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Valeriano Muñoz
Economista y experto en formación
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como condición sine qua non para avanzar en la economía basada en el conocimiento.
Esta aclaración conduce ya de entrada a que, con independencia de cuál sea el nivel
formativo de un colectivo, siempre va a ser necesario mejorarlo. Lógicamente, si el punto
de partida ya es de por sí muy negativo –como es el caso español- los esfuerzos
complementarios deberían ser mayores.
A lo largo de los últimos años, han sido numerosos los comentarios y debates públicos
sobre la educación en general y la formación profesional en particular, incidiendo en
unos casos en los indicadores negativos del nivel formativo y el fracaso escolar y, en
otros, en las intenciones y medidas para abordar los problemas. En muchos de estos
comentarios ha quedado más o menos clara la enorme interrelación entre los diferentes
segmentos o subsistemas que conforman el conglomerado educativo-formativo, sobre
todo a la hora de eludir o transferir responsabilidades. Ello exige una aclaración previa
sobre el ámbito de lo que entendemos por formación como sistema coherente e
integrado por numerosos elementos, y más si partimos de un enfoque genuinamente
económico.
Desde una perspectiva económica, es difícil separar los diferentes procesos educativo-
formativos que conducen al logro de niveles de cualificación profesional adecuados para
atender a los requerimientos productivos y de desarrollo socioeconómico. Y sin ánimo de
entrar en disquisiciones sobre el sometimiento o no de estos procesos a tales
requerimientos, es evidente que las diferentes piezas del sistema han de estar
mínimamente engranadas. De acuerdo con esto, los cuatro grandes bloques del sistema
–educación general de base, formación profesional inicial/reglada, universidad y
formación permanente- actúan en interdependencia, con un papel de cimentación para el
primero y de profesionalización con repercusiones más o menos inmediatas en la
producción y el empleo en el caso de los otros tres. Por eso es difícil centrar una política
educativo-formativa en solo uno de los bloques. Se puede hacer, pero a sabiendas de
que corremos el riesgo del auto-engaño o, cuando menos, aceptamos una limitación de
la reflexión, con un sesgo de entrada hacia los “problemas del subsistema inicial/reglado”
(probablemente el que menos problemas tiene).
Dicho esto, prefiero arrancar mi reflexión sobre la formación de una manera abierta y con
un esbozo de las características básicas de la cualificación profesional de la población
activa española. Tomo como referencia la población activa, en lugar de otros segmentos
de la población, como podría ser la de 18-64 años o la ocupada, por ser la población
activa la variable la más representativa del potencial inmediato del mercado de trabajo.
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universitarios, que podría ser calificado en principio como aceptable (aunque habría que
hacer muchas matizaciones, una de ellas la que se derivase de un análisis de la
distribución entre carreras), es evidente que la altísima tasa de no titulados (aun sujeta
también a matizaciones) y la escuálida de los titulados en FP son datos más que
suficientes para hacer saltar cualquier alarma, y justificaría centrar en estos hechos
cualquier política formativa que se precie.
Población ac
Ambos sexos
Total
1. Analfabetos 3
Es cierto que la situación está cambiando: cuatro años atrás –en 2005- la situación era
peor (el 60% de los activos carecían de titulación profesional reconocida y los titulados
de FP no llegaban al 18%); pero la mejora no puede ser calificada de sustancial, dada la
lentitud con que se está manifestando. Es más, algún indicador apunta a una evolución
negativa, como el que refleja el analfabetismo, que ha subido más del 35% entre 2005 y
2009, casi tres veces más que la población activa.
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La EPA ofrece información desglosada por grupos de nacionalidad del nivel formativo de los activos,
aunque no tan detallada como la que aparece en el cuadro 1. El número total de activos analfabetos ha
pasado de 79.500 en 2005 a 107.700 en 2009 (el 0,4% y el 0,5% de la población activa, respectivamente);
los de nacionalidad española (incluidos los de doble nacionalidad, que tienen un peso residual), de 42.300
a 38.900 (en ambos periodos el 0,2% de la población activa). Esto significa que el incremento del
analfabetismo recae exclusivamente en la población inmigrante y, dentro de esta, en más del 90% en la
que proviene de regiones no europeas (África y, en menor medida, América Latina).
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En la tabla adjunta se resumen las características de la cualificación de la población activa inmigrante,
así como su evolución reciente. Obsérvese el deterioro relativo de la cualificación global, inducido por la
afluencia al mercado laboral de contingentes sin cualificación alguna durante el periodo.
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Es evidente que la FP está ganando peso. Sus titulados suben un 15,6% en el periodo
y, lo que es más importante, más del 19% los de FP de grado superior. En conjunto, los
titulados de formación profesional inicial/reglada o equivalente están mostrando un
dinamismo notablemente mayor al de los universitarios (su tasa en la estructura de 2009
crece ocho veces más que la universitaria, pasando del 17,9% al 18,7%), aunque se
sitúa todavía muy lejos de esta (3,6 puntos). El ritmo de crecimiento de los titulados de
FP es insuficiente para garantizar en el corto plazo una mano de obra abundante de
cualificación media-alta. En ello tiene que ver el ritmo de actualización de los planes de
estudio o currículos, que ha venido siendo muy lento, en parte apoyado en los retrasos
de actualización de los títulos y construcción de las cualificaciones y en parte en una
política cicatera de las administraciones en la expansión de la oferta, con lo que ello
supone de retraso a la hora de responder a los retos de los procesos productivos de
medio y alto contenido tecnológico.
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la actividad formativa financiada a través de la Fundación Tripartita para la Formación en
el Empleo. En cualquier caso, la mortecina evolución de la productividad de la economía
española, que se viene moviendo desde hace ya muchos años por debajo del 0,5% (el
repunte reciente está motivado sobre todo por la caída de la actividad en un sector –la
construcción- tradicionalmente desprofesionalizado), concede escaso valor justificativo a
estas matizaciones.
Los datos españoles pueden compararse con más de 30 países o grupos de países
europeos. Es evidente que en los niveles elevados (que agrupan a la universidad y la FP
superior) España se encuentra en una posición varios puntos por encima del promedio.
Ello es debido a la elevada tasa universitaria, que convive con una tasa claramente
insuficiente de la formación técnico-profesional de grado superior, como veíamos en el
cuadro 1.
La posición en principio favorable en los estudios superiores contrasta con las carencias
en formación intermedia (donde se mezclan enseñanzas profesionales y de base, en
este caso fundamentalmente de bachillerato). Aquí España se encuentra más de 25
puntos por debajo del promedio europeo más amplio (la Europa de los 27), más de 20 si
tomamos de referencia la zona euro y casi 35 si nos comparamos con Alemania.
Si proseguimos con las comparaciones, en los niveles bajos, donde se concentran los
segmentos de activos con cualificación profesional nula, España sólo es “superada” por
Malta y Portugal.
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Población activa
Total
UE 27
UE 25
UE 15
El panorama esbozado en el cuadro 1, junto con las comparaciones que puedan
Euro Zona 13
establecerse con la información del cuadro 2, justificaría sobradamente la preocupación
por abordar reformas en profundidad en la mayor parte de los elementos del sistema.
Ello sin perjuicio de tener que recordar que las características profesionales de la
población activa española no se distribuyen homogéneamente en el territorio,
Euro Zona 12
como muestra el cuadro 3, que induce a un nuevo comentario comparativo, en este caso
interno. Pero antes de comentar algunos de los datos del cuadro, hago dos
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matizaciones: la primera que los datos globales no coinciden con los del cuadro 1,
debido a una clasificación más estricta de la cualificación profesional de los efectivos
laborales; la segunda que los resultados de Ceuta y Melilla se han agrupado (a
sabiendas de que a mucha gente de estas ciudades no les gusta esta presentación
conjunta de datos), debido a que los datos separados estarían afectados por fuertes
errores de muestreo.
Un análisis somero de los datos del cuadro 3 4, que presenta una fotografía realizada en
2009 de la realidad profesional de la población activa por CC AA, permite obtener
algunas conclusiones de interés:
El marco legal no parece ser responsable de al menos una gran parte de esta
situación, pues es el mismo para todos, lo cual conduce a acallar la cantinela
sistemática de las reformas legales. Ello sin perjuicio de la lentitud en los
procesos de actualización de los currículos de FP y de la necesidad de mejorar
la integración entre el subsistema reglado y el continuo a través del sistema de
cualificaciones.
Y siguiendo con las causas, la “exculpación” del marco legal no exculparía a los
poderes públicos responsables de la ejecución de las políticas en cada territorio
y, junto a ellos, del resto de la “comunidad escolar”, donde se incluyen las
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El cuadro permite múltiples comparaciones y cada una de ellas ofrece resultados cuando menos
curiosos. Sugiero establecer por ejemplo estas tres referencias: porcentaje de titulados en cada comunidad
menos el mismo porcentaje en el nivel nacional; el mismo indicador aplicado al porcentaje de titulados de
FP; y el mismo aplicado al porcentaje de titulados superiores (con estudios de FP de grado superior más
el de universitarios). Estar por encima de la media nacional en los tres indicadores marcaría la posición
“Norte” y estar por debajo en los tres indicadores marcaría la posición “Sur”. Cuando califico la posición
de Madrid y Valencia como “casi centro” (también podría ser calificada de “casi Norte”) es porque no se
manifiestan valores positivos en las tres comparaciones.
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familias, el profesorado y los colectivos carentes de titulación (estudiantes y no
estudiantes), además de –en lo que les toca- los agentes sociales.
Población activa p
En cualquier caso, los problemas son lo suficientemente graves como para recabar la
atención y los máximos esfuerzos de las instituciones y de las familias, incluidos otros
estamentos y organizaciones de la sociedad civil.
España
dualizaciones, que se manifiestan en al menos tres niveles: entre quienes tienen
cualificación mínimamante acorde con lo que demanda el mercado de trabajo, entre la
población autóctona y la inmigrante, y entre unas CC AA y otras. De esta realidad
Andalucía
pueden salir propuestas específicas en función de los colectivos, en cualquier caso
Aragón
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centradas en el desarrollo y aplicación de las herramientas legales disponibles, con una
referencia inmediata en el sistema nacional de las cualificaciones.
Algo se está haciendo para afrontar estos problemas, de cuya magnitud y alcance no
parece existir una consciencia clara. En relación con la educación general, la
Conferencia Sectorial de Educación acordó en noviembre de 2008 articular un plan para
reducir al fracaso escolar a la mitad en 2012. Al parecer está funcionando ya un grupo
de trabajo, liderado por el Ministerio de Educación y apoyado por el Fondo Social
Europeo, orientado a proponer acciones urgentes con este objetivo. En la medida en que
estamos hablando de lo que antes calificaba como cimentación del sistema educativo-
formativo, no puede obviarse uno de los problemas más graves que tiene la educación
española, que además se asienta en la propia base del sistema, y sería deseable que
los ingentes esfuerzos dedicados a combatir o defender la educación para la ciudadanía
se canalizaran hacia una reflexión serena sobre lo sustancial.
Entrando ya en los demás bloques del sistema, si algo hubiera que destacar de lo que
ha ocurrido en los dos últimos años, yo lo resumiría en tres párrafos:
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El llamado subsistema de formación profesional para el empleo está regulado por el Real Decreto
395/2007, de 23 de marzo (BOE del 11 de abril). Con él se funden los antiguos subsistemas de
formación continua (para ocupados) y de formación ocupacional (para parados), a la vez que sienta las
bases para que las acciones de formación permanente se establezcan de manera más coherente con las
necesidades productivas y la promoción profesional individual, incluido el eventual reconocimiento
oficial de la misma.
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Es sabido que el actual sistema de FP arranca de la LOGSE (1990), con antecedentes
en los últimos años de la década de 1980. Desde entonces no ha padecido los
vaivenes normativos de la educación general, sino mejoras continuas, lideradas con
mayor o menor éxito por los sucesivos Gobiernos, con independencia del signo
político. El soporte normativo principal actualmente en vigor es la Ley Orgánica 5/2002,
de 19 de junio, de las Cualificaciones y de la Formación Profesional. Desde 2008 han
tenido lugar dos avances importantes en el desarrollo de esta Ley: la publicación de las
enseñanzas mínimas de más 50 nuevos títulos de FP, con lo que el número de títulos
actualizados ronda el medio centenar y otros tantos en avanzado proceso de
actualización, y la publicación del Real Decreto para la evaluación y acreditación de
competencias adquiridas por vías no académicas.
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formación profesional inicial/reglada (FP) o de un certificado de profesionalidad,
aumentando así la transparencia de la oferta de mano de obra cualificada. Pero hay
detrás una segunda finalidad, consistente en animar a la población activa o
potencialmente activa, y de manera especial a los trabajadores menos cualificados y a
los parados, a mejorar su nivel profesional mediante cualquier tipo de acción formativa
relacionada con una cualificación oficial y optar así al reconocimiento parcial de un
título de FP (normalmente de grado medio) o de un certificado de profesionalidad.
De todas formas, hay que poner de manifiesto que la forma en que se está
desarrollando en la práctica la formación permanente no responde adecuadamente a
las reformas propuestas en la “hoja de ruta” ni, en concreto, a los objetivos declarados
en el RD citado. Además de las resistencias que los agentes sociales habrán de
presentar para mantener el casi monopolio de la formación para el empleo, hay que
tener en cuenta que la oferta de formación es poco proclive a orientarse hacia los
planteamientos del Sistema Nacional de Cualificaciones y la demanda no se ve
favorecida por la ausencia de cultura formativa en la inmensa mayoría de las
empresas. Ello requiere prever un plan ambicioso de difusión e incluso de pedagogía
empresarial e individual (con una atención específica al colectivo inmigrante), capaz de
orientar cualquier acción formativa hacia ganancias inmediatas de productividad. La
tarea no es fácil, pero hay mucho trabajo hecho y experiencias antiguas que se han
mostrado eficaces. Así, por ejemplo, desde los años de 1990, han venido estando
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La “hoja de ruta” del nuevo modelo de formación profesional fue presentada a los medios de
comunicación el 28 de octubre de 2008 y está disponible en www.mepsyd.es. No deja de ser una
declaración política sólo en parte apoyada en propuestas concretas, aunque con un valor simbólico no
despreciable, cual es la comparecencia simultánea de ambos Ministros para anunciar acciones
coordinadas desde enfoques competenciales diferentes (el educativo y el laboral), cosa rara tanto en
España como en la mayor parte de los países europeos.
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disponibles en Internet los programas formativos del módulo de prácticas de los títulos
de FP. Poco costaría hacer lo mismo con los programas formativos acordes con el
Catálogo de Cualificaciones, dando así oportunidad a la formación a distancia de
muchos miles –millones, para ser más precisos- de personas con carencias más o
menos graves en su bagaje profesional.
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Las páginas que anteceden ilustran la gravedad de un problema de múltiples
manifestaciones, que no puede esperar más y que debe tener, por consiguiente, un
tratamiento prioritario, tanto en la política anti-crisis como en cualquier estrategia de
desarrollo a medio y largo plazo.
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