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I.

Introducción    

1. Etapas y épocas de la historia del saber filosófico.

En este tema inaugural de los de historia de la filosofía han de tratarse dos asuntos. En primer
lugar es conveniente comenzar por reflexionar acerca del interés que pueda tener la historia de la
filosofía. En segundo lugar, y en cumplimiento de lo que el título promete, se ha de intentar una
descripción general de toda la historia de la filosofía.

I. Valor de la historia de la filosofía.

¿Qué interés tiene conocer la historia de la filosofía? Pudiera parecer evidente que la historia de la
filosofía no es, ni debe ser, más que "una rama particular de la Historia general de la cultura, cuyo
objeto es el estudio crítico de la aparición, la exposición y el desarrollo de los problemas filosóficos
a lo largo del tiempo y de las diversas tentativas de los hombres para darles soluciones"[1]. Pero si
este concepto fuera el adecuado, ¿qué interés tendría para el filósofo el conocimiento de la
historia del filosofar? Entendida como puro y simple estudio de los hechos filosóficos en el tiempo,
la historia de la filosofía no parece más que una ciencia histórica. No se ocupa, en cuanto tal, de
los problemas filosóficos y sus soluciones sino de la simple sucesión de escuelas y autores. En ese
sentido, parece que el filósofo no se debería ocupar de ella más que, si acaso, por gusto erudito o
por mera curiosidad. Pues, ¿qué otra cosa aporta a la filosofía el sucederse de los autores, las
escuelas y las doctrinas?

Sin embargo, una actividad filosófica completamente ignorante de la historia de la filosofía corre
serios riesgos y le falta algo importante. El estudio de la historia de la filosofía es muy conveniente,
porque en el estudio de la historia se pueden conocer doctrinas que, si son verdaderas, ahorran
esfuerzo y, si son falsas, evitan caer de nuevo en los mismos defectos. El conocimiento del status
quaestionum orienta las meditaciones del investigador y le apoya con el sedimento que han
dejado quienes anteriormente han recorrido caminos próximos.

Pero no todo se queda en esto. El filósofo que estudia la historia de la filosofía tiene ocasión, al
hacerlo, de tener una especialísima experiencia del hombre. El estudio de la historia de la filosofía
pone ante la vista a los hombres atareados en alcanzar la sabiduría humana. En la historia de la
filosofía no se describe una actividad más del hombre, sino que, muy al contrario, se explica algo
excepcional (por así decir), a saber, la dedicación efectiva del ser humano al cumplimiento de su
auténtica y plena finalidad en este mundo: la contemplación de las verdades más elevadas.

Dicho esto, entremos ya en nuestro asunto.


II. Visión general.

En este trabajo se trata ahora de exponer las ideas generales relativas a los contenidos (hechos y
relaciones generales entre ellos) de la historia de la filosofía. Esto significa que se han de abordar
los siguientes puntos:

1º.- Especificar cuáles son los hechos incluidos en una historia de la filosofía: discernir qué
corresponde y qué no corresponde a la historia de la filosofía entre la totalidad de los hechos
históricos.

2º.- Determinar los periodos y grandes divisiones de la historia de la filosofía.

3º.- Exponer las líneas de desarrollo sobresalientes (contrastes y continuidades) en el curso de la


historia de la filosofía.

De las dos primeras cuestiones nos ocuparemos en este mismo capítulo; la tercera, que requiere
un amplio espacio, es tratada en los capítulos siguientes.

A. Límites de la historia de la filosofía.

En el orden cronológico, la filosofía comienza, según los datos disponibles, con los griegos, allá por
el final del siglo VI antes de Cristo. Su historia, pues, se circunscribe principalmente a los últimos
dos mil seiscientos años.

En el orden geográfico, la filosofía se suele limitar al ámbito de la cultura greco-latino-cristiana.


Pero también hay filosofía, como es natural, fuera de ese ámbito. No obstante, y se diga lo que se
diga, esta filosofía no-occidental es menos extensa y menos desarrollada que la que se encuentra
entre nosotros desde Tales de Mileto (hasta, al menos, la primera parte del siglo XX). De ella
trataremos, en sus grandes rasgos, en el último capítulo.

B. Divisiones generales de la historia de la filosofía.

En los términos más amplios es pacíficamente admitido que la historia de la filosofía incluye al
menos tres periodos: antiguo, medieval y moderno. La distinción de estas tres etapas tiene como
punto de referencia las divisiones, habituales entre los historiadores, de las épocas de la
humanidad tras la prehistoria y las antiguas civilizaciones. Tiene por ello la ventaja de que facilita
establecer relaciones entre los hechos filosóficos y los demás hechos históricos. Es también una
división "neutra", en el sentido de que apenas supone valoración de las épocas, corrientes y
autores.

De todos modos, es evidente que en el tiempo no hay cortes ni discontinuidades, salvo por
catástrofes enormes. Así que toda división de la historia debe entenderse sólo como ayuda para el
estudio y como trama para el ordenamiento de los datos. Sólo en este sentido se puede ofrecer un
cuadro esquemático, que en esta ocasión se propone utilizando, en lo posibles, fechas "filosóficas"
como divisiones de épocas o etapas: 
VII A. Presocrática 610 aC Nace Tales de Mileto
aC

VI aC 1. Helénica  

V aC  

IV aC B. Clásica 469 aC Nace Sócrates

III aC 322 aC Muere Aristóteles

II aC ANTIGUA A. Escuelas post-  


I aC clásicas  

I 2.  
Helenístico-
II romana  

III B. Filosofía  
IV patrística  

V  

VI 529 Clausura de las escuelas


1. Periodo de transición de Atenas

VII  

VIII 750 Fin del Imperio Romano


de Occidente

IX  
MEDIEVA
2. Formación de la escolástica
X L  

XI  

XII  

XIII 3. Siglo de Oro de la  


escolástica

XIV 4. Crisis de la escolástica  

XV  
1. Renacimiento
XVI  

XVII 2. Preilustración/Barroco 1596 Nace Descartes

XVIII 3. Ilustración 1711 Nace Hume

XIX 4. Contemporánea 1804 Muere Kant


XX  

  III. La antigüedad.

La Edad Antigua de la filosofía ocupa desde finales del siglo VII antes de Cristo (cuando nace, al
parecer, el primer «filósofo»: Tales de Mileto), hasta comienzos del siglo VI de nuestra Era (en el
529 es clausurada la filosofía escolar en Atenas): por lo tanto, casi trece siglos, mil trescientos
años.

Es frecuente dividir esta Edad en dos o tres fases. Un primer bloque de la filosofía antigua se
desarrolla en la Grecia Clásica: es el periodo de la filosofía helénica, que llega hasta el siglo IV
antes de Cristo. Con el final del esplendor político de Grecia acontece un cambio en la filosofía, y
comienza el periodo de la filosofía helenístico-romana. Tanto en la filosofía helénica clásica como
en la helenístico-romana se trata de pensadores paganos; por eso, y aunque se solapa con parte
de la filosofía helenísticorromana, es frecuente distinguir un tercer bloque, el de la filosofía
patrística, de inspiración cristiana. Entre la filosofía helenístico-romana y la patrística no hay una
frontera doctrinal ni cronológica estricta.

I. Introducción    

1. Etapas y épocas de la historia del saber filosófico. 2/

A. El nacimiento de la filosofía.

La filosofía, tal como la conocemos hoy, nace en Grecia, a finales del siglo VII antes de Cristo. ¿Por
qué?

Una explicación que ha tenido éxito es la que propone que el genio griego fue capaz de pasar de
las explicaciones míticas y religiosas a las explicaciones racionales de la realidad. Las condiciones
sociales, políticas, económicas, técnicas y culturales de la civilización griega habrían hecho posible
el prodigioso salto del mythos al logos[1]. Este esquema es particularmente atractivo para los
positivistas y los pensadores laicistas, como es lógico. Sin embargo, dista mucho de ser un
esquema de contornos suficientemente definidos y, sobre todo, no parece hacer justicia a la
historia real.

Es, en efecto, más acertado pensar que los primeros filósofos griegos, los presocráticos,
"consideraron el mito de un modo ambivalente. Por un lado, descartaron el mythos en nombre del
logos. Por otro lado, hicieron crecer este logos sobre el suelo de un previo mythos. Lo más
frecuente fue entrelazar los dos, cuando menos en el lenguaje"[2]. Naturalmente, la actitud de los
pensadores griegos iniciales hacia la religión tradicional y hacia los relatos míticos fue variada. Los
sofistas los rechazaban. Platón, sin embargo, los acoge en el seno de su filosofía y los sitúa en su
mismísimo ápice[3]... No es cuestión ahora el análisis detenido del problema y, por ello, baste
ahora con sólo señalar esta compleja situación.
Hay en casi todas las explicaciones históricas de grandes acontecimientos una especie de esencial
e ineludible insuficiencia. Se pueden mencionar factores, pero no hay manera, en muchos casos,
de agotar la explicación. Por lo que se refiere al nacimiento de la filosofía, varios son los elementos
que deben ponerse a la vista[4], pero con ello no queda satisfecha la pregunta.

1. La situación geográfica del pueblo griego favoreció el intercambio cultural con los pueblos
vecinos, y la pobreza del suelo griego impulsó el comercio y las colonizaciones.

2. El contacto con el Próximo Oriente. En especial las colonias griegas de Asia Menor estaban en
relación fluida con Fenicia, Egipto y Mesopotamia. De estos lugares tomó Grecia conocimientos y
principios religiosos decisivos para su propio desarrollo intelectual.

3. El ambiente espiritual del siglo VII a.C., caldeado especialmente por el orfismo[5]. En general, la
religión griega no constituía una unidad, sino más bien un conglomerado de creencias de diverso
origen y sentido. Junto a los cultos agrarios de origen cretense también tenían amplia acogida las
religiones mistéricas (el orfismo entre ellas) y las creencias olímpicas promovidas por Homero y
Hesíodo. Todo esto constituye el fondo sobre el que emergen, en continuidad o en oposición, las
especulaciones de los filósofos.

4. El carácter genial de los griegos. "En el pequeño pueblo griego es preciso reconocer un espíritu
admirablemente dotado para las más variadas manifestaciones culturales"[6].

B. Etapas.

La filosofía griega tiene su comienzo con los llamados Siete Sabios (aunque en algunas listas hay
hasta diecisiete nombres), de entre los cuales destaca Tales de Mileto. De él se puede aventurar
que alcanzó la cumbre de la fama hacia el 585 a.C., es decir, a finales del siglo VII a.C. Es el primero
de la nómina de los conocidos como filósofos presocráticos.

De estos pensadores nuestro conocimiento es muy limitado y parcial. De ellos nos han llegado tan
sólo fragmentos de escritos, muchas veces a través de autores que quizá alteran las palabras
originarias. De todos modos, como protopadres de la filosofía, son siempre punto de referencia y
necesario objeto de reverencia. Con ellos surge la filosofía, puesto que estos autores persiguen
deliberada y persistentemente la razón (logos) de ser de la realidad de la experiencia (physis).

En efecto, la filosofía surge en Jonia de la especulación física acerca de la multipli cidad y del
movimiento, delimita ya el tipo de problemas típicos de la física y de la metafísica. Entre todos
ellos, como representantes de posturas opuestas y fundamentales cabe mencionar a Parménides
de Elea y a Heráclito de Éfeso. Asimismo, por su enorme influencia posterior, hay que recordar a
Pitágoras.

Tras todos estos filósofos, principalmente interesados por cuestiones teóricas (físicas y
metafísicas), aparecen los sofistas, ya en el siglo V a.C. Se trata de un grupo de filósofos,
generalmente independientes entre sí, contemporáneos de Sócrates. Por eso no les cuadra
propiamente la denominación de "presocráticos". Por otro lado, difieren mucho de ellos en sus
intereses filosóficos. Los sofistas dieron un giro antropológico y antropocéntrico a la filosofía.

Originariamente, "sofista" significaba lo mismo que "sabio". "El sentido peyorativo que ha llegado
a adquirir no procede de su etimología, sino de Aristóteles, al afirmar que la sofística era una
sabiduría aparente. También Platón decía que el sofista era una especie de no ser, porque
aparentaba ser filósofo sin serlo realmente"[7]. En tal sentido, puede tenerse la sofística como la
primera ocasión histórica en la que la filosofía estuvo en trance de desaparecer.

Sin embargo, lejos de desaparecer, la filosofía alcanza en ese tiempo su punto de mayor madurez.
El trío Sócrates-Platón-Aristóteles constituye, sin duda alguna, el momento de máxima altura de la
especulación en toda la historia de la humanidad. Nunca como en ese momento el discípulo
superó al maestro: Platón a Sócrates y Aristóteles a Platón. Por eso en nuestro esquema histórico
hemos llamado periodo clásico al que los incluye, desde el nacimiento de Sócrates -ajusticiado por
la instigación de algunos sofistas- hasta la muerte de Aristóteles. Tras ellos no era posible sino la
decadencia.

Los presocráticos, los sofistas y los grandes clásicos forman lo que hemos denominado filosofía
antigua helénica. Aristóteles falleció en el 322 a.C. y esta fecha separa la filosofia griega primera de
la que tiene lugar tras el imperio de Alejandro Magno, y que suele reconocerse con la
denominación de filosofía helenisticorromana. Con esta etiqueta significamos la filosofía pagana,
es decir, no cristiana, que tiene lugar desde finales del siglo IV a.C. hasta el final de la Edad
Antigua.

Así definida, la filosofía helenisticorromana contiene al menos tres etapas o elementos. En primer
lugar, la filosofía propia y rigurosamente helenística. En segundo lugar, la filosofía romana. Y
finalmente, a modo de última gran cumbre del pensamiento griego pagano, el neoplatonismo.

a) "Después de Aristóteles, la filosofía griega traspasa los límites del ámbito heleno para
extenderse por todo el mundo conocido y civilizado a lo largo del Mediterráneo. Son causa de esta
universalización, en primer lugar, el imperio de Alejandro, que difunde el conocimiento de la
cultura griega por los pueblos conquistados, y la dominación de Roma, más tarde, que se apropia
de esta misma cultura y la propaga por los dilatados horizontes de su imperio. Esta propagación
coincide, sin embargo, con la decadencia de la filosofía griega. Del mismo modo que el imperio de
Alejandro representa la muerte del ambiente político griego, la filosofía postaristotélica
representa el ocaso del genio de aquel pueblo; una reducción de sus límites y de la profundidad de
sus planteamientos"[8].

En efecto, esto sucede en el periodo helenístico en su primer momento. Por un lado, perviven las
escuelas creadas por Platón y Aristóteles: respectivamente, la Academia y el Liceo. Por otra parte,
aparecen otras nuevas escuelas, entre las cuales destacan el epicureísmo (ss. III-I a.C.) y el
estoicismo (ss. III a.C.-II d.C.). La filosofía se encamina entonces por los derroteros del
pensamiento moral y decae la especulación puramente teórica de físicos y metafísicos. No es de
extrañar, por ello, que también brotara una influyente y vigorosa escuela escéptica.

No conviene olvidar que, junto a estas líneas de desarrollo del pensamiento filosófico, el periodo
helenístico constituye un tiempo de florecimiento de la ciencia positiva. A este respecto es un
punto de referencia el foco de investigación que apareció bajo los Ptolomeo en el Museo y la
Biblioteca de Alejandría de Egipto.

b) En el año 146 a.C. Roma convirtió a Grecia en provincia de su imperio. Lo cual, en el orden
cultural, no significó sino que Roma tomó a Grecia como maestra y modelo del saber. Hasta tal
punto fue ello así que, propiamente, no hay escuelas propias de filosofía romana, sino que, por el
contrario, las que surgieron en Roma no fueron sino prolongación de las griegas. Entre los filósofos
romanos hay estoicos, epicúreos, escépticos, eclécticos, etc. Mencionemos como ejemplos la obra
de Lucrecio, epicúreo atomista, a Séneca, cordobés estoico, y a Cicerón, ecléctico.
c) La filosofía pagana grecorromana "antes de morir, tendrá un fulgor postrero, una especie de
canto de cisne"[9], que es el neoplatonismo.

"De una parte, ha sido recobrada, en los ámbitos dominados por el Imperio romano, aquella
tensión metafísica perdida con la muerte de Aristóteles y que fue característica de los tiempos de
plenitud de la filosofía griega. De otra, el reiterado fracaso de las escuelas morales, en el [...]
intento de proporcionar al hombre la anunciada felicidad en la vida terrena, determina que el
interés práctico se desplace hacia el orbe religioso. La preocupación moral se convierte en impulso
religioso; la imperturbabilidad deviene ansia de salvación del alma; el ideal de sabiduría se
transforma en ideal de santidad"[10].

La cima del neoplatonismo está en la figura de Plotino, que vivió en el siglo III d.C. "El
neoplatonismo de Plotino fue la última gran creación filosófica del pensamiento griego. Muerto
Plotino, decae entre los antiguos el interés por la metafísica y vuelven a surgir las preocupaciones
puramente éticas y dialécticas. El pensamiento cristiano irrumpe con profundidad en el escenario
cultural del mundo antiguo, y los filósofos paganos se limitan a la apología"[11].

A los efectos cronológicos puede decirse que la filosofía grecorromana pagana tiene su final en el
529 d.C., cuando el emperador Justiniano mandó la clausura de las escuelas de Atenas[12].

  I. Introducción      

1. Etapas y épocas de la historia del saber filosófico. 3/

Jesús de Nazaret vivió entre el 7 ó 5 a.C. y el 30 d.C. Prolongando la religión judaica, dio
origen y nombre a la religión hoy más extendida, el cristianismo[1]. Esta religión
supone, en la historia de la humanidad, un punto central y constituye un factor
ineludible -pese a quien pese- en la construcción de la civilización occidental junto con
los elementos griego y romano.

La de Jesucristo no fue la vida de un filósofo, ni dejó obra escrita de su mano. Dedicó los
tres años de su vida pública a la predicación, a organizar el grupo de sus más directos
colaboradores y a preparar su propia muerte. Como se sabe, fue trágicamente
crucificado por los romanos, instigados por las autoridades judías. Ahora bien, este
Jesús que murió, resucitó[2] a los tres días, según los testigos, y marchó de entre los
hombres. Fundados en este hecho, sus discípulos, atemorizados y dispersos tras su
muerte, se reagruparon e iniciaron una portentosa expansión de la doctrina del
Maestro. "Varones israelitas -dice Pedro en la primera predicación-, escuchad estas
palabras: A Jesús el Nazareno, acreditado por Dios ante vosotros con los milagros,
prodigios y señales que Dios obró por medio de Él entre vosotros, como sabéis; a éste,
entregado conforme al consejo y previsión divina, lo matasteis, crucificándolo por
manos de los inicuos; pero Dios lo ha resucitado, rompiendo las ligaduras de la muerte,
porque era imposible que ésta dominara sobre Él..."[3].

El cristianismo es semilla de civilización y, por lo mismo, de filosofía, aunque no se


reduce a ser una civilización ni una filosofía. Inmediatamente fecundó todas las
manifestaciones del espíritu y engendró filosofía[4]. En un primer momento (que
nosotros limitamos al final de la Edad Antigua) tiene lugar la filosofía patrística;
después, ya en la Edad Media, surgió la escolástica.

El periodo patrístico recibe esta denominación porque muchos de los autores que en él
se incluyen han recibido el título de Padres de la Iglesia[5]. Pero no todos lo son.

No son autores que compongan filosofías sistemáticas -con excepciones notables como
S. Agustín-. Su interés primero no es la filosofía, sino 1) la defensa de la fe cristiana
frente a los ataques externos y las herejías y 2) fijar y comprender mejor la doctrina
cristiana. Para tal fin utilizan, principalmente, conceptos filosóficos ya elaborados por
los pensadores paganos. No son pensadores autónomos, sino que reciben influencia,
lógicamente, de las filosofías no cristianas al uso.

La tarea que tuvieron que abordar estos pensadores fue, en resumidas cuentas, la del
encuentro entre el cristianismo y la filosofía grecorromana. Aunque tanta novedad dio
lugar, en algunos casos, a fuertes rechazos de la filosofía griega (o de lo que se creía
pensamiento esencialmente pagano: véase el caso de Tertuliano), y en otras a
corrupciones del cristianismo que favorecían su absorción en sistemas filosóficos (como
el gnosticismo), la línea de pensamiento más representativa y equilibrada consigue, mal
que bien, un equilibrado ajuste de cristianismo y filosofía.

Máximo representante de este periodo de la filosofía es San Agustín (354-430).

I. La Edad Media.

A. El periodo de transición.

La frontera entre la Antigüedad y la Edad Media puede moverse en el arco de tres


siglos, desde el VI hasta el IX. Entre uno y otro queda un tiempo de transición, una
especie de tierra de nadie, representado por las invasiones bárbaras en Europa. En
nuestro esquema, ese tiempo ha sido denominado periodo de transición y lo hemos
considerado medieval.

"Naturalmente" -dice J. Pieper- "es imposible especificar un momento determinado,


una fecha, para el comienzo de la Edad Media. No obstante se suele citar un año que
posee un significado especial, simbólico por así decir. Es el año 529. También Hegel cita
este año en el que, como él dice, tiene lugar la «decadencia de los presupuestos
externos de la Filosofía pagana». En el año 529 un edicto del emperador cristiano
Justiniano cierra la Academia platónica en Atenas, que había permanecido allí, bajo el
mismo nombre, a lo largo de novecientos años. Pero en el mismo año ocurre otra cosa
que Hegel silencia: San Benito funda Montecasino; es decir, entre Roma y Nápoles,
sobre un alto y junto a una de las rutas estratégicas de la invasión de los bárbaros,
surge el primer monasterio benedictino. Con ello se pone de manifiesto en realidad
algo así como un límite en el que se tocan mutuamente dos edades, una pasada y otra
que comienza"[6].

Ahora bien, el salto respecto de lo antiguo no es tan marcado que no haya ninguna
realidad cultural y filosófica digna de mención durante los siglos VI a IX. Este periodo
"se halla representado por Boecio, Casiodoro, San Isidoro y Beda el Venerable. No le
faltan características definidas.0 Con la invasión de los pueblos bárbaros en las
provincias occidentales del Imperio romano, se rompe, no solamente la unidad política,
sino también la unidad de la civilización. El saber clásico y cristiano corría el riesgo de
perecer. Afortunadamente, surgieron de entre los romanos más cultos del Imperio
fenecido algunos hombres providenciales, que se encargaron de recopilar todo el saber
de su tiempo en obras más extensas que profundas, ciertamente, pero que hicieron un
servicio inapreciable a la posteridad"[7].

Por eso, y sin exceso de simplificación, puede tomarse como inicio de la Edad Media
filosófica y cultural más bien el llamado renacimiento carolingio, a finales del siglo VIII y
comienzos del IX. El renacimiento carolingio es el momento del nacimiento de la
escolástica, las "escuelas" medievales que enseguida se convirtieron en
"universidades". En efecto, "en tiempos de Carlomagno se produce un vigoroso
renacimiento intelectual. Se propuso Carlomagno organizar la enseñanza; mas, no
encontrando maestros en su reino, trajo de Italia e Inglaterra algunos como Pedro de
Pisa y Alcuino para que fundasen y pusiesen en marcha las escuelas que, a la sombra de
la corte imperial, no tardarían en producir copiosos frutos. Además, ya en 788 había
dado Carlomagno al Obispo de Fulda, Bangulf, un capitular para la fundación de
escuelas monacales y episcopales. Surgen así, además de la escuela palatina, corriendo
el tiempo, las escuelas de Fulda, Tours, York, Auxerre, Chartres y las varias de París,
como San Víctor, Santa Genoveva, etc. No todas ellas lograron importancia
filosófica"[8].

I. Introducción    

1. Etapas y épocas de la historia del saber filosófico. 4/5 

B. El concepto de la escolástica.

En este punto parece conveniente interrumpir la descripción de los periodos, escuelas y corrientes
para hacer, aunque brevemente, una explicación de qué sea la escolástica medieval, la escolástica
por antonomasia. Si no se comprende qué es la escolástica no se puede comprender su historia,
que es la del pensamiento medieval en sus rasgos más vigorosos.

En un sentido primario y estricto, escolástico es lo relativo a las escuelas y, más concretamente, a


las escuelas medievales surgidas tras el impulso de Carlomagno. Eran "escolásticos" sus profesores
y, por ello, también se llamó "escolástica" a lo que ellos enseñaban. En este sentido, la escolástica
medieval se caracteriza por lo que en las escuelas se enseña y cómo se enseña: sus enseñanzas y
los métodos de investigación y docencia.
En cuanto a los contenidos, las escuelas medievales son recopiladoras, transmisoras e
investigadoras en las artes liberales, la filosofía y la teología. "Las siete artes liberales constituían el
trivium -gramática, retórica y dialéctica- y el cuadrivium -aritmética, geometría, astronomía y
música-. La afición a la dialéctica hizo que perdieran interés las otras ramas del trivium. Desde la
dialéctica se llegó a la especulación teológica. La teología, en efecto, terminó por adquirir la
primacía cultural en toda la Edad Media. En conexión con la teología y como ampliación de la
dialéctica, surgió el cultivo de la filosofía"[1].

Por lo que respecta a los métodos, es característico de la escolástica medieval el valor axial que
reconoce a los textos. Las lectiones y los commentaria son las formas típicas de exposición oral y
escrita de los profesores. Las enseñanzas se impartían tomando como referencia selecciones de
fragmentos (sobre todo fueron famosísimas y muy utilizadas las Sententiae de Pedro Lombardo) o
textos clásicos (como los libros de las Sagradas Escrituras en teología). Este procedimiento llevó al
desarrollo de métodos de análisis de textos y de esquemas de interpretación y de discusión de las
doctrinas comentadas.

Nada de esto, a pesar de las apariencias, es superficial ni casual, sino que es coherente con una
intención fundamental de la mente medieval. "Me parece que no se entiende nada de la
Escolástica cuando no se ve que ésta, ante todo, ha sido un enorme aprendizaje, una organización
escolar de enormes dimensiones mantenida durante varios siglos. Si verdaderamente había que
apropiarse la herencia del mundo antiguo, tanto del pagano como del cristiano, entonces el primer
presupuesto para lograrlo era efectivamente la ordenación del patrimonio encontrado, una
ordenación bajo el aspecto de la docencia y de la discencia. No era de esperar otra cosa, sino que,
de esta forma, adquiriese una significación, hasta entonces desconocida, el trabajo, ciertamente
prosaico, de organizar, seleccionar y clasificar. [...] En términos generales es evidente que no se
puede aprender de otra forma. Y si, en aquello siglos de disolución del antiguo orden, la tarea
histórica urgente era la apropiación discente de la riqueza recibida, entonces lo escolar de la
Escolástica es no sólo inevitable, sino necesario"[2].

En efecto, la escolástica no es sólo un método, sino también un espíritu. En un sentido secundario,


pero más profundo, la escolástica cristiana medieval puede ser descrita con dos notas
características esenciales. La escolástica medieval es progresiva y es sapiencial.

Cuanto más se investiga en la filosofía medieval más clara se hace la imagen de un periodo
vibrante y variado, muy lejos de la aburrida uniformidad que algunos le atribuyen. Ahora bien, esa
variedad y notable pluralismo se inscribe en el marco de un marcado sentido de unidad histórica.
Los pensadores medievales cristianos parecen coincidir en el convencimiento de que la filosofía y
la teología son ciencias cuyo desarrollo requiere la colaboración, durante mucho tiempo, de
muchos investigadores. Los profesores medievales se consideran como contribuyendo a una tarea
común (tradicional) e histórica (progresiva). Por eso no hay grandes rupturas, sino sobre todo la
idea de que, a pesar de las discrepancias (a veces muy profundas, graves y vivas), la tarea que
realizan es prolongación de la que acometieron los grandes griegos, prosiguieron los romanos y
fecundaron los primeros pensadores cristianos; tarea que ven destinada a prolongarse por toda la
historia.

Por eso, la escolástica medieval es un sistema siempre abierto. En filosofía su fórmula puede ser,
sin duda, la de la philosophia perennis, filosofía de la Humanidad.

La escolástica tiene sentido sapiencial. La convicción acerca de la unidad histórica del saber se
complementa con la persuasión de que esa unidad es también sistemática: es lo que se significa
con la expresión sabiduría cristiana. El pensador medieval, en general, está convencido de que los
diversos campos del conocimiento, y de la realidad conocida, son armónicos. Y ello es
particularmente relevante para las relaciones de los dos modos principales de conocimiento, la fe
y la razón natural, y las ciencias que les son correlativas, la teología y la filosofía, respectivamente.
La ruptura de esta unidad es lo que dio al traste con la escolástica.

C. Desarrollo de la filosofía escolástica.

En el tiempo que transcurre entre el siglo IX y el siglo XIV hemos delimitado tres etapas: la
formación, la edad "de oro" y la crisis de la escolástica. Veamos los rasgos sobresalientes de cada
una.

a) "Durante el periodo de formación de la escolástica se desenvuelven, más o menos


paralelamente, dos corrientes filosóficas: la representada por los filósofos cristianos, desde el
renacimiento carolingio hasta la Escuela de San Víctor y la constituida por las filosofías orientales,
árabe y judía. Ambas corrientes confluirán en el siglo XIII y contribuirán a promover el período de
apogeo de la escolástica"[3].

Por un lado, el desarrollo y maduración de las escuelas progresa paso a paso durante estos cuatro
siglos en Europa. Jalones importantes en este proceso son Juan Eriúgena (810-877), San Anselmo
de Canterbury (1033-1109), Pedro Abelardo (1079-1142) o San Bernardo (1091-1153).

En los rasgos más generales, el desarrollo del pensamiento escolástico viene a componerse de las
relaciones entre dos tendencias, "cuya lucha constituye la trama misma del pensamiento cristiano.
Aquella que busca construir un esquema racional de la realidad en el que la fe corone la obra de la
razón o la gracia completa a la naturaleza, y aquella otra que busca la experiencia cordial y sencilla
del hecho religioso, el coloquio amoroso del alma con Dios, junto al cual toda ciencia resulta pura
superfluidad. La primera tendencia teme de la otra que, a través del misticismo, acabe en una
concepción panteísta que divorcie radicalmente al hombre de la fe y al hombre de la razón. La
segunda, en cambio -la platónico-agustiniana-, teme que la vanidad de la ciencia racional disuelva
en el paganismo la experiencia viva e inefable del hecho religioso"[4].

Por otra parte, en esta historia tiene una importancia capital la influencia de las filosofías
musulmana y judía. Expliquemos esto. El 15 de junio de 622 es la fecha de inicio de la Hégira y
punto de partida de la cronología musulmana. Durante ese siglo VII se inicia la fulgurante
expansión política del islam. Ya el califa Omar conquistó Siria (635), Palestina (638) y Persia (636).
Con ello alcanzaba el mundo islámico el contacto con las filosofías desperdigadas por el Oriente
próximo tras el cierre de las escuelas de Atenas en el 529, y con el propio cristianismo (sobre todo
en Damasco). Durante los dos siglos siguientes se desarrolla intelectualmente la cultura islámica,
en la que inciden elementos externos de diverso signo: neoplatónicos, pitagóricos, incluso
herméticos y gnósticos, cristianos y asiáticos.

En filosofía, el islam oriental tiene como grandes figuras a : Al-Kindi (796-866) Alfarabí (870-950),
Avicena y Algazel (con quien decae la filosofía oriental). Pero la gran floración filosófica
musulmana tiene lugar en la zona occidental, con las más importantes figuras: Ibn Masarrah (883-
931) de Córdoba, Ibn Hazm (994-1063) de Córdoba, Abentofail (1110-1185) de Guadix, Avempace
(Ibn Bayya), Averroes (Ibn Rusd; 1126-1198).
Accesoriamente, también influye en la Edad Media europea la filosofía de algunos pensadores
judíos. Israeli, Avicebrón y Maimónides son, seguramente, los nombres más destacados. Aunque
con rasgos peculiares y originales, la filosofís judía de este tiempo estuvo muy influida por la
musulmana.

Fueron musulmanes y judíos los que, junto a sus propias doctrinas, llevaron al occidente cristiano
a recuperar el conocimiento de importantes filósofos antiguos, especialmente Aristóteles. Para
numerosos historiadores, esta es la cuestión clave que explica los avatares del pensamiento
medieval: la recepción, problemática y difícil, del pensamiento de Aristóteles a través, en especial,
de sus intérpretes musulmanes. No en valde era Averroes conocido simplemente como el
Commentator, el comentador de Aristóteles.

b) El siglo XIII vio la tarea de las grandes cumbres del pensamiento escolástico: San Alberto Magno,
Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Juan Duns Escoto. También brotan los elementos de
su disolución, con el averroísmo latino. Que en este siglo tenga lugar la plena madurez de la
escolástica no significa sino que, en medio de tensiones que no se deben pasar por alto, la
escolástica consigue al máximo la realización de lo que ella es. El tiempo del vértice en la
investigación progresiva y sapiencial de la realidad.

c) El siglo XIV es un siglo de crisis europea en muchos sentidos: los papados de Avignon, el Cisma
de Occidente, la Peste Negra, la Guerra de los Cien Años... Es el momento en el que el proyecto de
la escolástica se viene abajo, es abandonado y combatido. Esta nueva situación viene
representada, hasta en su propia biografía, por el franciscano Guillermo de Ockham. La forma de
la crisis en la filosofía de este siglo se describe corrientemente con dos términos: nominalismo,
averroísmo latino.

El nominalismo, en sentido estricto, consiste en restringir la universalidad a los nombres, en


sostener que no hay nada universal (ni ideas, ni causas, etc.) más que los nombres o voces con que
designamos las cosas. Ahora bien, en sentido amplio e historiográfico, "el nominalismo no es un
sistema, ni siquiera una escuela, sino más bien un sentimiento, un espíritu difuso, un poco
indefinido, pero que repercute en amplias ramificaciones que se extienden a las manifestaciones
más diversas, a la política, a la teología, a la filosofía y a la mística. Dentro de una tendencia
general se destacan individualidades muy distintas, que siguen orientaciones dispares y hasta
discrepantes en sus doctrinas concretas, pero que acusan la influencia de una atmósfera común.
Su signo es esencialmente negativo y demoledor. Carece de soluciones positivas. Es más bien un
conjunto de problemas, una actitud crítica y escéptica ante las aportaciones de la escolástica
anterior"[5].

Se trata de la destrucción de la teología por el fideísmo, y de la filosofía por el logicismo, el


criticismo y el empirismo[6]. En pocas palabras, puede definirse el nominalismo, en este sentido
historiográfico amplio, por las siguientes notas: 1, la separación entre la fe y la ciencia: Dios, alma,
inmortalidad, moral, no son racionales; 2, la reducción de los métodos de conocimiento racional a
la intuición (con la correspondiente negación de la abstracción) y la inducción (la deduc ción no
añade saber); y 3, el rechazo de cualquier autoridad.

Puede considerarse el averroísmo latino como la corriente de pensamiento que mayor impulso dio
al "nominalismo". Se apoyaba en una interpretación aviceniana de la filosofía de Aristóteles y se
inclinaba por separar los argumentos teológicos de los filosóficos.
Este estilo de pensamiento tuvo éxito inmediato y se difundió por todas partes. La "vieja"
escolástica quedó herida y abandonada.

I. Introducción      

1. Etapas y épocas de la historia del saber filosófico. 5/5

V. La filosofía moderna.

La filosofía moderna, en toda su extensión, constituye, en resumidas cuentas, la


realización y crisis del ideal nominalista o, mejor, del ideal secularista que comienza a
bosquejarse en el siglo XIV: en primer lugar, la separación entre la fe y la razón y, en
segundo lugar, la minusvaloración de la metafísica, entendida como ciencia del ser y de
Dios. Este proyecto tiene su inicio e incubación en los siglos renacentistas. Brota con
fuerza y crece en los tiempos ilustrados. Y hace crisis, por razón de su propia dinámica
natural, en los tiempos llamados contemporáneos.

Advirtamos que la filosofía moderna sólo ocupa seis siglos de historia, pocos, muy
pocos, en comparación con los que suma la filosofía de la antigüedad, y algo menos de
lo que duró la Edad Media. Sin embargo, en estos tiempos modernos los autores y las
escuelas se suceden con rapidez. Asimismo hemos de dejar dicho que lo que
proponemos son esquemas históricos, los cuales, por ser esquemas, necesariamente
simplifican y, en cierto modo, deforman. De este modo, hay que entender nuestra
caracterización de lo moderno como la expresión de una línea profunda que, si bien se
encuentra por todas partes, lo hace de maneras muy variadas y, por supuesto, con
excepciones. Del mismo modo que no todos los medievales son escolásticos, tampoco
todos los modernos son ideológicamente modernos.

a) Comienza la modernidad por el Renacimiento. Por sencillez de exposición, hemos


incluido en ese tiempo dos siglos, el XV y el XVI. En la descripción de este periodo es
frecuente mencionar primero, como lo más original suyo, a los humanistas, al
redescubrimiento de las culturas clásicas griega y latina, y el antropocentrismo. Ahora
bien, estos humanistas no son sino un elemento en cierto modo secundario y
accidental. La filosofía renacentista no puede reducirse al humanismo. En rigor, el
humanismo de Pico, Erasmo, Vives, etc., consiste más bien en filantropía y erudición.
No supone un nuevo horizonte del pensamiento, ni sustituye a la escolástica (a la que
simplemente desprecia e insulta), ni cuestiona el nominalismo en sus raíces (sino que lo
secunda deliberada o indeliberadamente). Pero en realidad el periodo renacentista
contiene más cosas que el solo humanismo.

Por un lado, entre los siglos XV y XVI acontece la maduración de la ciencia positiva, que
se prolonga hasta el siglo XVII, con Kepler y Galileo, y alcanza su cénit en el XVIII, con
Newton. Entre los nombres inolvidables de estos dos siglos primeros están los de
Leonardo da Vinci y Nicolás Copérnico. No son dos figuras aisladas más que por sus
efectos históricos inmediatos; en cualquier caso representan una sensibilidad general
hacia la investigación científica positiva.

Por otro lado, merece más atención de la que suele recibir el movimiento intelectual
español que se simboliza y resume en la actividad de la Escuela de Salamanca y sus
secuelas. Por citar sólo a los principales, valga con los nombres de Francisco de Vitoria,
Domingo Soto, Melchor Cano, Bartolomé Medina y Domingo Báñez. Ya en pleno siglo
XVII prolongan esta línea dominicana Juan de Santo Tomás y Francisco de Araújo.

Entre los jesuítas[1] al portugués Pedro Fonseca, Francisco de Toledo, Juan de Mariana,
Gregorio de Valencia, Luis de Molina y el belga San Roberto Belarmino. Cima del
movimiento intelectual jesuítico sería, finalmente, el granadino Francisco Suárez, cuya
influencia en la filosofía moderna es de gran importancia.

El amplio movimiento de la escolástica renacentista tuvo su máximo momento de gloria


en el Concilio de Trento, en el cual la Iglesia Católica realizó la primera gran
sistematización de su doctrina con ocasión -una vez más- de la defensa ante la herejía.
Para la fe común europea, el protestantismo -que esa es la herejía en cuestión-
significaba la disolución y, para Europa, el final de cualquier intento de unidad cultural,
política y social. En un primer momento, el protestantismo de Lutero constituyó, en lo
que a nosotros interesa ahora, una reacción antifilosófica. Al cabo de un par de siglos su
influjo entre los filósofos llegaría a hacerse importantísima.

b) En cualquier caso, es un lugar común (porque, seguramente, parece disculpar de


hablar de los escolásticos renacentistas) el considerar a Descartes, cuya vida transcurre
en el siglo XVII, como padre de la filosofía moderna. No es este el momento adecuado
para la discusión de cuál sea el puesto que realmente corresponde a Descartes en la
historia reciente de la filosofía. No obstante, parece inevitable considerarle punto de
partida de nuevas rutas del filosofar.

El siglo XVII es un siglo de tránsito y preparación. Superados los tiempos renacentistas,


la sensibilidad moderna comienza a dar brotes de originalidad (no exenta, por
supuesto, de raíces en el pasado). Y quizás la primera filosofía digna de tal calificación
sea la cartesiana. No creó escuela, en sentido propio, sino que, bajo su influjo,
aparecieron numerosas concepciones filosóficas. En el continente europeo,
Malebranche, Spinoza y Leibniz. En Gran Bretaña, Hobbes, Locke, Berkeley y Hume. Los
primeros reciben el nombre colectivo de racionalistas; los segundos son los llamados
empiristas.
c) El resumen, la síntesis, de las propuestas ofrecidas por ambas corrientes de
pensamiento se puede encontrar en la filosofía del autor eje de la modernidad:
Immanuel Kant (1724-1804). Antes de él, sin embargo, es necesario dejar constancia del
acontecimiento de la Ilustración (de la cual, por otro lado, hay quienes hacen a Kant
máximo representante).

En estas consideraciones sumarias es oportuno señalar que la Ilustración no constituye,


en sí misma, una fase creativa de la filosofía. Tiene relevancia sobre todo en política,
pero en cuanto a la especulación pura, la Ilustración es, paradójicamente, pobre. Nace
con los deístas y librepensadores británicos de finales del siglo XVII y tiene su más
maduro exponente justamente en Hume. La versión francesa de la Ilustración, más
famosa por razón de la Enciclopedia, en realidad no constituye sino una metástasis
continental de las ideas británicas. No sorprenda, por ello, que el nombre más famoso
entre los franceses del siglo XVIII sea el de J. J. Rousseau, personaje en muchos aspectos
ajeno a la mentalidad estrictamente ilustrada.

El árbol de la Ilustración no debe ocultar el bosque de la filosofía moderna, que


mantiene un nexo temático y espiritual entre los racionalistas y empiristas del XVII y,
como hemos dicho, el último ilustrado, Kant. Como agudamente señaló A. Llano, "leer a
Kant es profundizar en los fundamentos próximos de nuestra propia situación espiritual
que -sin esta previa consideración- puede tornarse ininteligible. Hacer hoy filosofía -en
la medida en que sigue siendo sociológicamente posible- implica tomar postura frente a
Kant; porque el regiomontano es, para el pensamiento contemporáneo, el filósofo
clásico. Aunque no seamos todos kantianos, todos somos postkantianos"[2]

aunque no todos somos kantianos, todos somos postkantianos. En la obra de Kant se


resume la filosofía moderna y es legada a su posteridad en la forma de problema. Por
eso no es inadecuado sostener que la filosofía contemporánea nace con el siglo XIX, con
la muerte de Kant.

d) El siglo XIX, en filosofía, ofrece una notable vitalidad. Por mor de la claridad, y
simplificando un poco, podría esquematizarse lo que en este tiempo acontece del
siguiente modo: en primer lugar, Hegel y sus secuelas; en segundo lugar, el positivismo
y las suyas.

Hegel, padre del idealismo absoluto, conmocionó a la Europa filosófica. Pero a su


muerte sus seguidores se dispersaron en grupos muy distintos. Los que alcanzaron
inmediata fama fueron los "hegelianos de izquierdas", por la mucha actividad
revolucionaria que realizaron. Entre ellos, el más célebre es K. Marx.

Pero frente a Hegel aparecieron dos figuras, muy distintas entre sí, que también han
tenido amplia influencia en la filosofía de nuestros días. Por un lado, S. Kierkegaard; por
el otro, A. Schopenhauer. Se les suele aplicar el nombre de irracionalistas.

En segundo lugar, el siglo XIX vio el nacimiento del positivismo, con A. Comte, y del
cientificismo. Durante la segunda mitad de ese siglo se produjo el momento de máxima
gloria de las ciencias positivas modernas, sobre todo de la física y la biología. Ahora
bien, no siempre en frontal oposición a ellas, también surgieron pensadores más
humanistas, como pudieran serlo los neokantianos, los espiritualistas, los vitalistas, etc.

Pero el final del siglo XIX constituye un momento de pausa. Las ciencias positivas
principales sufrieron una aparatosa crisis (de la que salieron, por así decirlo,
transformadas) y la filosofía vio nacer la fenomenología. A partir de entonces, la
descripción de la historia de la filosofía se tiene que contentar con enumerar autores y
corrientes quizá hoy vivos y aparentemente eficaces, pero que, quizás en unos pocos
años más, queden en nada.

La fenomenología de E. Husserl ha sido la escuela más fecunda del siglo XX. A su sombra
han crecido las obras de personajes como M. Scheler, M. Heidegger o J.-P. Sartre, con
influjos en todos los rincones del mundo (p. ej., en España, A. Millán-Puelles).

Mencionemos el existencialismo, la Escuela de Frankfurt (como versión renovada del


marxismo), el neopositivismo (como versión renovada del positivismo), la hermenéutica
(heredera del historicismo) y, a modo de cierre, precisamente la llamada filosofía
postmoderna, cajón en el que se incluyen personajes hoy famosos, pero con muy poca
sustancia, herederos sui generis del estructuralismo, el marxismo y el psicoanálisis. La
historia continúa.

VI. Las filosofías no occidentales.

Parece un injustificado etnocentrismo, o un olvido inexcusable, dejar sin tratar las


posibles "filosofías" ajenas a la tradición occidental, ajenas a las coordenadas
grecorromana y cristiana. Echemos un vistazo.

Advirtamos que esta búsqueda de filosofía fuera de Occidente no se satisface con el


mero hallazgo de culturas especiales. La filosofía, como saber explícito y específico, no
es una forma de cultura. Lo que buscamos son doctrinas, y doctrinas que cumplan los
rasgos característicos de la filosofía: un saber radical, de ultimidades y de origen
natural. En este sentido, tampoco es de recibo hacer aquí una enumeración de
religiones no cristianas, en la medida en que las religiones no son filosofía. Así las cosas,
dejemos constancia de algunos hechos quizá merecedores de mayor desarrollo.

Las filosofías orientales dignas de alguna consideración se han desarrollado


principalmente en la China y en la India. Por su parte, la cultura china ha generado el
confucianismo, sistema religioso que tiene una historia tan extensa como la de toda la
filosofía occidental. En conexión con las doctrinas de Confucio pueden tenerse en
cuenta las enseñanzas taoístas. En la India, es el budismo la doctrina más influyente y
notable.

Todas estas doctrinas, con sus intrincadas combinaciones, interferencias y desarrollos,


son más sistemas de vida y consejos religioso-morales que filosofías. En general, "el
pensamiento oriental tiene como bases principales la tradición religiosa, la concepción
del mundo, los problemas de comportamiento social, etc., etc., pero no la pura razón
teórica surgida en Grecia y crecientemente universalizable y universalizada hasta el
punto de que sus ideales y métodos, debidamente transformados, han influido luego
sobre los pensadores orientales. Husserl -defensor, entre otros, de esta tesis- indica que
la irrupción de la filosofía como ciencia universal y principio de todas las ciencias
particulares es el "proto-fenómeno" espiritual característico de Europa (a partir de
Grecia)"[3].

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