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Tariq Gómez-Kemp
Fueron los punks más politizados, hasta el punto de que dudaban si definirse como un
grupo de música. Atacaron ferozmente a la derecha británica, pero guardaron dosis de
mala baba para escupir a Sex Pistols y Patti Smith (a quienes consideraban fariseos).
Crass eran capaces de vender veinte mil copias de un disco en una semana sin poner
anuncios, ni sonar en la radio, ni salir en televisión (toda una hazaña en la era
preinternet). Se separaron cuando en el seno del grupo creció la sospecha de que la
música no cambiaba las cosas. Ellos mismos escogieron 1984 como el año de su final,
en evidente tributo a George Orwell (luego han seguido dando guerra por separado). En
este reportaje resumimos sus aventuras, repasamos una oleada de homenajes y
entrevistamos a Jeffrey Lewis, el cantautor neoyorquino que grabó un álbum completo
de versiones del grupo.
Su papel en las Malvinas
Uno de los momentos cruciales de la trayectoria de Crass consistió en que la Guerra de
Las Malvinas les pillara grabando un doble álbum. Se sintieron prisioneros en su propio
estudio y decidieron cambiar de estrategia: había que simplificar el método de trabajo
para responder mejor a las agresiones diarias del sistema. Sus siguientes lanzamientos
fueron dos canciones antibélicas tituladas "Granja de ovejas en las Malvinas" y "¿Qué
se siente al ser la madre de mil muertos?" (pregunta a la primera ministra, Margaret
Thatcher, sobre su papel en el conflicto). El siguiente disco de Crass fue otro doble
titulado Yes Sir, I Will (1983). Penny Rimbaud, batería del grupo, explica el origen del
título: "El príncipe Carlos había ido a visitar a Simon Weston, un soldado británico
cubierto de terribles quemaduras. La despedida del príncipe fue ?póngase bien pronto?.
El pobre chico respondió ?sí, señor, lo haré?. Es una frase reveladora. Creo que dimos
con un título audaz, sobre todo por la compasión que despertaba Weston en toda la
sociedad británica". Las canciones anti-Thatcher de Crass fueron discutidas en la
Cámara de los Comunes y posteriormente borradas de las listas de éxitos (donde se
calcula que al menos una de ellas hubiera alcanzado el top diez). El grupo presumía en
las entrevistas de tener contacto con un soldado británico que les contaba los detalles del
conflicto desde Argentina.
Punk y antipunk
Crass son considerados un grupo punk, pero Rimbaud explica su factor diferencial: "Los
Sex Pistols duraron dos años. Al principio pensé: 'esto suena vivo'. Luego nos dimos
cuenta de que sólo eran una extensión de la tácticas habituales del negocio musical. No
tenían ninguna capacidad de respuesta política. Fuimos nosotros ?y bandas similares a
nosotros? quienes introdujimos esa respuesta en lo que se conocía como punk. Es difícil
cuantificarlo. ¿Qué importancia tuvieron Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir? Ellos
escribieron textos que pueden gustarte o no, pero su influencia es global. No creo estar
exagerando al compararnos con los existencialistas franceses". Otra forma de exponerlo:
"Fuimos inseparables del movimiento juvenil de la época. Nuestra contribución fue
amplia y poderosa. Ese legado está en todas partes, desde las protestas callejeras al
movimiento Class War, pasando por el hardcore americano o el polaco. No hay
influencias individuales en la cultura contemporánea, eso resulta irrelevante. Fuimos
más bien como los hippies. La gente dice ?oh, sólo eran unos tipos con el pelo largo?.
Pues no: su repercusión está en mil sitios, desde las tiendas de comida saludable hasta
un montón de libros importantes". Crass siempre se esforzaron por hacerse escuchar
más allá del círculo de conversos: por ejemplo, gracias a la complicidad de distintos
operarios de la cadena de enfundado, insertaron miles de flexidisc con una canción
antimatrimonio en una revista femenina adolescente. Usando la misma estrategia,
colaron 20.000 flexidisc con un himno antibélico en diversos discos "indies".
Jeffrey Lewis. "Crass conseguían en una sola canción todo lo que Pink Floyd intentaban
en el disco doble The Wall"
Texto: Víctor Lenore
Imagen: Redheadwalking
Músico y dibujante de cómics, Jeffrey Lewis es uno de los nombres clave del
movimiento antifolk de Nueva York. Nadie sabe exactamente en qué consiste la
etiqueta, pero él la acepta encantado. "Suena más misteriosa y chula que cantautor",
aclara. Destaca en el planeta indie por un sentido del humor caústico y tierno a la vez,
evidente ya en los títulos de sus discos (uno se llama Dinero para gasolina y otro La
última vez que tomé ácido me volví loco). Es tan fan de Crass que les dedicó un álbum
entero de versiones: 12 Crass Songs. Le enviamos unas preguntas sobre el grupo y nos
contestó en menos de una hora.
¿Cómo descubriste a Crass?
En el primer año de universidad tenía un compañero de habitación que era skinhead. No
paraba de poner punk, oi y hardcore, digamos que las antípodas de los discos hippies
que me gustaban a mí. La canción de Crass que me enganchó fue "Do They Owe Us a
Living?" Era pegadiza y cool. Cuando leí las letras de "Punk Is Dead" me di cuenta de
la inteligencia del grupo y mi respeto hacia ellos creció un montón. Tres años después
me mudé a Texas con sólo una bolsa en la que había tres casetes. Como eran pocos le
pedí a un amigo que me copiara el álbum Penis Envy (1981). No había escuchado a
Crass en años, pero el disco se volvió muy importante para mí. Desde ese momento
empecé a comprar cualquiera de sus álbumes que encontraba en las tiendas.
¿Cuál es tu canción favorita?
Quizá "Systematic Death". Es complicado encontrar hardcore político que te pueda
hacer llorar. Suena furiosa y convincente. Alcanzan con una sola canción todo lo que
intentaba Roger Waters (Pink Floyd) con el doble álbum The Wall.
Dijiste en una entrevista que no comulgabas al cien por cien con las letras de
Crass. ¿Qué parte de su repertorio te provoca mayor rechazo?
Mi mayor problema con ellos y con la música política en general es que me suena
demasiado excluyente. Crea divisiones y monta batallas innecesarias entre personas que
deberían estar buscando un espacio común para luchar en el mismo bando. Crass pelean
muchas veces contra otros grupos punk o figuras de la izquierda o incluso contra la
clase trabajadora. Pienso que hay otros objetivos que merecen más su bilis. Crass tenían
las exigencias revolucionarias tan altas que sólo unos pocos podían cumplirlas. El
cambio social requiere unir a una gran cantidad de gente, hay que pasar por alto ciertas
diferencias y subrayar lo que nos une. Dicho esto, entiendo perfectamente la rabia del
grupo. También soy consciente de que si no hubieran sido tan exigentes hoy no serían
un grupo tan importante.