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Caminé por un puesto de revistas observando lo expuesto, intrigado por la cantidad de
publicaciones sobre la reestructuración y embellecimiento de nuestros hogares. Solamente
sus títulos eran suficientes para excitar la imaginación hacia el mejoramiento, y su
contenido indicaba una cantidad de sugerencias de como vestir una casa antigua o planear
una nueva.
Entonces mis ojos se dirigieron a las revistas de noticias. Impresas en la carátula, con
grandes letras brillantes, habia una pregunta inquietante "¿Serán nuestras calles nuevamente
seguras alguna vez?" En su interior leí una entrevista entre los editores de la revista y el
presidente de la Asociación Internacional de Jefes de Policía, Stanley R. Schrotel de
Cincinnati. La entrevista describía lo que leemos últimamente en forma tan frecuente el
crecimiento de asaltos, robos y otros serios crímenes infligidos a personas inocentes.
Nuevas historias indican que uno no puede caminar a salvo por las calles de algunas de
nuestras ciudades mas orgullosas. Esto no solo ocurre en los Estados Unidos; el mismo
problema se sieñte en todo el mundo.
Cito lo que se dijo en la entrevista con el Comisario Schrotel:
"P. ¿Usted está diciendo que se debe culpar a los padres por la delincuencia juvenil?"
"R. Debiera haber dicho que hay una gran necesidad de tener hogares más fortalecidos,
mayor respeto a los padres como símbolo de autoridad, y mas guía por parte de los padres.
A esto yo encuentro solo una interpretacion hay serias fallas en los hogares de las
personas. Hay falla en cultivar las virtudes que llevan a un mayor respeto por la ley, respeto
por los que nos rodean, aún respeto por uno mismo.
Otros síntomas, menos dramáticos, pero igualmente importantes en sus consecuencias,
se hallan en el aumento de tragedias domésticas, los hogares deshechos, los niños que se
ven sueltos de las ataduras que debieran darle seguridad y estabilidad en sus vidas.
Agreguemos a esto los casos de integridad dudosa, fechorías y abandono y tenemos un
cuadro miserable y desolador.
Pablo en la antigüedad declaró a Timoteo: "También debes saber esto; que en los
postreros días vendrán tiempos peligrosos"; no dijo nada respecto a bombas atómicas o
misiles internacionales o submarinos portadores de muerte. En cambio serán tiempos
peligrosos porque: "Habrá hombres amadores de si mismos...blasfemos, desobedientes a los
padres, ingratos ...sin afecto natural ...aborrecedores de lo bueno." (2 Timoteo 3:1-3)
El Jefe de policía nombró algunas de las cosas que haría para paliar este penoso
problema.
Incluyó legislación estricta y más sentencias a prisión. No pretendo cuestionar su
fórmula, pero no creo que sea una solución durable o básica. Se revertirá la situación
solamente cuando se alteren los principios que gobiernan la conducta de la gente.
Honestidad, carácter e integridad no provienen de leyes o de la acción policial. Será
solamente cuando volvamos a incluir en nuestro quehacer, las virtudes de una verdadera
civilización, que cambiará el molde de nuestro tiempo. Ese proceso debe comenzar en los
hogares de la gente. Debe comenzar con el reconocimiento de Dios como nuestro Padre
Eterno y nuestra relación con El como el de sus hijos, comunicándonos con El reconociendo
su posición como soberano, suplicando por su guía en nuestros asuntos.
Oración, oración familiar, en los hogares de éste y otros países, es una de las simples
medicinas que pueden remediar la enfermedad que ha erosionado la fibra de nuestro
carácter. Es 
tan simple como un rayo de sol e igualmente efectivo para curar nuestro mal. No
podemos esperar el milagro en un día, pero en una generación tendríamos un milagro. Hace
una o dos generaciones atrás, la oración familiar era en el mundo entero, algo tan común y
parte de la vida cotidiana como el comer. A medida en que esta práctica ha desaparecido, ha
decaído nuestra moral. Me satisface el hecho de que no hay un sustituto adecuado para la
costumbre de arrodillarse juntos, padre, madre y los niños, por la mañana y la ñoche. Esto
hará más para el embellecimiento y fortalecimiento de nuestros hogares, que las pesadas
alfombras y hermosos cortinados o el equilibrio justo de coloridos esquemas.
En la simple postura de arrodillarse, hay algo que contradice las actitudes descritas por
Pablo: "Orgullosos ...soberbios ...vanagloriosos" La contínua práctica del padre, madre y
niños arrodillándose juntos, evapora las cualidades descritas: "desobediente a los padres, sin
afecto natural" (2 Timoteo 3:2-4)
Hay algo en el acto de dirigirse a la Deidad que deja fuera de lugar la tendencia a la
blasfemia o a volverse amadores de los deleites más que de Dios.
La inclinación de ser impío, como lo describió Pablo, de ser ingrato, se borra cuando
juntos como familia agradecemos al Señor Por la vida, la paz y todo lo que tenemos.
La escritura declara: "Darás las gracias al Señor tu Dios, en todas las cosas" y luego,
"..Y en nada ofende el hombre a Dios, o contra ninguno está encendida su ira, sino aquellos
que no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus mandamientos." (D&C
59:7,21)
Al recordar juntos ante el Señor a los pobres, los necesitados y los oprimidos, se
desarrolla en forma inconsciente pero real, amor por los demás, por encima de uno mismo,
un respeto por otros, un deseo de servir las necesidades de los demás. Uno no puede pedir a
Dios que ayude a alguien que esta necesitado, sin sentirse motivado para hacer algo por esa
persona por la que está pidiendo. Qué milagros habría en los niños de Ainérica y el mundo,
si dejaran de lado su egoísmo y se perdieran en el servicio a otros. La semilla de la que
saldría ese árbol protector, es mejor plantada y nutrida en las súplicas diarias de las familias.
No veo una mejor forma de inculcar amor a la patria, que la de tener padres que oran
delante de sus hijos pidiendo por el presidente y el congreso, o por la reina y el parlamento
del país en que viven.
En la cartelera de algunas de nuestras ciudades se lee: "Una nación que ora es una
nación en paz. Yo creo esto. Y espero que sea algo más que un lema contagioso. Estoy
seguro de que no tendremos paz a menos y hasta que lo pidamos en el nombre del Príncipe
de Paz.
No conozco nada que alivie esa tensión familiar, que traiga de manera sutil respeto a
los padres, que lleve a la obediencia y que afecte el espíritu de arrepentimiento y que borre
ampliamente la plaga de hogares destrozados, salvo el orar juntos, confesando las
debilidades ante el Señor, invocando sus bendiciones para el hogar y los que viven en el.
Me impresionó algo que dijo James H. Moyle, quien escribió a sus nietos sobre la
oración familiar en su hogar. "Nunca nos hemos ido a la cama sin antes hincarnos en
oración para suplicar guía divina y aprobación. Pueden surgir diferencias en las familias
mejor gobernadas, pero se disiparan por ...el espíritu de oración...Su propia psicología
tiende a producir familias más justas entre los hombres. Tiende a la unión, amor perdón y al
servicio."
En 1872, el Coronel Thomas L. Kane, el gran amigo de los Santos de los Ultimos días
en los días de su angustia en Iowa y cuando el ejército venía al Valle de Lago Salado, vino
otra vez al oeste con su esposa y dos hijos. Viajaron a St George con Brigham Young,
posando cada noche en los hogares que estaban en su camino. La Sra Kane escribió una
serie de cartas a su padre que estaba en Filadelfia. En una de ellas decía: "En cada uno de
los hogares en los que hemos parado
en este viaje tuvimos una oración inmediatamente después de la cena, y oraciones otra
vez a la mañana antes del desayuno. Nadie podía faltar ...Los Mormones ...se arrodillan
inmediatamente, mientras que el jefe de familia, o algún honrado invitado ora en voz alta
...Pierden poco tiempo en palabras, sino que piden lo que necesitan y le agradecen lo que les
ha dado ...dan por sentado que Dios sabe nuestros nombres familiares y títulos, y le piden
una bendición para un individuo en particular ...una vez que me acostumbré, esto me
gustó."
¡Oh, que nuestro pueblo cultive esta práctica, que era tan importante para nuestros
pioneros! La oración familiar era tan parte de su adoración, como lo eran las reuniones
conducidas en el Tabernáculo de Salt Lake. Con la fe que viene de estas invocaciones
diarias desmontaron la artemisia, llevaron el agua a la tierra reseca, hicieron que el desierto
floreciera como la rosa, gobernaron sus familias en amor, vivieron en paz el uno con el otro,
e hicieron sus nombres inmortales al perderse en el servicio a Dios.
Hemos llegado al trágico punto de nuestra historia, en el que evidentemente no
podemos pedir las bendiciones de Dios en nuestras escuelas, pero podemos orar en nuestros
hogares. La familia es la unidad de la sociedad. La oración familiar es la esperanza de una
sociedad mejor. "Buscad al Señor mientras puede ser hallado." (Isaías 55:6)
Hace un tiempo atrás, me emocionó la desoladora declaración hecha por un joven
misionero en Japón. Dijo: "He estado aquí por meses. No puedo aprender el idioma. No me
gusta la gente. Estoy deprimido y lloro a la noche. Le escribí a mi madre y le supliqué por
una excusa para volver a casa. Me contestó: Estamos orando por ti. No hay un solo día que
pase sin que todos nos arrodillemos juntos a la mañana antes de comer, y a la noche al
acostarnos, suplicando al Señor que te bendiga. Hemos agregado ayuno a nuestra oración;
Padre Celestial, bendice a Johnny en Japón y ayúdale entender y aprender el. idioma para
que pueda hacer el trabajo al que ue llamado hacer. Entre lágrimas este joven continuó
diciendo, "Voy a probar otra vez. Agregar mis oraciones a la de ellos, y mi ayuno a su
ayuno."
Cuatro meses más tarde, me escribió una carta en la que me decía, "Ha ocurrido un
milagro. El idioma me ha venido como un don del Señor. He aprendido a amar a la gente en
este hermoso país. Gracias a Dios por las oraciones de mi familia."
¿Podemos hacer que nuestros hogares sean más hermosos? Sí, dirigiéndonos como
familias a la fuente de toda verdadera hermosura. ¿Podemos fortalecer nuestra sociedad y
hacer un lugar mejor del sitio en que vivimos? Sí, fortaleciendo la virtud en nuestra vida
familiar, arrodillándonos en oración familiar y suplicando al Todopoderoso en el nombre de
su Amado Hijo. Esta simple práctica, de volver la familia a la adoración, llevada a través
del país y del mundo, haría que en una generación desapareciera la plaga que nos está
destruyendo y restablecería la integridad, respeto mutuo, y un espíritu de agradecimiento en
el corazón de la gente.


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Una tarde llevamos a nuestros nietos al circo. Yo estaba más interesado en mirarlos a
ellos y a los otros niños, que en mirar al hombre que volaba en el trapecio. Los miraba
mientras en forma alternada se reían y miraban con ojos agrandados las excitantes
maniobras que había frente a ellos. Y pensé en el milagro de los niños, quienes llegan como
una renovación constante de la vida y propósito del mundo. Observándolos en la intensidad
de su interés, aún en esta atmósfera, mi mente se volvió a esa hermosa y emocionante
escena registrada en el libro de 3 Nefi cuando el Señor resucitado tomó a los niños
pequeños en sus brazos y lloró mientras los bendecía y le dijo al pueblo, "Mirad a vuestros
pequeñitos." (17:23)
Es tan obvio en el mundo actual que el gran bien y el terrible mal, son los dulces y
amargos frutos de la crianza de los niños de ayer. Así como capacitamos una nueva
generación. será el mundo dentro de unos años. Si usted esta preocupado por el futuro,
entonces preocúpese de la crianza de sus hijos. Sabiamente el escritor de Proverbios
declaró: "Instruye al niño en su camino, y aún cuando sea viejo no se apartara de
el."(Proverbios 22:6)
Cuando yo era un muchacho, vivíamos durante el verano eri una granja de frutales.
Cosechábamos grandes cantidades de duraznosmuchos camiones cargados de ellos. Nuestro
padre nos llevó a ver las demostraciones de cómo podar, dadas por la Facultad de
Agronomía. Durante enero y febrero, todos los sábados íbamos a la granja y podábamos los
árboles. Aprendimos que al cortar y aserrar en los lugares correctos, aún cuando hubiera
nieve en la tierra y la madera parecia muerta, podíamos moldear el árbol para que cuando el
sol llegara en la primavera y el verano, tocara la fruta. Aprendimos que en febrero podíamos
determinar con bastante exactitud la clase de fruta que cosecharíamos en septiembre.
E.T. Sullivan escribió una vez estas interesantes palabras: "Cuando Dios quiere que se
haga una gran obra en el mundo, o que se corrija algún gran error, lo hace de una manera
poco usual.
No envía terremotos o rayos. En lugar de eso, hace que nazca un bebé indefenso, tal
vez en un hogar simple con una oscura madre. Entonces Dios pone en el corazón de la
madre una idea y la madre la pone en la mente del bebé. Y entonces Dios espera. Las
grandes fuerzas del mundo no están en los terremotos y rayos. Las grandes fuerzas del
mundo están en los bebés." (The Treasure Chest, [El Arcon de los Tesoros] p.53)
Y esos bebés. me gustaría agregar. llegarán a ser fuerzas del bien o del mal.
dependiendo en gran medida en cómo sean criados. Sin equivocarse, el Señor ha declarado:
"Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad." (D&C 93: 40)
Si me perdonan por sugerir lo que es obvio, lo hago solamente porque lo obvio, en
muchas instancias, no se observa. Lo obvio, respecto a los niños, incluye cuatro
imperativos: Amarlos. Enseñarles. Respetarlos. Orar con ellos y por ellos.
Hay una calcomanía para los autos que se ve mucho estos días y que dice: '¿Ha
abrazado hoy a su hijo?" Cuán afortunado, cuán bendecido es el niño que siente el afecto de
sus padres. Ese calor, ese amor que dará dulce fruto en los años que seguirán. En larga
medida la dureza que caracteriza tanto a nuestra actual sociedad, es el resultado de la dureza
impuesta a los niños años atrás.
Un día, cuando me éncontré con uno de mis amigos de la infancia, me asaltaron una
cantidad de recuerdos del lugar en el que nos críamos. Era un microcosmo del mundo, con
mucha variedad 
de gente. Era un grupo muy entrelazado, y creo que nos conocíamos todos. Creo
también, que los amamos a todos, es decir, con la excepción de un hombre. Yo debo
confesar: yo detestaba a ese hombre. Desde entonces me he arrepentido de ese sentimiento.
pero al mirar atrás, puedo sentir otra vez la intensidad de mi sentimiento. Sus jóvenes hijos
eran nuestros amigos, pero él era mi enemigo. ¿Por qué esta fuerte antipatía? Porque
castigaba a sus hijos con un cinto o una vara o con lo que tuviera a mano, cuando su ira
aparecía ante la menor provocación.
Tal vez el hombre me disgustaba tanto a causa del hogar donde yo vivía, donde había
un padre quien, por alguna silenciosa magia, era capaz de disciplinar a su familia sin el uso
de ningún instrumento de castigo, aunque a veces lo hubiéramos merecido.
He visto los frutos del temperamento de nuestro vecino repetirse en las perturbadas
vidas de sus hijos. Desde entonces, he descubierto que él era uno de esos padres que
parecen incapaces de nada, salvo la dureza, con aquellos por los cuales son responsables de
que hayan venido al mundo. También he llegado a entender que este hombre, que está en
los recuerdos de mi infancia, es sólo un ejemplo de incontables miles que hay en el mundo
y que abusan de los niños. Cada asistente social, cada oficial de guardia en el cuarto de
emergencia de un gran hospital, cada policía y juez de una gran ciudad puede contarles
sobre ellos. Todo el trágico cuadro habla de palizas, patadas. bofetadas, aun de asalto sexual
a niños pequeños. Y junto a éstos, hay otros hombres y mujeres viciosos que explotan a sus
hijos con propósitos pornográficos.
No quiero seguir con esta desagradable descripción. Solamente deseo decir que ningún
hombre que profesa seguir a Cristo y ningún hombre que profesa pertenecer a esta iglesia
puede estar envuelto en estas prácticas sin ofender a Dios y repudiar las enseñanzas de su
Hijo. Fue Jesucristo mismo quien declaró. sosteniendo ante nosotros el ejemplo de pureza e
inocencia de los niños: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños...,
mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese
en lo profundo del mar." (Mateo 18: 6)
¿Puede haber mayor denuncia contra los que abusan de los niños, que estas palabras
dichas por el Salvador de la humanidad? ¿Quiere usted un mayor espíritu de amor en el
mundo? Entonces comience dentro de las paredes de su propio hogar. Mire a sus pequeñitos
y vea en ellos las maravillas de Dios, de cuya presencia han venido hace poco.
Brigham Young dijo una vez: "Un niño ama la sonrisa de su madre, pero odia su ceño
fruncido. Le digo a las madres que no permitan que sus hijos hagan lo malo, pero que a la
vez, los traten con dulzura." (discursos de Brigham Young, p. 323) Dijo mas adelante:
"Críen a sus hijos en amor y temor al Señor; estudien su disposición y temperamento, y
trátenlos de acuerdo a éstos, no permitiéndose nunca corregirlos en el calor de la pasión;
enseñarles por amor a usted, en lugar de hacerlo por temor." (Ibíd., p. 320)
Por supuesto que se necesita disciplina para criar a una familia. Pero la disciplina con
severidad, disciplina con crueldad, lleva no a la corrección, sino inevitablemente al
resentimiento y amargura. No cura nada, sino que agrava el problema. Es contraproducente.
Al establecer el espíritu de gobierno dentro de su Iglesia, el Señor ha establecido también el
espíritu de gobierno en los hogares a través de estas grandes palabras de revelación:
"Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener sino por la persuasión,
longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero; reprendiendo en la ocasión
con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo. y entonces demostrando mayor amor
hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo; para que sepa que tu
fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte." (D&C 121: 41. 43-44)
Mirad a vuestros pequeñitos y enseñadles. No debo recordarles que con su ejemplo
harán más que con ninguna otra cosa, para imprimir en sus mentes un tipo de vida. Es
siempre muy
interesante conocer los hijos de los viejos amigos para encontrar otra generación que
camina los senderos de sus padres y madres.
Se cuenta una historia de que en la Roma antigua un grupo de mujeres estaban
enseñando con vanidad, sus joyas a otras. Entre ellas estaba Cornelia, la madre de dos
niños. Una de las mujeres le dijo: "¿Y donde están tus joyas?" Cornelia dijo, señalando a
sus hijos: "Estos son mis joyas." Bajo su tutela, y caminando en la huella de las virtudes de
su vida, crecieron para ser Cayo y Tiberio Graco- Los Graco, como se los llamaba- dos de
los más persuasivos y efectivos reformadores de la historia Romana. As! como son
recordados y nombrados, también será recordada y alabada la madre que los crió, según el
molde de su propia vida.
Permítanme volver a las palabras de Brigham Young: "Que vuestro constante cuidado
sea para los niños que Dios tan bondadosamente les ha dado para enseñarles en sutemprana
juventud la importancia de los oráculos de Dios, y la hermosura de los principios de nuestra
santa religión, así, cuando crezcan a los años que los harán hombres y mujeres, también los
apreciarán tiernamente y nunca abandonarán la verdad." (Discursos de Brigham Young, p.
320)
Reconozco que hay padres que a pesar de dar su amor y haber hecho un fiel esfuerzo
para enseñarles, ven que sus hijos crecen de manera contraria y lloran mientras sus hijos e
hijas se apartan y por su propia voluntad siguen cursos con trágicas consecuencias. Por ellos
siento gran simpatía, y quisiera citarles las palabras de Ezequiel: "...El hijo no llevará el
pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo..." (Ezequiel 18: 20)
Pero esa es la excepción, no la regla. Ni la excepción nos justifica para que dejemos de
hacer todos los esfuerzos mostrando amor, ejemplo y preceptos correctos al criar a los que
Dios nos dio en sagrada responsabilidad.
Ni nunca debemos olvidar las necesidades de nuestros pequeñitos. Bajo al palabra
revelada del Señor, sabemos que son hijos de Dios tal como lo somos nosotros, mereciendo
el respeto que viene del conocimiento de esos principios eternos. La verdad es que el Señor
aclaró que a menos que desarrollemos en nuestras propias vidas la pureza, la ausencia de
engaño, la inocencia del mcl, no podremos entrar en su presencia. El declaró: "De cierto os
digo, que si no os volvéis como este niño, no entraréis en el reino de los cielos." (Mateo 18:
3)
Una vez Channing Pollock escribió unas palabras interesantes y estimulantes:
"Contemplando la adolescencia a través de la cual desdeñamos lo que está mal, algunos de
nosotros desearíamos ...que pudiésemos nacer viejos, y volvernos jóvenes y más limpios y
aún más simples e inocentes, hasta que al final, con las almas blancas de los niños
pequeños, pudiéramos acostarnos en el sueño eterno." (The World's Slow Stain, Reader's
Digest, junio 1960, p.77)
Mirad vuestros pequeñitos. Orad con ellos. Orad por ellos y bendecidlos. El mundo en
el que se mueven es complejo y dificil. Caerán en profundos mares de adversidad.
Necesitarán toda la fuerza y toda la fe que les puedan dar mientras aún están cerca de
ustedes. También necesitarán una mayor fuerza que viene del poder de lo alto. Deberán
hacer algo más que continuar con lo que encuentren. Deben elevar al mundo y los únicos
niveladores que tendrán son el ejemplo de sus propias vidas y la persuasión que vendrá de
sus testimonios y su conocimiento de las cosas de Dios. Necesitarán la ayuda del Señor.
Mientras sean jóvenes, orad con ellos para que lleguen a conocer la fuente de fortaleza que
siempre tendrán a su disposición en la hora de necesidad.
Me encanta oír a los niños orar. Y aprecio oír a los padres orar por sus hijos,. Me paro
reverente frente a un padre que con la autoridad del santo sacerdocio, pone sus manos sobre
la cabeza de un hijo o una hija en los momentos de decisiones importantes y que en el
nombre del Señor y bajo la dirección del Espíritu Santo da una bendición de padre.

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