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Kant aborda el problema del conocimiento en la Crítica de la razón pura. En ella se plantea
la cuestión ¿qué puedo saber?, es decir cuales son los límites de la capacidad cognoscitiva del
hombre. Esto también incluye la cuestión planteada por la metafísica: cuál es la función de los
problemas que se plantea la razón y que están más allá de sus límites (Dios, Alma y Libertad).
“Crítica” siginifica análisis (de crinein, separar), es decir establecer o diferenciar cuáles son
las partes que conforman algo. “Razón pura” significa la razón sin relación ni mezcla con la
experiencia, sino en sí misma, independiente. “Crítica de la razón pura” significa pues: análisis de la
razón cuando ésta no tiene relación con la experiencia.
Las partes de esta obra son las siguientes:
a) Prólogos A y B;
b) Introducción;
c) (Parte I) Doctrina trascendental de los elementos, que incluye
c.1) Estética trascendental
c.2) Lógica trascendental
• Analítica trascendental
• Dialéctica trascendental
d) (Parte II) Doctrina trascendental del método
c.1) Disciplina de la razón pura
c.2) Canon de la razón pura
c.3) Arquitectura de la razón pura
c.4) Historia de la razón pura.
Así pues, la Crítica de la razón pura analiza la razón cuando no tiene relaciñón con la
experiencia en una primera parte en la que analiza los elementos de que se compone y en una
segunda parte en la que analiza cómo se relacionan estos elementos entre sí, es decir cómo funciona
o cuál es su método (itinerario).
Para Kant un conocimiento es trascendental cuando “se ocupa, no tanto de los objetos, sino
de nuestro modo de conocerlos, en la medida en que ha de ser posible apriori”. Por lo tanto, lo
trascendente es algo que no se relaciona con la experiencia sino con las condiciones previas que la
hacen posible y que hacen posible el conocimiento, y marcan por ello su limitación. La reflexión
sobre las posibilidades y limitaciones del conocimiento humano no es conocimiento científico sino
metafísico. Sin embargo, la reflexión sobre estos límites es necesaria para establecer qué es ciencia
y qué no lo es, o sea qué puedo saber y qué no. Por esto, el idealismo kantiano se denomina
trascendental, diferenciándose del idealismo material problemático de Descartes (que dudaba de la
existencia de objetos de la experiencia) y del idealismo material dogmático de Berkeley (que
negaba la existencia de objetos de experiencia afirmando que todo era perceción). El idealismo
kantiano es trascendental1 porque no dice de la experiencia nada sino cuáles son sus límites.
El conocimiento comienza con la experiencia, pero “no por eso procede todo él de la
experiencia”. “Ningún conocimiento precede a la experiencia”, es decir no puede haber
conocimiento sin experiencia, pero para que haya conocimiento es necesario que haya unas
condiciones que lo hagan posible y lo determinen (le impongan sus proppios límites). Aquello que
hace posible el conocimiento extiende sus características peculiares a todo lo que es objeto de
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Trasciende a la experiencia y trasciende al individuo conocedor, pues todo individuo tiene este modo de conocimiento.
conocimiento.
Así pues, hay 2 tipos de conocimiento:
a) El conocimiento de la experiencia que es siempre a posteriori (pues siempre que se da este
conocimiento es después de que se haya dado la experiencia), es particular, concreto y
contingente;
b) El conocimiento de las condiciones que hacen posible la experiencia que es siempre a priori
(pues estos conocimientos son necesariamente anteriores a que se dé la experiencia), es
universal, formal y necesario.
Así recoge Kant la tradición que proviene de Leibniz, quien dividía el conocimiento en
verdades de hecho y de razón, y de Hume, quien distinguía entre cuestiones de hecho y relaciones
de ideas. Pero según Kant estos tipos de conocimientos por separado no pueden conformar la
ciencia, ya que ésta se relaciona con la experiencia aumentando la información a la vez que
pretende enunciar leyes universales a las que la experiencia está sujeta (tal como hizo Newton). La
ciencia (la física) es posible gracias a que se puede dar esta relación entre experiecia y leyes
universales, por lo cual es necesaria la existencia de los juicios sintéticos a priori, pues son
universales a la vez que aumentan la información sobre la experiencia.
Sin embargo, la metafísica no es posible ya que no hay experiencia de los objetos
universales, pues la capacidad del hombre no alcanza la experiencia de los objetos universales. La
ciencia conformada por juicios sintéticos a priori es el conocimiento de las condiciones que hacen
posible toda experiencia, es decir de las características de la experiencia2 que se hallan en toda
percepción concreta, por lo que no es un conocimiento de lo concreto y sus límites coinciden con
los límites del conocimiento científico.
Para que un conocimiento sea científico debe sujetarse a los límites de la experiencia, es
decir de lo que las cosas son tal como se aparecen (fenómeno) para el sujeto, no de las cosas tal
como son en sí mismas (noúmeno): a esto se denomina giro copernicano3, detectado por Kant en
todas las ciencias.
Cada ciencia (la matemática y la física) ha tenido su giro copernicano en algún momento
histórico, pero la metafísica aun no lo ha conseguido. El giro copernicano en metafísica pretendido
por Kant podría resumirse en la siguiente frase: “la razón no encuentra en las cosas sino lo que la
razón misma ha puesto en ellas previamente”. Es decir, es un giro desde los objetos hacia la razón
del sujeto perceptor (no es un giro subjetivo o relativista, pues los fenómenos se aparecen
idénticamente a toda razón: el sujeto es trascendental, y por tanto su conocimiento es objetivo,
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La capacidad del individuo de tener experiencias. Al igual que las condiciones de posibilidad del conocimiento no
son ningún conocimiento concreto (quizá la condición de posibilidad del conocimiento sea la existencia, pues ya
Descartes unió pensamiento y existencia: cogito ergo sum).
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Copérnico pasó de que todas las estrellas giraran alrededor del espectador a que el espectador girara dejando las
estrellas en reposo.
aunque no sea de los objetos mismos sino de lo que estos son para el perceptor.
Cada ciencia ha tenido su giro copernicano cuando ha variado su método:
a) En Matemática, se pasó de considerar la figura y sus propiedades en sí misma, a construirla
previamente;
b) En Física (ciencia de la naturaleza), el conocimiento no procede de lo que la naturaleza es
en sí misma, sino de lo que los experimentos y principios construidos buscan confirmar en
ella.
Como se dijo, la Crítica de la razón pura es dividida en dos partes principales. En la primera
parte se analizan los elementos de la razón pura y en la segunda se intenta mostrar cuál es su
funcionamiento. Si en la primera se ponen las bases en la otra se intenta comenzar su edificación.
Así pues, la primera parte tiene una primera división que es la Estética trascendental, donde
se estudia la facultad de la sensibilidad que es la condición de posibilidad de los juicios sintéticos a
priori en las matemáticas, y tiene una segunda división que se llama Lógica trascendental. En esta
segunda división se incluye una Analítica trascendental donde se estudia la facultad del
entendimiento, que es la condición de posibilidad de los juicios sintéticos a priori en la física
(ciencia de la naturaleza), y también se incluye una Dialéctica trascendental donde se estudia la
facultad de la razón, que sería la condición de posibilidad de los juicios sintéticos a priori en la
metafísica (como ciencia) si es que esto fuera posible (pero no lo es, dentro de los límites de la
razón pura, ya que no hay experiencia de objetos universales, aunque se verá cuál es el papel para la
propia razón de esta tendencia a ir hacia más allá de sus propios límites.
Las ilusiones o ideales de la razón, que son Yo, Mundo y Dios, son una tendencia necesaria
del entendimiento a ir más allá de los límites de la experiencia; el entendimiento al realizar juicios
crea unificaciones en tanto que relaciona (unifica) las diversas representaciones que aporta la
sensibilidad. Esta unificacion permanece dentro de los límites de la experiencia cuando el juicio se
relaciona (condicionado) con los fenómenos, pero va más allá de los límites de la experiecnia
cuando el juicio no se relaciona (incondicionado) con los fenómenos (sino con las ilusiones: la
ilusión de que el juicio se relaciona con la cosa en sí, con el noúmeno, en lugar de que se relacione
consigo mismo).
Los ideales de la razón (Yo, Mundo y Dios) son la condición de posibilidad de los juicios
ilusorios (o autoengaños del entendimiento) en la metafísica tradicional, que incluye la teología. Así
responde Kant a la pregunta: ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica? La
condición de posibilidad de estos juicios en la metafísica es la experiencia de las cosas en sí
mismas, la experiencia del noúmeno; pero esto es imposible ya que la cosa en sí o noúmeno se
define como lo que no se aparece (fenómeno) en la experiencia; por lo tanto no es posible la
ciencia o el conocimiento de los objetos de la metafísica tradicional, no es una ciencia; la ciencia
o el conocimiento de la tendencia de la razón a traspasar los límites de la experiencia y de la
distinción (crítica) de estos límites entre experiencia e ilusión (sin la cual no es posible saber cuando
se traspasan) es la dialéctica trascendental.
La acción de la voluntad libre del hombre siempre busca un determinado fin, pero su
libertad no depende de estos bienes concretos ni de los medios concretos que usa para conseguirlos,
sino que depende del fundamento de la propia acción. El fundamento de la acción es el motivo
general y finalidad que persiguen el conjunto de las acciones.
La moral tradicional es heterónoma, pues establece el fundamento de la acción de la
voluntad libre del hombre fuera de la voluntad, y por lo tanto esta acción deja de ser libre para ser
determinada por fines heterónomos (ajenos a la razón) como son por ejemplo:
a) Felicidad (eudemonismo de Aristóteles);
b) Placer (hedonismo);
c) Satisfacción de las necesidades (utilitarismo);
d) Voluntad de Dios (cristianismo y Edad media);
e) Naturaleza humana racional (santo Tomás y racionalismo);
f) Sentimientos (D. Hume).
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Que es la que intenta derivar las máximas a partir de la ley universal: “La razón refiere, así pues, toda máxima de la
voluntad como universalmente legisladora.”
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Todas las formulaciones se inspiran en la “regla de oro” del Evangelio: “lo que no quieras para tí no lo queras para
los demás” o “Amarás a tu prójimo como a tí mismo... y en esto se resume la ley”.
de verdadera libertad, que es lo que caracteriza principalmente a toda naturaleza racional. Por ello
puede hablarse del hombre como un fin en sí mismo, y de la humanidad como un reino de fines.
Kant entiende por “reino” “el enlace sistemático de distintos seres racionales por leyes comunes”,
es decir por una ley universal que se da a sí mismo el sujeto trascendental (todo ser racional) en su
acción. Así, el imperativo categórico tiene también otras 2 formulaciones:
a) “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro,
siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”;
b) “Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino
universal de fines”.
Los ideales (o ilusiones) de la razón pura teórica (Yo, Mundo y Dios) son los postulados
de la razón pura práctica. Aquello que no era posible conocer de manera científica, es necesario
creerlo para la consecución de la ética formal. Por ello afirma Kant que tuvo que “suprimir el saber
para dejar sitio a la fe”, una fe o creencia práctica (no positiva como la de las religiones) o moral
que se refiere a la voluntad. De este modo aparecen los postulados para la razón práctica:
a) La inmortalidad del alma es una creencia derivada de la ilusión de continuidad de la
conciencia en el Yo, pues el bien supremo se presenta como la coincidencia del querer, de la
voluntad, con la ley universal, para lo cual se requiere un progreso infinito de una
conciencia continua;
b) La libertad de la voluntad frente al determinismo de las leyes de la naturaleza es una
creencia derivada de la ilusión de la existencia de cosas en el Mundo más allá de lo que
percibimos de ellas (mundo sensible), pues debe haber una naturaleza propia de los seres
racionales (mundo inteligible) que les haga estar sujetos a una ley propia que permita la
autodeterminación de la voluntad y por tanto la libertad;
c) La continuidad del alma y la necesidad de la naturaleza (incluida la necesidad de que los
seres naturales sean libres) se unen en el ser perfecto, que es eterno y necesario, Dios, que es
un postulado de la razón práctica pues en él se vincula el querer y el deber, la voluntad y la
ley universal, en él cultima todo perfeccionamiento moral y la felicidad de la humanidad, del
reino de los fines.
En la Crítica del Juicio (KU) Kant analiza la facultad que es común a los dos usos de la
razón, el uso teórico y el uso práctico, que son analizados en las Críticas anteriores. Se trata de la
facultad de juzgar, discernir, criticar o relacionar, pues se recordará que el entendimiento era la
capacidad de producir juicios, que podrían ser juicios de experiencia o juicios de ilusión; los juicios
de experiencia eran necesarios para ampliar el conocimiento científico, pero también aparecen los
juicios morales como conformadores de la ética formal (más concretamente como máximas que
guían la acción concreta según la ley universal). La facultad de juzgar, discernir o relacionar es
el desarrollo de una sensibilidad, del sentimiento de armonía o gusto que producen dos
elementos cuando el sujeto trascendental los vincula entre sí. Este sentimiento de armonía o
gusto se produce en todo juicio realizado, en toda relación establecida con éxito, que como se sabe
siempre se da entre un sujeto y un predicado, y al nivel de la crítica de la razón pura se da entre el
conocimiento científico y la acción libre, es decir entre los usos teórico y práctico de la razón pura.
Así pues, el sentimiento es lo que tienen en común tanto el conocer comom el querer en el
sujeto trascendental. Un juicio es un tipo de sensibilidad o sentimiento ya que al juzgar lo que se
hace es “subsumir bajo reglas, es decir discernir si algo cae o no bajo una regla dada”, por ejemplo
una sentencia relaciona un sujeto concreto con una ley general en sentido afirmativo o negativo. Por
su parte, todo sentimiento relaciona un caso concreto con una ley general (de gusto o armonía) que
hay dentro del sujeto trascendental, de modo que si se ajusta a dicha ley aparece un sentimiento de
placer, mientras que si sucede lo contrario aparece sentimiento de disgusto. De este modo, todo
juicio se deriva de la facultad de sentir placer o disgusto en la relación de lo particular con lo
general.
Así pues, la Crítica del Juicio es el análisis de la facultad de juzgar, discernir, criticar o
relacionar, que es una especie de sensibilidad trascendental. En este sentido debe relacionarse esta
Crítica del Juicios con la estética trascendental que aparecía en la Crítica de la razón pura. Allí se
define la sensibilidad como “la capacidad de recibir representaciones, al ser afectados los sentidos
por los objetos.
Debe recordarse, de nuevo, que al hablar del sentimiento Kant también se está refiriendo al
sujeto trascendental, y por tanto, no se refiere a un placer o disgusto sobre algo concreto, sino
formal, y que en este sentido afecta a todo sujeto particular. Por ello tampoco habla de lo bueno y lo
malo en sí, o de lo bello y lo feo en sí (noúmeno), sino de lo que las cosas son para el sujeto
(fenómeno), y de cómo funciona la facultad del sentimiento de estos fenómenos en el sujeto
trascendental. Por ello reúne Kant los términos “juicio” y “sentimiento” en el término “gusto”. “El
gusto hace posible el tránsito del encanto sensible al interés moral de los hábitos... al representar la
imaginación también su libertad como determinable conforme a un fin para el entendimiento, y
enseña a encontrar, hasta en los objetos de los sentidos una libre satisfacción, también sin el encanto
de los sentidos.” Así se relaciona la naturaleza con la libertad, el conocimiento con el querer y la
acción.
El mundo de los seres sensibles se encuentra determinado por las leyes de la naturaleza, que
se imponen a las cosas desde fuera. Pero el gusto o sentimiento puede encontrar una libertad incluso
dentro de esta determinación, puede sentir cómo las cosas sensibles son fines en sí mismas (y no
medios para fines ajenos) cuando estos objetos en la sensibilidad se representan en relación con la
ley universal creada por la voluntad libre del sujeto trascendental: es decir cuando la representación
de un objeto sensible forma parte de la armonía de la ley universal de la libertad. Entonces el gusto
siente placer y se produce el juicio estético de lo bello. Como el placer se siente cuando el gusto
crea el juicio estético relacionando el objeto sensible concreto en armonía con la ley universal,
puede decirse que la belleza es la experieón de la moralidad, es decir lo bello es encontrar lo libre
en la naturaleza. Por su parte, lo sublime es lo contrario, encontrar la naturaleza en lo libre, es
decir el juicio estético de lo sublime pone en relación de armonía la libertad del sujeto particular
con la ley natural como fin en sí mismo, siendo que incluso la libertad es una determinación de la
naturaleza como fin en sí mismo (el particular es un fin en sí mismo porque el todo es un fin en sí
mismo). El sujeto trascendental encuentra por el juicio estético de belleza la libertad en el objeto
sensible, y por el juicio estético de sublimidad se encuentra a sí como uno de estos objetos
sensibles que tienen libertad (hace un juicio estético de belleza sobre sí mismo) y por tanto
determinado por la ley natural (que también se transforma en ley universal moral creada por la
autonomía de la voluntad libre). La sublimidad es el juicio de que la naturaleza es libre.
El juicio teleológico es la relación armónica entre algo concreto, la naturaleza entera y la ley
universal, que es su finalidad. La naturaleza, no en sí misma sino tal como aparece al sujeto
trascendental, tiende a la realización de sus propios fines, que se recogen en la ley universal. La
finalidad de la naturaleza es la autorealización (autodeterminada, libre), y por tanto la realización de
todos los objetos sensibles, incluidos aquellos que tienen libertad (capacidad de autodeterminarse)
como son los seres racionales. De esta manera el fin de la naturaleza es el fin de los seres
racionales, la plena coincidencia entre el querer y la ley universal, la voluntad santa. Estos fines de
la naturaleza (que son juicios estéticos) son conocidos por los juicios sintéticos a priori del sujeto
trascendental y son queridos o deseados por los juicios de la razón práctica.
Los ideales de la razón pura teórica (inmortalidad del Yo, libertad ante el Mundo y
existencia de Dios) son considerados por Kant como postulados de la razón pura práctica. En este
sentido, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios, que son contenidos tradicionales de la
religión, son considerados por Kant desde el punto de vista de la moral, es decir de la razón. Según
Kant nada puede decirse sobre lo que las cosas son en sí mismas (noúmeno) sino sobre cómo se
aparecen estas (fenómeno) ante el sujeto trascendental. En este sentido tanto la religión como la
moral abordan el mismo contenido: el deber, solo que una lo aborda como mandato de Dios, y la
otra como autodeterminación de la razón. Así puede hablarse de que Kant no era ateo sino
agnóstico, pues creía que no era posible conocer a Dios y lo que este mandaba. En todo caso, la
variedad de religiones positivas acumulan una serie de mandatos morales que pueden ajustarse más
o menos a la razón: en este sentido, el cristianismo es una religión moral, pues sus mandamientos
se ajustan a los imperativos racionales. De la misma manera también afirma Kant que l amoral
racional es autónoma, pues no necesita “ni de la idea de un ser superior al hombre para conocer el
deber propio, ni otro motivo que la ley misma para observarla”. Es decir el conocimiento del deber
del hombre se basa en su naturaleza racional (conocimiento) y en la autonomía de su voluntad
(libertad de su querer).
La política de Kant se deriva también de su Crítica de la razón práctica, concretamente de
su idea de la humanidad como reino de los fines. Todo miembro de la sociedad, gracias a su libertad
se convierte en autolegislador, y en constructor de la ley universal. Por ello es necesario que los
gobiernos concretos respeten absolutamente la racionalidad y la libre voluntad de los ciudadanos.
Esto supone que todo gobierno o Estado concreto tenga conciencia de la unidad de la naturaleza de
todos los hombres como seres racionales en progreso hacia la perfección moral. La humanidad es la
finalidad de todo gobierno concreto, así como la ley universal o constitución cosmopolita es la
finalidad de toda ley concreta establecida por un determinado gobierno. La acción de todos los
gobiernos que conforman la humanidad debe ser una acción para la paz perpetua, pues solo gracias
a la paz podrá la humanidad alcanzar sus fines propios (y también podrá hacerlo la propia
naturaleza). La acción para la paz se concreta en una sociedad de naciones que traten de ajustarse a
la constitución cosmopolita (o ley universal). La paz entre las naciones incluye también la paz
dentro de cada gobierno particular: esta paz se consigue cuando cada gobierno preserva la libertad
de expresión de sus ciudadanos, el cumplimiento de las leyes que el pueblo se ha dado a sí mismo y
la igualdad entre todos ellos. Todo esto se alcanzará progresivamente pues la humanidad se
encuentra en un continuo perfeccionamiento. (Con lo cual es posible que antes de la paz perpetua se
suceda la guerra final). De esta manera responde Kant a la cuestión ¿qué me cabe esperar?
3.B. Reino de los fines (la Revolución Francesa)
La Revolución Francesa fue una alegría para Kant pues en ella creyó ver el progreso de la
humanidad. Esta revolución respetaba absolutamente la naturaleza racional del ser humano
rechazando cualquier control que la religión quisiera hacer sobre lo público. (Al igual, para Kant, la
religión era algo privado). Además, se defendían los valores de libertad e igualdad que eran
condiciones necesarias para la paz (la fraternidad) perpetua. La historia sería el progreso de la
humanidad hacia esta paz, que sería su finalidad.
En cuanto a la educación del ciudadano, ésta ha de ser tanto intelectual (teórica) como moral
(práctica), por lo que debe buscar un equilibrio entre la libertad y el deber. La educación debe tener
presente el ideal de la humanidad plenamente desarrollada según la ley universal, y ajustarse a esta
misma ley en sus pautas concretas de docencia. La educación es un importantísimo motor del
progreso de la humanidad, por lo que debe estar en manos de los filósofos que son quienes cultivan
la libertad de someterlo todo a la crítica de la razón, y no en manos de políticos ni de teólogos.