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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA


EDUCACION UNIVERSITARIA

UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA

PENSAMIENTO
POLITICO
LATINOAMERICANO

BELKIS N. BRACAMONTE

I SEMESTRE

ESTUDIOS JURIDICOS
INTRODUCCION

El sistema político venezolano, instaurado a la caída de la dictadura de Marcos


Pérez Jiménez en 1958 y que dominó casi toda la segunda mitad del siglo
pasado, hizo crisis con el ocaso del siglo XX. Su anacronismo y caducidad, se
debió al agotamiento de sus postulados, doctrinas e instituciones en que
estaba sustentado. Como salida a la agudización de esa crisis, en los últimos
veinte años ganó terreno político la necesidad de una refundación del Estado
venezolano. Esta propuesta se concretó en la Constitución de 1999, la cual
promueve y favorece el nacimiento de la República Bolivariana de Venezuela.

Esta nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,


manifestación democrática de la soberanía popular, constituye en sí mismo un
nuevo espacio de referencia paradigmática que expresa el proceso que la
sociedad venezolana ha puesto en marcha y la cual exige nuevas formas de
abordar lo político. En este sentido, la constitución propone el piso jurídico del
proceso de cambios e implementación de un sistema político en el que se
garanticen y hagan efectivos los principios fundamentales en ella consagrados,
tal como se establece, por ejemplo en el Artículo 2:

“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de


Derecho y de Justicia que, mediante su ordenamiento jurídico
y su actuación, garantice a sus ciudadanos la vida, la libertad,
la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la
responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los
derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Según Salazar (2005), indica que: En 1999, luego de varios meses de
actividad, la ANC somete a la consideración del pueblo soberano la propuestas
de constitución, la cual que sería aprobada. Se relegitiman las autoridades y se
inicia una nueva etapa en la vida nacional.

Desde la toma de posesión, Chávez convoca al proceso de constituyente


originaria para elaborar la nueva Constitución de la República, cumpliendo así
con su promesa electoral más difundida. Combinando una consulta dialógica
nacional con procesos de referéndum consultivo y aprobatorio, se elabora y
aprueba el nuevo marco constitucional para la República Bolivariana de
Venezuela.

En el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela


(CRBV.1999), la Asamblea Nacional Constituyente expresa:

“ ... El pueblo de Venezuela , en ejercicio de sus poderes creadores e


invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador
Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y
de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana;

con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad


democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado
de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la
independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la
convivencia y el imperio de la ley para ésta y las futuras generaciones; asegure
el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y
a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la
cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración
latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y
autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los
derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el
desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales
como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad;
La nueva Constitución postula y abre cauces a una nueva dimensión de la
democracia, al puntualizar que la soberanía reside de manera intransferible en
los ciudadanos. Soberanía que obliga a los órganos del Estado a someterse a
su voluntad. Orientación que se expresa en la reivindicación del protagonismo
de los ciudadanos en la formulación, definición e instrumentación de las
políticas (art. 62), así como en la contraloría social de las mismas, mediante
mecanismos e instancias de participación que trascienden el marco electoral
(art. 70). Procesos que, en términos ideales, se deberán concretar en espacios
de diálogo directo entre ciudadanos e instancias de gobierno que garanticen la
permanente legitimación de las decisiones, acciones y representaciones a
través del consenso discursivo construido de manera directa.

Por ejemplo, en el caso de la educación este diálogo es asumido como


encuentro de perspectivas entre escuela (docentes, personal administrativo y
obrero), familias, comunidades y alumnos, como garantía de la vinculación de
las dinámicas educativas con las transformaciones sociales (art. 5).
Concepción que valora de manera especial la formación del ciudadano para su
integración a los colectivos sociales, lo cual demanda una atención y
protagonismo sin delegaciones. Para ello, postula la necesidad de promover el
máximo potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su
personalidad.

La más alta instancia jurisdiccional

Con la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela


en el mes de Diciembre de 1999, el Tribunal Supremo de Justicia, además de
ser la más alta instancia jurisdiccional de la República, pasa a ejercer el
gobierno y la conducción del Poder Judicial.

Constituyente educativa y Proyecto Educativo Nacional (PEN)

Durante 1999, en medio del proceso constituyente, se realiza la Constituyente


Educativa, instancia que impulsa la síntesis discursiva para los cambios
previstos en el sector. La Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (CRBV.1999), en su artículo 102, concibe a la educación

Se inician desde el propio año 1999 un conjunto de iniciativas orientadas a


concretar este precepto constitucional. De la constituyente educativa emana el
PEN. El Proyecto Educativo Nacional (PEN) y sus aspectos propositivos (2000)
emergen junto a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(CRBV) como ejes orientadores para los cambios estratégicos en materia
educativa. La propuesta gubernamental de Ley Orgánica de Educación (2001)
consignada ante la Asamblea Nacional contiene la expresión, en políticas, de
esta orientación.

La Constitución prevé la aspiración de país a construir. Para alcanzar ese


sueño se requiere una revolución cultural. En esa perspectiva la educación
adquiere un rol estelar. Por ello, el PEN articula discursivamente la relación
prospectiva entre el país que tenemos y el país que queremos a partir de los
referentes educativos.

Sin embargo, la dinámica de alta confrontación que ha vivido Venezuela en los


últimos años, ha limitado el desarrollo del Proyecto Educativo Nacional en
Proyecto Pedagógico Nacional, tarea que junto a la reforma curricular desde el
sujeto y la transformación de la escuela en centro del quehacer comunitario,
constituyen ítems pendientes de la revolución educativa.

Los intentos por producir una intervención de la dirigencia sindical de la CTV


desde arriba, por las autoridades y sus "designados", soslayando el camino de
la discusión y cambios desde la base, para que estos fueran realmente
revolucionarios, profundos y permanecieran en el tiempo, se convertía en una
práctica política que solo beneficiaba a la burocracia sindical.

Era el neogatopardismo Miquilenista pretendió producir cambios controlados


detrás de bastidores. Los cambios en curso no se limitaban -como pretendía
hacerlo ver el sector conservador del movimiento bolivariano- a la sustitución
de los Federico Ramírez León198 y los Navarro199 por otros dirigentes
"puros".

Se trataba de cambiar prácticas, comportamientos cotidianos y protocolos, que


hicieron de la cúpula del movimiento sindical venezolano, unas de las
direcciones más oportunistas, esquiroles, dependientes de las estructuras
partidarias y corruptas del mundo.

Si las practicas políticas equivocadas hubiesen llevado, por azar, a producir


cambios cosméticos, es decir de jefecitos y no de prácticas y orientaciones,
seguramente en el futuro la clase trabajadora habría tenido que enfrentar a una
neo-burocratización del movimiento sindical, mucho más peligrosa que la
anterior, porque entonces la casta sindicalera habría renovado su discurso y
pudo haber contado con la legitimidad de la revolución democrática bolivariana.
Por fortuna para los trabajadores, éste no fue el resultado. Ni Maduro ni Istúriz
lograron despertar las simpatías de las bases sindicales.

Derrota que no ocultaba, al contrario colocaba de relieve, la tradición de lucha


del movimiento obrero venezolano. Sería mezquino e incorrecto, políticamente
hablando, el desconocer la tradición de lucha por la democratización del
movimiento sindical en general y de la CTV en particular que habían liderado
los trabajadores de base y el Nuevo Sindicalismo200.

Ésta corriente, junto a las restantes experiencias del sindicalismo no alineado,


la Chispa y los trabajadores comprometidos con la democratización sindical,
eran los llamados a coordinar el proceso de consulta desde la base. Pero se
prefirió el camino fácil de los cambios desde arriba y, el futuro les demostraría
que por esa vía sólo se llega al dominio de las prácticas burocráticas o la
derrota de buenas intenciones201.

Tragedia de Vargas

En diciembre de 1999, cuando aún sonaban los cohetes de celebración por los
resultados aprobatorios de la consulta electoral respecto a la nueva
constitución Venezuela, se conoció una de las tragedias naturales de mayores
magnitudes que haya afectado a la población nacional.

Un volumen inusual de lluvias azotó durante varios días al litoral central. En las
últimas décadas, en el Estado Vargas, ubicado junto a la capital del país, se
habían venido construyendo de manera anárquica viviendas, en lo que había
sido históricamente, cauces de las aguas llovidas.

La inesperada cantidad de agua que cayó sobre la zona, se fue acumulando,


represando y fradando extensiones significativas de los suelos que circundaban
los sectores poblados, ubicados frente al mar. Ocurrió lo inimaginado. Millones
de litros de agua fluyeron desde los cerros, y en contadas horas miles de
familias vieron arrasadas sus propiedades y la vida de sus amigos y seres más
queridos.

La tragedia de Vargas puso a prueba la recién aprobada constitución. La


superación de los efectos inmediatos de la tragedia se prolongaron durante
días, hasta los comienzos del año 2000. La gestión gubernamental bolivariana
debió superar las limitaciones burocráticas y jurídicas para el manejo
presupuestario en situaciones extremas, lo cuál demandaba un flujo de caja
expedito.

Las consecuencias del desastre de Vargas concentraría la atención y buena


parte del presupuesto nacional del año 2000. Más allá de los formalismos
institucionales y en una estrecha alianza entre civiles y militares el ejecutivo se
abocó, durante todo el año 2000, a la reubicación de los damnificados y la
reconstrucción del Estado Vargas.

La magnitud de la tragedia de Vargas, como era lógico, generó un paréntesis


en la dinámica de transformaciones estructurales. Durante todo el año 2000 las
iniciativas de cambio marcharon a media máquina. En este año afloraron
contradicciones internas y se comenzaron a mostrar fisuras en el polo
patriótico, lideradas por los sectores mas gatopardistas de la alianza
gubernamental.
Según Hernandez (2001), señala que: La caída de la dictadura de Marcos
Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, marcó el comienzo de uno de los
períodos más interesantes e importantes de la historia contemporánea de
Venezuela. Que parte con la formación de una Junta de Gobierno que asume
el poder y dirige el proceso político del país hacia el establecimiento de un
régimen constitucional. Durante este período provisional ascende al primer
plano la actividad política de los partidos; se convocaron las elecciones y el
país entró en una etapa de democracia representativa, que ha sido el signo
dominante durante la vida política de Venezuela durante los últimos cuarenta y
dos años. Durante esta etapa se han sucedido los siguientes Gobiernos:

La Junta de gobierno, presidida por Wolfgang Larrazábal, quien renunció el 13


de noviembre de 1958 y fue sustituido por Edgar Sanabria. El nuevo presidente
constitucional fue Rómulo Betancourt (13 de febrero de 1959 al 11 de marzo de
1964). En esta última fecha tomó juramento Raúl Leoni y ejerció el poder hasta
el 11 de marzo de 1969, cuando traspasó la banda presidencial a Rafael
Caldera; éste presidió hasta el 12 de marzo de 1974. Su sucesor fue Carlos
Andrés Pérez, cuyo periodo presidencial terminó el 12 de marzo de 1979 y
comenzó el de Luís Herrera Campins. Por reforma de la Constitución, Herrera
concluyó el 2 de febrero de 1984, cuando se inició el gobierno de Jaime
Lusinchi. A continuación, Carlos Andrés Pérez es nuevamente elegido durante
los comicios de diciembre de 1988. Su vuelta a la presidencia a partir de 1989
generó un periodo de gran inestabilidad política, pues se produjeron dos
intentonas de golpe de Estado en 1992 (4 de febrero y 27 de noviembre); su
mandato debía culminar en febrero de 1994, pero fue interrumpido.

El periodo de mandato del presidente Carlos Andrés Pérez se redujo


considerablemente, pues se produjo en la historia venezolana el primer juicio a
un presidente en ejercicio. El 12 de marzo de 1993, mientras el presidente
Pérez presentaba ante el Congreso Nacional su mensaje anual, el fiscal
general de la República, Ramón Escobar Salom, sorprendió con la introducción
ante la Corte Suprema de Justicia de una demanda contra Pérez por
malversación y peculado de partidas secretas.
La Corte se reunió el 20 de mayo de 1993 y declaró que sí había indicios para
enjuiciar al presidente; de acuerdo con la Constitución, Carlos Andrés Pérez
fue suspendido de sus funciones públicas y se encargó de la primera
magistratura el presidente del Senado, Octavio Lepage, en tanto el mismo
Congreso designó a la persona que gobernaría el país con carácter de interino
hasta la finalización del periodo que correspondía a Pérez, en caso de que el
juicio no le fuera favorable y la sentencia se produjera antes del 2 de febrero de
1994.

El presidente interino seleccionado por el Congreso fue el senador por Acción


Democrática Ramón Velásquez, quien contó con los votos de AD y COPEI,
más otros partidos minoritarios; prestó juramento el sábado 5 de junio de 1993.
En las elecciones de 1993 obtuvo de nuevo la presidencia Rafael Caldera,
"autoexcluido" de COPEI, encabezando esta vez un nuevo partido,
Convergencia, y apoyado por otras organizaciones como MAS, PCV y MIN.
Caldera tomó posesión el 2 de febrero de 1994 para un periodo que debe
concluyó a los cinco años. Las elecciones presidenciales, celebradas en
diciembre de 1993, dieron como vencedor fue Hugo Chávez, uno de los
oficiales involucrados en la intentona golpista de 1992, que había sabido
aglutinar (con un mensaje de corte nacionalista y populista) a un amplio sector
de la población descontento con el sistema político vigente, caracterizado por la
alternancia de los dos partidos tradicionales, la creciente corrupción y la crítica
situación económica, que había originado enormes desigualdades sociales y el
surgimiento de amplias bolsas de pobreza. El presidente electo, que tomó
posesión del cargo en febrero de 1999, tuvo entre sus prioridades más
inmediatas la disolución del Parlamento y la convocatoria de una Asamblea
Constituyente que procediera a dotar al país de una nueva ley fundamental.
CONCLUSION

El nuevo sistema político que se gesta a lo interno del proceso revolucionario


tiene como bandera el desarrollo de políticas de igualdad social y justicia
colectiva, como estrategia para combatir la exclusión y la pobreza. Hoy se
reconoce que una de las formas más expeditas para alcanzar la concreción de
este derrotero es democratizando el acceso a la educación y reconociendo la
historia, la cultura, el conocimiento y los valores autóctonos de los pueblos.
BIBLIOGRAFIA

HERNANDEZ CABALLERO, S. Edit. (2001) Gran Enciclopedia de Venezuela.


Editorial Globe, Venezuela. Volumen 4, 352 páginas.

SALAZAR, L. A. & A. J. VARGAS (1992) Prehistoria de Venezuela. Fondo


Editorial Tropykos, Caracas, Venezuela. 324 páginas.

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