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La pregunta básica de qué es el derecho no tiene una fácil respuesta dado que la palabra
misma tiene muchos sentidos. Por ello, la ciencia jurídica, como toda ciencia, tiene
ciertamente un lenguaje propio. La primera dificultad que encuentra la ciencia jurídica está
en el hecho de que muchas de sus palabras están tomadas del lenguaje corriente, pero
con un sentido distinto o más restrictivo.
En nuestro sistema jurídico, como ocurre, en general en todos los derechos de origen
romano – germánico, dicha dificultad es justamente lo que ocurre con la palabra
“Derecho”. En efecto, en otros sistemas jurídicos o políticos, tales como en el sistema
japonés o el inglés, el Derecho tiene un significado único, como el conjunto de reglas que
gobiernan la vida del hombre en sociedad.
En nuestro sistema, en cambio, la expresión “Derecho” presenta dos sentidos que difieren
profundamente, aunque se encuentran profundamente vinculados:
Un primer sentido nos indica que el “Derecho” es un conjunto de reglas que pretenden
permitir o favorecer la vida en sociedad. La idea de barreras o de límites es
probablemente la que gráficamente suele representar en mejor modo esta acepción. Es
precisamente el conocimiento de ese conjunto de reglas el que anima al estudiante de
derecho, ya sea por vocación o mera curiosidad. Este conjunto de reglas jurídicas es lo
que suele conocerse también con el nombre de “Derecho”, “norma jurídica”, “regla
jurídica” o “derecho objetivo”.
Entonces, los derechos son las prerrogativas que el “Derecho” o el “Derecho objetivo”
reconoce a un individuo o grupo de individuos y de los que puede prevalerse en sus
relaciones con los otros, invocando su apoyo, y, de ser necesario, la protección o auxilio
de los poderes públicos. En conclusión, ambos conceptos se encuentran en directa
relación, por cuanto el objeto del Derecho es delimitar los derechos de las personas, estos
son, los derechos subjetivos.
El Derecho tiene por objeto permitir la vida en sociedad. En efecto, la convivencia con
otros determina la necesidad de establecer reglas de conducta. Si viviésemos solos (tal
como Robinson Crusoe) no se requeriría que tuviésemos un catálogo de normas que
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La anarquía, esto es, un estado sin reglas, donde todo se regula por el deseo (por lo que
a cada uno le agrada) daría como consecuencia un estado imposible de vivir. Basta
imaginarse la cantidad de conflictos y problemas sin solución que se presentarían en tal
caso. En suma, no es posible vivir en comunidad, formando parte de la sociedad, sin un
orden. La regla jurídica, y, por tanto, el Derecho, persiguen asegurar ese orden
indispensable.
Sin perjuicio de lo anterior, no cualquiera regla satisface dicho fin. En efecto, existe entre
nosotros un sentimiento muy poderoso (de origen divino, agrega Mazeaud) que nace tan
pronto tenemos conciencia: el sentimiento de la justicia. El hombre, en este sentido, tiene
sed de justicia. Por lo mismo, si bien el individuo percibe que es necesario poner un freno
a su afán de libertad mediante el establecimiento de ciertas reglas, sólo está dispuesto a
aceptarlas en la medida que ellas sean justas.
Para esta concepción, la regla jurídica tiene que estar fundada en la justicia. En otros
términos, la regla jurídica encuentra su fundamento último en la justicia, lo que, a su vez,
otorga seguridad. Consecuencia de lo anterior es que:
(i) quienes dictan y aplican la regla jurídica tienen que realizar esas funciones con
mira a obtener la justicia o teniendo como fin la justicia: y
(ii) los que están sujetos a la regla jurídica no están en conciencia obligados a
obedecerla sino en la medida en que dicha regla sea justa, pues, de lo contrario,
carecería de fundamento último y, por lo mismo, sólo sería una apariencia de regla. Por
ello, la regla no debe ser respetada por su carácter de tal, sino porque es justa.
Según esta concepción, la regla jurídica tiene un valor en si misma, ya que por medio de
ella se asegura el orden en la sociedad. Por lo mismo, ello debe ser respetada, por
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constituir una regla, y no porque sea justa. Su fundamento último, por ello, está en la
fuerza, la coacción que hace posible el que sea respetada (Hegel). Es la fuerza la que
crea el derecho, y no la justicia. Si la regla jurídica consigue, además, ser justa, ello
devendrá en añadidura al no ser indispensable.
2.3 Historia:
Durante los siglos XVII y XVIII esta idea será tomada por la Escuela de Derecho Natural,
cuyo principal exponente fue Grotius (1583 – 1645) aunque formulada de manera distinta:
la Justicia divina es una intuición a la que el hombre no puede llegar por la gracia de Dios.
Con todo, existe una justicia natural que reside y se encuentra en la misma naturaleza de
las cosas y que los hombres pueden descubrir a través de la razón.
En el fondo, ellos toman las ideas expuestas previamente por Santo Tomás de Aquino
(1225 – 1274), según quien deben distinguirse tres órdenes de leyes:
• la ley eterna (lex aeterna): la ley divina que nos permanece oculta;
• la ley natural (lex natural): que es aquélla que la razón permite al hombre
conocer de la ley divina: y
• la ley humana (lex humana): que es el derecho positivo.
Esta postura será considerada por los revolucionarios franceses en el primer proyecto de
Código Civil francés (año 8 – fines del siglo XVIII). Para ellos existe un derecho universal,
inmutable frente de todas las leyes positivas: no es sino la razón natural en cuanto ella
gobierna a todos los hombres.
En el presente podemos decir que la escuela idealista recibe gran adhesión, pues
prácticamente ningún jurista se atreve a defender lo que es jurídico con lo que es justo.
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2.4 Reconducción:
No es efectivo que el hacer reposar la norma sobre la justicia la torna inmutable. El ideal
mismo de la justicia también se encuentra sujeto a evolución. Buena prueba de ello nos la
da la historia (por ejemplo, en el caso de la esclavitud). En otras palabras, lo que antes
parecía justo, hoy nos parece injusto, Y es que, en verdad, la justicia es un ideal, que nos
esforzamos por encontrar, por aprehender sin conseguirlo. La historia nos revela
nítidamente este esfuerzo constante del hombre, que es la mejor prueba de su existencia.
Tenemos una percepción de lo que es justo, pero como ello proviene de la concepción
que nosotros nos hacemos de ella, puede, y está sujeta a variación.
Tampoco es efectivo que la justicia no exista como doga absoluto, porque todo es
mutante y cambiante. Como decía Josserand, existen dogmas eternamente verdaderos:
todos aquellos que basan la civilización cristiana y que han sido recogidos por nuestro
derecho de variadas formas y de los que él citaba varios ejemplos, tales como la
reparación de los daños injustamente causados a otros, la irretroactividad de las leyes, el
respeto por la palabra dada, la fuerza obligatoria de los contratos, el respeto por los
derechos de la personalidad, la intangibilidad de los derechos de familia, el derecho de
propiedad individual.
Esta asignatura forma parte del Derecho Civil. Al hablar de Derecho Civil estamos por
cierto aludiendo a una rama específica del Derecho Privado que forma parte, a su vez, de
aquellas normas o reglas que intentan regular la conducta del hombre en sociedad, a la
que se denomina genéricamente como Derecho. Este, sin embargo, es un concepto
genérico en el que caben obviamente normas jurídicas. Existen, sin embargo, otras
normas de conducta en la sociedad, como ocurre con las normas morales o religiosas. De
aquí que para precisar el concepto de Derecho, debemos vincular ciertos caracteres
específicos que le otorgan una fisonomía propia, y, en los que, en general, los autores se
encuentran contestes.
La regla jurídica tiene por objeto permitir la vida en sociedad, haciendo posible la
convivencia. Ello determina el propio límite de la norma jurídico, en el sentido de que
cualquier otro objetivo que le asigne a la regla que excede su sentido: no tiene por objeto
regular conductas, sino conciencias, determinándolas y dirigiéndolas.
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Con ello se quiere decir que no es voluntario para las personas el someterse o no a las
normas de Derecho. El Derecho está por sobre la voluntad de los individuos, para quienes
su acatamiento es obligatorio.
En efecto, es evidente que la regla jurídica sólo es tal en cuanto obligatoria. Precisamente
ese es el carácter que más claramente la distingue de otras reglas. Si su objeto es
asegurar la vida en comunidad, sería imposible alcanzarlo si el individuo pudiese
desconocer la regla a su voluntad. En otros términos, si el respeto y cumplimiento de la
ley quedara entregado a la voluntad y discreción de los individuos, la regla jurídica podría
cumplir ese objetivo.
Si se dice que los hombres son sujetos de derecho, es justamente por la sumisión a la ley
que tienen. No es, por tanto, voluntario para las personas el someterse o no a las normas
de derecho. El Derecho está por sobre su voluntad y le es obligatorio. La trasgresión a
esta imperatividad acarrea una serie de sanciones que el ordenamiento jurídico ha
previsto y que son de diversa naturaleza según la entidad e importancia de la violación
cometida.
No cabe duda que cuando una norma tiene señalada una sanción garantizada por el
Estado estamos ante una norma de Derecho. Sin embargo, existen normas jurídicas que
carecen de sanción, aunque igualmente conserven su carácter de tales, como ocurre con
las reglas que forman parte del Derecho Internacional Público, que regula las relaciones
entre los Estados.
Este carácter alude al hecho de que las normas jurídicas no atienden en general a
situaciones particulares o individuales de las personas que prescinden de las, siendo
reglas impersonales. Con ello se pretende asegurar la igualdad de la norma jurídica. La
regla se establece para un número indeterminado de actos y hechos.
Con ello se pretende asegurar la igualdad de la norma jurídica, es decir, es una garantía
en contra de la arbitrariedad pues si ella es aplicable a todos igualmente queda de
manifiesto que no ha sido dictada para favorecer o perjudicar a determinados individuos.
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Lo anterior no significa que si la regla jurídica sea general en cuanto a las personas, esto
es que rija para todas las personas que componen una nación. Las únicas que cumplen
con esa característica son normalmente las leyes penales.
Las demás, por el contrario, requieren para ser aplicables que la persona se encuentre en
una determinada situación prevista por la ley. Por ejemplo, las reglas que rigen la
propiedad, que regulan los contratos, el matrimonio, etc.
Puede, por tanto, suceder que una regla jurídica se aplique a un determinado grupo de
personas o a determinadas personas y no por ello dejan de ser una regla jurídica. Por lo
mismo, debemos tener en cuenta que esta característica del Derecho no nos permite por
sí solo reconocerlo desde que en numerosas ocasiones las normas jurídicas se refieren a
situaciones particulares, individuales, como ocurre con las leyes que conceden pensiones
de gracia a una determinada persona por servicios prestados a la Nación.
La regla jurídica está hecha para regir en el futuro los actos y hechos, está establecida
para un estado permanente de hechos y actos y no para regular hechos o actos
transitorios, no está para resolver las crisis. Este carácter es también una garantía contra
la arbitrariedad, en el mismo sentido indicando en cuanto a la generalidad y abstracción
de la norma.
No obstante, tampoco es un carácter que por sí solo determine la existencia de una regla
jurídica, pues también podemos encontrar reglas que han sido dictadas para solucionar
determinadas crisis, por lo que son cada día más frecuentes en la medida que las
fluctuaciones económicas de los mercados y la globalización de la economía fuerzan a
una revisión constante de la norma. Ejemplo de ello son las normas tributarias,
aduaneras, económicas, de arrendamiento, de familia, etc.
Indicábamos previamente que el Derecho Civil forma parte del Derecho Privado. De ahí
que debamos precisar que se entiende por Derecho Privado. La clasificación del Derecho
entre Derecho Público y Derecho Privado es la principal clasificación que éste admite.
Reviste gran importancia por la situación ventajosa en que se encuentran los poderes
públicos frente a los particulares, ventaja que observamos, por ejemplo, en la existencia
de ciertas medidas que el Estado puede adoptar en contra de los intereses particulares,
como la expropiación por causa de utilidad pública.
Por otro lado, el precisar de manera exacta los límites entre uno y otro es tarea difícil de
realizar desde que ambos conceptos han variado paulatinamente de acuerdo a la
injerencia del Estado en ciertas actividades.
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En Roma, era difícil efectuar una distinción entre uno y otro ya que la iniciativa estatal o
participación del Estado en el quehacer jurídico era restringido, dejando una participación
amplísima para el quehacer particular. En la Edad Media, por su parte, la distinción entre
Derecho Público y Derecho Privado tiende a desaparecer por la aparición de una serie de
organismos intermedios, como las corporaciones de oficios y los gremios, cuya regulación
resulta difícil de ubicar en una u otra categoría.
En el Siglo XIX, la distinción entre ambas ramas del Derecho resulta clara. La acción del
estado queda definida dentro de ciertos márgenes, correspondiéndole el ámbito de los
servicios públicos y, especialmente, de su organización. La acción individual es
amplísima, teniendo sólo por límite la acción estatal.
Actualmente, la distinción entre una y otra rama del Derecho presenta numerosas
dificultades, las que incluso van en aumento. Ya no se agota su participación en los
servicios públicos que tradicionalmente estuvieron sujetos a la acción particular por medio
de empresas. Resulta difícil determinar a qué régimen se someten considerando que (i)
por un lado, son empresas pertenecientes al Estado cuya acción se enmarca en el
Derecho Privado y (ii) por otro lado, se desenvuelven en un campo notoriamente
reservado a los particulares, regido por el Derecho Privado.
Esta dificultad para precisar los límites de uno y otro se complica además por la existencia
de una serie de organismos intermedios, como los sindicatos y cooperativas, cuya
regulación resulta difícil de precisar.
De aquí entonces que hoy en día tal distinción carezca de limites claros y precisos,
existiendo entre uno y otro una zona intermedia, en que se ubican una serie de
instituciones que no caben estrictamente ni en una ni en otra de las ramas.
Nuestro Derecho, sin embargo, al tener un origen romanista, recoge tal distinción, y es en
torno a ella que ubican las distintas materias del Derecho. De ahí que desde tiempos
antiguos haya existido una permanente preocupación por determinar los límites de una y
otra rama. En razón de lo anterior, se han formulado diferentes criterios de distinción:
Para este grupo, una y otra rama del Derecho se distinguen en atención al interés que se
encuentra en juego. Así, si detectamos un interés colectivo, estamos frente a una norma
de Derecho Público (por ejemplo, la ciudadanía o la nacionalidad de las personas). Si la
finalidad de la norma dice relación con intereses particulares, en cambio, estaríamos
frente a una norma que pertenecería al Derecho Privado (por ejemplo, la regulación del
contrato de compraventa).
Este criterio no es correcto puesto que confunde las normas de derecho público con las
normas de orden público. Las normas de orden público son aquellas que se imponen a la
voluntad de las partes, y dentro de ellas existen variadas normas de Derecho Privado, que
no por ello dejan de tener carácter de privadas.
Existen normas de Derecho Privado que son irrenunciables, como el derecho de los
cónyuges a pedir la separación de bienes. Existen, asimismo, normas de Derecho Públio
que son renunciables, como la nacionalidad.
Por otra parte, la libertad de ejercicio del Derecho, esto es, la renunciabilidad o no de un
derecho depende de la clasificación de Derecho Público, y no a la inversa. Es decir, que
el que una norma sea renunciable implique que sea una norma de Derecho Público.
Este criterio olvida que si bien es cierto todo lo relativo a la organización, facultades de los
servicios públicos, etc. Corresponde al Derecho Público, desde que se tratan de acciones
estatales, hay una serie de casos en que el Estado actúa frente a los particulares como un
ente privado, y no amparado por su imperium de organismo público. Así ocurre, por
ejemplo, en el caso de alguna institución que pretende adquirir un bien raíz. Si bien en
dicha relación interviene una gente estatal, sin embargo se rige por las normas del
Derecho Privado.
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d. Criterio que Atiende Tanto a los Sujetos que Intervienen en la Relación Jurídica
como a los Fines Perseguidos por la Norma Jurídica:
Precisar los fines perseguidos por la norma jurídica no es tarea difícil de hacer. Si la
norma jurídica persigue la organización de los poderes del Estado, determinar sus
atribuciones, precisar sus límites, etc., estamos frente a una norma de Derecho Público.
Si, por el contrario, la norma jurídica persigue la regulación de relaciones particulares,
estamos frente a normas de Derecho Privado.
Algunos autores agregan que la relación jurídica será de Derecho Público, y por lo tanto
que será regida por sus normas, aunque el sujeto que interviene es un organismo del
Estado. Amplían este concepto entendiendo que estos órganos menores que no son el;
Estado propiamente tal, se rigen igualmente por normas de Derecho Público. El sujeto de
la relación de Derecho Público sería el Estado o un organismo menor.
En la vida social existirían dos tipos de relaciones (i) la que se realiza entre individuos de
la comunidad, entre personas iguales, y (ii) la que se da entre una comunidad o grupo
social y la autoridad.
Por ello, en el primer caso, la igualdad debe ser de equivalencia, dado que en las
relaciones entre los particulares los individuos actúan para la satisfacción de sus
necesidades personales, las que le son exigidas por la vida diaria. En cambio, en la
segunda situación, la relación entre el grupo social y la autoridad no es de igualdad, sino
de subordinación a la segunda, persiguiendo una finalidad denominada bien común, la
cual es impuesto a al individuo en tanto súbdito. Por ello, la relación desigualdad no se
basa en la equivalencia, sino en la proporción, lo que implica que quienes se encuentren
en idéntica posición son tratados de igual manera, y quienes se encuentren en posiciones
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diferentes serán tratados de modo distinto (ejemplo, las obligaciones tributarias que
dependen del carácter empresarial o no del contribuyente).
Este criterio es igualmente errado desde que existen instituciones propias del Derecho
Privado en que existe una comunidad de intereses, y que no pierden su carácter de tales,
como ocurre en el contrato de sociedad (Artículo 2.053 del Código Civil). Incluso, existe
una tendencia doctrinal que considera que todo el sistema de contratación debe hacerse
girar sobre la base de la cooperación y no del antagonismo. Otro tanto ocurre con el
Derecho de Familia, existiendo quienes opinan que debe formar parte del Derecho
Público y no del Derecho Privado.
g. Criterio de la Patrimonialidad:
Este criterio, en principio, parece muy práctico desde que es fácil trazar una línea divisoria
entre lo patrimonial y extramatrimonial. Sin embargo, debemos olvidar esta aparente
facilidad desde que ni las relaciones jurídicas públicas son totalmente desinteresadas, ni
las relaciones jurídicas privadas son totalmente interesadas desde el punto de vista
económico.
Las normas de orden público son aquéllas que son indispensables para el mantenimiento
de la organización social. Se caracterizan por ser imperativas, lo que implica que se
imponen a la voluntad de los particulares, los cuales ni aún estando de acuerdo con otros,
pueden alterarlas o modificarlas. En cambio, son normas de derecho privado aquellas que
se aplican en defecto de la voluntad de las partes, esto es, cada vez que los particulares
no han fijado reglas diferentes. Característica propia de ellas es, por tanto, que son
supletorias a la voluntad de los particulares, a diferencia de las normas de orden público,
que se caracterizan por ser imperativas. Es precisamente esta imperatividad de las
normas de orden público de donde nace la confusión con las normas de Derecho Público.
Las normas de Derecho Público son imperativas, y, por tanto, en su general son de orden
público. Sin embargo, existen normas de orden público en el Derecho Privado (ejemplo,
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En sus orígenes, el Derecho Privado constituía una sola rama del Derecho que no admitía
divisiones. En él se comprendía todo quehacer particular e individual. Sin embargo,
paulatinamente y a medida que las relaciones jurídicas comienzan a hacerse más
complejas empiezan a escindirse ciertas materias, pasando a constituir ramas distintas
del Derecho.
Por ejemplo, si un particular enajena uno de sus bienes, normalmente estaremos frente a
un negocio regulado por el Derecho Civil. En cambio, si un establecimiento comercial de
compraventa realiza una venta, dicho negocio será regulado por el Derecho Comercial
desde que nos encontramos frente a un afán de lucro.
Pese a todas estas diferencias entre el Derecho Mercantil y el Derecho Civil existe
ineludiblemente entre ellos una relación, dado que el Derecho Civil es supletorio al
Derecho Mercantil. Ello porque el Derecho Mercantil es de carácter especial frente al
Derecho Civil, que es de carácter general. Por tanto, a falta de regulación expresa de una
determinada situación por parte del Derecho Comercial, ella se regirá por el Derecho Civil.
Sobre el particular, debe tomarse en consideración lo dispuesto en el Artículo 4 del
Código Civil.
Del mismo modo, todo lo relativo a la formación del consentimiento en materia civil se
regula por las normas del Código de Comercio. Ello debido al vacío que en esta materia
tiene el Código Civil.
Existe, por tanto, una diferencia meramente técnica entre ambas, por lo que el Derecho
Civil es el gran Derecho Mercantil.
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Finalmente, también se separa del Derecho Civil el Derecho Industrial y Agrícola. Debe
considerarse que, en todo caso, el Derecho Civil siempre será un Derecho común,
aplicable cada vez que en dichas ramas del Derecho no exista una norma especial.
El Derecho Privado tiene como objeto de preocupación la actividad de los particulares, las
que se orientan en dos sentidos: (i) la perpetuación de la persona humana; y (ii) aspectos
de carácter patrimonial. Dentro del primer grupo encontramos todo lo relativo al Derecho
de Familia, que es aquél que regula todas las relaciones del individuo y los demás
integrantes del grupo familiar. En el segundo grupo encontramos todo cuanto no dice
relación con el grupo familiar, es decir, el Derecho Patrimonial, que regula la actividad del
particular fuera del núcleo de la familia.
Dentro del Derecho Patrimonial distinguimos, a su vez (a) Derechos reales; (b) Derecho
personales o de crédito, y (c) Derechos sucesorios. El primero regula las relaciones entre
una persona y una cosa, encontrándose definido en el Artículo 577 del Código Civil. El
segundo regula las relaciones entre personas, cuando entre ellas existe una prestación
consistente en dar, hacer o no hacer algo, encontrándose definido en el Artículo 578. El
tercero regula las relaciones jurídicas con ocasión del fallecimiento de una persona.
V. Derecho Civil
Dar una definición de Derecho Civil o un concepto exacto de dicha rama del Derecho es
tarea difícil. Ello debido a que tal Derecho es producto de una larga evolución histórica a
la que debemos necesariamente aludir.
Pomponio nos explica la formación del Derecho Civil diciendo: En un principio se vivía sin
ley escrita, gobernándose todo por la fuerza de los reyes. Al crecer la ciudad, Rómulo
divide los pueblos en 30 curias, promulgando leyes denominadas “curiadas”. Los
sucesores de éste hacen lo mismo y todas las disposiciones dictadas las reúne Sexto
Papirio en la colección llamada Ius Civiles Papirianum.
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Al ser expulsados los reyes, caen en desuso las disposiciones citadas por ello, y vuelve el
pueblo a regirse por un Derecho incierto, prácticamente consuetudinario. Para solucionar
ello, se envían 10 varones a Grecia y se forman las Leyes de las XII Tablas. Promulgadas
éstas, se hace necesaria su interpretación. Esta será realizada por los jurisconsultos. Esta
interpretación es lo que empieza a formar un Derecho que va a recibir la denominación de
Derecho Civil.
Debemos destacar que esta idea del Derecho Civil es muy cercana a la que actualmente
entendemos por “Jusrisprudencia”. Pomponio recalca ello en una definición muy estricta
dada del Derecho Civil, diciendo que es propiamente Derecho Civil el que consiste en la
interpretación prudencial.
Justiniano retoma la idea de Gayo, entendiendo por Derecho Civil el peculiar de cada
pueblo. Además, aclara que el Derecho Civil lleva el nombre de la ciudad respectiva. Así,
el Derecho utilizado por el pueblo ateniense es denominado Derecho Civil Ateniense.
Cuando no se agrega el nombre de alguna ciudad se le llama Derecho Romano. Ello
significa que el Derecho Civil equivalía al Derecho Romano.
Por otro lado, es un Derecho que se opone al Derecho Natural, como queda claro de los
fragmentos de las Instituciones (Institutas).
De todo esto resulta que el Derecho Civil es una expresión ambigua, sin un significado
preciso. Muchas veces se le define de un modo negativo, indicando que es aquél Derecho
que no es Natural, el Derecho que no es de Gentes, etc.: o positivamente, indicando que
es el Derecho de un pueblo o el derecho de un pueblo romano, la jurisprudencia, todo el
Derecho Privado, en oposición al Derecho Público.
En relación con esta última afirmación, se relaciona con la pregunta de si el Derecho Civil
era en Roma parte sólo del Derecho Privado o por el contrario, del Derecho Público. Las
opiniones están divididas: la mayoría, como Bonfante, indica que el Derecho Civil era sólo
una parte del Derecho Privado. Otros, como Leonard o Williams, sostienen que el Dereho
Civil se entendía comprensivo del ius privatum, publicum y santium, es decir, el Derecho
Civil era el Derecho de un pueblo, un derecho nacional. Basan dicha apreciación en que
la compilación de Justiniano comprende todo el Derecho, incluso el Derecho Público.
Precisamente esta compilación es la que se ha entendido como Derecho Civil, incluso
denominándose Corpus Iuris Civilis.
Sin embargo, este último afirma que ello es errado porque el nombre de Corpus Iuris
Civiles dada a dicha compilación fue dada en ápoca posterior, por los glosadores, para
distinguirlo del Derecho Canónico.
En la Edad Media, el Derecho Civil se identifica plenamente al Derecho Romano, hasta tal
punto que se llegará a decir que el derecho Romano no uno de los Derechos Civiles,
como se entendía en Roma, sino que es el Derecho Civil por excelencia.
Fuera del Derecho Civil encontramos sólo el Derecho Canónico, producto de la potestad
legislativa de la Iglesia Católica. Ambos derechos aportan la totalidad del Derecho. Se
mantiene la identificación del Derecho Civil y Romano, hasta aproximadamente fines del
Siglo XVII, en que se inicia un periodo particularmente interesante en la transformación
del concepto del Derecho Civil, desde que éste se separa del Derecho Romano y del
Derecho Público, cobrando su propia sustantividad. Esta transformación se inició con el
surgimiento de los Derechos nacionales, que comienzan a desplazar en muchos campos
al Derecho Romano. En este periodo empieza a equipararse el Derecho Civil al Derecho
Privado. La razón de esta separación obedece a relaciones históricas.
Según algunos, el Derecho Civil en Roma comprendió el Derecho Público y Privado. Mas
cambiada la organización política, los textos relativos al Derecho Público habían perdido
todo interés y actualidad. Resultado de ello es que van a adquirir preponderancia las
reglas del Derecho Privado. Por ello, éste es un periodo de grandes publicaciones
civilistas. Basta, por ejemplo, señalar todas las obras de Domat (“Las Leyes Civiles en su
Orden Natural”).
Este criterio se mantiene hasta comienzos del siglo XIX, en que se inician las
codificaciones, siendo la primera y la más importante la del Código Civil francés o código
Napoleónico de 1804. Se trata en estas codificaciones de hacer un compendio de las
leyes comunes, entendiendo por tales las que se aplican a todos los ciudadanos. De esta
manera, se reúnen en un solo texto distintas leyes que habrían sido inspiradas en
principios de la Revolución Francesa.
En este periodo es, entonces, exacta tal identificación. Por ello durará breve tiempo,
porque muy pronto comienza a producirse una disgregación interna y externa. Al dictarse
reglas civiles especiales de suerte que la antigua identificación hoy no es correcta.
Derecho Civil no sólo el contenido del Código Civil, encontrando normas en una serie de
otras leyes.
Podemos encontrar dos clases de conceptos del Derecho Civil. El concepto sintético nos
indica que el Derecho Civil es el Derecho Privado Común General, mientras el concepto
descriptivo nos dice que el Derecho Civil es el conjunto de principios y preceptos jurídicos
sobre la personalidad, las relaciones patrimoniales y de familia.
El concepto descriptivo nos indica las materias que son objeto de estudio por parte del
Derecho Civil, distinguiendo:
b) Normas sobre la familia. Regula las relaciones de un individuo con los demás
miembros de su grupo familiar, estableciendo los derechos y obligaciones de cada uno de
ellos.
Unidad I
c) Normas sobre relaciones de carácter patrimonial. Suponen los vínculos entre las
personas y las cosas, dando lugar a distinciones entre derechos reales y derechos
personales.
Así, por ejemplo, el Título Preliminar del Código Civil, que trata, en general, de todo lo
relativo a la ley, sus efectos y derogación, como asimismo contiene las definiciones de las
palabras de uso frecuente de las leyes, es aplicable no sólo a la normativa civil o privada
sino a toda la legislación.
Esto significa que el Derecho Civil tiene un carácter universal y permanente desde la
permanencia junto al hombre desde sus inicios. Por otro lado, es un derecho común pues
se aplica a todas las personas, sin distinción de ninguna especie.
Este periodo abarca desde la conquista de Chile hasta la Independencia. Durante este
lapso se aplican en Chile, al igual que en otras colonias españolas, dos tipos de
legislaciones:
Al hacerse más complejas las relaciones entre España y las colonias, y, por tanto, al
ampliarse el territorio jurisdiccional que regía el Rey de España, éste crea los llamados
Consejos del Rey, para que le colaboraran en el ejercicio del poder. Estos consejos tenían
entre muchas funciones, la de comunicar a las autoridades respectivas los decretos,
reales cédulas y ordenanzas que el rey dictare. Las normas dictadas por el Rey no
adquirían obligatoriedad mientras no existiese dicha comunicación.
Sin embargo, con posterioridad a esta recopilación se siguen dictando normas aplicables
a las colonias. En determinado momento toda esta legislación pasa ser tan compleja que
se producen problemas para determinar el orden de aplicación de las distintas leyes. En
razón de lo anterior, se dicta el Ordenamiento de Alcalá, para indicar la aplicación de las
diferentes normas jurídicas.
Periodo que va desde la Independencia de Chile (1810) hasta la dictación del Código Civil
entre 1855 y 1857.
c. Etc.
Sin embargo, el grueso de la legislación sigue estando constituido por leyes españolas.
Ello no significa que no haya existido preocupación por una codificación. Esta existió
desde los inicios de la República, pero por diversos motivos, los intentos por dictar un
Código no prosperaron. Incluso, se propuso que se adoptara en Chile el Código Civil
francés sin mayores modificaciones.
Estos son los pasos que posteriormente se siguieron, sabiéndose al tiempo después que
el proyecto fue redactado por don Andrés Bello.
En 1840, el Congreso crea la Comisión Legislativa del Congreso Nacional, que era una
comisión mixta compuesta por 2 senadores y 3 diputados, cuyo objeto era codificar las
leyes civiles, inspirándose en otras legislaciones más avanzadas, pero sin afectar la
organización republicana del país.
Paralelamente, don Andrés Bello había iniciado, por sí solo, la redacción de un proyecto
de Código Civil. De modo que, inmediatamente formada la Comisión Mixta, se sometió a
estudio de ésta las materias que hasta el minuto él ya había estudiado y redactado. Tales
materias eran el Título Preliminar, la Sucesión por Causa de Muerte, los Contratos y las
Obligaciones Convencionales.
Una vez revisadas estas materias, ellas fueron publicados en el periódico de la época (El
Araucano), de manera de permitir observaciones a tal proyecto como ya lo había
insinuado Portales, iluminando ello por Andrés Bello las observaciones más interesantes,
como las formuladas por Manuel María Huemes (sucesorio). Las mayores críticas decían
relación con que el proyecto de Bello no contenía normas relativas al reconocimiento de la
calidad de hijos naturales puesto que era contrario a ellas. Finalmente, fueron
incorporadas al Código.
Es conveniente revisar brevemente quien era don Andrés Bello. Andrés Bello había sido
un eminente jurista venezolano, muy brillante y de gran influencia en los círculos de
gobernantes. Se dice que incluso Simón Bolivar, temeroso de este hombre
extraordinariamente inteligente, temiendo que pudiese perjudicarlo y desplazarlo, lo envió
a Inglaterra a prestar servicios diplomáticos. En dicho país se encontraba Bello
prácticamente acabado pues se encontraba en funciones que nada tenían que ver con su
capacidad, cuando una funcionaria de la Chancillería chilena entrara en contacto con él.
Unidad I
En 1841, el Congreso crea la llamada Comisión Revisora, que tenía como misión revisar
los trabajos presentados por la Comisión Mixta, introduciéndole las modificaciones que
estimasen convenientes.
a. El Proyecto 1841 – 1845, en que se contienen las normas del Título Preliminar,
Sucesión por Causa de Muerte, Contratos y Obligaciones Convencionales, el
que fue publicado en El Araucano.
El segundo examen fue el Proyecto de 1855, el cual se sometió a la definitiva revisión del
Congreso, el cual lo aprobó sin modificaciones, en una ley de Artículo Único. El proyecto
fue enviado por el presidente Manuel Montt el 22 de noviembre de 1855, acompañado de
un Mensaje que indica los principios fundamentales del Código Civil, redactado por el
mismo Andrés Bello.
Dicha ley fijaba la vigencia del Código para el 1 de enero de 1857, ordenando se hiciere
una versión oficial corregida y ordenada. En esta edición, Andrés Bello hizo algunas
modificaciones. De ahí que la versión que conocemos no fue la aprobada por el
Congreso. Ello no tiene relevancia hoy en día ya que se tiene por auténtica la versión
original, pero se produjeron una serie de conflictos ante los tribunales ya que algunos
sostuvieron que en caso de discrepancia entre el proyecto aprobado por el Congreso y el
finalmente editado, prevalecía el primero (ello porque las modificaciones no parecían
justificables jurídicamente).
A todos estos proyectos debe agregarse uno que apareció publicado en 1933, y que sería
un proyecto de Código Civil no completo redactado por Mariano Egaña. Algunos han
Unidad I
sostenido que este sería su proyecto original, mientras otros (Alessandri) han sostenido
que éste habría sido también redactado por el propio Bello, en el cual habría trabajado
entre 1840 y 1841.
¿Qué es un código?
Nuestro Código Civil se divide en Libros, Títulos, Párrafos y Artículos. Este era el orden
imperante desde las leyes dictadas por los romanos.
Don Andrés Bello se inspiró en diversas fuentes. En primer lugar y en forma fundamental
se encuentra el Código Civil francés, promulgado en 1804.
Sin embargo, no es la única fuente pues Bello tuvo en cuenta el modelo francés,
principios jurídicos imperantes en Inglaterra y las corrientes jurídicas más modernas de la
época: Código de Baviera de 1756, el Código de Louisiana de 1822, el Código Sardo de
1838, de los Países Bajos de 1838, el Código Prusiano, el de las Dos Sicilias, etc., como
también algunas leyes españolas derivadas de las Partidas, el Fuero Real y la Novísima
Recopilación.
Entre los grandes juristas que tuvo como inspiración están Pothier, considerado como su
guía espiritual, particularmente en materia de obligaciones y contratos Otras fuentes
consultadas fueron Delvincourt (francés), Savigny (alemán), García, Molina y Francisco
García Goyena (españoles).
Existen una serie de materias que permiten demostrar que Bello no tuvo como única
fuente el Código Civil Francés:
En el título preliminar:
Se tratan materias que el Código Civil francés no trata, como la interpretación de la
ley (sistema reglado) y las normas de derecho internacional privado.
En materia de bienes:
Se aparta de tal manera del derecho francés que para la adquisición del dominio
exige la concurrencia de un título y un modo de adquirir (siguiendo el derecho
romano). En cambio, en Francia, los títulos transfieren el dominio, por lo que la sola
perfección del contrato es suficiente para transferirlo.
Como el propio mensaje del Código lo indica, esta no es una obra perfecta (ninguna tal ha
salido de las manos del hombre”. Transcurrido los años se han podido detectar defectos y
deficiencias en el mismo. En razón de ello, se han dictado una serie de normar tendientes
a regular aspectos no regulados por esta ley, ajustar determinadas instituciones a las
nuevas realidades sociales, etc.