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Unidad 9.
El
criticismo
kantiano
Unidad 9. El criticismo kantiano
1. Kant. Vida y obras.
2. El proyecto kantiano en las tres críticas. Respuestas a las preguntas ¿Qué
puedo conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?.
3. El conocimiento: El uso teórico de la razón.
3.1. Síntesis entre racionalismo y empirismo.
3.2. El problema de la metafísica.
3.3. Las condiciones de posibilidad de la ciencia. Juicios sintéticos y
juicios analíticos. Los juicios sintéticos a priori.
3.4. La estructura de la Crítica de la Razón Pura. Análisis de las
facultades del conocimiento.
3.4.1. La estética transcendental
- Las formas a priori de la sensibilidad: espacio y tiempo.
- Los juicios sintéticos a priori en las matemáticas.
3.4.2. La analítica transcendental
- Las formas a priori del entendimiento: las categorías.
- Los juicios sintéticos a priori en la física.
3.4.3. La dialéctica transcendental.
- Los paralogismos de la razón pura: Dios, mundo y alma.
- La imposibilidad de la metafísica como ciencia.
4. La ética: El uso práctico de la razón.
4.1 La crítica kantiana a las éticas materiales
- Características de las éticas materiales
- Crítica kantiana: a posteriori, hipotéticas y heterónomas.
4.2. El formalismo kantiano
- Definición ética formal
- El imperativo categórico
- El deber
4.3. Postulados de la ética: Libertad, inmortalidad y existencia de Dios.
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Kant no solo es junto con Hume el más importante filósofo del siglo XVIII, y por
tanto, un filósofo ilustrado, sino que además abrió nuevos caminos al pensamiento y
determinó toda la filosofía posterior. Con Kant como representante de la Aufklárung
(Ilustración) se sientan las bases de la reflexión filosófica alemana.
Kant "no tuvo vida ni historia" escribió el poeta Heine. Su vida exterior careció de
acontecimientos de importancia y toda su existencia estuvo dedicada al pensamiento:
su vida cotidiana y su actividad filosófica eran la misma cosa. Sentir la vida es en sí
mismo filosofar, vivir filosofando; no se aprende filosofía, decía Kant a sus alumnos,
sino a filosofar.
Nace en 1724 en Königsberg (Prusia). Dio clases particulares hasta que en 1770
se convirtió en profesor de la universidad, obteniendo la cátedra de Lógica y
Metafísica. En 1797 dejó las clases para dedicarse a lo que debería ser su obra
definitiva el sistema de la filosofía pura pero no pudo concluirla con lo que se publicó
con el nombre de Opus postumum. El pensamiento kantiano suele dividirse en dos
etapas:
1. El periodo precrítico: abarca desde su primer escrito en 1747 hasta que
obtiene la cátedra en 1770. En su primera obra. Fundamentos sobre el
verdadero valor de las fuerzas vivas, Kant recoge la problemática
científica de entonces que giraba en torno al concepto de espacio y de
fuerza, e intenta introducir las teorías de Newton en Alemania.
2. El periodo crítico: corresponde a las tres "Críticas". Hasta ahora Kant se
interesaba por cuestiones científicas, de física y matemáticas: a partir de
ahora su interés se centra en las cuestiones metafísicas. intentando
establecer cierto orden en las discusiones filosóficas. En 1781. aparece
la primera edición de la Critica de la razón pura (CrPura) pero esta obra
obtuvo un escaso interés y fue malinterpretada. Por esto, en 1783
escribe un breve resumen Prolegómenos a cualquier metafísica futura
que quiera presentarse como ciencia, y más tarde, en 1787, aparece
una segunda edición de la. Crítica, con algunas importantes
modificaciones que intentaban aclarar los malentendidos o los aspectos
más oscuros. En 1788. escribe la Crítica de la razón práctica (KpV)
donde reflexiona sobre el uso práctico de la razón, la ley moral. Y en
1790, escribe la Critica del juicio, donde haré una reflexión sobre el juicio
estético y el juicio teleológico acerca de la naturaleza. Kant escribió,
además de las "Críticas" numerosos ensayos y opúsculos tales como:
Metafísica de las costumbres, 1797; La religión en los limites de la
simple razón, 1793: Idea de una historia universal en sentido
cosmopolita y ¿Qué es la Ilustración?, 1784; Sobre la paz perpetua,
1795. En estas obras su reflexión se centra en el Derecho. la Religión, la
Historia y la Política.
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Los abusos metafísicos a que habían llegado los racionalistas, al hacer depender
todo conocimiento de una realidad sustancial y. por otro lado, el estrecho margen a
que es sometido el conocimiento desde la propuesta empirista, lleva a Kant a
plantearse la necesidad de una crítica que reordene la estructura del pensar. Someter
al tribunal de la razón a la razón misma.
Kant comienza por establecer la tarea propia de la filosofía, esta es: la ciencia de
la relación de todos los conocimientos a los fines esenciales de la razón humana.
¿Cuáles son estos fines esenciales de la razón del hombre? La razón humana busca
responder a cuatro preguntas:
1- ¿Qué puedo saber? o ¿Qué puedo conocer?, esto es. ¿Cuáles son los
límites y posibilidades de nuestro conocimiento?
2- ¿Qué debo hacer?, esto es. ¿Como puedo actuar y comportarme para
poder vivir en libertad y según mi propia conciencia?
3- ¿Qué me cabe esperar?, esto es, ¿Qué sentido puede tener mi vida en
constante realización?
4- Una última pregunta que engloba a las otras tres: ¿Qué es el hombre?
Sólo el hombre en tanto ser racional puede llegar a un autoconocimiento
desde la conciencia y la reflexión de su existir.
A la primera pregunta intenta responder la Metafísica, a la segunda, la Ética y a
la tercera, la Religión. Estas disciplinas no aparecen aisladas sino en íntima conexión:
lo que se sabe determina lo que se hace y lo que se desea o espera: me define de una
u otra manera. La filosofía se ocupa de la interrelación y unidad interna de estos
conocimientos. La actividad filosófica se encarga de establecer una coherencia, un
equilibrio, un orden, un entramado de todos los aspectos de la realidad humana.
Kant se pregunta, al mismo tiempo, por los limites del conocer, puesto que la
capacidad de nuestra razón no es ilimitada en contra de lo que pensaban los
racionalistas al proponer la razón dogmática, y por las posibilidades en contra del
escepticismo que afirma que no podemos conocer nada con seguridad –empiristas. El
método que Kant propone para enfrentarse con estas preguntas es nuevo: lo que él
llama el método transcendental o crítico.
En la Crítica de la razón pura. Kant intenta poner orden a los problemas
metafísicos para dar respuesta a la pregunta ¿que puedo conocer? a partir de las
propuestas racionalistas y empiristas.
En la Crítica de la razón práctica intenta responder a la segunda pregunta a
través de establecer el paso del uso teórico, en tanto conocimiento, al uso práctico de
la razón, en tanto determinación de la voluntad a actuar. Kant se pregunta ¿basta la
razón pura por sí sola para determinar la voluntad a actuar y fundamentar así, una ley
moral y el deber?
Lo que mueve a Kant en esta reflexión es claramente el proyecto ilustrado sentar
las bases de un conocimiento sólido para avanzar y progresar en la formación de una
humanidad mas libre, de la convivencia en libertad, de la convivencia pacifica, de la
plena realización del hombre como individuo y como ser social.
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b. EL PROBLEMA DE LA METAFÍSICA.
La pregunta que Kant se plantea es la siguiente: ¿es posible la metafísica como
ciencia?, esto es, ¿podemos tener un conocimiento científico, riguroso de temas como
Dios, el alma, el existir humano, el mundo en su integridad?
Kant parte de un hecho -Faktum-: las Matemáticas y la Física son ya ciencias
desde Tales y desde Galileo-Newton. en cambio, la Metafísica no parece haberlo
conseguido. La Metafísica se encuentra en franca inferioridad respecto a las
Matemáticas y la Física. Sobre estas últimas no cabe plantearse si son posibles como
ciencias, puesto que de hecho están constituidas como tales. Lo único que podemos
preguntarnos es cómo son posibles, es decir, en qué se basa su posibilidad real de ser
ciencias, mientras que con la Metafísica tenemos que empezar por interrogarnos si es
posible, para, más tarde, analizar cómo.
La inferioridad de la Metafísica con respecto a las ciencias es evidente: mientras
la ciencia progresa en el saber, la metafísica sigue planteando los mismos problemas
que ya plantearon Platón y Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo. Mientras los
científicos llegan a acuerdos en sus teorías (se abandonan unas en favor de otras), las
discusiones metafísicas son cada vez más radicales. Por todo ello. si logramos
demostrar que es posible la metafísica como un saber científico, entonces podremos
avanzar y progresar en este conocimiento esencial al hombre. Para investigar este
problema tenemos que establecer los siguientes pasos:
1. Analizar cómo es posible la ciencia: establecer las condiciones en que se da el
conocimiento científico.
2. Para analizar esta cuestión tenemos que establecer los puntos de partida del
análisis, esto es. ¿desde dónde vamos a hablar o establecer este discurso?
3. Una vez establecidas las condiciones de la ciencia, esto es. los instrumentos
con los que trabaja, podemos pasar a analizar si la Metafísica puede
establecerse como tal.
Para que un juicio o proposición pueda ser considerado como científico debe
cumplir al menos, dos condiciones:
1) que aumente nuestros conocimientos, esto es. que explique o defina la
realidad; le imponemos unas condiciones empíricas, en tanto que tales juicios
o proposiciones sirvan para afirmar o negar siempre hechos que sucedan en la
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realidad;
2) que estos juicios, argumentos o proposiciones tengan validez necesaria y
universal, es decir, que lo que expresan no pueda ser de otra manera y que
tenga valor siempre y en cada caso. Estas condiciones generales y necesarias
son a prior! y no provienen de la experiencia sino que la condicionan. Estas
condiciones pertenecen a la estructura del sujeto. En la realidad solo se dan
los hechos, condiciones empíricas, de la cual tenemos experiencia,
suponiendo ésta una ordenación o estructuración por parte del sujeto. El sujeto
ve la realidad bajo unas condiciones a priori.
Vamos a analizar cómo son posibles los juicios de la ciencia, en tanto tienen una
validez universal y necesaria y explican hechos empíricos. Para analizar estos juicios
Kant reproduce la distinción que había establecido previamente Leibniz entre verdades
de razón y verdades de hecho, al igual que Hume, y distingue entre: juicios analíticos
y juicios sintéticos.
a. Juicios analíticos: son aquellos cuyo predicado esta comprendido en el
sujeto y. por tanto, basta con analizar el sujeto para afirmar
necesariamente el predicado: A es B, no es posible negar B sin entrar
en contradicción, ya que B forma parte de A. Por ejemplo, un todo es
mayor que sus partes, o, todos los cuerpos son extensos. Estos juicios
no dan información sobre el mundo, no amplían nuestros conocimientos.
b. Juicios sintéticos: cuando el predicado no está contenido en el
concepto del sujeto. B informa sobre A. Por ejemplo, todos los que
tienen la piel morena tienen abundancia de melanina. Aumentan
nuestros conocimientos porque permiten establecer conexiones hasta
ahora desconocidas, es por tanto un juicio extensivo. La ciencia trabaja
con juicios sintéticos.
De los primeros podemos afirmar que son juicios a priori, esto es, su valor de
verdad no depende de la experiencia, la conexión entre sujeto y predicado es
inmediata, no se fundamenta en la experiencia sino en el concepto mismo del sujeto.
Su verdad está asegurada sin necesidad de comprobación empírica y, por lo tanto,
estos juicios son universalmente validos, no dependen de la experiencia. De los
segundos podemos afirmar que son juicios a posteriori, su valor de verdad depende
única y exclusivamente de la experiencia, la conexión entre sujeto y predicado solo se
fundamenta en la comprobación empírica.
Según esta clasificación, para que un juicio científico aumente nuestros
conocimientos tiene que ser un juicio sintético: pero para que posea una validez
necesaria y universal, no puede proceder de la experiencia (los empiristas negaban el
carácter necesario y universal del conocimiento factual), ya que si lo hacemos
depender de la experiencia solo podemos hacer generalizaciones probables pero no
verdades necesarias y universales La verdad universal y necesaria de un juicio solo
puede establecerse al margen de la experiencia y, por ello, tiene que establecerse a
priori. En conclusión, los juicios científicos necesariamente deben ser juicios sintéticos
pero a priori.
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bien "que la recta es la distancia más corta entre dos puntos" no puede ser un
conocimiento solamente probable.
Analicemos el último ejemplo, hemos de admitir que es un juicio sintético, ya que
en el concepto de recta no está incluido el concepto de distancia. Entonces, ¿es a
posteriori? Tenemos que admitir que no, ya que nos consta su verdad sin necesidad
de recurrir a la experiencia para comprobarlo y, además es universal y necesario ya
que son imposibles las excepciones.
Por lo tanto, en contra de lo que podría afirmar Hume, existen juicios sintéticos a
priori: éstos dan información sobre la realidad y además son universales y necesarios
ya que su verdad no procede ni depende de la experiencia.
Tenemos establecidas cuáles son las posibilidades de la ciencia, esto es, hemos
aclarado cómo es posible el conocimiento científico. Vamos ahora a reflexionar sobre
las condiciones de posibilidad de la metafísica. Si ésta asume las mismas condiciones
que la ciencia no pondremos ningún reparo para afirmar que los conocimientos
metafísicos son también universales y necesarios.
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información que recibimos del exterior - lo dado por los sentidos - es la materia. Lo
que el sujeto estructura y organiza de esa información exterior es la forma.
Así explica Kant el conocimiento: el objeto que conocemos podemos decir que
resulta de una elaboración del material empírico que nos proporcionan los sentidos
mediante las formas o estructuras cognoscitivas del sujeto.
i. La estética transcendental.
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b) El imperativo categórico.
La exigencia de obrar moralmente se expresa en un imperativo que no es —ni
puede ser— hipotético (como los mandamientos de las éticas materiales) sino
categórico. Kant ha ofrecido diversas formulaciones del imperativo categórico, la
primera de las cuales es la siguiente: «obra sólo según una máxima tal que puedas
querer al mismo tiempo que se torne en ley universal» (ibíd. p. 72). Esta
formulación muestra claramente su carácter formal; en efecto, este imperativo no
establece ninguna norma concreta, sino la forma que ha de poseer cualquier norma
concreta de nuestras acciones (las normas que determinan la conducta de cada uno,
normas por las que se rige un sujeto —por ejemplo, «no cobrar precios abusivos»—
son denominadas «máximas» por Kant): cualquier norma, cualquier máxima ha de ser
tal que el sujeto pueda querer que se convierta en norma para todos los hombres, en
ley universal. Esta formulación del imperativo categórico muestra igualmente la
exigencia de universalidad propia de una moral racional.
También en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres ofrece Kant
la siguiente formulación del imperativo categórico: «Obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre
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como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» (ibíd. Pág. 84).
Al igual que la formulación anterior ésta muestra su carácter formal y su exigencia de
universalidad; a diferencia de aquélla, en esta formulación se incluye la idea de fin.
Lo único que es fin en sí mismo es el hombre, en tanto que ser racional. No ha
de ser utilizado nunca, por tanto, meramente como un medio.
c) El deber.
La ética formal no establece, pues, lo que hemos de hacer: se limita a señalar
cómo debemos obrar siempre, trátese de la acción concreta de que se trate. Un
hombre actúa moralmente, según Kant, cuando actúa por deber. El deber, según
Kant, es «la necesidad de una acción por respeto a la ley» (Fundamentación de la
metafísica de las costumbres. Trad. García Morente. Madrid, 1967, Pág. 38), es decir,
el sometimiento a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda
proporcionarnos, sino por respeto a la misma.
Kant distingue tres tipos de acciones: acciones contrarias al deber, acciones
conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral.
Supongamos, utilizando un ejemplo de Kant mismo, el caso de un comerciante que no
cobra precios abusivos a sus clientes. Su acción es conforme al deber. Ahora bien, tal
vez lo haga para asegurarse así la clientela, en cuyo caso la acción es conforme al
deber, pero no por deber: la acción (no cobrar precios abusivos) se convierte en un
medio para conseguir un propósito, un fin (asegurarse la clientela). Si, por el contrario,
actúa por deber, por considerar que ése es su deber, la acción no es un medio para
conseguir un fin o un propósito, sino que es un fin en sí misma, algo que debe hacerse
por sí.
El valor moral de una acción no radica, pues, en algún fin o propósito a
conseguir, sino en la máxima, en el móvil que determina su realización, cuando este
móvil es el deber: «una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito
que por medio de ella se quiera alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido
resuelta; no depende, pues, de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del
principio del querer» (ibíd. Pág. 39).
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mismo venciendo las inclinaciones, deseos, etc. También la inmortalidad del alma y la
existencia de Dios son postulados de la moral, según Kant, si bien en estos dos casos
su razonamiento es más complicado y ha sido objeto de diversas objeciones. En
cuanto a la inmortalidad, su razonamiento es el siguiente: la razón nos ordena aspirar
a la virtud, es decir, a la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley
moral; esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada; su realización sólo
tiene lugar en un proceso indefinido, infinito, que, por tanto, exige una duración
ilimitada, es decir, la inmortalidad. Por lo que se refiere a la existencia de Dios, Kant
afirma que la disconformidad que encontramos en el mundo entre el ser y el deber-ser
exige la existencia de Dios como realidad en quien el ser y el deber-ser se identifican y
en quien se da una unión perfecta de virtud y felicidad.
“Si se echa una ligera ojeada a esta obra [la Crítica de la razón pura] se puede
quizá entender que su utilidad es sólo negativa: nos advierte que jamás nos
aventuremos a traspasar los límites de la experiencia con la razón especulativa. Y,
efectivamente, ésta es su primera utilidad. Pero tal utilidad se hace inmediatamente
positiva cuando se reconoce que los principios con los que la razón especulativa
sobrepasa sus límites no constituyen, de hecho, una ampliación, sino que, examinados
de cerca, tienen como resultado indefectible una reducción de nuestro uso de la razón,
ya que tales principios amenazan realmente con extender de forma indiscriminada los
límites de la sensibilidad, a la que de hecho pertenecen, e incluso con suprimir el uso
puro (práctico) de la razón […] Ello se ve claro cuando se reconoce que la razón pura
tiene un uso práctico (el moral) absolutamente necesario, uso en el que ella se ve
inevitablemente obligada a ir más allá de los límites de la sensibilidad”
(I. KANT, Crítica de la razón pura. Trad. de P. Ribas, Madrid, Alfaguara, 1978,
p. 24).
“Ahora yo digo: el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí
mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe
en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás
seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como fin. Todos los
objetos de las inclinaciones tienen sólo un valor condicionado, pues si no hubiera
inclinaciones y necesidades fundadas sobre las inclinaciones, su objeto carecería de
valor. Pero las inclinaciones mismas, como fuentes de las necesidades, están tan lejos
de tener un valor absoluto para desearlas, que más bien debe ser el deseo general de
todo ser racional el librarse enteramente de ellas. Así pues, el valor de todos los
objetos que podemos obtener por medio de nuestras acciones es siempre
condicionado. Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la
naturaleza, tienen, empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo,
como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio los seres racionales llámanse
personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es,
como algo que no puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese
sentido todo capricho (y es un objeto de respeto).”
(I. KANT, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Trad. de M.
García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1983, pp. 82 y 83)
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