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tiquetas: Partida semanal

miércoles 9 de septiembre de 2009


Las grandes puestas del sargo (Parte II)

Publicado por sargoloco

Configuraciones tópicas

1 Playas y pedregales Abruptos. Alimentos: pulga, larva,


oricios, políquetos, algas, cangrejos...
Un saliente pronunciado se alterna entre dos modestos
pedregales. La mar golpea de noroeste, descansando tras la
protectora barrera y prosiguiendo con potencia acumulada,
hasta dar en la base del abismo. Ciclópeos pedruscos, fruto
de la caída anterior, dan paso a una mínima expresión de lo
que llamamos playa de cantos: bolas de diverso porte que
ruedan sin parada; y en el límite superior, se deja notar la
presencia de algas en descomposición, seguro que cargadas
de pulga y larva, entrado ya el mes de octubre.
Es obligado descolgarse por un vericueto cuya pendiente
nos invita a clavar la cuerda trenzada; unos 60 metros serán
más que suficiente para un cantil sito en la rasa machacada,
“mi Mar”.
Este tipo de configuración es realmente frecuente a lo largo
y ancho de la costa peninsular y tópica de la vertiente
noroeste. Los sargos no desprecian estas tímidas ensenadas
donde el proceso de excavación, ejecutado por las intensas
marejadas, puede sacar alimento en cantidades apreciables
para éstos y otros peces de interés deportivo.
2: Cantiles bajos, salientes...Alimentos: percebe,
mejillón, políquetos, lapas...
En tramos de costa donde predomina el cantil, con
entrantes y salientes, y bajíos por doquier, los sargos
muestran preferencia por la cercanía de la base misma de
la caída. Los mejores lugares se corresponden con una
pared inclinada, muy batida y, en consecuencia, poblada
de percebes y de mejillones (en la línea un poco superior).
Son escenarios donde se alimenta el bando día a día. Los
mejores momentos se corresponden con la fase de marea
en que las colonias de percebes se ven mojadas, pues los
espáridos están habituados a una rutina que les lleva a
merodear, plateando con sus movimientos, la pared. Las
más generosas puestas coinciden con las batientes
violentas, por lo que sólo cuando la mar lo permite
accederemos a estos parajes, siempre extremando el buen
juicio.
3: Áreas tranquilas: estuarios, rías...pero no para mí...
Reconocer a primera impresión que tanto el sargo como
la roballiza se decantan por los terrenos abruptos y
movidos sólo resulta una expresión de los hábitos
nutricionales de tales especies; mas, durante el periodo de
puesta, será plausible alternar las visitas con otras a
ensenadas donde reina la tranquilidad, también en
desembocaduras y zonas aledañas, allá dónde es seguro
que la orgía reproductiva habitará. Aplicaremos otras
nociones que están incluidas en el vasto aprendizaje de la
pesca a boya, como la pesca nocturna con boya corrida o
“loca” y usando camarones de ría y pulga,
preferentemente.

“La costa definitiva”, sirva como ejemplo.


No hay alba sin viento, aquí, en la cumbre de la garita
(“Garita de Herbeira”, A Coruña). Atenazado por una clara
falta de ”puesta a punto”, tomo nota de una costa que
carece de la virtud de la indulgencia. Contamos con la
impresión primaria del antecesor celta, desplazado desde
el castro protector para otear en el horizonte. En un
artículo dedicado a describir con detalles los aspectos
primordiales que debe reunir una puesta con el objetivo de
pescar buenos sargos, no puede obviarse esta fotografía
imaginada.
Un pedregal de dimensiones colosales que admite el
respeto de todos, también de los profesionales; un pase
resbaladizo sobre la franja de mareas, evitando el liquen y
el musgo que se desarrollan a su albedrío; miles de
bígaros acomodados a una sombra aún patente, y a la
humedad que se mantiene tras un cercano reflujo; sapas
que se arrojan al vacío, alocadas, temerosas de nuestros
pasos, incalculable población... alimento una vez más.
Por la misma razón que nos asombramos con la riqueza
de este tipo de conformación, acertamos al pronosticar que
la veda para el pescador de caña es amplia, si bien
siempre tropezaremos con algún recodo que permitirá
apagar la frustración inicial.

Veremos cómo se alternan secciones repletas


de cantos rodados, con otras sembradas de
grandes pedruscos, también domesticados hasta
las formas alisada. Desde estas posturas -con
dificultad- mantendremos el aparejo ligado a
una caña de boya sin vernos sorprendidos por
un chapuzón, o con la línea atrancada bajo la
concha de una lapa o enredada en un resquicio
cualquiera. Pero, a unos metros, una gran
formación se eleva, quedando a salvo del
impacto. Sabemos que a media marea la base se
verá acariciada por el empuje que inyecta la
masa de agua; conocemos que, a la postre, si
macizamos ahí, entre las bolas que sólo cada
tres o cuatro andanadas se ven refrescadas, el
resto de la operación corresponderá a la
corriente de fondo que limpiará el engodo, lo
presentará como delicioso manjar a unos sargos
que ya merodean con recelo.
Aprendido queda que esta postura resalta con este
nivel de agua; la de más allá, está cercana al rincón
principal donde una ensenada deja otro promontorio
sobre el que precipitaremos el desarrollo final de la
partida de pesca...
En definitiva, hemos augurado un devenir sobre la
base de las nociones asimiladas: áreas líticas,
sometidas a oleaje, contiguas a fuentes, nidos
generadores de organismos que servirán de nutriente
a los predadores finales.
Entrantes y salientes hasta donde alcanzan los
prismáticos. Ya no asoma el charco tidal, al contrarió
de lo que sucedía en la costa baja que antes y al
principio vimos. Macizar aquí tal vez no constituya la
mejor opción pues, ¿cómo sabremos que la sustancia
no va a salir quién sabe dónde merced a una corriente
inesperada? Estos tramos de costa fabrican en la
mente del antiguo pescador el estudio previo, la teoría
postrera y la puesta en práctica de un nuevo arte. No
sé cuándo fue, pero el sólo movimiento del cebo,
dotado de un mínimo lastre (pesca al “devalo”),
combate, en estos lechos cubiertos de agua
continuamente, la desconfianza de ese gran sargo
común que se guarda en una grieta.
lunes 3 de agosto de 2009
"Las grandes puestas del sargo" (I parte)

Publicado por sargoloco


Preámbulo
Una de las facetas relevantes en el momento en que decidimos emprender la complicada
tarea de pescar sargos, es conocer exactamente las zonas apropiadas. Tal iniciativa
requiere un conocimiento profundo de las necesidades, hábitos y preferencias de la
especie.
La tendencia del sargo a explorar las zonas intermareales en la frenética búsqueda de
moluscos y crustáceos que llevarse a la boca, nos debe indicar -a priori- la dirección de
aquellos pedreros más querenciosos. Veremos, durante nuestros paseos sobre los
acantilados, múltiples posibilidades que debemos investigar concienzudamente: canales
abiertos, promontorios, bahías expuestas, etc.

Sutiles –y genéricas- diferencias ente las


costas
Dependiendo de la constitución propia del litoral, esta zona será más o menos amplia.
Como es obvio, en aquellos mares donde las mareas resultan inapreciables, como en el
mar Mediterráneo, los fundamentos que aquí pongo sobre la mesa no son del todo
exactos.
Por otro lado, en las costas sometidas al influjo evidente, como sucede a lo largo del
litoral Cantábrico y aquél bañado por el océano Atlántico, existen ciertas - aunque
sutiles- diferencias de una parte a otra. Baste, como ejemplo, constatar la magnitud y
relevancia de la zona intermareal (es decir, la que queda expuesta durante la bajamar) en
el caso primero: la rasa costera imperante hace que las playas pedregosas presenten una
alineación especial y un perfil claramente plano, particularidad que deja al descubierto
enormes porciones de costa. Si nos dirigimos en nuestro viaje a cualquier roquedo de la
costa gallega veremos en términos generales un menor gradiente, por lo que la
apreciación es de mayor envergadura en sentido vertical que en horizontal. Sin
embargo, en el interior de rías y estuarios, el reflujo deja inmensos territorios; pero este
interesante ecosistema, aunque poblado de sargos, no es tan adecuado para emplear las
técnicas apropiadas.
En esencia nos volcaremos en verificar de forma magistral los horarios de marea, y la
incidencia de la misma en cualquiera de las puestas de pesca donde deseemos
desarrollar la acción.

Zonas para técnica con


boya y macizado
Definamos en primer término la puesta de pesca como “la porción de la franja costera
delimitada por ciertos estructuras que goza o es garante de unas peculiaridades que la
hacen apta para la pesca del sargo, en este caso con el procedimiento específico de la
boya y el uso de macizo”.
Se convierte de esta guisa en una especie de “nicho” que el impulso de la marea va
llenando de forma que el cebo que utilizamos para atraer al pescado se encuentre
estable, creando unas condiciones óptimas para que el sargo se desplace lo menos
posible, permaneciendo en proximidad.
Vacilamos ante el vértigo, en un suspiro de vistazo que atrae a la retina esa rompiente
fabulosa. -Mira, “chaval”, aquí tienes una puesta de veras, de esas que dan sargos, por y
para siempre- comento al compadre.
Ya se percibe el aroma benefactor, ese yodo agradable; también el tumulto, el traqueteo,
percusión de cantos molidos al milenio de una resaca imperecedera. Asimilo, al tiempo,
la tonalidad que da buen pálpito, esa espuma arrimada a la piedra, ese azul verdoso, algo
lechoso en la inmediatez.
La memoria y el ágil cálculo: imprescindibles gestiones cerebrales.
Ahora entra en juego la experiencia de una vida, conjugar la lectura a lo largo de unos
minutos, con situaciones pretéritas, imágenes registradas en la memoria a largo plazo.
Es la ecuación primordial que se antoja vital antes de acometer un descenso por ese
acantilado de doscientos metros, pleno de escenarios circenses.

en 6:22 PM 4 comentarios
Etiquetas: Artículos

martes 7 de julio de 2009

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