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El hombre por naturaleza, es el único ser sobre la tierra que, desde hace
aproximadamente 6,000 años de vida en comunidad, ha ensayado diversos y complejos
sistemas de organización política en procura de encontrar formulas que le permitan
desarrollar adecuadas relaciones de comunicación y cooperación con los demás.
Uno de los sistemas, el más complejo quizá, es sin lugar a dudas, el sistema de
organización constitucional creado, hace apenas tres siglos como consecuencia del
avance de las ideas democráticas liberales, con el fin de proveer a la sociedad los
mecanismos esenciales e indispensables para dar solución a sus naturales conflictos
dentro de un clima de paz y tranquilidad.
El Autor
FASCÍCULO 1
FASCÍCULO 2
FASCÍCULO 3
FASCÍCULO 4
• LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
FASCÍCULO 5
FASCÍCULO 6
Concepto de Estado.
• CICERÓN: "Es una multitud de hombres ligados por la comunidad del derecho
y de la utilidad"
• SAN AGUSTÍN: "Es una reunión de hombres dotados de razón, y enlazados en
virtud de la común participación de las cosas que aman"
• BODINO: "Es un conjunto de familias y posesiones comunes gobernadas por un
poder de mando según la razón"
• SAVIGNY: "Es la representación material de un pueblo"
• KANT: "Es una variedad de hombres bajo leyes jurídicas"
• OPPENHEIMER: "Es la institución social impuesta por el grupo victorioso al
derrotado, con el propósito de regular su dominio y de asegurarse contra la
rebelión interna y los ataques del exterior"
• JELLINEK: "Es una asociación de hombres sedentarios dotada de un poder de
mando originario"
• BLUNTSCHLI: "Es la personificación de un pueblo"
• DUGUIT: "Es una corporación de servicios públicos controlada y dirigida por
los gobernantes"
• SPENGLER: "El Estado es la historia considerada sin movimiento. La historia
es el Estado pensado en el movimiento de fluencia"
• KELSEN: "El Estado es el ámbito de aplicación del derecho. El Estado es el
derecho como actividad normativa. El Derecho es el Estado como actividad
normal. En el Estado alcanza el pueblo su personalidad jurídica"
• HELLER: "El Estado es la conexión de los quehaceres sociales. El poder del
Estado es la unidad de acción organizada en el interior y el exterior. La
soberanía es el poder de ordenación territorial exclusiva y suprema"
• CARRE de MALBERG: "Es la comunidad política como territorio propio y que
dispone de una organización"
• ADOLFO POSADA: "Son los grupos sociales territoriales con poder suficiente
para mantenerse independientes"
• GROPPALI: "Es la agrupación de un pueblo que vive permanentemente en un
territorio con un poder de mando supremo, representado éste en el gobierno"
Concepto social del Estado.- En la base del Estado se encuentra una serie de hechos
sociales, una serie de relaciones humanas; estas relaciones son actos del hombre,
condicionados por el contenido psíquico propio de la naturaleza anímica de los seres
humanos; por consiguiente, el Estado es una creación humana consistente en
relaciones de voluntad de una variedad de hombres.
Platón estima que la estructura del Estado y del individuo son iguales, y con ello,
analiza las partes y funciones del Estado y posteriormente, las del ser humano, con
lo cual establece el principio de Estado anterior al hombre, porque, además, la
estructura de aquél, aún siendo igual a la de éste, es más objetiva o evidente.
Aristóteles, por su parte, es más enfático y declara que el Estado existe por
naturaleza, y por tanto, es anterior al hombre, no por ser éste autosuficiente y solo
podrá serlo respecto al todo, en cuando a su relación con las demás partes,
complementando su expresión al decir, en base a su Zoon Politikón, que quien no
convive con los demás en una comunidad, "o es una bestia, o es un dios".
Por su parte, Luis XIV rey de Francia, en la época del absolutismo se atreve a decir
la ya conocida frase "El Estado soy yo", que esto no implica más que la falta de
raciocinio en la que se vivía en ese tiempo, indica solo la más pura esencia del
absolutismo en sí, se tomaba al Estado como un régimen político en el que una sola
persona, el soberano, ejercía el poder con carácter absoluto, sin límites jurídicos ni
de ninguna otra manera. El Estado no era sino una prolongación de las
características absolutas del rey en ese tiempo.
ESTADOS ANTIGUOS.
Después en Grecia empezaré por especificar que su unidad política básica fue la
polis. Su geografía determina el aislamiento territorial, tenían una tecnología poco
desarrollada en lo agrario y una población en expansión.
• Pueblo
• Territorio
• Poder
Ahora podemos decir que el Estado es una sociedad humana, asentada de manera
permanente en el territorio que le corresponde, sujeta a un poder soberano que crea,
define y aplica un orden jurídico que estructura la sociedad estatal para obtener el
bien público temporal de sus componentes.
Muchos autores aseguran que el poder y el gobierno son sinónimos, sin embargo nos
damos cuenta que no es así, para muchos, el poder significa ser ley, ser total, y el
gobierno no lo es así, el gobierno es regido por el pueblo y para el pueblo, pero
tomaremos al poder como un elemento del Estado.
Por otro lado, Ignacio Burgoa afirma "Como elemento del Estado, el territorio es el
espacio dentro del cual se ejerce el poder estatal o ‘imperium’. Como esfera de
competencia el Estado delimita espacialmente la independencia de éste frente a
otros Estados, es el suelo dentro del que los gobernantes ejercen sus funciones."
Desde el atropello del "El estado soy yo" manifestado como el más nocivo
absolutismo, el pueblo sintió la negación total de sus derechos y rotos todos sus
principios e ideales, es ahí donde empieza a crecer el resentimiento y surge poco a
poco la semilla de la rebelión, y ésta había de manifestarse con toda su violencia y
hacer explosión, para culminar el 14 de Julio de 1789. La revolución dio paso a
nuevas formas, con todas sus naturales e impropias acciones excesivas cometidas.
La mayor aportación que este levantamiento dio, fue la Declaración de los Derechos
del Hombre y el Ciudadano, que se fundamentó en la teoría de Jean Jacob Rosseau,
que escribió en su obra "El Contrato Social."
• Una cierta entidad territorial. Ésta se refiere al medio físico que es necesaria
para la sustentación del Estado y debe ser una magnitud tal que no convierta en
demasiado pesadas las tareas que el Estado debe afrontar.
• Establecimiento de un poder central suficientemente fuerte. Se logra
suprimir o reducir drásticamente a los antiguos poderes feudales, entre ellos el
propio poder de la iglesia, que se vincula a lo que actualmente llamaríamos al
proyecto de Estado Nacional.
• Creación de una infraestructura administrativa, financiera, militar y
diplomática. Se desarrolla una burocracia administrativa que trabaja
impersonalmente para el Estado. Burocracia y capacidad financiera se
retroalimentan. La obtención y administración de recursos exige personal
dedicado por completo a estas tareas. La diplomacia se convierte en un
instrumento indispensable para las relaciones con las demás entidades estatales
que constituyen un sistema en su conjunto.
• Consolidación de la unidad económica. El Estado debe ser capaz de regular y
dirigir la economía en su propio seno, y con respecto al exterior, implantar un
sistema aduanal y normas precisas que controlen la entrada y salida de bienes.
Objeto del Estado: La principal razón de ser del Estado está motivada por el hecho
de que ha sido creado como una forma de organización política. Esto se debe a que
desde los principios del nacimiento de la humanidad, se ha suscitado el problema de
la organización, hablando desde la era primitiva hasta la actualidad. Por ello se han
creado diversas instituciones para dicha tarea, pero es hasta el momento que
encontramos las herramientas necesarias para la conservación del orden social. Es
en este momento en el que hablamos de la vasta institución que es el Estado, y no
podemos imaginar al Estado sin sus elementos, la población, el gobierno, la
soberanía y el territorio. Al igual que tampoco nos podemos imaginar el poder del
Estado sin la enorme influencia que tiene sobre la población o sobre sus otros
elementos. Y así como el Estado fue creado de una sociedad se debe entender por su
objeto, el bien de esta misma sociedad, es decir, que se encargará primordialmente
de la seguridad, y bienestar social, ayudándose de los medios que para ello le
convengan más. Así con esta breve reseña podemos decir la siguiente conclusión: el
objeto del Estado será sin duda el de mantener el orden social a base de distintos
medios u órganos con los que cuenta, es decir, mantener el orden social a través del
Derecho.
Fin del Estado: Consiste en todo aquello que realicen las instituciones políticas
dentro de sus respectivas actividades. Para que el Estado logre sus fines debe
imponer normas jurídicas, por lo tanto se hace necesario que se ayude de medios
coercitivos para el cumplimiento de éstas, con el fin de mejorar el desarrollo de su
población. En los fines que trata de alcanzar el Estado con su actividad tenemos,
primordialmente, el de la defensa hacia el exterior. El Estado debe tener una buena
organización para que exista la fuerza necesaria para oponerse a cualquier invasión
al territorio nacional. En otras palabras hablamos de que tiene que poder mantener la
soberanía del país, entonces estamos hablando de la autoridad que tiene el Estado
para salvaguardar la soberanía ante los Estados extranjeros, ya sea por vías
diplomáticas o bien haciendo uso de la fuerza, utilizando al ejercito. Otro fin del
Estado, es el de encaminarse hacia la conservación de la paz y el orden dentro de su
propio territorio. Existen dos principales posturas con respecto al fin del Estado, la
humanista sostiene que todo Estado es la conservación y el bienestar de los
individuos y la transpersonalista afirma que el Estado es el fin los individuos son el
medio; finalmente es potestativa la elección de una u otra de las anteriores posturas,
pero por encima de esto podemos concluir que el fin del Estado consiste en lograr el
bien común a través de las instituciones que se desprenden de él.
Como conclusión a este tema se puede decir que es obvio, por todo lo mencionado
anteriormente, que no puede existir un fin que no este unido a un objetivo, ni
tampoco podemos imaginar el fin y el objeto del Estado sin considerar la gran
trascendencia que tienen en nuestra vida y organización social.
En base a lo anterior el poder para que sea considerado como estatal debe ser un
poder social y un poder jurídico.
Mauricio Hauriou nos dice que todas las instituciones (incluyendo al Estado) no son
mas que una organización social alrededor de una idea, por lo tanto podemos decir
que el Estado es una organización constitucional del poder alrededor de la idea
nacional ya que el Estado que no tiene que descansar o elevarse sobre una
constitución… no es un Estado, lo cual nos conduce a la tercera característica que
debe señalarse del poder del Estado; el poder estatal es un poder social, es un poder
jurídico y es un poder constitucional.
A manera de conclusiones acerca del poder estatal podemos decir que este es el
resultado de la organización de la comunidad, es el poder que resulta de la
organización constitucional de la nación, es la consecuencia del Derecho que
practica la comunidad y debido a que es una consecuencia del Derecho aplicado, en
la medida e que este Derecho se aproxime a lo justo, se puede hablar de una
organización social y de un poder estatal; en cambio, en la medida en que el
Derecho se aleja de la justicia, el poder que esta al servicio de ese orden jurídico, se
aparta de la categoría de poder social o jurídico o estatal.
Una vez aclarado a que nos referimos cuando hablamos de poder estatal, pasaremos
al punto de la legitimación. Las teorías de justificación no se ocupan de explicar el
porqué y el como existe en la realidad el poder del Estado, sino en demostrar que es
legítimo; se trata pues, de demostrar que el Estado es racional y moralmente
necesario o, por lo menos, legítimo; o bien, que es un producto del azar, una
"enfermedad en la evolución de la historia de la humanidad" (en palabras de
Jellinek) que es preciso superar.
Existen diversas doctrinas que intentan justificar al Estado, es decir, podemos buscar
la legitimación del Estado desde el punto de vista jurídico o desde el punto de vista
moral, pero aun más allá de esto, los diversos tratadistas divergen en sus
consideraciones sobre la legitimación del poder del Estado y por lo tanto cada uno
presenta su teoría a este respecto, por lo tanto encontramos la teoría de Rousseau, la
de Santo Tomas, la de Hobbes, la de Kant, etcétera; en vista de esto Porrúa Pérez
nos ofrece una síntesis del tema, la cual será adoptada por este trabajo, sin embargo
cabe aclarar que para mayor profundidad en el tema será necesario remitirse al autor
citado.
Es necesario destacar que las distintas teorías, antes mencionadas, no tratan de
justificar al Estado en su totalidad, sino solamente en lo que respecta al imperium, al
poder de mando, al poder colectivo, al poder estatal.
Por otra parte, la justificación científica del Estado ha de tender a proporcionar los
principios metafísicos universales que apoyen la existencia de todo el Estado, en
abstracto, fuera del tiempo; de todo Estado que haya existido, existe y de todo
Estado posible.
Ha de obtenerse un patrón que permita definir la calidad ética de cualquier
organización política. Esto no significa que han de proporcionarse los moldes
complejos constitucionales del Estado, sino las raíces hondas que justifiquen su
existencia.
Como dice Jellinek: "Si el Estado está justificado para hoy y para el futuro, es que
existe en él la exigencia de que ha de acompañarlo en su vida un contenido material
justificable; el Estado en su forma concreta, en la variedad de sus manifestaciones,
sólo aparecen justificado mediante los fines que ejecuta; de que queda con doctrina
de justificación tenga necesidad de completarse con la doctrina de los fines del
Estado."
Concepto de Política.
Esta ciencia política lato sensu, atendiendo a su objeto material, que es el estado en
su totalidad, es única. Pero en atención a su objeto formal se multiplica en una serie
de disciplinas políticas que difieren entre sí tanto por el aspecto del estado que
estudian, como por el método que aplican y el fin que persiguen.
Las disciplinas políticas auxiliares son aquellos estudios científicos que con sus
resultados contribuyen a un mejor conocimiento del Estado, especialmente de sus
elementos componentes. Así, la Antropología Social, la Demografía, la Estadística,
referentes a la población; la Geografía, la Geología y sus diversas ramas, que se
refieren al poder político y a la acción política.
Monarquía
Monarquía, forma del Estado en la que una persona tiene derecho a reinar como
cabeza del mismo, en general por vía hereditaria, con carácter vitalicio. El poder del
rey puede ser absoluto o estar muy limitado, como es usual en las monarquías
actuales sometidas a regulación constitucional en la mayoría de los casos. El nombre
con que gobiernan varía según las zonas y las estructuras jurídicas de su gobierno
(reyes y reinas, emperadores y emperatrices y zares y Káiseres).
A través de la historia muchos monarcas han ostentado poder absoluto, a veces
sobre la base de su supuesta divinidad. En el antiguo Egipto, por ejemplo, el faraón
era una deidad, al igual que algunos gobernantes orientales. El sistema imperial en
China otorgaba al emperador el poder supremo y la mayoría de los Estados de la
antigua India eran monarquías. En la edad media la monarquía se había extendido
por toda Europa, fundamentada muchas veces en la necesidad de un dirigente
autoritario que pudiese convocar y dirigir a las tropas necesarias para la defensa del
territorio. Las monarquías europeas eran dinásticas: el hijo mayor o el descendiente
varón más próximo heredaba el trono. Como muchos dirigentes medievales obtenían
soldados y armas de los señores feudales, dependían así de la lealtad de la nobleza
para mantener su poder.
Con el declive del feudalismo y la aparición de los Estados nacionales, el poder fue
centralizado en un solo soberano. En principio estos gobernantes eran apoyados por
la naciente clase media o burguesía, que se beneficiaba de la existencia de un
gobierno central fuerte que mantuviese el orden y una situación estable para el
desarrollo del comercio. Entre los siglos XVI y XVII, los monarcas absolutos como
el rey Enrique VIII en Inglaterra y el rey Luis XIV de Francia gobernaron los países
europeos. Los abusos de poder y la insatisfacción creciente de la burguesía ayudaron
a la caída de muchas monarquías absolutas: las revoluciones en Inglaterra en el siglo
XVII y en Francia en el XVIII marcaron hitos en la limitación del poder absoluto.
Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los
hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal hija de Numitor, rey de la
cercana Alba Longa (en el antiguo Lacio). Una tradición más antigua remonta la
ascendencia de lo romanos a los troyanos y a su líder Eneas, cuyo hijo Ascanio o
Julo fue el fundador y el primer rey de Alba Longa. Los relatos sobre el reinado de
Rómulo destacan el rapto de las sabinas y la guerra contra los sabinos, dirigidos por
Tito Tacio, y señalan también la unión de los pueblos latino y sabino. La referencia
a los tres pueblos en la leyenda de Rómulo (ramnes o ramneses; titios, equiparados a
los sabinos; y lúceres, los etruscos), que formaban parte de un nuevo Estado, sugiere
que Roma fue creada por una amalgama de latinos, sabinos y etruscos.
Los siete reyes del período monárquico y las fechas que tradicionalmente se le
asignan son: Rómulo (753-715 a.C.); Numa Pompilio (715-676 o 672 a.C.), a quien
se le atribuyó la introducción de muchas costumbres religiosas; Tulio Hostilio (673-
641 a.C.), un rey belicoso que destruyó Alba Longa y luchó contra los sabinos;
Anco Marcio (641-616 a.C.) , de quien se dice que construyó el puerto de Ostia y
que capturo muchas ciudades latinas, transfiriendo sus habitantes a Roma; Lucio
Tarquino Prisco (616-578 a.C.), célebre tanto por sus hazañas militares contra los
pueblos vecinos como por la construcción de edificios públicos en Roma; Servio
Tulio (578-534 a.C.), famoso por su nueva constitución y por ensanchar los límites
de la ciudad; y Lucio Tarquino el Soberbio (534-510 a. C.), el séptimo y último rey ,
desterrado cuando su hijo violó a Lucrecia, esposa de un pariente. Una vez
desterrado tarquino los intentos de las ciudades etruscas o latinas de restituirlo en el
trono de Roma no tuvieron éxito.
Aunque los nombres, fechas y sucesos del período real se cree que pertenecen a la
ficción, existen pruebas sólidas de la existencia de una antigua monarquía, del
crecimiento de Roma y sus luchas con los pueblos vecinos, de la conquista etrusca
de Roma y del establecimiento de una dinastía de príncipes etruscos, simbolizada
por el mandato de los Tarquinos, de su derrocamiento y de la abolición de la
monarquía.También es probable la existencia de cierta organización social y
política, como la división de los habitantes en dos clases: de un lado, los patricios,
los cuales poseía derechos políticos y formaban el populus o pueblos, y sus
subordinados, conocidos como clientes; y, de otro la plebe, que en un principio no
tenían categoría política. Al rex o rey, que ocupaba el cargo de por vida, lo elegía de
entre los patricios el Senado (Senatus) o Consejo de Ancianos (patres).El rey era
responsable de convocar al populus a la guerra y de dirigir al Ejército en la
batalla.En los desfiles era precedido por los funcionarios, conocidos como lictores,
que portaban las fasces, símbolo del poder y del castigo. También era el juez
supremo en todos los pleitos civiles y penales.El Senado sólo daba su consejo
cuando el rey decidía consultarlo, aunque sus miembros poseían gran autoridad
moral, ya que sus cargos también eran vitalicios. En un principio sólo los patricios
podían llevar armas en defensa del Estado. Parece que hubo una importante reforma
militar, conocida como reforma Servia, ya que posiblemente tuvo lugar durante el
mandato de Servio Tulio, en el siglo VI a.C. Para entonces, la plebe podía adquirir
propiedades y, según la reforma, todos los propietarios, tanto los patricios como los
plebeyos, estaban obligados a servir en el Ejército, donde se le designaba un rango
de acuerdo con su riqueza. Este plan, aunque al principio servía a un propósito
puramente militar, preparó el terreno para la gran lucha política entre patricios y
plebeyos que tuvo lugar durante los primeros siglos de la República romana.
República
República (del latín res publica, `la cosa pública`), forma de Estado basado en el
concepto de que la soberanía reside en el pueblo, quien delega el poder de gobernar
en su nombre a un grupo de representantes elegidos. En la práctica este concepto ha
sido, sin embargo, ampliado, distorsionado y corrompido de diversas formas, por lo
que se hace difícil dar una definición unívoca del término. Para empezar, es
importante diferenciar entre república y democracia. En el estado republicano
teórico, en el que el gobierno se convierte en portavoz de los deseos del pueblo que
lo han elegido, república y democracia pueden ser dos conceptos idénticos (existen
también las monarquías democráticas). Pero las repúblicas que se han dado a lo
largo de la historia nunca se han ajustado a un único modelo teórico, y en el siglo
XX la república ha servido de forma de Estado a regímenes democráticos pero
también a regimenes de partido único y dictaduras. En realidad, la república ha
pasado designar a todo Estado cuya jefatura es responsabilidad de un presidente, o
figura similar, y no de un monarca.
Teorías republicanas.-
Uno de los aspectos más pertinentes para el republicanismo del mundo occidental
esa distinción que hace Aristóteles entre democracia, la forma malas del gobierno de
los muchos, y politeia, su contrario, la forma buena. El filósofo creía que las
democracias que caerían en un período de turbulencia e inestabilidad porque los
pobres, que según su pensamiento se convertirían en la mayoría, intentaría conseguir
una igual social y económica que ahogaría la iniciativa individual. Por el contrario,
la politeia, con una clase media capaz de resolver con justicia conflictos entre ricos
y pobres, permitiría el gobierno de los muchos sin los problemas y el caos asociados
con los regímenes organizados.
Durante el siglo XIX la lucha revolucionaria tuvo, allá donde ésta se produjera, la
instauración de la república como inmediata consecuencia. Así el proceso de
emancipación de América Latina respecto de España trajo consigo una innumerable
cantidad de regímenes republicanos unidos a la independencia de los nuevos estados
que los adoptaban, ya fuesen repúblicas unitarias o federales, tales como la
República de la Gran Colombia o las Providencias Unidas del Centro de América.
En España, solo dos y muy efímeras han sido las experiencias republicanas. La I
república (1873-1874) estuvo caracterizada por el intento de modernizar y
democratizar el estado, pero la precaria situación que atravesaba España hizo que la
inestabilidad fuese su nota básica. La II República (1931-1939), especialmente
durante los llamados periodos del Bienio Reformador (1931-1933) y del Frente
Popular (1936) luchó por extraer a España de unas estructuras marcadamente
ligadas al Antiguo Régimen; las fuerzas de éste se rebelaron y el resultado fue una
Guerra Civil que desembocaría en una dictadura que se prolongaría durante casi 40
años.
Imperio
Antecedentes.-
Debilidad de la Monarquía Dual y las derrotas que había sufrido Francisco José I en
la década de 1850 1870; además, los magiares, los súbditos más belicosos y
antirusos, nunca consiguieron influir en la política exterior de Austral-Hungría.
Los detractores del sistema creado en 1867 seguían limitando sus reclamaciones a la
consecución de una mayor influencia en el interior, sin incluir la independencia con
respecto al Imperio; además, aquellos estados que habían presentado demandas
territoriales ante la Monarquía Dual fueron derrotados hacia 1917. Occidente
continuaba respaldando la existencia de Imperio como un medio de controlar el
poder de Alemania en la Europa de la posguerra, siempre que Austro-Hungría fuera
capaz de demostrar su independencia mediante una reforma federal que pusiera fin
al dominio de los alemanes y de las elites magiares que gobernaban el Estado en
virtud del sistema de 1867.
Feudalismo
El Renacimiento
La palabra Renacimiento0 ha adquirido un significado muy amplio, se le emplea
para designar todo el periodo de transición que va de la Edad Media al mundo
moderno. Y, aunque sea posible trazar ciertos limites de esta época de transición, no
podemos señalar fechas fijas para indicar que el movimiento renacentista se llevo a
cabo entre tal y tal año, exactamente.
El Estado Moderno
Una de las principales interrogantes a resolver con respecto a este tema es ¿Por qué
surge el Estado moderno? De acuerdo con Hermann Heller, para que apareciera el
Estado tuvo que haber en primer lugar, una división del trabajo. Pero así mismo,
tuvo que haber interdependencia y cooperación. El Estado moderno aparece cuando
se han producido en Europa las siguientes causas: El Renacimiento, la Reforma
protestante, la expansión geográfica y sus descubrimientos
En 1648, con la paz de Westfalia que puso fin a la denominada Guerra de los
Treinta Años, aparece el Estado moderno. Separada la Iglesia del Estado, surgirá
éste con su elemento constitutivo específico: un supremo poder político, delegado
por el pueblo soberano. Su estructura orgánica, autoridad y Derecho, imperará en los
límites del territorio nacional. Las gentes asentadas tradicionalmente en él,
alcanzaron con el tiempo peculiaridades somáticas y físicas, psíquicas. A su
clasificación por grupos se les denomina razas. La creencia en su existencia, es el
núcleo nacional originario. Se pertenece a una raza. Si se cree en ella aparecerán los
nacionales y el concepto de Nación. Hacia el siglo XIX, los Estados de Derecho,
liberales y burgueses, se resumen bajo el rubro de Estado-Nación.
Cabe mencionar que casi todas las definiciones modernas incluyen elementos
constitutivos del Estado, entre los cuales consideran una agrupación política y una
fuerza estatal; es decir, es casi generalizada la concepción estatal por parte de los
tratadistas.
Otro de los atributos del territorio es la indivisibilidad. Esta nota deriva de la misma
índole de la organización política. Si el Estado, en cuanto persona jurídica, es
indivisible, sus elementos han de serio igualmente. La idea de la divisibilidad sólo
puede admitirse dentro del marco de una concepción patrimonialista, y supone la
confusión de las nociones de dominium e imperium.
Conviene advertir que el ámbito en que el Estado ejercita su autoridad no es. Como
suele creerse, la superficie comprendida dentro de las fronteras. En realidad se trata
de un espacio tridimensional o, como dice Kelsen, de cuerpos, cónicos cuyos
vértices considéranse situados en el centro del globo. Sólo que el ámbito a que
aludimos no tiene límites hacia arriba, en cuanto el Derecho Internacional no ha
establecido todavía una zona de "aire libre", comparable al llamado espacio de "mar
libre".
Un estudio sobre el origen y evolución del mismo concepto revela que la soberanía
no es atributo esencial del poder del Estado. Hay, en efecto, Estados soberanos y no
soberanos. El de la Edad Media, por ejemplo, no tenía aquel atributo, pero era, no
obstante, Estado. Y, en nuestra época, los Estado miembros de una Federación no
son, relativamente a ésta, soberanos, ya que se encuentran sujetos a la constitución
general a las leyes federales.
División de Funciones
Una construcción tan complicada como el Estado, puede ser considerada desde
distintos puntos de vista, y por esto es dable someterla a diversas divisiones, para
comprender, tanto la estructura del Estado, cuanto la naturaleza de su ordenación
jurídica.
La separación de las cinco grandes ramas de ésta, a saber: asuntos exteriores, guerra,
justicia, hacienda e interior, indica solamente los problemas que el Estado se ha
puesto, pero no a sus actividades particulares. Se ha conservado hasta los tiempos
modernos la idea de los Derechos materiales de soberanía, a pesar del Derecho
Administrativo. La primera división legítima es la que se deja vislumbrarse en la
doctrina de la división de los poderes. Aun cuando esta teoría la haya rechazado la
ciencia alemana, ha aceptado, bajo el influjo de los franceses, la moderna doctrina
del Derecho Político.
Relaciones de Estado-Nación
La base del estado es el pueblo; ahora bien ¿Qué es el pueblo? Ya dijimos que posee
una serie de factores étnicos y políticos repetidos en el tiempo y mantenidos por la
tradición. Que de la serie de los factores étnicos hechos conciencia, surge la nación.
Y que los factores políticos sostenidos en la tradición forman el pueblo.
Pero ¿cuáles son los fundamentos de la existencia del pueblo que va a originar el
Estado? Uno de ellos es la nación o creencia del nexo étnico; y por el otro. El
Estado como agrupación suprema de ese pueblo con un territorio propio. El pueblo
existe en tanto tiene conciencia de su existencia, la nación, cuando surge una
creencia en la gente de ese pueblo.
La teoría del Estado de tiempos pasados no distinguía o solo lo hacia de modo muy
impreciso, entre el pueblo, nación y pueblo del Estado, y hasta confundía el pueblo
del Estado con el pueblo que forman los ciudadanos del estado, o sea la suma de los
que al Estado pertenecen según el derecho positivo, lo que no es de extrañar que
acaeciera a principios del siglo XIX dado que a la ciudadanía jurídica es un
concepto muy reciente que, en Prusia solo se conoce desde 1842 con estas
identificaciones se preparaba una relativizacion del Estado al pueblo que se puede
observar finalmente en autores de todas las tendencias políticas. "El conjunto de los
miembros del Estado constituye el pueblo o la nación.
Gran confusión produjo en la teoría del estado el hecho de que, a partir de Rousseau
y del romanticismo, se haya atribuido al pueblo, como nación, una personalidad con
sensibilidad y conciencia, voluntad política y capacidad política de obrar. El pueblo
se convierte así, de manera metafísica, en una comunidad de voluntad a priori y en
una unidad política preexistente, lo que no responde a la realidad, ni presente ni
pasada.
Hay pues, que oponerse, lo mismo a Rousseau que a los románticos, pues unos y
otros han convertido a la legalidad peculiar del estado en una metafísica del pueblo
por la cual el estado queda reducido a simple fenómeno de expresión del pueblo
democrático o de la nación romántica.
Las ideas demo liberales de una representación popular como espejo de la voluntad
del pueblo, y de un gobierno que no debe ser sino la "expresión" del parlamento, se
nutren de la ficción de una voluntad popular sin contradicciones y no se distingue de
la utopía de Marx y Engels de una sociedad futura sin estado mas que por el hecho
de que en esta voluntad popular sin contradicciones solo se puede dar en la sociedad
sin clases, en tanto que la concepción demo liberal admite que es realizable en la
misma sociedad civil.
En la metafísica del espíritu del pueblo que, a partir de Hegel, cobra, en general un
sentido estatal, rechaza el dualismo de estado y pueblo. "puesto que el espíritu", solo
es real según lo que el sabe que es, y el estado, como espíritu de un pueblo, es a la
vez, la ley que penetra todas las relaciones, la moral y la conciencia de sus
individuos, la constitución de u pueblo determinado depende del modo y formación
de la conciencia de si mismo. Así pues todo pueblo tiene la constitución que le
conviene y corresponde.
Como el espíritu del pueblo, único y solo, emana de si, junto con todas las demás
manifestaciones culturales, también el estado y el derecho, la ley de su formación es
así mismo la del estado y el derecho, que pierden por eso su legalidad peculiar. No
puede pues, considerarse al estado como simple función de la unidad del pueblo o
de la nación.
La concepción que, bajo nuevas formulaciones, vuelve una y otra vez, según la cual
por estado popular debe entenderse "la absoluta identidad del estado con el pueblo
políticamente organizado".
La voluntad del estado nos es, ciertamente, en ningún caso un mero producto
racional de la organización de la unidad de dominación del estado. Pero menos aun
es una voluntad unitaria del pueblo que viniera a crear, con independencia de la
organización de dominación del estado.
Debemos analizar una gran problemática que surge con respecto a la justificación
del Estado.
Una vez que sabemos en que consiste este problema de la justificación del Estado,
qué es lo que debemos desentrañar para resolverlo, vamos a examinar ahora mas
concretamente, las teorías particulares en relación con el Estado.
Contractualistas.-
Entonces los hombres constituyen la sociedad civil por medio de un contrato, así
surge el Derecho, la obligación, la ley.
El pueblo cede sus derechos a un gobernante, que puede ser un individuo o una
cooperación cualquiera. Una vez cedidos sus derechos, el pueblo no tiene ya
derecho alguno a ala potestad civil, sino que ésta es absoluta e ilimitada en el
gobernante.
Organicistas.-
La anatomía política del Estado como organismo biológico tiene los mismos
elementos que los organismos vivos: tejidos, sometidos a las leyes biológicas., es
decir, la posición del hombre en sociedad y en el Estado.
Positivistas.-
El positivismo como doctrina no solo exige a toda ciencia que parta de hechos
tomados en el sentido de objetos perceptibles, sino también que se limite a
comprobarlos y enlazar los con leyes.
Hay que organizar las sociedades modernas sobre bases científicas: No hay derechos
individuales, solo existen deberes para con la sociedad, familia, patria y humanidad.
Idealistas.-
El Idealismo hace referencia a aquella concepción que asigna a las ideas, al ideal, y
con ello al espíritu, una posición dominante en el conjunto del ser; el ser, en última
instancia está determinado desde las ideas, desde el espíritu.
Las teorías románticas consideran "al alma nacional del Estado", una entidad
espiritual de la cual emanan las instituciones, se desarrolla la cultura y fortalecen los
hábitos y costumbres de un pueblo
En suma, esta doctrina representa una fantasmagoría poética, acaso muy bella, pero
sin ningún argumento científico ni filosófico serio en su favor: es un puro credo
místico en el que se ha inspirado el tradicionalismo político a ultranza -con lo cual
se pone de manifiesto que en ella late el propósito político y no tanto de sereno
conocimiento de lo que el Estado sea".
Materialistas.-
Contemporáneas.-
La política es la fuerza que anima a los hombres, para satisfacer sus necesidades
principalmente económicas, y construir un orden diverso del social.
Se valen para este propósito del Derecho, con el cual se crean instituciones
permanentes, provistas de fines y sanciones adecuadas a su eficaz cumplimiento.
Estas teorías designan como Estado "el conjunto de todos aquellos fenómenos
sociales, identificándolo con el de la sociedad en el sentido de una totalidad orgánica
y en consciente contraposición a cualquiera de sus manifestaciones parciales."
4. FORMAS DE GOBIERNO
Algunas de las formas de clasificar a los gobiernos es: según la época, el número de
gobernantes, según la forma de ejercer el poder o la estructuración de un órgano.
El que realizó una de las primeras clasificaciones fue Aristóteles. Él toma en cuenta
para la clasificación, en primer lugar, el número de gobernantes. Gobierno de uno:
monarquía; de varios: aristocracia; de todos: República. También por la manera en
que se ejerce el gobierno; estableciendo diferencias entre las formas puras e
impuras. Es pura cuando el gobierno se ejerce en beneficio e interés de todos y se
practica rigurosamente la justicia e impura cuando se busca el interés de los
gobernantes exclusivamente. Aristóteles enlaza las formas puras con las impuras
(por degeneración de la primera). Dice que el gobierno de uno basado en el interés
general se llama Monarquía. El de algunos sea cual fuere el número, se llama
Aristocracia, o sea el gobierno de los mejores; y el de todos: República. Tres
desviaciones de estas formas de gobierno son: Tiranía, Oligarquía y Demagogia.
Monarquías y Repúblicas
Pero la clasificación que mencionan los autores como fundamental, entre las
bipartitas, es la de Jellinek ya que se basa exclusivamente en el elemento jurídico.
Señala que la cuestión de las diferentes formas políticas, es la misma que las
diferencias jurídicas que presentan las constituciones, o sea la forma por la cual se
establece el modo de formación de la voluntad estatal. En los casos en que el Estado
se forme de manera natural, habrá Monarquía; pero si se forma de manera jurídica,
es decir, por un procedimiento mediante el cual se logre la conjunción de varias
voluntades individuales, habrá República.
Democracia y totalitarismo
Totalitarismo
Democracia
En la época moderna todos los autores citan como ejemplo de gobierno directo los
cantones suizos. Pero en realidad esas reuniones eran esporádicas y en ellas se
limitaban a votar por si o por no a los proyectos sometidos a su consideración. El
gobierno directo es una forma teórica y actualmente imposible de practicar, por el
aumento de población de los Estados y la complejidad de la tarea gubernativa, cada
vez más técnica.
Bibliografía
Fayt Carlos S., Derecho Político, Ediciones Desalma, Buenos Aires 1988.
Jellinek George, Teoría General del Estado, Editorial Continental, México 1958.
Moreno Collado Jorge, Introducción al estudio del poder del Estado, Editorial Cultura,
México 1966.
Pérez Royo Javier, Introducción a la Teoría del Estado, Editorial Blume, Barcelona
1980.
Kelsen Hans, Teoría general del Estado, Editora nacional, México 1973
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento sobre conceptos básicos que engloban la Teoría del
Estado con la finalidad de proporcionar conceptos orientadores para poder ingresar al
tema de Derecho Constitucional General.
Autoevaluación:
Es cierto que no existió, en modo alguno, con anterioridad al siglo XVIII, una
práctica racionalizada de Estado “constitucional”, pero no es menor cierto que
aquella idea de limitación del poder por el derecho, al menos para asegurar la
permanencia de la forma política, era postulada por sectores del pensamiento
político y jurídico europeo de los siglos XVI y XVII (desde los neoescolásticos y los
juristas regios del Estado absoluto europeo continental hasta el Juez Coke en Gran
Bretaña, sin olvidar los casos de aplicación de “leyes fundamentales” en Francia o el
proyecto de dotar a Inglaterra de un “Instrumento de Gobierno” por Cromwell en
1653).
Este cuerpo de ideas que forman la doble raíz de la que El Estado constitucional iba
a nutrirse, se manifiesta con toda claridad en la conocida frase de Montesquiu,
cuando, a mediados del Siglo XVIII; dice que “unas Constituciones tienen por
objeto y fin inmediato la gloria del Estado y otras la libertad política de los
ciudadanos”. Esta pensando, obviamente, en las “Constituciones” respectivas de
Francia e Inglaterra.
La limitación material del poder, esto es, los derechos fundamentales, aparecen, así,
desde el nacimiento mismo del Estado Constitucional, como el núcleo del concepto
de Constitución. La distinción entre poder constituyente y poder constituido, la
representación política, las limitaciones temporal y funcional del poder son notas
características del estado constitucional, sin duda alguna, pero la más definitoria es
la atribución al pueblo de la soberanía. Y como resulta que sólo un pueblo
libre(compuesto por ciudadanos libres) puede ser soberano, el único modo de
“garantizar” dicha soberanía (hacia el interior, por supuesto, ya que hablamos de
soberanía en el derecho constitucional, no en el derecho internacional) es
“asegurado” los derechos fundamentales como límites frente al poder de los
gobernantes y, en definitiva, frente a la capacidad normativa del legislador.
Las razones por las que solo en los Estados Unidos de América y no en Europa este
concepto de Constitución tuvo eficacia desde su primer momento (en Europa hubo
que esperar hasta bien entrado el siglo XX) han sido suficientemente aplicadas y no
hace falta repetirlas aquí. Tampoco, por las mismas razones, es necesario detallar la
suerte que ese mismo concepto de Constitución ha tenido en el resto de los países
americanos, en los que ya, desde la segunda mitad del siglo XIX se fue abriendo
camino la idea de que la Constitución es norma jurídica superior, que divide los
poderes y de la que derivan derechos para los ciudadanos. Lo único que importa
subrayar es que, pese a las críticas que en el pasado y el presente siglo se hicieron al
concepto de Constitución tanto procedentes de posturas sociológicas o más
claramente marxistas, o de las doctrinas que dieron soporte intelectual al fascismo,
ese concepto ha resistido y ha venido, sin duda alguna, en el mundo del presente.
• CONSTITUCIÓN Y CONSTITUCIONALISMO.
De los dos tipos de Constituciones de que hablaba Montesquiu, sólo las que tienen
por objeto la libertad de los ciudadanos serán válidas para integrar el término
“constitucionalismo”. Ello implica, como dijimos más atrás, la asunción de la tesis,
ya sostenida en el famoso artículo 16 de la declaración de Derechos del Hombre y
del Ciudadano, de 1789, de que “toda sociedad en la cual no esté asegurada la
garantía de los derechos determina la separación de poderes carece de
Constitución”. O, en otras palabras, que sólo es Constitución auténtica la que
Jellinek llamada “constitución constitucional”. ¿Significa esto que el
constitucionalismo es una “ideología”?. Lo sería si se sostiene que sólo ideología es
también la noción de Constitución de la que deriva Ch. H. Mcllwain, en ésta como
en otras muchas cuestiones sobre la materia, alerta sobre ello al repetir,
insistentemente, el significado jurídico del constitucionalismo: teoría y práctica
jurídica consistente en la limitación del poder por el derecho, pero sustentada, a su
vez, en una concepción del derecho que descansa radicalmente en la libertad.
De la misma manera que los derechos del hombre (en fase afortunadamente de
Sartre) no dejaban de ser humanos porque los hubieran reconocido hace dos siglos
los burgueses, el concepto libertad de Constitución no deja de ser garante de la
libertad, aunque lo hubiese postulado hace dos siglos una determinada ideología. Ha
sido el concepto literal, y hoy tendríamos que añadir ”social” y “democrático”, de
Constitución el único concepto jurídico verdadero, es decir, el único que ha hecho
de la Constitución auténtico derecho, o lo que es igual, norma válida y eficaz. Sólo
ese concepto de Constitución ha permitido la limitación jurídica del poder. Y no es
una mera coincidencia debida al azar el hecho de que únicamente allí donde la
Constitución tiene por objeto la libertad haya existido y exista el derecho
constitucional, en cuanto que este no es más que, como con agudeza se la ha
llamado. “técnica jurídica de la libertad”.
Otra condición del constitucionalismo es, sin duda la, que se refiere a la capacidad
evolutiva de las Constituciones. Sin perjuicio de que las reformas constitucionales
sean una garantía más de la perduración de una Constitución, que así podrá recurrir
a los cambios que evitar las rupturas, lo cierto es que una cualidad importante del
constitucionalismo reside en la capacidad que poseen los textos que adaptarse a
circunstancia cambiantes, a través de la interpretación, sin transformar la redacción
originaria. Ello, ocurre, sobre todo, como señala Hesse, cuando la Constitución
contiene “un mesurado equilibrio” entre la “precisión” (necesaria para la claridad de
las reglas de juego y para la configuración material de su significado) y la “apertura”
(el margen de indeterminación o flexibilidad que hace posible el pluralismo). La
política constitucional y la cultura jurídica constitucional, ya antes aludidas,
componen precisamente las dos condiciones para que exista esta otra condición
evolutiva, esta continua adaptación que es capaz de hacer de una Constitución
“viva” una Constitución “viviente”.
Los dos instrumentos valiosos que la política constitucional y la cultura jurídica
constitucional aportan a este empeño son, sin duda alguna, el consenso y la
interpretación, factores que impulsan decididamente el moderno constitucionalismo
y que habrían de ser tenidos muy en cuenta en los países que pretendan permanecer
como país “constitucionales”, Poner la Constitución por encima de la pugna política
partidista, como acuerdo que une y no que separa, es pues, una de las condiciones
más importantes del “constitucionalismo”. Conocer y aplicar las técnicas,
ciertamente complicadas (inevitablemente complicadas, hay que decir) de la
interpretación constitucional, como interpretación jurídica, y por ello objetiva, pero
que goza de peculiaridades propias y que no se identifica exactamente con la
interpretación legal, es también un requisito sustancial de “constitucionalismo” en
cuanto que es requisito de “aplicabilidad” de la Constitución.
En el lado positivo de esta generalizada (por asentada) acepción del sentido genuino
de Constitución, como norma jurídica fundamental que garantiza los derechos de los
ciudadanos y organiza al Estado de tal forma que segura también (sólo por medio
del derecho, claro está) la democracia, pueden contarse la convicción (y
formalización jurídica e incluso judicial) internacional de que hay un núcleo
constitucional innegociable, como son los derechos humanos, así como la extensión
vigorosa (por jurídicamente “eficaz” (incluso metodológica o categorial) a la forma
democrática del Estado como un género al que muchos países pertenecen.
La común aceptación de conceptos, la íntercambiabilidad de argumentaciones
jurídicas (válidas, de la misma manera, en unos y otros Estados, en unas y otras
culturas jurídicas e incluso en unas y otras “Jurisdicciones” nacionales) está, en el
fondo, dotando de mayor universalidad al derecho público internacional que lo
hubiera pensado, a través de sus categorías puramente abstractas, el más entusiasmo
positivista. No deja de ser una paradoja que haya sido el concepto material
democrático (y no sólo el formal) de Constitución el que haya conseguido esta
expansión o intercomunicación del derecho público por encima de las fronteras de
los Estados.
ASUNTO
Acción de inconstitucionalidad interpuesta por sesenta y cuatro Congresistas de
la República, representados por el Congresista Jonhy Lescano Ancieta, contra los
artículos 1°, 2°, 3°, y la Primera y Segunda Disposición Final y Transitoria de la Ley
N.° 26285, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 14 de enero de 1994.
Acumulativamente, solicitan que se declare inconstitucional el contrato–ley de
concesión celebrado entre la Compañía Peruana de Teléfonos, hoy Telefónica del Perú
S.A.A., y el Estado peruano.
ANTECEDENTES
Refieren que también se viola el artículo 65° de la Carta Magna, ya que se han
pactado una serie de beneficios a favor de Telefónica del Perú y se ha omitido defender
a los millones de usuarios. Dichas ventajas se traducen en haber creado un monopolio a
favor de la empresa, el cobro de la renta básica, el cobro por minuto y el pago que se
hace la misma empresa por gerenciar su negocio, todo lo cual resulta perjudicial para
los consumidores y usuarios, añadiendo que se atenta contra el artículo 103° de la
Constitución, toda vez que la mencionada ley se expidió sólo para celebrar el contrato
de concesión con la Compañía Peruana de Teléfonos, hoy Telefónica del Perú S.A.A.
Por otro lado, solicita que la demanda se declare infundada, aduciendo que:
FUNDAMENTOS
§1. Petitorio
Ariel Álvarez Gardiol (Manual de Filosofía del Derecho. Buenos Aires: Astrea,
1982) afirma que el orden jurídico comporta la existencia de una normatividad
sistémica, puesto que “(...) el derecho es una totalidad, es decir, un conjunto de
normas entre las cuales existe tanto una unidad como una disposición determinada”.
Y agrega que, por ende, se le puede conceptuar como “el conjunto o unión de
normas dispuestas y ordenadas con respecto a una norma fundamental y
relacionadas coherentemente entre si”.
Hans Kelsen (Teoría Pura del Derecho. Buenos Aires: Eudeba, 1987) precisa que
un orden normativo sistémico es unitario, porque todas sus normas convergen en
una norma fundamental, de la cual derivan directa o indirectamente, en sucesión,
grado o escalera, hasta llegar a las normas más concretas.
Esta vocación por la coherencia exige la exclusión de cualquier situación en que dos
normas que se contradicen en sus consecuencias jurídicas, pertenezcan o sigan
perteneciendo a un mismo ordenamiento legal.
4. Dicha noción implica la existencia de la unidad sistémica del orden jurídico, lo que,
por ende, presume una relación armónica entre las normas que lo conforman.
Ello es así por la necesaria e imprescindible compenetración, compatibilidad y
conexión axiológica, ideológica y lógica entre los deberes y derechos asignados,
además de las competencias y responsabilidades establecidas en el plano genérico
de las normas de un orden jurídico.
El ámbito temporal se refiere al lapso dentro del cual se encuentran vigentes las
normas.
El ámbito espacial se refiere al territorio dentro del cual rigen las normas (local,
regional, nacional o supranacional).
El ámbito personal se refiere a los status, roles y situaciones jurídicas que las
normas asignan a los individuos. Tales los casos de nacionales o extranjeros;
ciudadanos y pobladores del Estado; civiles y militares, funcionarios, servidores,
usuarios, consumidores, vecinos; etc.
Atendiendo a ello, puede definirse la antinomia como aquella situación en que dos
normas pertenecientes al mismo orden jurídico y con la misma jerarquía normativa,
son incompatibles entre sí, debido a que tienen el mismo ámbito de validez.
Con ello se postula una prelación normativa con arreglo a la cual, las normas se
diversifican en una pluralidad de categorías que se escalonan en consideración a su
rango jerárquico.
Ello presupone una clara correlación entre la fuente de la que emana una norma, la
forma que ésta ha de adoptar y la fuerza jurídica de la misma. El precepto que regula
la producción normativa es, prima facie, una norma superior; mientras que la
producida conforme a esa regulación es una la norma inferior.
En toda estructura jerárquica existen tres tipos de normas, a saber, las productoras,
las ejecutoras y las ejecutoras-productoras:
- Las normas productoras, en un sentido amplio, son las que revelan la expresión y
ejercicio de un poder legislativo (originario o derivado), por el que se promueve
y condiciona la expedición de otras normas, a las cuales se les asigna una
jerarquía inferior. Es el caso de la Constitución y de buena parte de las leyes.
Debe advertirse que si bien todo ordenamiento tiene forma piramidal, no todos
tienen el mismo número de categorías y grados.
Esta disposición estratificada es producto del uso de una pluralidad de principios que,
en algunos casos, pueden determinar la ubicación de una norma dentro de una
categoría normativa, o su prelación al interior de la misma.
a) Principio de constitucionalidad
b) Principio de legalidad
Es una regla que exige sujeción a la ley y a aquellas normas de similar jerarquía.
En tal virtud, condiciona la validez de las normas de inferior rango.
Tal supremacía está prevista en el artículo 51° de la Constitución, que dispone que
después del texto fundamental, la ley prevalece sobre toda otra norma de inferior
jerarquía.
Las categorías son expresión de un género normativo que ostenta una cualificación
formal y una condición preferente determinada por la Constitución o por sus normas
reglamentarias.
Cabe precisar que, respecto a las últimas categorías, no todas ellas tienen el mismo
grado. Entre ellas existen grados. Los grados son los que exponen una jerarquía
existente entre las normas pertenecientes a una misma categoría. Esta prelación
interna se establece por la utilización de los principios de formalidad extraordinaria
y jerarquía del órgano que la expide. Tal el caso de las resoluciones (en cuyo orden
decreciente aparecen las resoluciones supremas, las resoluciones ministeriales, las
resoluciones viceministeriales, etc.).
Apartado “a” del inciso 24) del artículo 2° de Constitución: “Nadie está
obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no
prohíbe”.
Artículo 140° del Código Civil: [...] Para [la validez del acto jurídico] se
requiere: [...]Agente capaz [...] Objeto física y jurídicamente posible [...] Fin lícito
[...] Observancia de la forma prescrita bajo sanción de nulidad”.
El contrato que establece normas jurídicas obligatorias sólo para las partes que lo
celebran (aunque en la negociación colectiva es frecuente que el acuerdo firmado por
la representación sindical y la empresarial, alcance incluso a aquellos que no
pertenecen a la organización sindical).
Los contratos que realiza el Estado, que tienen consecuencias y significación que,
con frecuencia, se extienden a toda la sociedad y por varias generaciones.
Por tal razón, sólo las fuentes que ocupan esa posición en el ordenamiento jurídico,
pueden ser impugnadas en el proceso de inconstitucionalidad de las leyes.
De modo que, como el Tribunal precisó en la sentencia recaída en el Exp. N.° 0010-
2003-AI/TC [Caso de la Legislación Antiterrorista], el objeto del control de la
acción de inconstitucionalidad recae sobre las disposiciones y normas que
pertenecen a una fuente con rango de ley, es decir, sobre la situación normativa que
se deriva de una o varias disposiciones y las normas que de ellas se puedan extraer.
a) El artículo 39° del Decreto Legislativo N.° 757 les ha otorgado “fuerza de
ley”.
En primer lugar, sin perjuicio de que más adelante se precise mejor los contornos de
la institución denominado “contrato-ley”, éste, constituyendo una figura sui géneris
de la institución del “contrato”, no es una “categoría normativa”, una fuente formal
del derecho constitucional, como cualquiera de las enunciadas en el inciso 4) del
artículo 200° de la Constitución. Y tal afirmación nada tiene que ver con que al
contrato, como se expuso en la audiencia pública, se tenga que reconocer fuerza
vinculante. Ciertamente, las estipulaciones de un contrato vinculan a las partes que
los suscriben, y su inobservancia, acarrea la posibilidad de que se sancionen dichos
incumplimientos. Pero una cosa es reconocer a los contratos, en general, fuerza
vinculante u obligatoriedad de sus términos, y otra, muy distinta, atribuirles la
calidad de “fuentes primarias” o, como la Constitución denomina a las fuentes
susceptibles de impugnarse mediante este proceso, de “normas con rango de ley”.
13. En la audiencia pública se ha destacado que ese “rango de ley” del contrato
cuestionado habría que reconocérselo de facto, pues si bien éste vincula al Estado y
al particular que lo suscribió, sin embargo, tiene la particularidad de que sus efectos
se extienden con carácter general. Desde esta perspectiva, se alega, el carácter
general de sus efectos sería el que lo dotaría de la condición de “norma con rango de
ley”.
Desde luego que no es sólo la fuerza activa de la ley la que ha tenido que
replantearse a partir del establecimiento de la Constitución como norma suprema del
ordenamiento jurídico. Otro tanto, ahora, cabría afirmar con relación a su fuerza
pasiva. La multiplicación de fuentes normativas con el mismo rango ha supuesto
que la modificación, suspensión o derogación de la ley, no necesariamente tenga
que provenir de otra ley en sentido formal, esto es, de la que el Parlamento pueda
aprobar; sino, también, de aquellas otras fuentes normativas que, en el
ordenamiento, tienen su mismo rango, como el decreto de urgencia o el decreto
legislativo, y dentro, por supuesto, de los límites que la Constitución les impone.
En buena cuenta, la multiplicación de fuentes normativas con el mismo rango de la
ley ha supuesto que, en el Estado constitucional de derecho, ya no se pueda hablar
de “fuerza de ley” como una cualidad adscribible únicamente a la ley en sentido
formal, sino como una que se puede predicar de todas las categorías normativas que
con el rango de ley se hayan previsto en la Constitución. Una capacidad de innovar
el ordenamiento, pero también de resistir modificaciones, derogaciones o
suspensiones, que varía según la fuente de que se trate.
17. No obstante lo anterior, es oportuno referirse a otro argumento expuesto por los
demandantes en la audiencia pública, cuyo objeto fue persuadir a este Tribunal
sobre la pertinencia de su competencia. En concreto, que el contrato-ley de
concesión es una fuente formal del derecho, dado que fue aprobado y forma parte
integrante del Decreto Supremo N.° 11-94-TCC. Así lo establece, en efecto, su
artículo 1°.
23. Precisamente, la aparente antinomia denunciada por los demandantes, esto es, la
probable contradicción entre el artículo 61° de la Constitución y su Octava
Disposición Transitoria, en su segunda fracción, es un tema que debe resolverse
empleando los criterios específicos de interpretación constitucional y, en particular,
con aquel que se denomina “principio de unidad de la Constitución”. Como se sabe,
según este criterio de interpretación, el operador jurisdiccional debe considerar que
la Constitución no es una norma (en singular), sino, en realidad, un ordenamiento en
sí mismo, compuesto por una pluralidad de disposiciones que forman una unidad de
conjunto y de sentido.
25. En torno a ello, los demandantes sostienen que a partir del día en que entró en
vigencia la Constitución de 1993, esto es, a partir del 31 de diciembre de 1993, el
legislador se encontraba imposibilitado de crear o establecer monopolios legales.
Consideran, por ello, que el artículo 1° de la Ley N.° 26285, promulgado con
posterioridad a la entrada en vigencia de la Carta de 1993, viola su artículo 62°,
pues, pese a estar prohibido, creó, ex novo, un monopolio legal.
A fin de contradecir este último argumento, los demandantes han sostenido que no
existe tal cesación de los efectos del artículo 1° de la Ley N.° 26285, pues, pese a
haber vencido el periodo de concurrencia limitada establecido en la prestación de los
servicios públicos a los que se refiere dicho artículo, éste aún persiste. Para
acreditarlo, han adjuntado una carta dirigida por Telefónica del Perú a TIM, en la
que, a la pregunta de si ésta última puede establecer una tarifa que cobre el servicio
por segundos, Telefónica del Perú contesta de modo negativo. A su juicio, tal
documento constituye una prueba de que dicho periodo de concurrencia limitada
1 [1]
“Artículo 133°: “Están prohibidos los monopolios, oligopolios, acaparamientos, prácticas y
acuerdos respectivos en la actividad industrial y mercantíl. La ley asegura la norma actividad del
mercado y establece las sanciones correspondientes”.
aún persiste, por lo que cabe realizar el control de constitucionalidad sobre el
mencionado artículo 1° de la Ley N.° 26285.
28. Los demandantes han sostenido que si ese fuera el hecho, tal práctica era
inconstitucional, pues el artículo 133° de la Constitución de 1979, vigente en aquel
entonces, establecía que “Están prohibidos los monopolios, oligopolios,
acaparamientos, prácticas y acuerdos respectivos en la actividad industrial y
mercantil...”, en tanto que su artículo 134° señalaba que “La prensa, radio, televisión
y demás medios de expresión y comunicación social, y en general las empresas, los
bienes y los servicios relacionados con la libertad de expresión y comunicación no
pueden ser objeto de exclusividad, monopolio o acaparamiento, directa ni
indirectamente, por parte del Estado ni de particulares”.
Evidentemente, carece de sentido que, a los efectos de lo que aquí interesa, este
Tribunal dilucide si la situación de hecho entonces imperante era incompatible con
la Constitución de 1979. Después de todo, en el seno de este proceso no se juzgan
hechos, sino disposiciones normativas, y el parámetro con el que el Tribunal efectúa
el control de esas disposiciones normativas está integrado siempre por la
Constitución vigente. Importa, sí, destacar que, una vez advertida la situación de
facto, esto es, la existencia de un monopolio estatal en la prestación de los servicios
públicos de telefonía, tal circunstancia era por sí misma suficiente para que este
Tribunal considerase que la regulación de la prestación de estos servicios públicos
se encontraba dentro de los alcances de la segunda fracción de la Octava
Disposición Final y Transitoria de la Constitución de 1993; esto es, que sobre tal
servicio público existía la obligación constitucional de dictarse leyes, con carácter
prioritario, que regulasen los mecanismos y el proceso tendientes a su eliminación
progresiva.
30. Por otro lado, se alega que el artículo 3° de la Ley N.° 26285 transgrede el
artículo 62° de la Constitución. Dicho precepto legal establece que:
Por su parte, el segundo párrafo del artículo 62° de la Constitución prevé que:
31. A juicio de los demandantes, mediante los contratos ley el Estado puede
establecer garantías y otorgar seguridades. Tales contratos-ley “(...) son
denominados también contratos de estabilidad jurídica o de estabilidad tributaria” e
implican “la ultraactividad de las normas vigentes al momento de suscribir los
contratos”, “de manera que no pueden ser modificados o dejados sin efecto
unilateralmente por el Estado”.
En ese sentido, sostienen, los contratos de concesión otorgados por el Estado “son
contratos administrativos que tienen por finalidad que el Estado otorgue a personas
jurídicas nacionales o extranjeras la ejecución y explotación de determinadas obras
públicas de infraestructura o la prestación de servicios públicos”; mientras que los
convenios de estabilidad jurídica regulados por el artículo 1357° del Código Civil,
tienen naturaleza civil y fuerza de ley. Alegan que la finalidad de estos contratos es
establecer y otorgar seguridades por parte del Estado a los inversionistas, “(...) lo
que no sucede con los contratos de concesión”, que no son “contratos-ley”, “dado
que las referidas concesiones tienen regulación propia y específica”. Por último,
sostienen que la disposición legal impugnada “(...)resulta ilegal por atentar contra el
artículo 1357° del Código Civil y el artículo 39° del Decreto Legislativo N.° 757”,
que disponen que mediante contratos ley sólo se otorgan garantías y seguridades,
tales como estabilidad jurídica, tributaria y de no discriminación; no contemplando,
por tanto, la posibilidad de que los contratos de concesión puedan constituirse en
convenios con fuerza de ley.
La segunda parte del artículo 62° de la Constitución, no precisa qué es lo que debe
entenderse por contrato-ley y tampoco, en línea de principio, cuál pueda ser su
contenido. Se limita a señalar que “(...) mediante contratos-ley, el Estado puede
establecer garantías y otorgar seguridades...”.
No obstante, los demandantes alegan que el contenido del contrato ley, o dicho de
otro modo, las garantías y seguridades que el Estado puede establecer mediante esta
modalidad de contratación, no pueden comprender a la concesión del servicio de
telefonía, sino sólo al régimen de estabilidad jurídica y tributaria. El Tribunal
Constitucional no comparte una interpretación restrictiva sobre el contenido del
contrato-ley, como el que exponen los demandantes. Por un lado, porque el segundo
párrafo del artículo 62° de la Constitución establece que “mediante contratos-ley, el
Estado puede establecer garantías y otorgar seguridades”, sin establecer qué tipo de
garantías y seguridades son las que se pueden brindar. Y, de otro, porque en la
práctica una aseveración como la que expresan los demandantes, lejos de optimizar
que se cumpla el telos de la institución del contrato-ley, lo termina desnaturalizando.
Por su propia naturaleza, a través del contrato-ley, el Estado busca atraer inversiones
privadas (de capital) a fin de que promuevan aquellas actividades que el Estado
considera que vienen siendo insuficientemente desarrolladas, de acuerdo con los
planes y objetivos que se pueda haber trazado en el diseño de la política económica
del Estado. Tienen como contenido propiciar un marco de seguridad a los
inversionistas no sólo en asuntos privados de la administración, sino, también, en la
prestación de actividades de derecho público.
Una interpretación del contenido del contrato-ley, como el que expresan los
demandantes, supondría forzosamente admitir que no toda la institución del
contrato-ley se encontraría revestida de la garantía de inmodificabilidad de sus
cláusulas, sino sólo aquellas partes que se refieran a lo que los demandantes
califican como garantías jurídicas y tributarias. Evidentemente, una opción de esa
naturaleza no está excluida de la forma constitucionalmente adecuada de
comprender el régimen constitucional de los contratos-leyes. Pero tampoco la otra
es decir, aquella según la cual, entre las garantías que el Estado establezca y las
seguridades que éste otorgue, se encuentren todas las fórmulas del contrato suscrito
o por suscribirse.
De manera que, en abstracto, no existe una limitación para que el Estado, mediante
el contrato-ley, sólo extienda las garantías que se derivan de su suscripción al
ámbito tributario o jurídico. Puede perfectamente extenderse, dentro de los límites
que la Constitución y la ley fijen, a todas las cláusulas contractuales, en aquellos
casos en los que el contrato-ley constituya un contrato administrativo, precisamente
con el objeto de que, con posterioridad a su suscripción, el Estado no invoque la
existencia de una cláusula exhorbitante y se desvincule de los términos contractuales
pactados.
Por ello, a tenor del segundo párrafo del artículo 62° de la Constitución, así como
del mismo artículo 1357° del Código Civil, tanto la autorización para la suscripción
u otorgamiento de un contrato-ley, como la inclusión de determinadas relaciones
jurídico-patrimoniales en aquél, deben fundarse en un interés público específico, lo
que significa que el otorgamiento de un contrato-ley no puede considerarse como un
acto de pura libertad contractual ni meramente discrecional, tanto para el legislador
como para los órganos de la administración pública.
35. En ese orden de ideas, este Tribunal precisa que no sólo gozan de
inmodificabilidad las cláusulas que compongan el contrato-ley, cuando así se
acuerde, sino también el estatuto jurídico particular fijado para su suscripción. Es
decir, tanto la legislación a cuyo amparo se suscribe el contrato-ley, como las
cláusulas de este último.
Ello es producto de una interpretación sistemática de los dos párrafos del artículo
62° de la Constitución. Por un lado, de conformidad con la primera parte de dicho
precepto constitucional, y no sólo respecto a los términos contractuales que
contenga el contrato-ley, sino, en general, para todo término contractual, éstos “no
pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase”.
36. Los demandantes también han considerado que el artículo 3° de la Ley N.°
26825 “resulta ilegal por atentar contra el artículo 1357° del Código Civil y el
artículo 39° del Decreto Legislativo N.° 757”. A juicio del Tribunal Constitucional,
la eventual incompatibilidad entre una disposición con rango de ley, como el
artículo 3° de la Ley N°. 26825, y otra de su mismo rango, como el artículo 1357°
del Código Civil, no genera un problema de invalidez constitucional entre ambas (de
“ilegalidad” se alude en la demanda). La colisión entre disposiciones del mismo
rango no genera la invalidez de una de ellas, sino una antinomia que se soluciona
conforme a diversas técnicas, como la “ley posterior deroga ley anterior”; “ley
especial deroga ley general”, etc. Tampoco por supuesto, per se, la incompatibilidad
constitucional de algunas de ellas.
37. Por otro lado, se sostiene que “(...) los artículos 1°, 2°, 3° y Primera Disposición
Final y Transitoria de la ley impugnada, en la parte referida a que se considera ley
de desarrollo constitucional, y la Segunda Disposición Final y Transitoria, en la
parte referida al plazo de concurrencia limitada, violan el artículo 65° de la
Constitución, por permitir monopolios y normas tarifarias en perjuicio de millones
de usuarios”. En tanto que en el apartado “e” de la misma demanda, los
demandantes señalan que la Primera Disposición Final y Transitoria de la Ley N.°
26825 transgrede la Octava Disposición Transitoria de la Constitución porque “no
constituye una ley de desarrollo constitucional”.
Por otro lado, ni de la Primera Disposición Final y Transitoria de la Ley N°. 26285,
ni de su Segunda Disposición, se colige que hayan regulado “el Contrato de
Concesión con la empresa Telefónica del Perú S.A.A que fue suscrito el 16 de mayo
de 1994”. Para empezar, es jurídicamente imposible que el 14 de enero de 1994,
fecha en la que se publicó la Ley N°. 26285, se haya podido regular un contrato que,
como se afirma en la demanda, sólo se suscribió varios meses después (el 16 de
mayo de 1994, según indican los demandantes). En segundo lugar, en ninguna de
ambas disposiciones se alude a la empresa Telefónica del Perú S.A.A. Y cuando en
la Segunda Disposición de la Ley N°. 26285 se hace referencia a la “Compañía
Peruana de Teléfonos S.A. –CPTSA-”, es para precisar que “dentro de un plazo de
60 días desde la promulgación de la ley”, ésta deberá de adecuar las concesiones que
hayan existido con la Empresa Nacional de Telecomunicaciones.
40. Es cierto que el verbo “adecuar” que aquí la Segunda Disposición Final y
Transitoria utiliza no necesariamente puede entenderse respecto a contratos de
concesiones ya celebrados y, por lo tanto, celebrados con anterioridad a su vigencia,
sino más bien a aquellos que estén en proceso de conclusión, es decir, que a la fecha
de publicación de la Ley N.° 26285, aún no se hayan suscrito.
Ahora bien, a pesar de que dicho control corresponde por mandato legal a los
órganos reguladores, es evidente que hay una percepción de que éstos no están
defendiendo apropiadamente los derechos de los usuarios y consumidores.
Evidentemente, no está dentro de las competencias del Tribunal Constitucional
disponer de las medidas necesarias y adecuadas para revertir una situación como la
descrita. Se trata, por el contrario, de una competencia del Poder Ejecutivo –a cuya
esfera pertenecen ambos órganos–, y aun al Poder Legislativo, los que a través de la
ley, y dentro de los términos de esta sentencia, pueden y deben dictar la legislación
que permita una efectiva actuación de tales órganos administrativos. En este
contexto, el Tribunal Constitucional, recomienda la adopción de las medidas legales
y administrativas que permitan que entidades como OSIPTEL o INDECOPI, puedan
funcionar y actuar adecuadamente en pro de la defensa de derechos de los usuarios y
consumidores, consagrados expresamente por nuestro ordenamiento jurídico.
42. En este marco debemos analizar las consideraciones de los demandantes sobre
la Ley N.° 26285, que, según afirman, viola el artículo 65° de la Constitución. Al
sustentar tal pretensión, los demandantes afirman que, al concederse una serie de
beneficios a favor de la empresa prestadora del servicio de telecomunicaciones, “(...)
se ha dejado de defender a los millones de usuarios. Tales ventajas notoriamente
desproporcionadas son el monopolio concedido a la empresa, el cobro de la renta
básica, el cobro por minuto y además el pago que se hace la misma empresa por
gerenciar su negocio, todo lo cual resulta sumamente nocivo a los derechos de los
consumidores y usuarios”.
43. Aunque las razones expuestas en el item precedente sean harto suficientes para
desestimar también este extremo de la pretensión, el Tribunal Constitucional
considera importante enfatizar que, si como se ha afirmado en la audiencia pública,
no existe confianza en el desenvolvimiento de los organismos estatales encargados
de controlar y fiscalizar la libre competencia, así como de la defensa efectiva de los
usuarios y consumidores, no es este Colegiado la instancia competente para resolver
tales problemas, sino, concretamente, las entidades públicas de las que dependen
estos organismos que no han resuelto aún los reclamos relativos a la renta básica y a
la cobranza del servicio telefónico por segundo.
44. Finalmente, sostienen los demandantes que la Ley N°. 26285 viola el artículo
103° de la Constitución, pues, a su juicio, tal ley se dictó exclusivamente “para
otorgar una concesión ilegal a la empresa Telefónica del Perú S.A.”
45. Dos son los temas que plantea la formulación de este extremo de la causa
petendi. a) El análisis de constitucionalidad, de cara al artículo 103° de la
Constitución, de las disposiciones de la Ley N.° 26285; y b) la eventual ilegalidad
del contrato ley, pues la ley impugnada no habría previsto las condiciones dentro de
las cuales el Estado está autorizado para contratar.
Y ya en este nivel, no le cabe ninguna duda a este Tribunal que el problema de los
servicios públicos de telecomunicaciones de telefonía fija local y de servicios de
portadores de larga distancia nacional e internacional, es tan complejo que,
ciertamente, no admite ni tolera, razonablemente, que se le regule dentro de un
paquete de actividades económicas.
FALLA
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
REY TERRY
AGUIRRE ROCA
REVOREDO MARSANO
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
Resumen:
Bibliografía
La Constitución como fuente del derecho”, La forma del poder, Madrid, 1993
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento sobre conceptos básicos de Constitución,
Constitucionalismo, Jurisdicción Constitucional, Cultura Jurídica Constitucional; y
principios constituyentes de la estructura jerárquica de las normas.
Autoevaluación:
¿Cuáles son los principios constituyentes de la estructura jerárquica de las normas que
establece el Tribunal Constitucional en el EXP. N.° 005-2003-AI/TC?. Explique
FASCILULO 3
Dejando para más tarde, si hubiera tiempo para ello, las razones probables de esta
transformación, hay que comenzar por confesar que, pese a ello y como resultado de
una compleja interacción de factores técnico jurídicos y políticos, el concepto
mismo de Constitución sigue siendo un concepto polémico y el término que lo
designa continúan afectado de una multivocidad radical que obliga frecuentemente a
adjetivarlo. Se pone, por ejemplo, la Constitución material a la formal, o la
Constitución real a la jurídica; o se incurre en clasificaciones cuya riqueza misma
priva realmente a la categoría central de todo valor como instrumento de análisis o
de construcción teórica. En esta situación y por ingrato que ello sea, al abordar un
tema como lo que hoy nos ocupa es ineludible, si no estipular inicialmente una
definición de Constitución, sí al menos no perder de vista que el establecimiento de
una definición estipulativa, es en cierta medida, el resultado final de toda reflexión
sobre la Constitución y muy precisamente de una reflexión sobre la Constitución
como fuente de Derecho.
Tenemos que indicar por ello y desde el comienzo mismo que lo que pretendemos
llevar a cabo es una reflexión de jurista y para juristas y que, en consecuencia,
vamos a prescindir total o absolutamente de los conceptos ajurídicos de
Constitución, como el tan conocido de Lassalle o el también harto conocido y quizás
mas insidioso de Constitución material, que desde Mortati se ha generalizado en la
doctrina italiana y que, por otra parte, nada tiene que ver con la Constitución
material del positivismo. Nadie puede ignorar la importancia que en la articulación
de la vida social tienen los poderes fácticos, que desde luego son más, mucho más,
que los representados por aquellas instituciones (últimamente casi sólo una) a las
que púdicamente se suele aludir entre nosotros con esa denominación. Los poderes
fácticos, esto es, las fuerzas sociales reales, actúan sin embargo, aunque movida por
intereses, al amparo de determinados ideales en torno a los cuales se hace posible su
confluencia y que son ya directamente una idea de la justicia, pero ni siquiera la
legitimidad, por no hablar de la legalidad, se agota en esa referencia.
Como juristas no nos interesa conocer el origen remoto y mediato de las normas,
sino el próximo e inmediato, El derecho es seguramente un producto social, y es
vano y estéril cualquier intento de prescindir de esa conexión, pero el Derecho en
abstracto, la idea misma del Derecho, tiene una realidad propia, una estructura
peculiar y es, sobre todo, una mediación necesaria que, en virtud de esa necesidad,
condiciona ineludiblemente el producto final, el derecho concreto, cada derecho. La
ciencia del Derecho tiene tanta razón de ser como la biología, pues la pretensión de
ignorar la mediación necesaria que el Derecho realiza entre fuerzas sociales y orden
social es equivalente a la de quien, a partir de la verdad elemental de que toda la
vida en la tierra procede en último término del sol, quisiera pasar por alto todas las
mediaciones necesaria entre la energía solar y las distintas formas de vida.
1. CONSTITUCIÓN Y ORDENAMIENTO.
Tal vez a muchos parezca superflua esta insistencia, pero modestamente creo
que nunca está demás precisar, frente a Lassalle, que la Constitución no es
simple papel mojado o, frente a Burdeau, que la Constitución no es todavía una
idea pura que vague por las tristes playas del pasado. Porque al hablar de
Derecho hablamos, efectivamente, de Constitución. En un sentido muy lato
Constitución se identifica con orden jurídico concreto, con ordenamiento y así
precisamente el ordenamentismo italiano, que se encuentra probablemente en
esta identificación el mayor obstáculo para construir una Teoría de la
Constitución. Desde este punto de vista podemos y a hablar de Constitución en
términos jurídicos, pero todavía no cabe, sin embargo, hablar de la Constitución
como fuente del Derecho, En esta visión algo simplista, la Constitución jurídica
es el Derecho, la totalidad del ordenamiento, de donde la necesidad de recurrir a
otro concepto metajurídico, el de Constitución material, frente al que ya antes
hemos expresado nuestras reservas.
Casi basta para ello con no dar por supuesto lo que no puede ser dado por supuesto;
con no eludir la gran cuestión que la publicística alemana aludió. Se puede dar por
supuesta la existencia del estado, de la comunidad política, puesto que fuera de ella
carece de sentido la indagación jurídica, pero no puede eludirse la cuestión básica de
la titularidad del poder mediante su atribución a la “persona ficticia” hobbesiana.
En la noción clásica del estado de derecho se llegaba por necesidad a una separación
tajante de los derechos civiles y de los derechos políticos, cuyo reconocimiento no
era imprescindible para la existencia del Rechtsstaat. Esta distinción, a la que se
superpone la distinción aún más grave entre lo constitucionalmente necesario y lo
constitucionalmente accesorio, entre Constitución material y formal, o entre
Constitución y Leyes Constitucionales es, desde nuestro punto de vista,
absolutamente, Son cada uno de ellos, condición de posibilidad de los demás y sólo
cuando coexisten y están garantizados cabe hablar de la Constitución como fuente
del Derecho o más simplemente, hablar a secas de Constitución.
• EL CONCEPTO CLÁSICO DE CONSTITUCIÓN: LA CONSTITUCIÓN COMO
FUENTE DEL DERECHO.
Esta construcción que desde Prusia se extiende por todo el globo y ha permitido
cobijar con el nombre de Constitución (un nombre y una idea por los que morirían
muchos hombres en el siglo pasado) a cualquier ordenación de la vida jurídico
política de una sociedad no ha penetrado nunca en los países anglosajones y parece
hoy afortunadamente en reflujo. Por constitución entendemos aquí y entiende hoy lo
mejor de la doctrina, un modo de ordenación de la vida social en el que la titularidad
de la soberanía corresponde a las generaciones vivas y en el que, por consiguiente,
las relaciones entre gobernantes y gobernados están reguladas de tal modo que éstos
disponen de unos ámbitos reales de libertad que les permiten el control efectivo de
los titulares ocasionales del poder. No hay otra Constitución que la Constitución
democrática. Todo lo demás es, utilizado una frase que Jellinek aplica, con alguna
inconsecuencia, a las “Constituciones” napoleónicas, simple despotismo de
apariencia constitucional.
Es claro que con esto no se intenta desvalorizar la función histórica del derecho
Natural, cuyo residuo indubitado, la idea de dignidad de la persona, considera
necesario el propio Haberle como un último reducto para los tiempos de crisis. Lo
que se pretende es, simplemente, despojar el concepto de Constitución que
utilizamos de toda connotación perturbadora.
El análisis de estas cuestiones nos llevaría, sin embargo, demasiado lejos de nuestro
tema, al que es necesario volver, Bástenos ahora la conclusión de que la
Constitución, toda Constitución que pueda ser así llamada, es fuente del derecho en
el sentido pleno de la expresión, es decir, origen mediato e inmediato de derechos y
de obligaciones y no sólo fuente de las fuentes.
Una caracterización más precisa de estas normas mediante las que la Constitución se
nos presenta, no como una organización de las fuentes, sino como fuente plena del
Derecho, se consigue sólo si, a partir de su diversidad, se establece una tipología que
fijando homogeneidades, permita alcanzar algunas conclusiones en cuanto a su
aplicación concreta. El riesgo de este modo de proceder reside, claro está, en la
posibilidad de que por esta vía se llegue a una fragmentación de la Constitución que
pierda de vista el sentido de su unidad. La necesidad de correr este riesgo que, una
vez conocido, será sin duda menor, se percibe en cuanto se aborda la tarea de
analizar cualquier texto constitucional, y por supuesto el español, cuya riqueza de
formas llega en algún momento a la exuberancia tropical.
1. DERECHOS FUNDAMENTALES.
Menciona Sheuner, en primer lugar, las normas que declaran los derechos
fundamentales, es decir, los derechos que protegen al ciudadano (más
exactamente, al hombre) frente al poder y que son, en consecuencia, fuente
inmediata de derechos. Aunque el sentido de estas normas ha cambiado en
nuestro tiempo, de manera que no se las entiende ya sólo como garantía de un
ámbito de libertad del individuo, sino también como fundamentación de status y
como elementos estructurales básicos del derecho objetivo, es evidente que su
contenido primario sigue siendo el original y que ellas constituyen la parte más
importante de la Constitución como fuente del Derecho.
Tampoco es clara la razón por la que no se incluye entre las libertades las de
casarse (art. 32), que es, cuando menos, tan pública como el derecho a la
intimidad personal y familiar (art. 18), o la libertad de empresa (art. 38). Desde
luego, la separación no puede deberse al hecho de que estas libertades estén
reservadas sólo a los ciudadanos, como la rúbrica de la Sección Segunda parece
sugerir, pues el artículo 12, apartado 1º, no hacer a este respecto distinción
alguna entre los distintos preceptos que integran el Título.
Todos los derechos y libertades son objeto de una reserva de Ley (art. 53,
apartado 1º), reforzada tanto formal (art. 81) como materialmente (art. 53.1º). la
configuración de la reserva de Ley suscita también algunos problemas y utiliza
una técnica extremadamente compleja a los que es necesario dedicar algunas
palabras.
Y, por último, para incluir con este tema, una observación que nos permitirá
enlazar con el siguiente. Según el artículo 53, los derechos y libertades
enumerados en el Capítulo II del Título I vinculan a todos los poderes públicos,
en tanto que los principios rectores del Capítulo tercero no hacen sino “informar
la legislación positiva, la práctica judicial (sea lo que fuere lo que esto significa)
y la actuación de los poderes públicos”. Prescindiendo de la gloriosa
inconcreción del verbo informar y de a curiosa redacción, que nos fuerza a
concluir que el poder legislativo y el judicial no son poderes públicos, el
precepto que no dan lugar a una acción ante los Tribunales no son vinculantes, y
ciertamente no es éste el caso. En ningún sector del ordenamiento y menos que
un ningún otro en el derecho constitucional. Aunque la lectura de este precepto
aún se prestaría a otras consideraciones, no quiere detenerme más en ello. Lo
que sí me interesa subrayar es que esa distinción entre la fuerza vinculante y la
fuerza informativa es simplemente un modo expresivo, aunque torpe, de apuntar
a la existencia en la Constitución de otras clases de normas materiales, no
orgánicas ni atributivas de competencia, que tienen una estructura distinta a las
que establecen el repertorio de los derechos fundamentales propios, y cuyas
consecuencias jurídicas son, por tanto, muy otras.
2. GARANTÍAS INSTITUCIONALES.
Volvemos con ello a la tipología de Sheuner que recoge, en segundo lugar, las
garantías institucionales, es decir, aquellas normas que persiguen el
aseguramiento de determinadas instituciones jurídicas, cuyo mandamiento no
engendra derechos subjetivos a favor de los individuos, pero cuya erosión sí
viciaría de inconstitucionalidad cualquier ley, y ésta es sin duda la consecuencia
que más ha de tenerse en cuenta.
Aunque es cierto que, como señaló hace años Carl Schmitt, en virtud de la
objetivación, por así decir, de los derechos fundamentales, a que antes
aludíamos, ha disminuido la diferencia antes existente entre estos dos tipos de
normas, estas diferencias subsisten y conviene tenerlas presentes, entre otras
cosas y muy concretamente, para valorar la medida en que el contenido de
algunos derechos cambia precisamente al aproximarse su naturaleza a la de las
garantías institucionales.
ANDATOS AL LEGISLADOR
Un tercer tipo de normas de las que ofrece nuestra Constitución un abundante
repertorio es el integrado por aquellas que contienen mandatos al legislador. Se
trata de preceptos que prevén la emanación de normas indispensables para
completar la estructura prevista en la Constitución (por ejemplo, la ley electoral
art. 68 o la ley orgánica de las distintas formas de referéndum art. 29, etc), pero
sobre todo del mandato de promulgar leyes indispensables para el ejercicio de
determinados derechos, sobre todo de derechos de prestación (por ejemplo, al
trabajo art. 35, a la salud art. 43, etc.), pero también a otros géneros de derechos,
próximos a los de libertad (por ejemplo, la objeción de conciencia art. 30, la
igualdad jurídica de los hijos con independencia de su filiación y la
investigación de la paternidad art. 39. etc.). Se trata de algo bien distinto de la
reserva de Ley mediante la cual se atribuye sólo al legislador la facultad de
limitar o simplemente de regular el ejercicio de los derechos fundamentales que
nacen de la propia Constitución y cuyo ejercicio, en consecuencia, no ha de
aguardar a la promulgación de ley alguna, aunque éstas si existen puedan
regularlo.
• LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
Para terminar esta conferencia, que no es definitiva sino una toma de posición y la
exposición de un posible Programa para el análisis de la Constitución como fuente
del Derecho, quisiera hacer simplemente algunas leves reflexiones sobre el tema
que, imitando el célebre título de Bachof, podríamos denominar de los Jueces y la
Constitución.
LIMA
En Lima, a los once días del mes de julio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores
Magistrados Rey Terry, Vicepresidente; Revoredo Marsano, Alva Orlandini,
Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma, pronuncia la siguiente
sentencia.
ASUNTO
ANTECEDENTES
Los recurrentes, con fecha 29 de mayo de 2000, interponen acción de amparo contra
las empresas Telefónica del Perú S.A.A. y Telefónica Perú Holding S.A., con el
objeto de que se abstengan de amenazar y vulnerar los derechos constitucionales de
los trabajadores a los cuales representan, en virtud de la aplicación de un Plan de
Despido Masivo contenido en un Resumen Ejecutivo elaborado por la Gerencia de
Recursos Humanos de la primera de las demandadas.
Contestan la demanda Telefónica del Perú S.A.A. y Telefónica Perú Holding S.A.
Esta última propone las excepciones de representación defectuosa e insuficiente de
los demandantes y de caducidad y falta de legitimidad para obrar del demandado.
En cuanto al fondo de la controversia, afirman que no existe ninguna amenaza de
cierta e inminente realización. La primera de las demandadas señala que no se
conoce la autoría del "resumen ejecutivo", dado que es un documento sin firma, lo
mismo que la relación del personal a ser "desvinculado". Indica también que,
incluso suponiendo que el primer documento haya sido efectivamente elaborado por
ella, sólo contiene "propuestas" y no una decisión adoptada. Agrega que, siguiendo
el argumento de las demandantes, a esa fecha ya se debían haber producido los ceses
y que, sin embargo, ello no ha ocurrido, quedando demostrado que el denominado
"plan de despido masivo" sólo existe en la imaginación de los accionantes.
FUNDAMENTOS
Petitorio de la demanda
Libertad sindical
Derecho al trabajo
Ahora bien, el segundo párrafo del artículo 34º del Texto Único
Ordenado del Decreto Legislativo N.° 728, Ley de Productividad y
Competitividad Laboral, Decreto Supremo N.° 003-97-TR, establece
que frente a un despido arbitrario corresponde una indemnización
"como única reparación". No prevé la posibilidad de reincorporación.
El denominado despido ad nutum impone sólo una tutela
indemnizatoria. Dicha disposición es incompatible con la
Constitución, a juicio de este Tribunal, por las siguientes razones:
Si bien, como alega Telefónica del Perú S.A.A., el apartado "d" del
artículo 7º del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, contempla la posibilidad de reparación indemnizatoria,
juntamente con la restitutoria, frente al despido arbitrario, debe
tenerse en cuenta que el derecho internacional de los derechos
humanos enuncia mínimos derechos que siempre pueden ser
susceptibles de mayores niveles de protección y no pueden significar,
en absoluto, el menoscabo de los derechos reconocidos por la
Constitución conforme lo establece el artículo 4º del propio
Protocolo antes citado, ni mucho menos cuando ello conlleva al
menoscabo del mismo contenido esencial de los derechos
constitucionales. La interpretación de éstos debe efectuarse siempre
en sentido dirigido a alcanzar mayores niveles de protección. Es por
ello que la doctrina sostiene que los derechos constitucionales han de
interpretarse como mandatos de optimización.
FALLA
SS
REY TERRY
REVOREDO MARSANO
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
Resumen:
Bibliografía
Rubio Llorente, Francisco “La Constitución como fuente del Derecho”, en su libro la
forma del poder (estudios sobre la constitución, CEC Madrid 1993
Sobre el trasfindo político y social del positivismo alemán, vid, Meter VON OERTZEN,
Francfort 1974.
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento sobre la Constitución como realidad jurídica, la
noción del estado de derecho, y la tipología de las normas materiales de la Constitución.
Autoevaluación:
LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
Pues buen, este cometido se encuentra, hoy por hoy, menos atendido que nunca.
Tanto en la jurisprudencia como en amplios sectores de la doctrina científica, lo
mismo un positivismo que sigue siendo acrítico e, incluso, inconsecuente practicado
que los mismos esfuerzos emprendidos para superar dicho “positivismo” por medio
del recurso acrítico a “valores”, han conducido a una creciente inseguridad. La
crítica que ello ha suscitado se encuentra justificada. Ahora buen, en cuanto dicha
crítica pretende responsabilizar de esta inseguridad a la expansión del método de las
ciencias del espíritu que no se identifica en absoluto con dicho pensamiento acrítico
de valores jerarquizados, buscando la solución en una vuelta a las tradicionales
reglas de interpretación, viene a ignorar el complejo problema que hoy plantea la
interpretación constitucional.
o CONTENIDO.
DIFICULTADES
Sin embargo, ya un somero análisis revela cuando de problemático tiene esta
teoría.
El objetivo de la interpretación sólo relativamente puede consistir en el
descubrimiento de una “voluntad”, objetiva o subjetiva, preexistente en la
Constitución. Dejando aparte lo discutible de los fundamentos de dicha tesis
(que en último término se apoya en el dogma de la voluntad elaborado por la
pandectística del siglo XIX y adoptado por la coetánea ciencia del Derecho
Político que, por sí solo, no se basta ya para una comprensión de la Constitución
Moderna), como punto de partida implica un encubrimiento de la situación
auténtica. Pues en los supuestos en los que la Constitución no contiene un
criterio inequívoco, lo que equivale a decir en todos los supuestos de
interpretación constitucional, propiamente ni la Constitución ni el constituyente
han tomado o menos numerosa, pero incompleta, de puntos de apoyo de aquélla.
Allí donde no se ha querido nada de modo inequívoco resulta imposible
descubrir una voluntad auténtica sino todo lo más una voluntad supuesta o
ficticia, y a este respecto tampoco sirve para sacarnos del apuro cualesquiera
recurso semánticos como, por ejemplo, el de la “obediencia reflexiva” del
intérprete. Identificar como “objetivo” de la interpretación constitucional el
descubrimiento de la previa voluntad objetiva de la Constitución o del
constituyente equivale a pretender dar cumplimiento a algo que no preexiste
realmente y, por lo tanto, a equivocarse desde el mismo punto de partida
respecto de la problemática de la interpretación constitucional. En razón de su
objetivo, sólo con reservas cabe admitir que la interpretación sea ejecución y,
desde luego, nunca que sea subsunción. Antes bien, deberá partir de hechos de
que su “objetivo” no existe aún realmente.
CONDICIONES DE LA INTERPRETACIÓN
CONSTITUCIONAL
La concretización presupone la “comprensión” del contenido de la norma a
“concretizar”. La cual no cabe desvincular ni de la “precomprensión” del
intérprete ni del problema concreto a resolver.
C. REPERCUSIONES EN LA INTERPRETACIÓN DE
LA CONSTITUCIÓN: INTERPRETACIÓN DE LA
CONSTITUCIÓN CONFORME A LA LEY.
La “interpretación conforme” no plantea sólo la cuestión del contenido de la Ley
sometida a control sino también la relativa al contenido de la Constitución según
la cual dicha ley ha de ser medida. Exige pues tanto interpretación de la ley
como interpretación de la Constitución. Y puesto que tanto la relación material
como la funcional van en línea de un mantenimiento de la ley, la interpretación
conforme interpretará la norma constitucional, dentro de lo posible, en el sentido
en que el legislador la ha concretizado. De ahí que la interpretación conforme de
las leyes sea, en su efecto reflejo sobre la interpretación de la Constitución,
interpretación de la Constitución conforme a la Ley. En ello se manifiesta como
un principio suplementario cabe decir mediato de interpretación de la
Constitución por parte de los tribunales, este efecto conforma al mismo tiempo
la estrecha interrelación existente entre Constitución y Ley y, con ello, la unidad
del ordenamiento jurídico.
5. PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL EXP. N.° 5854-2005-PA/TC
o ASUNTO
ANTECEDENTES
FUNDAMENTOS
5. La Constitución es, pues, norma jurídica y, como tal, vincula. De ahí que, con
acierto, pueda hacerse referencia a ella aludiendo al “Derecho de la Constitución”3[2],
esto es, al conjunto de valores, derechos y principios que, por pertenecer a ella,
limitan y delimitan jurídicamente los actos de los poderes públicos.
2 [1]
Sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el Caso Marbury v. Madison (1803).
Texto tomado de: Beltrán de Felipe, Miguel y Gonzáles García, Julio. Las sentencias básicas del
Tribunal Supremo de los Estados de América. Madrid: Boletín Oficial del Estado / Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2005, pp. 111-112.
3 [2]
Concepto al que acude con frecuencia la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Costa Rica
(Vid. Res. 2004-09992, de fecha 8 de septiembre de 2004, recaída en el Exp. 03-004485-0007-CO,
mediante la cual se declara la inconstitucionalidad del acuerdo del Poder Ejecutivo de brindar apoyo a
la “Coalición” de países que incurrió en acciones bélicas en Iraq), cuyas competencias materiales
resultan sustancialmente idénticas a las de un Tribunal Constitucional.
6. Bajo tal perspectiva, la supremacía normativa de la Constitución de 1993 se
encuentra recogida en sus dos vertientes: tanto aquella objetiva, conforme a la cual
la Constitución preside el ordenamiento jurídico (artículo 51º4[3]), como aquella
subjetiva, en cuyo mérito ningún acto de los poderes públicos (artículo 45º5[4]) o de
la colectividad en general (artículo 38º6[5]) puede vulnerarla válidamente.
En efecto, afirmar que existen actos de alguna entidad estatal cuya validez
constitucional no puede ser objeto de control constitucional, supone sostener, con el
mismo énfasis, que en tales ámbitos la Constitución ha perdido su condición de
norma jurídica, para volver a ser una mera carta política referencial, incapaz de
vincular al poder.
11. El Tribunal Constitucional aprecia que los problemas suscitados con relación
a los artículos 142º y 181º de la Constitución, se encuentran en estrecha
vinculación con su interpretación. Por ello, considera pertinente abordar algunos
puntos relacionados con los métodos de interpretación constitucional y su objeto.
8 [7]
STC 0048-2004-AI, Fundamentos 2 y 3.
9 [8]
Cfr. Hesse, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional. Traducción de Pedro Cruz Villalón. 2da.
Ed. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1992, pp. 45-47.
10 [9]
Vid. STC 1091-2002-HC, Fundamento 4; STC 0008-2003-AI, Fundamento 5; STC 0045-2004-HC,
Fundamento 3.
b) El principio de concordancia práctica11[10]: En virtud del cual toda
aparente tensión entre las propias disposiciones constitucionales debe ser
resuelta “optimizando” su interpretación, es decir, sin “sacrificar” ninguno de los
valores, derechos o principios concernidos, y teniendo presente que, en última
instancia, todo precepto constitucional, incluso aquellos pertenecientes a la
denominada “Constitución orgánica” se encuentran reconducidos a la protección
de los derechos fundamentales, como manifestaciones del principio-derecho de
dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la sociedad y el
Estado (artículo 1º de la Constitución).
c) El principio de corrección funcional12[11]: Este principio exige al juez
constitucional que, al realizar su labor de interpretación, no desvirtúe las
funciones y competencias que el Constituyente ha asignado a cada uno de los
órganos constitucionales, de modo tal que el equilibrio inherente al Estado
Constitucional, como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se
encuentre plenamente garantizado.
d) El principio de función integradora13[12]: El “producto” de la interpretación
sólo podrá ser considerado como válido en la medida que contribuya a integrar,
pacificar y ordenar las relaciones de los poderes públicos entre sí y las de éstos
con la sociedad.
e) El principio de fuerza normativa de la Constitución14[13]: La interpretación
constitucional debe encontrarse orientada a relevar y respetar la naturaleza de la
Constitución como norma jurídica, vinculante in toto y no sólo parcialmente.
Esta vinculación alcanza a todo poder público (incluyendo, desde luego, a este
Tribunal) y a la sociedad en su conjunto.
11 [10]
Vid. STC 1797-2002-HD, Fundamento 11; STC 2209-2002-AA, Fundamento 25; STC 0001-2003-
AI /0003-2003-AI, Fundamento 10; STC 0008-2003-AI, Fundamento 5; STC 1013-2003-HC,
Fundamento 6; 1076-2003-HC, Fundamento 7; STC 1219-2003-HD, Fundamento 6; 2579-2003-HD,
Fundamento 6; STC 0029-2004-AI, Fundamento 15.
12 [11]
Este principio se presenta en cada ocasión en la que este Tribunal delimita las competencias que la
Constitución ha conferido a los distintos órganos constitucionales (vg. la reciente STC 0020-2005-PI /
0021-2005-PI —acumulados—).
13 [12]
Vid. STC 0008-2003-AI, Fundamento 5;
14 [13]
Vid. STC 0976-2001-AA, Fundamento 5; STC 1124-2001-AA, Fundamento 6.
República—; 0019-2005-HC — sobre la “ley de arresto domiciliario”—; 0020-
2005-AI / 0021-2005-AI —sobre el conflicto de competencias suscitado entre el
Poder Ejecutivo y los Gobiernos Regionales de Cusco y Huánuco—, son sólo
algunas muestras, entre las muchas existentes, con las que este Colegiado ha
demostrado que a los métodos jurídicos y de argumentación constitucional (función
de valoración), acompaña una cabal conciencia de la realidad social, buscando
aliviar los conflictos intersubjetivos e interinstitucionales (funciones de ordenación
y pacificación).
15. La Constitución del Estado está plagada de disposiciones entre las que existe
una “aparente” contradicción. Así, por ejemplo, mientras en el inciso 1) del artículo
2º se reconoce que toda persona tiene derecho a la vida, en el artículo 140º se regula
la pena de muerte; mientras en el inciso 2) del artículo 2º se reconoce el principio-
derecho a la igualdad ante la ley, el artículo 103º establece que pueden expedirse
leyes especiales cuando así lo exija la naturaleza de las cosas; mientras el inciso 24)
del artículo 2º reconoce el derecho a la libertad personal, el literal f) del mismo
inciso justifica que la autoridad policial prive a la persona de ésta en caso de
flagrante delito; mientras el inciso 2) del artículo 139º, refiere que ninguna autoridad
puede dejar sin efecto resoluciones judiciales que han pasado en autoridad de cosa
juzgada, empero, el inciso 2) del artículo 200º de la Constitución establece que el
amparo contra esta resolución procede si emana de un proceso irregular, es decir, de
un proceso en el que no se hayan respetado los derechos fundamentales de la
persona.
16. Pues bien, resulta evidente que luego de la lectura aislada de alguna de estas
disposiciones, se llegará a resultados inconsecuentes con el postulado unitario o
sistemático de la Constitución. De ahí que nunca ha sido ni será válido interpretar
las disposiciones constitucionales de manera aislada. Es indiscutible que esta es una
lectura más sencilla; sí, tan sencilla como ilegítima.
17. Qué duda cabe de que una interpretación literal y aislada de los artículos 142º y
181º de la Constitución, concluirá en que, sin ingresar en consideración adicional
alguna, una resolución en materia electoral expedida por el JNE, es inatacable
jurisdiccionalmente; es decir, incluso en aquellos supuestos en los que afecten los
derechos fundamentales de la persona. Empero, el resultado de esta interpretación
¿es sustentable constitucionalmente?
18. Son distintas las razones que permiten al Tribunal Constitucional sostener que
tal interpretación resulta manifiestamente inconstitucional. En primer lugar porque,
lejos de optimizar el contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales, desconoce la limitación que dicho contenido representa para los
actos llevados a cabo por todo poder público, incluyendo, desde luego, los que
efectúe el JNE.
Si bien es cierto que esta entidad es el máximo órgano de administración de justicia
electoral del país, no lo es menos que, como cualquier otro poder público, se
encuentra obligado a respetar los derechos fundamentales, en el marco del respeto
al derecho al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva (artículo 139° de la
Constitución); por cuanto, si así no ocurriese, será nulo y punible todo acto que
prohíba o limite al ciudadano el ejercicio de sus derechos, de conformidad con el
artículo 31°, in fine, de la Carta Fundamental.
20. Al referir que las resoluciones del JNE en materia electoral se dictan en última
instancia y no pueden ser objeto de control constitucional en sede jurisdiccional, los
artículos 142º y 181º de la Constitución, tienen por propósito garantizar que ningún
otro órgano del Estado se arrogue la administración de justicia sobre los asuntos
electorales, pues en esta materia técnico-jurídica, el JNE es, en efecto, instancia
definitiva. Así lo ordena la Constitución y bajo el principio de corrección funcional
ese fuero debe ser plenamente respetado por todo poder constituido, incluyendo,
desde luego, a este Tribunal.
15 [14]
Vid. STC 3760-2004-AA; STC 3238-2004-AA y STC 2791-2005-PA
Asunto distinto se presenta cuando el JNE ejerce funciones excediendo el marco
normativo que la Constitución le impone. Ello tendría lugar, claro está, si se expide
una resolución contraria a los derechos fundamentales. En tales supuestos, el
criterio del JNE escapa a los asuntos técnico-jurídicos de carácter estrictamente
electoral, siendo de inmediata aplicación el inciso 2) del artículo 200º de la
Constitución que dispone que el proceso de amparo “procede contra el hecho u
omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza los (...) derechos reconocidos por la Constitución”. En otras palabras, en
tales casos, la jurisdicción constitucional se torna inmediatamente en el fuero
competente para dirimir la litis circunscrita a si existió o no violación de la Carta
Fundamental. Sin que pueda caber aquí, desde luego, una subrogación en las
funciones reservadas constitucionalmente al JNE.
Sería, por ejemplo, absurdo sostener que porque el Tribunal Constitucional tiene
competencia para declarar la nulidad de una sentencia expedida por un juez penal o
civil que contravenga los derechos fundamentales, tiene capacidad de administrar
justicia penal o civil. Es evidente que en tales supuestos el Tribunal Constitucional
se limita a administrar justicia constitucional, reponiendo las cosas al estado
anterior al momento en que tuvo lugar la afectación del derecho fundamental
(primer párrafo del artículo 1º del Código Procesal Constitucional), para que luego
el proceso continúe siendo resuelto por su respectivo juez competente. La secuencia
es idéntica en los supuestos de resoluciones expedidas por jueces que administran
justicia electoral.
§6. Los tratados sobre derechos humanos y las decisiones de los tribunales
internacionales de derechos humanos como Derecho Interno
22. Tal como lo dispone el artículo 55º de la Constitución, los tratados celebrados
por el Estado y en vigor forman parte del derecho nacional. De esta manera, los
tratados sobre derechos humanos ratificados por el Estado peruano, por pertenecer
al ordenamiento jurídico interno, son Derecho válido, eficaz y, en consecuencia,
inmediatamente aplicable al interior del Estado.
23. Los derechos fundamentales reconocidos por nuestra Constitución, deben ser
obligatoriamente interpretados de conformidad con los tratados y los convenios
internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Perú y en concordancia
con las decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos
humanos constituidos según tratados de los que el Perú es parte (Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución y artículo V del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional).
En tal sentido, el ejercicio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del
Estado (o que desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales), para
determinar el contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales, debe estar obligatoriamente informado por las disposiciones de los
tratados internacionales de derechos humanos y por la interpretación de las mismas
realizada por los tribunales internacionales sobre derechos humanos a través de sus
decisiones.
“Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro
de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación
de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otra índole.”
27. Asimismo, en el Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, la Corte ha referido:
16 [15]
Opinión Consultiva OC-9/87, párrafo 23.
17 [16]
Casos Velásquez Rodríguez, Fairén Garbi y Solís Corrales y Godínez Cruz, Excepciones
Preliminares, Sentencias del 26 de junio de 1987, párrafos 90 y 92, respectivamente.
18 [17]
Caso Tribunal Constitucional, Etapa de fondo, Sentencias del 24 de septiembre de 1999, párrafos
68 y 71.
Derechos Humanos y, en ese sentido, no puede obstaculizarse irrazonablemente su
acceso o simplemente impedirse su cabal goce y ejercicio.
30. Las similitudes con el caso peruano son manifiestas. El artículo 173º de la
Constitución nicaragüense es sustancialmente análogo a los artículos 142º y 181º de
la Constitución peruana. Y el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua tiene en el
JNE peruano a su homólogo.
31. Así las cosas, una interpretación aislada de los artículos constitucionales sub
exámine, resulta incompatible con el artículo 8º de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos; el artículo 2º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; el artículo XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre; y los artículo 8º 1 y 25º de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.
33. El Tribunal Constitucional considera, sin embargo, que, tal como ocurriera en su
oportunidad con el artículo 173º de la Constitución (relacionado a las competencias
de la jurisdicción militar23[22]), la reforma de los artículos 142º y 181º resulta
20 [19]
Informe N.º 119/99, caso 11.428, Susana Higuchi Miyagawa (Perú), del 6 de octubre de 1999,
párrafo 55.
21 [20]
Op. cit., punto 1 de la parte resolutiva.
22 [21]
Idem, párrafo 93.
23 [22]
Cfr. STC 0010-2002-AI, Fundamentos 41 a 54.
innecesaria, pues por vía de una interpretación constitucional adecuada, su contenido
normativo es susceptible de compatibilizarse con los tratados sobre derechos
humanos ratificados por el Estado peruano y las decisiones y recomendaciones de los
organismos internacionales relacionados con la materia.
34. Por lo demás, debe enfatizarse que la imposibilidad de optar por una lectura
aislada del artículo 142º del la Constitución no sólo ha sido establecida por este
Tribunal en lo que al control de constitucionalidad de las resoluciones del JNE en
materia electoral se refiere (STC 2366-2003-AA), sino también en lo que respecta a
las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de evaluación y
ratificación de jueces, las cuales, al amparo de dicha aislada interpretación, tampoco
serían susceptibles de ser objeto de control constitucional en sede jurisdiccional.
35. En tal sentido, sin perjuicio de lo que luego se sostendrá, llegado a este punto,
el Tribunal Constitucional se encuentra en condiciones de afirmar que toda
interpretación de los artículos 142º y 181º de la Constitución que realice un poder
público, en el sentido de considerar que una resolución del JNE que afecta derechos
fundamentales, se encuentra exenta de control constitucional a través del proceso
constitucional de amparo, es una interpretación inconstitucional.
Consecuentemente, toda vez que el JNE emita una resolución que vulnere los
derechos fundamentales, la demanda de amparo planteada en su contra resultará
plenamente procedente.
En aplicación del artículo VII del Título Preliminar del CPConst., este criterio
normativo constituye precedente vinculante para todos los poderes públicos.
“Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de una
persona en la que se respetan, de modo enunciativo, sus derechos de libre
acceso al órgano jurisdiccional, a probar, de defensa, al contradictorio e
igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de la jurisdicción
predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de los previstos por
la ley, a la obtención de una resolución fundada en derecho, a acceder a los
medios impugnatorios regulados, a la imposibilidad de revivir procesos
fenecidos, a la actuación adecuada y temporalmente oportuna de las
resoluciones judiciales y a la observancia del principio de legalidad
procesal penal.”
38. Sin embargo, no es menos cierto que la seguridad jurídica —que ha sido
reconocida por este Tribunal como un principio implícitamente contenido en la
Constitución24[23]—, es pilar fundamental de todo proceso electoral. En efecto,
siendo que los procesos electorales ostentan plazos perentorios y preclusivos, y que
una de las garantías para la estabilidad democrática es el conocimiento exacto y
oportuno del resultado de la voluntad popular manifestada en las urnas (artículo
176º de la Constitución), no es factible que, so pretexto del establecimiento de
garantías jurisdiccionales de los derechos fundamentales, se culmine por negar la
24 [23]
Vid. STC 0016-2002-AI, Fundamentos 3 y 4.
seguridad jurídica del proceso electoral, y con ella, la estabilidad y el equilibrio del
sistema constitucional en su conjunto (principio de interpretación constitucional de
concordancia práctica).
39. En tal virtud, este Colegiado considera necesario precisar los siguientes
aspectos:
25 [24]
Segundo párrafo del artículo 1º del CPConst.: Si luego de presentada la demanda cesa la agresión
o amenaza por decisión voluntaria del agresor, o si ella deviene en irreparable, el Juez, atendiendo
al agravio producido, declarará fundada la demanda precisando los alcances de su decisión,
disponiendo que el emplazado no vuelva a incurrir en las acciones u omisiones que motivaron la
interposición de la demanda, y que si procediere de modo contrario se le aplicarán las medidas
coercitivas previstas en el artículo 22 del presente Código, sin perjuicio de la responsabilidad penal
que corresponda.
26 [25]
Caso Yatama vs. Nicaragua, Op. cit. párrafo 175.
27 [26]
Idem.
Resulta evidente que esta previsión de la Corte Interamericana, no sólo apunta a
que no corra riesgo el cronograma electoral, sino también a evitar en lo posible
que las eventuales afectaciones a los derechos fundamentales en las que incurran
los órganos encargados de administrar justicia electoral no se tornen
irreparables.
28[27]
Vid. STC 2366-2003-AA.
En otras palabras, acusa una supuesta afectación de su derecho fundamental al
debido proceso, pues considera que el JNE era incompetente para pronunciarse
sobre el asunto.
47. De otra parte, si bien es cierto que aún no existe una sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado peruano por el eventual
impedimento de la procedencia de una demanda de amparo contra una resolución
del JNE en materia electoral que afecte derechos fundamentales, sus sentencias
vinculadas con la violación del artículo 25 de la Convención (en particular la
expedida en el Caso Yatama vs. Nicaragua) y sus opiniones consultivas sobre el
particular, son muestras evidentes de que dichas condenas serán inminentes si el
Estado peruano obra en dicho sentido.
HA RESUELTO
En aplicación del artículo VII del Título Preliminar del CPConst., este criterio
normativo constituye precedente vinculante para todos los Poderes Públicos.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
Resumen:
Bibliografía
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento sobre la interpretación de la Constitución, límites de
interpretación Constitucional, la interpretación conforme a la Constitución y principios
de interpretación Constitucional.
Autoevaluación:
o Quién es su titular;
o Cuáles son las condiciones en las que el titular pierde su derecho, incluyendo
aquellas si las hubiera bajo las cuelas puede renunciar a las facultades
relevantes.
Por otra parte, debe llamarse la atención sobre la importante función que la finalidad
de los derechos tiene en el proceso de interpretación de los derechos fundamentales.
Con SERNA, puede decirse que el contenido de cada derecho debe establecerse no
desde su concepto puramente semántico o formal, por lo que significan las palabras
acuñadas para referirse a un determinado derecho, sino desde su noción teológica,
es decir, atendiendo a su finalidad, tanto histórica como actual, y a los bienes
humanos que se intentan proteger a las conductas que se tratan de impedir. De ese
modo, teniendo por norte el fin de cada derecho y de todos los derechos que en
definitiva es proteger al ser humano en orden a una vida digna se dará por resultado
derechos equilibrados, sin innecesarios conflictos ni limitaciones entre si. De este
modo, determinado teológicamente el derecho, a lo que coadyuva su naturaleza o
contenido esencial, es superfluo delimitado extrínsecamente, ya sea en orden a su
ejercicio singular, o en el posible “conflicto” con otros derechos.
En este punto cabe llamar la atención sobre la importancia que posee la prudencia
jurídica para todo este planteo. En efecto, el contenido esencial no surge de modo
racionalista de la consideración meramente especulativa de su noción abstracta. Se
sigue de lo anterior que en el método propuesto el intérprete debe estar a los datos
de cada caso y a los principios jurídicos que gobiernan cada situación, lo cual
implica revalorizar la función de la prudencia en el hacer jurídico. Si el juez atiende
a las circunstancias del caso puede encontrar que en el supuesto el conflicto no es
irremediable, ya que caben conductas que hacen justicia al contenido razonable de
ambas libertades, protegiendo un derecho sin menoscabo del otro, o a la inversa.
Así, al decidir un litigio debe circunstanciarse el problema y valorarse la posible
existencia de excepciones y matices.
Por otra parte, como la jurisprudencia en ningún sector del derecho es aplicación
mecánica de normas, se sigue que no se puede realizar una equiparación entre
contrapesar o balancear con el sentido ya explicado e interpretar caso a caso el juego
entre los derechos, actividad esta última que es ineludible para la judicatura. No hay
que olvidar que los derechos fundamentales se consagran en normas generales, que
requieren ser llenadas por la jurisprudencia. Por ello los derechos constitucionales
quizá con la salvedad de lagunas garantías procesales son fundamentalmente
principios jurídicos, que por definición son siempre un tanto indeterminados,
conjugables y matizables con otros principios en loa casos sometidos a juzgamiento,
y no brindan una determinación clara del supuesto del hecho y sus consecuencias
jurídicas precisas como es el caso de la reglas, o normas en sentido estricto, sino
sólo motivos que no obligan a una decisión más o menos única. Esta es la razón de
que, como ha sostenido diversa doctrina, en caso de conflicto entre reglas, la
decisión en general se a todo o nada, dejando en plena vigencia una e invalidando la
otras; en las concurrencias entre principios, en cambio, estos no se aplican de modo
disyuntivo, sino que hay armonizarlos sin dejar algunos fuera.
Por otro lado, si hay que salvaguardar todo lo posible ambos derechos lo cual no es
óbice para que, como se ha apuntado, en un litigio pueda sentenciarse que uno de los
derechos invocados en rigor no se encuentra en juego, pues no es legítimo el
ejercicio que el de él se pretende la prudencia jurídica debe buscar razonabilidad en
la delimitación de los mismos que se vaya a realizar. Además de salvar el contenido
esencial, los dos derechos deben funcionar lo más ampliamente posible,
protegiéndole de modo simultáneo. Por eso, debe echarse mano a la solución más
proporcionada por el fin que se busque, sin ir más allá de lo que estrictamente exija
el ámbito legítimo y razonable del derecho con derecho en el caso, esto es, del
derecho cuyo titular tiene razón con el concreto litigio judicial.
Esto es, los jueces deben respetar el contendido esencial de los derechos no sólo en
aquellos casos en que una sentencia debe declarar la inconstitucionalidad de una ley
que se haya extralimitado al regular un derecho constitucional, sino que también y,
quizá, fundamentalmente es preciso el respeto judicial de dicho contenido en los
innumerables casos donde los tribunales deben decidir qué concreto contenido tiene
los derechos y cómo compatibilizarlos. De este modo, si pudiendo lograr la
compatibilidad en el caso, el juez resuelve un litigio postergado un derecho en
virtud de jerarquías o balances él directamente y no la ley viola el contenido
esencial, puesto que en el caso troncha toda posibilidad de funcionalidad al derecho
sacrificado.
Siguiendo con esta línea expansiva de las virtualidades del contenido esencial de los
derechos fundamentales, de razón de esta garantía todo menoscabo del derecho,
provenga de los poderes públicos o de los particulares.
Resumen:
Bibliografía
HERVADA, Javier Introducción crítica al derecho natural 7ª Ed., Pamplona Eunsa 1993
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento de como resolver conflictos entre derechos
fundamentales, es decir que derecho fundamental aplicar cuando existe controversia de
derechos fundamentales.
Autoevaluación:
• INTRODUCCIÓN.
Todo derecho fundamental significa y vale su contenido, por lo tanto, todo derecho
cuenta con un contenido. Este contenido estará conformado por todas las facultades
de acción que ese derecho depara a su titular (dimensión subjetiva de los derechos
fundamentales), y por todas las obligaciones de acción a las que debe
comprometerse el poder político con la finalidad de conseguir la vigencia plena y
real del derecho mismo (dimensión objetiva de los derechos fundamentales).
Ese contenido, que es jurídico, puede ser un contenido constitucional (más adelante
se intentará establecer la diferenciación con un contenido legal e incluso contenido
jurisprudencia). El contenido constitucional de un derecho es aquel contenido que se
define en función del texto constitucional, y que es limitado, ilimitable y
delimitable.
Que es limitado significa que todo derecho fundamental tiene sus propios límites,
límites inmanentes o internos, los cuales definen el contenido esencial del derecho y
hacen que ese derecho sea identificable como tal derecho.
Este principio de unidad “prohíbe (...) una interpretación aislada de cada derecho
fundamental y de la norma constitucional en que se reconoce que lo convierta en
contradictorio con otras normas constitucionales o que vacié de contenido a estas
últimas. Y es que “las normas constitucionales no pueden ser comprendidas
como átomos desprovistos de interrelación, pues ello comportaría conclusiones
incongruentes. Por el contrario, su sistemática interna obliga a apreciar a la
Norma Fundamental como un todo unitario, como una suma de instituciones
poseedoras de una lógica integradora uniforme”.
¿De qué sirve fijarse también en este dispositivo constitucional?. Sirve para no
interpretar el artículo 2, inciso 4 de la Carta Fundamental, cuando establece que
toda persona tiene derecho a la libertad de información “sin previa autorización
ni censura ni impedimento alguno”, como si se estuviese habilitando al
informador a informar de cualquier manera y sin límite alguno. La consideración
del artículo 2, inciso 7 lleva a afirmar que no forma parte del contenido
constitucional de la libertad de información, la pretensión de informar acerca de
hechos que constituyen parte de la intimidad de una persona, o empleando
expresiones o calificativos que hieran la honra de las personas.
Por seguir con el ejemplo del derecho al trabajo, se debe tomar en consideración
también lo que se ha dispuesto en el artículo 27 de la Constitución. Esto ayuda a
ir perfilando el contenido del derecho al trabajo en el referido a la permanencia
de los particulares en los puestos de trabajo. En torno a ello, ¿forma parte del
contenido del derecho al trabajo la reposición del trabajador en caso de despido
arbitrario?. El Tribunal Constitucional también manifiesta que ha establecido
que frente al despido arbitrario procede una adecuada protección. Es decir, que
forma parte del contenido constitucional del derecho al trabajo es una
adecuación como puede constituir la reposición del trabajador; adecuada
protección que, por otro lado, debe ser determinada para el legislador.
Y, sobre la base de esta finalidad, se entiende también que forme parte del contenido
constitucional del derecho al trabajo (en su dimensión objetiva) el cumplimiento del
deber estatal de prestar al trabajo, en sus distintas modalidades una atención
prioritaria, y el deber también estatal de fomentar el empleo (ambos poderes
recogidos en el artículo 23 de la Constitución).
Es verdad que desde un punto meramente abstracto, como se ha hecho aquí por
ejemplo con los derechos a la libertad de información y el derecho al trabajo, se
pueden encontrar ya algunas directrices de lo que forma parte del contenido
constitucional de un derecho fundamental, sin embargo, no será sino en función del
concreto caso en el que se defina si una concreta pretensión forma o no parte del
contenido constitucional del derecho.
Es el momento de responder una pregunta que antes solo quedó presentada; ¿puede
hablarse del contenido legal de un derecho fundamental en contraposición del
contenido constitucional, de modo que el proceso constitucional solo proceda para
salvaguardar este último contenido?
Estos nos permite afirmar que no toda actividad legislativa sobre derechos
fundamentales significará un contenido legal del derecho, Es posible también que
algún pronunciamiento legislativo sobre el contenido del derecho fundamental deba
ser considerado como contenido constitucional del derecho y no como simple
contenido legal. Ello ocurrirá cundo la actividad legislativa se haya dirigido agregar
como contenido del derecho una facultad o una pretensión que brote directamente
(expresa o tácitamente) del texto constitucional (de sus normas principios valores).
Si el legislador le ha agregado como contenido del derecho una pretensión o
facultad que no se despende de la Constitución, en estricto ese contenido será
simplemente un contenido legal y no será pasible de protección a través de un
proceso constitucional.
Dicho esto, se debe dar un paso más y preguntas si acaso es posible distinguir entre
contenido constitucional y contenido jurisprudencia, así como se diferenció del
contenido legal. Empleando el mismo razonamiento que para el caso anterior, se
debe firmar que si lo que hacer la jurisprudencia es sacar a la luz un contenido
constitucional que no estaba expreso, es decir, si perfila los contornos
constitucionales inmanentes de un derecho fundamental, ese contenido aunque
venga determinado en una sentencia que configure jurisprudencia no es
simplemente un contenido jurisprudencial, sino que se trata de un contenido
constitucional.
Y es que tanto el legislador como el Juez no solo cumplen una labor de protección y
defensa de los derechos fundamentales, sino que además cumplen con una
espacialísima función; ir delimitando (a través de leyes o de la jurisprudencia) el
contenido constitucional del derecho fundamental, esto es, un contenido que brota
de la constitución y de tal propia naturaleza del derecho que se trate. Esto conlleva a
afirmar que si bien hay que diferenciar entre contenido constitucional y contenido
legal, y entre contenido constitucional y contenido jurisprudencia, también hay que
buscar el contenido constitucional de un derecho fundamental en la legislación de
desarrollo constitucional y en la jurisprudencia, en particular del Tribunal
Constitucional.
Resumen:
DESDE LA CONSTITUCIÓN
DELIMITACIÓN DEL
CONTENIDO DEL Se debe acudir además a otros
DERECHO dispositivos constitucionales
FUNDAMENTAL DESDE relacionados.
LA CONSTITUCIÓN
Indicadores de logro
Los estudiantes después de haber concluido con la lectura del presente fascículo tendrán
un amplio y puntual conocimiento sobre la delimitación del contenido del derecho
fundamental desde la constitución. Así como las pautas para la determinación del
contenido constitucional de los derechos
Autoevaluación:
FASCÍCULO 1
Realizar un trabajo monográfico sobre los Órganos o Poderes del Estado
FASCÍCULO 2
Realizar un trabajo monográfico sobre: Fuentes formales y Fuentes materiales del
Derecho Constitucional.
FASCÍCULO 3
Realizar un trabajo monográfico sobre: Clasificación de las Constituciones
FASCÍCULO 4
Realizar un trabajo monográfico sobre: Principios de interpretación Constitucional
FASCÍCULO 5
Realizar un trabajo monográfico sobre: Bloque de Constitucionalidad
FASCÍCULO 6
Realizar un trabajo monográfico sobre: Reconocimiento de nuevos Derechos
Fundamentales