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Partamos del hecho que vivimos en un sistema capitalista que funciona como una
gran fábrica para la transformación y disposición de los productos. No todos y
todas entran en esa lógica, sino que son excluidos por el sistema como desecho.
Entonces cabe preguntarnos: ¿queremos luchar para ser incluidos e incluidas? o
¿cambiamos el sistema?
¿Cuáles fueron los verdaderos “éxitos” de las Revoluciones Verdes? Ninguno que
favoreciera a la población. La FAO reconoció que de 80 millones, se pasó a 800
millones de personas en situación de hambruna. Y en años recientes esa cifra
aumentó 80 millones más debido al uso de los agrocombustibles.
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Segundo Encuentro de la Escuela Mesoamericana en Movimiento. Red Alforja. 2010.
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Entonces, ¿qué pasó con la promesa de terminar con el hambre del mundo? Las
crisis energéticas y financieras del sistema capitalista han impuesto el ritmo; las
apuestas de inversión se han redirigido a negocios seguros. La comida es un
elemento del cual no se puede prescindir, entonces –si fuera capitalista- tengo la
ventaja si establezco un dominio y control total sobre este recurso: la tierra, el agua,
la biodiversidad, la producción, la distribución y el consumo. El control del
campo es la lucha del sistema. La lucha en defensa del territorio es la
lucha estratégica del movimiento campesino.
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al uso de estos insumos. Lo paradójico de la situación es que tampoco se puede
producir sin ellos, pues se ha establecido una fuerte dependencia hacia estos
productos. Unos pocos ejemplos: el mercado de semillas es controlado por
Monsanto con ventas alrededor de $4476 millones anuales. Su uso es restrictivo
por las leyes de propiedad intelectual. Ese tipo de semillas necesita un tipo
específico de suplementos. Bayer controla el 19% del mercado de pesticidas,
generando ganancias de $7458 millones anuales. Para cerrar el círculo, los
alimentos producidos en base a todos estos insumos se venden a las compañías
procesadoras. Nestlé obtuvo ganancias por $83700 millones en 2007 bajo este
esquema. En resumen, las empresas del agro negocio han asegurado todo el
paquete a través de los insumos.
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Al final todo redunda en la subordinación del campo ante estos consorcios
internacionales. Se genera pérdida del control político del territorio y de la relativa
autonomía que los campesinos poseen frente al capital. Existe una total injerencia
en su trabajo y su producción. Otros son quienes definen lo que se planta, cuándo,
cómo, a quién le vende y a qué precio.
El interés reciente por la región centroamericana tiene sentido bajo esta óptica.
Siendo una región tan pequeña, nuestros países ya tienen un historial de
producción de ciertas biomasas útiles para la generación de agrocombustibles.
Además están dispuestos a innovar y son trabajadores.
Aprovechando la ventaja que abre CAFTA y el TLC con Europa para exportar,
Centroamérica es el puente perfecto para las empresas brasileñas interesadas en la
producción de etanol desde la región. Sumado a las crecientes condiciones de
pobreza de los pequeños productores, esta propuesta es muy atractiva tanto para
los gobiernos que la venden como una alternativa para salir de la pobreza, como
para los productores. Lo que no se menciona es la enorme inversión en maquinaria
y el aumento del desempleo en la zona rural que traerá consigo.