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La pausa de la guerra
La primera guerra mundial no sólo interrumpió las aspiraciones artísticas
en el mundo de la moda, como muchos literatos y pintores, los diseñadores
tuvieron que alistarse o lo hicieron voluntariamente. Pero incluso para los que
pudieron proseguir con su trabajo, éste se vio alterado por la tensión de las
circunstancias y la escasez de materiales, al menos en la moda diaria. En
cambio en el sector de la alta costura, casi no se tuvo en cuenta la nueva
situación y se siguió diseñando moda, independientemente de la política y la
confusión de las condiciones económicas.
La ropa de mujer se tomó más seria y funcional, una silueta más delgada y las
faldas algo más cortas componían la imagen. El corte de muchos abrigos y
chaquetas de mujer se basaba en elementos extraídos del vestuario militar.
Los sombreros se volvieron más pequeños y discretos, y los peinados más
sencillos. Luego, durante unos años, apareció la denominada crinolina de guerra,
que no era otra cosa que una falda larga con enaguas fuertes, a la altura de la
pantorrilla, porque las mujeres debían moverse libremente.
En los años veinte, esta tendencia hacia lo recto y sencillo evolucionó
hasta convertirse en un estilo propio.
La moda y la modernidad
En los años veinte la moda realiza el paso decisivo hacia la modernidad.
Las líneas precisas y el funcionalismo que impregnan la arquitectura, el diseño y
la pintura durante estos años, también se reflejan en la moda.
La moda alteró de manera esencial todas las modas posteriores. Líneas
rectas y precisas, estructuras visibles, funcionalidad vinculada a un valor
estético propio, se encargan de que esta moda perdure en la moda cotidiana
actual.
Para sus numerosas ocupaciones, la mujer necesitaba otro tipo de
indumentaria que le aportara libertad de movimiento y que también reflejara
su nueva conciencia individual. Las mujeres ya no debían destacar sus curvas, y
en cambio, debían parecer altas y delgadas. Estaban de moda las caderas
estrechas, una cabeza y pecho pequeños, así como las piernas largas. Por
primera vez, las piernas femeninas se consideraron eróticas, en detrimento del
pecho y caderas.
En los años veinte tuvieron mucho éxito los vestidos de una pieza que, al
principio, tenían muy poca forma. Posteriormente se fueron estrechando y
ciñendo al cuerpo. A medida que avanzaba el decenio, el talle se iba situando
cada vez más abajo, hasta llegar a la altura de la cadera. Las mangas de los
vestidos estaban muy elaboradas y servían de contrapunto a la forma sencilla
del resto de la pieza. Era muy frecuente llevar distintas piezas superpuestas,
por ejemplo, una túnica transparente sobre un vestido corto o bien un vestido
bordado con caída sobre un “viso” monocromo.
El vestido de noche seguía la misma línea que le vestido de diario: casi
siempre de una pieza, estrecho, con una hechura recta y, en muchas ocasiones,
corto. Se elaboraba con telas exquisitas, y requería un escote atrevido, ya
fuera en la parte delantera como en la espalda. A pesar de la precisión de las
líneas, resultaba bastante común que los tejidos de punto, elaborados y
transparentes, los bordados plateados y dorados, tas lentejuelas, las plumas y
los flecos confieran al vestido de noche el encanto de la indumentaria
fantástica de las hadas.
El peinado revolucionario de los años veinte fue el peinado a la garçonne,
se caracterizaba por un pelo liso que llegaba a la altura de la barbilla y que
solía acabar en un flequillo recto y corto. Por la noche se adornaba con
penachos, plumas o brillantes o bien turbantes de telas refinadas.
Coco Chanel
Gracias a ella la moda se vuelve realmente moderna. La sencillez de los
diseños hizo furor en una época en la que la mayoría de las mujeres seguían
engalanadas y encorsetadas.
Coco Chanel rompió con esta tendencia mediante la creación del furró
negro, un vestido negro corto que, aunque austero a primera vista, siempre
resultaba elegante, así como el denominado traje Chanel. La contribución de los
diseños resultó decisiva para formar la imagen de la mujer en sociedad. La
diseñadora deseaba contribuir a la emancipación de la mujer, como reflejan sus
diseños, caracterizados por la ropa cómoda, para cualquier ocasión. Trabajaba
para las mujeres modernas e independientes como ella misma.
Coco Chanel no recurrió al pasado ni al exotismo para crear sus diseños,
como era el caso de su coetáneo Paul Poiret. Principalmente se inspiró en la
ropa de caballero. La libertad de movimientos se convertiría en uno de sus
principios al crear la ropa para la mujer moderna.
La tendencia de Chanel empezó con faldas monocromas, jersey o
chaquetas que se decoraban únicamente con un pañuelo o algunas joyas, aunque
también se combinaban con una blusa blanca formal.
En los años 50 y 60, el furró negro vivió su máximo apogeo por última vez
y hasta entonces no apareció el traje Chanel, que en la actualidad simboliza la
esencia de la moda de Chanel.
Siempre fue fiel al principio de diseñar ropa básicamente funcional.
Madeleine Vionnet
Nunca diseño la ropa en forma de dibujo bidimensional, sino que la
concebía como una dimensión corpórea en el espacio. Realizaba el corte en una
tela de algodón que probaba en un maniquí de madera y después lo pasaba a
modelos de carne y hueso. Solía recurrir a la silueta de estatuas griegas,
tendencia que marcó a las creaciones de sus contemporáneos.
Muchos de sus vestidos se drapeaban mediante un proceso ingenioso, que les
daba un aspecto animado y permitía redefinirlos en todo momento.
A mediados de los años 30 la línea de Vionnet se transformó y adoptó un
estilo más romántico. Entonces empezó a diseñar vestidos con faldas anchas,
de gasas y tules.
Madame Gres
Compartía con Vionnet la admiración por la escultura y la indumentaria griega
que le sirvió de inspiración, confeccionaba los modelos directamente sobre el
cuerpo humano. La moda de Gres muestra una elegancia intemporal y se
caracteriza por los colores oscuros por el empleo de telas vaporosas como el
punto de seda o la muselina, que plisaba o cortaba en diagonal.
Pierre Balmain
Se describen a las creaciones de Balmain como vestidos femeninos que
realzan la figura, con un lujo minimizado”, si bien no eran tan espectaculares
como los de Dior, fueron del agrado del público por su elegancia, por su
comodidad y por la belleza de sus colores. El mismo Balmain comparaba su obra
con la de un arquitecto: este último trabajaba con la piedra, él con la muselina,
así que la moda era coma la arquitectura en movimiento. Los rasgos típicos son
las líneas ceñidas al cuerpo, el realce de la cintura y los hombros ligeramente
anchos.
Jacques Fath
En 1948 comenzó a fabricar moda prêt a porter, de este modo se mostró
más visionario que muchos de sus colegas, que se dedicaban exclusivamente a la
alta costura y despreciaban la posibilidad de abrirse a un mercado más amplio.
Los diseños de Fath se mueven “siempre justo al borde de lo demasiado osado”.
Elegantes y sexis en partes iguales, estos modelos iban dirigidos a una clientela
juvenil con ganas de exhibir un glamour ligeramente provocativo. Al igual que
Chanel o Madame Grés, también trabajaba con modelos de carne y hueso cosa
que le permitió desarrollar un sentido espacial para la ropa en movimiento. Los
pliegues y las asimetrías, así como las líneas quebradas o en zigzag, realzaban
el dinamismo de sus prendas, al igual que lo hacían los colores y los estampados
de la telas.
Hubert de Givenchy
Inauguró su propio salón en 1952. Adquirió una gran fama casi de
inmediato, a lo que también contribuyó que diseñara para Andrey Hepbrun, el
modisto podía tocar todos los registros de su arte en las películas y, así,
demostraba un dominio magnífico e insuperable para crear toda clase de
modelos, desde los pantalones de pirata, pasando por el vestido de cóctel,
hasta sugerentes trajes de noche.
Los colores luminosos y los estampados alegres se convirtieron en el
distintivo de la marca. Creó una marca propia, elegante y delicada.
Cristóbal Balenciaga
En 1937 decidió marcharse de Madrid para radicarse en Paris, donde
tuvo un éxito fulminante, gracias a su estilo elegante, orientado al futuro, a la
vez que muy dramático. Se llevó consigo las tonalidades luminosas del rojo y del
negro, así como la inspiración nacida de la solemnidad dramática de la pintura
española.
Para Balenciaga siempre fue muy importante que no pereciera el
carácter artístico de la moda. En su opinión, el diseñador no debía estar al
servicio de la mujer, sino que su deber consistía en unir el arte y el sentido de
la arquitectura del cuerpo con exactitud artesanal y armonía exquisita.
Estética lineal
Los años 50 no solo legaron el new look caracterizado por las cinturas
estrechas y las faldas anchas o tipo tubo, también introdujeron otras líneas en
la moda: la línea A, la línea Y. La línea decisiva de loa años 60 fue la trapezoidal,
que diseño Yves Saint Laurent en 1958 como director artístico de la casa
Dior. Se caracterizaba por unos vestiditos o abrigos holgados y sin talle,
estrechos en la parte superior y que se iban ampliando a medida que
descendían, casi siempre eran cortos y llegaban hasta la rodilla. Parecía un
vestidito infantil. Casi no presentaba detalles decorativos o un corte
especialmente refinado. De hecho, se solía confeccionar con fibras (sintéticas)
rígidas, a las que se les realizaba un corte recto o con vuelo. Conseguían causar
impresión gracias a los patrones gráfico de grandes dimensiones o bien a los
estampados florales, en cualquier caso siempre con colores intensos. Eran
mucho más cortos que los de los años 50, y, en conjunto producían un efecto
muy estridente.
Ya no se podía hablar de la elegancia (distinguida) tradicional, ante todo,
los nuevos vestidos debían ser jóvenes, anti convencionales, ingeniosos e
irreverentes, sin tener en cuenta la edad real de la mujer que los lucia.
La moda hippie
Debido a la ruptura con la generación de los padres, pero también a
causa de los complicados conflictos internacionales de la época, los jóvenes
desarrollaron una marcada actitud política. Tanto en Estados Unidos como en
Europa surgieron movimientos contrarios al endurecimiento de las posiciones
por parte de las potencias durante la guerra fría. Los partidarios de dichos
movimientos de protesta se reconocían por su aspecto externo, ya que crearon
la moda hippy en signo de oposición. Tanto los hombres como las mujeres
andaban descalzos, llevaban el pelo largo, bisutería, vaporosos vestidos,
vaqueros y camisas con estampados florales multicolores.
La ropa hippy se convirtió rápidamente en una moda, incluso para las
personas que no tenían nada que ver con el trasfondo ideológico de dicho
movimiento. Grandes tiradas a buen precio de faldas largas hasta el suelo,
chales vaporosos, cintas para el pelo, blusas de encaje, invadieron los grandes
almacenes. Durante un tiempo determinaron el aspecto de la juventud
norteamericana y europea. Se produjo un fenómeno recurrente en el mundo de
la moda: creada por un grupo minoritario de la sociedad, esta ropa se convirtió
en moda gracias al factor de masas y, de este modo, perdió casi todo el
componente ideológico al que se encontraba ligado en un principio.
Moda futurista
El polo opuesto al estilo hippy nadé con la moda de aire futurista. Quizás
aun se apreciaba alguna semejanza con el estilo flower power en la fantasía de
los diseños, pero les separaban abismos en cuanto a las formas.
Pierre Cardin por su lado fue uno de los primeros diseñadores que supo
interpretar los signos de la época. Creó un imperio de la moda gigantesca que
vendió mucho más que ropa y accesorios.
El esplendor de sus diseños de ropa decayó en los 50 y 60, se abandonó
al look sideral y diseño vestidos con mirillas redondas negras, cortes y
aperturas en la ropa que servían para resaltar las telas de colores
contrastantes. Los colores y el aspecto puramente funciona! de los diseños,
ponen de manifiesto las semejanzas con las ideas futuristas.
Empleó materiales nuevos como el vinillo y aplicó atrevidos dibujos en
zigzag sobre las minifaldas y los vestidos.
La alta costura
Los 70 no se caracterizaron por ser la década de la alta costura.
Existían muchas tendencias efímeras. Algunos de los salones de modas
establecidos se mantuvieron un poco al margen de toda serie de recién
llegados, consiguieron hacerse de un nombre gracias al pret – á – porter, por
ejemplo, Georgio Armani, Kenzo, etc.
El Punk
El verdadero punk de la época se puede apreciar en los diseños de
Viviene Westwood de aquellos años. Manifestó que el punk en verdad no
constituía un movimiento de calle, sino que desde un principio se había tratado
de un acontecimiento de la moda. No obstante, se hartó del movimiento cuando
se dio cuenta de hasta qué punto se había comercializado esta moda
revolucionaria.
De todos modos, se puede afirmar que originariamente es un movimiento
de la calle, independientemente de que recibiera el interesado empujón de los
diseñadores. Estaba muy extendido entre los elementos, los punks de ambos
sexos demostraban una actitud de protesta ante la situación de precariedad
que vivían y, de hecho, no solo su estética resulto chocante, sino que durante
mucho tiempo también lo fue su activismo político.
El punk era la música de calle y sus seguidores se vestían de acuerdo con
esta premisa. Las camisetas sujetas con alfileres de gancho y los pantalones
estrechos con cuadros escoceses constituían los distintivos de esta moda, así
como el pelo de punta y la indumentaria de cuero, provista de consignas
anarquistas.
LA VARIEDAD POSTMODERNA. LOS 80
Ideales Nuevos
Para describir como los elementos más dispares se combinan formando
un conglomerado con carácter propio, existe un ejemplo perfecto y que ha
marcado un determinado estilo: la estrella de pop Madonna. Ella juega con
todos los estereotipos y tabúes existentes. Así, presenta su cuerpo como un
elemento tan altamente sexual como domesticado. Esta anatomía no es la de un
cuerpo “femenino natural”, sino que es el resultado del aeróbic, el bodybuilding
y las dietas. Y es que Madonna encarna mejor que ninguna otra estrella el
credo de los 80, según el cual todo individuo puede transformarse en lo que
desee. El ideal de belleza de los 80, se inclina por una mujer deportiva,
delgada, musculosa y ambiciosa, que triunfa en la vida profesional y en la
privada.
Desde los mediados de ésta década, Madonna ha influido en la moda. Su
primera imagen parecía inscribirse en los últimos coletazos de la estética punk,
y aparecía como una “chica mala” con el pelo embrollado y con una mezcla
colorística de estilos sobre el cuerpo, como crucifijos, chaquetas y muñequeras
de cuero y camisetas. Después se tendió a marcar más la anatomía, irradió más
glamour, pero sobre todo acentuó la faceta sexy. Aquí las prendas de su
vestuario son los corpiños, el cuero y el látex negro, las medias de red y el
stretch ajustado.
Mientras Madonna extendía una feminidad fuerte, las estrellas
masculinas de la misma época cultivaron un estilo sexualmente ambiguo. Así,
cantantes como Boy George, Prince o Michael Jackson presentaron la parte
femenina de su personalidad: voces agudas y suaves, y mucho maquillaje. Con
ropas vaporosas o con atuendos de seda o cuero estrecho y muy decorado y con
la expresividad del baile, exhibían una imagen nueva cargada de erotismo
masculino.
La nueva silueta
Los hombros del vestuario femenino cada vez eran más anchos y para
muchos observadores esto sólo era un indicio de la masculinización de la moda.
Las líneas rectas se moderaron empleando telas suaves y las proporciones,
asimismo, quedaban mejor que en la época de preguerra. Sin duda, el cuerpo
humano quedaba envuelto por unas prendas enormes y muy anchas. De todos
modos, existía e! contrapunto de la moda de noche que realzaba la anatomía con
faldas y corpiños provistos de cortes, las chaquetas entalladas, así como la
moda deportiva que también acentuaba las distintas partes del cuerpo y que ya
coexistía con las otras modas.
Calvin Klein
Desde mediados de los setenta está dentro de los diseñadores
americanos más prestigiosos del mundo. Tras los éxitos iniciales que le
reportaron la ropa deportiva y los jeans, en los ochenta irrumpió con trajes de
negocios elegantes, deportivos y clásicos, de lino, seda y tejidos finos de lana.
Las chaquetas rectas y bien proporcionadas, los blazers de hombros anchos, las
blusas, los trajes, pantalones y abrigos elegantes y a la vez deportivos también
caracterizan su estilo.
Christian Lacroix
Es uno de los pocos recién llegados a la alta costura de los ochenta.
Abrió su casa en 1987 y sedujo al público de inmediato con sus diseños
coloristas, un poco exaltados, pero muy femeninos, de aspecto teatral y
recargado. También se caracterizan por las alusiones al folklore provenzal y
español.
Giorgio Armani
Desde hace veinte años, diseña ropa inconfundible para las mujeres
modernas y profesionales, consiguió salvar el abismo que separaba el uniforme
para los negocios de la moda para el tiempo libre. Los blazers sin forro no
tienen rigidez y muestran una elegancia inimitable. Se combinan con falda o
pantalones de caída suave, de material delicado como las lanas de alta calidad o
las sedas pesadas. Presta especial atención a que las creaciones sean cómodas
y de una elegancia sencilla. No se guía por las tendencias en boga y, como
siempre, ofrece una moda de calidad excelente caracterizada por un diseño
impecable, al más puro estilo de la tradición italiana.
Gianni Versace
En 1975 presentó las primeras colecciones de prêt a porter para señoras
y caballeros con su propio nombre. En los 80 se convirtió en una de las figuras
de la vanguardia de la moda internacional, Versace contaba que muchas de sus
ideas le venían a la mente mientras observaba las mujeres de un burdel vecino.
Así, diseñó muchos vestidos ceñidos y desenfadados, llamativos y con muchos
colores, de aspecto casi vulgar y que sólo podían llevar mujeres muy jóvenes y
delgadas.
Los escotes pronunciados forman parte del más puro estilo Versace,
igual que los cortes hasta la cadera y los estampados típicamente barrocos que
él mismo confeccionaba. Los retratos de las estrellas del pop, las imitaciones
de la piel de leopardo, los angelotes, las pechinas y otros elementos extraídos
de la fastuosidad del barroco adornan los vestidos de Versace que, por otro
lado, contrastan por su estrechez y la caída de la seda.
La moda de Versace es hija de su tiempo. Mezcla los estilos de muchas
épocas y nunca se sabe si se ríe de su propia persona o bien de las portadoras
de sus diseños, puesto que éstas se entregan ciegamente al diseño de prestigio
con el fin de tener la certeza de que van bien vestidas, hecho que a la vez, les
impide darse cuenta de que entran en el juego de Versace disputa con el mal
gusto. Vulgar e irónica esta moda muestra que, desde hace tiempo, ya no son
válidos los límites entre el buen gusto y el mal gusto.