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925-Lop-P
Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa. -- Ciudad de La
Habana : Editorial Universitaria, 2010. -- ISBN 978-959-16-1264-9. -- 154 pág.
1. López Espinosa, José Antonio
2. Biografías de Científicos
3. Ciencias Médicas; Cuba
Nota preliminar
Introducción
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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa
Iconografía
Bibliografía general
Prólogo
Todos los grandes historiadores aceptan que una de las formas más importantes
de división de la historia es la biográfica, pues en ella se da a conocer la vida y
obra de un personaje, que ha dejado su huella de manera destacada en el devenir
humano. Por eso es raro que un historiador no haya incursionado en la biografía,
aun cuando adopte sistemáticamente otras formas de división para sus estudios.
Entre los cubanos me gusta siempre citar al gran historiador de la primera mitad
del siglo XX, don Gerardo Castellanos García (1879-1956), quien publicó 32 libros,
7 de ellos de biografías, además de su fundamental obra en 3 tomos “Panorama
histórico”, La Habana, 1934, en la que ofrece varios cientos de minibiografías. Y lo
mismo puedo decir de los doctores Emeterio S. Santovenia Echaide (1889-1968) y
Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), por solo citar otros dos.
El primero que se dedicó de preferencia a los estudios biográficos en Cuba fue
don Francisco Calcagno Monzón (1827-1903), quien en 1878 publicó en New York
su extraordinario “Diccionario Biográfico Cubano”, de imprescindible conocimiento
para todo estudioso de la cultura cubana en general. El destacado jurista Antonio
Barreras Martínez-Malo (1904-1973), luego Magistrado del Tribunal Supremo de
Justicia, publicó en La Habana en 1936 su documentado “Diccionario Biográfico
del Poder Judicial en Cuba”.
El erudito bibliógrafo, doctor Fermín Peraza Sarausa, a quien tanto debemos en
el conocimiento de nuestra bibliografía en general, mantuvo durante 20 años una
sección de efemérides biográficas bajo el título de “Vidas Cubanas” en el periódico
El Mundo, que después clasificó en orden alfabético y editó en 11 volúmenes en
La Habana entre 1951 y 1960 como “Diccionario Biográfico Cubano”. Este autor
confeccionó además “Personalidades Cubanas”, aparecido en La Habana en 1957
en edición mimeografiada. Esta obra sirvió de complemento a la anterior, aunque
agrupó sólo a figuras importantes de la cultura o la vida pública no fallecidas.
El académico correspondiente de la Academia de Historia de Cuba e Historiador
Oficial de la provincia de La Habana, doctor Gregorio Delgado Fernández (1903-
NOTA PRELIMINAR
La enseñanza de la Medicina se comenzó a impartir en Cuba el 12 de enero de
1726 en el Convento de San Juan de Letrán, institución religiosa que, cerca de dos
años después, se convirtió en la sede de la Real y Pontificia Universidad de San
Jerónimo de La Habana, inaugurada el 5 de enero de 1728.
En esta obra se aborda la historia y evolución de la enseñanza de la Medicina en
la Universidad habanera durante su etapa pontificia, que se extendió hasta 1842, a
través de pequeñas biografías de todos los médicos a cargo de las cuatro cátedras
dispuestas para el aprendizaje del arte de curar en ese período, varios de los
cuales llevaron para la posteridad la honra de haber contribuido decisivamente a
convertir en la isla la práctica de ese arte en una verdadera ciencia.
La extensa y paciente labor de búsqueda durante varios años de un abundante
material bibliográfico, posibilita disponer ahora de una información sistematizada
que persigue servir de contribución al conocimiento del desarrollo de una parte
importante de la historia de la ciencia nacional; a la vez que constituirse en modesto
homenaje al aniversario 280 del inicio de la enseñanza superior en Cuba.
El autor.
Introducción
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BIBLIOGRAFÍA
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 6 de bautismos, folio 23, número 2.
Archivo de la Catedral de La Habana.. Libro 3 de matrimonios, folio 380, número 13.
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 5 de defunciones, folio 249, número 11.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
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Delgado García G. Historia de la enseñanza superior de la Medicina en Cuba 1726-1900.
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López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1550-1730). Cuad Hist Salud Pub
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López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.
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López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69):16, 42.
Trelles CM. Biblioteca científica cubana. T1. Matanzas: Imprenta Juan Oliver, 1919. p. 87.
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exigencia, pues existían muy pocos médicos capaces de integrar un tribunal para
juzgar sus conocimientos.
El hecho de haberse prestado a desempeñar la cátedra gratuitamente, es una
demostración de que no fue el lucro el móvil que lo impulsó a ponerse al frente de
ella. En ese tiempo gozaba de un gran prestigio y se le consideraba uno de los
mejores médicos en La Habana. En cuanto a su actividad docente se dispone de
poca información. No obstante, se puede decir que en los 10 años que ocupó la
cátedra de Anatomía no demostró haber promovido avances serios en la materia.
Siempre aceptó que mantuviera su carácter teórico y que no se practicaran
disecciones en cadáveres, proceder que lo mantuvo sometido a las prescripciones
impuestas por los dominicos y que invalida su propia crítica acerca de que ni los
médicos ni los cirujanos conocían la estructura del cuerpo humano.
Al producirse el 2 de marzo de 1728 el fallecimiento del bachiller Francisco
González del Álamo, el Protomédico Regente, doctor Francisco Teneza Rubira, lo
designó para ocupar la plaza que éste dejara vacante de Fiscal del Protomedicato,
hecho que se produjo el 11 de marzo siguiente. Meses después, exactamente el 6
de septiembre, la Universidad le confirió todos los grados de la Facultad de
Medicina y lo nombró su Decano. Con ello se convirtió en el primer graduado de
Doctor en esa institución y también en el primero que ocupó un cargo de tanta
relevancia en ella.
A raíz de este nombramiento, solicitó se creara para él la plaza de Protomédico
Segundo. En el texto donde justificó su petición, planteó como argumentos que él
no deseaba pasar lo mejor de su edad ejerciendo en una ciudad como La Habana,
con una población constituida por tropas y pobres, razón que explicaba por qué
eran tan pocos los médicos que venían a residir y a ejercer en ella. Por eso quería
proveerse de un destino que le posibilitara “algún sitiado” en el futuro. Otra de las
causas que adujo fue que el Protomédico Teneza estaba ya en una edad muy
avanzada, corto de vista y achacoso, lo que le impedía continuar asistiendo a
todos los enfermos del Hospital San Lázaro y del Convento de San Juan de Dios y
demás pobres, labor que podía él hacer en lo adelante. Asimismo enfatizó en su
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del maestro fray Tomás de Linares y Teología con el eminente fray Francisco
Martínez. Al abrirse el 12 de enero de 1726 en el propio convento las lecturas de
Medicina por Francisco González del Álamo, se desvió de los estudios religiosos
que había emprendido y se inscribió en ellas. Según consta en los libros de grados
menores y de actos académicos del expresado convento, obtuvo el grado de
Bachiller en Artes el 28 de enero de 1728 y, el 5 de agosto de 1729, sostuvo las
conclusiones de Medicina, para graduarse de Bachiller en esa Facultad el 26 del
mismo mes. Después de cumplir el período de prácticas establecido, fue
examinado y aprobado por el Protomédico Francisco Teneza Rubira, quien le
expidió el correspondiente título el 3 de noviembre de 1730.
El 12 del propio mes y año solicitó, luego de haberse presentado a oposición, se
le dejara leer la cátedra de Vísperas en calidad de interino hasta tanto ésta fuera
provista. Su solicitud fue aceptada con independencia de que, como resultado de
la oposición, el 25 de noviembre se le otorgó la cátedra en propiedad. Por su
condición de catedrático, se le concedió el grado de Licenciado en Medicina el 2
de diciembre de 1730 y la borla de Doctor el 3 de enero de 1731. En ambos actos
fue eximido del reparto de propinas, según era costumbre en aquella época, por
haber alcanzado ambos grados como titular de una cátedra, en cuyo desempeño
demostró los excelentes dotes de inteligencia, laboriosidad, constancia y firme
voluntad que había manifestado desde sus años de estudiante. Tanto en los
exámenes conventuales como en los universitarios, había aprobado siempre con la
calificación de nemine discrepante.
Al terminar el primer sexenio en la regencia de su cátedra, se opuso otra vez y la
obtuvo por unanimidad en 1736 y, cuando en 1742 cumplió el segundo período en
el cargo, hizo nueva oposición y la consiguió por esta vía por tercera y última vez,
en virtud de que Su Majestad lo declaró catedrático vitalicio. En lo adelante,
continuó en el desempeño ininterrumpido de la cátedra hasta su fallecimiento en
1771.
El doctor Arango Barrios demostró también su clara inteligencia y su entrega
profesional en varias mociones que presentó en algunas reuniones del claustro
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de San Juan de Letrán para estudiar la carrera eclesiástica, donde fue en principio
alumno de Artes y años más tarde, en 1722, matriculó Teología.
Cuando en enero de 1726 el bachiller Francisco González del Álamo comenzó a
impartir sus cursos de Medicina, se decidió a abandonar la carrera sacerdotal y se
inscribió en ellos. Graduado de Bachiller en Artes el 22 de junio de 1728, su
nombre es el segundo en el libro de asientos de grados menores universitarios.
Asimismo consta en ese mismo libro que su título de Bachiller en Medicina, que
recibió el 30 de julio de 1729, fue el primero conferido por esa Facultad. Su
disertación para ese propósito se tituló Facultatibus medicamentorum. El 3 de
noviembre de 1730 fue admitido por el Cabildo al ejercicio de la medicina. En
reunión del claustro, celebrada el 16 de junio de ese año, se había acordado
entregarle el título de catedrático interino de Methodus Medendi, que regenteó en
esa condición hasta el 30 de julio de 1735, en que tomó posesión de la cátedra en
calidad de propietario, luego de haber hecho oposición y habérsele adjudicado
ésta por unanimidad. Por su condición de catedrático, se le proporcionó el grado
de Licenciado en Medicina el 2 de septiembre de ese año y el día siguiente el de
Doctor.
Al terminar su sexenio en 1741, hizo una nueva oposición a la misma cátedra y
otra vez la obtuvo por unanimidad. En 1748 fue declarado catedrático vitalicio. Se
le hizo ese reconocimiento, a pesar de la resistencia opuesta en tal sentido por el
claustro, que no lo estimaba digno de ese honor, no por falta de méritos para ello,
sino porque, a su entender, él no era fundador de la cátedra, la cual había obtenido
en principio por oposición.
En 1751 ocupó la plaza de tercer Protomédico por ascenso de José Arango
Barrios y Juan José Álvarez Franco. En ella fue ratificado por real Orden en 1753
y, aunque sin la facultad de ser conjuez, recibió su título el 14 de junio de 1755 con
la prerrogativa de suplir en sus funciones a otros Protomédicos. Fue admitido
como tal por el Ayuntamiento el 11 de marzo de 1756. En 1765 fue nombrado
segundo Protomédico por fallecimiento de Álvarez Franco y, en 1771, ascendió al
cargo de primero. Por otra parte, continuó regentando su cátedra de Terapéutica
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hasta 1775, año en el que renunció a ella para poder darle mejor atención a sus
cada vez más numerosas obligaciones como Protomédico.
El doctor Aparicio fue médico del convento hospital para convalecientes Nuestra
Señora de Belén. Cuando en 1757 el Prefecto de esa institución solicitó se le
autorizara ampliarla, él elevó un dictamen a su favor en el cual argumentó los
beneficios que podía traer consigo la medida para los enfermos, por cuanto su
aplicación les daría la posibilidad de recibir el aire puro.
Quizás el acto más importante que enfrentó como Protomédico fue la solicitud
hecha por el Cabildo de que se llevara a cabo una revisión de la tarifa de precios
de los medicamentos, vigente desde 1723. Tanto esta petición, como la de regular
los honorarios de los cirujanos, recibió de su parte una respuesta negativa. No
obstante los argumentos que esgrimió en su extenso informe, no tenía justificación
alguna para negarse a realizar esa revisión. Si bien, según su razonamiento, la
tarifa contaba con el apoyo de los médicos y boticarios, ésta no redundaba en el
beneficio público, pues era muy evidente el abuso que unos y otros cometían con
los pacientes, por los altos precios que les cobraban por las medicinas.
Con independencia de esa circunstancia un tanto incierta en relación con su
quehacer como Protomédico, hay que reconocer en primer lugar que Aparicio
combinó su clara inteligencia con una sólida instrucción y un gran amor al estudio,
que puso a la disposición del logro de nobles aspiraciones. En tal sentido se
distinguió por su preferente dedicación a la enseñanza una buena parte de su vida
y, gracias a ello, la cátedra de Terapéutica por él estrenada fue ganando cada vez
mayor prestigio. A ésta trasladó siempre la experiencia que adquirió en el ejercicio
privado de su profesión, donde fue merecedor de envidiable reputación, como en
los servicios que prestaba en el convento hospital Nuestra Señora de Belén
primero y en la dirección de una de las salas del Hospital Militar después.
Había contraído matrimonio el 27 de abril de 1733 con Ana Teresa de Ayala
Escobar y su muerte se produjo en La Habana el 18 de abril de 1781. Su vida larga
y laboriosa y su amor a la enseñanza, deben agregarse a su condición de primer
catedrático de Methodus Medendi a la hora de justificar por qué su nombre debe
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Según Cowley, “por los buenos antecedentes que él mismo sabía tener”,
comprendió que no debía enseñar Anatomía teórica, por lo que renunció a la
cátedra en 1746. En 1748 fue elegido Tesorero de la Universidad y en 1756 Fiscal
del Protomedicato. Asimismo fue complacida su solicitud de que se le dispensase
la gracia de Protomédico Honorario con la opción y el derecho a ocupar la primera
vacante que hubiese en el Tribunal, lo que le fue concedido por Real Despacho.
El 3 de julio de 1757 fue confirmado en su cargo de Fiscal, que desempeñaba
desde que fue nombrado por el doctor Ambrosio Medrano. El 18 de febrero de
1758 tomó posesión ante el Protomedicato, constituido entonces por los doctores
José Arango Barrios, Juan J. Álvarez Franco y José M. Aparicio.
En 1764 solicitó y obtuvo la plaza de Protomédico Tercero, cuando se produjo el
ascenso a Segundo del doctor Aparicio, motivado por incapacidad física del doctor
Álvarez Franco. A la muerte del doctor Arango Barrios, pasó a ocupar el cargo de
Protomédico Segundo el 4 de octubre de 1771, por decreto dictado por el Capitán
General Interino Pascual Ximénez de Cisneros. El 16 de mayo de 1781, por
fallecimiento del doctor Aparicio, ocupó la plaza de Protomédico Regente. Para
completar el Tribunal y dar cumplimiento a lo dispuesto por la Real Cédula que
designó a Recio de Oquendo Protomédico Primero, el Gobernador de la Isla Diego
José Navarro designó con carácter interino a los doctores Matías Cantos y Juan
Bautista Bobadilla Protomédicos Segundo y Tercero, respectivamente.
El 2 de noviembre de ese año, el Gobernador que sucedió a Navarro, Juan
Manuel Cajigal, reiteró a Recio de Oquendo que le diera posesión a los otros
miembros del Protomedicato designados. Éste se negó, pues entendía que ellos
debían prestar juramento ante él y que el Gobernador debía haber hecho los
nombramientos interinos previa su recomendación. Por otra parte, Joaquín Muñoz
Delgado había recurrido al Gobernador porque el doctor Recio de Oquendo le
había retirado la licencia y la aprobación concedidas por el doctor Aparicio para
que ejerciera su profesión de médico. Estos incidentes motivaron un ruidoso
proceso por su negativa a cumplir ambas disposiciones y el Gobernador lo hizo
conducir preso al Castillo de San Carlos de la Cabaña. A los siete días de su
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pronunció a favor del doctor del Valle, en franca oposición al dictamen del
Protomédico Matías Cantos, quien favorecía al doctor José Caro.
En 1791 se presentó al Cabildo una memoria, en nombre de los Protomédicos
doctores Recio de Oquendo, Cantos y del Valle, favorable al consumo de casabe,
en la que se hace mención por primera vez a la obra de Buffon y a la Enciclopedia
de Diderot, lo que revela que tenían información acerca de estas obras y evidencia
su erudición y buen nivel desde el punto de vista científico.
El doctor Recio de Oquendo, quien en 1784 fue Decano de la Facultad de
Medicina en la Universidad, falleció en La Habana el 19 de julio de 1794.
BIBLIOGRAFÍA
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del Protomedicato a Julián Recio de Oquendo. Libro 31de actas trasuntadas, 1758 (marzo
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López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial
Científico-Técnica, 1997. p. 284-286.
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notable por su claridad y orden, lo era mucho más porque en cada una de sus
partes se manifestaba con mayor fuerza el estudio de la naturaleza que la consulta
a los autores que le habían precedido. Como prueba de su indiscutible mérito vale
apuntar que su Exposition anatomique de la structure du corps humaine fue objeto
de numerosas reproducciones y traducciones al inglés, alemán e italiano pues,
además de sistematizar los conocimientos de su tiempo, descartó por primera vez
detalles fisiológicos y explicaciones especulativas en relación con la función de los
órganos. De ahí el papel tan importante que desempeñara el doctor Sanabria al
impartir la enseñanza de la Anatomía, encerrada hasta entonces en el estrecho
límite de la teoría, con la aplicación de los postulados de Winslow. Ello implicó a
todas luces un hito en el conocimiento de la anatomía del cuerpo humano en
Cuba.
Después de cumplir en 1751 su primer sexenio en la regencia de la cátedra, hizo
de nuevo oposición a ella y la volvió a obtener por un nuevo período. Dos años
después renunció a ella, sin que consten los motivos.
De los pocos datos biográficos disponibles del doctor Sanabria legados por los
anales del siglo XVIII, se puede poner al descubierto que éste se distinguió por su
cultura y amor a las ciencias; que desde muy joven ocupó un lugar preferente en el
claustro universitario; que fue Maestro de Ceremonias en la Universidad en 1745 y
Comisario de año en 1746; médico del Hospital San Juan de Dios y Promotor
Fiscal del Protomedicato. En 1741 se casó con Clara Antonia Burgielos de quien
enviudó y, en 1747, contrajo segundas nupcias con María Morales de Calvo.
Falleció en La Habana, a los 76 años de edad, el 8 de diciembre de 1793.
BIBLIOGRAFÍA
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Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 28 de actas trasuntadas. p. 26-
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Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 5 de defunciones, folio 133, número 310.
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BIBLIOGRAFÍA
Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 25 de actas trasuntadas. p. 114v,
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López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial
Científico-Técnica, 1997. p. 282.
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La escasa información encontrada sobre este médico y profesor cubano del siglo
XVIII, ha impedido establecer si ejerció alguna influencia positiva como catedrático
de Anatomía. La misma razón ha imposibilitado tener siquiera una idea al menos
aproximada acerca de su desempeño en el área asistencial y de la fecha y lugar
de su fallecimiento.
BIBLIOGRAFÍA
Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 28 de actas trasuntadas. p. 94-
95v.
Cowley R. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. La Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,
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López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial
Científico-Técnica, 1997. p. 287-288.
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ni era de esperarse que lo hiciera, grandes progresos en una asignatura que como
la Patología necesitaba conocimientos de Anatomía y Fisiología muy superiores a
los que se adquirían en su época en la Universidad, en virtud de su carácter muy
elemental y su enseñanza puramente teórica. No obstante, su esfuerzo no quedó
estéril, pues logró algún avance durante los seis años que regenteó la cátedra. Si
bien una vez cumplido su sexenio como catedrático no volvió a presentar nueva
oposición, en diversas ocasiones desempeño la misma cátedra por sustitución. En
1794 fue nombrado Protomédico Segundo y en 1798 fue designado Protomédico
Regente.
Del Valle presidió el Tribunal del Protomedicato cuando el doctor Tomás Romay
Chacón introdujo la vacuna antivariólica en la isla de Cuba e hizo la comprobación
pública de su inocuidad al vacunar a sus propios hijos y a otra niña. Fue él quien
comunicó al Marqués de Someruelos los resultados de la experiencia y afirmó que
los logros de Romay eran idénticos a los conseguidos en Europa.
Contrajo matrimonio en tres ocasiones; la primera con Teresa O’Naghten, luego
con Concepción Rojas y por último con Dolores Ramírez y Fernández Trebejo, con
la que tuvo entre sus hijos a Nicolás Vicente, quien años más tarde fuera también
catedrático de Patología.
Falleció el 30 de septiembre de 1821. Había hecho testamento ante el escribano
Juan Mesa el 13 de septiembre de 1809 y, con posterioridad, hizo un codicilo el 17
de agosto anterior al día de su muerte.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 10 de bautismos, folio 155, número 1.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folio 88.
Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 16 de defunciones, folio 40.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,
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Dr. Nicolás del Valle. La Clase Médica 1909;3(9):5-6.
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López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub 1970;
(48):253-258.
López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.
Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 300-301.
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instruyó en las primeras letras y bajo cuya tutela estudió en el Convento de los
Reverendos Predicadores.
Luego de cursar Latinidad y Filosofía en el Convento de los Predicadores con el
lector de Elocuencia Fray Francisco Pérez, el de Artes Fray José María de Rivas y
los catedráticos de Texto Aristotélico Don Nicolás Calvo y Don Ignacio O’Farril, se
graduó de Bachiller en Artes el 24 de marzo de 1783. Tras obtener este título,
comenzó los estudios de Jurisprudencia en el Seminario de San Carlos, los cuales
pronto abandonó convencido de que, como le había dicho su tío Fray Pedro “el
abogado estaba expuesto a mayor responsabilidad de conciencia”.
A pesar de que en su época la profesión de médico era considerada propia de la
“gente baja” y no era entonces estimada en la colonia, donde la cultura de los
médicos se hacía notar por su extraordinaria deficiencia, fue Tomás uno de los
pocos jóvenes que se dejó llevar más por los impulsos de su vocación que por los
convencionalismos sociales y escogió por su propia cuenta la carrera de Medicina,
de la que obtuvo el título de Bachiller en 1789.
Tas su graduación, hizo los dos años de práctica reglamentarios junto al doctor
Manuel Sacramento, para luego presentarse a examen ante el Real Tribunal del
Protomedicato. En dicho acto, que tuvo lugar el 12 de septiembre de 1791, resultó
aprobado para el ejercicio de la profesión. Ese mismo año aspiró a la cátedra de
Patología en la Real y Pontificia Universidad de La Habana, la cual logró por
oposición el 6 de diciembre. A título de catedrático obtuvo los títulos de Licenciado
y de Doctor en Medicina el 24 de diciembre de 1791 y el 24 de junio de 1792,
respectivamente.
En relación con su desempeño como catedrático, su biógrafo, el doctor José
López Sánchez, escribió que Romay “se limitó en su cátedra a tratar acerca de las
lesiones, a indagar los síntomas y a enseñar a inquirirlos, con lo que le imprimió a
su asignatura una importancia extraordinariamente superior a lo que correspondía
en el pausado movimiento de aquellas horas”. También en alusión a su actuación
en la cátedra de Patología, expresó Villaverde que “comenzó sus lecciones con un
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gesto de valentía, pues se alejó de Avicena y de Galeno. Romay abrió una época,
que con justicia se podría llamar la del inicio de la Medicina cubana”.
Cuando se presentó como aspirante a la cátedra de Patología, venía precedido
del prestigio adquirido en el desempeño de la cátedra de Texto Aristotélico, la cual
había obtenido por oposición en 1785. Hombre de profunda ilustración, de talento
extraordinario y de juicio severo y exacto, dio Romay tal impulso a las lecciones de
su asignatura, que era objeto de admiración por los colegas de su época. Aunque
ante sus ojos Galeno era una gran figura, para él estaba muy lejos la veneración
que aún se le rendía en la Universidad Pontificia y así, en alas de su genio, fijó en
los alumnos la verdadera tendencia de la ciencia a su cargo. Por ello su regencia
de la cátedra de Patología se puede estimar como una de las causales que dieron
lugar a la regeneración médica por él iniciada.
Lamentablemente no se presentó de nuevo como aspirante al terminar su primer
sexenio como catedrático. De haber continuado al frente de la cátedra, hubieran
sido indiscutibles sus éxitos posteriores.
Mientras cumplía los dos años de práctica médica con el doctor Sacramento,
fundó en 1790 con el Gobernador Don Luis de Las Casas el Papel Periódico de la
Havana, primera publicación periódica cubana de la que fue su primer redactor y
director y cuya larga vida se extendió hasta 1848. El 17 de enero de 1793 ingresó
como socio numerario en la Sociedad Patriótica de La Habana, organización de la
que también fue cofundador con Las Casas. Por espacio de 50 años desempeñó
su humanitaria profesión en la Real Casa de Beneficencia, que también fundaran
ambos por entonces.
El 4 de enero de 1796 se casó con Mariana González, la que le dio sus hijos
Pedro María, Juan José, José de Jesús, María de los Ángeles, Micaela y Mariana.
Con motivo de llegar al puerto habanero la escuadra al mando del General
Aristizábal, con una tripulación que venía infectada de fiebre amarilla, e impulsado
sólo por su amor a la ciencia y a la humanidad, dedicó todas sus fuerzas a luchar
contra la epidemia. Como resultado de sus observaciones al respecto, confeccionó
y presentó en la Sociedad Patriótica en abril de 1797 la memoria Disertación sobre
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época. Sostuvo y defendió con creces el criterio filosófico de que las posibilidades
cognoscitivas del hombre no nacen limitadas, pues está dotado de las facultades
necesarias para desentrañar con éxito los secretos recónditos de la naturaleza.
Esta es una tesis muy importante y contrastante con el criterio preconizado por la
filosofía predominante en su tiempo, que subestimaba la capacidad cognoscitiva
del ser humano.
Falleció víctima de cáncer, a las 2:30 de la madrugada del 30 de marzo de 1849.
Al momento de su deceso, ostentaba entre sus muchos títulos y distinciones los de
Miembro Corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid, Médico de la
Real Cámara, Catedrático de Clínica de la Real Universidad, Presidente e
Individuo de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, Miembro de la
Comisión de Vacuna de París y de las Sociedades Médicas de Burdeos y Nueva
Orleans y Caballero Comendador de Isabel la Católica.
A pesar del tiempo transcurrido, su prestigio es cada vez más esplendoroso. En
los anales de su laboriosa vida, podrán encontrar siempre los hombres de hoy y de
mañana grandes ejemplos a imitar de virtud, amor, abnegación y patriotismo. Por
ello se debe mantener vivo el recuerdo, que debe ser imperecedero, de este
esclarecido sabio habanero, que fuera una gloria de la ciencia en general y uno de
los más connotados precursores de la docencia médica en particular.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 12 de bautismos, folio 840.
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 18 de entierros de españoles, folio 90, número
389.
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la reflexión. Rev Cubana Hig Epidemiol 1997;35(2):120-123.
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Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 12 de bautismos, folio 253, número 4.
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 7 de defunciones, folio 167v, número 183.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;
1876. p. 223, 322.
Dr. José Pérez Bohorques. La Clase Médica 1910;4(8):5-6.
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de febrero de 1802. Sus argumentales para la ocasión fueron los doctores Agustín
F. Rodríguez y Tomás Romay, con José de Jesús Méndez como Pro Decano.
A pesar de su buena preparación médica, nunca se distinguió como catedrático.
Más que eso, no mostraba entusiasmo alguno por la labor docente y faltaba con
reiteración a sus lecciones, por lo que fue reprendido en más de una ocasión. Su
conducta en este sentido conllevó que se viera obligado a abandonar la cátedra,
cuando ésta se declaró vacante. A raíz de este suceso, se trasladó a Güines
donde se dedicó ejercer la labor asistencial.
Falleció en Santa María del Rosario en 1835.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 9,009/795.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;
1876. p. 140-141, 223, 319-320.
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BIBLIOGRAFÍA
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vacunación en el mismo. Papel Periódico de la Havana 1804;(28):109-110.
Bernal Muñoz J. Discurso en la toma de posesión del cargo como Protomédico Regente.
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Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Ponce de
León; 1878. p. 15.
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Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;
1876. p. 170-171, 261.
Dr. José Antonio Bernal. La Clase Médica. 1909;3:6-8.
Moscoso Poello FE. Apuntes para la historia de la Medicina en la isla de Santo Domingo
T4. Santo Domingo: Ediciones de la Universidad Central del Este; 1984. p. 296-299.
Nombramiento. El doctor José Antonio Bernal Muñoz nombrado Fiscal del Real
Protomedicato. Diario del Gobierno de la Habana 1819;(9):3.
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presentó como aspirante sin opositor. A ese efecto sostuvo la lección «Causa
materiali ex qua intrinsese considerata internas que intemperierum sunt fluide qui
in corpore insunt». La exposición de esta tesis de etiología mereció que el jurado,
integrado por el Decano José Julián de Ayala González y los doctores Tomás
Romay Chacón, Agustín Florencio Rodríguez Bedía, Francisco Ignacio de Soria
Quiñones, José Antonio Bernal Muñoz y Marcos Sánchez Rubio, lo aprobaran de
manera unánime. Tomó posesión de la cátedra el 22 de diciembre de 1808 y a
título de catedrático recibió los grados de Licenciado y Doctor el 9 y el 11 de junio
de 1809, respectivamente.
De lo que representó su paso por la cátedra para el progreso de la docencia, no
se han encontrado datos que puedan servir de indicios de alguna contribución
importante. Después de vencido su sexenio en 1814, no se presentó por segunda
vez a optar por la cátedra. En 1811 había sido nombrado por el Protomedicato
Segundo Fiscal auxiliar, pero este nombramiento fue anulado y el Consejo de
Regencia designó en su lugar al doctor José Antonio Bernal. En 1819 solicitó de
nuevo la plaza de Segundo Fiscal, que había sido suprimida al ratificarse a Bernal
como Primero, pero tampoco le fue conferida. En definitiva asumió el cargo de
Fiscal del Protomedicato en 1833, cuando Bernal era su Regente.
En 1835 y 1849 aparecieron sendos prospectos que anunciaban la publicación
de una Memoria u observaciones sobre el cólera morbo y su curación escrita por
él, pero parece no haberse realizado, pues hasta ahora no se ha visto ningún
ejemplar impreso de ese documento.
Estuvo casado con María Dolores Martínez, natural de Remedios, y uno de sus
hijos fue también médico. Falleció en La Habana el 18 de octubre de 1859.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 14,382/806.
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 8 de defunciones, folio 194, número 485.
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regenteó durante seis años una asignatura que le era prácticamente desconocida,
tanto en lo referente a su magnitud como a su importancia. En realidad, cumplió el
sexenio reglamentario sin renunciar a ella, ante la necesidad de que se impartiera
en la Universidad Pontificia, porque por falta de profesores había cerrado la que
había sido inaugurada por el licenciado Francisco Xavier Córdova en el Hospital
Militar de San Ambrosio. Por su condición de catedrático, se le confirió el grado de
Licenciado en Medicina el 14 de abril de 1810 y el de Doctor el 23 del mismo mes
y año. El 9 de septiembre de 1812 comenzó a ejercer el cargo de Tesorero de la
Universidad, el cual desempeñó durante cinco años con absoluta probidad.
Después de practicar la cirugía el tiempo reglamentario, hasta el 2 de enero de
1813 en el Hospital de San Ambrosio con el licenciado Joaquín Muñoz, solicitó al
Protomedicato lo convalidara como cirujano latino. Examinado por el licenciado
Marcos Sánchez Rubio, fue aprobado como tal el 8 de enero de 1813.
Sus hermanos fray Antonio y fray Mateo fueron destacadas personalidades
religiosas y catedráticos de Sagrados Cánones. El primero llegó a ser Rector
cancelario. Él fue médico del Hospital Militar de San Ambrosio, socio de número de
la Sociedad Económica de Amigos del País y, aunque ejerció la profesión médica
por más de 50 años, no dejó huella de alguna acción destacada en su trabajo.
Casado con María Belén Soler, murió en La Habana el 10 de diciembre de 1859.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 15 de bautismos, folio 135, número 503.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 580/805.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 136v.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;
1876. p.171-172, 251-252.
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renuente a aceptar o a introducir cualquier nueva teoría. Esto daba lugar a serias
contradicciones con sus alumnos, sobre todo con los que procedían del Seminario
de San Carlos, quienes habían recibido conocimientos de una Filosofía opuesta al
escolasticismo, que entonces imperaba en la Universidad Pontificia. De otra parte,
entraba también en contradicción con la enseñanza de las otras cátedras en la
misma Facultad, como la de Agustín Encinoso de Abreu en Patología, Ángel J.
Cowley en Terapéutica y Nicolás J. Gutiérrez en Anatomía, con independencia de
la incongruencia que significaba el latín por él mantenido, lengua que chocaba con
el español ya predominante en el alto centro de estudios.
Nunca desistió de su propósito de graduarse de Bachiller en Sagrados Cánones,
cuyo título logró el 23 de junio de 1824. El de Doctor en Derecho Civil lo alcanzó el
27 de junio de 1825; recibió la borla por donación del licenciado Miguel Hernández
Aguilar, catedrático de Prima en Leyes, quien a su vez la había hecho de ella en
herencia de su padre.
En más de 12 ocasiones fue tesorero de la Universidad; Fiscal en 1813; Rector
en 1822; Conciliario en 1823; médico cirujano del Regimiento de Infantería de
Milicias; tercer Protomédico en 1833 y miembro de la Junta Superior de Sanidad.
Falleció en La Habana, el 29 de septiembre de 1834, víctima de la epidemia de
cólera morbo que desde el año anterior había azotado la ciudad.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 1,498/803.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 138v.
Archivo de la Parroquia del Santo Cristo. Libro 12 de bautismos, folio 155, número 621.
Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y librería de Ponce de
León; 1878. p. 683.
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Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y librería de A. Pego,
1876. p. 141-149, 339.
Dr. Antonio Viera. La Clase Médica 1908;2(7):6-7.
Torriente Brau Z de la, López Sánchez J. Bibliografía Científica Cubana (1790-1848). La
Habana: Editorial Academia; 1979. p. 103.
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los temas, según los puntos que le tocasen en suerte. En estas oposiciones actuó
como Juez el doctor Tomás Romay y como miembros del Tribunal el Pro Decano
José de J. Méndez y los también doctores Marcos Sánchez Rubio, Pedro Andreu,
Antonio Viera y Nicolás V. del Valle. Tomó posesión de la cátedra el 14 de abril de
1813 y bajo su regencia la asignatura experimentó notables progresos. A título de
catedrático, obtuvo el grado de Licenciado en Medicina el 16 de octubre de 1813 y,
al día siguiente, el de Doctor. Este último lo recibió de manos del Pro Decano José
de J. Méndez. Sus argumentales fueron los doctores Francisco I. de Soria y
Marcos Sánchez Rubio.
En sesión del claustro celebrada el 9 de febrero de 1822, fecha enmarcada en el
breve período constitucional que disfrutó la isla, propuso que ese cuerpo docente
se reuniera una vez por semana hasta tanto se reorganizara la Universidad "con la
perfección de que era susceptible". Su moción, que fue aceptada, significó un
ataque a los privilegios eclesiásticos y de la corona en la regencia de la institución.
Sin embargo, el intento de promoverla quedó frustrado con la abrogación de la
Constitución y el restablecimiento de la monarquía absoluta.
Su impugnación al doctor José A. Bernal sobre las propiedades de la píldora de
Ugarte, dio lugar a una controversia importante en la historia médica. Produjo un
documento revelador de una ética profesional y científica acorde con los progresos
alcanzados en su época y, tras exponer y razonar críticamente las principales
teorías en boga, se pronunció en contra del dogmatismo de los sistemas y se
declaró empirista y ecléctico.
Acerca del doctor Hevia refirió Cowley que, además de buen médico, era de un
carácter afable y jovial. Aunque son escasos los escritos que dejó representativos
de sus conocimientos y dedicación a la Medicina, se debe considerar que junto a él
se formaron médicos de tanta valía y reputación como los doctores Agustín
Encinoso de Abreu y Fernando González del Valle.
Hasta 1833 fue Secretario de la Junta de Sanidad. También fue Fiscal y tercer
Protomédico, Médico Honorario de la Real Familia y Tercer Vocal de la Junta
Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía.
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El 1ro. de agosto de 1814 se había casado con María Josefa López Rubio, de la
que enviudó. El 15 de mayo de 1819 contrajo segundas nupcias, esa vez con
María Asunción, la hermana de su primera esposa. Falleció en La Habana el 10 de
noviembre de 1849. Un año antes, el 30 de marzo de 1848, había testado ante
Pedro Vidal Rodríguez.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 6,624/810.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 142v.
Archivo de la Parroquia del Santo Ángel. Libro 6 de bautismos, folio 201, número 2.
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Habana: Editorial Academia; 1979. p. 88, 123, 126.
Trelles CM. Biblioteca Científica Cubana. Matanzas: Imprenta de Juan F. Oliver, 1919. p.
79, 171.
100
el título de Cirujano latino, después de acreditar una práctica de 1809 a 1812 -que
simultaneaba con sus estudios médicos- en el Hospital de San Francisco de Paula
con el doctor José A. Bernal. Recibido como médico ante el Protomedicato en
1814, se presentó ese mismo año como único opositor a la cátedra de Vísperas. El
título de la lección que dedujo al afecto fue «Omnes morbi a replectione vel
inactione proveniunt, id est vigore vel debilitate».
Según Cowley, el doctor Marín fue educado en la época de mayor apogeo del
origen dualista de las enfermedades y su proposición en los actos de prueba de la
oposición tenía que ser en ese sentido. Aprobado por el Tribunal, integrado por los
doctores Nicolás V. del Valle, Pedro Andreu, Tomás Romay, José de J. Méndez,
Antonio Viera y Simón V. de Hevia, tomó posesión de la cátedra el 28 de febrero
de 1815. A título de catedrático, alcanzó el grado de Licenciado en Medicina el 6
de marzo de 1815 y el de Doctor el 22 de agosto siguiente. Sus argumentales
fueron los doctores José A. Bernal y Antonio Viera.
El doctor Marín se dedicó con preferencia al ejercicio práctico de su profesión.
Como tenía muy buena reputación, reunió una buena clientela y ello le llegó a
causar dificultades para atender debidamente la cátedra. Eso hizo que renunciara
a ella el 26 de marzo de 1820. Su prestigio como médico fue reconocido por el
doctor Nicolás J. Gutiérrez, Presidente de la Real Academia de Ciencias Médicas,
Físicas y Naturales de La Habana quien, en el discurso que pronunció en sesión
solemne celebrada en esa corporación el 19 de marzo de 1873, dijo al hacer
referencia a él: "...Fue uno de los que por su propio genio consiguió levantarse una
reputación profesional en medio de las circunstancias tan desfavorables de su
época".
En su tiempo fue uno de los médicos que recibió más muestras de gratitud
pública, las cuales aparecían con frecuencia en la prensa escrita, principalmente
en el Diario de la Habana. A pesar de su gran fama de buen médico, no dejó nada
escrito, ni siquiera una simple observación. Fue médico militar del Batallón Isabel
II. Falleció soltero el 11 de abril de1846. Había testado ante el escribano Vicente
Rodríguez.
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BIBLIOGRAFÍA
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Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 15 de bautismos, folio 201v, número
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Pérez I. Oda al Dr. Pablo Marín, por su feliz acierto en la asistencia de nueve enfermos de
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Rosaín D. Necrópolis de la Habana. Historia de los cementerios de esta ciudad. Habana:
Imprenta "El Trabajo"; 1875. p. 369.
102
103
Anatomía con José A. Bernal. Mientras realizaba estos estudios, hizo también los
de Cirugía entre 1804 y 1809 con el doctor José A. Bernal en el Hospital de San
Francisco de Paula. El 4 de julio de 1809 se le expidió el título de Cirujano latino.
El 18 de febrero de 1811 se graduó de Bachiller en Medicina ante los sinodales
Manuel Quesada, Nicolás V. del Valle, Francisco I. de Soria, Marcos Sánchez
Rubio, Pedro Andreu, Antonio Viera y Simón V. de Hevia. Realizó los intersticios
con el doctor José A. Bernal desde septiembre de 1808 hasta abril de 1809 y con
el doctor Diego V. Silveira en Alquízar desde el 12 de abril de 1809 hasta el 27 de
noviembre de 1810. Se recibió como médico ante el Protomedicato el 9 de marzo
de 1811.
En 1818 se presentó como opositor a la cátedra de Prima y, aunque no logró
obtenerla, resultó aprobado en sus ejercicios al efecto. Esto le sirvió de aval para
que se le otorgara el grado de Licenciado en Medicina el 18 de mayo del mismo
año y el de Doctor el 22 de agosto siguiente.
En 1819, cuando se fijaron los edictos para la cátedra de Methodus Medendi, se
presentó a concursar frente a otros dos opositores. Ésta sí le fue otorgada por
mayoría de votos y tomó posesión el 12 de junio de 1819. Aunque al cumplirse su
sexenio volvió a optar por la misma cátedra, se separó antes del acto de lectura e
igual hizo en las siguientes oposiciones de 1831.
Sandoval fue uno de los más entusiastas propagadores de la vacunación contra
la viruela y, durante la epidemia de cólera en 1833, dictaminó, en unión del doctor
Antonio del Noval, en contra de un medicamento conocido por el "específico de
Esponda", sobre el cual afirmó que su cualidad de contener las diarreas no tenía
significación alguna, por cuanto su aparición podía deberse a otras causas. El
Protomedicato suspendió la venta de ese medicamento, cuya aplicación se había
excedido, a pesar de que en un principio sólo se había autorizado ensayar bajo
estricto control en algunos enfermos.
Fue médico del Cuerpo de Dragones, Médico Primero del Hospital de San Juan
de Dios, Fiscal del Protomedicato en Alquízar y Vocal de la Junta Subalterna de
Vacuna. Falleció en La Habana en 1839.
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BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 12,635/806.
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 154.
Archivo de la Parroquia del Santo Cristo. Libro 13 de bautismos, folio 50, número 151.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónino. Habana: Imprenta y librería de A. Pego,
1876. p. 142, 229-231, 336-337.
Dos amigos (seud). Necrología de D. Francisco Sandoval. Dr. en Medicina y Cirugía.
Diario de La Habana 1839;(342):2.
Dos amigos (seud). Necrología de D. Francisco Sandoval. Dr. en Medicina y Cirugía.
Diario de La Habana 1839;(355):2.
Torriente Brau Z. de la, López Sánchez J. Bibliografía Científica Cubana. La Habana:
Editorial Academia, 1979. p. 73, 99, 103, 122.
105
Viera, quien había desempeñado la cátedra en el sexenio anterior. Los otros eran
el licenciado José Joaquín Navarro y el bachiller Francisco Sandoval. Riesgo
desarrolló la lección titulada «Omnes corporis functiones affinitatitubus
excrecentur». Aunque fue aprobado en sus ejercicios, la cátedra fue concedida al
doctor Viera.
En 1819 quedó vacante la cátedra de Terapéutica. Para ocuparla se presentaron
como opositores el doctor Francisco Sandoval y los bachilleres Ildefonso Sánchez
y Riesgo. Éste recusó a Antonio Viera como familiar de Sandoval, quien a su vez
recusó al doctor Hevia por amistad íntima con Riesgo. Por fin se constituyó el
Tribunal, que integraron el doctor Tomás Romay, como juez representante del Vice
Real Patrono, y los también doctores Sánchez Rubio y Pérez Delgado. Como
sinodales actuaron los doctores José Pérez Bohorques, Nicolás V. del Valle y
Simón V. de Hevia, quien manifestó, en réplica a Sandoval, "que tenía la suficiente
entereza para hacer todo lo que pudiera por amistad, menos injusticias". Riesgo
sostuvo como tesis «Medicamento agunt agendo vel minuedo sensibiliteten et
contra etilitatem». Según Cowley, Riesgo resolvió su tesis en armonía con las
doctrinas más modernas de aquellos tiempos, en los que se aceptaba que los
medicamentos podían bien aumentar o disminuir la sensibilidad y la contractilidad,
cualidades que se consideraban fundamentos del organismo humano. La cátedra
fue en definitiva adjudicada a Sandoval.
En 1820 se presentaron como aspirantes a la cátedra de Anatomía, además de
Riesgo, el Maestro en Artes y Bachiller en Medicina Ignacio V. de Ayala y el
también bachiller Ángel J. Cowley. En estas oposiciones Riesgo, luego de recusar
a varios jueces, protestó por haberse admitido a Cowley, a quien le faltaban unos
días para cumplir los dos años de graduado. El Rector accedió a su reclamación.
La tesis que sustentó en esa ocasión fue «Nervorum musculorunque actiones a
fluido galvánico, maxime adiuvantur quod fluidum non solum metallicus sed etiam
animali arcu devolvitur, inde, ed Galvani et Voltai opiniones placido sunt foedere
conniugenda».
Esta tesis, aunque no era de Anatomía, demostraba la experiencia que se le
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Al no poder ir contra una disposición legal que autorizaba el uso del español en
las oposiciones, del Noval recurrió a la argucia de impugnarlas, con el pretexto de
que el ganador no había cumplido los dos años de intersticios. Ello originó un pleito
en el que actuó como representante legal del afectado su hermano, el abogado
Francisco Encinoso de Abreu. En su escrito réplica éste manifestó que el litigio era
una "fatal provisión a que por siempre parece ha de verse reducida la Universidad
de La Habana" y acto seguido denunció las irregularidades del doctor Manuel
Ramírez Gallo, Fiscal de la Universidad y cuñado de del Noval. El fallo fue
favorable a Abreu, quien continuó en el desempeño de su cátedra. Con el
veredicto quedó además a salvo lo que fue el verdadero motivo de la impugnación:
que se pudiera enseñar en español. Aunque durante el proceso no apareció la
pugna entre el latín y el español, lo cierto es que más que juzgar una cuestión tan
fútil como la falta de unos meses a un opositor, que inclusive se había recibido ya
como médico ante el Protomedicato, el problema radicaba en la lengua oficial de la
Universidad. El latín era un arma poderosa para mantener los privilegios de la
institución e impedir la fácil difusión de los conocimientos modernos. Sustituir al
latín significaba pues posibilitar la circulación por los sombríos pasillos claustrales
de las corrientes renovadoras de las adquisiciones recientes de la ciencia y de las
ideas filosóficas antiescolásticas. Tan pronto se reinstituyó el absolutismo en la
metrópoli y se derogaron las reformistas leyes constitucionales, la Universidad
Pontificia desterró los incipientes asomos del español y restableció el latín. Por otra
parte, si se analiza el contenido de las tesis expuestas por los opositores, no hay
duda que la de Abreu fue la que más se acercaba a la concepción más actualizada
de la medicina, en tanto del Noval permanecía adscrito a las viejas doctrinas que
admitían la existencia del “genio epidémico” y Rosaín revelaba confusión en la
naturaleza del tema que escogió. Mientras se ventilaba este pleito, Abreu concurría
a sus clases y asistía en el Hospital Militar de San Ambrosio a las de Anatomía
práctica que impartía el doctor Francisco Alonso Fernández, auxiliado por el
también doctor Antonio Eduardo Castro.
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que se puede presentar, sus síntomas, las lesiones que produce y el tratamiento
adecuado para combatirla.
En 1834 coincidió el termino de su segundo sexenio en la cátedra de Patología
con la vacante de la de Fisiología por el fallecimiento del doctor Antonio Viera. En
unión de los doctores Pedro Hobruitiner y Manuel R. Blanco Solano, así como de
los bachilleres Francisco de Paula Serrano, José de la Luz Hernández y José
González Morillas, concurrió como opositor a la sin dudas más importante de las
cátedras y la que más prestigio confería a los médicos para su ejercicio privado.
Aun cuando los ejercicios se efectuaron en latín, se puede asegurar que fueron las
oposiciones más brillantes de las celebradas en la Universidad Pontifica, dada la
calidad de las tesis allí expuestas y porque todos los concursantes mostraron los
conocimientos más modernos sobre Fisiología. Abreu dedujo «Perstant equidem
aquae in pericardio que certe cordi praestat actionem sicut aliae causae inter quas
nervi simpathetici influxum numarandum». De la Luz Hernández trató de explicar
una cuestión relativa al calórico animal a partir de fuentes distintas a la circulación
sanguínea; Hobruitiner sostuvo que el corazón era la única fuerza impulsora de la
sangre; en tanto González Morillas atribuyó a las arterias un papel, aunque no bien
precisado, en este mismo fenómeno. Para Blanco Solano, la sangre sólo servía de
vehículo a las sustancias provenientes de la nutrición y Serrano trató de explicar
por primera vez en una tesis médica los procesos metabólicos con una
fundamentación química, anticipo remoto de lo que fue la Química fisiológica que
hoy se conoce como Bioquímica. La tesis de Abreu se basó en un asunto médico
más moderno y no en lo meramente relativo a lo digestivo y a lo circulatorio, al
referirse a la influencia de la inervación en los procesos del corazón.
El Tribunal de esas oposiciones, integrado por el doctor Tomás Romay como
Asistente Real y por los doctores José Pérez Bohorques, Nicolás José Gutiérrez,
Fernando González del Valle y Ángel J. Cowley, concedieron por unanimidad al
doctor Abreu la cátedra, de la cual tomó posesión el 15 de diciembre de 1834. Con
referencia a su desempeño en ella, Cowley dijo que “produjo un notable adelanto
al introducir los más modernos textos sobre Fisiología, entre ellos los de Bichat,
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padre y quedar sin otro amparo que el que le podía dar una madre sin recursos. En
su caso, la miseria en que se vio sumido desde entonces contribuyó de manera
directa al desarrollo de su precoz talento al verse obligado a buscar desde niño su
sustento y el de su madre en el trabajo como cajista en una imprenta durante las
horas del día y a la copia literal de documentos.
Dos años después, cuando él contaba sólo nueve, murió su madre, con lo que
perdió el amor inextinguible y los consejos bienhechores de la autora de sus días.
Sin embargo, en medio de su tristeza y sin un lejano rayo de esperanza, apareció
la mano compasiva del Reverendo Padre fray Mariano Jiménez de Montemayor,
un tío suyo que, testigo de su buena conducta y laboriosidad, le llevó a su lado, le
enjugó sus lágrimas y le prometió, en recompensa de sus tempranas virtudes, la
protección que necesitaba.
Bajo la ilustrada conducción de ese tío, a quien se puede decir debió todo lo que
fue, cursó la instrucción primaria en la Escuela de Belén y, en 1812, comenzó los
estudios de Filosofía en el Real Colegio Seminario de San Carlos. Se distinguió en
esa institución tanto por su aplicación y aprovechamiento, que su director, el padre
Félix Varela Morales, lo escogió en julio de 1815 para que defendiera conclusiones
de Física.
Terminados sus estudios filosóficos, comenzó el joven a estudiar Medicina en la
Universidad Pontificia, a la vez que dedicaba parte de su tiempo al trabajo material
para sostener con su producto a sus hermanos más pequeños.
El doctor Pablo J. Marín Pegudo, quien había notado las aventajadas virtudes de
Cowley, lo llevó a vivir a su casa, donde residió durante el tiempo que duraron sus
estudios universitarios. Ese rasgo de bondad del doctor Marín tuvo una influencia
notable en la suerte futura del estudioso alumno, quien además de disponer de la
excelente biblioteca de su ilustrado protector, podía pedirle explicaciones y hacerle
consultas, lo que sin duda contribuyó a aumentar sus conocimientos médicos.
El 21 de marzo de 1818 se graduó de Bachiller en Medicinan y en 1819 obtuvo el
título de Cirujano latino y con él, por decreto de la Intendencia de fecha 15 de
septiembre, ingresó de Meritorio en el Hospital Militar de San Ambrosio, donde
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podían menos que satisfacer a sus alumnos, los cuales se complacían en divulgar
la vasta instrucción de su maestro.
Su mérito como profesor no se limitó a su capacidad de transmitir con acierto los
vastos conocimientos que atesoraba. Él sabía que para garantizar que la palabra
del maestro sonara siempre grata al oído de sus discípulos, era indispensable que
éstos se sintieran amados por aquél. Sabía que no era posible la enseñanza sin
disciplina y por eso mostró solícito cuidado en conservarla. Sabía también que el
entusiasmo es la palanca poderosa de las ciencias y por eso se esmeraba mucho
en despertarlo en sus alumnos. No monopolizó sus conocimientos y siempre quiso
que todos supiesen lo que él sabía a fuerza de un trabajo continuo.
Dentro del mundo de la docencia médica, Cowley no sólo desempeñó su cátedra
con eficiencia, pues a los brillantes servicios prestados en ese sentido se agrega
su designación en dos ocasiones como Decano interino de la Facultad, la primera
en 1843 y la segunda, que ejerció hasta su muerte, en 1856. En Real Orden del 6
de noviembre de 1857, se dignó el Rey nombrarlo Vicerrector de la Universidad y
en otra del 30 de agosto de 1859 le declaró catedrático de término. Es lamentable
que no hubiese podido disfrutar los beneficios de la última declaratoria, pues para
la fecha de su llegada sufría los crueles dolores de la penosa enfermedad que lo
condujo a la muerte el 5 de octubre siguiente.
La historia de su vida es el bello ejemplo de gratitud y honradez de un hombre
que puso sus facultades al servicio de la ciencia que profesaba y a la sociedad a la
que pertenecía, por lo que es merecedor de vivir eternamente respetado por sus
compatriotas.
BIBLIOGRAFÍA
Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano New York: Imprenta y librería de Ponce de
León, 1878. p. 215-216.
Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia
Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y librería de A. Pego,
1876. p. 275-290.
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Tal era su reputación y la huella que había dejado en su faceta como formador
de médicos que en 1879, cuando contaba ya 79 años, se le nombró Rector de la
Universidad. Con motivo de ello, todo el alumnado universitario hizo un desfile en
su honor con antorchas a lo largo de la Calle Oficios, donde radicaba su domicilio,
en que la alegría juvenil, la fanfarria de la música y el baile se extendieron hasta
altas horas de la noche como reconocimiento público de la bondad de su carácter
y de su elevada condición humana.
Otros cargos importantes que asumió fueron los de Teniente Alcalde y Regidor
del Ayuntamiento, Vocal de la Junta de Sanidad, Socio de Mérito de la Academia
Quirúrgica Matritense y de la Real Sociedad Económica de la Habana y Santiago
de Cuba, miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Médicas de New
Orleans y Presidente de la Junta Superior de Instrucción Pública. También recibió
entre otros honores el de la Gran Cruz de Carlos III y de Isabel la Católica, así
como el de Médico de Cámara de Su Majestad el Rey de España.
El doctor Nicolás José Gutiérrez Hernández fue un ejemplo vivo de espíritu de
progreso y sus ideas y anhelos juveniles se conservaron a lo largo de toda su vida.
Trabajador infatigable, se mantuvo en permanente contacto con los avances de la
ciencia médica y fue capaz de evolucionar de modo positivo en sus concepciones
filosóficas. Su muerte, acaecida el 31 de diciembre de 1890, produjo prolongado
luto, pero también dejó un bello y valioso legado a la ciencia y a la cultura nacional
que será imperedero.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 6221/820.
Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 2 de bautismos, folio 130, número 348.
Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 3 de defunciones, folio 441, número 866.
Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Ponce de
León; 1878. p. 328.
Centro de Estudios de Historia y Organización de la Ciencia. Nicolás J. Gutiérrez. Apuntes
autobiográficos. La Habana: Editorial Academia;1991.
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titular hasta el 24 de octubre de 1842. En agosto del ese año había puesto en
circulación una revista médica titulada Boletín Científico, la segunda editada en
Cuba después del Repertorio Médico Habanero, con la cual se fundió en octubre
de 1843. Con la fundación de esa revista perseguía fomentar y popularizar los
conocimientos teóricos y prácticos sobre la Medicina y las ciencias naturales.
Hábil cirujano, practicó algunas operaciones de gran importancia en su época,
como la talla hipogástrica, la corrección quirúrgica del estrabismo y la ligadura de
arterias, entre otras. Pero, donde más brilló su talento como docente y brindó sus
servicios más importantes a la enseñanza de la Medicina fue en la cátedra de
Clínica médica. Fue él el primero en enseñar la práctica de la auscultación y la de
la percusión como medios de diagnóstico, además de la Anatomía patológica.
Raro era el día que no realizaba una autopsia para evidenciar su diagnóstico, con
lo cual inspiraba la confianza a sus alumnos de que se podía diagnosticar con
exactitud matemática.
Dominaba en propiedad el latín y aprendió por su cuenta el inglés y el francés,
para mantenerse al día de los avances de las ciencias médicas y poder verterlos al
castellano. En la enseñanza no conoció egoísmo alguno y para él significaba un
placer dar a conocer a los demás lo que sabía. Ello quedó demostrado en las
clases que impartía gratis en su hogar a alumnos que deseaban avanzar en los
estudios médicos, a cuyo efecto distribuía los días de la semana para impartir
clases de Obstetricia, Anatomía, Fisiología y Patología.
A esto hay que agregar su protagonismo en un acontecimiento que lo convirtió
en gloria de América Latina, al haber hecho de Cuba el primer país de la región
donde se practicó la anestesia quirúrgica el 11 de marzo de 1847, a sólo 80 días
de haberse introducido en Europa.
El 25 de mayo de 1853 renunció a su cátedra, por el grave estado de salud de su
esposa, que lo obligó a trasladarla a México, cuyo clima era favorable para su
recuperación. Por otra parte, no estaba de acuerdo con la reconvención que el
Gobernador y Capitán General Valentín Cañedo hizo del claustro de profesores,
con motivo de un incidente producido por los estudiantes. Su renuncia fue
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CATEDRA DE ANATOMIA
Dr. Louis Fontaine Cullembourg (1728-1737)
Dr. Esteban de los Ángeles Vázquez Rodríguez (1737-1742)
Dr. Julián Recio de Oquendo y de la Coba (1742-1746)
Dr. Agustín Palomino Sanabria (1746-1753)
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BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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Trelles CM. Biblioteca Científica Cubana. T1. Matanzas: Imprenta de Juan Oliver, 1919. p.
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----. Bibliografía de la Universidad de La Habana. Habana: Imprenta de Rambla, Bouza y
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Zayas-Bazán Perdomo H. Contribución al estudio de las ciencias médicas en la época del
Protomedicato. Rev Med Cub 1959;70;(3):103-126.
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