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LEYENDO LA ARGUMENTACIÓN, EL ORADOR Y EL AUDITORIO

Por: Lizziearrows

El objetivo principal de este texto es describir un poco el capítulo II, del libro El
Imperio Retórico. Retórica y argumentación, escrito por Chaïm Perelman. Es un
capitulo en el cual el autor comienza diferenciando la argumentación de la
demostración formalmente correcta, posteriormente define el auditorio en el
que se centra la argumentación y finalmente nos habla sobre las clases de
discursos y oratorios.
A medida que relato el capítulo, respetaré el orden de éste y al finalizar
realizaré un comentario personal, con relación al texto.
Es pertinente antes de comenzar, recordar un poco quién es Chaïm Perelman;
este autor de origen polaco es reconocido por ser el precursor de la nueva
retórica, “tendencia filosófica que se encargó en los años cincuenta, de
rehabilitar la retórica clásica, en el sentido original de Platón y Aristóteles, es
decir, el arte de persuadir o convencer a un auditorio, no solo con recursos de
ornamentación y figuras gramaticales, sino con la voluntad de mostrar la
verdad, la belleza y el bien de una posición ante un problema o de una manera
de ver un asunto en particular”¹. Perelman nació en 1912, estudió filosofía y
derecho en la Universidad de Bruselas, además fue el profesor más joven de
esta universidad. Logró un doctorado en 1938, con una tesis sobre la lógica
formal de Frege. Publicó cinco libros, el ultimo libro publicado por él fue El
Imperio Retórico. Retórica y argumentación, en 1977.

¹ PERELMAN, CHAÏM, El Imperio Retórico. Retórica y Argumentación, Gómez Giraldo, Adolfo


León, Bogotá, Editorial Norma, 1997, solapa, [Primera edición en francés 1977]
Perelman en el capítulo: La argumentación, el orador y su auditorio, inicia
diferenciando la argumentación de la demostración formalmente correcta, él
dice que en ésta ultima “los signos utilizados deben estar desprovistos de toda
ambigüedad y que es una demostración conforme a las reglas que son
explicitadas en los sistemas formalizados”².
Estas demostraciones son muy frecuentes en las ciencias exactas, como: las
matemáticas, la física, la química, entre otras. Se realizan en estas ciencias por
que sus fundamentos no están en discusión, ya que, se pueden considerar
como evidentes o verdaderos, además en la demostración no se espera que el
auditorio acepte o no, lo que se expone, pues es algo que se esta demostrando
y carece de toda ambigüedad, por tal motivo se le llaman ciencias exactas,
dado que, es muy difícil que en ellas exista algún margen de error, por lo tanto,
es muy delicado colocar en duda alguno de estos fundamentos, pero dado el
caso de dudar en alguno de estos principios, se debe recurrir a la
argumentación, es lo que manifiesta Chaim Perelman basándose en los
Tópicos de Aristóteles.
Y ¿Qué es entonces la argumentación? La argumentación se desarrolla en una
lengua natural, no se excluye por anticipado la ambigüedad y jamás se produce
en el vacío, busca la conexión entre los espíritus del orador y su auditorio,
puesto que, la argumentación no busca imponer lo que se piensa, es toda una
dama, pues ella espera que le den la razón y si no es así, escucha la contra
parte, permitiendo así un ejercicio de preguntas y respuestas (mas adelante el
autor aborda este tema), para ver al final quién tiene la razón. Por lo tanto la
argumentación incita a la acción, no busca un efecto intelectual, es más el
orador no se dirige a una sola parte del hombre, se dirige al hombre completo,
si no se dirigiera a este por completo, el hombre no se vería incitado a actuar,
podría reconocer, mas no dar certeza de que lo que se expone es totalmente
cierto.
Es importante identificar el tipo de auditorio, debido a que, no siempre se podrá
utilizar el mismo estilo y tipo de argumentos, es decir, no se le puede
argumentar a un sacerdote de la misma manera en que le argumentaría a un
filósofo, Perelman dice: “el único consejo de orden general que una teoría de la

² Ibíd., capítulo II, pagina 29.


la argumentación puede dar en este caso, es el de exigir al orador que se
adapte a su auditorio.”³, lo que entiendo con esta afirmación es que si el
sacerdote cree en Dios, debo tener presente esto, y crear mi discurso teniendo
en cuenta su creencia.
Por otro lado el auditorio en el que se centra la argumentación es “el conjunto
de aquellos sobre los cuales el orador quiere influir con su argumentación”4.
Dicho conjunto es muy versátil, puede ir desde el mismo orador, hasta el
auditorio universal.
Cuando se desarrolla la dinámica de preguntas y respuestas, permite al orador
conocer a su interlocutor y viceversa, dado que, se entabla un intercambio de
ideas, pero si el interlocutor es el mismo orador, éste ultimo llevara una gran
ventaja, dado que, lo conoce mejor. Es pertinente que el orador desarrolle su
argumento, teniendo en cuenta las reacciones de su auditorio, ya que, esto le
será de mucha ayuda en el momento de persuadir a su interlocutor.
No siempre se puede emplear la técnica de preguntas y respuestas, esto se
debe a que, si se tiene un auditorio numeroso, será complicado preguntarle a
cada interlocutor lo que opina o responderle lo que se desea, por lo tanto, es
recomendable el uso de esta técnica en un grupo pequeño. De igual manera no
siempre funciona esta práctica, porque existen algunas disciplinas como: la
física, las matemáticas, entre otras, que sólo admiten unas tesis y métodos en
especial, los cuales en casos muy especiales se someten a discusión. Si esto
llegara a suceder, se estaría cuestionando la ciencia y si se quiere cuestionar
alguna teoría, no se puede hacer arbitrariamente, se debe argumentar, lo que
llevaría mucho tiempo, ya que, se esta cuestionando una teoría que se ha
admitido por mucho tiempo.
Por otra parte Perelman nos habla de dos clases de discursos: el persuasivo y
el convincente. Este último se caracteriza por hacerle un llamado a la razón, en
lugar de oponer uno a otro, como lo subjetivo y lo objetivo, es aquel donde sus
premisas y argumentos son universales, por lo tanto son aceptados por todos
los miembros del auditorio universal.
El discurso persuasivo se dirige a la imaginación y a los sentimientos. Por lo
general un discurso dirigido a un grupo pequeño buscaría persuadir.

4. Ibíd., capítulo II, pagina 35.


En definitiva no importa el numero del auditorio, lo que importa es si el orador
quiere convencer o persuadir.
El autor termina citando tres géneros oratorios que distinguió Aristóteles,
dependiendo la clase de auditorio, estos son: el deliberativo; el orador se
caracteriza porque aconseja o desaconseja y su opinión concluye en lo que
parece más útil. En el judicial se acusa o defiende para decidir lo justo. Y en el
epidíctico se alaba o critica y su discurso tiene que ver con lo bello y lo feo.
Perelman afirma que éste último es central, dado que, este crea una
disposición a la acción y esa es una característica de la argumentación.
Éste capitulo fue muy interesante, aunque algo denso, es decir, algo incomodo
para leer. Como nos lo había planteado la profesora Angélica no se debe leer
en un sillón, pero esto no le quita lo interesante, aborda temas del diario vivir,
porque uno no solo argumenta en una exposición, si no en todo momento. A mi
parecer este capítulo es como un abrebocas para todo lo que viene en los
próximos capítulos.
Jamás me imaginé que existieran diferentes clases de discursos y oratorios, y
que estos temas se aborden desde hace muchos años.
Otra cosa que me pareció interesante fue la técnica de preguntas y respuestas,
es cierto que cuando hay un intercambio de ideas, esto me permite conocer a
mi interlocutor, pero no lo veía como una técnica.
En conclusión fue de mi agrado el texto y recomendaría su lectura.

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