You are on page 1of 40

Paul Gamarra Yánez

La Persona en la Política

Jacques Maritain

El Humanismo Integral
de Jacques Maritain

El Cristiano en la Política
Konrad Adenauer Stiftung
Av. Arica 794, Lima 18
Telf: 445 8087 Fax: 445 9374
konrad@kas.org.pe www.kas.org.pe

Instituto de Estudios Social Cristianos


Bolívar 298 Of. 301 Lima 18
Telf: 242 1698 Telefax: 444 4922
institu@terra.com.pe www.iesc.org.pe

Diseño de Carátula y diagramación:


Ricardo Cateriano Zapater

Primera Edición: Junio 2005

Depósito Legal

Impresión: Roel
Impreso en el Perú
PRESENTACIÓN

La discusión sobre el totalitarismo parece pertenecer más a la


agenda filosófica del occidente europeo y norteamericano que a la
de Latinoamérica, de hecho existen varias razones para pensar que en
Latinoamérica no han existido gobiernos totalitarios. Sin embargo,
en virtud de la situación planetaria que vivimos desde aproximada-
mente quince años y en virtud de que la globalización tiende a ser
cada vez más y sólo económica es preciso pensar en su concepto, en
el hecho que ello implica y en la teoría que gesta.
Estamos lejos de una tarea semejante, sin embargo el presente
texto quiere servir como prisma que permita vislumbrar y reflexionar
este particular tema político, y es un intento que busca afirmarse des-
de la perspectiva comunitaria y personalista de Jacques Maritain. A
su manera, intenta también volver a pensar las ideas de este filósofo
cristiano que resultan de gran importancia cuando abordamos los te-
mas de la libertad, la globalización y la acción política,
Jacques Maritain es actual porque también cuestiona el proyec-
to moderno como muchos otros pensadores, pero él nos invita a reto-
mar las ideas de Santo Tomás de Aquino, en general nos invita a
volver sobre las discusiones metafísicas que se eclipsaron con el ad-
venir de la modernidad, más preocupada por el conocimiento y la
ciencia. Así, podríamos decir que sus ideas oxigenan el espacio tira-
nizado por la tecnología. Además, en una época marcada por la ma-
nipulación de la información captó en su verdad la intuición nihilista
de Nietzsche sobre el presente del hombre, y la necesaria asunción
del «desierto» como plataforma cultural sobre la cual desarrollar la
actividad política.
Es actual por que es una voz que parece acercarnos al paradig-
ma de La Verdad en el concierto desafinado de la fragmentación y el
relativismo, sin que ello suponga una dogmática vuelta a la unidad. Y
es que la verdad que traslada en su vida y pensamiento lleva la marca
de las enseñanzas de Cristo Jesús, de la unidad de Dios entre los
hombres. Lo que no significó que no abriera caminos para la filoso-
fía que vislumbre en La Unidad el principio de la solución de los
problemas de injusticia. Los caminos están abiertos y es preciso
recorrerlos.
Es, finalmente, de gran actualidad e importancia hoy, en que el
valor absoluto de la persona, la familia y el Bien Común, se hallan en
crisis. Podríamos resumir su actualidad diciendo que Jacques Maritain
ha indicado la raíz de los males del hombre contemporáneo y su po-
sible solución. En ese sentido afirmamos que es verdad que el fantas-
ma ideológico totalitario parece haber desaparecido, sin embargo tal
vez este ha tomado nuevas formas, formas que en Trieste, el cardenal
Joseph Ratzinger, ahora nuestro papa Benedicto XVI, llamó mitos de
la política: «Tras la caída de las grandes ideologías, los mitos políti-
cos hoy se presentan de manera menos clara, pero existen también
ahora formas de mitificación de valores reales, que parecen creíbles,
precisamente porque se anclan en auténticos valores, pero justamente
por eso son peligrosos, pues unilateralizan estos valores de una ma-
nera que puede definirse mítica. Diría que hoy hay tres valores domi-
Jacques Maritain: La persona en la política

nantes en la conciencia común, cuya unilateralización mítica repre-


senta, al mismo tiempo, un peligro para la razón moral de hoy. Estos
tres valores mitificados continuamente de manera unilateral son el
progreso, la ciencia, la libertad». Consideramos que las enseñanzas
de Jacques Maritain iluminan al pensador que quiera ser consciente y
crítico de este presente horizonte de pensamiento y acción.
Este texto es el resultado de dos conferencias dadas entre los
meses de abril y mayo de 2005 y que giraron en torno al pensamiento
de Jacques Maritain. Al decir esto parece que hubiéramos abordado
la totalidad de su pensamiento, pero nuestra tarea ha sido modesta en
los medios: tan solo no hemos referido al texto integro de «Humanis-
mo Integral» y a algunos otros textos del filósofo francés.
Esta labor de estudio y difusión ha sido posible gracias al
Instituto de Estudios Social Cristianos, su biblioteca «Pedro
Planas» y a la Fundación Konrad Adenauer, que con su valioso
auspicio hace posible que esta iniciativa llegue como material
de lectura a los participantes de nuestros Seminarios de For-
mación Social Cristiana.

Paul Gamarra Yáñez

6
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

EL HUMANISMO INTEGRAL
DE JACQUES MARITAIN

Nuestra época. ¿Existe una imagen que nos haga ver con sufi-
ciente claridad nuestra condición en estos tiempos? ¿Algo que, aun-
que borrosamente, nos conduzca por los laberintos de nuestra situa-
ción? Tal vez sirvan como elementos propiciatorios de lo que hoy
queremos pensar y decir las no tan lejanas imágenes que nos legaron
Nietzsche como Orwell.

El viajero, que se llamaba La sombra de Zarathustra, recuerda


una vieja canción de sobremesa compuesta por él entre las hijas del
desierto. Por amor a tales mujeres, «profundas, pero sin pensamien-
tos», empieza el viajero «con una especie de rugido: El desierto cre-
ce. ¡Ay de quien dentro de sí cobija desiertos!»

Tras la muerte de Dios no existe otra realidad para la humani-


dad que el desierto, la nada a la que aspira el hombre que lo mató, el
apetito voraz de poseer y dominar para nada, por el goce ínfimo de sí
mismo. Nietzsche anunciaba con su canto la desolación de un mun-
do sin Dios, el desierto de las guerras, la soledad de las mentiras, el
vacío de las almas como cuartos confortables pero sin habitantes. Se

7
Jacques Maritain: La persona en la política

trata de la enfermedad de una época, de la que parece no se ha cura-


do. ¿Pero hay acaso una medicina? Al ver los desastres a que ha
conducido el proyecto moderno puede sobrevenir la desesperación,
pero esta no anula el desierto, lo proyecta aún más.

Orwell no es tan sofisticado. Detrás de su denuncia no hallamos


una metafísica que se cuestiona a sí misma sino una pregunta por el
futuro del hombre en un contexto totalitario. Es verdad que Orwell
está pensando en el totalitarismo socialista, pero bien serviría la ima-
gen que nos proporciona para cuestionar cualquier totalitarismo.

En 1984, una obra escrita en 1949, observamos a Winston lite-


ralmente. Compartimos la mirada con el Gran Hermano, y reduci-
mos los espacios de intimidad de este trabajador a nada. Libertad y
autonomía son difuminados por el ojo que todo lo ve. La mirada del
otro de estos tiempos congela, objetiva, quiere atrapar para no dejar-
se sorprender. No hay verdadero poder si no hay control. Desde un
cuarto imaginario, el Gran Hermano controla los movimientos de
los hombres, sus lecturas, sus paseos, hasta sus emociones, todo se
observa para ser sometido al control.

O’Brien, uno de los miembros del partido que sirve al control


lo dice enfáticamente: «A la vida la dominamos nosotros, Winston,
en todos sus aspectos. Se deja Ud. llevar por la idea de que existe la
llamada naturaleza humana, la cual – cree Ud. – acabará por reaccio-
nar contra nosotros al ser vulnerada en sus leyes. Pero la naturaleza
la creamos nosotros. El hombre es un ser infinitamente maleable. Si
Ud. cree ser un hombre, Winston, considérese como el último ejem-
plar de esa especie. A esa especie la hemos sucedido nosotros.»

Winston luchó, dio batalla, pero al final sucumbe como los otros,
tal como nos lo cuenta Orwell: «Dos lágrimas perfumadas de Gine-
bra le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo

8
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

alcanzaba la perfección, la lucha había terminado, se había vencido a


sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.»

El pesimismo de Orwell parece no haber tenido sentido sobre


todo cuando todos observamos caer el muro de Berlín. Aquella ideo-
logía totalitaria, no era una pesadilla, fue tan real como los campos
de exterminio nazi. Pero entonces ¿vencimos? ¿Winston ha sido re-
dimido tras el fin de las ideologías?

Tal parece que la estructura de control permanece a pesar de


que no halla un alguien, una idea, un plan que gobierne y controle. El
desierto sigue creciendo, y si bien pudo tomar la forma de un estado
todopoderoso que decide sobre la vida de los individuos, ahora tiene
otras formas, ahora que desde algunos sectores se deja escuchar con
cierto optimismo desconcertante que ha vencido el capitalismo.

Es verdad, en términos generales vivimos la hegemonía de una


manera de entender la justicia y la libertad. Democracia y economía
de mercado parecen ser los ejes que después de la segunda guerra
mundial establecen las coordenadas para definir el bienestar de los
pueblos.

Sin embargo, y a pesar del desarrollo alcanzado por las más


grandes potencias en estos ámbitos políticos y económicos, las dife-
rencias sociales entre los países poderosos y los subdesarrollados
son substanciales, tan importantes que afectan la misma vida pacífi-
ca de los pueblos. El triunfo del liberalismo trajo consigo, y de for-
ma acelerada cambios para los cuales no se ha estado preparado, y
aun no se asimilan.

Hay algunos que piensan incluso que la historia ha llegado a su


fin. Pero esto no servirá sino para confirmar que tal vez estamos bajo
otra forma totalitaria, aquella invisible y todopoderosa que marcha

9
Jacques Maritain: La persona en la política

al margen de la voluntad de los pueblos, y que sin embargo obliga en


un sentido aunque no siempre favorezca. El espacio de las decisio-
nes políticas se ha visto sensiblemente reducido. Estamos tal vez ante
el inicio de una nueva era: la era planetaria, aquella en que los pue-
blos ya no pueden caminar solos sino que las decisiones de otros
afectan poderosamente su accionar. Es la globalización. Las demo-
cracias que añoran tiranías parecen ser democracias que en el fondo
no han podido asimilar el nuevo status en el que se encuentran, y en
el que la autonomía se halla en cuestión.

No habiendo ideologías, pues estas tienen el lastre del pasado


que las condena, ¿hay alternativas al liberalismo? ¿Es posible pensar
en formas de gobierno no democráticas y sin embargo no totalita-
rias? ¿Podemos pensar en un orden social sin tener que asumir que
hay que dejar que este se construya solo? Tal vez estas preguntas se
puedan responder asumiendo la cuestión de la democracia. ¿Qué
democracia queremos? ¿Podemos mejorar la que tenemos?

O, asumiendo que ha sido la libertad la bandera que ha condu-


cido a los hombres a este estadio de su desarrollo, y que ella supone
una concepción del hombre, podemos preguntar de manera más fun-
damental: ¿qué clase de hombre queremos como sujeto y fin de nuestra
democracia? ¿Qué es el hombre? Finalmente.

Esta pregunta no es nueva. Se halla a la base de las concepcio-


nes políticas modernas. Y una idea del mismo nos viene desde el
pensamiento antiguo. Pero es nuestra experiencia cristiana la que nos
ilumina mejor a la hora de pensar en su naturaleza. Dios, que se hizo
hombre como nosotros, que murió para salvarnos de la muerte, nos
ha entregado con su vida las claves para conocernos a nosotros mis-

10
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

mos. Esta elección no es arbitraria, y no es nuestra elección. Hay


elementos que son extraños para el pensamiento moderno, y que sin
embargo, pueden todavía ser objetos de experiencia. Tal es la gracia.

Antes de la segunda guerra mundial, y en el contexto del debate


ideológico de entonces, el filósofo francés Jacques Maritain, apare-
ció en la escena intelectual pensando en el hombre pero a partir de
una crítica al pensamiento moderno, y de una asunción del modo de
vida cristiano.

Es decir, Maritain se inscribirá desde ya en lo que hoy se conoce


como crítica de la modernidad. Pero la novedad en él es que no pre-
senta una opción reformista. Vale decir, no parece decirnos que el pro-
yecto moderno esta inconcluso y que lo mejor sería llevarlo a su cul-
minación. Tampoco, como los llamados postmodernos, se despide de
toda la modernidad, pues valora y busca integrar lo diverso que de
respuestas al problema social hay. Para entender su pensamiento, in-
tentaremos en primer lugar señalar algunos rasgos de su vida que han
influido en su pensamiento, en segundo lugar, hemos escogido una de
sus principales obras: Humanismo Integral, con el fin de que a partir
de lo que ahí nos dice comprendamos: su filosofía de la historia, su
concepción del hombre, y finalmente su filosofía política. Esta última
tarea la hemos reservado para un futuro encuentro.

Jacques Maritain nació en París en 1882, desde joven mostró


gran sensibilidad social como apetito por lo absoluto. La posibilidad
de hallar un camino a él se la brindará Bergson. Pero su mayor in-
fluencia vendrá de manos de Léon Bloy, pues es él quien introdujo a
Maritain y su esposa Raïssa en el catolicismo. Cabe señalar si em-
bargo, que previamente Maritain había sido bautizado protestante, y
es de resaltar esto en virtud de lo que habría significado para él cues-
tionar a Lutero.

11
Jacques Maritain: La persona en la política

La decisión de optar por la filosofía y el cristianismo en un


mundo seducido por la ciencia, la técnica y la ideología materialista
nos lleva a imaginar a Maritain en el grupo de los seres extraños para
los hombres de su tiempo. Esa confluencia lo llevó a una opción
todavía más radical: ya León XIII había promovido la vuelta al to-
mismo y a la conciliación entre fe y razón, Maritain hace eco de este
llamado y de la mano del P. Clérissac, su director espiritual y el de su
esposa, se interna en la metafísica tomista, tan relevante para la ex-
posición de sus ideas.

A la hora de considerar su obra nos hallamos ante un pensa-


miento difuso y heterogéneo, lleno de cabos sueltos, en suma, Maritain
no nos legó un sistema filosófico. Y creo que no podía hacerlo en
virtud de su crítica a la modernidad. No olvidemos que el primer
sistema filosófico como tal lo construye Hegel, y es él uno de los
principales precursores del pensamiento totalitario posterior. Ade-
más el «sistema» ya está escrito, las páginas de la filosofía tomista
no exigían más que aclaraciones para los tiempos modernos. En una
obra fragmentaria y disímil como la suya, sin embargo, hallamos
líneas y focos de luz que nos permiten orientarnos.

La recepción de la filosofía de Henri Bergson le llevará a cues-


tionar el fondo moderno de esta metafísica. Son por ello pilares fun-
damentales en su itinerario Bibliográfico: Tres reformadores: Lutero,
Descartes, Rousseau y De Bergson a Santo Tomás de Aquino.

Albergado por la metafísica del filósofo medieval, emprenderá


una y otra vez intentos de clarificar la idea de persona que procede
del Aquinate. Así, son de destacar: Para una filosofía de la Persona
Humana y Breve tratado acerca de la existencia. Y en considera-
ción de su filosofía política siempre se recomienda su Democracia y
cristianismo.

12
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

Pero es en Humanismo Integral donde Maritain parece articu-


lar estas líneas de pensamiento. Esta obra, dividida en siete partes y
un anexo que titula «Estructura de la acción», comienza con una re-
flexión sobre la tragedia que significó para el hombre el mundo mo-
derno y sus pensamientos. Luego, soportado por el personalismo de
Santo Tomás de Aquino postula un nuevo Humanismo, para final-
mente proyectar al cristiano en el mundo, en la praxis política.

Pero por qué tendría que hacer una filosofía de la historia, por
qué pensar en los antecedentes del presente de modo orgánico. Como
ya dijimos la revisión del pensamiento Bersoniano lo vincula a una
visión crítica del pasado moderno, pero creemos que articula algo
así como una filosofía de la historia fundamentalmente por la si-
guiente razón: El modelo de pensamiento que sobre todo preocupa
es el marxista, y este tiene una comprensión de la historia. El marxis-
ta no cree que su opción sea antojadiza, cree firmemente que está
prosiguiendo con el designio histórico. El materialismo histórico no
es otra cosa más que la explicación de que es necesario el siguiente
momento en el progreso de la humanidad hacia el comunismo.

Y no sólo ocurre con la narración marxista. Todo relato ideoló-


gico es a su manera una justificación del proceder en el presente. Son
las leyes de la historia. Así, también al pueblo judío y al alemán
correspondían tareas que les había reservado la historia. Así inter-
pretaba su destino el nacional socialismo.

Maritain sin embargo, no caerá en la actitud justificativa e


historicista de los ideólogos. No cuenta la historia desde un presente.
Explica más bien el error historicista recuperando para la filosofía la
centralidad de Dios y por ende la del hombre en el decurso histórico.
En lugar de pensar que la naturaleza humana es cambiante, y sujeta
incluso al control, Maritain le restituye autonomía, libertad. ¿Cómo

13
Jacques Maritain: La persona en la política

explicar el olvido de algo tan elemental, que la sociedad se ordena al


hombre y no el hombre a la sociedad?

En eso consiste la filosofía de la historia de Maritain, en una


crítica de la concepción que del hombre se ha tenido en el tiempo
moderno.

Pero es también responsable de esta fantástica historia del yo la


propia edad media, aquella que carece de una mirada reflexiva de la
criatura sobre sí misma. ¿Cómo podía darse la conciencia de sí antes
de Kant? La edad media no presenta como tema de reflexión la
autoconciencia. Así deja pendientes problemas que atañen al hom-
bre. Esto tiene una gran repercusión para la edad media como tal.
Ella no puede tematizarse. La conciencia histórica es moderna y no
pudo ser medieval. La única fuente medieval, nos dice Maritain, para
una reflexión profunda sobre el hombre la proveen los místicos, ya
que la filosofía del mismo Tomas de Aquino se perderá en las ocio-
sas discusiones de la segunda escolástica. El Aquinate llegó a des-
tiempo. Razonable consecuencia, cuando en su momento más eleva-
do la edad media no fue sino una oración, una entrega intelectual
total a Dios. El hombre desaparecía ahí donde Dios sacralizaba todo.
«Todo lo humano aparecía bajo el signo de lo sagrado y protegido
por lo sagrado, en tanto, al menos, el amor lo vivificaba. ¡Qué im-
portaban las pérdidas, ni los desastres, si se realizaba una obra divina
por el alma bautizada! La criatura estaba duramente lacerada y, con
ello magnificada, se olvidaba por Dios.»1

Nada que reprocharle a esta edad salvo el no haber desprendido


de las intuiciones místicas consecuencias para la comprensión de lo
que era el hombre en relación con Dios, y la posibilidad de hallar el
camino a una conciencia del propio tiempo.

1 Humanismo Integral, pág. 21

14
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

Esta ausencia fue llenada en la época clásica cuando se cree


haber descubierto finalmente al hombre. Surge el humanismo mo-
derno, pero hay en ello más una yuxtaposición del hombre en el es-
pacio ocupado por Dios que la aparición de algo realmente otro.

Con la decadencia de la escolástica, la crisis de la metafísica,


los descubrimientos científicos y la reforma protestante adviene el
hombre de la época clásica. El humanismo, el que procede de la
reforma, se presenta entonces cargado de pesimismo pues ve al hom-
bre esencialmente corrompido. Maritain observa en Lutero el para-
digma de esta visión pesimista. Decía Lutero de sí mismo: «No soy
más que un hombre sujeto a la atracción de la sociedad, a la embria-
guez y a los impulsos de la carne» Así, explica Maritain, «cae inte-
riormente y desespera de la Gracia (...) renuncia a luchar, declara que
la lucha es imposible. Sumergido en el pecado, o lo que cree el peca-
do, se deja arrastrar por la ola y llega a esta conclusión práctica: la
concupiscencia es invencible».

«Lutero, continúa Maritain, identifica la concupiscencia con el


pecado original. El pecado original lo tenemos adentro, imborrable,
nos ha vuelto radicalmente malos (...) al darnos su ley, Dios nos ha
mandado lo imposible (...) Pero Cristo es justo en lugar nuestro (...)
nada tenemos que hacer para salvarnos (...) absoluta inutilidad de las
obras (...) cuanto más peques, más creerás, mejor te salvarás»

Lutero «(...) cree que no puede ya fiar en sí mismo y confía sólo


en Dios. Pero al negar que el hombre pueda participar de la justicia
de Jesucristo y de su Gracia (...) se encierra para siempre en su yo, se
priva de todo otro punto de apoyo que no sea su yo»2

El hombre del humanismo protestante, es entonces un hombre


que se declara pecador, pero lo declara el mismo, él tiene la iniciati-

2 Tres reformadores, Pág. 19

15
Jacques Maritain: La persona en la política

va en el diálogo que establece ahora con Dios. Pero esa definición


del hombre como pecador por esencia trae la consecuencia consigo
de haber eliminado la libertad, el libre arbitrio en el hombre. Ahora,
a diferencia de la edad media el hombre sólo puede ser salvado por
la Gracia de Dios, la gracia se cristaliza y se separa de la libertad, ya
no se puede elegir, sólo aceptar la condición que Dios otorga, pero a
su vez esta es muy prometedora. Dios ha puesto al hombre como
señor del mundo, esa es su condición, esa es la gracia que ha recibido
por él, de modo que nada lo detendrá en el cumplimiento y realiza-
ción de aquello para lo que ha nacido. Su apetito de poder no tendrá
limites. Si bien las obras son inútiles para la salvación, me queda
asumir mi excelente condición de ser su imagen en el mundo. Queda
justificada la búsqueda del poder, es también un modo de justificar
las guerras y la búsqueda de la prosperidad material. Este es el tiem-
po en que van a aparecer las primarias formas de intercambio comer-
cial. De aquí al concepto de propiedad privada, y a los principios de
la economía liberal no queda más que un paso. Por eso Max Weber
podrá ver la moral protestante en el modo capitalista de producción.

Por Cristo nos salvamos, pero eso ya está determinado, aquí


sólo queda cumplir con el designio, valerme de todas mis fuerzas
para lograr mi bienestar. No es condenable el egoísmo. La tesis
jansenista es aún más condenable, puede uno ser muy malo en esta
vida pero si Dios quiso salvar esta alma por su Gracia se salvará, en
cambio aquel que fue piadoso toda su vida por la Gracia de Dios
podría condenarse.

El rechazo que provoca la teología protestante origina en el pen-


samiento humanista la disociación de gracia y libertad también, pero
esta vez el énfasis es puesto sobre la libertad. La religión va a decir
Espinoza más tarde es el medio que hallan los esclavos para salvarse,
la salvación de los hombres libres viene de la filosofía, del ejercicio

16
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

libre y racional del hombre, aún cuando este ejercicio esté determi-
nado geométricamente, no importa ello cuando el agente, el pensa-
dor es el hombre. Con Hegel y Marx esa especulación llega a su
máximo nivel. El hombre es el agente del cambio, pero el cambio
tiene su propia lógica, la historia está escrita, pero la vive el hombre
y cuando la vive es libre, o como diría Hegel, «en la libertad humana
se realiza la divina»

Desde esta perspectiva humanista, Dios es innecesario, la natu-


raleza se basta a sí misma, Dios es en todo caso una idea, casi un
ideal como llegará a serlo con Kant.

Siendo esto así, entonces el hombre está dividido. Tiene un fin


natural y otro sobrenatural. Puede confiarse a la Gracia y así tiene un
Señor en la Iglesia, más no por ello deja de preocuparse por lo que le
corresponde aquí como imagen de Dios; busca progresar que de su
alma se encarga Dios. Pero, esta búsqueda se inscribe en su fin natu-
ral, y así está abandonado a sus solas fuerzas para la consecución de
sus ideales. Su señor es el naciente estado moderno.

Pero en algunos casos como en Rousseau ni siquiera subsiste la


Gracia, esta ha sido absorbida por la naturaleza, pues recordemos
que en el estado natural de Rousseau todos los hombres son natural-
mente buenos, así el hombre por esencia no es bueno sino natural,
sin embargo aspira a reconstruir su paraíso perdido, tiene fines so-
brenaturales.

En síntesis dice Maritain: «La desdicha del humanismo clásico


es haber sido antropocéntrico, no el haber sido humanismo». En otras
palabras, para Maritain, el humanismo moderno fue una oportuni-
dad de recuperar la conciencia del hombre por el hombre, pero esta
en algún sentido se perdió. Por ejemplo, ahí cuando el protestantis-
mo cristalizó el concepto de pecado original. El yo protestante lo

17
Jacques Maritain: La persona en la política

señala, lo objetiva, lo domina –queda desvirtuado- no es ya un obs-


táculo para el hombre: «Su pesimismo hipertrofia el elemento cris-
tiano del pecado original». Su pesimismo hace nacer al hombre pre-
destinado, por la gracia, al poder. Su pesimismo que parte de una
visión del pecado original, se trastoca en un optimismo puesto en las
solas fuerzas del hombre.

Mientras que el renacimiento, que significó una aspiración a la


ciencia y la belleza así como una exaltación de lo humano, estuvo sin
embargo desarraigada de Dios y de la encarnación. En términos de
Maritain: «El optimismo renacentista hipertrofió la idea cristiana del
hombre como imagen de dios.» Esta confianza en el hombre anidó la
idea de progreso y su trágica expresión en la destrucción del hombre
por el hombre.

Esta abstracción de Dios a la hora de comprender lo que es el


hombre y su libertad es el principal factor de la confusión en el mun-
do moderno parece decirnos Maritain. Dios aparece luego de la cele-
bración del imperio del yo pero es ahora un misterio, es algo inefa-
ble, de modo que el hombre está ante una disyuntiva: «o la razón
reconoce el misterio y se aniquila, o rehúsa aniquilarse y niega el
misterio».

La negación de Dios termina con la negación de la personali-


dad libre y espiritual del hombre. El hombre en Hegel está sometido
a la lógica del sistema, pero la prosecución más radical de elimina-
ción de Dios y por tanto de riesgo del hombre adviene con el marxis-
mo. Sólo nos basta con recordar que miles de campesinos rusos
murieron durante el gobierno de Stalin por creer en Dios.

Hacia el final de esta suerte de filosofía de la historia extrae


Maritain la consecuencia de oponer a ese marxismo puro y consu-
mación del proyecto moderno, en la que el hombre se ha hecho ene-

18
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

migo del hombre, el cristianismo puro. Es este cristianismo el que


aviva el humanismo que integra lo diverso y en unidad busca el bien
de la comunidad: el humanismo integral. Se trata de un cristianismo
cuyo Dios ya no es el Dios de los filósofos, sino el de la revelación,
Dios de vivos, de Abraham, Isaac y Jacob.

El hombre del cristianismo puro es el hombre del pecado y la


encarnación, centrado en Dios y no en sí mismo; regenerado por la
Gracia. Es el hombre llamado a construir una nueva edad de civiliza-
ción, una nueva cristiandad. Pero la tarea principal es la de transfor-
mar al hombre mismo: «Una transformación tal – nos dice Maritain-
requiere, por una parte, que sean respetadas las exigencias esenciales
de la naturaleza humana – imagen de Dios- y aquella primacía de los
valores trascendentes que justamente permiten y preparan una reno-
vación; por otra parte, que se comprenda que un cambio semejante
no es obra del hombre solo, sino de Dios, primero, y del hombre con
él; y que no es efecto de medios extrínsecos y mecánicos, sino de
principios vitales e internos.»
El hombre nuevo que trae este cristianismo puro tratará al se-
mejante no sólo como un medio, sino sobre todo como un fin. Este
parece ser el legado kantiano más importante para el personalismo
contemporáneo del que es precursor Maritain: «Amar a un ser en
Dios, - nos dice- no es tratarlo como un puro medio o una pura oca-
sión de amar a Dios; es amor a éste y tratarle como un fin, porque
merece ser amado, en cuanto este mismo mérito y esta dignidad de-
rivan del soberano amor y de la soberana amabilidad de Dios. Así se
comprende la paradoja de que finalmente el santo envuelva con un
amor universal, de amistad y de piedad (...) a todo lo que pasa en el
tiempo y a toda la debilidad y la belleza de las cosas: a todo lo que ha
abandonado»3.

3 Los grados del saber. Pág. 664-6

19
Jacques Maritain: La persona en la política

Es de resaltar en este sentido la figura del santo. En su figura


esta la clave del hombre nuevo que busca este cristianismo puro: su
entrega total al Padre, este es el teocentrismo del humanismo inte-
gral: «(...) el humanismo teocéntrico tiene por tipo al santo y sólo
puede realizarse si los santos ponen manos a la obra; lo que equivale
a decir que sólo se puede realizar con ayuda de los medios que la
espiritualidad cristiana denomina los medios de la cruz (...) me refie-
ro a la cruz del corazón, a los sufrimientos redentores asumidos en el
seno mismo de la existencia»4.

«Los santos- nos dice Maritain en otra de sus obras- han adqui-
rido en cierto sentido, han recibido por Gracia lo que Dios posee por
esencia: la independencia sobre todo lo creado, no sólo respecto de
los cuerpos, sino aún de las inteligencias (...) ¿acaso los santos se han
propuesto desarrollar su personalidad? La han hallado sin buscarla,
y porque no la buscaban, sino a Dios sólo». Y más adelante conclu-
ye: «tal es el secreto de nuestra vida de hombres, que el mundo mo-
derno ignora: sólo conquistamos nuestra alma a condición de per-
derla»5

¿Qué tipo de conciencia de sí tendrá el hombre nuevo? ¿Una


centrada en el Cogito cartesiano? ¿O en el espíritu Hegeliano? Ya no.
A esta conciencia más bien, le llama Maritain conciencia evangélica.
Y tiene por característica primera aquello que decíamos a propósito
del santo: El hombre se conoce sin haberse buscado, se «encuentra».
Y, en segundo lugar, sus juicios de valor son puramente espirituales.
De esta manera, el hombre llega a la conciencia de su valor de Perso-
na. Y por otro lado, se descubre (encuentra) como imagen de Dios:
«no radicalmente corruptible por el mal y que anhela naturalmente,

4 Humanismo Integral, Pág. 63


5 Tres reformadores. Pág. 36

20
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

no la gracia como tal, que la naturaleza por sí no conoce, sino aquella


plenitud que sólo la gracia puede dar»

«Esta conciencia- nos dice Maritain- escruta las regiones oscu-


ras del hombre, desciende al infierno interior (...) alcanza la inteli-
gencia propiamente cristiana del mal mismo, al aplicar esta parado-
ja: (...) el pecado que me separa de Dios justo es el que atrae al Dios
misericordioso. ¡Tened piedad de mí, implora el alma cristiana, por-
que he pecado!»

Ya no se trata del pesimismo reformista, tampoco de la sober-


bia racionalista. Es el reconocimiento humano de su condición ante
Dios y que se entrega a las manos de Dios. Pero es más, es concien-
cia, de que el mal como negación del ser ha sido introducido por el
Hombre, pero conciencia también de que de Dios procede la Gracia
que causa nuestra libertad.

Maritain explica en ese sentido el doble sentido de la frase:


«Sin mi nada podéis hacer». Significa en primer lugar que no se es
libre sin Dios, pero también significa que sin Dios el hombre hace el
mal. Y es que el hombre tiene una doble filiación, procede de Dios y
de la nada, y lo que procede de la nada tiende hacia la nada: «no
puede existir- dice Maritain- una criatura sin comportar necesaria-
mente la pecabilidad, la posibilidad de hacer la nada, que eso es el
mal(...) la criatura puede entrar en el gozo mismo de Dios si está
capacitada para amar a Dios (...) con amor de amistad; y (puede ha-
cer eso) si es imagen de Dios, dotada como él de libertad de elec-
ción; ( y sólo puede eso) si la libertad de que goza es falible, si le
permite conversar con Dios, no sólo siguiendo el curso de las accio-
nes y mociones divinas sino también oponiendo resistencia, dicien-
do no, impidiendo en ello la acción divina»6

6 Para una filosofía de la persona Pág. 166-7

21
Jacques Maritain: La persona en la política

Extraña condición humana que nos debe suscitar compasión y


humildad. Es verdad que ahora cada vez menos parece que el yo
controlara de modo universal, cual estado totalitario. Pero también
parece que este se ha fragmentado en millones de átomos que son los
individuos, así tratados por ellos mismo. Cada uno ejerciendo dere-
chos de estado, pero sufriendo la contradicción de que en el fondo su
libertad está restringida. Y a mayor control propuesto ocurre que
menos dominio tienen sobre sí.

Por lo tanto, si bien es cierto que no esta al frente el estado


totalitario, el totalitarismo parece haber adquirido nuevas formas,
invisibles como la tiranía de la tecnología, del mercado y de la pers-
pectiva economicista que reduce al hombre a cifras. Y será preciso
otra vez, como antes encontrar el valor de la persona.

Maritain, a los 72 años de edad, no dudo en hacerse otra vez la


pregunta: «¿Quién soy? ¿Un profesor? No lo creo: enseño por nece-
sidad. ¿Un escritor? Tal vez. ¿Un filósofo? Lo espero. Pero también
una especie de romántico de la justicia pronto a imaginarse, después
de cada combate, que ella y la verdad triunfarán entre los hombres.
Y también quizás, una especie de zahorí con la cabeza pegada a la
tierra para escuchar el ruido de las fuentes ocultas y de las
germinaciones invisibles. Y también, y como todo cristiano, a pesar
y en medio de miserias y fallos, y de todas las gracias traicionadas de
las que tomo conciencia en la tarde de mi vida, un mendigo del cielo
disfrazado en guisa de hombre del mundo, una especie de agente
secreto del Rey de Reyes en los territorios del príncipe de este mun-
do, que decide arriesgarse como el gato de Kiplig, que caminaba
solo»7

7 Carnet de notes. Pág. 130

22
El Cristiano en la Política

EL CRISTIANO EN LA POLÍTICA

Cuando Maritain aborda las bases espirituales del principio to-


talitario en su Humanismo Integral, nos dice: «Hay un ateísmo que
declara que Dios no existe y que hace su Dios de un ídolo; y hay un
ateísmo que aunque declara que Dios existe, hace de Dios mismo un
ídolo, porque niega por sus actos, ya que no por sus palabras, la
naturaleza y los atributos de Dios y su gloria, invoca a Dios pero sólo
como un genio protector ligado a la gloria de un pueblo o de un
estado contra todos los demás o como un demonio de la raza»8

Maritain desenmascara a las ideologías resonantes de su tiem-


po: tanto comunistas como nazis participan del mismo principio: la
muerte de Dios. La grandeza de Maritain es que ha señalado ya en
1934 cuál es fundamento de los males de los hombres de nuestro
tiempo, del suyo como del nuestro. Y es que la ausencia de un go-
bierno tiránico no significa que haya desaparecido el totalitarismo.
Parece que ahora éste se ha revestido de nuevas ideas y promesas,
trae consigo una nueva fruta y su lengua es más seductora pues es

8 Humanismo integral, Pág. 211

23
Jacques Maritain: La persona en la política

invisible, ya no es ubicable como lo eran las partículas comunistas o


nazis.

El desierto ha crecido. La muerte de Dios ha dejado el cuenco


vacío. Los contenidos fueron ídolos, consciente o inconscientemen-
te usados, pero ídolos que al fin y al cabo desataron masacres y pre-
cipitaron al hombre a cuestionar la misma necesidad y realidad del
cuenco: el Hombre.

Maritain no está diciendo algo nuevo, su intuición tan sólo con-


firma aquello que habíamos señalado anteriormente como «desier-
to»- tomando una imagen de Nietzsche: El nihilismo. Por ello tal vez
sea lo mejor iniciar este viaje retornando con Nietzsche a ese día en
que el «loco» anunció la muerte de Dios.

Bajo el título «el Hombre loco» escribe Nietzsche en La gaya


ciencia: «Habéis oído hablar acerca de aquel hombre loco que al
surgir la luz clara de la mañana, encendió una linterna, corrió al mer-
cado y se puso a gritar incesantemente: «¡Busco a Dios!», «¡Busco a
Dios!». Y puesto que allí se encontraban reunidos muchos que no
creían en Dios, suscitó grandes carcajadas. «¿Acaso se ha perdido?»
dijo uno. «¿Se ha perdido como un niño?» dijo otro. «¿o bien se ha
escondido?, ¿Tiene miedo de nosotros?, ¿Se ha embarcado?, ¿Ha
emigrado?» –gritaban y reían haciendo gran confusión. El hombre
loco se abalanzó en medio de ellos y los atravesó con su mirada: «¿A
dónde se ha ido Dios? – gritó- os lo quiero decir!. ¡Nosotros lo
hemos asesinado: vosotros y yo! ¡Todos nosotros hemos sido sus
asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo pudimos vaciar el
mar, bebiéndonos hasta la última gota? ¿Quién nos ha dado la espon-
ja para borrar el horizonte entero? ¿Qué hicimos para liberar esta
tierra de la cadena de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia
dónde nos movemos nosotros? ¿Fuera de todos los soles? ¿No es el
nuestro un eterno precipitar? ¿Es hacia atrás, de costado, hacia de-

24
El Cristiano en la Política

lante, hacia todas partes? ¿Existe aún el alto y el bajo? ¿No estamos
acaso vagando a través de una infinita nada? ¿No sopla sobre noso-
tros el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No continúa a surgir la
noche, siempre más noche? ¿No debemos encender linternas por la
mañana? Del estrépito que hacen los sepultureros mientras entierran
a Dios, ¿No escuchamos nada? ¿No olemos aún el hedor de la putre-
facción divina? ¡Inclusive los dioses se descomponen! ¡Dios ha muer-
to! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos asesinado! (...)
no ha existido jamás una acción más grande: ¡todos aquellos que
llegarán después de nosotros pertenecerán, en virtud de esta acción,
a la historia más alta que jamás haya existido hasta el día de hoy! En
ese momento el hombre loco dejó de hablar y dirigió su mirada a sus
oyentes: También ellos callaron y lo miraban asombrados. Finalmente
arrojó su linterna, que se rompió y se apagó. «Llego demasiado tem-
prano –continuó- todavía no es mi tiempo. Este enorme advenimien-
to está todavía por la calle, está haciendo su camino: no llegó aún a
los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz
de las constelaciones necesita tiempo, las acciones necesitan tiempo,
aún después de haber sido realizadas, para que sean vistas y escucha-
das (...)» Se cuenta que ese mismo día el hombre loco hizo irrupción
en algunas iglesias y que allí entonó su requiem aeternam Deo. Ex-
pulsado e interrogado, se dice que se ha limitado a responder sin
variación de este modo: «¿Qué son las iglesias sino las tumbas y los
sepulcros de Dios?»

Dios ha muerto, pero no debe entenderse el fragmento como


una simple expresión atea de Nietzsche. Dentro del pensamiento del
filósofo alemán Dios simboliza todo el mundo suprasensible, que
desde Platón se había concebido como fundamento de lo real.

Nietzsche nos quiere decir que el hombre moderno ha devasta-


do su paraíso de esencias. La muerte de Dios, es justamente la ausen-

25
Jacques Maritain: La persona en la política

cia de fundamento, la imposibilidad de hablar de ahora en delante de


Unidad, de unidad de la verdad, de Bien, de bello, de naturaleza o
realidad única y primera, de causalidad y finalidad. Es el nihilismo.
No hay más valores supremos, cosas en sí, fines y sentido último de
las cosas. Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y sus filoso-
fías se han convertido en piezas de museo, objetos de anticuario.

Nietzsche no quiere ese presente, sólo constata, cual médico, la


enfermedad de la que padece el hombre. En ese sentido, no es nihi-
lista, pues en esta circunstancia el hombre se halla en un estado deca-
dente, llenando el cuenco de ídolos. Muy lejos se halla Nietzsche,
entonces, de los ideólogos nazis, como de los comunistas.

Podemos decir que a la muerte de Dios sigue la constatación de


que el proyecto moderno ha fracasado. Aquel en el cual el hombre
era el centro del mundo, la medida de la verdad. Pero Nietzsche va
más allá, cree que lo que ha fracasado en realidad es el proyecto
civilizatorio occidental. Sólo una transmutación de valores, una crí-
tica y refundación de los mismos nos entregará otra vez a los hom-
bres libres, superhombres en realidad, creadores de valores, y tal vez
entonces, como piensa Heidegger, vuelva Dios.

Creemos que en la extensión a todo el mundo occidental yerra


Nietzsche, y las razones están en la lectura que hizo tanto de Aristóteles
como de Platón. A él llegó un Platón mediado por la crítica, equivo-
ca, de Aristóteles, y entonces, con el nominalismo moderno que ex-
plota la Unidad en miles de partículas, la emergencia del yo como
unidad imaginada, la crítica kantiana a la metafísica y el surgimiento
de los ideales, fundamento de la moral moderna, Nietzsche conside-
rará la insuficiencia del discurso metafísico, del discurso racional
moderno, pero más aún del discurso, el logos es sospechoso. Por eso
Nietzsche va más allá, el superhombre será un hombre que se ha

26
El Cristiano en la Política

superado a sí mismo, y en este sentido sí es nihilista, pues pretende la


desaparición del mismo cuenco, del mismo hombre: la región de las
ideas ha quedado intacta a pesar de la decadencia de las ideas mis-
mas, la voluntad de poder volverá a llenar esa región con ídolos,
ideologías, y nos hallaremos ante un Nihilismo incompleto. Será
preciso precipitar la muerte de los valores, su transmutación, la
muerte del hombre en suma para que el nihilismo sea completo.
Más esto toma tiempo: «llego demasiado temprano... todavía no es
mi tiempo».

Por ello dice bien Giovanni Reale, que lo que tenemos ahora no
son más que las máscaras del Nihilismo incompleto. Se trata de va-
lores que nos arrastrarían en camino irreversible hacia la nada, a pe-
sar de venir con promesas de «salvación» o «libertad». Reale los
resume en el siguiente orden:

1. «El cientificismo y el redimensionamiento en sentido tecnológi-


co de la razón del hombre.
2. La ideología absolutizada y el olvido del ideal de verdad.
3. El pragmatismo, con su exaltación de la acción por la acción
misma y el extravío del ideal de la contemplación.
4. La proclamación del bienestar material como sucedáneo de la
felicidad
5. La difusión de la violencia
6. La perdida del sentido de la forma
7. La reducción del eros a la dimensión física y el olvido de la
«escala de amor» platónica (y del amor verdadero)
8. La limitación del hombre a una única dimensión y el individua-
lismo llevado al exceso

27
Jacques Maritain: La persona en la política

9. La pérdida del sentido del cosmos y del fin de todas las cosas
10. El materialismo en sus formas más variadas y el olvido del ser
relacionado con este.»9
La consecuencia del nihilismo ya lo hemos dicho es la muerte
del hombre. Y el hombre en un sentido debe morir, en el sentido en
que al morir el hombre viejo nace el hombre nuevo, el hombre sin
Dios cede el paso al hombre que centra su vida en Dios. Más la
salida postmoderna, que tiene en Nietszche su plataforma giratoria10
ha optado por deconstruir, desestructurar, la idea de Hombre. Para
ellos el Hombre es una imagen trazada en la playa pronta a desapare-
cer; no habiendo verdad, substancia o naturaleza ¿cómo hablar de El
Hombre, de sus derechos? ¿En nombre de qué hombre?

La eliminación del ser y de la verdad en sentido unitario, supo-


ne el relativismo, el pluralismo cultural. No hay más esencia. Sólo la
realidad de la libertad de las partículas atómicas y separadas con
igualdad de derechos, en virtud de la igualdad de fuerza que cada
uno de los átomos comporta.

Maritain lo sabía. Sabía que a la raíz de todo totalitarismo se


halla este pluralismo cuasi material. A propósito de los cristianos
que reniegan de la idea de una política cristiana nos dice: «muchos
que se creen «realistas» no son en realidad más que empiristas y
nominalistas(...)toda su política está circunscrita por cortes instantá-
neos hechos en el tiempo, se desenvuelve en instantes separados, se
basa en abstracciones»11

9 REALE,G. La sabiduría antigua. Pág. 34-5


10 Cf. HABERMAS, J; El discurso filosófico de la modernidad.
11 Humanismo Integral. Pág. 169

28
El Cristiano en la Política

Pero entonces, ¿existe tal unidad perdida? ¿Cómo restablecer el


logos del ser? ¿Hay una verdad de lo real? Maritain tuvo sed de ver-
dad, y de verdad absoluta, por ello le fascinó en principio la filosofía
bergsoniana, pero su encuentro con Cristo y luego con Santo Tomás
de Aquino nos pueden indicar el camino.

Lamentablemente no es el momento para resolver el problema


de la unidad del ser en la filosofía de Santo Tomas de Aquino, ahora
sólo podríamos apuntar que nos parecen acertadas aquellas teorías
que ven más de Platón en el aquinate que de Aristóteles. Lo cual
supone algunas tareas para el pensamiento. Habría que distinguir en
la crítica Nietzscheana lo cuestionable propiamente, el nihilismo, y
fundamentar que ésta deja intacto el fundamento metafísico de San-
to Tomás de Aquino y Platón. Así mismo, señalar el platonismo pre-
sente en pensamiento del santo, como descubrir la base equivoca de
la metafísica aristotélica, que a nuestro juicio tiene más que ver con
Meliso y Zenón incluso que con los atomistas. Pero de mayor impor-
tancia para lo que ahora expresamos sería saber si Maritain al hablar
desde la unidad del ser lo hace salvándola de la crítica nihilista, es
decir, si el ser del que habla Maritain no es un ideal más que llena el
cuenco vacío. Esto significaría el restablecimiento de la posibilidad
de hablar de Una verdad, de Una finalidad, de Un orden de lo Real.

Si bien esta tarea es compleja a ella se vinculó de alguna mane-


ra Maritain cuando descubrió a Jesucristo. ¿Quién es Jesús de Nazaret?

Un hombre humilde, judío, carpintero y maestro. Verdadero


hombre. Más hijo de una virgen llamada María, concebido por el
espíritu santo, que devolvió la vista a los ciegos, curó leprosos, con-
virtió el agua en vino, que murió injustamente y resucitó. Que está
vivo, y se halla presente en la eucaristía. Verdadero hombre y verda-
dero Dios. Este es el núcleo de nuestra fe.

29
Jacques Maritain: La persona en la política

No creo que haya noticia más escandalosa que esta. Que un


hombre sea Dios o que Dios se halla hecho hombre. Ni Sócrates, o
Platón o Aristóteles lo habrían imaginado. Los dioses estaban muy
cerca de los hombres, hasta llegaron a convivir con ellos, pero se-
guían siendo dioses. Ni si quiera Sócrates, inmortalizado por su acti-
tud filosófica, llegó a ser Dios sino a vivir con los dioses. Pero éste
Jesús se hizo uno como nosotros, revelándose así como el camino, la
verdad y la vida. ¿Cómo llegamos a él? No hay un camino estableci-
do pero si hay un camino para cada uno. Y Maritain siguió por el
suyo. Sobre esta roca firme estableció su filosofía del hombre y de la
política. Y esta es la razón de por qué recurre a Santo Tomás de
Aquino, pues el ser, el principio aquí es Dios, la Santísima Trinidad.

Una distinción es necesaria al principio de esta filosofía políti-


ca. Ella parte del texto evangélico que dice: «Dad al César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios» Es preciso pues distinguir el
orden temporal –del César- del orden Espiritual – de Dios: «El or-
den de la cultura o de la civilización aparece, pues, como orden de
las cosas del tiempo, como orden Temporal. Mientras el orden de la
fe y de los dones de la gracia, por referirse a una vida eterna que es
participación de la vida íntima de Dios, constituye por oposición, un
orden al cual conviene por excelencia el nombre de Espiritual»12

Pero además, hay una subordinación del temporal al espiritual


en virtud de que Dios es principio, pero también fin del orden tem-
poral. Y he aquí que aparece la Iglesia como pueblo de Dios en el
orden temporal, y que no se identifica con el mundo. Así, se diferen-
cian: a) El Reino de Dios, que es lo que viene después del tiempo,
pero que es preparado por el tiempo, b) La iglesia, que es ya este
reino pero en peregrinación y velado, y c) el mundo propiamente

12 Ibid. Pág. 80-1

30
El Cristiano en la Política

dicho, que está en el tiempo, y es del tiempo, y donde «el demonio


tiene su parte». Maritain explica esta triple formación: «Para el Cris-
tianismo, la verdadera doctrina del mundo y de la ciudad temporal es
que son a la vez el reino del hombre, de Dios y del Diablo (...) el
mundo es un campo cerrado que pertenece a Dios por derecho de
creación; al diablo por derecho de conquista, a causa del pecado; a
Cristo, por derecho de victoria sobre el primer conquistador a causa
de la pasión. La tarea del cristiano es disputar al diablo su dominio,
arrancárselo; en ello debe esforzarse y sólo en parte lo logrará mien-
tras dure el tiempo. El mundo está salvo, sí; liberado en esperanza,
en marcha hacia el reino de Dios; pero el mundo no es santo, la
iglesia es la que es santa.»13

En esta disputa con el diablo el hombre se realiza políticamen-


te. Estamos en guerra, el enemigo tiene muchos rostros pero su nom-
bre es el mismo: Satanás. Primer elemento diferencial respecto del
totalitarismo: los enemigos nunca son otros seres humanos, por más
antagónicas que sean sus posiciones respecto de las nuestras.

Quiero destacar esto a propósito del concepto de lo Político de


Carl Schmitt. Para el que fue ideólogo del partido nazi lo político se
define en la oposición amigo-enemigo14. El otro es una fuerza, ami-
ga o enemiga, discreta, distinta, con igual potencial, desconocido,
sospechoso, en un mundo de intriga y desconfianza. Pero gracias al
cual se construye la identidad de lo propio. La relación es siempre de
oposición, pero delata la naturaleza de este plexo relacional: se trata
de átomos-fuerza, en un mundo que no puede ser sino el de la dis-
continuidad: un mundo que ya no puede mantenerse unido, que se
disloca, que ya no se cierra y que está más cercano a la incertidum-

13 Ibid. Pág. 87-8


14 SCHMITT, C. El concepto de lo político. Pág. 56

31
Jacques Maritain: La persona en la política

bre, al caos y a la contingencia. Un mundo al cual se pertenece sin


pertenecerle.15

La consecuencia de partir de este pluralismo o atomismo que


como ya vimos tiene que ver con la muerte de Dios, es el
avasallamiento del otro. Pues la misma «paz» esta condicionada a
que el otro del amigo permanezca dentro de su dominio, de su cono-
cimiento y de su control.

Ya no es el nazismo o el comunismo el estandarte del totalita-


rismo, pero la muerte de Dios ha convertido a los hombres en enemi-
gos, de modo que el totalitarismo persiste aunque sea invisible, eco-
nómico o tecnológico. A pesar nuestro el mundo está en riesgo de
una guerra nuclear, las economías no son más locales sino que se
inscriben en el marco en que los que gobiernan no ejercen su poder,
o es limitado, y ni que decir del margen de elección que tiene el
individuo cualquiera, el trabajador.

La política para Maritain tiene un presupuesto distinto. Permite


relaciones de amistad, claras, por tener por fundamento la Unidad,
que ni siquiera es temporal sino espiritual. Y es que la Unidad mis-
ma es la amistad. El amor como relación fundamental. Lo que une a
la trinidad que es la comunidad espiritual, análogamente, une a los
hombres en la comunidad temporal: «la unidad de la comunidad tem-
poral es esencialmente y por naturaleza una simple unidad de amis-
tad»16

De esto se desprende la idea de algo común como meta políti-


ca del todo social: «En este caso habrá de admitir que el ejercicio

15 Cf. DERRIDA, J. Políticas de la amistad. Pág. 98-9


16 Humanismo Integral. Pág. 132

32
El Cristiano en la Política

político de la justicia y de las demás virtudes morales, aunque pueda


ocasionar momentáneamente sufrimientos y pérdidas, tiene en defi-
nitiva que conducir al bien común de la ciudad, que normalmente
implica cierta prosperidad en ella17.

Pero la acción política no busca sólo arrebatarle al diablo este


mundo, sino que prepara la llegada del reino, en ese sentido Maritain
nos habla del Ideal histórico de una nueva cristiandad. Nueva pues, la
distingue del ideal medieval, el punto divergente fundamental es la
diferencia que hace de lo sacro y lo profano. El cristiano está llamado
a santificar la vida profana. Y esta precisa de la aceptación de lo diver-
so, de la diferencia. Es el suyo por ello un humanismo integral.

Se entenderá que el ideal no tiene que ver con los ideales mo-
dernos de sociedad, frutos de la razón, o fundamentos de su proyec-
ción moral en el mundo. Este ideal tiene más de la idea platónica de
Bien que de los ideales kantianos: «lo que llamamos un ideal histó-
rico concreto, no es un ente de razón, sino una esencia ideal realiza-
ble (...) esencia capaz de existencia... (relativo al clima histórico)»18

La relativización a la que se alude se entiende a partir del hecho


de que el ideal nunca será completamente realizado.

Y ¿Cuál es el ideal? En primer lugar presenta un aspecto comu-


nitario y personalista. El político cristiano buscará el bien común
como ya dijimos, el cual «es diferente de la simple suma de los bie-
nes individuales, y superior a los intereses del individuo en cuanto
este es parte del todo social. Este bien común es, esencialmente, la
recta vida terrenal de la multitud reunida, de un todo constituido por
personas humanas.(...) ese bien común temporal no es fin último.

17 lbid. Pág. 168


18 Ibid. Pág. 102

33
Jacques Maritain: La persona en la política

Está ordenado a algo mejor: al bien intemporal de la persona, a la


conquista de su perfección y de su libertad espiritual»19

La sociedad es como un todo en que cada parte es parte del


todo, como el cuerpo en el que la mano mientras se halla ligada al
cuerpo es mano, funciona como mano, siendo útil a otras partes y
dependiendo de otras para funcionar mejor, como los ojos por ejem-
plo. No decimos aquí que la sociedad es un cuerpo sino que es como
un cuerpo. Este pequeño matiz diferencia la posición aristotélico-
tomista de la utilitarista.

Por otro lado, el ideal es personalista, porque «es esencial al


bien común temporal el respetar y servir los fines supratemporales
de la persona humana»20 En este sentido es interesante observar como
Santo Tomás es invocado para comprender mejor el valor absoluto
de la persona: «Cada persona singular, nos dice Santo Tomás, cada
persona humana es respecto a la comunidad como la parte respecto
al todo: por ello a título de tal, está subordinada al todo».21 En esta
subordinación observa Maritain el carácter de individuo del ser hu-
mano. Y agrega: «Más he aquí inmediatamente, el complemento in-
dispensable del primer texto para poner las cosas en su punto: el
hombre dice también santo Tomás, tiene en sí una vida y bienes que
sobrepasan la ordenación a la sociedad política: homo non ordinatur
ad communitatem politican se totum et secundum aomnia sua; ¿y
por qué? Por ser Persona.»22 Maritain explica que es la vocación
eterna, su ligazón con Dios, lo que en las personas domina y encauza
la obra común que realizan en tanto partes del todo social. Primero,

19 Ibid. Pág. 105


20 Loc. Cit.. Pág. 105
21 Sum. Theol., II-II, 64, 2
22 Humanismo Integral, Pág. 106-7

34
El Cristiano en la Política

soy persona por ser hijo de Dios, y esta naturaleza mía no se realiza
sino en la comunidad temporal.

Maritain insiste en el valor de la unidad, lograda por la amistad,


que es la relación primordial entre los hombres, para la consecución
del bien común, explicando el sentido de la persona como parte: «Es
preciso decir que siendo el bien común temporal un bien común de
personas humanas, por ello mismo, cada una, subordinándose a la
obra común, se subordina a la realización de la vida personal de las
otras, de las otras personas. Pero esta solución no puede adquirir un
valor práctico y existencial más que en una ciudad donde la verdade-
ra naturaleza de la obra común sea reconocida, reconociendo al mis-
mo tiempo, como Aristóteles lo había previsto, el valor y la impor-
tancia política de la amistad fraterna»23

O como dice líneas arriba: «la obra común no aparecerá como


una obra divina realizable por el hombre de la tierra, sino como una
obra humana por realizar en la tierra, merced a la penetración de una
cosa divina, el amor, en los medios humanos y en el trabajo huma-
no» La unidad es principio, de ahí procedemos como criaturas de
Dios, meta, pues ordena la labor humana al bien común, y causa,
pues es posible lograr esa meta por el amor que es Dios y puso Dios
en cada persona, para trascenderse a sí misma, y al trascenderse co-
operar con el otro en la realización del ideal, de la Unidad.

Tenemos entonces al principio una unidad amorosa, que no es


otro que Dios, un ser análogo al suyo que es la persona, influida por
este amor, y por tanto miembro de una totalidad, la comunidad, la
cual por esta unidad amorosa puesta en cada persona tiende al bien
común.

23 Ibid., Pág 154

35
Jacques Maritain: La persona en la política

De este presupuesto se desprenden una serie de consecuencias


para la mejor configuración del Ideal de comunidad cristiana.

Esta comunidad será entonces «pluralista»: «la sociedad civil,


nos dice Maritain, no se compone únicamente de individuos, sino de
sociedades particulares formadas por ellos; y una ciudad pluralista
reconocerá a estas sociedades particulares una autonomía tan amplia
como sea posible (...)»24

No podemos pasar por alto que el concepto de Pluralismo está


ligado al de autonomía. Para Maritain ser autónomos es sinónimo de
ser libres. No se trata de la autonomía lograda por la razón en el
sujeto al modo kantiano. Y la libertad no se reduce, entonces, a ser
un ideal de esta razón. Más bien, la libertad le viene al hombre como
un don, antes que sea un logro suyo, un don que exige sin embargo
perfeccionarse. La persona al buscar la verdad, al trascenderse a sí
misma, al encontrarse en el otro, con el otro, y reconocer su diferen-
cia, lo que le lleva a reconocerse, va perfeccionando su autonomía,
crece espiritualmente, y por tanto ejerce mejor su libertad. No se
trata de una concepción de libertad como ausencia de obstáculos. Se
trata de una libertad como reconocimiento de uno mismo «en rela-
ción con». La libertad se realiza, porque lo que se realiza es la natu-
raleza de la persona, y esta se incluye e incluye al otro en la totalidad
armoniosa, único espacio para realizar la libertad.

Así, nos dice Maritain: «una ciudad cristiana, en las condicio-


nes de los tiempos modernos habrá de admitir que dentro de ella los
infieles vivan como los fieles y participen en el mismo bien común
temporal»25 Es decir, la libertad de culto es fundamental para la con-

24 Ibid. Pág. 126


25 Ibid. Pág. 127-8

36
El Cristiano en la Política

vivencia pacifica de los hombres. Pero el encuentro de culturas y


religiones diversas exigirá el perfeccionamiento del derecho natural
y del derecho cristiano, teniendo como meta y fundamento a la per-
sona, y su finalidad en este mundo. De modo que no teniendo mejor
medida que Dios, los hombres habrán de elegir dentro de lo elegible
el mal menor.

Ni una imposición totalitaria desde el estado, ni un estado «neu-


tro» como el de los liberales, sino un estado fundado en la libertad,
que ilumina a la ley, y que viene de Dios. Así lo expresa Maritain:
«Una ciudad terrenal que, sin reconocer a la herejía un derecho pro-
pio, asegure al hereje sus libertades de ciudadano y aun le conceda
un estatuto jurídico apropiado a sus ideas y costumbres – no sólo
para evitar la discordia civil, sino también por respetar y proteger en
él la naturaleza humana y las reservas de fuerzas espirituales que
habitan en el universo de las almas-, favorecerá menos, sin duda, que
una ciudad no tan paciente con la vida espiritual de las personas, en
el aspecto del objeto de esa vida, por rebajar (aunque no tanto como
la ciudad neutra del liberalismo) el nivel de prudencia y de virtud
por debajo del cual el cuerpo social no tolera el mal o el error, pero
favorecerá más la vida espiritual de las personas en el aspecto del
sujeto, cuyo privilegio de extraterritorialidad respecto a lo social te-
rrestre –a título de espíritu, capaz de ser instruido interiormente por
el autor del universo- resulta elevado a más alto nivel.»26

Así el orden social debe salvaguardar otra vez, a la persona como


sujeto y fin de tal orden. Se trata de «defender a la persona contra la
colectividad corporativa», de subordinar la máquina o la técnica al
hombre, así como las mismas leyes.

26 Ibid. Pág. 137-8

37
Jacques Maritain: La persona en la política

El sentido de la propiedad privada, del mismo modo, se ve afec-


tado. Nos dice Maritain: «en atención al destino primitivo de los
bienes materiales para la especie humana y a la necesidad que cada
persona tiene de esos medios para poder dirigirse hacia su fin últi-
mo, el uso de los bienes individualmente apropiados debe por sí ser-
vir al bien común de todos.»27 Y más adelante: «el problema no con-
siste en suprimir el interés privado sino en purificarlo y ennoblecerlo,
aprehenderlo en sus estructuras sociales ordenadas al bien común, y
también ( y este es el punto capital) transformarlo interiormente por
el sentido de la comunión y de la amistad fraterna.»28

Llegamos así al concepto de democracia. Este régimen no es el


único en el que Dios es fundamento de la autoridad. Pero histórica-
mente es el que ahora nos compete toda vez que ha pasado el tiempo
del «Príncipe». Dios es la fuente de la autoridad, Él da el poder, pero
no por ello es sagrado el órgano gubernativo. «una vez designados
reside en ellos la autoridad, pero en virtud de un cierto consensus, de
una libre determinación vital de la multitud de la que son personifi-
cación y vicario»29 Santo Tomás de Aquino en este sentido nos re-
cuerda la no obligatoriedad de las leyes humanas ahí cuando sean
contrarias a la ley divina. En esto han encontrado los estudiosos prin-
cipios para el regicidio, Maritain encuentra mas bien la identidad de
la verdadera democracia con el gobierno cristiano. No es simple igual-
dad y libertad de átomos heterogéneos y excluyentes, son igualdad y
libertad humanas que proceden de Dios. Derechos fundamentales
del hombre, sujetos a al deber de cumplir con la ley divina.

27 ibid. Pág. 140


28 Ibid. Pág. 142
29 Ibid., Pág. 151

38
El Humanismo Integral de Jacques Maritain

En este sentido, y para finalizar, ¿cuál es la misión del cristiano


en la política? En principio requerirá de un armazón conceptual de
principios que buscarán la aplicación a los problemas sociales tem-
porales. Estos ya se han establecido y la Iglesia continúa en marcha a
su perfeccionamiento y aplicación, son los principios de la doctrina
social de la Iglesia.

La conciencia de estos principios necesariamente llevará al


cuestionamiento de los valores establecidos. Es decir, a la subver-
sión del nihilismo incompleto al cuál ya hicimos referencia, pero no
para terminar anulando al hombre, sino para descubrirlo en su real
dimensión espiritual. Un saber que es algo que se ejerce antes que
algo que se tiene.

Pero es fundamental recordar que esta labor exige el compro-


miso no de un hombre cualquiera, sino de aquel que asuma su llama-
do a la santidad. Un héroe, un peregrino en este mundo: «esta ciudad
(la cristiana) es una sociedad no de gentes instaladas en moradas
definitivas, sino de gentes en camino»30

Un peregrino finalmente que es consciente del «desierto» en el


que se halla – y al que ya aludimos- y que sabe que es lo único que
tiene para empezar a caminar: «Para la comunidad cristiana- nos dice
Maritain- hay dos peligros inversos, en una época como la nuestra: el
peligro de no buscar la santidad sino en el desierto, y el peligro de
olvidar la necesidad del desierto para la santidad, el peligro de ence-
rrar exclusivamente en el claustro de la vida interior y de las virtudes
privadas el heroísmo que debe ofrecer al mundo, y el peligro de con-
cebir a éste - cuando desborda sobre la vida social y se aplica a trans-
formarla- como lo conciben sus adversarios materialistas, pervirtién-

30 Ibid., Pág. 107

39
Jacques Maritain: La persona en la política

dolo y disipándolo en un tipo de heroísmo absolutamente exterior.


El heroísmo cristiano no tiene las mismas fuentes que los otros, pro-
cede del corazón de un Dios flagelado y escarnecido, crucificado
fuera de las puertas de la ciudad»31

31 ibid. Pág. 97

40

You might also like