¿ Por qué tuvo que morir Jesús en una cruz?
David Roper
l propósito de la muerte de Jesús se ha tratado
E brevemente en estos estudios.1 Una centena
de volúmenes no bastaría para abarcar como es
debido este tema; un millar no podrían responder
todas las preguntas que se hicieran. No obstante,
algunas notas adicionales tendrán que ser sufi-
cientes por el momento.2
«[Todos] pecaron» (Romanos 3.23a), y «la
paga del pecado es muerte» (Romanos 6.23). Los
pecadores sufren muerte espiritual, esto es, estar
separados de Dios, en esta vida (Efesios 2.1, 12).
Además, enfrentan «la segunda muerte», esto es,
estar separados eternamente de Dios, en la vida
venidera (Apocalipsis 20.14; 21.8).
El pecado es un insulto para un Dios que es
santo (Romanos 3.23b; vea Isaías 5.16; Hebreos
10.29). Las buenas obras no pueden borrar la culpa
de un solo pecado que se cometa; no podemos ser
salvos por nuestras obras (vea Efesios 2.8–9). Ni
siquiera es suficiente que hagamos todo lo que está
dentro de nuestras posibilidades (Isaías 64.6;
Romanos 3.12). Como Dios de justicia que es Él
(Isaías 30.18), el Señor no puede permitir que el
pecado se quede sin castigar (vea Romanos 1.18).
En vista de que todos fueron (y son) pecadores sin
la capacidad para quitar la culpa por el pecado, la
situación de la humanidad se presentaba sombría.
¡Gracias al Señor que Él no es solamente un Dios
de justicia, sino también un Dios de amor (1era Juan
4.8)! Como Dios de amor que es, Él no quiso (y no
quiere) que ninguno se perdiera (vea 2a Pedro 3.9).
Estas dos características de Dios presentaban un
dilema. ¿Cómo podía Él ser justo y castigar el
pecado, y a la vez ser el justificador de los pecadores
(vea Romanos 3.26)? La respuesta de Dios al dilema
fue esta: «Yo mismo pagaré el precio; Yo enviaré a
Mi Hijo a sufrir el castigo por los pecados de la
humanidad» (vea Juan 3.16). Esto es lo que leemos
en 1era Juan 4.10: «… él nos amó a nosotros, y
envió a Su Hijo en propiciación por nuestros
pecados». La palabra «propiciación» significa «lo
1
Por ejemplo, vea la lección «Seis horas en una cruz
Romana».
2
Un análisis más completo se presenta en “The Cen-
ter of God’s Love” («El centro del amor de Dios»), en David
Roper, Jesus Christ and Him Crucified (Jesucristo, y […] éste
crucificado) (Arvada, Colo.: Christian Communications,
1976).
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que propicia, aplaca o satisface la justicia de Dios».
¿Qué forma debía tomar ese sufrimiento pro-
piciatorio? Al comienzo de los tratos de Dios con la
humanidad, se instituyó el principio del sacrificio,
esto es, dar una vida a cambio de otra (Génesis 4.4;
8.20; 31.54; vea 12.7). Este fue el axioma que se
estableció: «… sin derramamiento de sangre no se
hace remisión» (Hebreos 9.22). Durante los años
que transcurrieron, se hicieron cientos de miles de
sacrificios animales de conformidad con las orde-
nanzas de Dios. El problema consistía en que
«la sangre de los toros y de los machos cabríos no
[podía] quitar los pecados» (Hebreos 10.4). Solo un
sacrificio podía hacer esto: el del perfecto Hijo de Dios
(1era Pedro 1.18–19). Solamente Su sangre podía
salvarnos de «la ira» de Dios (Romanos 5.9). La preciosa
sangre de Cristo tenía que ser «derramada» para
hacer posible el «perdón de pecados» (Mateo 26.28).
¿Qué forma debía tomar el sacrificio de derra-
mamiento de sangre de Jesús? Evidentemente, en
el propósito eterno de Dios (Efesios 3.11) estaba
predeterminada la muerte por crucifixión. El
salmista dijo que las manos y los pies del Siervo
Sufriente serían horadados (Salmos 22.16). Cristo
mismo anunció que Él sería crucificado (Mateo
20.17–19; vea Lucas 24.6–8), lo cual implicaría que
Sus manos y pies fueran horadados.3 Cuando Cristo
murió en una cruz romana, le brotó sangre de Sus
manos y pies horadados, así como de la frente
herida y de la carne viva de Su espalda lacerada.
Después de Su muerte, la sangre le brotó de Su
costado (Juan 19.34). Según la Biblia, es por esa
sangre que somos justificados, reconciliados con
Dios y salvados de la ira divina (Romanos 5.9–10).
¿Podremos entender exactamente cómo es
que la muerte de Jesús hace posible nuestra
salvación? No podremos, pero esto es lo que
podemos entender: Su muerte sí satisfizo la justicia
de Dios (Romanos 3.25; Hebreos 2.17; 1era Juan 2.2).
Por lo tanto, todos los que estén dispuestos a
responder a Su amor (Juan 14.15; 1era Juan 4.19) y a
aceptar Sus condiciones de salvación (Marcos 16.15–
16; Hechos 2.37–38) ¡pueden ser salvos! No podemos
entender en su totalidad lo que Dios ha hecho por
nosotros, pero le alabamos por ello. «¡Gracias a
Dios por su don inefable!» (2a Corintios 9.15).
3
Una clase diferente de «horadación» del Mesías se
describe en Zacarías 12.10 (vea Juan 19.34, 37).
1