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INVESTIGACIÓN EN TORNO AL MISTERIO

Etimología
Del griego: cerrar los labios.
Del sánscrito “mus” que significa “quitar” “robar”.
El sentido fundamental de las dos etimologías es de: “algo escondido, secreto” El carácter secreto del
misterio consiste en que no ha sido revelado; no en que sea incomprensible como indicaría el sentido
prevalente actual.
En el mundo antiguo tanto en el período griego como en el helenístico romano encontramos las llamadas
religiones de misterios:
1. De carácter mágico religioso, tales como los misterios de Eleusis. Destinadas a círculos de
iniciados.
2. De carácter filosófico tales como el Pitagorismo o mejor el órfico pitagorismo. Destacan los
motivos especulativos y también destinados a círculos de iniciados.
Por lo tanto tenemos que en esas religiones y cultos el misterio es un secreto a cuyo conocimiento
pueden acceder sólo los iniciados.

¿Qué no es misterio?

Acertijos: especie de enigma para entretenerse acertando o fallando la respuesta que siempre es algo
complejo y escondido: en definitiva, es algo problemático.
Test: son una prueba para principiantes.
Enigmas: en forma de adivinanzas.
Problemas: como por ejemplo palabras cruzadas, jeroglíficos, rompecabezas. Son dificultades
intelectuales, tienen una trabazón un nudo para desatar, y desafiar la inteligencia del participante, pero
fundamentalmente pueden ser resueltos, solucionados y con ello el problema se termina como problema.
Algo mágico. Como un fenómeno para-normal o producido por fuerzas y poderes desconocidos.
Alta especulación. Solo para los especialistas como puede ser una teoría o explicación científica.
Enemigos o adversarios. Seres malignos. Pueden pertenecer a las leyendas o a la ficción.
Miedo. Tiene que ver con el terror. Nos incentiva a la huída.
Intriga. Como si fuese una trama policial donde los protagonistas buscan al culpable o un dato hasta
ahora cerrado y negado para ellos.
Introvertido. Una persona poco comunicativa.
Oscuridad. No se puede ver nada, apreciar nada y entender nada.

EL CONCEPTO DE MISTERIO EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA

¿Qué es misterio?

“La interna orientación del asombro obtiene su cumplimiento en el sentido del misterio; no apunta como
a su fin a producir la duda, sino a despertar el conocimiento de que el ser, en cuanto ser, es
incomprensible, y misterioso, de que el ser mismo es misterio, misterio en el verdadero sentido, esto es,
no simple infranqueabilidad, no contrasentido, ni siquiera propiamente oscuridad; misterio quiere decir,
por el contrario, que una realidad es incomprensible a causa de que su luz es insondable e inagotable.
Esto es lo que el que se asombra capta propiamente.” Josef Pieper.

“…esto es lo que constituye la definición del misterio: una realidad infinita en la que inteligencia debe
perderse incesantemente para penetrar más adelante” Jean Guitton.

“…lo que contiene la revelación es, sin duda, un misterio, pero no una fábula. Es una verdad divina, una
verdad que supera nuestra razón, pero una verdad. La conciencia no debe tener nunca la impresión de
que el conocimiento natural se ve forzado por la autoridad divina a afirmar un absurdo, sino que ha de
sentirse elevada a un sentido superior ciertamente misterioso pero auténtico” Romano Guardini.

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“Sin duda, el conocimiento racional es más claro que el de la fe, y por ello, hasta donde aquél llegue, ha
de preferírselo. Pero si por su modo de conocimiento la razón es superior, la fe la excede por su objeto;
la infinitud de Dios supera cuanto la razón pueda alcanzar, porque lo finito no puede comprender
adecuadamente lo infinito: Mas ello no quiere decir que los misterios sean antirracionales, sino
suprarracionales, esto es, no opuestos a la razón, sino que son superiores a ella y la sobrepasan. Por
tanto, la filosofía, la razón, no debe negar la revelación: al contrario, puede cumplir respecto de los
misterios una función propia, haciendo ver justamente que lo suprarracional no es antirracional.” Adolfo
Carpio.

Finalmente, para Francois Varrillon el misterio hay que comprenderlo de la siguiente manera.
Para tener una justa idea del misterio sobrenatural, es muy útil situarlo en relación con lo que estamos
tentados de llamar misterio en el orden de la naturaleza pero que no lo hacemos por su impropiedad. En
el vocabulario cristiano, el único misterio auténtico es el misterio sobrenatural. Es, pues, el misterio –
como la revelación misma. Una verdad de un orden diferente, del orden de una Verdad Total y Otra.
Desde el punto de vista lógico, no es misterio el límite que contrapone la anchura indefinida del universo
material y del conocimiento. El sabio, es vedad, no llegará nunca al fin de los obstáculos que intenta
superar su inteligencia en cuanto a la cognoscibilidad del mundo. La naturaleza le ofrece inagotables
posibilidades del descubrimiento. Pero estas palabras “indefinido”, “inagotable”, han de entenderse
según una línea horizontal. La búsqueda científica progresa de elementos finitos en elementos finitos.
Hace mella, progresivamente, en lo desconocido, arrancando a la noche de una provisionalidad irracional
fragmentos de naturaleza zonas sucesivas del ser. A medida que la búsqueda avanza, el campo de lo que
se creía misterio se parcela, se reduce. La reducción total, es sólo un límite, en el sentido matemático
de la palabra; de ahí que sólo sea un problema de proporciones cuantitativas: la inteligencia está en el
mismo plano que un objeto, por indefinido que sea. He ahí porque el abusivo hablar aquí de misterio, y
únicamente ensombrecernos las cosas cuando se trata de explicar así lo que es el misterio cristiano.
Tampoco es misterio, todavía – rigurosamente hablando – el elementos de negación que comporta el
conocimiento natural de Dios por analogía. El juicio análogo es el que permite, en el acto mismo que
afirma a Dios a partir de las cosas creadas, el atribuirse inequívocamente, aunque él sea totalmente –
otro, las determinaciones finitas que se dan a los seres finitos: bondad, sabiduría, poder. Este juicio es
correcto porque las criaturas, obra de Dios, participan de su Ser. Pero tan pronto como afirmamos lo
finito de estas determinaciones debemos negarlas, incluso la del ser; porque ante el Ser infinito de Dios
y el ser finito de las criaturas hay un abismo infranqueable. Estas dos etapas dialécticas – afirmación y
negación – terminan en una tercera etapa en el cual atribuimos a Dios, según una modalidad “eminente”,
que escapa a la aprehensión de todo concepto positivo global, pero no a toda mirada objetiva, el ser y
las cualidades de las criaturas. Así Dios es entendido como innegable, trascendente con referencia a
todo lo que de El pueda decirse, pero reconocido como tal solamente cuando se ha dicho todo lo que
puede decirse; más exactamente, como lo sugiere maravillosamente esa oración de Fenelón en la medida
en que dice todo lo que de ello puede decirse:
“Tú eres tan grande y tan puro en tu perfección, que todo lo que yo pongo como mío en la idea que tengo
de Ti se convierte en seguida en ti mismo; yo paso mi vida contemplando tu infinito, lo veo y no sabría
dudar de él, pero en el momento en que quiero aprehenderlo, se me escapa: no está vuelvo a caer en lo
finito; yo he visto bastantes cosas para contradecirme y reprenderme cuantas veces he concebido algo
menor que Tú mismo; pero, apenas me he levantado, vuelvo a caer por mi propio peso”
Esta continuidad de recaídas y reincorporaciones – negaciones y afirmaciones – explica, si se tienen ojos
para ver, unos misterios de la búsqueda natural de Dios. Misterio de Aquel hacia quien el espíritu
asciende, y por quien el espíritu asciende. Este es aquél por quién ascendemos y a quién ascendemos
(San Ambrosio). Sin embargo, misterio en un sentido lato; exterior todavía al orden religioso; exterior a
Aquel en quién el Espíritu de Dios da al espíritu interioridad.
Es misterio, en el sentido cristiano de la palabra, todo lo que tiene relación con el designio amoroso de
Dios, tal como nos ha sido revelado sobrenaturalmente. El misterio no es ininteligible, sino la Revelación
sería inútil, como una confidencia que nos hicieran en una lengua extraña. Y todavía eso sería menos
contradictorio, pues entonces la Revelación sería un absurdo. Hay un orden de verdades en el cual la
razón humana no puede por sí mismas entrar, y cuyo conocimiento implica una confidencia de Dios sobre
lo que El es en sí mismo y sobre lo que El quiere que sea el hombre en relación con El.
“Está fuera de nuestro alcance, pero al mismo tiempo nos alcanza…No es sólo que sobrepase nuestra
inteligencia, es que la ilumina. No es que la inteligencia no encuentre nada que aprehender, es que

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escapa a sus esfuerzos como si tropezara con una superficie lisa y brillante. El misterio es eso que no
procede de nosotros y que nosotros no podemos acabar, y del cual, sin embargo, vivimos. No es una
barrera que se oponga al impulso de nuestra inteligencia y le imponga un límite, sino una atmósfera
vivificante a la que ella es transportada y donde ella encontrará, sin que pueda agotarla jamás, un aire
siempre puro. SU oscuridad no es la de la noche que ciega al hombre y o le deja ver nada, sino que
procede de la limitación de nuestras posibilidades de ver; limitación que se reduce a medida que
nosotros penetramos profundamente en la luz” Y de Nontcheuil)
.Es como una luz porque alumbra.
.Tiene algo de prueba.
.Su adhesión tiene algo de heroísmo.
.Es para la inteligencia estimulante.
.Sólo se puede tantearlo.
.Es gozoso verlo; nos enriquece.
.Es una verdad revelada incomprensible para la razón natural.
.El misterio es Inteligible en forma de supra inteligibilidad.
.Es una plenitud ontológica a la cual la inteligencia se une vitalmente y en la cual se sumerge sin agotarla
jamás.
.Hay un gran misterio en el ámbito filosófico: el ser.

¿Hay diferentes misterios?


Misterios sobrenaturales: los estrictamente tales, los sobreeminentes: son objeto de fe y teología. Son
los que pertenecen a la vida íntima de Dios: La Trinidad. La Encarnación.
Naturales: pertenecen a la filosofía y a las ciencias. Como el ser. La naturaleza. La creación. El
conocimiento. El mundo.
La palabra misterio es sin duda uno de los términos claves del cristianismo y de su teología. Esto se
desprende de los siguientes hechos:
1. Existen auténticos misterios que sólo pueden conocerse mediante una revelación propiamente
dicha de Dios. Muy distinto a lo que afirman el gnosticismo, el racionalismo y el
semirracionalismo. Y por consiguiente la revelación y la fe no pueden ser superadas y eliminadas
por la filosofía y la inteligencia.
2. Tales realidades y verdades, a pesar de su permanente carácter de misterio, son accesibles por
medio de la revelación. Por consiguiente no se da el dilema según el cual una verdad , o bien es
“claramente” inteligible, por lo menos en principio, de modo que no puede ordenarse y
subordinarse clara y adecuadamente a los horizontes formales de la inteligencia humana y a sus
principios lógicos, o bien a priori ya no es algo que afecte al hombre, algo de lo que pueda
ocuparse y sobre lo que pueda hacer alguna afirmación, tal como dice el principio de
Wittgenstein en el Tractatus lógico philosopicus “Debemos guardar silencio de aquello sobre lo
que no podemos hablar”
3. La existencia del misterio (de Dios y de su libre proceder respecto del hombre) es la razón que
hace necesaria la revelación si Dios quiere aproximarse al hombre como este misterio.
4. Fundándonos en la Escritura: Juan 1,18 “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está
en el seno del Padre, él lo ha contado” Juan 6,46 “No es que alguien haya visto al Padre; sino
aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre” 1 de Juan 4,12 “A Dios nadie le ha visto
nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros
a su plenitud” 1 de Timoteo 6,16 “el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz
inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por
siempre, Amén” Las tinieblas en las que Moisés penetró en su conversación sobre la montaña
eran imagen de la experiencia de Dios en general. Dios es incomprensible, y que esta afirmación
pertenece a los enunciados mas esenciales que caracterizan a Dios como Dios a diferencia de
todo otro ser. Partiendo de la naturaleza de Dios es evidente que esta incomprensibilidad le
corresponde de una manera esencial en nuestra relación con El, o sea, por ej, no es algo que haya
de quedar eliminado por la visión de Dios. Estos son los dos datos fundamentales de los que debe
partir toda reflexión teológica sobre la naturaleza del misterio y a los que debe retornar.
5. En la lucha contra el gnosticismo y el racionalismo los padres acentúan la incomprensibilidad del
Padre. Tomás de Aquino puede decir la siguiente frase “Esto es lo máximo del conocimiento
humano de Dios, saber que no conocemos a Dios”

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Antes que nada hay que tener en cuenta un dato filosófico cognoscitivo metafísico en orden a la
inteligencia teológica del misterio. El hombre no es desde el principio y permanentemente el ser de la
idea clara y distinta o el sujeto de un sistema absoluto, en el que él y la realidad en general llegan por
primera vez y definitivamente hacia sí mismos. La trascendencia ilimitada del sujeto finito humano en el
conocimiento y en la libertad, en la teoría y en la práctica es la que somete a interrogación crítica toda
afirmación posible, y es interrogada ella misma para ser introducida en el interior de lo que llamamos el
misterio. La remisión al interior del misterio, no significa un mero resto de lo que todavía
provisionalmente no se sabe, o algo que se da junto a lo conocido con claridad o a lo que es objeto de una
pregunta clara, sino que el misterio por ser la esencia íntima de la trascendencia es el fundamento de la
vida personal del hombre. Este se halla radicado en el. Abismo del misterio, vive siempre justamente
con él, y la cuestión es tan sólo si vive con él voluntaria y obedientemente, confiándosele, o lo reprime y
no lo quiere aceptar. La trascendencia está orientada hacia el misterio.
Además hay que entender siempre esta trascendencia en todas sus dimensiones:

1. Trascendencia que se remonta al principio lejano.


2. Trascendencia hacia lo que originariamente es una suma de posibles objetos de conocimiento.
3. Trascendencia sobre el objeto siempre individual de la libertad en su realización.
4. Trascendencia sobre las dirigibles realidades futuras.
5. Trascendencia de la intercomunicación personal por encima del concreto tú individual que sigue
siendo es siempre esperanza y no puede conferir una plenitud absoluta.

El misterio es aquí fundamento de todo, pero a la vez se escapa de toda aprehensión particular;
sustenta sin que nosotros logremos dominarlo, se da a sí mismo como el misterio que lo abarca todo,
pero manteniendo su naturaleza misteriosa; nos permite hablar de cara a él, propiamente, no nos
permite hablar sobre él.
En el fondo hay un solo misterio: que la incomprensibilidad de Dios, en la que él es Dios, se nos da no
sólo como la lejanía y el horizonte en los que se mueve nuestra existencia, como el punto que se
encuentra de manera asintótica en el infinito, hacia el que se mueve el pluralismo de las realidades
finitas como único punto unificante del que no podemos disponer; sino que además este Dios
permaneciendo así, se nos entrega en contacto inmediato con lo cual él mismo viene a ser la realidad más
íntima de nuestra existencia. Que esto sea posible, real y experimentable para nosotros constituye el
único misterio que tiene un doble aspecto: Dios mismo como el misterio y su propia comunicación a
nosotros, por la cual se hace nuestra realidad más íntima en cuento misterio permanente y en esta
autocomunicación hace que la podamos aceptar.
La doctrina del carácter misterioso del mensaje cristiana en lo que se refiere a su contenido y a la
manera peculiar de su conocimiento reviste una importancia fundamental desde el punto de vista de la
predicación y la pastoral. Puede hacer comprensible que el ateísmo, cuando es inculpable, en gran parte
no niega al Dios del evangelio, sino que rechaza imágenes de Dios que lo limitan falsamente, o bien que,
por las más diversas causas individuales y sociales, él no sabe convertir en tema conceptual explícito la
permanente referencia a Dios, por la que éste se da en forma completamente distinta de la manera
como se dan todas las demás realidades del conocimiento.

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