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La dualidad razón-emoción en la Estética y la Preceptiva literaria del siglo XVIII

El siglo XVIII es la culminación de la cultura occidental: vivo, complejo y muy diverso,


por lo que resulta difícil conceptualizarlo. A diferencia del siglo XVII como “Barroco”
y del XIX como “Romántico”, el XVII se relaciona con el “Racionalismo” y el
“Neoclasicismo”, lo que implica una dualidad entre la razón y la sensibilidad.

En cuanto al Neoclasicismo, concebía la inspiración como necesaria pero insuficiente,


haciendo necesario el uso del arte literario y de las ciencias humanas y naturales. El
“Arte” era entendido como las normas a las que debía sujetarse la concepción y la
composición literaria. La “Ciencia” se concebía como los conocimientos normativos
que daban a la obra del “poeta” (todo creador de literatura) un contenido adecuado.

La literatura era un medio para desarrollar el didactismo, que utilizaba al teatro como
género de mayor audiencia e influencia. El didactismo se practicaba mediante un
sistema de preceptos:
1. Una idea muy primitiva de la psicología del espectador teatral y la voluntad de
difundir y mitificar la ideología sustentadora de la organización social del
Antiguo Régimen.
2. El dogma de la “Imitación a la Naturaleza”. Ésta debe ser tratada de acuerdo a lo
que se define como su comportamiento general.
Otros preceptos importantes en el dogma neoclásico son la verosimilitud y el decoro,
junto con la unidad de lugar, tiempo y acción.

La verosimilitud se concibe como la opinión de la masa, que debe coincidir con la


verdad científica u oponerse a ella de tal manera que se adopte lo verosímil, aun cuando
sea imposible o falso, y rechazar lo verdadero o posible cuando el público lo considere
inverosímil.
El decoro consistía en crear personajes dramáticos de acuerdo con los conceptos de
Naturaleza y Verosimilitud: arquetípicos, coherentes con lo que se espera de ellos en
una sociedad identitaria.

Las Unidades eran herramientas para dar verosimilitud a las representaciones


dramáticas:
La Unidad de Lugar impedía narrar las partes de la acción en el único lugar escogido
por el autor. La Unidad de Tiempo obligaba a que el tiempo de la representación y de la
acción fueran el mismo. La Unidad de Acción exigía que la fábula o argumento fuera
unitaria (conjunto de hechos necesarios y coherentes) y de un solo protagonista.

La obra no debía ambientarse contemporáneamente para ser verosímil, eran necesarias


libertades históricas; junto con un héroe moralmente intermedio y de rango elevado. La
plebe quedaba relegada a la comedia.

Existen dos conceptos desarrollados que reivindican otro tipo de valores y que reflejan
la dualidad del arte durante el siglo XVIII; son los de “Gusto” frente a la razón, y
“Sublimidad” frente a Belleza. Algunos filósofos contemporáneos como Hume o Hugh
Blair abogaban por la inferioridad de las reglas frente a la sensibilidad como facultad
humana llamada a juzgar el Arte, ya que las obras deben suscitar una respuesta
emocional a quien las percibe. En cuanto al concepto de Sublimidad y tomando a Kant
como ejemplo podemos encontrar esa dualidad característica del siglo; para él, el
mundo se divide en personas capaces de sentir lo sublime y capaces de sentir lo bello, y
la aptitud para lo sublime es síntoma de superioridad moral.

Una nueva fórmula dramática: la Comedia Sentimental

La terminología utilizada para designar este nuevo género teatral ya nos da una idea del
carácter híbrido que poseía; tales como: “drama”, “comedia sentimental” o “lacrimosa”,
“comedia seria” o “noble”, “tragedia doméstica” o “burguesa”.

El creciente protagonismo de la burguesía frente a la aristocracia en la vida económica y


cultural de la época obligó a renovar el género, que obedecía a una visión aristocrática
del mundo. Es un género realista y más moralista, en el que quedan plasmadas las
condiciones de vida de la época y en el que se entremezclan la Tragedia y la Comedia.

Los protagonistas de este género son burgueses o populares, situados unas veces en el
tiempo histórico del espectador, y otras en el pasado; en situaciones reales o ficticias.
Se caracteriza por su sensibilidad y capacidad de desarreglo emocional: patetismo,
llanto, desesperación, furia, enajenación y demás pasiones semejantes.
El instinto guía la conducta hacia el bien, que se manifiesta especialmente en el amor
como garantía de justificación moral.

El principio fundamental sigue siendo el didactismo, que es una constante en la


tradición cultural occidental. La temática en la Comedia Sentimental gira en torno a:
1. Una ética fundada en el amor sincero: Defiende el amor honesto, la felicidad de
la vida familiar ordenada y la comprensión y tolerancia entre esposos y padres e
hijos, desechando el amor libertino y el matrimonio forzado por conveniencias
sociales.
2. Situaciones económicas de la industria y el comercio: bancarrotas, crisis, deudas
o la laboriosidad no premiada por el éxito.
3. Judicial: temas relativos a la injusticia aplicación legal y el conflicto entre ley y
honra fundada en una opinión convencional y socialmente generalizada.

Los actores de la Comedia Sentimental debían superar el estatismo del teatro trágico
convencional para inspirar otras posibilidades escénicas que favoreciesen el efecto
moralizante que pretendía el género.

Erotismo, didactismo y melancolía en la poesía del siglo XVIII

En la poesía de la de la época es difícil seguir una periodización debido a la gran


multiplicidad de tendencias, de ahí que definirla como “neoclásica” resulte algo
simplista. Además, ha de tenerse en cuenta que la coexistencia de todas las tendencias
no eran excluyentes por sustitución, sino que esas tendencias se entrelazan y tienen
vigencia simultanea.

Dentro de estas tendencias en la poesía española del siglo XVIII cabría distinguir la
Post-barroca, la Rococó, la Ilustrada, la Neoclásica (en un sentido restrictivo no
tradicional de la palabra) y la Prerromántica.

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