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La historia del judaísmo español

Anales de una comunidad


Moshé Yanai

Nota del Autor


La historia del judaísmo español en el medioevo es fascinante. Hace unos años comencé a
interesarme en el tema, y cada vez más admirado descubrí lo rico y variado que es mientras
reunía algunos apuntes sobre el tema. Hoy quisiera referirme al judaísmo de Cataluña; espero
en el futuro, describir las demás regiones españolas, en donde la presencia judía fue notable. Y
no importa de qué confesión pueda ser, aprovecho para desear al lector que me ha distinguido
con su atención, un feliz y próspero año 2007.

Se sabe a ciencia cierta que desde la época visigoda había gran número de judíos en el país
catalán. Y que de toda la península, es la región donde está mejor documentada su historia.
Entre otras fuentes, el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona guarda gran número de
documentos referentes al judaísmo catalán, mientras que en el Museo del Monasterio de
Montserrat se pueden encontrar rollos del Pentateuco, páginas de Tehilim (Salterio) y del Libro
de Ester, así como comentarios cabalísticos y registros de nacimientos, circuncisiones, bodas y
entierros. Y en Poblet, considerado el monasterio mejor conservado de Europa, y donde los
monjes mantuvieron relaciones amistosas con los judíos de la vecindad, se guarda una Hagadá
de Pésaj que es toda una obra de arte.

Algunos testimonios de la época romana dan cuenta de la vida judía anterior en ciudades tales
como Tarragona y Tortosa. Pero no es hasta el siglo XII que se puede hablar de una vida
plenamente judía, cuando se crearon los calls de Barcelona, Gerona, Lérida y Tortosa. Es
también entonces cuando los catalanes reconocen a los judíos como un grupo social propio,
que se refleja en el primer código de Cataluña, Els Usatges de la Cort de Barcelona.

El entendido historiador Juan de Atienza afirma que se concedió a los judíos catalanes el
derecho de estar en Cataluña como ciudadanos casi normales, lo que no era poco para aquella
época. Se tiene conocimiento que la comunidad llegó a gozar de particular prosperidad y
consiguió la consideración especial de los reyes, porque sabían muy bien de la gran
importancia que tenía cuando era preciso colaborar en el desarrollo económico y cultural de
sus reinos. Por otra parte, el historiador musulmán Al-Tarizi llamó a Barcelona "comunidad de
príncipes y aristócratas", a lo que Torroba afirma que no lo diría tanto por su población
cristiana, como por la enorme importancia de la judería que debía de conocerla bien.

Será durante el espacio de casi tres siglos que los judíos se dedicarán a la administración de la
rentas reales, así como el funcionamiento general de la corte, y el ejercicio de la medicina.
Tampoco se debe olvidar su amplia participación en el floreciente comercio marítimo de ese
país. Fue durante el esta época que llegaron muchos judíos expulsados de Francia y Alemania,
y particularmente de Provenza. Se puede afirmar que en el siglo XIII todas las ciudades grandes
y medianas, y hasta muchas aldeas de Cataluña contaban con su propia judería, cuyos
integrantes se dedicaban a varios oficios: sastrería, peletería y joyería, entre otros. Los judíos
catalanes se vieron influidos por esa corriente inmigratoria, y dieron un tanto la espalda a la

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tradición del judaísmo arabizado del sur, volviéndose hacia las escuelas talmúdicas europeas.
El estudio de la Cábala que llega de Provenza y se centraliza en Gerona, cobra mayor impulso
y, a la par, se afianza la oposición a las teorías aristotélicas de Maimónides.

Un reciente estudio de J. Riera i Sans calcula que en el momento de mayor esplendor el


número de judíos catalanes oscilaba entre diez y doce mil, o sea del 4% al 7% de la población,
aunque en las grandes concentraciones urbanas llegaba hasta un 10%. Afirma que Barcelona
era la mayor, con unos 4.000 hebreos. Ello lo reafirma en cierto modo un artículo publicado en
octubre pasado en la bien documentada revista catalana “Sàpiens”, al indicar que de los
30.000 habitantes que esa ciudad tenía en el siglo XIII, el 10% eran judíos. Le seguían en
importancia Gerona con 1.000; Lérida, 500; Tortosa y Cervera, 300 cada una. Más pequeños
eran los calls de Besalú, Balaguer, Solsona y Tarragona, y aún menores Agramunt, Castelló
d’Empuries, Montblanc, Santa Coloma de Queralt, Tárrega, Villafranca del Panadés, Manresa,
Seo de Urgel, Vic, Falset y otras localidades. Y un historiador agrega otra nómina de ciudades y
pueblos en los que habría juderías: Sarriá, Martorell, Tarrasa, Sabadell, Granollers, Caldas de
Montbuy, La Roca, Moyá, Bagá, San Vicente dels Horts, Vilanova y la Geltrú, Cubellas, Piera, La
Llacuna, Jorba y Calaf. Y uno no puede menos que preguntarse: ¿y dónde no?

La primera mitad del siglo XIV marca el auge de las juderías catalanas. En un principio, en la
Corona de Aragón no se promulgaron leyes antijudías. Pero ya en el siglo XI se escuchan los
primeros síntomas de una política encaminada a conseguir la conversión forzada de los judíos,
en el círculo de San Raimundo de Peñafort, General de la Orden de los dominicos y confesor
del Papa. En 1263, ese famoso sacerdote creó un programa para convertir a los judíos, y para
ello estableció una escuela en donde se preparaba a los frailes elegidos para esa tarea que,
entre otras asignaturas, aprendían hebreo. Parece ser que el antisemitismo llega a Cataluña
por conducto de doctrinas heréticas: cátaras, valdenses y espirituales del siglo XII. Algunos
dominicanos comenzaron a reclamar el examen de los libros hebreos, y entre ellos Ramón
Martí y el apóstata Pablo Cristiá, que se había convertido en un rabioso antisemita. El clima ya
no era tan propicio y el propio Rey Jaime (Jaume) I, siempre favorable a los judíos, tuvo que
capitular ante las demandas de los poderosos dominicos.

Es así que la presión de la Iglesia no tarda en sentirse, con la natural decadencia de los
diferentes calls. Esta situación comienza con la peste negra de 1348 y culmina con los terribles
sucesos de 1391, cuando las masas encolerizadas por fanáticos llegados de fuera atacan a los
barrios judíos, que desaparecen en Barcelona y otras ciudades catalanas. Todos los intentos de
Juan I para restablecer el call de la Ciudad Condal no prosperan. Los judíos han perdido la
confianza en las promesas reales. Quedan, eso sí, no pocos conversos, que siguen practicando
su fe original contribuyendo a la prosperidad que se evidenció allí en el siglo XV. Buena prueba
de ello es la oposición general a establecer la Inquisición en 1487. Se ha encontrado un
testimonio histórico en los archivos de la capital catalana que dice lo siguiente: “Los hábitos
creados por cuatro siglos de continuo comercio con todas las naciones civilizadas por una
libertad y una seguridad personal nunca violadas impunemente, repugnaban aquel poder
suspicaz, que cual una sombra de terror venía a mover sus ocultos brazos entre ciudadanos
celosos de su independencia, artesanos orgullosos de su profesión, en una ciudad mercantil e
industrial, y como tal amiga de tratar con partes diversas y poblada de tratantes de diversas
partes. D. Fernando el Católico, que ni en esto ni en otros de sus actos más importantes

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manifestó conocer la índole de sus pueblos, y en especial de Cataluña, trajo a Barcelona esta
institución”.

Pero como era algo inevitable, los consellers, antes de capitular, buscan un compromiso.
Elevan sugerencias que "no se entregara a los herejes al braç secular hasta que se les hubiera
dado la oportunidad de reconciliarse con la Iglesia y abjurar de sus errores. En ese caso no se
les castigaría ni en los bienes ni en las personas". Era una sugerencia que deseaba mantener el
carácter tolerante de, por lo menos, el sector más progresista de la ciudad. Pero los
inquisidores, con el poder que tenían, ni siquiera aceptaron discutir esas propuestas.

Es interesante señalar el caso de una conocida personalidad local, Antonio de Bardaxi, que era
regente del departamento catalán en la cancillería real, y quien había tenido que firmar la
orden real sobre el establecimiento del Santo Oficio en Barcelona. En marzo de 1487, pocas
semanas antes de concretarse ese temida medida, abandonó en secreto el servicio del rey y su
ciudad natal, huyendo con su esposa e hijos a Francia. Este modo de proceder dejó atónitos a
todos quienes le conocían como un buen cristiano, creyente y devoto. Entre otros que también
lograron huir figura Juan de Sanct Jordi, antiguo secretario de Juan II. Su efigie y la de su
esposa fueron quemadas en el auto de fe del 25 de enero de 1488. Muy unidos a ellos por
lazos amistosos eran Jaime de Casafranca, tesorero real para Cataluña en el reinado de Juan II,
y su esposa. Estos prefirieron quedarse y en 1505 fueron condenados a la hoguera.

Ya que se habla de Cataluña, convendría recordar que el apellido Catalán aparece con bastante
frecuencia en Israel, y lo ostentan particularmente los oriundos de Bulgaria que, bien
entendido, son sefardíes cuyo origen no parece quedar en tela de juicio.

A continuación una somera relación de calls catalanes de los que se ha podido obtener
información. La nómina no incluye a Barcelona, cuya importante historia merece capítulo
aparte.

Balaguer
Esta localidad catalana tuvo un pequeño pero notable call, que según se calcula tendría entre
100 y 150 almas. Se supone que la judería estaba en el Barrio Nuevo, y la sinagoga fue
convertida en la Iglesia de Santa María del Miracle, tal vez en 1391, cuando los judíos tuvieron
que refugiarse en el castillo para librarse de los ataques de sus vecinos.

Besalú
Uno de los lugares más pintorescos de Cataluña que albergó una importante judería, es este
pequeño pueblo de la provincia de Gerona, famoso por su magnífico puente románico sobre el
río Fluviá. A su lado está la mikve, el baño ritual muy bien conservado, y uno de los contados
encontrados hasta ahora en toda España. "Pais aspre i antic", lo llama uno de sus cronistas.
Evidentemente, se trata de una aldea que no parece haber cambiado desde la Edad Media.
También se sabe que los judíos de Besalú fueron favorecidos por los condes de esa comarca, y
que los condes-reyes de Aragón y Barcelona, habían continuado esta tradición. En definitiva,
puede afirmarse que esta tierra fue todo un bastión de los judíos catalanes. Según Grau Besalú
no habría tenido un call propiamente dicho hasta después de 1415. Antes los judíos vivían
entremezclados con los cristianos, y sería entonces con motivo de la bula de Benedicto XIII,

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que se señalaron los límites de la judería, a alrededor de la sinagoga, donde está el "carreró
dels Jueus, y la plazuela des Jueus.

Cadaqués
En este pequeño pueblo catalán del Ampurdán hay una calle que se llama del Call, aunque
hasta ahora no se ha podido encontrar documentación alguna sobre la supuesta presencia de
judíos. Lo mismo ocurre con la localidad de La Bisbal, si bien en este caso se supone que la
judería debió ser muy pequeña. Más o menos como esta última habría sido la de Peralada,
cuya calle del Call es la cuesta que trepa desde la plaza de Pont hacia el castillo. Igualmente,
hay una calle del Call y una travesía homónima en San Feliu de Guíxols, de cuyos judíos
tenemos noticias gracias a las investigaciones de A. Jiménez. Un caso curioso ocurre con la
localidad de Vilajüiga, también el Ampurdán, cuyo nombre proviene de villa judaica. Pero nada
se sabe sobre la eventual presencia judía en este paraje, aunque la tradición local afirma que la
iglesia prerrománica que allí existe, y se conoce como "la Sinagoga", había sido una antiguo
casa de rezo judío.

Castelló d’Empuries
Es conocido el hecho que hubo comunidades judías en toda la comarca. Nada queda allí de la
posible comunidad judía, pero sí se pueden encontrar vestigios en Castelló. Y en la zona
turística de Cadaqués. Existe también un viejo carrer dels Jeues, que formó parte de la judería
primitiva de la plaza. De todos modos subsiste el recuerdo. Queda el portón de acceso a la
judería, siempre a espaldas de la vieja iglesia, y las calles que con un poco de imaginación
vuelven a estar habitadas por los hebreos, que con tanto empeño trabajan con ahínco para
poder vivir en un ambiente que no le es particularmente favorable. Pero a veces resulta el más
hospitalario del que hubiera podido existir en aquella época en toda Europa.

Cervera
Las primeras noticias del call de esta ciudad de Lleida corresponden al siglo XIII, aunque su
crecimiento debió ser muy rápido pues en la época de Jaime II ya se había hecho necesario
ampliar sus límites. De hecho hubo en esa ciudad dos juderías: el call jussà (inferior) y el call
sobirà (superior), el primero dentro de los muros de la foratelaza y el segundo extramuros. En
un contrato matrimonial (ketubá) de 1442 se indica que el novio procedía de Cervera y la novia
de la fortaleza de Cervera; una descripción que confirma lo indicado previamente. Además, en
el Archivo Histórico de la ciudad se conservan muchos documentos referentes a los judíos
cerverinos.

Figueras
No eran muchos los judíos de esta ciudad catalana, que había sido un pequeño pueblo en la
Edad Media. Sin embargo, autores catalanes indican la posibilidad de que hubiera allí un call.
Estaría situado en la calle de Besalú, actualmente una importante arteria comercial, así como
en la del Magre, bocacalle de la anterior, por donde estaría la sinagoga que existía en 1285. El
historiador Rodeja expresa la opinión de que pudo haber un cementerio judío en el lado oeste
del Parc Bosc, donde había una torrentera que se llamó antiguamente Correch dels Jueus.

Gerona
Uno de los principales calls peninsulares era el de esta capital catalana. Incluso tenía su propia
Montjuich, que como en el caso de Barcelona, era el cementerio judío, tantas veces

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mencionado por el escritor José María Ginorella, en su libro "Los hombres lloran solos". Varias
de las lápidas se conservan hasta el día de hoy en un museo local. La judería fue –como de
costumbre- objeto del odio del populacho, ansioso de hacerse con las riquezas con tanto
trabajo reunidas por los judíos. Pero no era suficiente el robo, era necesario matar también a
sus propietarios, para que no pudieran presentar reclamación alguna ante los reyes, que por lo
general, con mayor raciocinio, los defendían sabiendo el provecho que otorgaban el país con
sus conocimientos, capacidades y esfuerzo.

Los anales hebreos de esa ciudad fueron reunidos en dos volúmenes de la obra Per a una
História de la Girona jueva, publicada en 1988 por el Ayuntamiento. Se supone que fue la
judería más importante de Cataluña después de la Barcelona, una impresión confirmada por
muchos historiadores. Los judíos vivieron tranquilamente en Gerona durante mucho tiempo.
Podían poseer propiedades, y en 1278 se impuso un impuesto del diez por ciento de los bienes
inmuebles adquiridos de los cristianos. En 1258 Jaime I designó una comisión encabezada por
Bonastruc da Porta (Najmánides), el llamado "jefe de los judíos", quien junto con sus
ayudantes recibió privilegios especiales. Dirigía la comunidad un reducido grupo de
fideicomisos (neemanim) y a partir del siglo XIV, por un consejo de una veintena de figuras
principales de la comunidad, que disponía de sus propios juzgados.

Su principal problema residía en el marcado antagonismo del clero, y luego de la polémica


teológica judeocristiana de Barcelona en 1263 aquél instó al populacho a atacar a los judíos,
hasta tal punto que el monarca tuvo que enviar tropas para poner fin a esos disturbios. En
1276 y 1278 se repitieron esos ataques, y el entonces rey Pedro III amonestó severamente al
Obispo Pedro de Castellanou. En 1285 ese monarca ordenó la ejecución de varias personas
que habían participado en el despojo del barrio judío y la destrucción de la sinagoga.

La nómina de sus ilustres figuras es tan larga, que no se puede reproducir aquí. Existieron las
famosas familias Gerondi, Saporta y ben Shehset, entre otras. Y mención especial ha de
hacerse del ya citado Najmánides, que supo con tanta destreza defender su religión ante los
embates de un fanático converso, que con su conocimiento de causa trató de imponer sus
argumentos sobre los del famoso cabalista... y no lo logró. El rey Jaime I, que presenció este
famoso debate celebrado en Barcelona, reconoció que jamás había escuchado una defensa tan
cabal y sagaz, de "una causa errónea".

Lérida
Durante la dominación musulmana parece ser que la comunidad judía de Lérida (Lleida) no era
grande y se dedicaba principalmente a la tenería. Pero a partir de la conquista cristiana,
favorecida por la política real, fue creciendo paulatinamente en especial durante el reino de
Jaime I, hasta alcanzar unas 500 almas: es decir, fue la tercera judería por importancia de
Cataluña, luego de Barcelona y Girona. El barrio judío era una zona fortificada, conocida con el
nombre de Coiraza. Se sabe que en los disturbios antijudíos de 1391 la sinagoga fue convertida
en iglesia, pero se supone que habría quedado otra. Indícase que el antiguo call fue totalmente
destruido, aunque en el período de 1400 a 1413 se habrían entablado negociaciones entre los
judíos y las autoridades municipales para reconstruirlo. Los habitantes judíos recibieron
facilidades económicas, excepción de impuestos y moratoria para rescatar sus deudas, con una
amplia autonomía en cuanto a la vida comunitaria se refiere. Los historiadores están tratando

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ahora de definir aquellas partes de la ciudad en donde estaba el antiguo call. Pero con la
Expulsión, dejó de existir esa judería. Cabe señalar, que poco antes se había establecida una
"filial" de la temida Inquisición en esa ciudad catalana, a pesar de la oposición de algunos
círculos liberales, que nada pudieron hacer frente a la decidida actitud de los todopoderosos
inquisidores.

En cuanto se refiere al cementerio, se ha precisado con exactitud donde se encontraba: dentro


del ensanche de la ciudad actual, entre las calles Vallcalent, Ciutat de Fraga, Joan Baiget y plaza
Missions. Indícase que en 1870, entre las sepulturas allí encontradas, se halló en un dedo del
esqueleto un anillo de oro con la inscripción en hebreo del nombre Groig, muy común entre
las judías catalanas. Ahora es guardado en el Museo Arqueológico, y para el investigador D.
Romano es "la mejor de las joyas hebraicoespañolas conocido". Pero parece ser que había otro
beit almim, ya que en una carta de 1353 Pedro el Ceremonioso ordena que se asigne a la
comunidad un terreno para cementerio, porque el que existía ya era pequeño para sepultar a
las numerosos víctimas de la peste negra.

Manresa
En esta ciudad catalana a orillas del río Cardoner todavía existe la Baixada des Jueus, que baja
del ayuntamiento hacia la plaza d’en Creus. Parece ser que esa calle se llamó oportunamente
del Call, y antes aún, Grau dels Jueus. También se ha revelado que en el subsuelo del actual
ayuntamiento, se halla la Curia del Veguer y Batlle, que la calle o grau dels jueus tenían dos
puertas, una por la parte de la plaza y otra en la calle de Na Bastardes.

Montblanc
Otra aldea catalana que habría tenido su propio call, según lo afirma el historiador Riera. Pero
no ha quedado vestigio físico alguno de su presencia, salvo la angosta calle llamada dels Jueus,
con un arco en punta en medio de ella que, según se opina, hubiera servido para cerrar la
judería en una emergencia. Se sabe que una de las dos sinagogas que habría en esa localidad
fue convertida en 1311 para erigir el monasterio de Santa María de la Serra, de las monjas de
Santa Clara. El cementerio hebreo, creado en un terreno donado por el rey, estaría en una viña
antes de llegar al río Francolí. Sin embargo, se ha podido saber que el gran dirigente judío
Shelomo ben Adret, que participó en la dirección del call de Barcelona, y defendió los intereses
judíos en el reino de Aragón, en los últimos años de su vida (1306) todavía intervino, para
anular un privilegio concedido a un converso sobre las rentas del matadero judío de
Montblanc.

Santa Coloma de Queralt


Esta ciudad catalana habría tenido unas 50 familias judías, que dependían la mitad de la
nobleza y la otra mitad del rey. El llamado carrer dels Quarteres, previamente carrer del Jueus,
contaba con varias casas conservadas de la presencia hebrea, una de las cuales habría sido la
sinagoga. También se conservarían restos de la escuela judía local así como del hospital judío.

Por otra parte, y según un documento de 1327, dado a conocer por J. Segura en Jochs Florals
de Barcelona 1885, se indica que dos judías de la localidad, Ester Cabrit, y su hija Astrugona
Zaporta, ambas viudas, asumen plena responsabilidad por el mantenimiento de los dos hijos
de esta última, y que se ocuparán de su instrucción in Lege hebraica, abonando los honorarios
que correspondiere a sus maestros. Esta obligación demuestra la importancia que concedían

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los judíos de todas las clases a la enseñanza de sus hijos, un precepto que se viene repitiendo a
través de los siglos en toda la Diáspora judía.

Seo de Urgel
Como otras ciudades catalanas, Seo de Urgen tiene su carrer dels Jueus, lo que da fe a la
existencia de una judería local. No queda ningún rastro de la sinagoga, pero se tiene
constancia que en mayo del fatídico 1391 los judíos locales pidieron permiso al obispo para
construir una nueva sinagoga, en lugar de la antigua que ya se estaba desmoronándose. No se
cree que pudiera terminarse, ya que tres meses más tarde toda Cataluña –como la mayor
parte de España- fue testigo de terribles pogroms antijudíos.

Solsona
Parece ser que no hay ciudad catalana de cierta importancia que no tenga un pasado judío. E.
Riu y Cabanas, en su obra sobre la aljama local, dice que contaba entre 100 y 150 personas,
recuerda que muchos fueron los que perecieron por la peste negra, además de las víctimas
causadas por tumultos antijudíos. Y afirma que había existido una calle de los Judíos, conocida
hoy con el nombre de San Pablo, que sale del ayuntamiento hacia cuesta abajo.

Tarragona
Desde una época remota hubo judíos en esta capital catalana. Afírmase que con toda
seguridad su presencia se remonta a la época romana y que el geógrafo El Idrisi la habría
llamado "ciudad de judíos", lo que permite suponer que los hebreos se dedicaban al comercio,
compartiendo con los demás habitantes las responsabilidades de la defensa de esta plaza
fuerte. En 1311 se indica que se ordenó la confiscación de los bienes de algunos judíos
tarraconenses, por la sospecha de haber participado en la conversión al judaísmo de dos
cristianos alemanes. Además, una de las sinagogas de esa ciudad fue convertida en iglesia. Esas
penas tan severas se repitieron cuando llegaron los desterrados de Francia en 1320 y 1321.
Además de renovarse la aquella cuestión, se agregaron nuevos casos de aceptación de
arrepentidos. Algunos hebreos recibieron elevadas multas y otros huyeron. También salvó su
vida un judío vecino de Valls, que había recibido en su casa a uno de los arrepentidos. El judío
había sido condenado a la última pena y su casa debía ser quemada, pero al huir aquel el rey
se apropió de su hogar "para fines más útiles"

Es en Tarragona donde se halló una lápida hebrea que afírmase sería la de mayor antigüedad
de España, actualmente expuesta en el Museo Sefardí de Toledo. El museo local conserva otra
lápida menos importante, pero igualmente instructiva, hallada en 1950, que estaría en el
frontispicio de una fuente pública en alguno de los barrios judíos –parece ser que hubo hasta
tres- y que llevaba una inscripción en hebreo, así como un escudo en relieve de las cuatro
barras catalanas. En la catedral se expone el retablo de la Virgen de Guerau Gener y Lluis
Borrasà, en donde pueden verse varios judíos de la época, además de Moisés con las Tablas de
la Ley, acompañado de profetas. Y detrás del coro de ese templo hay un mural del siglo XIV, en
el que están representados unos judíos con la vestimenta obligada de la época.

Tárrega
En este pueblo de la provincia de Lleida, donde vivió el poeta y escritor en catalán Moshé
Natán, apenas si se tiene noticias anteriores al siglo XIV. Según datos obtenidos del Archivo
Municipal, en 1357 habría más de 200 judíos. Se sabe que la sinagoga estaba en una zona

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frecuentemente inundada por las crecidas del río Dondara, hasta quedar totalmente
arruinada. Aparentemente ante un pedido de la comunidad, el vicario general del obispado de
Vic, diócesis a la que pertenecía esa localidad, autorizaba en 1346 la edificación de una nueva
sinagoga, a condición que la puerta de acceso no fuera visible desde el barrio cristiano. En el
sitio de internet de la localidad se puede leer que “la comunidad judía de Tárrega tuvo mucha
importancia hasta que en razón de conflictos diversos dieron lugar al asalto e incendio del call
en que perdieron la vida 300 judíos en el año 1349”.

Tortosa
Esta ciudad catalana tiene un rico pasado judío. Cuando fue conquistada en diciembre de 1148
por Ramón Berenguer IV, donó a la comunidad un campo para la construcción de sesenta
viviendas, así como huertos, viñedos y otros campos de labrantío que habían sido propiedad
mora. No es de extrañar, por consiguiente, que en esa época el call de Tortosa figuraba entre
los mayores de Cataluña. Como en toda la península, sufrió no poco de los sangrientos
pogroms en 1391, y en 1414 se celebro allí la famosa disputa que presidió el propio Papa
Benedicto XII, antes Pedro de Luna, nativo de esa ciudad.

Siempre se ha considerado que el call estaba en el barrio de Remolins, situado al nordeste de


la ciudad y al pie del presente Parador. Lo que se sabe es la antigua sinagoga fue confiscada
por la ciudad durante la Expulsión y vendida en 1493. Asimismo se dice que el cementerio o
Fossar dels jueus estaba no lejos del call, pero no se ha podido precisar el lugar. Las lápidas
que allí hubiere habrían sido empleadas, como fue en muchos casos, en la construcción de
nuevas casas. Es lamentable que no sólo se haya condenado a los vivos a un terrible destierro,
sino también a los muertos, desapareciendo su memoria por completo.

Valls
Esta ciudad, por ser importante para el comercio catalán al estar situada en el camino de
Tarragona a Lérida, y capital del Campo Alto, tuvo un nada despreciable call. Existe
documentación sobre la labor realizada por los médicos judíos, principalmente en un artículo
de Secall Güel "Els metges jueus de Valls", publicado en 1978. Dícese en la judería había un
arco con un portón para cerrarlo cuando la necesidad lo imponía. Pero lo que queda es una
calle llamada des Jueus, y la travesía del Call. El pogrom de 1391 fue horroroso, pero la judería
adquirió renovado vigor entre 1423 y 1472.

Vic
Dícese que tanto en esta localidad, como en otros pequeños pueblos catalanes, se consignó
hacia fines del siglo XIII una importante afluencia de hebreos, quienes como consecuencia de
haber sido apartados de sus cargos administrativos, comenzaron a abandonar las grandes
ciudades como Barcelona. Se han encontrado documentos de que en 1277, en la época de
Pedro III, se autorizó a los judíos de esa ciudad catalana construir una sinagoga, a cambio de
dos áureos de tributo supletorio, "de oro bueno y justo peso". Se sabe que parte de la judería
pertenecía a la casa de Moncada y al obispado. Asimismo, se supone que el call se encontraría
alrededor de la actual plaza de Montrodón y la calle d’en Guiu. Pero en el pogrom de 1391
desapareció por completo.

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Villafranca del Panadés
Testimonios reunidos por el erudito local A. Massanell i Esclasans, indican que esa ciudad
barcelonesa contaría en 1325 con una importante judería, que sumaba entre 270 y 300
personas. Afirma el estudioso que ésa fue su época de mayor esplendor, y que en 1350, dos
años después de la peste negra, habría quedado reducida a unas 40 familias. Extramuros
estaba el Montjuich local, que era el cementerio judío, y no lejos habría un aldea que se
llamaba Pobla del Jueus.

Empeño judío en la colonización de Castilla y


León
El relato judío de estas dos regiones, otrora reinos cristianos de la península, no es menos
ilustrativo sobre la importancia que había tenido el judaísmo en la España medieval. Aquí
encontramos, entre otras cosas, a los “pioneros” judíos de aquella época, que con su esfuerzo
colonizaron amplias comarcas que habían sido despobladas por la lucha entre moros y
cristianos.

¿Cómo llegaron los judíos a instalarse en el reino de Castilla durante la Reconquista? Dos
factores explican este fenómeno: por una parte, los judíos huían en masa de Al Andalus, en
donde eran ferozmente perseguidos por los fanáticos musulmanes que habían llegado luego
de desaparecer el liberal y próspero Califato de Córdoba. Y las victorias de los ejércitos
castellanos habían dejado una extensa "tierra de nadie", aldeas y ciudades despobladas como
resultado de la encarnizada lucha librada contra los moros. Esta situación era conveniente a los
castellanos, ya que era lugar para afrontar las incursiones de los musulmanes, y cuando la
suerte no les sonreía, se refugiaban en los montes más hacia el norte. Pero en un momento
dado los reinos cristianos se sintieron más fuertes y seguros, y entonces se planteó el
problema de poblar esa zona. Por su parte, los judíos estaban buscando a dónde ir, y
dispuestos a hacer cualquier cosa para poder sobrevivir. Así es que se instalaron en esas tierras
convirtiéndose en campesinos, pastores y artesanos. Pero en las nuevas tierras colonizadas
faltaban administradores de toda índole y personas que supieran solucionar los problemas
económicos. Los reyes y la nobleza no contaban con hombres expertos; eran principalmente
gente de armas, expertos en la lucha y la caza. Para eso estaban los judíos, y así se explica que
durante siglos los hebreos cumplieran tareas tan esenciales para el desarrollo de esas
regiones. Es cierto modo, fueron los “pioneros castellanos”.

En una población estimada en ocho millones de habitantes en el siglo XV (Castilla, Aragón y


Navarra), se calcula que los conversos serían unos 250.00 mientras que los judíos practicantes
sumaban 200.000 Es decir, unos y otros representaban un 5% del todos los habitantes de esos
reinos. Pero en Castilla tan sólo, su proporción era mayor: se acercaba al 6% de la población:
es decir, uno de cada 16 habitantes era judío; tres de cada 50, hebreos o conversos.

Como se puede ver, la historia de los judíos de Castilla es la propia historia de este reino, en
todos los aspectos. Pero en las Cortes que se celebraban en distintas ciudades, se decidía el
futuro de las aljamas castellanas. Una vez para imponerles nuevos gravámenes, y otra para
concederles un poco de tranquilidad luego de épocas particularmente difíciles. Por lo general,

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en cada una de las decisiones de los reyes había alguna que otra conexión con la comunidad
hebrea. A veces, incluso se promulgaron decretos especialmente para ellos, como el
Ordenamiento de Alcalá y muchos puntos importantes de las Partidas de Alfonso X. Y en el
siglo XV se dispusieron muchas restricciones durante el sínodo celebrado en Valladolid.

Porque, una vez consolidada la presencia humana en esos territorios, surgió el brote del
antisemitismo. Y fuera de una que otra excepción, se repitió también aquí el conocido relato
de las persecuciones, de las sangrientas matanzas y las espeluznantes escenas de odio
antisemita, en un fuego de insensato extremismo religioso. Cundía por aquel entonces un
fanatismo que no conocía límites, y que tanto perjuicio causó a ese país. Ya que no son pocos
los que afirman que también por esa razón, de potencia mundial que fuera con dominios en
los que "no se ponía el sol", España se vio acosado por guerras y conflictos que dieron lugar a
su decadencia.

León
¿Cuantos “leones” debe haber en Israel? Desde luego que no faltan, hay tantos que hasta
“Reviat Hateatrón” (Cuarteto del Teatro) de Tel Aviv compuso en los años sesenta una canción
satírica que fue muy popular en su época: “Adón León” (señor León). Semejante personalidad
no es de desmerecer, y buena prueba de ello es que el señor Alcalde incluso le dijo “Merçi”,
reza el estribillo. Sea como fuera, recuerdo que fue un León Recanati quien fundó el Bank
Discount, emporio del judaísmo sefardí de Israel, en donde se escuchaba en su momento más
ladino que hebreo. Actualmente, el tercer banco en importancia de Israel.

Pasando al plano histórico, se ha de señalar que luego de la reconquista de esta región los
judíos fueron especialmente bien acogidos, ya que como en el caso de Castilla, se necesitaba
gente dispuesta a repoblar el gran número de pueblos que habían quedado desiertos durante
casi dos siglos. Es por lo tanto aquí, que aparecen las pueblas judías: es decir, localidades
habitadas principalmente por hebreos, en donde eran "personas gratas". ¿No es ésta una triste
ironía? Porque eventualmente, los judíos sufrieron las mismas peripecias, humillaciones y
asesinatos que en el resto de la península.

Se sabe que las pueblas cultivaron la tierra con ahínco, creando los graneros de todo el reino,
de modo que se puede suponer que esos judíos, habrían de algún modo cultivado los campos
de trigo y cebada que alimentaron a la población y enriquecieron las arcas del reino, con los
altos impuestos que deberían abonar. Es sabido que la ciudad de Palencia prosperó gracias a
esa actividad agrícola, así como pueblos tales como Monzón de Campos, Amusco, Herrera del
Pisuerga, Astudillo, Cea y Roa. Y también es un hecho conocido que las autoridades
eclesiásticas palentinas pidieron -y consiguieron en 1177- que la aljama de esa ciudad leonesa,
que dependía directamente de los reyes, pasase en cuestiones tributarias al dominio del
Cabildo Catedralicio, que otorgaba a los judíos una protección que era más ficticia que real.

Pero los disturbios antijudíos desatados en tiempo de Sancho IV, dieron lugar a que el monarca
Fernando III tuviera que anular la decisión previa, declarando que los judíos de Palencia
estarían nuevamente bajo la tutela exclusiva de la corona. Luego, para mal de todo el pueblo y,
especialmente de los judíos, estalló la guerra civil entre Pedro I y su hermanastro Enrique de
Trastámara. El escritor judío Samuel Carcas que vivía entonces en Palencia, escribió en su obra
Mekor Hayim, un vívido relato del hambre y la miseria sufridos por los judíos de esa ciudad. Y

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las horribles matanzas desatadas en 1391 por un fanático prelado andaluz, el arcediano de
Ecija, un tal Fernando Martínez de triste memoria, completaron la tarea y la ciudad quedó
"limpia" de judíos.

A continuación una somera descripción de las principales localidades castellanas y leonesas


donde existieron aljamas judías:

Alcalá de Henares
Se sabe que el obispo de Toledo concedió a los judíos de esa ciudad castellana las mismas
leyes e iguales derechos que a los cristianos. Pero, posteriormente, Alfonso XI, en la gran
reforma legal que en febrero de 1348 sancionó en lo que es hoy esta importante ciudad
madrileña, incluyó capítulos que afectaban negativamente a los hebreos. Después de la
Expulsión, algunos conversos llegaron a dictar cátedras en la Universidad Complutense (la
ciudad se llamaba Complutum de la época romana), famoso centro de estudios fundado por el
Cardenal Cisneros, regente de España, a la muerte de Fernando el Católico,

Arévalo
Según el cronista Juan José de Montalvo, esta localidad segoviana tuvo una aljama importante,
y al ser expulsados de España, no menos de cuatro mil judíos, que vivían en la judería junto al
río Adaja, la tuvieron que abandonar.

Avila
Otra ciudad de Castilla, antes llamada la Vieja, que contaba con dos aljamas. La principal se
hallaba en la parte noreste del famoso recinto amurallado. (Como se sabe, la patria de Sta.
Teresa de Jesús, que fue de origen judío, tiene hasta hoy la muralla mejor conservada en toda
la península). La otra estaba en el ángulo sudoeste de dicho muro protector. Parece ser que en
la época romana ya había judíos en esa ciudad. También se dice que residió en esta ciudad -y
hay quienes afirman que nació en ella- un judío muy notable, rabí Moisés de León (véase el
párrafo dedicado a la capital leonesa).

Berlanga del Duero


Esta pequeña localidad castellana, que fue una impresionante villa medieval, se distingue hoy
por haber conservado su aspecto original y su magnífico castillo. Así es que cuenta con una
colegiata gótica que habría estado en un barrio llamado la Yubería, que se extendería hasta el
Mirador de las Monjas. Y tiene un llamado rollo, en donde se habría castigado a más de un
judío reacio que no quería renunciar a su fe.

Briviesca
Como si no fuera poco lo que hicieron los españoles contra los judíos durante esta larga y
trágica crónica de persecuciones, indícase que la aljama de esta localidad en la provincia de
Burgos fue "totalmente destruida" por las tropas de los mercenarios... franceses mandados
por el general Bertrand du Guesclin. Efectivamente, el aspirante al trono Don Eduardo, había
contratado los servicios de este militar francés, en la lucha civil desatada contra su
hermanastro Don Pedro, por la corona de Castilla. Afírmase que esa judería contaría con 200
judíos aunque, algunos historiadores como Itzhak Baer, no aceptan esa cifra señalando que el
lugar era tan pequeño que no es admisible que hubiera tantos hebreos.

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Burgos
Nuevamente una ciudad española que habría tenido una importantísima aljama, de la cual no
queda prácticamente el menor indicio. En el poema Mío Cid se indica la estratagema del
Conquistador para conseguir fondos al ser desterrado de Castilla. Hizo llenar de arena dos
baúles en prenda a los judíos Raquel y Vidas, haciéndoles creer que contenían joyas de gran
valor. Pero es notable el desenlace de ese suceso: dio lugar a una relación amistosa del famoso
héroe con los judíos, a los que premia luego con sendos cofres llenos de plata, en lugar de
aquéllos. Uno de ellos es exhibido en la catedral burgalesa, y es conocido como el "Cofre del
Cid".

La judería de Burgos fue favorecida en la época de Fernando II y Alfonso X, en especial cuando


este último decretó las Leyes Nuevas, que la ponían al amparo de cualquier injusticia. Los
judíos -lamentablemente como en muchos otros casos- fueron los recaudadores de impuestos,
y despertaron el rencor de muchos contribuyentes cristianos. Pero la aljama albergaba cada
vez más hebreos, y en 1290 se anota que abonaron tributos por más de cien mil maravedíes,
mientras que las juderías más prósperas de Castilla y León apenas llegaron a los dos tercios de
esa suma. Con las guerras intestinas de Castilla (1350-69) comenzó la decadencia judía en esa
ciudad: por haberse puesto del lado del rey don Pedro, y haber participado en la lucha de
Burgos contra las huestes del rebelde, los hebreos tuvieron que abonar una multa de un millón
de maravedíes a Enrique II. Afírmase que hasta tuvieron que vender los ornamentos de la Torá
para poder reunir esa astronómica suma, y los que no pudieron pagar su parte fueron
vendidos como esclavos. Esta ciudad también fue testigo en 1391 de las matanzas provocadas
por el arcediano de Ecija.

Castrogeriz
Esta aldea castellana, junto a la región de León, habría estado originalmente poblada en su
mayoría por judíos. Ello se explica en el hecho que en la Carta Puebla otorgada en el año 974 a
esa localidad por el Conde Fernán González, se concede a los judíos los mismos derechos que a
cualquier cristiano. Pero cuando Sancho el Mayor falleció en 1035, los habitantes de
Castrojeriz saquearon el palacio real en Mercadillo, cerca de Burgos, y dieron muerte a cuatro
oficiales del rey y a sesenta judíos, aunque los demás pobladores no sufrieron daño, salvo que
se les obligó a trasladarse a Castrillo y establecerse allí. El significado resulta evidente: cuando
sucedía una revuelta contra la monarquía los judíos, que eran propiedad del rey, figuraban
entre las primeras víctimas.

Ciudad Real
Siendo como era una villa creada por el Rey Alfonso X para limitar en cierto modo la gran
gravitación que tenían las órdenes militares, los judíos no tardaron radicarse en ella, en vista
de las ventajas que tenía el hecho de residir en una ciudad bajo el dominio directo del monarca
castellano. Con el transcurso del tiempo prosperaron y tuvieron no poca influencia en los
asuntos de la ciudad. Pero el saqueo de la aljama y la matanza general de anusim y judíos, dio
por terminada su presencia en 1449.

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Sin embargo, Ciudad Real era conocida como un centro de nuevos cristianos, que sólo lo eran
de nombre. Así es que en 1483 se estableció un tribunal inquisitorial, que comenzó con cierta
moderación, y publicó un período de gracia de 30 días. Muchos conversos huyeron, y algunos
confesaron ser judaizantes. El primer auto de fe se efectuó en noviembre de ese año, en el que
los acusados declararon públicamente su arrepentimiento y fueron reconciliados con la iglesia.
Pero en febrero de 1484 34 personas murieron en la hoguera, reiterando su condición de
judíos sin que aceptaran reconciliarse, lo que les habría permito morir por el garrote, antes de
que sus cuerpos fueran quemados.

Cuéllar
Pequeña ciudad de la provincia de Segovia, cuya judería había crecido de cincuenta a
doscientas almas poco antes de la Expulsión, gracias a los favores concedidos por el corregidor
de la villa. Es interesante señalar que según testimonios obtenidos de los procesos de la
Inquisición, en los años 1470 las relaciones entre la aljama y los demás vecinos eran tan
buenas, que en Rosh Hashaná (Año Nuevo judío) muchos cristianos respetables de ese pueblo,
del palacio del duque y de la villa solían acudir a la sinagoga, a fin de escuchar el sermón de
"rabí Simuel, físico del sennor duque". Afirmábase que éste era un gran filósofo y en sus
prédicas discutía y razonaba sobre esa ciencia y no sobre cosas de sus religión, por lo que
también los cristianos podían escuchar sus palabras.

Cuenca
Desde el momento en que fue reconquistada en 1177 por Alfonso VIII, esa ciudad manchega
estuvo dividida en tres barrios: el cristiano, que era el mayor, el musulmán, llamado Argelillo, y
el judío emplazado próximo al alcázar. Y parece ser que todas las tres comunidades
convivieron, hasta los terribles sucesos de 1391. Previamente, el rey castellano había dictado
un fuero muy liberal para la ciudad, en el que se tomaba en cuenta la condición de los judíos;
"Cualquiera que venga a Cuenca a habitarla, venga seguro cualquiera sea su condición, es
decir, cristiano, moro, judío, libre o siervo". Pero la incitación antijudía fue particularmente
intensa en el siglo XV, y con la Expulsión ha desaparecido todo rastro de esta aljama.

Guadalajara
Afirman los cronistas que cuando los ejércitos musulmanes llegaron a esta ciudad castellana,
ya vivía en ella una importante comunidad hebrea. En 1139, al ser reconquistada por Alfonso
VIII, éste le otorgó un fuero especial en el que los judíos obtenían los mismos privilegios y
obligaciones que los caballeros. Dos tercios de los varones jóvenes debían acompañar al
monarca en sus campañas, y el tercio restante protegería la plaza fuerte de posibles ataques.
La aljama prosperó de tal manera que llegó a tener no menos de ocho sinagogas, pero como
en otras ciudades, las matanzas de 1391 iniciaron su decadencia. Sin embargo, posteriormente
se convirtió de nuevo en un centro de eruditos rabínicos e intelectuales judíos. Se ha de
recordar que en ella nació un distinguido estudioso, Moisés de León, autor del Sefer Hazohar,
que expone las teorías esotéricas del judaísmo.

León
Primeramente los judíos se instalaron en una “puebla” llamada Castro Iedeorum ya a fines del
siglo X, y las leyes más antiguas del reino (Fuero de León, 1017-1020) estipula que si un
hombre libre poseyera una casa construida en el solar de otro y deseara venderla, el precio

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han de fijarlo cuatro tasadores, dos cristianos y dos judíos. Es decir, de ello trasciende que los
judíos tenían los mismos derechos que los cristianos. Se sabe que los judíos pagaban al rey un
impuesto colectivo. Y los de la ciudad de León tenían sus privilegios. Pero en 1092 Alfonso VI
accedió a las demandas de la nobleza y el pueblo llano, y re4dujo esos derechos y privilegios.

Se cuenta que durante las celebraciones de Pascua, el Viernes Santo, los cristianos de la ciudad
bajaban a la judería, junto al barrio Húmedo, para vengarse de los judíos, a los que
consideraban responsables de la muerte de Cristo. Las autoridades, alarmadas, para evitarlo,
decidieron permitir una suave bebida alcohólica en las tabernas del camino, con la que se
emborrachaban y desistían finalmente de sus intenciones. Esta bebida era la limonada;
originalmente vino tinto rebajado con agua, limón y azúcar.

Según las crónicas de Lucas de Tuy, en 1196 arrasaron el Castro y sus habitantes fueron
convertidos en esclavos. Pero a pesar de todo, muchos judíos se instalaron en el centro de la
ciudad. Se estima que se dedicaron no solamente a la artesanía y el comercio, sino también a
la agricultura. Pero en 1293 el rey Sancho IV prohibió a los judíos de León la posesión de tierras
de labor. Desde esa fecha lo judería sufrió todas las visicitudes de otras aljmas. En 1313 se les
obligó a llevar el distintivo amarillo, en 1365 se les obliga a abonar el impuesto de alcabala y en
1449 se registró todo un pogrom en el que murieron muchos judíos. Finalmente, en 1481 once
años antes del Edicto de Expulsión, son desterrados de León.

Hoy, parece ser que las cosas en algo habrían cambiado. Según el boletín informativo de abril
de 2004, de la Red de Juderías de España, durante ese año se prosiguieron las excavaciones
arqueológicas realizadas por la Universidad de León en el barrio de Puente Castro, “también
conocido como Castro de los Judíos”, además de realizarse otras actividades para revivir su
pasado judío. ”De este modo se dispondrá de un espacio expositivo adecuado en el que
desarrollar un recorrido por la historia, sociedad y cultura hispano-judías, su implantación en la
ciudad de León (aljamas del barrio de San Martín-Santa Ana y Puente Castro), en el resto de la
provincia, donde se constatan hasta 23 juderías (Sahagún, Astorga, Valderas, Cea, etc.) así
como en los otros reinos hispánicos”, señala la noticia.

Posiblemente una de las figuras más destacadas del judaísmo leonés fue Moshé ben Shem Tov
de León, autor del célebre libro Zohar (Esplendor). Se supone que este rabino y estudioso
español habría nacido en León en 1205 y fallecido en Arévalo en 1305. Después de incursionar
en el aristotelismo de Maimónides, se dedicó al estudio de la Cábala y escribió la mayor parte
de aquel libro, considerado como la base de la ciencia esotérica judía. Estuvo en contacto con
cabalistas de diversas partes de España, incluso con los de la escuela de Najmánides en Girona,
que era el centro de la Cabalá en la península. Se le atribuyen no menos de 24 obras y escritos
sobre ese tema, particularmente en la época en que residió en Guadalajara y, más tarde, en
Ávila.

Madrid
La capital de España tiene el dudoso honor de haber sido escenario de los más espectaculares
procesos de la Inquisición. La hoguera permanente, para atemorizar a todos los que vacilasen
de la fe, estaba en el centro de la ciudad, en la calle de Alcalá esquina Serrano, frente las verjas
del Retiro, el famoso parque madrileño. En el Museo del Prado se pueden contemplar dos
cuadros que representan autos de fe, uno de Alfonso de Berruguete y el otro de Juan de

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Borgoña. Juan Atienza demarca la antigua judería entre las calles de Bailén y Mayor, la plaza de
Oriente y la de Isabel II, además de otra aljama situada en la actual Plaza de Levapiés. Durante
las matanzas de 1391 fueron asesinados o tuvieron que convertirse la mayoría de los judíos de
esa villa, cuyas autoridades echaron la culpa al "pueblo menudo", que siguió hostigando a los
hebreos durante todo un año.

Es interesante señalar que en el siglo XVII, cuando España era tabú a los hebreos, el conde de
Olivares hizo que muchos judíos regresaran a este país para que fueran, a estar lo que dice el
citado historiador hispano, "consentidos por las necesidades que el gobierno tenía de sus
conocimientos mercantiles y económicos, en un momento en que la economía española se
encontraba totalmente agotada". Y no es de extrañar, por qué esa época coincide con la
prosperidad comercial de los Países Bajos, en donde había florecido una importante
colectividad sefardí, sobre todo en Ámsterdam.

Madrigal
Los Reyes Católicos, luego de derrotar a sus enemigos del exterior y el interior, celebraron las
Cortes en esa villa de Ávila en abril de 1476 las que, entre otras cosas, suspendían en forma
total la prorrogativa de las aljamas de juzgar sus propios pleitos. Los reyes confirmaron los
edictos de 1380 y 1412 sobre el particular. Cabe señalar que la decisión se adoptó para
propiciar las nuevas ideas políticas de los soberanos, que les hizo sustraer la jurisdicción penal
de manos de todas las corporaciones políticas. En ese mismo año se creaba la Santa
Hermandad, cuya finalidad era servir como instrumento para cimentar la monarquía absoluta.
Nada de fueros y privilegios, se habían echado los cimientos para labrar la Solución Final del
Problema Judío de España.

Medinaceli
Este pueblo de Soria tiene antecedentes de haber contado con una aljama que llegó a ser
bastante importante en la Edad Media. Afírmase que cerca se pueden divisar los restos de lo
que fueron unas salinas montañeras, que habrían sido explotadas por un judío local, quien se
comprometió a recoger la sal y entregar la mitad al arcediano de Sigüenza. Transcurridos
cuatro años, tuvo que entregarlo todo a la catedral. Aunque no existe documentación escrita,
sí se ha notado que el antiguo convento de San Jerónimo, ahora conocido como la iglesia de
San Román tiene una planta totalmente divorciada del estilo en que se construyeron los
templos de la Edad Media, por lo que se supone que allí había estado la sinagoga local, ya que
ésta sí responde a la forma en que se edificaban los templos judíos de esa época.

Medina de Pomar
Las viejas crónicas la consideran como la aljama más importante de las merindades de Castilla
la Vieja; es decir, esas uniones de pueblos con características geográficas y económicas
similares que existían en el centro de España. A estar a esos testimonios, la sinagoga estaba
fuera de las murallas y se estima que la judería estaría ubicada en la zona de las Casas Nuevas,
delimitada ahora entre la calle de Nuño Rasura y la carretera de Incinillas, junto al llamado
Campo de Santa Clara.

Miranda de Ebro
Una de las aljamas más antiguas de Castilla, obtuvo un fuero en 1099 que concedía a los
hebreos iguales derechos que los cristianos y musulmanes, un privilegio que fue confirmado en

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1304 por Fernando IV. Otros reyes castellanos, como Alfonso XI y Pedro I lo refrendaron en
1347 y 1351. Durante la guerra civil de 1360, los hombres de Enrique atacaron la judería
matando a no pocos judíos. Pero posteriormente las autoridades de Burgos concedieron una
serie de nuevos privilegios a los judíos, como el derecho a tener sinagogas y trabajar los
domingos en sus casas o en talleres cerrados. En 1485 tuvieron que abonar un tributo especial
de 107 castellanos para contribuir a financiar la guerra contra el reino de Granada. Cuando
fueron exilados en 1492, los judíos vendieron a la comunidad tanto el osario como la sinagoga,
posiblemente situada en la actual calle La Fuente, que se convirtió en iglesia. El resto de los
bienes hebreos pasó a ser propiedad del Concejo.

Ocaña
No lejos de Toledo, esta ciudad castellana también tuvo su aljama. Las leyes del Fuero Juzgo,
promulgadas en 1296 sobre la anulación de deudas de cristianos a judíos, disponían que no se
aplicaban a esa localidad. En 1313 Alfonso XI otorgó los tributos de la localidad a la Orden de
Santiago, y si bien la judería sufrió las consecuencias del pogrom de 1391, se repuso poco
después. Posteriormente se indica la presencia de un grupo de conversos, que mantenía
estrechas relaciones con la judería local. En 1483 algunos judíos expulsados de Andalucía
encontraron refugio en Ocaña. En esa época el rabino local era Isaac de León, uno de los que
más se distinguieron en la época que precedió a la Expulsión. También se tiene noticia de los
autos de fe celebrados allí al final del siglo XV y comienzos del XVI, aunque posteriormente
otros conversos se instalaron allí hasta el siglo XVII.

Olmedo
No se tiene noticia cuándo se creó la aljama de este pueblo, situado en la provincia de
Valladolid, famoso por haber sido allí donde don Alfonso derrotó al ejército de Enrique IV en
1467. Se sabe que esta localidad fue capturada del dominio musulmán poco antes de 1085 por
Alfonso VI, pero estaba deshabitada y volvió a ser repoblada en 1095 obteniendo un fuero
especial. La comunidad judía creció en especial durante el siglo XIII, y en 1485 Juan II le otorgó
ciertas franquicias en el pago de tributos. Los documentos indican que en 1474 la aljama
abonó 500 maravedíes en tal concepto, y un año antes de la Expulsión, en 1491, los tributos de
los judíos ya sumaron 108.500 maravedíes. Asimismo, se tiene noticia de que los Reyes
Católicos ordenaron que se investigara la queja elevada por la comunidad, en cuanto se refería
a la clausura de la calle entre el barrio judío y la plaza del pueblo. De ello se infiere que Olmedo
figuraba entre las localidades castellanas, en las que se había intentado aplicar sanciones
contra los hebreos.

Oña
Esta ciudad burgalesa exhibe uno de los monumentos más evidentes de la presencia judía en la
península, ya que la clara ubicación de su aljama permite identificar el lugar donde estaba,
apenas pasado el llamado Arco de la Estrella y se llega a la Plaza Mayor. A izquierda se halla la
calle de Barruso, que fue la arteria principal del barrio judío. Esta localidad fue originalmente
un castro romano en la calzada llamada Austrigona, que prosperó con el tiempo al obtener el
rango Condal y fueros especiales. Se estima que los primeros judíos se establecieron a
principios del siglo XII, creando una aljama que todavía es conocida como el "burgo de la
Judería".

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Palencia
No deja de ser raro que nada haya quedado de una aljama que figurara entre las más
importantes del Reino de Castilla. Fuera de algunas lápidas expuestas en el Museo Provincial,
de hecho nada se ha encontrado. Pero existen buenas razones para afirmar que en esa ciudad
vivía una de las más numerosos juderías de toda la región, y que los monarcas acordaron un
trato muy humano a sus vasallos judíos. Pero cuando el clero local se hacía cargo de ellos,
siempre ocurrían abusos e injusticias, y los judíos acudían a los reyes pidiendo su protección.

Las crónicas locales señalan que durante el siglo XIII esa comunidad fue particularmente
próspera, habiendo alcanzado su pico en 1208, y estaba dividida en dos aljamas. Se sabe, por
ejemplo, que en 1291 cada judío residente debía abonar en concepto de impuestos 33
maravedíes. Sin embargo, llegaron los días aciagos de 1391, el barrio judío fue asolado por la
frenética turba, y todos los hebreos fueron bautizados o ultimados. Una de las principales
sinagogas quedó convertida en un hospital, que luego pasó a ser una cárcel. Los pocos judíos
que quedaron posteriormente eran casi todos paupérrimos, obligados a exhibir el denigrante
emblema amarillo.

Salamanca
En donde se creó la primera universidad española, centro del saber y la ciencia, tuvo en su
época una importante aljama. Se tiene conocimiento de que en 1169 los judíos acaudalados de
esa ciudad extendieron una valiosa ayuda económica al rey Fernando II de León, en su guerra
contra Castilla. Un año más tarde, el Fuero de Salamanca otorgaba a los judíos los mismos
derechos... y deberes también, que a los cristianos. Así se entiende que la aljama local haya
prosperado y que reyes y señores hayan recurrido a su ayuda económica hasta las matanzas de
1391. Pero después de esa fecha hubo persecuciones constantes, y en 1456 se les acusó de
haber asesinado a un recién nacido. Solamente la intervención de Juan II logró salvar a la
comunidad hebrea de ser exterminada. Pero ello era suficiente, y la mayor parte de su
población judía emigró a Portugal muchos años antes del Edicto de Expulsión. Entre los que
quedaron figuraba una gran mente del siglo XV, Abraham Zacuto, profesor de la universidad y
una de las figuras que asistieron a Cristóbal Colón a emprender su viaje a las Indias.

Segovia
Afírmase que ya en la época romana había judíos en esa ciudad castellana, lo que permite
suponer que es una de las villas españolas con más antigua presencia judía. Pero está bien
documentada la existencia de una importante comunidad a partir del siglo XIII. Posteriormente
fueron recluidos en la aljama, cuando sólo existía la Judería Vieja. Pero más tarde su número
aumentó de tal modo que se tuvo que crear la Judería Nueva, para poder alojar a los nuevos
llegados. Por lo general fueron hacendosos artesanos, zapateros, fundidores, plateros,
latoneros y talabarteros.

Pero en una comunidad tan grande no podrían faltar personas más ilustres y de alta alcurnia,
como el rabino Cag, y no eran pocos los médicos de ese origen que atendían por igual a judíos
y cristianos. En el archivo de la catedral hay evidencia de una multa de 30 dineros impuesta a
la colectividad por el rey Fernando IV, con toda probabilidad por el mero hecho de no creer en
Cristo. Otros documentos relatan el número de sinagogas que tenía la ciudad, una de las

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cuales fue edificada en 1410 y nueve años más tarde fue convertida –como en tantos casos
similares- en una iglesia.

Sepúlveda
La aljama de esta ciudad castellana, que se encuentra al noroeste de la capital provincial,
pertenecía al Obispo de Segovia. Llegó a su mayor prosperidad en el siglo XIII, cuando
Fernando IV concedió un fuero en el que se otorgaba a los judíos diversos privilegios. Sin
embargo, ninguna cristiana podía ser nodriza de un niño judío, y de hacerlo sería azotada y
expulsada del pueblo. Asimismo, se prohibía a los judíos comprar carne durante tres días en las
fiestas de Pascua, Shavuot (Tabernáculos) y Navidad, a no ser que fuera de cabra.

Sigüenza
Según el primer documento que cita a esa aljama, en 1124 el rey de Castilla concedía al obispo
jurisdicción sobre aquélla; es decir, que gran parte de los tributos irían a las arcas del clero
católico. Y esos aportes eran considerables, en razón de la importancia de esa judería de la
Alcarria española. Es cierto que parte de los hebreos se dedicaban a la agricultura, pero se
sabe que los judíos tenían en esa ciudad importante negocios de salinas. Cabe señalar que en
1490, cuando la comunidad había perdido gran parte de su prosperidad, aún pudo reunir la
considerable suma de 204.464 maravedíes por el rescate de los judíos de Málaga, que había
sido conquistada por los Reyes Católicos. Luego, después de la Expulsión, el barrio fue
repartido entre los poderosos, y se sabe que el cardenal Mendoza donó la antigua sinagoga a
un pariente suyo, don Pedro Lasso de Mendoza, que en 1494 la ofrecía en venta por veinte mil
reales.

Soria
Nuevamente nos encontramos con una ciudad castellana, que los historiadores afirman fue un
importante centro cultural judío. Indícase que de allí procedía el rabino Yosef Albo, que tomó
parte en la disputa teológica convocada por Benedicto XII en Tortosa. En Soria no había una
aljama propiamente dicha, aunque se sabe que los judíos solían residir –como en muchos
otros casos- en torno al castillo. El historiador Baer estima que en el siglo XII la judería contaría
con unas 50 familias. También fue en esa villa donde se reunieron las Cortes de Juan I en 1380,
aprobando nuevos decretos contra los judíos. Una de las cláusulas prohibía la "oración de los
erejes" (Birkat Haminim), abolieron la prerrogativa otorgada a la comunidad de juzgar entre
ellos y de circuncidar a sus esclavos musulmanes y tártaros.

Asimismo, en relación con las terribles matanzas de 1931, se relata que un judío notable de
Soria Shemuel Benveniste, que en 1380 se había establecido en Zaragoza y visitaba de vez en
cuando su ciudad natal, se apresuró a refugiarse en uno de los castillos del obispo de Osma. La
reina de Aragón escribió a ese prelado pidiéndole que le permitieran regresar a la capital
aragonesa sano y salvo. Pero el obispo no se apresuró a satisfacer el pedido real, diciendo que
en razón de los desórdenes no podía visitar los castillos y que si el judío se bautizara, ello no
disgustaría precisamente a la monarca...

Talavera de la Reina
La aljama de esta localidad castellana, que en el siglo XII era pequeña y dependía de la
generosidad de los judíos adinerados de Toledo, pasó a ser poco antes de la Expulsión una
comunidad relativamente grande y próspera, en la que estaban registrados 168 judíos

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"pecheros" (persona obligada a abonar un tributo). Treinta de los ricos tenían un peculio de
30.000 maravedíes, lo que no dejaba de ser una suma reducida luego de la devaluación sufrida
–también en aquellos tiempo- por esa moneda. Se sabe, además, que se dedicaban a la
cestería, mientras que la "clase media" de entonces estaba integrada por plateros, tenderos,
médicos y arrendadores, que poseían entre 10 y 30 mil maravedíes

Toledo
Afírmase que no es posible referirse a los judíos españoles sin tener presente a Toledo, ya que
esta ciudad es donde surgió el mayor esplendor hebreo del medioevo, y de ella la gran
tradición sefardí que existe hasta nuestros días. Una villa plena de recuerdos de sus estudiosos
y sabios judíos, que levantaron el conocimiento medieval europeo hasta límites casi increíbles,
permitiendo recuperar conocimientos de muchas civilizaciones previas.

Su gran esplendor tuvo lugar entre los siglos X y XIII. Es un hecho comprobado que en esa
época los judíos españoles empezaron a desempeñar un papel esencial en la difusión de las
ciencia y la filosofía del Oriente. Se dedicaron con particular ahínco a la descomunal empresa
de traducir al latín los clásicos árabes, ya fueran originales como traducidos del griego. En esa
ciudad se creó la famosa Academia de Traductores, entre donde figuraban no pocos judíos o,
por lo menos, anusim, sin cuyos conocimientos de idiomas sería imposible esa tarea.
Asimismo, funcionaba un centro del estudio de la Cábala, que se hizo famoso y creó la llamada
"leyenda de la magia toledana".

Muchos judíos de esa ciudad castellana tenían la impresión que la ciudad habría sido fundado
cuatro milenios antes por sus antepasados, descendientes directos del patriarca Noé. Suponían
que Toledo había sido capital en la época de Hiram de Tiro, el rey que ayudó a Salomón a erigir
el Templo en Jerusalén. De cualquier modo, en aquellos tiempos todos los judíos de la ciudad
eran vasallos del Rey de Castilla, y estaban bajo su protección. Tenían una absoluta libertad
religiosa y contaban con un gran rabino, que disponía de dayanim (jueces) y personeros, para
administrar la numerosa congregación.

El mayor barrio judío se concentraba en las pendientes al sur de la ciudad, que descienden
hasta el Tajo, que de hecho se dividía en dos sectores, la Alcaná y la Aljama. Los hebreos más
ricos se concentraban alrededor de la parroquia de S. Tomé, y no lejos estaba la llamada "Casa
del Judío", que fue la residencia de don Isaac Abravanel, que prestó fondos a la Reina Isabel
para que pudiera financiar la expedición de Colón. A fines del siglo XIV había en Toledo no
menos de diez sinagogas, y hoy todavía se pueden contemplar dos: Santa María la Blanca y el
Tránsito, fehacientes recuerdos de un pasado tan glorioso.

Pero como en toda España, la comunidad fue objeto de rencor y envidia, y víctima de no pocas
persecuciones. En el siglo XIV sufrió las terribles consecuencias de las guerras civiles en Castilla,
y en 1355 las tropas de Enrique de Trastámara invadieron una de las aljamas toledanas y
pasaron a cuchillo a 1.200 judíos. Ese rey solía realizar frecuentes "incursiones" contra los
judíos de esa ciudad, de las que sacaba cuantioso botín, y afírmase que en el sitio de la ciudad
de 1368 a 1369 muchos miles de judíos murieron de inanición. Finalmente, los pogromos de
1391 también llegaron hasta esa ciudad castellana, y fueron muchos los hebreos que –
nuevamente- perdieron la vida de manos de la turba enfurecida. A principios del siglo XV se
privó a los judíos del derecho de ejercer cargos públicos, y en 1480 se les obligó a residir en

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ciertas partes de la ciudad. En mayo de 1485 la Inquisición, que antes estuvo en Ciudad Real,
se estableció allí, proclamando un período de gracia de cuarenta días, que luego fue
prolongado por noventa más, invitando a los conversos a presentarse ante el tribunal para
confesar sus pecados. Además, los inquisidores obligaron a los rabinos a proclamar en las
sinagogas que todo judío que supiera de marranos judaizantes y no los delatara, sería objeto
de una anatema, lo que era todavía un castigo muy severo para la masa devota. Este método
de obtener testimonio de los hebreos, un procedimiento que fue muy discutido en su época
por su carácter perverso y malsín, llegó a convertirse en un sistema aplicado sin miramiento en
todas las juderías de esa época hasta la Expulsión. Se dieron también muchos casos de
cristianos que denunciaban a conversos, sencillamente para vengarse de ellos por razones
totalmente ajenas a la religión. Y una denuncia, como se sabe, era suficiente en muchos casos
para condenar al infeliz denunciado. Indícase que casi mil nuevos cristianos fueron juzgados
por el Santo Oficio.

Y por último, y como suele suceder con tanta frecuencia en este relato, los apellidos Toledo y
Toledano se escuchan a menudo en este rincón oriental del Mediterráneo.

Toro
En una de las calles de esa ciudad castellana hay una casa que tiene un balcón en forma poco
común, parece como si fuera un púlpito. Y habría sido allí, en pleno centro de la judería, donde
solían predicar los frailes dominicos para conseguir la conversión de los judíos, una teoría que
habría sido confirmada por Cantera Burgos. Precisamente en frente de ese balcón hay una
casa que los ancianos conocen como La Bodega del Judío.

Valencia de Don Juan


Este pueblo de León tuvo también su aljama de la que nada queda hoy. Pero un hecho
histórico debidamente comprobado, arroja luz sobre su importancia. En 1379 mientras se
celebraba Pesaj, la Pascua judía, la Reina Juana, esposa de Enrique II, impartió instrucciones al
obispo de Oviedo para que confiscase la sinagoga de esa judería, ya que no se podía tolerar
que aquélla fuese mayor y más lujosa que la iglesia parroquial. Se puede suponer que la
sinagoga fue edificada en la época de Pedro I, cuando los judíos gozaban de suficiente libertad
para actuar con semejante osadía.

Valladolid
Se estima que en el siglo XIII la aljama de esta hoy importante ciudad de Castilla y León (anota
unos 500.000 habitantes), ya tenía una numerosa comunidad judía, aunque en 1288 el rey
había prohibido la adquisición de tierras en sus alrededores, ya que temía perder así los
tributos que obtenía en ese concepto. Desde 1221 hasta el siglo XV esa ciudad castellana tuvo
una numerosa comunidad judía, que contribuyó famosos apellidos a la historia medieval de
España, como la celebrada familia Benveniste. También se sabe que un tal Josef ben Moses el
Gerondi, que era hijo del gran cabalista gerundense Najmánides, fue un favorito en la corte del
rey Alfonso el Sabio, un monarca liberal semejante en muchos aspectos a Jaime I de Aragón.
Ambos tuvieron gran consideración con los judíos, precisamente por apreciar su contribución
al desarrollo y la prosperidad de sus tierras.

Aunque en 1335 Alfonso XI escribía desde esta ciudad a todos los alcaldes y concejos,
anunciando la concesión de privilegios especiales a las aljamas de todo el reino, pronto

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cambiaría el cariz de la situación, como consecuencia de las guerras civiles en Castilla. Durante
los disturbios antijudíos del año 1367, la turba destruyó no menos de ocho sinagogas, lo que
proporciona una idea de la importancia que había llegado a adquirir esa aljama. Sin embargo,
en 1412 el gobierno castellano, a pedido del notorio agitador antisemita fray Vicente Ferrer,
promulgó en Valladolid una legislación que coincidía con la línea tradicionalmente adoptada
por la Iglesia, que tenía el propósito de desmoronar la vida económica y social de los hebreos y
convertirlo en un grupo aparte. Ello no obstante, en 1432 se celebra un gran sínodo rabínico
en esa ciudad, a iniciativa del gran dirigente hebreo Don Abraham Benveniste, que era Gran
Rabino de Castilla. A su término se dictaron las takanot (ordenanzas) que pretendían regular la
vida de las juderías, dictando normas sobre la elección de las autoridades de las aljamas y
otros asuntos administrativos. Entre ellos, uno de los principales era cómo castigar a los
malsines (delatores) que causaban perjuicio a las comunidades judías. Es interesante señalar
que estas disposiciones fueron dictadas en una mezcla de hebreo y español, aunque la mayor
parte de los textos estaban en la lengua castellana.

Villadiego
Es bien conocido el refrán "tomar las de Villadiego", o sea poner los pies en polvorosa. Algunos
estudiosos opinan que se derivaría de una serie de privilegios otorgados a los judíos de esa
ciudad castellana por Fernando III, para impedir su detención. Dícese que consistía en unas
calzas distintas, de modo que cuando un hebreo huía y quería que no lo aprehendieran,
"tomaba las calzas de Villadiego".

Sea como fuere, es evidente que hubo allí una importante judería, cuyos restos se han
conservado hasta nuestros días. Se encuentran pasando la Plaza Mayor, junto a la puerta que
servía a los peregrinos jacobeos. Se explica que cuando desaparecieron los judíos de esa
localidad, el barrio hebreo entero fue comprado por el Marqués de San Cruz, quien lo donó a
unas monjas que edificaron su convento dentro de ese recinto. Se supone que debió ser de un
tamaño considerable, e indícase que en 1390 había allí, por lo menos, unas veinte familias
judías.

Zamora
Hay quienes afirman que esta ciudad había albergado judíos antes que cualquier otra. Y hasta
se dice que habría sido fundada por hebreos. Un escritor del siglo XVII, Rojas Villandrando
insistía en que habría sido creada por hebreos seis siglos antes de Jesucristo, aunque no
existen testimonios que confirmen lo que parecen ser meras leyendas. Lo cierto es que la
aljama se remonta a tiempos muy remotos, posiblemente antes de la era actual. Pero se tiene
conocimiento que fue una de las juderías más florecientes de la península en el medioevo.
Como ejemplo de la importancia, se indica que los judíos habrían trabajado en las canteras
para construir sus murallas. Por lo menos se han encontrado lienzos de muralla con signos que
se identifican como letras del alfabeto hebreo. Afírmase que era tan grande, que no menos de
30.000 judíos salieron de Zamora en 1492 hacia su terrible destierro.

Sin embargo a la muerte de Fernando IV (1312), que dejó un vacío en el mando del reino, se
intensificaron las tendencias antijudías y en 1313 se celebró un sínodo en esa ciudad, que
imponía serias restricciones a las aljamas. Entre otras cosas, se prohibía a los hebreos asumir

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cargos públicos, se los apartaba de los cristianos, se les obligaba a llevar señales distintivas en
sus ropas y abonar diezmos a la Iglesia y otras medidas similares.

El judaísmo español: El aroma sefardí de las


aljamas andaluzas
Tal vez no haya otra región española en donde los judíos hayan gozado de semejante
libertad, prosperidad y prestigio como en el sur de España. Es precisamente en Andalucía en
donde se desarrolló una dinámica comunidad que contribuyó en gran medida a convertir el
Califato de Córdoba en uno de principales centros culturales del mundo medieval.

El período comprendido desde la invasión musulmana en 711 hasta el desmembramiento del


Califato de Córdoba, a principios del siglo XI, marca un glorioso capítulo de prosperidad y
desarrollo intelectual para el judaísmo en el sur de la península. Es cierto que se sabe con
certeza que había judíos en esta región antes de que Tariq ibn Ziyad desembarcara junto a la
montaña de Calpe, es decir yabat Tarik, o Gibraltar en nuestros días, y derrotara al rey visigodo
Rodrigo en Guadalete. Incluso es posible que hubieran llegado con los emprendedores
fenicios, los grandes comerciantes de la antigüedad.

No se puede afirmar que vivieron felizmente en la península durante la época visigoda. Como
ya se ha visto, fueron sometidos a un trato muy severo, y algunos de esos reyes se
distinguieron por su odio contra ellos y hasta decretaron su expulsión. Por lo tanto, es lógico
suponer que acogieran a los invasores con alivio: peor ya no podían estar. Y los bereberes
pronto comprendieron que contaban con un aliado natural, de modo que dejaron pequeñas
guarniciones en las villas que conquistaban y pedían la colaboración de los judíos para
mantener a raya a los cristianos. Así comenzó una nueva era para los hebreos, al granjearse la
confianza de los invasores.

Pero eso fue nada más un comienzo. Encargados de la administración de las ciudades
conquistadas, ocuparon cargos importantes. Eran de hecho, los intermediarios entre los
cristianos y los conquistadores islámicos. Tuvieron su Era de Oro durante el Califato de
Córdoba, cuando ésta fue la metrópoli más próspera de Al Andalus. En su época más brillante,
la actual ciudad andaluza contaba con medio millón de habitantes, entre musulmanes, judíos y
cristianos. En su sociedad no solamente se estimaban las hazañas de guerra, sino la grandeza
del intelecto. Los grandes sabios y poetas gozaban de una posición encumbrada, y se dice que
la enorme biblioteca del califa Alhacam contenía más de cuatrocientos mil manuscritos.

Una de las figuras más sobresalientes de aquellos tiempos fue el rabí Jasdai Ibn Chaprut (915-
970). Hijo de una noble familia judía de Jaén, recibió una esmerada educación. Estudió
medicina y llegó a dominar el hebreo, el árabe y el latín. Además, estaba dotado de una
inteligencia práctica y dominaba el arte de dirigir. Comenzó desempeñándose como médico de
la corte, y advertido Abderramán de estas notables cualidades, le encargó el manejo de los
asuntos extranjeros del califato. Entre otras actividades, recibió en el año 956 a Juan, el abad
de Gorze (Lotaringia), enviado del emperador alemán Otón I. Ese mismo año Hasday fue
enviado a la corte de León para concertar un pacto de amistad con ese reino cristiano. Dos

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años más tarde cumplió otra misión diplomática, esta vez en la capital de Navarra. Allí se
hallaba Sancho el Craso, el obeso rey de León, que al ser expulsado por la nobleza leonesa
había encontrado refugio en Pamplona junto con su abuela, la reina doña Toda de Navarra. A
cambio de diez fortalezas, Abderrmán se comprometió a reponerlo en el trono, pero
previamente el monarca leonés fue a Córdoba a fin de seguir un tratamiento del médico y
diplomático judío, que le permitiera perder un tanto el exceso de peso que tanto le inquietaba.
De modo que así aprendemos que la obesidad ha sido un problema que ha preocupado a los
hombres desde la antigüedad.

El historiador Itzhak Baer pone en tela de juicio la famosa carta que Ibn Hasday hubiera
enviado al rey de los cuzares, según relata su colega Simón Dubnow. Este afirma que en cierta
ocasión los israelitas de Persia le comunicaron que en una región lejana existía un reino judío
independiente, el de los cuzares. El príncipe de los judíos de España envió un mensajero
pidiéndole que le escribiera toda la verdad sobre ese misterioso país. Algún tiempo después el
rey Yosef de los cuzares le aclaró que si bien en su reino se profesaba el judaísmo, sus súbditos
no eran descendientes de los hebreos. Diez años más tarde se supo la infausta noticia que ese
reino había caído, y los supervivientes llegaron hasta el Califato de Córdoba para refugiarse.
Pero lo claro y evidente es que siempre y cuando llegaban embajadores u otros enviados
extranjeros a la Corte de Córdoba, Ibn Hasday se interesaba por saber cuál era la situación de
los judíos en sus respectivos países.

A pesar de sus múltiples funciones oficiales, Jasdai no descuidó los asuntos de la comunidad
judía. Fue el jefe de las aljamas de España, algo así como el Nasí o príncipe de las comunidades
judías y bajo su amparo los judíos españoles gozaron de paz y prosperaron. En su época se
fundó en Córdoba una academia talmúdica, que con el tiempo adquirió tal fama que
empezaron a llegar muchos estudiosos de España y del norte de África. Rabí Jasdai también
prestaba su ayuda a los filólogos Menahem Ben Saruc y Dunas Ben Labrat. Ambos investigaban
las leyes gramaticales del hebreo, si bien discrepaban en sus opiniones. Menahem escribió el
primer diccionario hebreo intitulado “Majberet”, aunque su colega lo criticó vivamente. Entre
los discípulos del primero figuraba el gramático Judá Ben Hayug, que fue el primero en
establecer el principio que las raíces de las palabras hebreas son generalmente trilíteras: es
decir, de tres letras, una norma aceptada hasta el día de hoy.

Hay una larga nómina de destacadas figuras judías que vieron luz en el sur de España. Durante
los siglos XI y XII aparecieron tan gran cantidad de sabios y poetas, que ese periodo ha
merecido el nombre de “Edad de Oro” de la literatura judía. Uno de ellos era Salomón
(Shlomo) Ibn Gabirol. Fallecido en la flor de su vida, el Avicebrón para los escritores
medievales, fue uno de los principales poetas y filósofos de esa época. Indícase que nació en
Málaga en 1020 ó 1021 y murió en Valencia en 1058. Huérfano desde niño, fue protegido por
el Naguid de Granada, y escribió espléndidas poesías, en las que da expresión cabal al dolor del
pueblo judío errante y la honda nostalgia de su alma por la patria perdida. En su obra maestra,
Keter Maljut (Corona Real), incorpora oraciones de Yom Kipur, proclamando profundos
pensamientos filosóficos relativos a los atributos de Dios y a las maravillas de su Creación. Su
otra obra, Makor Jayim (Fuente de la Vida), está escrita en árabe como diálogo platónico.
Afírmase que sus doctrinas, aceptadas principalmente por los franciscanos aunque opuestas

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por los dominicos, y en especial Tomás de Aquino, influenciaron al famoso escritor catalán
Ramón Llull.

Otra figura destacada fue el rabino Isaac Alfasi. Talmudista nacido en Argelia que dirigió
durante mucho tiempo la famosa academia talmúdica de Fez (de allí su nombre), pero tuvo
que huir a España a la edad de 75 años en donde vivió hasta su muerte a los 90). Poco después
de su llegada impuso su hegemonía en la gran academia de Lucena, en donde estuvo rodeado
por una multitud de discípulos, entre ellos Yehudá Halevy. Sabía interpretar con particular
ingenio las leyes talmúdicas, que recopiló en su obra Sefer Hahalajot (Libro de las Normas
Jurídicas), escrito en hebreo y arameo. Es considerado uno de los mayores genios en la
interpretación de las normas jurídicas y sociales judías.

Conocido como el Naguid (Príncipe) de Granada, Samuel Hanaguid, Samuel Ben Yosef ibn
Nagrela fue un poeta, gramático, lingüista y estadista de singular talento, Nació en Córdoba y
recibió una esmerada instrucción, aunque tuvo que huir luego que los bereberes saquearon
esa ciudad en 1013, instalándose en Málaga. Luego ascendió paulatinamente desde la
categoría de humilde tendero y recaudador de impuestos, hasta convertirse en visir del rey
moro de Granada, cargo que desempeñó durante veintiocho años, en los que el pequeño
Principado prosperó notablemente. Cuando el rey Habus falleció y fue sucedido por su hijo
Badis, Samuel asumió de hecho el gobierno del reino, ya que este último prestaba poca
atención a los asuntos de Estado.

Lo más notable es que a pesar de carecer de instrucción militar, se desempeñó


frecuentemente como comandante de las tropas en el campo de batalla. Asimismo, en sus
contactos diplomáticos con gobiernos extranjeros prestó particular atención en mejorar la
situación de las comunidades judías locales. Además, era también jefe de la aljama de
Granada, y amparaba a sabios y escritores judíos que carecían de medios, entre ellos el famoso
Ibn Gabirol. Eso no quiere decir que no tuviera relaciones con los mahometanos, y muchos de
ellos eran sus amigos y admiraban el modo como dirigía al país. Fue también un prolífero
escritor. Asimismo compuso muchas poesías religiosas (una de ellas, en siete idiomas), un libro
de parábolas y una recopilación de sentencias filosóficas. Falleció en 1056.

La nómina de personalidades notables es larga, y en breve se mencionará tan sólo a Yehudá


Halevy, que aunque nació en la Castilla cristiana pasó bien pronto al sur de la España arábiga.
Se le conoce principalmente por sus exquisitas poesías, pero como muchos intelectuales de su
época, también fue médico. No es ninguna casualidad que la medicina fuera una de las
preferentes actividades de los judíos, tanto en Andalucía como en el resto de España.

Decadencia
Pero todo terminó, como suele ocurrir infaliblemente a ese pueblo, al desmembrarse el
Califato. Entonces llegaron los fanáticos almohades africanos, que deseaban convertir a su fe a
judíos y cristianos. Fue en ese momento cuando muchos judíos que se negaron a renegar a su
fe, tuvieron que refugiarse en otras tierras. Como lo explica el historiador Simón Dubnow,
"oprimidos por los almohades, muchos judíos españoles se radicaron en las zonas tranquilas
de Africa, especialmente en Egipto". Este país estaba gobernado a la sazón por Saladino el
Grande (Salah e-Din), quien les autorizó a residir incluso en Jerusalén, además de instalarse en
el entonces próspero Egipto. Entre esos refugiados, que fueron primero a Marruecos para

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instalarse luego cerca de El Cairo, figuraba un muchacho de 13 años. A esa edad tan temprana
ya estaba muy versado en muchas disciplinas del saber humano y escribía con soltura en varios
idiomas, prometiendo ser todo un gaón. Y efectivamente, ha pasado a la posterioridad como el
Rambam, más bien conocido en castellano como Maimónides, que para muchos es la figura
principal del judaísmo hispánico medieval. Evidentemente, esta figura tan sobresaliente del
judaísmo hispano se merece un capítulo aparte, que espero publicar en un momento oportuno
en este sitio.

Pero acaso el fenómeno más extraordinario, es que cuando los ejércitos cristianos
reconquistaron gran parte de la región, los judíos volvieron a desempeñar un papel
preponderante en la administración de esas tierras. Eran como una suerte de puente entre los
nuevos dueños y la población morisca que había quedado. Sin embargo, los historiadores
señalan que los hebreos ya no pudieron gozar de los mismos derechos que se les había
concedido en tiempos islámicos, "porque en aquel preciso instante había una libertad más
efectiva que oficial, mientras que bajo el dominio de la Corona de Castilla, esa libertad era más
de nombre que de hecho".

Para recapitular, se ha de indicar que las principales aljamas andaluzas fueron las de Córdoba,
Sevilla, Málaga, Lucena, Almería, Jerez de la Frontera y, desde luego, Granada. En este último
reino hubo un visir judío, Samuel ibn Nagrella, que fomentó en gran medida las artes y el
comercio, y dejó impresa su huella en el esplendor que puede discernirse hasta el día de hoy
en esta hermosa ciudad andaluza.

A continuación un somero detalle de algunas de las más importantes juderías de Andalucía:

Alcalá de Guadaira
Mucho no se sabe sobre la presencia judía en esta ciudad sevillana, que hoy tiene unos 50.000
habitantes, pero es característico lo que ocurrió allí por orden eclesiástica. Existen documentos
que indican que en 1390, un año antes de la terrible ola de disturbios antijudíos iniciada en la
capital de esa provincia, se ordenó convertir la sinagoga en Iglesia. ¿Por qué? Sencillamente,
"porque assy como antes se servia de ella el ante Christo, se sirviese despues Nuestro Señor
Jesuchristo".

Almería
Existen documentos que confirman la presencia de una importante aljama en esta ciudad
andaluza, hasta su conquista por los Reyes Católicos. Se sabe que los hebreos vivían en las
proximidades de la Alcazaba. Cuando fue ocupada por las tropas cristianas (diciembre de
1489), los términos de las capitulaciones firmadas favorecían generalmente a los judíos, con la
salvedad que éstos no podían asumir cargo alguno que tuviera autoridad sobre la población
musulmana. Asimismo, en la Expulsión de 1492 se embarcaron de este puerto muchos judíos
que se dirigían principalmente a África del Norte.

Cádiz
Algunos historiadores han identificado esa ciudad andaluza con la bíblica Tarshish. Se sabe que
la aljama habría existido durante la dominación musulmana, y que un judío llamado Samuel de
Cádiz figuraban entre quienes recibieron propiedades luego de la Reconquista. La comunidad
adquirió mayor importancia cuando la isla en donde estaba la ciudad quedó comunicada con

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tierra firme en razón del limo arrastrado por el Guadalquivir. Se sabe que a fines del siglo XV
existía un numeroso grupo de conversos. Según el historiador Andrés Bernáldez, en agosto de
1492 unos 8000 judíos zarparon de ese puerto rumbo a Marruecos, al ser expulsados de
España.

Carmona
Se tiene conocimiento que existió una importante judería en esa ciudad sevillana. También se
sabe que la sinagoga fue derribada en 1395, cuatro años después del genocidio de las
comunidades judías hispanas, por iniciativa del fanático arcediano de Ecija. Se supone que la
iglesia de San Blas, existente hasta el día de hoy, habría sido edificada sobre los restos de aquel
templo, dado que se encuentra muy cerca de una calle que se llama aún de La Judería.

Córdoba
Se supone que los judíos se instalaron en esta ciudad desde una época muy remota. Desde
luego que ya hubo hebreos en tiempos romanos y luego, durante el régimen visigodo. Su
época de mayor prosperidad coincidió durante el reinado de Abderramán (Abd el-Rahman) II,
cuando las riendas del poder estaban de hecho en manos de Hasday Ibn Shaprut, el visir judío
del califa. Es cierto que luego, con la invasión de los fanáticos almohades decayó la gravitación
judía, pero cobró nuevos bríos al ser reconquistada por Fernando III. Poco después se
proclamó un fuero que daba el mismo trato –por lo menos, en teoría- a cristianos,
musulmanes y judíos.

Este monarca filojudío también concedió su visto bueno para la construcción de otra sinagoga,
no obstante la obstinada oposición del Cabildo, que llegó incluso a apelar ante el Papa en
Roma para que no se concluyese la obra. Sencillamente, el obispo argumentaba que su altura
ocasionaría "grave escándalo de los fieles cristianos". Pero ello era algo más que un simple
detalle de medidas; constituía de hecho una confirmación de la gran importancia que tenía la
aljama, a pesar de todos los intentos de la Iglesia de reducirla.

Por haber sido la patria de Maimónides, el ayuntamiento ha erigido una estatua del famoso
filósofo judío, en la llamada plaza Judá, no lejos de la antigua sinagoga, que tiene la gran
ventaja que jamás fue convertida en templo cristiano. Sí fue hospital, cofradía de zapateros y
finalmente en 1885 declarada Monumento Nacional, y ha sido restaurada en forma parcial. En
un reportaje filmado hace una década, el ex Presidente Itzhak Navón nos muestra el patio
típico de una casa del barrio viejo: las innumerables macetas con flores, afirma, le recuerdan el
hogar paternal en la Ciudad Vieja de Jerusalén. En sus patios de aroma sefardí, las mujeres
regaban y cuidaban las flores con la misma atención que las hebreas cordobesas habrían
otorgado a sus florecientes tiestos colocados en el suelo, en los muros y hasta pendiendo del
techo, en una profusión de aromas y colores.

Ecija
Fue esta ciudad andaluza la patria del arcediano Ferrant o Ferrán Martínez, un terrible y
enconado antisemita, instigador de la terrible matanza que segó la vida de unos 50.000 judíos
en los disturbios que inició en Sevilla en 1391. Ecija tuvo su propia aljama y su hijo predilecto
habría sido Yosef Halevy Ben Efraim, conocido entre los cristianos como Don Yosef de Ecija,
que fue designado almojarife mayor, es decidir recaudador de impuestos y tesorero del

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monarca. Con el tiempo demostró hasta tal punto su inteligencia y lealtad, llegó a ser miembro
del consejo privado de Alfonso XI, quien le puso al frente de todo su reino y llegó a ser el más
grande de los judíos. Según documentos de aquella época, fue hombre fiel a su pueblo y a su
religión. Edificó una sinagoga en Sevilla y en su ciudad natal dedicó ciertos terrenos “al servicio
de Dios”, para sufragar las necesidades del maestros y de los discípulas de la academia
talmúdica local, y adquirir objetos de culto para la sinagoga del de la comunidad. Pero en 1390,
el arcediano Ferrán ordenó su destrucción, sin tener en cuenta las recomendaciones en
sentido contrario formuladas por el rey Enrique el Doliente.

Granada
El último reducto de la dominación musulmana en la península, se llamó en primer lugar
Gharnata-al-Yehud, o sea Granada de los Judíos, lo que atestigua la particular importancia que
tenía allí la comunidad hebrea, establecida desde la época romana. Luego de la ocupación
mora, los judíos tuvieron tres años de tranquilidad y prosperidad. Cuando la ciudad se
convirtió en la capital del reino, el califica Habus designó visir a Yosef ibn Nagrella, también
conocido como Samuel Hanagid. Este era también el rabino de la villa y director de una
importante academia talmúdica.

Cuando Habus falleció y su hijo asumió el trono, Samuel siguió siendo el brazo derecho de la
corona, y su cargo fue heredado por su hijo, Yosef. Sin embargo, extremistas musulmanes
incitaron a las masas y el 30 de diciembre 1066 se produjo un terrible pogrom, en el que
murieron cuatro mil judíos, inclusive el visir. Esta fue la primera persecución antisemita en las
tierras moras de la península. En años posteriores se repitieron los ataques de la turba contra
la judería. Conquistada por los Reyes Católicos, el edito de Expulsión también se aplicó a la
comunidad local, y un viajero alemán relata que unos veinte mil judíos tuvieron que
abandonar esa ciudad.

Jerez de la Frontera
Ya parece evidente que contó con una judería desde la época visigoda, la que si bien habría
prosperado durante la dominación musulmana, también sufrió mucho de la invasión
almorávide. De la documentación existente se desprende que al llegar los ejércitos cristianos
esa ciudad tenía una barrio judío bien organizado, con sinagogas y otras instituciones
comunitarias. Es interesante señalar que en la aljama vivían cristianos, y había judíos que
habitaban fuera de ella. De cualquier modo, en el repartimiento dictado por Alfonso X en 1266
se señala que se habían asignado noventa casas a los judíos, lo que no dejaba de ser un
número considerable para aquella época. A algunos de ellos se los llama ballesteros, lo que en
aquella época implicaba arqueros empleados como exploradores militares, guardias y policías.
Esa denominación confirma la impresión de que los judíos participaron militarmente en la
Reconquista.

También se sabe que Alfonso X, en oportunidad de una proclama dictada dos años antes, en
1264, cita que la aljama local tenía dos sinagogas, aunque una de ellas fue destruida en 1479.
Sufrió como todas las ciudades españolas, de las horribles matanzas en 1391, aunque parece
ser que la comunidad siguió existiendo. Y como era usual, habrían no pocos conversos que
mantenían viva su fe, hasta que la Inquisición puso término a esa herejía o con el tiempo la
misma desapareció.

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Lucena
Aunque parezca repetitivo, pero no deja de ser ilustrativo, aquí tenemos una ciudad andaluza
–entre Córdoba y Granada- que tiene en sus anales un gran pasado hebreo. Afírmase que los
judíos la llamaban Aliasana, y que en el siglo IX había sido conocida como la Ciudad de los
Judíos, puesto que no habría otros habitantes en ella que los descendientes de Abraham. Las
familias Idfn Daud y Abravanel afirmaban que sus antepasados habían llegado a Lucena en la
época en que Nabucodonosor destruyó el Primer Templo. Cuando arribaron los moros, la ya
importante comunidad mantenía contactos con las academias talmúdicas en Babilonia.
Algunos historiadores la consideran como la más importante aljama española de su época.

El Idrisi, el geógrafo árabe al servicio del rey normando, escribió que "allí los judíos son más
ricos que en ningún otro lugar sometido al Islam". Se sabe que el gran rabino, secundado por
dayanim y cohanim, era la autoridad suprema de esa especie de gobierno democrático, que
estaba tan sólo sometida a la autoridad superior del califa. Pero la invasión de los fanáticos
almorávides puso término a esa situación en el año 1148, y tanto la aljama como la ciudad en
sí perdieron gran parte de su tamaño e importancia.

Málaga
En esta ciudad andaluza vivió durante cierto tiempo el principal hombre de Estado judío en el
siglo IX, Samuel Hanagid, huyendo de las persecuciones antijudías en Córdoba, su ciudad natal,
convirtiéndose en un modesto tendero Pero pronto se apreciaron sus extraordinarias
cualidades, y llegó a ser visir del califa de Granada, que durante 30 años condujo la política
interna y exterior de ese reino moro y que era, además, un erudito rabínico y gran defensor de
su pueblo.

Cuando fue conquistada por los Reyes Católicos en 1487, los 400 judíos que tenía la ciudad
fueron considerados como cautivos, y su rescate fue abonado por todas las juderías de España.
Actualmente, en la ruta que conduce monte arriba a la alcazaba, de esa importante ciudad
andaluza, se puede contemplar un busto del famoso poeta y filósofo hebreo medieval Shlomó
Ibn Gabirol.

Sevilla
Cuando el rey Fernando III reconquistó la ciudad en 1248, una delegación de judíos fue a su
encuentro y le entregó las llaves de la aljama, con una leyenda que decía: "El Rey de Reyes
abrirá, el Rey de toda la Tierra entrará". Esta llave se conserva hasta el día de hoy en el tesoro
de la Catedral. Con este gesto, los hebreos reconocían al monarca castellano como rey de las
tres religiones. Y así efectivamente fue. Y como prueba de ello se puede ver en su tumba en
esa misma catedral, un epitafio escrito en latín, árabe y hebreo.

Al ser conquistada Sevilla, la judería estaba en evidente decadencia, como consecuencia de la


invasión almohade. Y es un hecho comprobado que desde entonces comenzó a recuperarse,
hasta alcanzar su mayor momento de esplendor. Ese monarca cristiano concedió a los judíos
locales excelentes condiciones y una absoluta libertad religiosa. Su hijo Alfonso X, también
considerado generalmente como filosemita, aunque donó a la Iglesia todas las mezquitas de
esa ciudad, excluyó a las tres encontradas en la judería sevillana, que fueron convertidas en
sinagogas. También se sabe que el barrio judío, en donde llegaron a vivir veinte mil almas,

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ocupó lo que hoy se conoce como el de Santa Cruz, y junto a la Macarena, estarían los restos
del cementerio hebreo.

Las crónicas locales indican que ese monarca inauguró en 1254 dos ferias, y los judíos que
participaron obtuvieron exención de impuestos. Sin embargo, el rey dictó en 1256 que cada
una de las personalidades judías locales pagara la suma de 30 denari al clero católico, una
suma previamente abonada por los judíos de Toledo. Los archivos de 1293-94 muestran que la
comunidad había abonado no menos de 115.00 maravedíes y 5 sólidos. Se supone que
entonces la aljama consistía de 200 familias, que en su mayor parte gozaban de buena
situación económica.

Existen pruebas fehacientes que luego de 1391, había gran número de conversos en la ciudad,
y algunos llegaban a ocupar cargos de jerarquía. Luego de los ataques perpetrados contra los
anusim en Córdoba en 1477, muchos de los judíos cordobeses se refugiaron en la capital
andaluza. Cuando los Reyes Católicos visitaron la ciudad, el clero se quejó de la presencia de
tantos criptojudíos, que no ocultaban su condición de tales. Así es que dos años más tarde se
creó la Inquisición. Persiguiendo con saña a los hebreos causó estragos en sus filas, aprehendió
a más de un buen cristiano delatado por sus enemigos, y dio lugar a que muchos conversos
huyeran para no volver jamás. Según cifras fidedignas, no menos de 700 hombres y mujeres
fueron quemados en las piras del Santo Oficio entre 1481 y 1488.

En 1483 los judíos locales tuvieron que salir de la ciudad, ante la orden real de que
abandonaran todo el territorio andaluz en un plazo de 30 días. La Inquisición celebró su
primera "asamblea" en Sevilla a fines de 1484, para determinar normas y "métodos de
trabajo" a fin de mejorar su detestable labor. Sus informantes rondaban constante el puerto, a
fin de delatar cualquier individuo sospechoso de pertenecer a la "raza maldita".

A fines del siglo XIX y principios del XX volvió a instalarse cierto número de judíos en Sevilla,
que procedían en su mayor parte del Marruecos, en especial de Tetuán. Ángel Pulido señala
que en 1904 había una veintena de familias, cuyo número aumentó gradualmente Se trataba
generalmente de gente de condición modesta, que se dedicaba a diversos oficios manuales y
que habían huido debido a la inestabilidad que cundía en esa zona. Cuando durante la guerra
civil española del ’36 la ciudad fue conquistada por los rebeldes franquistas, el comandante de
la zona, General Queipo de Llano, conocido por sus tendencias antisemitas que jamás disimuló,
impuso una multa de 138.000 pesetas a la pequeña judería que allí había.

Es interesante recordar que en el Archivo General de Indias de la capital andaluza se conserva


un ejemplar del "Almanaque Perpetuo" del judío salmantino Abraham Zacuto, que
posiblemente habría sido usado por Colón. También aparecen los libros de cuentas del
converso Luis de Santángel, sin cuyo aporte el gran navegante no hubiera podido levantar
anclas en Los Palos.

29
Los judíos del Levante español: repoblando
comarcas recuperadas del dominio moro
Casi nada ha quedado de la presencia hebrea en Valencia y Murcia, que no fue insignificante.
Todo por el contrario, tuvo una época de esplendor durante la Reconquista, cuando era
preciso repoblar estos territorios recuperados. Fue durante el reinado de Jaime I de Aragón
que la judería levantina conoció su época más brillante.

Indícase que en la Comunidad Valenciana hubo asentamientos judíos ya en la época romana, y


con la reconquista el Rey Jaime I, que tantas veces aparece en estos relatos como gestor del
desarrollo israelita, insta a los judíos de otras partes de repoblar la nueva región reconquistada
del dominio árabe. Así fueron allá judíos catalanes y aragoneses, así como franceses y
norteafricanos. Este monarca otorgó a los judíos valencianos los mismos privilegios que a los
demás habitantes de la comarca, ya fueran musulmanes como cristianos.

Aunque no es fácil reconocer hoy lo que fueran las juderías valencianas, se tiene noticia que
estaban en las principales ciudades, como Valencia y Murcia. Se sabe positivamente que hubo
judíos en toda la provincia de Valencia, en gran parte de la de Alicante, así como en el norte,
en donde se encuentra hoy la de Castellón. También es de conocimiento público que varios
judíos colaboraron estrechamente con el rey Jaime I el Conquistador, y que éste les premió sus
servicios acordándoles fueros que les beneficiaba y que, como queda dicho, les igualaba en
muchos aspectos a los cristianos.

El call de Valencia era considerado como el mayor de la zona, pero desde los efectos de la
famosa Disputa de Tortosa el liderazgo paso a Sagunto, que entonces era una ciudad más
poblada y dinámica, como lo revelan los indicadores fiscales. Por otro lado, otra judería, la de
Burriana decayó mucho en comparación con la judería que tenía otrora, que indicaba 45
fuegos (es decir, hogares).

También han quedado documentadas las actividades mercantiles e industriales de los hebreos,
en los que se elogiaban en el ámbito alicantino los juguetes de cuatro villas clásicas alicantinas:
Ibi, Tibi, Castalla y Onil. También afírmase que los turrones de Xixona (Jijona) aún tienen cierta
similitud con las golosinas de los sefardíes de Salónica y Estambul, y que existiera un sello judío
en las industrias papeleras y textiles de Alcoi y la de alfombras de Crevillente. Y como dijera un
conocido historiador español que recorrió la comarca, "incluso tiene un remoto aire de
costumbre judía el cúmulo de pequeños negocios familiares mantenido en ciudades como
Xátiva o los pueblos ribereños de la Albufera valenciana".

Alcira
Se han encontrado referencias a esa localidad valenciana en el “Libre del Repartiment” de
Jaime I, con otorgaciones a un judío llamado Astruc y la familia Vives, conocida entonces como
los Abenvives que ya gozaban de una situación preeminente. Uno de ellos, Vives Abenvives,
había sido baile (juez ordinario) en Alcira en 1278. Las tributaciones de 1271º rinden 500
sueldos, lo que parece indicar la existencia de una comunidad relativamente reducida. Se
supone que el call fue destruido en 1391 y nunca pudo recuperarse.

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Castellón de la Plana
Se sabe que antes de las persecuciones de 1391 esta ciudad contaba con un centenar de
judíos, y padeció una crisis severa en 1433 cuando se desencadenó otro brote epidémico, de
los muchos que se registraban entonces, del que sobrevivirían solamente once vecinos de esa
fe. Los “Libres de Values de Peytes” desde 1473 detectan doce casas de judíos, cuatro años
más tarde quedan únicamente cuatro, y en 1492 había únicamente un solo judío residente.
Excavaciones realizadas recientemente parecen haber encontrado huellas de la presencia judía
en esa ciudad.

Chelva
Esta localidad valenciana habría sido primeramente mencionada tan sólo en una escueta nota
de Cantera Burgos, pero el historiador Juan H. Atienza, que la recorrió afirma haber quedado
muy impresionado; relata que ha quedado conservado el viejo call de estilo levantino, y se
pueden ver incluso los cuatro portillos que la cerraban del resto de la población. Estando como
está en una zona vitivinícola, se puede suponer que –como los demás habitantes- los judíos
también se hubieran dedicado al cultivo de la vid.

Elche (Elx)
Ha sido en esa ciudad alicantina, previamente conocida como Elche, que ya en 1905 las
excavaciones allí realizadas descubrieron las ruinas de un rectángulo que daba al este, con
pavimento de mosaico representando figuras de estrellas trenzadas y meandros. Según
calcularon los arqueólogos databa del siglo V, y un eminente experto en la materia estima que
se trataba de una vieja sinagoga que había sido creada en el período bizantino y
posteriormente convertida en iglesia.

Játiva (Xátiva)
Cuando esta ciudad fue reconquistada por Jaime I en 1244, se otorgaron a los judíos que allí
residían funciones importantes, como era el caso en la mayor parte de las villas del Levante
que pasaban del dominio moro al cristiano. El barrio judío fue restaurado y en 1274 se le daba
una nueva carta puebla por la que se otorgaban a sus nuevos habitantes diversos derechos,
incluyendo franquicia impositiva durante cinco años. Su aljama, junto con las de Sagunt y
Castelló de la Plana, alcanzó cierta importancia en el reino luego de la de Valencia que,
evidentemente, era la mayor. Es interesante señalar que en una ordenanza proclamada en
1283, se prohibía a los judíos ponerse trajes de colores y llevar joyas, y el Infante Don Alfonso
exigió a los dirigentes judíos que eximiesen de esa prohibición a unos parientes de Samuel
Alfakim, que era el intérprete de árabe del rey. Se sabe que hasta la Expulsión esta judería fue
uno de los pocos centros de cultura que quedaron entonces en el reino valenciano.

Lorca
La judería local existió desde la época musulmana, se mantuvo luego de la reconquista y
desapareció en los terribles sucesos del verano de 1391. La aljama, de la que nada queda hoy,
estaría situada en el llamado Barrio de San Lázaro, y se estima que la desaparecida ermita a
nombre de ese santo había sido construida sobre la antigua sinagoga. También es un hecho
que de Lorca era el converso Yoshúa Halorqui, que con el nombre de Jerónimo de Santa Fe fue
el principal defensor de la cristianidad en el famoso debate de Tortosa (1413).

31
Es interesante señalar la polémica desatada recientemente en torno a la construcción de un
parador en donde estaba el antiguo castillo. Las excavaciones han desenterrado parte de una
sinagoga, una mikvé y varias casas judías, pero la edificación de ese hotel no permite estudiar
debidamente esos restos (en especial el baño ritual al que se le atribuyó suma importancia) ni
tampoco ampliarlos, a pesar de la oposición de una asociación local empeñada en conservar
ese patrimonio local.

Morella
Situada en la provincia de Castellón de la Plana, fue una antigua bailía (territorio) de órdenes
militares. Se sabe que había judíos en esa plaza al ser reconquistada en 1263, y las crónicas
refieren que el rey de Aragón, el ya conocido Jaime I, concedió privilegios especiales a la
aljama; exención total de impuestos el primer año, y un gravamen no muy elevado de 20
sueldos por cabeza en los cuatro siguientes. Las rentas reales de esa ciudad, así como de
Tortosa y Peñíscola. eran cobradas por un judío local llamado Jacob Xixó, a quien siguió otro
almojarife judío, Musa de la Portella.

Murcia
Esta capital levantina fue primeramente reconquistada de los moros en 1243 por los ejércitos
de Fernando III de Castilla, pero luego de la revuelta de los musulmanes, volvió a ser ocupada
por Jaime I de Aragón, que la entregó al rey castellano en 1265. Entre quienes asistieron el
monarca aragonés figuraba Judá de la Caballería, que facilitó los fondos para armar la flota en
la lucha contra los moros, y Astruc Bonsenyor, que tomó parte en las negociaciones para la
asediada ciudad capitulara. Alfonso X de Castilla asignó un barrio especial para los ciudadanos
judíos, así como un terreno para cementerio. En 1307 se asignó la jurisdicción de los
musulmanes de Murcia a Don Isaac ibn Yaish, el último judío que habría desempeñado tales
funciones.

Hacia fines del siglo XIV había varios arrendatarios de impuestos judíos, entre ellos Salomon
ibn Lop, que se instaló en Mallorca y obtuvo privilegios especiales del rey. Durante este
período la judería murciana sobresalió por su generosidad para conseguir el rescate de
cautivos, así como su participación en el comercio marítimo, además de sus actividades como
agricultores, artesanos y pequeños tenderos. Aunque no se sabe lo que ocurrió durante los
disturbios de 1391, se tiene noticia de que la comunidad siguió existiendo, y en fecha posterior
sumaba unas dos mil personas. Los hebreos mantenían estrechas relaciones con los cristianos,
y dos representantes de la comunidad actuaban en el concejo local. En 1488 Samuel Abuladia
obtuvo la protección de los Reyes Católicos durante dos años, en recompensa por los servicios
rendidos a la corona durante la campaña contra Granada, y en 1490 Salomón ben Maimon
Zalmati imprimía libros hebreos en Murcia. Se sabe que había no pocos conversos en esa
ciudad después de la Expulsión y poco después de irse los judíos se estableció allí un tribunal
de la Inquisición.

Es interesante lo que se lee en el sitio de Internet del Ayuntamiento de Murcia sobre la judería
local: “No sabemos con certeza si fueron las disposiciones castellanas surgidas a raíz de la
conquista de Murcia entre 1243 y 1266 las ubicaron a los habitantes judíos de la ciudad en el
barrio (de Santa Eulalia) o si ya habían formado su comunidad allí desde antes. Lo cierto es que
durante toda Edad Media los contornos de la plaza Sardoy, antes conocida como plaza de la

32
Sinagoga, acogieron el barrio judío de Murcia, quedando, todavía, entre sus calles un encanto
que aún perdura”. Y agrega: “Con la pragmática de 1492 (modo bien peculiar en calificar la
inhumana expulsión de los judíos), la judería desapareció aunque numerosos habitantes
quedaron convertidos al cristianismo; desde entonces costumbres y tradiciones de arraigado
origen castellano encontraron su lugar entre las calles del barrio de Santa Eulalia”

Orihuela
De una fuente islámica se indica que existe el texto de una capitulación firmada en 713, con
motivo de la rendición de Orihuela, por el jefe árabe ‘Abd al‑‘Aziz, hijo y por Teodomiro,
príncipe visigodo de la provincia de Murcia. Por esta y otras fuentes sabemos que para la
población indígena cristiana y judía que se había sometido a la soberanía musulmana las
condiciones de vida no eran, ni mucho menos, peores que anteriormente bajo el dominio de la
nobleza visigoda. Los cristianos conservaban sus iglesias y sus monasterios y los judíos sus
sinagogas. Además se quedaron con la mayor parte de sus propiedades personales. Los
visigodos no sólo habían mantenido todo el sistema tributario romano con sus numerosos
gravámenes, sino también los latifundios cultivados por esclavos. Gracias a la ocupación
musulmana, muchos de estos latifundios fueron divididos y encomendados a arrendatarios
indígenas. La mayor parte de los esclavos obtuvo la libertad, bien convirtiéndose al Islam —un
cristiano o un judío no podían tener un esclavo musulmán— o emancipándose mediante el
pago aplazado de un rescate, cosa que no permitía la legislación anterior.

Los cristianos y judíos tenían que pagar, además de la contribución territorial general que
también obligaba a los musulmanes, un impuesto personal, que compensaba al mismo tiempo
el hecho de que estuvieran exentos del servicio militar. Además, el impuesto estaba graduado
con arreglo a las clases y profesiones de los tributarios. Las mujeres, los niños, los monjes,
inválidos, enfermos, mendigos y esclavos disfrutaban de franquicia tributaria.

Sagunt
Dícese que en esta ciudad valenciana, previamente conocida como Murviedro, se habrían
hallado las legendarias lápidas primitivas de judíos, que jamás han sido vistas y cuya existencia
figura como una leyenda popularmente repetida de padre a hijo. En una de ellas se habría
encontrado escrito el epígrafe "Adoniram, tesorero del rey Salomón, que vino para cobrar los
tributos y murió". Pero al margen de tales leyendas, lo evidente es que la aljama de Sagunt es
una realidad que se conserva, en viejas casas, antiguos arcos y otros vestigios, ubicada en lo
que es ahora la calle Segovia. Afírmase que la antigua Murviedro tuvo una importante colonia
hebrea ya en la época musulmana, y cuando Jaime I la reconquistó la familia Vives obtuvo una
panadería en recompensa por los servicios otorgados durante el sitio.

El historiador Baer señala que según los documentos conservados, en esa ciudad había un
judío muy rico y famoso entre los cristianos, mientras que la mayoría de la aljama estaba
integrada por personas de condición modesta. Una gran parte de las rentas de la judería
procedía del impuesto sobre la venta de carne y del vino. Este era para los judíos, como para
los cristianos, bebida habitual y todas las aljamas tenían sus tabernas. Por las tierras como tal
no se pagaba tributo alguno, pero los artesanos debían abonar un impuesto por los beneficios
que obtenían de su oficio, figuraban los zapateros y los joyeros. Pero se eximía al artesano que
no ganase más de seis dineros por día, así como a las doncellas, viudas y ancianos pobres.

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Las crónicas revelan que durante las matanzas de 1931 los judíos encontraron refugio en la
fortaleza, y por lo tanto la judería de Sagunto se convirtió en una de las más importantes del
reino de Aragón. En 1402 la reina Doña María permitió a la aljama crear varias instituciones de
beneficencia local, así como una escuela talmúdica (talmud torá). Los plateros judíos de la
ciudad eran famosos por su habilidad profesional y el de mayor renombre, Vidal Astori, trabajó
en los años 1467-69 para el futuro rey Fernando el Católico. Los judíos de Murviedro hicieron
mucho para convencer a los conversos que regresaran a su antigua fe, y al decretarse la
Expulsión unos 500 judíos locales se embarcaron rumbo a Africa del Norte. La antigua sinagoga
pasó a ser una iglesia llamada de la cofradía de la Sangre de Cristo.

Por último, dícese que “Sagunto es una de las pocas ciudades en las que se conserva el recinto
de su antigua judería. Un número muy elevado de inscripciones hebraicas proceden del
cementerio judío, situado en la falda de la montaña, debajo del Castillo y bajo la Judería. Las
lápidas sepulcrales, de forma trapezoidal o truncada, contienen la inscripción en la cara
superior. En algunas comunidades judías se acostumbra a colocar la lápida un año después del
entierro por motivos religiosos”. (Sitio del ayuntamiento local en Internet)

Valencia
En la capital del Levante español había judíos desde época inmemorial, pero su mayor
afluencia tuvo lugar al producirse la decadencia del Califato de Córdoba. Cuando el rey Jaime
(Jaume) I estaba por conquistarla, aquéllos le prestaron su apoyo, y como recompensa el
monarca aragonés los incluyó generosamente en el reparto de bienes. En su crónica Llibre dels
Feyts, especifica los límites de la amplia aljama (se afirma que los judíos constituían entonces
un 7% de la población), que se hallaba principalmente en donde hoy se encuentra el Palacio de
Justicia y la avenida que conduce al río Turia. Las concesiones del monarca ayudaron a
repoblar la ciudad con la llegada de numerosas familias judías procedentes de Cataluña,
Aragón e incluso del norte de África y hasta Marsella, familias que recibieron casas y tierras y
que contribuyeron al fortalecimiento del barrio judío. Se trataba de un grupo social que se
dedicaba sobre todo a la producción de calzado, orfebrería y al comercio de productos
agrarios.

Testimonios actuales afirman que el cementerio judío, el Fossar des Jeues, fue más tarde
comprado por las monjas dominicanas, y en 1970 fue finalmente derruido para edificar allí los
almacenes "El Corte Inglés". Un barrio que con el tiempo se convirtió en centroaislado y
totalmente desvinculado del entramado urbano y social de Valencia y que, al contrario de lo
ocurrido en otras ciudades, desapareció completamente con las reformas urbanas realizadas a
partir del siglo XV.

Se sabe que los judíos vivieron tranquilamente hasta los terribles sucesos de 1391, cuando la
aljama fue objeto de un asalto general provocado por los disturbios antijudíos de ese año en la
mayor parte de España. Luego intervino el gran predicador fray Vicente de Ferrer, que hizo
tanto para borrar la presencia judía en toda la península, y procedía de tierras valencianas. Es
interesante citar el testimonio de un visitante extranjero, Niklaus ven Poppan, que al estar en
esa capital en 1484, afirma categóricamente que la cuarta parte de la población valenciana
estaba formada de conversos, y que un porcentaje insignificante podía ser considerado como
sinceramente cristiano. No es de extrañar, por lo tanto, que la Inquisición hiciera estragos

34
entre ellos. En 1500 se descubrió una sinagoga clandestina en el hogar de donya Catalina
Guioret, viuda de un hermano del converso Lluis Vives, el padre del gran escritor valenciano
Juan Luis Vives. Ni hablar que la citada mujer y su hijo fueron quemados vivos, desde luego por
el terrible pecado de profesar la fe judía.

Xátiva
El barrio judío de esta antigua ciudad, conocida previamente como Játiva, habría sido
reconstruido después de la conquista por los ejércitos cristianos, en 1240. En 1274 se le
concedía una nueva carta puebla por la que se otorgaban a sus nuevos habitantes diversos
derechos, entre ellos la exención de impuestos por cinco años. Dícese que en abril de 11268 el
rey Jaime I, en un mensaje a las autoridades locales, daba órdenes para que se dejara de tirar
piedras contra los judíos en Viernes Santo. Se estima que la ciudad contaba con 50 familias
hebreas, un número nada despreciable, aunque su ubicación ya no es posible determinar en
nuestros días. Lo que sí se conserva en el Museo Municipal es un fragmento de yesería, caído
de la ermita de la comunidad de agustinos, en el que se puede leer en hebreo "Jerusalén y Él
alcanzarán la solución..." Esto permite suponer que ese edificio habría sido construido sobre
las ruinas de la antigua sinagoga local.

“Hervás, los judíos los más” Historia de las


juderías extremeñas
La presencia judía en Extremadura es muy antigua, y hay quienes le atribuyen una
importancia capital en el desarrollo de esa región en el medievo. Lástima que no todas las
comunidades extremeñas sepan apreciar esa contribución, y hay quienes intentan incluso
ignorarla.

Mérida parece haber sido la principal aljama de esta región, en donde hubo gran número de
judíos desde tiempo inmemorial. Efectivamente, en la capital de la Comunidad Autónoma de
Extremadura, la antigua Augusta Emérita, se ha encontrado una inscripción latina del siglo II en
la que se lee el nombre de Iustinus de la Flavia Neapolis, la Siquem de la Biblia, que ha sido
fundamentalmente catalogado como judío. Otra lápida hallada en esa ciudad revela la
existencia de judíos en el siglo VI o VII, y luego hay evidencia de que había judíos en esa ciudad
y, posiblemente, en muchos otros lugares de la región. Pero después que se destruyeron los
muros de la ciudad, el grueso de la población y, entre ellos, los judíos, se trasladaron a la
vecina Badajoz. Consta que hubo judíos en la actual capital extremeña hasta la expulsión. En el
siglo XIII Extremadura cae en manos de los cristianos, y en los Fueros de Coria (hacia 1210) y de
Cáceres (1229), ambos firmados por Alfonso IX de León, se presta especial atención a los
judíos.

Se sabe que los judíos extremeños se concentraron en las ciudades, y que estaban al amparo
de los grandes señores y de las órdenes militares de Santiago y Alcántara, que se crearon para
defender esos territorios reconquistados del dominio moro. En un registro de Sancho IV de
1283 se habla de las juderías de Cáceres, Coria, Alcántara, Valencia de Alcántara, Badajoz,
Mérida y Jerez de Badajoz, hoy llamada Jerez de los Caballeros. En el padrón de Huete de 1290
se agregan las localidades de Plasencia, Trujillo y Medellín.

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Con todo, el siglo XV habría de ser la verdadera época de esplendor de la judería en ese rincón
español. Extremadura fue tierra de acogida para aquellos judíos que huyeron de los progromos
de 1391, después sirvió de refugio a los judíos de Córdoba, Sevilla y Cádiz cuando se decretó su
expulsión en 1483. Estos inmigrantes forzosos incrementaron el número de las juderías
extremeñas en zonas tan definidas como: el Valle del Ambroz, del Jerte, la Vera de Plasencia y
la Sierra de Gata, esto es, el norte cacereño.

Así mismo, aumentaron el número de pobladores de las juderías ya existentes, tal es el caso de
Cabezuela del Valle, Trujillo o Plasencia, cuyas comunidades judías aparecen, desde antiguo,
descritas como aljamas, esto es, comunidades que contaban con todas las instituciones
necesarias para llevar una vida auténticamente judía: sinagoga, rabino, auxiliares de la
sinagoga, cementerio, mikve, es decir baño ritual, Talmud Torá o academia religiosa, carnicería
casher, horno comunitario, hospital para pobres y peregrinos, Bet Din o tribunal rabínico, así
como un sistema de autogobierno propio. Y hasta existe un pueblo en donde sus habitantes
suelen recordar con simpatía y un dejo de cierta nostalgia la presencia hebrea, y se escucha un
refrán que dice “Hervás, los judíos los más”, como se verá más adelante.

Al cumplirse el plazo del Edicto de Expulsión, quienes se negaron a convertirse tomaron el


camino del exilio pasando a Portugal por Valencia de Alcántara. Más tarde, al ser expulsados
de Portugal, iniciaron la gran diáspora sefardí por los Países Bajos, Marruecos y el Imperio de la
Sublime Puerta, llevando en sus "alkunyas", en sus apellidos, nombres como: Casseres, Coriat,
Kuriat, Alburkerk, etc, que todavía evocan su vida en "Sefarad, la bien kerida".

A parte de los expulsados, los anusim, aquellos que cedieron a tantas presiones y se
convirtieron al catolicismo, siguieron practicando el judaísmo en secreto, produciéndose este
fenómeno en todas las capas sociales de la sociedad de la época; así, cuarenta años después
de la muerte de Don Diego García de Cáceres, originario de Plasencia y lugarteniente de Don
Pedro de Valdivia, el Conquistador de Chile, se supo que era un criptojudío.

El historiador Haim Beinart, en "Los conversos ante el Tribunal de la Inquisición", Barcelona,


Riopiedras 1983, se refiere a la noticia de un buhonero judío de Cáceres que practicó el "berit
milá", la circuncisión, a varios conversos de Ciudad Real. Hoy en día se puede detectar en
aquellas familias que, sin saberlo, conservan aún costumbres judías como por ejemplo lavar la
carne antes de guisarla.

Y, para terminar, no podría menos que mencionarse lo que afirma un historiador hispano:
“...en muchos sentidos los judíos extremeños fueron los salvadores de la economía de aquella
zona”.

Alcántara
La villa de Alcántara, en la franja occidental de la provincia de Cáceres limítrofe con Portugal,
acoge a la Orden Militar de San Julián del Pereiro que recibe el patronímico de Alcántara en
1218. La Orden Militar repuebla los territorios rurales de Alcántara y Valencia con población
hebrea a fines de siglo XIII.

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La tradición oral emplaza la sinagoga en la ermita de la Soledad, en cuyo interior se localizó
una inscripción con caracteres hebreos, que dice: “Hizo esta magnificencia don Mosé Lerma -
hijo del honrado rabí Ishaq Lerma. Descanse en el Edén el año Hinnám”. Es posible que la
comunidad hebrea se estableciese por el entorno de la ermita de la Soledad, entre la Plaza de
la Corredera y la Plaza de España. Dicha comunidad se convierte en aljama en 1489.

Las poblaciones fronterizas, tras el edicto de expulsión de los judíos, son un corredor
migratorio de cristianos nuevos cacereños y portugueses perseguidos por las Inquisiciones de
Évora y Llerena en los siglos XVI al XVIII, que buscan refugio temporal en uno u otro lado de la
frontera.

Badajoz
En esta ciudad extremeña a orillas del Guadiana vivieron judíos desde la época muusulmana.
Esta aljama pasó por todas las vicisitudes que afectaron al judaísmo hispano, hasta la
Expulsión. La ciudad fue muchas veces escenario de autos de fe, ya que los conversos
pretendían profesar una religión en la que no creían. Se sabe que en 1635 lograron huir a
Portugal unos 150 criptojudíos, acusados de haber practicado las ideas iluministas que se
habían desarrollado allí unos años atrás.

Cabezuela del Valle


Se trata de un pequeño y pintoresco pueblo, aunque es el municipio principal del Valle de Jerte
en la provincia de Cáceres. La Judería, que en su momento tuvo importancia, estaba extendida,
según documentos, por ciertas calles apartadas del lugar, y a finales del siglo XV se les quedaba
estrecho el sitio. Los Reyes Católicos les conceden la facultad de ampliar la judería de forma y
modo que puedan realizar cómodamente en ella sus oficios. Pero, véase que la suerte no les
acompaña a los judíos de ese rincón extremeño: antes de transcurrido un año, tienen que
dejar sus viviendas recién adquiridas para marchar al exilio definitivo, obedeciendo el Decreto
de Expulsión de 1492.

Cáceres
Lo que parece ser el principal vestigio de la presencia judía en esta ciudad extremeña se
encontraría en la ermita del Espíritu Santo, que aunque está en las afueras habría sido
sinagoga antes de 1492. Tal como es descrita por Cantera Burgos, está dividida en tres naves,
pero a su ancho está separada por dos arquerías de tres arcos de ladrillo que descansan sobre
pilares octogonales, en forma muy parecida a la construcción de la famosa Santa María la
Blanca de Toledo. Se trata de una arquitectura mudéjar, que contrasta con la forma de la
capilla mayor, que tiene un estilo gótico más tardío.

En el Repartimiento hecho a los judíos por el Rabí Jacob Aben Núñez, el juez mayor de los
judíos en tiempos de Enrique IV de Trastámara, fechado en 1474, la comunidad judía de
Cáceres aparece descrita como aljama, aportando al erario real la cantidad de 8.200
maravedíes. Este cuantioso tributo la situaba entre las cinco primeras aljamas de Castilla. En
los siglos anteriores la judería de Cáceres no aparece citada como aljama; esto, además de
indicarnos la tendencia creciente de la demografía judía en Cáceres durante el siglo XV, nos
lleva a la matización de que la judería de Cáceres, antes del siglo XV, dependería de la aljama
de Trujillo para todas las cuestiones religioso-jurídicas.

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El aumento de la población judía en Cáceres en particular, y en Extremadura en general,
durante el siglo XV, se debe a dos factores. El primero de ellos a la tranquilidad que les ofrecía
esta tierra, poco poblada aún y libre de prejuicios antijudíos, el segundo factor, que
seguramente tuvieron en cuenta, fue la proximidad con la frontera de Portugal que les
facilitaría la huida en caso de necesidad. Prueba de ello es que Don Isaac Abravanel, el que
fuera el lider carismático de los expulsos en 1492, después de que Don Abraham Señor y su
yerno Meir Melamed se bautizaran en Guadalupe, determina asentarse en Segura de León, en
la actual provincia de Badajoz.

En 1479 la judería de Cáceres contaba aproximadamente con 130 familias, esto es, 650 vecinos
judíos, para un total de población en torno a los 10.000 habitantes según Lacave,"Juderías y
sinagogas españolas". Madrid. Colecciones Mapfre, 1992. Otros autores como Floriano
Cumbreño cifran en 2.000 el número de habitantes que tendría Cáceres en el siglo XV. Entre
estos vecinos judíos estaban: Don Rabí Raime y su esposa Dña. Ravira, sus vecinos Don David
Cohen y su mujer Camila. También aparecen citados en documentos los nombres de Haim
Alveila, Vidales, Isaac Molho, y Abrahám Abenaex. Otros personajes que aparecen
desempeñando funciones tributarias en Cáceres y Trujillo eran: Salomón Abenaex, Yehudá
Abenatabe, Efraím Barchilón, Abrahám Barchilón, Moshé Alfandarí e Isaac Follequinos.

El espacio vital en el que vivieron estos hombres y mujeres de la comunidad judía de Cáceres
en el siglo XV se desarrollaba en dos zonas claramente diferenciadas, la Judería Vieja "intra
muros", es decir, en el interior del recinto amurallado, y la Judería Nueva "extra muros",
situada fuera de la ciudad monumental en torno a la magnífica plaza Mayor de la ciudad.

Por otra parte, otra fuente indica que el barrio judío se encontraba en el actual Barrio
Monumental, cuya calle principal, la de San Antonio, tiene una pequeña ermita que fue
previamente una sinagoga o edificada sobre la que habría allá.

Casar del Palomero


Esta localidad perdida en la sierra tuvo una pequeña comunidad judía, cuyo emplazamiento
exacto es conocido por todos sus habitantes. Se halla casi enfrente del santuario, ahora una
ermita cerrada. Y hay en la esquina de la plaza de la judería, una casa que habría sido la
residencia del rabino. Casar del Palomero fue escenario de uno de los eventos que
caracterizaron el modo de proceder de un pueblo enardecido y agitado por fanáticos
provocadores. En la puerta de esa ermita, entre las dos vertientes de la cuesta, se puede leer
una inscripción que dice: "En este lugar del puerto del Gamo, miembros de la comunidad judía
de Casar del Palomero apedrearon la Cruz Bendita el Viernes Santo, 25-III-1488". Realmente,
resulta difícil pensar que en aquella época, en la que los hebreos estaban muy atemorizados
por ser objeto de tan crueles persecuciones, hubiera alguien que se hubiera atrevido a
cometer semejante acto. Se trataba, aparentemente de una artimaña, para pasar a cuchillo a
todos los judíos locales, y hacerse con sus propiedades. Y así efectivamente ocurrió. No quedó
ni uno, y su sinagoga fue convertida en ermita, llevándose allí en una gran procesión la cruz
"profanada", para que sirviera de escarmiento a todos.

Coria
Alfonso VII conquista la ciudad en 1142 iniciándose décadas después la repoblación con
colonos judíos. El privilegio real concedido por Alfonso IX a Coria a principios del siglo XIII

38
articula una codificación tolerante que reglamenta la vida de la comunidad hebrea así como de
los cristianos y musulmanes que la habitan.

En el período del rey Sancho IV, a fines del siglo XIII, la repoblación hebrea se consolida, cuya
aljama contribuye en el pago del impuesto regio del pecho de los judíos. En el distrito
episcopal de Coria destacan las juderías de Alcántara, Brozas, Cáceres, Galisteo, Gata
Garrovillas, Santa Cruz, Valencia de Alcántara, Villanueva de la Sierra, etc. A fines del siglo XIV
la sinagoga está en la Plaza de San Juan, en donde permanece hasta el decreto la expulsión de
los judíos.

En el siglo XV los judíos de Coria se establecen en las proximidades de la Puerta de la Ciudad,


hoy Ilamada Puerta de la Guía, donde reside, entre otros, Sento Abeara. Sin embargo, Jacob
Arrueste, Samuel Leví y la familia Cerfaty viven en la Plaza Mayor. En 1474 la judería de Coria
se sitúa entre el bloque de casas establecidas en la Puerta de la Ciudad, la calle del Albaicín y la
muralla romana. Algunos de sus habitantes son Mosé Çerfaty, Yuçé Levi y Yudá de Alba.

La familia Yudá de Alba procede de la villa de Alba de Tormes (Salamanca), que traslada su
residencia a Coria al tiempo que el duque de Alba adquiere el señorío de Coria en 1470. Yudá
de Alba es uno de los judíos más importante de la comunidad hebrea. Trabaja para el duque
de Alba y como recaudador de impuestos para el cabildo catedralicio. Se exilia con su familia a
Portugal en 1492 convirtiéndose al cristianismo con el nombre de Diego González de Alba, a
fines de 1497, presionado por la política antijudía del rey portugués don Manuel.

El decreto de expulsión de los judíos en 1492 motiva la desintegración del judaísmo en la


ciudad de Coria. Yudá de Alba, Yuçé Levi y Mosé Çerfaty se exilian en Portugal. Otros como
Rodrigo Álvarez, de profesión sastre, recibieron las aguas bautismales, pero siguieron
practicando el judaísmo. Rodrigo Álvarez fue condenado por la Inquisición extremeña a
principios del siglo XVI y algunos de sus bienes y deudas confiscados.

Garrovillas
“Garrovillas de Alconétar se sitúa en la comarca de Alcántara. (No lejos de la ciudad de
Cáceres) Su historia comienza a escribirse tras la reconquista de esta franja. Durante los siglos
XIV y XV fueron tres las culturas que convivieron en el pueblo, y cada una de ellas supo dejar
su huella con mayor o menor fortuna, destacando la plaza porticada como nexo de unión entre
ellas. La comunidad hebrea se establecería a partir del siglo XIV. Visitar la Vieja Villa y perderse
por calles y callejas como la de Juderías, del Rey, Nueva o Plaza Vieja es trasladarse a un
pasado que está todavía presente”.

Hasta aquí el texto oficial de turismo provincial. Lo que no nos revela es que en la iglesia de
San Pedro de ese pueblo hay un calvario que se conoce como El Cristo de las Injurias. Se lo
llama así por los ultrajes que los aldeanos dicen sufrió la imagen de pretendidos judíos
profanadores.

Es interesante constatar la decadencia demográfica de esa localidad. En el siglo XVI, cuando


habría una judería de la que no se ha hallado ningún detalle, la población superaba según
algunos autores los 7000 habitantes. En la primera mitad del siglo XIX había 6100 habitantes

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(con lo que era la tercera población de la provincia).En 1996 había 2557 habitantes y en 2006,
quedaban solamente 2.411.

Hervás
En este perdido pueblo extremeño todavía se dice que "en Hervás, judíos los más". Y
efectivamente fue su aljama a lo largo de la Edad Media, una de las fundamentales en el
desarrollo de Castilla. Lo interesante es que los habitantes del pueblo no tratan de encubrir su
pasado, sino que todo por el contrario aparecen estar muy ufanos de haber sido un lugar tan
influyente en la historia judía de España, y cuidan que esté bien aseado. Y hasta afirman que
muchos de ellos son descendientes directos de esos hebreos.

Véase lo que se ha leído en un sitio de Internet dedicado al tema: “La mejor forma de
comprender a esta localidad y sus habitantes es acudir a Hervás un día antes de la
representación de la obra ‘Los Conversos’. De este modo, se encontrará un barrio judío en el
que es fácil imaginar a niños jugueteando por la calle, a mercaderes y viñadores o alguna
estrella de David, junto con menorás, talits o kipás.

“Todo Hervás homenajea a sus antepasados y lo hace durante varios días, convirtiéndose en
aquellos judíos que dieron gran esplendor al lugar durante la Edad Media. ¿La culminación? La
representación de la citada obra teatral, en la que también todos los papeles son
representados por hervasenses. Una trama que se adentra en el sufrimiento de los judíos en
1492 ante su inminente salida a España, el padecimiento de los que se quedaron, los conversos
y el temor de todos por mantener la "sangre limpia" o, al menos, aparentarlo, y evitar la
hoguera. Un fascinante viaje al pasado y a una no menos apasionante cultura: la judía”.

Hace unos años el ex Presidente Itzhak Navón estuvo en esa localidad, y en el reportaje
televisivo producido en esta oportunidad señaló que mientras que en toda Extremadura la tasa
de desocupación llegaba entonces a un 20%, en Hervás era cero. Luego, acompañado por dos
representantes de la municipalidad recorrió el pueblo y conversó con varios de sus vecinos,
que lo recibieron con evidentes muestras de cortesía. Y llegó hasta una vieja casona en la que
se había colocado una placa que decía "Calle de la Amistad Judeo-Cristiana".

Guadalupe
En esta pequeña aldea extremeña los conversos habían creado una suerte de comunidad
aparte, y vivían reunidos en una calle. Afírmase que en las épocas de tolerancia, los cristianos
iban allí los sábados para contemplar las costumbres judías. Judíos y conversos vivían en la
antigua calle Veneno, en la actualidad un ramal de la Plaza Mayor, que concluye en el Arco del
Chorro Gordo. Otros vestigios de la herencia hebrea y conversa, con la antigua pila bautismal
del monasterio, que puede encontrarse en la Plaza Mayor, en la entrada del santuario, donde
Abrahám Seneor, su yerno Meir Melamed y otros familiares recibieron las aguas bautismales el
15 de junio de 1492. En el interior del santuario se aprecia el maguén David en la portada
mudéjar de la antigua farmacia, situada en el ala norte del claustro gótico, así como varias
estrellas de David en la puerta principal de acceso al templo.

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En 1485 la Inquisición se estableció en Guadalupe, y sólo en un año murieron en la hoguera 52
judaizantes, 48 cadáveres fueron desenterrados y quemados, así como las efigies de 25
conversos que habían huido. Estas medidas de la Iglesia descubrieron un nuevo fenómeno:
algunos conversos se habían hecho frailes para poder practicar así el judaísmo con mayor
seguridad. Aunque parezca una anomalía, lo cierto es que la quema de uno de ellos, Diego de
Marchena, fue entonces motivo de gran sensación. El prior de la Orden de San Jerónimo, al
que pertenecía ese fraile, resolvió llevar a cabo investigaciones en todos los monasterios, y no
admitir nuevos cristianos en su filas.

Llerena
Esta localidad extremeña señala la presencia de un importante núcleo judío, que fue
instrumental en convertirla en una “población próspera con altos niveles económico y
culturales”, según reza un historial de Llerena. Agrega que “Se produce una convivencia
pacífica entre las tres culturas: cristianos, judíos y musulmanes. En el año 1479, el judío Rabí
Mayr consiguió que los Reyes Católicos eliminasen n la prohibición de que los judíos
celebrasen ferias y mercados, existente en el reino de Castilla. Esto permitió mejorar los
niveles económicos de la ciudad y permitió la creación de la escuela de traductores. En esta
época había 600 familias judías en Llerena que vivían en los alrededores de la sinagoga (ermita
de Santa Catalina) y la Fuente Pellejera. Al firmar los Reyes Católicos el decreto de expulsión de
los judíos en 1492, se quedarán 125 familias judías que pasan a ser judeoconversas.

Mérida
Como ya se indicó previamente, fue la capital extremeña lugar de una importante judería en el
medievo. Lamentablemente pareciera que el Ayuntamiento de Mérida no quisiera reconocer
su pasado judío: no se ha encontrado mención alguna sobre la presencia judía en el sitio oficial
de esa alcaldía en Internet, en contraste con la amplia información ofrecida por otras ciudades
extremeñas.

Plasencia
Plasencia fue el foco principal del judaísmo en la Alta Extremadura, afirma el investigador e
historiador Marciano de Hervás, autor del libro “Historia de los judíos de Plasencia”. En esa
obra indica que los orígenes del judaísmo placentino están vinculados a la fundación de la
ciudad por Alfonso VIII en 1186, quien garantiza en el fuero la repoblación judía y la igualdad
de los judíos ante la ley. Los judíos se establecen en la Mota en cuyo lugar establecen la judería
y una sinagoga, “la mejor y más antigua que había en toda Extremadura”, al lado del actual
Palacio de Mirabel.
En 1217 el pontífice Honorio III prescribe el uso obligatorio de una señal o distintivo en la ropa
de los judíos placentinos para diferenciarles de los cristianos, pero Fernando III intercede ante
el pontífice porque la medida discriminatoria entorpece su política colonizadora suspendiendo
la medida en 1219.

De las cuatro aljamas que habitan en la diócesis a fines del siglo XIII, establecidas en Plasencia,
Béjar, Medellín y Trujillo, es la placentina la más poderosa económicamente sin alcanzar el
desarrollo demográfico de las grandes aljamas urbanas de Castilla. La aljama de Plasencia goza
de autonomía jurídica para celebrar sus pleitos civiles y criminales entre judíos en un tribunal
exclusivamente judío (en hebreo, bet-din) administrando justicia según las leyes de la Torá. En

41
cambio, los juicios mixtos se resuelven en un tribunal de arbitraje formado por un juez judío y
otro cristiano que se reúnen en el atrio de la iglesia de San Nicolás.

La situación jurídica de los judíos experimenta notables cambios a fines del siglo XIII. En esta
época de crisis se proyectan las súplicas de las ciudades de Castilla y de los procuradores de
Plasencia a los reyes para alejar a los judíos de los cargos públicos, cuyas peticiones derivan de
intereses sociales, económicos y políticos antes que religiosos.

En los siglos XIII y XIV los judíos residen en la Mota pero también en otros lugares de la ciudad
como la Plaza Mayor, calle Don Marcos (hoy Santa Isabel), Rúa Zapatería y Trujillo. Los
conflictos antijudíos que asolan a las aljamas de Castilla salpican también a la comunidad judía
de Plasencia. En 1412 el concejo establece en la Mota una judería cerrada y apartada del trato
de los cristianos, levantándose una cerca desde la Puerta de Coria hasta las casas grandes de
Tel Díaz con un postigo de acceso a la judería. Hacia 1420 los judíos abandonan el
apartamiento cerrado de la Mota estableciéndose en los cantones de la Plaza Mayor y la Rúa
Zapatería en casas que alquilan al cabildo mayor, compartiendo el espacio urbano con
miembros de la nobleza y de la administración civil.

El converso don Gonzalo García de Santa María, hijo del que fuera rabino de Burgos don
Selomó ha-Leví, es obispo de Plasencia de 1425 a 1448 desplazándose a la ciudad con
canónigos familiares de su círculo de confianza, que sitúa en los puestos claves de la catedral.

Hacia 1439 la comunidad judía atraviesa un período de crisis que motiva en la corona la
reducción de impuestos. Sin embargo, el judaísmo placentino cobra vitalidad durante el
señorío de los Zúñiga (1442-1488).

El cementerio judío viejo y nuevo se hallaba en el Berrocal pero no ocupaba toda la zona. En
mayo de 1492 los judíos venden el cementerio al deán Diego de Jerez “con toda la piedra e
cantería que en ellos está e en cada uno dellos labrada y por labrar, asy sobre las sepolturas e
enterramientos”. Pero en noviembre los RRCC. contravienen la venta donando al convento de
San Vicente “la pyedra e ladrillo que en el onsaryo e enterramiento de los judíos de la dicha
çibdad de Plazençia estoviere para la obra de la yglesia del dicho monesterio que agora se
fase”.

Como siempre, los nobles obran sin miramiento alguno frente a los judíos. En 1477 los condes
de Plasencia confiscan la sinagoga y judería de la Mota para ampliar las dependencias de su
palacio -hoy de Mirabel- y del convento de San Vicente Ferrer -hoy Parador Nacional de
Turismo- , aunque el apartamiento judío decretado en la ley de Cortes de 1480 determinan la
construcción de una segunda sinagoga y judería en los solares de Algeciras, propiedad de la
familia Carvajal, en la calle Trujillo. La sinagoga se construye en el solar ocupado actualmente
por el palacio de los Carvajal, convertida en iglesia de Santa Isabel en 1494, y quemada en la
Guerra de los Comuneros en 1521.

Hervás señala que entre otras actividades los judíos se dedicaban a la medicina a diversos
artes y oficios y al arrendamiento de impuestos fiscales. Predominan sobre los cristianos en las
subastas de las pujas de las rentas de las alcabalas y tercias de la familia Zúñiga entre los años
de 1454 y 1488, pero esto no significa que controlaran el sistema fiscal. Hay un colectivo judío

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que alterna sus labores profesionales con el ejercicio del arrendamiento de las rentas fiscales
como complemento económico familiar, en cuyo papel intervienen rabinos, traperos,
tundidores, jubeteros y sastres.

A finales de octubre de 1488 la corona se anexiona la ciudad y tierra de Plasencia nombrando a


don Yuçé Abrabanel arrendador de las rentas de la ciudad, que se instala con su familia. Dos
años después estallan los conflictos entre cristianos y judíos, latentes en la ciudad desde
comienzos del siglo XIII. Regidores, caballeros, escuderos y hombres buenos de Plasencia
pretenden desplazarles de la judería de la calle Trujillo, alegando que el apartamiento no
respeta la ley de Toledo de 1480. Asimismo la ciudad quiere apoderarse de la sinagoga y las
casas de la judería temiendo los judíos por la seguridad de sus vidas. Y el licenciado Segura
comete vejaciones contra los judíos que ataja la corona tomándoles bajo su protección.

Decretado el edicto de expulsión, los judíos placentinos malvenden sus propiedades a terceras
personas exiliándose en Portugal. Algunos regresan a la ciudad convirtiéndose al cristianismo
entre los años de 1493 y 1494. Se supone que algunos mantiene su fe en secreto como el
médico Tomás de Paz.

Trujillo
La ciudad de Trujillo y su zona fue uno de los puntos de más antiguo establecimiento de judíos
en España, se indica en un interesante estudio realizado por José Antonio Ramos Rubio sobre
antecedentes de la judería de esa localidad extremeña situada cerca de Cáceres. Esta
afirmación queda probada con el hallazgo de una lápida con caracteres hebreos de época
romana, en la muralla que circunda la villa junto a la destruida puerta del Oreto. Dicha
inscripción se encuentra en la actualidad en el antiguo conventual de San Francisco. Aparte de
ella y otra más localizadas en el muro septentrional del Espolón, no tenemos ningún
documento que nos ofrezca noticias de la comunidad judía trujillana hasta el padrón de Huete
de 1290.

En el siglo IX la comunidad judía de Torgiella dependía de la autoridad judicial judía de Mérida,


que por aquel entonces era la comunidad hebrea más grande la parte occidental de la
península Ibérica. Y es muy probable que la judería trujillana recogiera alguno de los judíos que
a lo largo del siglo IX salieran de Mérida, ciudad de constantes rebeliones frente a los emires
de Córdoba, al destruir Muhamad sus fortificaciones, al no querer vivir en una ciudad sin
defensas.

Según una antigua tradición recogida por el cronista hispano hebreo del siglo XII, Abrahán ibn
Dauid, crónica hebrea titulada Séfer ha-Qablalá, hubo muchos de los deportados por Tito a la
península Ibérica que se establecieron en Mérida, lo cual nos hace pensar que entre estos
deportados, debido a la cercanía de Trujillo y Mérida, se encontraron algunos de los primitivos
judíos que se asentaron en esa ciudad y su zona. Continuando con la tradición de Daud, nos
dice que la mayoría de los judíos, que en aquel tiempo se asentaron en la península eran
artesanos dedicados al trabajo y comercio de la seda, los paños, los cueros, etc.

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Valencia de Alcántara
En el límite oeste de la provincia de Cáceres, junto a la frontera portuguesa, la Villa de Valencia
de Alcántara se localiza en un valle envuelto por la rivera del Avid. En el interior del espacio
fortificado antiguo, pocos vestigios subsisten del núcleo urbano primitivo. Se conservó, sin
embargo, al noroeste del castillo, un conjunto urbano medieval conocido como Barrio Gótico o
Barrio Judío. Este barrio, constituye un interesante ejemplo de espacio judaico que se remonta
por lo menos hasta el siglo XIII, donde las marcas de cristianización de las casas son evidentes.
Aquí se realizó en 1497 el enlace de la infanta Doña Isabel con el Rey de Portugal Don Manuel
I. El enlace real pudo haber contribuido a la preocupación del barrio para cristianizarse,
visitado por la Inquisición, como puede observarse en la Piedra de Armas de la calle Bordalo.

En el cruce de la calle Gasca con la calle Pocito se alza el edificio de la Sinagoga Medieval.
Aunque, exteriormente, no despierte la atención su interior revela una funcionalidad religiosa.
Una de las entradas del edificio, permitía al creyente estar frente a la pared de oración,
orientada al sudeste, donde estaba colocada el Arca. Junto a esta pared todavía se observa un
afloramiento rocoso acorde a la tradición de dejar una pared sin remolcar en las sinagogas. La
sala de oración, de trazos arquitectónicos simples, desenvuelve una planta subcuadrangular de
cuatro columnas centrales que definen el espacio de la Bima, o la plataforma para el oficiante
del servicio religioso.

Al noroeste se encontraría la sala de las mujeres o un vestíbulo. Las características


arquitectónicas del edificio permiten pensar que esta sinagoga siguió el modelo constructivo
de las sinagogas sefardíes.

Zafra
También en esta ciudad ganadera había una judería. Véase abreviado el informe que se ha
encontrado sobre el particular: La judería estaba situada en las actuales calles de de San José,
Sor Ángela de la Cruz, Badajoz, Pozo y Alfonso XI. La Casa de Feria siempre se distinguió por el
amparo prestado a los industriosos judíos de Zafra, ya que constituían una importante fuente
de tributos.

De la tutela señorial a la cultura hebraica es ejemplo el patrocinio (en 1419 y aquí, en Zafra) de
la primera traducción al castellano de la Guía de Perplejos de Maimónides, la más antigua de
cuantas traducciones se hicieran a lenguas vulgares de esta obra fundamental de su
espiritualidad. Las calles que conformaban la antigua judería aún conservan ese tan evocador
aire de aljama y son aledañas a la que fuera sinagoga de la villa, actual capilla de San José o de
Santa Catalina la Vieja.

La vieja sinagoga es probable que se conserve más íntegra de lo que parece. Su sala de amplias
proporciones se articula con arcos con una sencilla labor de lazo a la altura de los capiteles. La
portada gótica, con semicolumnas tersas, ha perdido la simbología hebraica que debió
ostentar en las enjutas. Todo parece obra de la segunda mitad del siglo XV, poco anterior a la
expulsión. En la judería debe visitarse la diminuta Capilla del Cristo del Pozo, cuyas raíces la
tradición popular entronca con la simulación de los conversos.

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Conclusión de la serie “El judaísmo hispano”
Resumen de la serie de artículos sobre un pasado muy brillante y doloroso. Lo poco que se
ha escrito y lo mucho que faltaría por relatar, breve esbozo de la vida de Maimónides y la
famosa Biblia de Alba amén de algunas reminiscencias personales.

En los once capítulos que he publicado sobre el judaísmo español en el medievo, he tratado de
delinear la activa existencia de esa comunidad y el sorprendente legado que, a todas luces, ha
dejado impreso en España durante el medievo, y quién sabe, sus reminiscencias hayan llegado
hasta nuestros días. Lo he hecho dividiendo el mapa hispano en regiones, estimando que en
cada una de ellas tiene sus propios anales de las juderías locales. Tengo plena conciencia que
fue éste un trabajo bien limitado y no tan detallado, apenas un esbozo de lo que ha sido la
presencia hebrea en la península, que dejó impreso su huella de un modo que, estimo, todavía
no ha sido debidamente apreciado. Ya he reconocido, y lo vuelvo a hacer aquí, que no soy
historiador, sino meramente un periodista que se ha visto animado por el deseo de revelar
algo de esta rica vivencia. Todo ello en gran parte basado en los estudios realizados por
eminentes historiadores e investigadores, tanto israelíes como españoles.

Mi trabajo ha sido incompleto, pues queda mucho por relatar. No he plasmado una crónica
cronológica de los anales del judaísmo en España, de por sí. No me he referido, por ejemplo, a
las grandes figuras del judaísmo español, que vivieron en especial durante la llamada “Edad de
Oro”, cuya fama ha trascendido fronteras. Son muchas y muy destacadas, empezando por el
inmortal (Maimónides), del que Córdoba tanto se enorgullece, y llegando a Najman
(Najmánides), que Gerona (ahora Girona) todavía recuerda. A propósito, se ha de señalar que
ambos fueron expulsados en épocas distintas mucho antes del nefasto Edicto de 1492, porque
no quisieron renunciar a su fe. El primero por el fanatismo musulmán que reemplazó un
régimen progresista y benévolo que fue el Califato de Córdoba, y el segundo por un rey catalán
que aunque liberal, lo tuvo que hacer obligado por lo que ya fuera entonces el antisemitismo
del clero cristiano.

Maimónides
La trayectoria del Rambam es tal que merece capítulo aparte en esta somera síntesis. Tal vez la
figura más excepcional del judaísmo medieval, Rabeinu Moshé Ben Maimón, o Maimónides
como es conocido en castellano, nació en 1135 en Córdoba, donde su padre se desempeñaba
como dayán (juez). Desde temprana edad, recibió una esmerada educación, siendo como era
hijo de una familia de eruditos, y se aplicó en el estudio del Talmud, la filosofía y las ciencias
naturales, conociendo a la perfección el árabe y el hebreo, además del español y el latín. Pero,
como ya se dijo, a los 13 años su familia tuvo que huir a Marruecos, al ser conquistado el
califato por los fanáticos almohades, que amenazaban con asesinar o expulsar a toda persona
que no se convirtiese al islamismo.

Radicada primeramente en Fez, esa familia tuvo que aparentar durante cierto tiempo haber
abrazado el mahometismo. Pero como en muchos otros casos, de algún modo se supo que
practicaba en secreto su antiguo credo, y se vio en la necesidad de emprender nuevamente la
huida. Luego de una muy azarosa travesía del Mediterráneo, llegó a Acre, en donde residió

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unos meses. Padres e hijos visitaron Jerusalén, para llorar junto al Muro Occidental, y también
Hebrón, en donde rindieron homenaje a los patriarcas y matriarcas allí sepultados. Y
finalmente se instalaron definitivamente en Egipto en 1165, en la localidad de Fostat.
Primeramente Moshé se dedicó por completo a escribir, estudiar y ocuparse de la comunidad
judía. En 1168 completó la primera de sus obras más monumentales: Amoor ("La Luz") Perush
Hamishná, o sea comentario y explicación de la Ley Oral, escrita originalmente en árabe, y
luego traducida al hebreo. Más tarde escribió la Mishná Torá, que se compone de catorce
tratados que explican y ordenan las leyes, ceremonias y costumbres del culto hebreo. Pero el
fallecimiento de su hermano 5 años más tarde, le anuló su privilegiada posición económica, y
tuvo que trabajar como médico. Maimónides llegó a dominar esa difícil ciencia del mismo
modo como lo hizo todo: dedicándose por completo a su estudio. Y ya en 1185 se
desempeñaba como médico del visir así como de la corte del sultán Saladino. Después del
fallecimiento del soberano en 1193, Maimónides pasó a ser el médico de cabecera de su
sucesor. Se recuerda la famosa carta que envió a un tal Samuel ibn Tibon en 1199 en la que
describía sus actividades diarias:

"Vivo en Misr (Fostat) y el Califa en Kahira (El Cairo), una jornada de un día de Shabat. Todos
los días voy a Kahira, para visitar al Sultán temprano por la mañana y también en cualquier
momento en que él o alguno de sus hijos o esposas se encuentren mal. Debo quedarme en el
palacio la mayor parte del día. También ocurre, con frecuencia, que algún funcionario del
Palacio enferme, y debo ocuparme de su curación. Y si no ocurre nada extraordinario, vuelvo a
mi casa al mediodía o por la tarde. Apenas he bajado del caballo y me he lavado las manos, voy
a saludar a todos los que me esperan, judíos y gentiles, nobles y gente del pueblo, amigos y
enemigos, y les pido que me aguarden con paciencia hasta que termine de comer, pues llego
muerto de hambre.(*) Luego comienzo a prestarles mis cuidados y prescribirles remedios.
Algunos se quedan hasta muy tarde de noche (Dios es mi testigo), hasta que ocurre en algunas
ocasiones que me quedo dormido por exceso de cansancio. Dedico el sábado a la comunidad.
Luego del servicio matutino muchos se me acercan para pedir consejos y saber que ha de
hacerse durante la semana. Estudiamos juntos hasta el mediodía, y por la tarde regresan y
leen conmigo hasta el servicio vespertino".

(*) Se debe recordar que como piadoso varón judío, no podía comer en donde no se preparase la comida estrictamente kasher. (N.
del E.)

Es evidente que una tal actividad hubiera agotado a una persona mucho más joven, y cuando
redactó esa carta Maimónides ya tenía unos 65 años. Pero además de sus tratados médicos,
esta magna figura del judaísmo escribió Moré Nevojim, Guía de los Perplejos. Se trata de una
obra monumental, en la que establecía concordancia entre la religión y el raciocinio y la
necesidad de armonizar religión, filosofía y ciencia. Tomando como base las enseñanzas de
Aristóteles, afirma que ambos reconocen la existencia de un solo Dios, sempiterno y
todopoderoso, autor de la Creación del Mundo, y que tratan de llevar al hombre a la
perfección. Su obra constituye la corona de la doctrina hebrea durante la Edad Media, y lo
coloca a la cabeza de los grandes pensadores de esa época. El método lógico que desarrolló
para conciliar la fe con la razón, atrajo a muchos jóvenes judíos y fue adoptado por grandes
filósofos cristianos como Alberto Magno y, en especial, Tomás de Aquino. Por lo tanto, hubo
rabinos extremistas que disputaron sus enseñanzas, e incluso llegaron a excomulgar al gran
filósofo, pero sus argumentos fueron finalmente aceptados. Murió en 1204, y fue sepultado en

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Tiberíades. De él se suele decir que "desde Moshé (Moisés) hasta Moshé, no ha surgido otro
Moshé"

Otras luminarias
Cabe mencionar aquí, aunque sea muy brevemente, figuras tales como el poeta Yehuda
Halevy, los estadistas Ibn Shaprut (del que ya se ha habló en el capítulo del judaísmo andaluz) y
Samuel Hanagid, el escritor Ibn Gabirol, el pensador y juez Aben Paluda, el rabino Isaac Alfasi,
el viajante e historiador Beniamin de Tudela, el sabio dignatario Abraham Abrabanel, el
cartógrafo mallorquín Crescas (del que ya se ha dado cuenta) y muchos otros. Sus vidas son
ejemplares muestras de lo que la mente judía logró plasmar en múltiples ámbitos del quehacer
humano. Y en muchos otros casos, conversos por obligación siguieron fieles a su fe y aportaron
de sus conocimientos en muchos ámbitos. Es sabido y conocido que Cristóbal Colón no hubiera
podido realizar su histórica empresa descubridora, si no fuera por el apoyo que obtuvo de los
cortesanos conversos que rodeaban a los Reyes Católicos, y de otros prohombres de
ascendencia judía. Incluso la propia Santa Teresa de Ávila, una de las figuras más veneradas
por el cristianismo, fue hija de un converso, un secreto cuidadosamente guardado durante
siglos. Y luego aparece el trágico relato de los conversos, mal llamados marranos, que tuvieron
que renunciar a su fe, aunque en muchos casos la mantuvieron en secreto, incluso en lo más
recóndito de su alma. Estos supuestos cristianos llegaron hasta el Nuevo Mundo, y allí
ocuparon cargos de importancia aunque siempre cruelmente perseguidos por la Inquisición.
Nada más con mencionar una obra maestra, “La gesta del marrano”, del escritor argentino
Marcos Aguinis, que bien trata sobre el tema, creo haberlo dicho todo.

Otro aspecto de esa historia es la confrontación entre dos religiones. Los constantes esfuerzos
para convertir al judío, y la resistencia que éste opuso para mantenerse fiel a su fe. Incluso los
terrible pogromos registrados una y otra vez, no acabaron con el judaísmo, si bien la
desenfrenada ola de matanzas suscitada en 1391 por el arcediano Ferrán Martínez de Sevilla,
se propagó a través de casi toda España e hizo desaparecer prácticamente a juderías enteras,
como es el caso del Call de Barcelona, el de Palma de Mallorca y el de Valencia, entre otros.

Una empresa excepcional


Pero antes de poner punto final a esta serie quisiera mencionar un episodio más positivo. Me
refiero a la llamada “Biblia de Alba”, también conocida como “Biblia de Olivares”, un relato
digno de conocerse. Evidentemente se trata de uno de los episodios más sobresalientes de la
colaboración religiosa entre judíos y cristianos, que no fue excepcional, por no decir menos. Se
trata de una obra realizada por un rabino judío a pedido de un noble cristiano, cuyo
manuscrito se conserva hasta nuestros días en la Casa de Alba. Don Luis de Guzmán, Maestre
de la Orden de Calatrava, encargó en 1422 al rabino Moshé Arragel de Guadalajara, preparar
una versión castellana de la Biblia hebrea, con comentarios sobre su significado. Le ayudaron a
esta empresa unos sabios franciscanos de Toledo, quienes también se encargaron de adornarla
con preciosas ilustraciones, lo que el rabino no podía hacer por prohibición religiosa. R. Moshé
Arragel se encargó de compilar y ordenar lo escrito por teólogos y comentadores, tanto judíos
como cristianos. En esta vasta labor le ayudó no sólo su profunda erudición bíblica, sino
también un cierto conocimiento de la literatura clásica y latina, y así surgió la llamada Biblia de
Alba, una verdadera obra clásica del arte medieval.

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Afírmase que el estudioso judío realizó su labor durante dos años, y la compuso con gran
objetividad absteniéndose por lo general de manifestar sus opiniones personales. Hay quienes
incluso afirman que a veces se inclina a elegir la interpretación cristiana, aunque por lo general
trasciende de su obra un evidente tenor judío. En diversas oportunidades, el rabino hace
mención de sus pensamientos íntimos, en los que aparecen síntomas de su orgullo nacional.
Afirma que los antiguos reyes españoles solían honrar a los judíos de su país por sus cualidades
y virtudes, y por ello el judaísmo hispano supo reciprocar con creces, y en una medida superior
a cualquier otra comunidad de la Diáspora, estos favores y privilegios. Escribió que estos
judíos, que poco antes fueron "corona e diadema de toda la ebrea transmigración, en
fijosdalgo, riqueza, sciencia, libertad", habían caído en la miseria. En las ilustraciones de la
época, aparece el eminente estudioso entregando el Libro a su mecenas, ataviado con sus
propias vestiduras pero, sin embargo, llevando siempre la divisa especial que señalaba la fe
que profesaba. Y aunque ello fuera un signo discriminatorio, ese episodio señala que incluso
después de los terribles episodios de 1391, con todas las nefastas consecuencias que tuvieron
para el judaísmo español, todavía existía en España cierta tolerancia religiosa y cultural.

Anales fascinantes
Este enorme acopio de material semidescubierto me ha fascinado desde siempre, de modo
que teniendo en cuenta mis limitaciones, he tratado de revelarlo en la medida de mis
posibilidades. Mucho queda por relatar. Tomando un ejemplo al azar, la Escuela de
Traductores creada en Toledo por Alfonso X el Sabio, en donde estudiosos judíos realizaron
una ímproba labor; la teoría que incluso esa importante ciudad castellana fuera fundada por
judíos, ya que según algunas opiniones su nombre procede del vocablo hebreo “toledot”, que
es “generaciones”. Por otro lado, las famosas disputas teológicas celebradas en Barcelona y
Tortosa, que nunca terminaron bien para la argumentación judía, formulada en forma tan
coercida por no gozar de plena libertad de expresión.

Hay otro aspecto que tiene particular importancia: qué ocurrió con los judíos que tuvieron que
abandonar España en 1492 y Portugal unos años más tarde, y que perpetuaron su ascendencia
al ser considerados como sefardíes, o sea “españoles”. Cada una de las nuevas diásporas tiene
su propio relato, a cuál más excitante. En un artículo previo (La joya traída de España) me
referí a un fenómeno lingüístico que no tiene par en la historia: a través de cinco siglos los
expulsados de un país retienen su idioma, y muchas de sus costumbres. Es así que el ladino de
nuestros días acusa giros y términos cervantinos, al margen de conservar mucho del
vocabulario original mantenido con tanta dedicación, por centenares de miles de los
descendientes en tantos y tantos países, sobre todo en los Balcanes y Turquía.

Reminiscencias
Quisiera ahora, para terminar, insertar una nota personal. Yendo por las angostas y
pintorescas callejuelas de la Ciudad Vieja en alguna de mis varias visitas a Barcelona, sabía que
estaba recorriendo lugares en donde posiblemente vivieron mis antepasados, en la zona
comprendida, grosso modo, entre las Ramblas y la Catedral. Poco era lo que se conocía,
insignificante lo que había quedado. Confieso que en aquella época mi interés no estaba tan
centrado –como lo está ahora- en el viejo pasado judío, sino en un pasado más reciente,
cuando circunstancias aciagas obligaron a mi familia abandonar mi ciudad natal rumbo a
Palestina.

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Efectivamente, y aunque parezca raro –hay quienes todavía se resisten a discutir la veracidad
de mi relato- llegamos a este país como refugiados huyendo de la persecución de la dictadura
franquista, que se ensañó con mi familia por el mero hecho de ser judía. Hay quienes se
empeñan hasta ahora ver solamente la otra cara de la moneda, pero básicamente la dictadura
española nunca fue projudía, y si ayudó a salvar a ciertos judíos, lo hizo por conveniencia y no
por vocación. No será por nada que cuando se luchaba en el Ebro en 1930, los fascistas
cantaban este estribillo al entonar la canción falangista “Cara al Sol”:

"Catalán, judío y renegado, pagarás los daños que has causado. Arriba escuadras, a vencer,
Que en España empieza a amanecer."

Espero tener ocasión de referirme con detalle a ese tema, que ya publiqué bajo el título
“Odisea de un judío español” en el desaparecido sitio es-israel así como (el primer capítulo, el
12.02.06) en el blog de mi estimada amiga, la conocida escritora y periodista Pilar Rahola. El
relato también ha sido publicado en portugués en el sitio www.visaojudaica.com.br traducido
por el periodista Szyja Sorber. Asimismo, fue el tema principal de un artículo escrito en catalán
por la periodista Mar Jiménez, que apareció en la edición de octubre de 2006 de la prestigiosa
publicación mensual “Sàpiens” que se edita en Barcelona.

Ya no me resta que formular mi mayor agradecimiento a todos quienes comentaron mis


artículos. Su interés y sus observaciones me han estimulado a seguir adelante, amén de haber
enriquecido mi acopio de conocimientos, y he quedado en deuda con ellos. Todo ello ha
avivado mi deseo de relatar más y más sobre el pasado sefardí que, en cierto modo, es el mío
propio.

Moshé Yanai

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