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Universidad Nacional de Rosario

Facultad de Humanidades y Artes


Lic. en Filosofía
Curso curricular de Lógica I
“Lógica informal: un panorama”
Año 2009

Profesores:
• Sandra Lazzer

• Romina Pellegri

Alumna: Mc Donnell Cecilia


Legajo: M-3635/8.
Introducción

En el presente trabajo se intentará comprender una de las tantas definiciones que se le


podrían proporcionar a la lógica informal. Buscando que ésta sea una caracterización
coherente y partiendo de la noción de forma, se la comparará con la lógica formal y se
intentará vislumbrar qué tipo de relación mantienen estas disciplinas en cuanto a su objeto de
estudio, siguiendo el esquema de la definición inicial. Además intentaremos establecer si de
hecho podemos hablar de oposición o de complementariedad entre una y otra a la hora de
aplicar la lógica informal para la evaluación de argumentos.
Se pretende dejar asentado en esta introducción que la definición puede resultar un tanto
controversial en un principio, pero no por eso deja de ser una propuesta interesante.

2
Desarrollo

Tal y como se adelantó, el presente trabajo se centrará en reflexionar acerca de una


definición de lógica informal en particular. Nos estamos refiriendo a la proporcionada por
Johnson, según la cual es «la parte de la lógica cuya tarea consiste en desarrollar patrones
no-formales, criterios, procedimientos para el análisis, interpretación, evaluación, crítica y
construcción de argumentos incluidos en el discurso diario»1. En esta definición hay varios
elementos que, creemos, es necesario aclarar.
Para empezar comentemos el sentido en el que el autor considera lo que es forma. En el
texto ya citado, hace referencia a tres definiciones que Barth y Krabbe proporcionan a
propósito de este término:
1. Forma entendida a la manera platónica. La mayoría de las lógicas clásicas se
manejan con esta concepción y un ejemplo de ello es la silogística aristotélica. Pero si
apoyamos esta definición, nos dice el autor, casi toda lógica sería considerada no-formal. Y
esto es así porque los modelos lógicos que no se ciñen a la estructura aristotélico-escolástica
(como la lógica de predicados, por ejemplo) no pueden constituirse a partir de términos tal y
como lo hace la silogística. Esto quiere decir, entonces, que este modo de concebir forma es
demasiado amplio para poder entender a qué nos referimos cuando hablamos de lógica
informal.
2. Forma entendida como haciendo referencia a la forma lógica de las oraciones. Es
en este sentido como se la toma en la lógica moderna. El acento ahora está puesto en la
validez del argumento, pues es la condición a partir de la cual establecemos si éste es bueno o
malo2. Ahora bien, al poner el acento en la validez, esta segunda concepción nos permite
establecer que puede haber una lógica no-formal, la cual se ocuparía de la evaluación de
argumentos sin centrarse en su forma lógica y, por ende, tampoco en la validez de los
mismos. Esta es la noción que sostiene Johnson, la cual será ampliada ulteriormente.
3. Forma entendida como refiriendo a procedimientos que de alguna manera son
regulados o regidos, y que se dan de acuerdo a una serie de reglas. El problema de esta
concepción es que prácticamente no deja margen a la existencia de una lógica no-formal. En
1
Johnson y Blair (1987, p. 148) citado en Johnson The Relation between Formal and Informal Logic, p. 270. La
traducción es propia.
2
Podemos extendernos brevemente sobre este asunto. Tomando la definición de Falguera López y Martínez
Vidal, argumento es «un conjunto de proposiciones tales que una de ellas, llamada conclusión, se sigue de las
otras, llamadas éstas premisas» (p. 23). Si efectivamente la conclusión se sigue necesariamente de las premisas,
estaremos frente a un argumento válido. Ahora bien, lo que interesa a la lógica es, justamente, «analizar los
principios y criterios sobre los que se fundamenta la evaluación de los argumentos» (id.). De esta manera
podremos distinguir entre buenos y malos argumentos.

3
otras palabras, se considera que los criterios de evaluación apropiados para cualquier
argumento deben ser obtenidos a partir de la lógica formal, es decir, teniendo en cuenta la
forma lógica y centrándose en el criterio de validez3.
Es, entonces, a partir de la segunda definición de forma como Johnson arriba a la
definición citada previamente. Es decir, lo propio de la lógica informal sería la evaluación de
argumentos, pero dejando de lado los criterios proporcionados por la lógica formal. Pero esta
manera de entenderlo podría llevarnos a deducir algo que, según Johnson, sería incorrecto.
Esto es, que la lógica formal y la informal tienen el mismo objeto de estudio, pero abordado
de distinta manera. De hecho, según Johnson, la lógica formal no se ocupa de la
argumentación (entendida como instrumento de persuasión racional y no como eslabones de
una inferencia deductiva). Extendámonos un poco más sobre este punto. El autor sostiene que
una buena forma de explicar su posición es teniendo en cuenta el hecho de que puede haber
buenas razones tanto para aceptar como para rechazar cierta proposición. Y de hecho la
historia de la filosofía da buena cuenta de ello. Si no fuese de esta manera, ésta se habría
desarrollado en una sola dirección y, de hecho, no habría demasiado para agregar. La
posibilidad que tenemos de argumentar tanto a favor como en contra del idealismo, pero
también del realismo, es una prueba a favor de la posición de nuestro autor. Es en este sentido
que la aplicación de la lógica formal en la evaluación de argumentos falla, porque no puede
aceptar que un argumento pueda ser bueno y malo al mismo tiempo. La validez o no validez
de un argumento en la lógica deductiva no es graduada. Una proposición no es más o menos
válida y, menos aún, es verdadera en cierto contexto pero falsa en otro. Dicho de otro modo:
no puede haber buenas razones para aceptar a la vez a P y ¬P. Y es por esto que Johnson
sostiene que la lógica deductiva no se ocupa de argumentos. Tomemos un ejemplo: la
consideración de los enunciados metafísicos en la filosofía de la ciencia. En el manifiesto del
Círculo de Viena encontramos el siguiente argumento:

El metafísico y el teólogo creen, incomprendiéndose a sí mismos, afirmar


algo con sus oraciones, representar un estado de cosas. Sin embargo, el
análisis muestra que estas oraciones no dicen nada, sino que sólo son
expresión de cierto sentimiento sobre la vida. […] No proporciona ninguna
representación, sino una expresión, no proporciona teoría ni comunica un
conocimiento, sino poesía o mito. (p.113)
3
Lo que el autor rechaza es justamente eso. No el hecho de que existan reglas o procedimientos para la
evaluación de argumentos en la lógica informal. En este punto tal vez sea interesante traer a colación parte de la
nota introductoria de Comesaña en Lógica informal, falacias y argumentos filosóficos que refutaría esta opinión:
«La comunicación humana exitosa (y, a fortiori, la argumentación) es difícil de lograr en la práctica y, todo
indica, imposible de explicar teóricamente» (p. 11). De todos modos, y por interesante que sea esta temática, no
vamos a tratarla dado que se desvía del tema principal.

4
Y a la vez encontramos en Popper:
El hecho de que ciertos juicios de valor hayan influido en mis propuestas no
quiere decir que esté cometiendo el error de que he acusado a los
positivistas –el de intentar el asesinato de la metafísica por medio de
nombres infamantes–. Ni siquiera llego a afirmar que la metafísica carezca
de valor para la ciencia empírica. Pues no puede negarse que, así como ha
habido ideas metafísicas que han puesto una barrera al avance de la
ciencia, han existido otras –tal el atomismo especulativo– que la han
ayudado. (p. 38)

Es decir, podemos encontrar en filosofía de las ciencias argumentos que sostienen que se
debe erradicar a la metafísica por no proporcionar teoría ni conocimiento y, a la vez,
argumentos que defienden a la metafísica (o al menos parte de ella) por ayudar en el avance
de las ciencias. Esto no quiere decir que los argumentos sean inválidos, paradójicos o
equívocos. Son buenas razones que nos permiten aceptar P y ¬P a la vez.
Ahora bien, ¿de qué se ocupa la lógica formal según Johnson? Ésta se ocuparía de estudiar
la relación entre proposiciones: «se ocupa de clarificar relaciones tales como la verdad
lógica, la consistencia lógica y la equivalencia lógica» y esto es posible en virtud de la
noción de forma lógica tal y como lo definimos con anterioridad. Es decir, el hecho de que no
se ocupe de los argumentos como instrumentos de persuasión racional, no implica que no se
ocupe de los argumentos en sentido alguno. Se debe recordar que aquí se está considerando a
los argumentos como una práctica y, en este sentido, funcionan como herramientas más o
menos efectivas para persuadir a cierta audiencia. En este contexto se entiende por qué el
estudio de falacias, por ejemplo, es tan trabajado en tanto parte del dominio de la lógica
informal4. Así, podemos decir que ésta es justamente no-formal porque su estudio «no se basa
ni en la noción de forma lógica ni toma a la validez como normativa» 5, sino que se erige a
partir de tomar a la argumentación como una práctica discursiva. Es en este sentido que
pensamos que la definición del objeto de estudio de la lógica formal proporcionada por
Johnson no entra en contradicción con la aportada por Falguera López y Martínez Vidal: en
uno y otro escrito se considera a la argumentación desde distintos puntos de vista. Para éstos
últimos el estudio de los argumentos es el objeto de la lógica formal pero porque los definen
como, citamos nuevamente, «un conjunto de proposiciones tales que una de ellas, llamada
conclusión, se sigue de las otras, llamadas éstas premisas». Johnson por su parte, define a los

4
Sobre todo teniendo en cuenta la definición de las mismas proporcionada por Comesaña: «una falacia es una
maniobra verbal destinada a conseguir que alguien acepte una afirmación u obedezca una orden por motivos
que no son buenas razones» (p. 47).
5
Johnson, p. 272.

5
argumentos desde una visión más bien pragmática con un fin claro: la persuasión. Si uno
quisiera objetar una u otra visión debería recurrir más bien a una petición de principios y pedir
buenas razones para aceptar una u otra posición6.
Una última pregunta puede formularse con respecto a la lógica formal y la lógica informal:
¿qué tipo de relación puede establecerse entre una y otra? Johnson responde que se trata de
una relación complementaria. No deja del todo claro los motivos por los cuales sostiene su
posición, pero sí afirma que necesitamos tanto a una como a la otra. Para justificar tal
respuesta podríamos recurrir a Comesaña. Según este autor «parece indudable que un
conocimiento mínimo de la lógica formal es una herramienta muy valiosa (quizás
indispensable) en el análisis de razonamientos en contextos no formales. […] Esto no
significa que esas nociones tengan una aplicación directa en esos contextos. […] Creemos
que hay cosas interesantes que decir acerca de la argumentación “real” que no son –no
pueden ser– tratadas por la lógica formal»7. Es decir, el estudio de la lógica formal puede
darnos algunas herramientas útiles para el estudio de ciertos campos de la lógica informal,
pero no quiere decir que podamos reducir los argumentos diarios a una formalización.
La oposición lógica formal – lógica informal resulta, entonces, un falso problema y no
podemos prescindir de una ni de la otra.

6
Que, a fin de cuentas, es algo que tomaría Johnson como muestra positiva para su postura.
7
Comesaña, p. 19.

6
Conclusión

Sabemos que las definiciones que pueden proporcionarse a la disciplina que tratamos
pueden ser varias e incluso se puede alegar que la lógica informal no existe. No creemos que
podamos dar una respuesta satisfactoria a posibles objeciones relacionadas con ello, pero sí
que la propuesta de Johnson es interesante para tenerla en cuenta como posible definición. El
hecho de que vea a la argumentación como una herramienta de persuasión y no como
eslabones de una inferencia deductiva, permite una profundización en un campo que aún no
ha sido definido con rigurosidad.
Por otro lado, creemos que la enseñanza de la lógica informal entendida tal y como lo
propone este autor puede llegar a resultar verdaderamente útil. Saber cómo argumentar en
filosofía, por nombrar solamente el campo que nos atañe, puede llegar a resultar sumamente
ventajoso.

7
Bibliografía

○ AA. VV., La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena, publicado en la


revista Redes nº 18, pp. 105-149, 2002.
○ COMESAÑA, J. M., Lógica informal, falacias y argumentos filosóficos, ed. Eudeba,
1998.
○ FALGUERA LÓPEZ, J. L. y MARTÍNEZ VIDAL, C. Lógica Clásica de Primer
Orden: Estrategias de Deducción, Formalización y Evaluación Semántica, ed. Trotta, 1999.
○ JOHNSON, R. H., The Relation between Formal and Informal Logic, publicado en la
revista Argumentation nº 13, pp. 265-274, 1999.
○ JOHNSON, R. H. y BLAIR, J. A., The Current State of Informal Logic, publicado en
la revista Informal Logic nº 9, 147-151, 1987.
○ POPPER, K. R., La lógica de la investigación científica, ed. Tecnos, 1962.

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