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LA POLÍTICA
Carga horaria
• Cuatro horas EAD – 6ª semana.
Objetivos
Contenidos
• La política.
• La democracia.
• Estado de derecho.
• Iglesia y estado.
UNIDAD 6
Formación Bíblico Teológico para Agentes de Evangelización
1 INTRODUCCIÓN
Ya en tiempos del Antiguo Testamento, los profetas denunciaban con regularidad
a los reyes por no defender al débil y no asegurar justicia para el pueblo. El propio Jesús
critica la opresión y el despotismo, pero no se opone directamente a las autoridades civiles
de su tiempo. La famosa línea sobre el pago de impuestos al César rechaza los esfuerzos
del poder temporal de convertirse en absoluto, pero también le concede el debido lugar.
Jesús enseña que la autoridad humana, tentada por el deseo de dominar, encuentra su
auténtico y completo significado como servicio.
Esto no significa que «la gente» sea algún tipo de multitud a manipular o explotar.
Significa más bien que son un grupo de personas, capaces de formarse una opinión sobre
los temas públicos, y con la libertad de expresar sus opciones políticas.
Hay sin embargo un sentido más estricto del término política, que se refiere a
la búsqueda, ejercicio y reparto del poder como algo necesario para lograr el bien común
y ser factor unificante de la sociedad: se llama política partidista y se entiende de forma
más restrictiva.
Mientras que el poder es un medio para la consecución del bien común, cuando
se olvida esto y se actúa en contra del los intereses comunes, el bienestar y la integridad
de la sociedad toda, se cae en la politiquería o en la política sucia. La búsqueda del poder
como medio para el bien común es en sí misma una actividad noble que requiere por parte
de los aspirantes idoneidad y honestidad. Pió XI hablaba en este sentido de la política
como de la expresión más alta de la caridad, porque puede crear las condiciones para una
sociedad mas justa y solidaria.
3 L A DEMOCRACIA
Figura 1 La democracia.
Información complementaria:
Vivir en una democracia implica que tanto ciudadanos como autoridades ejerzan con
responsabilidad sus derechos, sus libertades y sus obligaciones con apego a la legalidad y
al respeto a los individuos, independientemente de su género, posición económica o etnia.
En la democracia, valores como el diálogo, la tolerancia, la no discriminación y el respeto a
las minorías están en el centro de la calidad del sistema político. Por ello, una democracia
requiere ciudadanos activos, bien informados, comprometidos y partícipes de la vida
política del país, de forma tal que exijan resultados a sus representantes gubernamentales.
Asimismo, la democracia demanda gobernantes responsables e interesados en el desarrollo
integral del país y sus habitantes, actores políticos dispuestos al acuerdo mediante el
diálogo, funcionarios públicos sujetos a controles de transparencia y que rindan cuentas
a los ciudadanos sobre sus acciones de gobierno e instituciones sólidas que fomenten la
participación y regulen el proceso de toma de decisiones. (Disponible en: <http://pnd.
calderon.presidencia.gob.mx/index.php?page=democracia-efectiva-y-politica-exterior-
responsable>. Acceso en 7 ene. 2008).
Estado de derecho
Figura 2 La justicia.
Según señala Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus Annus, Nº 46: “una
auténtica democracia es posible solamente en un estado de derecho y sobre la base de
una recta concepción de la persona humana.” El primer deber del Estado es reconocer y
promover los derechos fundamentales de la persona humana y buscar el bien común.
Sin embargo, actuar con justicia no quiere decir, en todos los casos, tratar
exactamente por igual a todos. Hay en nuestras sociedades grupos de personas que,
por su condición de debilidad económica o cultural, necesitan un trato especial por
parte del gobierno para que se respeten sus legítimos derechos. Es el caso por ejemplo
de los aborígenes, de los desocupados, de los ancianos, de los enfermos, de los niños
abandonados o de las familias muy pobres, de los inmigrantes y de los discriminados
por razones de raza o religión, por todo eso la democracia debe asegurar la igualdad de
oportunidades a cada uno de sus ciudadanos.
Por otra parte, readvierte cada vez más intensamente una grave crisis
de representatividad en la clase política. Ya sea, por los sucesivos incumplimientos
programáticos, el fenómeno creciente de la corrupción, la crisis de las ideologías, el nuevo
protagonismo de los medios de comunicación, la sumisión de la política a la economía.
Esta situación provoca el descreimiento y el desinterés para con todo lo que se refiere a
la política partidista. Surgen al mismo tiempo nuevos movimientos sociales que bregan
desde distintos ángulos para la transformación de la sociedad en su conjunto.
Asimismo, aclara la Iglesia sobre aquellos que por vía de los canales democráticos,
llegan a ejercer la autoridad política de un estado, tienen la misión de coordinar, estimular, y
controlar los esfuerzos de todos los ciudadanos en realizar la búsqueda del bien común.
Esta tarea no debe darse de una forma demagógica ni violenta, por que:
La autoridad que se funda tan sólo o principalmente en la amenaza o en el
temor de las personas o en las promesas de premios, no mueve eficazmente al
bien común, y aun cuando lo hiciere, no sería ello conforme a la dignidad de la
persona humana, es decir, de seres libres y racionales. La autoridad es sobre
todo, una fuerza moral; por eso deben los gobernantes apelar, en primer lugar,
a la conciencia, o sea, al deber que cada cual tiene de aportar voluntariamente
su contribución al bien de todos. (PT, Nº 48)
Basta pensar en este ejemplo: las grandes agencias periodísticas son 107 en el
mundo, pero las cinco más importantes controlan el 95% de la información del planeta.
Filtran selecciona, y construyen las noticias que llegan a nuestros hogares.
El mismo Juan Pablo II, refiriéndose al tema, aseguró en 1982, en Madrid con
contundencia en su elocución que: “Si es difícil una objetividad completa y total, no lo
es la lucha por buscar la verdad, la decisión de proponer la verdad sin manipularla y ser
incorruptible frente a ella”.
La política partidista es el campo propio de los cristianos laicos. Por otra parte,
ningún partido político, por más inspirado que esté en la Doctrina Social de la Iglesia,
puede arrogarse la representación de todos los cristianos, ya que su programa concreto
no podría tener nunca valor absoluto para todos. Son los valores morales y los principios
cristianos los que deben identificar a los cristianos más allá de las opciones concretas. No
existe una política cristiana sino cristianos en política; no existe un voto cristiano sino el
voto en conciencia. Y el laico cristiano actúa a título personal y no en representación de
la Iglesia.
Cuando las leyes permiten situaciones que son legales pero no éticas, o
comportamientos que la moral cristiana repudia (como en el caso del aborto o del divorcio
legalizado), el creyente no puede aprovecharse de esa permisividad. Aun en caso de
subversión o guerra, ninguna obediencia debida autoriza a realizar actos inmorales. Si
alguna vez las leyes civiles le exigieran a un cristiano un comportamiento contrario a su
conciencia, él debe hacer objeción de conciencia, porque una ley inmoral o injusta no
obliga.
Información complementaria:
Busca promover:
Uno de los peligros actuales reside en que los Estados quieran poner todo el
peso del cuidado social en el Tercer Sector, descuidando la responsabilidad social que le
es propia.
Iglesia y Estado
La Iglesia y el Estado se integran con el mismo hombre, el cual debe ser fiel a la
Iglesia y fiel a la Patria con sus instituciones morales y políticamente legítimas.
Por ello la Iglesia está en permanente diálogo con los Estados. Esto no puede
ni debe interpretarse como una acción política, sino como celo apostólico por
sus hijos y oportuna posibilidad de evangelización. (CEA, Iglesia y Comunidad
Nacional, n. 162)
•• La Iglesia debe dar una nueva orientación a las relaciones Iglesia – Estado, sobre
la base de la Doctrina expuesta en los documentos conciliares; especialmente
teniendo en cuenta que el poder civil debe evitar que la igualdad jurídica
de los ciudadanos, la cual pertenece al bien común de la sociedad, jamás,
ni abierta, ni ocultamente, sea lesionada por motivos religiosos, ni que se
establezca entre aquellos, discriminación alguna.
•• La Iglesia en su misión profética, debe tener en claro la posibilidad de denuncia
evangélica. Debe ser una denuncia hecha con espíritu evangélico, con sana
independencia y con verdad. La Iglesia se convierte así en la conciencia moral
de la Nación, de su Pueblo, el Pueblo de Dios.
6 CONSIDERACIONES FINALES
Hemos llegado al final de esta asignatura, a través del análisis de un conjunto
de temática referidas a la Doctrina Social de la Iglesia. Aunque su contenido no se agota
en estos aspectos, cabe aclarar, que es sólo una reflexión con base doctrinal, donde se
produce los recortes propios de quien lo escribe.
Este desafío que como Iglesia, Pueblo de Dios, nos proponemos descubrir al
interiorizarnos de los contenidos doctrinales, sea fructífero en cuanto a su comprensión y
aplicación en nuestro quehacer cotidiano.
Atentamente
7 E-REFERENCIAS
Lista de figuras