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Bogotá, 8 de agosto de 2005

Doctor
JOSÉ DARÍO URIBE ESCOBAR
Gerente General
Banco de la República
E. S. D.
juribees@banrep.gov.co

Asunto: Derecho de Petición – Pensiones Voluntarias.

Apreciado doctor Uribe Escobar:

En esta oportunidad me dirijo a usted con el objeto de hacer algunas precisiones y solicitarle se
sirva informar al suscrito en relación con algunas inquietudes referidas a las pensiones
voluntarias reconocidas a los empleados por el Instituto a su buen encargo, durante el período
comprendido entre el 1 de noviembre de 1993 y finales del pasado año de 2004, sobre las cuales
me he venido refiriendo desde el día 20 de febrero del presente, por medio de varios Oficios de
Derecho de Petición a esa entidad, cuyas respuestas no me han dejado satisfecho. Eso sí le
ruego aceptar mis disculpas por adelantado por ser yo tan poco franco, tan confuso y tan falto de
asertividad en la expresión de mis ideas, lo cual quizás he podido deducir de las respuestas que
el Instituto Emisor me ha dado durante el presente año; posiblemente para los funcionarios
actuales del Banco de la República yo soy un ciudadano que no tiene la capacidad de
discernimiento, ni la inteligencia, ni la cordura, ni la dicción que ellos poseen, porque yo apenas
soy un simple Ingeniero Mecánico, pero no les envidio tales virtudes tan bien merecidas por
ellos.

El día 20 de febrero del año en curso suscribí un oficio de Derecho de Petición, con motivo de
dos cartas que recibí del ente Emisor, las cuales se hallan identificadas como DRH-01769,
fechada del 28 de enero de 2004, y DRH-02516 del 7 de febrero de 2005, suscritas por el doctor
Rafael Salazar Posada, Director del Departamento de Recursos Humanos. Cabe aquí hacer la
anotación de que la segunda mencionada, o sea la DRH-02516, tuvo por objeto informar que la
fecha de la primera, o sea de la DRH-01769, estaba equivocada en un año; es decir que
correspondía al presente y no a 2004.

Como se recordará, la citada carta DRH-01769, fue idéntica a las que recibieron los demás
pensionados voluntarios de la entidad, variando sólo el campo de los destinatarios, quienes,
como el suscrito, no teníamos en ese entonces las edades consagradas en la Ley 100 de 1993
para que nuestras pensiones fueran exentas, de acuerdo con el Concepto tributario 089507 de
fecha 22 de diciembre de 2004. Dicha comunicación nos puso de presente lo siguiente, entre
otras cosas:

Nota al margen: Las ideas resaltadas en todos los textos en letra itálica no aparecen así
en los originales.
“Después de consultar varios expertos en la materia y a la luz de los conceptos recientes de las
autoridades fiscales, se llegó a la conclusión que las pensiones extralegales reconocidas sin
requisitos de edad y/o tiempo de servicios, las pensiones reglamentarias y las otorgadas a
personas excluidas del campo de aplicación de la convención colectiva, constituyen ingresos
gravables y por lo mismo están sujetas a la retención en la fuente, hasta cuando el pensionado
cumpla los requisitos exigidos por la ley 100 de 1993 para acceder a una pensión.”

En mi oficio de Derecho de Petición antes citado (20 de febrero de 2005), por cierto muy
extenso como casi todos los que acostumbro a escribir, le expuse al Banco mis motivos por los
cuales las mismas leyes y normas relacionadas con tal medida estaban quizás en contraposición
a lo que concluyó la DIAN, de conformidad con su concepto 089507 de fecha 22 de diciembre
de 2004, y en consecuencia le solicité al Instituto Emisor lo siguiente:

“En atención a lo expuesto en la presente misiva, ruego a ustedes a la mayor brevedad ordenar
la devolución al suscrito de las sumas retenidas a mis pensiones a manera de tributación,
interrumpir tal práctica, e informar a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales que la
pensión de jubilación concedida por el Banco de la República al suscrito, en virtud de sus
características, de las leyes que rigen las pensiones, y de la reglamentación vigente para efectos
tributarios, está exenta de impuestos.”

Pero varios días después, el Emisor me contestó ese Oficio mediante la carta DRH-04936,
fechada del 7 de marzo de 2005, suscrita nuevamente por el mencionado doctor Rafael Salazar
Posada, de la cual se puede extractar el siguiente texto continuo (en letra itálica):

“En primer término, es preciso reiterar que el Banco de la República procedió a efectuar la
retención en la fuente respecto de su pensión, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 206
del Estatuto Tributario, modificado por la ley 223 de 1995, siguiendo los lineamientos
establecidos en el concepto 089507 del 22 de diciembre de 2004 por la Oficina Jurídica de la
Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales — DIAN.”

“En tal sentido, esta entidad comunicó la mencionada situación una vez contó con la certeza
sobre la práctica de la retención que nos ocupa, la cual se obtuvo con el referido concepto.
Por consiguiente, cualquier inquietud en relación con la extensión o el alcance del mencionado
concepto estimamos que debería plantearse directamente ante la DIAN, como entidad
competente para efectuar las aclaraciones, precisiones o modificaciones que pudieran
requerirse con ocasión del análisis o de las conclusiones contenidas en dicho
pronunciamiento.”

“En todo caso, el hecho de que el Banco de la República, en su condición de agente retenedor,
dé cumplimiento a las normas y doctrina tributaria vigentes, en manera alguna desconoce lo
acordado en las conciliaciones laborales a través de las cuales se reconocieron pensiones de
jubilación anticipadas propias de los planes de retiro propuestos por el Banco, como ocurrió
en su caso, toda vez que la retención en la fuente corresponde a una situación externa de
carácter jurídico-tributario, por lo que no fue objeto de tales conciliaciones, como quiera que
en ellas sólo es posible disponer de derechos inciertos y discutibles de naturaleza
eminentemente laboral.”

Como no quiero extender más de lo necesario esta carta, ya de por sí extensa, por el momento
me abstengo de hacer mención a otros escritos que he enviado con posterioridad y a las
respuestas que han merecido del Banco de la República. De otra parte lo que centrará mi
exposición en este oficio son solamente dos líneas de texto, las cuales se hallaban contenidas en
mi primera carta de Derecho de Petición, o sea la mencionada del 20 de febrero del presente
año.

Mis inquietudes y (o) preguntas concretas para el Señor Gerente General son las siguientes:

1. ¿A cuáles expertos (nombres) en materia tributaria consultó el Banco de la República,


en relación con la obligación de practicar la retención en la fuente sobre las pensiones
voluntarias, reconocidas por la entidad a sus ex-empleados que no contaban con las
edades consagradas en la Ley 100 de 1993, de acuerdo con lo anotado por el doctor
Salazar Posada en la carta DRH-01769?

2. ¿Están en la actualidad los servidores públicos o funcionarios de la Administración del


Banco, a quienes esa Gerencia general les delegó funciones administrativas, obligados a
obedecer actos que supuestamente ordenan otras entidades, los cuales, por su naturaleza
o sustentación indebida, pueden constituirse en violación de las leyes vigentes, o peor
aún de la Constitución Política?

3. ¿Está el Banco de la República, como ente administrativo que por cierto es, obligado a
acatar el orden jurídico que está representado en el debido proceso frente a personas que
puedan ser damnificadas por una medida que se vea abocada a ejecutar la entidad, en
obediencia de un concepto mal sustentado desde el punto de vista jurídico, expedido por
otra institución? En otras palabras, ¿Compete al Banco de la República el respeto a la
Ley en lo concerniente con sus actos administrativos, permitiéndoles a los afectados la
defensa de sus derechos, para lo cual debería sujetarse al protocolo correspondiente, el
cual se inicia con una notificación previa dirigida a los posibles afectados, y no con un
aviso, sin fórmula de juicio, poniéndoles de presente que les vulneró ya un posible
derecho mediante un acto administrativo? ¿En cuáles leyes o normas legales está
consignado que el ente Emisor esté exonerado de ese protocolo que se denomina “debido
proceso”?

4. ¿Los abogados del Banco o cualquier otro profesional de cualquier otra rama del saber o
la ciencia, adscrito al Emisor, revisó a conciencia el Concepto tributario 089507 de fecha
22 de diciembre de 2004 y sus argumentos legales para saber con certeza si la entidad
estaba obligada a acatarlo? ¿Cuáles fueron los nombres de tales funcionarios?

5. ¿Los funcionarios y los abogados del Banco leyeron bien mis escritos de Derecho de
Petición, o consideraron que la revisión de los mismos no era necesario porque ya
poseían grabadas en sus aparatos de cómputo las consabidas respuestas que se deben dar
a cualquier pensionado voluntario que acuda al Banco para ese menester?

6. ¿Está tras las actuaciones del Banco de la República, contrarias totalmente a Derecho, en
lo que concierne con los impuestos a las pensiones voluntarias de la entidad, las cuales
fueron gravadas mediante Concepto Tributario 089507 de diciembre 22 de 2004, el
Señor Ministro de Hacienda, doctor Alberto Carrasquilla Barrera, a sabiendas de que
según la Ley 31 de 1992 preside la Junta Directiva del Emisor, ocupó la titularidad de la
Gerencia Técnica del Banco entre 1993 y 1997, y a su vez la DIAN está adscrita al
Ministerio de Hacienda? ¿Siendo el Ministro de Hacienda y Crédito Público el único
conector o denominador común entre el Banco de la República y la DIAN, es quien está
orquestando a ambas entidades para que actúen “asociadas” contra los intereses de los
pensionados voluntarios del Banco de la República, no obstante que el citado concepto
089507 emitido por la DIAN no posee sustentación jurídica alguna para obligar tal
tributación sobre dichas pensiones?

Esta última información es muy importante para nuestra Asociación con el fin de
informar a los entes de control político del Estado, a los cuales ya solicitamos, en nuestra
calidad de simples ciudadanos damnificados por una medida injusta y abusiva, para que
se sirvan proceder a la citación conjunta de los señores Ministro de Hacienda y Crédito
Público, Gerente General del Banco de la República, Gerente Ejecutivo de esta entidad,
Subgerente Administrativo de la misma, Director de la DIAN, y al Jefe de la Oficina
Jurídica de la DIAN a fin de que expliquen ante dichos entes de control y de cara a la
Opinión Pública por qué fueron gravadas nuestras pensiones voluntarias sobre la base de
un concepto tributario vicioso. De todas formas, para el conocimiento del Señor Gerente
General, copias del presente oficio serán dirigidas en la fecha a los interesados.

La mayoría de las preguntas anteriores surgen precisamente de mi Derecho de Petición del día
20 de febrero del presente año, y de la respuesta que tuvo a bien corresponder el Banco de la
República, porque el suscrito sí tuvo el cuidado de revisar los sustentos legales en los cuales la
DIAN basó su Concepto 089507 de fecha 22 de diciembre de 2004, uno de los cuales
posiblemente me dio luz suficiente para exigir lo que transcribí arriba en relación con mi
Derecho de Petición citado, y quizás por un imperdonable error humano, o por una cadena de
actos de olvido, de parte de los directivos del Instituto, los pensionados voluntarios que aún no
tenemos las edades consagradas en la Ley 100 (55 años, damas, y 60, varones) para que nuestras
pensiones sean “exentas”, nos hemos visto muy perjudicados durante el tiempo que va corrido
del presente año, ya que todos los argumentos aportados por el Banco y el análisis cuidadoso del
esquema que representa esas actuaciones y sus correspondientes posiciones emanadas de sus
escritos, tiende a demostrar que el Instituto Emisor, a través de sus directivos, ha venido
procediendo en forma sistemática en contra de nuestros intereses, en clara asociación con la
DIAN, para entregarnos en forma desleal a ésta última entidad, en lugar de corresponder a la
lealtad que siempre le habíamos guardado y demostrado al Emisor, como nos correspondía a sus
ex-empleados en relación con el ex-empleador. Por eso, ese procedimiento de la mayor bajeza y
peor clase, que se ha experimentado contra nosotros, nunca lo esperábamos del Instituto Emisor,
de donde no salimos por mal comportamiento, sino gracias a un programa de retiro que
consideramos que era un justo premio a nuestra dedicación de muchos años y a nuestra
constante e ininterrumpida defensa de sus intereses, actitud que seguimos sosteniendo frente al
Instituto incluso desde el momento mismo de nuestro retiro y hasta inicios del presente año,
porque al interior del mismo quedaron muchos de nuestros amigos, quienes nunca han
reflexionado en que algún día no muy lejano también ellos tendrán la oportunidad de estar en el
retiro y se pueden ver sometidos a la misma situación de inferioridad nuestra, con la gran
diferencia de que nosotros siempre respetamos a nuestros pensionados, mientras fuimos
funcionarios activos de la entidad, y nunca nos abalanzamos como salvajes sobre ellos para
devorarles sus derechos, como aquellos sí lo están haciendo con nosotros. El Banco de la
República se convirtió, desde inicios de 2005, para un puñado de sus pensionados, en un
“enemigo” que asalta a sus amigos en la penumbra, y a traición nos conculca nuestros derechos
sin dar ninguna explicación válida y sin que nosotros nos la podamos dar porque jamás hicimos
algo en contra del Banco. Ese espíritu de solidaridad que siempre fue una constante entre los
pensionados y los empleados activos, en el Banco de la República, durante más de 75 años, fue
borrado de un solo golpe desde los albores del año en curso, sin que nosotros sepamos cuáles
son en la realidad los oscuros intereses que obligaron a nuestros ex-amigos no sólo a soltarnos a
la deriva, en medio de una tempestad, y ponernos a merced de un tercero, sino también a
agredirnos de la manera más canalla y alevosa; esperábamos que en justicia los actuales
funcionarios del Emisor tomaran nuestra causa como cosa suya, como siempre había sucedido,
pero quizás un espíritu oportunista se adueñó de sus conciencias y en lo que va corrido del
presente año nos han declarado una guerra sistemática e hipócrita porque lo que hacen contra
nosotros lo niegan a cada momento en que los interrogamos al respecto. Y, ¿por qué lo hacen?
Porque somos una minoría de ciudadanos que no tenemos sino la defensa de la Constitución,
cuyos parámetros y mandatos han olvidado nuestros atacantes, como si la DIAN y el actual
Banco de la República y sus respectivos funcionarios estuvieran exonerados por alguien del
cumplimiento de esos preceptos.

Es muy curioso que luego de que el Honorable Congreso de la República se hubiera opuesto a la
iniciativa del Poder Ejecutivo de generar gravámenes sobre la clase pensionada del país, la
DIAN, en cabeza en ese entonces del señor Mario Aranguren, se haya convertido en una especie
de cazador furtivo para acechar a las minorías de la clase pensionada, o sea a todos los
pensionados que gozábamos de pensiones del tipo “voluntario”, los cuales éramos las piezas
más débiles del “safari” tributario, para cebarse sobre nosotros, lo cual quizás configuró la
mayor venganza que se pudo realizar en contra de la clase pensionada de Colombia, y lo triste es
ser consciente de cómo se realizó esa maniobra, luego de la cual, desde el mes de abril o mayo
pasado, el citado ocupa la jefatura del Consulado colombiano en Curazao, luego de su retiro de
la Dirección de la DIAN con ocasión de un problema cardíaco. Más adelante me extenderé
sobre ese asunto.

El perjuicio que hemos sufrido los pensionados voluntarios del Emisor se ha visto agigantado
porque muchos hemos tenido que contratar equipos de profesionales de la Jurisprudencia para
que nos representen en procesos contra el Banco de la República, pero muchos de nuestros
compañeros no tienen ni siquiera el recurso para ello, por lo cual pudieran quedarse
indefinidamente sin defensa, y en tanto la Institución no ha hecho más que emprender acciones
sin sentido y quizás carentes de un espíritu ético objetivo, para dilatar dichos procedimientos
judiciales, una de cuyas características es responder de manera indefinida y sistemática los
mismos argumentos jurídicos, proceso mediante el cual sus funcionarios tratan de eludir su
responsabilidad, que ciertamente les corresponde, y atribuírsela de la manera más cínica a la
DIAN, organismo que al parecer tiene una patente de corso para seguir en forma indefinida sin
responder los Derechos de Petición que le cursan los damnificados; hasta el pasado día viernes 5
de los corrientes aún no había contestado un oficio que fue radicado en ese organismo por la
Asociación de Pensionados del Banco de la República el pasado 3 de junio; tampoco me explico
cómo se protege este organismo estatal, adscrito al Ministerio de Hacienda, del incumplimiento
de la Ley; en este caso del Código Contencioso Administrativo que le asigna a las entidades
públicas un plazo máximo para contestar dentro de los 15 días hábiles siguientes al recibo de un
Derecho de Petición.

Pasando al tema principal de este oficio, la razón que tengo para dudar de la legalidad del
gravamen impuesto a nuestras pensiones voluntarias, lo cual usted ya conoce porque le envié
copia de mi último Derecho de Petición remitido a la DIAN el pasado 29 de julio, del cual ese
organismo me negó sistemáticamente el “acuse de recibo”. Su copia la recibió con éxito el
servidor informático del Banco; dicha razón es la siguiente, y es muy fácil de detectar para
cualquier lego en el Derecho, como lo soy yo:

El tan mencionado Concepto 089507 de fecha 22 de diciembre de 2004, el cual debe conocer
usted, y si no lo conoce, lo podrá usted observar en el siguiente vínculo de la Internet:

http://www.dian.gov.co/Dian/1316Doctrina.nsf/d2345e735f91c10e05256ee00073f936/15c62bbea24b42b405256fb1005cf207?OpenDocument
acudió al numeral 5.4 de la Sentencia T-466 de 1999, de la Honorable Corte Constitucional,
para demostrar la existencia, desde el punto de vista legal, de las pensiones voluntarias, pero por
un olvido, que me atrevo a creer que fue involuntario, la DIAN omitió un fragmento de aquel, el
cual pudiera haber variado en forma sustancial la condición jurídico-tributaria de tales
pensiones, y derivar en una conclusión o tesis contraria a la “demostrada” por esa entidad; en
otras palabras, que nuestras pensiones voluntarias pudieran ser no gravables, lo cual de hecho
entrañaría una duda sobre la legalidad del citado concepto tributario. A continuación me
permito transcribir el mencionado numeral 5.4 de la T-466/99, que hace parte del numeral
romano “II. Consideraciones de la Corte Constitucional”; cabe anotar que el fragmento que el
suscrito transcribe en negrilla fue el que se le olvidó a la DIAN, sin que por ello pueda yo
efectuar juicio alguno pertinente a la voluntariedad o no de hacerlo, lo cual deberá ser
investigado por los organismos competentes, los cuales darán la última palabra sobre ese
particular:

“5.4. Así mismo, se admitió la existencia de la pensión de carácter voluntario, definida por la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral (sentencias de la Sección Primera
de abril 2 de 1986, septiembre 30 de 1987 y diciembre 5 de 1991, entre otras) como aquella que
puede reconocer el patrono al trabajador, cuando éste no tiene los requisitos para la pensión
legal, condicionada o no a la ocurrencia de un evento. Evento que generalmente consiste en el
reconocimiento por parte de la entidad de seguridad social de la pensión de vejez. Pensión
voluntaria que, en términos de la mencionada jurisprudencia, merece las mismas garantías
que una pensión de jubilación o vejez.”

Esto fue lo que nos dejó el doctor Mario Aranguren antes de partir para las Antillas Holandesas.
No puedo creer que tantos abogados de planta del Banco y tantos asesores y expertos tributarios
que contrató la entidad, al decir del Señor Director de Recursos Humanos del Instituto, quienes
hasta la saciedad debieron estudiar todos los pormenores involucrados en el asunto del
gravamen ordenado para nuestras pensiones voluntarias, hayan sido tan descuidados, que no se
hayan dado cuenta de semejante detalle tan fácil de notar, para lo cual no se necesita ser
abogado; sólo basta con saber leer; de lo cual se pudiera deducir que dos sólidos fortines
económicos estatales, llamados Banco de la República y DIAN, cuyo denominador común es el
Señor Ministro de Hacienda y Crédito Público, Presidente de la Junta Directiva del Emisor y
superior jerárquico natural de la DIAN, ya que, como antes lo señalé, éste organismo se
encuentra adscrito al Ministerio bajo su encargo, se hayan empeñado en menoscabarnos
económica y moralmente, porque constituimos la parte más débil e inerme de un conflicto que
partió de la aplicación de una norma tributaria que atropelló, quizás en forma involuntaria, la
única defensa que tienen las comunidades marginadas del país, cual es la Constitución Política
de 1991, la cual sigue incólume en nuestros días.

Si bien es cierto que en el transcurso del presente año, tanto la DIAN como el Instituto Emisor,
han tratado de darles un vuelco a nuestras pensiones voluntarias o “especiales”, y han buscado
degradarlas colocándoles todo tipo de calificativos de los cuales nunca habían gozado en los
once (11) años anteriores – “precoces”, “anticipadas”, “no convencionales” - jamás pudieron
éstas perder su principal atributo que es precisamente “voluntarias”, ya que el mismo Banco de
la República por más de que le haya colaborado a la DIAN, como si fuesen una sola entidad, en
este vergonzosa maniobra, creo yo que por ningún motivo pudiera cambiarles ese atributo por el
contrario, ya que decir que fueron “involuntarias” equivaldría a reconocer una falta de la mayor
gravedad en contra de esta pequeña comunidad y asimismo de los intereses del Banco, porque
ello pudiera derivar en que nuestras pensiones otorgadas en el intervalo comprendido entre los
once (11) años anteriores al presente pudieran ser algo así como un “despido injusto”, lo cual,
dado el enorme tiempo transcurrido, si para ello funcionara la justicia en forma adecuada, se
convertirían de inmediato en pensiones convencionales, lo cual las haría exentas, de acuerdo con
el citado concepto 089507, de por sí “cojo” y “tuerto”, legalmente hablando, cuya tesis sigue
apoyando tan desinteresada y tan férreamente el Banco Emisor, lo cual aunque parezca
imposible, es la más palpable realidad. Pero, fíjese cómo es la vida y los tiempos que nos ha
tocado en suerte vivir: El Banco de la República le hace eco a la DIAN en el sentido de que
nuestras pensiones son voluntarias, y por ello son gravables, y acepta sin ningún análisis, o sea
como una especie de “dogma de fe” lo que le impone este último organismo, y dentro de lo que
ésta impone se encuentra un concepto tributario que mutila un texto legal; es más, una Sentencia
de la Corte Constitucional que se identifica como la T-466/99, cuyo documento descargué de la
página de “Juriscol”, precisamente administrada y quizás de propiedad del Banco de la
República, a fin de compararlo con el “soporte legal” que sustenta el tan mencionado Concepto
089507, y encuentro desde el día 18 o 19 de febrero del año en curso semejante novedad, que no
tiene parangón quizás en la historia jurídica de nuestro país, porque si la DIAN hubiera trascrito
la integridad de aquel texto legal, no hubiera podido concluir que las “pensiones voluntarias”
son gravables, sino todo lo contrario, y vuelvo a hacer énfasis en ese texto a continuación:
“…Pensión voluntaria que, en términos de la mencionada jurisprudencia, merece las mismas
garantías que una pensión de jubilación o vejez.”. Y con todo y lo que he recalcado sobre ese
particular al Instituto Emisor, desde hace casi 6 meses, los directivos subalternos del señor
Gerente General no me creen, o se tapan los ojos antes de que su vista pase por encima de esas
dos líneas y sólo aciertan a decir de la manera más cínica que el Banco de la República tiene la
obligación de cumplir el mandato “legal” de la DIAN, y sólo dejará de practicarnos la retención
en la fuente cuando la DIAN reconsidere su sabio concepto porque hoy en día los funcionarios
del Banco se volvieron tan cumplidores de sus “deberes” que por temor a alguien o por
cualquier otro motivo baladí que no atiende a los principios objetivos ni a la ética, están en la
misma situación de aquellos soldaditos que disparaban y mataban a la gente inocente porque
“Mi Mayor me lo ordenó” y por eso nada les pasaba, pero el “Mayor” sí era requerido en juicio
y lo condenaban, porque toda la responsabilidad era suya y no de ellos. Creo que eso ya no
puede salvar a quienes efectivamente disparan y matan a la gente inocente. Fíjese usted que sus
directivos subalternos quizás creen que usted es realmente quien va a ser condenado y no ellos,
o que su gran poder los va a salvar, porque están asociando al Banco de la República con la
milicia de antaño. Y qué sucede mientras nosotros no somos escuchados; no se ha dado usted
cuenta cuántos carritos viejos de modelos de más de quince años, cuántas casitas y cuántas cosas
más tendrán que vender esos pensionados voluntarios, y eso que sólo me refiero a quienes
tenemos algo, pero no se puede imaginar usted que en esa comunidad pueden existir familias
grandes que para sufragar ese injusto impuesto han tenido quizás hasta que disminuir los gastos
de la comida. Y ¿cuándo reconocerá la DIAN que nuestras pensiones no pueden ser gravadas,
simplemente porque su funcionario de la Oficina Jurídica perdió quizás ese día sus gafas y se le
olvidó anotar en ese concepto una “bobadita”?, y por eso, con mucha pena, dirá al oído de
ustedes que les autoriza cesar la práctica de la retención en la fuente para las mesadas
pensionales de los jubilados “anticipados”, y nada ocurrirá porque para eso existe en este país
esa “varita mágica” que se llama impunidad; porque cierto es que las leyes pareciera que se
hubieran hecho para las minorías, o como dicen tan frecuentemente, “para los de ruana y
carriel”, y que me excuse el doctor Álvaro Uribe Vélez, porque tanto a él como a mí nos gusta a
veces estar ataviados de esa forma para recordar a los arrieros paisas de los cuales portamos su
sangre, lo cual para ambos, se constituye en uno de los mayores motivos de orgullo.

¿No cree usted que este caso sobre el cual me he extendido tanto se puede convertir en un
trágico antecedente y ya de por sí, por sus circunstancias y consecuencias, pudiera ser un triste
presagio referido a un futuro inmediato, cuando un Estado abusivo obre en contra de sus
ciudadanos indefensos, mediante el atropello sistemático de sus derechos constitucionales, no
para hacer lo que el buen juicio aconseja; esto es para repartir la riqueza entre sus gentes, sino,
por el contrario, o sea para repartir la pobreza entre las clases marginadas? Abriendo un
paréntesis en este escrito, le quiero reconocer que una de las grandes cosas que obtuve con mi
retiro del Banco, así fuera mediante una pensión “anticipada”, como ustedes le dicen ahora, es
que realmente las únicas cosas que me aburrieron mucho durante los casi 24 años que estuve al
servicio del Emisor fue el verme obligado a usar corbata, porque yo soy un poquito montañero,
y que jamás pude hablar a mis anchas de política, en cumplimiento de mis deberes como
servidor público y de las normas y leyes que regulan la materia.

Lo cierto es que no sobra reiterarle que nuestras pensiones gozan de todas las garantías que
tienen tanto las convencionales como las de vejez (o de Ley 31 de 1993), como lo anota la T-
466/99, sentencia que fue emitida por la Honorable Corte Constitucional; en otras palabras,
pudiera ser que esa Altísima Corporación les diera el derecho o la garantía constitucional a la
igualdad, y en consecuencia cualquier gravamen que se les aplicara las haría gozar (o sufrir) de
una condición de inequidad o discriminación en relación con las de vejez, las cuales no están
gravadas en la actualidad. En tales condiciones, los beneficiarios de esas pensiones voluntarias
gravadas estaríamos en desigualdad de condiciones en relación con la mayoría de los demás
pensionados de las entidades o las empresas de nuestro país, reconocimiento que surge de la
lógica o del sentido común de cualquier ciudadano que esté en capacidad de leer ese simple
texto resaltado, que es el que le da cabal sentido a la idea que no fue tenida en cuenta por la
DIAN en su concepto de diciembre 22 de 2004. Lo que yo he dicho aquí no me lo estoy
inventando; lo he visto en los textos legales legítimos, a los cuales no les he pasado el borrador
ni les he hecho ninguna enmendadura para que me den la razón que deseo que me sea
reconocida, porque mi proceso ha sido al revés; me he amparado en los textos para tratar de ver
lo que realmente quieren decir, lo cual o me entraña dudas o me permite afirmar verdades.

Lo anteriormente expuesto me da alguna autoridad para poner en duda la legalidad de la medida


de gravar sólo unas pensiones del conjunto general integrado por todas las clases de pensiones
legales existentes, llámense éstas extra-legales (de Convención o voluntarias, o “anticipadas”) o
legales (de Ley), ya que aquí no hace falta citar casos de pensiones ilegales.

Dentro de la misma idea yo también me pregunto: ¿Nunca analizaron los prestantes abogados
del Banco o sus asesores todos los preceptos legales emanados de la Jurisprudencia de las Altas
Cortes en relación con la obligación constitucional que expresa que el Estado está en la
obligación de preservar el poder adquisitivo de las pensiones? No me extiendo más sobre tal
particular porque no quiero hacer interminable este oficio, ya que tendría que transcribir muchos
textos legales y entrar en la polémica para alegar que ciertamente existe una gran diferencia
entre lo que es un salario y lo que es una pensión, en lo tocante a ese poder adquisitivo dentro
del marco tributario. Lo que sí no puedo dejar de anotar es que en mí época de estudiante
existía una materia que se llamaba “Cívica”, y estaba dentro del catálogo de materias
obligatorias para el quito año de bachillerato, cuyo estudio hacía que cualquier muchacho de 16
o 17 años, por más “maquetas” que fuera, ya conociera al menos cuáles eran sus derechos y sus
obligaciones constitucionales, y eso que aún estaba vigente la Constitución de 1886, obviamente
reformada para que se adecuara a las necesidades de un país moderno. Ese recuerdo me genera
una honda extrañeza en relación con lo que me demuestran los actuales acontecimientos, donde
las actitudes y el obrar de los funcionarios del Banco Emisor están poniendo de presente que
éstos no conocen siquiera cuáles son los derechos del ciudadano y cuáles sus deberes, y estamos
frente a una nueva Constitución diseñada con mucho esfuerzo y con mucho estudio por parte de
los constituyentes que intervinieron en ese magno proyecto que adecuó las leyes no sólo de
acuerdo con las necesidades de esta época sino para las futuras. Esto sí debe darles mucha
vergüenza a tales funcionarios, porque yo siempre creí que cualquier empleado de una empresa,
ya sea pública o privada de este país, debería someterse a un examen previo sobre ese tema,
antes de poder ser vinculado a cualquiera, ya que creo que es un mandato de obligatorio
cumplimiento conocer siquiera la Carta Política y saber a qué se debe atener cualquier
ciudadano en su relación con los demás y frente al Estado. Por eso yo lo invitaría, Señor
Gerente General, a que se dicte un curso sobre ese tema en la Institución a su buen encargo; eso
sería muy importante para el futuro, y se lo digo, no por “resentido”, como a veces nos dice la
gente que obra mal a quienes aún tenemos principios, porque aún quiero a esa noble entidad, tan
maltratada por quienes hoy son su directivos.

En tales circunstancias, pienso que los directivos del Banco obedecieron ciegamente y en forma
carente de toda lógica y madurez jurídica, una norma simple, llamada Concepto Tributario
089507 de fecha 22 de diciembre de 2004, que en esencia debería comulgar con las leyes
vigentes, y con mayor razón con los preceptos o garantías constitucionales, ya que las sentencias
de la Corte Constitucional, hacen tránsito a Norma de Normas, o sea a Constitución. De otro
lado, la indiscutible mala actuación de los abogados del Banco al empeñarse en sostener una
posición que pudiera ser totalmente antijurídica y por ello carente de ética, obligó a la entidad al
incumplimiento del debido proceso administrativo y a la violación sistemática del derecho que
tenemos los pensionados voluntarios, a defender nuestras garantías constitucionales (fueran
éstas absolutas o relativas), y en consecuencia la solicitud que le hice al Banco de la República
el pasado 20 de febrero no pierde méritos, y con el respaldo constitucional y legal que ampara a
cualquier ciudadano, la vuelvo a hacer en cabeza del Representante Legal del Instituto Emisor,
pero ya más extensa:

En atención a lo anteriormente expuesto, sírvase ordenar a quien corresponda sean devueltas a la


mayor brevedad las sumas íntegras que por concepto de retenciones en la fuente ha practicado
durante el presente año el Banco de la República a cada uno de sus pensionados voluntarios que
aún no habíamos cumplido las edades consignadas en la Ley 100 de 1993 el día 1 de enero de
2005, avisar a la DIAN de conformidad con lo que el suscrito se vio abocado a realizar ante ese
organismo, sobre lo cual posee usted la copia respectiva de mi Derecho de Petición enviado a
esa entidad, ante el temor de sus funcionarios de entrar en divergencia con tal entidad, sobre lo
cual le agradecería informar si usted dio personalmente esa orden, lo cual los convirtió en
coautores de las acciones que se cernieron sobre nosotros. En vista de que los funcionarios del
Banco de la República que desoyeron mis argumentos y apoyaron irrestrictamente, y de manera
voluntaria, el concepto 089507, el cual es vicioso y antijurídico, le solicito asimismo en nombre
de toda la comunidad de pensionados voluntarios del Banco de la República, cesar en la práctica
de la retención en la fuente sobre nuestras mesadas pensionales, las cuales son exentas por
garantía constitucional, y ordenar las indemnizaciones correspondientes, por perjuicios de orden
económico, moral y de salud, y asimismo poner en conocimiento de las autoridades competentes
las denuncias pertinentes sobre la actuación de sus funcionarios subalternos, de la DIAN, y si es
del caso la suya propia, quienes con su actitud se aprovecharon de personas inermes y de sus
familias, obraron en contra de los derechos fundamentales de las mismas, y dejaron de cumplir
con sus obligaciones constitucionales consagradas en el Artículo 95 de la Carta Política. De
otro lado le agradecería, en su calidad de Represente Legal del Banco de la República abrir e
impulsar los procesos disciplinarios de los implicados, por acción o por omisión, en esa delicada
situación, y tener en cuenta que la Ley consagra la obligación de la acción de repetición contra
los mismos, en el evento en que una entidad de derecho público como lo es el Banco de la
República, se vea perjudicada en sus intereses económicos por la negligencia o las acciones
contrarias a la Ley realizadas por sus empleados, los cuales tienen la calidad de servidores
públicos. De ahí que en su defensa tampoco se podrán utilizar dineros públicos del presupuesto
de la entidad. También le agradezco tener en cuenta en sus denuncias que los funcionarios que
actuaron ciegamente en el acatamiento de ese concepto tributario 089507 de diciembre de 2004,
violaron el protocolo legal del debido proceso, puesto que practicaron la medida de la retención
en la fuente, sin mayor análisis de los sustentos legales del citado concepto, y el aviso a los
damnificados con ese acto fue en simultaneidad con la ejecución del mismo, el cual los despojó
de un derecho, sin que mediara una notificación al respecto a fin de darles la oportunidad de
defender dicho derecho; en otras palabras, esta acción configuró un atropello al derecho que
tiene todo ciudadano, que es controvertir una medida dañina antes de que sea aplicada, y en
consecuencia tal acto administrativo se constituyó en una especie de fallo imperfecto en
Derecho, lo cual deriva en “caso juzgado”, por la negación explícita del derecho a la defensa de
la contraparte, con lo cual esos funcionarios del Banco usurparon funciones que sólo
corresponden al Poder Judicial, lo cual puede constituirse en un ultraje a dicho Poder del Estado.

Yo lo invitaría a reflexionar sobré qué le hubiera pasado a un ser de raza de color, a un mulatito
iletrado, a un típico campesino colombiano mueco, a un habitante del sur de esta ciudad, a un
pobre vendedor ambulante del Guayaquil antiguo en Medellín, a un joven que vende cigarrillos
y dulces en la esquina, donde se ubica un semáforo, o a cualquier otro individuo que nunca
contó con la suerte que tuvimos usted o yo, si llegara a cometer cualquier mísero delito, que
sería casi una travesura, comparada con la gravedad de los cargos que pudieran analizarse en
este largo oficio. ¿No es cierto que toda la sociedad lo repudiaría y quizás hasta diría “negro
tenía que ser”, o cualquier otra bestialidad por el estilo, que en sí atropella la Carta Política, y la
gente se abalanzaría sobre él y tendría que pagar casi que con su vida por lo que hizo? Esa es la
realidad de esta hipócrita sociedad, y ese es quizás uno de los motivos por los cuales nuestro
país nunca saldrá del subdesarrollo, ni de la violencia, ya que cierto es que lo que he relatado en
este largo oficio puede ser más grave en términos de violencia que una acción de la guerrilla,
porque supuestamente quienes han participado en este atropello a la razón y al derecho ajeno
son supuestamente personas civilizadas, pero también han colaborado a la misma causa, ya que
no solo es violencia lo que hacen los guerrilleros sino lo que hacemos las personas “cultas”
cuando ponemos en alto riesgo la salud moral y física de nuestros conciudadanos en aras de una
simple ambición o de no contrariar al más fuerte, y muy cierto es que se incurre en actos
violentos no sólo por acción sino por omisión, tanto en el campo como dentro de una burocracia.

Y ya para concluir este documento le quiero comunicar que la Asociación de Pensionados del
Banco posee conceptos de abogados en el sentido de que al ser nuestras pensiones “anticipadas”,
de conformidad con los repetidos conceptos que en ese sentido ha expresado el Banco de la
República, en unísono con la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, DIAN, durante lo
que va corrido del presente año, cosa que nunca expresó la entidad en ningún momento en los
anteriores once (11) años, los aportes por salud nuestros debieron ser compartidos entre la
entidad empleadora y sus pensionados que acatamos el programa de retiro mediante pensión
voluntaria durante el período comprendido entre los años de 1993 y 2004, y hasta tanto
cumplamos las edades consagradas en la Ley 100 de 1993, lo cual obviamente es extensivo a
quienes cumplieron esas edades durante el mencionado lapso, ya que para efectos de ese aporte
parafiscal nuestras pensiones “anticipadas” son asimilables a salarios. En tales condiciones
nuestros aportes del 12%, los cuales hemos sufragado en su totalidad, como si fuésemos
pensionados por Convención Colectiva o por vejez, no han debido ser liquidados de esa forma, y
en atención a tal situación es posible que el Banco de la República nos esté adeudando el 8% de
esas sumas, a valor presente, ya que sólo nos correspondería sufragar el 4%, por lo antes
expuesto, y hasta tanto no cumplamos las edades de Ley, no sería legal que asumiéramos la
totalidad de tal aporte. Me imagino que ello le puede llegar a significar a la entidad a su buen
encargo varios miles de millones de pesos, pero sólo ustedes podrán cuantificar el real monto, en
el evento en que sea confirmada dicha posición.

De todas formas estamos a la espera de que las entidades correspondientes homologuen, o no,
dichos conceptos para proceder, o no, a reclamar al Banco la devolución del mayor valor
asumido por nosotros desde el año de 1993, a valor presente. Fíjese como son las entidades del
Estado: acudí a ellas para obtener ese concepto por la línea más ágil que suministran al
“usuario”, y me anunciaron que me darán respuesta dentro de 30 días hábiles, plazo que
representa el doble del tiempo que tendrían si yo hubiera acudido con un oficio de Derecho de
Petición para ese menester. Por ello le agradecería colaborarme ordenándoles a sus funcionarios
subalternos que se pusieran en contacto directo con esas entidades para solicitarles esa
información, la cual no creo que les demore más de media hora en contestarla. Afirmo lo
anterior porque yo también fui funcionario del Emisor y sé cuan ágiles son esas entidades
cuando se trata de responderle al Instituto. Esta realidad es la que tiene que enfrentar un simple
ciudadano, y eso que supuestamente los anteriores Gobiernos le dieron un “golpe mortal” a esos
procesos burocráticos de las entidades del Estado.

Sin otro particular me suscribo de usted,

Atentamente,

CARLOS ALBERTO RAMÍREZ DOMÍNGUEZ


Ingeniero Mecánico – U. P. B.
C. C. núm. 8.315.023 de Medellín
caramirez@cable.net.co

Copias: Asociación de Pensionados del Banco de la República


Equipos de apoderados
Pensionados voluntarios B. de la R. afectados, indiscriminados.

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