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Palabras Que Triunfan, ¿Políticas Que Fracasan?

Por

Karem Sánchez de Roldán1


karemderoldan@gmail.com 
ba2549@iss.nl
 
 

Al examinar las circunstancias de pobreza y desigualdad en Estados Unidos durante la


década de los 70, Murray Edelman se preguntaba qué es lo que hace que la gente continúe
resistiendo con aquiescencia y durante largo tiempo sus precarias condiciones de vida. El
curso de su investigación le llevó a considerar, desde múltiples perspectivas, el papel del
lenguaje y los efectos que éste produce en las audiencias hacia las cuales se dirigen ideas
argumentos, propuestas o promesas. En su libro Political Language consigna sus principales
conclusiones. De hecho, el centrar su atención sobre el lenguaje, y en este caso particular en
las palabras y los efectos que ellas producen, Edelman estaba elaborando, en el campo de las
políticas, sobre un tópico antiguo que encuentra hoy importantes elementos de renovación y
uso, relativamente poco conocidos en nuestro medio por fuera de los tradicionales ámbitos
de la Filosofía y de la formación en Derecho: la teoría de la argumentación y la retórica.

¿Por qué hoy debería prestarse especial atención a estos tópicos, los que por asociación de
ideas, que no por inclusión en los currículos escolares de colegios o universidades, aparte de
sus campos tradicionales, nos remontan al Ägora de la Grecia Antigua, lejana y para nada
familiar con el imperio de la tecnología actual? ¿Para qué hoy aproximarse a las
posibilidades de las formas de presentación del discurso, los argumentos y las ideas que
evocan de inmediato las connotaciones peyorativas que acompañan a la expresión “retórica”
implicando vacío de contenido y solo deseo de persuasión y manipulación de audiencias, las
más de las veces subestimadas.? ¿Por qué hoy traer a nuevos terrenos de discusión la teoría
de la argumentación y la retórica, la elaboración de argumentos sólidos y los
correspondientes dispositivos lingüísticos y figuras para presentarlos, cuando los tiempos
actuales han eliminado la idea geográfica y social de plaza pública, lugar por excelencia de
la acción retórica, como lugar de discusión y diálogo? ¿Por qué en países como el nuestro,
donde se asevera que cada vez se accede más a los medios masivos de comunicación y se
navega más por el ciberespacio y sus redes sociales como fuente principal de información e
ideas en detrimento de la lectura de materiales impresos, se debería situar el análisis
argumentativo y retórico en primero lugares de la agenda educativa?

La búsqueda de respuestas a éstas y muchas otras preguntas derivadas de las aquí formuladas
ha dado lugar a un interés renovado y enriquecido sobre la retórica y la teoría de la
argumentación en las más variados ámbitos académicos y disciplinares, trascendiendo los
límites de la Filosofía y el Derecho. No es de extrañar que por tratarse esencialmente del
fenómeno comunicativo, Escuelas de Comunicación de prestigiosas universidades en el
mundo vuelvan de nuevo a la retórica y la teoría de la argumentación. En cierta manera esto
                                                            
1
Socióloga. Profesora Titular de la Facultad de Ciencias de la Administración Universidad del Valle, Cali.
Colombia. Doctorate Fellow at International Institute of Social Studies of Erasmus University of Rotterdam.
The Hague, The Netherlands. 


 
es lógico y predecible. Sin embargo, trabajos recientes como los de Deirdre Mc Closkey y
su Economical Writing en el terreno de la economía, o los de Dvora Yanow en Conducting
Interpreative Policy Analysis, o los de Hilary Silver en su Social Exclusion And Social
Solidarity: Three Paradigms, artículo fundacional sobre el paradigmas interpretativos de la
exclusión social, solo para mencionar algunos de los más importantes, indican que el asunto
tiene una relevancia mayúscula en nuestros días, que hace parte de agendas académicas y de
investigación en diferentes ramas del saber de manera vigorosa y vibrante, y que tiene
implicaciones profundas en campos de la acción práctica en donde se toman decisiones que
afectan la vida de miles de personas.

El surgimiento del interés contemporáneo por la teoría de la argumentación y la retórica se


debe principalmente a Chaim Perelman, abogado de profesión quien confrontado con el tema
de los valores en las acciones jurídicas, se interroga a mediados del siglo XX sobre las
características de los argumentos y de aquello que los hace efectivos. Su Teoría de la
Argumentación publicada en 1958 con Lucie Ollbrechts-Tyteca es el clásico del tema por
excelencia. Sin embargo, de más reciente data, un texto más breve, L’émpire de la Rhétoric
(1.977) traducido al inglés en 1982, y al español en 1993, muestra el recorrido intelectual de
su interés remontándose hacia los orígenes griegos, los cuales sitúan a Aristóteles no solo
como el padre del pensamiento analítico, o la lógica formal y demostrativa, sino también
como el padre de la Teoría de la Argumentación y de la Retórica, por vía de la importancia
asignada a la dialéctica.

Perelman identifica los errores de interpretación cometidos sobre la obra de Aristóteles en la


edad media los cuales reducen la Retórica a la mera presentación del discurso acudiendo a
las figuras ornamentales despojándola así de su intrínseco carácter argumentativo y
dialéctico. Allí encuentran su origen los tradicionales manuales de figuras retóricas. Al
examinar en detalle y con rigor el devenir de la retórica griega y romana Perelman aboga por
una nueva retórica, en contraste y tomando distancia en algunos aspectos, sobre la
concepción aristotélica y medieval. Mientras Aristóteles concibe a la dialéctica como el
diálogo, el debate y la discusión de persona a persona, ambas con el mismo nivel de
conocimiento, y a la retórica como la interacción entre el orador y la multitud reunida en la
plaza pública, ésta última desprovista de todo conocimiento y capacidad de juicio; Perelman
propone una Nueva Retórica que se ocupa de los discursos dirigidos a todas clase de
audiencias.

Esta distinción es sustantiva pues es la que justamente permite traer, en variados contextos
de uso y aplicación, la retórica y la teoría de la argumentación al panorama intelectual,
académico y político contemporáneo. Retomando aspectos retóricos aristotélicos, lo que se
encuentra en relación dialéctica es un conjunto de tres elementos intrínsecamente
articulados: el orador, o quien trasmite el mensaje o discurso, en cuyo ámbito se encuentra el
despliegue del ethos, la capacidad de persuasión que proviene del llamado a su credibilidad,
honestidad o autoridad moral para convencer a la audiencia con su discurso; el argumento
o logos, el cual apela a la lógica o a su simulación en la presentación del contenido del
discurso por la vía de la presentación de hechos y datos; y la audiencia, a quien se dirige el
pathos, la capacidad del orador de incidir sobre las emociones y sentimiento de quienes
reciben el discurso.

Esto puede sonar a ya conocido para quienes estén en el campo de la comunicación o, para
mayor precisión, quienes están en el terreno de los medios masivos de comunicación. Sin
embargo, la novedad en el enfoque de Perelman, consiste en destacar la presencia retórica


 
en los hechos comunicativos de la acción humana en todas sus esferas. Su condición
fundamental es el encuentro de las mentes. Llama especialmente la atención su mención a
Chaignet y la referencia al diálogo interior, el que cada individuo sostiene consigo mismo,
como el primer escenario para la argumentación y la retórica. En este punto, y volviendo a
las tradicionales funciones retóricas de persuadir y convencer, plantea una idea sugerente:
dado que el propósito del argumento y la retórica es producir un efecto en la mente de otros,
define convencer como la acción argumentativa y retórica de uno mismo sobre uno mismo.
Así, la convicción asume una fuerza particular. En tanto que persuadir la define como la
acción de otro u otros sobre uno. El tránsito de la persuasión a la convicción implica entonces
una disposición activa al diálogo interior.

En determinados contextos sociales y culturales, en donde todo parece atentar contra el


ejercicio de introspección, donde pareciera que se quiere evitar el diálogo interior gracias a
la gran variedad de estímulos distractores externos, cabe preguntarse, en el marco de estas
ideas, ¿Cuál es el espacio que se reserva para la convicción?. Por el contrario, parece que
todo apunta a exponernos o a hacernos vulnerables, como individuos y como sociedad, al
poder de la persuasión, cualquiera sea su fuente, cualquiera sea su argumento, cualquiera sea
su forma, cualquiera sean sus mecanismos.

Una solución posible y deseable para superar esta vulnerabilidad a la persuasión se encuentra
en la audiencia misma. Una audiencia ilustrada en argumentación y retórica puede ser una
audiencia advertida y atenta a sus efectos. Es también una audiencia que es consciente de las
acciones que emprende y de las razones que le asisten para emprender tales acciones. Al
asumir los retos que el mundo moderno y pleno de tecnologías de la información impone
tanto a viejas como nuevas generaciones, profesores de retórica y argumentación están
emprendiendo estrategias creativas e innovadoras frente a sus alumnos volviendo su mirada
precisamente a los recursos de Internet. En un reciente artículo publicado Rhetoric Review ,
Jessica Enoch emprende el ejercicio heurístico y pedagógico de examinar las estrategias
argumentativas y retóricas presentes en la página de TakITGlobal (http://www.tigweb.org),
un proyecto de jóvenes, para jóvenes que involucra también a educadores, cuyo propósito es
lograr consciencia y producir transformación social al desarrollar capacidades analíticas,
argumentativas y generadoras de acción. En lugar de dirigirse a lectores pasivos lo que busca
es generar entre sus miembros pensamiento y acción. El propósito de Enoch es identificar
formas innovadoras de introducir en los ámbitos escolares el interés y el uso de la
argumentación y la retórica, no solo como instrumentos para convencer o persuadir, sino
como herramientas para comprender mejor el mundo actual. No es difícil imaginar la
importancia estratégica que tendría este tipo de ejercicios en la creación de una verdadera
cultura cívica y ciudadana que finalmente se traduzca en compromiso para la acción
consciente y advertida.

Dentro de este marco expositivo, es posible elaborar elementos de respuesta a preguntas que
indagan sobre el éxito desmesurado de determinadas palabras en nuestro contexto social,
político, cultural y económico. Éxito que a grandes rasgos puede calibrarse por la forma
como tales palabras abandonan sus ámbitos especializados de significado y se instalan, en
cierta medida despojadas de contenido y significado, en los discursos de los más variados
actores quedando reducidas a la sonoridad estratégica que producen al oído de las más
variadas audiencias, no necesariamente ilustradas pero si deseosas de recibir mensajes ante
situaciones críticas. ‘Participación’, ‘reconstrucción del tejido social’, ‘responsabilidad
social’, ‘exclusión social’, ‘inclusión social’, ‘cohesión social’, entre muchas otras, hacen
parte de esta constelación de palabras que triunfan.


 
Un terreno privilegiado para palabras exitosas es el de las políticas públicas, en particular
aquellas que se refieren a aspectos sociales vinculados al desarrollo económico y social y
que se dirigen e involucran a poblaciones numerosas. Por su carácter articulador de
‘políticas’, la elección de las palabras no es un asunto menor. Esta elección y el contexto
argumentativo en el que se sitúan en el texto/ documento de la política marcan la pauta para
ganar adherencias, aceptación o rechazo por parte de quienes deben tomar las decisiones
respecto a su adopción o aprobación. Esto, por supuesto, implica la suposición de que la
orientación, el contenido y el propósito de la política importan y que no solo se trata de un
tema presupuestal, le cual también se encuentra en juego. Sin embargo, es en el campo
argumentativo y retórico en donde, en las instancias decisorias, se juega la aprobación o el
rechazo de planes, programas o proyectos ya sean sociales o económicos, públicos o
privados. Este es, por excelencia, un espacio retórico en donde audiencias particulares o
universales deben ser persuadidas.

Una política que triunfe no es sólo aquella que es aprobada, sino aquella que logra traducirse
en acción por su implementación, monitoreo, y evaluación, lo que ya se sabe y es bien
conocido en el campo de las políticas públicas. Es también, aquella que gana la adherencia
de la población hacia la cual se dirige por la vía del reconocimiento de su audiencia, por la
capacidad de responder de manera real y efectiva a sus expectativas y por su capacidad de
análisis y la argumentación en donde los dispositivos retóricos se encuentran involucrados.
Es sólo allí en donde los discursos participativos dejan de ser solo discursos y se convierten
en interacciones dialécticas productivas, enriquecedoras y generadoras de mejores
condiciones para la acción de la política en cuestión. Más que abordar los procesos
consultivos y participativos con la agenda oculta de la imposición y la coerción, un genuino
espíritu democrático no temería abordar los espacios del diálogo en busca del bien común.

La disposición al diálogo productivo requiere ir más allá de la buena voluntad a realizarlo.


Implica apelar de manera consciente e intencional a las consideraciones argumentativas y
retóricas que todo diálogo involucra. El encuentro de las mentes de las que habla Perelman,
cuyo inicio reside en identificar aquello que tienen en común para luego llegar a terrenos
más complejos y de niveles elevados de dificultad en donde entra los recursos de la
persuasión. Una buena muestra del camino pendiente por recorrer en esta dirección se
encuentra con facilidad en la lectura de los foros de los medios masivos de comunicación
electrónicos que ofrecen a los lectores la oportunidad de comentar e intercambiar puntos de
vista sobre los artículos publicados. Con muy contadas excepciones, lo que predomina es el
vituperio y en mucha menor medida el encomio como formas predominantes del género
demostrativo de la retórica, lo que ha llevado a algunos columnistas a cerrar estos espacios
de intercambio de ideas. Algo similar sucede con los blogs de alta lecturabilidad, los
comentarios a los videos de youtube o en los trinos de Twitter, las nuevas plazas públicas
del siglo XXI.

Un excelente ejemplo en sentido contrario, en donde se produce diálogo con altura a pesar de
la crítica, se encuentra en la entrada del 27 de febrero de 2011 en el blog RAIL
(Reasoning, Argumentation and Informal Logic) y (http://railct.com/2011/02/27/sexism-and-
the-idea-of-the-great-speech-the-guardians-classicist-on-rhetoric/ ). En esta se discute el
artículo publicado por una de las columnistas del diario inglés The Guardian, sobre el papel
de la retórica en nuestros días a propósito del premio Oscar a la película El Discurso del
Rey. Con amplitud y rigor, el comentario realizado por un experto en retórica, en apariencia
demuele el artículo. La columnista, sin embargo, acepta el diálogo y sin enojo agradece la


 
extrema atención que su artículo ha merecido por parte del experto indicando que su objetivo
era escribir un artículo periodístico, no uno académico, para llamar la atención sobre la
importancia de la retórica con la adicional restricción de emplear no más de 2000 palabras.
Este a su vez le responde, reconociendo el exceso de su entusiasmo dándole las gracias por la
oportunidad de la discusión y dedicar su columna a un tema tan poco popular.

Es indudable que la retórica vieja y nueva es un importante instrumento de poder y como tal
sus usos y efectos son variados y generan resultados imprevisibles. Como bien señala
Perelman, no deben confundirse los objetivos del discurso con sus consecuencias. Los
primeros dependen del orador, las segundas del vínculo intrínseco entre el orador y su
audiencia. De allí que sean centrales las consideraciones sobre el uso ético de la retórica.

Que resuenen entonces en nuestros pensamientos las palabras del Perelman ‘La
argumentación intenta actuar sobre la audiencia, modificar sus convicciones y disposiciones
a por medio del discurso y trata de lograr un encuentro de las mentes en lugar de imponer su
voluntad por medio de la coacción o la restricción. En consecuencia, no es algo
despreciable ser una persona a cuya opinión se le da valor. De igual manera, es importante
ser capaz de hablar en ciertas circunstancias, ser el portavoz de un grupo, de una institución
o del Estado, alguien a quien se le escucha’.
.


 

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