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3 Archivo General de la Nación –AGN, Reales Cédulas y Órdenes, tomo 212, sin foliar.
4 AGN, Real Audiencia de Cundinamarca, tomo 17, f. 482r.
5 Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá, tomo III, p. 454.
ROGER PITA PICO: CELEBRACIONES EN HONOR AL PODER MONÁRQUICO. . . 123
Jura del Rey Fernando VII. Tomado de Morales, José Luis. Luis Paret: vida y obra.
Zaragoza, Editorial Aneto, 1997, pág. 73.
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Dios y Rey
Tal como lo predican los manuales de teoría política, uno de los pilares
del régimen monárquico era la concentración del poder en donde la sobera-
nía era ejercida por un Rey siguiendo una lógica hereditaria. Esto podía ser
una virtud pero si se mira desde otra perspectiva se convertía en una causa de
fragilidad y amenaza latente. Allí radicaba el interés casi empecinado por
mantener activados esos complejos vínculos de lealtad, respeto y obediencia
entre el gobernante y sus súbditos.
La enorme distancia de Europa hacía mucho más imperioso el
reforzamiento de ese orden jerárquico y el sostenimiento de unos niveles
aceptables de legitimidad y pertenencia al sistema político que los regía. En
ese sentido, las fiestas le permitieron al Estado y a la Iglesia mantener el
dominio político sobre una sociedad que paulatinamente se insinuaba más
compleja tanto en lo social como en su composición étnica. Se aprovecha-
ban esos espacios para conjugar estratégicamente lo sagrado y lo profano en
torno a la egregia figura del poder monárquico.
Esa imbricación entre lo civil y lo divino también se veía renovada con
ocasión de los enfrentamientos militares con otras naciones. En el informe
suministrado por las autoridades de Santa Marta sobre las plegarias por el
triunfo de las armas españolas, se les tildaba a los ingleses como “enemigos
de la santa religión y cristiana monarquía”13 .
No es un hecho fortuito entonces que la misa haya sido un acto capital en
prácticamente todas estas celebraciones, ya fuera por motivos que inspiraban
alborozo como un triunfo bélico o de aflicción como la desaparición de un
miembro de la familia Real. En esos rituales la Iglesia desplegaba toda su
capacidad de influencia desde la mística de los adornos hasta la llamativa
vestimenta de sus representantes. Como un componente central de estas ce-
remonias religiosas se destacaban los sermones que además de romper con la
monotonía del latín –ininteligible por cierto para la inmensa mayoría–, signi-
ficaba una descarga de densa oratoria alimentada con rebuscadas metáforas
Los preparativos
Las autoridades de las ciudades y villas se encargaban de persuadir a los
mandatarios de las parroquias sufragáneas a su jurisdicción para que la con-
vocatoria fuera un verdadero éxito. Con miras a asegurarse que todos los
vecinos cumplieran con su deber de vasallos, se pensaba que uno de los
canales más audaces para llegar a los más recónditos lugares era a través de
la publicación de bandos el día de mercado a donde se movilizaban morado-
res de la provincia a abastecerse semanalmente de sus víveres.
Otro medio era aprovechando la inmensa influencia que irradiaba en esa
época el estamento religioso. Por eso, era apenas comprensible que los alcal-
des y cabildos apelaran a los buenos oficios de los curas quienes con sus
pláticas dominicales podían –sin excesivos esfuerzos– congregar devotamente
a la horda de gentes irrigadas por las vastas áreas rurales. Era sin duda una
alternativa precisa para exhortarlos a remozar la lealtad a la monarquía y
reforzar simultáneamente el estrecho vínculo entre este poder y el divino. A
medida que fueron apareciendo, los periódicos se convirtieron en una opción
adicional de divulgación aunque con un alcance muy reducido.
Pero si se tiene en cuenta un poco el contexto de la época, ineludiblemente
habrá que pensar en lo dispendioso que podía resultar el llevar ágilmente la
14 Una prueba elocuente en la que se puso de relieve la reverencia y el poder intimidatorio que giraba
en torno a la imagen Real, le ocurrió a un vecino santafereño que fue sentenciado a horca y
expuesta su mano derecha en Villa de Leiva por el hecho de haber cortado la cabeza a un retrato
de Carlos II. En: AGN, Justicia, tomo 26, f. 325r.
15 Biblioteca Nacional de Colombia, Manuscritos, libro 185, ff. 229r y v.
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22 AGN, Colección Enrique Ortega Ricaurte, caja 192, carpeta 706, ff. 59r-70v.
23 AGN, Gobierno Civil, tomo 13, ff. 452r-456v.
132 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
35 Papel Periódico de la ciudad de Santa Fe de Bogotá -1791-1797, tomo IV, pp. 1619-1620.
36 José Manuel Groot, Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada, tomo II, pp. 142-143.
37 AGN, Miscelánea, tomo 136, f. 891r.
38 Manuel Briceño, Tunja: desde su fundación hasta la época presente, pp. 87-102.
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aquí adelante tienen y ternán [sic] a la majestad del Rey don Felipe, nuestro
Señor, por tal su Rey y señor natural” 49 .
Asimismo tenía lugar una procesión compuesta por las más eminentes
personalidades con estricto orden de preeminencia. En ese recorrido el alfé-
rez regaba monedas al pueblo en la plaza y en las esquinas de la ciudad. De
igual manera, se repartían medallas de oro y plata a las altas dignidades,
emulando la costumbre que se seguía en España. Para sellar felizmente esta
etapa protocolaria se organizaban cenas y bailes para lo más connotado de la
sociedad mientras que se daba inicio a las públicas diversiones para el pue-
blo en general.
En la exaltación de Carlos III en esa misma capital hacia 1761, primero se
publicó un bando por las calles a son de caja informando el suceso para que
nadie alegara ignorancia. Se dispuso alzar pendones en nombre del nuevo
monarca y se ordenó a todos los vasallos rendir obediencia. Durante tres días
la ciudad fue iluminada y se trabajó en la composición de las calles, especial-
mente por las 22 vías por donde habitualmente transitaba el pendón real.
Los más ilustres, entre quienes se contaban el virrey, el alférez real, el
diputado, el abogado de la Real Audiencia y el administrador de la Aduana,
sobresalieron en la forma de arreglar los balcones de sus residencias. Así se
describía con lujo de detalles el de este último funcionario, don Juan de Herrera:
...volando su balcón sobre seis pilares de lucida madera levan-
tando camarín en el centro y sacando de los colaterales dos pór-
ticos, vistiéndoles con simétrica igualdad de ricos tejidos y
galones llenaba el primer lugar un dosel de damasco guarnecido
de oro en el que se miraba un gran medallón de plata realzada,
en él la imagen de nuestro Rey y a su lado dos grandes espejos
que agregados a varios que en proporción distributiva había con
las muchas luces hacía un mogibelo (sic) tan agradable que por
lo estrellado se percibía la noche, y rematando con multitud de
banderas y trofeos, fue no menos especial motivo a la atención 50.
Las sedes de la orden de predicadores, la seráfica, el Colegio Mayor del
Rosario, el Colegio de la Compañía de Jesús y demás monasterios por donde
desfilaba el pendón, ornamentaron también sus pórticos con colgaduras, lá-
minas, delicadas pinturas y alfombrados. Tal como era costumbre, solían
contagiarse los ánimos con la declamación de emotivos versos:
Pues de la fe la firmeza
en vuestras glorias estriba
ante la América alegre
que Carlos III viva!
51 Ibíd., p. 270.
52 Ibíd., p. 273.
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mismo entusiasmo reina con un sexo débil que en un intrépido español, que
unos mismos vínculos nos unen y que sabemos disputar y defender nuestra
nación ofendida” 53 .
Adicionalmente, la prestante mujer llevó a cabo una recolección de 200
pesos como donativo para la guerra. Con estos diligentes actos, ella logró
renovar sus sentimientos de fidelidad y no desperdició la ocasión para recor-
dar los servicios prestados y los relevantes cargos desempeñados en esa pro-
vincia por su padre, esposo y hermanos.
Beneficios e inconvenientes
Estas fechas memorables eran aprovechadas además para otorgar algu-
nos beneficios adicionales, todo desde luego, iba dirigido a ganar el favori-
tismo y complacencia de los vasallos. Uno de los alivios recibidos con más
frecuencia era el indulto a los reos, tal como se concedió en 1780 con motivo
del nacimiento del hijo de los príncipes de Asturias, con lo cual se buscaba
absolver los delitos menores excepto a los que estuvieran condenados por
crímenes aleves, fabricación de moneda falsa, malversación de dineros pú-
blicos, blasfemia, sodomía, hurto, cohecho, falsedad y desafío a la justicia.
Igual favorecimiento ocurrió cuatro años después por el natalicio de los dos
hijos gemelos de los príncipes 54 .
Otra prebenda ofrecida en esas ocasiones era el otorgamiento de honores
nobiliarios. Así se hizo en 1771 cuando se dispuso distribuir varios títulos de
Castilla a aquellas personas que lo merecieran. Todo esto por el plausible
suceso del nacimiento de un nuevo infante de la casa Real 55 .
Finalmente, habría que mencionar algunas acciones de beneficencia asu-
midas voluntariamente por las autoridades locales y organizadores de los
eventos. Para conmemorar el matrimonio de los Infantes en la ciudad de
Neiva en 1817, se determinó en acto de caridad donar a los más menesterosos
tres de los toros sacrificados en lidia mientras que los presos recibieron bue-
nas raciones de comida 56 .
Por su parte, los funcionarios, organizadores y patrocinadores de estos
eventos esperaban granjearse algún reconocimiento a sus esfuerzos y contri-
buciones. De igual modo, para las ciudades y villas era una oportunidad para
Ante la ausencia de alférez real para llevar a cabo en Santa Fe la jura del
Rey Fernando VII, el regidor Fernando de Benjumea había sido escogido
para asumir esa honrosa función, según dijo: “... erogando unos gastos de los
que solo me ha quedado el sentimiento de no haber sido mayores, sin que
jamás haya pretendido indemnizarme de ellos” 59 . Únicamente esperaba que
recayera en él el título vacante de alférez real como retribución por estos
servicios pecuniarios y personales. Para ello, debió persistir en su petición
toda vez que el favoritismo se inclinaba hacia su compañero de sala don
Bernardo Gutiérrez, de quien había serios cuestionamientos.
A pesar de las precauciones y controles dispuestos por las autoridades, no
dejaron de suscitarse circunstancias que atentaban contra el feliz desarrollo
de tan solemnes celebraciones. Hacia 1760 en Santa Marta corrieron rumo-
res de una sublevación que se proyectaba hacer el 6 de septiembre, justo el
día escogido para la jura del Rey Carlos III. El motín alcanzó a ser develado
gracias a la infidencia del soldado Felipe Martínez quien relató que los cons-
piradores querían aprovechar el sublime momento en que el protocolo con-
templaba el levantamiento del pendón real y toma de las armas por parte de
las tropas para promover entre el público la consigna de “viva el Rey y mue-
ra el mal gobierno”. Seguidamente marcharían y se apoderarían del castillo
de San Vicente en donde estaba resguardada la pólvora y demás municiones
de la plaza con el único fin de exigir desde allí el pago de los diez meses de
salarios atrasados.
El Comandante de Armas de la ciudad, don Andrés Pérez Ruiz, ordenó
adelantar las pesquisas y después de haber llamado a declarar a veinte milita-
res de distinto rango se acordó encarcelar a los dos cabecillas del plan iden-
tificados como Alonso Gallardo y Francisco de León. Finalmente, luego de
un año de proceso, el virrey José Solís los condenó por el delito de sedición
a cinco años de trabajo forzado en los castillos de Bocachica en Cartagena,
castigo ejemplarizante impuesto por perturbar la tranquilidad y demostrar
desobediencia para un día tan plausible como la jura. Simultáneamente, fue-
ron adoptadas una serie de medidas excepcionales conducentes a evitar cual-
quier imprevisto parecido 60 .
Todo estaba dispuesto para cumplir con la pompa en honor al Rey de tal
forma que cualquier desviación a ese propósito era inmediatamente repro-
chable. Según el testimonio personal dejado por el cronista santafereño José
Cuadro No. 1
Distribución de diversiones en la jura de Carlos IV en la ciudad de Neiva
Jurisdicción Actividades
Mercaderes y demás sujetos de Dos noches de fuegos artificiales e iluminarias
la ciudad de Neiva
Parroquia de Yaguará Primer día de corridas con ocho toros, una comedia,
dos entremeses e iluminación de toda la plaza
Parroquia de Guaga Segundo día de corridas con ocho toros, una comedia,
dos entremeses e iluminación de la plaza
Parroquia de Carnicerías Por la decadencia de este lugar solo se le
responsabilizó de una comedia, dos entremeses e
iluminación de la plaza
Partido de Labranzagrande Una corrida de ocho toros, una comedia, dos
incluyendo la villa de Timaná entremeses e iluminación de la plaza
La región desde el río de Neiva Una corrida de ocho toros, una mojiganga e
hasta Arenoso iluminación de la plaza
Parroquia de Aipe Una corrida de ocho toros, una mojiganga e
iluminación de la plaza
Partido de Villavieja Tres días de toros, con sus mojigangas e iluminación
de la plaza
Fuente: AGN, Gobierno Civil, tomo 13, ff. 431v-434r.
ciales. En las fiestas que tuvieron lugar en la ciudad de Zaragoza hacia 1712
con ocasión del nacimiento de un nuevo heredero al trono español, se optó
como parte de la aclamación disparar varios tiros con arcabuces por estar
prohibidos los fuegos artificiales 65 . Varias décadas después se proscribió la
diversión de máscara para tiempo de carnaval 66 .
Debido a los constantes inconvenientes y ofensas a Dios que causaban las
corridas de toros, la Real Audiencia mandó que solo se podrían realizar con
licencia expresa del virrey. En algún momento la Iglesia llegó a decretar la
excomunión para los que incurrieran en este tipo de faenas 67 pero al final, la
fuerza de esta tradición hizo que volviera a restituirse.
En 1789 el cabildo tunjano pidió autorización al virrey José de Ezpeleta
para incluir corridas de toros y otros juegos públicos como parte de la cele-
bración de la jura de Carlos IV. El superior gobierno asintió pero siempre y
cuando estas entretenciones se ejecutaran con las prudencias dictadas por las
reglas 68 .
Bibliografía
Archivo General de la Nación (AGN). Fondos: Cabildos, Colección Enrique Ortega Ricaurte,
Curas y Obispos, Gobierno Civil, Empleados Públicos, Historia Civil, Justicia, Milicias y
Marina, Miscelánea, Policía, Real Audiencia, Reales Cédulas y Órdenes, Virreyes.
Biblioteca Nacional de Colombia. Fondo Pineda, Manuscritos.
BRICEÑO, MANUEL . Tunja: desde su fundación hasta la época presente, Bogotá, Imprenta Eléctrica,
1909.