dirigió: "El
descubrimiento del señor Daguerre -dice el insigne- lleva a tal punto la perfección de
ciertas condiciones esenciales al arte, que vendrá a ser un objeto de observaciones y
de estudios, aun para los pintores más hábiles. La corrección de líneas y la precisión
de las formas, es tan completa como parece serlo, en los dibujos del señor Daguerre y
se conocen en ellos al mismo tiempo, un modelo vasto, enérgico y un conjunto tan rico
en tonos como en efectos. En resumen, el admirable descubrimiento del señor
Daguerre es un inmenso servicio hecho a las artes''.

No son menos importantes los que de él recibirán las ciencias, según los
preveía, desde el momento de la invención, el genio profundo del señor Arago. Ya sea
la historia y la confusa teogonía de los Egipcios, en los innumerables jeroglíficos de
sus monumentos, que no pudo copiar el lápiz de los artistas que acompañaron al
hombre portentoso, en su poética campaña y que el daguerrotipo reproducirá con
fidelidad escrupulosa. Ya contemple a la geometría midiendo la elevación de los más
inaccesibles monumentos, por medio de las rigurosas proporciones matemáticas, que
da aquel instrumento a sus dibujos. Ya, por fin, convergiendo sus miradas a la esfera
que tantas veces recorrieron, el señor Arago, confía en que el sublime descubrimiento,
ofrecerá nuevos medios de medir las distancias de los astros, por la intensidad de las
luces, pues ya está reconocido que la preparación del señor Daguerre, es sensible a
los rayos luminares de la noche.

Una sola reflexión añadiremos nosotros. Póngase en manos del hombre, un


instrumento nuevo, un medio de acción no conocido antes. ¿Y quién se atreve a
señalar los límites a que el genio extenderá su aplicación? Ya el daguerrotipo mismo,
ha recibido importantes mejoras, pero sobre todo, ha dado origen a un descubrimiento

 
nuevo, que ensancha inmensamente la utilidad de su invención: tal es el de trasladar
al papel la imagen que engendró sobre metal. "Cuando os decíamos a propósito del
daguerrotipo -dice L'Artiste del 29 de setiembre- que vendrá tiempo que este bello
instrumento daría al grabado exacto de la imagen que reproduce, no creíamos
hallarnos tan cerca de la verdad. Pero he aquí que un joven y sabio doctor en
medicina, el señor Alfredo Donné, ha reproducido sobre papel muchas copias de este
nuevo grabado, que completa más allá de cuanto pudiera decirse, la invención del
señor Daguerre. Tenemos a la vista los primeros grabados que ha obtenido el señor
Donné y aunque todavía no alcanza toda la perfección y pureza del dibujo primitivo es
preciso reconocer que el nuevo descubrimiento está en excelente camino''.

Esto sucedía un mes apenas después de publicada la invención de Daguerre,


la del señor Donné habrá ya sido mejorada; del papel pasarán las imágenes a la
piedra, tal vez ésta las reciba directamente del metal y entonces... la imaginación se
pierde en la cadena de resultados tan inmensos. A donde ellos alcancen, alcanzará
también el nombre de Daguerre derramando nuevo esplendor en los brillantes anales
del arte y de la ciencia.

Publicado en el Correo, Montevideo 4 de marzo de 1840

CARTA DE AMENAZA DE MUERTE A FLORENCIO VARELA

Línea de fortificación, Enero 13 de 1844.

Doctor Florencio Varela.

Te prevengo miserable que un vizcaíno que es quien esta te escribe, agraviado del
insulto que haces a mis compatriotas que defienden al general Oribe con las armas en
la mano, ofendido de que trates a mis conciudadanos de salvajes, elogiando a los
mercenarios franceses e italianos, la hez de estas dos naciones que tú no ignoras, y
en fin, menospreciando a los que descienden de Mendiburu, Menchaca y Allende, que
te arrepientas de lo que has puesto en tu Comercio y que salga a luz tu
arrepentimiento, dándote de plazo 8 días a contar desde la fecha. Una satisfacción
clara es la que quiero yo, con ella te desdirás de lo que has dicho con respecto a los
vascos españoles, pees a ellos es el agravio y esta satisfacción la imprimirás en el
Plata en el término arriba fijado.

Si así no lo hicieres, la muerte cortará el hilo de tus depravaciones! Si; al día siguiente
pasado el término, una mano desconocida sabrá hundir el puñal en el pecho de un
perverso. Pero también te juro bajo palabra de íbero, que si das la satisfacción que
pido, podrás andar libremente y sin terror. - Un vizcaino.

PD: Si te place pon esta en el diario para que no tengas remordimientos en publicar la
satisfacción que demando. El público juzgará, pero por mi parte hallo la justicia. Ya ves
que doy ventajas.

 
CARTA DE LA HACIENDA DE FIGUEROA113

Hacienda de Figueroa en San Antonio, de Diciembre 20 de 1834.

Mi querido compañero, señor don Juan Facundo Quiroga.

Consecuente a nuestro acuerdo, doy principio por manifestarle haber llegado a


creer que las disensiones de Tucumán y Salta, y los disgustos entre ambos gobiernos,
pueden haber sido causados por el ex Gobernador D. Pablo Alemán y sus
manipulantes. Este fugó al Tucumán, y creo que fue bien recibido, y tratado con
amistad por el señor Heredia. Desde allí maniobró una revolución contra Latorre, pero
habiendo regresado a la frontera del Rosario para llevarla a efecto, saliéndole mal la
combinación fue aprehendido:, y conducido a Salta. De allí salió bajo fianza de no
volver a la provincia, y en su tránsito por el Tucumán para ésta, entiendo estuvo en
buena comunicación con el señor Heredia. Todo esto no es extraño que disgustase a
Latorre, ni que alentase el partido Sr. Alemán, y en tal posición los Unitarios que no
duermen, y están corno el lobo acechando los momentos de descuido, o distracción
infiriendo, al famoso estudiante López que estuvo en el Pontón, han querido sin duda
aprovecharse de los elementos que les proporcionaba este suceso para restablecer su
imperio. Pero de cualquier modo que esto haya sucedido me parece injusta la
indemnización de daños y perjuicio que solicita el señor Heredia. El mismo confiesa en
sus notas oficiales a este gobierno y al de Salta, que sus quejas se fundan en indicios,
y conjeturas, y no en hechos ciertos e intergiversables, que alejen todo motivo de duda
sobre la conducta hostil que le atribuye a Latorre. Siendo esto así, él no tiene por
derecho de gentes más acción que a pedir explicaciones, y también garantías, pero de
ninguna manera indemnizaciones.

Los negocios de Estado a Estado no se pueden decidir por las leyes que rigen
en un país para los asuntos entre particular cuyas leyes han sido dictadas por
circunstancias, y razones que sólo tienen lugar en aquel Estado en donde deben ser
observadas. A que se agrega que no es tan cierto, que por sólo indicios, y conjeturas
se condene a una persona a pagar indemnizaciones en favor de otra. Sobre todo debe
tenerse presente que, aun cuando esta pretensión no sea repulsada por la justicia, lo
es por la política. En primer lugar sería un germen de odio inextinguible entre ambas
provincias que más tarde o más temprano de un modo o de otro, podría traer grandes
males a la República. En segundo porque tal ejemplar abriría la puerta a la intriga y
mala fe para que pudiese fácilmente suscitar discordias entre los pueblos, que
sirviesen de pretexto para obligar a los unos a que sacrificasen su fortuna en obsequio
de los otros. A mi juicio no debe perderse de vista el cuidado con que el Sr. Heredia se
desentiende de los cargos que le hace Latorre por la conducta que observó con
Alemán cuando éste, según se queja el mismo Latorre, desde el Tucumán le hizo una
revolución sacando los recursos de dicha provincia a ciencia y paciencia de Heredia
sobre lo que inculca en su proclama publicada en la Gaceta del jueves que habrá Vd.
leído.
                                                            
113
  BARBA,  Enrique  M.,  Correspondencia  entre  Rosas,  Quiroga  y  López,  1ª  edición,  Buenos  Aires, 
Hyspamérica, 1986, pp. 94 a 105 

 
La justicia tiene ciertamente dos orejas, y es necesario para buscarla que Vd.
desentrañe las cosas desde su primer origen. Y si llegase a probar de una manera
evidente con hechos intergiversables, que alguno de los dos contendientes ha
traicionado abiertamente la causa nacional de la Federación, yo en el caso de Vd.
propendería a que dejase el puesto.

Considerando excusado extenderme sobre algunos otros puntos, porque según


el relato que me hizo el Sr. Gobernador ellos están bien explicados en las
instrucciones, pasaré al de la Constitución.

Me parece que al buscar Vd. la paz, y orden desgraciadamente alterados, el


argumento más fuerte, y la razón más poderosa que debe Vd. manifestar a esos
señores gobernadores, y demás personas influyentes, en las oportunidades que se le
presenten aparentes, es el paso retrógrado que ha dado la Nación, alejando
tristemente el suspirado día de la grande obra de la Constitución Nacional. ¿Ni qué
otra cosa importa, el estado en que hoy se encuentra toda la República? Usted y yo
deferimos a que los pueblos se ocupasen de sus constituciones particulares, para, que
después de promulgadas entrásemos a trabajar los cimientos de la gran Carta
Nacional. En este sentido ejercitamos nuestro patriotismo e influencias, no porque nos
asistiere un positivo convencimiento de haber llegado la verdadera ocasión, sino
porque estando en paz la República, habiéndose generalizado la necesidad de la
Constitución, creímos que debíamos proceder como lo hicimos, para evitar mayores
males. Los resultados lo dicen elocuentemente los hechos, los escándalos que se han
sucedido, y el estado verdaderamente peligroso en que hoy se encuentra la República,
cuyo cuadro lúgubre nos aleja toda esperanza de remedio.

Y después de todo esto, de lo que enseña y aconseja la experiencia tocándose


hasta con la luz de la evidencia, ¿habrá quién crea que el remedio es precipitar la
Constitución del Estado? Permítame Vd. hacer algunas observaciones a este
respecto, pues aunque hemos estado siempre acordes en tan elevado asunto quiero
depositar en su poder con sobrada anticipación, por lo que pueda servir, una pequeña
parte de lo mucho que me ocurre y que hay que decir.

Nadie, pues, más que Vd. y yo podrá estar persuadido de la necesidad de la


organización de un Gobierno general, y de que es el único medio de darle ser y
responsabilidad a nuestra República.

¿Pero quién duda que éste debe ser el resultado feliz de todos los medios
proporcionados a su ejecución? ¿Quién aspira a un término marchando en contraria
dirección? ¿Quién para formar un todo ordenado, y compacto, no arregla, y solicita,
primeramente bajo una forma regular, y permanente, las partes que deben
componerlo? ¿Quién forma un Ejército ordenado con grupos de hombres, sin jefes sin
oficiales, sin disciplina, sin subordinación, y que no cesan/ un momento de acecharse,
y combatirse contra sí, envolviendo a los demás, en sus desórdenes? ¿Quién forma
un ser viviente, y robusto con miembros' muertos, o dilacerados, y enfermos de la más
corruptora gangrena, siendo así que la vida y robustez de este nuevo ser en complejo
no puede ser sino la que reciba de los propios miembros de que se haya de
componer? Obsérvese que una muy cara y dolorosa experiencia nos ha hecho ver
prácticamente que es absolutamente necesario entre nosotros el sistema federal

 
porque, entre otras razones de sólido poder, carecemos totalmente de elementos para
un gobierno de unidad. Obsérvese que el haber predominado en el país una facción
que se hacía sorda al grito de esta necesidad ha destruido y aniquilado los medios y
recursos que teníamos para proveer a ella, porque ha irritado los ánimos, descarriado
las opiniones, puesto en choque los intereses particulares, propagado la inmoralidad y
la intriga, y fraccionado en bandas de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi
reliquias de ningún vínculo, extendiéndose su furor a romper hasta el más sagrado de
todos y el único que podría servir para restablecer los demás, cual es el de la religión;
y que en este lastimoso estado es preciso crearlo todo de nuevo, trabajando primero
en pequeño; y por fracciones para entablar después un sistema general que lo abrace
todo. Obsérvese que una República Federativa es lo más quimérico y desastroso que
pueda imaginarse, toda vez que no se componga de Estados bien organizados en sí
mismos, porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del
poder general con respecto al interior de la República, es casi ninguna, y su principal y
casi todo, su investidura, es de pura representación para llevar la voz a nombre de
todos los Estados confederados en sus relaciones con las naciones extranjeras; de
consiguiente si dentro de cada Estado en particular, no hay elementos de poder para
mantener el orden respectivo, la creación de un Gobierno general representativo no
sirve más que para poner en agitación a toda la República a cada, desorden parcial
que suceda, y hacer que el incendio de cualquier Estado se derrame por todos los
demás. Así es que la República de Norte América no ha admitido en la confederación
los nuevos pueblos y provincias que se han formado después de su independencia,
sino cuando se han puesto en estado de regirse por sí solos, y entre tanto los ha
mantenido sin representación en clase de Estados; considerándolos como
adyacencias de la República.

Después de esto, en el estado de agitación en que están los pueblos,


contaminados todos de unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de
otras naciones, y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa, ¿qué
esperanza puede haber de tranquilidad y calma al celebrar los pactos de la
Federación, primer paso que debe dar el Congreso Federativo? En el estado de
pobreza en que las agitaciones políticas han puesto a todos los pueblos, ¿quiénes, ni
con qué fondos podrán costear la reunión y permanencia de ese Congreso, ni menos
de la administración general? ¿Con qué fondos van a contar para el pago de la deuda
exterior nacional invertida en atenciones de toda la República, y cuyo cobro será lo
primero que tendrá encima luego que se erija dicha administración? Fuera de que si
en la actualidad apenas se encuentran hombres para el gobierno particular de cada
provincia, ¿de dónde se sacarán los que hayan de dirigir toda la República?
¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios, y
a toda clase de bichos? ¿No vimos que la constelación de sabios no encontró más
hombre para el Gobierno general que a don Bernardino Rivadavia, y que éste no pudo
organizar su Ministerio sino quitándole el cura a la Catedral114, y haciendo venir de San
Juan al Dr. Lingotes115 para el Ministerio de Hacienda, que entendía de este ramo lo
mismo que un ciego de nacimiento entiende de astronomía ? Finalmente, a vista del
                                                            
114
 Julián Segundo de Agüero 
115
 Salvador Maria del Carril 

 
lastimoso cuadro que presenta la República, ¿cuál de los héroes de la Federación se
atreverá a encargarse del Gobierno general? ¿Cuál de ellos podrá hacerse de un
cuerpo de representantes y de ministros, federales todos, de quienes se prometa las
luces, y cooperación necesaria para presentarse con la debida dignidad, salir airoso
del puesto, y no perder en él todo su crédito, y reputación? Hay tanto que decir sobre
este punto que para sólo lo principal y más importante sería necesario un tomo que
apenas se podría, escribir en un mes.

El Congreso general debe ser convencional, y no deliberante, debe ser para


estipular las bases de la Unión Federal, y no para resolverlas por votación. Debe ser
compuesto de diputados pagados y expensados por sus respectivos pueblos y sin
esperanza de que uno supla el dinero a otros, porque esto que Buenos Aires pudo
hacer en algún tiempo, le es en el día absolutamente imposible.

Antes de hacerse la reunión debe acordarse entre los gobiernos, por unánime
avenimiento, el lugar donde ha de ser, y la formación del fondo común, que haya de
sufragar a los gastos oficiales del Congreso, corno son los de casa, muebles,
alumbrado, secretarios, escribientes, asistentes, porteros, ordenanzas, y demás de
oficina; gastos que son cuantiosos y mucho más de lo que se creen generalmente. En
orden a las circunstancias del lugar de la reunión debe tenerse cuidado que ofrezca
garantías de seguridad y respeto a los diputados, cualquiera que sea su modo de
pensar y discurrir; que sea uno, hospitalario, y cómodo, porque los diputados
necesitan largo tiempo para expedirse. Todo esto es tan necesario cuanto que de lo
contrario muchos sujetos de los que sería preciso que fuesen al Congreso se
excusarán o renunciarán después de haber ido, y quedará reducido a un conjunto de
imbéciles, sin talento, sin saber, sin juicio, y sin práctica en los negocios de Estado. Si
se me preguntase dónde está hoy ese lugar diré que no sé, y si alguno contestase que
en Buenos Aires, yo diría que tal elección sería el anuncio cierto del desenlace más
desgraciado y funesto a esta ciudad, y a toda la República. El tiempo, el tiempo solo, a
la sombra de la paz, y de la tranquilidad de los pueblos, es el que puede
proporcionarlo y señalarlo. Los Diputados deben ser federales a prueba, hombres de
respeto, moderados, circunspectos, y de mucha prudencia y saber en los ramos de la
Administración pública, que conozcan bien á fondo el estado y circunstancias de
nuestro país, considerándolo en su posición interior bajo todos aspectos, y en la
relativa a los demás Estados vecinos, y a los de Europa con quienes está en comercio,
porque hay grandes intereses y muy complicados que tratar y conciliar, y a la hora que
rayan dos o tres diputados sin estas calidades, todo se volverá un desorden como ha
sucedido siempre, esto es si no se convierte en una tanda de pillos, que viéndose
colocados en aquella posición, y sin poder hacer cosa alguna de provecho para el
país, traten de sacrificarlo a beneficio suyo particular, como lo han hecho nuestros
anteriores Congresos concluyendo sus funciones con disolverse, llevando los
diputados por todas partes el chisme, la mentira, la patraña, y dejando envuelto al país
en un maremágnun de calamidades de que jamás pueda repararse.

Lo primero que debe tratarse en el Congreso no es, como algunos creen, de la


erección del Gobierno general, ni del nombramiento del jefe supremo de la República.
Esto es lo último de todo. Lo primero es dónde ha de continuar sus sesiones el
Congreso, si allí donde está o en otra parte. Lo segundo es la Constitución General
principiando por la organización que habrá de tener el Gobierno general, que explicará

 
de cuántas personas se ha de componer ya en clase de jefe supremo, ya en clase de
ministros, y cuáles han de ser sus atribuciones, dejando salva la soberanía e
independencia de cada uno de los Estados Federados. Cómo se ha de hacer la
elección, y qué calidades han de concurrir en los elegibles; en dónde ha de residir este
Gobierno, y qué fuerza de mar y tierra permanente en tiempo de paz es la que debe
tener, para el orden, seguridad, y respetabilidad de la República.

El punto sobre el lugar de la residencia del Gobierno suele ser de mucha


gravedad, y trascendencia por los celos y emulaciones que esto excita en los demás
pueblos, y la complicación de funciones que sobrevienen en la corte o capital de la
República con las autoridades del Estado particular a que ella corresponde. Son éstos
inconvenientes de tanta gravedad que obligaron a los norteamericanos a fundar la
ciudad de Washington, hoy Capital de aquella República que no pertenece a ninguno
de los Estados confederados.

Después de convenida la organización que ha de tener el Gobierno, sus


atribuciones, residencia y modo de erigirlo, debe tratarse de crear un fondo nacional
permanente que sufrague todos los gastos generales, ordinarios y extraordinarios, y al
pago de la deuda nacional, bajo del supuesto que debe pagarse tanto la exterior como
la interior, sean cuales fueren las causas justas o injustas que la hayan causado, y sea
cual fuere la administración que haya habido de la hacienda del Estado porque el
acreedor nada tiene que ver con esto, que debe ser una cuestión para después. A la
formación de este fondo, lo mismo que con el contingente de tropa para la
organización del Ejército nacional, debe contribuir cada Estado Federado, en
proporción a su población cuando ellos de común acuerdo no tomen otro arbitrio que
crean más adaptable a sus circunstancias; pues en orden a eso no hay regla fija, y
todo depende de los convenios que hagan cuando no crean conveniente seguir la
regla general, que arranca del número proporcionado de población. Los
norteamericanos convinieron en que formasen este fondo de derechos de Aduana
sobre el comercio de ultramar, pero fue porque todos los Estados tenían puertos
exteríores no habría sido así en caso contrario. A que se agrega que aquel país por su
situaci6n topográfica es en la principal y mayor parte marítimo como se ve a la
distancia por su comercio activo, el número crecido de sus buques mercantes, y de
guerra construidos en la misma república, y como que esto era lo que más gastos
causaba a la república en general, y lo que más llamaba su atención por todas partes,
pudo creerse que debía sostenerse con los ingresos de derechos que produjesen el
comercio de ultramar o con las naciones extranjeras.

Al ventilar estos puntos, deben formar parte de ellos los negocios del Banco
Nacional, y de nuestro papel moneda que todo él forma una parte de la deuda nacional
a favor de Buenos Aires; deben entrar en cuenta nuestros fondos públicos, y la deuda
de Inglaterra, invertida en la guerra nacional con el Brasil; deben entrar los millones
gastados en la reforma militar, los gastados en pagan la deuda reconocida, que había
hasta el año de Ochocientos veinte y cuatro procedente de la guerra de la
Independencia, y todos los demás gastos que ha hecho esta provincia con cargo de
reintegro en varias ocasiones, como ha sucedido para la reunión y conservación de
varios congresos generales.

 
Después de establecidos estos puntos, y el modo como pueda cada Estado
Federado crearse sus rentas particulares sin perjudicar los intereses generales de la
República, después de todo esto, es cuando recién se procederá al nombramiento del
jefe de la República y erección del Gobierno general. ¿Y puede nadie concebir que en
el estado triste y lamentable en que se halla nuestro país pueda allanarse tanta
dificultad, ni llegarse al fin de una empresa tan grande, tan ardua, y que en tiempos los
más tranquilos y felices, contando con los hombres de más capacidad, prudencia v
patriotismo, apenas podría realizarse en dos años de asiduo trabajo? ¿Puede nadie
que sepa lo que es el sistema federativo, persuadirse que la creación de un gobierno
general bajo esta forma atajará las disensiones domésticas de los pueblos? Esta
persuasión o triste creencia en algunos hombres de buena fe es la que da ansia a
otros pérfidos y alevosos que no la tienen o que están alborotando los pueblos con el
grito de Constitución, para que jamás haya paz, ni tranquilidad, porque en el desorden
es en lo que únicamente encuentran su modo de vivir. El Gobierno general en una
República Federativa no une los pueblos federados, los representa unidos: no es para
unirlos, es para representarlos en unión ante las demás naciones: él no se ocupa de lo
que pasa interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se
suscitan entre sí. En el primer caso sólo entienden las autoridades particulares del
Estado, y en el segundo la misma Constitución tiene provisto el modo cómo se ha de
formar el tribunal que debe decidir. En una palabra, la unión y tranquilidad crea el
Gobierno general, la desunión lo destruye; él es la consecuencia, el efecto de la unión,
no es la causa, y si es sensible su falta, es mucho mayor su caída, porque nunca
sucede ésta sino convirtiendo en escombros toda la República. No habiendo, pues,
hasta ahora entre nosotros, como no hay, unión y tranquilidad, menos mal es que no
exista, que sufrir los estragos de su disolución. ¿No vemos todas las dificultades
invencibles que toca cada Provincia en particular para darse constitución? Y si no es
posible vencer estas solas dificultades, ¿será posible vencer no sólo éstas sino las que
presenta la discordia de unas provincias con otras, discordia que se mantiene como
acallada y dormida mientras que cada una se ocupa de sí sola, pero que aparece al
instante como una tormenta general que resuena por todas partes con rayos y
centellas, desde que se llama a Congreso general?

Es necesario que ciertos hombres se convenzan del error en que viven, porque
si logran llevarlo a efecto, envolverán a la República en la más espantosa catástrofe, y
yo desde ahora pienso que si no queremos menoscabar nuestra reputación ni
mancillar nuestras glorias, no debemos prestarnos por ninguna razón a tal delirio,
hasta que dejando de serlo por haber llegado la verdadera oportunidad veamos
indudablemente que los resultados han de ser la felicidad de la Nación. Si no
pudiésemos evitar que lo pongan en planta, dejemos que ellos lo hagan enhorabuena
pero procurando hacer ver al público que no tenemos la menor parte en tamaños
disparates, y que si no lo impedimos es porque no nos es posible.

La máxima de que es preciso ponerse a la cabeza de los pueblos cuando no se


les pueda hacer variar de resolución es muy cierta; mas es para dirigirlos en su
marcha, cuando ésta es a buen rumbo, pero con precipitación o mal dirigida; o para
hacerles variar de rumbo sin violencia, y por un convencimiento práctico de la
imposibilidad de llegar al punto de sus deseos. En esta parte llenamos nuestro deber,
pero los sucesos posteriores han mostrado a la clara luz que entre nosotros no hay

 
otro arbitrio que el de dar tiempo a que se destruyan en los pueblos los elementos de
discordia, promoviendo y alentando cada gobierno por sí el espíritu de paz y
tranquilidad. Cuando éste se haga visible por todas partes, entonces los cimientos
empezarán por valernos de misiones pacíficas y amistosas por medio de las cuales sin
bullas, ni alboroto, se negocia amigablemente entre los gobiernos, hoy esta base,
mañana la otra hasta colocarlas en tal estado que cuando se forme el Congreso lo
encuentre hecho casi todo, y no tenga más que marchar llanamente por el camino que
se le haya designado. Esto es lento a la verdad, pero es preciso que así sea, y es lo
único que creo posible entre nosotros después de haberlo destruido todo, y tener que
formarnos del seno de la nada.

Adiós, compañero. El cielo tenga piedad de nosotros, y dé a Vd. salud, acierto,


y felicidad en el desempeño de su comisión; y a los dos, y demás amigos, iguales
goces, para defendernos, precavernos, y salvar a nuestros compatriotas de tantos
peligros como nos amenazan.

Juan M. de Rosas.

 
JUAN FELIPE
Nacido en el 11 de mayo de 1821, y bautizado con el nombre de Juan Felipe
por el Pbro. Francisco Jacobo de Acuña en la capilla de San Isidro, actual
departamento Valle Viejo, provincia de Catamarca, el 9
de junio de 1822 de 1 año de edad, actuando como
padrinos del futuro caudillo: Valentín Castro y una
hermana del Pbro. Acuña, Juana Antonia Acuña. Era hijo
del caudillo federal Javier Varela y de María Isabel Ruarte
o Rubiano.

El 8 de junio de 1870, en el cementerio de Tierra


Amarilla, pequeña aldea cercana a Copiapó, en el norte
chileno, unas pocas personas acompañan los restos
mortales de Felipe Varela a su morada definitiva.
Felipe Varela

Varela, poseedor de tierras en Guandacol (provincia de La Rioja), combatió


contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas en la década de 1840. Dicen Peña y
Duhalde: “Al formarse la ‘Coalición del Norte’, Felipe Varela junto a Castillo y
Peñaloza, lucha contra Rosas. Es que la situación económica del noroeste argentino,
a pesar de la ley de Aduanas, de 1835, sigue siendo crítica, como consecuencia del
bloqueo que traba sus efectos”116.

La persecución del gobernador de Buenos Aires le llevó al exilio en Chile,


donde se unió al ejército de ese país; luego de la caída de Rosas, en 1852, retornó
sumándose al ejército de la Confederación, donde ocupó el cargo de segundo jefe de
la frontera en Río Cuarto.

El historiador José María Rosa lo describe: “Alto, enjuto, de mirada penetrante,


severa prestancia y cuidados modales, Felipe Varela era el tipo de hidalgo manchego
que todavía se conserva en las viejas provincias del interior. Se parecía a don Quijote
en algo mas que la apariencia física. Este catamarqueño -había nacido en Valle Viejo
5arraigado en Guandacol, era capaz de dejar todo, la estancia, el ama, la sobrina, los
consejos prudentes del cura y los razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al
campo con la lanza en la mano y el yelmo de Mambrino en la cabeza. Fue lo que hizo
en 1866 frisando los 50 años, edad de andanzas y caballerías. Pero a diferencia de su
tatarabuelo manchego, el don Quijote de los Andes no tendría la sola ayuda de su
escudero”117.

                                                            
116
  ORTEGA  PEÑA,  Rodolfo  y  DUHALDE  Eduardo  Luis,  Felipe  Varela  contra  el  imperio  británico,  1ª 
edición, Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1965, p. 19 

 
117
 ROSA, José María La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, 1ª edición, Buenos Aires, Peña 
Lillo editor, 1985, p. 260 

 
En 1861 peleó bajo las órdenes de Justo José de Urquiza en la batalla de
Pavón, que marcó el triunfo de la facción porteña y el inicio de la hegemonía mitrista.
Tras la derrota se unió a las filas del Chacho Peñaloza en su sublevación contra las
autoridades nacionales.

Como protegido del Chacho, fue nombrado jefe de la policía en La Rioja. En


1863 invadió la provincia de Catamarca, y luego combatió contra las fuerzas de
Wenceslao Paunero en las batallas de Las Playas y Lomas Blancas. Después del
asesinato de Peñaloza, Varela se refugió en Entre Ríos, donde fue edecán del
gobernador Urquiza. Un año más tarde volvió a Chile.

Allí se puso en contacto con la llamada Unión Americana, una red de


corresponsales de los círculos intelectuales de esa época, formado para repudiar los
ataques europeos contra Perú, y que había protestado enérgicamente por el apoyo
argentino y brasileño a la revolución de Venancio Flores en el Uruguay. También
acusaba al Brasil y al gobierno argentino por causar la guerra del Paraguay.

Raúl Scalabrini Ortiz tiene un escrito donde habla de los dos caminos de la
Revolución de Mayo, que es esta interpretación que sostenemos en este trabajo, uno
el de Moreno, San Martín, Monteagudo, Sucre, Bolívar, que intentan preservar de sur
a norte y de norte a sur los contornos de los antiguos virreinatos, liberando pueblos
para a partir de tradiciones históricas, culturales e idiomáticas integrarlos en un
crecimiento hacia adentro que, permitiese la consolidación de la Patria Grande
enfrentando la consigna de Civilización y Barbarie, por la de Unidos o Dominados.

Dice Norberto Galasso: “Esta política, perfeccionada en la década del '20 por
Rivadavia y en la del '60 por Mitre, se basaba en los siguientes principios: a)
librecambio, es decir, entrega de todo el mercado interno provinciano a la mercadería
importada preferentemente inglesa con la cual no podían competir en modo alguno las
débiles artesanías criollas; b) estrecha vinculación con el capital europeo,
preferentemente inglés, ya sea a través de comerciantes radicados en Buenos Aires,
empréstitos, sociedades mixtas y más tarde, ferrocarriles, frigoríficos, seguros,
etcétera; c) control de la Aduana por parte de la burguesía comercial, rechazando todo
tipo de organización constitucional que implicase la capitalización de Buenos Aires y,
por ende, la nacionalización y distribución, a todas las provincias, de las rentas
aduaneras; d) cierre de los ríos interiores, como condición para mantener el puerto
único en Buenos Aires, impidiendo la competencia de los puertos del litoral; e) orga-
nización unitaria del país, "Ia unidad a palos", que permitiese controlar desde Buenos
Aires a todos los gobiernos provinciales, haciéndolos así sumisos a este proyecto
semicolonial que conduciría inevitablemente a la miseria y al atraso de todo el
interior”118.

Por quedarse con el Chacho (también general de la Nación) se lo había


borrado del cuadro de jefes. No se le importó: siguió con la causa que entendía
nacional, aunque los periódicos mitristas lo llamaran "bandolero" como al Chacho
Peñaloza. 12 de noviembre de 1863 es asesinado el Chacho, su cabeza fue cortada y
                                                            
118
 GALASSO, Norberto Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana, 1ª edición, Buenos Aires, 
Ediciones del pensamiento nacional, 1983, pp. 12‐13 

 
clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta. Una de sus orejas presidió por
mucho las reuniones de la clase "civilizada" de San Juan. Su esposa, Victoria Romero,
fue obligada a barrer la plaza mayor de la ciudad San Juan, atada con cadenas. Felipe
Varela sufre la muerte del Chacho que lo arroja al exilio, en Chile 

Y refiriéndose a la etapa “oscura” de Felipe Varela, donde se sabe muy poco


de su largo exilio en Chile, Galasso expresa que: “Esos quince años de exilio
constituyen algo así como su preparación para el combate y durante ellos madura sus
ideas acerca del destino de su Patria Chica y de su Patria Grande. Mientras, en el Río
de la Plata, la era rosista llega a su fin y se levanta en el horizonte político una nueva
figura que congrega la atención y la esperanza de las masas provincianas, don Justo
José de Urquiza”119.

Rosa dice que: “Varela era estanciero en Guandacol y coronel de la Nación


graduado en la escuela del Chacho; había
intervenido junto a Peñaloza en las
sublevaciones de 1862 y 1863, para pasar
después a Entre Ríos como edecán de
Urquiza. Don Justo lo tuvo a su lado al
producirse los desbandes de Basualdo y
Toledo. Al palpar la impopularidad de la
guerra, se fue a Chile: allí presenció el
bombardeo de Valparaíso por la escuadra
española de Méndez Núñez y supo con
indignación que Mitre había negado el
apoyo pedido por Chile y Perú. Si no
bastara la evidencia de la guerra contra
Paraguay, ahí encontró la prueba del
antiamericanismo del gobierno argentino.
Cuando llego a saber el texto del tratado de
la alianza, no lo pensó dos veces. Dio orden
que vendieran su estancia, y con el
producto compro unos pocos fusiles Einfield
y dos cañoncitos (los bocones, los llamo)
del deshecho militar chileno. Equipó unos Felipe Varela sentado a la izquierda
cuantos exilados argentinos y con ellos se lanzo a través de la cordillera. Como la
plata no le daba para contratar artilleros los bocones apuntarían al tanteo, pero Varela
no reparaba en esas cosas. Eso si, para amenizar el tránsito de la cordillera y
acompañar las cargas que habrían de darse llevo consigo una banda de musicantes
chilenos120. En diciembre de 1866, después de deshacer una fuerza nacional en

                                                            
119
 GALASSO, Norberto Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana, 1ª edición, Buenos Aires, 
Ediciones del pensamiento nacional, 1983, p. 24 
120
 Esa banda crearía la zamba, canción de la "Unión Americana" en sus entreveros, y la más popular de 
las músicas del Noroeste argentino. 

 
Nacirniento, llego a Jachal. Fue recibido con gran entusiasmo, y repartió su ardorosa
proclama revolucionaria”121.

MANIFIESTO DEL GENERAL FELIPE VARELA A LOS PUEBLOS AMERICANOS


(Tipografía del Progreso / Potosí, 1868)

“ARGENTINOS! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y


Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en
las tres mas grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente
enlodado por el General Mitre gobernador de Buenos Aires.

La más bella y perfecta Carta Constitucional democrática republicana federal,


que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en
Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido
violada y mutilada desde el año sesenta y uno hasta hoy, por Mitre y su círculo de
esbirros.

El Pabellón de Mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes
hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las
ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre –orgullosa autonomía política del partido
rebelde– ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuti,
Curuzú y Curupaití.

Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en
porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando
empeñada en mas de cien millones de fuertes, y comprometido su alto nombre a la
vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que
después de la derrota de Cepeda, lacrimando juró respetarla.

COMPATRIOTAS: desde que Aquél, usurpó el gobierno de la Nación, el


monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a
ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan
que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser
provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del
Gobierno Mitre.

Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a los provincianos, que muchos de
nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves
puñales de los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandez, Paunero, Campos, Irrazábal
y otros varios oficiales dignos de Mitre.

Empero, basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin


corazón y sin conciencia. Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa
justificable, dan testimonio flagrante de la triste o insoportable situación que
atravezamos, y que es tiempo ya de contener.

                                                            
121
 ROSA, José María La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, 1ª edición, Buenos Aires, Peña 
Lillo editor, 1985, pp. 260‐261 

 
¡VALIENTES ENTRERRIANOS! Vuestro hermanos de causa en las demás
provincias, os saludan en marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro
ilustre jefe y compañero de armas el magnánimo Capitán General Urquiza, os
acompañará y bajo sus órdenes venceremos todos una vez más a los enemigos de la
causa nacional.

A EL, y a vosotros obliga concluir la grande obra que principiasteis en Caceros,


de cuya memorable jornada surgió nuestra redención política, consignada en las
páginas de nuestra hermosa Constitución que en aquel campo de honor escribísteis
con vuestra sangre.

¡ARGENTINOS TODOS! ¡Llegó el día de mejor porvenir para la Patria! A


vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el
Pabellón de Belgrano, para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros
liberticidas enemigos!

COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!...¡es el grito que se arranca del corazón de


todos los buenos argentinos!

¡ABAJO los infractores de la ley! Abajo los traidores a la Patria! Abajo los
mercaderes de Cruces en la Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre
Argentina y Oriental!

¡ATRAS los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en


beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente!

¡SOLDADOS FEDERALES! nuestro programa es la práctica estricta de la


Constitución jurada, el órden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión
con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquél que infrinja este programa!!

¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! el campo de la lid nos mostrará al


enemigo; allá os invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y
amigo”122.

FELIPE VARELA

Campamento en marcha, Diciembre 6 de 1866.

En el libro “Filosofía y Nación”, José Pablo Feinmann dice: “El 13 de enero de


1868, en Bolivia, Varela da a conocer su Manifiesto. El texto aparece encabezado por
un lema que sintetiza su principal proyecto político: “¡Viva la Unión Americana!”. Se
trata de la vieja idea de Bolívar que acaba de ser actualizada a raíz del ataque
norteamericano a Santo Domingo, de la agresión francesa a México y la española al
Perú. En las principales ciudades del continente se instalan sociedades de la Unión
Americana. Varela, estando en Chile, asiste a las reuniones de la filial de Copiapó”123.

                                                            
122
  ORTEGA  PEÑA,  Rodolfo  y  DUHALDE  Eduardo  Luis,  El  manifiesto  de  Felipe  Varela  y  la  cuestión 
nacional, 1ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1974,  pp. 61 a 63 
123
 FEINMANN, José Pablo Filosofía y Nación, 3ª edición, Buenos Aires, Editorial Legasa, 1986, p. 157 

 
Peña y Duhalde en referencia al Manifiesto dicen: “Cuando se analiza el
pensamiento de un hombre de acción, especialmente de un caudillo de montoneras
como fue Felipe Varela, no es posible realizar un abstracto "examen ideológico", a
riesgo de desconectar el pensamiento del marco activo en que brotó y caer de ese
modo en una huera ‘exposición de ideas’. Sin embargo, efectuando una abstracción
relativa, es factible indicar en el pensamiento político del caudillo las siguientes
influencias directas (dejando de lado las indirectas por no hacer aquí al caso): a) La de
autores individuales, movidos por un esquema federal-constitucionalista anti-rosista,
especialmente indicamos al ex periodista de El Pueblo, Federico Legrand, Fray
Mamerto Esquiú y Ricardo González (firmante del Manifiesto, como secretario de
Varela en Bolivia); b) Los pensadores del litoral no porteño, Olegario V. Andrade,
Francisco Fernandez, José Hernández y algunos otros, con los cuales hay
coincidencia en lo que respecta a la cuestión apoderamiento de las rentas por parte de
Buenos Aires, pero no se menciona en cambio la cuestión libre navegación, tema
constante en el pensamiento litoralense; c) El pensamiento político de Urquiza y de
Peñaloza; d) La obra de los intelectuales nacionales de Buenos Aires, especialmente
Miguel Navarro Viola, Carlos Guido y Spano, Agustín de Vedia y Wenceslao de
Lafforest, que escriben en La América y en La Unión Americana. Es a través de estos
valientes periodistas que Varela conoce la publicaci6n del Tratado de la Triple Alianza
y el pensamiento de Alberdi, decisivo en el Manifiesto; e) La influencia del clérigo
montonero Emilio Castro Boedo, a quien un historiador da con bastante acierto como
autor de la "Proclama" de Varela; f) El pensamiento de solidaridad continental de los
hombres de "La Unión Americana"; g) El esquema alberdiano de interpretación, es
decir la obra de Juan Bautista Alberdi”124.

Varela debe ocupar las provincias del noroeste; Sáa y Videla correrse por San
Luis y Córdoba hasta el litoral, López Jordán levantar Entre Ríos y apoyarse en los
federales de Santa Fe y Corrientes, Timoteo Aparicio invadir el Uruguay con los
blancos orientales, Urquiza sería el jefe si aceptaba serlo; de cualquier manera la
guerra se haría con Urquiza, sin Urquiza o contra Urquiza.

Urquiza calla. Sus intereses comerciales se ligan a la continuación de la guerra


con Paraguay de la que saca buen provecho como proveedor del ejército, y a la paz
interna por sus cuantiosos intereses de estanciero y comerciante y su paquete de
acciones en el ferrocarril Central Argentino. Políticamente solo le interesa controlar
Entre Ríos, donde su prestigio ha menguado considerablemente.

Varela ha marchado hacia su Catamarca natal, atravesando La Rioja. Varela


no encontró agua en los jagüeles de Las Mesillas, donde esperaba acampar la noche
del 9, a la espera de la respuesta –que no llega nunca– de su invitación a Taboada.
Debió seguir la fatigosa marcha por la noche del 9 en busca del pozo de Vargas donde
llega al medio día del 10. Era tal la sed que "tres soldados sofocados por el calor, por
el polvo y el cansancio - dirá Varela - expiraron de sed en el camino.

                                                            
124
  ORTEGA  PEÑA,  Rodolfo  y  DUHALDE  Eduardo  Luis,  El  manifiesto  de  Felipe  Varela  y  la  cuestión 
nacional, 1ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1974,  pp. 18‐19 

 
Los gauchos fueron acribillados por los nacionales desde las trincheras apenas
se acercaron al Pozo. Varela rehizo sus cuadros y aunque la posición de Taboada
dificultaba el movimiento de la montonera, ordenó se tocase la zamba y empezara la
batalla. Los inútiles "bocones" fueron dejados de lado Durante más de siete horas se
sucedieron las cargas a los compases de la zamba heroica125 que luego será
apropiada por los vencedores, cambiándole la letra.

En una de las cargas Varela cae con su caballo muerto junto al pozo. Y ocurre
otro episodio de esa guerra romanesca. Una de las montoneras que hacían de
cantineras, enfermeras, amantes, o lo que se presentara, tomó un caballo y se arrojó
en medio de la refriega para salvar al jefe. Se llamaba Dolores Díaz y le decían La
Tigra. En ancas de La Tigra escapó de la muerte el viejo caudillo.

Por esos mismos días, cerca de La Rioja, Varela sostiene contra el


santiagueño Taboada la batalla de Pozo de Vargas. Inicia luego una serie de marchas
y contramarchas, ataques y retiradas sorpresivas, se apodera de la ciudad de Salta,
ofrece todavía algunas batallas. Pero nada de esto consigue engañarlo: sabe que está
derrotado. Lo dice en el Manifiesto: “I no queriendo continuar una guerra que ya
pasaba á ser de recursos y por consiguiente perjudicial al país é infructuosa á mis
propósitos, porque me faltaban los elementos necesarios para ello, resolví entonces
pasar á asilarme en la hermana República de Bolivia”126.

Escribe Juan Alvarez desde un pensamiento positivista que “Varela, Guayama


y otros oscuros montoneros, que desde 1860 hasta 1880 recorrieron diversos puntos
del territorio robando ganados, eran la persistencia del gaucho anterior a 1812 (...) Las
lanzas de estos jinetes nómadas (...) no pudieron contra el ferrocarril, el telégrafo, el
alambrado y las armas modernas del ejército nacional (...) Derrotados e inadaptables,
murieron en el campo de batalla o en los calabozos de las cárceles”.127”

Esta continuidad entre Rivadavia y Mitre es la política de la burguesía


comercial porteña que intenta la unificación del país para la creación de un mercado
interno por un lado, pero por otro lado desea cómodamente existir como apéndice de
la industria extranjera. Este es el motivo por el que Felipe Varela se transforma en el
“Quijote de los Andes” para luchar por voluntad contra la pérfida Buenos Aires.

El ciclo de la unidad nacional que llega con Roca en 1880 implicaría la


realización de un viejo sueño de los liberales de Buenos Aires: poder ofrecer, al fin, un

                                                            
125
  A  la  carga  a  la  carga,/dijo  Varela,/salgan  los  laguneros/rompan  trincheras./Rompan  trincheras 
si/carguen  los  laguneros/de  dos  en  fondo./De  dos  en  fondo  si,/dijo  Guayama,/a  la  carga 
muchachos,/tengamos  fama./¡Lanzas  contra  fusiles!/Pobre  Varela/¡Que  bien  pelean  sus  tropas/en  la 
humareda./Otra cosa sería/armas iguales. Zamba de Vargas 
126
  ORTEGA  PEÑA,  Rodolfo  y  DUHALDE  Eduardo  Luis,  El  manifiesto  de  Felipe  Varela  y  la  cuestión 
nacional, 1ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1974,  p. 86 
127
 ÁLVAREZ, Juan, Las guerras civiles argentinas, 4ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, p. 78 

 
mercado pacificado y apto para la expansión del mercantilismo de su socio mayoritario
británico.

Dice Galasso que “Exiliado en Bolivia, Varela reanuda anteriores vínculos con
el objeto de obtener recursos para reorganizar sus fuerzas y regresar a la lucha. Así
entrevista al presidente boliviano Melgarejo, estrecha relaciones con los hombres de la
"Unión Americana" de Chile e intenta hacer llegar un emisario al cuartel general del
mariscal López. Asimismo, el 10 de enero de 1868 lanza, desde Potosí, un "Manifiesto
a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos de la República
Argentina en los años 1866 y 1867", que encabeza con la fórmula: "iViva la Unión
Americana!". Allí informa a la América Latina de esos sucesos políticos ocurridos en la
Argentina y "que envuelven una alta significación para los grandes destinos de la
América Unida". Después de reseñar los acontecimientos que conducen a la guerra
del guano en el Pacífico y a la guerra de la Triple Alianza, como asimismo al Congreso
Americano de Lima, el Manifiesto reitera la necesidad de la unión, pues "no es una
idea enteramente nueva en la sociedad sudamericana la de la alianza de sus poderes
democráticos" y condena la traición de Mitre a los "principios de la Unión Americana",
Además explica el por qué de su lucha "llevado del amor a mi Patria y a los grandes
intereses de la América" y define tajantemente su posición respecto de la guerra
contra el Paraguay: "Los argentinos de corazón y sobre todo los que no somos hijos
de la capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra que, por
debilitar nos, por desarmarnos, por arruinarnos, le ha llevado Mitre a fuerza de intrigas
y de infamias contra la voluntad de toda la Nación entera, a excepción de la egoísta
Buenos Aires”128.

Varela vuelve sin fuerzas. Intenta volver a Bolivia, pero Melgarejo lo impide.
Toman entonces el camino de Chile. Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno
manda un buque de guerra para desarmar al "ejército". Encuentran un anciano
enfermo de tuberculosis avanzada y dos docenas de gauchos desarrapados y
famélicos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen internados un tiempo.
Después los sueltan, vista su absoluta falta de peligro.

Varela se instala en Copiapó. El gobierno de Sarmiento ordena a su ministro en


Chile, Félix Frías, vigile sus movimientos: "Está gravemente enfermo – escribe Frias el
16 de mayo de 1870 y de él nada hay que temer". Morirá el 4 de junio de ese año en
Ñantoco, cerca de Copiapó. "Muere en la miseria – informa Frías al gobierno argentino
– legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja, solo sus fatales antecedentes.
Esos fatales antecedentes, fueron la lucha por la unidad latinomericana. Las ideas de
Florencio Varela, ejecutadas por Sarmiento y Mitre, derrotaron a las de Felipe Varela.

BIBLIOGRAFÍA 

FEINMANN, José Pablo Filosofía y Nación, 3ª edición, Buenos Aires, Editorial Legasa, 1986 

GALASSO, Norberto Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana, 1ª edición, Buenos 
Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 1983 
                                                            
128
 GALASSO, Norberto Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana, 1ª edición, Buenos Aires, 
Ediciones del pensamiento nacional, 1983,pp. 65‐66 

 
ORTEGA PEÑA, Rodolfo y DUHALDE Eduardo Luis, El manifiesto de Felipe Varela y la cuestión 
nacional, 1ª edición, Buenos Aires, EUDEBA, 1974 

ORTEGA PEÑA, Rodolfo y DUHALDE Eduardo Luis, Felipe Varela contra el imperio británico, 1ª 
edición, Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1965 

ROSA,  José  María  La  guerra  del  Paraguay  y  las  montoneras  argentinas,  1ª  edición,  Buenos 
Aires, Peña Lillo editor, 1985 

 
 

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