ANTHONY GRAFTON
Los origenes
tragicos de la
erudicién
(d f y
e
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPANA
EsTADOS UNIDOS DE AMERICA - PERU - VENEZUELAI. NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE
En el siglo xvitl, la nota al pie histérica era una forma excelsa del arte li-
terario. Ningtin historiador del Siglo de las Luces pudo superar la enver-
gadura épica ni el estilo cldsico de Decadencia y caida del imperio romano
de Edward Gibbon. Y nada en esa obra regocijé a los amigos ni encole-
riz6 a los enemigos del autor como sus notas al pie.' Ganaron justa fama
por su irreverencia sexual y religiosa. “En sus Meditaciones —dice el histo-
tiador acerca del emperador Marco Aurelio, esposo de la notoria ‘corte-
sana’ Faustina— agradece a los dioses por haberle concedido una esposa
tan fiel, tan gentil y de modales tan exquisitamente sencillos.”? “El mun-
do —teflexiona el amable anotador- se ha mofado de la credulidad de
Marco; pero Madame Dacier nos asegura (y podemos dar crédito a una
dama) que el esposo siempre serd engafiado si la esposa se digna disi-
mular.”> “El deber —observa el autor en su indagacién ostensiblemente
seria sobre los milagros en la Iglesia primitiva— no obliga al historiador a
introducir su juicio particular en esta delicada ¢ importante polémica.”*
“Puede parecer notable -comenta en una nota al pie que desdefia cual-
quier pretensidn de recato— que Bernardo de Claraval, quien consigna
tantos milagros de su amigo San Malaquias, jamds presta atencidn a los
suyos, que, a su vez, son cuidadosamente narrados por sus amigos y dis-
cfpulos.”* “El docto Origenes —y algunos mas, dice Gibbon al analizar
la aptitud de los primeros cristianos para conservar la castidad— juzgd
de suma prudencia despojar de sus armas al tentador.”* La nota al pie
aclara que el tedlogo, para evitar la tentacién, habfa recurrido al medio
drdstico de la autocastracién; de paso, revela la opinidn que le merecia
dicha operacién: “Puesto que en general interpretaba las escrituras de
manera alegérica, parece poco feliz que justamente en este caso optara
por el sentido literal”.” Estos comentarios alegremente sarcdsticos se adhe-
rian como abrojos a las memorias ortodoxas y reaparecian para acosar a
su autor en los innumerables panfletos de sus criticos.*
1112 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
EL ingenio de Gibbon servia a fines eruditos ademas de polémicos, asf
como sus notas al pie no slo subvertian sino que apuntalaban ¢l arco
magnifico de su historia.” Podia imbuir una cita bibliografica de la solem-
ne simetria de una perorata ciceroniana: “En la consideracién de los gnés-
ticos de los siglos 11 y 111, Mosheim es ingenioso e imparcial; Le Clere
aburrido, pero preciso; Beausobre casi siempre un exégeta; y es de temer
que los padres primitivos son con frecuencia calumniadores”.” Sabia pre-
sentar un paralelismo gracioso con la solemnidad que se suele reservar para
encomiar o condenar a un héroe: “Cabe observar que para la enumeracién
de las deidades sitias y drabes, Milton ha sintetizado en ciento treinta li-
neas muy bellas los dos grandes y doctos sintagmas que Selden habia com-
Puesto sobre tema tan abstruso”."' Y era capaz de honrar a los antiguos
estudiosos, esos buenos cristianos en cuyas obras hurgaba en busca de mil
y un detalles curiosos, con una combinacién singular de desdén jovial por
Sus crcencias y auténtico respeto por su erudicién.'? Gibbon crefa con jus-
ta ran que una resefia exhaustiva de sus fuentes redactada en el mismo
estilo hubiera brindado “solaz ademas de informacién”.3 Aunque sus no-
tas al pie atin no eran romdnticas, posefan todo el romanticismo del gran
estilo. Y su “abundancia instructiva” le granjeé los elogios del brillante hu-
manista decimonénico Jacob Bernays, asf como de su hermano Michael
Bernays, un germanista cuyo ensayo precursor sobre fa historia de la nota
al pie ain oftece mds informacién e ideas que la mayoria de sus rivales.'4
En la actualidad, los argumentos de los historiadores atin avanzan con
paso firme o retroceden vacilantes sobre sus notas al pie. Pero el plomo
de la prosa oficial ha reemplazado el oro de la setdrica cldsica de Gibbon.
En el mundo moderno, dicen los manuales para redactores de tesis, los
historiadores realizan dos tareas complementarias."* Deben estudiar todas
las fuentes referentes a la solucién de un problema y a partir de cllas cla-
borar_una nueva narracién o argumento. La nota al pie es la prueba de
que se ha realizado las dos tareas. Identifica tanto el indicio primario que
garantiza que la sustancia del relato es novedosa como las obras secunda-
tias que no desmienten ese cardcter en forma y esis. Ademds, identifica el
trabajo histérico en cuestién como obra de un profesional. El murmullo
de la nota al pie es reconfortante como el zumbido agudo del torno
odontolégico: el tedio que provoca, como el dolor que provoca el torno, no
es aleatorio sino direccional, es parte del costo a pagar por los beneficios
de la ciencia y la tecnologia modernas.NOTAS AL PIE; EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 13
Como sugiere esta analogja, en la vida moderna la nota al pie esta vin-
culada con la ideologia y los procedimientos técnicos de una profesién.
Para ser historiador o dentista uno realiza estudios especializados; para
practicar la historia o la odontologia, uno debe recibir la aprobacién de
sus maestros, colegas y, sobre todo, pacientes (0 lectores). Aprender a re-
dactar notas al pie forma parte de esta versién moderna de la vida de
aprendiz. La mayoria de los historiadores se inician en pequefia escala,
durante las semanas frenéticas dedicadas a redactar trabajos que han de
leer de viva voz frente al profesor. A esa altura, las notas al pie son vistas,
no leidas. Conforman una masa densa y borrosa de texto apenas vislum-
brado en el pie de las paginas agitadas por las manos temblorosas del
orador nervioso al mascullar frente a la clase. Mas adelante, durante los
largos meses dedicados a la redaccién de la monografia, los estudiantes
avanzan del estilo de produccién artesanal al industrial con la esperanza
de que el tutor, otros miembros del jurado constituido para evaluar su
trabajo e incluso futuros colegas y empleadores se admiren de las horas
de arduo trabajo en la biblioteca y el archivo plasmadas en fas largas
notas al pie. Por fin, obtenido el doctorado y el empleo, los historiado-
res activos siguen produciendo notas al pie. Lamentablemente, los histo-
riadores habicuados a redactar notas maquinalmente —como los dentistas
que se han vuelto insensibles al dolor que infligen y la sangre que derra-
man- tal vez casi no se dan cuenta de que siguen llenando de nombres
de autores, titulos de libros y ntimeros de legajos o paginas sus textos
inéditos. Al fin y al cabo, la produccién de notas al pie suele parecerse
no tanto al trabajo especializado de un profesional que realiza una fun-
cidn precisa proyectada hacia un fin superior que la produccién cuanto
ala produccién improvisada y la eliminacién de residuos.
La nota al pie moderna es tan esencial para la vida histérica civilizada
como el retrete; como éste, es un tema de mal gusto en la platica cort’s
y por lo general sdlo llama la atencién cuando se descompone. Como el
retrete, la nota al pie permite a uno realizar actos desagradables en la
intimidad; como sucede con aquél, el buen gusto exige que se la colo-
que en un lugar discreto; tiltimamente no se la incluye en el pie de pd-
gina sino al final del libro. Es el lugar que merece recurso tan baladi:
ojos que no ven, corazén que no siente.
Sin embargo, el historiador con frecuencia debe hurgar en esos rin-
cones oscuros y hediondos que rehuyen los pueblos civilizados. La ex-14 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
ploracién de retretes y cloacas ha sido una fuente inagotable de riquezas
en materia de poblacién, planificacién urbana y olores. Las etapas de su
desarrollo permiten distinguir entre las texturas de la vida social moderna
y premoderna de manera mucho més grdfica que las pretenciosas cro-
nologfas halladas en las historias politicas e intelectuales.'* Quien quiera
conocer las acres diferencias entre un aula francesa del siglo XVI ¥ una
del presente no debe examinar los difundidos manuales de Petrus Ra-
mus, sino tener presente el pasaje de su biograffa donde dice que se ba-
fiaba una vez al afio, en el solsticio estival.'” Asimismo, el estudio de esas
partes de la historia que yacen bajo el nivel del suelo puede revelar grietas
ocultas y conductos olvidados tanto en la prdctica moderna como en las
tradiciones milenarias del saber historiogrdfico.
Basta una breve comparacién para sacar a luz una gama asombrosa
de practicas divergentes mas alld de la linea de circunvalacién histérica.
Desde luego que a primera vista todas las notas al pie se parecen mu-
cho. Asi como en el mundo histérico antiguo se invocaba a la Musa, en
la civilizacién industrializada todos los articulos comienzan con una lar-
ga nota de agradecimiento a los maestros, amigos y colegas. Tales notas
evocan una Republica de las Letras, o al menos un grupo de apoyo aca-
démico, del cual el autor se considera miembro. Puesto que en realidad
estas notas suelen describir algo mucho mds tenue —el grupo de aque-
Ilos quienes el auror desea hubiesen lefdo su libro, aportado ideas o si-
quiera le hubiesen dado la hora~, esas notas introductorias conservan
algo de la cualidad literaria, por no decir ficticia, de las tradicionales.
Pero la austera luz del dia no tarda en dispersar las sombras frescas y
perfumadas de la autobiografia erudita. Se supone que las largas listas
de libros y articulos anteriores juntamente con las columnas de referen-
cias cifradas a documentos inéditos demuestran la seriedad de la investi-
gacién realizada por el autor al dar cuenta de las fuentes consultadas. La
realidad es que los relativamente escasos lectores que han hurgado en
los mismos archivos pueden descifrar un conjunto cualquiera de notas
con facilidad y pericia."* Para la mayoria de los lectores, la nota al pie
cumple otra funcién. En una sociedad moderna, impersonal, en la cual
los individuos deben confiar en personas desconocidas para obtener la
mayoria de los servicios que requieren, las credenciales cumplen la fun-
cién que antes era propia de la recomendacién personal: dan legitimidad:
Como la tarima de alfombra rafda, la jarra con agua y la presentaciénNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 15
incoherente e imprecisa destinada a demostrar que el conferencista tie-
ne algo interesante que decir, las notas al pie confieren al autor un aire
de autoridad.”
Sin embargo, a diferencia de otras clases de credenciales, las notas al
pie brindan a veces una forma de esparcimiento... generalmente bajo la
forma de pufiales clavados en la espalda de los colegas del autor. Algu-
nas pufialadas son amables. En ocasiones, el historiador se limita a citar
una obra, pero en otras le antepone discretamente el tan sutil cuan
mortifero “cf.” (“confréntese”; en aleman, vgi.), Esto le da a entender al
especialista que la obra citada presenta un punto de vista distinto y,
ademas, equivocado. Pero no todos los lectores del libro conocen la cla-
ve. Por eso, la pufialada debe ser de vez en cuando mas brutal y directa.
Para despachar una obra o tesis de manera concisa y definitiva a veces
basta una frase hecha o un adjetivo preciso. Con la astucia que los ca-
racteriza, los ingleses realizan esta forma de asesinato con una frase
adverbial: oddly overestimated [extrafiamente sobreestimado]. Los ale-
manes preficren el directo ganz abwegig; los franceses, un frio pero no
menos taxativo discutable. Todas estas formas indispensables de la inju-
ria aparecen en la misma posicién destacada y realizan la misma obra
de asesinato incelectual. Quien haya lefdo una pieza de historiografia
profesional producida recientemente en Europa o en los Estados Uni-
dos habré encontrado ejemplos de estas practicas y otras afines. Los cé-
digos y las técnicas profesionales subyacentes parecen tan universales en
su uso como parcos en su atractivo.””
Sin embargo, un estudio mas minucioso de sus detalles revela que
las apariencias de uniformidad engafian. Para el inexperto, las notas al
pie parecen sistemas profundamente arraigados, sdlidos, firmes; para el
entendido son auténticos hormigueros donde se desarrolla una activi-
dad febril, constructiva y combativa. En Italia, por ejemplo, la nota al
‘pie acta por omisién tanto como por accidn. El hecho de no mencionar
a cierto estudioso o a cierta obra constituye una afirmacién polémica,
una damnatio memoriae que el circulo de interesados reconocerd y des-
cifrard al instante. Pero desde luego, ese circulo tiene una circunferencia
limitada. Asi, el autor transmite un mensaje a la pequefia comunidad de
especialistas que conocen el idioma y otro a aquélla mucho mas amplia
de los historiadores y otros lectores en cuyas manos pueda caer algun
ejemplar de la Rivista storica italiana o de los Quaderni storici. Sélo16 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
aquellos que han memorizado los puntos y las rayas del cédigo de la
anotacién —que desde luego, cambia hora a hora— interpretarén el men-
saje elocuente y polémico de las lagunas. Para los demas, las mismas no-
tas parecerdn serenas ¢ informativas. Dicho de otra manera: muchos
textos italianos con notas al pie trascienden el doble mensaje que requie-
re la teoria para agregar uno mis. Se dirigen no sdlo al ptiblico tedrica-
mente universal de los historiadores, la “comunidad de los competentes”
en todos los pafses, sino también a un grupo mucho més pequefio, la ca-
marilla de los iniciados.
Distinto es el caso de Alemania, donde la omisién parece tener el
caracter de una afirmacién general, no particular. Los historiadores
alemanes occidentales se complacian en fustigar a otros por no citar la
“literatura alemana anterior”. Pero ellos, por su parte, omitian general-
mente citar obras més recientes —sobre todo de historia alemana— en
lengua no alemana; ademas, no advertfan 0 asimilaban las formas nue-
vas, interdisciplinarias de la historia que florecian en Francia y en los
Estados Unidos. Esta no era una muestra de ignorancia (Dios nos |i-
bre!}, sino més bien de una conviccién: la de que habitaban un Imperio
Medio del pensamiento histérico, conectado orgénicamente con la dis-
ciplina histérica del siglo xIx, afectada de Begriff y dominada por Ale-
mania. De ahi que no tuvieran necesidad de abrir sus puertas a los
barbaros, salvo a unos pocos privilegiados que habian aprendido los
procedimientos y misterios de la erudicién alemana hasta el punto de
volverse civilizados. A pesar de sus divisiones, tal comunidad histérica
revelada coincidfa exactamente con las fronteras nacionales.
Al mismo tiempo que perpetuaban un prejuicio, los historiadores
alemanes occidentales aplicaban una forma de investigacién que encaja-
ba perfectamente con la conciencia de su posicién en el mundo de la
erudicién. Ellos (o sus ayudantes de investigacién) trabajaban general-
mente en una biblioteca catedratica disefiada para presentar las obras
fundamentales de una sola disciplina. Citaban las obras de esta colec-
cidn limitada de manera extensa y detallada. En cambio, las obras no
representadas en la biblioteca de la cdtedra sdlo eran consultadas si el
ayudante de investigacién las encontraba en la biblioteca de la universi-
dad o las obtenia a través de los préscamos interbibliotecarios. Pero no
cumplfan una funcién importante en la generacién de las polémicas
histéricas y, por lo general, ocupaban poco o ningun espacio en las no-NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE. 17
tas al pie. Naturalmente, los libros extranjeros tenfan mayores probabi-
lidades que los alemanes de ser relegados a los depédsitos inaccesibles de
la biblioteca universitaria en lugar de ocupar un lugar visible en los ana-
queles de la catedra. Asi, las dificultades practicas de acceso se sumaban
a la gendarmeria intelectual montada por las tradiciones de la ensefian-
zay la erudicién. Por su parte, los historiadores de Alemania Oriental
debian vérselas con auténticos gendarmes tridimensionales. Hacfan sus
declaraciones de principios y lealtad de manera mds franca, sobre todo,
quizds, al citar las obras de Marx y Engels fuera de orden alfabético, al
comienzo de sus bibliografias. Desde luego que la historia de la nota
al pie que creardn las fuerzas conjuntas de la investigacidn occidental y
oriental en una Alemania unida sera obra del futuro.
Como indican estos ejemplos, la naturaleza y el contenido de la nota
al pie varian canto como los de cualquier otro procedimiento cientifico
o técnico complejo. Al igual que la “medicién cuantitativa precisa”, el
“experimento controlado” y otras garantfas de que una determinada
afirmacién acerca del mundo natural es rigurosa y valida, las notas al
pie aparecen en formas tan variadas como para exigir el mayor ingenio
de paste del taxénomo. Cada una tiene una relacién orgdnica con la co-
munidad histérica particular que la ha generado, y que es, al menos,
tan importante como su relacién con la comunidad supuestamente in-
ternacional de los historiadores, esa quimera imaginada por el historia-
dor catdlico aleman Lord Acton, quien tanto hizo por introducir los
métodos de la historiografia cientifica alemana en Inglaterra. Acton es-
peraba dirigir una Historia moderna pasa !a Cambridge University
Press, una obra en la cual resulrara imposible inferir la nacionalidad de
los colaboradores a partir del método y contenido de sus articulos...
una historia que sera escrita cuando el mar se vuelva limonada.” ¥
Por otra parte, las notas al pie varian no sélo por su estilo sino tam-
bién por las condiciones de su produccién. Algunas largas listas de citas
documentales revelan el conocimiento penosamente adquirido por el
estudiante investigador de cierto detalle recéndito; otras, como las que
adornaban los enjundiosos articulos de Walter Ulbricht sobre la histo-
tia de los sindicatos y partidos alemanes en [i itdge zur Geschichte der
deurschen Arbeiterbewegung, son producto de la “olaboracién y presen-
tan informacién recolectada después, no antes, de la redaccién del texto
con el fin de sustentar una tesis preexistente. Las dos clases de nota son18 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
similares en cuanto a su aspecto, pero evidentemente tienen relaciones
muy distintas tanto con el texto para cuya sustentacién fueron creadas
como con las profesiones histéricas que supuestamente regularon su
creacién.” Diversos estudios han demostrado que las citas en obras
cientificas no se limitan a identificar a los autores de las ideas y las fuen-
tes de datos. Reflejan los estilos intelectuales de las respectivas comuni-
dades cientificas nacionales, los métodos pedagdgicos de los estudios de
posgrado y las preferencias literales de los directores de revistas profe-
sionales influyentes. A veces remiten no sdlo a las fuentes precisas de los
datos presentados por los autores, sino también a las teorias y a las es-
cuelas tedricas con las que quieren o esperan que se las identifique.*
Las citas en los escritos histéricos muestran otras tantas sefiales de su
origen en el empefio humano, falible y prejuicioso.
Quien rastree las notas al pie de los historiadores hasta sus fuentes y se
tome el tiempo para seguir las profundas raices retorcidas del drbol fulmi
nado de la polémica erudita, bien puede descubrir en el subsuelo dcido
muchos més elementos de interés humano de los que cabria esperar.
Considérese el siguiente proceder, afortunadamente infrecuente pero
desgraciadamente comprobado: el de! investigador carterista. Sorprendi-
do in fraganti, el astuto criminal suplica a la victima que acepte discreta-
mente la devolucién de su billetera; apenas la victima extiende el brazo,
el ladrén exclama: “Socorro, me roban”. Asimismo, mds de un estudioso
ha plagiado a otro y, a la vez, acusado a la victima, en la nota al pie co-
trespondiente, de hacer lo propio. Pocos lectores tendrdn la constancia
de verificar la historia; la mayoria dard por sentado que el elegante carte-
rista, y no la victima ofuscada, dice la verdad. El camino de un hecho
grande o pequefio del archivo a la resefia, pasando por el cuaderno y la
nota al pie, dista de ser recto, En este caso, como en otros, el lector criti-
co tal vez descubra que “lo importante es el viaje, no el destino”.
La nota al pie requiere atencidén, ademas, por otros motivos: no sélo
por ser un procedimiento entre otros que componen el acervo de la
ciencia y la erudicién sino también como objeto de aguda nostalgia y
debate enconado, Los historiadores del siglo xx han agregado una habi-
tacién moderna tras otra a las mansiones tradicionales de su disciplina.
Al hacerlo, han cerrado las ventanas, por no hablar de las oportunida-
des de progreso, de sus colegas mas tradicienalistas. El proceso ha cau-
sado mucho dolor, y ef clamor consiguiente ha tomado més de unaNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 19
vez la forma de exclamaciones de angustia por el descré
caido la nota al pie tradicional.
_ Algunas de las formas nuevas de la historia descansan sobre pruebas
que no caben en la nota al pi
ito en que ha
los andlisis de enormes cantidades de
datos estadisticos realizados por la demografia histérica sélo se pueden
verificar cuando los autores permiten que sus colegas accedan a sus ar-
chivos electrénicos. Otras se apoyan en pruebas que la nota al pie no
suele incluir, como Jos apuntes antropoldgicos sobre el terreno que re-
gistran sucesos efimeros, desde rituales hasta entrevistas, y documentan
costumbres que cambian en el momento en que las describen. Estas
son, por definicién, imposibles de verificar; como advirtié Herdclito,
ningtin antropélogo vive y trabaja dos veces en la misma aldea. No ha-
bra dos antropdlogos que describan el mismo intercambio en términos
idénticos 0 analicen y codifiquen la misma descripcién de un intercam-
bio con categorias idénticas. Mas importante aun, un solo conjunto de
apuntes de campo generalmente es demasiado extenso para publicarlo
de la manera corriente.* Ciertos historiadores actualizados retinen las
pruebas de archivo y las citan de la manera tradicional, pero las em-
plean para responder a nuevos interrogantes derivados de la economia
politica, la teorfa literaria y todas las disciplinas intermedias.”*
Hace cien afios, los historiadores hubieran trazado la siguiente dis-
tincidn sencilla: el texto convence, las notas demuestran.** Después de
todo, en el siglo XVII ciertos anticuarios titulaban ya los apéndices de sus
obras sencillamente Preuves (Pruebas].”” Hoy, en cambio, muchos his-
toriadores dirfan que sus textos presentan las pruebas mds importantes,
bajo la forma de anilisis estadistico o hermenéutico de los indicios, en
tanto las notas sélo indican las fuentes. En cada uno de estos casos, a
pesar de las diferencias, muchos criticos han respondido a la manera
de un defensor torpe ante las fintas de‘un habil delantero en un partido de
fiitbol muy disputado: mediante el golpe artero. Derriba a tus adversa-
tios por medio de zancadillas, demuestra que han malinterpretado o
lefdo mal los documentos, y no tendrds que molestarte en responder a
sus argumentos. Tales criticas son muy va
das en cuanto a calidad in-
telectual, rigor erudito y tono retérico. Pero la mayoria se basa en una
hipétesis comtin y discutible: que los autores deben citar exhaustiva-
mente las pruebas de cada afirmacién que hacen en sus textos, tal como
lo indican los manuales sobre redaccién de tesis.** El hecho, desde lue-20 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
80, es que nadie puede agotar la gama de fuentes referidas a un proble-
ma importante, por no hablar de citarlas en una nota. Ademds, en la
practica, cada anotador ordena los materiales de manera tal de confir-
mar una tesis, los interpreta a su manera individual y omite aquellos
que no satisfacen su criterio necesariamente personal de pertinencia, La
siguiente persona que estudie los mismos materiales de archivo proba-
blemente los presentard en un orden completamente distinto.”
Una serie de polémicas sobre notas al pie revela el uso -y abuso—
que sufren en manos de ciertos polemistas: generalmente les sirven para
acusar al adversario de incompetencia en lugar de responder a sus argu-
mentos. Un caso particular, provocado por un intruso innovador, pro-
vocé turbulencias en toda la comunidad histérica del Atléntico norte.”
Henry Turner, historiador especialista en la historia econémica de Ale-
mania bajo los nazis y profesor en la Universidad de Yale, descubrié a
principios de la década de 1980 que un joven estudioso en Princeton,
David Abraham, habia cometido errores en la identificacién y cita de
documentos de archivo en su libro The Collapse of the Weimar Republic:
Political Economy and Crisis (Princeton, 1981). Seguin Turner y otros,
los errores de Abraham, ademas de groseros, eran intencionales: habia
fechado, atribuido y traducido mal los textos de archivo para demostrar
que las relaciones entre los nazis y los empresarios habfan sido mucho
mds estrechas de lo que fueron en realidad. Estos criticos llegaron al ab-
surdo de acusar a Abraham de falsificacién en lugar de reconocer que era
un estudiante norteamericano bastante tipico, que abordé los archivos
alemanes con intereses tedricos muy desarrollados, un punto de vista
novedoso y escaso conocimiento activo tanto del idioma aleman como
de las mejores técnicas para tomar apuntes.! En fin, como suele suceder,
los eriticos se negaron a colocar los errores reales que descubrieron en su
debido contexto... asi como a reconocer su propia falibilidad. Cuando
aparecié el libro de Turner, que también era una obra polémica, légica-
mente merecié un estudio més detenido que lo habitual por parte de los
historiadores que no compartian sus simpatias. Mas de uno sefiald que
Turner habia ordenado los documentos para acomodarlos a su tesis y
habfa omitido las pruebas en contra de ésta. Los errores comprobados
de Abraham eran mucho mds abundantes que los de Turner (ya que su
libro demostraba una mayor ambicién intelectual). Ambos sirven de
ejemplo de la falibilidad de los eruditos... y de que, por la naturalezaNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 21
misma de las cosas, una obra histérica con sus notas jamés puede repro-
ducir o citar toda la gama de pruebas que la sustentan.* Con todo, las
tacticas de los criticos de Abraham atin tienen cultores. Dos destacados
antropélogos, ninguno de los cuales es un maestro en los arcanos del
oficio de historiador, ofrecieron recientemente al publico un cuento
aleccionador. Cada uno atacé las notas al pie del otro con el equivalente
académico del ridiculo, con la esperanza de echar por tierra las interpre-
taciones expuestas en su texto: ninguno demostré ser consciente de las
lagunas necesarias en el procedimiento normal de cita de fuentes, al me-
nos como las habfa empleado el otro. El prestigio del que ain goza el
positivismo aparecié vividamente en la energfa esperanzada con la que
estos devotos del antes orgulloso oficio de la etnolografia buscaron la sal-
vacién en las disciplinas de la pedanteria histérica.*
Pero la obra de los maestros en las artes de la erudicién técnica ha
dado lugar a tantas polémicas enconadas sobre las notas al pie como la
de los aprendices. En 1927, Ernst Kantorowicz publicé su biografia del
emperador Federico Il. Como discipulo de Stefan George, que preten-
dia rastrear la historia perdida de lo que Ilamaba la “otra Alemania”,
Kantorowicz querfa llegar a un ptiblico no académico. Su obra, escrita
en un estilo retérico apasionado, aparecié sin el lastre de las notas al
pie, pero adornada con una elegante esvdstica en la portadilla, en la co-
leccién Blaetter fuer di Kunst del editor berlinés Georg Bondi. El libro
se convirtié inmediatamente en un best seller, con ejemplares exhibidos
en los escaparates de las librerfas de moda en la Kurfiirstendamm. Al
mismo tiempo, provocé la ira de los medievalistas académicos, quienes
denunciaron por intelectualmente peligrosa la supuesta tendencia del
autor a confundir los mitos y las metdforas de sus fuentes con hechos
hist6ricos. Y su decisién de publicar la primera edicién del texto sin no-
tas ni bibliograffa no sirvié para serenar los 4nimos de sus criticos, quie-
nes se sintieron tanto mas frustrados por la omisién por cuanto sabfan
que el conservador ex soldado convertido en dandy era un maestro de la
correccidn ¢ interpretacién de textos, que en.una célebre generacién de
estudiantes de Heidelberg se habfa destacado por su erudicién técnica y
que conoeia la literatura correspondiente con minucioso detalle.>*
Dos afios después de la aparicién del libro de Kantorowicz, Albert
Brackmann lo atacé puiblicamente en la Academia Prusiana de Cien-
cias; la conferencia fue resefada por el importante periddico berlinés22 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
Vossische Zeitung y reproducida {ntegramente en la gran revista histo-
riografica alemana Historische Zeitschrift.* En su libro, Kantorowicz
habfa dicho que Federico, durante su coronacién en Jerusalén, se vefa
como un rey santo, sucesor directo de David, como el mismo Jestis.*7
Esta tesis fue el blanco de la critica de Brackmann. Y se negé a aceptar
la réplica de Kantorowicz, quien cité al aleman Marquardt de Reid y
su homenaje a Federico el Grande como sieryo de Dios, famulus Dei.
Kantorowicz, dijo, habia omitido la cita crucial en la cual Marquardt
distinguia claramente entre Jestis y Federico: “Hie Deus, ille Dei pius ac
prudens imitator” (“Este es Dios, aquel es el piadoso y prudente imita-
dor de Dios”]. Segiin Brackmann, al citar esta frase en su refutacién,
Kantorowicz modificé discretamente su libro, en el que habia traduci-
do varios versos pero omitido el mds importante.* Sin embargo, es evi-
dente que Kantorowicz se mantuvo en sus trece; en 1931, cuando por
fin publicé el tomo suplementario de notas, nuevamente destacé el to-
no de exalracién del poema de Marquardt, aunque no en su distincién
entre el Emperador y el Salvador. No aludié a la refutacién de Brack-
mann, pero sf cité su propio articulo.” Lo que se trata de destacar no es
quién de los dos polemistas tenfa raz6n sino el hecho de que atin hoy, a
pesar de la rica documentacién generada por el incidente, el lector no
puede seguir la evolucién del pensamiento de Kantorowicz con respec-
to a esta importantisima fuente de informacién. ;Cambié de opinién?
éLlegé a la conclusién de que se habia equivocado al omitir el verso
destacado por Brackmann? ;Tenfa respuesta a la critica de éste? A pesar
de la singular riqueza de la documentacién, la gama completa de opera-
ciones intelectuales por las cuales ¢! documento pasé a formar parte de
las fuentes de Kantorowicz y éstas, a su vez, parte de una historia, un
argumento y un conjunto de notas al pie, es atin un misterio.
Pues bien, tanto la experiencia como la légica sugieren que la nota al
pie es incapaz de realizar todas las tareas que le atribuyen los manuales:
ninguna acumulacién de notas puede demostrar que cada afirmacién del
sexto descansa sobre una montafia inatacable de hechos demostrados. Las
notas existen para cumplir otras dos funciones. En primer lugar, son per-
suasivas: convencen al lector de que el historiador ha realizado una canti-
dad aceptable de trabajo, suficiente para caber dentro de los limites de
tolerancia de su campo. Al igual que los diplomas en el consultorio del
odontdlogo, las notas demuestran que el historiador es un facultativoNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA FSPECIE 23
“competente” al que se puede consultar y recomendar, pero no que éste
puede llevar a cabo determinada operacién. En segundo lugar, indican
las fuentes principales consultadas por el historiador. Aunque en gene-
ral no explican el curso preciso que ha seguido el historiador en su in-
terpretacién de los textos, s{ suelen darle al lector critico ¢ imparcial los
indicios suficientes para determinarlo... en parte. Ningtin conjunto de
notas puede dar mayor informacién —ni seguridad— que ésta.
Sin embargo, aun cuando las intenciones del texto y las notas se ha-
yan vuelto un tanto vagas, parece evidente el cardcter drastico de la tran-
sicién de una narracién continua a un texto con notas esctitas por uno
mismo. Una vez que el historiador empieza a escribir con notas al pie, la
narracién histérica adquiere un doble carécter moderno. Los historiado-
res politicos tradicionales, tanto antiguos como renacentistas, escribian
desde el seno de una tradicién retérica, como estadistas o generales que
se dirigfan a sus pares. Su obra aspiraba a la universalidad; describfan con
elocuencia los ejemplos de discurso y accidn buenos y malos, prudentes
¢ imprudentes, con el fin de proporcionar lecciones morales y politicas
validas para todo tiempo y lugar. Los historiadores modernos, en
cambio, tratan de distanciarse de sus propias tesis al mismo tiempo que
Jas fundamentan. Las notas constituyen una narracién secundaria que
sigue la trama de la primaria pero difiere nitidamente de ella. Al docu-
mentar el pensamiento y la investigacién que sustentan la narracién en
la cabeza de la pagina, demuestran que es un producto histéricamente
contingente, que depende de las formas de investigacién, las oportuni-
dades y los estados en que se encontraban diversos problemas cuando el
historiador inicié su trabajo. Como el croquis que hace un ingeniero de
un magnifico edificio, la nota al pie revela los puntales toscos, los inevi-
tables puntos débiles y las tensiones ocultas que un alzado de la fachada
intenta disimular.
La aparicién de la nota al pie ~y recursos afines tales como los apén-
dices documentales y criticos~ separa la modernidad histérica de la tra-
dicién. Tucidides y Joinville, Eusebio y Matthew Paris no identificaban
sus fuentes ni reflexionaban sobre sus métodos en textos paralelos a sus
narraciones, lo cual despierta exclamaciones de pesar en los hipécritas,
a la vez que da trabajo a legiones de clasicistas y medievalistas."' En
cambio, la mayoria de las obras histéricas escritas durante los tltimos
siglos —salvo aquetias redactadas para esparcimiento del gran publico no24 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
especializado, o bien con la intencién de escandalizar a la pequefia comu-
nidad de los especialistas— han seguido alguna variacién del doble carac-
ter esténdar.* La presencia de las notas al pie ¢s esencial. Son las sefiales
exteriores y visibles de la gracia interior: la gracia que se infundié a la his-
toria cuando se la transformé de una narracién clocuente en una discipli-
na critica. A partir de entonces, la observacién sistematica y }a cita tanto
de pruebas originales como de argumentos formales para justificar la pre-
ferencia por determinada fuente con tespecto a otra se convirtieron en
ocupaciones necesarias y atractivas del historiador. Como locus classicus
de estas ocupaciones, naturalmente, la nota al pie erudita era parte vital de
cualquier obra histérica seria, Cabe presumir que su elevacién a una posi-
cién exaltada ocurrié cuando el matrimonio de sus padres, la historia y
la filologia, la volvié legitima. Por consiguiente, se trata de identificar la
iglesia donde se celebré la boda y al clérigo que la oficis.
Es decir, eso pensaba yo... hasta que empecé a indagar en los estu-
dios modernos de las notas al pie y la historiografia en busca del mo-
mento preciso en que la historia se volvié sobre sf misma. Lo extrafio es
que cuanto més aguzaba la vista, ms inciertas se volvian las respuestas.
La mayoria de los estudiosos recientes de la nota al pie han venido a en-
terrarlas, no a clogiarlas. Una gran cantidad de articulos y algunos libros
se explayan sobre ellas. Pero a la mayorfa de sus autores no les interesa
estudiar histérica y empiricamente los logros y padecimientos de la no-
ta al pie cuanto mofatse de ella. Por ejemplo, los estudiantes norteame-
ticanos de derecho escriben parodias en las que cada palabra tiene su
correspondiente llamada a una nota al pie, la cual tiene citas detalladas
destinadas a descubrir el origen de las reglas del béisbol en el derecho
consuetudinario; los juristas alemanes escriben sdtiras en las que recla-
man la creacién de disciplinas nuevas tales como Fussnorenwissenschaft y
Fussnotologie.* En ambas, la nota es tratada como la quintaesencia de la
necedad académica y el derroche de energias. La pedanteria estéril de
los eruditos siempre es un tema atractivo, y su critica generalmente es
justificada, sobre todo en el derecho: una nota al pie en un fallo 0 cédi-
go puede afectar de manera decisiva la vida de los individuos o la suerte
de las empresas. Los mejores estudiantes de las mejores facultades nor-
teamericanas de derecho —quienes durante un afio o dos deben dedicar
buena parte de su tiempo a compulsar y compilar abundantes notas
para las revistas juridicas que dirigen— tienen el mejor de los pretextosNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 25
para cenerles aversién, aunque sus propias parodias rara vez se destacan
por su ingenio o buen gusto. No obstante, !o que dijo Peter Riess en
broma resulta ser cierto: “La frecuencia con que aparecen fas notas al
pie, sobre todo en obras de erudicién juridica, contrasta notablemente
con la escasa atencién erudita que han recibido en tanro tales”.**
La mayoria de los estudiantes de historiograffa, por su parte, han de-
mostrado mayor interés por las profesiones explicitas de sus temas que
por sus prdcticas técnicas, sobre todo por aquellas que eran transmitidas
y practicadas de manera més tdcita que explicita. La filosofia de la his-
toria ha recibido mucha mayor atencién que su filologfa. Ademés, la
mayoria de los estudios de ésta se refieren solamente a la manera como
los historiadores realizan sus investigaciones... como si Ja seleccién y
presentacién de los datos no la afectara de manera fundamental. Jack
Hexter es un destacado historiador norteamericano de los principios de
la modernidad europea ¢ inglesa que, en los tltimos aiios de su carrera,
se erigié en instructor de sus colegas en materia de metodologia histéri-
ca (asi como A. E. Housman decfa que habfa preparado una edicién de
Lucano, no para los lectores en general, sino editorum in usum, es decir,
para ilustracién de sus colegas editores incompetentes). A fines de la
década de 1970, Hexter descubrié que Christopher Hill, un historiador
inglés aun més destacado, habfa citado de modo inoportuno ciertos
textos del siglo XVII. Hexter dedujo de un conjunto de errores que
Hill se obstinaba en leer los textos de manera uniforme. Dijo que Hill
estudiaba sus fuentes no para comprenderlas, sino en busca de citas
que, arrancadas de concexto, pudieran servir para apuntalar una tesis
endeble, Al sostener este argumento, Hexter, aparentemente, no com-
ptendié que su juicio adverso de los cuadernos privados de Hill se ba-
saba en una parte de sus escritos puiblicos; y profundizé este error
metodolégico en la reedicién de su resefta, al moderar su retérica exa-
gerada sin revelarlo y afirmar luego que no comprendia por qué su vic-
tima se sentia agraviada. Las polémicas de esta clase, lejos de echar luz
sobre los origenes y la funcién actual de la nota al pie histérica, tien-
den a enturbiarlos.
Los muy menospreciados historiadores franceses Langlois y Seigno-
bos, autores a fines del siglo XIX de un manual de redaccién histérica
tan anticuado que algunos pasajes parecen notablemente modernos,
reconocieron que “seria interesante descubrir cuales son los primeros26 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
libros impresos provistos de notas a la manera moderna”. Pero confesa-
ron que “los bibliéfilos que hemos consultado no lo saben, ya que el te-
ma jams les ha llamado la atencién”. Y su propia sugerencia de que la
prdctica se inicié con la recopilacién con notas de documentos hist6éri-
cos erra el blanco.” La edicidn critica de documentos —X comenta un
escrito de Y— comenzé en el mundo antiguo y ha florecido en toda civi-
lizacién que poseyera un canon escrito formal.* Los textas complejos,
generalmente de diversos origenes, que integran las sagradas escrituras
de una sociedad a veces a tal vez siempre incluyen comentarios de diver-
sos tipos. Michael Fishbane ha demostrado en un libro notable cémo es-
cribas y autores introdujeron sus fecundos comentarios directamente en
la trama de la Biblia hebrea. Glosas breves sobre palabras y frases desusa-
das se convirtieron en parte integrante del texto que iluminaban; libros
posteriores citaban y comentaban textos anteriores; deliberadamente 0
por inadvertencia, las Escrituras se convertian en intérpretes de si mis-
mas.” Con el tiempo, comentarios aun mds tardfos -como la llamada
Glossa ordinaria, la extensa glosa que se enroscé en torno del texto latino
de la Biblia Vulgata utilizada en el Occidente medieval, o la Glosa de
Accursio, comentarista medieval del corpus inris romano empezaron a
aparecer como parte integrante del texto que explicaban. Habitualmente
s¢ los ensefiaba con sus respectivos comentarios.
Las escrituras seculares también contienen notas explicativas. Algu-
nas son ocasionales y aisladas, otras sistematicas y extensas. Dante y Pe-
trarca tuvieron a bien escribir comentarios formales sobre determinados
tramos de su obra poética, y la tradicién se prolongs a través de los co-
mentarios eruditos de Andreas Gryphius sobse sus tragedias tan inter-
minables como laboriosamente doctas, hasta las notas de T. S. Eliot
sobre The Waste Land.’ Muchos autores renacentistas desde Petrarca
en adelante concibieron la idea de que escribian para una posteridad
tan remota como lo eran ellos mismos de los clasicos. Por eso empeza-
ron a asentar por escrito la clase de informacién histérica y biografica
que ellos mds apreciaban cuando estudiaban a los romanos; asf lo hizo
Petrarca en varios escritos, entre ellos su carta en prosa a la posteridad.
Johannes Kepler, cuya sensibilidad histérica era tan aguda como su ta-
lento cientifico, escribié en su madurez un comentario formal sobre su
propio primer libro, el Mysterium Cosmographicum, con cl fin de expli-
car a los lectores de un futuro lejano las circunstancias de su vida y lasNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESFECIE 27
vivencias que habjan determinado la forma y el contenido particulares
de la obra.”
La nota al pie histérica también esta relacionada con otra forma
més antigua de anotacién: la que da referencias prec
un cexto magistral del cual proviene una cita que aparece en un texto
posterior. Tales referencias eran infrecuentes en la prosa literaria anti-
gua, ya que el docto autor no citaba directamente de la fuente sino de
memoria, y solfa introducir una pequefia modificacién para indicar el
hecho.* Ni siquiera los autores de obras reconocidas como compendios
indicaban siempre sus fuentes con precisién: si Plinio el Viejo incluys
una lista de los autores de quienes tomé la materia de su Naturalis histo-
ria y Aulo Gelio mencioné a Jos autores y a algunos de los libros, citados
en su Noctes atticae, Macrobio omitié con frecuencia toda referencia a
s a la seccién de
los autores que cité textualmente en su vasta e influyente Saturnalia.”
En cambio, los juristas romanos incluian referencias muy precisas a los
tratados de derecho que les servian de fuentes. El Collatio legum Roma-
narum et Mosaicarum, por ejemplo, un tratado de la antigiiedad tardia
que compara las leyes de Roma con las de Moisés, cita vagamente a és-
te, pero da referencias precisas y detalladas de aquéllas. Notas fragmen-
tarias de clases de derecho en la antigiiedad tardfa revelan que los
profesores indicaban a sus alumnos no sélo las obras y sus divisiones en
capitulos, sino, incluso, los ntimeros de paginas de copias evidentemen-
te uniformes.™ En la Edad Media, los estudiosos de las nuevas escuelas
del siglo X11 y las universidades que surgieron a partir de éstas crearon
pautas rigurosas para citar con precisién y elaboraron cédigos claros pa-
ra otras disciplinas ademds del derecho. Evidenteinente, la profesionali-
zacién trae consigo la atribucién.
Los mérgenes de los manuscritos y los primeros textos impresos de
teologia, derecho y medicina abundan en glosas que, como la nota al
pie del historiador, permiten al lector remontarse del argumento final a
los textos en los cuales se basa. Pedro Lombardo, el tedlogo cuyos co-
mentarios sobre los Salmos y las Epistolas de Pablo constituyen, proba-
blemente, “los libros glosados mds elaborados”, nombraba prolijamente
sus fuentes hasta el punto de crear lo que Malcolm Parkes llama “el an-
tepasado del moderno cuerpo erudito de notas”.** Pedro merece, por
cierto, reconocimiento por una hazafia tipica de la modernidad: provo-
cé la primera controversia debida a un error al citar una fuente. Una de28 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
sus glosas cita a San Jerénimo como fuente de la historia, muy difundi-
da en el siglo xi, de que la Salomé del Evangelio de Marcos no era una
mujer sino el tercer esposo de Santa Ana. Heberto de Bosham, quien
rechazé esta tesis, argumenté con vehemencia que la glosa de Pedro era
err6nea... aunque prefirié atribuir el error a un escriba ignorante en Ju-
gar de al docto autor. Desde los primeros afios se experimenté con
formas de anotacién nuevas y ms fiables: Vincent de Beauvais, enci-
clopedista del siglo XIN, incorporé las referencias a las fuentes en el tex-
to con el fin de evitar los errores de los escribas.”
Pero ninguna de las formas tradicionales de anotacién —de las glosas
del gramdtico a las alegorias del tedlogo y las enmiendas del fildlogo— es
idéntica a la nota al pie histérica. Los historiadores modernos exigen que
|
b
cada texto nuevo sobre el pasado incluya un cuerpo de notas, escritas—
por el autor, sobre sus fuentes. Es una norma de la erudicién histérica
profesional. No tiene una relacién evidente con el hecho histérico anti-
guo y comprobado de que todos los escritos que una comunidad acadé-
mica feligiosa considera importantes contaron con las interpretaciones
de comentaristas posteriores. Los comentarios sobre las escrituras sirven
para apuntalar un texto que deriva su legitimidad de cualidades de las
que carecen los textos histéricos: que su autor era divino 0, més fre-
cuentemente, inspirado por la divinidad; de su antigiiedad y su forma
literaria. Esas notas sirven de intermediarias entre un texto considerado
de valor eterno y un lector moderno cuyos horizontes estan limitados
necesariamente por sus necesidades e intereses inmediatos. Para algunos
glosistas, las escrituras son una bomba lista para estallar si cae en las ma-
nos torpes del vulgo; para otros, constituyen un baluarte del orden teo-
légico y social. No obstante, todos coinciden en que el texto, como un
faro perpetuo, envia un mensaje de valor y vigencia eternos, Los comen-
tarios son necesarios porque los lectores humanos pueden ser descarria-
dos por sus necesidades ¢ intereses mezquinos.
Las notas al pie histéricas son formalmente similares a las glosas tra-
dicionales. Pero tratan de demostrar que la obra que sustentan deriva
su autoridad y solidez de las condiciones histéricas de su creacién: que
el autor excavé los cimientos, descubrié sus componentes en los lugares
precisos y empled los oficios neccsarios para acoplarlos correctamente.
Para ello, sidan la creacidn del trabajo citado en el tiempo y el espacio,
subrayan los horizontes y las oportunidades limitados de su autor, masNOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE 29
que las del lector. Las notas al pie apuntalan y socavan simultdneamen-
te, mientras que los comentarios de las escrituras sélo socavan cuando
se produce alguin accidente.
El cuerpo erudito del historiador tampoco deriva de los comentarios
de los autores medievales tardios y renacentistas sobre sus propias obras.
El historiador que construye una casa literaria sobre cimientos documen-
tales no aborda la misma tarea que el autor de una obra religiosa, literaria
o cientifica que trata de plasmar el mensaje del texto de manera inequivo-
ca para toda la posteridad. Aquél explica los métodos y procedimientos
empleados para producir el texto, éste los necesarios para consumirlo. Por
ultimo, el historiador que cita documentos no remite al lector a las auto-
ridades, como hacian los tedlogos y abogados de la Edad Media y el Re-
nacimiento, sino a las fuentes. Las notas al pie histéricas no mencionan a
los grandes escritores que consagran una determinada afirmacién o cuyas
palabras aparecen adaptadas en ¢l texto, sino los documentos que le pro-
porcionaron sus ingredientes sustanciales, y muchos de los cuales, acaso
la mayoria, ni siquiera son textos literarios, E! historiador profesional mo-
derno no es sencillamente el descendiente directo del intelectual profesio-
nal de las escuelas medievales o la corte renacentista.
El objeto de este ensayo, necesariamente especulativo, es sencillo.
Trata de descubrir cuando, dénde y por qué los historiadores adoptaron
la forma caracteristica de la arquitectura narrativa moderna; averiguar
quién fue el primero en erigir esta arcada peculiar con su piano nobile
mudo y su piso abierto donde se vislumbran tantos objetos seductores.
Mis respuestas sdlo pueden ser esquemdticas y tentativas, pero espero
demostrar que la nota al pie es de estirpe mds antigua de lo que solemos
creer y que los origenes de la criatura arrojan una luz particular sobre su
naturaleza, funciones y problemas.140 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
metsch wird’s auch nicht gehn”. [“Pues acerca de los amados antiguos muertos /
uno necesita explicacién, uno quiere notas; / a los nuevos uno cree entenderlos
perfectamente; / mas, sin un intérprete, esto tampoco va a set posible.”]
51. Sobre Petrarca y Kepler, véase el polémico y Iticido andlisis de H. Giin-
ther, Zeit der Geschichte, Francfort, 1993. El comentario de Kepler sobre el
‘Mysterium aparece en el volumen Vill de su Gesammelte Werke, editado por M.
Caspar y cols., Munich, 1937.
52. Véase J. Whittaker, “The Value of Indirect Tradition in the Establish-
ment of Greek Philosophical Texts or the Art of Misquotation”, en: Editing
Greek and Latin Texts, editado por J. Grant, Nueva York, 1989, pp. 63-95.
53. Véase A. L. Astarita, La cultura nelle Noctes Atticae, Catania, 1993, pp.
23-26.
54. P. Stein, Regulae inris, Edimburgo, 1966, pp. 115-116.
55. Véase el fecundo articulo de M. B. Parkes, “The Influence of the Con-
cepts of Ordinatio and Compilatio on the Development of the Book”, en: Me-
diaeval Literature and Learning [FS RW. Hunt], editado por J. J. G. Alexander
y M. Gibson, Oxford, 1976, pp. 115-141 en 1166-117; cf. también P. Lom-
bard, Sententiae in 1v. libris distinceae, Spicilegium Bonaventurianum, 4, Roma,
1979, 1, pt. 1, prolegsmeno, *138-139*.
56. Ibid., *140. Véase ef texto integro en Patrologia latina, 190, col. 1418
B-C; sobre el contexto, véase B. Smalley, “A Commentary on the Hebraica by
Herbert of Bosham”, en: Recherches de théologie ancienne et mediévale, 18, 1959,
pp. 29-65 en particular 37-40.
57. Parkes, ob. cit. p. 133. Véanse también J. P. Gumbert, ““Typography’
in che Manuscript Book”, fournal of the Printing History Society, 22, 1993, pp.
5-28 en particular 8, y sobre el contexto general, M. A. Rouse y R. H. Rouse,
Authentic Witnesses, Notre Dame, 1991, caps. 4-7.
58. Véase, por ejemplo, E. B. Tribble, Margins and Marginality, Charlotees-
ville y Londres, 1993, cap. 1.
NOTAS AL CAPITULO II
1. Sobre la fundacidn y los primeros afos de la universidad de Berlin,
véanse los trabajos complementarios de U. Muhlack, “Die Universitaten im
Zeichen von Neuhumanismus und Idealismus: Berlin”, en: Beitrége zu Pro-
blemen deutscher Universitatsgriindungen der friihen Neuzeit, en P. Baumgart
y N. Hammerstein (eds.), Wolfenbiitteler Forschungen, 4, Nedeln/Liechtens-
tein, 1978, pp. 299-340, y C. McClelland, “‘To Live for Science’. Ideals
and Realities at the University of Berlin”, The University and the City, en T.NOTAS 141
Bender (ed.), Nueva York y Oxford, 1988, pp. 181-197. Sobre la refunda-
cidn de las instituciones culeurales alemanas en este petfodo, véase el trabajo
documentado de T. Ziolkowski, German Romanticism and its Institutions,
Princeton, 1990,
2. L. von Ranke, Das Briefwerk, editado por W. P. Fuchs, Hamburgo, 1949,
pp. 131-132. “Nach drei Uhr begebe ich mich nach den Archiv. Hier arbeitet
noch Hammer (an den osmanischen Sachen) und ein Herr v, Buchholtz, der
eine Geschichte Ferdinands I. schreiben will. Es ist cine véllige Kanzlei: man
findet Federn, Federmesser, Papierschere, usw. vorbereitet, hat seinen umziun-
ten Platz. Gewohnlich wird es bald etwas dunkel, und ein angenehmer Augen-
blick ist mir, wenn der Vorsteher ruft: ‘a Liecht’, worauf der Diener fiir jeden,
der da arbeitet, deren zwei bringt.”
3. Ibid., p. 194: “Ein grosset Genuss sind die frischen, kuhlen, stillen Aben-
de und Nachte. Bis Mitternacht ist der Corso belebt. Die Cafés sind 2-3 Uhr
nach Mictternacht erdffnet. Das Theacer schliesst oft erst halb zwei. Dann
nimmt man noch die Cena cin. Ich natiitlich nicht. Ich eile ins Bett; ich méch-
te gerne des andern Morgens um sieben beim Palast Barberini anlangen. Dort
benurze ich ein Zimmer des Bibliothekars, welches die Tramontana hat, wo
meine Manuskripte aufgehauft sind, Bald nach mir lange mein Schreiber an
und husche mit einem Ben /evato! zur Tir herein. Der Diener des Bibliothekars
oder die Frau des Dieners erscheint und bietet mir mit dem gewohnlichen:
occorre niente? Ihre Dienste an. Auch der Bibliothekar namens Razzi ist wahr-
haft gue und hat mir und anderen Deutschen die besten Dienste geleistec.
Wenige Schritte von da ist dic Bibliothek Albani, wo Winckelmann die Kunst-
geschichte schrieb... Noch zwei andere Bibliotheken besuche ich mit gutem
Fortgang, Wie bald ist cin Tag, wegstudiert!”
4, A. Farge, Le Gotit de l'archive, Paris, 1989, una descripcién maravillosa de
la naturaleza del trabajo de archivo en una de las grandes colecciones nacionales.
5. Ranke, Sdmmtliche Werke, vol. 53-54, Leipzig, 1890, pp. 61-62: “Bei der
Vergleichung iiberzeugte ich mich, dass das historisch Ueberlieferte selbst scho-
ner und jedenfalls interessanter sei, als die romantische Fiction”. [“En la com-
paracién me convenzo de que lo que nos ha sido legado histéricamente es mas
bello y, en cado caso, mds interesante que la ficcién romantica.”]
6. Ranke, Geschichten der romanischen und germanischen Vélker von 1494 bis
1514, Zur Kritik neuerer Geschichtschreiber, Leipzig y Berlin, 1824, p. IV: “Wie
einem zu Muth seyn wiirde, der in eine grosse Sammlung von Altesthiimern
trate, von Aechtes und Unichces, Schénes und Zuriickstossendes, Glanzendes
und Unscheinbares, aus mancherley Nationen und Zeitaltern, ohne Ordnung
neben einander lage, so etwa musste sich auch der fiihlen, der sich mit Einem
Mal im Anschaun der mannichfalrigen Denkmale der neuern Geschichte fan-142, LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
de. Sie reden uns in tausend Stimmen an: sie zeigen die verschiedensten Natu-
ren: sie sind in alle Farben gekleidet”. (Hay trad. espafiola: Pueblos y estados en
[a historia moderna, México, Fondo de Cultura Econémica, 1948.)
7. G. Nadel, “Philosophy of History before Historicism”, History and Theo-
1) 3, 1964, pp. 291-315.
8. Al respecto, véase, por ejemplo, P. B. Stadler, Geschichtschreituing und
historisches Denken in Frankreich 1789-1871, Zurich, 1958, cap. 5.
9. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., pp. 47-48: “Was in jedem Fall 2u erwarten,
zu thun, was der eigencliche Grund einer Handlung gewesen, will er zeigen.
Daher ise er in den Erliuterungen, in wiefern eine jede menschliche Handlung
aus angeborner Leidenschaft, Ehrgeiz, Eigennutz, komme, ein wahrer Virtuos
und Meister. Diese Discorsen sind nicht eine Hervorbringung von Guicciardi-
nis Geist allein; sie ruhen, und zwar in doppelter Hinsicht, nur allzuwohl auf
dem Zustand seiner Vaterstadt Florenz. Erstens namlich, da die Macht von
Florenz nicht selbstandig war, und die Lage der dffenclichen Angelengenheiten
zuweilen von dem einen Extrem zum andern schwankte, richtete sich die Auf-
merksamkeit unwillkiirlich auf die méglichen Erfolge der Dinge... Das ist Eine.
Aber auch in den innern Angelengenheiten pflegen sie derselben Art und Wei-
se. Wenn man in Varchi und Nerli liest, wie viel vor einer Gonfalonierewahl
gesonnen, geschwatzt, unterhandelt, vermuthet, geurtheilt ward, wie man in
diesem kleinen Kreis, so gut als in den europaischen Angelengenheiten, Ver-
wandschaften, Biindnisse, Gegenbiindnisse schloss, um einige schwarze Boh-
nen mehr zu bekommen, wie viel es da zu Besiicksichtigen gab, wie sich nun
Beobachtungen, Regeln, Rathschlage entwickelten, so versteht man erst den
Urspsung eines Werks, wie Guicciardini’s Werk ist”.
10. W. Kaegi, Jacob Burckhardt: Eine Biographie, 1, Basilea, 1950, pp. 54-74.
11. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., pp. 8-20.
12. Ibid., p. 38: “Agnolo, der Neffe Franzesco’s, der Herausgeber dieser
Geschichte, behauptet, sein Oheim habe mit besonderém Fleiss die éffentli-
chen Denkmiler (pubbliche memorie) erforscht, und habe vielen Zugang zu ih-
nen gehabe”. Ranke observa a continuacién: “Wir sahen, wie Johann Bodin auf
diese originale Kunde der Beschliisse und Biindnisse einen besondern Werth
legte”. (“Como hemos visto, Jean Bodin atribuia un valor especial a estos infor-
mes originales sobre decisiones y alianzas.”| Sobre la importancia del uso de
Bodin por Ranke, véase el capitulo 3.
13. Ibfd., p. 27: “...mit historischen Monumenten so gut wie nichts gemein
hatten”.
14. Aqui Ranke exagera: véanse, por ejemplo, E. Schulin, Traditionskritik
und Rekonstruktionversich, Gotinga, 1979, pp. 48-50; y, sobre todo, la obra
clasica de F. Gilbert, Machiavelli and Guicciardini, Princeton, 1965.NOTAS 143
15, Ranke, Zur Kritik, ob. cit., V: “...wem von so Vielen eine originale
Kenntniss beygewohnt, von wem wir wahrhaft belehrt werden kénnen”.
16. Ibid., p. 36: “Eckennen wir klar, dass das unbedingce Anschen, welches
diess Buch bis jetzt genossen, ihm mit Unrecht gewahre worden, dass es nicht
cine Quelle, eine Urkunde, sondern allein eine Bearbeitung, und zwar eine
mangelhafte zu nennen ist, so ist unser Zweck erreicht; so miissen die Sismon-
di Aufhdren, unter jeder Seite den Guicciardini und immer den namlichen zu
citiren; sie miissen wissen, dass er nicht beweist”.
17. Sobre el trabajo de Ranke en la biblioteca teal, véanse C. Varrentrapp,
“Briefe an Ranke...”, en: Historische Zeitschrifi, 103, 1910, pp. 105-131, y Ran-
ke, Neue Briefé, editado por B. Hoeft y H. Herzfeld, Hamburgo, 1949, pp. 22,
24-25, 39, 41-42, 44-45, 54-55.
18. Véase un excelente andlisis en Schulin, ob. cit., p. 49.
19. Ranke, Das Briefwerk, ob. cit., p. 65: “Du wirse Dich wohl noch auf
das geschriebene Foliobuch besinnen (vielmehr das noch nicht geschriebene)
in das ich alle Notizen tiber die Geschichtschreiber, die ich las, eintrug. Nun
war es unerlasslich, dass ich meine Behandlung dieser Geschichtsschreiber in
der Geschichte selbst einigermassen rechrfertige. Da habe ich nun aus jenem
Foliobuch eins in quarto gemacht, und daraus wird eins in octave gedruckt;
aus diesem prophereit man mir einen gréssern Erfolg als aus dem andern”. Los
estudiosos de Burckhardt recordarin que él cambién extrafa pasajes de las fuen-
tes primarias con notable energia y asiduidad (W. Kaegi, facob Burckhardt: Eine
Biographie, Ul, Basilea, 1956, pp. 383-396). Su historia cultural del Renaci-
miento tomé forma mientras reelaboraba un inmenso ctimulo de pasajes. Cf.
su célebre carta a Paul Heyse, 14 de agasto de 1858, citada ibid., p. 666: “Ges-
tern habe ich zum Beispiel 700 Weine Zeddel mur mit Citaten aus Vasari, die
ich in ein Buch zusammengeschrieben hatte, auseinandergeschnitten und sor-
tiert zum neuen Aufkleben nach Sachen. Aus andern Autoren habe ich noch
etwa 1000 Quartseiten Excerpte tiber die Kunst und 2000 iiber die Kultur.
Wie viel von all diesem werde ich wohl wirktich verarbeiten?” [“Ayer, por
ejemplo, tenia 700 papeletas pequefias sdlo con citas de Vasari, que habia escri-
to codas en un libro, luego recortadas y clasificadas por tema para ser pegadas
nuevamente. De otros autores tengo atin unas 1.000 hojas en cuarto (cuartillas)
de extractos sobre el arte y 2.000 sobre la cultura. ;Cudnto de todo eso voy
realmente a utilizar?”] Sobre los métodos de trabajo de Burckhardt, véase P.
Ganz, “Jacob Burckhardts Kultur der Renaissance in Italien. Handwetk und
Methode”, en: Deutsche Vierteljahrsschrift fiir Literaturwissenschaft und Geiste-
geschichte, 62, \988, pp. 24-59. Junto con {a historia inédita de la referencia
que ronda por las bibliotecas de los seminarios histéricos, atilla el fantasma de
la historia aun mds extensa de Ja anotacién.144 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
20. Véanse los materiales publicados por Varrentrapp en Historischer
Zeitschrift, 105, 1910, p. LO9 (Heeren), 112 (v. Raumer), 114 (Schulze), 115
(Kampts); A. von Hase, “Briickenschlag nach Paris. Zu einem unbekannten
Vorstoss Rankes bei Karl Benedikr Hase (1825)”, en: Archiv fiir Kulturgeschich-
ze, 60, 1978, pp. 213-221 en particular 215. Acerca de Hase, véase el ingenioso
y erudito articulo de P. Petitmengin, “Deux tétes de pont de la philologie alle-
mande en France: le Thesaurus linguae Graecae et la ‘Bibliotheque des auteurs
grecs’ 1830-1867”, en: Philologie und Hermeneutik im 19. Jahrhundert, \t, edi-
tado por M. Bollack y H. Wismann, Gotinga, 1983, pp. 76-98.
21. Resefia anénima de Ranke, Ergdnzungsbliter zur Allgemeinen Literatur-
Zeitung, febrero de 1828, niims. 23-24, cols. 183-189 en particular 183-184:
“Mit der Fackel ciner unbestechlichen, strengen Kririk beleuchtet er die Werke
dec bisher als Hauptquellen fir die Geschichten der beizeichneten Periode....
geachteten Hiscoriker wie die Persinlichkeit ihrer Urheber, und beraubt beide
schonungslos des Nimbus, watin sie bisher geglinzet, oder bestimmt wenigs-
tens genau, in wie fern und in wie fern nicht sie wirklich Glauben verdienen,
tiberhaupr in wiefern sic als wahre Quellen wi achten seyen”.
22. H. L. Manin [H. Leo], resefia de Ranke, Ergdnzungsbatter zur Jenaischen
Allgemeinen Literatur-Zeitung, 16, 1828, nims. 17-18, cols. 129-140 en pacti-
cular 138: “Beytrage zur Kritik neuerer Geschichtschreiber” de Ranke eran
“das beste an Hn. Rankes Arbeit, und zeigen wenigstens zugleich von mannich-
facher Vergleichung der verschiedenen Excerpte unter sich”.
23. Ranke, Zur Kritik, ob. cit., p. 177: “Es sind iiber diese Zeit Acten, Brie-
fe, Lebensbeschreibungen, Chroniken von der grossten Wichtigkeit vorhanden,
fiir die es aber ist, als wire die Buchdrukerkunst noch gar niche erfunden”.
24, Ibid., p. 181: “Hier ware ein Mann erforderlich, der mit leidtichen
Kenntnissen, sattsamen Empfehlungen und guter Gesundheit ausgeriistet,
Deutschland nach allen Seiten durchzige, und die Reste einer halb untergegan-
genen und so nahe liegenden Welt aufsuchte. Wir jagen unbekannten Grasern
bis in die Witsten Libyens nach; sollte das Leben unserer Alevordern nicht den-
selben Eifer in unserm eigenen Land werth sein?”
25. Ranke, Das Briefwerk, ob. cit., p. 70. Sobre Pertz, véase D. Knowles,
Great Historical Enterprises, Problems in Monastic History, Edimburgo, 1963,
cap. 3, con referencias a la literatura anterior.
26. Véase, por ejemplo, Ranke, Nese Bricfe, editado por Hoeft y Herzfeld,
pp. 56-59.
27. H. Chadwick, Catholicism and History, Cambridge, 1978, contiene un
andlisis fascinante sobre la apertura glacial de uno de los archivos més ricos de
Europa.
28. Sobre las practicas de Ranke, véase U. Tucci, “Ranke and the VenetianNOTAS 145
Document Market”, en: Leopold von Ranke and the Shaping of the Historical
Discipline, editado por G. G. Iggets y J. Powell, Siracusa, 1990, pp. 99-1075
hay una lamina que to muestra en su biblioteca. Véase también el notable catd-
logo de E. Muir, The Leopold von Ranke Manuscript Collection of Siracusa Uni-
versity, Siracusa, 1983.
29. Ranke, Deutiche Geschichte mi Zeitalter der Reformation, editado por P.
Joachimseh y cols., Munich, 1925-1926, 1, 6*: “Ich sche die Zeit kommen,
wo wir die neuere Geschichte nicht mehr auf die Berichte, selbse niche der
gleichzeitigen Historiker, ausser insoweit ihnen eine originale Kenntnis bei-
wohnte, geschweige denn auf die weiter abgeleiteten Bearbeitungen zu griinden
haben, sondern aus den Relationen der Augenzeugen und den dchsteten un-
mitcelbarsten Urkunden aufbauen werden”. A pesar de los progregos importan-
tes en el estudio de Ranke y su Nachlass, parte de los cuales derivaron en
correcciones en la obra de Joachimsen y sus colaboradores, su introduccién a
esca edicién sigue sicndo uno de fos estudios més sutiles de la erudicién y el
pensamiento de Ranke. Esta reproducido en su Gesammelte Aufidtze, edit. por
N. Hammerstein, Aalen, 1970-1983, {, pp. 627-734. Sobre el pensamiento y la
erudicién de Ranke, véase también ibid., pp. 735-758.
30. Ranke, Demtiche Geschichte mi Zeitaler der Reformation, Vi, pp. 3-4:
“Wer will auch die ganzen Archive drucken lassen?” [“;Quién quiere, ademas,
hacer publicar el archivo entero?”]
31. Leopold yon Ranke Nachlass, Staarsbibliothek zu Berlin Preussicher
Kulturbesiez Haus 11, p. 38 11 A, fol. 72 recto: “..corum, qui historiae rerum
discendae penitusque imbibendae vitam suam dicare constituerunt. Istos animi
quodam impetu ingeniique sui natura ad haec studia ferri credo, Hi sine dubio
fontes, ¢ quibus historia hauriunctur, cognosquere volent. Non satis habentes
scriptores perlegisse quos schola supeditat, promos omnis relati volent cognos-
cere”. Sobre este texto (y el seminario de Ranke), véase la monograffa ejemplar
de G. Berg, Leopold von Ranke als historischer Lehrer, Gotinga, 1968, pp. 51-56
en §2y nora 2.
32. Ranke Nachlass, p. 38 11 A, fol. 72 recto: “Non tamen satis habent acci-
pere ea, credere, docere, fidem aliis habere, sed suo ipsorum judicio in his rebus
uti cupiune’,
33. tbid., fol, 72 verso: “Si primum ¢tancum genus hic adesset, rem ita insti-
tuerem —digerem seriem locorum classicorum-— eos lengendos proponerem.
Difficultates, quae Jegenribus offendunt, e medio collece curarem. Eadem ratio-
ne historiam medii aevi tractaremus”.
34. Ibid., 1, pp. 83-84. Cf, en general Geschichenvissenchaft in Berlin im 19.
Jahrhundert, Berlin, 1992, y acerca del seminario de Sybel en Munich, véase V.
Dotterweich, Heinrich von Sybel, Gotinga, 1978, pp. 255-284.146 LOS ORIGENES TRAGICOS DE LA ERUDICION
35. Véase Berg; L. von Ranke, Aus Werke und Nachlass, editado por W. P.
Fuchs y cols., Munich y Viena, 1964-1975, 1V.
36. T. Wiedemann, “Sechsen Jahre in der Werkstatt Leopold von Rankes”,
en: Deussche Revue, noviembre de 1891, pp. 177-179.
37. Véase la apreciacién magistral de F. Gilbert, History: Politics or Culture?,
Princeton, 1990. P. Burke, “Ranke the Reactionary”, expresa un punto de vista
més critico que subraya la amplitud y Ja originalidad de !a historiograffa del
siglo xvill (y destaca los aspectos de esa tradicién no sefialados en estas paginas,
tales como su interés por la historia culcural y social; en Iggers y Powell (eds.),
Leopold von Ranke.
38. Acerca del “mal de Froude”, véase C. V. Langlois y C. Seignobos, Intro-
duction to the Study of History (trad. G. G. Berry), Londres y Nueva York,
1898, reed. 1912, pp. 124-128.
39. Th. Wiedemann, “Sechsen Jahre in der Werkstatt Leopold von Ran-
kes”, en: Deutsche Revue, noviembre de 1891, p. 322.
40. Ranke, Sdremeliche Werke, vol. 53-54, p. 625 cf. L. Stone, The Past and
the Present Revisited, Londres, 1987.
41. Véase Ja carta de Voigt a Ranke, que sorprende por su humildad, por
tratarse del compilador del Codex diplomaticus prusiano y el autor de la muy
documentada Geschichte Marienburgs, obta innovadora desde el punto de vista
metodoldgico; y Hildebrand, Weimar, 1815, en Varrentsapp, pp. 127-128, con
su cita estrarégica del pasaje de Ranke sobre la maduracién de la historia basada
en manuscritos, citada mds arriba, en Briefwechsel der beriihmsesten Gelehrten
des Zeitalters der Reformation mit Herzog Albrecht von Preussen, Kongsberg,
1841, Evidentemente, Voigt era un historiador mucho menos original y critico
que Ranke, un hombre desilusionado, incapaz de obtener licencias pata investi-
gar, perimido en sus criticas técnicas. Véanse, por ejemplo, el largo y documen-
tado articulo sobre Voigt en Allgemeine Deussche Biographie; H. Prute, Die
Kénigliche Albertus-Universitat 2 Konigsberg i. Pr. Im neunzehnten Jahrhundert,
Kénigsberg, 1984, pp. 186-188; G. von Selle, Geschichte der Albertus-Universi-
rat au Kinigsherg in Preussen, Kinigaberg, 1944, pp. 278-280. Pero su testimo-
nio es por ello tanto mas representativo,
42. Nissen, Kritische Untersuchungen iiber die Quellen der vierten und fiinfien
Dekade des Livius, Berlin, 1863, pp. 70-79. Hay un anilisis reciente de como
los historiadores antiguos utilizaban a sus predecesores, que demuestra lo util y
lo limitado de la perspectiva de Nissen, en S. Homblower, “Introduction”, en:
Greek Historiography, editado por S. Hornblower, Oxford, 1994, pp. 1-71 en
patticular 54-71.
43. Nissen, Kritische Untersuchungen, p. 77: Livio “steht uncer dem Einfluss
desselben Grundgesetzes, welches die ganze Historiographie bis auf die Entwic-NOTAS 147
Klung der modernen Wissenschaft beherrscht. Ranke hat zuerst in glinzender
Weise an einer Reihe von Geschichtschreibern des 15. und 16. Jahrhunderts
nachgeweisen, wie sie die Werke ihre Vorginger in der Art beniitzten, dass sie
dieselben einfach ausschrieben”. [Livio “esta bajo la influencia de ta misma ley
fundamental que domina toda la historiografia hasta el desatrollo de la ciencia
moderna. Ranke fue el primero en demostrar, de un modo brillante, en una
serie de historiadores de los siglos XV y XVI, que éstos utilizan las obras de sus
predecesores de cal manera que, simplemente, las transcriben.”] Desde luego,
Ranke jamas hubiese confundido a Tucfdides con los periodistas de su propia
época, ni hubiera tratado toda la tradicién de la histotiografia como si fuera
uniforme.
44, “Das liegt in seinem schleswigholteinetnen Kopf” [“Esto depende de su
mentalidad de Slevig-Holstein”], escribié quejumbroso Hermann Usener al ex-
plicar cémo habfa fracasado en su intento de convencer a su viejo amigo de
que abandonara el argumento de que Jos antiguos reyes del Lacio, de alguna
manera, representaban los dias biblicos de la Creacién. H. Diels, H. Usener y
E. Zeller, Briefwechsel, editado por D. Ehlers, Berlin, 1992, i, p. 425. La obra
en cuestién era Das Templum de Nissen, Berlin, 1869, p. 127. Ademds de
imitado, Nissen fue muy criticado: véase, por ejemplo, L. O. Brécker, Moder-
ne Quellenforscher u. antike Geschichtschreiber, Innsbruck, 1882. Pero la era de
Quellenforschung que comenzé con su obta también fue regida, en gran medi-
da, por su espiritu de simplificacién temeraria: véanse C. Wachsmuth, Finlei-
tung in das Studium der alten Geschichte, Leipzig, 1895, pp. 55-56, y la obra
erudita (y de plan y redaccidn singulares) de B. A. Desbords, Introduction &
Diogene Laérce, tesis, Utrecht, 1990.
45. Véase The Varieties of History, editado por F. Stern, 28 ed., Londres,
1970, p. 211.
46, Véanse, especialmente, E. Fueter, Geschichte der neueren Historiographie,
Munich y Berlin, 1911, pp. 480-482; H. Butterfield, Man on His Past, Cam-
bridge, 1955; reed. Boston, 1960; G. Benzoni, “Ranke’s Favorite Source”, en:
Leopold von Ranke, editado por Iggers y Powell, pp. 45-57.
47. A. G. Dickens, Ranke as Reformation Historian, Stenton Lecture 13,
Reading, 1980, pp. 12-17, resumida en Dickens y J. Tonkin con K. Powell,
The Reformation in Historical Thought, Cambridge, Mass., 1985, pp. 174-175.
NOTAS AL CAPITULO III
1, G. Stanton Ford, “A Ranke Letcer”, en: Journal of Modern History, 32,
1960, p. 143: “Sorfilcig habe ich mich vor der eigentlichen Adnotation gehii-