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ARQUITECTURA

EN EL PORFIRIATO

INTRODUCCIÓN

México, denominado también “La región más transparente del aire”, y


posteriormente “Casi el paraíso”. Grandes movimientos en la historia, grandes
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cambios, que pueden ejemplificarse en los títulos literarios posteriores al Porfiriato,
dejando ver la importancia de esta época.

Hacia el último tercio del siglo XIX, México, como muchos otros países en que la
estructura capitalista no había acabado por imponerse, pasaba a integrarse al
desarrollo del capitalismo monopolista internacional como abastecedor y
consumidor de los excedentes de las potencias. El entorno artístico se mostraba
complejo.

Las huelgas de principios de siglo en la Academia de San Carlos hechas por los
jóvenes que más tarde habrían de fundar la Escuela de Pintura Mexicana, crearon
un mito. Ese mito integrado a otras manifestaciones de impugnación contra la
cultura del Porfiriato, tuvo más tarde, en la fase postrevolucionaria, al arranque del
muralismo, el efecto de un corte drástico respecto a la academia. Lo que había
sido hasta entonces, lo que siguieron siendo algunos de los maestros formados
ahí, dejó prácticamente de tener validez en el clima creado por la revolución; en el
mejor de los casos, como sucedió con la obra de Saturnino Herrán, es visto como
una participación, y en esta calidad, quizá como un producto cultural en parte
frustrado.

Mientras tanto, los estilos arquitectónicos se hacían ver como en los estados
europeos, como las edificaciones de las urbes emergentes en el viejo continente.
A capricho de la política del país, se instauraron emblemáticas edificaciones para
ponernos “al nivel” del primer mundo, sin preocuparse por el emergente cultural. El
estilo ecléctico es el que caracteriza esta etapa, en combinación con el
afrancesamiento de la ciudad.

Para todos los efectos, aun hoy, la fecha de 1910 se levanta como una barrera
detrás de la cual quedaron ellos, congelados en alguna cultura que no sentimos
próxima, en un país diverso en todo y por todo del actual.

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La visión –artística- es tan drástica que en varios casos corta literalmente la
existencia de más de un artista.

Sin embargo a últimas fechas, empieza a plantearse la necesidad de hacer una


reconsideración de la cultura del Porfiriato. Una reflexión más detenida nos
emerge en la conciencia –puesto que el descubrimiento esta cumplido desde hace
años a través de esfuerzos- como una matriz fecundada y rica de ideas e impulsos
aun vivos hoy día, aunque muertos quizá en la actitud.

No olvidemos a personajes como Francisco I. Madero y José Vasconcelos, para


no ir mas lejos, quienes son producto de esa cultura y sus complejidades,
representantes de la corriente liberal que frente al positivismo y sus variantes
neodarwineanas, sostienen los valores de un individualismo universalista que
permite, por lo demás, una recuperación de la cultura hispánica original.

MARCO HISTÓRICO

El cinco de mayo de 1877, Don Porfirio Díaz fue elegido presidente constitucional
de la Republica Mexicana. El 20 de noviembre de 1910, se iniciaba el final de lo
que serian 34 años de poder unipersonal.

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Los cambios habían sido muchos
en aquel periodo. México era otro. Para
unos, terminaba una época llena de
nostalgias, progreso y abundancia, para
otros, se ponía fin a décadas oscuras,
llenas de injusticia, miseria y opresión. A lo
largo de esos 34 años se habría ido
labrando, poco a poco, el progreso
económico.

Una vez estabilizado el gobierno


porfirista, dos fechas fueron cruciales en
su desenvolvimiento: el año 1892 y 1904.

En la primera, se iniciaba de manera espectacular el auge económico, pero


también se hicieron evidentes las contradicciones del sistema. En la segunda, en
apariencia se llegaba a la cumbre del éxito, pero en ella se gestaba su caída. Las
dos fechas mencionadas fueron importantes también en la historia de la
construcción del edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Publicas.

El país entero había consentido en la permanencia indefinida de Don Porfirio, sus


dotes de buen administrador y político eran indiscutibles. En tan sólo 15 años
había logrado lo que los objetivos liberales no habían tenido: el clima propicio para
el progreso económico. La creación de ese clima tenía por objeto crear una base
productiva capitalista, que hasta ese momento había estado obstaculizada por
factores tales como: la fragmentación de mercados, la rigidez e ineficiencia de los
canales de crédito y comercialización por la inestabilidad política como
consecuencia de la guerra de Independencia, además de estar seguida por dos
guerras , la de Francia y la de Estados Unidos, y por otras cuantas razones

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militares internas, la ausencia de políticas de fomento, una administración pública
poco efectiva en finanzas y en organización para las nuevas tareas..

Todo esto estaba unidos íntimamente a lo que se consideraba el gran


impedimento para el progreso nacional: la falta de población adecuada para
lograrlo, esto es, la población europea y norteamericana.

La política porfirista ataca los obstáculos y logra pasar de un estancamiento


económico a un crecimiento, si bien lento, pero seguro. Esto se logró gracias a la
llegada de capital extranjero; y a la creación de un sistema de transportes
financiados por la inversión extranjera. El sistema capitalista –que en esa época
se conocía con el nombre de “progreso”- produjo cambios tan espectaculares
como el saneamiento de las estructuras fiscales y la construcción de un sistema
de transporte y comunicación que, en el interior, fue uno de los triunfos más
sonados por la serie de mejoras que puso en marcha, además de ser el área más
representativa del progreso.

La explotación de los recursos naturales llevó al gobierno de Díaz a contar con


una industria extractiva de minerales poderosa, con una agricultura prospera y con

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una expansión manufacturera que hizo que fuera desapareciendo el artesano
frente a la competencia de la fábrica. Todo esto sostuvo a un creciente mercado
interno, en tanto se mantenía la protección del mercado externo y se disminuían
las obstrucciones internas. Así, mediante la influencia combinada de estos
factores surgió en México un “sector industrial”.

El crecimiento de las exportaciones mexicanas y el desarrollo del mercado interno


estuvieron íntimamente ligados, en la primera jornada porfírica, la economía de
autoconsumo cede cada vez más frente a la economía mercantil, se acelera el
proceso de pasar del mercado local al regional, y de éste al nacional. Un creciente
poder de compra, la mayor producción manufacturera y el mayor consumo de
bienes, le dan alas al comercio.

Un ejemplo muy elocuente de esta política lo constituye la acelerada expansión de


las rutas ferroviarias verificada en esos años, cuya construcción fue concedida a
compañías norteamericanas. Con esto se facilitaría el suministro de las materias
primas, tanto para la incipiente industria local, como para su exportación, al tiempo
que se agilizaría el movimiento de productos manufacturados para el comercio y
se generarían los canales de comunicación y desplazamiento necesarios para el
control político y social.

Además, otro punto importante es que la inversión extranjera no venia sólo de


Estados Unidos, rompiendo de esta manera la monogamia de relaciones
económicas con nuestro vecino del norte.

Pero “enganchar” a México en la locomotora del progreso” implicaba aceptar las


condiciones que imponía el capital extranjero –como hasta hoy en día-, principal
protagonista del proceso de industrialización, tanto en lo económico como en lo
político. El régimen quedaba supeditado a las exigencias de los gobiernos
representantes de los inversionistas. Estos gozaron de roda clase de prebendas
que abarcaron desde la exención de impuestos hasta la dotación gratuita de

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tierras, pasando por la concesión de jugosos contratos unilateralmente ventajosos
para los extranjeros en la explotación de materias primas como minerales y
diversos productos agrícolas, siempre protegidos por el Estado contra cualquier
brote de insurgencia social.

Por otro lado, muchos científicos sucumbieron a la oportunidad para el


enriquecimiento personal que les ofrecían sus posiciones en la administración, al
ejercer un verdadero monopolio en el manejo de las concesiones a los
inversionistas extranjeros, y de ser sus representantes legales. Ese, parecía, era
su precio.

Mientras tanto, la Iglesia volvió a resurgir como una de las instituciones sociales
más fuertes de México, y aunque el progreso se encontraba en la cúspide, los
pobres se la veían difícil.

En el país, como en cualquier otro que


se encuentra en proceso de
industrialización, había pocas
oportunidades para la clase media. El
crecimiento económico de la época
porfirista aumento la demanda de
empleados, pero no a un ritmo lo
bastante rápido como para absorber a
toda la clase media con pretensiones
burocráticas. Sin embargo, Porfirio
Díaz la satisface. Entre 1876 y 1910 la
nómina del gobierno aumento en 90%.

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Los que estaban fuera del régimen, indígenas, campesinos, profesionistas,
letrados, maestros… esos de afuera esperaban. Las oportunidades políticas
estaban cerradas, la capilaridad social era escasa.

El gobierno mexicano expresaba la ideología que acompañaba al desarrollo de


ese proyecto de capitalismo subalterno bajo el lema “orden y progreso”, tomado
de la doctrina positivista. Según ésta, el presente era la resultante progresiva,
última y feliz en la historia de la humanidad.

Bajo el disfraz de etapa positiva o científica ala que antecedían la teológica y la


metafísica en orden progresivo y ascendente, el orden capitalista en expansión a
mediados del siglo XIX, aparecía legitimado y eternizado. August Comte había
hecho un gran servicio a la clase dominante, ya que su doctrina pretendidamente
científica no solo sirvió como ideología legitimadora del Estado burgués moderno,
sino que además proporciono los fundamentos indispensables para el desarrollo
de los programas y estrategias educativas y culturales adecuados al desarrollo de
las nuevas formas sociales.

En México, el positivismo se había introducido en el aparato educativo


simultáneamente a la formación de este durante la Reforma. El instrumento para
dicha introducción fue la Ley Orgánica de Instrucción Pública de 1867, producto de
los trabajos encomendados a una comisión, integrada, entre otros, por el
positivista Gabino Barreda, que había asistido a las conferencias dictadas por
Comte en el Palais Royal en 1851.

Aquella ley implantaba la enseñanza elemental obligatoria y gratuita y eliminaba la


institución religiosa, establecida la Escuela Nacional Preparatoria, que el propio
Barreda estructuró y dirigió en 1868 a 1878. Asimismo, la antigua Academia de
San Carlos cambiaba su nombre clasicista y religioso por otro laico y moderno:
Escuela Nacional de Bellas Artes.

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El positivismo constituyó durante el juarismo, un instrumento poderoso de lucha
contra el dogmatismo religioso, ya que oponía el principio del conocimiento
basado en la demostración rigurosa, a la aceptación de verdades conseguidas
mediante la revelación y la fe, y daba a la sociología y a la historia un papel
fundamental en la formación de la conciencia política de los ciudadanos. Con el
Porfiriato, el positivismo se convirtió en la ideología rectora y legitimadora del
régimen dictatorial que se definió – a través de sus intelectuales- como rector en la
etapa positiva o científica donde culminaba la historia mexicana. El futuro sería de
eterna paz y de constante progreso. No obstante, para el sostenimiento de la paz
era necesario el establecimiento de un orden que debía imponerse a toda costa,
orden restringido por los más aptos y al que se esperaba que las clases
explotadas se ajustaran, a riesgo de ser implacablemente reprimidas.

DESARROLLO

ARQUITECTURA

Una de las preocupaciones básicas de la élite porfiriana fue la incorporación de


México al cuerpo de naciones “civilizadas”. Un camino –el más seguro-, fue el
vender la imagen de México a los inversionistas extranjeros, como la de un país
joven, agotado por las luchas por la libertad, que por fin encontraba la paz y

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pugnaba, asimismo, por restablecer una economía deshecha e introducir el
bienestar material en el país. Esto, además de ser una realidad, convirtió a la paz
alcanzada y a la figura de Porfirio Díaz –como defensor, paladín, creador y
conservador de ella-, en las cartas credenciales que presentaba a México como un
país seguro (civilizado) y, por lo tanto, campo propicio para la inversión.

Esta imagen no sólo produjo lo esperado –el progreso económico-, sino que se
convirtió en otra carta a jugar constantemente durante el Porfiriato para atraer y
retener a dicha inversión.

Logrado el primer impulso, se uniría este reciente progreso a los otros dos
símbolos. Así, las palabras más repetidas durante la segunda mitad del siglo
serian: Porfirio Díaz, la paz y el progreso. Esta trinidad de símbolos produjo lo
esperado: México fue incorporado al panorama mundial como un fecundo campo
de exploración de recursos y un magnifico mercado colonial. El clima de progreso
creó una base productiva capitalista, que lo llevó a un crecimiento económico
nunca antes visto.
Sin embargo, las aspiraciones porfíricas no sólo buscaban en sus vendibles
símbolos sus cartas de presentación, sino esperaban también el conocimiento de
ser participes del mundo occidental. El avance económico y el ser campo propicio
de la especulación no bastan para este ambicioso propósito de la clase dirigente,
que además de hablar de los adelantos económicos, hablaba también de la
integración de México al mundo de la cultura occidental.

México tuvo que buscar otros medios, y


el más eficaz –por superficial y por sus
rápidos resultados- fue el mimetismo
cultural basado en la moda.

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En pocos años, el país se vio
transformado en toda una colonia
europea, especialmente afrancesada,
aunque esta no fue la única influencia, ya que la sociedad mexicana aceptó con
facilidad todo lo que tuviera aire europeo. El vestido, el comportamiento social, las
amistades –como menciona Luis Spota en Casi el Paraíso-, eran eminentemente
de influencia francés debido al prestigio de que gozaba Francia a nivel mundial.
La élite porfiriana pronto se convirtió en un grupo cosmopolita que viajaba a
Europa con relativa frecuencia, pero que estaba totalmente apartada y ajena a los
verdaderos problemas nacionales.

La indiferencia hacia los


problemas de las otras clases
sociales se veía apoyada por la
filosofía liberal, que en su respeto al
a individualidad, esquivaba toda
reforma de carácter social.

Otros esfuerzos realizados para integrarse a la cultura universal fueron más


fecundos, como los realizados en el campo de las artes, las letras, las ciencias,
etc.

Necesidades

Al finalizar el siglo XIX, la población había crecido más del doble, lo que originó un
considerable problema de vivienda, sobre todo en las capas más bajas de la
sociedad. En el centro de la ciudad el valor de terreno aumentó y los propietarios
de vecindades y casas de de alquiler cargaban a la renta todo el peso del
impuesto predial, de manera que frecuentemente se doblaba el costo de las
mismas.

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Paralelamente, tanto la aristocracia como el gobierno, emprendían la erección de
grandes y monumentales construcciones: refinadas residencias, villas y chalets;
ricas y elegantes tiendas; lujosos cafés, restaurantes y teatros; imponentes
almacenes y bancos, etc. El inminente ingreso de extranjeros al país y
específicamente a la capital, debido a las concesiones otorgadas por el gobierno a
empresas extranjeras, trajo como consecuencia inmediata, entre otras, la
construcción de un gran numero de viviendas para albergarlos. Por esto, se
fundaron nuevos barrios en los cuales la alta burguesía nacional compartió el
espacio urbano con ingleses, franceses, italianos y norteamericanos, por lo que
estos barrios se les llamo "colonias". Surgieron entonces la colonia Santa María la
Ribera (que aunque fundada en 1861, fue durante los primeros años del Porfirismo
cuando comenzó su verdadero auge), la Guerreo (1874), San Rafael (1882),
Cuauhtémoc (1890), Juárez (1898), y la Roma y Condesa (1902.) Muchas de
estas colonias poseían amplias avenidas y banquetas arboladas, que permitían
pasear a la sombra y admirar, al mismo tiempo, hermosos jardines y residencias
de diversos "estilos" que comenzaban a dar a la ciudad un carácter de
"modernidad" que la colocaba a la altura de algunas ciudades europeas.

Varias fueron las razones que determinaron la creación arquitectónica de este


periodo: la influencia de los nuevos estilos que imperaban en Europa a principios
del siglo, al igual que algunos factores culturales diversos entre los que destacan
el europeísmo principalmente que fueron interpretados como símbolo de "status",
de distinción y "modernidad"; el cambio en la economía del país, junto con la
aparente estabilidad política y social; La introducción de nuevas y revolucionarias
técnicas de construcción, fueron algunas de las más importantes.

Si bien el régimen porfirista intentó dar gran esplendor a la ciudad de México


pretendiendo dotarla de la infraestructura necesaria para la gran urbe, en los
barrios bajos, zonas viejas del centro de la ciudad y las zonas pobres de algunos
barrios, el hacinamiento, la miseria y la insalubridad de las viviendas proliferaban
velozmente.

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Las mansiones señoriales y nobiliarias de la época virreinal, habían perdido para
muchas gentes el valor y la nobleza que habían dado fama a la capital un siglo
antes, siendo calificadas de "severas y tristes". Así, las familias que las habitaban,
se desplazaron hacia las nuevas colonias que ofrecían la posibilidad de una vida
más "moderna". Por tales razones, muchas de estas mansiones pasaron a ser
casas multifamiliares a las que por su nuevo carácter colectivo se les añadieron
muros, pisos y otros espacios, para que en ellos pudieran habitar el mayor número
de personas, fomentándose con esto el hacinamiento, la promiscuidad y la falta de
higiene de sus habitantes, y al mismo tiempo la mutilación y destrucción, en
muchos casos, de los edificios virreinales. Esto trajo como consecuencia
inmediata, el completo abandono de estos barrios que, en poco tiempo, se
propago también a sus edificios y a sus habitantes.

Enfoques de estilo y diseño

Dentro de las artes plásticas, la arquitectura fue quizá la que evidencio mejor esta
intención, se le utilizó eficazmente en el ámbito nacional, y fue también elemento
de primer orden para participar en las grandes exposiciones universales que se
convirtieron, desde luego, en la oportunidad deseada para figurar dentro del grupo
de las naciones.

A partir de la segunda mitad del siglo, estas exposiciones se realizaron en


diferentes partes del mundo occidental, especialmente en París. En ellas se
pretendía mostrar los productos industriales que la técnica de los países más
adelantados había creado. Eran la viva imagen del progreso. Además se lograba
establecer una relación directa entre productores, comerciantes y consumidores.

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Dichas exposiciones mundiales se convirtieron en los sucesos sociales más
importantes del siglo, al tiempo que daban a conocer, de alguna manera, la cultura
de los diferentes países participantes. Estos debían construir pabellones donde,
además de exponer sus adelantos técnicos, mostraba sus logros culturales, tanto
de su presente como de su pasado.

México encontró en estas exposiciones la manera de estrechar sus lazos con sus
inversionistas, mostrando parte de su cultura por medio de muestras
arqueológicas que causaron admiración, y de piezas modernas de los artistas de
entonces, como las esculturas de Jesús F. Contreras.

Las nuevas posibilidades de comercio internacional que se vieron propiciadas por


estas exposiciones, hicieron que el lujo y el boato fueran característicos de ellas,
era el marco apropiado para los actores de la época conocida como la Bella
Époque.

Acompañado a todo este lujo, las exposiciones universales se convirtieron, en


algunas ocasione, en la vanguardia de la arquitectura. El carácter efímero de sus
construcciones permitía, tanto a organizadores como a participantes en los
concursos para construir salones y pabellones, admitir, incluir e incluso
experimentar, con una serie de nuevas técnicas constructivas, que si bien ya se
conocían desde casi un siglo atrás (como el uso del hierro y del vidrio), sólo
habrían sido utilizadas como partes complementarias o como decoración
industrializada y, en el mejor de los casos, en la construcción de puente,
estaciones de ferrocarril o en algunas obras aisladas y únicas, siempre con fines
utilitarios y técnicos.

Hasta ese momento, los arquitectos e ingenieros no se habrían atrevido a


emplearlas en otro tipo de edificios, que por sus características, exigieran una
fachada lujosa, pues consideraban que con esos materiales no era posible

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realizarlas, además de que al gusto público no le agradaban estas construcciones,
por lo que éstas iban siempre acompañadas por el escándalo y el rechazo.

Los materiales existían, las teorías más avanzadas pedían la utilización de las
nuevas técnicas y la evolución de la arquitectura, sin embargo, las realizaciones
se veían frenadas por la demanda de construcciones tradicionales y, sobre todo,
porque faltaban las nuevas formas que integran las nuevas necesidades con los
nuevos materiales y técnicas. Es por eso que los edificios se hicieron
posteriormente con estos adelantos irían revestidos por la tradición.

Las exposiciones mundiales fueron fundamentales por el apoyo que brindaban al


empleo de nuevas técnicas y porque empezaron a introducir en el gusto del
público la convicción de que el resultado también podría ser agradable y lujoso. No
obstante durante mucho tiempo, las nuevas técnicas siguieron sirviendo solo para
determinados usos (estaciones, invernaderos, exposiciones), pero lo importante
fue que parte del público empezaba a aceptarlas.

Las exposiciones universales se suceden: en 1853 la de Nueva York, en 1854 la


de Múnich, en 1855 la primera exposición universal francesa. De ahí en adelante,
las más famosas y ambiciosas serán, precisamente las francesas. Los motivos de
Francia para realizar dicha exposición son de la misma clase que los que después
motivaran a México para participar. La exposición fue promovida por Napoleón
durante la guerra de Crimea para consolidar el prestigio del imperio y para mostrar
los progresos de la industria francesa, preparada ya para competir con el
extranjero, especialmente con Inglaterra. En esta exposición se muestran, entre
otras, las nuevas maquinas para la construcción que facilitan el trabajo de
remodelación urbana de París que llevaba a cabo Hausmann, poco años más
tarde, el emperador Maximiliano, influido por esta renovación urbana, abre el
Paseo de la Reforma para unir el centro de la ciudad de México con el Castillo de
Chapultepec.

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En 1882 Eiffel construía el puente Garavit con 165m de luz, el hierro había llegado
a su máximo aprovechamiento.

La exposición de 1889 marcó y dictó modas en la arquitectura, además de abrir


nuevas posibilidades técnicas. México estuvo representado en esta exposición.
Para tal objeto se presentaron dos proyectos para su pabellón, uno realizado por
tres ingenieros y el otro por el historiador Antonio Peñafiel.

Al año siguiente, México volvió a concurrir a París, esta vez con un pabellón
morisco de Antonio Anza. En 1904, para la exposición de San Louis Missouri, se
construyó uno en estilo árabe, ejecutado por el ingeniero Ramón Ibarrola, que hoy
se encuentra en la Alameda Santa María.

El carácter ecléctico que había en todas las exposiciones mundiales, así como el
uso de nuevas técnicas, había repercutido notoriamente en México, en 1900, el
mercado Hidalgo en Guanajuato, construcción de hierro realizada por Ernesto
Bruenel, recordaba en su entrada principal, a la exposición de Paris en 1878, el
arquitecto Rodriguez Arangoiti realizó de 1875 a 1879, dos importantes proyectos
de exposiciones con predominio de estructuras ligeras recubiertas de vidrios, y lo
mismo se hizo con el presentado para la exposición de 1880. La influencia de las
estructuras de metal era fuerte, un considerable número de proyectos salidos de la
Academia de San Carlos, mostraban la actualización en el empleo de estas
técnicas. Sin embargo, a pesar de la modernidad de estos proyectos, si llegaban a
realizarse no dejaban de tener un recubrimiento tradicional.

La confusión que provocaba el uso de nuevas técnicas con recubrimientos


tradicionales basados en los estilos históricos, eran transmitidos a México a través
de los arquitectos extranjeros.

Delos estilos europeos, el único rechazado por todos, era el español-colonial como
una reacción independiente.

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El uso de modelos europeos se había iniciado primero con Maximiano y después
con Juárez, pero, sin lugar a dudas, su apogeo se alcanzo en el Porfiriato. El estilo
era el eclecticismo, ya que ningún estilo utilizado se encontraba puro.

La coexistencia entre una nueva intención funcionalista y la utilización


indiscriminada de los estilos históricos unidos a las nuevas técnicas, estaban
sostenidas, y a la vez impulsadas, por las dos corrientes teóricas del momento: el
eclecticismo y el racionalismo.

Una y otra tenían su origen en el siglo XVIII y fueron impulsadas primero: por la
filosofía iluminista, los descubrimientos arqueológicos, los estudios históricos, las
ideas revolucionarias y el naciente nacionalismo, después, por la Revolución
Industrial.

Esta nueva actitud arquitectónica, característica de el Porfiriato, nacida de la


experiencia y la imitación principalmente, se nombró como ya mencionamos
Eclecticismo, y tuvo en neoclásicos y románticos a sus antecedentes más
cercanos. El eclecticismo, de larga trayectoria en la arquitectura, sentó sus bases
reales a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Un vasto sector publico lo
aplaudió y gustó de él por encontrarlo pintoresco y lujoso. Además, se le consideró
producto de una cultura universalista y de una actitud que era síntesis del
progreso alcanzado en ese siglo, era como si el eclecticismo fuera la meta, la
conclusión de un ciclo. Hegel, estudiando dialécticamente los estilos históricos
sucesivos, aconsejaba acogerse al eclecticismo.

Dentro de diversas edificaciones encontramos otros estilos más encaminados al


afrancesamiento, como son el art decó y el art nouveau. Se utilizaban tanto
materiales como mármol, además de que el hierro formó una parte importantísimo
en diversas construcciones consideradas puristas, por el uso de este material.

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Otra controversia fue el de la funcionalidad, pues en esta etapa se trata de
encaminar las construcciones hacia el lado funcionalista, se buscaba realizar
construcciones útiles para la nueva sociedad emergente.

Lo edificios que se construyeron durante el Porfiriato pueden dividirse en forma


muy general en oficiales y privados.

Dentro de los edificios oficiales en encontramos: monumentos, edificios dedicados


al servicio de la ciudadanía y edificios con finalidad de prestigio.

MONUMENTOS

Con ellos se inicia la arquitectura moderna, y denota la veneración que Porfirio


Díaz tenia hacia los héroes nacionales. Además, se instalaron varios de estos
monumentos sobre la avenida reforma, dando un aspecto grandioso a este paseo.
Para diversos de estos monumentos se convocó a concursos dentro del país.

Monumento a Cuauhtémoc

Se encuentra en el Paseo de la Reforma, y el ganador del concurso para la


creación de este monumento fue Francisco M. Jiménez, mientras que la estatua
que coronó el basamento corrió a cargo de Migue Noreña. Para la inauguración de
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esta estatua se invitaron a pueblos indígenas y el presidente Díaz dio un discurso
en mexicano.

Francisco Jiménez, autor de esta obra le


atribuyó a la misma la frase: “verdad, belleza
utilidad” –verdad histórica, belleza artística y
utilidad inmortal- los cuales eran los ideales de
esta época.
Justino Fernández, un historiador y
escritor mexicano, denomina este monumento de
corriente ecléctica, como una corriente neo-
indigenista, enfatizando la sociedad mexicana
antigua.
El 5 de mayo se pone la primera piedra de
este monumento.

Ángel de la independencia

La primera piedra de este reconocido monumento, fue colocada el 2 de enero de


1902 por Porfirio Díaz. La dirección del proyecto estuvo a cargo del arquitecto
Antonio Rivas Mercado, también autor del Teatro Juárez de la Ciudad de
Guanajuato.
Este monumento está inspirado en un
proyecto para rendir homenaje a los héroes
de la independencia que consistía en
construir un zócalo de piedra con una
columna corintia coronada por un ángel en

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plena Plaza de la Constitución durante el
gobierno de Antonio López de Santa Anna.
Ese proyecto no pudo concretarse, y ya
para finales del siglo XIX, el arquitecto
Antonio Rivas Mercado, lo retomó
inspirándose además en algunas famosas
columnas del mundo como la de Trajano en
Roma, la de la Plaza Vendome de París y
la Alejandro en San Petesburgo.

Todas esas columnas fueron levantadas para conmemorar, el triunfo de un ideal


en sus países respectivos.

Fue así que este arquitecto diseñó un zócalo circular sobre el cual se apoyaría
una base cúbica en cuyos vértices, descansan las estatuas sedentes que
representan la Paz, la Ley, la Justicia y la Guerra ejecutadas por Enrique Alciati.
En el interior de esta base reposan los restos de algunos de los más egregios
líderes de la independencia mexicana como Miguel Hidalgo, Vicente Guerrero e
Ignacio Allende entre otros. Esta base contiene además las esculturas de dichos
insurgentes, así como una bien lograda escultura de un león guiado por un niño
que representa el dominio de la verdad y la inteligencia sobre la fuerza. Sobre
esta base fue erigida una columna corintia de 35 metros de altura, labrada en
cantera de Chiluca, misma que se encuentra coronada por la famosa victoria
alada, símbolo del triunfo entre los antiguos griegos.

Este monumento fue inaugurado el 16 de septiembre de 1910 como evento


culminante de las fiestas del centenario de la Independencia, mismas a las que
asistieron importantes diplomáticos, embajadores, empleados públicos y el pueblo
en general para disfrutar de los fuegos pirotécnicos, desfiles y conciertos que se
realizaron en el Paseo de la Reforma en esa ocasión.

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Años más tarde, en 1957, el monumento a la Independencia, conocido
popularmente como "El Ángel"  vivió su momento más difícil al caerse dicha
escultura dorada a causa de un fuerte terremoto. Sin embargo, para gloria de la
ciudad y sus habitantes, fue repuesta la escultura poco tiempo después y ha
resistido desde entonces todos los embates de la naturaleza. 

Paseo de la reforma

La que quizás sea una de las más activas etapas constructivas y de


embellecimiento del Paseo de la Reforma, se dio durante todo el periodo
dictatorial de Porfirio Díaz, conocido como Porfiriato. Díaz y el grupo de Los
científicos, y sus idea de imitar o, mejor dicho trasladar todo lo francés a México,
encuentran en el Paseo de la Reforma una de las mejores muestras para llevar lo
anterior a cabo. Monumentos, bancas, faroles importados de Berlín y de estilo
francés eran observados a lo largo del paseo.

A lo largo de la avenida, están colocadas sobre pedestales de cantera las estatuas


de personajes ilustres de la historia de México. Esta idea también se llevó a cabo
por los gobiernos republicanos, pero nunca se ejecutó tal obra. Originalmente se
pensó en colocar figuras de la mitología griega. Pero se llegó al acuerdo de que
cada estado del país (18 estados) enviara dos estatuas de personajes distinguidos
nacidos en su entidad.

También se agregaron de igual forma y alternadamente a cada dos estatuas,


pedestales de cantera sobre los cuales descansan jarrones de bronce diseñados
por Gabriel Guerra.

En 1877 se inició la construcción de la segunda gran glorieta que sirvió de


albergue a la escultura del último emperador azteca, Cuauhtémoc, misma que fue
inaugurada 10 años después, el 21 de agosto de 1897. En la década de los 40 es

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usado el nombre de Colonia Cuauhtémoc en honor a la cercanía de este
monumento.

Como información referente al Paseo de la Reforma, baste mencionar que, tan


solo con el diseño del mismo, fueron beneficiados varios fraccionadores y
constructores que, cuando la ciudad capital empezó a expandirse hacia el
Poniente, fue precisamente en los costados de la vía en donde se vieron surgir las
nacientes "colonias", las primeras de ellas a saber fueron las colonias Arquitectos
(hoy colonia San Rafael), Paseo Nuevo, Tabacalera, Cuauhtémoc y Juárez, todas
ellas de carácter aristocrático. En los predios que daban hacia el Paseo se
levantaron grandes y suntuosos palacetes y mansiones.

Para conmemorar el centenario de la Independencia de México, en 1910, se


colocó en la cuarta glorieta, el monumento a la Independencia de México,

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diseñado y construido por Antonio Rivas Mercado. La primera piedra fue colocada
el 2 de enero de 1902 y fue inaugurada por Porfirio Díaz en una ceremonia oficial
el 16 de septiembre de 1910

EDIFICIOS DE SERVICIOS

En este sector podemos mencionar los puentes, mercados, hospitales, escuelas y


obras ferroviarias que se construyeron en este periodo.

Los puentes fueron los pioneros en el uso de hierro. Estas obran comenzaron con
ingenieros y al final terminaron involucrándose de igual manera los arquitectos.
Por el material que era de importación (hierro) los puentes eran construcciones
muy costosas.

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El primer puente se ubicó en calzada de la piedad y se comenzó en 1855 dirigida
la obra por Juan Manuel Bustillo.

Por otro lado, las vías de ferrocarril fueron muy importantes. La estación de
Buenavista (1872-1880) fue la primera construcción con cimientos de fierro. La
fachada de la estación es una mezcla flamenca con romántica.

Por su parte, dentro de los mercados destacados se encuentran el Mercado


Hidalgo en Parral Chihuahua, el Mercado Romero Rubio en Mazatlán Sinaloa y
el Mercado Hidalgo en Guanajuato.

El Manicomio de la Castañeda, también es otra obra destacada. Fue instituido


en el año de 1910 con la doble función de hospital y asilo para la atención
psiquiátrica de enfermos mentales de ambos sexos, de  cualquier edad,
nacionalidad y religión. Un objetivo secundario fue proporcionar enseñanza
médica mediante la participación de las clínicas de psiquiatría en sus pabellones.

24
Dentro de los hospitales encontramos el Hospital General, obra del ingeniero
Roberto Gayol y del arquitecto Manuel Robleda Guerra, y el Hospital de
Maternidad de Puebla, de Eduardo Tamariz.

Por otra parte en 1903 se abren concursos para la construcción de escuelas,


sobre todo con interés funcionalista. Fachadas e interiores sobrios, sin ornamento.

Las escuelas instauradas en esa época, dentro del estilo ecléctico cumplían
rasgos también del estilo clasicista, como en las academias europeas, otras tenían
rasgos medievales o góticos, como en las universidades del viejo continente.
Dentro de estas obras podemos destacar El colegio de Minería, en Fresnillo
Zacatecas, el Palacio de Minería aquí en el D.F., la escuela Normal para
Maestros en Aguascalientes y la escuela Militar del Ingeniero Porfirio Díaz.

Los bancos también competían en elegancia, sobre todo contra los grandes
almacenes. Dentro de estos encontramos el Banco Hipotecario, por Nicolás y
Francisco Mariscal, ubicado en la calle de Uruguay 45, el cual cumple rasgos del
estilo gótico veneciano.

Otra obra importante fue la Inspección de Policía de la Ciudad de México por


Francisco Mariscal, construida de 1906 a 1908.

25
CASAS DE COMERCIO

Estas construcciones entran en la arquitectura privada, formada por grandes


almacenes de esa época. El primer gran almacén en abrir fue el Au Bon Marché
en Paris, por el ingeniero Eiffel.

26
La estructura de estos almacenes trataba de que entrara mucha luz en ellos y de
manejar las plantas amplias, en especial la altura de la planta baja.

Palacio de Hierro

En la ciudad de México podemos encontrar el Palacio de Hiero, construido en


1899 por Ignacio y Eusebio de la Hidalga. En ese entonces era el edificio más alto
de la época con apenas 5 pisos. Gracias a la escuela de Chicago, la concepción
de almacenes se fijaba en nuevas necesidades y por lo tano, nuevas soluciones a
las mismas.

Los almacenes del centro de la ciudad optaron por crecer verticalmente (como
Chicago), que por otras cuestiones, se había quemado y se había reconstruido de
esta manera.

Otro ejemplo de estos almacenes es la Droguería Bremer de 1910, ubicada en


Monterrey, y es muy parecida a edificios de Chicago.

27
A pesar de todo, el Palacio de Hierro era el local más lujoso en México, o por lo
menos así fue mencionado por Francisco de la Maza, quien recaba información
del mismo, y dice que el palacio está en condiciones de competir contra
edificaciones europeas y estadounidenses.

Otras edificaciones lujosas como almacenes fueron: Liverpool (1898) –con estilo
art decó principalmente- , La perla (1903), Centro Mercantil (1898) y Casa
Boker.

Casa Boker

En el siglo XIX, en la esquina noroeste de las calles de Coliseo Viejo y del Espíritu
Santo (actualmente 16 de Septiembre e Isabel La Católica) se encontraba el
famoso hotel y café de "La Gran Sociedad", así como el "Portal del Águila de Oro"
donde se alojaban los libreros de viejo de la antigua ciudad de México. Este

28
terreno hoy lo ocupa la Casa Boker, y tiene sus orígenes en el siglo XVI, ya que
formó parte del hospital del Espíritu Santo.
En mayo de 1865 llegó a México un
joven alemán llamado Roberto Boker
(1843-1912), quien fundó en ese sitio, con
gran éxito, una ferretería. Dentro del
inventario que manejaba se encontraban
desde fuetes para cocheros, carros de
caballos de diferentes tipos, autos de
vapor marca White, hasta carros de
bomberos.

Al terminar el siglo XIX, debido al


crecimiento del negocio, el Sr. Boker compró el
inmueble y los aledaños para construir su propio

edificio; el cual hasta la fecha sigue perteneciendo a la familia ya durante cuatro


generaciones, caso raro en un giro comercial en la ciudad de México.

El proyecto de la Casa Boker fue de los arquitectos neoyorquinos De Lemos y


Cordes; los contratistas fueron A.R. Whitney Co., de Nueva York, y la obra la llevó
a cabo el ingeniero mexicano Gonzalo Garita en dieciséis meses. Un detalle
interesante en la construcción fue que el fotógrafo judío-húngaro Guillermo Kahlo
realizó su primer trabajo como fotógrafo profesional con el seguimiento de la
construcción de este edificio.

Al excavar el terreno para colocar la cimentación se encontraron dos piedras, una


de origen prehispánico que representa un águila, y la otra virreinal, la que se
supone que es el escudo del primer propietario del predio. La primera fue donada
por la familia Boker al Museo de Antropología y la otra se extravió durante la
Segunda Guerra Mundial, periodo en que el negocio fue intervenido.

También fue la primera construcción que se hace en México totalmente de


viguetas de acero en columnas y trabes. La fachada, enmarcada por dos

29
columnas de granito de Nogales, Sonora, cuenta con amplios escaparates, está
cubierta de cantera de Pachuca, Hidalgo; se deben notar como elementos
decorativos los soportes con cerramiento de arco que abarcan doble altura, el
original torreón que corona la esquina y los vistosos relieves ornamentales de
bronce.

Es de admirar la crestería de lámina de latón que remata la fachada y el torreón,


también los balaustres, guirnaldas, cornisas y relieves decorativos, entre otros.
Todo lo anterior hace que esta obra sea un magnífico ejemplo de solidez de la
arquitectura porfiriana construida para durar varios siglos.

OBRAS DE PRESTIGIO

Palacio Legislativo/ Monumento a la Revolución

En 1897 se abre el concurso más ambicioso que definiría la época porfiriana en


una obra arquitectónica, el concurso para el Palacio Legislativo. Participaron más

30
de 60 arquitectos, de los cuales resultó ganador el arquitecto Emile Bernard, quien
trae consigo a Maxime Rosini.
En esta obra se buscaban tendencias clasicistas. Sin embargo, por la
majestuosidad de su construcción, no termina de construirse cuando se ve
interrumpida por la Revolución de 1910. Así, se queda mucho tiempo como una
estructura de hierro.

Mas tarde, la obra es retomada por Obregón Santacilia, quien denomina


paradójicamente esta estructura como el Monumento a la Revolución, el cual, no
es más que la cúpula de lo que sería el Palacio Legislativo planeado por Díaz.

El Palacio Postal de México o la Quinta Casa de Correos

Este lugar es uno de los edificios más emblemáticos y símbolo del Centro
Histórico de la Ciudad de México. Esta imponente obra de arquitectura ecléctica
fue levantada a comienzos del siglo XX como uno de los símbolos del porfiriato

31
(relativo al periodo presidencial de Porfirio Díaz) que mostraban el desarrollo y
progreso de los mexicanos que se había alcanzado en ese momento.
En la antigua Calle de Santa Isabel, esquina con San Andrés abría sus puertas el
Correo Central o Palacio Postal ante el cuerpo diplomático y el gabinete, el
presidente Díaz se dirigió a uno de los buzones del interior y deposito en ellos
unas tarjetas ejecutadas por el artista Leonardo Izaguirre, con ello la nueva
instalación comenzó a funcionar, continuando así la tradición de un servicio que
existía en México desde la época prehispánica.

En este lugar existía un edificio se la época virreinal conocido como el hospital de


terceros, que para esas fechas se había convertido en el Hotel de Ferrocarrileros,
ahí se empezó a proyectar en 1898 la construcción de la sede central de correos.
Él entonces ministro de obras públicas, por instrucciones expresas del General
Porfirio Díaz, no escatimar esfuerzos y gastos, el arquitecto encargado del

32
proyecto fue el italiano Adamo Boari, mientras que los cálculos y la concepción
fueron obras del mexicano Gonzáles Garita.

El edificio está desplantado sobre una cimentación tipo Chicago tan en boga en
esos momentos fue ejecutada en México por Milliken BROS, de Nueva York.

De arquitectura ecléctica, consta el edificio de cuatro niveles. Destaca el exterior


del edificio trabajado en cantera de Chiluca, donde es posible admirar la perfecta
combinación de los elementos pertenecientes a los estilos del plateresco isabelino
y el gótico veneciano, guardando alguna semejanza con el Palacio Ducal de
Venecia. La fachada principal en pan-coupé (Que cuenta con un chaflan en la
esquina, visto en planta), muestra en su último nivel un reloj de factura alemana.

El interior es espléndido. Las columnas del interior que recubren la estructura de


hierro que sostiene al edificio, se encuentran cubiertas en su totalidad con la
técnica de la escayola. Destaca la señorial escalinata del hall principal realizada
con mármoles mexicanos y herrería de bronce bellamente trabajada por la
Fondería Pignone de Florencia, quienes también realizaron los detalles de los
pórticos, las ventanillas, las gárgolas y farolas del exterior y demás trabajos
realizados en bronce en el interior. El remate del cubo de dicho hall se encuentra
cubierto por un enorme domo de cristal emplomado transparente diseñado por
Boari. Destacan también los escudos que coronan los remates de la arquería
interior del tercer piso, en donde se exhiben los escudos de los países que
formaban parte de la Unión Postal Universal a comienzos del siglo XX.

Palacio de Bellas Artes

Ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es la máxima casa de


cultura del país, considerado el teatro lírico más relevante de México, y el centro

33
más importante dedicado a las bellas artes en todas sus manifestaciones. La
Unesco lo declaró monumento artístico en 1987.

En él se mezclan esquemas Bizantinos, Renacentistas, Románico, Neobarroco,


Neoindigenista y del Nouveau, en detalles del exterior además de contener Art
Deco en interiores es obra del noble Arquitecto Adamo Boari.

Fue encargado por el presidente mexicano Porfirio Díaz al final de su mandato con
motivo de la celebración del Centenario del Inicio de la Independencia de México.
Depende del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

El edificio se comenzó a construir el 2 de abril de 1904 con el objeto de


reemplazar al demolido Teatro Nacional de México. El proyecto estuvo a cargo del
arquitecto italiano Adamo Boari, quien diseñó un edificio ecléctico mezclando los

34
estilos Art nouveau y Art decó en su construcción se emplearon mármol blanco de
Carrara en la fachada y mármoles de diversos tonos en el interior, que cuenta con
obras de los grandes muralistas mexicanos (David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera,
José Clemente Orozco etc).

La altura del edificio es de 52 metros hasta el espiral y 42,5 m hasta el techo.


Cuenta con 4 pisos y un estacionamiento subterráneo. Además de la Sala
principal hay otros espacios como la Sala Manuel M. Ponce, Sala Adamo Boari,
una cafetería, una librería y salas de exposiciones tanto temporales como
permanentes.

El edificio debía ocupar el área comprendida entre las calles La Mariscala, Puente
de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la Alameda (hoy llamadas avenida
Hidalgo, avenida Juárez, Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta). Debido a
problemas técnicos de hundimiento del suelo, problemas económicos, la salida de
Boari del país y la Revolución mexicana, la construcción fue suspendida y
reanudada varias veces durante treinta años, en vez de terminarse en los cuatro
años originalmente programados.

El hundimiento del suelo comenzó a hacerse manifiesto en 1907, y es un


problema que aún hoy se puede apreciar, pues el Palacio se encuentra varios
metros por debajo del nivel de la calle. Con el estallido de la Revolución Mexicana
en 1910, el ritmo de la obra fue perdiendo velocidad hasta que finalmente se
suspendió en 1916 y Boari abandonó México, dejando en el país más de cuatro
mil documentos para la continuación del proyecto. La obra se intentó retomar entre
1919 y 1928, con pocos avances.

Antigua Cámara de Diputados

El 1º de diciembre de 1872, con motivo de la toma de protesta de Sebastián Lerdo


de Tejada como presidente, se inauguró un nuevo recinto de la Cámara de
Diputados, donde antes estuvo el Teatro Iturbide.

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Aquí ocurrieron dos momentos cruciales de la Revolución Mexicana: el primero fue
la renuncia a la presidencia de Porfirio Díaz, el 25 de mayo de 1911, tras la derrota
del Ejército Federal en Ciudad Juárez. El segundo, el 19 de febrero de 1913,
cuando la Cámara aceptó las renuncias forzadas de Francisco I. Madero y José
María Pino Suárez, que estaban presos en Palacio Nacional. En ese momento se
designó a Pedro Lascuráin como presidente interino, el cual renunció a los 45
minutos a favor de Victoriano Huerta.

Después de la Decena Trágica, en este edificio se aprobaron y reformaron leyes


que encauzaron la vida de México hasta 1981, cuando se inauguró el palacio
legislativo de San Lázaro.

Palacio de Minería

Fue en 1793 cuando el Real Colegio de Minas de la Nueva España adquirió el


predio donde ahora se asienta este edificio con la ayuda del Segundo Conde de
Revillagigedo, don Juan Vicete Guemes Pacheco y Padilla, encargando el

36
proyecto y la construcción del mismo al destacado arquitecto Manuel Tolsa,
también autor de la escultura ecuestre de Carlos IV “El Caballito” así como de la
última etapa de construcción de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
El Palacio de Minería fue uno de los primeros edificios diseñados ex – profeso
para la enseñanza de la ingeniería y la metalurgia, situación que adquiere mayor
relevancia si recordamos que la minería era la principal actividad económica de la
Nueva España y unas de las principales Fuentes de riquezas del Imperio Español.

De tal suerte, el Palacio de Minería refleja en su sobria y elegante arquitectura de


cuidadas proporciones, el ideal ilustrado de razón y orden para alcanzar el
conocimiento, y como ese conocimiento podría transformar favorablemente la
realidad a través de una explotación científica de los recursos mineros,
constituyéndose así en una de las primeras instituciones orientadas al desarrollo
tecnológico en América.

Tras las revueltas militares ocurridas durante la primera mitad del siglo XIX y tras
una reconstrucción parcial sin alterar el proyecto original de Manuel Tolsá, por
parte del arquitecto Antonio Villard, el Palacio de Minería permaneció cerrado e

37
incluso se pensó en utilizarlo como mansión imperial de Maximiliano de
Habsburgo antes de que este eligiera al Castillo de Chapultepec como su
residencia.

Años más tarde, el Palacio de Minería tuvo distintos usos hasta que en 1867
recobró su vocación original al alojar a la Escuela Especial de Ingenieros misma
que permaneció durante casi cien años en este inmueble hasta antes de que fuera
trasladada en 1954 al edificio de la actual Facultad de Ingeniería de la UNAM, en
Ciudad Universitaria.

En el interior de este magnífico edificio sobresalen especialmente su patio, el


Salón de Actos, la Antigua capilla de la Virgen de Guadalupe así como sus
fastuosas escalinatas, mismas que han sido inmortalizadas por varios artistas y
grabadores a lo largo de la historia. El edificio también funcionó como cuartel
durante la Revolución mexicana, años después de la revolución se encontraron
pruebas las cuales son presentadas en el museo dentro del propio recinto.

Palacio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas

Es un edificio monumental de estilo ecléctico levantado a comienzos del siglo XX


en los terrenos que ocupara el Antiguo Hospital de San Andrés de la Ciudad de
México.
38
Se encuentra localizado en la Calle de Tacuba, en el actual Centro Histórico de la
Ciudad de México La obra actual se ejecutó por órdenes del entonces presidente
Porfirio Díaz en el año de 1904, bajo el proyecto del arquitecto italiano Silvio
Contri. Díaz buscaba con la creación de este monumental edificio (y muchas otras
obras que se levantarían durante su largo mandato) mostrar a México ante el
mundo como una nación moderna y avanzada. La obra se terminó hacia el año de
1911. El exterior está completamente realizado en cantera gris.

La realización de los detalles decorativos del edificio como la herrería y los


ornamentos de la piedra, los muebles, pinturas, cristales, puertas y estucos fueron
realizados y dirigidos por el artista Mariano Coppedé y su familia, quienes
realizaron también la hermosa pintura al temple del plafón de la escalera principal.

Este monumento fue destinado posteriormente como sede del Archivo General de
la Nación, hasta que en el año de 1982 fue designado como sede del Museo
Nacional de Arte, quien en el año de 1997 le realizó una restauración al inmueble.

IGLESIAS

Iglesia de San Felipe de Jesús

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Este sitio lo ocupaba originalmente la capilla de Nuestra Señora de Aranzazu, del
convento de San Francisco. Este templo se inauguró en 1897 y se construyó por
iniciativa del sacerdote Antonio Plancarte y Labastida en desagravio a Dios, por
las faltas cometidas contra templos y conventos al aplicar las Leyes de Reforma.

La obra la dirigió el Arquitecto Emilio Dondé. Su fachada es estilo neorrománico,


de piedra de chiluca y consta de tres accesos frontales y dos laterales. El altar
mayor en mármol rojo y blanco, alojado un nicho de mosaico azul, en la parte
superior se encuentra una pintura de grandes dimensiones del santo mexicano
Felipe de Jesús. Sus vitrales emplomados con los símbolos que identifican a los
evangelistas: el águila a San Juan; el león a San Marcos; el ángel a San Mateo y
el toro a San Lucas. En uno de los altares laterales se puede observar la escultura
del promotor de la construcción del templo, Don Antonio Plancarte y Labastida,
obra del escultor Ponzaneli.

Se encuentra ubicada en la Avenida


Francisco I. Madero No 11 y fue
inaugurada el 3 de febrero de 1897.

La iglesia tiene planta de tres


naves, la central para la estadía de los
fieles y las dos laterales como
deambulatorios, su carácter ecléctico se
da al estudiar su fachada que es de tipo
Neorrománico con algunos elementos
góticos.

Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe "El Buen Tono" (Ex Convento de


San Juan de la Penitenciaria)

40
El Convento de Religiosas del título de San Juan de la Penitenciaria inicialmente,
ermita promovida por Fray Pedro de Gante, ubicada en el barrio de Moyotla;
durante el virreinato de Luis de Velasco II , se transforma la ermita en convento;
cuatro monjas de Santa Clara lo fundan bajo la advocación de San Juan de la
Penitencia.

La edificación: obras de 1591 a


1649. Hacia 1862, se renovó totalmente
con torre de tres cuerpos: doble portada
con arco de medio punto y una nave con
cúpula, coro y sotacoro.

Cerca de 1911, la empresa Pugibet


adquiere el inmueble con el fin de construir
un teatro -cine pero al fin hace demoler el
templo y construye el actual.

La reja del antiguo coro es


trasladada al Castillo de Chapultepec.

La nueva obra se inauguró en 1942


bajo la advocación de nuestra Señora de

Guadalupe, fue dirigida por el Ing. Miguel A. de Quevedo.

Ha tenido tres capellanes desde su erección: Gregorio Araiza 1912- 1938, Manuel
Azures 1938- 1967 y Xavier González 1967.

DISEÑO INDUSTRIAL

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MUEBLES ESTILO PORFIRISTA

Eclecticismo

El estilo general del inmueble es de estilo ecléctico, muy en uso durante


comienzos del siglo XX. Este estilo combina de forma armónica muchos
elementos arquitectónicos y decorativos de diversas épocas, aunque predominan
varias reminiscencias de corte neoclásico y renacentista en el edificio. Destacan
de entre todo el conjunto el salón de recepciones y el patio central.

El eclecticismo estilístico, pueblan los edificios oficiales de las formas del gótico,
de copias del templo griego o de inspiraciones de la arquitectura prehispánica. El
único estilo o seudo estilo genuino de la época el Art. Nouveau se "adopta en una
construcción tan importante como el " Palacio de Bellas Artes", enorme masa de
mármol blanco seguramente el edificio más acabado en su estilo en todo el
mundo.

Se dio, tanto en los monumentales edificios institucionales y empresariales, como


en residencias, villas y chalets de la aristocracia y que por moda alcanzo a la
arquitectura habitacional más modesta. Algunas colonias de la época, como la
Juárez y la Santa María la Ribera, por ejemplo, se convirtieron en un complejo
catalogo de tipos arquitectónicos que se sucedían y entremezclaban un tanto
desordenadamente y que aun resultan asombrosos, desconcertantes y
extravagantes si no se analizan desde una perspectiva histórica y no la
meramente formal.

Ejemplos más representativos de edificios eclécticos en la Ciudad de México.


Edificio de Bellas Artes.

Art nouveau

42
El mobiliario de Art Nouveau recoge toda la variedad de estilos regionales del
movimiento. Fieles al espíritu del Art Nouveau, fueron muy pocos los artesanos
que se especializaron exclusivamente en mobiliario y la mayoría de ellos habían
recibido formación en otras artes u oficios. La mayoría de los fabricantes de piezas
de mobiliario Art Nouveau habían sido, o continuaban siendo, arquitectos que
tenían interés en ampliar su zona de actuación y control al interior de los edificios
que construían.

Dentro del repertorio de muebles Art Nouveau es posible ver diseños reducidos a
las curvas desnudas más elegantes, así como aquellos que aparecen adornados
con tallados, latón, dorados o marfil. Un contraste similar se produce entre los
diseños que están ideados claramente para la utilidad y comodidad y aquellos que
prácticamente sacrifican estas cualidades en aras del efecto estético. Lo que
proporcione coherencia a esta variedad son las curvas irrefrenables y la sensación
de inventiva personal. La atención prestada al detalle y la manipulación de los
materiales generalmente hacían al mobiliario Art Nouveau poco apto para otro
modo de fabricación que no fueran las manos de cada artesano. Como ocurrió en
Inglaterra con el movimiento de las Artes y Oficios, el diseñador de Art Nouveau se

43
vio forzado a aceptar el hecho de que su obra era, esencialmente, un lujo caro
para una élite, a pesar del tipo de ideales utópicos como los de Morris según los
cuales el arte es para todos. Los muebles Art Nouveau de fabricación industrial
perdían, de forma inevitable, buena parte de su vitalidad natural y eran una versión
tosca de las piezas equivalentes trabajadas a mano. Es posible que los arquitectos
estuvieran deseosos de emplear los nuevos materiales, como el hierro y el acero,
pero cuando se trataba de diseñar mobiliario su estilo era, básicamente
inapropiado para las técnicas modernas de producción.

DISEÑO GRÁFICO

44
LA ANTIGUA ACADEMIA

A pesar de la reforma educativa emprendida por el régimen liberal , la Escuela


Nacional de Bellas Artes no conoció cambios sustanciales inmediatos en su
estructura interna ni en sus programas educativos vigentes desde la llegada de los
maestros europeos a partir de 1846, a raíz del decreto de reestructuración de la
Academia emitido por Santa Anna en 1843.

La generación de maestros que sustituyó a los europeos, mal avenida con el


gobierno liberal, siguió cultivando y difundiendo más o menos las mismas
tendencias artísticas de sus antecesores. La fuente principal de las pinturas más
ambiciosas realizadas hasta entonces había sido la temática bíblica. Los recursos
pictóricos estaban diseñados para idealizar figuras y situaciones. Sin embargo, fue
en ese tiempo que se empezó a perfilar una tendencia más realista y más
nacionalista en la pintura. Practicantes de ésta fueron José María Velasco,
Salvador Murillo, Felipe S. Gutiérrez, Primitivo Miranda y José Obregón.

Más adelante, ya en pleno Porfiriato, esta tendencia se fortaleció con la irrupción


de una generación de la Academia formada en la educación liberal y positivista.

45
Nutridos por una ideología nacionalista y cientificista, los alumnos que ingresaron
a la Academia de Bellas Artes durante los últimos treinta años del siglo XIX,
encontraron un ambiente propicio para desarrollar su producción con temáticas y
estilos hasta entonces casi inexplorados por la tradición académica.

Los intelectuales, algunos francamente oficialistas, y otros independientes o hasta


enemigos del régimen, empezaron a interesarse vivamente por la historia
nacional. Por otro lado, el sentimiento patriótico y reivindicado había encontrado
arraigo entre la mayoría de la población desde el periodo de la época juarista.

Este ambiente tuvo eco en todos los campos de la vida cultural. Las artes plásticas
no quedaron al margen. Los temas históricos, tan deseados por los sectores
menos conservadores de los críticos, irrumpieron por el fin en el espacio
académico. Fue entonces cuando empezaron a producirse pinturas que relataban
o reconstruían la historia prehispánica y de la conquista –lo que para los
positivistas, etapa teológica de la historia nacional-. Las obras eran producidas por
iniciativa de los pintores o por encargo de los particulares, no por prescripción de
la propia Academia.

El nacionalismo no solo se reflejó en las pinturas de historia, sino también en las


de costumbre y en los paisajes. Estilísticamente, empezó a imponerse en la
Academia una tendencia más cercana al realismo, practicada en la temática, en la

46
factura o en ambos casos. Los asuntos bíblicos de la tradición anterior quedaron
casi eliminados, y a la idealización de situaciones y figuras, se impuso la
representación de tipos humanos y situaciones ajenas a los prejuicios puristas de
belleza y buen gusto. Algunos pintores, como es el caso de Izaguirre, practicaron
con asiduidad y soltura el apunte del natural. Los críticos liberales románticos y
realistas veían, por fin, realizadas sus propuestas. La mayoría de pintores
destacados en el Porfiriato, recibieron su educación artística en esta época.

PINTORES

47
Sorprende al no especialista saber por ejemplo, de las muertes reales de los
grandes pintores de la época como José Jara, que falleció al final del cardenismo
en 1939, o Germán Gedovius que falleció en 1937. En el repertorio de las
categorías y los valores artísticos que se manejan hoy, habitualmente uno tiende a
tratarlos como perecidos en el naufragio del Porfiriato, como el más allá del más
acá que nos forma la revolución. Para todos los efectos, la explosión
revolucionaria, los convirtió en una generación de artistas confinados marginales.
Sólo el Doctor Atl (Gerardo Murillo), de más larga vida que varios de ellos, perfora
la barrera y emerge, contemporáneo nuestro, como primer gran dinamizador del
cambio y sembrador de ideas nuevas.

En este planteamiento, que implica abandonar la visión lineal que hemos cultivado
hasta ahora, para sustituirla por una conciencia del tránsito del Porfiriato al México
de los años veinte como un haz de hechos donde se necesita de una visión
horizontal, habría que incluir la existencia de estos primeros pintores confinados,
entre dos siglos, estas experiencias truncas que no por eso dejan de tener
pertinencia para nosotros. Su obra en conjunto ejemplifica un momento importante
en el camino de la definición de una identidad cultural nacional, y en esta tesitura
constituye una propuesta de valores que de ninguna manera perdieron, sino que
siguen, en modos que quizá no advertimos, vivos en la polémica actual por la
nación. Esa polémica que surge a la par con el movimiento independentista y es el
sentido de nuestra tarea nacional.

Los pintores entre dos siglos, truncos o confinados, no tenían idea de ser
precursores de nadie. Por el contrario, creían ser pioneros, avanzados, autores de
obras definitivas, artistas responsables ante su arte y su tiempo. De hecho, el
Museo Nacional de Arte quisiera proponer que se les enfoque como generación,
que se vea qué significan en ese puente donde estuvieron a punto de caer en la
penumbra, que se entienda su drama y que se lea su transparencia a través de su
obra, sin perder de vista los valores intrínsecos evidenciados en esta, mayores o

48
menos que sean, el palpitar de un pensamiento colectivo que tiene como gran
meta el construir una nación, una nación a través del arte.

José María Tranquilino Francisco de Jesús Velasco Gómez

Fue un pintor mexicano nacido en el Estado de México en 1840 y es considerado


como uno de los más grandes paisajistas del siglo XIX.

En el año de 1889 tuvo el honor de ser comisionado por el Gobierno de México


como jefe de la delegación que asistiría a Francia llevando pinturas de varios
autores, para ser exhibidas en la Exposición Universal de París, con la que se
conmemoraba el primer centenario de la Revolución francesa. Fueron 68 las obras
que se presentaron de Velasco en esa ocasión.

Patio del ex convento de San Agustín.

José Obregón

49
Fue un gran pintor mexicano nacido en 1838. Realizó sus estudios de artes
plásticas en la Academia de San Carlos de su ciudad natal, donde fue
discípulo de Pelegrín Clavé, quien marcó profundamente su estilo.

Dentro de este estilo academicista impuesto por Clavé, José Obregón se


dedicó a la pintura de temas bíblicos y a los retratos. Su obra más
conocida, sin embargo, es una de carácter costumbrista e histórico, El
descubrimiento del pulque, donde se encuentran reunidos los ideales
estéticos impuestos por Clavé a sus alumnos. En ella, Obregón representa a
los antiguos indios de México como auténticos héroes griegos.

Descubrimiento del pulque.

Pese al alejamiento de lo que luego fue la pintura de tema indigenista, la


obra de Obregón abrió el interés por este tipo de temas, y tuvo como
consecuencia el que otros le siguieran, como es el caso de Rodrigo
Gutiérrez con su Senado de Tlaxcala.

José Jara Peregrina

50
Nació en Tecamachalco, Puebla, en 1867. Estudió  en la Academia de San Carlos
y fue discípulo de  Rebull, Velasco, Pina y Parra.  Elaboró los diseños de la
antigua anaquelería y  decoración de la Biblioteca Pública de Michoacán, cuando
ésta  se encontraba en el Palacio de Gobierno. También  colaboró en la Escuela
Industrial de Señoritas, Escuela Normal para Varones y en la Academia  de Bellas
Artes siendo director y profesor de  varias asignaturas, logrando formar una
galería  de pinturas que fueron aprobadas y aplaudidas  por la sociedad.

Fundación de la ciudad de México

Dr. Atl (Gerardo Murillo)

51
Nace el 3 de octubre de 1875 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en donde
estudia pintura en el taller de Felipe Castro y en 1896 ingresa a la escuela
Nacional de Bellas Artes en la ciudad de México, sus estudios fueron pagados por
Porfirio Díaz como estudiante de pintura. En 1897 viaja a Europa y estudia
Filosofía con Antonio Labríola y derecho penal con Enrico Ferrí en la universidad
Estatal de Roma, Italia.

En 1903, regresa a México, trae consigo un gran entusiasmo por la pintura


renacentista, el neoimpresionismo y el fauvismo. En 1908 decora los muros del
Salón de la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde representa desnudos de
mujeres utilizando por primera vez su técnica Atl-color. En 1910 se organiza una
exposición de artistas mexicanos, que representa el gobierno mexicano sobre
pintura española. Esta primera sección de la exposición termina con la iniciativa de
Gerardo Murillo de crear el Centro Artístico con el propósito de pintar los muros
públicos, idea que se vio interrumpida por el estallido de la Revolución en
noviembre de 1910.

La erupción del Paricutín

52
En 1911, concluye con el cambio de intereses artístico culturales por las
actividades políticas, conoció a Leopoldo Lugones, quien le diera el seudónimo de
Doctor "Atl", que en náhuatl, el lenguaje de los aztecas, significa "agua", fuente de
la vida.Uno de sus múltiples aficiones era el estudio de los volcanes. Como
paisajista, dedicó una cantidad importante de su obra a la representación de los
volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl desde diversas locaciones y fácilmente
visibles por aquélla época, desde la Ciudad de México. Se le atribuye el diseño del
telón de cristal opalesence elaborado por la casa Tiffany de Nueva York, para el
escenario de la sala de conciertos del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de
México, inaugurado en 1934, incluso él aseguró tal hecho, más no ha sido
comprobado.

También escribió el libro Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín.

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Germán Gedovius

Realizó estudios en la Academia de San Carlos donde fue alumno de Salomé Pina
y Rafael Flores. En 1887 fue enviado a Alemania para continuar con sus estudios
y recibir tratamiento médico en clínicas especializadas para la sordera que
padecía de nacimiento. Se especializó en técnicas de pictóricas y dibujo al carbón
en la Academia Real de Munich, mismas que perfeccionó con el maestro Herteri a
través del dibujo al natural y Wilhelm von Dior, quien lo inició en la técnica del
color.

Su trabajo fue influenciado por la pintura barroca holandesa, pintando algunas de


las obras más representativas de su trabajo como el conocido Autorretrato, obra
que le valió una medalla de oro en la Academia Real de Munich. Regresó a
México en 1893 después de una estancia de once años en Europa, diez años
después de su regreso le otorgaron una plaza docente en la Academia de Bellas
Artes.

Dama de las violetas

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PUBLICIDAD

Durante el siglo XIX se publicaron anuncios, algunos con imágenes muy


rudimentarias y escasas, pero es en la prensa finisecular, caracterizada por un
espíritu de progreso y modernidad, donde encontraremos ya las imágenes
publicitarias antecesoras de la publicidad moderna y contemporánea. Además,
gracias a su importancia, la prensa funcionó como medio idóneo para la
comunicación de mensajes comerciales que reflejan una rica gama de aspectos
sociales de la época. En la segunda mitad del siglo XIX, el lector de diarios y
revistas podía enterarse de la compra o venta de casas, carruajes o mobiliario
que se remataba “a la vista, al contado y sin retorno”, de los más nuevos y
eficaces medicamentos europeos y americanos “para la humanidad doliente”, de
los médicos “dentistas”, prendas importadas que vendían los “cajones de ropa”,
“las fondas y neverías de moda”, los mejores expendios de tabacos y chocolates,
los baños “más decentes”, los fotógrafos de renombre que hacían retratos de
bulto, dando servicio a domicilio para cadáveres y personas. Se enteraba también
el lector de los horarios de carruajes y ferrocarriles.

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La publicidad durante el Porfiriato se enfocó a la exaltación del proceso
modernizador del país y al redimensionamiento del orgullo nacional, representado
en la imagen corporativa de las empresas.

Y entre estos anuncios destacan los dedicados a la oferta de servicios docentes


en una sociedad decimonónica siempre necesitada de ellos, entre otras causas,
por los constantes altibajos provocados por las crisis recurrentes y lo conflictos
bélicos, tanto internos como intervencionistas.
Se ofrecían así clases particulares en la casa del preceptor o a domicilio, para
aprender caligrafía, idiomas, fotografía, canto y piano especialmente al sexo
femenino y las propiamente dichas escuelas particulares que impartían
conocimientos de primaria y secundaria.

Sin embargo, en la prensa decimonónica no hay imágenes publicitarias,


propiamente dichas, a excepción de algunas pequeñas manitas recortadas en
silueta, que fungían como indicador o señalamiento para llamar la atención sobre
un aviso en particular, así como ciertas imágenes aisladas que acompañaban a
los avisos de ocasión. En lo que se refiere a los anuncios impresos con imágenes
y dentro de un sentido moderno, éstos surgieron con la prensa del Porfiriato,

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portadora en sí misma de la modernidad de la época. Revistas como El Mundo
Ilustrado, El Tiempo Ilustrado, Arte y Letras, Cosmos Magazine, Revista
Moderna y El Álbum de Damas, publicaban abundantes imágenes con una
buena calidad de impresión, sobre papel de buena clase y con tintas y maquinaria
en ocasiones importadas de países europeos.

Dichas publicaciones salían a la luz semanal o quincenalmente, en una edición


más lujosa que la llamada “prensa de un centavo”. En ellas se cuidaba tanto el
contenido como los formatos, así como la intención de introducir innovaciones
técnicas que las colocaran, por su calidad y tiraje, a la altura de la prensa de los
países más avanzados. Fue preocupación constante de los editores comunicar a
sus suscriptores sobre los adelantos técnicos y funcionales del equipo, así como
sobre las adquisiciones de maquinaria importada de Europa para introducir
mejoras en la producción.

CONCLUSIONES
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La sociedad mexicana sufre graves transformaciones desde el juarismo, y el no
tener una identidad como nación la truca, cayendo en influencias de las potencias
económicas. Este problema no es nuevo, pues podemos ver que se sigue dando
actualmente. Los tradicionalismos y convencionalismos de la cultura mexicana se
pierden y se adoptan nuevas formas europeas durante el Porfiriato.

La principal característica es el afrancesamiento del centro del país, es decir, de la


Ciudad de México. Este afrancesamiento no se da sólo en las cuestiones
arquitectónicas y artísticamente estéticas, sino que se quiere adoptar como una
forma de vida, al convivir con amistades europeas, al querer llevar una forma de
vida que no era correspondiente con el contexto del país. Lo imposible trataba de
imponerse con grandes obras, como si eso fuera a erradicar los extremismos de
las clases sociales: los ricos muy ricos y los pobres, empobreciéndose cada vez
más.
Los resultados pueden verse claramente en la época postrevolucionaria, con los
nuevos ricos y nuevamente, la pérdida de identidad del país.

En el arte, se parecía con claridad la desorientación de patrones, al surgir el


eclecticismo como estilo (sin serlo propiamente), recaudando bosquejos de un
estilo y de otro, todo con corrientes europeas intentando volverlo mexicano.

Durante el gobierno de Porfirio Díaz a pesar de que las obras mandaban a


hacerse, y la mayoría de materiales eran importados, le dieron muchísima estética
a la ciudad de México. Así mismo, perjudicaron a muchas más personas que de
las que eran beneficiadas.

Debido a sus diseños, copiados, o más bien se podrías decir importado de


Europa, no fue una época que marcara gran diferencia en la arquitectura a nivel
mundial. Fue una época muy importante para la arquitectura, a nivel nacional,
debido a las grandes obras, limpias, “novedosas”, y llamativas, las cuales llamaron

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tanto la atención que hasta hoy algunas siguen siendo reconocidas como obras de
arte.

Del lado popular, en las zonas rurales, los materiales más elegantes para la
construcción de hogares era le bejuco y la madera, donde no se guardaba estética
francesa alguna.

A nuestro punto de vista, esta época también marcó mucho a las clases sociales,
ya que se le daba mayor prioridad a los extranjeros de alta sociedad, que a los
paisanos, siendo que políticamente e históricamente el pueblo también tienen
derecho de apreciar lo que es el arte, lo cual hizo falta mucha falta durante el
Porfiriato. Desde entonces podemos ver lo elitista del arte.

BIBLIOGRAFÍA

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 Jara José. José Jara 1867-1939. INBAL, MUNAL, SEP. 1984

 Gutiérrez Haces, Juana María. TESIS, El palacio de la Secretaría de


Comunicaciones y Obras Publicas. UNAM. 1980.

 Boils, Guillermo. Las casas campesinas en el Porfiriato. Martin Castillas


Editores, SEP.

 Lira Vásquez, Carlos. Para una historia de la arquitectura mexicana. UAM,


Tilde. 1990.

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