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José Luis Brea.

Un ruido secreto
Segunda parte

Freud establece el narcisismo que habla de un “yo ideal” , como el “yo real” que existía en la perfección de
la niñez. La forma en que Freud investiga el “yo ideal” se relaciona en el contexto de la experiencia artística.
El narcisismo se manifiesta como subjetividad basada en la construcción de un yo ideal y la reconstrucción
de un yo pasado que no se pueden reconciliar. El horizonte que hoy define la problemática del narcisismo
se encuentra en la figura y su orden simbólico. La perdida de identidad es lo que define a nuestra época, la
literatura del siglo XX comienza con la representación de un “hombre sin atributos”. El arte en general lucha
contra lo fugaz de la experiencia de lo vivido, que coincide con la empresa de la producción. Hoy en día la
literatura se basa en la producción de autor, en el sujeto, la mayoría de las obras son autobiográficas y se
consideran ficción si no constituyen un elemento autobiográfico. En las obras el sujeto se constituye como
determinación social ya que el propio lector se va a constituir a causa de la perdida de identidad que sufre la
época. La escritura es la única que puede devolver lo pasado y puede constituirse un sujeto al mismo
tiempo. Solo en este espacio el sujeto se constituye como identidad y puede el espectador, el lector
obtenerse a si mismo. El sujeto se constituye en la sabiduría enigmática y aplastante que la escritura posee.
La palabra obedece a las imágenes y son éstas imágenes las que por su ilegibilidad representan el arte.
Estamos en los últimos día, lo único que persiste en el tiempo son los nombres, todo lo demás desaparece
incluso la materia, las imágenes. La capacidad de olvido de un pueblo es tremenda, es como si nunca
hubieran sucedido nada.
El arte se revela contra el orden aparente de la realidad, contra esa forma domesticada de vida. Aunque el
arte luche contra este orden, es reducido a la supuesta vida misma y tal como es entregada al sujeto.
Si se deja de creer que el arte “salve”, no podríamos considerarlo como un cómplice que sirviera para
representar la verdadera vida, ésa que algún populismo que rige al sujeto quisiera que confundiéramos y
representemos la vida como él la plantea. Nuestro problema es el de la verdad, el del real sentido de la vida.
El símbolo en el arte nos aseguraba entregar un sentido pleno, pero estos tienen significados inagotables,
no existe el sentido de una vez ni para siempre, al contrario todo habla de un discurso inacabado, un
sentido siempre abierto a interminables reutilizaciones. Así, escritura, el arte no invoca ya los poderes de lo
eterno, de la verdad o lo inmutable sino la fulgurante puesta en evidencia de su implenitud, de su abertura y
aplazamiento, de su impresencia debido a a las distintas verdades o realidades que cada sujeto manejaba.
Según estas distintas verdades, el arte no adquiera la forma concluida de un significado, sino la simple
apreciación de lo que se cree una pretensión de significado, y de la capacidad infinita que tiene el arte de
hacer ver y de demostrar el mundo. No existe un lugar transparente o un lenguaje que posea la verdad
pura, ni es el arte, que solo posee la ilusión de tener la verdad definitiva. Es así como al arte es espejo del
mundo, como espejo negro que refleja todas las realidades posibles, espejo en que la esperada imagen o el
verbo falta, por siempre ausente, sin esperanza. El arte que a la vez posee en si todas las formas de ser del
sujeto, no tiene ninguna que se pueda considerar verdad, ya que todas son parte de la verdad infinita en la
que todos participamos.
El hombre se enfrenta al abismo de un pensamiento demasiado terrible, demasiado potente, aterrado,
intranquilo, incapaz de entregarse, quien podría así atreverse al arte, sabiendo que él es precisamente ése
lugar en el que, poseyéndolo todo no tendríamos dónde ir. La verdadera crisis de la modernidad es que el
arte y los lenguajes no hayan encontrado su punto de encuentro y si ese punto se alcanzara el mundo se
vería transfigurado en ligereza y luz seria un reino ininterrumpido de la libertad. Por esto mismo no se puede
llamar arte a lo que no expulse de la vida de los hombres todo sometimiento de unos a otros, toda
alineación de unos por otros, todo resto de oscuridad y que no reparta una conciencia igualitaria para todos.
La idea es no volver a aceptar esas servidumbres respectivas del arte a la revolución o de ésta a aquél, sino
de buscar el lugar en que únicamente ambos son posibles allí donde son lo mismo y no podrían separarse.
Ésta búsqueda única hace todavía de la vida humana una tarea digna y de nuestros tiempos finales una
época todavía heroica. Estas ficciones abstractas teológico-políticas la del fin de la historia y de los últimos
días no son más que una condición de una cultura que reconoce su fracaso en términos de representación
plena del sentido y el fallo de una forma digna de convivencia social, una cultura evocada al sujeto
individual.
La totalidad del mundo del arte ha alcanzado un nivel tan bajo, ha sido comercializado hasta un grado tal,
que el arte y todo lo que tenga que ver con él se ha convertido en una de las actividades mas triviales de
nuestro tiempo. En el siglo XX el arte cumple un papel de puro entretenimiento. La cultura en su forma
actual ha perdido la capacidad de cumplir su función simbólica, la cultura se a convertido en un parte más
de la industria del entretenimiento. Ahora el arte en la sociedad contemporánea es un efecto engañoso de la
estetización de los diferentes modos de vida. Es urgente transformar la forma contemporánea de la cultura
si se pretende recupera el poder simbólico del arte, existe hoy en día una crisis de la representación si
pudiéramos representar el mundo en al arte recuperaríamos el espacio en que el arte podría ejercer su
función simbólica.

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