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index
sAlvador gallardo topete
Rafael Urzúa Macías
Lección de permanencia / Señor de la iracundia 3
rector
eDuardo milán 5
Ernestina León Rodríguez aLejandro molina valerio
secretaria general A veces te pienso descalzo 7
Jorge H. García Navarro aEhécatl muñoz gonzález
director general de difusión Cuatro cuentos “bonitos˝ 8
Eduardo López aRlette luévano / Un poema de Casa en ruinas 10
editor lAura cristina villalobos
Cada cabeza es un mundo 11
sAlvador gallardo cabrera
Consejo Editorial
Cinco cajas para una instalación 12
aRturo villalobos / Cinegrafismos 15
mIguel fernando yacamán
Víctor Sandoval Cuando nada tenía sentido 21
Juan Pablo de Ávila dIego andrés reyes / Hay moscas 23
Rosa Luz de Luna sErgio martínez / Doña Luz 25
Salvador Gallardo Topete mArtín molina / Nadir 27
Claudia Santa-Ana éDgar alberto garcía / Dos poemas 31
Óscar Santos eDilberto aldán / Imagen única 33
Benjamín Valdivia eDuardo garay vega / Basta de lugares comunes 34
Arturo Villalobos eLsa pérez paredes / El resbalón 35
Edilberto Aldán aNa romo / El flamboyán 40
aNdrés téllez parra / Fábula 45
iRia puyosa / Señor cazador 48
Martha Esparza Ramírez
jOrge gómez jiménez / El capitán frío 50
cuidado de la edición
jUan manuel rodríguez 55
eDaín r.v. / La escritura del sí mismo en Nietzsche 56
Sergio Rosales yAvick loera / Leer libros de ciencia para
foto de portada imaginarte en otro lugar 65
eManuel durán / Lo nuevo de García Márquez 67
Tierra Baldía es una revista de Literatura de la Uni- sErgio rosales / El silencio y la piedra
versidad Autónoma de Aguascalientes. Su quehacer (fotografía de toda la revista) 71
consiste en la difusión de la creación literaria local lAura zapata 74
y nacional, sin fines de lucro ni de la promoción de mIguel ángel méndez / Cartas de amor
un perfil único estético o de pensamiento. El criterio
/ Metamorfosis 76
iLse díaz / Tercer mes 78
de selección de los textos se basa únicamente en la
rEgina kalach atri / Rojos 80
calidad literaria. rOdolfo jm. / El flautista 82
Puede dirigir sus textos en poesía, narrativa y ensa- rOdrigo carmona / Mar / Quedarse así 86
yo a la página electrónica sAntiago rojas valdivia / Distintos y distantes 88
tierra_baldia@yahoo.com.mx rOsa patricia vázquez 93
Visite nuestra página en Internet: jUan pablo de ávila / Suicidio 95
http://revistatierrabaldia.blogspot.com rIcardo moreno zapata / Tacos afrodisíacos 101
nÉstor duch gary / Una conversación a destiempo 104
El Consejo Editorial no se hace responsable por las dIana martín del campo / Y cada día 106
colaboraciones no solicitadas. rAmón lópez rodríguez / Carta de un amor
condicionado o m.m.p. 107
jAmes wright / Beginning
Impresa en el Departamento de Procesos Gráficos
(Traducción de Oscar Santos) 108
de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. vÍctor sandoval / De agua de temporal 110
lOurdes de santos 112
Tiraje: 750 ejemplares. rUbén torres / La epopeya latinoamericana 113
aLdo garcía ávila / El jimador 115
Agosto de 2007 eLena de casas 117
mArc jiménez rolland /Frege, Perry y la semán-
tica de la primera persona 119
Tierra Baldía
sAlvador gallardo (el hijo)
Lección de permanencia
Tierra Baldía
Señor de la iracundia
Señor de la iracundia
lanzo palabras como flechas,
putamadres, carajos,
pájaros de negra mierda,
gavilanes, azores, cuchillas cachicuernas.
De la cólera el amo,
cabrones lanzo
como aceradas uñas:
azuzo perros, jabalíes y leones,
gatosnavajas, ocelotesclavos.
Toda la furia
como piedra hondeo.
Rompo, rasgo, reviento,
muerdo y te mando
y me mando a la chingada.
Tierra Baldía
eDuardo milán
Tierra Baldía
Es que no consigo estar de acuerdo yo profundo
con yo profundo, va uno por su lado y otro por su lado
ladeados reconociendo lados de los que dudo, soldados.
*
No israelíes ya tipificados en su tipo ni soldados por
soplete
A mi yo –mijo incaico de rodillas ante lo que cae- sino
soldados por el sol dados a la infancia del cubilete.
Tierra Baldía
aLejandra molina valerio
A veces te pienso descalzo
Tierra Baldía
aEhécatl muñoz gonzález
Cuatro cuentos “bonitos”
Sueños…
Personaje tuvo un padre rígido y malhumorado, quien en todo tiempo fruncía el
ceño.
Cuando personaje terminó la educación primaria, su padre le hizo saber que ya
no era más un niño, que estudiaría para ser un exitoso abogado, que toda su vida
estaría llena de trabajo, que aprendiera a ahorrar dinero y que dejara de soñar.
Un año después de que el padre muriera, Personaje terminó la carrera de
Derecho, aunque nunca consiguió empleo como abogado o en la jurisprudencia,
se mantenía vivo trabajando, doce horas por día, como mesero y lavaplatos
en un restaurante muy concurrido, empleo que ni siquiera lo dejaba pensar.
Con sus ahorros que había guardado durante mucho tiempo, compró el “NTSJ
3000”, aparato que Personaje, antes de dormir, sólo tenía que conectar a su cabeza
por medio de seis neurotransmisores que captaban el momento justo cuando
comenzaban los sueños o las pesadillas, y cuando se detectaban, la máquina emitía
sonidos chirriantes y fuertes que lograban despertar a Personaje. Así, noche tras
noche Personaje dormía contento pues sabía que sus sueños
morían irremediablemente.
La enfermedad
–¡Jija de la chin!– fue la frase inconclusa que dijo mi tío antes de haber caído por
las escaleras del primer piso. Se golpeó consecutivas veces el cráneo con los siete
barrotes; finalmente, quedó tendido sobre el suelo.
Doña Enma la portera y Baltasar el cartero, después de ver consternados,
acudieron al auxilio de don Acacio.
–¿On toi? – fueron las primeras palabras de mi tío instantes después de haberse
incorporado.
Tierra Baldía
Era la historia que siempre contaba Andrés cuando le preguntaban el origen de
la enfermedad de su tío.
En aquel día, mientras el señor Acacio Cristovo descendía por las escaleras
pensaba en los mil pesos para pagar la renta, otros cincuenta para librarse de la
deuda de las chuletas y no podían faltar las cuarenta y cinco aves marías con sus
quince padres nuestros por haber llegado al derrame pensando en los senos firmes
y redondos de Lupita.
Algunos conocidos del señor Cristovo, con relación a la caída y al producto de
ella, argumentaban que tuvo suerte; otros como el padre Callas pregonaban que
era “porque así lo quiso Dios”, mientras que la esposa de Acacio, doña Genoveva,
decía que era “un acto del demonio”, pues ahora ella era la encargada del sustento
del hogar trabajando todas las tardes.
Hoy, tres años después, la amnesia de don Cristovo no sabe distinguir entre un
billete de 50 y uno de 20, ha olvidado el infierno y el cielo, inclusive no recuerda
que hay que ir al baño.
Para el señor Acacio la deuda de las chuletas está perdonada, doña Enma sólo
exige 650 pesos de renta y, Lupita, quien se encarga del pobre hombre, le da de
comer, lava, viste y si se porta bien le recuerda cómo tratar a las mujeres. Bendito
sea.
Epitafio de la imaginación
Mis patas, que parecen sartenes golpeados, que son más bien verdes; las dos piernas
que tengo, son sólo dos palos gruesos de caoba fina; mi larga cola de
reptil es morada con un garfio oxidado en la punta; mi barriga es muy grande –será
porque como mucho– con lunares y verrugas de todos colores; mi dos brazos, largos
como las palmeras, son rojos o azules o negros, depende de mi estado de ánimo; mi
cuello, bueno, no tengo cuello, pero si lo tuviera sería musculoso como los de los
fisicoculturistas; mi cabeza es grande, tan grande como una uva blanca…
¿Qué haces?
¿Me tienes en tu mente, no?
¿Pues no que yo, la imaginación, estaba muerta?
Epitafio de la felicidad
A ver, una sonrisita, una sonrisita no más.
Tierra Baldía
aRlette luévano
Un poema de Casa en ruinas
y mi instinto me dice
él, que siempre responde aunque no lo espere,
que por la tarde
dentro de algunos meses
mi madre tomará la carta
y sabrá
de toda la desesperación
con que la extraño
10 Tierra Baldía
lAura cristina villalobos
Cada cabeza es un mundo
Tierra Baldía 11
sAlvador gallardo cabrera
Cinco cajas para una instalación
Caja # 1
Contiene 3 gubias sujetas con una liga de goma/ navaja de afeitar con mango de
carey, incrustaciones de plata o níquel, y una placa con este monograma: DGS/
frasco gotero de 10 ml./ un casete; en la etiqueta del lado A está escrito: Varios; en la
del lado B: Music for amplified toy pianos/ vainas de colorines en una lata de sardinas/
volante de pizzas Hut/ cuaderno de bocetos marca Cachet con el lomo quebrado/
un pedazo de lápiz/ fotografía de una
estela de reactor en el cielo/veleta-
gallo oxidada con 4 orificios de bala
calibre 22/ botecito de yogurt lleno
de cáscaras de avellana/ tarjetas de
palabras clasificadas por rimas/
libélula en un frasco de formol/
microchip en una cajita metálica de
vick-vaporub/ placa con huellas
fósiles de helechos/ cinta métrica/
fotografía de una casa roja de madera
en el barrio de los ferrocarrileros de
Aguascalientes/
Caja # 2
En la tapa de la caja está escrito a grandes trazos y con tinta color verde: De la
verificación general de objetos antiguos y actuales. Verificación general, subrayado.
Contiene miles y cientos de miles de listas, clasificaciones, morfologías y tablas de
localización. También hay 54 disketes en una bolsa de plástico con una etiqueta en
blanco. Listas escritas a mano, otras en máquina mecánica y otras más en computadora.
Las hojas tienen 3 columnas: un nombre en la primera, un dibujo-descripción en la
segunda y una cifra de localización geográfica en la tercera. Los dibujos no aspiran
a la representación; parecen funcionar como elementos de invocación: corazón en
un hueco en la casilla que corresponde a la magnolia, por ejemplo. A partir de la
página 13, es posible notar la ruptura del sistema de comparaciones y analogías: las
12 Tierra Baldía
coincidencias entre los nombres, los dibujos-descripciones y las localizaciones se
dislocan e iluminan ángulos difíciles de percibir. En la entrada Estanque de metano,
hay un dibujo de un satélite muy alto sobre el océano y como cifra de localización
las coordenadas de La Haya. Desde ahí, aparece una taxonomía dislocada por
clases impuras, géneros escurridizos, fisuras entre los parentescos y las especies,
evoluciones que no proceden por diferenciación, sino que saltan de una línea a
otra entre seres totalmente heterogéneos; genealogías cruzadas y comunidades
simbióticas. Cada página tiene muescas en las comisuras, líneas marginales en color
naranja y cortes como entradas o perfiles. ¿Son marcas de un orden mayor; de un
orden que daría sentido total a esas miles de páginas?
Caja # 3
Contiene 129 no objetos, objetos que se anulan a sí mismos, objetos provenientes de
almacenes secundarios, objetos sin propósito alguno, objetos en ebullición, objetos
desequilibrados, objetos de adaptación instantánea (al tocarlos se funden con nosotros
replegándose sobre sí mismos), objetos en estado de hibernación, neo-objetos,
objetos-trampa, objetos armándose con una paciencia presta para lo infinito, objetos
que tienen por estómago a un hombre, objetos desfondados, objetos sin contorno,
metaobjetos, objetos congelados en su perfección, objetos obturados en las terrazas
electrónicas, objetos en mudanza incesante (no permiten hacerse una representación
de ellos), objetos de doble coyuntura, objetos imposibles, objetos-cardumen, objetos
desventrados, objetos de última generación rebasados por la obsolescencia, objetos
desestructurados, objetos textuales de persecución, chupaobjetos, dispositivos u
objetos de umbral. Son 129. No describiré ninguno.
Caja # 4
Contiene un cuaderno con observaciones tomadas desde una ventana que da al
Parque Hundido. Tres muestras:
Tierra Baldía 13
13:42 – 13:46 [ventana abierta. lunes. nublado con viento]
ardilla color café con gris salta de un eucalipto al muro de separación del parque
(hay unos pájaros que tienen la misma combinación de colores)/ sonidos: viento
entre las ramas, viento entrando por la ventana, trinos aislados, las cuatro estaciones
de Vivaldi desde el audiorama, un cláxon distante/ nueva vuelta de la mujer con
tenis rosa; el perro de tres patas mantiene el paso/ pareja de ancianos acompañados
por una sirvienta que empuja una carreola. la vieja tira de un tanquecito de oxígeno
con llantas/ avión/ gorrión picoteando en el limonero/ olor a madera quemada/
hombre con tenis color azul cielo y perro chihuahua al lado/ ondea la banderota
nacional
sonidos: trinos aislados, silbido del aspersor encendido, campanas/ luz delgada
aún no toca el suelo/ olor a eucalipto/ helicóptero cruzando de norte a sur/un farol
prende y apaga/ indistinguible la banderota nacional
Caja # 5
Contiene paquetes de tarjetas. Cada paquete, de grosor variable, abre con un símbolo
topográfico dibujado a trazos gruesos como con un pincel chino. En las tarjetas que
le siguen se consignan diferentes trayectos-historias por medio de frases cortas,
palabras sueltas y dibujos de otros símbolos topográficos.
Interrumpo prosa del registro. Desvío no señalado en mapas. Cruzado límite término
provincial. Bruma. No encontramos la estación meteorológica. No encontramos las
lagunas con agua constante. Viramos varias veces. No encontramos la vía doble
de ferrocarril. Una señal desconocida, como un bucle, pintada en muro color
amarillo ocre. Ruinas. Transformador oxidado. Zona no consignada en mapas. Pozo
seco al norte. Puente de hierro quebrado. Neblina. Torre vigía en ruinas. Árboles
desconocidos. Naturaleza extraña y hostil. Marismas. Saltos de agua. Regresar.
Imposible reconocer los trayectos. Ninguna vía permanece. Mudanza de los canales
de navegación.
14 Tierra Baldía
aRturo villalobos
Cinegrafismos
Genealogías
Tierra Baldía 15
Don Quijote y a Gargantúa quienes engendraron a Gulliver quien engendró a
Arthur Gordon Pym quien engendró a Alicia quien engendró a Maldoror quien
engendró a Gregorio Samsa quien engendró a Plume quien engendró a... (?)
Dice un personaje de cierta novela de Stephen King: “Un personaje está
más muerto que un saco de huesos”. Más o menos como un fantasma, pues
el fantasma ni siquiera existe en “el mundo real”, a diferencia de un saco de
huesos, que se puede tocar y cuyo contenido alguna vez estuvo vivo.
Una historia de la literatura en que los personajes se extinguen al finalizar
la obra y resucitan en otra, renovados y metamorfoseados en otro espacio,
otro tiempo y otro paisaje estético. No son dioses, ni humanos, ni potencias
sobrenaturales, aunque se acerquen a lo mitológico, sino entes fuera del
espaciotiempo que viven en el plano del arte y se posesionan de ciertos
escribientes que han tenido contacto con ellos al leerles.
No viajes con un hombre muerto: revive a ese personaje cuando lo lees. Sólo
tú puedes volver a hacerlo existir. Él duerme en las dimensiones de la nada
impresa, aguardando a que lo hagas volver de entre aquellos que están más
muertos que los muertos.
Lo peor que te puede pasar es que seas poseído durante un tiempo por una
ninfa, un espectro, un hombre inexistente, un dios antiguo, un mito, una mujer
amada, un aura, una sombra.
Recordar a Calasso: cuando los dioses murieron, hace cerca de dos siglos,
no desaparecieron, sino que se transformaron en enfermedades mentales. La
literatura es acaso la única forma de resucitarlos para conjurar su influencia.
16 Tierra Baldía
Un rasgo tenaz en la memoria que ha guardado la adaptación cinematográfica
de El proceso de Franz Kafka, realizada por Orson Welles, es la insidia
desmesurada de las puertas. Puertas que empequeñecen a quien llama a ellas.
Puertas que asfixian y separan como bloques gigantescos toda entrada y salida a
un proceso que se alarga y se confunde con cada acto de la existencia cotidiana.
Mientras tanto, Joseph K. apenas tiene tiempo para un erotismo sin culpa, para
esas espectrales mujeres, fugaces e incomprensibles, que lo saben condenado.
Tierra Baldía 17
La máscara de Tin Tan
– Es que toda la vida he sido un idiota y hasta ahora me doy cuenta– dice
un personaje de Tin Tan casi al final de una de sus clásicas películas
en blanco y negro, al inquirirle la razón de sus lloros y gimoteos,
luego de ser ignorado por una mujer a la que creía enamorada de él.
La escena provoca una especie de risa patética, una triste socarronería, un
carcajearse a pesar de todo y de sí mismo, del mundo y la fortuna con sus
vuelcos despiadados.
Pero en el caso de este enorme actor cómico –para algunos, el más grande en el
cine mexicano –, siempre me he preguntado si lo que atrae de Tin Tan consiste o
subsiste en su ausencia de personalidad, cuyo delicado lirismo sólo presentimos
cuando canta o en quijotescos momentos de melancolía. Fuera de esos
momentos, el rostro de Tin Tan gesticula parodiando todas las gesticulaciones,
los rictus, los semblantes, las personalidades, los egos, los roles, los oficios...
todos los hábitos humanos que requieren de una actitud gesticulatoria para
definirse y diferenciarse ante los demás. El rostro de Tin Tan se convierte en un
signo de otros signos, la satírica farsa gestual de la comedia humana urbana.
Asimismo, es como si Tin Tan actuara visiblemente cualquier personaje y
exagerara los tonos de la actuación hasta dejarla en suspenso sobre el vacío,
como ocurre en cierto teatro chino en que el actor nunca pretende simular una
personalidad sin indicar en todo momento que está actuando. En Tin Tan, su
paródica actuación se intensifica porque
poseía el genio que subrayaba aquellos
rasgos de la actuación más caricatures-
cos de su personaje, acentuaba hasta
el delirio la máscara de la emoción
para dejarnos en una irrealidad por la
que en momentos extremos se llega
a sospechar la artificialidad de todo
dramatismo, del énfasis que lo alimenta,
de la expresión como impresión.
Tin Tan no sólo actuaba, sino actuaba
al papel del actor mismo, dejándonos
también la incógnita de quién era
Tin Tan, quién estaba al fondo de esa
personalidad ausente que estiraba hasta
la grotesco todas las personalidades en
una plasticidad que las recuerda como
son, es decir, como máscaras.
18 Tierra Baldía
El robot genético
Tierra Baldía 19
protesta pues la genética ha terminado por discriminar con toda exactitud las
capacidades humanas y distribuir sin margen de error el rol, la ocupación y
las relaciones personales. Como es habitual en el género, se expone el conflicto
social latente o abierto a través de lo individual, en este caso un impostor que en
tal sociedad se convertiría automáticamente en criminal, determinado a lograr
su acariciado sueño de viajar al espacio exterior (una imagen de ir al encuentro
con lo virgen y no condicionado, inefable e incontrolable, al silencio infinito de
las estrellas, como se revela en las últimas imágenes del film) y demostrarse a sí
mismo que la fuerza de voluntad se impone sobre los genes, arrostrando enormes
sufrimientos por su osadía y no sin hacer uso de todo su ingenio y disciplina
para aspirar a lo que en su civilización responde a lo imposible de traspasar.
Podría parecer una conclusión optimista, pero pensemos que si fueron necesarios
todos los recursos que el protagonista emplea para “alcanzar su ideal”, no
hay lugar alguno para la esperanza: cualquier fundamentalismo –véase
como se le vea: necesidad antropológica o estructura psicosocial– deviene en
condición opresiva que la jerarquía se encarga de “normalizar” para que pase
por “natural” (en esta utopía se ostenta como “lógica” o “racional” dentro
de una posthistoria como paraíso artificializado) y lejos de haber liberado al
hombre se constituye en obstáculo para su conocimiento, en desarticulación
de sus atributos –que no pueden darse por separado, como es obvio– para
reinventarlo como robot programado por cuatro bases orgánicas.
20 Tierra Baldía
mIguel fernando yacamán
Cuando nada tenía sentido
Gregorio Samsa,
al despertarse esa mañana después de un sobresaltado sueño,
se halló sobre su cama convertido en un repugnante bicho...
(La metamorfosis, Franz Kafka)
Tierra Baldía 21
una orden. No me detiene ni la ficción que
vende un ángel, mucho menos el psicólogo
y el sexo, nada, ni nadie. Este momento es
un fragmento de libertad que me regalo para
siempre.
Corro, lejos de todos esos seres, corro para
no volver a todo eso, corro porque nadie me
da lo que quiero. Nadie ni nada me motiva. Y
si estoy encabronado y si chillo y berreo es por
que no me quiero morir. ¡No me quiero morir!
Intento quedarme en este mundo, pero nada
me convence y me siento como un fracasado,
un mediocre. Este mundo es demasiado para
psicólogos mí y sin embargo nada me llena.
que han existido en esta Me canso de tanto correr, caigo al suelo.
tierra! Todos están locos. Malditos seres Mi respiración es agitada, me siento por unos
perdidos, no se encuentran ni ellos mismos y momentos. Sinceramente, sigo esperando
en esa calidad humana se van a la tumba. a que algo pase. ¡Alguien! Alguien que me
No sé qué sucede pero un policía bajando abrace y me haga entender, no importa si es
de una patrulla quiere mis datos. ¡Los quiere! el Diablo. Quiero algo que cambie mi pinche
Si ni siquiera sé quién soy. ¡Que me lo diga él! vida, un algo que me haga llorar no sólo de
Instantáneamente veo a mi madre angustiada esta euforia. ¡Algo! ¡Un maldito Algo! Una
y preocupada. Me da más dolor. ¿Por qué me palabra, un acto, un golpe, lo que sea.
parió? Detrás de mi madre venían mi padre Pasado el tiempo, todo continúa estático.
y hermanos. La Gran Tragedia ¡La Gran Algo se mueve y no sé por dónde salió, por
Tragedia! Y no saben ni por qué, ¡carajo! lo que deduzco que la noche lo escupió… es
Me levanto y salgo corriendo, nadie me un gato negro… No hace nada más que seguir
puede hacer nada, ni la policía me puede su camino, ni siquiera me observa. Esos gatos
detener, el único crimen por el que me podrían son todos unos maestros del egocentrismo.
culpar es por mis pensamientos suicidas, pero Mi concentración se interrumpe por un
ésos son sólo míos; ni siquiera se los comparto animal que sale de una coladera, se trepa en
a Dios, y si lo tuviera enfrente le preguntaría un contenedor de basura y el gato como una
por qué me dio la capacidad de interrogarme bala sale disparado a matar, va detrás de él.
tanto las cosas y por más que me esmero no El animal logra meterse a un contenedor de
encuentro respuestas. ¿Se divierte viéndome basura y justo cuando el gato dio el salto hacia
cómo me las arreglo con mi poca capacidad el interior, el contenedor se cierra y lo aplasta.
intelectual? Como dicen trilladamente: La curiosidad
Ni mis padres me pueden detener, su mató al gato… ¿Será éste el sentido? Y es justo
autoridad no se les acabó a los dieciocho años ahí cuando me levanto; he encontrado mi
sino desde que nací, jamás volverán a darme respuesta.
22 Tierra Baldía
dIego andrés reyes
Hay moscas
1
La mosca vuela en círculos
pequeña de alas telaraña
pretenciosa mosca cóndor
2
Hay moscas ilustradas
sabias de vida caramelo
pero mosca en almíbar
es mosca muerta
3
Hay moscas poetas
sin mierda en qué caerse
moscas soberbias
moscas de palabra
4
Mosca burguesa
hundes a las moscas en la mierda
mosca del pueblo
mosca ciega
Tierra Baldía 23
5
Mosca vaginal
que mama y mama
Mosca lameculos
mosca partidista
6
Mosca joven
mosca de noche
mosca inerte mosca dormida.
7
Mosca progresista
mosca de mierda
moscasapiens
24 Tierra Baldía
sErgio martínez
Doña Luz
Tierra Baldía 25
lamentó y sufrió la descomposición
de su familia, que evitó mientras las
fuerzas le alcanzaron y pudo ejercer
alguna influencia, todo se volvió
un desorden. Ahora las mujeres
trabajaban, se habían olvidado las
tareas del hogar y la educación de los
hijos; no sabían cocinar ni remendar;
no se dedicaban al esposo y a sus
hijos. Todo había cambiado para mal.
¿Qué era eso de andar a altas horas
de la noche en la casa de las amigas,
tomando y divirtiéndose con juegos
de azar que en sus tiempos sólo
jugaban los hombres en la cantina?
¿Cuánto le quedaría
de vida?, ¿qué tal si su
deseo de nunca morir se
había cumplido? Recordaba
aquel día que por interrumpir a sus
padres en una plática fue castigada
y enviada a su recámara sin cenar.
Ofreció disculpas pero no fue
escuchada, entonces pidió con todas
sus fuerzas castigos para la familia
entera, y la inmortalidad para ver
el castigo de cada uno. Después de
estudio y trabajo se hizo de un nombre, una
llorar en silencio se quedó dormida
posición y de un capital que le permitió vivir
y cuando despertó se arrepintió por haber
con comodidades hasta sus últimos días.
pedido lo maligno y lo imposible.
La familia quería su dinero y
Nada era ya como antes, todo había
nada más. Eso de que los nietos cambiado y ahora ella no encajaba en el nuevo
pretendían que los ayudara mundo. Respiró profundo, buscó entre sus
económicamente le resultaba ropas un frasquito que contenía un líquido que
un insulto. Antes los hombres bebió lentamente, pero con firmeza. Cerró los
trabajaban, ahora eran unos ojos, empezó a quedarse dormida y no se dio
mantenidos; y de las mujeres cuenta cuando dejó de escuchar los sonidos
mejor ni hablar. Las nietas con esas de la noche que avanzaba lentamente.
faldas tan cortas, las piernas abiertas al sentarse,
Cuando despertó, el cuarto estaba vacío y
todas pintadas y los cabellos de colores, no,
había pasado una semana desde su funeral.
ya no había respeto por nada. En silencio
26 Tierra Baldía
mArtín molina
Nadir
Diásporas
flotan como nebulosas de humo
como el opio
Y la luna nueva
respira
crepita
en su Nadir
A la sombra de las higueras
unas estrellas caen
y vuelan como pedradas
mientras yo
vago
y divago
el cielo está estrellado
La noche
constelada de un velo
me niega el harem de mi memoria
No está Casiopea
se la llevó el grito negro del viento
Tierra Baldía 27
Ni las siete hermanas
que miran ocultas tras la bóveda vedada
de las nubes
Mientras yo
vago y divago
la noche se estrella
Esporas de la luna
polvo barrido por el viento
ella
sentada al borde de su Nadir incierto
Ella
musgosa
me mira con tus ojos idos
con tus ojos nebulosos
y perdidos
Recuerdo al fin
que en esta noche de diásporas estrelladas
28 Tierra Baldía
Es que tu cara vana se fue
al acabar con los últimos ritos
Recuerdo sólo ahora
que tu iris
– donde hay ríos de colores
que se funden como deltas ascendentes–
es un nómada
que vaga a la luz de la luna
en el desierto de lo real
Nautilus
Nautilus de profundis
espirante y total
Cautiva y fugitiva
coraza de architechtis
Calamar gigante
dios hindú de los muchos brazos
de los ojos enormes de luna llena
de la respiración sombría
tinta para versos acuosos
30 Tierra Baldía
éDgar alberto garcía
Dos poemas
Siempre en la cocina.
El olor a hambre tiraba su anzuelo.
Ella trabajaba en los conjuros debidos
con su silueta despiadadamente débil
como una vela recién apagada.
Y yo escuchaba su voz pequeña,
semejante al mar íntimo de las conchas,
reclamándome que siempre había querido hacer tantas cosas
y que nunca había hecho tantas cosas.
Volvía de un sueño
cuando de pronto volteó hacia mí
con su cabello teñido de bandera encendida
y me apuntó con su cuchillo húmedo
igual que su frente.
Mi madre tenía en los ojos
el tamaño de la desesperanza
porque la preocupación en ella
era siempre una horca tensa.
Édgar Alberto García (Mexico, D.F. 1983), tallerista del ciela, gusta
de complicarse la vida, por eso intenta, en cada momento desde
hace cuatro años, hacer poesía. En sus ratos libres trabaja como
lava coches en un lote de autos usados.
Tierra Baldía 31
“El enamorado busca su amor aún allí donde sabe que no está”
De cierto es
que no se puede esconder un beso detrás de tus pechos:
apenas dos tatuajes gemelos de otros pechos que no están.
Digamos que si se siente un escalofrío antes de la muerte
es más muerte la que merodea debajo de tus bragas;
y es piromanía, tortura limpia, y no tiene nada que ver con morir de
amor.
Sé que no está en tu rostro cubierto por ángeles menos feos que tú,
ni en esos ojos que parecen dos brujos desnudos
–porque ni los ángeles se muerden los labios de ganas
ni los demonios les palmean el culo.–
Podría jurar que los perros que se enseñan los dientes antes de copular
se aman aterradoramente. Tú siempre ríes.
Yo, como el eunuco de un rey muerto, tengo el deber de decirte
que el amor no lo encuentro en ti,
solamente que tú dejas una trampa hecha de esa mirada,
que me ve igual que si hubiese hecho una buena obra:
en cada palabra que repito estoy solo
y llevo mi mano hacia abajo apresuradamente.
32 Tierra Baldía
eDilberto aldán
Imagen única
Tierra Baldía 33
eDuardo garay vega
Basta de lugares comunes...
A la verga. Que no nos vengan con su jugamos exteriores de México, de ediciones gachupinas
como nunca y perdimos como siempre; que con joder en lugar de chingar, de consejos de
ahora ninguna persona se atreva a decirme participación para que nos digan que todos
que, bueno, tuvieron su oportunidad y decidimos; basta de liguillas y repechajes, de
desaprovecharon el último juego mientras derrotas sorpresivas para que los apostadores
el Santos ganó 2-0. Ya estoy harto de estos hagan su agosto, de juegos de futbol de
axiomas que comienzan hablando sobre que en primera división en el Corregidora, de Hugo
la democracia se gana con un voto, que la ley contra La Volpe, de diplomas que acreditan
es implacable aunque sea injusta, que debemos como escritores a aquellos que pagan su
seguir las reglas del juego porque todos las mensualidad completa.
aceptamos desde el principio. Estoy hasta la madre de homenajes
Que se vayan a chingar su madre aquellos nacionales a Chespirito, de que los presupues-
que ahora dicen que las becas y los apoyos tos se vayan en sueldos ejecutivos, de que a los
son para todos, que las oportunidades ahí gordos se les considere como enfermos, que
están y que debemos aferrarnos a un sueño me hable de Zapata un tipo que aún considera
porque algún día, en algún momento, se van a a los campesinos como gente sencilla y
realizar. Y que nadie salga con que Dios aprieta humilde.
pero no suelta, que podríamos estar peor, que Mando derechito a la mierda a los poemas
para qué mover esos papeles que más daño sobre el pobre poeta incomprendido y posee-
que beneficio le hacen al país, que para qué dor de una verdad que es incapaz de plasmar
contar lo que ya contamos, que sí hubo una en una frase; me declaro incapaz de poder
mala interpretación con los 3 puntos al aplicar leer otra columna de periodistas que me dicen
el reglamento, pero, pues ya qué. que el video es la mejor evidencia que pueden
“Querétaro lloró”, “no hubo milagro”, encontrar, de incompetentes que no pueden
“2.54 arriba el pelele”, mamadas. La esperanza decir sí o no y que necesitan que llegue el jefe
nunca muere porque no existe, y aunque digan para tomar una decisión.
que todos somos arquitectos de nuestro propio Así que nadie se extrañe si me cago de la
destino casi nadie cuenta con maquinaria para risa la próxima vez que me alguien me dé un
empezar a trabajar. Nuestro mal de muchos es discurso de cómo están las cosas. O si mando
la risa de los pocos cuantos. al carajo revistas y columnas llenas de nombres
Ya basta de lugares comunes, de poetas de prestigio. Y que me perdonen cuando en la
y escritores hijos del servicios de relaciones calle me sorprenda la muerte y dé las gracias.
34 Tierra Baldía
eLsa pérez paredes
El resbalón
Tierra Baldía 35
calificar, que su currículum no era atractivo y que la carta de recomendación
del director general de su centro de trabajo era lo único que realmente
justificaba su aceptación en el programa. Después de indicarle que el Conacyt
no la becaría porque rebasaba el límite de edad, le dijo que no se preocupara
porque el centro de estudios le había conseguido otra fuente de financiamiento
que a cambio exigía que mantuviera un promedio general de nueve a lo largo
de la maestría.
Necesitaba llevar antes del lunes original y copias de su título profesional,
acta de nacimiento certificada, fotos infantiles y tamaño credencial, certificado
de buena salud acompañado de placas de tórax y cráneo, química sanguínea,
examen general de orina y constancia de ingravidez. Al mencionar este último
requisito, la doctora Sánchez explicó que estaban a punto de convencer a la
presidenta del patronato de que éste era totalmente discriminatorio, pero que
por lo pronto tenían que aceptar así las cosas so pena de recortar algunos
programas de investigación financiados por la fundación.
Le quedaba poco menos de una semana para resolver las cosas. Los
papeles ya estaban listos, afortunadamente en el trabajo guardaba original y
copias de toda su documentación porque en casa nada estaba seguro con el
desorganizado de Juan. Las fotos se las tomaría en el estudio de la esquina,
donde se las tendrían para el jueves en la tardecita. Por la noche visitaría al
doctor de la familia, quien seguramente no tendría problema en ordenar los
exámenes y certificar su buen estado de salud.
Caminó hasta la estación del metro con un enjambre de ideas en su cabeza
–qué cosas, pensó–, Juan y ella tenían meses de no dirigirse la palabra y justo
ese encuentro amoroso les hizo estar relativamente bien por unos días para
después reiniciar los reproches y recriminaciones. ¿Cómo empezó todo? ¿Por
qué ahora? ¿Y si tuviera otro hijo? ¿Y si fuera una señal? No, el médico le
dijo que cada vez era más peligroso que quedara embarazada, sus problemas
de anemia e innumerables abortos espontáneos no auguraban que un bebé
naciera en las mejores condiciones.
Imaginó la cara de la doctora Sánchez si se enterase que
existía la posibilidad de que alguien osara botar su afamada
maestría para consagrarse al deber supremo de la maternidad. ¿Y
qué con la reacción de Alonso?
El movimiento más acelerado de la gente y el timbre del tren anunciaron
que las puertas se cerraban en ese momento, corrió mecánicamente, y a
fuerza de empujones y uno que otro jalón logró colarse al interior del vagón;
dentro pensó en su imprudencia, tenía que cuidarse, lo que menos
necesitaba en ese momento era tener que convalecer por
un accidente.
36 Tierra Baldía
Alonso Ramírez, director del Instituto de Estadísticas Socioeconómicas la
recibió en su oficina casi a las nueve de la noche. ¿De qué necesitaban hablar
a semejantes horas? ¿Qué te dijeron en el centro? ¿Estás embarazada? ¿Estás
segura? ¿Cómo que no traes tu coche? ¿Qué más necesitas? La voz de Alonso
iba subiendo cada vez más de tono y en ese momento, Patricia –como siempre–
comprendió, advirtió que en esas condiciones lo mejor era retirarse, ¿por qué
lo había ido a buscar? Ambos estaban seguros que el hijo no era de él.
Después de interminables viajes de trabajo que no les permitían
verse con regularidad en sus citas a hurtadillas y de las cada vez más
frecuentes escenas de celos, Alonso y Patricia acordaron no verse más.
Ella se iría del instituto, mientras que él se comprometía a no buscarla
más; a cambio, él seguiría pagando el financiamiento del auto y la
apoyaría para que la aceptaran en el centro académico más prestigiado
de la entidad.
Alonso se puso en contacto con su entrañable amiga Carmelita para solicitar
informes sobre requisitos, fechas y lugares del próximo ciclo escolar de la
maestría que ella coordinaba, y a pesar de sus múltiples ocupaciones se dio
tiempo para redactar personalmente la carta de exposición de motivos, esbozar
el anteproyecto de investigación, conseguir otras cartas de recomendación y
ayudarla a preparar el examen de admisión.
Cuando cerró la puerta del taxi le rogó por cuarta ocasión que lo perdonara
por no llevarla hasta su casa –iba muy atrasado en el proyecto que tenía que
entregar a primera hora– le pidió que por favor se fuera con mucho cuidado,
que lo tuviera al tanto de todo y que le mandara un mensaje cuando llegara
a su casa. En cuanto el auto dobló en la esquina ella se soltó a llorar y no
paró sólo hasta que se percató que ya tenían un rato detenidos frente a su
domicilio. Recordó que ya había hecho cita con el médico, así que le pidió
al conductor que la esperara en lo que entraba por unos papeles y por más
dinero. Ya en camino, le marcó a Juan desde su celular para informarle que
había pasado a la casa por unos papeles y que llegaría un poco más tarde.
El doctor la revisó y le dijo que su embarazo estaba más avanzado de lo que
ella suponía, tal vez tres o cuatro meses. Le aconsejó que se alimentara
porque estaba excedidamente delgada y le recetó un arsenal de
vitaminas y complementos alimenticios. Le solicitó que no se tomara
las placas y en cambio le encargó un par de estudios más para ver el estado
de ella y el producto. Le dijo que con gusto le extendía el certificado médico,
pero que decididamente no podía ayudarla a interrumpir el embarazo.
De regreso a casa, ya casi a la media noche, con los ojos hinchados de tanto
llorar se percató que únicamente el yogur que se compró afuera del metro era
su alimento desde que salió de la casa rumbo a la ciudad universitaria. Al
Tierra Baldía 37
encerrarse en el cuarto del niño no tuvo tiempo para pensar en más porque
un pesado sopor la invadió dejándola caer sobre la cama vestida y con zapatos
puestos.
A la mañana siguiente tomó una larga ducha y se arregló con
esmero intentando ocultar los ojos abultados y cualquier rastro de un
posible embarazo, esfuerzo infructuoso porque su extrema delgadez lo
único que delataba era que hacía tiempo que cuidaba su dieta sólo para
no ganar peso. Se dirigió a la cocina y se bebió de un trago el jugo que
Juan le había dejado media hora antes de salir para el negocio familiar.
Las náuseas fueron tan fuertes que terminó vomitando todo.
Juan había tomado su auto otra vez, de modo que con una expresión de
hartazgo caminó hasta la esquina esperando con impaciencia al camión que
la dejaría a una cuadra del metro Guerrero, de ahí a la estación Zapata y
luego un taxi al metro Mixcoac…
–¡Abran paso!– gritaba un paramédico bajando de dos en dos las escaleras
de la salida del metro con una camilla plegable –¡abran paso!– gritaba otro
empujando a la gente arremolinada alrededor de Patricia que yacía en el suelo
en posición fetal al pie de la escalera.
En el hospital, doña Dolores, mamá de Patricia, rezaba sin cesar pidiéndole a
Dios que Patricia despertara. Ya se habían cumplido dos semanas del accidente,
y los doctores sólo respondían que estaban haciendo todo lo humanamente
posible para que ella y el bebé estuvieran en las mejores condiciones. Fractura
de clavícula y de nariz, contusiones por todo el cuerpo y considerable pérdida
de sangre fue el resultado del resbalón. Técnicamente no había explicación
para que el estado de inconciencia se hubiera prolongado tanto, dado que los
estudios de cráneo reflejaban que estaba ileso.
En todo ese lapso, Juan se despegó del hospital únicamente un par de horas
cada mañana, para ir a casa a ducharse, enviar al niño al colegio y regresar
al lado de su esposa. En ese espacio, Alonso aprovechaba para reportarse
todos los días con doña Dolores y preguntar si había alguna novedad. La
secretaria de la coordinación dejaba insistentemente recados en la grabadora
del teléfono de la casa de Patricia, para preguntar, sin resultado, por qué el
retraso para la entrega de la documentación solicitada.
Un par de días después, justo en el momento en que Juan no estaba,
Patricia despertó y fue víctima de las más ácidas recriminaciones de su
madre. Desconsiderada, mala madre, irresponsable, pecadora fueron algunos
de los adjetivos que utilizó doña Dolores al momento en que le pedía cuentas
por su acto suicida. “Mira que tirarse por las escaleras sólo porque no fuiste
aceptada en la maestría. Afortunadamente, Dios sabe por qué hace las cosas y
no permitió que en ese desastre se perdiera esa criaturita inocente, que sería
38 Tierra Baldía
otra bendición para su matrimonio.”
Ya en casa, Patricia se reportó a la oficina para informar que estaría
convaleciente todavía tres semanas más. Habló con la doctora Sánchez para
disculparse porque, por razones obvias, tendría que “abortar” su plan de
estudiar la maestría. En ese tiempo, el niño fue el más feliz porque su mamá
estuvo en casa para comer, jugar y hacer la tarea juntos. Juan le pidió perdón
por su terrible comportamiento y le prometió que ahora sí cumpliría su
promesa de acabar la preparatoria, apoyarla más para que desempeñara
su trabajo sin las presiones del niño y de la casa, y dejar atrás sus estúpidos
celos.
Patricia aplazó su renuncia
en el trabajo pues recibió un
ascenso lo que significó un
cambio de oficinas y una
significativa reducción en
el tiempo de traslado. Unos
meses después Alonso y
la doctora Sánchez fueron
los padrinos de la hermosa
Carmen Dolores. Juan cerró
definitivamente el negocio
familiar para dedicarse de
lleno al cuidado de los niños
y las labores de la casa.
Patricia vendió el auto para
finiquitar el adeudo con
Alonso, y la doctora Sánchez
al fin logró convencer a la
presidenta del patronato
para eliminar la cláusula de
ingravidez.
Tierra Baldía 39
aNa romo
El flamboyán
40 Tierra Baldía
sus padres a bendecir del todo aquel enlace; sin sólo la quimera, porque la realidad pronto se
embargo, mi amiga fue tentada por los viajes, transformó en exigencias maniáticas de ultra
el velero, el yate, la avioneta, los ranchos, las limpieza pasando además por miles de pa-
huertas y las mansiones y edificios que le ñales, papillas, mamilas y complicadísimos
acompañarían por toda su existencia. platillos típicos, como el sacahuil, armadillo
Cuando su primer embarazo llegó, a la naranja, venado en salsa de ciruela y
ella por fin entendió que su lugar simplezas de esa índole que debía estar listas
no iba a ser viajando y brillando en todos los días para el almuerzo de las once,
sociedad al lado de su acaudalado cuando él llegaba de cabalgar y supervisar
marido, sino atrapada en su casa, los potreros de la hacienda. A los niños nada
como correspondía a la señora del de nanas, que para eso estaba su joven y sana
casi dueño de aquel pueblo perdido madre; y en la casa, nada de auxilio doméstico.
en la selva tropical. Mi amiga, acostumbrada a ser la niña de la
De aquel sueño infantil que la llevó a decir casa grande, descubrió con callos en las manos
que sí en la ceremonia matrimonial, quedó y lágrimas en los ojos que ser “la señora” de
Tierra Baldía 41
ese hombre era muy diferente a lo que ella se en aquel paraje perdido en el paraíso de
había imaginado. árboles frutales y verdor. Por eso sé que ir allá
Algunas veces Fabiola viajó. Él la llevaba y verla morir poco a poco, me era cada vez
de compras a donde ella quisiera, se iban más y más insoportable, así como el calor y los
volando en la avioneta a San Antonio o Mac mosquitos, y el sudor eterno y la falta de aire
Allen al menos una vez por mes y ella siempre que se respiraba en esa vivienda.
a la sombra de su marido como le correspondía Fueron muchas visitas las que hice antes de
su papel histórico (y, para acabarla, social). decidir no volver jamás. La última la recuerdo:
Elegía con el dedo lo que anhelaba. fue diferente, ella simplemente no
Eso sí, nunca le limitó ningún gusto me quiso recibir, él se veía muy
y regresaban a su casa en la selva angustiado, tanto que por primera vez se
a colgar la ropa que nunca usaría sinceró conmigo y me platicó entre whiskey y
porque no habría evento alguno para whiskey que la veía rebelde, rencorosa, furiosa,
presumirla, ni tiempo o compadres resentida, y no alcanzaba a comprender qué
al menos para invitar. Bastó un año de era lo que le faltaba a su mujer, si él se desvivía
este tratamiento para que ella ya nunca más por brindarle todo lo que estaba en su mano.
anhelara esos viajes. –Mire, Teresa, yo no entiendo qué le pasa a
Los negocios florecían, pues en casa siempre mi mujer, usted que es su amiga aconséjele, a
había carros nuevos para llevar a los niños a mí no me escucha, no sé qué le sucede, hace
la escuela. También hubo mejoras en el hogar. mucho ya ni me habla, me corrió de la alcoba,
Se instaló una piscina a fin de no tener que ya no oye mis historias con la misma atención
moverse a la casa de la playa. Fue así que el y embelesamiento de antes; los hijos cada vez
mar se fue olvidando del cabello y cuerpo de la alteran más y más y lo único que quiere
olas de aquella que había jurado de niña ser es que le compre libros que yo no entiendo,
sirena y quizá por eso la piel perdió su tono y encerrarse con ellos desde que amanece
dorado, y su suavidad huyó agrietándole el hasta que anochece, pero más bien creo que
cuerpo y el alma. Los ojos se le secaron y se no quiere saber nada de nadie, su grado
le hundieron como pez muerto. El color de de insatisfacción es absoluto. Ya tampoco
sus labios se fue perdiendo poco a poco, así le gusta la piscina; quiere cambiar todo el
como su risa. Y cada vez que su enamorado decorado apenas termina con la remodelación
dueño se percataba de esos cambios, mi del anterior; ya no me quiere acompañar en la
hermana era preñada, para ver si así el avioneta a las compras mensuales. Le cumplo
semblante le cambiaba; pero, en vez de como hombre todos los días aun cuando no
mejorar, parecía que la cosa empeoraba. le voy a negar que a veces me resulta difícil y
Nadie le visitaba, posiblemente por temor necesito más estímulo que antes.
a las deudas no pagadas que ostentaba la Y yo callada, escuchaba la réplica de ese
mayoría del pueblo, excepto yo, que por no hombre simple en su pensamiento y sus
pertenecer a ese lugar ni deberle un peso al costumbres que nunca podría comprender
dueño y señor de la mansión azul, era bien que la felicidad de su mujer no era tener todos
recibida y mi presencia no era tan mal vista los hijos enviados por el Señor, ni todo lo
42 Tierra Baldía
material posible, ni su cuerpo caduco todas dibujado en el rostro, aparentemente para
las noches. Quizá la quería, pero nunca podría siempre. Horrorizada de verla en ese estado,
entenderla porque nunca la escuchó, él sólo miré hacia el contraste de la belleza del paisaje
sabía que después de viajar y viajar que nos rodeaba y así escudriñando cada
por cincuenta años, lo que restaba centímetro de placer visual, mi mirada se fijó
en la vida era sentar cabeza, por eso en un árbol frondoso y lleno de flores naranjas
eligió a la mujer más joven, ingenua y que me atrajo de una manera especial.
hermosa que encontró en su terruño Después de un largo silencio, Fabiola
y le pidió matrimonio para tener por aparentó reaccionar levemente diciéndome
fin la prole que heredaría el apellido –te ofrezco un whiskey–. Verdaderamente
y la fortuna que forjaba con sus necesitaba algo fuerte para soportar esa
manos día a día. Para qué más querría a presencia tan negativa, así que gustosa
una mujer sino para que le atendiera a él y a agradecí el ofrecimiento.
sus hijos. Qué más podría anhelar una mujer Siempre tuve buena vista. Mientras
si ellas nacieron para procrear y atender a la amanece hago gimnasia con los ojos, miro a lo
familia. Las citas de negocios, las decisiones, lejos, después cerca; arriba y abajo; doy vuelta
las sucursales, el contador, el abogado, los la mirada como hacen las manecillas del reloj.
juicios, los acuerdos entre los socios, las Cada diez o quince movimientos doy masaje
cuentas bancarias, las juergas, los burdeles con mis dedos a los párpados, por eso nadie
para probar de vez en cuando o llevar a los puede alegar que aquéllo que vi esa tarde
clientes como promoción para convencerlos fuera fruto de mi imaginación.
de futuros negocios, las pólizas de seguros, Allí empezó todo. Mi mirada se perdía hacia
las facturas de los carros, la tenencia de los el depósito de herramienta, los juegos de los
ranchos, terrenos y edificios y todos esos niños, la piscina lejana en el jardín, la variedad
detalles, le correspondían a él y sólo a él. Su y abundancia de árboles, fresnos, naranjos,
“vieja” (aun cuando tuviera veinticinco años limones, araucarias, sauces, cuando el
menos) para qué querría saber de todo eso. flamboyán, empezó a tomar vida
Y me rehusé a seguir escuchando las aparte, al principio creí que era el
versiones de cada uno, me fracturaba ver aire quien movía sus hojas, pero
y escuchar a dos que unidos por intereses pronto me percaté que no había ni
materiales y utilitarios vivían en guerra siquiera una brisa, y por absurdo
constante entre ellos y consigo mismos, y de que parezca, sus ramas me hacían
paso observar a la prole crecer sin brillo ni señas. De pronto una neblina se posó sobre
ilusión en los ojos. el árbol y poco a poco fue extendiéndose por el
Pero la noticia de su muerte me obligó a jardín humedeciendo de una forma diferente
regresar al menos para consolar por unos días a la piel y obscureciendo de un tajo el ambiente.
mi amiga. Me recibió en la terraza. El color gris Aquéllo parecía adherirse entre las ramas, no
de su piel me asustó, los ojos hundidos no le parecía la imagen acostumbrada de humo
ayudaban a verse hermosa y lozana y el rictus flotando, ese que produce la impresión de
de dolor y desesperación se le había quedado deshilacharse en los extremos, más bien tenía
Tierra Baldía 43
la forma de un óvalo casi perfecto. Y aunado a de poder, no le quedó más remedio
esto, en el ambiente emanaba la sugestión de que probar sus intenciones aun
un peligro oculto, de una energía adversa, que contra la fuerza de la naturaleza.
se escondía entre los árboles. Pronto también Yo sorprendida la paré en seco, –¿de qué
descubrí un olor desconocido, acre, ácido, me hablas?–
dulzón. Y Fabiola, con rubor en las mejillas, una
Cuando giré para comentar el fenómeno sonrisa de perversidad y placer mezcladas y
con Fabiola, ella tenía una expresión de terror la vista iluminada, empezó a decir:
que nunca he vuelto a ver en humano alguno. –Sabes que no soy supersticiosa, pero
Me veía como si viera un espanto, como si embotada en la rabia y en el duelo, fui con la
yo viniera de la ultratumba. Por distraerla, curandera, pero nunca me esperé que…–
empecé a hablar del clima silencioso y calmo Y en eso le pedí silencio, miré el reloj y
que se percibía, del olor, de la neblina, de ese efectivamente eran tres horas más tarde de lo
ambiente que daba la impresión de venir de que yo recordara, miré hacia el flamboyán y
un mundo distinto donde rigieran otras leyes la luz brillante de un atardecer incipiente le
físicas y otras fuerzas extrañas. Recuerdo que iluminaba el precioso verde del follaje y el
le sonreí y fue cuando ella, sin poder frenarse, fuego de sus flores; no había rastro de neblina
empezó a llorar profusamente y a decir: y el aroma que predominaba en el ambiente
–Teresa, llevas bastante tiempo era de naranjo en flor.
dándome instrucciones y ordenán- Después de lo que sucedió, confieso que
dome que escriba qué hacer con la muchos de mis criterios han vacilado, pues
finca, con los carros, con las cuentas no se aún cómo explicar en dónde quedaron
bancarias, qué convenios continuar tres horas de mi vida. Casi no hace falta decir
y cuáles no, y en especial me has que Fabiola y yo entramos por un tiempo en
insistido que mi marido no quiso un estado de ánimo angustioso que se ha ido
nunca lastimarme ni abandonarme diluyendo y prometimos no difundir nuestra
y que en vista de que nunca acepté historia, pero es que hoy en el parque un
su desamor, sus aventuras en el flamboyán empezó a sonreírme.
burdel, su territorialidad en su coto
44 Tierra Baldía
aNdrés téllez parra
Fábula
Tierra Baldía 45
–¡Compañeras! Escuchen lo que el Comandante tiene que
decirnos. Esta es la gran oportunidad que tenemos para
terminar con esta guerra y masacre de la que hemos sido
objeto en estos años –gritaba Rata Osada para convencer
a sus compañeras. Pronto el silencio reinó y las ratas
hicieron un increíble esfuerzo por creer y escuchar la
propuesta.
–Desde que comenzó la guerra –explicó el Comandante- el número de Gatos
Patrulleros ha aumentado en más de un mil por ciento hasta la fecha. Cada
día somos más los que vivimos de este oficio. Sin embargo, la brutalidad de
muchos elementos ha dado por resultado prácticamente el exterminio de su
especie. No soy estúpido y Rata Osada me ha hecho ver que si bien el fin de
nuestra organización es precisamente exterminarlas, si acabamos con ustedes
ya no tendríamos razón de ser, lo cual implicaría tanto como exterminarnos a
nosotros mismos. Por eso, esta noche he venido a hacer un trato con ustedes:
podrán regresar a la ciudad y poblarla de nuevo. Habitarán en lugares secretos,
reservados especialmente para ustedes, pero no podrán sobrepasar en más de
un diez por ciento la reproducción de su especie. La única condición es que
cada determinado tiempo nos entreguen un porcentaje de su especie a un
gato comisionado para este fin, de manera que podamos seguir justificando
nuestro trabajo. Éste es el trato que vengo a ofrecerles.
46 Tierra Baldía
De inmediato se escuchó un fuerte murmullo de todas las ratas que se habían
congregado para escuchar ese histórico discurso. La mayoría desaprobaba
esta oferta e incluso los ánimos comenzaron a exaltarse. Se oían gritos como
¡Mejor matémoslo! ¡Hay que aprovechar que está aquí! ¡Descuarticémoslo!
¡Somos más! ¡Venguemos la muerte de nuestras compañeras! ¡Raptémoslo y
exijamos un mejor trato con el gato en nuestras manos!, y cuestiones por el
estilo. El Comandante se mantenía sereno e indiferente.
De pronto, Rata Osada se levantó y pidió orden y silencio.
–Compañeras, ésta es una oportunidad histórica. No dejen que les gane la
rabia y el coraje. Sí, yo sé que a todos nos gustaría hacer pagar a los gatos por
todo el sufrimiento que hemos padecido. Pero analicemos la situación con
calma. Se trata de salvarnos como especie. Es sólo un gato el que tenemos
aquí. Él fácilmente puede ser reemplazado por alguien más. Sin embargo, este
gato inteligente ha comprendido la precaria situación en la que él mismo está
inmiscuido. No saben lo difícil que fue llegar hasta él sin perder la vida. Pero
no se trata de mí. Entiendan que si sacrificamos al Comandante, la furia del
resto sería peor y presiento que difícilmente lograríamos sobrevivir. Somos
pocos, pero somos suficientes para mantener la especie y procurar que los
que hemos sobrevivido lo hagamos en mejores condiciones.
-Sí, pero, ¿qué hay de aquellas que tendrán que ser sacrificadas por las
demás? ¿Cómo se decidirá a quién mandamos al matadero? –grito alguien.
–Lo he meditado mucho antes de presentar esta propuesta ante ustedes.
La única solución factible es sacrificar a las ratas viejas. Ellas ya tuvieron la
oportunidad de vivir; dejemos que las más jóvenes lo hagan también.
–¡Pero eso es una aberración! ¡Cómo se te pudo ocurrir semejante idea!
–gritó otra rata.
Después de largas horas de discusión, Rata Osada finalmente convenció al
pleno de que la mejor salida era aceptar el trato del Comandante.
Años después, la tierra estaba infestada de ratas que corrían libremente por
campos y ciudades, y cuyo número ya era imposible de contabilizar. Millones
de ellas estaban reunidas en la Gran Plaza, donde se conmemoraba el vigésimo
aniversario de la Revolución Ratil, y en esa ocasión, el líder espiritual, Rata
Osada, había prometido un gran espectáculo para la celebración de ese
honorable acontecimiento: el sacrifico público del último gato con vida ante las
millones de ratas revolucionarias que estaban invitadas para presenciarlo.
Tierra Baldía 47
iRia puyosa
Señor cazador
48 Tierra Baldía
de la bodega del señor Gerónimo. Yo a el día anterior había estado haciendo las
veces voy al mediodía a comprar con el tareas en mi casa y yo le había regalado
señor Gerónimo, porque él no cierra entre mis barajitas repetidas. Pero, Nelson me
doce y tres como los demás abastos. Así dio la cachetada. No suavecito; me la dio
que cuando hace falta algo a última hora, duro. Yo no podía responderle porque era
voy allá. El señor Gerónimo siempre está un juego. Así que me reí, pero me dolía.
escuchando Martín Valiente o Los tres Igual, Nelson y yo segui-
Villalobos y apenas se fija en lo que uno mos siendo amigos. Nunca ha-
lleva cuando tiene que marcar el precio en blamos de la botellita. No tenía
la caja. importancia.
A Nelson lo traía su mamá a Este año, en la semana de la escuela,
la escuela. Tienen una camioneta nuestro curso decidió representar El pájaro
que parece de transporte. Vienen Guarandol. Como nosotros somos buenos
los dos hermanitos de Nelson que alumnos, nos seleccionaron a Nelson y a
están en preescolar, un varón y una mí. Nelson era el pájaro Guarandol y su
hembra, que no sé cómo se llaman, mamá le hizo un disfraz muy bonito. Yo
y su hermano que ya está en sexto; era el cazador. Nos divertimos mucho
antes venía la hermana, pero ahora durante los ensayos. Yo estaba muy
está en el liceo. contento con la escopeta prestada con la
Cuando estábamos en tercero que iba a matar al pájaro Guarandol. Yo
jugábamos mucho a la botellita. Si tengo buena puntería. En todo.
tocaba un varón y una hembra, siempre El disparo se oyó durísimo. El golpe
los mandábamos a darse un beso. Pero, de la escopeta me echó para atrás. Me
si tocaban dos varones o dos hembras quedó doliendo el hombro. La maestra
inventábamos otra cosa. Un día me tocó gritó. Olía a pólvora. También las señoras
ponerle la penitencia a Nelson. Le mandé en el público estaban gritando, los niños
a darle un beso a July, pues yo sabía que de preescolar lloraban. Yo me senté en el
ellos habían sido novios en primer grado. piso, quietecito, sin llorar, sin hablar, pero
July se molestó. Estaba rojita. Y después le me dolía. Nadie me hacía caso, porque
tocó a ella ponerle una penitencia a Nelson. estaban socorriendo a Nelson, que se
Lo mandó a que me diera una cachetada. moría con un tiro en el pecho. Nadie sabe
Yo pensé que Nelson no lo haría porque cómo es que la escopeta estaba cargada.
Tierra Baldía 49
jOrge gómez jiménez
El capitán frío
Desde que quedé mudo he tenido que Cuando llegué al bar, ya el Capitán Frío
esforzarme para mejorar mi caligrafía. estaba sentado en un rincón de la barra, cerca
Al principio fue duro, pues tenía la idea de la puerta del baño de hombres. Me saludó
errónea de que debía escribirlo todo para ser con la mano y un inexpresivo movimiento de
entendido. Con el tiempo noté que cualquiera la cabeza. Quizás tendría más de una hora
podía conocer mis intenciones con sólo sentado allí; desde mi puesto pude ver algunas
algunos trazos. Por ejemplo, una q solitaria cervezas que tenía ya anotadas en su cuenta.
es la palabra que. Si quiero decir que algo me Pedí la mía con una señal.
gusta, simplemente dibujo una carita feliz. Haber enmudecido me convirtió en un
Pequeños juegos como éstos me han abierto franco admirador del bullicio. Cada fin de
un mar de posibilidades y, por añadidura, semana gasto algunos billetes en cualquier
han hecho que mucha gente me considere un concurrido bar de la ciudad donde pueda ver
mudo algo peculiar. a la gente. Cato la felicidad y la desdicha ajena
Pero no era esto lo que quería escribir. como si fuera un buen licor, y lo disfruto casi
Realmente quería contar la historia del Capitán más que el licor verdadero y barato que trago
Frío, un tipo interesante a quien conozco a cada una de esas noches.
medias desde que era niño. El asunto es que lo Aprecio las oportunidades que tengo de
conseguí hace unas horas en un bar y me hizo acercarme a la gente. Mediante señas lanzadas
acordarme de todo esto. Lo he visto un par de a la distancia en los bares, suelo contactar a
veces este año, ambas en el mismo bar y con la las chicas para bailar. Pero invariablemente
misma chaqueta gris cuyos codos se oscurecen siento que la gente establece distancias cuando
cuando los posa sobre la barra, mojada por el mi mudez se hace evidente. Es como una
sudor frío de las cervezas. También lo he visto repugnancia, una forma absurda de miedo. Se
de lejos en la calle, pero eso no cuenta. ha afianzado, en el común de las personas, la
50 Tierra Baldía
convicción de que quienes sufrimos de algún con el que golpeó varias veces a la amante,
tipo de invalidez detestamos el mundo. Al persiguiéndola hasta la calle en un tumulto
menos en mi caso no es así. del que, aupando alegremente la golpiza
Pero no era esto lo que quería escribir. Desde participaron vigilantes, clientes, dos choferes
mi tercera cerveza sentí ganas de ir al baño y de taxi y hasta un músico ambulante con su
pasé por un lado del Capitán Frío. Mientras guitarra colgada a la espalda. De detalles
orinaba, un tipo se puso a contarme que estaba como éstos suelen nutrirse las historias de la
con su novia y de repente llegaron tres amigas noche.
que se sentaron con ellos. Había bailado con Pero no era esto lo que quería escribir. La
todas y ahora se lamentaba pues de seguro mujer estaba sentada en una de las mesas, algo
tendría que pagar una cuenta enorme. Noté tensa por la insistente mirada del Capitán Frío.
que en cierto momento empezó a mirarme El hombre que la acompañaba hablaba menos
en forma inquisidora, como esperando que le de lo que bostezaba y, para cualquiera que no
respondiera algo para apoyarlo en su pequeña conociera los antecedentes, parecía una pareja
desgracia. Me toqué la garganta e hice con bastante aburrida. Cada cierto tiempo, la
los labios el ademán de la palabra mudo. El mujer hallaba algún ingenioso pretexto para
tipo entendió, arqueó las cejas y me dio una girar el rostro y mirar fugazmente al Capitán
palmada en el hombro antes de salir. Ya me he Frío. En cuanto ella volvía a ver hacia su galán
acostumbrado a esos intentos de consuelo. de turno, el Capitán Frío miraba la puerta
Salí del baño y, mientras caminaba hacia mi del baño y hacía con su cabeza un gesto de
puesto, vi de frente al Capitán Frío. Le sonreí, desaprobación, con los labios flojamente
y me sentí un poco torpe cuando advertí que ni apretados hacia abajo.
siquiera me estaba mirando. Sorbía su cerveza Casi pude prever lo que iba a ocurrir
un tanto atropellado, con los ojos fijos en un cuando llegó la vendedora de flores. Era una
punto del bar más allá de mi estúpida sonrisa. muchacha muy agraciada que recorría los
Cuando llegué a mi puesto me di cuenta. sitios nocturnos con una cesta llena de flores
Hace tiempo alguien me contó un episodio envueltas en papel celofán. Nos hemos visto
en el que estuvo involucrada la mujer que muchas veces y hasta me saluda, aunque
captaba esta noche la atención del Capitán confieso que me molesta cada vez que me
Frío. Ella trabajaba en una oficina del gobierno dice mudito. Espiando en las afueras de un
en la que él tenía que hacer ciertas gestiones. bar descubrí, una noche, que la vendedora
Fue así como se conocieron y, en unos días, era trasladada por toda la ciudad por un
estaban envueltos en un affaire que habría hombretón que conducía una camioneta color
podido ser tranquilo, a no ser porque él era crema bastante vieja.
casado y se lo ocultó. Pero no era esto lo que quería escribir. La
Una noche, la esposa del Capitán Frío le muchacha recorrió todo el bar sin vender nada,
montó cacería y lo encontró en un bar con y ya se iba cuando el Capitán Frío la llamó. Lo
la mujer en cuestión. Él se levantó de su escuché preguntarle por el precio de las flores
puesto y trató de sacar a su esposa del sitio, y tenía su sonrisa cínica cuando envió una a la
pero ella, ofendida, blandió un paraguas mesa de la mujer. A la chica le pareció extraño
Tierra Baldía 51
porque la dama estaba acompañada, pero otro muchacho que trabajaba con él. Cuando
después de guardar los billetes en su cartera estaban a punto de terminar, la puerta del
cumplió su encomienda. camión se cerró accidentalmente. Por una
La mujer dio un golpecito a la mesa y lanzó extraña razón, la manilla no funcionó y él se
una mirada de enojo al Capitán Frío mientras, quedó encerrado en la nevera.
sin demasiada cortesía, devolvía la flor a la Buscaron un cerrajero, pero éste no pudo
muchacha, quien dudó un poco. Con un gesto hacer nada con la oxidada manilla y tuvieron
preguntó al Capitán Frío qué hacer, y éste le que romperla a golpes con una llave inglesa.
indicó con la mano que se fuera, mientras la La operación duró quizás unos minutos, pero
mujer esgrimía argumentos con que calmar fue suficiente para que todos los muchachos
a su pareja, que la acosaba a preguntas. Los de la cuadra conociéramos del terrible peligro
labios del Capitán Frío esbozaban esa mueca en que se hallaba nuestro amigo mayor.
suya lejanamente parecida a una sonrisa. Una Nos mezclamos entre la pequeña multitud
sonrisa fría. y, cuando finalmente la
Hace muchos años, puerta se abrió, el joven salió
cuando el Capitán Frío esgrimiendo en el rostro una
no era aún el Capitán sonrisa extraña, parecida
Frío y yo no era aún a la que le vi esta noche.
mudo, él trabajaba Desde entonces le llamamos
en una carnicería. No Capitán Frío.
había cumplido los Pero no era esto lo que
dieciocho, pero como quería escribir. Tratando
era un poco mayor que de que se olvidara de lo
nosotros, fue el primero ocurrido, la mujer invitó a
de la cuadra que tuvo su pareja a bailar. Él accedió
que conseguir empleo. a regañadientes y por unos
Acababa de salir de la momentos fue bastante visi-
secundaria. Creo que ble su incomodidad, pero
su familia no disponía creo que ella tuvo éxito,
de muchos recursos y pues cuando volvieron a su
que por eso se empeñó en trabajar, para reunir mesa estaba más tranquilo y, al cabo de unos
dinero e irse a la universidad, en la capital. minutos, conversaban sin asomo alguno de
Aunque esto realmente es una especulación tensión. Miré varias veces al Capitán Frío y
mía. noté que hacía un esfuerzo silencioso por que
Una tarde, el dueño de la carnicería le ella volviera a mirarlo.
pidió que lo ayudara con la carne que llegaba Dos chicas se sentaron en la barra, cerca
del matadero. Él se puso una chaqueta de de donde yo estaba, y atrajeron de súbito
cuero, una gorra y unos guantes para soportar mi atención. Una de ellas hablaba y la otra
la temperatura de la nevera del camión. Subió paseaba su vista por el lugar, mirando a los
y se encargó de pasarle las reses al dueño y a hombres en abierta cacería. Quise sentirme
52 Tierra Baldía
halagado cuando aceptó bailar conmigo cerca de nosotros lanzó un comentario que
después de haber visto al Capitán Frío sin pretendía ser jocoso, pero se tuvo que tragar
inmutarse. Creo que todavía lo admiro. su intento de congraciarse cuando las chicas y
La chica me preguntó mi nombre y tuve yo le miramos con desprecio.
que escribírselo. Cuando se enteró de que era Desde que soy mudo he tenido que
mudo empezó a preguntarme cosas sobre mi inventarme nuevas maneras de atraer a las
estado que le parecían interesantes, cosas que mujeres. Al principio no me fue muy bien,
podía responder con movimientos de cabeza pero con el tiempo me di cuenta de que todo
o señas simples. La noté un poco divertida se reducía a olvidar que ser mudo es una
de bailar con un mudo, lo cual me hizo sentir forma de invalidez. Lo más difícil era luchar
bien. contra el rechazo que producía en muchas
Pero no era esto lo que quería escribir. chicas intentar comunicarse con un mudo.
Mientras bailábamos miré hacia la mesa donde En cuanto empecé a resolver ese problema,
estaba la mujer. Estaba con más o menos suerte
sola. El hombre se había dependiendo del caso, de-
puesto de pie y caminaba sapareció la mayoría de mis
hacia el Capitán Frío. Por inhibiciones y pude tener
un instante pensé que iba sexo con cierta regularidad.
a enfrentarlo, pero sólo Incluso una vez estuve
iba al baño. Supuse que el con una mujer que decía
Capitán Frío aprovecharía sentirse aliviada, ya que al
la oportunidad, y lo hizo. Se fin se acostaba con alguien
acercó a la mesa y discutió que no le decía porquerías
en voz baja con la mujer. mientras la penetraba.
Casi podría asegurar que Pero no era esto lo que
lo oí decirle que el tipo quería escribir. Una de las
con quien andaba era un chicas era maestra en una
imbécil. Ella respondió algo escuela primaria; la otra,
que no pude precisar y él cajera en una ferretería.
dio un pequeño golpe en Tomé dos servilletas y les
la mesa antes de retirarse. escribí sendos mensajes
Llegó a su puesto justo antes de que el otro que les entregué sin ocultar que se trataba
saliera del baño. de un arresto de picardía. A la maestra le
Cuando volvimos a la barra, la chica le dijo pedí que me enseñara a besar y, a la cajera
a su compañera que yo era mudo. Tuve que de la ferretería, un tornillo que me faltaba.
utilizar el bolígrafo para responder algunas Celebraron mi ingenio con alegres risotadas.
preguntas un poco más complejas, pero todo Estuvimos bailando y bebiendo por más de
estuvo bien. Bailé con la segunda chica y una hora, hasta que me dijeron que debían irse.
luego me propusieron bailar los tres juntos. Al Me anotaron en una servilleta sus nombres y
regresar a la barra, un tipo que estaba sentado teléfonos y las hice reír cuando les pregunté,
Tierra Baldía 53
escribiendo en el reverso, qué sentido tenía ganas hasta que terminaran de dirimir sus
llamarlas si no podría hablarles. Acordamos asuntos. No podía verlos, pues el baño tenía
un práctico sistema de comunicación por una pequeña antesala con lavamanos y los
soplidos en la bocina, y hasta lo ensayamos urinarios estaban tras una esquina en la que
usando sus celulares. Cuando se fueron, entre ambos se insultaban con voz airada. Viré y,
risas y promesas de nuevos encuentros, sentí antes de abrir la puerta para salir, escuché dos
que la noche había sido redonda y decidí ir al golpes secos. Casi corrí hasta mi puesto en la
baño, pagar la cuenta e irme. barra para ver cómo terminaría todo.
Antes de levantarme di el último sorbo a mi El Capitán Frío salió ocultando con frialdad
cerveza y recordé al Capitán Frío. Se acariciaba su tensión. La mujer alternaba su mirada
la barbilla y miraba a la mujer con el ceño entre él y la puerta del baño. Él se tomó lo
fruncido. Ésta estaba nuevamente incómoda, o que quedaba de su cerveza, llamó al barman y
al menos así me lo parecía. El hombre acababa pagó. Se disponía a salir del bar cuando pasó
de pagar y caminó hacia el baño. Se miraron cerca de mí y le hice una seña. No esperaba
desafiantes. Cuando el hombre se perdió tras que viniera hasta mí, pero lo hizo. Le escribí
la puerta del baño, el Capitán Frío se levantó y preguntándole por qué se iba.
la mujer hizo un gesto de enfado. Pero no fue —Las cervezas están calientes —mintió.
hacia ella, sino que se metió en el baño. Entró Me dio una palmada en el hombro y salió del
justo antes que yo. lugar, luciendo la misma extraña sonrisa de la
Lo oí discutir con el hombre y preferí tarde en el camión del matadero.
devolverme a la barra y aguantar mis
54 Tierra Baldía
jUan manuel rodríguez
Tierra Baldía 55
eDaín r.v.
La escritura del sí mismo en Nietzsche
Una reconstrucción ontológica de la mirada...
I
La conciencia se devela a través de la escritura ontológica del sí mismo
Nietzsche sólo pensaba para sí mismo,
escribía sólo para él, ya que transmutaba
en pensamientos su propia sustancia.1
Este trabajo parte de la idea de que ningún filósofo permite acceder a su obra a través
de su vida tanto como Nietzsche, para ello basta observar que el propio tratamien-
to de los múltiples autores que comentan a Nietzsche, justifica y plantea la necesi-
dad de acudir a la biografía y personalidad de este pensador para poder descifrar
y discutir algunos aspectos de su filosofía.
Nietzsche, quien en su primera etapa, cuando su objetivo era analizar a los griegos, de-
mostró su interés en la “actitud” de este primer tipo de filosofo que nace en la figura
de los pensadores preplátonicos, lo cual pareciera dar en un punto clave para poder
señalar que si el mismo autor a tratar lo consideraba un método de acercamiento,
no sería equivocado permitirse esta misma herramienta para el análisis que se desea
realizar con respecto a ciertos puntos de su pensamiento. Para aprender a conocer a los
griegos es muy valioso tener en cuenta que algunos de ellos llegaron a tomar conciencia más
allá de sí mismos; sin embargo, casi más importante que esta conciencia es su personalidad,
su actuar.2
Esta cita abre el camino en cuanto a que es la conciencia de Nietzsche la que nos interesa
ante todo, pues de ahí surgirá el camino por recorrer, así como los bruscos cambios
de enfoque que tendrá su filosofía, pues es su conciencia, su sentir, su
pensar, lo que decide en último momento la ruta final,
la que nos lleva hacia su concepción del superhombre, el
eterno retorno y su creación del “filosofo del porvenir”.
56 Tierra Baldía
Lo que no puede ser puesto en duda, es que el actuar de Nietzsche en la vida esta ín-
timamente ligado a su obra, a pesar de que en ésta sea la máscara quien habla para
ocultar y develar al mismo tiempo, la capacidad demoledora del pensamiento. Lou
Andreas Salomé3 demuestra esto en su obra sobre Nietzsche, pues hacer notar como
él mismo advirtió que la gran filosofía anterior a su época era también una confe-
sión de su autor, de sus memorias, insertadas en el gran contexto de la civilización,
del “pensamiento” que influye en lo que vendrá a ser el carácter de toda una cultu-
ra. Negar la relación entre su personalidad y su filosofía
sería opacar, como dice Salomé, lo mejor de su fuerza
creadora, de su sino, ese que le llevó a los extremos de una misma idea, ya
fuera ésta religiosa, científica, moral o un confuso aforismo que martilla oscurecien-
do lo que ya estaba claro.
Ahora, es necesario partir del siguiente argumento: Nietzsche es ante todo un demole-
dor de conceptos y en su propio devenir puede observarse la necesidad de supera-
ción, pero para él superar un principio será derrumbarlo. Buen ejemplo de ello sería
el fin de su amistad con Wagner, así como su crítica a Bayreuth, su decepción ante
un genio que de pronto pareció Humano, demasiado Humano. Y es que pareciera que
este principio de oposición, de no-identificarse, nace en una edad temprana, cuando
Nietzsche pierde a su padre y ve su mundo demolido por esta ausencia.
Ausencia que será remplazada por un hogar donde tres mujeres dominan el panora-
ma: abuela, madre, hermana. Quizá esto sirve de umbral para comprender que en
su conciencia primera Nietzsche elaboró esa voluntad de poder que se basaría en
oponerse a lo que sería la más grande influencia de su vida, pues Nietzsche desa-
rrolló una vigilancia extrema de sí mismo en ese ambiente rarificado por la muerte
paterna, primer gran cambio en su vida. El que la oposición lleve a una nueva crea-
ción será un punto complejo en toda su filosofía. Oponerse necesita una vigilancia
especial, la cual después formará su sagaz sentido crítico, su necesidad apremiante
de dislocar y proponer derrumbamientos al orden establecido, pues Nietzsche busca
cavar en lo profundo de todo cuanto existe, empezando por supuesto, por su propio
pensamiento y el de su entorno.
Todos hablan de mí, pero nadie piensa en mí, será una frase cimiente de su Zaratustra, frase
que desde pequeño parecía irse formando en su recelo, en su eterna diferencia res-
pecto a quienes le rodeaban. Ya en la juventud iría sobresaliendo una característica
esencial en su personalidad y pensamiento: “la resistencia irónica”... esa resistencia
que surge cuando: Pensar bajo la forma de las categorías es conocer lo verdadero para dis-
tinguirlo de lo falso; pensar un pensamiento “acategórico” es hacer frente a la negra estupi-
dez, y, como un relámpago, distinguirse de ella. La estupidez se contempla: hundimos en ella
3 Escritora rusa que tuvo amistad con Nietzsche, autora de una de las biografías más contemporáneas a la propia vida del
filósofo.
Tierra Baldía 57
la mirada, ella nos conduce con dulzura, la mimamos al abandonarnos a ella; sobre su fluidez
sin forma tomamos apoyo; acechamos el primer sobresalto de la imperceptible diferencia, y, la
mirada vacía, espiamos sin febrilidad el retorno de la luz.4
Nietzsche buscará distinguirse de la “masa”, de los borregos y esclavos que necesitan
un gran pastor, ya sea un religioso o un creador de sistemas filosóficos. Tomar
partido por algo, por alguien, es perder voluntad de re-
sistencia, voluntad de poder ser autónomo entre la ma-
nada que representa una cultura “decadente”. Ser un crítico
de la existencia permitirá a Nietzsche el soportar la propia, ser crítico de la estupidez
y engaño en que vive el mundo, la finalidad y principio de su pensamiento. En esa
primera mirada crítica de Nietzsche que se cierne sobre sí mismo, es donde hay que
mirar con detenimiento para entender los fundamentos que dan continuidad a sus
obras, por más distintas que pudieran ser entre sí.
Esa mirada vigilante provocará la desconfianza primera, la cual será producida en el
seno de su hogar, pues las motivaciones de todos aquellos que irán formando parte
de su vida serán cuestionadas. Pero incluso antes de ese resquemor, ya existía la
desconfianza hacia su propia conciencia hacia su “genio”, el cual siempre tenía que
ser desafiado para así crecer hasta llegar a sugerir el pleno carácter de Zaratustra,
del superhombre que sólo sería entendido por el pensamiento futuro. Ni él ni su
personaje igualmente ermitaño, necesitan del “entendimiento” de otros para poder
propugnar sus ideas, Nietzsche se opone a cualquier relación de cualquier especie
porque sabe que compartirse es dejar de estar consigo mismo, con el silencio abru-
mador en donde nacen sus aforismos más terribles. Luego esa soledad que busca el
sabio será llevada al límite por la enfermedad. Tampoco se trata de afirmar que la
enfermedad sea elemento de la obra por sí misma, pero es indudable que el rumbo
tomado por Nietzsche fue dominado de un modo u otro por la necesidad de alejarse
de una ciudad, de un grupo de personas, de su trabajo, por las “condiciones especia-
les” que debía tener para poder combatir esa enfermedad que parecía venir de sus
propios pensamientos.
II
La música como único espacio de fusión y rompimiento de limitaciones
Es así que Nietzsche señala en varias ocasiones que sólo en la música encontró algo
distinto a la resistencia, es decir, posibilidad de fusionarse, de ser llevado por una
corriente que le muestra la inmensidad que sobrepasa las limitaciones de la realidad
cultural humana. La música adormece la enfermedad, no sólo la del cuerpo, sino
4 Foucault y Deleuze, Theatrum Philosophicum seguido de Repetición y diferencia, Anagrama, Barcelona, 1970, p. 38.
58 Tierra Baldía
la de las palabras y los conceptos que forman la realidad engañosa en que vive el
hombre, por ello Nietzsche quiere hacer música con el lenguaje, los pensamientos y los
conceptos.5
Pero Nietzsche sabe que en una cultura como la suya (más aún, como la nuestra), na-
die escuchará un canto excepcional, al contrario, nadie escucha sino se dice a gritos,
a empujones. La música salva el alma, lo más espiritual del
hombre, la música supera las limitaciones del lenguaje
lingüístico, su equívoca multiplicidad de significaciones.
El misterio está en la ondulación de un sonido que refleja la imagen del mundo, eso
que se ha ido perdiendo ante la formulación de conceptos necios, como el de la razón
totalizadora. La música es la más perfecta resistencia frente al supuesto orden que
enmascara al caos. El estado dionisíaco que Nietzsche formularía en El nacimiento
de la Tragedia demostraría que sólo en el abandonamiento de sí mismo puede tras-
pasarse la barrera y el límite usual de la existencia individual. Pero lo que propone
el sabio griego, es decir, el primer tipo de filósofo, es que para hacer filosofía, para
asombrarse del mundo y separarse de él, buscando sus causas y efectos, el hombre
debe ser apolíneo, debe buscar el límite, el orden, lo claro, lo único en contraste con
lo múltiple.
Distinguirse del arrobamiento orgiástico que crea Dionisos con su música, apartarse de
la belleza que causa el sentimiento de que todo tiene sentido para encontrarse con
la negación que propone el autoafirmarse fuera del estado donde se desdibujan los
bordes del “yo”, son las condiciones para alcanzar el conocimiento y la sabiduría,
aunque ello conlleve que el hombre deba sustraerse al placer que produce la música,
la danza, el arte, los cuales unifican el ser del mundo, a costa de perder la conciencia
individual.
La complejidad resulta en que el hombre busca una vida individual sencilla, esto sig-
nifica el protegerse a sí mismo de cualquier terremoto interno, aceptar las normas
del exterior sin fundirse con ellas. El hombre sencillo es aquél que
en algún momento admiró Nietzsche, el hombre posi-
tivista y científico que se enfría bajo los dominios de la
ciencia y se resguarda así de la fuerza demoledora que
es la pasión. Por ello, el hombre inventará otra clase de placer, para soportar su
existencia sin tener que arriesgarse a escuchar una música que hechice y haga perder
el rumbo (tal como las sirenas hacían con los marineros de la antigüedad).
Tierra Baldía 59
III
El juego de la existencia: escape de la Angustia y del Absurdo
“El juego”, principio desencadenante de toda voluntad, estimula los afectos, los condu-
ce hacia un fin, el cual siempre busca huir del aburrimiento producido por la incapa-
cidad del hombre para mirarse a sí mismo. El hombre busca perderse en cualquier
cosa que lo aleje de su propia conciencia, de la voz y música interior que le hace sen-
tir, ante todo, angustia. ¿Qué angustia? La del Sin Sentido. Escapar de esta
sensación de “tiempo vacío”, de esfuerzo que nunca será
totalmente gratificado nos conduce a la desesperación y
luego a la apatía; finalmente, al nihilismo; el hombre tie-
ne que encontrar el sentido de algo para poder creer en
ello. Lo irrelevante del mundo se refleja en lo insignificantes y frágiles que somos.
Nietzsche buscó la oposición a todo ello, primero al no doblegarse ante la enferme-
dad del cuerpo, pero tampoco a la de su época: el conformismo conceptual en que
había caído el mundo. El aburrimiento y la apatía de una existencia llevan al absur-
do, Nietzsche tuvo que escapar de un primer absurdo: el quedar solo en un mundo
femenino cargado de formas y sensibilidades incomprensibles.
El primer gran absurdo al que todos nos enfrentamos es la vida, esa vida que es única e
intransferible; ante todo, no elegida, impuesta, aquejada por la voluntad de un mun-
do que se nos opone como un monstruo.
¿Cómo llega uno a ser?... No sólo es una
pregunta sobre la identidad, sino sobre
qué es lo que cada uno debe lograr, como
si la vida fuera lo que hay que soportar,
hasta sublimarla. Querer ser algo más
allá de lo que las propias posibilidades
sugieren parece ser una de las metas que
se oponen a lo monstruoso, combatir el
absurdo es sobreponerse a la vida, con-
quistarla, desafiando lo que se debía ser,
lo que se creía, para así buscar un nuevo
modo de actitud, una nueva responsabi-
lidad consigo mismo.
Ahí comienza la escritura sobre sí mis-
mo, ahí comienza toda la filosofía que
ha venido a comprobarse en este mundo
futuro. La filosofía de Nietzsche que se-
ñala la necesidad de que cada quien sea
su propio dios y fundamento, pues lo
60 Tierra Baldía
único que poseemos realmente es nuestro “yo”, si es que lo hemos sabido modelar,
raspar, endurecer. La angustia sólo puede ser dominada por la voluntad de evolu-
cionar, de traspasar nuestros propios condicionamientos hasta llegar a ser la prome-
sa que en un inicio nos planteamos, aunque el mundo pareciera estar en contra.
Nietzsche quiso desenmascarar el misterio de los griegos como la cultura portadora
de los primeros conceptos filosóficos (vigentes hasta la actualidad), pero ante todo
quiso señalar que en la actitud de los griegos, en la actitud fi-
losófica para con el mundo es donde está el germen de
la auto afirmación. Foucault parece llegar a esta conclusión al final de su
obra, cuando convierte la vida misma en un cuidado “estético”, él mismo plantea
ideas reveladoras sobre lo que llamó “el cuidado de sí”, que rastrea desde Sócrates.
El principio del auto-conocimiento. Al equiparar conócete a ti mismo, con cuida de ti
mismo, Foucault parece acercarse como en tantas otras obras a varios ideales nietzs-
cheanos sobre la concepción del sujeto, pero ante todo, sobre cómo “un sujeto debe
llegar a ser lo que es”.
¿Quiénes podemos ser? Es la última pregunta, la última fase en el pensamiento de
Foucault, pregunta que se vio precedida por otras dos igual de importantes: ¿Qué
podemos saber? ¿Qué podemos hacer?6 ¿Qué es ese cuidado de sí mismo? Foucault,
siguiendo a Nietzsche, pareciera hablar de que el propio vivir debe des-
encadenar en una “filosofía”.
IV
La reconstrucción ontológica del sí mismo y el llegar a ser
El cuidado de sí mismo implica la auto-conciencia, la proposición de Nietzsche “llega
a ser quien eres” sólo se logra por una reconstrucción ontológica. Si hay algo que
Nietzsche no destruyó en la metafísica, fue ese último lugar del sujeto como algo que
debe sustraerse del engaño gramatical que trae consigo el creer que sólo por decir
“pienso, luego existo” ya existe por sí mismo un sujeto.
Nietzsche pensaba explícitamente y con énfasis en la primera persona del singular aun cuando
él mismo descubriera que el enunciado “yo pienso” es una seducción de la gramática. El pre-
dicado pensar, exige un sujeto. En consecuencia se declara que el “yo” es sujeto, pero lo que
produce la conciencia del yo es el acto del pensamiento... Nietzsche sabe que él es Nietzsche,
a sus ojos valía la pena ser él mismo.7
Ese sujeto supuesto en la frase de Descartes para Nietzsche es una broma lingüística
que nos juega la lógica de nuestro pensamiento traducido en palabras, ese “pienso,
6 ¿Qué sé? ¿Qué puedo? ¿Qué soy?, M. Morey, en el prólogo de la obra: Foucault, escrita por Gilles Deleuze, Editorial Paidós,
p. 17.
7 Safranski, Rüdiger, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, 2004, p. 28.
Tierra Baldía 61
luego existo” no trasciende puesto que el sujeto no existe desde antes, no es una sus-
tancia metafísica comprobable por medio de la duda, sino una simple demostración
vana de que la existencia es pensante, pero no basta pensar, porque ese
pensar debe ser puesto en acción por medio de la volun-
tad y de la resistencia para que entonces pueda darse la
formación de un sujeto, un sujeto que deberá cuidar de sí mismo para
poder llegar a ser un documento digno de citarse.8 El sujeto debe verse como una na-
rración futura, debe contemplarse a futuro, eso que Nietzsche hizo consigo mismo
cuando se dio cuenta de que él hablaba para las épocas futuras.
La vida es un ensayo del sí mismo al que debemos acceder, ser el propio autor
de nuestra vida, saber que las elecciones han sido nues-
tras a pesar de cualquier circunstancia. ¿Qué significo para mí
mismo? Es una pregunta igual de importante, pues la trascendencia siempre ha es-
tado en la esfera de la significación.
La cuestión es una “tecnología” porque debe existir un método para abordarse y des-
cribirse a sí mismo, para que en un futuro seamos nuestros propios lectores. En estas
ideas parece haber un prototipo de lo que Foucault llama la “racionalidad retrospec-
tiva”, sólo que en este caso la propia racionalidad debe ser cons-
truida por el sujeto ya visto como algo que va a llegar
a ser y que después tendrá que mirar en retrospectiva su propio quehacer como
sujeto y filósofo.
Quizá la diferencia mayor entre Nietzsche y la concepción última de Foucault a este
respecto es que para él las prácticas del sí mismo son los medios por los que podemos cam-
biarnos a nosotros mismos para convertirnos en sujetos éticos, pues el objetivo de la vida ética
o “telos” determina la clase de ser a la que aspiramos cuando nos comportamos de una forma
moral.9
Para Nietzsche lo moral pareciera reducirse a ser “congruente contigo mismo”, aun-
que eso deberemos profundizarlo más adelante. En su juventud Nietzsche parece
creer aún en conexiones llenas de sentido, lo cual después pareciera cristalizarse en
la despersonificada voluntad de poder o fuerza creadora. Nietzsche encuentra esta
especie de conexión o fuerza ya desde muy pronto en las palabras, escribir lo
que uno piensa y espera de sí mismo parece conceder-
nos un poder superior, una seriedad y un sentido que se
ve empeñado en la “mayoría”.
La poesía, así como la música, son dos artes donde Nietzsche puede ver este poder que
va del pensamiento hacia algo más sublime, en ese orden pensamiento y creación
8 Ibidem, p. 29.
9 Popkewitz, Thomas (compilador), El desafío de Foucault, Ediciones Pomares-corredor, España. 2000, pp. 83-84.
62 Tierra Baldía
se unen para generar conceptos, esos que vendrán a derrumbar viejas concepciones,
proponiendo un nuevo horizonte de significados, tanto en lo teórico como en lo
práctico.
La fuerza creativa de la vida y del hombre mismo vendrá a reemplazar a Dios. Esta
fuerza a la cual a veces hay que oponerse y otras entregarse, nos lleva hacia un Des-
tino. El destino, tal como lo entiende Nietzsche, es la contingencia, la casualidad y necesidad
alejada de todo sentido.10
Para que exista un sentido debe existir una unión entre lo
que es el destino y la libertad. Dios es la libertad absoluta, ¿cómo en-
tender esto?... En 1862 Nietzsche cavilaba sobre Dios y el mundo. Aún joven ya tenía
en claro que a pesar de cualquier confusión siempre habría un principio del cual
partir: Habría que llegar a ser un individuo que se configura a sí mismo y que, ampliando
sus círculos, tiene la fuerza de elevarse en la medida de lo posible... para ello se requiere la
convicción de que nosotros somos responsable solamente ante nosotros mismos.11
No es necesario acceder a otra vida ni seguir los preceptos de un dios en ésta. No-
sotros debemos convertirnos en lo que el hombre real-
mente es, ese es el sentido y la finalidad. ¿Qué debe ser y hacer el
hombre?... Pareciera en primera instancia que comprendernos a nosotros mismos es
la tarea más urgente, ¿qué debo llegar a ser y para qué?, son las preguntas esenciales
en la vida de un hombre; en ese sentido el hombre debería ser capaz de liberarse de
los condicionamientos de su propia cultura o modificarlos, engrandecerlos, tal como
hicieron los griegos en su momento.
Tierra Baldía 63
64 Tierra Baldía
yAvick loera
Leer libros de ciencia para imaginarte
en otro lugar
Tierra Baldía 65
Se sintió tan atraída de tal hecho y de pensar cómo es que habrían llegado
a resultados tan asombrosos e incomprensibles al mismo tiempo, que ni siquiera
ella, una mente tan perfecta y deductiva, llena de cantidades insospechables de
conocimiento, podía razonar, podían estar en aquel lugar tan desequilibrado.
Inmediatamente supo que aquello se llamaba arte y se propuso estudiar
aquello en una escuela para conocer la fuente de todo aquel placer. Preguntó
cuáles eran las artes y decidió estudiar una que le gustó de sobremanera, llamada
arquitectura.
Han pasado ya tres años desde que llegó de su planeta y ahora más que nunca
pasa desapercibida como estudiante de arquitectura, llegando a su casa (adoptiva,
por cierto) y tirándose en la cama, en donde se la pasa leyendo libros de ciencia
ficción, después de llegar de la escuela, contándome a veces lo que dicen los libros.
Por esa misma razón es que sé que mi hermana es extraterrestre, pues aparte
de que ni duerme ni come intentando buscar comprender el arte, se la pasa leyendo
libros de ciencia ficción, esperando encontrar uno que hable de su planeta para poder
saber cómo regresar a él.
66 Tierra Baldía
eManuel durán
Lo nuevo de García Márquez
Tierra Baldía 67
una de sus delicadas manos entre las mías, de la librería de toldo ceniciento que se
curtidas y resecas por el sol inclemente, y la encuentra frente a la plaza, sólo porque nació
beso en los labios con dulzura. con una maldita cola de puerco enroscada en la
–¿En dónde estuviste todo este tiempo? pierna? ¿Cómo se lo digo? En lugar de hacerlo
Ella no responde de inmediato, sino cierro los ojos y lloro en silencio. Mi vida no
que desvía la mirada hacia el local que se es lo que debió ser. Ahora nada más me queda
encuentra frente a la plaza y que tiene un la esperanza de visitarme de tanto en tanto
toldo ceniciento. (quizá por más de cien años), en el pasillo tres,
–He buscado lo nuevo de García Márquez estante nueve, escritores iberoamericanos,
en todos lados y no lo encuentro. ¿Sabías García Márquez- Gabriel, código 785678-89
que, al recordar a todas sus putas, olvidó a. Cómo puedo explicarle a nadie que, de mi
mencionarme? ¿Sabes en dónde puedo vida que nunca sería, lo único que conservo
encontrarlo? es la triste verdad de saberme abandonado,
–¿Y cómo se lo digo? ¿Cómo le digo que lo porque al igual que al coronel, yo tampoco
nuevo de García Márquez se encuentra frente tengo quién me escriba.
a ella, relegado a estar detrás de un mostrador
68 Tierra Baldía
aNgélica martínez coronel
Lo que he visto por estos días en los que
me alejo un poco de casa
Tierra Baldía 69
retórica sobre la supuesta responsabilidad que mientras sostenía su bolso y lloraba tras unas
debía tener. No me enteré de más porque mis gafas oscuras. No sé qué se movió de nuevo en
audífonos emanaban la música que me agrada, mí, pasó exactamente lo mismo que cuando me
pero creo que, aquel escasamente escuchable tropecé con aquel joven, y quise prestar auxilio,
conjunto de vocablos, era enfadoso. pero lo mismo que antes me forjó un obstáculo,
Como decía, todos los días que camino surgió nuevamente como el renacer del fénix.
para tomar el autobús que me lleva a casa, Mis impulsos me hicieron girar la vista hacia
veo muchas cosas. Hoy, por ejemplo, mientras donde ella, y luego me volví para mirarla, pasé
partía a la universidad, me encontré con por su izquierda y para ella, aquel (tal vez
diversas clases de personas, unos eran hombres novio) se distanciaba del amor.
mayores quienes me veían mal y murmuraban Cuando subo al camión otras historias
una serie del infame palabrerío que pronto comienzan, pero la mayoría de las veces odio
advertí eran para, según ellos, elogiarme; mirar al gentío o simplemente, mis desvelos
también buscaban llamar mi atención silbando hacen de las suyas y comienzo a cabecear
o haciendo otra clase de lo que se podría bruscamente hasta dar un beso con mi frente en
nombrar estupidez. Otros más eran los el asiento. De ahí que lo que vi en el urbano no
ciudadanos, los bona gens, y los últimos fueron fue más que albañiles quejándose –como todo
los que me inspiraron para presionar teclas. De el buen mexicano- de los humildes salarios;
repente divisé a un muchacho que venía con la niña que estudiaba con detenimiento y
cierta expresión en su rostro, como de dolor entre tambaleos unas hojas cuya procedencia
y coraje embelesados, noté lo más lógico y de se volvía obvia- me refiero al cortar-pegar-
fácil distinción, él cojeaba del pie derecho como imprimir y a unos estudiantes hablando de
si alguien o algo lo hubiera noqueado, y en su sus tortuosos tests universitarios. El resto del
ojo izquierdo, me pareció haber visto unas camino lo pasé debatiendo entre el sueño y la
cuantas cortadas, así que, como sé bastante de poca fuerza que tenía para no dormir. Pese a lo
las peleas y de sus consecuencias, conjeturé aburrido que fue el camino, disfruté el resto del
que ese era el final andante que nos brindó día, con excepción de mi inquisidora clase de
una riña, momentos atrás. Una idea vino a mí, deportes.
como un campesino de hace años iría con un Loor a mi gente buena por darme mucho
sacerdote, desesperada y súbita. Quería que de de qué hablar, por hacerme sentir, y por
mi boca brotaran las amistosas palabras: ¿estás darme la oportunidad de, aunque no muy
bien, puedo ayudarte?, pero me trabé gracias frecuentemente, ver a través de miles de ojos. Lo
a la posible reacción del chico, pues tal vez que siento en cada persona con la que me topo
diría cosas demasiado viles y crueles, además es, algunas veces indescifrable, otras insensible
de que para muchos de nosotros, hoy día es e indiferente, pero lo que sé, es que por ellas
imprudente hacer algún tipo de intromisión estoy esta noche escribiendo y he olvidado que
en los asuntos de alguien que hemos visto sólo tengo un examen y que debí leer mi libro de
una vez en la vida. Callé y continué. Al llegar texto para la clase de biología de mañana.
a la banqueta que seguía, una joven miraba en Un ansia de saber qué será lo que veré
dirección al chico lastimado; lo veía alejársele mañana recorre mi espina dorsal...
70 Tierra Baldía
sErgio rosales
El silencio y la piedra
Ahí donde están los que acá estuvieron, ahí donde descansan los que nunca lo
hicieron o lo hicieron siempre. Ahí donde, pobres-ricos, grandes-chicos, gor-
dos-flacos, altos-bajos, negros-blancos, amarillos-rojos, largos-anchos, bue-
nos-malos, jóvenes-viejos, guapos-feos, ahí donde las pasiones, esperanzas,
desafíos, humildad, sueños, devociones y amores, todo y todos encuentran
la paz.
Ahí donde la belleza se eterniza, muchas y muchos mueren a diario, pero su
belleza sólo es eterna permaneciendo en pidera, enfrentando con orgullo los
maltratos, los climas, pero sobre todo los tiempos. A estos lugares los ocupa
un sinfín de historia, de leyendas y de misterios. Lo ocupa un sinnúmero de
seres que un día nacieron, rieron, sufrieron, amaron, lloraron y que ahora
son tan sólo “silencio, piedra y paz˝.
En este lugar existen los ángeles mensajeros. Ángel significa “mensajero˝, espí-
ritu celeste criado por Dios para su ministerio, y aquí velando por el eterno
descanso de los muertos.
Ángel Custodio; siempre erigido detrás de la sepultura de un niño o niña.
Ángel Oidor; tiene sus manos sobre el oído como si estuviese escuchando que-
jas, lamentaciones y confesiones del difunto.
Ángel del Silencio; con el dedo índice sobre sus labios, exigiendo silencio para
que descanse en paz en su tumba.
Ángel Escritor; quien apunta los hechos más importantes de la vida de quien
duerme camino a la eternidad.
Ángel de la Fe; se le puede ver levantando el brazo hacia el cielo, como indi-
cando: éste es el camino.
Son miles de ángeles, de epitafios. Es lugar de vida y de muerte, de muerte y
de vida. Es un lugar de silencio y paz.
Este Panteón de los Ángeles, fue construido en el siglo XVII, alberga un sinfín
de personajes y sus silencios, simples mortales de la historia de mi ciudad.
Ahí viven entre sus silencios.
Tierra Baldía 71
72 Tierra Baldía
Tierra Baldía 73
lAura zapata
Luces en el cielo
74 Tierra Baldía
Maldición
La misma noche que murió el doctor Leiví toda esta casa se llenó de una lluvia
de ceniza. El huerto fue el lugar más dañado, no sobrevivió ni una de las
plantas y el viejo pozo aun cuando estaba tapado, acabó contaminándose.
Tenía miedo de que el peso terminará de tumbar los antiguos techos y
di órdenes a la servidumbre para que recogiera hasta el último cúmulo de
escoria.
La escoria debe limpiarse, igual hice con el doctor al denunciarlo; mi país
me lo exigía.
Después de todo este tiempo parece que la tarea será imposible y es que
durante la noche ese olor nauseabundo a carne quemada vuelve sin aviso al
igual que la ceniza.
Remedios caseros
Se la pasaba sentada en el balcón la mayor parte del año; sólo la lluvia o el frío
muy intenso lograban que entrara al departamento. Se levantaba tarde, casi al
mediodía; encendía su primer cigarro y salía a la terracita. Yo debía servirle
las comidas, llevarle las revistas y, lo peor, cada lunes hacerle el pedicure.
Ella no movía un dedo en todo el día, es cierto que su peso tampoco se lo
permitía; ni podía, ni quería.
Sentada en su equipal, que era la única silla que soportaba sus carnes, se
enteraba de vida y milagros del vecindario. Desde lo alto de ese balcón no
había suceso que se perdiera.
Mientras tanto, yo no tenía un minuto de descanso, si no era la limpieza
de casa, era la cocina o traer de la calle sus encargos. El lavado de la ropa era
otra de las tareas que debía realizar con sumo cuidado, y aunque teníamos
lavadora, toda su ropa y la ropa de cama debía pasar por un escrupuloso
ritual de limpieza inventado por ella para ser cumplido justamente por mí.
Ese verano tuvimos una plaga de moscas. Yo estaba lavando los trastos
cuando por la ventana vi cómo estaba de pie agitando sus gruesos brazos;
traía en una de sus manos un matamoscas. Me distraje un momento y cuando
volví la mirada hacia ella vi cómo perdió el equilibrio y cayó al vacío.
La policía me preguntó qué tenían los platitos que estaban por toda la casa
e incluso en el balcón; yo dije la verdad: agua azucarada.
Tierra Baldía 75
mIguel ángel méndez
Cartas de amor
76 Tierra Baldía
Metamorfosis
Tierra Baldía 77
iLse díaz
Tercer mes
El
agazapado.
Pero con un sol,
78 Tierra Baldía
Amberes lleno de bicicletas,
té de Sudáfrica,
chocolate caliente,
nubes que no hay nunca
junto a los tranvías
y la mano del gigante cargando a la gente
que se duerme en las plazas
la gente
a la que el río les muerde las nucas,
Tierra Baldía 79
rEgina kalach atri
Rojos
1.
Se me ahoga el rojo
Mi rojo, el propio,
me asfixia.
¿ahoga a los otros?
2.
Rojo en arena
Salpicada la sangre.
Ciegas divinidades dejaron gotas
granates
Semillas de granada.
El color rojo:
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Aterrado.
80 Tierra Baldía
3.
Descarnados
Intensos
Suaves desperdigados
Desamorados
amoratados
En mortaja final.
Relucen sangre y fuego.
4.
Rojo:
esplendor.
Por la tarde
Pétalos sobre el mantel.
Tierra Baldía 81
rOdolfo jm.
El flautista
82 Tierra Baldía
el flautista, haciendo bocina con las manos, y a gritos, invitaba a escuchar
su sermón a todos los transeúntes. A los vecinos no les importaba mucho la
presencia ni los gritos del flautista, lo veían como un personaje inofensivo que
incrementaba el encanto turístico de la ciudad. A veces algún despistado se
detenía para ver de qué trataba el sermón, incluso hubo quien le tomó alguna
foto, pero nadie se quedaba a escucharlo.
Salvo los niños. Pero no los que iban de la mano de sus padres, no
los que paseaban en grupos, uniformados y con mochilas en la espalda,
sino los otros. Niños sucios, de ropas sucias y rotas, la mayoría descalzos;
niños casi salvajes, llenos de piojos; niños solos; niños perfumados con orines
y humedad. Al principio, fueron sólo unos cuantos, que seguramente sintieron
curiosidad por la túnica roja, los dibujos en los carteles, la melena y la barba.
Y algo encontraron en las historias del flautista, en lo que irradiaba, en su voz,
porque decidieron quedarse a vivir junto a él. Le acompañaban a todas partes,
eran su público, y por las noches, a la hora de dormir, los niños se acostaban a
su alrededor, como protegiéndole. Cuando fueron más de diez, los vecinos se
encargaron de echarlos de calles y parques del centro. Era molesto encontrarse
con aquella visión al salir del trabajo y después de hacer las compras.
El flautista y su séquito abandonaron el centro de la ciudad y comenzaron
así su peregrinaje por las colonias de la periferia. No era ningún idiota el
flautista, estaba consciente de que su corte llamaba demasiado la atención,
pero no hizo por evitarlo, al contrario: cada vez eran más. Las gentes hablaron
sobre una pandilla de ladrones, sobre un vendedor de droga especializado en
niños, sobre un pervertido que promovía la prostitución infantil entre turistas
inescrupulosos. Los policías detuvieron algunas veces al flautista, pero no
encontraron motivos para encerrar a un viejo vestido de rojo que contaba
historias en la calle. El flautista no usaba drogas ni alcohol, no pedía dinero,
y aunque su voz era grave y muy alta, era un hombre pacífico, de carácter
amable. Los policías le hacían las preguntas de costumbre, lo registraban,
pero debió resultar intimidante hacerlo mientras más de cincuenta niños
les observaban en silencio. En cada ocasión los policías,
temerosos y avergonzados, terminaron retirándose,
amenazando con volver de nuevo, preguntándose
qué era lo que habían sentido ante aquel hombre
y sus fieles, por qué les tenía que haber sucedido a ellos, por qué no
simplemente lo habían subido a la patrulla y llevado a la delegación, donde
hubieran podido encerrarlo un par de noches por vagancia.
Se dice que eran cien los niños que seguían al flautista cuando se instalaron
en el parque chino. Nadie lo sabe con exactitud; al igual que todo lo que hoy
sabemos del flautista, nos basamos en los relatos de la gente, en las historias
Tierra Baldía 83
que cuentan los vecinos, ninguna demasiado precisa; así que cien o cincuenta
niños; de lo que sí estamos seguros es de que a partir de entonces no hubo más
sermones. Suponemos que todo estaba previsto: el parque, el silencio, los niños,
lo que sucedería después; pero quién podía imaginarlo.
El parque chino fue el lugar ideal para ellos, oscuro, abandonado; era
además un parque hundido, como si se encontrara al fondo de un embudo,
es decir que para llegar a sus veredas y zonas verdes había que bajar las
escaleras que le bordeaban. Visto desde el cielo, el parque chino debió parecer
un hoyo rectangular, lleno de hierba, basura y ratas. Y en el centro de aquel
hoyo, alrededor de la fuente seca, se hubiera podido observar al flautista y sus
niños, como una mariposa rodeada de polillas.
Para entonces, la fama del flautista ya había rebasado las calles. El primero
en mostrar interés fue un reportero de periódico, joven, armado con grabadora
y cámara digital, que se atrevió a internarse en el parque chino, platicar con
el flautista y tomar algunas fotografías; a los dos días llegaron tres equipos
de distintas televisoras. Fue la noticia de moda durante una semana. Y era
curioso que ni el reportero ni las televisoras estuviesen interesados en la
historia de ese hombre que les causara tanta gracia, el de largos cabellos y
túnica roja, al que seguían los niños como a un “moderno santaclós” –dícese
un conductor de telediario. Uno de los entrevistadores tuvo
la osadía de preguntar al flautista qué era lo que
prometía a los niños que lo seguían tanto. El flautista
dijo que ya no tenía caso hablar de ello, que las señales se habían cumplido
y ahora sólo era cosa de esperar unos días. El entrevistador se puso un dedo
en la sien e hizo el gesto universal de la locura, compartiendo la complicidad
con su público, y enseguida preguntó quién había diseñado esa túnica roja. A
los niños no les preguntaron nada. Gastaron decenas de rollos fotográficos en
ellos, y sorpresivamente dejaron constancia de que allí, en el parque chino, no
había ninguna pandilla de asaltantes drogadictos, lo que había era una gran
familia, muy extraña, pero cordial y unida.
Algunas personas que acostumbraban correr por las mañanas alrededor
del parque dicen haber visto cierto día a los niños tomados de las manos,
formando un amplio círculo alrededor de la fuente. El flautista se encontraba
en el centro del círculo, su voz formando extrañas melodías. Ese día, en el
cielo, como si la mano de un dios tenebroso estuviese por caer, las nubes
formaron un remolino negro y se abrieron. Fue la tormenta más fuerte que
viera la ciudad en toda su historia.
Llovió hasta que se hizo de noche. Las calles quedaron
desiertas, oscuros ríos recorrieron el asfalto y se
estancaron para reflejar un cielo estrellado, sin nubes ya.
84 Tierra Baldía
Una noche perfecta para hablar de fantasmas y decir, como por casualidad,
que el tiempo pareciera haberse detenido.
Al día siguiente, o al siguiente, nadie está seguro, alguien notó que el
flautista y los niños ya no estaban en el parque. Esa gente es así, diría ese
alguien, van y vienen. Con las semanas fue evidente que habían desaparecido.
Muertos por la lluvia, dijeron muchos. ¿Y los cuerpos?, preguntaron otros.
Como es natural, pronto a nadie le importó y no volvió a tocarse el tema.
Hasta hace unos meses.
A media tarde, en todos los televisores de la ciudad,
se interrumpió la programación acostumbrada y
tras unos instantes de estática pudo verse en pantalla al flautista: Les tengo
un mensaje, dijo, y durante dos minutos su boca escupió cosas sin sentido,
palabras que parecían no tener relación entre sí. Se le veía contento, los ojos
llenos de luz. Tras él, y a su alrededor, un rincón de playa. La ciudad no fue
el único lugar donde sucedió esto, todas las televisoras del mundo recibieron
la señal con el mensaje del flautista, y no pudieron hacer nada para evitar su
transmisión. Tampoco para detenerla. Desde ese día las telecomunicaciones
de todo el mundo quedaron arruinadas. Si alguien enciende
una radio, o si levanta el auricular de un teléfono,
escuchará el sonido del viento y el mar, en ocasiones una risa lejana. En los
televisores se observa lo que parece ser el fragmento de un paisaje, el mismo
en el que apareció el flautista por unos minutos. Es como si alguien hubiese
dejado olvidada una cámara encendida y la lente registrara un poco de
arena y rocas de mar, otro poco de cielo por el que a veces cruza una nube.
Sabemos por los periódicos que nadie ha podido explicar de dónde viene la
transmisión ni el por qué es imposible bloquearla. Ningún experto
ha podido ofrecernos una mentira y regresarnos la
tranquilidad.
Los pocos que conocemos la verdad seguimos esforzándonos por reconstruir
la historia del flautista: comparamos versiones, realizamos cronogramas,
retratos, estudiamos recortes de periódico y fotografías, nos reunimos en
el parque chino y meditamos en silencio. Hay quienes dejan ofrendas en la
fuente, hay quienes lloran un rato. Incluso, y aunque es seguro que hayan sido
destruidos por la lluvia y la intemperie, todavía tenemos la esperanza
de encontrar alguno de los carteles que el flautista
dibujó, cualquier cosa que nos permita entender su mensaje.
También contamos con gente que pasa todo el tiempo frente al televisor,
observando, atentos a cualquier detalle. Estamos
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seguros de que volverá.
Tierra Baldía 85
rOdrigo carmona
Mar
86 Tierra Baldía
Quedarse así
Tierra Baldía 87
sAntiago rojas valdivia
Distintos y distantes
88 Tierra Baldía
en la banqueta junto a la cartera saqueada y Se hallaba a dos pasos de tomar el auricular
rota, un trozo de piel inservible, pero no supo cuando la distrajo el timbre de la puerta. No
resistirse a la curiosidad, deseaba saber quién esperaba visita y se acercó sigilosa a la mirilla:
la había extraviado. La guardó en su bolso. habían dejado de agradarle las sorpresas. El
Una aterciopelada caricia recorrió sus piernas. ojo de pescado dejó ver a un desconocido.
Levantó al gato y lo llevó a comer a la cocina. Volvió sobre sus pasos en silencio. Después
Entre bocados de atún frío con galletas, de dos timbrazos retornó el silencio. Sofía fue
Víctor evaluaba la compra de una nueva a la cocina a despedirse del gato y tomó un
contestadora. Escasas veces, llegando de sus chal para salir.
andanzas, había encontrado el número uno, Víctor buscó la caja de madera y sacó unos
que indicaba una solitaria llamada, en su vieja billetes, hundido en el recuerdo de la cartera
máquina de respuesta automática. Incluso el perdida y el dinero que portaba. Podría serle
día que el artefacto dejó de funcionar marcaba útil una contestadora: de vez en cuando
un irrebatible cero. La ausencia de mensajes alguien se animaría a hablar con la máquina.
se debía tal vez a lo molesto que resultaba no Y si dejaba un mensaje que estimulara a los
hallar a la persona que se buscaba. posibles interlocutores, quizás obtuviese
Masticando mecánicamente, como un éxito con los recados. Desde que compró
robot bien programado, Víctor recorría el ese pantalón supo que las bolsas eran muy
entorno con la mirada, tratando de hallarle pequeñas. Regresó en recuerdo a la búsqueda,
explicación al asunto de las contestadoras sin pero a esa hora cualquier mano podría haberse
recados. Siguió raspando el molde con una agachado a recoger la cartera. Demasiada
galleta, intentando arrancar los restos que se gente en la calle. Además, se había dado
adhieren al fondo de los moldes con relieves. cuenta demasiado tarde.
Mientras rumiaba los restos del alimento, Tomó un solitario billete del fondo de la
lo acosaba la duda de quién podría haber caja y se lo metió al bolsillo. El dinero, pensó,
llamado. Pasó por su cabeza la identificación no se da en maceta. De nuevo rondaba en
perdida con la cartera; la contestadora se hacía su cabeza la idea de que la última llamada
necesaria. Cerró el paquete de galletas y sumó podría haber sido
el molde a la torre de trastes de la semana: el de quien tenía la
domingo llegaría ayuda para la limpieza. cartera y todo lo
Sofía abrió la lata con cuidado, evitando demás. Excesivo
los bordes. Tomás la miraba impaciente, con tiempo de ocio
la cola serpenteando sin cesar. Ella se inclinó y en soledad le
a vaciar la lata en el plato. Girando entre las impedía sacarse el
piernas de su dueña, el gato oliscó el alimento timbre del teléfono
y no esperó mucho para hundir el hocico en la de la cabeza. Qui-
mixtura y olvidarse de la mujer. Ella, mientras zá, antes de la
miraba comer al gato, de manera inconsciente compra, se bebiera
se llevó una mano al bolsillo y allí la credencial un prudente café
buscó la mano. Se animó a marcar de nuevo. para repasar lo
Tierra Baldía 89
ocurrido. Se acercó a la ventana y abrió la Víctor alzó la mirada hacia el cielo y vio
cortina por un lado: el cielo, de un gris sin el caudal de gotas que se lanzaban contra él.
matices, se reflejó en su rostro. Sus ojos se Contó las primeras una a una, luego perdió
posaron en el abrigo sobre el sillón. Antes la cuenta. Descartó la idea de tomar café en
de salir se dirigió a la mesa y a manera de el restaurante de los grandes ventanales y
despedida arrojó comida en polvo a Barrabás. dobló la esquina antes de cruzar el primer
Y aunque demorara, el agua del frasco no se cristal. Apretó el paso. La gente buscaba
evaporaría. resguardarse acercándose a los muros
—No te preocupes, no tardaré. Además, mientras él caminaba por el centro de la acera
veo complicado que pueda entrar un gato a con pasos largos y premiosos, aprovechando
tragarte dijo, y el pececillo no se molestó en el vacío de las calles. Después de todo, ¿para
responder. qué es el dinero? Hoy lo gano y mañana
La mesera la miró con familiaridad y la pierdo la cartera. Mejor lo gasto. Apresuró
condujo a la mesa de todas las tardes, la del sus pasos para evitar la lluvia, continuó
primer cristal. Sofía se alegró al ver un cielo enrollando y desenrollando ideas.
en tonos pardos. Sabía que mientras más Las venas de agua sobre el vidrio hicieron
durase la lluvia, más demoraría en volver a su a Sofía perder el punto de vista y hundirse en
casa. Siempre el mismo ventanal, siempre la pensamientos. La cuchara comenzó a escurrir
mirada a la acera entre bocado y bocado para sopa sobre el plato. La gente tropezaba intentando
observar a la gente, siempre la misma mesera protegerse de la lluvia con cualquier objeto. Así
con diferente platillo, de acuerdo con el día de había corrido ella en muchas ocasiones. Pero
la semana. Tomó el menú y ordenó pensando había cosas más complicadas que atajar, cosas
en el gato. De no haberlo acostumbrado a más complicadas que unas cuantas gotas de
las latas, le llevaría un filete para la cena. Es agua. Recordó las palabras por aquel hombre
un gato bueno e inofensivo, no le gustan los meses atrás, no pudo alejarlas de sus oídos y
peces. Cerró el menú mientras la empleada se habían mojado su alma. Aquello terminó hacía
alejaba y miró la banqueta, que comenzaba a unos meses. Sofía terminó la sopa y apartó el
humedecerse. plato, hundió luego el cuchillo en la carne.
90 Tierra Baldía
Con el rostro distorsionado por el agua, más oscura calidad ambarina que había en el
Víctor miraba desde fuera el muestrario de estante. El tendero la metió en una bolsa de
aparatos de la tienda. Los cartoncillos con los papel de estraza, tomó el billete y devolvió
precios le ensancharon los sorprendidos ojos. algunas monedas. La sensación de la botella
Los precios iban más allá de lo imaginable, en la mano atrajo fantasmas a la mente de
rebasaban sus posibilidades. ¡Al diablo Víctor. Impulsivo, abrió el frasco y de un
con la tecnología! Si me quieren encontrar, trago ahogó unos cuantos. Vio al tendero con
que insistan. Un empleado que escuchó a ojos de cristal. ¿Por qué todos mis fantasmas
Víctor encogió los hombros y volvió la cara. siempre tienen nombre de mujer? Bebió otro
Demasiadas exigencias comerciales que al poco y salió.
final no sirven para nada. En ese momento Sofía caminó hacia la esquina y dejó
el agua penetró en su saco y Víctor cruzó los correr la vista por el sendero que tendría que
brazos. Le comenzó a gotear el cabello, le caló recorrer de regreso. El frío de la calle entumió
el frío. Apretó los brazos contra el cuerpo, sus manos. Las llevó a su vientre y se encorvó,
recordando situaciones que penetraban más marchó mirando el piso. En un charco vio el
hondo que el agua de lluvia y no sólo dejaban reflejo de un cielo que no se abría. Antes de
la ropa escurriendo sino también el ánimo. los nubarrones del reflejo, observó su rostro
De regreso, caminando inclinado acortó los cargando el peso de los años, lleno de líneas de
pasos. amargos recuerdos que empezaban a asomar.
El vapor del café se pegaba al ventanal, en Una lágrima rompió la imagen, era hora de
el cual Sofía había dibujado efímeras figuras. volverse a encerrar.
Una de sus manos escapó a la bolsa del saco No soy más que un gato, un gato educado
para buscar calor, la otra se calentaba con la pero a fin de cuentas un gato, un pobre gato
taza. La credencial se interpuso en el camino alcoholizado. Mientras aguardaba el cambio
de sus dedos, la sacó, de nuevo la tuvo ante de luces en la esquina, cabizbajo, esperaba
sus ojos. La usó después para trazar figuras también respuestas de la vida. La llamada
en el cristal y se detuvo cuando entre tantos retornó a su mente. La luz roja del semáforo
garabatos le pareció descubrir la figura de un acomodó el vidrio de un carro frente a sus
pez. Definió sus contornos con el dedo. Guardó ojos, lo miro directamente el instante que
la credencial y sin parpadear contempló duró la parada. Víctor volvió en el recuerdo a
largamente la imagen. El dibujo cambiaba de esa cara reflejada, la puerta del departamento
color al paso de la gente en el fondo. La lluvia que visitó durante más de dos años y que se
había amainado y, apesadumbrada, Sofía había cerrado abruptamente con él afuera y la
retornó a la realidad y pidió la cuenta. mitad de su vida adentro. Se inclinó un poco
Las gotas dejaron de golpearle el rostro, para sorber de la botella y estiró un brazo para
pero el frío ya formaba parte de él. Paso a transitoriamente detener el viaje del camión.
paso Víctor vio acercarse la licorería y cuando Estaba cansado de andar.
la tuvo cerca entró. Botellas y más botellas Había llovido mucho. Sofía buscó un
invocaban la sed. Encontró el billete que había charco grande, uno que pudiera contener el
estrujado en el camino y pidió la botella de la pez de la vitrina. El agua anegó sus zapatillas
Tierra Baldía 91
cuando entró al charco y se inclinó para dejar sus ahogados choclos. Había luz en esos ojos.
salir de su mano el pez imaginario. Efímero El camión siguió su curso, la vida también.
pez que desaparecería cuando el sol calentara El hombre buscó de nuevo la mirada y la
los cristales, así como los charcos. Pero los encontró de frente, pero el contacto se rompió
recuerdos perdurarían. Guardó las manos abruptamente al paso de un tropel de gente
en las bolsas y se enconchó. De nuevo tenía que buscaba lugar en el transporte. Sofía y
la tarjeta plástica entre sus dedos. La aferró Víctor esperaban que no estorbara la gente
como un signo de esperanza. El chirrido de las para seguirse mirando, pero los pasajeros
llantas rodando sobre el húmedo pavimento eran tantos que no había quedado hueco.
la impulsó a extender un brazo. Con una La mujer sonrió con el alma ennoblecida,
moneda en la mano subió al camión para pensó en las coincidencias que habría tenido
ahorrarse unas cuadras de camino. en su vida. Buscó sin resultado un agujero para
Sofía encontró un lugar vacío, justo frente mirar. Sacó la credencial que había encontrado
a un hombre con una botella sobresaliendo unas horas antes en una de tantas banquetas
de una bolsa de papel mojado. Vio aquella de la ciudad y de nuevo comenzó a recorrer
cabeza inclinada, un gesto alargado tal vez las letras del frente. Víctor se volvió hacia
por el alcohol, y buscó en el piso el punto fuga una ventana y constató que había oscurecido
de la mirada de ese pasajero de semblante y sonrió por salvar un día más en un mundo
atribulado. hostil.
Víctor, hundido en su asiento, intentó Sofía llevó de nuevo la mano con la
cubrir la desnudez de su botella con lo que identificación a la segura bolsa, pero un salto
quedaba de la bolsa, la metió luego en el saco del camión se la arrancó y el documento cayó
remojado. Su mirada mostró curiosidad al frente a ella, en medio del mar de piernas. Como
hallar unas zapatillas empapadas. Víctor, con pudo, la mujer extendió la mano tratando de
una sonrisa, elevó lentamente la mirada, que recuperar la identificación en medio de un mar
pasó por las pantorrillas, las piernas, el torso y de pisotones. Agotado, Víctor permanecía con
al final se encajó en unos ojos inciertos. la mirada clavada al piso. Notó que una mano
La mirada de Sofía dibujó una línea recta se movía ansiosa buscando un objeto. A Sofía
hasta los ojos del hombre de la botella, le bastó le bastó sentir la credencial para aferrarla y
un somero examen para notar que escurría tirar de ella, pero al tenerla cerca notó unos
de todos lados. Con cualquier movimiento, dedos del otro lado del objeto. Víctor había
los anegados zapatos del hombre eructaban reconocido su identificación y, extrañado,
burbujas entre las costuras. La mujer se llevó trató de levantarla, pero alguien la aferraba
la mano a la boca para ocultar una tímida en el otro extremo. En medio de las piernas
sonrisa. de la gente, del espacio que habían abierto los
Víctor alzó el rostro y notó las inquietas jalones, halló una mirada, aquella de la que no
niñas de los ojos, las encontró justo antes de hubiese querido apartar los ojos hacía unos
que huyeran entre risas y se escondieran en segundos. Un pez había encontrado el mar.
92 Tierra Baldía
rOsa patricia vázquez
“Tonta, tonta, tonta”. Se pensó de esta manera y así sería toda la vida. Y siguió
caminando por el único pasillo del mercado. Maribel se acercó al puesto de la
señora que gritaba:
-¡Pásele, señito, dos por diez… dos por diez!– Compró esos dos de naranjas
mientras con una mano despanzurraba los aguacates del puesto de al lado.
¿Cómo es que nunca me di cuenta de lo que estaba pasando? Maribel se afligía
al tiempo que pedía otra bolsa para el cuarto de tomates. Segundos después se
paró en el puesto de comida y pidió un choco y tres tacos. Los masticó
de una manera tan fuerte que en el primero trituró
sus sentimientos, en el segundo y entre dientes hizo pedacitos lo
que pensaba; en el posterior se echó el último pedazo de recuerdos y para
no atragantarse tuvo que tomar un gran sorbo de su bebida para pasarse las
últimas lágrimas y restos de melancolía entre chocolate y crema batida.
Par de ninfas
Misela y Verasi eran dos ninfas que a veces eran amigas y a veces no. Vivían en
un reino lleno de brillo, ríos, faunos, agua cristalina y flores. Un día las dos se
dieron cuenta que los faunos de ahí no eran lo suficiente buenos para ellas, ya
que conocían las manías de cada uno. Por ejemplo, Limotino siempre
se quedaba dormido antes del acto amoroso, Camiloto
cuando dormía en vez de ronquidos emitía pujidos infantiles y Felitolo tenía un
horrible hipo que comenzaba justo antes de que finalizara el acto supremo.
Tierra Baldía 93
Muchos días estuvieron las dos ninfas con todos los hombres lujuriosos
de la aldea. Así fue como lograron hacer un registro de cada uno de ellos y
guardaron los datos celosamente en su gruta. Las debilidades y detalles
físicos, el lugar en que con tan sólo soplar estremecían a todos los
hombres y a los sátiros les producía un gran trance que les hacía divagar
algunos minutos locos y melositos entre la tierra y el subsuelo.
Por esos días, en la región comenzó a haber rumores sobre dichos apuntes
y Limotino, Camiloto y Felitolo fueron a la gruta en busca de ellas. Para
calmar el insulto y la burla de los duendes, gnomos
y elfos quisieron la ofrenda del par de blanquecinas ninfas. Las encontraron
descalzas y desnudas.
Los tres sátiros les hablaron suavemente, reprimieron su lujuria a cambio de
besos y suspiros, las acariciaron con ternura y presteza para luego vestirlas
lentamente y mirarse de reojo uno al otro, Camiloto a Felitolo y él a su
vez a Limotino mientras ponían los collares, prendían los aretes o tocaban
discretamente sus pechos a través de sus delgadas prendas.
Ya vestidas desgarraron su ropa, las maltrataron, escupieron y organizaron
una bacanal en donde participaron los cinco. Ellas se vieron
obligadas a escuchar pujidos de niños, hipos de borrachos
y ensoñaciones de leches perdidas.
94 Tierra Baldía
jUan pablo de ávila
Suicidio
Pero si ErAMOS
mágicos salvajes teníamos picos
cuernos plumas garras
Bailábamos confundidos
El león La Zarigüeya se disfrazaban de hombre
Los hombres Tigre Águila
Tlacuache quemado
Entregamos en ello Lontananza
Punta roca labrada
Ahora la luz no basta
Duele desenterrar nuestro cristal
Las campanas llaman
Esta claridad empaña
96 Tierra Baldía
Calle oleaje de canción
La sangre va cantando
Inasible bullicio flota
Los no poros que no lavaste no absorben
Tanto no féretro
Que no mienten y sí son falsedad
navegando en esta atmósfera
Duele el viaducto de palabras dichas
Palabras pasadas duelen
Dichas palabras viaducto duelen
Sirven para salir a matar
si ya muerto yo
Uniformes caprichosos de los textos
Yo mato me
Apocatástasis los páramos
Pedro soñando a un Juan
Yo soñando un Desiderio
Tierra Baldía 97
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Aún no muere
Las palabras escupen su garabato
Resuellan su sombra a las paredes
Permanentemente muerte viven
Mente permanente viven mueren
Cordón umbilical guardado en el río del silencio
Canta sermones que le escribió un tal Heráclito
La voz durmiendo
Mi desnudez se lanza Cae en nuestra herida
Lléname de labios clama
En este oleaje hay tormenta
Palabradear chorreando
De escuchar el corazón no doy descanso
Dispersos núcleos
Permanezco pariendo peldaños
Conceptos sin brazos piernas sin caricia
Paciente parto con dolor me mato
Tierra Baldía 99
Aún me duelen las cabezas rodando
en mi cabeza
Inmensas moles ruedan sanguinolentas
¡Había tantas que cortar!
No te acerques quema
Centro altisonante que intentan apagar
Son las mismas palabras que salen una y otra vez
como ratas de la alcantarilla
El Voyaguer cruza el universo
donde no estamos
Todos, al sermón de la tarde, se han marchado
Mientras mi caldero hierve y me crecen escamas
que nadie se atreve a palabrear
Mato esta alma sin rencores
Florecen los ojos
Ya puedes
besarme.
“O ye”, dijo la vieja señora sin verlo, sin dirigirse a él, como si hablase
para sí misma, lejana y altiva, con su tono perentorio y a la vez
contenido, “dime si tú crees que ese joven Abel, a quien quiere contratar
Adolfo, es una persona de confianza. ¿Tú crees que se le puedan confiar mis
tierras, todas mis tierras; tú crees que sabrá trabajarlas y las hará rendir como
deben rendir?”
“Señora Lucrecia” dijo él en voz muy baja, articulando con parsimonia
cada palabra, “la familia de Abel y la de usted se conocen desde hace muchos,
muchísimos años. Recuerde que el padre de Abel y el padre de usted fueron
entrañables amigos; los dos trabajaron para constituir la cooperativa y, que
yo sepa, nunca tuvieron problemas; al contrario, siempre se ayudaron el
uno al otro, aun en las circunstancias más difíciles y delicadas, que las hubo,
¿recuerda? No creo, entonces, que Abel quiera romper con esa tradición de
lealtad mutua entre las familias. Además, es el heredero de la hermana de la
madre. En su momento tendrá sus propias tierras. En el pueblo todo se sabe:
es difícil aprovecharse de los otros sin que nadie sepa. Usted lo sabe tan bien
como yo”.
“Es cierto” dijo ella, resignada y momentáneamente afable, “pero no es
garantía. Los padres son una cosa y los hijos pueden ser otra muy distinta.
Que ahora estemos en paz tampoco es suficiente. Además, Adolfo quiere
darle todo a ese Abel. Quiere darle el tractor y también la administración, los
pagos y los cobros, las entregas a la cooperativa; en fin, quiere ponerlo todo
en sus manos. Yo creo que es demasiado y lo demasiado acaba por no ser
bueno. No olvides que Adolfo no es de aquí. Para él, las tierras significan algo
distinto de lo que significan para ti o para mí. Eso lo sabes bien”.
Y si una mañana de junio abrieras los ojos y yo estuviera junto a ti, ¿me
despertarías o te quedarías viéndome dormir? ¿No lo sabes?, pues yo, en tu
lugar, te despertaría para quedarme viendo cómo me miras, para saber al fin que te
das cuenta de que existo y que no soy un sueño, un imposible. Después pasaría mi
mano por tu cabello, que estaría cubriendo tu rostro, besaría la puntita de tu nariz
y dudaría si levantarme o recostar mi cabeza sobre tu pecho, pero creo que al final
me levantaría, caminaría con los pies descalzos sobre la alfombra y… me detendría
frente al espejo para poner un poco de orden en mi cabello, después buscaría tu
reflejo, pero tú ya no estarás donde creí que hubieras estado, recostado aún, con
tu cabeza en la almohada, y tus brazos fuera de las sábanas. Ése no serás tú, serás
otro, y entonces escucharé su voz pidiendo el desayuno, y la desconoceré, recordaré
la noche anterior y desearé morir al pensar que no fuiste tú, el cariñoso, el amante, y
me sentiré una cualquiera. Saldré cabizbaja, triste, arrepentida de saber que no eras
tú, y desconoceré el lugar en el que me encuentro, entonces correré escaleras abajo
en busca de una salida.
Él bajará tras de mí, y me verá asustada, a punto de ser un mar de lágrimas, me
abrazará, no entiende por qué ese cambio, y lloraré, pero no en sus brazos, no dejaré
que me vuelva a tocar. Correré hacia la ventana a mirar y preguntarme dónde estás
soñar
tú, cuándo te perdí, por qué cada mañana es como olvidar el día anterior,
que estuve contigo ayer y despertar con la voz de
un extraño que me pregunta por qué lloro, y yo
siempre respondo: porque no eres tú.
Y soy como una niña que perdió, que te perdió, y ahora no sabe cuál es el sueño y
cuál la pesadilla, y cómo es que llegó a los brazos de ese desconocido, y por qué cada
mañana despierta pensando que eres tú, para darse cuenta después de que no lo
eres.
Con la certeza que de P se sigue Q, si “yo fuera Dios”, o sea, P, “te abrazaría con mi amor
ad infinitum”. Admíteme que no es posible que, al mismo tiempo, “te ame” y no “recuerde”;
que no es posible que los conyuntos “A y no R”, por ejemplo, simultáneamente surjan, pues
cuando te amo, hasta lo mínimo de tu ser retengo. Simbólicamente digo: “si A entonces R”.
Entiéndeme, además, dos obscuras premisas: Que recordarte –o R–, es el acto que gratifica
los deseos de un alma condenada al silogismo –o G–. Dígase, pues: “R entonces G”. Tam-
bién sabrás que “el empeño arrebatado de un amante” –es decir, E–, “suele martirizar a la
persona que ama” –es decir, M–. Una definición –que crea disyuntos– afirma que: “E enton-
ces M” es lo mismo que “no E o M”. Yo uso V para expresar que “te venero”; para enunciar
categóricamente que “te amo”, uso A. Postúlese que buscar gratificación a los deseos –de
nuevo G– “causa” el empeño exacerbado del que ama –o E–; y que es la veneración rendida
–o V–, la que inmuniza, en este caso, a la amada, del martirio –o no M–. Atribúyase a un
dilema destructivo –poderoso motor de la ruptura– que, una vez dicho que “no E o M”,
pero también que “G entonces E”, y al unísono que “V entonces no M”, pueda decretarse lo
siguiente: “no G o no V”. Acéptame que, desde hace tiempo, señalé que V: eso deriva a que
se afirme, sin sospecha, no G, a la rígida sombra de un silogismo disyuntivo. Mas, advierte
que, si asumes no G y, a la par, aceptas la premisa obscura que dice que “R entonces G”,
tendrás que llegar súbitamente al acabóse: ¡Modus tollendo tollens! Pues si “R entonces G”,
y –tú sabes que– no G, implican la imposibilidad de R. Recuérdate, amada, que habíamos
dicho A, y se había declarado que “si A entonces R”. Atente, por piedad, a un implacable
modus ponendo ponens, que sólo puede concluir que R. Pero ¿no se había dicho primero no
R, mientras que ahora se demuestra R? ¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Contradicción? Sin duda.
Sólo eso requiere el voraz principio que lleva tu nombre. Hace su acto de presencia y nada
queda a salvo. Todo lo devasta desde el centro, quebrantando, como un dardo mortífero,
la consecuencia lógica de todos los juegos. Provoca que, de la conjunción demostrada del
recordarte y no recordarte, es decir, “R y no R” –como que dos más dos sean, y no sean,
cuatro–, un juicio fundamental, entre otros tantos, sobrevenga: Decreto que “SOY DIOS”, es
decir, P. Devuélvete, amor, al principio, y descubrirás la verdad gloriosa que simbólicamente
he derivado.
Ahora todo tiene sentido.
Atte. Q.
1 Esta es la trascripción, casi literal, de una carta que encontré en un viejo libro de lógica de segunda mano. La hoja, amari-
llenta y quebradiza, me hizo saber que su autor amó de extrañas maneras a una tal Cornubia. No hay lugar ni fecha que me
den una pista de su origen. Tampoco el libro tiene la impronta de su dueño, aunque supongo que el libro era de ella. ¿O no?
¿Pero qué mujer sin corazón deja una prueba de amor olvidada en un libro? En fin. Sólo la carta habla de pasado. Creo haber
intuido su fondo, pero su forma se escapa a la convencional manera de escribirle al amor. También hay que sospechar que,
una carta así, jamás fuera enviada.
Beginning
Comienzo
De agua de temporal
La lluvia desciende
con su furor de esquirlas,
sus picotazos en los vidrios,
su aforo de luciérnagas y ramas
y se pone a cantar los pretiles.
Cae
la estela de este día;
en la penumbra
se encrespa el agua.
Un gallo-gallina ciego
recorre el mundo.
Compré una jarra de mezcal en Calvillo to no midió sus fuerzas y la pulverizó en-
hace algunos años, cuando todavía era tre su puño, sangrándose la mano.
soltero. Tenía pintado un jimador cor- Toda amenaza infantil fue reprimida
tando los agrestes agaves. Era chaparrita con una nalgada o un cintarazo y al pobre
y barrigona, como aquella en la que mi de Juanito lo amarré a la silla, al lado de su
abuela solía guardar el agua. Y qué decir madre, excusándome de que era un juego.
del sabor del mezcal: casi o mejor que un En el fondo, el jimador y yo sabíamos que
coñac. La jarra se erguía sobre la barra, al era algo así como un castigo. Desde aque-
lado de la sala de mi casa, desde donde el lla vez, las visitas pueriles fueron menos
jimador podía vigilar a todo el que entra- frecuentes: temían a la jarra del jimador,
ba, siempre con sus ojos de lodo fijos. pero más le temían esos escuincles a mis
Vengo de una familia en la que abun- manos entre su cuello o marcadas en sus
dan los niños en edades infernales; de esos nalgas sucias. “¡Ya te veré con los tuyos!˝,
que no se están quietos, que brincan en la me decían mi madre y mis hermanos. Para
cama y buscan en los libreros ejemplares el jimador y para mí era más importante
con dibujos del dragón con bolas o de la la integridad física que el cariño a los es-
despampanante barbie. El jimador podía cuincles.
olerlos, advertirlos: la jarra se humedecía Algunos años después llegó Andrea,
más de lo normal, como si transpirara el mi hija. Para ese tiempo, mi pastel se había
peligro y cuando llegaba, parecía bajar la llenado con treinta lucecitas y al jimador
mirada y apretar con más fuerza el mache- una incipiente mancha se le asomaba en-
te que sostenía con la mano derecha. En tre el sombrero, algo así como canas. “¡Ya
una ocasión se estremeció con un golpe de lava esa jarra!, ¿que no ves que le está cre-
Dieguito; en otra, tembló con el roce del ciendo moho?˝, me repetían mis parientes
biberón de Ramón y, en una de las peores, y amigos. Pero el jimador y yo sabíamos
su barriga casi se estrella con el grito de que no eran hongos sino cabello maduro:
Valeria. Pero ninguno de ellos se compa- era nuestro secreto, siendo los secretos un
ra con Juanito, la encarnación del mismo tipo de egoísmo al que todos quieren acce-
diablo, hijo de mi hermana (Juanito, no el der, pero que sólo son asibles para nuestra
diablo que es un querubín frente al niño, almohada. Mi esposa sabía lo del jima-
si así se le puede llamar). Juanito no que- dor, sabía mis secretos y yo los de ella; los
ría al jimador que estaba encerrado en la intercambiábamos por las noches, luego
barriga de barro, y cierto día, el infeliz le del rito de amarnos. Por eso soñamos. Los
rompió una oreja, jalándosela, pero Juani- secretos tienen pies y alas; vuelan de al-
I
Tu gesto sin mapas la intemperie.
Tras la palabra oculta tus pasos ascienden al silencio,
escriben tu nombre afuera.
Cada huella de ida epígrafe del polvo.
II
Allanar la piedra,
horadarla,
buscar la noche alguien, a través.
1 Originalmente este texto fue presentando durante un coloquio en la Universidad Autónoma de Zacatecas.