por las diócesis MAYAGÜEZ
10 al 16 de abril de 2011 ev: 23
REV. P. FLOYD L. McCoy Jordán
Para El Visitante
Desde los orígenes del cristianismo las Sa-
gradas Escrituras constituyeron un factor funda-
mental en el desarrollo de la teología, de la liturgia
y de la vida pastoral de la Iglesia, tanto de Oriente
como de Occidente (iglesia latina). En el caso de
la iglesia latina o Iglesia Católica Apostólica Ro-
mana, la Biblia, tanto en su contenido del Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento, como en el
desarrollo de la Tradición, se convirtió en el fun-
damento de su manera particular de hacer teo-
logía. Por lo tanto, de ninguna manera es cierto
que en esta o en aquella época la Iglesia Católica
no le dio importancia a las Sagradas Escrituras.
Prueba de ello es la acogida de la Vulgata de San
Jerónimo que hacía asequible a los cristianos
del siglo IV la Biblia en latín, que era el idioma
vernáculo de la época en occidente. Sería prolijo,
por lo limitado de este artículo, entrar en los de-
talles de ese desarrollo histórico, pero, saltando
en el tiempo llegamos al siglo XVI en el momento
del surgimiento de la Reforma Protestante y las
tensiones y argumentos que ese acontecimiento
histórico generó. Fundamental para esta exposi-
ción que estoy haciendo es la proclamación de los
grandes reformadores como Lutero y Calvino de
la sola scriptura, echando a un lado el concepto
católico de la Tradición y proclamando la libertad
de interpretación personal de los creyentes refor-
mados, sin la ayuda de ningún tipo de Magisterio,
como lo hacía la Iglesia de la que se separaban.
Como reacción a esas ideas, los siglos posteriores
vieron una Iglesia Católica sobreprotegiendo la
Biblia, como una manera de enfrentar la teología
protestante y de mantener al fiel católico dentro
de la ortodoxia de la fe, sin contaminarse con in-
terpretaciones erróneas de la Palabra de Dios. Es
así como, entre otras razones, se crea un clima de
oficialidad en relación con la Biblia que previene
al fiel de tener un contacto directo con los escri-
tos sagrados, aunque no fuera la intención de la
Iglesia el que los fieles no conocieran el conteni-
do de esos libros, como se nos acusó. Evidencia
de la importancia que tenía y del deseo de que
se conociera está en todo ese arte religioso que
se desarrolló para exponer a los fieles mediante
imágenes, retablos, cuadros, etc. a los pasajes
bíblicos.
Así llegamos al siglo XIX y encontramos que
S.S. el Papa León XIII (1878-1903) dio inicio al de-
sarrollo de la necesidad de los estudios bíblicos
serios, movimiento que tendrá su máxima expre-
sión con la Constitución dogmática del Concilio
Vaticano II, Dei Verbum del 18 de noviembre de
1965, promulgada por el Papa Pablo VI. Durante
el periodo transcurrido entre ambos pontífices se
dio un aggiornamento que puso a la Iglesia al día
en los estudios de la Sagrada Escritura, aplicando
diferentes metodologías que ayudaban a la mejor
comprensión de los textos. Inclusive se fomentó
la creación de grupos de exégetas (científicos ex-
pertos en los libros sagrados) interdisciplinarios
provenientes del mundo judío y protestante.
Después de Vaticano II, los resultados de
esos estudios comenzaron a publicarse y a hacer-
se asequibles al cristiano común. Como siempre
ocurre en situaciones como estas, unos rechaza-
ron las nuevas propuestas de exégesis y otros las
acogieron y las llevaron más allá de los extremos
que el Magisterio de la Iglesia proponía y aproba-
ba. Para devolver las aguas a su cauce y permitir
una ponderación inspirada por el Espíritu Santo,
que es el inspirador de la Palabra de Dios a los
seres humanos, el actual pontífice, Papa Benedic-
to XVI, convocó la XII Asamblea General Ordinaria
del Sínodo de los Obispos del 5 al 26 de octubre
de 2008 y les propuso como tema a discutir “La
Palabra de Dios en la vida y en la misión de la
Iglesia”. Posterior a la clausura de ese sínodo el
santo Padre se dedicó a la tarea de recopilar las
conclusiones de los documentos de ese sínodo
episcopal y el 30 de septiembre de 2010 lo publi-
ca bajo el título de Exhortación Apostólica Postsi-
nodal Verbum Domini Sobre la Palabra de Dios en
la vida y en la misión de la Iglesia.
Partiendo de los trabajos de los obispos re-
presentativos de las diócesis de diferentes puntos
del planeta, el Santo Padre comenta sus aspectos
más significativos y como pastor y maestro hace
sus observaciones y recomendaciones sobre cuál
debe ser la actitud del fiel en relación con las Sa-
gradas Escrituras. Leí el documento y lo encontré
fascinante. Me dejó con la inquietud de la necesi-
dad que tenemos en la Iglesia Católica de superar
cierta insensibilidad e indiferencia hacia la Biblia.
El Santo Padre hace recomendaciones sobre ma-
neras en que en las diócesis y en las parroquias
se puede ayudar a los fieles a interesarse por la
lectura de la Biblia. Todos tenemos mucho que
aprender de la lectura de ese documento. Recor-
demos las palabras de San Pablo a Timoteo sobre
las Sagradas Escrituras: “Todos los textos de la
Escritura son inspirados por Dios y son útiles para
enseñar, para rebatir, para corregir, para guiar en
el bien. La Escritura hace perfecto al hombre de
Dios y lo deja preparado para cualquier buen tra-
bajo” (II Timoteo 3:16-17).