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Desde un inicio, en su texto El Retorno de lo Político, Chantal Mouffe deja claro

que el tema central del libro es “una reflexión sobre lo político y sobre el poder y el
antagonismo” (9). Abordando el tema desde una perspectiva, de acuerdo a ella,
“antiesencialista”, la autora busca criticar el discurso liberal individualista y racionalista
actual, intentando instalar un nuevo proyecto político basado en lo que ella llama una
“democracia radical y plural”.El Retorno de lo Político, uno de los aspectos que veremos en
el trabajo será que para ella dicha crítica – a los mal llamados posmodernos – será errónea
por tratarse precisamente de lo contrario. Función de esto, centraremos nuestra discusión en
la crítica que Mouffe levanta contra el universalismo y el racionalismo en El retorno de lo
político. Veremos de qué manera crítica a muchos pensadores liberales por pensar que para
garantizar la fidelidad de las instituciones democráticas es preciso suministrarles un
fundamento racional, y de qué modo rechaza el desembarazo de las determinaciones
particulares, es decir, negar las pertenencias e identidades para acceder a una óptica donde
prime el individuo, sino antes bien buscar la formulación de una nueva articulación entre lo
particular y lo universal. Con esto, nos centraremos fundamentalmente en la crítica que
desarrolla frente a las ideas de John Rawls en su Teoría de la Justicia, y, desde esa
perspectiva, en qué consistiría su propia propuesta de democracia radical y plural como un
nuevo imaginario político.
Ante la pregunta: “¿Qué significa hoy ser de izquierda?” (27), y al preguntarse por
la atingencia que, eventualmente, podría tener a fines de siglo XX detentar los ideales
ilustrados que subyacerían al proyecto de transformación social, en El Retorno de lo
Político, Chantal Mouffe no hace sino constatar “la crisis del imaginario jacobino”(27)
Que, de acuerdo a ella, ha caracterizado la política revolucionaria en los últimos doscientos
años. En su examen piensa que es poco probable que el marxismo se recupere de los golpes
recibidos, para ella no tanto por el descrédito del modelo soviético tras su caída, sino bien
por el reduccionismo de clase en que incurriría, al surgir nuevos movimientos sociales
subalternos. Del la misma forma, sugiere que el movimiento social demócrata ha
demostrado cierta insuficiencia para abordar la exigencias de las últimas décadas,
criticándolo por no ser capaz de movilizar a quienes tenían interés en defender los logros
del Estado de bienestar, tras “los golpes que la derecha le ha asestado” (27)
Frente a este diagnóstico, Mouffe agrega que la caída del ideal del socialismo,
independiente de sus implicancias para este mismo, lo que pone en entredicho es la idea de
progreso que aparece como inherente al proyecto de modernidad. Por lo mismo, la autora
ha concluido que la discusión referente a lo posmoderno, hasta el minuto centrada en el
ámbito de la cultura – El Retorno de lo Político es de 1993 -, ha adquirido un vuelco hacia
lo político.
Respecto a esto, la autora no deja de señalar, a su juicio, la existencia de un debate
añejo respecto a consideraciones no despejadas. Criticando especialmente a Habermas y a
Rorty, Mouffe piensa que sería erróneo identificar el proyecto político de la modernidad
con un concepto ambiguo de liberalismo que incluiría tanto al capitalismo como a la
democracia. Para ella resulta fundamental dos tradiciones en el seno del concepto de
modernidad política: la liberal y la democrática. Señala que si bien se articularon en el siglo
XIX, éstas carecen de relación necesaria entre sí. Así, también distingue entre modernidad
política y modernidad social, destacando el rol jugado por la relaciones de producción
capitalista. Su postura implica que el omitir dichas distinciones no redundaría en nada más
que en defender la modernidad en una apología acrítica de las instituciones y prácticas
democráticas de países desarrollados sin dar lugar a posibles transformaciones.
Para Mouffe, este sería, encarnado en la figura de Rorty, el “liberalismo burgués
posmodernista”. Ante esta arremetida posmodernista, Mouffe pareciera plantear otra: la
“democracia radical y plural”, proponiendo una reformulación del proyecto socialista,
alejado del marxismo y la social democracia. Ese proyecto, la autora lo define como
moderno y a la vez como posmoderno. Tomando distancia de Habermas, busca realizar lo
no alcanzado por la modernidad, pero dejando de lado la perspectiva epistemológica de la
Ilustración, por considerarla, actualmente, un obstáculo para el desarrollo de la democracia
en términos de las exigencias que las sociedades actuales le imprimen, por lo cual buscará
dotar a su teoría de nuevos elementos a través de una aproximación no esencialista y
corrientes filosóficas ligadas a lo que se ha llamado lo posmoderno, apropiándose de su
crítica al racionalismo y el subjetivismo.
La autora sostiene que “pensar hoy la política y comprender la naturaleza de estas
nuevas luchas y la diversidad de las relaciones sociales que la revolución democrática ya
ha desplegado, es indispensable desarrollar una teoría del sujeto descentrado, destotalizado,
de un sujeto construido en el punto de intersección de una multiplicidad de posiciones
subjetivas entre las que no hay ninguna posición a priori y cuya articulación es
consecuencia de prácticas hegemónicas” (31). A partir de dicha idea, Mouffe argumenta
una noción de identidad de ninguna manera establecida permanentemente, sino articulada
de maneras diferentes y en distintos momentos de forma subjetiva. Para ella esto daría
nuevas perspectivas a la praxis política que “ni el liberalismo, con su idea de que el
individuo sólo persigue su interés propio, ni el marxismo, con su reducción de todas las
posiciones subjetivas a la de clase, no sólo pueden aprobar, sino ni siquiera imaginar” (32).
Así Mouffe señala que la “revolución democrática” se encuentra en una nueva fase.
Reconociendo su deuda con el universalismo democrático de la Ilustración, el momento
actual cuestionaría muchas de sus afirmaciones al observarse que en las nuevas luchas
actuales se manifiesta una renuncia general a toda pretensión de universalidad.Para Mouffe
el punto actual radica en que los nuevos derechos por los que se estaría luchando son más
bien la expresión de diferencias y que, por tanto, esos derechos no son universalizables. En
su proyecto democrático busca reconocer particularidades, lo múltiple, lo heterogéneo. Sin
abandonar el ideal Ilustrado de Igualdad, comprende que este pasaría por una comprensión
nueva de la articulación entre lo particular y lo universal. No bastaría con decir que todos
los hombres son iguales, antes bien deben serlo en su particularidad.
La crítica al racionalismo y al universalismo de autores calificados como
posmodernos hace que la autora desarrolle que ésta “lejos de poner en peligro el proyecto
democrático moderno, nos permite evitar la ilusión siempre peligrosa de poder escapar a la
contingencia y eliminar el elemento de la indecidibilidad que opera en lo social” (20). Más
adelante veremos porqué, a partir de esto, ella piensa que al insistir en la naturaleza
necesariamente parcial y limitada de todas las prácticas humanas y al afirmar que es
imposible distinguir de manera radical entre objetividad y poder, esto permite comprender
que la cuestión del pluralismo no puede separarse de la del poder y el antagonismo.
A lo largo de El Retorno de lo Político vemos una serie de alusiones de la autora en
la cual establece que su crítica al racionalismo no supone, como podría pensarse, un
rechazo a la modernidad. La autora pareciera situarse frente a la crisis de ese proyecto y
ella, al diagnosticarla, buscaría los caminos para enmendar el rumbo de realización de los
ideales políticos modernos. Los ideales ilustrados prevalecerían, así, en su concepción de la
política, sin embargo la perspectiva epistemológica desde la cual éstos han sido enunciados,
para ella implica lo irreparable de la modernidad. Por lo mismo promueve esa “nueva
articulación entre lo particular y lo universal” con miras hacia el pluralismo, pues, piensa
que al reconocer las diferencias se abandonaría el concepto abstracto de hombre que
manejaría el proyecto democrático racionalista.
En El Retorno de lo Político, Mouffe plantea que Rawls, a través de sus dos
principios de justicia, pretende representar a los ciudadanos de una democracia
constitucional como libres e iguales, para lo cual dichos ciudadanos deberían tener las
mismas oportunidades además de igualdad en las condiciones básicas de vida, y tener las
mismas posibilidades de defenderse en caso de que sean víctimas de cualquier tipo de
injusticia. Por lo mismo, de acuerdo a Rawls, debería existir un acuerdo respecto a
distribución igualitaria de los bienes a favor de los más perjudicados, en lo cual consistiría
el principio de justicia distributiva.
Para Mouffe, el modelo deliberativo impulsado por Rawls sería altamente
normativo y, por tanto, sería un enfoque instrumentalista de la democracia. Para la autora,
esta perspectiva vendría de la noción de que la política debería basarse en una racionalidad
instrumental y positivista, parecida a la de la economía moderna: a partir de un tipo de ley
de oferta y demanda. Más allá de que Mouffe exprese que Rawls y los demócratas
deliberativos no nieguen el pluralismo y las distintas perspectivas que puede haber del bien,
se esmera en mostrar que dicho discurso optaría antes por la reivindicación de la dimensión
moral en la política a través de un consenso que vaya más allá de “un mero acuerdo sobre
los procedimientos” (97). Por ende, basándose en buena medida en Kant, Rawls
comprendería que de algún modo es posible alcanzar un consenso moral en decisiones
específicas. Para Mouffe esto no es posible.
Para Chantal Mouffe, un régimen democrático liberal, pese a tener que ser agnóstico
en términos de moral y religión, “no puede serlo en lo concerniente a valores políticos, pues
por definición afirma los principios que constituyen su especificidad en tanto asociación
política, esto es, los principios políticos de igualdad y libertad” (74). Ella piensa que
muchos liberales identifican el liberalismo político con la neutralidad del Estado, lo cual,
para ella, comprende “un error y una estrategia que lleva en sí el germen de su fracaso”
(74). En El Retorno de lo Político, vemos que el planteamiento de la autora es que tanto la
lógica del liberalismo como la de la democracia, ambas funcionando en la democracia
liberal, son irreconciliables. Piensa que el régimen democrático liberal no necesariamente
debe fracasar. Para ella no es necesario hallar una solución racional que mantenga al
pluralismo a raya, restringiendo su campo de acción, sino ante todo intentar poner algunos
límites al tipo de confrontación que resulte de la pluralidad.
De acuerdo a Chantal Mouffe, “el gran mérito de Rawls consiste en insistir en que
las sociedades democráticas modernas, en las que no hay un bien único y sustancial, sino
que lo central es el pluralismo, la concepción política de la justicia no puede derivar de una
concepción religiosa, moral o política de la vida buena” (83). Ahora bien, si la idea de la
prioridad del derecho sobre el bien significara únicamente lo anterior, Mouffe podría decir
que está de acuerdo. Sin embargo ella ve que Rawls no es capaz de aceptar que la prioridad
del derecho sea consecuencia del ordenamiento simbólico de las relaciones sociales
características del régimen democrático liberal, por lo cual la idea de bien, en definitiva,
acabe constituyéndose a través de los principios sujetos a la asociación política.
Frente a estas ideas racionalistas y universalistas de formulación democrática,
Mouffe propone su proyecto de democracia radical y plural, con la cual buscaría “formular
el carácter ético de la ciudadanía moderna, de tal forma que sea compatible con el
pluralismo moral o pluralismo de valores e intereses, respetando a la vez la prioridad del
derecho sobre el bien” (96). Para ella una democracia pluralista sólo podría existir bajo el
consenso no del todo absoluto acerca de ciertos valores éticos- políticos básicos. Al haber,
en una comunidad pluralista, una diversidad de interpretaciones acerca de dichos
principios, y por lo mismo la hipotética constatación de la existencia permanente de un
consenso conflictivo, sería preciso transformar dichas diversidad de interpretaciones
antagónicas en agónicas, encauzando las pasiones hacia fines democráticos de manera tal
que la confrontación se realice entre adversarios y no entre enemigos.
Para esto, Mouffe propone que sean las instituciones las que permitan la
permanencia del conflicto, pero mediante una concepción de inclusión. Una democracia
plural agnóstica debe reconocer la naturaleza hegemónica que hay detrás de las identidades
y relaciones sociales, por lo cual, la autora comprende que esta sería una idea de
democracia mucho más abierta a la pluralidad presente en las sociedades contemporáneas
y, por lo mismo, mucho más tolerante a las distintas identidades políticas, en la medida que
éstas persigan los fines de igualdad y libertad ilustrados. Así Mouffe insiste en que la
democracia radicalizada debe permitir que las diversas demandas se expresen a través del
sistema, de lo contrario se manifestarían fuera de él, lo cual le parece puede acarrear
consecuencias nefastas.
Frente a lo que Chantal Mouffe denomina “el conjunto de dificultades y muy mala
preparación para afrontarlas” (11) de las sociedades democráticas actuales, ella nos entrega
un modelo de democracia que, por sobre la idea de modélica que podría implicar su
aportación a la filosofía política, su noción es fundamentalmente un proyecto político que
busca permitir la convivencia de distintas visiones sin que unas excluyan a las otras.
Además, su proyecto de democracia radical u plural, al menos como aparece enunciado en
El Retorno de lo Político, deja ciertos aspectos sueltos. Principalmente aquel que refiere a
la fidelidad política hacia los ideales ilustrados. Se entiende bien, y no es sólo una idea de
ella, el rechazo a la vía epistemológica ilustrada, sin embargo, no se ve o no desarrolla la
problemática de la igualdad y la libertad en términos de la confrontación agonística. ¿Sería
esa posibilidad de confrontación entre adversarios el ejercicio pleno de la libertad y la
igualdad? Los principios ilustrados serían entonces exclusivamente una cuestión política y,
aún más, entre políticos. Es dudoso que Mouffe piense así, el punto es la ambigüedad de su
propuesta en relación a esta materia.
Bibliografía:

- Mouffe, Ch. (1999). El Retorno de lo político. Barcelona: Paidos.


- Rawls, J. (1985). Teoria de la justicia. Mexico D.F.: Fondo de cultura economica.
Universidad Alberto Hurtado.
Ciencia Política y Relaciones Internacionales.
Ética y Política.
Profesor: Maximiliano Figueroa.

Análisis de texto

Alumno: Nicolás Olave.

Viernes, 03de diciembre de 2010

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