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Regla de la Orden Franciscana Seglar Comentada

Capítulo I
La Orden Franciscana Seglar (O.F.S)(1)
Artículo 1
Entre las familias espirituales, suscitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia (2
), la Familia Franciscana comprende a todos aquellos miembros del Pueblo de Dios
, seglares, religiosos y sacerdotes, que se sienten llamados al seguimiento de C
risto, tras las huellas de San Francisco de Asís. (3)
En maneras y formas diversas, pero en recíproca comunión vital, todos ellos se propo
nen hacer presente el carisma del común Seráfico Padre, en la vida y en la misión de l
a Iglesia. (4)
COMENTARIOS:
(1) Originalmente, la ahora Orden Franciscana Seglar (OFS, por sus siglas) recib
ió el nombre de Hermanos de Penitencia, dado que en el siglo XIII ya existían grupos
de seglares que hacían vida de penitencia: la lucha contra la propia voluntad par
a hacer la voluntad de Dios. En la actualidad se le conoce también como Fraternid
ad Seglar Franciscana o Tercera Orden Franciscana.
Según el Códice de Capistrano, escrito entre 1247 y 1260 se precisa que en 1221 se
emitió la primera redacción de llamado Memoriale propositi o "Memorial" que ha sido
considerada la primera regla de la orden de penitencia franciscana y se consider
a que es obra del Cardenal Hugolino.
El 16 de diciembre de 1221, se hace la primera mención oficial de los hermanos de
penitencia franciscanos a través de una carta de Su Santidad Honorio III al Obisp
o de Rimini, encargándole que les proteja contra las autoridades civiles que prete
ndían forzarlos a tomar las armas.
Ya desde 1238, Su Santidad Gregorio IX en una carta a la beata Inés de Bohemia se
refiere a las tres órdenes fundadas por San Francisco de Asís, citando "la de los h
ermanos menores, la de las hermanas reclusas y la de los penitentes".
Las biografías de San Francisco de Asís, especificamente La Leyende de los Tres C
ompañeros, en su No. 60; y el Anónimo de Perusa, en el No. 41, citan la escena del n
acimiento de estos hermanos de penitencia, que marca los orígenes de la actual Ord
en Franciscana Seglar.
Es Su Santidad Nicolás IV quien emite la bula Supra montem del 18 de agosto de 12
89 donde se erige la primera regla canónica o bulada de la actual Orden Franciscan
a Seglar.
El artículo primero de la Regla de la Orden Franciscana Seglar se remite a fundam
entar su estructura en tres documentos.
Es el 30 de mayo de 1884 cuando aparece la Constitución Apostólica Misericors De
i Filius, de Su Santidad León XIII y que contiene al nueva Regla de la ahora Orden
Franciscana Seglar.
Casi 100 años despuéss, a traves del Breve Apostólico Seraphicus Patriarcha, d
el 24 de junio de 1978, Su Santidad Paulo VI, aprueba la nueva y actual Regla de
la Orden Franciscana Seglar y que contiene un total de 26 artículos divididos en
tres capítulos y que se refieren especificamente a la misma OFS, a la Forma de Vid
a y la Vida en Fraternidad.
(2) El artículo primero de la Regla nos recuerda la Constitución Dogmática Lum
en Gentium (Luz de las gentes), en su No. 43, al hacer referencia a las familias
espirituales, sucitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia. Este No. 43 se refie
re específicamente a la Profesión de los Consejos Evangélicos en la Iglesia. Este artícu
lo, textualmente señala lo siguiente:
"Los consejos evangélicos, castidad ofrecida a Dios, pobreza y obediencia,
como consejos fundados en las palabras y ejemplos del Señor y recomendados por lo
s Apóstoles, por los padres, doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino
que la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia se conserva perpetuamente".
"La autoridad de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, se preocupó de interpre
tar esos consejos, de regular su práctica y de determinar también las formas estable
s de vivirlos. De ahi ha resultado que han ido creciendo, a la manera de un árbol
que se ramifica espléndido y pujante en el campo del Señor a partir de una semilla p
uesta por Dios, formas diversísimas de vida monacal y cenobítica (vida solitaria y v
ida en comun) en gran variedad de familias que se desarrollan, ya para ventaja d
e sus propios miembros, ya para el bien de todo el Cuerpo de Cristo".
"Y es que esas familias ofrecen a sus miembros todas las condiciones para una m
ayor estabilidad en su modo de vida, una doctrina experimentada para conseguir l
a perfección, una comunidad fraterna en la milicia de Cristo y una libertad mejora
da por la obediencia, en modo de poder guardar fielmente y cumplir con seguridad
su profesión religiosa, avanzando en la vida de la caridad con espiritu gozoso".
"Un estado, asi, en la divina y jerarquica constitucion de la Iglesia, no es un
estado intermedio entre la condicion del clero y la condicion seglar, sino que
de ésta y de aquélla se sienten llamados por Dios algunos fieles al goce de un don p
articular en la vida de la Iglesia para contribuir, cada uno a su modo, en la mi
sion salvifica de ésta".
(3) Tres Papas, en diferentes momentos y épocas, le han reiterado el recon
ocimiento a que nuestra Orden es una Verdadera Orden, como parte que somos de La
Familia Franciscana. Citamos a continuación las referencias que sobre ello hacen
los Papas Benedicto XV, Pío XII y Juan Pablo II:
(Francisco) instituyó una verdadera Orden, la de los Terciarios, no vincula
da por votos religiosos, como las dos precedentes, sino conformada por la simpli
cidad de costumbres y por el espíritu de penitencia. De esta manera y felizmente,
fue él, el primero en concebir y llevar a la práctica, con la ayuda de Dios, lo que
ningún fundador de Orden regular había imaginado hasta ese momento: hacer que el ten
or de vida religiosa fuese común a todos (Benedicto XV, Encíclica Sacra Propediem , n.5,
del 6 de enero de 1921).
Vosotros sois una Orden: Orden laical, sí, una verdadera Orden. Ordo veri nomin
is como la llamó Nuestro Predecesor de s. m. Benedicto XV (Sacra propediem, 6 de e
nero de 1921). No sois, como es obvio, una asamblea de perfectos; pero debéis ser
una escuela de perfección cristiana. Sin esta resuelta voluntad no se puede formar
parte de una tan elegida y gloriosa milicia (Pio XII, 1° de julio de 1956, Discurs
o a los Terciarios en Roma).
... vosotros sois también una Orden , como dijo el Papa (Pío XII): Orden laical, sí,
a verdadera Orden; y, por lo demás, ya Benedicto XV había hablado de Ordo veri nomini
s . Este término antiguo podemos decir medieval de Orden no significa otra cosa que v
estra estrecha pertenencia a la gran Familia Franciscana. La palabra Orden signifi
ca la participación en la disciplina y en la austeridad propia de aquella espiritu
alidad, la cual sin bien en la autonomía propia de vuestra condición laical y seglar
, comporta a menudo sacrificios no menores de aquellos que se experimentan en la
vida religiosa y sacerdotal (Juan Pablo II, 14 de junio de 1988, al Capítulo gener
al OFS).
(4) El final del artículo trae a colación palabras del Decreto Apostolicam A
ctuositatem, del Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de los Seglar
es, en sus números 4 y 8. El No. 4 se refiere especificamente a La Espiritualidad
Seglar en orden al apostolado. Dicho número cita textualmente:
La espiritualidad seglar en orden al apostolado
"Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen de todo el apostolado de l
a Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado seglar depende de su uni
on vital con Cristo, porque dice el Senor: "El que permanece en mi y yo en él, ése d
a mucho fruto, porque sin mi nada podéis hacer" (Jn 15,4-5). Esta vida de union in
tima con Cristo en la Iglesia se nutre de auxilios espirituales, que son comunes
a todos los fieles, sobre todo por la participacion activa en la Sagrada Liturg
ia, de tal forma los han de utilizar los fieles que, mientras cumplen debidament
e las obligaciones del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no sep
aren la union con Cristo de las actividades de su vida, sino que han de crecer e
n ella cumpliendo su deber segun la voluntad de Dios".
"Es preciso que los seglares avancen en la santidad decididos y animosos por est
e camino, esforzandose en superar las dificultades con prudencia y paciencia. Na
da en su vida debe ser ajeno a la orientacion espiritual, ni las preocupaciones
familiares, ni otros negocios temporales, segun las palabras del Apostol: "Todo
cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Senor Jesus, dan
do gracias a Dios Padre por El" (Col 3,17)".
"Pero una vida asi exige un ejercicio continuo de fe, esperanza y caridad".
"Solamente con la luz de la fe y la meditacion de su palabra divina puede uno co
nocer siempre y en todo lugar a Dios, "en quien vivimos, nos movemos y existimos
" (Ac 17,28), buscar su voluntad en todos los acontecimientos, contemplar a Cris
to en todos los hombres, sean deudos o extranos, y juzgar rectamente sobre el se
ntido y el valor de las cosas materiales en si mismas y en consideracion al fin
del hombre".
"Los que poseen esta fe viven en la esperanza de la revelacion de los hijos de D
ios, acordandose de la cruz y de la resurreccion del Senor".
"Escondidos con Cristo en Dios, durante la peregrinacion de esta vida, y libres
de la servidumbre de las riquezas, mientras se dirigen a los bienes imperecedero
s, se entregan gustosamente y por entero a la expansion del reino de Dios y a in
formar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con el espiritu cristiano
. En medio de las adversidades de este vida hallan la fortaleza de la esperanza,
pensando que "los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparacion
con la gloria que ha de manifestarse en nosotros" (Rm 8,18)".
"Impulsados por la caridad que procede de Dios hacen el bien a todos, pero espec
ialmente a los hermanos en la fe (Ga 6,10), despojandose "de toda maldad y de to
do engano, de hipocresias, envidias y maledicencias" (1P 2,1), atrayendo de esta
forma los hombres a Cristo. Mas la caridad de Dios que "se ha derramado en nues
tros corazones por virtud del Espiritu Santo, que nos ha sido dado" (Rm 5,5) hac
e a los seglares capaces de expresar realmente en su vida el espiritu de las Bie
naventuranzas.
Siguiendo a Cristo pobre, ni se abaten por la escasez ni se ensoberbece por la a
bundancia de los bienes temporales; imitando a Cristo humilde, no ambicionan la
gloria vana (Ga 5,26) sino que procuran agradar a Dios antes que a los hombres,
preparados siempre a dejarlo todo por cristo (Lc 14,26), a padecer persecucion p
or la justicia (Cf. M 5,10), recordando las palabras del Senor: "Si alguien quie
re venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame" (Mt 16,24). Cul
tivando entre si la amistad cristiana, se ayudan mutuamente en cualquier necesid
ad".
"La espiritualidad de los laicos debe tomar su nota caracteristica del estado de
matrimonio y de familia, de solteria o de viudez, de la condicion de enfermedad
, de la actividad profesional y social. No descuiden, pues, el cultivo asiduo de
las cualidades y dotes convenientes para ello que se les ha dado y el uso de lo
s propios dones recibidos del Espiritu Santo".
"Ademas, los laicos que, siguiendo su vocacion, se han inscrito en alguna de las
asociaciones o institutos aprobados por la Iglesia, han de esforzarse al mismo
tiempo en asimilar fielmente la caracteristica peculiar de la vida espiritual qu
e les es propia.
Aprecien también como es debido la pericia profesional, el sentimiento familiar y
civico y esas virtudes que exigen las costumbres sociales, como la honradez, el
espiritu de justicia, la sinceridad, la delicadeza, la fortaleza de alma, sin la
s que no puede darse verdadera vida cristiana".
"El modelo perfecto de esa vida espiritual y apostolica es la Santisima Virgen M
aria, Reina de los Apostoles, la cual, mientras llevaba en este mundo una vida i
gual que la de los demas, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, esta
ba constantemente unida con su Hijo, coopero de un modo singularisimo a la obra
del Salvador; mas ahora, asunta el cielo, "cuida con amor maternal de los herman
os de su Hijo, que peregrinan todavia y se debaten entre peligros y angustias, h
asta que sean conducidos a la patria feliz". Honrenla todos devotisimamente y en
comienden su vida y apostolado a su solicitud de Madre".
Finalmente, el No. 8 de este mismo Decreto del Concilio Vaticano II sobre el Apo
stolado Seglardocumento, que es base del párrafo final del artículo primero de la Re
gla, nos hace referencia a La acción caritativa como distintivo del apostolado cri
stiano. A continuación el texto íntegro de esta referencia:
La accion caritativa como distintivo del apostolado cristiano
8 Si bien todo el ejercicio del apostolado debe proceder y recibir su fuerza de
la caridad, algunas obras, por su propia naturaleza, son aptas para convertirse
en expresion viva de la misma caridad, que quiso Cristo Senor fuera prueba de su
mision mesianica (Mt 11,4-5).
El mandamiento supremo en la ley es amar a Dios de todo corazon y al projimo com
o a si mismo (Mt 22,27-40). Ahora bien, Cristo hizo suyo este mandamiento de car
idad para con el projimo y lo enriquecio con un nuevo sentido, al querer hacerse
El un mismo objeto de la caridad con los hermanos, diciendo: "Cuantas veces hic
isteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis" (Mt 25,40)
.
El, pues, tomando la naturaleza humana, se asocio familiarmente todo el género hum
ano, con una cierta solidaridad sobrenatural, y constituyo la caridad como disti
ntivo de sus discipulos con estas palabras: "En esto conoceran todos que sois mi
s discipulos, si tenéis caridad unos con otros (Jn 13,35).
Como la santa Iglesia en sus principios, reuniendo el agape de la Cena Eucaristi
ca, se manifestaba toda unida en torno de Cristo por el vinculo de la caridad, a
si en todo tiempo se reconoce siempre por este distintivo de amor, y al paso que
se goza con las empresas de otros, reivindica las obras de caridad como deber y
derecho suyo, que no puede enajenar.
Por lo cual la misericordia para con los necesitados y enfermos, y las llamadas
obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son
consideradas por la Iglesia con un singular honor.
Estas actividades y estas obras se han hecho hoy mucho mas urgentes y universale
s, porque los medios de comunicacion son mas expeditos, porque se han acortado l
as distancias entre los hombre y porque los habitantes de todo el mundo vienen a
ser como los miembros de una familia.
La accion caritativa puede y debe llegar hoy a todos los hombres y a todas las n
ecesidades. Donde haya hombres que carecen de comida y bebida, de vestidos, de h
ogar, de medicinas, de trabajo, de instruccion, de los medios necesarios para ll
evar una vida verdaderamente humana, que se ven afligidos por las calamidades o
por la falta de salud, que sufren en el destierro o en la carcel, alli debe busc
arlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con cuidado diligente y a
yudarlos con la prestacion de auxilios. Esta obligacion se impone, ante todo, a
los hombres y a los pueblos que viven en la prosperidad.
Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparez
ca como tal, es necesario que se vea en el projimo la imagen de Dios segun la cu
al ha sido creado, y a Cristo Senor a quien en realidad se ofrece lo que se da a
l necesitado; se considere como la maxima delicadeza la libertad y dignidad de l
a persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intencion con nin
gun interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante tod
o a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que
ya se debe por titulo de justicia; se quiten las causas de los males, no solo l
os defectos, y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan lib
erando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por si mismos.
Aprecien, por consiguiente, en mucho los laicos y ayuden en la medida de sus pos
ibilidades las obras de caridad y las organizaciones de asistencia social, sean
privadas o publicas, o incluso internacionales, por las que se hace llegar a tod
os los hombres y pueblos necesitados un auxilio eficaz, cooperando en esto con t
odos los hombres de buena voluntad.

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