Professional Documents
Culture Documents
POR
FERNÁN GONZÁLEZ G., S.J.
2 Fernando Guillén Martínez, 1996, El poder político en Colombia, Bogotá, Editorial Planeta
Colombiano, 2ª edición. La primera edición había sido publicada en 1979 por la Editorial Punta
de Lanza, de Bogotá.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 33
algunas guerras civiles del siglo XIX, la Violencia de los años cincuenta y la
violencia política actual han mostrado la importancia de la consideración de
los procesos de poblamiento de zonas periféricas de colonización campesi-
na, de la cohesión social de las respectivas poblaciones y de su articulación
política y económica al conjunto de la nación. En ese sentido, quiero recono-
cer los aportes de Fabio Zambrano sobre la historia general del poblamiento
del país y de José Jairo González sobre el poblamiento de la Orinoquia y la
Amazonia, y su relación con la actual violencia política.
Siguiendo el mismo estilo de acercamiento de Guillén, mi exposición in-
tenta establecer un diálogo entre los enfoques de Charles Tilly sobre la his-
toria comparada de la formación de los Estados en Occidente, de la sociología
histórica de Norbert Elias sobre el proceso de civilización occidental s, de la
antropología política de Ernest Gellner y del énfasis en la construcción
discursiva o imaginaria del Estado de Benedict Anderson, Philip Abrams y
Pierre Bourdieu, y la historiografía colombiana sobre las guerras civiles y la
actividad política durante el siglo XIX. Esta propuesta de interpretación re-
presenta los avances de un proceso en curso, que intenta una síntesis compa-
rativa de los conflictos armados de carácter nacional de ese siglo. Obviamente,
esta comparación está lejos de ser una obra acabada, lo que explica aunque
no excusa del todo las posibles omisiones de esta exposición, pero muestra
que en este campo son todavía más las preguntas que las respuestas que
tenemos. Por otra parte, las limitaciones de tiempo obligan a hacer una pre-
sentación un tanto esquemática, lo que aumenta aún más el riesgo de algunas
omisiones y faltas de matices de ella, que espera poder ser completada por
los aportes de ustedes y los de los investigadores interesados en estos temas.
4 Philip Abrams, (1988): “Notes on the difficulty of studying the state”, en Journal of historical
sociology, vol 1, No 1, 1988, y Pierre Bourdieu, (1994): “Espíritus de estado. Génesis y
estructura del campo burocrático”, en Razones prácticas, Editorial Anagrama, p. 98.
5 Benedict Anderson, (1983): Imagined Communities Reflections on the Origin and Spread
of nationalism, Verso editions, Londres Imagined Communities.
6 Norbert Elias (1998): “Los procesos de formación del Estado y de construcción de la nación”,
en Historia y Sociedad, No. 5, diciembre de 1998, pp. 115-116.
7 Norbert Elias, (1998): “Los procesos de formación del Estado y de construcción de la nación”,
en Historia y Sociedad, No. 5, diciembre de 1998, pp. 115-116.
8 Ernest Gellner (1997): Antropología y política. Revoluciones en el bosque sagrado, Ediciones
Gedisa, Madrid; 1992 y El arado, la espada y el libro. Estructura de la historia humana,
FCE, México.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 35
16 J. León Helguera, (1972): “Ensayo sobre el general Mosquera y los años 1827 a 1842 en la
historia neogranadina”, Introducción al Archivo epistolar del general Mosquera, tomo I;
Correspondencia con Herrán, edición dirigida por Helguera y Robert Davis, Ed. Kelly, Bogotá.
17 Gustavo Bell Lemus, Los estados soberanos de la Costa y la guerra de los Supremos, 1840-
1842, manuscrito inédito.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 39
22 Tulio Halperin Donghi, (2003): “Argentine counterpoint: rise of the nation, rise of the state”,
en Sara Castro-Klarén y John Charles Chasteen, Beyond imagined communities. Reading
and writing the nation in nineteenth-century Latin America, Woodrow Wilson Center
Press, Washington, John Hopkins University Press, Baltimore.
23 Cfr. Fernán E. González, (1977): Partidos políticos y poder eclesiástico. Reseña histórica
1810- 1930, CINEP, Bogotá, y (1997): Poderes enfrentados. Iglesia y estado en Colombia,
CINEP, Bogotá.
24 José María Samper, (sin fecha), Historia de un alma, Editorial Bedout, Medellín, pp. 181-
182, 189, 233-234. Memorias escritas en 1881.
25 Gerardo Molina, 1970, Las ideas liberales en Colombia, 1849-1914, Universidad Nacional
de Colombia, Bogotá, pp. 23-24.
26 Gerardo Molina, 1970, o. c., pp. 20-23.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 41
27 Jaime Jaramillo Uribe, (1977): “La influencia de los románticos franceses y de la revolución de
1848 en el pensamiento político colombiano”, reproducido en Jaime Jaramillo Uribe, (1994):
La personalidad histórica de Colombia, El Áncora editores, Bogotá.
28 Fernán E. González, (1984): “La otra verdad de una expulsión: el mito antijesuítico”, en
Revista Javeriana, No. 509, Bogotá, Octubre de 1984
29 J. León Helguera, (1958): The first Mosquera administration in New Granada, 1845-1849,
Tesis doctoral inédita, University of North Carolina, Chapel Hill, pp. 38-48.
30 Estanislao Gómez Barrientos (1913-1915): Don Mariano Ospina y su época, Medellín,
Imprenta editorial, pp. 430-431.
31 Fernán E. González, (1988-1990): “El mito antijacobino como clave de lectura de la Revolución
francesa”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17, reproducido
en Fernán E. González, 1997, Para leer la Política. Ensayos de historia política colombiana,
CINEP, Bogotá.
42 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
32 Javier Herrero, (1988): Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Alianza editorial,
Madrid, especialmente las páginas 217-218.
33 José Eusebio Caro, (1849 y 1850): “El 7 de marzo de 1849”, en La Civilización, Nos. 19-27,
entre el 13 de diciembre de 1849 al 7 de febrero de 1850, reproducido en Simón Aljure, (1981):
Escritos históricos de José Eusebio Caro, Fondo Cultural Cafetero, Bogotá.
34 María Teresa Uribe. (2002): La Guerra del 7 de marzo, Universidad de Antioquia, Medellín,
pp.113-147.
35 Jay Robert Grusin, (1978): The revolution of 1848 in Colombia, disertación doctoral inédita,
University of Arizona, pp. 60-64, 66-71.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 43
36 Alonso Valencia Llano, (1998), “La Guerra de 1851 en el Cauca”, en Las guerras civiles desde
1830 y su proyección en el siglo XX, Memorias de la II Cátedra anual de Historia “Ernesto
Restrepo Tirado, Museo Nacional de Colombia, Bogotá, p. 39.
37 Luis Javier Ortiz, (1987): Aspectos del federalismo en Antioquia 1850-1880, Universidad
Nacional de Colombia, Medellín, pp. 14-18.
38 Eduardo Posada y Pedro Ibáñez, (1903): Vida de Herrán, Biblioteca de Historia Nacional,
volumen III, Imprenta Nacional, Bogotá, pp. 127-144.
39 Tomás Cipriano de Mosquera, (1855): Resumen de los acontecimientos que han tenido
lugar en la república. Memorias de la guerra civil de 1854, Imprenta del Neogranadino,
Bogotá, edición facsimilar de Editorial Incunables, Bogotá, 1982.
40 María Teresa Uribe y otros, (2002): Guerra artesano militar, Universidad de Antioquia,
Medellín, pp. 1, 147-160, 177-179.
44 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
43 Mario Germán Romero, (1985), Las diabluras del arcediano (Vida del Padre Antonio José
de Sucre), Caracas, Academia Nacional de la Historia.
44 Fernán E. González, (1985), “Iglesia y Estado en los comienzos de la República de Colombia
(1820-1860)”, Bogotá, CINEP, reproducido en (1997) como capítulo del libro Poderes
enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, CINEP, pp. 164-165.
45 Robert Louis Gilmore, (1995), El federalismo en Colombia, Coedición de la Sociedad
santanderista de Colombia y la Universidad Externado de Colombia, Bogotá, tomo II, pp.
88-92.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 47
47 José María Samper, (1951), Derecho público interno, Bogotá, Fondo de Cultura, Banco
Popular, tomo I, pp. 320-321 y 368-369.
48 Sandra Morelli, (1997), “La égida del centralismo en Colombia. Dos ejemplos históricos”, en
El federalismo en Colombia. Pasado y perspectivas, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, pp. 116-128.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 49
49 Fernán E. González, (1977), Partidos políticos y poder eclesiástico. Reseña histórica 1810-
1930, Bogotá, CINEP, pp. 108-109.
50 Jorge Villegas, (1981), Colombia. Enfrentamiento iglesia-estado 1819-1887, Medellín,
Editorial La Carreta y Fernando Díaz Díaz (1977), La desamortización de bienes eclesiásticos
en Boyacá, , Tunja, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y (1978): “Estado,
Iglesia y desamortización” en (1978), Manual de Historia de Colombia, tomo II, Bogotá,
Colcultura.
51 Fernán E. González, (1977), Partidos políticos y poder eclesiástico. Reseña histórica 1810-
1930, Bogotá, CINEP; pp. 124-129.
52 Fernán E. González, (1997), “Iglesia y Estado en los comienzos de la república (1820-1860)”
en Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, CINEP.
50 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
65 Miguel Antonio Caro, (1878), en Epistolario del arzobispo Paúl, Archivo Biblioteca Luis
Ángel Arango, carta del 10 de julio de 1878.
66 Luis Javier Ortiz, (2002), “La iglesia católica antioqueña, 1870-1877 y la guerra civil 1876-
1877”. Informe de investigación, manuscrito inédito.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 55
67 Antonio Pérez Aguirre, (1959), 25 años de historia colombina 1853 a 1878. Del centralismo
a la federación, Bogotá, Editorial Sucre, pp. 409-437.
68 Helen Delpar, (1981), Red against blue. The Liberal Party in Colombian Politics, 1863-
1899, Alabama University Press. Publicado en español en 1994 bajo el título Rojos contra
azules: el partido liberal en la política colombiana, 1863-1899, Bogotá, Procultura.
69 Fernán E. González, (1997), “Problemas políticos y regionales durante los gobiernos del
Olimpo radical, en Para leer la Política. Ensayos de historia política colombiana, Bogotá,
CINEP, pp. 190-191.
56 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
70 William J. Park, (1975), Rafael Núñez and the Politics of Colombian Regionalism, 1875-
1885, Kansas University Press.
71 Gustavo Otero Muñoz, (1951), La vida azarosa de Rafael Núñez. Un hombre y una época,
Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, pp. 57-59, 71-72.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 57
72 Indalecio Liévano Aguirre,(2002), Rafael Núñez, Bogotá, Intermedio editores, pp. 163-189;
Gustavo Otero Muñoz, (1951), o. c., pp.126-130.
73 Gustavo Otero Muñoz, (1951), o. c., pp. 168, e Indalecio Liévano Aguirre, (2002), Rafael
Núñez, Bogotá, Intermedio editores, pp. 191-210.
74 Indalecio Liévano Aguirre, (2002) , o. c., pp. 214-221.
75 Jorge Orlando Melo, (1986), “Núñez y la Constitución de 1886: triunfo y fracaso de un
reformador”, en Varios, (1986), Núñez y Caro 1886, Documentos del Simposio Núñez-
Caro.,Cartagena, mayo de 1886, pp. 139-140.
76 Gonzalo España, (1985), La guerra civil de 1885. Núñez y la derrota del radicalismo,
Bogotá, El Áncora editores, pp. 99-109.
58 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
79 Gonzalo España, (1985), La guerra civil de 1885. Núñez y la derrota del radicalismo,
Bogotá, El Áncora editores, pp. 77-78.
80 Gustavo Otero Muñoz, (1936), o. c., p. 402.
81 Gonzalo España, (1985), o. c., pp. 77-81.
82 Gonzalo España, (1985), o. c., pp. 155-164.
60 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
Ante la amenaza de verse cercado por los diferentes ejércitos del gobierno
que confluían hacia Cartagena, y la presencia de tres fragatas norteamericanas
en la bahía, los rebeldes intentaron un desastroso ataque suicida contra
Cartagena, que dejó el pie de las murallas convertido en un campo santo89 .
Después de este fracaso, los generales rebeldes se retiraron al interior del país
mientras se enzarzaban en fuertes disputas sobre el camino a seguir y el mane-
jo de los recursos: Vargas Santos renunció entonces al mando supremo, en su
reemplazo fue nombrado Sergio Camargo, que fue inicialmente acogido con
frenesí, pero que, después de muchas dudas sobre las posibilidades de los re-
beldes y acusaciones mutuas entre sus diferentes tendencias, decidió negociar
con el gobierno, al cual terminó pidiendo salvoconducto90 . Mientras tanto, las
deserciones aumentaban, no había un mando efectivo y los rebeldes estaban
divididos. Se resolvió entonces remontar el Magdalena, mientras las tropas del
gobierno avanzaban sobre Calamar. En la ladera de La Humareda, en El Hobo,
distrito de Tamalameque, cerca de Mompox, en un recodo del río, terminaron
las esperanzas de los rebeldes: lograron dominar la margen del río, contra las
fuerzas atrincheradas del general Quintero Calderón, pero a costa de pérdidas
enormes, incluidos varios de sus generales y la mayoría de sus barcos, incluido
el Once de Noviembre, que transportaba el armamento y el polvorín91 .
Las noticias de Cartagena y La Humareda llevaron a Núñez a anunciar que
la Constitución de Rionegro había dejado de existir: era necesario redactar una
nueva constitución que pusiera remedio a los trastornos y anarquía resultantes
de la descentralización federal. En la exposición de Núñez al Consejo Nacio-
nal de Delegatarios es notoria su insistencia en la necesidad del fomento de la
unidad nacional, la comunicación entre el litoral y el interior del país, el comer-
cio interregional y los perjuicios que las guerras civiles han ocasionado a la
agricultura, industria y comercio. Además, insiste en la necesidad de mantener,
durante algún tiempo, “un fuerte ejército” de carácter nacional que aclimate la
paz92 . Y era importante cancelar los enfrentamientos con la Iglesia, que habían
constituido la frontera entre los partidos: en ese discurso, el presidente Núñez
afirmaba que deberían llamarse los sentimientos religiosos en auxilio de la cul-
tura social: por eso, el sistema educativo debía basarse en la civilización cristia-
na, “por ser ella el alma mater de la civilización del mundo”93 .
La crisis del sistema federal y del régimen política del radicalismo había ido
generando un cierto consenso sobre la necesidad de introducir algunas refor-
mas a la carta de Rionegro, para moderar los excesos del federalismo, especial-
mente en materia de orden público. Pero las ideas de reforma, que Núñez
impulsaba, se fueron convirtiendo, por la influencia del doctrinario conserva-
dor, Miguel Antonio Caro, en un proyecto totalmente distinto de constitución94.
Para Núñez y Caro, había que luchar contra todos los elementos centrífugos
que conducían a la fragmentación de la nación: los enfrentamientos Iglesia-
Estado, la descentralización fiscal, el federalismo, los localismos y
regionalismos, etc. Se retoma la idea de soberanía residente en la Nación, con-
cebida como una unidad orgánica, homogénea y corporativa, por encima de
particularismos y regionalismos. Se fortalece el ejecutivo central, cuyo período
se alarga a seis años y se centralizan los impuestos y el gasto público. Los
poderes regionales se ven severamente limitados y los gobernadores de los
departamentos, que reemplazaron a los Estados federales, son nombrados di-
rectamente por el presidente. La conservación del orden público, general u
seccional, correspondía a la Nación, única que podía tener ejército y elementos
de guerra. Y la legislación civil, penal, electoral, comercial, minera, judicial y
administrativa eran también exclusivas de la Nación.
Sin embargo, la pretensión de centralización y unidad nacional no se lo-
gró plenamente por la resistencia de algunos delegatarios conservadores, de
tendencia federalista, como los de Antioquia y Cauca, opuestos a la reorga-
nización territorial, que se encaminaba a subdividir las macroregiones en
unidades más pequeñas, que fueran incapaces de enfrentar al Estado cen-
tral. Así, según algunos, el federalismo quedó “vivo en su esencia”: solo se
cambió el nombre de “estado” por el “departamento”, que, equivalía según
Núñez, a dejar vivas las antiguas entidades federales por “la ruin e impru-
dente ambición de heredar los feudos vacantes”95 . Estos límites que la reali-
dad social y política imponía al modelo centralizante de unidad nacional se
harían mucho más manifiestos en las guerras de 1895 y la llamada guerra de
los mil días (1899-1902), donde confluirían la resistencia a un mayor
intervencionismo económico del Estado, la disminución de recursos fiscales
por la caída de los precios internacionales del café, la división del partido
94 Gustavo Otero Muñoz, (1951), La vida azarosa de Rafael Núñez. Un hombre y una época,
Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, pp. 244-248 y 255-258, e Indalecio Liévano Aguirre,
(2002), Rafael Núñez, Bogotá, Intermedio Editores, reedición de María Eugenia Liévano, pp.
255-274.
95 Gustavo Samper Bernal, (1957), Breve historia constitucional y política de Colombia, Bogotá,
Litografía Colombia, p. 141.
64 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
96 Fernán González, (1997): “Relaciones entre identidad nacional, bipartidismo e Iglesia católica,
1820-1886”, en Para leer la Política, CINEP, tomo II, pp. 268-269.
97 Marco Palacios, (1983), El Café en Colombia. 1850-1970. Una historia económica, social
y política. Coedición El Ancora-El Colegio de México, p. 56.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 65
106 Carlos Eduardo Jaramillo, 1989, (A), “Antecedentes generales de la guerra de los mil días y
golpe de estado del 31 de julio de 1900”, en Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Editorial
Planeta Colombiano, p. 76.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 69
primera Cruzada: “¡A pelear por nuestra Religión Dios lo quiere!”110 . Por
ello, no era extraño que el final de sus pastorales fuera utilizado por un gene-
ral conservador para arengar a sus tropas antes de entrar en batalla. Además,
el apoyo del obispo a la causa conservadora no se reducía al apoyo moral
sino que se concretó en ayuda financiera para sus ejércitos. Esto hizo decir a
uno de los biógrafos del santo, el padre Toribio Mingüella, que el éxito del
conservatismo en la campaña del sur se debió más a las intervenciones del
obispo Moreno que a la bravura y pericia de los generales111 .
El santo prelado no tenía inconveniente en defender explícitamente la
necesidad de que los sacerdotes intervinieran directamente en política cuan-
do consideraban que se estaba atacando a la religión: lo contrario sería co-
bardía y falta, pues no había que dejarse seducir por “un exagerado amor a
la paz”, que a veces no era sino “complicidad con el infierno”. Por ello,
sostenía que los clérigos podían exhortar a los católicos a tomar las armas en
una guerra justa como la de entonces, pues la hacían los revolucionarios para
destronar a Cristo. Es más, afirmaba incluso que los mismos sacerdotes po-
drían tomar las armas para defender su propia vida o la de un soldado ino-
cente, o, “si fuere necesario para reportar un triunfo del que pendiera la
conservación de la Religión en los pueblos”112 .
En cambio, desde los años previos al desencadenamiento de la guerra,
este clima de polarización tenía preocupado al arzobispo de Bogotá, Bernar-
do Herrera Restrepo: en junio de 1897, el arzobispo lamentaba el clima de
injurias e insultos reinante entre los escritores públicos, incluso los católicos,
que han llegado incluso a considerar lícito el duelo armado para dirimir sus
contiendas. Se quejaba el arzobispo de los escritores públicos que se atrevían
a señalar a los prelados de la iglesia el camino que deben seguir y se esforza-
ban por situar el debate político en el terreno religioso, poniendo en duda los
sentimientos católicos y las convicciones políticas de los adversarios. E insis-
te en defender la misión pacificadora de los prelados, “cuando las pasiones
se enardecen”, y amonesta a todos a buscar la solución de las cuestiones que
dividen a los colombianos “en el terreno de la caridad”113 .
110 Ezequiel Moreno y Díaz, (1908), Cartas pastorales, circulares y otros escritos, Madrid,
Imprenta de la hija de Gómez Fuentenebro, pp. 210-228.
111 Toribio Mingüella, (1909), Biografía del ilustrísimo Sr. Dr. Fr. Ezequiel Moreno y Díaz,
Barcelona, Luis Gili editor, pp. 224-228.
112 Ezequiel Moreno y Díaz, (1908), o. c., p. 273.
113 Bernardo Herrera Restrepo, (1912), Pastorales, circulares, decretos y otros documentos,
Bogotá, Imprenta de San Bernardo, tomo I, pp. 410-414.
72 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
114 Charles Bergquist, (1981), Café y conflicto en Colombia, 1886-1910. La Guerra de los mil
días: sus antecedentes y consecuencias, Medellín, FAES y Banco de la República, pp. 203-
214, especialmente las pp. 207 y 211.
115 Carlos E. Jaramillo, (1991), Bogotá, Los guerrilleros del novecientos, Bogotá, CEREC, pp.
320-324.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 73
116 Luis Javier Muñoz, S.J., (1920), Notas históricas sobre la Compañía de Jesús restablecida
en Colombia y Centro América, Oña, Imprenta privada del Colegio, pp. 92-94.
117 Bernardo Herrera Restrepo, (1912), Pastorales, circulares, decretos y otros documentos,
Bogotá, Imprenta de San Bernardo, tomo I, pp. 608-610.
118 Bernardo Herrera Restrepo, (1916), Pastorales, circulares, decretos y otros documentos,
Bogotá, Imprenta de San Bernardo, tomo II, pp. 30- 34.
119 Bernardo Herrera Restrepo, (1912), Pastorales, circulares, decretos y otros documentos,
Bogotá, Imprenta de San Bernardo, tomo I, pp. 608-610
74 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
122 Carlos Eduardo Jaramillo, (1989B), “La guerra de los Mil Días, 1899-1902”, en Nueva
Historia de Colombia, Ed. Planeta Colombiana, 1989, pp. 89-90.
123 Charles Bergquist, (1981), Café y Conflicto en Colombia, 1886-1910. La guerra de los mil
días: sus antecedentes y consecuencias., Medellín, Fondo de Publicaciones FAES, p. 201-
202. Cfr. también a Jorge Villegas y José Yunis, La guerra de los mil días, antes citada, pp.
71-72.
124 Charles Bergquist, (1981), o. c., p. 183.
76 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
a algunos jefes guerrilleros por haber sido “mal recibido por la oficiali-
dad”, para convocar un nuevo juicio que concluyera con el fusilamiento de
los acusados. No faltaron los oficiales que tomaron justicia por mano pro-
pia contra prisioneros, así estuvieran amparados por salvoconductos del
gobierno128 . Además, los pactos de caballeros entre jefes regionales y loca-
les y los respectivos salvoconductos con frecuencia solo tenían vigencia
local, dada la fragmentación del poder existente también en las fuerzas del
gobierno. Fuera de la zona controlada por el respectivo jefe, nadie podía
garantizar la eficacia del salvoconducto, dada la incomunicación, la indis-
ciplina y el desorden que reinaba en las fuerzas del gobierno. Todo esto
retardó el fin de las hostilidades e hizo que muchos jefes guerrilleros termi-
naran por retomar las armas o por desactivar simplemente sus fuerzas, mar-
ginándose de la contienda y perdiéndose en el monte.
Además, el decreto de indulto del 12 de junio de 1902 no otorgaba garan-
tías generales sino que dejaba amplio espacio para la interpretación subjeti-
va, que permitía al gobierno exceptuar de él a quien quisiera, para fusilarlo.
La amañada aplicación de los decretos facilitó al gobierno el acoso a muchos
de los indultados, obligándoles a negociar su vida a cambio de las delaciones
y entrega de otros compañeros, que eran ordinariamente fusilados. Estas de-
laciones eran facilitadas por la descomposición de muchas de las guerrillas
liberales, que terminaban por comportarse como “bandas de asaltantes sin
partido”: muchos guerrilleros descompuestos cambiaban fácilmente de ban-
do y se ponían al servicio del gobierno, algunos por amenazas de muerte y
otros por dinero, para “cazar a sus antiguos compañeros sin remordimien-
tos”129 . Esto respondía a que la guerra había “brutalizado y descompuesto a
muchos jefes que habían convertido a sus hombres en grupos de pandilleros
y salteadores que hacían caso omiso de las órdenes superiores”130 . El resulta-
do de todo eso en el Tolima y occidente de Cundinamarca fue que la termi-
nación de la guerra revistió tal brutalidad y crueldad, que los intentos de
aclimatar la paz resultaron precarios131 .
Entre esos esfuerzos por aclimatar la paz, se destacaban los llamados del
arzobispo Herrera Restrepo a la concordia y la unión por medio de un Voto
nacional al Sagrado Corazón, para conseguir que todos vivieran “como her-
manos, unidos con los vínculos de una misma fe y animados con el fuego de
132 Bernardo Herrera Restrepo, (1916), Pastorales, circulares, decretos y otros documentos,
Bogotá, Imprenta de San Bernardo, tomo II, pp. 80-92.
133 Bernardo Herrera Restrepo, (1916), o. c., tomo II, pp. 83-87.
GUERRAS CIVILES Y CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO 79
A manera de conclusión
La argumentación del arzobispo en pro de la concordia y la paz, basada
en el origen y la fe cristiana comunes a todos los colombianos, iba en contravía
de la escisión política de la comunidad nacional en grupos contrapuestos de
copartidarios. La historia posterior mostraría que no bastaban las exhortacio-
nes morales para conseguir la paz: las luchas internas del partido conserva-
dor durante la llamada “República conservadora”, la limitación a la
participación del liberalismo (aunque matizada con su mayor reconocimien-
to como perpetua minoría en lo electoral y legislativo), el surgimiento de la
agitación social en el campo y la ciudad, los brotes regionales de violencia en
los años treinta, la polarización en torno a las reformas modernizantes de
esos años y la Violencia desencadenada en los años cuarenta y cincuenta,
seguirían moviéndose dentro de una nacionalidad y ciudadanía escindidas.
El recorrido histórico por las guerras del siglo XIX, donde se contrapo-
nen estas dos comunidades imaginadas, mutuamente excluyentes y separa-
das por la bandera religiosa, muestra las dificultades que se presentaban para
el surgimiento y desarrollo de una conciencia común de nación. En contravía
de la identidad con la nación, esta historia nos enseña que la exclusión de
medio país, por motivaciones políticas de diverso orden, terminó por fortale-
134 Bernardo Herrera Restrepo, (1916), o. c., tomo II, pp. 107-111.
80 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006
135 Jorge Orlando Melo, (1989): “Etnia, región y nación. El fluctuante discurso de la identidad”,
en IDENTIDAD. Memorias del simposio Identidad étnica, identidad regional, identidad
nacional, V Congreso de Antropología, ICAN-COLCULTURA, Villa de Leiva, pp. 38-39.