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Junta Americana por los Pueblos Libres

Propuesta para una


Nueva Declaración de la Independencia
¡Sombra de Paysandú! ¡Templo de gloria…
O.V. Andrade

Este documento inspirado en el ideario de José Artigas y las luchas de


nuestros pueblos pretende ser una base que genere debates entre distintas
personas y organizaciones sociales de Nuestra América – Abya Yala, con el
objetivo de confluir en un gran encuentro independentista y confederal.*

Nos mueven el flagelo de la desnutrición en nuestros hermanos, la ausencia


de oportunidades en tantos, las asimetrías crecientes, la necesidad de crear un
sistema económico sustentable, solidario, distinto, y a su vez enraizado en
nuestra propia historia. Nos mueven las necesidades de enfrentar al régimen, y
de generar conciencia sobre el avance del imperialismo y el colonialismo por
todos los flancos y sobre los modos de enfrentarlos con eficacia, promoviendo el
conocimiento, el arte, el deporte, la solidaridad, y fortaleciendo la conciencia
regional, los lazos de hermandad, las identidades. Nos mueve la certeza de que
la unidad de los pueblos de Nuestra América nos hará libres y nos permitirá un
desarrollo en nuestras identidades y en armonía dentro la diversidad natural.

Algunas premisas redactadas a continuación se refieren a distintas etapas


de un proceso, porque consideramos que la Independencia integral de Nuestra
América se conquista y sostiene por diversas vías y fases. Llamamos Nuestra
América como José Martí a los territorios y pueblos del Río Bravo al Polo Sur, y
eso no excluye a los pueblos no imperialistas del Norte que son aliados en la
lucha contra el imperialismo y el colonialismo. Cuando decimos
“independizarnos de…”, incluimos en este concepto la decisión de romper lazos,
y también de combatir a esos poderes y a esas lógicas instaladas en el mundo y
en nuestra región en particular, y de acompañar similares luchas de hermanos
nuestros. Es decir: no nos conformamos con quitarnos los lazos de la opresión,
también decidimos discutirlos, denunciarlos, combatirlos, crear y cultivar otros
lazos de hermandad.

Esta declaración de independencia sostiene la soberanía de los pueblos


contra toda injerencia extranjera, y lleva en sí la vocación de cooperar con
cualquier nación, sin discriminaciones negativas de ninguna índole. Entendemos
la independencia como la emancipación en mutua correspondencia igualitaria en
todo intercambio con los pueblos del mundo.

Aportamos estas afirmaciones con vistas a un debate, en el camino a una


Confederación de los Pueblos de Nuestra América – Abya Yala, que será la
que declare la independencia verdadera. Y al tiempo que subrayamos las
cadenas que debemos cortar, aportamos líneas de pensamiento para una
urdimbre distinta, que atesore las fibras de Nuestra América, las cosmovisiones
menospreciadas por la historia oficial europeísta y sesgada, y las doctrinas del
mundo no imperialista.

Damos este paso en el entendimiento de que la participación está en la base


de la revolución

Nueva Declaración de la Independencia


Nosotros, los sudamericanos, declaramos ante los pueblos del mundo que
es nuestra voluntad unánime e indubitable:

-romper los violentos vínculos que en pleno siglo XXI ligan a los pueblos
de Nuestra América a los capitales imperialistas y colonialistas, a la poderosa
trama de la usura financiera internacional y las multinacionales y las
organizaciones militares que sostienen esos capitales, y a sus aliados
internos en nuestros territorios;

-promover un sistema que cultive los lazos de interrelación fraterna con


todos los pueblos del mundo no imperialista (en gran medida colonizado), que
erradique en los pueblos de Nuestra América hasta el último vestigio de
dependencia o sometimiento a los poderosos del mundo y sus aliados
regionales, que asfixian a nuestras comunidades; promover lazos que tejan las
redes de hermandad, tolerancia, justicia y oportunidades igualitarias en los
pueblos de Nuestra América, bajo los principios de unidad en la diversidad y
economía sustentable.

EN NUESTRA AMÉRICA – ABYA YALA


Independizarnos en particular del imperialismo y el colonialismo de los
capitales o gobiernos de Estados Unidos y sus aliados; de Gran Bretaña y la
OTAN; de Alemania, China, España, Francia, Israel, Rusia, otros países y
estructuras financieras y multinacionales con similares aspiraciones de
dominación (por medios financieros, económicos, militares, propagandísticos u
otros) sobre pueblos soberanos, y de los grupos locales asociados; y avanzar en
las relaciones multifacéticas con los pueblos del mundo que renieguen del
imperialismo y el colonialismo en cualquiera de sus formas, en particular con
aquellos pueblos que luchan contra esos modos de invasión y opresión, incluso
en los Estados mencionados. (Nos referimos a Estados en tanto sus actitudes, y
subrayamos nuestro absoluto respeto y fraternal afecto por sus pueblos,
muchos de los cuales están en la constitución misma del tejido social, en las
identidades sudamericanas de hoy).

Independizarnos de la dominación que imponen las bases militares


extranjeras (europeas, norteamericanas o de cualquier estado o poder del
mundo ajeno a Nuestra América) instaladas en territorio de Nuestra América,
estructuras que deben ser desmanteladas de modo absoluto; y de todo
asesoramiento de cualquier potencia extraña a los pueblos de Nuestra América
en materia militar o de tecnologías estratégicas; e independizarnos de las
tendencias militares en nuestros países que no asumen el antiimperialismo como
un mandato histórico que les dio y les da razón de ser, o que relativizan los
riesgos graves del asesoramiento enemigo y de los ejercicios conjuntos con
fuerzas enemigas.

La independencia en este sentido se afianzará con la expulsión de hasta el


último soldado, el último tanque, el último “asesor” del imperialismo en
nuestros suelos, y exige como condición sine qua non denunciar y revertir la
gravísima intromisión imperialista y colonialista que se da en todos los órdenes
pero se expresa bien en el asentamiento provocador de bases estadounidenses en
países de Nuestra América como Colombia y otros, y la permanencia
provocadora de Gran Bretaña y sus aliados o cualquier potencia mundial en
las Malvinas y todo el Atlántico Sur, donde instalaron la peor base militar
colonialista que se conozca en el planeta, provista incluso de armas atómicas,
desde donde pretenden vigilarnos, someternos, y expandir apetencias sobre la
Antártida.
Independizarnos de los poderosos que, cuando no eligen la opción guerrera,
realizan guerras de tipo económico para desgastar a los adversarios
empobreciendo materialmente a los pueblos que quieren ser libres, como es el
caso del repugnante y despótico bloqueo estadounidense a la hermana Cuba,
asedio que nos suma a los pueblos de Nuestra América una razón más de
enemistad con los imperialistas estadounidenses y sus aliados, y nos
compromete a estimular la hermandad para fortalecer la resistencia.

Corregir las influencias nocivas de los poderosos de adentro, en Nuestra


América, que dan garantía a los países colonialistas. El uso o no de la fuerza
para la recuperación de nuestra soberanía (en todos los planos) es una decisión
precisamente soberana. Las Malvinas son argentinas y estamos dispuestos a
recuperarlas de la usurpación extranjera por los medios que sean necesarios.

Prevenirnos de las influencias de fuerzas económicas que no condenan en


forma explícita, permanente, visible, con palabras y con hechos, el colonialismo
aplicado en los territorios y mares de Nuestra América por Estados Unidos,
Gran Bretaña, sus aliados u otras potencias.

Como garantía de independencia, fomentar fuertes lazos culturales,


sociales, de solidaridad, con todas las naciones del mundo, sin excepción
(incluyendo a las oprimidas por la estatalidad capitalista moderna), para generar
o consolidar la interrelación y la estimación mutua de las culturas. Tomando
como prioridad las naciones de Nuestra América.

Independizarnos del sistema capitalista globalizado que somete a los


pueblos a la declinación al intentar sostener sobre las finanzas, la competencia,
el individualismo, la maximización de ganancias, el consumismo, la explotación
obrera y el consumo de las riquezas naturales a cualquier precio (y con altísima
desventaja para los pueblos dependientes o de distinto desarrollo), lo que debiera
sostenerse sobre el conocimiento, el trabajo, la solidaridad, la creatividad, las
austeridad, la interrelación y la armonía en la naturaleza.

Independizarnos de los grupos concentrados de afuera (y erradicar los de


adentro) de nuestros territorios que controlan o pretenden controlar e infiltrar
nuestros modos de vida, nuestros intercambios genuinos, o controlar los resortes
principales de la economía a través del poder financiero expresado en la banca
y sus tentáculos más o menos visibles.
Independizarnos de los grupos que se adueñan o intentan adueñarse (a
través de armas, dinero, información, mercado “cultural”) de las riquezas
naturales como el agua, el petróleo, el gas, los minerales, el suelo, el cielo, los
ríos, los mares, los bosques, las ondas electromagnéticas; y de las tecnologías y
las patentes. Independizarnos de los monopolios y oligopolios de afuera (y
erradicar los de adentro) en materia de patentes, medicamentos, alimentos,
energía, comercio exterior, puertos, comercio minorista, telecomunicaciones,
transporte, producción, insumos agropecuarios e industriales, que confinan a los
trabajadores y a los microemprendimientos a los márgenes de subsistencia y
atentan contra la soberanía de los pueblos.

Independizarnos de sistemas que, exigidos por la competencia, obligan a


una intervención genética en la producción de alimentos, con consecuencias
desconocidas o ya claramente nocivas, o el uso de sustancias químicas en la cría
de animales o en el desarrollo de cultivos, que ya alteran o pueden alterar la
naturaleza de las personas y la vida en general; y de aquellos que implican para
los animales una existencia que roza la tortura.

Independizarnos de sistemas que exigen un consumo desmedido de


energías que deja al margen a gran parte de la vida en el planeta, y de la
humanidad misma, o que pone en riesgo la subsistencia en el futuro, sea por el
uso abusivo o por la contaminación que generan.

Independizarnos de los grupos petroleros privados de afuera (y erradicar


los de adentro) que concentran la actividad desde la extracción hasta el expendio
minorista de combustibles, y en particular de aquellos que concentran
monopolios u oligopolios petroleros y financieros (con capitales externos o
internos) para ejercer un dominio sobre la libertad de los pueblos. En el caso de
los grupos internos, deben ser desmantelados, como garantía de independencia,
y las riquezas deben ser manejadas por organismos públicos, con fines
estratégicos.

Independizarnos de los poderes financieros concentrados de afuera (y


erradicar los de adentro), ocultos bajo formas a veces simpáticas, con
apariencias religiosas, ambientalistas, culturales, productivas, comerciales,
educativas o de promoción humana y filantropía, pero que en el fondo sirven a
las estructuras de poder mundial capitalista guerrero. Y de los llamados
“acreedores” externos e internos (y sus aliados), por presuntas deudas
públicas que deben ser repudiadas por sus efectos dañinos sobre la vida, en un
planeta manipulado por la especulación y la usura. Los países, los sectores, las
personas que facilitaron ese modelo especulativo y fraudulento de dominación
deben pagar por sus actos.

Independizarnos de las familias y los grupos más ricos del mundo y de


sus sucursales, tentáculos y aliados, y erradicar cualquier influencia de esos
grupos (incluso las de apariencia filantrópica) en la educación y la salud.

Revertir las influencias de personas o grupos que impiden la vida digna y la


justicia y las expectativas, por la concentración de la tenencia y el uso de la
tierra; de pooles, fideicomisos y latifundios, y de toda especulación financiera
de grandes grupos en relación con la tierra.

Corregir a las industrias que, por su magnitud, promueven la concentración


de la tenencia y el uso de la tierra y el monocultivo (soja, eucalipto y otros), y en
especial de aquellas que provocan riesgos de contaminación del ambiente y
ataque a la diversidad natural.

Enfrentar a terratenientes y grupos financieros locales o extranjeros


volcados a la producción, aliados ambos a los grupos de poder político, por
considerarlos enemigos principales del acceso de los pueblos a la tierra,
expulsores de habitantes, y sostenes de un sistema de producción excluyente y
destructivo del trabajo y de la vida. Considerar condición sine qua non de la
independencia: la aplicación de límites estrictos y severos que extirpen a los
pooles especulativos, que los elimine de la competencia ventajosa con los
productores genuinos, y que erradiquen a los latifundios; la necesaria
nacionalización de la tierra en manos de extranjeros y de grupos concentrados,
la prohibición del acceso a la tierra de empresas, grupos o Estados extranjeros
(que no pertenezcan a Nuestra América). Promover, asimismo, una adecuación
de los parámetros para la consideración de unidades productivas, desde una
nueva mirada de la economía sustentable, la distribución y la alimentación.

Considerar también condición fundamental para la independencia la


distribución de la tenencia y el uso de la tierra (con capacitación,
herramientas, seguros colectivos, sistemas asociativos y organización del
comercio inicial) con proyectos acabados, con amplia participación asamblearia
de la clase trabajadora, los microemprendedores, los estudiantes, los
profesionales e intelectuales comprometidos, los campesinos pymes;
distribución considerada un reaseguro de la vida digna y soberana, y un
poderoso disuasivo de la siempre acechante penetración imperialista. Es
condición de independencia la más profunda reforma agraria, que la historia
y el futuro están exigiendo, si se recuerdan las humillaciones y las destrucciones
que ha ocasionado y produce la concentración de la tierra. El límite será, en
principio, de hasta tres unidades productivas por familia tipo como máximo,
sea para la tenencia como para el arriendo. Para el reparto de la tierra se dará
prioridad al movimiento cooperativo, al trabajo solidario, y a las familias de
menores recursos y bien dispuestas a la capacitación y el trabajo. Las
propiedades que excepcionalmente pasen las tres unidades productivas, y hasta
un límite infranqueable de seis unidades productivas, deberán ser autorizadas
por organismos competentes, con difusión pública, y con participación de
organizaciones multisectoriales.

Revertir los resultados de la “economía de escala”, impuesta por el


capitalismo con la excusa de bajar costos y aumentar productividad, y fomentar
sí una escala social, cooperativa, para afianzar la economía sustentable e incluso
para sostener y garantizar posibilidades de intercambio, en cualquier rubro.

Enfrentar a los sistemas industrialistas que provocan y agudizan la


contaminación del planeta y el calentamiento global, y por lo tanto son
enemigos de la vida; y atacar con investigaciones acabadas los planes de
mitigación artificial del efecto invernadero (en particular aquellos que cargan el
cielo con partículas que, al caer, se tornan peligrosísimas para la salud, o
dispersan productos químicos en el mar), para que esos planes dejen de ser
secretos, se conozcan los riesgos a que exponen la vida en el planeta, y sus
responsables reciban el tratamiento que merecen por mantener los privilegios de
sus estructuras al alto costo de la salud de los pueblos. Los poderosos del mundo
no tienen derecho a trasladar a todo el planeta los efectos nocivos y los
desquicios de su crecimiento empresario y sus regímenes suntuosos.

Independizarnos de los sistemas globalizados de producción ajenos a los


conceptos de soberanía alimentaria y ambiente sano; sistemas que pongan en
riesgo la alimentación para todos o salud del ambiente y por consiguiente, la
vida, lo que significa independizarnos de regímenes establecidos para beneficio
de capitales multinacionales e imperialistas y sus satélites. Independizarnos de la
tendencia al achicamiento de la diversidad alimentaria, y al menosprecio de
los alimentos autóctonos, y promover al mismo tiempo la alimentación con
productos de la región para incentivar el trabajo genuino, la alimentación sana, y
achicar los costos del transporte y la contaminación. Independizarnos de los
países y grupos que provocan la crisis climática y no se muestran dispuestos a
revertir sus programas; y luchar para que asuman sus responsabilidades, y sus
deudas con la humanidad.

Independizarnos de grupos exportadores concentrados de afuera (y


erradicar los de adentro), y, como primer paso, independizarnos de la alianza
estratégica de grupos concentrados (multinacionales del comercio minorista, con
multinacionales del comercio de exportación, con multinacionales de la
provisión de semillas y agrotóxicos y monopolizadoras de patentes, con Estados
imperialistas, con sistemas financieros internacionales, con grupos satélites
menores crecidos al calor de este sistema perverso), por considerar que la
potenciación del poder resulta incompatible con la independencia, y con la
economía solidaria y diversa que es su base de sustentación; y viceversa.

Prevenirnos de un vicio estimulado por el sistema imperialista y capitalista


y propagandístico: el consumismo, que anestesia el espíritu libertario, resta
dignidad a las personas y genera necesidades y deseos inconciliables con un
régimen solidario, sustentable, con equidad, en relación armónica con la
naturaleza.

Independizarnos de políticas libremercadistas que degradan nuestras


culturas nacionales en toda Nuestra América, las ridiculizan, tergiversan,
desdibujan, empañan, manosean o menosprecian para estandarizar los gustos
y facilitar así un afán comercial y de control mundial que destruye las
identidades regionales, y las pone bajo el arbitrio del poder financiero.

Independizarnos del maquinismo que resta dignidad y trabajo a las


personas y pone la máquina al servicio de la máquina, y la estructura económica
al servicio de modos de vida (decadentes) de los países poderosos que sólo se
sostienen con la destrucción de nuestros pueblos.

Independizarnos de sistemas que tienen a la tecnología puesta al servicio


del mercado y de las estructuras de poder. Y generar los espacios para que las
naciones controlen la tecnología apropiada para la salud, la educación, el
trabajo, el buen convivir - suma qamaña, y jamás para el capital concentrado y
los intereses financieros que pretenden dominar el mundo. Prevenirnos de las
estructuras dispuestas en el planeta para la manipulación del átomo y los genes
con fines militares o comerciales y otras manipulaciones del ambiente y la vida,
con efectos desconocidos; y de cualquier invasión desproporcionada del
ambiente (tala, sobrepesca, uso de químicos, industrialismo, extractivismo,
depredación de cualquier orden, etc.), de efectos desconocidos y posiblemente
fatales a mediano y largo plazo.

Independizarnos de cualquier poder o potencia que pretenda (en virtud de


supuestas ayudas financieras o promesas de cualquier orden) invadirnos con sus
productos manufacturados y con sus patentes, y quiera consolidar en Nuestra
América la estructura agroexportadora, de economía primaria y extractiva
(granos, carnes, maderas), que provoca en estas tierras expulsión, pobreza,
desertización, hambre y dependencia; destruye la biodiversidad, mina la
conciencia libertaria para convertirnos en esclavos conformes, y horada
nuestras cosmovisiones.

Prevenirnos de la mentira que subyace en organizaciones internacionales


como las Naciones Unidas, un organismo que incumple con sus postulados
esenciales y garantiza el predominio de los poderosos, con superpoderes para los
países más ricos de la tierra que siguen imponiendo sus privilegios. El derecho a
veto es una burla al derecho y a los principios de igualdad y justicia.

Prevenirnos de las organizaciones e iniciativas internacionales (como la


Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana –
IIRSA-) que pretenden marcar los caminos del desarrollo sin participación de
los pueblos, y con planes de obras faraónicas y circuitos y organizaciones
políticas a la medida de las grandes corporaciones imperialistas de afuera (que
debemos enfrentar) y de adentro de nuestros territorios (que debemos erradicar).
Independizarnos de los planes de obras que pongan en riesgo los sistemas
naturales, y de las compañías de inteligencia y los sistemas tecnológicos de los
países poderosos que procuran tener el planeta bajo su control, incluso bajo la
mirada de sus satélites militares.

Desarrollar en pueblos de Nuestra América observatorios


antiimperialistas permanentes y ágiles para estar en alerta ante las maniobras
imperialistas y colonialistas en sus más variadas formas cambiantes, sutiles o no,
financieras, políticas, comerciales, “culturales”, militares, sociales,
industrialistas; a largo, mediano o corto plazo, para que sirvan de alerta y
permitan a los pueblos desarrollar sus repelentes y antídotos contra la
penetración imperialista. Y que esos observatorios antiimperialistas informen a
los pueblos sobre los riesgos a que son sometidos por el imperialismo en todos
los órdenes, incluso con sus inversiones en armamentos de destrucción masiva y
en sus negocios con la fabricación y exportación de armas, lo que quita a las
potencias toda autoridad.

Discutir los límites políticos ficticios impuestos por sectores de poder


concentrados en connivencia con los imperios dominantes que nos necesitan
divididos, atomizados; y poner las energías a pleno en cambio para conquistar
un objetivo prioritario: la unidad de los pueblos de Nuestra América en
Confederación, respetando, cuidando, apreciando las diversas cosmovisiones.
Independizarnos de las tendencias a la uniformidad y a la disgregación, que
ponen en riesgo las identidades y las capacidades de integración, persuasión,
disuasión e interrelación de nuestros pueblos.

Como una base de nuestra independencia pregonamos la unidad del Río


Bravo al Polo Sur, en principio, como los europeos consiguieron la suya (aunque
su lógica no es la nuestra) tras pasar por varias guerras; y sostenemos que esta
Confederación de los Pueblos de Nuestra América será la que declare la
independencia verdadera.

En esta Confederación de los Pueblos de Nuestra América que sostenemos


no existirán latifundios, no existirá ningún modelo que concentre la propiedad o
el uso de la tierra y menos que deje al poder usurero meterse en productor; no
existirán grupos petroleros o mineros concentrados privados, no existirán
bancos privados que manejen los dineros del pueblo, no existirán grupos
multinacionales que compitan en el comercio minorista (hipermercados) o el
transporte, no existirán exportadoras monopólicas u oligopólicas; no existirá
ninguna fisura que permita la fuga de divisas; no existirán impuestos sobre
alimentos básicos en ningún eslabón de la cadena; lo que quede de estos
flagelos será desmantelado, y el incumplimiento de estas disposiciones será
penado con la confiscación de todos los bienes y con el destierro de sus
responsables. Tampoco existirá manipulación genética porque nosotros
tenemos de la tierra y sus frutos, entre ellos nosotros mismos, una idea muy
diferente de la imperante en los centros de poder, y que hemos tomado de la
sabiduría tradicional, por ejemplo la indígena.

Prevenirnos del espíritu localista, chauvinista y xenófobo, de ciertos


sectores de Nuestra América que ven al vecino como un enemigo, como un
competidor, en lugar de verlo como un hermano que es, un complemento, y
bregar por la búsqueda en común de modos de superar problemas de nuestros
pueblos a través del espíritu solidario y de la complementación. La salida al mar
de Bolivia se consigue con la unidad de nuestros pueblos, y lo mismo la
reconquista de las Malvinas y todo el Atlántico Sur que los pueblos de Nuestra
América deben considerar como territorio propio, sudamericano, de la
Confederación que es nuestro objetivo.

Prevenirnos de las estructuras legales que en el mundo regulan privilegios


para las sociedades anónimas y sostener en cambio movimientos cooperativos
de primero y segundo grado, en sus más variadas formas, como una línea de
vida solidaria, abrevando en experiencias valiosísimas de las naciones del
mundo. Las cooperativas están arraigadas en la memoria de nuestros pueblos
americanos que supieron desarrollarse por milenios sin capitalismo. Jamás debe
dejarse al arbitrio de una sociedad anónima lo que puede ser una producción o
un servicio cooperativo.

Prevenirnos de los circuitos comerciales de la cultura y de los sistemas


educativos opresivos, puestos al servicio del estatus quo y de la historia oficial,
y gestar una revolución educativa que ponga en el horizonte el conocimiento
integral del mundo y en especial de Nuestra América, la ponderación de la
unidad sudamericana en la diversidad y la independencia según esta misma
Declaración; una revolución educativa que considere a la humanidad y a cada
persona en armonía con el universo, que alimente desde la más tierna infancia
los conocimientos y sentimientos solidarios, que promueva los conocimientos
para los derechos de los seres vivos del planeta, los derechos humanos, la
libertad, la salud, la justicia, la vida sana, el trabajo sustentable y el respeto
a los pueblos del universo. Los idiomas de uso común en nuestra América
(guaraní, mapuche, náhuatl, maya, arahuac, caribe, castellano, portugués y otros)
no deben ser sometidos al ataque de los idiomas de países colonialistas que usan
incluso su poder económico para penetrar a nuestros pueblos con sus culturas,
empezando por el idioma.

Prevenirnos del idioma del imperio: considerando que todos los pueblos
de Nuestra América somos víctimas del imperialismo y el colonialismo,
empezando por la prepotencia estadounidense y británica, promover el
aprendizaje de diversos idiomas para el intercambio con las distintas naciones
del mundo, y tomar al inglés como un idioma más (sin desmerecer el valor de
las obras artísticas en ese idioma), pero rechazar la tendencia a tomar al idioma
del imperio como idioma universal.
Prevenirnos de los símbolos del divisionismo, bregar por símbolos de la
integración de Nuestra América (confederación, unidad en la diversidad,
antiimperialismo) y por la incorporación a los símbolos de nuevas imágenes a
tono con la nueva independencia, el anticolonialismo y la economía sustentable
de los pueblos de Nuestra América. La lucha por la independencia incluye
nuestra solidaridad activa con los movimientos de Nuestra América que van en
ese sentido, y con las acciones contrahegemónicas y liberadoras.

EN LA ARGENTINA
Prevenirnos de los grupos que, aún habiendo perdido todas las grandes
batallas, y burlando las instituciones creadas (incluida la Constitución pactada
por grupos de poder), imponen un sistema unitario que repugna a la esencia
misma de nuestras naciones. Prevenirnos de todo sistema que pretenda imponer
la uniformidad y el unitarismo, por sobre la unidad en la diversidad (cultural,
natural, productiva), que está en nuestras raíces hondamente solidarias,
confederales; y promover las soberanías particulares de los pueblos unidos en
confederación.

Prevenirnos de sistemas coparticipativos centralistas de distribución


impositiva ideados durante las dictaduras, y aplicados por grupos de poder
unitario que escofinan los derechos fundamentales de las regiones autónomas y
facilitan la implantación de estructuras permeables al imperialismo, del que son
aliados. Prevenirnos de sistemas tributarios retrógrados elaborados por
gerentes de los grandes conglomerados amparados por embajadas de países
poderosos y aliados a la oligarquía local, que hacen pagar a los pobres una
proporción de impuestos mucho más elevada que la que abonan los ricos.

Prevenirnos de concepciones divisionistas, aislacionistas, herederas de


antiguos sistemas provincialistas europeos, que convierten a nuestros pueblos
en compartimentos estancos en lugar de facilitarles la comunicación fluida, el
intercambio purificador, y la consolidación en sus perfiles propios.

Prevenirnos del tutelaje de las metrópolis (como Buenos Aires), que


enviciadas en sus privilegios heredados del tiempo de la colonia en una suerte de
paternidad parasitaria y violadora, y valiéndose de su poder financiero y sus
ventajas de todo orden (finanzas, comunicaciones, vialidad, demografía, medios
masivos, transportes, puerto, cercanía con los gobernantes, servicios, etc.)
imponen estructuras legales o situaciones de hecho que estrangulan o maniatan a
las demás regiones, y exigen que todas las ciudades del territorio se pongan al
servicio de sus estructuras colapsadas. Las provincias dejarán de llamarse
provincias, porque ese nombre naturaliza su condición de vasallas. Esos
territorios, o grupos de territorios, se constituirán en regiones autónomas o
repúblicas confederadas (con cosmovisiones acordes a la armonía del hombre y
su entorno, respetando y cultivando las identidades culturales, naturales, y con
una visión integral de sistema y de cuencas), para asumir los derechos históricos
que les corresponden y que jamás debieron abandonar en manos del centralismo
pro europeizante, prooligárquico, proimperialista, avasallador. Así, la región
autónoma que resuelva quitarse de encima a corto plazo a las multinacionales
oligopólicas y monopólicas o a cualquier grupo concentrado de un modo más
acelerado podrá hacerlo, porque las normas mismas las facultarán, respetuosas
de su soberanía. Se promoverán las regiones autónomas bajo el principio de
unidad en la diversidad. Considerar este principio de unidad (para toda Nuestra
América), pero unidad en la diversidad, como una base sólida que garantizará la
independencia y la interdependencia.

Prevenirnos de las estructuras que promueven concentraciones


desproporcionadas de la población, en un país enfermo de macrocefalia, y a la
vez generan verdaderos desiertos y convierten a nuestras localidades en pueblos
fantasmas para facilitar la entrega de las riquezas (suelo, agua, minerales) a los
extranjeros o los grupos concentrados. Promover, para la independencia, las
poblaciones equilibradas, habitables, diseminadas por el territorio en forma
armónica y natural. Que sean capaces de un desarrollo con autonomía e
identidad, libres de los problemas de contaminación de los arroyos, ríos, napas,
aire; y libres de ruidos molestos y hacinamientos, que son síntomas propios de
ciudades colapsadas, bien preparadas para la masificación y la dependencia. Y
promover modelos de desarrollo rural y urbano aptos para la vida digna, la
relación armoniosa con el entorno y la producción sustentable.

Prevenirnos del predominio de medios masivos concentrados, y en


particular del mensaje vertical de la televisión ocupada en el entretenimiento
banal, que desaprovecha las potencialidades de la tecnología. La televisión
puesta al servicio sólo de la farándula, el morbo, la publicidad y la propaganda
de los poderosos es un enemigo de la sociedad, metido en el seno de los hogares.
Debe ser convertida en una televisión al servicio de la vida, la libertad, la
independencia, el conocimiento, la unidad de Nuestra América; el arte, la salud,
la educación independentista, la producción sustentable, la promoción social.
Promover el conocimiento y arte en sus más diversas ramas (música, literatura,
pintura, artesanías, escultura, danza, arquitectura, entre tantos) es un derecho de
las personas y un deber de los medios masivos de comunicación, y de las
instituciones en general, lo mismo que el deporte en sus distintas expresiones,
para la vida de los pueblos y la salud integral de las personas. La vida en el
conocimiento, el arte, el deporte, la solidaridad, es recomendable en sí misma, y
útil a la vez para hacer frente, con creatividad e identidad, a las imposiciones del
mercado y de los grupos dominantes y a la penetración imperialista que se ve
aceitada en personas individualistas, desarraigadas y uniformes.

Independizarnos de los sistemas impuestos para mantener a los pueblos


distantes de los problemas profundos, de las causas de su decadencia, de sus
derechos, e incluso para confundirlos respecto de sus identidades y entretenerlos
en banalidades o en conflictos secundarios o ajenos. Y alentar nuevas formas de
comunicación en medios alternativos, en entidades públicas y particulares, en la
escuela, en las cooperativas, en la calle, en el hogar, con lugares adecuados, para
intercambiar conocimientos y pareceres al modo de las asambleas, y para
problematizar las estructuras paralizantes, que suelen naturalizarse.

Prevenirnos de las arbitrariedades de los poderosos que usan dineros


públicos para fines sectoriales, partidistas o personales, y desalentar el
predominio de cualquier poder (financiero, partidista, económico, corporativo,
religioso) sobre los medios masivos de comunicación, en tanto conviertan a esos
medios en herramientas para consolidar el sistema constituido al servicio del
imperialismo.

Prevenirnos de facciones partidistas sostenidas sobre la corrupción y el


engaño, que cimentan su permanencia en el poder a través de un sistema de
connivencia entre empresarios y políticos y así vuelven, con dineros del
pueblo, a competir una y otra vez por el poder y siempre con ventajas, al punto
de convertir la democracia en autocracia, sino en plutocracia, con una suma de
vicios. Estas y otras mafias a veces ligadas a tráficos que buscan someter a los
pueblos son incompatibles con la independencia, porque necesitan del estado de
cosas para sostenerse y reproducirse, y son sirvientes del imperialismo. Son las
que privatizan, las que endeudan al pueblo y pagan deudas fraudulentas, las que
permiten la permanencia y la expansión de los grupos concentrados, las que
deterioran la organización estatal, las que buscan todos los resquicios para viciar
la independencia de poderes y sostenerse en la impunidad.

Prevenirnos de ministerios de cultura y educación verticalistas que no


respeten las soberanías territoriales y la diversidad, y promover sistemas
educativos y de promoción cultural con fuertes arraigos regionales e
interdependencia con otras regiones de Nuestra América y de pueblos en lucha
contra el imperialismo y el colonialismo, fuera de toda sumisión a las
metrópolis. Sistemas educativos por el conocimiento integral, por la
independencia y la libertad, por la conciencia de unidad en Nuestra América, por
la familiarización con modos de la organización social solidaria, por los
derechos humanos, por la armonía en la relación del hombre en la naturaleza, y
por el trabajo que permita una vida plena y digna.

Prevenirnos de sistemas políticos y electorales concentrados, que fueron


creados para mezquinar libertades y expresiones del pueblo y para encumbrar en
los tres poderes a personas permeables al estatus quo. Promover sistemas de
servicios sociales con fuerte arraigo en las asambleas, y que neutralicen
cualquier predominio económico, corporativo o meramente cuantitativo, que son
los que convienen a las metrópolis y a los grupos de poder enquistados en la
sociedad como verdaderos parásitos.

Prevenirnos de cualquier método, en los programas de ayuda o promoción


social, que reste dignidad a las personas con la incorporación de exigencias y
trámites que faciliten la compra de conciencia, el clientelismo o que se
aproveche de las necesidades económicas para alinear a las personas a los
sectores de poder. Bregar por el control social de los poderes, y la
transparencia en el uso de los dineros públicos.

Prevenirnos de las operaciones de grupos poderosos del empresariado, el


partidismo, la burocracia sindical, los medios concentrados, las corporaciones,
las embajadas, las grandes “consultoras”, y otros, que buscan debilitar la
organización popular, desviar la atención y parasitar la economía y la historia.
Y alentar la conciencia y el debate, compartiendo espacios, informaciones,
interpretaciones, por una nueva independencia y por la unidad en la diversidad
de los pueblos de Nuestra América – Abya Yala.
Paraná, Liga de los Pueblos Libres, 1ro. de enero de 2011, en
conmemoración de la heroica resistencia de Paysandú, contra el imperialismo y
el colonialismo que desataron la infame Guerra al Paraguay.

Junta Americana por los Pueblos Libres –JAPL-

Víctor Sartori Julio Majul Pedro Aguer


Secretario Ejec. Vicepresidente Presidente

Integrantes de la JAPL: Mario Alarcón Muñiz, Mario Castaldo, Martín Barral, Marcelo
Julio Rivero, Fortunato Calderón Correa, Daniel Tirso Fiorotto, Valentín Bisogni, Julio Majul,
Américo Schvartzman, Juan Antonio Vilar, Guido Tonina, Miguel Zurdo Martínez, Ángel
Sánchez, Facundo Gómez, Laureano Andrioli, Santiago Fiorotto, Gonzalo Milocco, Jesuana
Aizcorbe, Martha Bader, Sergio Elizalde, Jorge Villanova, Carlos Weber, Pedro Aguer, Marcelo
Verzegnassi, Marina Giaveno, Federico Tálamo, Graciela Albornoz, Néstor Ojeda, Ricardo Bazán,
Alberto Dorati, Alejandro García Ruiz, Sergio Daniel Verzeñassi, Florencia Gómez, Mercedes
Fiorotto, Carlos Natalio Ceruti, César Baudino, Oscar Milocco, Víctor Hugo Sartori, Mauricio
Castaldo, Ignacio González Lowi.

*INVITACIÓN: desde estas ideas, que no son para


imponer sino para conversar con los hermanos de
Nuestra América en una rueda de mate; conscientes de
nuestras limitaciones y de que los caminos hacia estos
objetivos pueden ser distintos, convocamos desde la
JAPL a las organizaciones y las personas que tengan
inquietudes afines a pensar en un posible Congreso
Social Independentista y Confederal de Nuestra
América - Abya Yala, en el que podamos intercambiar
conocimientos, puntos de vista críticos, propuestas,
desde el pie.
Algunos compañeros han sugerido que ese
Congreso se podría realizar del 29 de Junio de 2012
al 29 de Junio de 2013, en encuentros sucesivos, en
Paraná y Concepción del Uruguay. Desde la Junta
Americana por los Pueblos Libres estaremos pendientes
del intercambio, abiertos al diálogo, a las propuestas
superadoras.
Paraná, Entre Ríos: ex capital de la Confederación
Argentina y uno de los centros de resistencia popular e
intelectual a la Guerra al Paraguay. Concepción del
Uruguay: sede del Congreso de los Pueblos Libres que
declaró la Independencia federal, republicana,
distribucionista, el 29 de junio de 1815.

JAPL

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