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EL NACIMIENTO DE LA TIERRA
Antes de que los muchos mundos llegaran a existir, sólo estaba la Tierra Eterna. En la
Tierra Eterna sólo había una diosa: Anu.
Anu fue la Primera, la Eterna, la Belleza más allá del Tiempo y carente de límites. Anu
tenía todo lo que necesitaba para prosperar en la Tierra Eterna. Si deseaba hidromiel,
los ríos y lagos borboteaban con un dorado brebaje; si quería gachas de avena, su
caldero siempre estaba lleno y caliente. Tenía más ganado del que fácilmente podía
contar, y una gran fortaleza dorada para refugiarse. Había bayas de serba para comer
todo el año, y los salmones saltaban desde el río a sus pies si ella lo deseaba. La tierra
rebosaba vida, y le entregaba su botín si ella lo deseaba.
Pero aun no estaba contenta. Todos los grandes tesoros de la Tierra Eterna eran para
ella, y sólo para ella. Podía tener lo que quisiese con sólo desearlo, pero no había creado
nada en esta tierra. Todo venía de alguna parte, pero ella ignoraba de dónde.
Anu decidió beber de los ríos y lagos de hidromiel para olvidar sus problemas. Tomó su
gran cáliz de diosa y, sumergiéndolo en un lago se bebió la mitad de este. Como el trago
le supo a poco , volvió a llenar su cáliz y vació el lago con un segundo trago. Sin que
Anu lo supiese, había un gusano en el fondo del lago, y se lo tragó sin darse cuenta la
segunda vez que bebió. Tras beberse el lago de hidromiel, Anu se sintió mareada y se
fue a su fortaleza dorada a descansar.
Mientras Anu dormía, el gusano creció en su vientre hasta convertirse en un hombre.
Esto perturbó su sueño y la hizo sentirse enferma durante la noche, hasta que expulsó el
contenido de su tripa, y tuvo que traer un cubo de agua para lavar las losas. El pequeño
hombrecito fue arrastrado por el agua hacia el exterior.
Anu despertó al día siguiente, sintiéndose cansada, pero la carga de sus anhelos estaba
extrañamente ausente. Fue a traer al interior su ganado para ordeñarlo y se encontró
con que había un hombre esperándola en el exterior. Este era el gusano del lago de
hidromiel, que había crecido en su cuerpo hasta alcanzar la forma de un hombre. Anu
lo llamó Arawn, el primer Dios Cornudo, y lo hizo su consorte.
Lo que Anu no sabía sobre Arawn era que tenía un hermano en el lago, que había
quedado varado cuando ella bebió todo el hidromiel. Una vez Arawn se convirtió en
hombre y se vio en brazos de Anu, olvidó todo acerca de su pequeño hermano gusano.
El hermano de Arawn fue llamado Crom Cruich y envidió a este por su buena fortuna,
y odió a Anu por haber drenado su lago. Crom Cruich se arrastró fuera del lecho seco
del lago, y continuó su camino a través de los pastos hasta la fortaleza de Anu. Era solo
un pequeño guisano, y su viaje duró varios meses. Crom pensó esconderse en una de las
bebidas de Anu, para así convertirse en un hombre en su vientre como su hermano, y
después desafiar a la diosa y a Arawn por el dominio de la Tierra Eterna. Una vez
hubo alcanzado la fortaleza, Crom cruich entró en un pozo de agua limpia y clara que
había en el patio. Pero cometió un terrible error, pues era el pozo que Anu usaba para
abrevar a su ganado y así mantener su leche cremosa y blanca. Al día siguiente, Crom
fue tragado por una de las vacas de Anu, en cuyo estómago permaneció por algún
tiempo, ideando un medio de escapar de su confinamiento.
LA PRIMERA FUNDACIÓN
Al haber llevado la muerte a la tierra,
Anu debía hacer que esta renaciera cada
siete ciclos, o el veneno de Crom Cruich
acabaría con Goria. A pesar de que lloró
al hacerlo, ordenó a los Fir Bolg que
sacrificasen a Arawn, y que un nuevo
Dios Cornudo sería elegido como su
consorte. Así llegaron a ser las cosas, con
el viejo Dios Cornudo dejando sitio para
el nuevo cada siete ciclos, para que el
mundo pudiese renacer de nuevo. En el
momento señalado, el consorte de Anu
debía ser llevado a la Gruta Sagrada
para retornar a la tierra. Los Altos
Sacerdotes Fir Bolg debían dar al Dios
Cornudo su última comida de gachas de
trigo, preparadas por las sacerdotisas.
Las gachas contenían las treinta bayas
de la diosa y el Trigo Negro.
Las gachas que le daban al Dios Cornudo en el último día de su reinado contenían una
dosis fatal de Trigo Negro, y su espíritu regresaba a la Tierra Eterna para residir con
Anu por toda la eternidad. Cuando los espasmos de muerte terminaban y el espíritu del
Dios Cornudo pasaba a la Tierra Eterna, su cuerpo mortal era colgado por los pies de
las ramas del Árbol de la Vida. El Árbol de la Vida crecía junto a un estanque
cristalino lleno de salmones, y aquí el Dios Cornudo retornaba a Goria, nutriendo las
raíces del árbol y los salmones del estanque, renovando la tierra y lavando el veneno de
Crom Cruich. Esos salmones eran llamados los Salmones de la Sabiduría, y Anu tenía
prohibido a sus hijos comerlos. Las sacerdotisas de Anu tenían como misión sagrada
custodiar el estanque. Se decía que si alguna vez alguien comía el salmón sagrado,
obtendría un gran conocimiento, pero pagaría un precio terrible por él.
Crom Cruich se presentó a Cernunnos en una visión, en la víspera de su sacrificio. Sin
conocer la verdadera naturaleza del gusano, Cernunnos preguntó a Crom cómo podía
burlar a la muerte que le aguardaba, y construir un reino justo para los Fir Bolg. Crom
le contó que el secreto estaba en los Salmones de la Sabiduría. Anu no quería que sus
hijos aprendieran los secretos de la vida sin muerte, porque así se liberarían de su
tiranía. El juicio de Cernunnos estaba nublado por su deseo de inmortalidad, y eligió
creer a Crom. Sin perder más tiempo, Cernunnos sedujo a la sacerdotisa que guardaba
el estanque, con encanto y engaño. Su nombre era Ceridwenn. Ceridwenn y Cernunnos
sacaron los salmones del estanque, y prepararon un gran festín de caldo de salmón
para los Fir Bolg en el Caldero de la Diosa. Creyendo que era la última comida de
Cernunnos, los Fir Bolg comieron el salmón, y la furia de Anu no conoció límites. Al
comer el salmón, los Fir Bolg aprendieron los secretos de la Necromancia, el arte de la
muerte. Anu apareció ante sus hijos, y los repudió por su crimen.
Los maldijo con la inmortalidad, pero era la inmortalidad de la muerte eterna, no la
vida eterna, así que sus cuerpos se pudrieron, y el viento aullaba entre sus costillas.
Anu reservó tormentos especiales para Cernunnos y Ceridwenn, que la habían
traicionado y estaban detrás de la revuelta. Hizo a Cernunnos impotente por haberla
engañado, y volvió loca a Ceridwenn, ambos ahora incapaces de morir para escapar al
juicio de Anu. Y las travesuras y el odio de Crom Cruich habían llegado demasiado
lejos. Anu desterró al gusano de Goria, a un mundo de horror y sufrimiento llamado
Anwyn. Este lugar había sido descubierto por los sacerdotes Fir Bolg en sus viajes
espirituales, en los más terribles y tormentosos.
LA SEGUNDA FUNDACIÓN
Los Fir Bolg desesperaron, y dejaron
la tierra en barbecho. Se deslizaron
hasta lugares escondidos en las
colinas, los pantanos y las grutas
salvajes. Una gran tristeza cayó sobre
Goria, y la luz del sol se apagó, y las
fuerzas de la noche caminaron
durante el día, haciendo las sombras
aún mas grandes. Ya que Anu los
había maldecido y repudiado, los Fir
Bolg se volvieron hacia Cernunnos y
su nueva concubina para guiarlos.
Durante mucho tiempo, Cernunnos no
sabía qué les pasaba a él y a su gente.
Trató de hablar nuevamente con
Crom Cruich, pero no pudo hallarlo.
Los Fir Bolg comenzaron a cambiar.
Se marchitaron y deterioraron de
muchas formas, cada una acorde al
espíritu del condenado.
Nada sucedió, así que Cernunnos mandó a una partida de caza traer una de las bestias
que pastaban en la llanura. Cortó a la mitad el corazón del ternero, e invocó el nombre
de Crom Cruich por segunda vez. Relámpagos púrpura surcaron el cielo, y un terrible
trueno lanzó a los Fir Bolg al suelo. Mientras rodaban por el monte, los negros pilares
de un portal al infierno surgieron del suelo. Los pilares estaban inscritos con brillantes
runas ogham de perdición, y ríos de sangre brotaron del portal y empaparon a los Fir
Bolg. Crom surgió del portal, y los Fir Bolg le juraron que le trerían más sangre si los
ayudaba a tomar la Tierra Eterna. La Llanura de Anu fue renombrada como Mag
Sletch, la Llanura de la Adoración en la lengua de los Fir Bolg.
Crom enseñó a los Fir Bolg los secretos de los portales, y aprendió los rituales
apropiados para invocar fuerzas de Anwyn. Cernunnos trató de crear una cadena de
portales desde Anwyn a través de Goria, hasta la Tierra Eterna, para poder batallar
contra Anu. Los hechizos de Anu socavaron el poder del ritual, y este fracasó. Los
poderes de Anwyn que Cernunnos había llamado colocaron un vínculo en él, de modo
que no podría intentar el ritual durante mil años. El fallo tuvo otro efecto. Las
criaturas que vivían en el corazón de Goria eran serpientes durmientes que mantenían
el mundo unido. La alteración en los mundos que había provocado el Gran Ritual de
Unificación de Cernunnos despertó a las serpientes, que se filtraron a través de la
tierra, emergiendo en los montes sagrados de todo Goria. Llegaron como relámpagos
azules que brotaban del suelo, como fragmentos de hielo, como pilares vivientes de
obsidiana. Fueron llamados los Aes Sidhe, la gente de los montes. Tras su despertar,
los Sidhe asumieron formas que eran más apropiadas para el mundo de la superficie.
Los más poderosos tomaron cuerpos que se asemejaban a los de los antiguos Fir Bolg,
creados a imagen de Anu. Otros tomaron formas serpentinas similares a las que tenían
cuando dormían bajo tierra, y se convirtieron en los sirvientes de los otros Sidhe.
Hechos de la misma materia de la tierra, los Sidhe eran verdaderamente inmortales.
Tenían cuatro grandes gobernantes, uno por cada uno de los elementos del mundo. La
condesa Sidhe del trueno y el relámpago era y sigue siendo Avellin. La princesa Sidhe
del hielo y las frías y cristalinas aguas del mundo subterráneo era y sigue siendo
Branwyn la Princesa de Hielo. El Duque Sidhe del suelo y la negra piedra de los
cimientos del mundo era y sigue siendo Bran. El Duque Sidhe del fuego y el ardiente
mundo subterráneo era y sigue siendo Gwydion.
Los Sidhe eran guerreros sombríos y orgullosos, y desearon la tierra en la que habían
despertado. Al no querer compartir el destino de los Fir Bolg y aislarse de estos, los Fir
Bolg vieron en los Sidhe una nueva fuente de poder para sus sangrientos ritos. Los Fir
Bolg trajeron de nuevo con ellos terribles poderes de Anwyn, y construyeron en Goria
malvadas efigies. Cientos de Sidhe capturados fueron quemados vivos para alimentar
con sus almas a Crom Cruich. A pesar de su inmortalidad, los despertados estaban
hechos de carne, sangre y huesos. La guerra estalló y se propagó por todo Goria, y Anu
brindó su apoyo a los Sidhe. Pero los Sidhe eran salvajes y desconfiados, y no desearon
una alianza, pues no adoraban a ningún dios, así que Anu retiró su apoyo. Incluso sin
la Diosa de su lado, el pueblo de los montes era potente y terrible, y finalmente su acero
y su magia elemental expulsaron a los Fir Bolg de Goria. Los Fir Bolg renunciaron a la
tierra y regresaron a Anwyn, donde los Aes Sidhe no podían perseguirlos.
LA TERCERA FUNDACIÓN
Tras la derrota de los Fir Bolg, los Aes
Sidhe usaron su magia elemental para
alzar imponentes fortalezas
amuralladas, de un tipo nunca antes
visto en Goria. En especial les gustaban
los altos picos de roca donde la tierra se
encontraba con el océano. En las costas
occidentales de Goria los Sidhe
levantaron sus ciudades más
importantes. En el lejano norte, los Ía
Sidhe, súbditos de Branwyn, princesa
del hielo, construyeron la ciudad de
Findias. Al sur de Findias, los Carnac
Sidhe, siervos de Bran, alzaron la
ciudad de Gorias, nombrada así por la
tierra de la que los Sidhe habían
brotado. Gorias se convirtió en la más
importante de las ciudades Sidhe. Más
al suroeste, unida sólo a Goria por un
delgado istmo de tierra y alzándose en
medio del embravecido océano, los
TairnachSidhe, súbditos de Avellin,
alzaron la ciudad de Falias. Al sur de
Falias y Gorias, los AithSidhe, siervos de Gwydion, levantaron la ciudad de Murias.
De este modo, la coste oeste de Goria se convirtió en una poderosa y continua
fortificación desde el norte hasta el sur. Los Sidhe levantaron muchas torres además de
sus grandes ciudades, y construyeron magníficas embarcaciones que navegaban en el
viento, y no sólo en el agua. En muy poco tiempo, los Sidhe dominaban todo Goria.
Aunque los Fir Bolg habían sido expulsados de la tierra, poseían las formas de
regresar. Las puertas del infierno podían ser abiertas tanto desde Goria como desde
Anwyn, y la tierra nunca estaría en paz de nuevo. Los Fir Bolg cambiaron en Anwyn, y
cuanto más tiempo pasaban allí, más sombríos y siniestros se volvían. Pese a estar
muertos, muchos de ellos ansiaban la carne y la sangre de los vivos. Alímentándose de
los seres vivientes evitaban desvanecerse permanentemente en las sombras.
También necesitaban sacrificios para su oscuro Dios Gusano, que ardían ante sus
siniestras efigies. Esta carne y sangre, y estos sacrificios, eran tomados de los Sidhe. En
noches oscuras, cuando la luna y las estrellas estaban en alineamientos funestos, los
muertos regresaban para llevarse a los Sidhe a Anwyn. El conocimiento de los Fir Bolg
de la magia de la muerte permitía a estos caminar temporalmente por Goria
vinculando sus cuerpos a los huesos de guerreros caídos en otros tiempos. Una y otra
vez los Sidhe rechazaron a los Fir Bolg con su magia, a veces invocando serpientes más
antiguas que no habían despertado con el Gran Ritual de Unificación de Cernunnos.
Finalmente los Sidhe perturbaron cosas tan profundas que los cimientos de la tierra se
quebraron, y el mundo inferior comenzó a filtrarse.
El reino bajo Goria se llamaba Lochlann. Lochlann era un interminable sistema de
oscuras cavernas; plagado de túneles medio inundados y traicioneras corrientes
subterráneas. Había suficiente agua en Lochlann para llenar un océano. Y, lo que es
mas, quedaría agua para llenar otro océano, dejando aún más agua restante. Profundo
más allá del entendimiento. Las aguas de Lochlann se filtraron a Goria como el musgo
verde en una turbera.
Con las oscuras aguas llegó la gente de Lochlann. Eran conocidos como Fomorianos, y
eran terriblemente feos. Incluso más terrorífico que su apariencia era su temperamento.
Eran los hijos del Caos y la Larga Noche, y odiaban a todos los seres vivientes, incluso
a sí mismos. Beligerantes y brutales, cayeron sobre los Sidhe como una gran marea. La
parte media de Goria era fundamentalmente plana, y debido a la filtración de
Lochlann se había encharcado con pantanos y ciénagas, y otras extensiones de agua
estancada. Fue desde esos lugares desde donde los Fomorianos atacaron. Hordas de
demonios apestosos cubiertos de limo y escamas, retorcidos y deformados, se alzaron de
las aguas y saquearon los asentamientos tierra adentro de los Sidhe. Muchos de los
Fomorianos parecían más bestias que hombres, y en medio de sus filas había terribles
criaturas de las aguas abisales. Algunos de estos demonios eran monstruos gigantescos,
mientras que otros, los Destripadores, actuaban como monturas. Otros parecían
encantadores y ultraterrenos, y ofrecían a los guerreros Sidhe la promesa de un cálido
abrazo y más. Estas se llamaban Sirenas, y su reina era Domnu. Pero no eran lo que
esperaban los hechizados guerreros Sidhe, y los fríos y húmedos brazos de las sirenas
daban sólo muerte.
Excepto por las astutas sirenas, las tácticas habituales de los Fomorianos eran la
ferocidad y una abrumadora superioridad numérica. Estaban felices de saquear la
fértil tierra de Goria, matando a los Sidhe indiscriminadamente para apoderarse de
sus reservas de alimentos y bestias. Entonces, arrasaban los asentamientos Sidhe, sólo
por diversión. Con los Fomorianos llegó el denso y húmedo aire de Lochlann. Nieblas
saladas oscurecieron la tierra con su llegada. El aire se hizo más pesado, y la lluvia
llegaba poco después. Los Sidhe eran adversarios terribles, pero el precio de su
inmortalidad era que no nacían niños entre ellos. Al principio las cosas iban mal para
los Fomorianos; el poder que había desterrado a los Fir Bolg se volvía contra ellos
desatado. Pero los Fomorianos criaron incontables hordas de bestias en la oscuridad,
multiplicándose como sapos. Finalmente los Sidhe se convirtieron en una fuerza menor
en Goria, y los restos de su pueblo se vieron forzados a abandonar el centro a los
Fomorianos. Se retiraron a los altos picos de sus fortalezas costeras, donde las
criaturas de Lochlann no pudiesen alcanzarlos. Allí los Aes Sidhe continuaron
viviendo sus vidas inmortales, soñando con pasadas glorias y raramente
aventurándose fuera de sus fortalezas.
LA CUARTA FUNDACIÓN
Durante tres largas eras, Anu había
llorado por la traición de sus hijos.
Primero había sido una aventura,
cuando Cernunnos había intentado
unir los tres mundos con su ritual.
Después había intentado,
infructuosamente, adoptar a los Aes
Sidhe. Pero ya que eran una parte
viviente de la tierra que ella había
creado con Arawn, los Sidhe eran
una parte antigua y profunda de sus
personalidades gemelas, y nadie
podía controlarlos realmente. Tras su
fracaso, Anu estaba verdaderamente
decepcionada, y volvió su espalda
hacia Goria, abandonando la tierra a
la que había dado vida a cualquiera
que fuese el extraño destino que
aguardaba. Regresó a su sencilla
vida en la Tierra Eterna, donde todo
era hecho para ella y no tenía nada
de lo que preocuparse. Goria cambió
en modos que ella nunca había
previsto. Pero a medida que pasaba el
tiempo, el dolor de Anu disminuía, y
era reemplazado por el deseo de engendrar vida de nuevo. Anu era la Madre de Todo, y
deseaba regresar a su tierra para nutrirla y extender su abundancia en ella una vez
más.
Una noche Anu estaba cosiendo un diseño por pura diversión, de un árbol del que
pendían tres manzanas doradas. la aguja se deslizaba mientras cosía, y acabó
clavándose en su pierna, rompiéndose la punta. Anu no se dio cuenta de que la punta
se había roto, y se puso miel en la herida para sanarla. Cuando despertó al día
siguiente, había un gran bulto en su muslo, como un huevo de gaviota. "Qué extraño",
pensó Anu, "La miel debería haber detenido cualquier veneno que intentase entrar".
Reventó el bulto, y de él salió un pequeño hombre. Anu le dio un vaso de leche, y al
beberlo, el hombre creció hasta alanzar su tamaño completo. Era un espécimen
grandioso, así que Anu lo pintó con pastel azul. Entonces puso su pelo de punta con
grasa de oca, y le tiñó las puntas del cabello de rojo usando su propia sangre. Entonces
lo vistió con unas brillantes mallas de oro. Sus ojos tenían nueve pupilas cada uno, que
titilaban con una luz interior afilada como la punta de la aguja que lo había creado.
Estaba lleno de una gran energía que durante mucho tiempo pareció ausente de la
tierra de Goria.
Pensando que había recibido una segunda oportunidad, Anu llamó al hombre
Lamfahda, y lo hizo su nuevo consorte. Lamfahda no sería un nuevo Dios Cornudo,
sino el Dios Sol, y traería la luz de vuelta a su tierra. Con él, Anu daría a luz a una
nueva raza de hijos, no seguidores ni adoradores, sino hombres libres. Se llenarían con
el espíritu de Lamfahda y serían grandes guerreros y poetas. Amarían sus cortas vidas
y arderían con brillo mientras durasen, y ganarían Goria de nuevo para Anu.
De ese modo, Anu y Lamfahda crearon una nueva raza y los llamaron Gael. Del mismo
modo que habían hecho Arawn, Lamfahda, el Dios Sol, descendió a Goria con sus hijos,
para vigilarlos y enseñarlos los secretos de la tierra. El primer desafío al que los Gael
se enfrentaron fue la amenaza de los Fomorianos. Enérgicamente se lanzaron a la
lucha contra los monstruos de las profundidades, y muchos hechos sangrientos se
registraron en esa campaña. Lamfahda tenía el poder de Anu fluyendo por sus venas, y
podía usarlo para adoptar terribles y retorcidas formas con las que se convertía en un
señor de la guerra. Era capaz de segar las cabezas de una legión de Fomorianos con un
golpe de su poderosa espada. Acabó personalmente con Nudd, el Rey de los Fomorianos
y amante de Nudd, arrojando su lanza contra el cráneo del Rey Demonio. Incapaces de
resistir la furia de batalla de los Gael, los Fomorianos se retiraron de sus
asentamientos en Goria y regresaron a las profundidades. Los Gael nunca pudieron
expulsar completamente a los Fomorianos, e incluso mandaron héroes a los laberintos
de Lochlann, pero no regresaron jamás. Los Fomorianos regresaron de nuevo, y los Gael
se vieron forzados a construir sus asentamientos en las regiones costeras, del mismo
modo que los Sidhe. Estos asentamientos eran grandes fortalezas de piedra construidas
en lo alto de amplias mesetas, o sobre grupos de colinas. El mayor de esos
asentamientos era Taras, donde el Dios Sol construyó su palacio.
Estaba, además, la cuestión de los Fir Bolg. Los muertos regresaban periódicamente de
Anwyn para matar a algunos y llevarse a otros a Anwyn, sobre todo en la noche de
Samhain. Y Cernunnos, actuando como heraldo de Crom Cruich, logró corromper a
una de las tribus gael que vivían alrededor del Monte de los Viejos reyes. Siempre
habían sido gente aislada y temida, pero bajo el dominio de Crom se convirtieron en los
Devoradores de carne, y pasaron a engrosar las filas de los muertos vivientes. Los
druidas Gael, hombres y mujeres sabios que actuaban como sacerdotes y jueces para su
gente, trataron de sellar para siempre muchas de las puertas a Anwyn que infestaban
la tierra. Pero sus poderes no eran suficientes como para purgar Mag Slecht y otros
pocos lugares donde el reino infernal se encontraba cercano. De modo que los Fir Bolg
regresarían de nuevo.
Anu había logrado, aunque fuese parcialmente, lo que se había propuesto. Pero el
camino por delante para sus hijos era largo y peligroso.
LA LLEGADA DEL INVIERNO
Los Vanir eran tres pueblos diferentes, viviendo unidos como si fuesen uno. Los
primeros eran los Enanos, hombres pequeños y robustos, de fuertes brazos y frondosa
barba. Los enanos eran mineros y cazadores, así como muy bueno herreros. En segundo
lugar, estaban las Valkirias, que eran feroces guerreras aladas, de estatura similar a
los Enanos. Los Enanos tomaron a las Valkirias como esposas, ya que no había mujeres
Enanas, y las Valkirias tomaron a los enanos por esposos, ya que no había Valkirias
hombre. Las Valkirias vivían en los altos picos de las más altas montañas de
Midgaard. Finalmente estaban los Jotun, los gigantes del hielo, que eran luchadores
temibles. En Midgaard los Vanir vivían en tribus cerca de las quebradas costas, donde
pescaban y cazaban a feroces bestias de las profundidades marinas. En determinados
momentos del año, mandaban cazadores tierra adentro para encontrarse con los
incontables rebaños migratorios de alces y ciervos blancos. Los cazadores mataban
suficientes animales para alimentar a su tribu hasta que volviesen a pasar los rebaños.
Muchas criaturas del crudo invierno acompañaban a los Vanir en estas expediciones,
como los osos, cuervos y lobos, y cada tribu tenía una especial afinidad con un espíritu
animal concreto. Las tribus más aventureras vivían de su ingenio, construyendo
enormes barcos Dragón que navegaban por los fiordos y llevaban a sus tripulantes a
una vida eterna de viaje y aventura. Saqueaban y quemaban los asentamientos costeros
para después continuar en sus viajes. Nada complacía más a los incursores Vanir que
contemplar la sangre roja sobre la nieve blanca, y el brillo de los incendios en la costa
mientras sus barcos se alejan hacia el crepúsculo.
Fueron estos grupos de incursores los que descubrieron el puente de hielo, y lo llamaron
Bifrost. Los Vanir navegaron con sus barcos Dragón a través de Bifrost, y descubrieron
que llegaban a un extraño mar cubierto de densas brumas. Cuando la bruma se
desvaneció, los Vanir se encontraron en las aguas que rodeaban la costa norte de Goria.
Lanzando incursiones contra los asentamientos costeros que encontraron, conocieron a
los Gael y a los Sidhe como feroces oponentes. Incluso lanzaron incursiones tierra
adentro, donde se encontraron a los Fir Bolg y los Fomorianos. Goria parecía un
mundo enormemente fértil para ellos, y había un gran tesoro que debía ser saqueado de
los ricos asentamientos. Los Escaldas rúnicos de los Vanir decidieron que este mundo
era un regalo de los dioses Vanir del invierno y la batalla, incluso aunque fuese
demasiado cálido y húmedo para su helada sangre. Los Escaldas rúnicos eran sabios
ancianos Vanir que conocían los secretos del Futhark, la escritura rúnica de poder que
había sido otorgada por los dioses.
La flota Dragón de los Vanir se retiró por un corto periodo de tiempo, y entonces
regresaron en gran número y trayendo muchos más barcos. Los Vanir pretendían hacer
esta tierra suya, y trajeron monolitos mágicos en sus naves. Estos monolitos, llamados
Vettarstane en el lenguaje de los Vanir, eran enormes bloques de granito, tan grandes
como los Lia que los Gael utilizaban para marcar sus lugares ceremoniales. Los
Escaldas vinculaban a estas piedras los espíritus de los yermos de Midgaard con runas
sagradas Futhark, y los Jotun, los gigantes del hielo, cargaban con estas enormes
piedras desde las naves Dragón hasta Goria, donde los espíritus atrapados traían
ventiscas y congelaban la tierra. Las fuerzas del invierno habían llegado a Goria para
reclamar la tierra a los hijos de Anu.