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La década de los sesenta podría caracterizarse por los intentos sinópticos para la
comprensión de la conducta social, entre los que han sido más destacables el
surgimiento de la sociobiología, los nuevos paradigmas en macroeconomía y las
nuevas escuelas del neomarxismo y el estructuralismo (Bell, 1984).
Sin embargo -aunque como señala Hicks (1993, p.290)- "Nos rodean los signos
de cambio, especialmente referidos a la aparición de políticas "verdes" (Spretnak
y Capra, 1985; Bahro, 1986; Hutton, 1987) y las redefiniciones de la sexualidad y
la espiritualidad (Spretnak, 1982; Satarhawk, 1982)", estamos lejos de conseguir
la resolución de los problemas sociales tal como prometían las Ciencias Sociales,
a pesar del movimiento crítico imparable surgido en algunas universidades y el
trabajo que están desarrollando las organizaciones no gubernamentales en la
búsqueda de alternativas racionales para los conflictos mencionados.
Las que defendían que era una niña se apoyaban en argumentos como: "No sé
por qué, pero es una niña. Estoy segura". Los rasgos físicos: "Está gordita".
"Lleva un lazo atado a uno de los brazos y los lazos así se colocan a las niñas".
"La postura física en la que aparece en la fotografía es de niña (una pierna
aparece ligeramente doblada y apoyada sobre la otra)". "La posición adoptada es
de niña porque está muy tranquila".
Las que defendían que era un niño sostenían: "Es que tiene cara de niño. Estoy
segura". "La complexión general del cuerpo es de niño". "Los rasgos faciales
corresponden a un niño". "Se ve fuerte y gordito". "La mirada es de niño, sin duda
alguna". "Se está tocando sus genitales, y eso es más frecuente en los niños"
(Barragán, 1994, pp. 27-28).
Los conceptos de género, señala Izquierdo (1983, p. 31) "...son como moldes
vacíos en los que se puede verter cualquier tipo de nociones o valores, el molde
nos señala la existencia de contrastes entre los sexos, pero no nos dice en qué
consisten esos contrastes (Strathern, 1979)".
Aunque -como hemos podido observar- las relaciones entre sexo y género son
arbitrarias ya que no podemos demostrar que los gestos, rasgos de personalidad
y otros elementos como la vestimenta o la distribución del trabajo se justifiquen
por el sexo, no podemos negar la relación dialéctica entre ambos conceptos.
En consecuencia, podemos afirmar que las relaciones entre sexo y género son
dinámicas y cambian en el espacio y en el tiempo.
MaCkinnon (1982) "...funde por completo las dos categorías al sostener que el
género se halla conformado por la sexualidad, mientras que la sexualidad se
encuentra amplia, si no totalmente, determinada por el género. Pero "es la
sexualidad la que determina el género y no a la inversa" (Osborne, 1991, p. 139).
Así, la vestimenta, los nombres, o los estímulos con los que interactuamos con
las personas en función del género conforman la asignación "psicosocial del
sexo" que diferencia masculinidad de feminidad como categorías excluyentes.
Cuatro o cinco años más tarde podemos volver a reflexionar sobre la evolución y
el desarrollo que ha experimentado la persona recién nacida convertida ahora en
una niña o un niño.
Nos diferencian rasgos externos como el cabello, la vestimenta y rasgos de
personalidad pero además nuestra cultura ha conformado un modelo de
masculinidad y feminidad diferenciados: autonomía frente a dependencia,
agresividad frente a sensibilidad, diferenciación en los juegos y juguetes y la
utilización de un lenguaje sexista. En definitiva una visión androcéntrica del
mundo social.
De esta forma, los seres humanos vamos elaborando una categorización del
mundo que se consolida de forma social y cultural más que biológica. Es decir,
tanto niñas como niños no poseen características comportamentales innatos que
los diferencian, sino que la cultura propia inculca unos valores, ideas y pautas de
comportamiento que suponen la exclusión de otras alternativas posibles.
"La función del sistema sexo género -como forma de análisis de la realidad- es la
toma de concienica crítica de cómo ha sido históricamente y es en la actualidad la
dominación de las mujeres por los hombres, para poder establecer nuevas
relaciones humanas que erradiquen la discriminación" (Barragán, Guerra,
Jiménez, 1996, p. 16)
"El sistema sexo género presenta diferentes grados de fuerza, alcance y jerarquía
(Thuren, 1993).
Asimismo sabemos que esta construcción social está influida por variables como
la familia, la escuela, los iguales o los medios de comunicación, pero es posible
que las instituciones educativas transformen esta realidad.
Las personas, inmersas en la cultura que nos es propia, recibimos una serie de
mensajes informativos, valores, normas y creencias que conforman un modelo de
representación de la realidad social, en definitiva una explicación del orden social.
Podríamos utilizar como primera hipótesis explicativa que durante los dos
primeros años de nuestro desarrollo la tarea educativa encargada a la familia es
un reflejo de las demás instituciones sociales surgidas en un sistema patriarcal y
por ello resulta difícil erradicar las diferencias de género.
Las ciencias sociales producen un conocimiento sobre el mundo social pero sin
utilidad para transformar el mundo social, cuando no promueven la contrastación
entre el conocimiento cotidiano y el conocimiento científico.
"Es preciso transformar la vida del aula y de la escuela, de modo que puedan
vivenciarse prácticas sociales e intercambios académicos que induzcan a la
solidaridad, la colaboración, la experimentación compartida, así como a otro tipo
de relaciones con el conocimiento y la cultura que estimulen la búsqueda, el
contraste, la crítica, la iniciativa y la creación" (Pérez Gómez, 1992, 32)
Bibliografía
Apple, M. (1989). Maestros y textos. Una economía política de las relaciones de clase y de
sexo en educación. Barcelona, Buenos Aires, México: Paidós- M.E.C.
Bell, D. (1984). Las ciencias sociales desde la segunda guerra mundial. Madrid: Alianza.
Izquierdo, Mª.J. (1983). Las, los, les (lis, lus). El sistema sexo género y la mujer como
sujeto de transformación social. Barcelona: Edicions de les dones.
Kruse, A.M. (1992). We Have Learnt not Just to sit Back, Twiddle Our Thumbs
and Let Them Take Over. Single-sex settings and the development of a pedagogy
for girls and a pedagogy for boys in Danish Schools. Gender & Education. Vol. 4, nº
1-2, 81-103.
Willis, P. (1988). Aprendiendo a trabajar. Cómo los chicos de la clase obrera consiguen
trabajos de clase obrera. Madrid: Akal.