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La infancia, entre el pasado y el presente

Los pensamientos, las creencias y preocupaciones que a través del tiempo


fueron modulando la relación de los adultos con los niños sin duda han ido
cambiando. Las formas habituales de las prácticas de crianza de otros tiempos
o de otros contextos hoy pueden parecernos abusivos o crueles. Sin embargo,
estas prácticas sociales eran vividas como naturales en ese momento y en ese
contexto socio-histórico, existía un consenso que les daba legitimidad y
permanencia.

Del mismo modo podemos encontrar que el trato que reciben hoy nuestros
niños por parte de los adultos se encuentra en cierta medida sometido al
mismo proceso de naturalización y legitimación. Los estudios que historizan
acerca del concepto de infancia relatan una serie de abusos cometidos con los
niños en todos los tiempos. Muchas de estas prácticas hoy las denunciaríamos
como formas de violencia o maltrato. Sin embargo, en aquella época
formaban parte de la vida cotidiana de las sociedades y gozaban de
aceptación.
Nos toca ahora mirar la relación que establecemos hoy con los niños para
comenzar a instalar algunas preguntas acerca de nuestras concepciones,
discursos y prácticas con el objeto de evitar el silenciamiento y la
legitimación de nuestras prácticas educativas cotidianas naturalizadas.

El presente texto reúne los principales aportes de dos fuentes bibliográficas


que a mi entender son relevantes para comprender nuestras prácticas
educativas - familiares y escolares - desde una nueva perspectiva, aquella que
nos permita ver cuál es la concepción de infancia que heredamos, cuál es la
que sostenemos y cuál es la que queremos.

1. Acerca del imaginario social

¿Cómo se organiza nuestra vida social? ¿Por qué las personas en un


determinado contexto comparten una manera particular de vincularse unos
con otros? ¿Por qué los miembros de una sociedad se sienten ligados entre sí?
¿Cómo ocurre que experimentamos subjetivamente la sensación de
pertenecer, de formar parte de un colectivo social?

¿Cómo se mantiene la unidad de una sociedad en el plano de la subjetividad


colectiva? Esta unidad social se mantiene a través de la consolidación y
reproducción de sus producciones de sentido. Estas producciones de sentido
conforman lo que se ha dado en llamar el imaginario social que aporta los
sentidos organizadores de la vida en una sociedad.

El imaginario social es lo que mantiene unida a una sociedad en la medida en


que produce significaciones colectivas. Por ejemplo: qué es un hombre, qué
es una mujer o qué significa ser un ciudadano, lo que está bien, lo que está
mal. Las cosas son según las significaciones que, en forma compartida, le
adjudican los miembros de una sociedad.
Para comprender mejor el concepto de imaginario es importante abordar
algunas cuestiones acerca del mito. El mito es una construcción que se
elabora con el objeto de dar sentido a lo inexplicable. Por ejemplo, los
griegos elaboraban mitos para explicar los fenómenos de la naturaleza. No
sólo existen los mitos creados en el pasado, y que hoy conocemos en forma de
cuentos o relatos, todas las sociedades construyen sus mitos. No hay sociedad
sin mito.

Los mitos son cristalizaciones de significaciones que una sociedad establece y


que operan como organizadores de sentido en el accionar, pensar y sentir de
los hombres
Es decir que estas creencias se instalan, se cristalizan, e instituyen en forma
colectiva una manera de hacer y sentir.

Tomemos por ejemplo, las creencias que se desarrollan alrededor de la idea


de locura: el mito del "loco peligroso". Se cree que las personas que padecen
sufrimiento psíquico son peligrosas. En coherencia con esta idea, se instala
una práctica social de tratamiento del enfermo mental: el encierro. Aunque
las estadísticas lo contradicen señalando que la mayor parte de actos
delictivos y violentos, son llevados a cabo por personas "normales" que no son
enfermos mentales diagnosticados.

El mito tiene eficacia en la medida en que gobierna nuestras formas de


pensar, de hacer y de sentir. Si se nos acerca un loco sentimos miedo, nos
asusta.

La fuerza de los mitos, su grado de penetración en nuestras vidas es tan


intenso que organiza nuestras relaciones y la vida social aunque no nos demos
cuenta. Habitualmente percibimos estas creencias o significaciones como
hechos naturales más que como construcciones sociales. Esto hace que sean
tan difíciles de modificar.
La naturalización de las producciones culturales implica que concebimos como
naturales (propios de la naturaleza humana) hechos que en realidad son
culturales. Lo natural alude a aquello que es inevitable e inmodificable
porque es "algo natural". En cambio, es cultural todo aquello que construimos
socialmente y, si lo construimos, es posible que construyamos algo diferente,
por tanto lo cultural es evitable y modificable.

Para modificar alguna de estas creencias o mitos que nos gobiernan es


necesario en primer lugar "desnaturalizarlas", es decir desocultar su carácter
cultural, construido.
Decimos que tenemos que desmitificar estas cuestiones porque para que una
práctica social cambie es necesario modificar las creencias que la sostienen y
le dan sentido. No hay cambio si no hay un cambio en el imaginario social.

Las creencias y mitos que organizan nuestras vidas son cambiantes,


precisamente la historia nos demuestra el carácter cultural de nuestras
creencias. Pensemos en alguno de los prejuicios por ejemplo, el significado
cambiante que se le atribuye a la cuestión de mostrar el cuerpo. Si en otras
épocas y en otras culturas las cosas fueron diferentes, no son tan naturales
como las percibimos en nuestra vida cotidiana. La naturalización es uno de los
grandes obstáculos para el cambio porque legitima formas de actuar y pensar
y, además, crea consensos.

Como se dijo, estas formas de pensar determinan ciertas formas de actuar.


Siguiendo este razonamiento, si se piensa por ejemplo, que una persona es
indecente por la ropa que usa se la excluye o se sanciona su conducta de
diversas formas. Si se piensa que un niño constituye una amenaza se lo castiga
o se lo controla privándolo de la libertad de movimiento. Si se piensa que las
madres van a cuidar siempre a sus hijos por un impulso instintivo no será
necesario que estén dadas las condiciones sociales, familiares y materiales
para que el niño reciba cuidados.

El concepto de imaginario social nos abre la posibilidad de producir un


quiebre en nuestras formas habituales de pensar y nos permite ensayar otras
en la medida en que desoculta el carácter construido de nuestras creencias y
de las prácticas sociales que éstas sostienen.

Sin embargo no es tan fácil operar este quiebre. Los mitos son muy eficaces.
¿Cómo logran su eficacia?
Se pueden señalar varias características que contribuyen a hacer tan eficaces
a los mitos. Por una parte se enuncian en forma repetitiva y con insistencia.
Por ejemplo: afirmamos con frecuencia que "los hombres no lloran", o que "el
amor verdadero es para toda la vida".

Además los mitos vuelven equivalentes situaciones diferentes, es decir que


producen deslizamientos de sentido. Por ejemplo: ser loco es igual a ser
peligroso, mujer es igual a madre, marginado es igual a delincuente,
homosexual es igual a perverso.

Son afirmaciones que ocultan lo histórico y construyen una realidad como si


fuera una realidad objetiva. Construyen e instalan regímenes de verdad. Las
verdades son absolutas y universales. Quedan ocultas las contradicciones
entre el mito y la realidad. Por ejemplo, la creencia de que el amor materno
es instintivo. La realidad nos muestra claramente de qué manera el amor
materno está afectado por múltiples condiciones, sociales, económicas,
culturales. Sin embargo las mujeres lo sienten como una condición natural
inevitable y, desde que son niñas desean ser madres. Decimos con insistencia
que una mujer no se ha "realizado" si no es madre. Esto es efecto del mito, de
la fuerza con que opera en lo más profundo de nuestra subjetividad.

Los mitos institucionalizan tanto relaciones materiales como subjetivas.


Prescriben desde contratos laborales hasta relaciones matrimoniales.

El mito es uno de los elementos básicos que hacen que el poder funcione.
Hablamos de "poder" en el sentido clásico del término: la capacidad de
afectar a otros en mayor grado de lo que se es afectado. Los otros elementos
que hacen que el poder funcione son: la violencia o la fuerza y el discurso del
orden (normas, leyes)
El imaginario es un conjunto de significaciones que aportan un sentido
organizador, hace que los miembros de una sociedad se ordenen, se
uniformen, se "pongan en fila" (que los conscientes e inconscientes se pongan
en fila). Afecta nuestras emociones y nuestros deseos. Y, hace que el deseo
sea conforme a unas relaciones de poder.

Pero esto no es estático, las significaciones tienen una dinámica, están en


movimiento. Existe un imaginario social instituido, aceptado y consensuado
pero cada grupo o sector social puede producir nuevas significaciones que
ponen en cuestión, se oponen a las significaciones instituidas. Decimos
entonces que hay un imaginario instituyente, que es aquél que produce un
quiebre y cuestiona lo instituido.
Para que se produzca el cambio es necesario que surjan nuevos organizadores
de sentido, estos combaten el orden establecido, dan cuenta de la existencia
de "deseos que no se anudan al poder." (Fernández, A. M., 1993)

Cabe ahora preguntarse cómo concebimos la infancia hoy. ¿Cuáles son los
mitos que construimos alrededor de la infancia y que sostienen los discursos y
las prácticas de crianza tanto familiares como escolares?

Historizar acerca del concepto de infancia nos permite explicar cómo se


sostienen ciertas prácticas sociales a lo largo del tiempo. Los niños no fueron
concebidos de la misma manera en todos los tiempos. Estas creencias acerca
de los niños y de sus necesidades fueron modelando diversas formas de
vinculación por parte de los adultos. Algunas permanecen como modelos
heredados mientras que otras se fueron modificando.

Para comenzar, podemos preguntarnos si las madres siempre amaron y


desearon cuidar y proteger a sus hijos. ¿Cómo fueron las costumbres de
crianza en el pasado y en diferentes culturas? ¿Existe el amor materno? ¿Se
trata de un impulso instintivo? ¿Por qué se delegaban las funciones de crianza
en otras personas? ¿Por qué persiste la delegación? ¿En qué sentido se han
producido cambios en la educación temprana?

Claudia E. Gerstenhaber
Prof. y Lic. en Ciencias de la Educación.
Publicado en:
0 a 5 LA EDUCACIÓN EN LOS PRIMEROS AÑOS
Ediciones Novedades Educativas - Año 2001

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